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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.12  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2005

 

PSICOLOGÍA JURÍDICA

Abordaje del binomio violencia-infancia. Reflexiones críticas.

Boarding of binomialviolence-childhood. Critical reflections.

De la Iglesia, Matilde1; Di Iorio, Jorgelina2

1 Licenciada en Psicología (UBA). Mediadora (Poder Judicial de la Nación). Especialización en Mediación Familiar. Profesora Adjunta Psicología Institucional cátedra II (UBA). Coordinadora Docente Práctica Profesional: Práctica Institucional. Una mirada social-comunitaria de las organizaciones (UBA). Maestranda en Psicología Social Comunitaria (UBA). Directora del Proyecto de Investigación UBACyT P001 (2004-2007) La práctica del psicólogo forense con menores judicializados por violencia familiar en el marco de la ley 24.417. Determinantes institucionales. Directora de beca de maestría programación científica UBACyT 2004-2007.
2 Licenciada en Psicología (UBA). Ayudante de Trabajos Prácticos Psicología Institucional cátedra II (UBA). Becaria de Investigación Proyecto de Investigación UBACyT P001 (2004-2007) La práctica del psicólogo forense con menores judicializados por violencia familiar en el marco de la ley 24.417. Determinantes institucionales. Maestranda en Psicología Social Comunitaria (UBA).

Resumen
El abordaje del binomio violencia-infancia implica una reflexión crítica acerca de la existencia de una disociación entre la ley y los imaginarios instituidos en lo referente al tema. Las circunstancias que introducen a niñas, niños y adolescentes en la institución judicial, conllevan diferentes niveles de violencia coexistentes. La familia, los sistemas político-institucionales y socio-culturales, entre otros, confluyen en sostener la eficacia de un orden de producción de subjetividades sustentado en una modalidad binaria de inclusión-exclusión, la cual se reproduce en acto al interior de las instituciones y del sistema de judicialización. Dichos imaginarios atraviesan las prácticas profesionales del psicólogo forense así como también, la práctica del investigador. Se requiere una mirada reflexiva al interior de esta última al contemplar que el propio investigador es simultáneamente actor social dentro del conjunto que se ha convertido en objeto de su investigación.

Palabras clave:Violencia; Infancia; Imaginario Social; Implicación

Abstract
The boarding of the binomial violence-childhood implies a critical reflection about the existence of a dissosciation between the law and the imaginary ones instituted in the referring thing to the subject.The circumstances that introduce girls, boys and adolescents in the judicial institution, entail different coexisting levels of violence. The family, the political-institutional and sociocultural systems, among others, comes together in maintaining the effectiveness of an order of production of subjectivities sustained in a binary modality of inclusion-exclusion, which reproduces in act to the interior of the institutions and the judicial system.
Instituted imaginaries cross the professional practices of the forense psychologist as well as, the practice of the investigator. A reflective glance to the interior of this last one is required that the own investigator is simultaneously social actor within the set that has become object of its researcher.

Key words: Violence; Childhood; Social Imaginary; Implication

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La justicia de menores, sus alcances, su ámbito de actuación, sus contradicciones y sobre todo, su futuro, son un tema de permanente actualidad en nuestro país. Cantidad de eventos científicos y sociales: jornadas, congresos, así como artículos periodísticos, se ocupan hoy de este tema tratando de definir sus contornos en un momento en el que la crisis económica por un lado, y los profundos cambios operados en la estructura político-institucional por otro, han puesto en cuestión las bases ideológicas y legales en que se ha basado la actuación judicial respecto de la infancia hasta la fecha.
La promulgación de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y su inclusión dentro de la Constitución de la Nación implica la categoría de derechos fundamentales de las personas y determinadas garantías de todos, respecto a la actuación de la justicia. La instauración de las autonomías locales supone un nuevo reparto del poder político. El cambio opera generando una filosofía de trabajo interdisciplinario, pasando de una concepción benéfica a otra de servicio público. Las nuevas orienta-ciones en cuanto a la inserción de la infancia en la vida social, han puesto en crisis viejos esquemas paternalistas y segregantes. Todos estos fenómenos se entrecruzan y se superponen unos a otros, creando un marco de reflexión y de actuación radicalmente distinto al de hace pocos años, que sitúa a todos los profesionales - abogados, psicólogos, trabajadores sociales y otros operadores- que intervienen en el entrecruzamiento de los fenómenos de violencia e infancia frente a nuevos interrogantes, nuevas perspectivas y nuevos retos. Pero aún se podría incorporar otra cuestión: ¿Cómo operar en un contexto de relaciones sociales violentas, en donde los derechos y obligaciones de un gran porcentaje de la población están vulnerados?
El estudio del binomio violencia-infancia pone de mani-fiesto diversas formas de expresión de un conjunto que no ha tenido, por no haber recibido, condiciones que favorecieran su desarrollo bio-psico-social. Dicho desarrollo se concentra en situaciones de carácter iatrogénico como ser: desarraigo y/o migración familiar, des-estructuración familiar y/o abandono, estigmatización, discriminación y diferentes situaciones de riesgo tales como drogadicción, embarazo adolescente, violencia familiar, etc.
Este trabajo intenta brindar un aporte a la reflexión crítica sobre algunos de estos temas. Invita al intercambio y a un diálogo que debería permitir una aproximación entre discursos que hoy se producen en ámbitos estancos ocasionando disfunciones importantes en desmedro del bienestar superior del niño.
En función de lo expuesto, desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, se ha conformado un equipo interdisciplinario de investigación compuesto por psicólogos, abogados y comunicadores sociales, a fin de indagar las determinantes institucionales de la práctica de la psicología jurídica, en el marco de la ley 24.417 sobre protección contra la violencia familiar. Dicha práctica es el producto de una serie de atravesamientos paradigmáticos, simbólico-imaginarios e institucionales, sobre los que es necesario realizar un análisis crítico.

INSTITUIDOS
Al abordar la temática de violencia e infancia resulta fundamental señalar que desde una perspectiva histórico-social, es posible sostener la existencia de una disociación entre la ley y los imaginarios instituidos en lo referente al tema. Es decir que, ciertos imaginarios sociales no se verían cuestionados, aún frente a la existencia de una legislación que intenta desterrarlos, pudiéndose sostener que se establece un predominio de los usos y las cos-tumbres sobre la ley escrita en el abordaje e intervención con la infancia. Así, la violencia - simbólica-imaginaria y real- vía institucionalización de niñas, niños y adolescentes, en tanto víctimas o victimarios, parece ser la única opción frente a la violencia. Téngase en cuenta, además, la coexistencia de dos normas jurídicas, que regulando la misma materia, resultan de naturaleza antagónica. Por un lado, la Convención y por el otro, las viejas leyes de menores basadas en la doctrina de la situación irregular. La inercia político-cultural ha determinado que, en el plano judicial, se continúe con la aplicación de las viejas leyes de menores, al tiempo que la aplicación de la Convención se convierte en un hecho inusual resultado de un complejo proceso socio-político-institucional. Ejemplo de lo expuesto son las palabras de Emilio García Méndez ¿Será casual que la Argentina ostente el triste record de poseer al mismo tiempo la legislación más antigua y atrasada de la región para los menores de 16 años (la ley Agote de 1919), la institucionalidad más inútil y perversa (un Consejo Nacional del Menor que gasta más del 80 por ciento de su presupuesto en Buenos Aires, la provincia más rica del país) y el sistema más brutal de América Latina para los menores de 18 y mayores de 16 (único país de la región con sentencias de reclusión perpetua a menores de edad)? Además, es probable que mientras estas líneas se escriben, el Parlamento apruebe una ley de 'protección' que, invocando los derechos de la infancia, repropone la discrecionalidad que los niega. Una inútil ley que de aprobarse sólo tendrá la efímera legitimidad de lo nuevo.1

VIOLENCIAS
Al analizar el binomio violencia-infancia, se distinguen diferentes niveles de violencia coexistentes. En el campo simbólico-imaginario, el uso de ciertos términos implica el ejercicio de cierta forma de violencia, así la categoría menor, es utilizada indiscriminadamente para referirse sin distinción a niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de calle, con necesidades sociales insatisfechas, abandonados, pobres, trabajadores o en conflicto con la ley, a partir de su inclusión en la categoría abandono o peligro moral y material. Por otro lado, aquella vivenciada efectivamente en el seno de la institución familia, que se produce y/o reproduce con relación al contexto social, es decir, la violencia social como modalidad cultural destinada a obtener el control y la dominación sobre los actores sociales. En último término, la violencia que implica la institucionalización.
Los sistemas políticos-institucionales, las estructuras socio-culturales, las organizaciones religiosas y las familias, entre otros, confluyen en sostener la eficacia de un orden de producción de subjetividades sustentado en una modalidad binaria de inclusión-exclusión las cuales posicionan a los sujetos como vencedores-vencidos, poseedores-desposeídos, víctimas-victimarios. Resulta pertinente señalar, que dicha modalidad binaria también se hace presente al interior de las instituciones y del sistema de judicialización.

INSTITUCIONALIZACIÓN
La infancia judicializada, en tanto victimas y/o victimarios, como dos caras de una misma moneda, ha sido antes, y posiblemente lo será después, chicos en situación de calle. La calle, en tanto espacio familiar, es el ámbito donde se desarrolla una cosmovisión del mundo asentada en prácticas y estrategias de supervivencia contrarias al orden social establecido, aunque simultánea y paradójicamente, necesaria pasa el sostenimiento del mismo.
La situación de riesgo moral y/o material que implica la calle, en tanto espacio expuesto a todo tipo de violencia, se caracteriza por ser normal y cotidiana y convierte a los niños, niñas y adolescentes en actores vulnerables a la intervención del aparato estatal donde la protección se materializa en la institucionalización.
Con relación a los espacios de institucionalización cabe señalar que la modalidad de funcionamiento de los mismos provoca efectos, como huellas imborrables, en la subjetividad de quienes las transitan. Bastará recorrer las obras de Goffman y Foucault para apreciar que estas instituciones llamadas totales ...tornan imposibles las relaciones de seguridad (...) y confianza entre los individuos. Ellas comprimen las interacciones sociales ajustándolas a un molde necesitado de formas de comportamiento que despiertan la sospecha, la envidia, la rivalidad hostil, la ansiedad, y frenan las relaciones sociales, indiferentes a lo que sería el bien común...2
Resulta fundamental en el abordaje histórico-social de la temática, producir una comprensión no prejuiciosa de las problemáticas vinculadas a la violencia, la infancia y el concomitante control social. La consecuencia práctica de ignorar la historia ha provocado, 'históricamente', repeticiones que han operado a favor de la injusticia, del no derecho y desde allí se ha proyectado un futuro, un porvenir signado por idénticas características.
La infancia ha sido durante siglos un objeto pasivo de las intervenciones de protección-represión de los adultos. Philippe Ariès ha fundamentado que la historia de la infancia es la historia de su control. En otras palabras, es posible reconstruir la historia de la infancia concen-trándose en el estudio de los mecanismos punitivo-asistenciales que la inventan, modelan y reproducen. En esta línea el entrecruzamiento entre justicia-educación-medicalización resulta determinante y excluyente. Sería sorprendente que algún niño, niña o adolescente inserto en un régimen de instituciones totales, pudiera apropiarse de unos hábitos de sociabilidad3 que le posibilitaran una reinserción social, ya que es la misma sociedad la que produce actores sociales que necesariamente serán excluidos del sistema con un fin ejemplificador. El estigma social que estos niños y jóvenes portan, al igual que los locos, los deja por fuera de dicho ordenamiento y sin posibilidad de reinserción ya que los locos, las prostitutas y los delincuentes... [las familias de estos niños] son los síntomas de una sociedad perturbada, y las instituciones son los instrumentos utilizados para reprimirlos y segregarlos4. La actual demanda social sobre la disminución de la edad de imputabilidad -de carácter firmemente represivo-, así como el incremento de los porcentajes de niñas, niños y adolescentes que viven en instituciones, es ejemplo de lo expuesto. Al respecto cabe reflexionar acerca de la perversidad del sistema que al mismo tiempo que produce los conjuntos sociales enunciados luego los reprime, sin encarar seriamente el análisis y la modificación de las condiciones socioe-conómicas y culturales que los sobredeterminan.
En la historia de la infancia, la familia y la escuela, como instancias de reproducción del orden político-económico hegemónico, han cumplido un papel fundamental, a partir del despliegue de modalidades vinculares y/o políticas educativas firmemente ancladas en las mencionadas categorías binarias. En función de lo dicho, las diferencias que se establecen al interior de la categoría infancia entre aquellos que tienen acceso a la familia - tradicional y cristiana- y a la escuela, y los que no, resulta estigmatizante. La creciente violencia urbana, cuyas representaciones se vinculan con la criminalidad de los chicos en situación de calle, la relación entre éstos y la pobreza-delincuencia, da lugar a un imaginario colectivo que incide en las emociones, pensamientos y acciones de la comunidad en general y de los profesionales y operadores de la justicia en particular. Dicha construcción, desde la perspectiva de la teoría del estigma, explica los atributos de peligrosidad y de violencia latente que generan la infancia y adolescencia de sectores populares caracterizados como de riesgo. La persona que tiene un estigma no es totalmente humana5, a partir de lo cual la exclusión queda justificada, y efectivamente limitada la posibilidad de estas niñas, niños y adolescentes a un desarrollo integral. En dicho devenir estos niños, niñas y adolescentes se transformarán en menores y para ellos será menester la construcción de una instancia específica de control y socialización, la cual opera, al menos hoy, bajo la égida de los principios de la doctrina de la situación irregular.

CRIMINALIZACIÓN DE LA POBREZA E IMAGINARIOS SOCIALES
Se ha identificado como en diferentes países de Latino-américa (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Perú, Uruguay y Venezuela), los menores que transitan los tribunales pertenecen a un sector socio-económico muy carenciado, que es criminalizado en forma temprana y que en un alto porcentaje, continuará siendo criminalizado luego de su mayoría de edad. En el 75% de los casos los tribunales de menores, reciben a un adolescente de sexo masculino, con algo más de cuatro años de retraso escolar, residente primordialmente en zonas de vivienda de escasos recursos o en situación de calle, el cual tiene un trabajo precario, o ni siquiera lo tiene, y en esos casos especialmente, obtiene dinero por medio de actividades ilícitas. Con el producto de su actividad contribuye al sostenimiento de su núcleo familiar o de pertenencia. En dicho núcleo el padre, si es que forma parte del mismo, se encuentra subempleado o desempleado; la madre es empleada doméstica o ejerce otra actividad de baja calificación tal como la venta callejera o la prostitución, y al igual que el padre en la mayoría de los casos está subempleada o, con menor frecuencia, desempleada (García Méndez, 2004)
Lo anteriormente expuesto, se cristaliza en significaciones colectivas, imaginarios sociales, que operan como determinantes de los sentimientos, acciones y pensamientos de la comunidad en general, y en tanto constituyen una norma universal, tienden a la permanencia. Cada agrupamiento humano reproduce las significaciones sociales que lo atraviesan, no pudiendo en ocasiones propiciar una resignificación de las mismas. La existencia del hombre, en tanto producto y productor social, se sostiene en un movimiento dialéctico ininterrumpido, y los imaginarios cobran en esa dialéctica el valor de lo universal, es decir que operan socialmente con la fuerza de una ley en la que se sostienen y justifican las acciones de los actores sociales.
Los imaginarios producen y reproducen condiciones políticas que generan y sostienen la necesidad de una cuadrícula del mundo a partir de una lógica inclusiva- exclusiva, como la que se ha presentado en apartados anteriores. Así las diferentes culturas generan toda una serie de enunciados que sostienen diversos aspectos -discursivos, interaccionales, comunicacionales- productores de sentimientos de pertenencia. Dichas narraciones colectivas no atienden a la verdad o falsedad de sus contenidos, sino a la lógica interna del imaginario sociocultural dominante que las estructura.
Las significaciones imaginarias, como toda producción de sentido, son el resultado de un entramado de deter-minaciones: sociales, antropológicas, psíquicas, jurídicas y económicas, entre otras. Entender los complejos procedimientos que constituyen una cierta manera de ser social, una cierta forma de existencia, requiere trabajar la producción de subjetividad propia de cada dispositivo social específico, con el conjunto de prácticas que lo constituyen, que modelarán a los sujetos que lo sostienen y reproducen.6
Estas reflexiones refieren necesariamente a la raíz de una profunda problemática social: la circulación y moda-lidad del ejercicio del poder. La internalización de los imaginarios que implican la cristalización de la pobreza y las violencias concomitantes, dan cuenta de la eficacia de los mismos. La internalización, en tanto componente fundamental en el proceso de socialización, constituye la base para la comprensión de los otros, la aprehensión del mundo en tanto realidad significativa y social, así como también la definición recíproca de los actores sociales.
Los procesos de socialización, siguiendo los postulados de Berger y Luckman, refieren a una distinción entre lo que corresponde a la socialización primaria y a la secun-daria. La primera se realiza al interior de la institución familia donde se aprenden las pautas y normas necesarias para la convivencia. Así, el niño, por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad.7 La socialización secundaria esta constituida por todo proceso posterior, como por ejemplo la escolarización, que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad.8 La socialización secundaria implica la internalización de submundos basados en otras instituciones, y su alcance se determina por la división social del trabajo y la distribución del conocimiento. Estos submundos internalizados en la socialización secundaria son realidades parciales que pueden o no contrastar con el mundo de base adquirido en la socialización primaria. Son, igualmente, realidades coherentes, normativas, afectivas y cognoscitivas que requieren la adquisición de vocablos específicos y de roles, es decir, la internalización de campos semánticos que estructuran interpretaciones y comportamientos de rutina dentro de un área institucional.
En tal sentido, cabe la interrogación, desde una pers-pectiva crítica, acerca del papel que juegan estos imaginarios en las intervenciones específicas de los profesionales en lo relativo a la conjunción violencia-infancia. En la misma línea de reflexión, ocupa un papel determinante indagar sobre los modos en que los mismosintervienen en la práctica de la investigación acerca de estas temáticas, contemplando que el propio investigador es simultáneamente actor social dentro del mismo con-junto que se ha convertido en objeto de investigación.

IMPLICACIÓN E INVESTIGACIÓN
Cuestionar, sacudir e intentar derribar lo instituido - imaginarios- se halla en el fundamento de la teoría lourauniana. Exponerse y exponer, interrogarse e interrogar, implicarse e implicar, he allí la propuesta. De lo que se trataría sería de desnudar las contradicciones, empezando por las propias, las del investigador.
Analizar los fenómenos de implicación, necesariamente, lleva al que investiga a revisar las anotaciones al margen, extra-texto -como Lourau lo llamaría-, vía regia para una hermenéutica de lo institucional. El extra-texto, especialmente, refiere a diversos momentos de un itinerario personal, autobiográfico, intra e intersubjetivo que determina el compromiso, la participación, la motivación y las investiduras afectivas ligadas al proceso y objeto de la investigación. La subjetividad del inves-tigador atraviesa de un modo u otro todo ese proceso, de allí la necesidad de recurrir a una metodología reflexiva multidimensional (Campbell, D. & Stanley, J., 1973).
En este sentido, resulta relevante y pertinente el concepto de implicación propuesto por René Lourau. La implicación debe ser analizada individual y colectivamente, análisis progresivo-regresivo, que demanda una historización a fin de hacer visible una especie de hipertexto invisible.9
Analizar la implicación es develar la relación de comple-mentariedad entre el texto y el extra-texto, la cual indefectiblemente ha determinado la relación con el mandato social (Lourau, R., 1989). La entrada, desarrollo y permanencia en la ciudadela científica condicionan el proceso de investigación y puede ser que no se vea sino lo que se quiere ver o, lo que se deba ver.
La internalización de las normas e imaginarios instituidos determinan los procedimientos de recolección y análisis de datos. El punto es reflexionar críticamente acerca de la intimidad de las relaciones sociales que determinaron la posición adoptada, la elección del paradigma, la elección del objeto de estudio y la relación con la institución patrocinante y con la institución de la investigación. Hay que considerar, pues, al diario íntimo [extra-texto] no como un espejo de la verdad de las cosas, sino como la expresión del combate que hay que librar para sustraerse a la obsesión por la verdad10, verdad en tanto imaginarios instituidos que regulan, determinan y preexisten los intercambios sociales.
La técnica del diario institucional posibilita el análisis del involucramiento del investigador, la teoría de la implicación recupera y capitaliza el extra-texto, imaginarios, mitos y afectos del investigador, posibilitando resignificaciones más allá de las palabras de la tribu.11

NOTAS

1 García Méndez, E. & Belfo, M. (2004). Infancia, Ley y Democracia en América Latina. [Versión electrónica]

2 Kemberg, O. (1998). La evolución paranoica de las organizaciones. En R.Kaës (Comp.) Sufrimiento y psicopatología de los vínculos institucionales. Elementos de la práctica psicoanalítica en instituciones. Buenos Aires: Paidós, p. 91.

3 Foucault, M. (1991). Vigiliar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 241.

4 Bleger, J. (1996). Psicohigiene y psicología institucional. Buenos Aires: Centro de Estudiantes de Psicología, p. 91.

5 Goffman, E. (2003). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortú, p.14

6 Bozzolo, R. (1999, Junio) Los vínculos y la producción histórica de subjetividades. Ponencia presentada en la clase pública de oposición para el concurso de Profesor Titular de la Cátedra de Psicología Social Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires.

7 Berger, P. & Luckman, T. (1984). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortú, p.166.

8 Ibíd.

9 Lourau, R. (1989). El diario de investigación. México: Universidad de Guadalajara, p. 13.

10 Ibíd. p. 21

11 Lourau, R. (1996). Implicación y sobreimplicación. Buenos Aires: Centro de Estudiantes de Psicología.

 

Bibliografía
1. Berger, P. & Luckman, T. (1984). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortú         [ Links ].
2. Bleger, José (1996) Psicohigiene y psicología institucional, Buenos aires, Centro de Estudiantes de Psicología.         [ Links ]
3. Bozzolo, R. (1999, Junio) Los vínculos y la producción histórica de subjetividades. Ponencia presentada en la clase pública de oposición para el concurso de Profesor Titular de la Cátedra de Psicología Social Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires.         [ Links ]
4. Campbell, D. & Stanley, J. (1973) Diseños experimentales y cuasiexperimentales en la investigación social. Buenos Aires: Amorrortú         [ Links ].
5. Foucault, M. (1991). Vigiliar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI.         [ Links ]
6. García Méndez, E. & Belfo, M. (2004). Infancia, Ley y Democracia en América Latina. [Versión electrónica]
7.         [ Links ] García Méndez, E. & Carranza, E. (2004) El derecho de menores como derecho mayor.[Versión electrónica]
8.         [ Links ] Goffman, E. (2003). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortú         [ Links ].
9. Kemberg, O. (1998). La evolución paranoica de las organizaciones. En R.Kaës (Comp.) Sufrimiento y psicopatología de los vínculos institucionales. Elementos de la práctica psicoanalítica en instituciones. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]
10. Lourau, R. (1994). El análisis institucional. Buenos Aires: Amorrortú         [ Links ].
11. Lourau, R. (1989). El diario de investigación. México: Universidad de Guadalajara.         [ Links ]
12. Lourau, R. (1996). Implicación y sobreimplicación. Buenos Aires: Centro de Estudiantes de Psicología.         [ Links ]

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