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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.12  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2005

 

PSICOLOGÍA SOCIAL, POLÍTICA Y COMUNITARIA

Praxis Psicosocial Comunitaria en Salud, los Movimientos Sociales y la Participación

Psicosocial Communitarian Praxis on Health, Social Movements and Participation

Zaldúa, Graciela1; Sopransi, María Belén2; Veloso, Verónica3

1 Psicóloga de la U.N.L.P., Fonoaudióloga del I.S.E.D.E.D., Especialista en Planificación y Políticas de Salud del C.E.N.D.E.S., Profesora Titular de las Materias "Psicología Preventiva" y "Epidemiología" (Fac. de Psicología U.B.A), Coordinadora General del Programa de Extensión Universitaria "Observatorio de prevención y protección de la salud comunitaria" (Fac. de Psicología U.B.A), Directora del Proyecto de Investigación U.B.A.C.yT. (2004-2007) "Praxis Psicosocial Comunitaria en Salud", Doctoranda de la Fac. de Psicología U.B.A.
2 Licenciada en Psicología de la UBA, becaria de investigación UBACyT en el proyecto "Praxis psicosocial comunitaria en salud", docente de la materia "Psicología Preventiva", co-coordinadora del área "Trabajadores Desocupados" del programa de extensión universitaria Observatorio de prevención y protección de la salud comunitaria (Fac. de Psicología, UBA), integrante del consejo de redacción de Herramienta.
3 Licenciada en Psicología de la UBA, investigadora de apoyo del programa UBACyT "Praxis psicosocial comunitaria en salud", co-coordinadora del área "Trabajadores Desocupados" del programa de extensión universitaria Observatorio de prevención y protección de la salud comunitaria (Fac. de Psicología, UBA).

Resumen
Desde la Praxis Psicosocial comunitaria se abordan situaciones de deterioro de las condiciones de vida y aumento de la pobreza e indigencia. El enfoque crítico y de la emancipación propicia los valores de la autode-terminación, la justicia distributiva y el empoderamiento frente a la subordinación y opresión de clase, género y etnia. Los objetivos de monitorear representaciones y prácticas en escenarios comunitarios se inscribe en una Etica relacional. La metodología implementada es participativa y reflexiva, con triangulación metodológica y análisis hermenéutico. El análisis crítico de la dimensión participación, contribuye a un conocimiento subjetivo y colectivo de la realidad y posibilita la promoción de acciones que transformen las condiciones que afectan la salud y el bienestar.

Palabras Claves: Praxis; Movimientos sociales; Participación

Abstract
From the praxis social psychology we approach to the situation of deterioration of health conditions and increase of poverty and indigence The emancipatory approaches promote balance between self-determination and distributive justice and empowerment. Good society and good life are bases on mutuality and removal of oppression of gender, social systems and ethnicity. Methodology is participative and reflexive with methodological triangulation and hermeneutic analysis We propose the emphasis on participation to promote strategic monitory of needs and to facilitate promotion and prevention health.

Keys words: Praxis; Social movements; Participation

Introducción

El enfoque de la praxis psicosocial comunitaria en salud se instala como instrumento de investigación, planea-miento y monitoreo estratégico de las condiciones de salud y del impacto de las acciones y programas sanitarios Los momentos de un proceso dialéctico de construcción de conocimientos y prácticas de promoción y prevención de la salud se constituyen frente a la producción de necesidades de diferentes campos: procesos de trabajo, consumo , organizativos, cotidianidad, vida cultural y subjetividad y en relación a las condiciones de defensa y promoción de la salud, del trabajo y la vida cotidiana. (Breilh, 2003).
El deterioro de las condiciones de vida y la situación de pobreza e indigencia en América Latina de 43,45% y 18,8% respectivamente, profundiza las brechas sociales de las desigualdades y de las inequidades. Argentina duplicó y triplicó, en el último quinquenio, ambos niveles en el área urbana (CEPAL,2003).
Si analizamos los datos del Indec, correspondiente al último trimestre del año 2003 advertimos que el 10% de la población de nuestro país se apropia del 36,4% del total de ingresos generales, mientras que el más pobre apenas del 1,3%. Es decir, el más rico tiene ingresos 28 veces superiores que el más pobre. En la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) corres-pondiente al primer semestre del 2004, se observa que en el total de aglomerados por áreas geográficas 44,3% de pobreza y 17% de indigencia. La región Noreste presenta las tasa más altas con 60,3% y 30,4% y la Patagonia tiene tasas más bajas comparativamente, de 31,% y 12% respectivamente. La situación en relación al sexo y las edades, en el mismo semestre, nos advierten de un 51,3% de pobreza y 51,2 de indigencia son mujeres y un elemento significativo es el aumento femenino de la pobreza en la población adulta del 53,6 (de 22 a 64 años) y de un 58,8% en mayores de 65 años. Otro aspecto relevante es la infantilización de la pobreza al concentrarse en edades de 0 a 13 años y 14 a 22 años. Este cuadro de situación nos interpela éticamente en relación a nuestro quehacer comunitario, en diversos niveles relacionados con a) los obstáculos en la exigibilidad de derechos de mujeres y hombres de sectores populares; b) las desigualdades e inequidades en las relaciones de género, clase social y ciclos vitales; c) los criterios de demarcación epistémica de la ciencia social crítica, en los entrecruzamientos de los saberes populares y científicos y en la posición de negatividad - materialidad y el "ponerse de parte" o de compromiso y responsabilidad por el Otro. La configuración de territorios de exclusión plantea las condiciones objetivas y subjetivas que le dan sentido al orden social y simbólico y a su vez, en estos espacios, tienen lugar las estrategias de los habitantes para resistir su relegación y transformar autogestivamente su estar en el mundo. Su revés, son las experiencias de vida y las prácticas y significaciones construidas por los colectivos sociales atravesadas por el fatalismo. Define M.I.Baró (l987) esta concepción, derivada del latin fatum, predicción, oráculo, destino inevitable, como "una relación de sentido entre las personas y el mundo al que en-cuentran cerrado e incontrolable" y traducido en ideas, sentimientos y comportamientos de pasividad, resignación, conformismo y sumisión. Su apuesta al proceso dialéctico que podría eliminar la actitud fatalista de las mayorías latinoamericanas involucra tres cambios: a) la recuperación de la memoria histórica, b) la organización popular y c) la praxis de clase, como nueva identidad social articulada en el eje de los intereses populares. La perspectiva de Baró está inspirada en la teología de la liberación y las teorías de la emancipación de aquellos grupos sociales que sufren opresión y carencia. Se enmarca en una posición dialógica entre psicólogos y comunidad, constituida por actores con recursos y fortalezas para lograr transformaciones. Desde las últimas décadas, un sector de la producción psicosocial comunitaria en América Latina es solidario al compromiso ético y se replantea el sustento teórico de las prácticas a la luz de los paradigmas construccionista o materialistas dialécticos, la escuela de Frankfurt, la teoría de la dependencia, de la alienación, los aportes de Freire y Fals Borda. Se resignifica el objeto y la episteme en una praxis reflexiva desde la negación-superación de las epistemes dominantes. Estas producciones discursivas son tramas de sentido y de legitimidad del orden social dominante y se asientan en la construcción de los otros como excluidos y peligrosos. Adviene esta construcción a partir de una operatoria de hegemonía ideológica, que regula las relaciones existentes, la visibilidad y no visibilidad social y excluye la lógica económica y social de la crisis y la exclusión social.
La culpa subjetiva y la responsabilidad si se descontextualizan operan ideológicamente ocultando la complejidad de las condiciones políticas, económicas e ideológicas de las situaciones de exclusión y violentación. No es el latino indolente, definido por su destino y por fuerzas ajenas al control y poder, sino aquel que activamente irrumpe con sus demandas, resiste con sus cortes o piquetes. Se juegan en los hechos, en el sentido de exceso, que requiere no ser visto, y como lo hace se inscribe ideológicamente, como esos peligrosos, diferentes, resistentes, disruptivos, en el universo simbólico de los incluidos
La Psicología Social Comunitaria desde la perspectiva crítica y de la liberación interroga las dimensiones de la participación y el compromiso comunitario, en sus efectos de satisfacción de necesidades, de promoción de la ciudadanía y de la sociedad civil. Desde el dominio de los valores puede promover la autodeterminación, el empoderamiento en la diversidad y la justicia distributiva para el bienestar subjetivo y comunitario. El bienestar y la justicia emergen como componentes centrales y las necesidades personales, relacionales y colectivas están estrechamente ligadas. Para Prilleltensky (2003) las necesidades personales y relacionales conciernen principalmente al dominio psicológico y aunque necesarias son insuficientes para determinar el bienestar. Postula con otros autores (Carr y Sloan, 2003, Kim, Irwin, Gersham, 2000, etc.) las necesidades de políticas justas de acceso a servicios de atención de salud, de educación pública, de seguridad, de justicia, de vivienda, de empleo, de protección contra la explotación, y a su vez, la atención universal en salud, las redes de cuidado infantil y seguridad social como garantía del aumento del bienestar público y privado de los ciudadanos (Sen, 1999).
Sin embargo, queda por fuera de estas explicaciones el antagonismo social real, dirá Zizek (2003:32) "la lucha de clases es "real" en el sentido lacaniano estricto: un "obstáculo", un impedimento que hace surgir simboli-zaciones siempre nuevas por medio de las cuales uno intenta integrarlo y domesticarlo (el desplazamiento-traducción corporativista de la lucha de clases en la articulación orgánica de los "miembros" del "cuerpo social", por ejemplo), pero que simultáneamente condena estos intentos al fracaso final". El efecto de hegemonía, es que la violencia inicial del no trabajo, o la exclusión o la constitución de verdaderos ghetos urbanos no es percibido como violencia., como circulo vicioso de un acto que establece el orden, volviendo invisible ese acto constitutivo de la violencia social simbólica. En este sentido se puede interrogar con Zizek sobre las modalidades de posición frente a los Movimientos Sociales que irrumpen y se toma distancia, o se los reprime o se los coopta desde la superioridad privilegiada del capital en la lucha económica y política.

Cuestiones epistemológicas y metodológicas

Si el propósito de la investigación es de acción participativa y reflexiva acerca de los problemas comunitarios, la participación social y el posicionamiento de los actores sociales implicados en los Movimientos Sociales ¿ como definimos participación?, por otra parte ¿cuales son los enfoques, los métodos y las técnicas que propician información relevante e iluminan las situaciones y las alternativas en salud comunitaria?
Desde las perspectivas epistemológicas y metodológicas de la Psicología Social Comunitaria sostiene Prilleltenky (1997) que corresponde relacionar con los valores, los temas, los supuestos, las prácticas y los potenciales beneficios o riesgos en relación a cuatro paradigmas: tradicional, empowerment, postmoderno y de la emancipación. Es desde este último, el abordaje emancipatorio, que se enfatizan los valores de la autodeterminación, la justicia distributiva, el bienestar subjetivo y colectivo. Los supuestos que sostienen la buena vida y la buena sociedad están basados en las mutuas obligaciones, responsabilidades y la destitución de la opresión. Las prácticas participativas y de empoderamiento se definen en pos de transformar las situaciones opresivas y por los cambios interpersonales y sociales. Los riesgos que pueden considerarse son los sacrificios de la singularidad personal por el bien comunitario. Los beneficios destacables son el sentido de pertenencia comunitaria y los procesos emancipatorios de las opresiones de género, de clase, de etnias, de cultura.
El desarrollo de una reflexividad crítica permitió incorporar al debate actual de la Psicología Social Comunitaria los problemas marginados o silenciados sobre los dominios del poder, del discurso y de las diferencias, a partir de la teoría crítica y del feminismo.
La práctica teórica y el análisis del contexto histórico nos condujo a las estrategias de investigación intersubjetivas, desde las diversas perspectivas de los actores: trabajadoras, trabajadores desocupados. Los pilares de esta investigación contrahegémonica, se asienta en tres mecanismos: planeación estratégica, monitoreo participativo y control social sobre la gestión.(Breilh, 2002) . Es decir de ruptura y superación de las propuestas funcionalistas que eliden los temas del poder, del género, de la subjetividad, de los grupos emergentes, del Estado. Uno de los objetivos de la IAP es transformar la realidad. La demanda del MTD estuvo referida a la apertura de espacios participativos, todas las tareas emprendidas conjuntamente, incluyendo los instrumentos diseñados para el relevamiento de los datos, fueron pensadas para producir efectos en esa dirección, respetando el compromiso asumido.

El tipo de diseño de investigación es de estudio de caso, definido por Denny (1978:370) como "un examen completo o intenso de una faceta, una cuestión o quizás los acontecimientos que tiene lugar en un marco geográfico a lo largo del tiempo" En general se coincide que el estudio de casos implica un proceso de indagación que se caracteriza por el examen detallado, comprehensivo, sistemático y en profundidad del caso objeto de interés.(García Jiménez, 1991:67).
La estrategia investigativa implementada es de tipo inclusivo de unidades múltiples de análisis, con obje-tivos de evaluación-transformación. Es parte de una investigación de casos múltiples sobre las praxis en salud en los movimientos de desocupados y se pretende comprender el fenómeno de la participación.
Las fuentes de datos son: técnicas cualitativas: entrevistas a profundidad a informantes calificados, grupos focales de devolución de datos, observación participante de asambleas, talleres, movilizaciones y técnicas cuantitativas: encuestas colectivas, relevamiento documental de recolección, análisis y triangulación de fuentes e instrumentos. La unidades de análisis son mujeres y hombres participantes de actividades desarrollados en el área territorial de M.T.D, durante el período 2002-2004. En el proceso la realidad estudiada fue cambiante, con rupturas y discontinuidades. A partir de un método de análisis hermenéutico dialéctico de los corpus transcriptos y la asistencia de Epiinfo y AtlasTi, construimos categorías e indicadores en base a diversos desarrollos teóricos y a las voces de los protagonistas. El muestreo no está planteado en términos de representatividad, sino de homogeneidad e intencionalidad, para abordar en profundidad un grupo particular.
Los criterios de rigor están sustentados en la credibilidad, desde la experiencia significativa de los actores; la adecuación a otros escenarios comunitarios; la auditabilidad y la confirmación de los hallazgos tratando de evitar los sesgos de campo. Con la modalidad de retroalimentación de los datos y el trabajo resignificamos la praxis psicosocial comunitaria y los supuestos ideológicos de la participación.
La población abordada (N=98) participa del MTD autónomo de zona sur del conurbano bonaerense. La autonomía de la organización está definida por la no vinculación a partidos políticos, iglesias, sindicatos u otras instituciones estatales.
Se seleccionaron muestras de dos grupos de integrantes del MTD, el primero corresponde a participantes de una asamblea general de la organización y el segundo a participantes del taller de formación de agentes promotores en salud -en el que participamos junto a los compañeros y las compañeras del área salud del MTD como coordinadoras-docentes-.
Dentro del grupo 1 (N1=44) la distribución por género es 61,3% de mujeres y 38,7% de varones, y por franjas etáreas: 31,8% de 21 a 35 años, 34,2% de 36 a 50 años, 29,5% de 51 a 65 y 4,5% mayores de 65 años.
Dentro del grupo 2 (N2=54) la distribución por género es 77,3% mujeres y 22,7% varones, y por franjas etáreas: 18,5% menor a años, 57,4% de a 35 años, de 36 a 50 años y 5,6% de 51 a 65.
La configuración de la población responde a las características de las organizaciones de trabajadoras y trabajadores desocupados (mayor desocupación cuanta mayor edad, alto porcentaje de mujeres, amplia base de integrantes con participación reciente y grupo estable de integrantes con más de 4 años de participación).
Las Categorías se construyeron en base a la indagación en torno a adjudicación de importancia a las tareas del MTD (por relevancia para el movimiento y por elección subjetiva), hitos históricos de la organización, percepción de las fortalezas colectivas, necesidades y propuestas de cambio organizaciónal, percepción de logros, percepción de las representaciones del MTD en el resto de la sociedad, y mensajes que el MTD quiere transmitir a la sociedad.
Con respecto al proceso salud-enfermedad, las categorías relevadas fueron: estrategias de autoprotección de la salud, acceso al sistema sanitario y a recursos preventivos y salutíferos, percepción epidemiológica de morbilidad -y específica sobre VIH-SIDA, desnutrición, violencias, embarazo no deseado, drogas-, representaciones sobre el proceso salud-enfermedad, estrategias colectivas de abordaje de las problemáticas de la salud, ejercicio de ciudadanía en relación al derecho a la salud, recursos en salud dentro del MTD y su historia de construcción.

Trabajar en salud desde los movimientos sociales y la participación

El concepto de participación social (PS) en salud está cargado de presupuestos ideológicos-técnicos generalmente no explicitados, que sin embargo orientan su uso. Al igual que otros conceptos la PS ha sido producida y aplicada por las ciencias sociales y posteriormente apropiada por las ciencias de la salud sin un análisis crítico del proceso de producción y aplicación previa, generando una distorsión en su significado (Menéndez, 1998: 65-66). La PS está ligada a procesos de transformación socio-política, a formas de organización social, a diseño de políticas públicas e implementación de programas sociales. Según quien la defina y con qué objetivos será empleada asume diferentes características, se presenta con diversos nombres según tendencias y movimientos políticos. Participación social, participación comunitaria, participación política, participación ciudadana, participación popular, etc. muchas veces son empleadas como sinónimos ocultando diferencias y convergencias en las delimitaciones conceptuales, no explicitadas, ni consensuadas. La polisemia y el polifacetismo de la PS requieren asumir la "existencia de una triple historia en la construcción de saberes participativos (académica, política, técnica), que la ahistoricidad dominante tiende constantemente a anular" (Ibid: 67).
A partir de la revisión de las definiciones sobre PS (Montero, 2004; Ugalde, 1999; Menéndez, Spinelli, Baró, 1998; OPS/OMS, 1992; Grodos y Bethume, 1988; Fals Borda, 1985), en el presente trabajo conceptualizamos la PS como el proceso general de intervención - cooperación de los sujetos y los colectivos en las relaciones sociales de producción-reproducción de la sociedad, que puede ser analizada en diversos niveles (singular-colectivo-estructural) y áreas. En este proceso general se distinguen: la participación comunitaria (Pco), la participación política (Ppol), participación ciudadana (Pci) y la participación popular (Ppop).
La Pco es aquella participación que es promovida desde los programas a nivel gubernamental (incluyendo redes clientelares-asistenciales) y de organismos interna-cionales, así como aquellos programas formales vinculados a ONGs. Dicha participación está basada en la idea de cooperación de la población con la agencia efectora de programas.
La Ppol es aquella que se expresa bajo una concepción política integrada a la cotidianeidad y puede estar centrada en tres ideas: de defensa y promoción de la civilidad, de transformación y/o de emancipación. La primera se refiere al conjunto de aspectos que resisten a la violencia extrema (condiciones de pauperización absoluta, condiciones de represión extrema, etc.). La segunda está centrada en la idea de transformación material de las estructuras de dominación. Y la tercera se relaciona con la exigencia de un máximo de libertad y un máximo de igualdad: la exigencia de "égaliberté".
En la Ppop la centralidad del concepto reside en que las iniciativas de participación son promovidas desde las clases subalternas (movimientos sociales, políticos y/o reivindicativos autoconvocados), incluyendo procesos de empoderamiento que tienden hacia la autodeterminación y la autonomía de los colectivos.
La Pci está referida al reconocimiento y la defensa de los derechos, a la participación como ciudadanos en la lógica de las democracias formales representativas.
Esta delimitación conceptual intenta aprehender las relaciones entre diversos actores de la sociedad civil (ONGs, movimientos sociales, organizaciones barriales, etc.) y el Estado. Los distintos tipos de participación no son excluyentes y en lo concreto se presentan muchas veces superpuestos o intersectados.
Por su característica dinámica, la PS y su diversas expresiones están atravesadas por procesos dialécticos que se dirimen entre polos tensionales. Se enuncian algunas de las tensiones reconocidas:
autonomía-heteronomía: este eje aparece vinculado a quién realiza las propuestas participativas, si son definidas externa o internamente respecto del colectivo participante, a la posibilidad de autogestión o heterogestión, a quién induce y/o direcciona la PS.
integralidad-focalización, se refiere a la amplitud de las propuestas participativas en relación al enfoque selectivo sobre problemáticas específicas o al abordaje desde una perspectiva integral de la vida cotidiana de los sujetos, los colectivos, la sociedad.
empoderamiento-cooptación: remite a los objetivos de los procesos participativos, está estrechamente vinculado al eje autonomía-heteronomía y al sostenimiento de los conflictos por parte de los colectivos, al señalamiento de las contradicciones sociales y la creación de con-trapoder, ubicando en el otro polo los mecanismos de integración de elementos críticos a través de la canalización o evitación de conflictos sociales.
crítica-conformismo: dicha tensión se vincula al posicionamiento colectivo en los procesos participativos, está relacionada con la posibilidad de intervenir en la toma de decisiones, en la definición de necesidades e intereses dentro del proceso manteniendo o no la propia posición a nivel colectivo.
actores-recursos: dicha tensión remite a la modalidad de participación subjetiva dentro del proceso. El polo actores evidencia una participación activa-creativa, mientras que el polo recursos refiere a una participación pasiva-objetal.
singular-colectivo: se refiere a los modos de negociación y toma de decisiones al interior de los colectivos (horizontalidad-verticalismo), así como a los rasgos de los liderazgos presentes (autoritarios, caudillistas, democráticos, etc.). En este eje también se expresan las posibilidades de implicancia y compromiso subjetivo a través de la asunción de responsabilidades dentro del proceso o la delegación.
flujo-reflujo: este eje se refiere a los niveles de participación y a sus movimientos. Se relaciona con los niveles de visualización en la vida política societal y la regresión a niveles infrapolíticos de participación, así como con los procesos de empoderamiento-cooptación.
espontaneidad-programación: remite a la génesis de la participación y al modo de generación e inclusión de cambios dentro del proceso.
creatividad-burocratización: esta tensión se refiere a las formas organizativas dentro de los procesos (democracia directa o de base, sistemas delegativos-representativos, etc.), a su grado de innovación o reproducción de formas tradicionales.
subalternidad-hegemonía: este eje se vincula con el grado de desnaturalización de los procesos estructurales en los discursos y las prácticas: existencia de clases sociales, de necesidades, de conflictos, de inequidad económica, de desigualdad social y de opresiones de clase, género y etnia.
liberación-alienación: este eje remite a la presencia o no de desarrollos que permitan subvertir las relaciones sociales hegemónicas a través de la creación de formas alternativas humanizantes, o a la reproducción de las relaciones vigentes de subordinación.
La PS en salud esta referida al proceso de salud / enfermedad / atención. El hito que marca definitivamente la inclusión de las propuestas participativas en salud es la conferencia de Alma Ata en 1978. El énfasis en el autocuidado individual, familiar y colectivo puede responder a dos posiciones ideológicas: una posición conservadora que tiende a reducir el papel del sector público y hacer responsables a las poblaciones de su salud (congruente con las políticas neoliberales de ajuste del área salud pública y la implementación-financiamiento internacional de programas de APS selectiva); otra vertiente que, como movimiento totalizador, intenta desmitificar la orientación biomédica de la medicina, reducir la medicalización de la atención, y despro-fesionalizar la medicina, asignando al Estado responsabilidades de proteger a los ciudadanos contra los productores de enfermedad y muerte, y educar para la salud (vinculada a propuestas de APS integral) (Ugalde, 1999, Grodos y Bethume, 1988).
Acerca de una experiencia de participación social en salud.
Introduciéndonos en el terreno específico de la PS en salud en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de zona sur del conurbano bonaerense, en un principio se evidencia que la salud se torna un espacio participativo de manera secundaria. Ante la inmediatez de la sobrevivencia, las acciones prioritarias son dirigidas hacia la búsqueda de recursos que aseguren la vida: los alimentos, o su intermediario: el trabajo. Este hecho, sumado a que en nuestro país aún funciona, aunque precarizado en todos los aspectos, un sistema público de salud, hace que la salud pase a un segundo plano y se accione sólo ante la urgencia. Este punto de vista es compartido por gran cantidad de personas que se reconocen como militantes de la salud dentro de los MTDs y señalan la dificultad al intentar comprometer a los compañeros en tareas vinculadas al área. Este problema se relaciona con la génesis del MTD, cuya constitución se remonta a las primeras comisiones provisorias de desocupados organizadas a fines de 1995 para hacer frente a la situación contextualizada por el incremento del desempleo y la consecuente pauperización de sus condiciones de vida. El reclamo inicial que dirigen al Estado es por la recuperación de puestos de trabajo o subsidios y bolsones de alimentos, reivindicando el derecho al trabajo. Estos grupos darían lugar a los diferentes movimientos territoriales de deso-cupados con diversas líneas políticas-organizativas. Consecuentemente, las primeras acciones de los MTDs están vinculadas a proyectos productivos y de autoconsumo.
A medida que los MTDs se consolidan y se inicia una tarea sistemática de relevamiento de condiciones de vida y necesidades en los territorios de acción, la salud aparece en el discurso como reclamo reivindicativo al Estado frente al desmantelamiento neoliberal del sistema de salud y la deficiencia en la atención sanitaria por falta de insumos y profesionales, por sobredemanda, etc. Conjuntamente se expresa el reclamo por la educación. Este primer esbozo de PS en salud surge a partir del reconocimiento del derecho a la salud y la falta de garantías por parte del Estado. Las primeras acciones con respecto a la salud están relacionadas con la defensa de la estructura en salud existente y tienen un fuerte sentido político: evitar cierres o privatización de hospitales y centros de salud, no permitir el cobro de aranceles o bonos para la atención, denunciar los reiterados robos y el control punteril en las unidades sanitarias, etc. Para estas acciones se recurrió a articulaciones territoriales con otras organizaciones del barrio, otros movimientos sociales, sindicatos de trabajadores de la salud, etc.
Los MTDs están formados mayoritariamente por personas que perdieron sus trabajos durante el periodo de desindustrialización y privatización de empresas públicas de finales de los '90. Con lo cual, las necesidades de la vida cotidiana, hasta ese momento, aunque de manera precaria estaban aseguradas. Complementando la lucha por el trabajo y los alimentos con el reconocimiento y la primeras acciones en defensa del derecho a la salud y la educación, los MTDs comienzan a perfilar una integralidad de los aspectos de la vida cotidiana ligada a la reconstrucción colectiva a través de la organización.
Al nivel reivindicativo de la PS en salud, se suman acciones concretas dentro del territorio: relevamiento de los recursos y los problemas de los centros de salud, vinculación con los trabajadores de la salud, diagnóstico comunitario de las problemáticas de la salud en el territorio, rastreo de los problemas endémicos, aspectos ecológicos del hábitat, etc. Se esbozaron diversas propuestas para hacer frente a las problemáticas rastreadas a través de la creación de comisiones de salud dentro de los movimientos. Estos aspectos estuvieron vinculados a la participación dentro de los MTDs de estudiantes y profesionales de ciencias sociales y de salud, muchos de ellos compartiendo la situación de desocupación.
A principios del 2002, un tema convocante en relación a la salud fue el aumento de los precios de los medicamentos (por la reciente devaluación del peso) y su escasez. Este hecho propicia la gestión de medicamentos en laboratorios públicos y privados, así como el reclamo a Municipios y al Ministerio de Salud de la Nación. La estrategia principal fue la apertura de farmacias comunitarias en los territorios, muchas de las cuales aún perduran. También hubo colectivos que retomaron los saberes populares sobre el uso de plantas medicinales y emprendieron proyectos relacionados con su producción. Algunos de estos proyectos de farmacias comunitarias dieron lugar a la creación de postas de salud autogestionadas (con atención de un enfermero o promotor de salud miembro de la comunidad, visita semanal de médico, suministro de medicación y prestaciones básicas -control de desarrollo de niños, control de la presión, atención de primeros auxilios, etc.-), especialmente en los lugares con difícil acceso a los centros de atención.
En los MTDs se va creando una representación social de la salud ligada a la propia cotidianeidad de los colec-tivos. Se comienzan a reconocer los aspectos resilientes y salutíferos de la reconstrucción del entramado de las relaciones sociales, a partir de la organización y la gestión conjunta de bienes que aseguran la reproducción material. Las estrategias de lucha y los emprendimientos son espacios de recuperación de la sociabilidad que propician los lazos solidarios y recíprocos, y la redefinición de los actores dentro del proceso a través de la creación de nuevos ámbitos de pertenencia e identidad colectiva. Este aspecto relacional de la organización a través de la desocupación colectiva es reconocido como salutífero en comparación con la situación de desocupado individual, que muchos vivenciaron.
Con respecto a los temas de mayor repercusión al que se intentan dirigir las estrategias, aparecen principalmente la desnutrición y el bajo peso en niños, la problemática del HIV-SIDA en jóvenes y la contaminación ambiental. Incipientemente comienzan a formarse promotores que se dedican a tareas de prevención, las tareas de control de peso y talla son sistematizadas, y se continúa la gestión de recursos ante los organismos gubernamentales. Comienza a asomar la necesidad de trabajar en redes de diversos niveles y de formar a los propios recursos en salud. Durante el 2002, surgen experiencias como el Foro Social de Salud y otras coordinaciones que convocan a diversos MTDs y organizaciones de base, de estudiantes, junto a sindicatos de trabajadores de la salud. Muchas de estas formas organizacionales no han sido estables en el tiempo, puesto que remitieron a articulaciones situacionales con configuraciones innovadoras, otras experiencias perviven en las grietas del capitalismo en una red abierta con configuración rizomática. Las posibilidades que inauguran las redes dinámicas están vinculadas a la policentralidad (descentralización del poder en nodos), la multiarticulación, el flujo informa-cional, la interorganización y la expansión. La clave de la elección de la organización en redes reside en que cada experiencia nutre su autonomía de la interde-pendencia con otros componentes a través de la potencia que reside en la interconexión dentro de la red. La red pasa a ser la base multiplicadora y dinamizadora del conjunto. Como experiencias de resistencia, multiplicidad de prácticas, no son pensables en su unidad (como un movimiento homogéneo), sino a través de una transver-salidad capaz de hacer producir resonancias en la diversidad. Su "temporalidad refiere al carácter muchas veces no permanente de estas construcciones y al intento constante de parte del sistema del capital de suturar estas fisuras" cooptándolas, integrándolas o reprimiéndolas (López y Menéndez, op. cit.: 44-45).
Las características de la red dificultan su cooptación, puede cooptarse o retirarse un nodo y la red seguirá existiendo en la dinámica transitoriedad-permanencia, conexión-desconexión, como un sistema abierto e inestable. La red nunca se fija como estructura cristalizada porque es fundamentalmente dinámica. Cada componente de la red es otra red, que a la vez participa de varias redes.
Las diversas articulaciones se dan a partir de las necesidades concretas, de la práctica en cuestiones puntuales, de las carencias territoriales convocantes, de la confluencia de líneas político-organizativas. El compartir prácticas, la generación de estrategias y acciones de lucha propician el conocimiento y las relaciones de confianza entre las organizaciones, promoviendo la estabilidad de la articulación. Estas convergencias potencian la capacidad de los colectivos de negociar con los organismos estatales e incidir sobre el tratamiento de ciertos temas de la agenda pública para el diseño de políticas sociales.
La salud funciona como eje transversal articulador de diversas organizaciones y sectores. En estas experiencias se condensan los diferentes tipos de participación social: política, popular, ciudadana y comunitaria. Su mayor grado de visibilización o legitimación social está ligado a su temporalidad y a la dinámica de avance-reflujo en los niveles de la política y la infrapolítica. Al ser experiencias con un claro sentido democrático, su posibilidad de trascendencia está ligada a las marcas subjetivas que imprime el tránsito por ellas en los sujetos verdaderamente implicados con el proyecto, un habitus instituyente en el que descansa su potencia real aún en los momentos de repliegue.

Bibliografía

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