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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.12  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2005

 

HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Novedad y relevancia en la historia del conocimiento psicológico.

Novelty and relevance in the history of psychological knowledge.

Talak, Ana María1 ; Scholten, Hernán2; Macchioli, Florencia3; Del Cueto, Julio4; Chayo, Teresa Yazmín5

1 Prof. de Filosofía, Psicología y Pedagogía. Lic. en Filosofía. Lic. en Psicología. Profesora Adjunta de la cátedra I de Historia de la Psicología (UBA). Directora del Proyecto UBACyT - Código P088 (2004-2007): "La construcción de objetos de conocimiento en el desarrollo de la psicología en Argentina". Programa de Estudios Históricos de la Psicología en la Argentina, Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA. Becaria del CONICET (1996-2000). Ha publicado numerosos artículos de historia de la psicología y epistemología en revistas especializadas, y ha participado en las siguientes obras colectivas: Historia de la vida privada en la Argentina, tomo II (dirigida por M. Madero y F. Devoto, 1999).
2 Lic. en Psicología (UBA) Docente e investigador de la cátedra I de Historia de la Psicología (UBA). Becario UBACyt (1998-2000). Publicación/es: Oscar Masotta y la fenomenología. Un problema en la historia del psicoanálisis, Buenos Aires, Atuel/Anáfora, 2001. Diseño y administración del sitio www.elseminario.com.ar. Participó en numerosos congresos sobre la especialidad.
3 Lic. en Psicología (UBA), Especialista en Psicoterapia Familiar (Universidad Maimónides), Doctoranda (Facultad de Psicología - UBA). Docente e investigadora de la cátedra I de Historia de la Psicología (UBA). Publicación/es: "Antecedentes de la Terapia Familiar en Argentina", Temas de Historia de la Psiquiatría Argentina, Nº 6, Verano 2003 . Participó en numerosos congresos sobre la especialidad.
4 Lic. en Psicología (UBA) Jefe de Trabajos Prácticos e investigador de la cátedra I de Historia de la Psicología (UBA). Publicación/es: "ideología, Psicología, psicoanálisis" en XI Anuario de Investigaciones, Secretaria de Investigaciones, Facultad de Psicología (UBA). Diseño y administración del sitio www.elseminario.com.ar. Participó en numerosos congresos sobre la especialidad.
5 Lic. en Cs. Químicas (UBA), Lic. en Psicología (UBA) Docente de la cátedra I de Historia de la Psicología (UBA). Estudios terciarios en la Primera Escuela Privada de Psicología Social. Consultora Institucional y Coordinadora de Grupos. Participó en numerosos congresos sobre la especialidad.

Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo analizar cómo algunos conocimientos de las disciplinas psi en Argentina hicieron visibles y volvieron relevantes algunas experiencias previas o fenómenos de carácter psicológico (saliencia) y a su vez, permitieron producir nuevas explicaciones y aplicaciones, favoreciendo así el logro de nuevos conocimientos (productividad). Se hará especial hincapié en la saliencia (cultural o epistémica) del niño, la conducta, el grupo y la familia como objetos de conocimiento o intervención profesional de las disciplinas psi en Argentina y se mostrarán algunas vinculaciones con su potencial para la novedad teórica y práctica (productividad).

Palabras Clave: Historia de la psicología; Saliencia; Productividad; Niño; Conducta; Grupo; Familia

Abstract
In this paper we examine how certain psy disciplines knowledges in Argentine made some previous psychological experiences or phenomena visible and relevant (salience), and how these knowledges produced new theoretical explanations and practical applications (productivity). This paper is focused on the cultural or epistemological salience of certain objects of knowledge or professional interventions: child, behavior, group and family. Besides, a few relations with their potential for theoretical novelty are showed (productivity).

Key words: History of psychology; Salience; Productivity; Child; Behavior; Group; Family.

En un trabajo anterior (Talak 2004) se ha realizado una reflexión acerca de un marco conceptual para una historia de los conocimientos psicológicos, basada en la tesis de que los objetos de conocimiento en psicología son históricos. Se propuso una historia que indagara fundamentalmente cómo se constituyen esos objetos en el ámbito de las disciplinas psi (1); qué relaciones se establecen entre estos "objetos científicos" de las disciplinas psi y la experiencia previa sobre ciertos fenómenos psicológicos; y cómo se van transformando esos objetos. En ese trabajo se revisaron cuatro abordajes diferentes que Lorraine Daston (2000) identificó en el estudio de la historicidad de diversos objetos científicos (los sueños, el yo, la cultura, la sociedad, la mortalidad, el valor económico, etc.): saliencia (salience), emergencia (emergence), productividad (productivity) e incrustación (embeddedness). En el presente trabajo abordaremos cómo ciertos conocimientos de las disciplinas psi en Argentina hicieron visibles y volvieron relevantes algunas experiencias previas o fenómenos de carácter psicológico (saliencia) y a su vez, permitieron producir nuevas explicaciones y aplicaciones, favoreciendo así el logro de nuevos conocimientos (productividad). Se hará especial hincapié en el primer abordaje (saliencia) y sólo se mostrarán algunas vinculaciones con el segundo (productividad). Los objetos de conocimiento elegidos (niño, conducta, grupo y familia) han sido estudiados en el marco de un proyecto de investigación de historia de la psicología, actualmente en curso (2).
El término saliencia alude a la visibilidad y relevancia científica y cultural que adquieren ciertos objetos en un momento dado, pero que recogen de alguna manera la experiencia fuera del ámbito académico. Los objetos de conocimiento en las disciplinas psi se refieren muchas veces a fenómenos que tienen una realidad innegable en la experiencia cotidiana. La indagación y la conceptualización académicas sin embargo los modifica de diversas maneras. La categorización científica muchas veces reúne fenómenos que en la experiencia cotidiana permanecen dispersos; los hace más "visibles", al posibilitar representar sus regularidades y mostrar las implicancias teóricas contenidas. La investigación histórica puede indagar cómo ciertos contenidos de la experiencia privada o colectiva llegan a convertirse en objetos de interés de los científicos y se transforman en objetos de conocimiento científico. Es necesario aquí estudiar también qué aspectos culturales, institucionales o epistémicos otorgan relevancia a ciertos problemas y temas, y hacen que ciertos objetos sean significativos. La visibilidad de los mismos, por lo tanto, depende tanto de condiciones de carácter cultural, pero también de dispositivos de investigación científica, que los hace más ordenados, estables y lo suficientemente interesantes y profundos como para ser objetos de investigaciones y explicaciones teóricas. Los objetos de conocimiento así constituidos no se crean de la nada, sino a partir de objetos previamente existentes. Sólo el estudio histórico permite mostrar en cada caso la importancia relativa de cada una de estas condiciones y el papel que juegan en la constitución del objeto científico.
La productividad se refiere a cómo los objetos científicos adquieren mayor estabilidad cuando los conocimientos sobre ellos permiten llegar a nuevos resultados, derivar implicaciones no sospechadas antes de su conceptualización, diseñar nuevas manipulaciones o intervenciones, formular explicaciones teóricamente fecundas, ampliar el ámbito de aplicaciones y plantear nuevos interrogantes. La valoración de un objeto científico pasa en este punto por su potencial para la sorpresa, para superar las expectativas vigentes en el pensamiento y en el trabajo científicos. De esta manera, los objetos suponen concatenaciones de representaciones, en general inestables, que se van modificando paulatina o bruscamente, y que pueden llegar a estabilizarse por un período. Su potencial para la novedad es un rasgo que puede contribuir en muchos casos a esa relativa estabilidad conceptual. Un aspecto central en la producción de conocimiento en las disciplinas psi ha sido, por un lado, los cruces disciplinares, no solo entre la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, sino también con otras disciplinas y prácticas profesionales, como la educación, la medicina, la criminología y las prácticas judiciales, la sociología, la antropología, entre otras. Además, el desarrollo de estas disciplinas y profesiones tiene lugar en sociedades históricas caracterizadas por producciones culturales, representaciones sociales y sistemas políticos y económicos, que mantienen relaciones de interdependencias con los saberes que en ellas se generan. Esta interdependencia no puede entenderse como relación deductiva ni como relación causal unidireccional. Abordar estos cruces disciplinares exige reconocer entonces que se trata de indagar cruces entre historias fundamentalmente heterogéneas y de diferente alcance, en cuanto a los actores sociales involucrados, a su impacto en la sociedad más amplia y a la dimensión temporal en la que están involucradas. Teniendo en cuenta esta disparidad, nos centraremos más específicamente en los cruces disciplinares desde una historia de la psicología que ilumine algunas interdependencias con otras disciplinas, saberes y prácticas profesionales, así como con la trama cultural más amplia.

El niño

En Argentina, durante la primera mitad del siglo XX, se desarrolló un estudio específicamente psicológico del niño, que se vinculó a diversas prácticas de intervención sobre la niñez y a tres campos disciplinares fundamentales: la educación, la criminología y la clínica psicopatológica. La medicina brindó un suelo de pensamiento presente de diferentes maneras en los tres campos mencionados, aunque su conexión más estrecha y explícita fue con los dos últimos.
En Argentina los discursos acerca de la infancia surgieron en relación con el desarrollo del sistema de educación pública a partir de la década de 1880. A partir de la obligatoriedad de la enseñanza primaria establecida por la Ley 1420, niños nativos e inmigrantes o hijos de inmigrantes participaron de un espacio común de inclusión social e hibridización cultural. En este período surgieron los primeros estudios psicológicos del niño -aún antes de la creación de los primeros cursos universitarios de psicología en 1896-, en el ámbito de la formación de maestros en la Escuelas Normales -la primera fundada en Paraná en 1869. La cultura pedagógica normalista, también llamada "normalismo", se caracterizó por promover el conocimiento científico del niño para planificar mejor la enseñanza y el aprendizaje.
Este interés por aplicar una pedagogía científica en el sistema público de enseñanza, focalizó la atención sobre los sujetos de aprendizaje. Así comenzó la definición del niño como objeto de conocimiento psicológico, en articulación con discursos educativos fundantes de la intervención estatal en el modelamiento de las nuevas generaciones y en la definición de la identidad nacional. La comprensión naturalista de los fenómenos humanos, disociada de los aspectos culturales y políticos, contribuyó a la constitución de un estudio psicológico del niño, que adscribió su desarrollo al orden de la naturaleza.
Los trabajos de Víctor Mercante y Rodolfo Senet en psicología del niño fundaron a la vez este campo de estudio en la Argentina y la "cientificidad" de estos objetos de conocimiento psicológico. El niño fue definido desde su lugar de alumno de la escuela primaria, por lo tanto, la psicología evolutiva fue fundamentalmente una "psicología del alumno". No se apuntaba al conocimiento del niño individual, sino a los "grupos" sobre los que se iba a intervenir pedagógicamente. Se buscaba determinar la "fórmula psicofísica" del niño argentino, para, desde esa base, programar mejor la intervención pedagógica "encauzando" su evolución, y desarrollar una "pedagogía argentina".
Los estudios estadísticos requerían la utilización de grandes cantidades de sujetos, para determinar medias y desvíos. Para esto era necesario salir del laboratorio de psicología experimental, en el cual se podían estudiar pocos sujetos y los investigadores requerían una formación específica más exigente para usar los aparatos del laboratorio. La escuela, el aula, se convirtieron en el nuevo laboratorio de la psicología evolutiva, y los maestros en los nuevos psicólogos infantiles. La psicología del niño se desarrolló en relación a una Psicopedagogía que abarcaba los conocimientos psicológicos que se desarrollaban a partir de problemas pedagógicos y didácticos.
La psicología evolutiva tomó entonces la orientación y sus criterios de investigación científica de las diversas prácticas vigentes de psicología experimental (psicofisiología, psicofísica, mediciones de tiempos de reacción, mediciones antropométricas) y del conocimiento de la evolución mental (que incluía el uso de "tests mentales"). Esta psicología evolutiva también se ocupó de las "anomalías" o "trastornos" del desarrollo evolutivo, en un primer momento no tanto en relación con intereses clínicos, sino más bien en relación con problemas educativos (la indisciplina, la educación de los "anormales") y criminológicos (delincuencia infantil). La delincuencia infantil y la indisciplina escolar eran vistas como desviaciones con respecto a la norma evolutiva; desviaciones que suponían una patología; norma que tomaba como natural la evolución adaptada dentro del medio escolar.
Dentro de una concepción evolucionista y de la tradición psicopatológica francesa, así como el desarrollo "normal" suponía un tipo de evolución dirigida orgánicamente, que el medio no hacía sino favorecer, el desarrollo "anormal" suponía una involución o degeneración, cuya etiología quedaba confusamente determinada, como tara hereditaria, proveniente de la sífilis, las psicopatías y el alcoholismo de los padres, o bien por haber sufrido en su primera infancia trastornos cerebrales debidos a traumatismos, afecciones febriles, infecciosas, fuertes impresiones nerviosas, etc. (Picado 1907: 520). Una de las razones más importantes que justificaba el tratamiento y la asistencia de los anormales, era el peligro de su reproducción. Se observa un tipo de "peligrosidad" contra la especie, al poder ser un factor de la propagación de la anormalidad, de la degeneración. Realizar una intervención adecuada sobre la anormalidad infantil se veía como una cuestión de profilaxis, en doble sentido. Por un lado, se buscaba proteger a los niños normales de la influencia negativa que podrían ejercer los niños anormales en una clase común. Por el otro, se buscaba proteger a los mismos niños anormales y a la sociedad, ya que se sostenía que los niños deficientes podían ser iniciados más fácilmente en el delito. Se ha mostrado ya en otros trabajos (Ríos y Talak 2002, Caimari 2004) que el problema de la delincuencia en general, y de la delincuencia infantil era abordado en estas primeras décadas del siglo XX fundamentalmente como un problema de psicopatología.
Junto a la pedagogía normalista, se desarrollaron ya desde las primeras décadas del siglo XX, políticas de minoridad destinadas a "proteger" a los niños carenciados, marginados ("vagos, mendigos, delincuentes"). No obstante, para cuidar a estos menores abandonados, se los segregó del sistema de educación pública, y se los colocó en instituciones como orfanatos o institutos de menores, en donde circularon otros saberes y otras representaciones, apoyados en una concepción psicológica naturalista del niño que obstaculizaba el abordaje del fenómeno como un problema de índole político-cultural.
Si bien, como ya se señaló, en las primeras décadas del siglo XX en Argentina los problemas de anormalidad infantil se plantearon en torno a cuestiones de aprendizaje (déficit intelectual) y a cuestiones de indisciplina (asociada a patologías del carácter o afectivas), a partir de la década de 1920, comenzó a instituirse un espacio nuevo: el de la psiquiatría infantil, que se vinculó a intervenciones clínicas de diferentes tipos, combinadas muchas veces con orientaciones pedagógicas al niño y a los padres (Borinsky y Talak, 2004). Es importante destacar aquí tanto las concepciones como la labor institucional de diversos autores: Lanfranco Ciampi, en la cátedra de Psiquiatría Infantil de Rosario (creada en 1923 ), en la Liga Argentina de Higiene Mental de Rosario (a partir de 1930, y en la Escuela de niños retardados, fundada en 1927; Telma Reca, en la Sección de Higiene Mental Infantil del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, luego convertido en un Centro en 1941, y finalmente en el Departamento de Psicología y Psicopatología Infantil en 1958; Carolina Tobar García, quien trabajó con nociones ligadas a la biotipología y a la eugenesia, intentando establecer, desde el campo médico, indicadores clínicos psiquiátricos para la detección y clasificación del déficit infantil, a través de una tipificación del rendimiento escolar esperable. Trató de trasladar a la Argentina el modelo de abordaje de los desórdenes mentales en niños que había aprendido en Estados Unidos (Tobar García, 1933). Para estudiar la génesis de los problemas de comportamiento del niño en el aula, utiliza criterios de psicología pedagógica para lograr una intervención de carácter institucional. Pero el trabajo de observación es fundamentalmente clínico médico y psiquiátrico.
La introducción del psicoanálisis en la clínica de niños durante la década de 1940, puso en primer lugar a la noción de conflicto afectivo: los problemas de aprendizaje y los de indisciplina dejaron de ser problemas en sí mismos para convertirse en "síntomas" de un desorden que se ubicaba en otro lugar, ya no en la esfera intelectual ni en el de la conducta sino en un terreno más "profundo" que determinaría tanto el aprendizaje como el comportamiento (Borinsky y Talak, 2004).
Brevemente hemos destacado algunas condiciones culturales y epistémicas que contribuyeron a la constitución del niño como objeto de interés de los profesionales de las disciplinas psi. Este doble aspecto de la relevancia cultural y epistémica que adquirió el niño, explica en parte también la producción teórica, institucional y de intervenciones pedagógicas y clínicas que se desarrollaron en la primera mitad del siglo XX a partir del estudio psicológico del niño.

La conducta

Entendemos que la noción de conducta adquirió visibilidad epistémica específica en Argentina recién a principios de la década del sesenta, con la publicación de Psicología de la conducta de José Bleger.
Esto no significa que no había sido utilizada por figuras locales con anterioridad. De hecho, ya hacia mediados de la década de 1930, Enrique Pichon-Rivière parece haber esbozado una definición de conducta que se aproximaba notoriamente a la que con posterioridad formuló el psicoanalista francés Daniel Lagache (Fabris, 1999). El mismo Pichón-Rivière, en un curso de 1956 publicado casi treinta años después bajo el título Teoría del vínculo, estableció una estrecha ligazón entre el concepto de situación y el concepto de conducta: el primero aludiría al medio como agente modificador mientras que el segundo ubicaría a la personalidad en el lugar de agente. Esta relación le permitió eludir la clásica dicotomía individuo-sociedad.
Pese a esta temprana aparición en el ámbito psi argentino, el término conducta recién adquirió relevancia y notoriedad cuando fue utilizado para legitimar y circunscribir el objeto y el campo de operancia de la psicología, cuya carrera universitaria había sido creada tardíamente, hacia mediados de la década del cincuenta.
El libro de Bleger fue pensado como un material de estudio introductorio para los futuros psicólogos, y será durante muchos años un referente teórico fundamental -al menos a nivel discursivo- de la producción de conocimiento psicológico en Argentina.
En 1959, Bleger se había hecho cargo de la cátedra "Introducción a la Psicología" en la Universidad de Buenos Aires a través de la cual se proponía otorgarle regularidad y coherencia a la dispersión reinante en el campo de la psicología a partir de lo que él mismo denominó una "dialéctica de la conducta". Según sostenía, las diferentes escuelas o corriente se habrían ocupado del mismo objeto, solo que lo habrían tomado fragmentaria o parcialmente, y de lo que se trataba entonces era de reunir esos fragmentos y partes en un todo que los integrara y superara. Esta apuesta se vio materializada poco tiempo después en su Psicología de la conducta.
El autor retomaba allí aquel proyecto de renovación de la psicología ideado por Politzer hacia fines de la década de 1920, aunque ahora sería una "psicología de la conducta" la que tomaría el relevo de la "psicología concreta" del filósofo franco-húngaro. En este sentido, Bleger señalaba la crisis en que se encontraba inmersa la psicología y hallaba una vía de superación a partir de la integración de las diferentes escuelas o corrientes. Es aquí donde se puede apreciar la novedad del proyecto blegeriano, dado que el uso que le daría al término conducta estaba, según sus propias palabras, "fuera de los límites de la escuela conductista o de alguna de sus variantes", aunque no por ello dejaba de resumir y recoger "las consecuencias, para la psicología, de la revuelta watsoniana (…) de la Gestalt y el psicoanálisis" (Bleger, 1963: 26).
La definición de conducta propuesta por Daniel Lagache -"conjunto de operaciones (fisiológicas, motrices, verbales, mentales) por las cuales un organismo en situación reduce las tensiones que lo motivan y realiza sus posibilidades" (Bleger, 1963: 26)- constituyó el punto de partida para esa empresa. Lejos de la tradición explícitamente biologicista de la behaviour norteamericana, la vertiente que se expresaba en la definición del psicoanalista francés no escapó sin embargo a ese sesgo naturalista. Sobre todo a partir de la importancia que le otorgaba a la relación organismo-medio.
Es esta ambigüedad la que Bleger se propuso superar. Para ello recurrió a las nociones de área (mente, cuerpo, mundo externo), campo (ambiental, psicológico, de la conciencia), ámbito (psicosocial, sociodinámico, institucional) y niveles de integración (físico-químico, biológico y psicológico-social) de la conducta para especificar, ampliar y completar la definición de Lagache, y planteó, al mismo tiempo, una concepción del hombre como ser concreto social e histórico. En este sentido, a Bleger le interesaba ubicar a la psicología en el marco más amplio de las ciencias sociales y humanas, dado que "el medio ambiente del ser humano es un ambiente social del que provienen los estímulos fundamentales para la organización de sus cualidades psicológicas" (Bleger, 1963: 22 )
Es justamente esta concepción de hombre, subyacente en la definición de conducta, la que le otorgó a la Psicología de Bleger una particular saliencia cultural. En efecto, la transformación de los criterios sobre salud y enfermedad que tuvieron lugar luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial introdujo modificaciones en el dispositivo terapéutico-institucional que serían acompañadas por una transformación de la visión psicopatológica, que privilegió la dimensión social de la patología y la correlativa acentuación del papel terapéutico de la "socialidad" (grupos y comunidades terapéuticos, psicodrama, etc.) (Vezzetti, 1995).
En este breve recorrido hemos podido observar como la saliencia de este objeto se produce por la confluencia de las nuevas concepciones sobre la salud mental y el tratamiento de las enfermedades mentales con los intentos de otorgar coherencia a un nuevo campo disciplinar, que la requería para legitimar sus pretensiones de intervención en el campo de las disciplinas psi. Mientras que la productividad puede ser ubicada en la noción de ámbito de la conducta, a partir de la cual queda planteada la posibilidad de intervenir promoviendo cambios sociales desde el espacio profesional, y es allí donde se puede ubicar una articulación con los trabajos blegerianos sobre el rol del psicólogo en términos de "agente de cambio" abocado a las tareas de prevención de las enfermedades y, por sobre todo, promotor de la salud mental.

El grupo

En nuestro país la implementación de las primeras prácticas grupales se realizó en la década de 1940 dentro del campo psiquiátrico-psicoanalítico, en el entonces hospicio de las Mercedes, hoy Hospital Municipal José T. Borda. Pero en esa década constituyeron experiencias relativamente aisladas, fue a partir de la década de 1950 que los grupos cobraron mayor interés como objeto de prácticas y conocimiento científico. Sin embargo pueden rastrearse hasta la década de 1930 la recepción de algunas ideas en el campo cultural y artístico que tornaron interesantes a los grupos, permitiéndoles adquirir los primeros niveles de saliencia, los que fueron creciendo hasta alcanzar un alto grado aproximadamente veinte años después.
Para poder comprender este proceso debemos atender a una red compleja de acontecimientos, algunos de los cuales tuvieron lugar en el contexto internacional mientras que otros que fueron desarrollándose en el ámbito local.
La palabra grupos posee varios significados (3), uno de ellos es masa o círculo, figura que representa una distribución democrática por estar todos sus miembros equidistantes del lugar central. Otra de sus acepciones, nudo, simboliza una de sus particularidades, la de atar o cohesionar a quienes lo integran. Si pensamos en tal sentido al objeto teórico, no ya al de la experiencia, podemos imaginarlo como un nudo de una extensa red en el que convergen múltiples historias, de las cuales sólo unas pocas serán resaltadas, aquellas que permitan dilucidar mejor por qué llegaron a convertirse en una práctica psicoterapéutica importante.
En el contexto internacional fue a lo largo del siglo XX que fueron dándose condiciones históricas, políticas y económicas que transformaron las relaciones sociales y posibilitaron que el grupo se constituya en objeto de estudio y prácticas científicas en Europa y especialmente en EE. UU. Los factores para que ello ocurra han sido numerosos y algunos bien estudiados y, si bien no vamos a detenernos sobre este punto, no puedo dejar de resaltar la importancia de las dos guerras mundiales, que con su curso y recurso de la historia, pusieron en el centro la cuestión de la organización, cohesión y movilización colectivas, imprescindibles para lograr el éxito de dichos emprendimientos. Y esto en un doble sentido, tanto atendiendo a fenómenos de masa, los que venían siendo estudiados desde el siglo anterior, como los que atañen a los conjuntos restringidos de personas. Y en este sentido gobiernos, estrategas, artistas, científicos de todo tipo tuvieron que reflexionar sobre ellos.
Gran parte de la organización del ejército ha consistido en la división de un conjunto de personas en subunidades menores con funciones y tareas determinadas. Recortándose y delimitándose de un conjunto mayor los grupos, los que se hicieron visibles como objeto de conocimientos. El saber sobre los mismos y sobre todo su uso tecnológico se convirtieron en un saber estratégico, que fueron aplicados tanto al ejército como a la población civil.
En tal sentido EE.UU. fue quien produjo los mayores desarrollos y, en el período anterior a su ingreso en la segunda guerra, promovió un sin número de prácticas e investigaciones sobre los grupos humanos.
Si ponemos el foco en el campo de la salud, la guerra generó la firme convicción que las condiciones ambientales y sociales son generadoras de patología pero también y como contrapartida que el grupo puede ser terapéutico. Es así que al finalizar el conflicto bélico, y con un elevado número de soldados enfermos, se empleó como estrategia psicoterapéutica al grupo. Es en Inglaterra, dentro del ejército, que Wilfred Bion desarrolla una de las más sólidas teorías sobre psicoterapia de grupos.
En nuestro país repercutía desde luego lo que ocurría en el resto del mundo pero además se sumaban las transformaciones políticas, sociales y económicas en el llamado proceso de industrialización.
Vezzetti (1998) traza un camino de investigación fecundo, porque es justamente en los terrenos linderos del psicoanálisis y las ciencias sociales donde podemos ubicar dos de los más sólidos pilares de la construcción del objeto grupo en Argentina, ya que al mismo debemos pensarlo como un campo de límites difusos disputado tanto por la sociología como por las disciplinas psi.
Vezzetti señala que la visión que Gino Germani construía sobre la sociedad argentina en la década de 1950 era la de una sociedad en transición, de la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Cambio que no se agotaba solamente en el movimiento migratorio del campo a la ciudad sino que implicaba una transformación fundamental hacia una nueva sociedad. Este pasaje que implicaba la coexistencia de dos culturas - una más retrasada, la del mundo rural, con otra más moderna, la del mundo urbano- generaba, según Germani, un inevitable desequilibrio y sus miembros se enfrentaban a la exigencia de novedosos procesos de "individuación".
Estos procesos de individuación permitieron por un lado la desligazón de un conjunto social que había perma-necido antaño estable, ya que las relaciones sociales perduraban sin sufrir modificaciones importantes toda la vida de un ser humano. Y en especial esto implicó modificación de lazos familiares sea por alejamiento o ruptura de los mismos. Pero, al mismo tiempo, esas personas desligadas en lo que Germani denominaba procesos de "individuación", al ingresar en los nuevos centros industriales localizados en Bs. As., se tuvieron que encontrar y reunir con otros que les eran totalmente desconocidos.
Se podría trazar un paralelo con el proceso de modernización europea ya que, de acuerdo con Anzieu (1971) es en el siglo XVIII donde aparecen nuevos términos lingüísticos que antes no eran requeridos, tales como el vocablo reunión (re-unión). Mientras que la palabra grupo aparece en Italia en el siglo XVII como una expresión técnica dentro de las bellas artes para designar una obra pictórica o escultórica que para apreciarse debía observarse en conjunto, es en el siglo XVIII que el mismo significa una reunión de personas.
Puede decirse entonces, en términos foucaultianos, que se trata de los efectos de una misma operación que al mismo tiempo que forma individuos, los reagrupa como elementos en nuevos conjuntos y subconjuntos. De los cuales el conjunto universal es la sociedad, y no es de manera casual se va constituyendo por aquella época en objeto de estudio.
No sorprende entonces que en la década de 1950 en Argentina la sociología cobre un creciente auge llegando a constituirse en carrera universitaria, y que los grupos se constituyan en objetos de estudio y praxis. El cambio en las relaciones sociales y, entre ellos, las transformaciones en la institución familia posibilitaron un pasaje de fondo a figura, tornándola palpable y provocando análisis tanto de tipo sociológico como psicoanalítico.
Por otro lado, también nos permite pensar y comprender una de las particularidades argentinas: la emergencia casi simultánea de los grupos y los grupos familiares en el país. En sus inicios, terapeutas familiares como Sluzki realizaron un intercambio de ideas simétrico con investigadores de EE.UU de la talla de Bateson (Macchioli, 2004) (4).
Fue el Dr. Enrique Pichon Rivière quien implementó las primeras prácticas grupales en el hospicio de la Mercedes, en el Servicio de Adolescentes. De modo más informal había organizado, a mediados de la década de 1930 en el Asilo de Torres, equipos de fútbol entre pacientes internados con diagnóstico de oligofrenia. Más allá de que los propios grupalistas se encargaron de construir su mito de origen situando un punto de partida preciso para las prácticas grupales y de adjudicarles una paternidad, dicha emergencia hay que ponerla en relación con su contexto. Pichon Riviére por aquella época frecuentaba círculos de intelectuales ligados al campo artístico y adhería a las ideas del surrealismo. Es precisamente a principios de la década de 1930 que muchos artistas argentinos habían viajado a Europa y se contactaron con los protagonistas del movimiento surrealista, quienes a su regreso contribuyeron a difundir sus ideas en el país. El diario Crítica era por aquel entonces punto de reunión de algunos intelectuales y permitió el encuentro de Pichon Riviére con Aldo Pellegrini. Este último fue quien convocó el primer círculo de escritores surrealistas del país, él mismo dice: "Todos formamos una especie de fraternidad surrealista, la que realizaba experiencias de escritura automática. La actividad de este grupo, totalmente desvinculado de las corrientes literarias de entonces, (sólo estimábamos a Oliverio Girondo y a Macedonio Fernández), culminó con la publicación de los dos números de la revista Qué" (5) (Pellegrini, 1967: 111 ) Años más tarde, en 1947 Pichon Rivière y Aldo Pellegrini fundarán la revista surrealista Ciclo, la cual, como su predecesora, publicará sólo dos números.Es así que puede pensarse que la recepción del surrealismo en Argentina permitió forjar la idea del grupo como lugar de creación colectiva. Anticipando en el plano cultural la emergencia en la década siguiente de las prácticas grupales en el ámbito psi.

La familia

Para la construcción del objeto familia dentro del campo "psi" necesitamos, antes que nada, remitirnos a la época en que se torna relevante la constitución de este saber. El escenario, ya destacado, de un período de postguerra generó cambios en todas las esferas: culturales, sociales, políticas, económicas, y por supuesto, familiares. Para la década de 1960 ya se ubicaba claramente una tensión entre los modelos tradicionales de familia y las tendencias más innovadoras, los movimientos feministas y los movimientos contraculturales. En Argentina, además de las oleadas inmigratorias europeas en las décadas anteriores, se sumó una inmigración interna hacia Buenos Aires concentrada en los cordones industriales que se ubicaron alrededor de la Capital. Durante la década de 1960 y principios de los setenta, hubo un auge de la construcción de las propiedades horizontales, y un gran crecimiento en vertical en las ciudades donde comenzaron a reducirse al mínimo los espacios familiares. A esto se sumó la difusión masiva de electrodomésticos y la simplificación de tareas dentro del hogar (Torrado, 2003: 394). La mujer comenzaba a tener mayor inserción laboral, profesional y política, además de una autorre-gulación de la fecundidad a partir de las píldoras anticonceptivas. Y a la par de estos movimientos, se puede agregar la irrupción de los jóvenes en la actividad social que generó, junto con las características ya mencionadas, importantes cambios a nivel familiar (Carpintero; Vainer, 2004: 59). En esta mixtura de factores, a la par de las modificaciones en los roles y configuración familiar, iban conformándose ciertos núcleos de problemas alrededor de la familia, que a partir de fines de la década de 1950 pudo comenzar a interpretarse de otra manera desde las disciplinas "psi". La conformación del objeto familia, va necesariamente de la mano en Argentina de la configuración del objeto grupo. Antes de su constitución, los objetos emergentes eran el "niño", la "madre", la "díada madre-hijo" o los "padres". Su primera aparición comenzó en la década de 1940 a partir del trabajo de Enrique Pichon-Rivière en el Hospicio de las Mercedes. Allí creó la técnica de los grupos operativos y en su trabajo con las urgencias psiquiátricas, observaba de que manera llegaba el paciente en relación a su familia como un dato significativo para su pronóstico (ausencia o presencia, roles adjudicados, culpas, crisis familiares anteriores, conducta del paciente y sus intercambios con la familia). Asimismo, le dio relevancia a las problemáticas generadas por la inmigración, observando durante su trabajo en el hospicio que la mayor parte de la población allí atendida eran inmigrantes del interior del país pertenecientes a la clase baja. Sostenía que tanto el desmembramiento del grupo familiar, así como del lugar de origen del que provenían, dejaba sin protección social al individuo quién quedaba de este modo debilitado y por lo tanto, presa fácil de la enfermedad mental. Actuaría de este modo el grupo familiar como una barrera de contención frente a la sociopatía, hipótesis pichoniana menos conocida que la popularizada idea del enfermo mental como portavoz del grupo familiar.
De esta manera, el clima de época permite la saliencia de un pensable, la emergencia de un objeto conocido desde hace siglos, pero desconocido en cuanto a sus efectos patógenos. Comienza a constituirse la figura del grupo familiar como generador de la enfermedad mental individual. La familia se constituirá como un problema que desde sus orígenes irá produciendo diversos saberes.
Si realizamos una historización de este objeto de conocimiento e intervención dentro del campo de la salud mental, podemos observar que se constituyó primero desde la dicotomía "familia" y "enfermedad mental", para pasar luego a integrarse ambos términos en la "psicoterapia del grupo familiar", llamada posteriormente "terapéutica del grupo familiar" y finalmente "terapia familiar". En este deslizamiento podemos observar la articulación entre saliencia y productividad. La primera categoría se observa en la emergencia de toda una red de objetos de teorización e intervención alrededor del objeto familia. La segunda, en la productividad de cada uno de ellos, que permitió el deslizamiento hacía la saliencia de otros nuevos objetos. En sus inicios supone una oposición entre la familia y el individuo. Posteriormente pasa a entenderse la familia como unidad, aplicándose a la familia los mismos criterios que al individuo. Más adelante puede recién constituirse un conocimiento original de los fenómenos familiares y se sistematizan a partir de la complejidad que ofrece su abordaje diferentes teorías y prácticas, fenómeno que nuevamente resalta la productividad del objeto.
La saliencia también se observa en la amalgama teórica que comienza a conjugarse alrededor de este objeto desde la predominancia local del kleinismo, la recepción de la teoría del campo de Kurt Lewin y de la psicología social norteamericana de George Mead, y al que se le agrega durante los setenta, la teoría de la comunicación (6) propuesta por la escuela de Palo Alto. Esta confluencia genera nuevos abordajes clínicos y teóricos, en principio aplicados con éxito a la psicosis y más especialmente a la esquizofrenia, a partir de la productividad central de uno de los conceptos tomados por la teoría de la comunicación: el "doble vínculo" (7).
La productividad del objeto familia se observa claramente a partir de 1965, donde se intensifica la realidad de este objeto. Durante ese año se realiza un primer coloquio titulado "Familia y enfermedad mental", sigue incrementándose su desarrollo y en 1970 se realiza el primer congreso "Patología y terapéutica del grupo familiar", y se establece, para 1978, una institución exclusivamente abocada a este objeto de conocimiento: "Sociedad Argentina de Terapia Familiar".
El período en el que emerge la familia se inicia con Enrique Pichon Rivière en los cuarenta. Continúa con José Bleger a partir de 1959, cuando comienza a sistematizar a la familia en estructuras (8). Isidoro Berenstein desde 962 comienza a utilizar los conceptos de "sistema" y "estructura" para la familia, aplicando categorías como encuadre, sistema de denominaciones, circulación del dinero y sistema de ocupaciones. A la par, Carlos Sluzki desarrolló, junto a los aportes de la teoría de la comunicación, los modos de interacción entre los miembros realizando importantes investigaciones en el Lanús con las categorías de simetría y comple-mentariedad. Y también para esos años, Jorge García Badaracco dentro del Hospital Borda había comenzado a trabajar con la idea de una comunidad terapéutica psicoanalítica multifamiliar, dispositivo aplicado a los pacientes psicóticos.
En este sucinto recorrido puede observarse como el objeto familia fue produciendo diferentes aplicaciones, resultados, implicaciones y explicaciones, pero principalmente, la novedad en la comprensión de la enfermedad mental ya no encerrada y originada en un solo sujeto sino generada y compartida por su grupo más cercano: la familia.

Comentarios finales

En el breve espacio restante es necesario destacar que se han expuesto aquí, de manera sucinta, los resultados iniciales de una investigación aún en curso - la cual no solo se propone profundizar la investigación de los objetos aquí esbozados sino también elaborar una metodología apropiada para el abordaje histórico de los objetos psicológicos. Cada uno de los objetos a los cuales se ha hecho referencia (niño, conducta, grupos, familia) amerita una presentación más extensa, detallada y fundamen-tada, como en toda producción científica. En este sentido, las propuestas formuladas por los autores deben ser tomadas como provisorias y sujetas a posteriores revisiones, reformulaciones y/o profundización.

Notas:

1. Llamaremos genéricamente "disciplinas psi" al conjunto de saberes que son reconocidos dentro de la división académica del trabajo intelectual como "disciplinas" con un cierto orden que regula los discursos, la investigación y la aplicación de esos saberes, y que se ocupan específicamente de aspectos psicológicos de los seres humanos. Dentro de ellas, incluimos la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, con sus distintas ramas (por ejemplo, psicología evolutiva, psicología social) y variedades teóricas.

2 . Todos los autores del presente artículo forman parte del proyecto de Investigación Bienal Renovable UBACyT - Código P088 (Programación Científica 2004-2007): "La construcción de objetos de conocimiento en el desarrollo de la psicología en Argentina". Programa de Estudios Históricos de la Psicología en la Argentina, Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA.

3 . Para acepciones del vocablo grupos ver Anzieu, D y Martin, J. (1971) La Dinámica de los pequeños grupos. Buenos Aires: Ed. Kapelusz.

4. Macchioli, F. (2004). Historias para el futuro. Terapia Familiar en la Argentina. Trabajo presentado en el VII Coloquio Internacional Bariloche de Filosofía.

5. Pellegrini, A. (1967) Carta a la autora, SOLA, Graciela de (pseud. Graciela Maturo) - Proyecciones del surrealismo en la literatura. Buenos Aires: Ediciones culturales, Pág.111.

6. Watzlawick, Beavin, Don Jackson, (2002) Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patología y paradojas, 12 º edición, Barcelona: Herder, [1º edición, New York, 1967].

7. El doble vínculo es una situación en la que una persona, haga lo que haga, no puede "ganar" (Bateson, 1956). Esta situación paradojal no es exclusiva de la esquizofrenia pero, dadas ciertas condiciones como la de un vínculo primario madre - hijo, se configura una pauta comunicacional

8. Para esto toma como dimensión el grado de dispersión - aglutinación de los miembros, reconociendo diferentes tipos de estructura familiar, como la esquizoide o epileptoide, según el predominio de alguno de los dos polos.

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