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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.27 no.1 Córdoba abr. 2023

 

In Memoriam

In memoriam Eduardo Enrique Berberián (1937-2023)

Beatriz Bixio1 

Guillermo Heider1 

Matias Medina1 

Sebastián Pastor1 

Andrea Recalde1 

Diego Rivero1 

Julián Salazar1 

1 Comechingonia

El 8 de enero de 2023 falleció el fundador y director de Comechingonia, Eduardo Enrique Berberián. La existencia de nuestra revista se debe en gran medida a su vocación y compromiso con la arqueología regional. La gran mayoría de integrantes del equipo editorial hemos sido sus discípulos/as y, como tales, entablado intensas y variadas relaciones y constituído marcas trascendentes. Ante esta dolorosa pérdida escribimos estas líneas que intentan rescatar algunos puntos relevantes de su vida y extensa carrera. Seguramente no logran incluirlos a todos, sino que son un recorte, parcial y subjetivo, que hacemos a través de nuestras memorias las cuales abrevan en la enorme cantidad de historias y anécdotas que compartía incansablemente con nosotros/as.

Eduardo Enrique Berberián, “Lique” para sus más íntimos, nació el 2 de febrero de 1937, en la localidad de Pilar, Provincia de Córdoba, en el seno de una familia armenia. Ya radicado en la ciudad de Córdoba, realizó sus estudios secundarios en el centenario Colegio Nacional de Monserrat, donde forjó su vocación por las humanidades y amistades que lo acompañarían por toda su vida. Debido a las presiones de la época, y a pesar de sus propias intenciones, estudió Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se graduó rápidamente como abogado.

La segunda mitad de la década de 1950 había implicado una revolución para la arqueología argentina de la mano de Alberto Rex González, a quien conoció en momentos en que este era Profesor de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología. Bajo su dirección participó en diversas expediciones arqueológicas, en el valle de Tafí, en el Noroeste Argentino, y en Los Molinos y Cerro Colorado, en las Sierras Centrales.

En la región de Sierras Centrales realizó investigaciones que se concentraron en el sector central de las Sierras de Córdoba, con el estudio de las comunidades tardías productoras de alimentos, donde se realizó la primera datación radiocarbónica para la provincia, al fechar una ocupación prehispánica en las márgenes del actual dique Los Molinos.

Fig 1: Eduardo Berberián (al medio) en un laboratorio del Museo de La Plata. A la izquierda, Mingo García y a la derecha Roberto Locatelli. Década de 1960. 

Su pasión por la arqueología se tradujo en su apartamiento temprano del ejercicio de su profesión de abogado para radicarse en la ciudad de La Plata y realizar la Licenciatura en Antropología en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, donde estrechó vínculos con distintos investigadores como Eduardo Cigliano y Rodolfo Raffino. Su experiencia de campo le permitió desarrollar distintos proyectos arqueológicos en el norte, como las excavaciones en sitios de filiación Condorhuasi en Las Barrancas y yacimientos tardíos en Andalgalá, ambos en la provincia de Catamarca.

Posteriormente recibió una propuesta para radicarse en San Juan e impulsar la investigación arqueológica en un espacio de vacancia, concretando el importante estudio de sociedades cazadoras recolectoras en la cueva El Peñoncito, donde registró evidencias de ocupación humana temprana al identificar y datar en 7000 años AP un contexto de cazadores-recolectores y establecer relaciones cronológico-culturales con otras áreas de ocupación temprana como la Gruta de Intihuasi (investigada por Rex González). En esta provincia, también reconoció y excavó la tambería incaica de Tocota. Los procesos políticos del año 1966 dejaron trunco el proyecto institucional y lo llevaron a radicarse en Córdoba, para integrarse en 1967 a la Cátedra de Prehistoria y Arqueología, encabezada por Antonio Serrano, en calidad de Jefe de Trabajos Prácticos. En ese periodo realizó las excavaciones arqueológicas en el sitio La Mandinga, en Cosquín.

En ese momento comenzó a recibir invitaciones para dictar cursos de formación arqueológica en el Instituto de Arqueología de Tucumán, que se sustanció en una propuesta de trabajo formal con posibilidades para realizar investigaciones en la provincia, lo cual implicó la radicación allí con su familia de reciente formación.

Fig 2: Berberián frente a una de las urnas Candelaria en proceso de excavación en El Cadillal. 1971. 

A fines del año 1971 recibió información de un grupo de pescadores que, en una bajante extrema del nivel de las aguas embalsadas en el Dique El Cadillal, habían observado numerosas piezas arqueológicas en superficie. Desconociendo la verdadera magnitud y relevancia de los sitios arqueológicos, inició junto con un amplio equipo, las excavaciones de rescate que se fueron extendiendo hasta convertirse en una de las más extensas de la arqueología argentina reciente. El Cadillal fue uno de los grandes proyectos de su vida. En ese marco, además de la investigación arqueológica logró diseñar y ejecutar el museo de sitio, único para su época en la región, que después de muchos avatares ha sido refaccionado, modernizado y re-inaugurado recientemente por el Ente Autárquico Tucumán Turismo.

También en Tucumán realizó importantes investigaciones en las yungas, en el sitio tardío de Zárate, donde se excavaron recintos habitacionales y un importante conjunto funerario, ampliando el conocimiento de las ocupaciones santamarianas en el piedemonte oriental de las Cumbres Calchaquíes.

Su estancia en la residencia universitaria de Horco Molle, junto con una pequeña comunidad de investigadores destacados en distintas especialidades, le dejaron muchos de sus mejores recuerdos y también sus mayores desventuras. Encabezando su familia, con tres hijas pequeñas, debió sobrellevar los conflictivos años iniciales de la década de 1970, en los cuales en distintas ocasiones fue despedido y reincorporado a la Universidad. En ese contexto se desarticuló su proyecto institucional y científico en Tucumán, volviendo a Córdoba, donde se incorporó a la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Carrera de Historia, de la cual sería Profesor Titular por Concurso, hasta su jubilación en el año 2007.

En Córdoba consolidó su grupo de trabajo y formó a decenas de licenciados y licenciadas, junto a doctores graduados en distintos posgrados del país. También fue director de la maestría “Patrimonio Cultural Material. Administración, conservación y legislación” (en cogestión entre la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba).

Desde la Universidad de Córdoba dirigió múltiples proyectos de largo alcance que incluyeron:

-Los trabajos de campo realizados en Potrero de Garay entre 1977 y 1982 marcaron un hito sin antecedentes en la arqueología regional, e incluso hoy ocupa un lugar central en la investigación del Período Prehispánico Tardío. La magnitud del trabajo realizado permitió caracterizar la cultura material de un poblado o asentamiento residencial tardío, con detalles relativos a la arquitectura doméstica y organización espacial. La información recuperada en este sitio actuó como punto de partida para el desarrollo de varios proyectos regionales orientados al estudio del uso del espacio serrano, la organización de la tecnología y el aprovechamiento de los recursos silvestres o domesticados a lo largo del tiempo, muchos de los cuales continúan en la actualidad sujetos a trabajos de campo intensivos y facilitan la generación de nuevos modelos de mayor alcance regional. - En la región de Lípez, Bolivia, durante la década de 1970 trabajó junto con el investigador Jorge Arellano, en el estudio de las industrias líticas prehispánicas, correspondientes a distintos momentos de la historia de los cazadores-recolectores de la región y propuso un esquema de periodificación regional y sus relaciones cronológico-culturales con países vecinos. Posteriormente, realizó investigaciones pioneras en asentamientos del Periodo Intermedio Tardío definiendo el llamado señorío de “Mallku”. - En el Valle de Tafí coordinó el proyecto Sistemas de Asentamiento Prehispánicos en el cual se realizaron relevamientos de cobertura extensiva, excavaciones en área en distintos puntos del valle, y arqueología experimental en torno al uso del suelo agrícola. En base a todo ello propuso, en coautoría con Axel Nielsen, un modelo de desarrollo de los asentamientos aldeanos tempranos de la zona que fue muy influyente en la arqueología del periodo formativo en los Andes Meridionales. En el marco de este proyecto se ejecutaron numerosas investigaciones específicas que perduran en desarrollo hasta la actualidad.

Su trayectoria académica estuvo marcada por su desempeño en la Carrera de Investigador Científico del CONICET, en la cual logró ascender hasta su máxima categoría de Investigador Superior. Allí participó en distintas comisiones de múltiples jerarquías en las cuales fue partícipe de la evaluación y planificación del sistema científico nacional. En los últimos años de su carrera se incorporó como socio al Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti, y allí fue partícipe de la creación del Instituto de Estudios Históricos (UEDD CONICET-CEH).

Fig 3: Exploración al cerro Muñoz, década de 1980. 

Su formación universitaria inicial y su vocación confluyeron en sus estudios sistemáticos sobre la legislación patrimonial la cual fue la problemática central de su tesis de doctorado. Fruto de este aporte participó como asesor en dos comisiones del Parlamento Nacional a partir de las cuales se sancionó en 2003 la ley 25743 de PROTECCION DEL PATRIMONIO ARQUEOLOGICO Y PALEONTOLOGICO.

En el balance de su trayectoria de más de seis décadas en arqueología publicó más de un centenar de trabajos científicos en revistas nacionales e internacionales de amplio reconocimiento, así como variados libros de arqueología, arte indígena y legislación del patrimonio. Recibió distinciones en el país y en el ex terior entre los cuales destacan: el premio a la Región Centro del país, en el certamen “Regional Etnología, Arqueología e Historia”, otorgado por la Secretaría de Estado de Cultura de la Na ción y el anual 1992, en reconocimiento por la actividad académica, concedido por la Universidad Nacional de Córdoba. También fue Académico correspondiente en Córdoba de la Academia Nacional de la Historia (1998), Miembro del Grupo de Patrimonio Arqueológico del ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) e integrante de otras Sociedades Científicas nacionales y extranjeras.

Fig 4: Fotografía reciente 

Rozando los 80 años, todavía podíamos escucharlo conversar con entusiasmo sobre problemas de arqueología, nuevas publicaciones de nuestro país y anécdotas de científicos e instituciones que conoció en su carrera académica. Poco tiempo antes de su fallecimiento, con el acompañamiento de algunos de sus discípulos/as, pudo concretar dos proyectos de trabajo demorados, pero nunca abandonados, que entendía como una responsabilidad intelectual, objetivados en dos libros: El Cadillal y Cerro Colorado.

Quienes fuimos sus discípulos/as admiramos en él su capacidad incansable de trabajo, su atención permanente al progreso de cada uno/a, su entusiasmo por la investigación y el modo como nos motivaba para producir, asistir a reuniones científicas, presentarnos a becas y publicar. Con agudo juicio crítico y total dedicación leía y corregía detalladamentenuestros escritos, producto de nuestras incipientes reflexiones. Cómo no agradecerle a quien nos marcó un camino académico, nos enseñó la lógica de la investigación, nos motivó continuamente a actualizarnos y a producir y supo reconocer, ya al fin de su vida intelectual, que estaba satisfecho con su labor porque había sido superado por muchos de sus discípulos/as.

Eduardo falleció en Córdoba el 8 de enero de 2023, a los 85 años, acompañado por sus hijas y nietos, soñando con su próximo viaje, hablando con sus discípulos/a de sus próximos proyectos.

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