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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.25 no.1 Córdoba abr. 2021

 

Artículos

ANÁLISIS DE LAS ELECCIONES TÉCNICAS USADAS EN LA ARQUITECTURA CHULLPARIA DURANTE EL PERÍODO INTERMEDIO TARDÍO EN LA PUNA DE JUJUY (ARGENTINA)

ANALYSIS OF THE CHOICE OF TECHNIQUES USED IN THE ARCHITECTURE OF CHULLPASDURING THE LATE INTERMEDIATE PERIOD IN THE PUNA DE JUJUY (ARGENTINA)

María Carolina Rivet1 

1CONICET - Instituto Interdisciplinario Tilcara (FFyL, UBA). Belgrano 445 (4624) Tilcara, Jujuy. E-mail: carolinarivet@hotmail.com

Resumen

Este artículo tiene como objetivo presentar los resultados de las investigaciones arqueológicas desarrolladas en una serie de sitios, con ocupación prehispánica tardía y colonial, en el área de Coranzulí (Puna de Jujuy, noroeste de Argentina). Estos sitios se caracterizan por la presencia de más de un centenar de estructuras chullparias. El estudio realizado consistió fundamentalmente en un análisis arquitectónico de éstas. En particular nos hemos concentrado en el estudio de las técnicas constructivas empleadas como un camino posible para avanzar sobre los sentidos y las lógicas que pudieron haber estado asociados a estas estructuras. En este registro se consideraron desde los materiales utilizados hasta los gestos técnicos, que permitieran identificar los modos de hacer de los constructores.

Palabras clave: Técnicasconstructivas; Chullpas; PeríodoIntermedioTardío; Puna de Jujuy.

Abstract

This paper aims to analyze the results of archaeological investigations at a number of sites with late pre-hispanic and colonial occupation in the area of Coranzulí (Puna de Jujuy, northwestern Argentina). These sites are characterized by the presence of more than one hundred chullpas, positioned in relation to residential areas and agricultural infrastructure. The research conducted involved an architectural analysis, especially focusing on the study of the building techniques, to investigate the logics and associated sensory engagement that may have been associated with these structures. The study considers topics such as the disposition of building materials and the technical gestures used in construction to identify the actions and presence of different builders.

Keywords: Building techniques; Chullpas; Late Intermediate Period; Puna of Jujuy

Introducción

Diferentes investigaciones etnográficas y etnoarqueológicas desarrolladas en diversos lugares de los Andes han puesto en evidencia las posibilidades que brinda el estudio de la arquitectura y sus técnicas constructivas para aproximarse a aspectos significativos de la realidad social. Entre los distintos casos que podrían considerarse vale comenzar este artículo recuperando el trabajo clásico de Urton (1988) sobre el muro de la iglesia de Pacariqtambo (Perú). A través de su detallado estudio sobre los cambios en los tramos del cierre perimetral del templo, logra evidenciar las categorías y sentidos que son construidos en la arquitectura, en relación con la forma de organización de los distintos ayllus que conforman la comunidad. Un aspecto particularmente destacable es el modo en que la arquitectura trasciende al objeto para ser analizada en sus dinámicas en el tiempo. En este sentido, Sillar ha planteado cómo "housewalls, churches and canal systems are notonlythephysicalproduct of social commitmentsbutalsoplay a vital role in maintaining and developing social structures” (2013:48),observando cómo dicho enfoque en el estudio de la arquitectura proporciona herramientas fundamentales para la comprensión de las realidades sociales. El wasichakuyque se realiza cada cuatro años para el repaje de la iglesia de Marcapata (Perú), tal como ha sido estudiado por Sendón (2004), es también un ejemplo significativo para nuestros intereses. Aunque el autor no abunda en los detalles propiamente técnicos, sí muestra cómo en los procedimientos técnicos para el techado se ponen en juego las relaciones entre los ayllusque conforman Marcapata. Aún más representativo es el análisis que realiza Arnold (1998) sobre el proceso de construcción de una casa en Qaqachaka (Bolivia), mostrando el modo en el que a través de la ejecución de las distintas etapas de edificación se conforma una nueva pareja en el seno de las familias extensas. Por su parte, Delfino (2001) en Laguna Blanca (Argentina) registró desde la etnoarqueología las distintas técnicas constructivas en las casas actuales, como un camino para analizar aspectos importantes en las formas locales de comprender el mundo.

Este breve repaso no pretende agotar el repertorio de investigaciones relevantes sobre la temática sino más bien establecer la potencialidad del estudio de la arquitectura y sus técnicas asociadas como modo de abordar temáticas de índole social. Ha sido subrayado por distintos autores que las técnicas se constituyen como hechos sociales, como elecciones culturales, involucrando desde el modo en que se obtienen los materiales, cómo se los procesa y las formas en que resultan (Dietler y Herbich 1998; Lemonnier 1992; Sillar 1996). En este sentido, la decisión de adoptar una determinada resolución no se constituye como una mera respuesta mecánica, sino que debe ser comprendida dentro de sus marcos culturales. Como lo propusoSillar, “the perception of a problem in need of a solution and the choice of a particular technique or combination of techniques to surmount it is heavily embedded within wider cultural perceptions” (1996:260). Dentro de un universo de respuestas técnicas posibles, más o menos amplio, las personas optamos por algunas, dejando de lado otras, por razones que no radican simplemente en cuestiones de eficiencia y eficacia física, o de maximización de resultados con el uso de la menor cantidad de esfuerzo o recursos posibles. Sin desconocer estas razones, se deben considerar seriamente las representaciones sociales, las creencias e ideas que se ponen en juego en una elección técnica (Lemonnier 1992). En esta línea, la complejidad asociada a los procesos constructivos, en relación con la cantidad de recursos materiales y humanos necesarios, y su potencial perduración en el tiempo, constituyen a la arquitectura como un campo fecundo para los estudios desde la antropología de la técnica. Esto requiere de un análisis cuidadoso de los distintos materiales, procedimientos y gestos técnicos que las personas ponen en juego, observando aquellos rasgos que tienden a repetirse, pero particularmente las variaciones, muchas veces sutiles, donde radica la agencia de los constructores. Precisamente en este trabajo nos abocaremos a un estudio técnico-arquitectónico de las estructuras chullparias registradas en el área de Coranzulí (Argentina). Este abordaje nos permitirá acercarnos a ciertos aspectos de la organización social de los grupos que habitaron esta zona durante el Período Intermedio Tardío. El área de estudio se sitúa en los alrededores del actual pueblo de Coranzulí (departamento Susques, provincia de Jujuy, Argentina), en un ambiente de Puna, por encima de los 3500 ms.n.m. (Figura 1). La topografía se caracterizapor quebradas angostas flanqueadas por farallones rocosos (peñas) de origen volcánico (ignimbritas), recorridas, muchas de ellas, por ríos de agua permanente.

Figura 1: Ubicación de los lugares mencionados en el texto (Elaboración en base a imagen Google Earth). 

Los límites de aquello que en la literatura especializada se denomina chullpa o, en otros términos, qué estructuras pueden ser consideradas como chullpas y cuáles no, es un problema en sí mismo que claramente excede los objetivos de este texto1. Las estructuras con las que trabajaremos en este artículo ciertamente son de menores dimensiones y presentan un vínculo con la topografía que las diferencian de las típicas torres-chullpa registradas en distintos lugares de los Andes (Aldunate et al. 1982; Berenguer et al. 1982; Gisbert 1994; Hyslop 1977; Kesseli y Pärssinen 2005; Nielsen 2010;Tantaleán 2006; entre otros). Sin embargo, estas estructuras de tamaños pequeños adosadas a los farallones rocosos tienen una significativa presencia en la Puna de la provincia de Jujuy2, en el área de Lípez, en Bolivia (Nielsen 2010) y en algunos sitios en el norte de Chile. En relación con la primer área, fueron registradas en Susques (Yacobaccioet al. 1993), Casabindo (Albeck 2001), Rinconada (Angiorama, com. pers. 2015), Río Grande de San Juan (Casanova 1938; Nielsen et al. 2015) y Doncellas (Egaña et al. 2003). En muchos de estos casos se han recuperado tanto fardos funerarios, como ajuares y/o semillas y marlos3.

A partir de las diferentes características de los contenidos de las estructuras, se ha establecido una suerte de debate en torno a su condición de arquitectura funeraria o como construcciones de almacenaje de alimentos. Lo cierto es que tanto las semillas (o plántulas) como los muertos, tal como ha sido referido, eran designados en las fuentes coloniales con el mismo vocablo: mallqui (Sherbondy 1986; Cruz y Joffre 2015; entre otros). Desde estas concepciones andinas, la condición funeraria o de almacenaje adscripta a estas estructuras no necesariamente debe ser vista como radicalmente diferente, siendo que estarían actuando en el mismo campo semántico de la ancestralidad. Múltiples trabajos han permitido reconocer cómo ciertas materialidades podían constituirse como el ancestro mismo. En este sentido, las momias, los sepulcros, los monolitos huanca y algunas manifestaciones de arte rupestre, entre otros, más que simplemente representarlos, se constituían como agentes portando las capacidades propias de los antepasados (Díaz 2016; Duviols 1979; Frame 2001;Isbell 1997;entre otros). Al igual que ciertos objetos de fuerte carga simbólica, las arquitecturas chullparias adquirirían una condición de persona (personhood), en el sentido de Barcelos Neto (2008). Profundizando en esta línea, tal como lo planteó Nielsen (2010) es necesario reflexionar sobre estas estructuras más allá de su condición de contenedores, sea de cuerpos o de semillas, para comprenderlas como corporizaciones de los ancestros mismos, capaces -las estructuras- de hacer lo que los ancestros hacían. En un trabajo previo hemos propuesto que en el mismo acto de elevar una estructura chullparia se habría erigido o establecido socialmente a un ancestro como tal (Rivet 2015b).

Análisis de las estructuras chullparias de Coranzulí

La muestra con la que hemos trabajado se compone de 128 estructuras chullparias distribuidas en cuatro sitios arqueológicos: Canalita,Yerbaijo, Licante y WayraWasi. Hemos realizado fechados radiocarbónicos sobre la paja contenida en el mortero de 6 chullpas ubicadas en Licante, posicionando su construcción en torno al siglo XIV d.C. (Rivet 2015b). Los dos primeros corresponden a pequeños poblados semiconglomerados, el tercero a un asentamiento de tipo disperso y el último se corresponde a diferentes agrupamientos chullparios emplazados a unos 500 m lineales de Canalita. Todos los sitios se encuentran en un radio de 5 km lineales aproximadamente y a una altura promedio de 3800 ms.n.m., vinculados por medio de diferentes senderos que atraviesan una topografía escarpada (Figura 2). Los poblados se caracterizan por presentar recintos circulares y subcirculares con dimensiones que oscilan entre 2,5 m y 5 m. Yerbaijo se emplaza sobre una mesada elevada unos 10 m desde la base del ciénego que la rodea. En los farallones que enmarcan dicha vega se construyeron estructuras chullparias cuyas aberturas se orientan hacia el poblado. El sitio Canalita se desarrolla longitudinalmente a lo largo de un tramo de una quebrada, aprovechando tanto las paredes de los farallones como los pequeños faldeos y la llanura de inundación. En este caso, las chullpas fueron construidas especialmente en la base de dichos farallones, en cercanía con los recintos habitacionales. En tanto Licante se caracteriza por un pequeño conjunto de seisrecintos de planta rectangular construidos en relación directa con la peña. El sitio se ubica a la largo de una quebrada donde también hemos registrado estructuras chullparias, áreas con aterrazados para uso agrícola y dos aleros con arte rupestre. Dichos paneles de arte se encuentranasociados a espacios con chullpas, en el interior de aleros rocosos. Se trata de pinturas en su totalidad, correspondiendo al Período Intermedio Tardío. Dentro de los motivos, predomina la figura humana conformando diferentes escenas como coitos, enfrentamientos y alineamientos, y el camélido, en general formando agrupamientos. Además, se registran motivos desuris, felino, escutiformes y uncus (Rivet 2016). En uno de los sitios, Licante, hemos registrado además manifestaciones plásticas propias de momentos coloniales que incluyen pinturas y grabados de cruces y capillas (Rivet 2013b).

El material recuperado de los distintos sitios en superficie4 consiste especialmente en fragmentos de cerámica estilo Casabindo Negro sobre Rojo (Albeck 2001;Zaburlín 2015), Chicha Rojo Pulido y Chicha Morado Pulido (Raffinoet al. 1986; Krapovickas 1958-59), Pulido Interior Negro, Pulido Rojo, Pozuelo con Cuarzo (González 1963), numerosos fragmentos de cerámica ordinaria, palas líticas (enteras y fragmentadas) y desechos de tallas.

Figura 2: Ubicación de los sitios arqueológicos, indicados en rojo (Elaboración propia en base a Google Earth). 

En este trabajo aplicamos una metodología que propone un relevamiento exhaustivo de las técnicas y materiales involucrados tanto en su construcción original como en modificaciones posteriores. A partir de esta aproximación definimos una serie de variables que incluye desde los emplazamientos y morfologías hasta los procedimientos utilizados en cada etapa de su construcción (Tabla 1)5. Estas variables fueron entrecruzadas permitiendo un reconocimiento por un lado de diferentes asociaciones y, por el otro, de las recurrencias y variaciones entre las distintas estructuras. Esto es un punto clave en este trabajo que pretende poner en evidencia los márgenes de acción de los constructores. Esto no es fácilmente observable si se considera la estructura como un todo pero resulta más claro si se analizan las distintas acciones técnicas.

Tabla 1: Variables utilizadas en el análisis arquitectónico-constructivo. 

Emplazamientos y morfologías

Una de las características que presentan estas estructuras es que en su mayoría aparecen formando distintos tipos de agrupamientos, con vínculos materiales entre ellas. En el marco de estos agrupamientos nuevas construcciones se sumaban en sucesivas intervenciones, adosándose sobre las preexistentes, compartiendo muros. De esta manera conllevaban una construcción en el tiempo, donde diferentes grupos de personas se acercaban e intervenían esos espacios a lo largo de, quizás, generaciones. Las lógicas de estas dinámicas han sido estudiadas en trabajos anteriores (Rivet 2013, 2015b). Sin embargo, podemos mencionar aquí que hemos detectado diferentes acciones constructivas posteriores a su elevación, y que hemos caracterizado como operaciones de mantenimiento. Esto significa que las estructuras habrían estado activas siendo reconocidas como tales. Estas operaciones incluyen desde agregados puntuales de barro hasta reparaciones y modificaciones que pueden implicar cambios morfológicos.

Figura 3: Esquema de las diferentes formas de relación de las estructuras con la topografía. 

Por otro lado, las estructuras en el área se vinculan con ciertos rasgos topográficos, estando emplazadas incluso dentro de aleros o bajo salientes rocosas. A partir de esta relación, hemos identificado cinco tipos: Apoyadas, Colgantes, Adosadas, Independientes y Exentas (Figura 3). El primero de los casos, Apoyadas, es el más representativo alcanzando el 80%, habiendo sido construidas en relación directa con la pared rocosa (peña), aprovechándola como parte del cerramiento. La concepción misma de la estructura parte de las posibilidades que brinda el sector de la peña seleccionado para construir, y de alguna manera pareciera establecerse una suerte de diálogo entre esas posibilidades/restricciones y el planteo o definición del objeto arquitectónico. Existen ciertas estructuras que, si bien apoyan sobre la pared rocosa, presentan ciertas particularidades como la de estar construidas en pequeñas salientes elevadas. El resultado morfológico en estos casos es que existe una suerte de continuidad entre el muro de la estructura con la pared rocosa, sin que se observe un claro quiebre horizontal en el apoyo. Desde lo constructivo, esta tipología Colgante puede implicar un trabajo específico para conformar una mejor base de apoyo, por fuera del plano de la pared rocosa. En términos de posibilidades de relación de las personas con estos objetos arquitectónicos, y de la agencia de éstos, en las Colgantes se presenta una situación completamente diferente a la de las Apoyadas. Por su emplazamiento elevado, el acceso no es peatonal y no existe un espacio claro por delante para interactuar.

Las estructuras que hemos definido como Adosadas son características de los agrupamientos chullparios. En estos casos, sin estar apoyadas sobre la pared rocosa, comparten muros entre ellas. El adosamiento puede ser sucesivo, con nuevas estructuras que se van sumando en el tiempo. La preexistencia de la estructura sobre la que se apoya la Adosada, permite incorporar, nuevamente, una mirada temporal al análisis, reconociendo las secuencias de los eventos constructivos. Existen dos tipos de emplazamientos menos comunes, los de las Independientes y Exentas, que no presentan vínculos materiales directos ni con la pared rocosa ni con otras estructuras. En el primer caso, se trata de aquellas que, estando dentro de una saliente rocosa o un alero, se separan de la pared de la peña, es decir que no se apoyan en ésta. Esto implica que el muro perimetral es continuo, pudiendo o no aprovechar el techo de la saliente como cerramiento superior. El segundo, ejemplificado por un único caso, se emplaza en espacios por fuera de la peña, es decir que no se vinculan de ninguna manera con ésta, a diferencia de las anteriores.

En cuanto a la morfología, debemos considerar en primer lugar que el ancho promedio de las estructuras es de 1,34 m, siendo el mínimo 0,6 m y el máximo 2 m. En cuanto a la profundidad, el promedio es de 1,22 m, con un mínimo 0,6 m y un máximo de 3 m. La altura promedio es 1,45 m, con un mínimo de 0,7 m y un máximo de 2,60 m. Hemos considerado el frente de la estructura en relación con la ubicación de la abertura.

En lo que refiere a las plantas, más allá de la existencia de algunos casos Irregulares (6%), tienden a las plantas Circulares (2%) y Rectangulares (4%), como forma base, siendo que los planteos Subcirculares (67%) y Subrectangulares (14%) son los más habituales. Las estructuras Circulares se corresponden con aquellas de emplazamiento Independiente. La planta Subcircular está basada en un muro que en su trazado es curvo hasta los puntos donde se apoya sobre la pared de la peña o bien sobre otro muro chullpario, situación que rompe con su continuidad. La categoría Rectangular se refiere exclusivamente a aquellas plantas con sus lados y los cuatro ángulos rectos. Designamos como plantas Subrectangulares a aquellas cuyos lados se presentan rectos pero sus ángulos no, aunque existe un énfasis en la definición de las esquinas. Las plantas irregulares son las que están particularmente condicionadas por la morfología de la pared rocosa, como grietas o desprendimientos.

En relación a la manera en que se elevaron los muros, hemos distinguido entre las formas Troncocónica, Troncopiramidal, Recta y Esférica. La primera de ellas corresponde a los muros que parten de una planta Circular o Subcircular y cuya forma general tiende a la de un cono truncado. Este tipo es el más frecuente alcanzando el 57,33%. Con un criterio similar, designamos como Troncopiramidal a aquellos cerramientos murarios que parten de una planta Rectangular o Subrectangular y cuya forma general tiende a la de una pirámide truncada. Este tipo de elevación está representado en la muestra por el 9,33%. En ambos casos el dato saliente es que los muros tienen un desarrollo recto aunque se presentan inclinados hacia adentro. Esto permite que la luz superior sea menor que las dimensiones de la planta, facilitando el techado, además de conferir una mayor estabilidad general a la estructura.

A diferencia de las anteriores, la forma Recta, con el 30,67% de los casos corresponde a los muros que se elevan sin inclinación hacia el interior, partiendo tanto de plantas Circulares y Subcirculares como de Rectangulares y Subrectangulares. En los dos primeros casos resulta una morfología general cilíndrica y en los segundos, prismática. La forma Esférica, con sólo dos estructuras (2,67%), se corresponde con aquellas elevaciones en las que el desarrollo en vertical sigue una línea curva. El resultado visual se asemeja a un “casquete”, en el que el diámetro en la porción media de la elevación es mayor que en la base y en el remate.

La dimensión constructiva

Si nos adentramos en los aspectos constructivos, debemos observar que estas estructuras pueden presentar hasta tres secciones en vertical: Base, Desarrollo y Techo (Figura 4). Estas secciones están asociadas con roles constructivos específicos, y con cambios en el aparejo y técnica utilizada. Con Base nos referimos a la sección constituida por una o más hiladas de piedras, generalmente de mayores dimensiones, que se ubican en el apoyo con el piso y que cumple con dos funciones: constituirse como una suerte de cimiento, que mejora el apoyo de la estructura, y de nivelación de la superficie frente a irregularidades del terreno. En términos estructurales por las dimensiones de estas estructuras y por su apoyo prácticamente sobre la roca madre, no necesitarían un cimiento propiamente dicho, aunque sí eventuales acciones de nivelación del terreno. La decisión de realizar una base, entonces, podría responder a búsquedas de carácter expresivo. Por otro lado, en cuatro casos (3,96%), estas bases asumen características peculiares constituyéndose como pedestales, alcanzando incluso más de un metro de altura. Estas estructuras, se ubican en el interior de aleros y su función pareciera estar vinculada con la elevación y mejora de la visibilidad en el marco de los agrupamientos.

Figura 4: Indicación de las secciones en vertical de una estructura chullparia. 

Los cerramientos superiores, las cubiertas, pueden clasificarse en cuatro tipos: Peña, Inclinados, Falsa Cúpula y Planos (Figura 5). Con el primer caso nos referimos a aquellas estructuras que, ubicadas debajo de una saliente o dentro de un alero, continúan con su elevación, sin cambios en el aparejo, hasta alcanzar la roca. Esto implica que no existe un tratamiento específico constructivo en el remate superior. Los techos Inclinados están conformados por piedras planas colocadas de cara, que se apoyan sobre el borde superior del muro y la pared de la peña. Dentro de las 54 estructuras que conservan el techo, esta es la modalidad más habitual, alcanzando el 46,29%. En algunos casos, la inclinación de las piedras del techo es la misma que la del muro, planteando una continuidad entre ambas secciones, salvo por el tamaño, tratamiento y disposición de las piedras utilizadas. Hay dos observaciones importantes en relación con la preparación del muro en su vínculo con el techo. Es habitual que aunque el muro sea recto las últimas dos hiladas presenten un avance hacia el interior, buscando reducir la luz a cubrir. La segunda cuestión refiere a la búsqueda de una superficie uniforme para el asentamiento de las piedras inclinadas. Cabe llamar aquí la atención sobre la dedicación que se observa en la colocación de la argamasa en el encuentro de las piedras inclinadas de los techos, y de éstas con las paredes rocosas. En los casos más significativos se llegó a invisibilizar las uniones entre las piedras. Los techos en Falsa Cúpula están construidos a partir del avance de las hiladas hasta alcanzar la pared de la peña, resultando en una forma general semiesférica o cónica, escalonada. Finalmente, los techos Planos son aquellos en los que, luego de dos o tres hiladas en avance, se colocó una única piedra plana de forma horizontal, apoyada sobre los muros, cubriendo transversalmente la luz.

Figura 5: Esquema de las distintas resoluciones de las cubiertas de las estructuras. 

Podría considerarse que los techos son la sección de las estructuras que presentan las resoluciones técnicas más detalladas, particularmente en lo que refiere a la selección y trabajo de las piedras, y la mayor preocupación en su disposición para su estabilidad estructural. Es complejo realizar consideraciones desde el presente en relación con este esfuerzo técnico pero no podemos dejar de lado los aportes etnográficos que resaltan la importancia de los techos de las casas en los Andes. Se ha mostrado recurrentemente cómo la realización y terminación de los techos es objeto de rituales de inauguración, como la flechada, importantes en una escala doméstica (Arnold 1998;Bugallo 1999;Gose 1991; Palacios Ríos 1990; entre otros). Como hemos visto, Sendón (2004) analizó la importancia de la reparación del techo de la iglesia de Marcapata, en Perú, como instancia de actualización de los vínculos sociales. La finalización del techo está vinculada con la terminación de la construcción y su inauguración. Cabe preguntarse si esto sería válido también para las estructuras chullparias.

Figura 6: Esquema de los tipos de aparejos: en hiladas y encastrados. 

Con Desarrollo nos referimos a la sección constituida por el cuerpo propiamente dicho de la estructura chullparia, siendo a su vez la sección que contiene la abertura. Para su análisis tomaremos una serie de variables en consideración: el tipo de aparejo utilizado, el tratamiento de la piedra, las características de las juntas en interiores y exteriores, las terminaciones y, finalmente, las aberturas. Hemos definido dos tipos de aparejo, en hilada y encastrado (Figura 6), a partir de las diferencias en la disposición de las piedras. Es importante observar que son todos muros simples, es decir con una sola fila de piedras en planta, con espesores que oscilan entre 30 y 40 cm. En cierto modo, el aparejo realizado está asociado con el tipo de piedra empleado. Se registra una mayoría de casos en los que la piedra ha sido sólo seleccionada, por sobre las que evidencian un trabajo de canteado o desbastado. La excepción a esta situación la constituyen las piedras usadas para enmarcar el vano, sean dinteles, umbrales o jambas. Lo propio ocurre con las tapas de estas aberturas y las piedras planas de los techos, en las que se observa especialmente un desbastado en los cantos. Aunque existen casos donde se utilizaron rocas tipo canto rodado lo más habitual son las ignimbritas. Pareciera existir una búsqueda de cierta regularidad en los tamaños y que al menos una de las caras sea plana.

Por aparejo en hiladas nos referimos a aquel en el que las piedras están dispuestas como una serie horizontal, buscando mantener un nivel continuo, en una disposición que se replica en forma sucesiva en vertical, buscando trabas entre los mampuestos. En la totalidad de la muestra el aparejo en hiladas fue realizado con piedras de entre 3 y 8 cm de alto, y anchos que cubren el espesor del muro, mientras que los largos son muy variables. La altura de las hiladas tampoco es constante debido a la diversidad de tamaños en las piedras seleccionadas. Si bien la regularidad de las hiladas no parece haber conformado una búsqueda expresiva de los constructores, sí se reconoce una preocupación por el tratamiento diferencial interior/exterior, que también es válido para los aparejos encastrados.

En el aparejo encastrado, en cambio, la disposición no surge de la continuidad de una línea horizontal sino de la superposición de piedras, prismáticas en este caso, en pos del ensamble de sus mutuas morfologías y de la estabilidad general del muro. Es así como se colocan las piedras buscando trabas en distintas direcciones que eviten potenciales fracturas. Las dimensiones oscilan para las pequeñas entre 5 y 15 cm de lado, y para las medianas entre 15 y 30 cm. Las grandes, por encima de los 30 cm, están reservadas para los tramos inferiores del muro, es decir, las bases. Lo habitual es una combinación entre piedras de estas dimensiones, con las más pequeñas en los intersticios de la traba entre las medianas. Estos dos tipos de aparejos pueden aparecer combinados en el desarrollo de una estructura. Por otra parte, en aquellas estructuras que presentan bases grandes, aunque el desarrollo del cuerpo sea en hiladas, dicha base puede haber sido realizada por encastre. Finalmente, como se indicó antes, estructuras con aparejos encastrados pueden presentar una disposición en hiladas, en este caso avanzadas, en la parte superior como preparación para el apoyo del techo. En este sentido, la selección de un determinado aparejo puede estar orientada por una necesidad técnica en una cierta parte de la estructura.

En la materialización de un aparejo, sea encastrado o en hiladas, se observan búsquedas concretas de un tratamiento diferencial en la expresión resultante para los exteriores y los interiores de la estructura. La suma de un criterio amplio para la selección de las piedras, el escaso trabajo sobre éstas y la tendencia subcircular de las plantas, lleva a que en términos técnicos sea difícil lograr que ambas caras del muro resulten con terminaciones de paños homogéneos, salvo que las irregularidades sean cubiertas con mortero. En este contexto, se registran en la elevación de las estructuras ciertas decisiones concretas, como rotarlas, para que las caras planas de las piedras queden hacia el interior (Figura 7).

Figura 7: Exterior e interior de una estructura chullparia. Nótese el gesto de rotar el mampuesto de piedra para ubicar su cara plana al interior. 

Con la excepción de una única estructura realizada con pirca seca, la totalidad de la muestra, con información analizable, presenta morteros de barro en la unión de las piedras de los muros. Estas juntas se caracterizan por ser anchas, alcanzando hasta los 5 cm de alto, en algunos casos. Es posible observar dos formas simultáneas de disposición del barro: una previa a la colocación de la piedra, y la otra, a través de una carga lateral. También en relación con la técnica de aplicación, hemos registrado en 29 estructuras marcas de dedos en la argamasa, con dos lógicas: una de arrastre, en la que se distingue el trazo del movimiento de la mano, y otra de presión, en la que quedan enfatizadas las huellas dactilares. Estas marcas están vinculadas con el uso de la mano como herramienta para la colocación del barro, con el gesto técnico de modelado de la terminación, y con el objetivo de mejorar la penetración del material en las juntas y su adherencia.

Hemos clasificado las juntas en dos tipos: al ras y tomadas (Figura 8). En las primeras el barro se encuentra en el nivel del filo del muro, lográndose un paño más continuo. En las segundas, en cambio, la junta se encuentra retrasada entre 2 y 5 cm en relación con ese filo, resultando en un énfasis de la irregularidad de las piedras en la expresión del muro, en detrimento de la argamasa. A su vez, para ambos casos, pueden observarse dos terminaciones diferentes: aplicado y alisado. En el primer caso el barro de la junta ha quedado con la conformación resultante de la colocación, sin ningún tratamiento posterior. En el segundo, en cambio, sí se reconoce la acción de alisar la junta, sea con la mano o con algún instrumento de punta roma. En una serie de casos se cargó con abundante barro la unión de la pared rocosa con el muro y/o con el piso, buscando que no queden expuestas aristas. A su vez, muchas estructuras presentan un notable trabajo de sellado con barro de las fisuras y grietas en las mismas paredes rocosas. Este tratamiento pareciera haber sido realizado con un barro más líquido que el utilizado para las juntas. Toda esta serie de procedimientos parecieran estar vinculados con la eliminación de irregularidades en el interior de las estructuras.

Figura 8: Arriba: Juntas al ras con mortero alisado, en caras interiores. Abajo: Juntas tomadas con mortero aplicado, en caras exteriores. 

Consideramos que todas estas acciones generan expresiones sensibles y perceptibles que manifiestan las subjetividades de sus constructores. Los juegos de texturas tienden a generar cierta homogeneidad en una cara en relación con la rugosidad de la otra. En un trabajo anterior (Rivet 2015a) nos hemos dedicado específicamente a analizar ciertos gestos técnicos como el tipo de aparejo utilizado, el tratamiento de la piedra y las características de las juntas en interiores y exteriores, que buscan generar efectos contrastados de texturas entre los interiores y exteriores. Es decir, entendemos que todos estos gestos son decisiones intencionadas, había una voluntad de lograr esos efectos. Es importante observar que el relieve o la textura de los muros al exterior no es una consecuencia de las decisiones de la interioridad, sino que en ambos casos implica búsquedas explícitas de significar de manera diferencial los interiores y los exteriores.Estas resoluciones técnicas, creemos, son ricas en significados, puesto que a partir de su ejecución se recreaban conceptos y se reactualizan memorias. Tal como lo hemos venido planteando, los saberes técnicos se definen socialmente y están imbricados en los sentidos que atraviesan otros aspectos de la vida de las personas. De esta manera, a través de las técnicas empleadas se están reforzando o creando determinados sentidos. Cabe insistir en que las decisiones involucradas en la materialización de las estructuras no están simplemente representando características de los ancestros, sino que participan en la construcción y producción de estos, como entidades significativas para las sociedades andinas (Rivet 2015a).

La existencia de al menos una abertura, se constituye como un rasgo central en la definición de una estructura chullparia en el área de estudio, siendo que en cuatro casos presentan dos aberturas alineadas en vertical6. La morfología general es rectangular, predominando el alto por sobre el ancho. En cinco casos, los vanos presentan una ligera forma trapezoidal, con el lado superior menor que el inferior. Las dimensiones oscilan, para el ancho, entre 20 y 50 cm, con un promedio de 33 cm; y para el alto, un mínimo de 25 cm, un máximo de 60 cm y un promedio de 37 cm.

Las aberturas suelen estar delimitadas por dintel, umbral y jambas generalmente muy trabajadas, aunque no todas las estructuras presentan las cuatro piezas. Seguramente por necesidades estructurales, el dintel está presente en la totalidad de las construcciones que conservan el vano. En términos generales se trata de una única piedra alargada, plana, cuyos espesores varían entre los 3 cm y los 10 cm, usando piedras prismáticas. El umbral, en cambio, en caso de estar presente, puede conformarse a partir de una o dos piedras planas alineadas. Este umbral puede aparecer a nivel del piso exterior o hasta 50 cm de altura por encima de éste.

El uso de piedras específicas para realizar las jambas es recurrente, aunque no pareciera ser una condición necesaria la presencia de ambas. Al igual que con el dintel y el umbral, las jambas pueden haber sido realizadas con piedras alargadas y de poco espesor, o con piedras prismáticas con sus caras planas expuestas, en una o más hiladas en vertical. No necesariamente se presenta el mismo ancho en el frente de ambas jambas. De hecho existen numerosos casos en los que una de las dos es significativamente más ancha que la otra. Cabe indicar que cuando no se han dispuesto piedras específicas a modo de jambas, de todas maneras la cara lateral interior de la abertura tiene un tratamiento especial. Las caras de la abertura formarían parte de la interioridad de la estructura. Hemos hallado piedras rectangulares, planas, muy trabajadas en sus bordes, que interpretamos como sus tapas.

Desde el análisis hemos detectado una serie de acciones constructivas, llevadas a cabo después de la elevación original de la estructura. Nos referimos a nuevas aplicaciones específicas de barro, particularmente en las uniones entre las paredes y los techos con las paredes rocosas, agregados de madera para estabilizar la estructura y reparaciones de los aparejos. En el último caso, se pueden distinguir diferentes tipos de secciones de pared en la misma estructura. Creemos que las características de estas acciones estarían vinculadas a las prácticas de mantenimiento y/o reactivación (Figura 9).

Figura 9: Diferentes tipos de aparejos en una misma estructura que corresponden a sucesivas intervenciones en el tiempo. 

La observación de estas operaciones implica reconocer intervenciones continuas en el tiempo sobre estas estructuras. El gesto técnico podría actuar, pensamos, como un mecanismo de mantenimiento y actualización de la memoria, de manera perfomática(sensuMolinié 1997). En este sentido, la acción constructiva puede haber sido parte de una misma ritualidad asociada con los ancestros.

Estructuras domésticas y chullpas: ¿técnicas compartidas?

En el área de Coranzulí, tal como describimos anteriormente, hemos registrado dos pequeños poblados semiconglomerados: Yerbaijo y Canalita(con 27 y 33 recintos respectivamente) cuyas estructuras fueron construidas con mampuestos de piedra y mortero de barro, presentando, en su mayoría, una morfología circular y sub-circular (Figura 10). Uno de estos poblados, Yerbaijo, se emplaza en una meseta elevada, en cuya base se encuentra un ciénego. En el otro caso, Canalita, el pueblo está ubicado al pie de un barranco, desarrollado longitudinalmente en una de las orillas del río que lo atraviesa. En ambos, hemos registrado chullpas emplazadas en las cercanías de los pueblos e incluso espacialmente vinculadas a los recintos domésticos (Rivet 2018).

Figura 10: Técnicas constructivas en recintos de posible uso doméstico en Yerbaijo. 

A partir de un estudio detallado de la arquitectura de cada una de ellas, hemos detectado dos tipos de aparejos (ver Tabla 2) vinculados, especialmente, con el tratamiento de la piedra utilizada. Por un lado, podemos definir un tipo (A) donde las piedras fueron trabajadas con una tendencia prismática, presentando cinco caras planas y una irregular y por otro, el tipo (B), donde se utilizaron piedras con todas sus caras irregulares, sólo seleccionadas por tamaños. Esta diferencia condiciona el modo de disposición de los mampuestos en el muro. Mientras que en el tipo (A) los bloques están colocados en hiladas, alternando las piedras para una mejor traba, en el tipo (B) lo hacen de manera encastrada. A su vez, en el tipo (A) la cara irregular está dispuesta hacia el exterior y en el tipo (B) se seleccionó el lado más plano para el interior. Algo similar puede reconocerse en el uso del mortero de barro, siendo válido para ambos tipos. Este ha sido colocado de manera retraída hacia el exterior y al ras en el interior, generando allí una textura más homogénea.

Como podemos observar, las técnicas constructivas de las estructuras domésticas registradas en el área de estudio son similares a las de las chullpas. Sus diferencias radican principalmente en sus dimensiones y en el emplazamiento7. Estas estructuras habitacionales tienen un diámetro entre 2,4 m y 5,75 m y están emplazadas independientes de las paredes rocosas en sectores de terreno plano. Por estas razones, su estado de conservación es menor que el de las chullpas, aunque permiten realizar ciertas observaciones como su inclinación hacia el interior y las características de los paños.

Tabla 2: Técnicas constructivas registradas en las estructuras domésticas de Canalita y Yerbaijo. 

Existen importantes similitudes tanto en cuanto a las características formales de los asentamientos, las técnicas constructivas utilizadas y los tipos cerámicos recuperados, con aquellos descriptos para Pueblo Viejo de Tucute (Depto. Cochinoca, provincia de Jujuy) (Albeck 2010). En términos constructivos es significativo el paralelo entre estos casos en relación con el uso de bloques trabajados de manera prismática rectangular, y colocados con barro en hiladas en el aparejo (definido por nosotros como Tipo A). Si nos detenemos en el detalle constructivo es posible reconocer un tratamiento semejante sobre los bloques de piedra, que presentan sus cantos redondeados y sólo una de las caras completamente plana, que se ubica hacia el interior de los recintos. Estas cuestiones plantean la posibilidad de existencia de vínculos entre ambas áreas.

Discusión

Si realizamos un recorte de los datos relativos a las variables que marcan una tendencia, y las reunimos a todas ellas en una sola estructura, ésta estaría apoyada en la pared de la peña, formando parte de un agrupamiento, tendría una planta subcircular de 1,3 m de ancho y 1,2 m de profundidad, con un desarrollo troncocónico de 1,5 m de altura y una cubierta inclinada con piedras planas. El aparejo sería en hiladas con juntas tomadas y aplicadas en el exterior, y al ras y alisadas en el interior. Tendría una única abertura de 0,3 m de ancho y 0,4 m de alto, orientada hacia el cuadrante noreste. Más allá de la mayor incidencia en cada variable que estas resoluciones pueda tener, lo cierto es que difícilmente se pueda encontrar una estructura que reúna en sí misma todas estas características mayoritarias. A partir de esto, nos interesa analizar ahora la importancia que tienen las decisiones técnicas subjetivas de los diferentes constructores.

Podríamos considerar que las variables que hemos definido para este análisis dan cuenta de algunos de los momentos de elección que los constructores tuvieron a la hora de levantar una estructura chullparia. Es decir, estos constructores tenían un repertorio socialmente validado de opciones técnicamente viables que se combinaban de diferentes maneras. Estas opciones no eran infinitas pero la dispersión existente en cada una de las variables analizadas nos permite dar cuenta de los márgenes de acción con los que contaban. En las distintas etapas de la construcción, por otra parte, pareciera haber existido mayor o menor amplitud de posibilidades. Mientras que se observa una alta variabilidad en las dimensiones de las estructuras, o diversas opciones para la resolución de un techo, los tipos de aparejo utilizados y la materia prima serían mucho más homogéneos. En todo caso, no existiría un modo de hacer chullpario único y restringido sino que nos encontramos frente a una gama de opciones técnicas relativamente amplia.

En este punto es interesante preguntarnos por las similitudes y diferencias entre las estructuras. En principio, cabe señalar que no todas son radicalmente distintas entre sí, sino que comparten un cierto “aire de familia”, que las vuelve equivalentes y mutuamente reconocibles. Nos enfrentamos a la existencia de variaciones muchas veces significativas, tal que no responden a un modelo repetido y estandarizado, sino más bien al resultado de un conjunto de decisiones subjetivas tomadas por los constructores en los distintos momentos de la cadena operativa. Como hemos planteado, estas decisiones particulares del constructor, o su grupo de pertenencia, no surgen de un conjunto de opciones infinitas sino más bien de posibilidades restringidas más no únicas. Si tuviéramos que pensar en este proceso podríamos considerar la decisión de un determinado grupo de emplazar una estructura en una pared rocosa o en un alero puesto que ese emplazamiento es una de las condiciones de las estructuras en el área. Esta elección de un lugar implicaría posibilidades y condicionamientos que se resolverían en el tratamiento dado a la planta y las dimensiones de la estructura. En el momento de la construcción surge una nueva decisión en la elección de las piedras a utilizar y el mortero de barro, que definitivamente está vinculado con el tipo de aparejo que se realizará. El tratamiento de las juntas en la elevación del muro también conlleva una suma de decisiones específicas, sobre el interior y exterior de la estructura, en relación con sus terminaciones. Finalmente, la persona o el grupo elegirá las características de las aberturas y los techos. Para cada uno de estos momentos de elección hemos registrado, desde una mirada sobre el conjunto, opciones preferenciales pero que no son exclusivas.

Este tipo de consideraciones sobre las dimensiones sociales de las prácticas constructivas han sido planteadas también en términos etnográficos, incluso para nuestra propia área de estudio, lo que nos brinda referencias interesantes para pensar nuestro problema arqueológico. Al respecto se ha enfatizado la variabilidad existente en los procesos utilizados, dentro de modos de hacer compartidos, en distintas escalas. Sin ir más lejos las técnicas de techado con gramíneas presentan diferencias, muchas veces sustanciales, entre comunidades cercanas en el espacio altoandino (Delfino 2001; Tomasi y Rivet 2011). Incluso se ha referido cómo constructores dentro de una misma comunidad ponen en juego sus preferencias en la elección de la composición, plasticidad y textura del barro para revoques y argamasas por ejemplo (Tomasi y Rivet 2011). Particularmente interesante resultan las variaciones sustanciales, dentro de una misma técnica, en las dimensiones de los adobes usados en la arquitectura doméstica. Al respecto, tiene una gran importancia el reconocimiento de las redes de colaboración, también a una escala doméstica, que se activan en el proceso de construcción de una casa, en tanto instancias de socialización y transmisión de conocimientos (Arnold 1998). En este marco no es casual que dentro de las casas de las familias extendidas se presenten recurrencias en determinados modos de hacer, que las diferencian de otras cercanas.

En un trabajo previo hemos propuesto la potencial asociación de los agrupamientos chullparios con la acción de grupos domésticos extendidos que intervenían recurrentemente estos espacios a lo largo del tiempo con la construcción de nuevas estructuras o la reparación de las existentes (Rivet 2015b). Es interesante observar que en el marco de estos agrupamientos se reconocen similitudes en la aplicación de las técnicas utilizadas para las estructuras que los componen. Podríamos pensar en que pudieron haber existido ciertas preferencias tecnológicas dentro de esta misma escala doméstica. Lo que estamos planteando es la posible asociación de la dispersión existente en estos modos de hacer chullparios con una producción doméstica, en grupos más o menos extensos. Simultáneamente, estas estrategias de diferenciación no parecieran estar vinculadas con una jerarquización explícita, al menos no a través de los recursos arquitectónicos disponibles.

En este punto es posible dar un paso más en el análisis para vincularlo con las discusiones que se han planteado respecto a las lógicas de organización social durante el Período Intermedio Tardío en el área surandina. Nielsen (2006a) ha propuesto la existencia de formas de organización con un esquema de poder descentralizado, y con diferentes niveles de agregación social sucesivos. En este sentido, habrían existido grupos relativamente pequeños que a su vez podían integrarse en otros mayores, sin que implicara una pérdida de identidad o autonomía política. En este marco, los ancestros actuaban como una forma de despersonalización del poder, y al mismo tiempo como un fundamento de éste, puesto que la autoridad del “curaca” era sólo contingente, en tanto encarnación del “antepasado”. El ancestro común se constituía como una marca de identidad, coadyuvaba a la reproducción y sostenimiento del orden social y a la afirmación de los derechos del grupo sobre determinadas porciones territoriales (Nielsen 2006b).

Como planteamos en la Introducción, se ha propuesto que las estructuras chullparias se constituían como corporizaciones de los ancestros detentando las capacidades de estos. De esta manera, el estudio de las características constructivas de estas estructuras resulta significativo para pensar sobre el rol de estos ancestros y por ende de ciertos aspectos de la organización de estas sociedades. La diferenciación en las técnicas constructivas que hemos observado, en relación con la práctica de grupos pequeños, apunta justamente a la existencia de un esquema de poder descentralizado, que habría brindado un mayor margen de acción a las subjetividades locales. Ciertamente no va en contra de que estos distintos grupos pudieron haber estado articulados entre sí a una escala mayor, lo que nos remite a la existencia de estas similitudes generales entre las estructuras registradas en Coranzulí pero también de áreas cercanas como Casabindo. Dada la importancia del culto a los ancestros, es posible comprender que haya sido precisamente a través de estas estructuras que se hayan actuado estos juegos de diferenciación y pertenencia.

Para terminar, quisiéramos reflexionar sobre las apreciaciones actuales acerca de estas arquitecturas, tanto domésticas como chullparias, en tanto cómo ciertas expresiones técnicas y terminaciones de ambos tipos de estructuras son percibidas por los pobladores locales, desde sus propias subjetividades, condicionando las formas de relacionamiento y las prácticas en relación a ellas. El siguiente ejemplo etnográfico8 puede ilustrarnos mejor sobre estos aspectos:

“Mientras charlábamos con una pobladora del lugar, en un recorrido que realizábamos juntas conversábamos sobre qué eran las chullpas, a lo cual ella contestaba en pocas palabras que se trataban de “las casitas de los antiguos”, y rememoraba el relato bastante distribuido en los Andes acerca de ellos9. Remarcaba con insistencia la importancia de challarlas y tenerles respeto. Al llegar al final de la quebrada donde se encontraba una chullpa, inmediatamente sacó la coquita y me pidió un par de cigarros y la petaca. Challó la chullpa con el alcohol y la coca, y prendió el cigarro que lo colocó entre las piedras de la estructura “para que fume”. Momentos más tarde, ya en el poblado arqueológico, llegó la hora de almorzar y ante la necesidad de sentarnos, ella lo hizo sin dudarlo sobre una de las pircas. Le pregunté entonces qué eran para ella estas estructuras, y contestó “casas, claro...”, como las otras, pero distintas evidentemente. Unas eran tratadas casi con solemnidad, entendidas prácticamente como personas al tener la capacidad de fumar. Las otras podían ser utilizadas de asentaderos sin problema alguno”.Este relato nos está enfrentando a la comprensión de una chullpa como persona no-humana con capacidad, incluso, de fumar un cigarrillo.

Notas

1 A tal punto llega esta discusión que Isbell (1997) planteó que no existe un rasgo último que defina a una estructura como chullpa, sino más bien una serie de elementos propios de una “condición chullparia” que pueden o no estar todos presentes.

2Hemos presentado y discutido las características del fenómeno chullpario en el área circumpuneña en Nielsen y Rivet (2018).

3El estudio de la cerámica fue realizado por Zaburlín y su equipo (2017).

4 Cabe señalar que en las más de 100 estructuras sobre las que hemos trabajado no se han realizado hallazgos en sus interiores, salvo en un agrupamiento chullpario compuesto por 10 estructuras, detectado en el último año donde recuperamos fragmentos textiles, cordelería y restos humanos, todos los cuales se encuentran actualmente siendo analizados.

5 Se debe tener en cuenta que no todas las variables pudieron ser consideradas en la totalidad de la muestra debido al grado de derrumbe que presentaban algunas estructuras.

6 Hemos tratado el tema de la orientación de las aberturas en Rivet 2015b. Vale, sin embargo, comentar que si bien la mayoría se orienta al cuadrante N-E, un porcentaje significativo se alinean con el resto de los puntos cardinales. Interpretamos esa variación como producto de la interrelación de las estructuras en los agrupamientos chullparios, donde se orientan unas hacia otras.

7 Respecto a los techos, no tenemos información al momento sobre las cubiertas de las estructuras de tipo habitacional.

8 Este relato fue recogido durante los trabajos de campo que realizamos en el sitio de Canalita en el año 2016.

9 Sobre dicho relato de los chullpa ver Sendón (2010), Cruz (2014), Rivet y Tomasi (2016).

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Recibido: 29 de Julio de 2020; Aprobado: 11 de Septiembre de 2020

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