Introducción
El Período Tardío o de Desarrollos Regionales(1000-1430 d.C.)ha sido clásicamente definido como un tiempo de conflictos y marcada territorialidad, en el que se generaron diferencias en la cultura material de las distintas regiones del NOA, principalmente evidenciadas en los estilos cerámicos (González 1979; Núñez Regueiro 1974). En este contexto, el Valle de Hualfín(Depto. de Belén, Catamarca) (Figura 1) fue definido como un reducto de la “cultura Belén”, donde el predominio de la cerámica homónima sería el producto de un núcleo poblacional con ciertas características identitarias diferentes de otras regiones aledañas. El hallazgo de cerámica tardía de otros estilos dentro del valle fue interpretado como consecuencia de la presencia de grupos foráneos, mientras que la alfarería Belén hallada fuera del valle habría implicado desde simples intercambios, hasta la existencia de colonias o el asentamiento de mitimaesinkaicos ya en tiempos del Tawantinsuyu (González 1979; Raffino y Cigliano 1973; Sempé 1999, 2005). Más allá de las evidencias y argumentos que puedan sostener estas conjeturas, hasta el momento no se habían realizado estudios que incluyeranun análisis pormenorizado de todo ese conjunto de información acerca de las relaciones interregionales que involucraron de alguna manera al Valle de Hualfín en tiempos tardíos pre-inkas e inkas, como sí se desarrolló para otras regiones del NOA (por ejemplo,Sprovieri 2013)1.
Las investigaciones arqueológicas realizadas en las últimas dos décadas en la región, basadas en un enfoque relacional del paisaje, permitieron generar abundante información sobre las poblaciones tardías del valle, profundizar en aspectos inherentes a la producción, uso y circulación de distintos objetos y materiales (cerámicos, líticos, metálicos, faunísticos y vegetales) (Flores 2012; Flores y Balesta 2014; Iucci 2014, 2016;Lorenzo y del Papa 2018; Valencia et al. 2016; Zagorodny et al. 2015; Wynveldt 2009) y definir con mayor precisión la cronología de los contextos estudiados (Wynveldtet al. 2007). Estos estudios a su vez hicieron posible una mejor aproximación a la procedencia de esos materiales.
A partir del estudio detallado de esta nueva información y del análisis de los antecedentes de la arqueología del Valle de Hualfín, en este trabajo nos proponemos analizar las evidencias arqueológicas presentes en los sitios tardíos locales que lleven a sostener relaciones interregionales.A partir de un análisis de redes y el uso de SIG, se compara esta información con las evidencias disponibles sobre elementos foráneos presentes en sitios inkas del valle. Finalmente,se discuten distintas propuestas sobre esas relacionescon el fin de avanzar en la construcción de la red del paisaje tardío a nivel regional e interregional.
El paisaje como red social
A lo largo de las últimas tres décadas las perspectivas basadas en el concepto de paisaje han dominado el campo de los estudios regionales en arqueología (Anschuetzet al. 2001; David y Thomas 2008). La idea del paisaje concebido como una red de relaciones constituye una herramienta teórica de gran valor para la arqueología,ya que permite unir progresivamente, a través de múltiples lazos, toda una variedad de elementos o agentes, a la vez que posibilita la incorporación de la temporalidad, en la medida en que consideramos al paisaje como una producción histórica de relaciones, un registro duradero y un testimonio de las historias de vida y el trabajo de las generaciones que lo han habitado (Ingold 2000; McFadyen 2008; Smith 2003; Zedeño 2000). En este marco hemos desarrollado diferentes líneas de trabajo que apuntaron al análisis de los vínculos entre los grupos humanos tardíos del Valle de Hualfín y toda una serie de otros agentes -lugares, animales, vegetales, cerámica, objetos líticos, materias primas, etc.-. Desde esta perspectiva se ha trabajado en distintas temáticas como el contexto socio-político del paisaje del Valle de Hualfín en el tardío (Balestaet al. 2011), el estudio de las relaciones espaciales a nivel regional, incorporando elementos de la experiencia y la percepción del espacio (Wynveldt y Sallés 2018; Wynveldtet al. 2013) y la participación de distintos elementos de la cultura material en las prácticas sociales de los grupos tardíos del valle (Flores 2012; Iucci 2016;Lorenzo y del Papa 2018; Valencia et al. 2016; Wynveldt 2009; entre otros).
La idea de paisaje como red social se basa en los criterios de Latour (2008), para quien la construcción de una red social no tiene límites y supone desplegar todos los elementos que se consideren relevantes para el análisis y rastrear sus relaciones. La idea de rastrear asociaciones implica que no existe ninguna dimensión propiamente social, sino que, de lo que se trata precisamente es de buscar las conexiones entre los elementos, por más que esto implique desarmar y rehacer agrupaciones o incorporar agencias no humanas. En nuestro caso, la red del paisaje implicaría analizar elementos tan heterogéneos como los humanos, los animales, los objetos muebles, las viviendas, un río, un cerro o una fuente de materia prima, y rastrear sus relaciones. Finalmente, debe evaluarse cómo se ensamblan esos elementos, como una manera de describir un estado de cosas -un colectivo-. Este ensamblado será tan estable como el tiempo que duren las relaciones ensambladas y, con el transcurrir del tiempo, con el cambio o aparición de nuevos elementos, será necesario reordenar las nociones de lo que estaba asociado, porque la concepción previa se ha vuelto en alguna medida inadecuada (Latour 2008).El papel de los objetos y otras entidades no humanas es uno de los puntos más importantes de la perspectiva de Latour ya que, desde el momento en que inciden en el curso de la acción de otros agentes, cobran un sentido relevante en la definición de lo social.
En este trabajo, nuestra intención es avanzar en la primera etapa de la construcción de una red social, es decir, en el despliegue de los elementos o principales agentes -en este caso, foráneos- y en la reconstrucción de algunos de los lazos que los vinculan con los sitios locales. Este es sólo un aspecto parcial de una red de relaciones que iremos construyendo a partir del ensamblado de muchos otros elementos que abarcan todo el espectro de las investigaciones arqueológicas del valle.
Antecedentes en el estudio de las relaciones interregionales tardías en el Valle de Hualfín
Desde fines del siglo XIX comenzó a identificarse a la cerámica Belén como propia del Valle de Hualfín y áreas aledañas (Lafone Quevedo 1892, 1908). Los trabajos de González en la década de 1950 permitieron reconocer distintos contextos culturales específicamente asociados a diferentes momentos del desarrollo prehispánico en el valle. Según González, la cultura Belén, precedida por la Hualfín en el Período Tardío, habría tenido su origen hacia el 1100 d.C. (González 1955; González y Cowgill 1975) y en su desarrollo habría mantenido relaciones estrechas con otras culturas como Sanagastay Santa María, para luego formar parte del EstadoInka (González 1977, 1979). Estos vínculos implicaron la recepción de ciertos elementos, sobre todo procedentes delaesferasantamariana y de la influenciainka, que llevaron a una complejización en distintos aspectos, entre ellos la construcción de poblados conglomerados y defensivos, el entierro en cistas funerarias, el uso de tecnologías complejas como la metalurgia del bronce y las grandes obras para la intensificación de la agricultura. González también les dio importanciaa las recurrentes invasiones de grupos semi-nómades del este quehabrían incidido localmente de distintas maneras en el NOA (González 1979). Estos movimientos estarían evidenciados en tiempos tardíos por la presencia de algunos elementos que se interpretaron como foráneos, como las puntas de hueso o la influencia en el entierro de adultos en urnas.
Sempéretomó los trabajos de González en el Valle de Hualfín y a partir de un análisis regional de los sitios “Belén” propusoque los grupos tardíos en un principio debieron estar organizados en parcialidades con un patrón de poblamiento disperso, aldeano y campesino en casas-pozo (Sempé 1999, 2005), tal como propone González para su fase Belén I(González 1955). Hacia fines del siglo XIV d.C. esos grupos habrían logrado predominar respecto de otras parcialidades de tradición Sanagasta coexistentes en la región, y se habrían integrado como un señorío, con su núcleo político hegemónico en el Valle de Hualfín, incluyendo las localidades de Puerta de Corral Quemado (PCQ), Corral Quemado, Villavil, Nacimientos, Hualfín, Eje de Hualfín, Asampay, La Ciénaga, etc.La evidencia estaría en la proliferación, en todas esas localidades, de poblados conglomerados con o sin defensas. En esta fase,el señorío Belén habríainiciado una etapa expansivaexitosa en el Valle de Abaucán, parte de La Rioja y la Puna Meridional, pero tuvo su límite hacia el norte en la “frontera” impuesta por los fuertes grupos santamarianos, que ejercieron una resistencia a la penetración cultural y territorial Belén. Sin embargo, habrían existido relaciones cordiales, intercambio de mujeres o alianzas entre ambos grupos. Las evidencias de este estrecho vínculo estarían en la asociación de piezas en tumbas y en varios sitios, sobre todo del norte del valle. Finalmente,la conquista inka, según Sempé, produjo la desestructuración sociocultural, la pérdida del territorio y su desaparición como entidad.Esto estaría evidenciado en el abandono de los poblados y en el traslado de grupos Belén a distintas regiones, como Tafí del Valle (Sempé 1999).
Si bien la información procedente de las regiones vecinas al Valle de Hualfín es fundamental para comprender sus mutuas interrelaciones, en este trabajo nos concentramos exclusivamente en la evidencia local, y por razones de espacio sólo presentaremos muy sintéticamente el panorama interregional. Con respecto al ámbito santamariano (valles de Yocavil y El Cajón) es generalizada la opinión acerca de que éste funcionó como un foco de fuertes influencias para el Valle de Hualfín(y mucho menos en el sentido inverso) en tiempos pre-inkas e inkas (Cigliano 1958; González 1979;Palamarczuk 2009; Sempé 1999;Tarragó 1995). Por otra parte, se sostiene que en vísperas de la conquista inka la alianza entre grupos de ambas regiones se vio plasmada en un estilo cerámico -denominado Belén-Santa María o Urnas Negro sobre RojoTardías- que sintetizó elementos de ambos estilos y circuló principalmente en Yocavil (Marchegianiet al. 2009). La cerámica Belén del Valle de Tafí, que aparece asociada a material de época inka, es vinculada con grupos de mitimaes trasladados desde Hualfín (Mannase y Páez 2006).
Para Antofagasta de la Sierra, clásicamente se postuló la idea de que en la región se instaló una colonia Belén (Raffino y Cigliano 1973; Sempé 1999). Las nuevas investigaciones sostienen la existencia de un intercambio fluido, producto de los fuertes vínculos -materializados en el tráfico caravanero- que existieron entre ambas regiones, incluyendo el Valle del Bolsón y otras como los valles del Cajón, Yocavil y Calchaquí, desde el Formativo hasta la actualidad (Elías et al. 2018; Martel et al. 2017; Olivera et al. 2008; Puente 2015). En Laguna Blanca se menciona alfarería Belén, Santa María y “Belén III” junto a cerámica inka, lo que indicaría la presencia de grupos de los valles que, quizás en representación del Estado Inka, habrían aprovechado el sistema agrícola y las redes de riego preexistentes (Delfino y Pisani 2010).
Con respecto al Valle de Abaucán, Sempé (1999) sugiere una expansión y el control de las poblaciones Sanagasta locales (cultura Abaucán) por parte del señorío Belén del Valle de Hualfín. Sin embargo, Ratto (2013), a partir de nueva información, afirma que hacia el año 1000 DC los grupos formativos abandonaron el valle como consecuencia de grandes deslaves de flujo de material pumíceo y la región no volvió a ser habitada hasta la llegada de los inkas, quienes habrían trasladado grupos del Valle de Hualfín para reocuparla. Los hallazgos de cerámica Belén en el norte de La Rioja han tenido también distintas explicaciones: el proyecto expansivo de Belén (Sempé 1999), la fuerte interacción entre grupos de las distintas regiones involucradas (Revuelta 2010) o los traslados de poblaciones por parte del Tawantinsuyu (Spengler 2017).
En Andalgalá la cerámica Belén tiene una presencia importante en contextos funerarios muy particulares -acompañando entierros de adultos en grandes urnas ordinarias, y colocadas boca abajo-; según Berberián (1969), esto indicaría influencias de los llanos del este. Sin embargo, existen otras opiniones acerca de los tiempos tardíos en esta región. Sempé (1999) afirma que fue un espacio de contactos Belén-Sanagasta, donde sólo existió una influencia cultural, sin apropiación territorial; Gordillo y colaboradores (2010) mencionan la asociación de cerámica Belén con Santa María y consideran a Andalgalá como un polo de inte racción para grupos con cabeceras en otros valles; y Álvarez Candal y Gazi (2014) sostienen que los entierros en urnas excavados por Berberián muestran una modalidad local que refleja interacciones y negociaciones con otros grupos contemporáneos, como los del Valle de Hualfín o Yocavil. Con respecto a la etapainka en la región, se menciona la presencia de “Belén III o Belén Inka” (Williams 2000). Otro hallazgo que vincula la región de Andalgalá con el Valle de Hualfín en época inka son las Huacas de Chañar Yaco (Lafone Quevedo 1892), a mitad de camino entre Belén y Andalgalá, donde se asocian piezas “Belén-Inka” con grandes contenedores Sanagasta y varias formas inkaicas. La ubicación de estos entierros entre dos centros político-administrativos como El Shincalde Quimivily Potrero Chaquiago indicaría que Chañar Yaco formaría parte de la vía de comunicación entre ambos centros (Moralejo 2010).
Finalmente, un área importante en cuanto a la definición de las relaciones entre el Valle de Hualfín y regiones aledañas es el Valle del Bolsón, un espacio de transición entre los valles y la puna, localizado al norte de la localidad de Villavil. En las últimas dos décadas se han realizado allí numerosas investigaciones en las que se identificaron ocupaciones de los períodos Formativo y Desarrollos Regionales y se analizaron distintos aspectos de la cultura material y del paleoambiente (Meléndez et al. 2017; Puente 2015; Quiroga y Korstanje 2007; entre otros). Las características de los sitios y materiales asociados a los momentos tardíos nos permiten considerar al Valle del Bolsón como un espacio directamente vinculado al Valle de Hualfín. Si bien no incluiremos en nuestro análisis la información de esta región, cuyo estudio está a cargo de otros equipos de trabajo, tácitamente será considerada como “local”.
Enfocándonos específicamenteen la problemáticainka,para el área del Valle de Hualfín y Valles Calchaquíes se han presentadovariados escenarios,tanto de conquista por la fuerza, resistencia y desestructuración social (Lorandi 1988; Sempé 1999), como de una incorporación rápida y sin mayores obstáculos (Raffino 1981). La infraestructura imperial estaría representada localmente, en primer lugar, por el QhapaqÑan. Raffino ha propuesto un recorrido hipotético del camino que ingresaría al valle desde el Campo del Arenal, atravesando Hualfín-Inka (Lynch 2012), luego siguiendo el curso del río Hualfín pasando por Quillay, un pequeño tambo y centro metalúrgico (Spinaet al.2017), hasta la actual Puerta de San José, dirigiéndose allí al sudoeste por La Aguada y saliendo del valle hacia El Shincalde Quimivil(Raffinoet al. 2001). Además, hay otros tramos, quizás secundarios, que comunican distintas áreas vinculadas al valle y alrededores, como el que conecta El Shincalde Quimivilcon Los Colorados, Las Vallas y Pozo de Piedra (Moralejo 2011).
Los sitios inka mencionados pasarían a tener un lugar central en el paisaje durante esta etapa, ya que el camino los vincularía en su trayecto, mientras que algunos de los sitios locales continuarían ocupados (Wynveldtet al. 2017).Es totalmente verosímil que grupos de poder Belén hayan formado parte de la estructura del Estado en El Shincal de Quimivil (Giovannettiet al. 2012). Sin embargo, en los sitios locales los fragmentos cerámicos con probables rasgos inkas, así como la arquitectura de influencia inka, son muy escasos.Clásicamentese ha vinculado la presencia inka en el valle con movimientos poblacionales asociados a mitimaes inkaicos o al traslado compulsivo de poblaciones. De esta manera, se ha propuesto que pudieron llegar grupos del este y grupos Sanagasta, mientras que pobladores del valle habrían sido trasladados a lugares como el valle de Yocavil, Nevados del Aconquija, Tafí del Valle oLa Rioja (Atalivaet al. 2010; Manasse y Páez 2006; Spengler 2017; Tarragó 1995).
En cuanto a la cronología de la conquista inka, hoy se acepta que la expansión desde el Cusco hacia el surfue un proceso que se inició en el siglo XIV e incorporó definitivamente el territorio del Kollasuyu al imperio entre fines de ese siglo y la primera mitad del siglo XV (Marshet al. 2017; Williams y D’altroy 1998). En este sentido, buena parte de los fechados radiocarbónicos realizados para los sitios tardíos del Valle de Hualfín muestra rangos calibrados para la primera mitad del siglo XV. Teniendo en cuenta que los contextos excavados representarían las últimas ocupaciones de esos sitios, se acepta que muchos de ellos pudieron ser abandonados en esos momentos (Wynveldtet al. 2017). Otros en cambio presentan fechados también para la segunda mitad del siglo XV y el siglo XVI, como Loma de los Antiguos de Asampay, Loma de Ichanga y Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo. Por otra parte, mientras que para momentos claramente pre-inkas no se han registrado fechados más allá de los realizados antes de 1990, que por razones técnicas han sido apartados de los análisis actuales (Wynveldtet al. 2017).
Con este panorama pasaremos a analizar los elementos considerados foráneos para tiempos tardíos en el Valle de Hualfín, con el propósito de avanzar en la construcción de la red interregional. En este punto, teniendo en cuenta las dificultades para definir un momento pre-inka frente a uno claramente inka, partiremos de un planteo hipotético que luego discutiremos: asumimos que la totalidad de los sitios tardíos considerados localestienen un componente pre-inka, más allá de su probable ocupación enmomentos inkas o posteriores. Luego, incluiremos los sitios y elementos vinculados directamente con la expansión inka, para así evaluar similitudes y diferencias que nos permitan profundizar en los tipos de vínculos entre el Valle de Hualfín y regiones vecinas en distintos momentos.
Elementos locales y foráneos en el Valle de Hualfín
El primer paso para la construcción dela red es definir los sitios locales (Figura 2).Nuestro análisis se dirige principalmente a determinadas zonas del valle y a sitios en los que hemos desarrollado nuestras investigaciones y para los que también se dispone de información relevante de la colección Muniz Barreto del Museo de La Plata: La Ciénaga y alrededores, La Estancia, Asampay, Palo Blanco, Eje de Hualfín y Puerta de Corral Quemado. A estas localidades se suman algunos puntos en particular en los que se hallaron tumbas con materiales “foráneos” como La Aguada, Yacoutula, Loconte, Palo Blanco, San Fernando y Puerta de Corral Quemado. Por fuera del análisis quedan varios sitios tardíos con información aúninsuficiente para evaluar su participación en estas redes, aunque por su proximidad y semejanzas seguramente en un futuro constituiránnuevos nodos en la red2. Cabe aclarar que, en este trabajo, cada nodo correspondiente a un elemento foráneo se refiere a una categoría -no a un objeto concreto- y a través de los lazos se marca su presencia en cada sitio, no la cantidad de objetos o restos. En una etapa posterior de la investigación se espera construir las redes de relaciones a partir de la cuantificación de cada uno de los distintos tipos de elementos, no sólo foráneos.
En los sitios tardíos locales, caracterizados por la presencia predominante de cerámica Belén, el elemento foráneo más característico es la obsidiana, encontrada tanto en superficie como en excavación (Flores 2012). Para la determinación de su procedencia se llevaron a cabo análisis geoquímicos y observaciones micro y macroscópicas que permitieron identificar tres fuentes: Ona, Cueros de Purulla/Chascón y Laguna Cavi (Flores y Balesta 2014). La Ona es la más abundante y aparece en todos los sitios, a pesar de ser la fuente más lejana de las tres identificadas. Su amplia circulación y uso han sido vinculados con una propiedad no utilitaria muy valorada: su transparencia (Escola 2007). Se hallaron desde un único nódulo entero hasta microlascas producto del tallado de pequeñas puntas de proyectil apedunculadas (Figura 3). Otra materia prima lítica volcánica alóctona que se ha encontrado es la traquita, cuyo origen sería Antofagasta de la Sierra, aunque su hallazgo en el valle ha sido, hasta el momento, poco frecuente.
El principal tipo cerámico cuyo origen se asocia con otra región es el Santa María (Figura 4). Esta alfarería fue hallada en muchos sitios y entierros del valle en sus distintas variedades morfológicas y decorativas, aunque preferentemente en algunas localidades del norte, como Puerta de Corral Quemado. Las variantes observadas incluyen las típicas urnas tricolor (Figura 4a) y bicolor (Figura 4b), pucos,en su mayor parte bicolor (Figura 4g), ollas (Figura 4c,4e) y pucos muy particulares con modelados zoomorfos diversos (Figura 4f). La gran mayoría de estas vasijas se halló en tumbas y en los contextos domésticos de sitios como El Molino, Loma de la Escuela Vieja, Pueblo Viejo de El Eje y Palo Blanco. También se observan piezas excepcionales como una urna Santa María de tres cinturas (Modalidad B) (sensu Baldini 1980) hallada en una tumba de Yacoutula, asociada a cerámica Belén (Figura 4d). Teniendo en cuenta la particularidadde este ejemplar, y siguiendo la propuesta de Baldini, su procedencia sería del Valle Calchaquí, en Salta.
Como un paso importante para el conocimiento de la procedencia de la cerámica tardía del valle, se llevó a cabo un Análisis por Activación Neutrónica Instrumental (AANI) sobre un total de 73 muestras de distintos sitios, incluyendo fragmentos Belén y el resto de los tipos identificados. Para comprender la variabilidad entre los componentes químicos de las muestras, se llevaron a cabo varios Análisis de Componentes Principales (ACP), incluyendo y excluyendo determinadas muestras y elementos (Iucci 2016).
En la Figura 5 se representanlos dos primeros Componentes Principales (CP)para el análisis de 19 elementos químicos y todas las muestras -incluyendo cinco arcillas-. La variación explicada por ambos CP sumados es del 62,8%. La principal nube de puntos corresponde a las muestras Belén. Entre los fragmentos Santa María analizados, dos se alejan de la nube hacia la izquierda, indicando una probable procedencia foránea. El resto de las muestras Santa María permanece en el grupo mayoritario, con lo cual puede suponerse una manufactura local.
Otros tipos alfareros que comúnmente se asocian a elementos no locales y que se encuentran en distintos sitios son el Sanagasta (Figura 5, arriba), representado por la muestra más alejada de la nube principal, y el Famabalasto Negro Grabado (FNG) (Figura 4 h, i). Ambos tipos se encuentran tanto en contextos domésticos, asociados a cerámica Belén, como en tumbas en distintas localidades. El tipo FNG ha sido definido como una cerámica de alta movilidad (Palamarczuk 2009) con un probable origen en el sur del Valle de Yocavil. El AANI en la Figura 5 indica que las dos muestras FNG son muy similares entre sí y se ubican por fuera de la nube principal, con lo cual es probable también una procedencia foránea.
La cerámica Sanagasta, típica de La Rioja y Abaucán, donde aparece desde finales del Período Medio hasta época inka, está representada en el Valle de Hualfínpor grandes urnas funerarias de inicios del Tardío (1000-1100 d.C.), y en ollas ypucos y aisladoshalladosen contextos domésticos y funerarios tardíos o de época inka, como en Asampay(Wynveldt 2009) y Loma de Ichanga (Iucci y Wynveldt 2017).La muestra incluida en el AANI, de este último sitio, se encontró asociada a cerámica Belén en un contexto fechado para fines del siglo XV y principios del XVI. La posición de la muestra en el gráfico de la Figura 5, alejada claramente del resto, indicaría su procedencia foránea (Iucci y Wynveldt 2017).
Por otra parte,existen objetos aislados, así como patroneso características excepcionales,que remiten a influencias externas, aunque por su baja frecuencia y su singularidad suponen relaciones más bien esporádicas.Las puntas de hueso son un tipo de objeto poco frecuente en los sitios tardíos locales. Únicamente se hallaron cuatro, dos en Loma de los Antiguos de Asampay, descriptas como “santiagueñas” por González (1979), una en Campo de Carrizaly otra diferente en La Estancia (Figura 6). Lamentablemente las que halló González se extraviaron, con lo cual no fue posible compararlas con las dos restantes. La presencia de estas puntas llevó a González a apoyar su hipótesis del acecho de grupos semi-nómades de la región chaco-santiagueña (González 1979). Las puntas de Campo de Carrizal y La Estancia además de diferir entre sí, son muy distintas a las encontradas en El Shincalde Quimivil(Cousoet al. 2011).
De sumo interés es la presencia en la quebrada Colpa Grande (Los Nacimientos) de una tumba hallada por el Ing. Weiser en 1924, con idénticas características a los entierros de adultos en urnas Andalgaláque describeBerberián (1969). Siguiendo la idea de Álvarez Candal y Gazi (2014) este patrón sería una modalidad típica de esa región al este de Belén, con lo cual su aparición aislada en el extremo norte del valle lleva a pensar en la presencia efectiva de gente de allí.
Un último objeto que remite a contactos con otras regiones es un colgantemanufacturado sobre una valva de Argopectenpurpuratus del Pacífico (Figura 6). Esta misma especie fue encontrada en El Shincal de Quimivil (Raffinoet al. 1997) y en Laguna Blanca (Delfino y Pisani2010) en contextos inkas. El camino “natural” más corto desde el Valle de Hualfín hasta la costa chilena, cerca de Copiapó, se extiende por 750 km pasando por Tinogasta y el Paso de San Francisco.
Con respecto a la arquitectura, El Molino (Puerta de Corral Quemado) presenta una aglomeración de grandes recintos de características excepcionales, con paredes de piedra especialmente altas que parecen vincularlo con los grandes asentamientos de los valles del norte, como los del Cajón y Yocavil.
En cuanto a los elementos inkas hallados en el valle, algunas formas cerámicas y motivos decorativos se encontraron mayormente en entierros en lugares como Cerro Colorado de Hualfín, San Fernando, Palo Blanco y La Aguada (Moralejoet al. 2010;Iucci 2016), y en los sitios propiamente inkas como Hualfín-Inka y El Shincal de Quimivil, acompañados en algunos casos por cerámica Belén, “Belén-Inka” y otros tipos“tardíos”, entre ellos Famabalasto Negro sobre Rojo, Yocavil Tricolor, Sunchituyoc yYavi (Cousoet al. 2011).Las piezas inkas presentes incluyen aysanas, aríbalos, aribaloides, pelikes, platos, etc.Además de todos los tipos cerámicos mencionados, se hallaron fragmentos adscriptos a Copiapó Negro sobre Rojo y Diaguita-Inca de Chile; y entre los objetos no cerámicos se cuentan valvas de Argopectenpurpuratus y de ConidaeConus (Raffinoet al. 1997)-ambas del Pacífico-, restos de Platalea ajaja-un ave alóctonaconocida con el nombre vulgar de“Espátula Rosada” (Igaretaet al. 2008)- ylas puntas de hueso mencionadas, confeccionadas en epífisis de artiodáctilo, que si bien no serían necesariamente de procedencia foránea, no son un tipo de objeto propio de la región, además de ser bien distintas a las encontradas en los sitios locales (Cousoet al. 2011).
Hasta el momento, sólo en tres sitios trabajados por nuestro equipo -El Molino y Loma de la Escuela Vieja en Puerta de Corral Quemado, y Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo-se hallócerámicade influencia inka, y apenas un tiesto en superficie en cada sitio. La arquitectura inkaen la región está representada casi únicamente en los sitios puramente inkas. Sólo en el Cerro Colorado podemos sospechar una influencia en la arquitectura del Conjunto VIII del Sector Central (Wynveldtet al. 2018), aunque no existen elementos en los contextos excavados que permitan asociar ese espacio directamente a la presencia del Tawantinsuyu.
Finalmente, como ya mencionamos, otros sitios tardíos locales en la zona del actual poblado de Hualfín tienen también algunos elementos de época inka. Estos son Villavil y Villavil 2 (Lynch 2014, 2015). En ambos se ha encontrado obsidiana y cerámica Santa María einka provincial, y en el caso de Villavil 2 se reconocieron motivos de época imperial en el arte rupestre (Lynch 2015).
Relaciones y análisis de redes
Retomando el esquema general de Latour(2008) y nuestra concepción relacional del paisaje, comenzaremos a construirnuestrared a partir de los diferentes elementos que puedan interpretarse como foráneos utilizando análisis de redes. En este sentido, Hodder (2012) generó un antecedente interesante en la representación de sus entanglementsen forma de gráficos, llamados tanglegrams, que consisten en redes de relaciones entre nodos, que pueden corresponder a cualquier elemento (individuo, objeto, lugar, materia prima, categoría) cuyas relaciones se quieran analizar. Avanzando un paso más en el uso de herramientas que permitieran describir y comprender mejor la estructura enmarañada de esas relaciones, Hodder y Mol (2016) incorporaron el análisis de redes formalizadas y el uso del softwareVisone (Brandes y Wagner 2004) con el fin de calcular, a partir de una matriz de relaciones, distintos algoritmos, obtener mejores visualizaciones y realizar comparaciones.Para la construcción de una redcon Visonedeben elaborarse dos tipos de tablas. La primera es una matriz de adyacencias, que consiste en una tabla donde los nombres de filas y columnas son idénticos y contienen todos los nodos de la red -en nuestro caso, sitios y elementos foráneos-. La relación entre un elemento y un sitio se indica con el número 1 (uno), mientras que la ausencia de relación con el 0 (cero). La otra tabla consiste en la lista de nodos con sus atributos (nombre, tipo y posible procedencia). Así se obtiene un gráfico de la red que puede modificarse en función de la visualización de determinadas propiedades. Las características de los arcos o lazos de este tipo de red, que unen un elemento (objeto, rasgo, patrón, influencia) con un sitio particular (instalación, poblado, tumba), permiten determinar el grado de centralidad de los distintos nodos en la red, es decir, la cantidad de arcos que los unen con otros nodos.
En la Figura 7 se presentan las relaciones entre los elementos foráneos y los sitios locales. La ubicación y el tamaño de los nodos reflejansus relaciones con otros nodos y su grado de centralidad. En este caso, vemos que los nodos más importantes tienen mayor tamaño y se ubican centralmente, mientras que aquellos que poseenmenos relaciones son más pequeños y en general estánlocalizados de modo periférico. Entre los elementos foráneos, el principal nodo es la obsidiana Ona, que se encuentra en todos los poblados y en una tumba de Asampay; la siguen las urnas Santa María bicolor y los pucos FNG.
El punto más importante en la red -o sea, el que más lazos de elementos foráneos recibe- es el conjunto de tumbas de Puerta de Corral Quemado, y esto se debe a la variedad de piezas cerámicas foráneas representadas, todas correspondiente a los estilos Santa María y FNG, es decir, típicosde valles deYocavil o del Cajón. En la base de la red se observan tres grupos de relaciones entre dos elementos que corresponden a tres tumbas con un único elemento foráneo asociado. Si bien una de ellas es de estilo Santa María, corresponde al caso excepcional de la urna bicolor de tres cinturas, típica del Valle Calchaquí, cuya manufactura fue probablemente no local. El caso de la tumba de Los Nacimientos también es excepcional, ya que es la única del tipo Andalgalá en la región. Y con respecto a la urna Sanagasta de Barrealito de Asampay, si bien no es excepcional la presencia de piezas de ese estilo en contextos locales, en este caso el entierro se halló aislado y sin elementos locales asociados. La mayoría de los sitios y tumbas tienen algún vínculo con estilos alfareros del norte, al igual que con la obsidiana. Por su parte, la cerámica Sanagasta se restringe a la zona de Asampay y Loma de Ichanga, y no se asocia con tumbas ni sitios del norte del valle. Las puntas de hueso y la traquita sólo se relacionan con Asampay y La Estancia, y únicamenteen este último sitio se halló una valva de Argopectenpurpuratus.
El paso siguiente fue agregar a la matriz de datos los sitios Hualfín-Inka, Quillay y El Shincal de Quimivil -además de Villavil y Villavil 2, que presentan evidenciasinkas en superficie- y sus respectivos elementos foráneos asociados. El resultado se muestra en la Figura 8, donde se puede observar nuevamente la relevancia de la obsidiana y la cerámica Santa María en su relación con los sitios locales, pero ahora existe un predominio absoluto del nodo de El Shincal de Quimivil. Esto implica que este sitio recibe la mayor cantidad de vínculos con elementos foráneos. En cuanto a la estructura de la red, puede observarse una tendencia a la asociación de elementos en torno a El Shincal de Quimivil, por un lado, y alrededor de los sitios locales por el otro.
La importancia relativa de los elementos “foráneos” para los distintos sitios del valle puede observarse comparando los grados de centralidad para cada sitio en cada red. Con el protagonismo de El Shincalde Quimivilpara la red inkase observauna estabilidad o disminución en la centralidad de los sitios tardíos locales, mientras que otros como las tumbas de La Aguada y de Palo Blanco aumentan su importancia, ya que en ellos se incorporan elementos propios de la época inka. Además, se suman a la red con distintos elementos también inkaicos el sitio de Quillay, aquellos de la zona de Hualfín y las tumbas de San Fernando.
En la Figura 9 pueden observarse los principales puntos en cuanto a la recepción de elementos foráneos y el grado de centralidad de estos lugares en las dos redes. La mayoría de los sitios tardíos mantienen o disminuyen su grado de centralidad desde la red pre-inka a la inka. Los únicos sitios locales que aumentan su centralidad en la red inka son las tumbas de La Aguada y de Palo Blanco. Es decir, en esta red representan proporcionalmente una mayor incidencia de elementos foráneos. Por otra parte, si observamos el recorrido hipotético del QhapaqÑan, es notable su proximidad con los sitios con evidencias más claras de influencia inka, como son las tumbas próximas al Cerro Colorado de Hualfín y las de San Fernando, Palo Blanco y La Aguada, la arquitectura del Conjunto VIII en el Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo, además de los sitios Hualfín-Inka, Quillay y El Shincal de Quimivil.
Finalmente, como un acercamiento a las posibles rutas de circulación de los elementos foráneos hacia el Valle de Hualfín, se marcaron sus hipotéticos puntos de “origen” en un mapa macro-regional. A partir de un Modelo Digital de Elevación de 30m de resolución, se plantearon lazos entre los nodos (sitios, fuentes, localidades, áreas y lugares claves) en forma de caminos predictivos o ruta óptimas (costpaths), que nos dan una idea de las distancias y tiempos de recorrido (Figura 10). Este ejercicio no se condice con un recorrido real y menos aún con la biografía del movimiento de los objetos o influencias. Simplemente contribuye a elaborar conjeturas sobre posibles recorridos y lugares que pudieron mediar en esos trayectos. Este último aspecto es importante teniendo en cuenta la posibilidad de control sobre las rutas de parte de los grupos de distintas regiones.
Las fuentes de obsidiana se localizaron a partir de la información bibliográfica. Antofagasta de la Sierra y Laguna Blanca se marcaron como lugares fundamentales para la circulación en la Puna Meridional. Punta de Balasto fue el punto elegido para marcar el extremo meridional del ámbito santamariano, aunque también se trazó una ruta óptima hasta Cafayate, extremo sur del Valle Calchaquí. Para el Valle de Abaucán se eligió Tinogasta y para La Rioja, San Blas de los Sauces. Para el recorrido hacia Andalgalá y desde allí hasta los llanos del este, se marcó el Campo del Pucará. Finalmente, se trazó el recorrido óptimo para llegar al Océano Pacífico, pasando por Copiapó. De esta manera, el mapa resultante representa una aproximación a la red geográfica de las relaciones evidenciadas en los elementos foráneos del Valle de Hualfín, que puede ser completada con la información acerca de los elementos del valle en otras regiones.
Discusión y conclusiones
En el marco del concepto de paisaje como red social, hemos presentado un primer paso en la identificación de los elementos que pudieron conformar la red de vínculos interregionales del Valle de Hualfín en momentos tardíos e inkas. Sobre la base de los conocimientos generados a lo largo del siglo XX y de las nuevas investigaciones, se analizaron detalladamente los distintos elementos interpretados como foráneos en el Valle de Hualfín y se representaron en forma de red y en SIG las relaciones entre esos elementos y los sitios en los que fueron encontrados.El proceso de elaboración de las redes nos permitió analizar el grado de centralidad de cada uno de los elementos foráneos y de los sitios, así como las relaciones a nivel geográfico, para abordar la discusión acerca de qué diferentes tipos de interacciones pueden representar esos vínculos.
Los resultados de estos análisis nos llevan a una serie de conclusiones relevantes acerca de las relaciones entre esas regiones y el Valle de Hualfín. En primer lugar, entre los elementos foráneos se cuenta con materias primas alóctonas -obsidiana, traquita, moluscos del Pacífico-, vasijas cerámicas ya elaboradas y trasladadas al Valle de Hualfín -olla Sanagasta, urna Santa María de tres cinturas, pucos Famabalasto Negro Grabado, Inka cusqueño, entre otras-, vasijas manufacturadas localmente, con modos “foráneos” para confeccionar la pasta, darle forma a la pieza y decorarla -como pudo suceder con muchas piezas Santa María y con la cerámica inka en su mayoría-, formas y tecnologías arquitectónicas, en este caso de influencia santamariana e inka, y modalidades de entierro -patrón Andalgalá-.
La presencia de obsidiana en todos los sitios del vallemarca los fuertes vínculos con la Puna meridional. A pesar del control más centralizado que pudo haber tenido en relación a otros momentos, y de los conflictos propios del tardío, es probable que esta materia prima haya sido obtenidaa través de intercambios entre grupos vinculados por lazos de parentesco asentados en regiones más próximas a los afloramientos, entre otras estrategias de acceso abierto a este recurso (Elías y Escola 2010; Elías et al. 2018).
Con respecto al ámbito santamariano la circulación de piezas importadas en el valle implica la correspondiente circulación de personas entre ambas áreas; por otra parte, es muy probable que grupos santamarianos hayan residido en el norte del valle, en sitios como El Molino de Puerta de Corral Quemado, coexistiendo con grupos locales.
La cerámica Sanagasta encontrada en distintas tumbas del valle, al igual que la de tipo Hualfín, formaría parte de un sustrato «pre-Belén», asociado a grupos que habitaron en aldeas de adobe, sin estructuras defensivas, y que enterraban a sus muertos en grandes urnas. La presencia de esta cerámica en los contextos más tardíos es más ocasional. En este sentido, proponemos que las vasijas Sanagasta de contextos locales para momentos tardíos e inkas pueden vincularse con redes de relaciones de larga data entre el valle y las regiones de Abaucán y el norte de La Rioja, más que con la presencia de mitimaesinkas.
El hallazgo de valvas de moluscos del Pacífico permite sostener, al menos, la participación de los grupos locales o de ciertos agentes en esferas de interacción que involucraron a grupos trasandinos, lo cual va de la mano con otras evidencias del NOA, como las calabazas pirograbadas (Puente 2017). El principal problema consiste en definir la cronología de estos vínculos ¿son pre-inkaicos o fue el contexto estatal el que los generó? En línea con el resto de las conclusiones sobre las relaciones interregionales, pensamos que, si bien el Tawantinsuyu tuvo un rol fundamental en la intensificación de las interacciones con grupos trasandinos, debió existir cierto flujo previo a partir del tráfico caravanero.
La elaboración de las dos redespor separado nos permiteplantear la discusión de dos líneas interpretativas diferentes. Por un lado, la que podríamos denominar “tardía pre-inka”, en la cual las principales relaciones interregionales estarían representadas por los vínculos con la Puna Meridional, el ámbito santamariano-con una fuerte influencia en el valle, y quizás, con presencia efectiva de grupos numerosos en sitios del norte- y los valles de Abaucán y el norte de La Rioja; y por el otro, una “inka”, dominada por la centralidad de El Shincal de Quimivil y el QhapaqÑan, en la que circularían nuevos elementos, entre ellos los propiamente cusqueños, pero también los estilos alfareros del este y de Chile, producto quizás del traslado de poblaciones, aunque en líneas generales las regiones vinculadas serían las mismas. Esta especie de palimpsesto interregional nos impide identificar etapas claramente diferenciadas, ya que de alguna manera las relaciones de época inka mantuvieron en contacto a las mismas poblaciones de tiempos pre-inkas; aunque modificándose los flujos, la intensidad y las dinámicas de movilidad, e incorporándose algunos nuevos elementos materiales (viales, tecnológicos, estilísticos), además de muchos otros étnicos, lingüísticos, ideológicos y, sobre todo, políticos.
Como mencionamos anteriormente, la construcción de la red del paisaje desde el Valle de Hualfín hacia los espacios extra-regionales implica la continuación de este análisis, ya que, si bien en este trabajo se avanzó en la identificación de algunos de los elementos importantes en cuanto a su participación en estas redes y en el análisis de sus relaciones con los sitios tardíos e inkas del valle, queda por delante definir más claramente la presencia local en las regiones vecinas. Pero además, esta construcción supone también la continuidad del trabajo progresivo de incorporación de nuevos elementos al paisaje regional e interregional, la búsqueda de sus múltiples conexiones y el ensamblado,finalmente,de una nueva red de relaciones.
Agradecimientos: A la Lic. Nora Zagorodny, por facilitarnos los resultados de los análisis de materiales de La Estancia y Campo de Carrizal. A los evaluadores por las importantes sugerencias realizadas. Este trabajo se realizó en el marco de proyectos de investigación financiados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, CONICET y la UNLP.
Notas
1 Existen numerososestudios acerca de las relaciones interregionalespara el área Centro-sur andina y para el NOA en particular, algunos enfocados en ciertos objetos o en materias primas específicas y otros en las dinámicas de movilidad y circulación. Por razones de espacio, y a sabiendas de estar omitiendo importantes aportes, no se mencionan ni discuten en este trabajo.
2 Un área importante enla red del paisaje tardío local es la localidad de Hualfín. Sin embargo, la información de esta zona no se incluye en este análisis ya que allí la problemática tardía se encuentra en proceso de estudio por parte de otro equipo de investigación. Sí se considera la informaciónpara momentos inkas, teniendo en cuenta que se dispone de variaspublicaciones sobre el tema (Lynch 2012, 2014, 2015).