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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.13  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2006

 

HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

"Todo reside en saber qué es un niño". Aportes para una historia de la divulgación de las prácticas de crianza en la argentina

Three decades in the difussion of advice on upbringing children in Buenos Aires

Borinsky, Marcela1

1 Licenciada en Psicología UBA. Adjunta Interina Cátedra Historia de la Psicología I. UBA. Beca de Investigación Doctorado. Facultad de Psicología. UBA. Área de Investigación: Historia de la psicología y el psicoanálisis en la Argentina.

Resumen
Nos proponemos en este artículo analizar la divulgación de las prácticas de crianza en nuestro país a partir de fuentes relevantes seleccionadas en el período que va desde la década del '30 hasta la década del '60 para entender cómo se desarrolló este proceso, qué cambió y qué se mantuvo en los ideales de crianza para consolidar finalmente un nuevo sentido común acerca de la infancia y de la relación madre-hijo, en el que la psicología jugaría un rol central. Una comparación entre ambos períodos analizados permite visualizar con claridad el pasaje de un determinismo "biológico" basado en una lectura ideológica del darwinismo en la década del '30 a un determinismo psicológico que se consolidó hacia fines de la década del '50.

Palabras clave: Divulgación; Prácticas de crianza; Psicología; Psicoanálisis

Abstract
This article is about the spread of advise on child care between 1930 and 1960 in Buenos Aires. We have selected different magazines and books oriented to general public and we looked for the changes in the way the experts had defined the children, the mother's role in the upbringing and in the perception of the relationships between adults and children. We thought that the innovations in child rearing advised were related to the diffusion of a new psychological model clearly influenciated by psychoanalytical ideas and practices.

Key words: Diffusion; Advice; Upbringing practices; Psychoanalysis; Childhood

"El futuro de un niño es siempre obra de una madre" P. M. Fontana. (Aráoz Alfaro, 1922: 3)
Con este epígrafe comenzaba el libro que inauguró en nuestro país la tradición de consejos a madres brindados por especialistas. En 1899, se publicó la primera edición de El libro de las madres realizado por un médico de reconocida trayectoria clínica e institucional, el Dr. Gregorio Aráoz Alfaro. Este libro se proponía como un"manual práctico de higiene del niño" y en él no aparecía ninguna referencia al vocabulario psicológico. La "higiene" era la palabra clave utilizada para hablar tanto de la salud física como de la psíquica. Lo que nosotros hoy entendemos como psiquismo era para Aráoz Alfaro el territorio de la moral, el intelecto y el alma.
En la década del '60 nos encontramos con un panorama diferente. El género de los consejos a padres se había transformado en un discurso fuertemente monopolizado por la psicología y el psicoanálisis tal como podemos observar en un trabajo emblemático de este período, Escuela para Padres, de Eva Gibertí.
Nos proponemos en este artículo entender cómo se desarrolló este proceso, qué cambió y qué se mantuvo en los ideales de crianza para consolidar finalmente un nuevo sentido común acerca de la infancia y de la relación madre-hijo, en el que la psicología jugaría un rol central.
Abordaremos para ello, el análisis de las prácticas de crianza desde la década del '30 hasta la década del 60 a partir de los consejos dados al público por especialistas tomando como fuente revistas y libros de divulgación representativos de las décadas estudiadas. Veremos también como el saber se fue desplazando progresivamente del campo médico al campo psicológico al tiempo que, el psicoanálisis comenzó a colorear estas nuevas representaciones acerca de la infancia.
Una comparación entre ambos períodos analizados permite visualizar con claridad el pasaje de un determinismo"biológico" basado en una lectura ideológica del darwinismo en la década del '30 a un determinismo psicológico hacia fines de la década del '50.
De la mano de este cambio en los modos de entender a la infancia y al vínculo madre-hijo, observamos también un transformación en el lugar del experto. Si durante la primera mitad del siglo los expertos en niños fueron los médicos, hacia mediados de la década del '50 los psicólogos comenzaron a adquirir tímidamente visibilidad para imponerse como figuras claramente diferenciadas al iniciarse los '60.

CONSEJOS PARA SER UNA BUENA MADRE Y UN BUEN PADRE

En 1936, la Revista Viva Cien Años, primera revista publicada en el país de divulgación de temas de salud, decidió sumar a su proyecto editorial una nueva revista dedicada específicamente a la infancia.
La revista Hijo Mío...! se preguntaba en su primera presentación editorial si los progenitores "sabían" ser "verdaderos" padres y madres y se proponía como un colaborador de la familia para llevar adelante esta tarea. La revista sugería que para ello se necesitaba algo más que el cariño y la mirada del especialista sería la más apropiada para enseñarles a los padres cómo comprender a sus hijos. La publicidad de la revista en Viva Cien Años, prometía a cambio de dedicación a ellos, niños "corteses, generosos y obedientes" (Viva Cien Años, 1936: 10).
Treinta años más tarde Eva Gibertí iniciaría con la misma pregunta -¿saben los padres cumplir esta función?- una trabajo de divulgación de las ideas psicológicas sobre la crianza de los niños conocido como Escuela para Padres.
El primer artículo publicado por Eva Gibertí en el Diario La Razón el 11/8/1958 con el que iniciaría esta empresa de Escuela para Padres era claramente ilustrativo de la magnitud y la ambición del proyecto: "Todo reside en saber qué es un niño". Padres y maestros creían saber de qué hablaban cuando se referían a la infancia pero según Gibertí eran ellos los que ahora necesitan aprender e ir a la escuela.
"¿Quiénes son los que manejan al niño desde su nacimiento?: los padres. Por lo tanto, ¿quiénes son los responsables de lo que les ocurra durante la infancia?: los padres. ¿Quiénes tienen posibilidades de convertir al niño en un ser feliz o desgraciado, de crear un hombreútil o un inadaptado social?: los padres" (Giberti, 1963: 15).
Más allá de la diferencia entre ambos proyectos -que luego desarrollaremos- nos interesa destacar una creencia común que se mantiene estable casi a lo largo del siglo: las dificultades de los progenitores para asumir de manera efectiva sus funciones parentales asociado a la responsabilidad ineludible de los padres que es hacia sus hijos pero también hacia la sociedad en su conjunto. Esta creencia justifica la necesidad de intervención de un especialista que oriente y guíe tanto en la década del '30 como en los '60.
Si la responsabilidad de los padres y en particular de la madre, en la determinación del futuro de su hijo aparece como un común denominador a lo largo del siglo XX, la centralidad que adquiere la infancia obedece a motivos diferentes durante el período estudiado así como también el modo de explicar y de entender los problemas infantiles.

VIVA CIEN AÑOS, HIJO MÍO...! Y EL PROYECTO EUGÉNICO

En ambas revistas aparece con claridad el despliegue de preocupaciones ligadas al la evolución de la especie humana desde un modelo que importaba las ideas biológicas imperantes al terreno de la familia y al modo de pensar la infancia.
Como señala Vezzetti, el niño que se constituye tardíamente como objeto de saber médico y psicológico, emerge en el marco de una aspiración socioeugénica que concentra en él no sólo el interés por su futuro sino también las esperanzas de la salud colectiva (Vezzetti, 1996)
Ambas revistas estaban claramente influenciadas por las ideas de Galton y su ambicioso proyecto de una disciplina, la eugenesia, orientada a mejorar la especie humana a través de una intervención activa sobre las prácticas reproductivas.
Una de las paradojas centrales de la aplicación de esta matriz de pensamiento evolucionista a la relación madrehijo, estriba en que una función que se define como natural -la maternidad- necesita ser reforzada a partir de mandatos y preceptos provenientes del saber médico especializado.
Esto es, los padres tienen que cumplir "la suprema finalidad de la vida" que es perpetuar la especie pero, esta tarea que pareciera formar parte del bagaje instintivo de todos los seres vivos requiere de normas y consejos específicos.
Por eso cuando se inaugura la sección "Maternidad y Puericultura" de Viva Cien Años se plantea que la llegada de un hijo además de confirmar la "ley inexorable de la naturaleza que permite la 'perpetuación de la especie'" promete a los padres no sólo "consolidar el vínculo matrimonial" sino también felicidad.
Resulta interesante ver de qué modo para convencer a las madres de "cumplir con sus deberes naturales" ya no alcanza con insistir en su nobleza y disposición al sacrificio, como hacia uno de los primeros médicos que, a principios del siglo XX en nuestro país, tomó como objeto de trabajo y de divulgación popular el vínculo madre-hijo, el Dr. Gregorio Araoz Alfaro..
A mediados de la década del '30 parecería que los valores de abnegación y sacrificio asociados a la naturaleza femenina no alcanzaban por sí solos para justificar la obediencia de la mujer al mandato de perpetuar la especie. Por un lado, este sacrificio materno es redefinido en términos biológicos, tal como lo plantea con claridad un artículo editorial de Hijo Mío...!, "El Gran Sacrificio"
"¿Lo aceptan todos los padres con igual conformidad? No, desde luego. El solo hecho de pensar muchos de ellos en sí existe o no alguna razón que obligue a consagrarse por completo al hijo es ya de por sí un conato de rebeldía ante el imperativo biológico"
(Hijo Mío..!, 1937: 3).
La "vocación materna" había dejado de ser, por lo menos en teoría, un problema solamente moral para convertirse en un imperativo biológico y por lo tanto ineludible. Sin embargo, la manera en que la revista planteaba el tema da cuenta precisamente de la paradoja a la que nos referíamos anteriormente. Al señalar que muchos padres podrían dudar de la necesidad de "consagrarse de cuerpo y alma al cuidado de otro ser" cuestionaría implícitamente la inexorabilidad de la biología.
Al mismo tiempo, y todavía tímidamente, nuevas promesas asociadas a la vida de pareja y a la felicidad de la madre son utilizadas para promover la dedicación materna.
Ambas revistas, centradas en la divulgación de temas de salud, dan cuenta, al mismo tiempo que sostienen, un nuevo interés que el siglo XX demuestra por la infancia. El número inaugural de Hijo Mío...!, en la sección "Libros para los padres" recomienda la lectura de El siglo de los niños de la pedagoga sueca Ellen Key subrayando el interés que debía despertar el niño no sólo antes de su nacimiento sino también, antes de su concepción y, por lo tanto, la importancia que tenían la salud de los cónyuges, las leyes de la herencia y los deberes maternos. (Hijo Mío...!, 1936: 45)
El tema de la infancia está presente en las páginas de Viva Cien Años y la importancia del tema pareciera justificar por sí misma la necesidad de publicar una revista centrada en los niños como Hijo Mío...!. Sin embargo, el niño interesaba más por todo el potencial que podría desplegar hacia adelante que en tanto criatura de carne y hueso con el que se convivía a diario. En línea con la matriz ideológica del evolucionismo, el niño convocaba más como futuro que como presente. Por eso el lema de Hijo Mío...! era "El niño es el padre del hombre ¡Mejorémoslo!".
Antonio Ardissono, uno de los columnistas convocados por Viva Cien Años, señalaba que la característica distintiva del siglo XX era "una forma de amar a la infancia y una dedicación a los niños jamás observada en la historia". El niño se presenta en este artículo como pura potencialidad que contrastaba con un mundo signado, según el articulista, por "el fracaso de los adultos" (Ardissono, 1934: 137).
Esta oposición entre una mirada optimista sobre la infancia que remitía al futuro y una mirada pesimista sobre el mundo adulto fue uno de los ejes a partir de los cuales el siglo XX pensó a los niños.
Aquello que se iría modificando a lo largo de este "siglo de los niños" son los valores que encarnan los niños y qué se espera de ellos en el modo en que se idealiza este futuro.
Hijo mío...! se proponía en la editorial de su número inicial, "crear conciencia eugénica en los padres, darles las normas que condicionan una descendencia sana y sin taras" ( Hijo Mío...!, 1936: 3).
Esto obliga por un lado a preocuparse por la herencia de la salud, el "don más preciado de la vida" porque "no puede adquirirse la salud, si el organismo está señalado desde su nacimiento por problemas físicos y constitucionales de imposible solución. Un niño es -descartando los factores que obran sobre él desde el mundo exteriorlo que fueron sus padres. Se heredan muchas enfermedades. Y otras que no se heredan en su forma primitiva se manifiestan en los descendientes bajo formas larva
das, ocultas, disfrazadas, pero no menos temibles" (Hijo Mío...!, 1937: 347)
Por lo tanto, la revista aconseja anticipar la llegada del futuro hijo, mucho antes de la concepción, haciendo una elección responsable de pareja y evitando así poner en peligro la salud de la descendencia.
En el marco de esta preocupación por los temas de la herencia, la revista Viva Cien Años le encomendó al pediatra Florencio Escardó que escribiera una serie de artículos sobre el tema. En ellos, Escardó explicaba las diferencia entre los dos polos de la herencia, la "genética" como un terreno en el que recién estaba incursionando la ciencia y la "eugenia", disciplina que se dedica a describir en detalle a partir de las ideas de Galton.
Es interesante destacar como la herencia funcionaba como un modelo de pensamiento que podía ser utilizado para justificar, por ejemplo, que la epilepsia era una enfermedad hereditaria provocada por el alcoholismo de los padres en el momento de la gestación o causada por el nacimiento prematuro del niño debido a la fatiga y mala alimentación de las madres (Escardó: 1936a y b).
Algunas cosas quedaban por fuera del campo de la herencia y Escardó recurría entonces al "aire de familia". De este modo explicaba semejanzas entre personas que llevaban una vida en común a partir del mecanismo de "imitación inconsciente" (Escardo: 1936 b)
No sólo Escardó utilizaba al mecanismo de la imitación para explicar la influencia de los padres sobre el niño, sino que era el método referido por la mayor parte de los autores del período para referirse al modo en que los pequeños recibían la influencia del medio ambiente y para explicar al mismo tiempo cómo se producía el aprendizaje.
Además de contar con conciencia eugénica, era imprescindible que los padres asumieran la responsabilidad que les correspondía y no delegaran en otros, niñeras, institutrices o escuelas, la educación de los niños. Encontramos varios artículos sobre este tema. A modo de ilustración, elegimos el del Dr. Enrique Mó Gatti porque planteaba desde el título mismo de su artículo, una distancia entre educación y cariño que sería revisada unas décadas más tarde.
Si el amor al hijo podía ser contrapuesto a una adecuada formación, entre los errores de los padres se destacaban, los mimos excesivos que podían provocar males mayores que la demostración de severidad. A partir de allí el artículo desarrolla la "psicología del hijo único" para advertir al lector acerca de los peligros de un vínculo demasiado indulgente con el niño. (Mó Gatti, 1934: 82)
La psicología estaba presente en este discurso pero como un adjetivo relacionado íntimamente con la moral, la "educación psicológica" cumplía una función correctiva y restrictiva de control de los impulsos.
"la educación psicológica modifica tendencias, suaviza impulsos, corrige predisposiciones anormales, fortifica las resistencias a las emociones y estimula la voluntad y las inclinaciones morales beneficiosas" (Mo Gatt: 1934, 82)
El tema de la desobediencia infantil, nombrada de diversas maneras como caprichos, rebeldías, defectos o malos hábitos, y el ejercicio de la autoridad paterna era uno de los problemas que recorría la revista.
En la Sección "¿Cuál es su duda?" a la que los padres enviaban sus preocupaciones a la revista, los caprichos y rebeldías infantiles ocupaban un lugar destacado. Las madres pedían ayuda para lograr que sus hijos se comportaran mejor y en principio, la revista asumía una posición clara en contra del uso de los castigos corporales por parte de los padres.
Frente a una madre que preguntaba si debía castigar a su hijo de diez años que no la obedecía, la respuesta era contundente y remitía a artículos ya publicados al respecto. Las acciones sugeridas eran: "estudiar" las causas de la rebeldía y utilizar procedimientos "persuasivos y racionales" aunque no especificaba cuáles.
El problema de mejorar el comportamiento de los niños aparecía también como un tema recurrente en varios relatos enviados por los mismos padres a la sección "Como corregí los defectos de mi hijo", donde presentaban con orgullo los logros en este terreno.
Las estrategias presentadas por los progenitores para lograr cambios en las conductas de sus hijos fueron la energía y la firmeza en el caso de una niña que no quería dejar el chupete1, las "sugestiones e insinuaciones" de un padre que logró que su hijo de dos años fuera solo a la cama sin necesidad de acunarlo porque consideraba que si dejaba "arraigar este hábito, el niño se habitúa a ser un parásito de la madre" y en el caso de un niño de seis años "excesivamente violento y fácilmente encolerizable", el uso de la "persuasión suave" que consistía en acostar al niño en un sofá diariamente, promover su relajación e inducirlo a un trance casi hipnótico a través de palabras suaves y recuerdos agradables. (Hijo Mío...!, 1938: 457)
Más allá de este último caso que pareciera corresponder a un padre interesado en probar las tendencias terapéuticas de moda, la importancia de la disciplina en la educación de los niños y el riesgo del "exceso" de cariño para su desarrollo están presentes en los artículos relevados.
Para citar un ejemplo relacionado con un problema aparentemente diferente, el de los hábitos alimenticios, el Dr. Florencio Escardó se refiere concretamente a la "mala disciplina" como una de las causas de la falta de apetito en los niños y propone reglas estrictas de cumplimiento de horarios para resolver las "inapetencias rebeldes" (Escardó, 1936 c: 350)
Veinticinco años después, en uno de sus artículos de Escuela para Padres, Eva Gibertí invertiría los términos del problema de la obediencia y la autoridad de los padres,
planteando los peligros de la severidad excesiva en el modo de tratar a un niño privilegiando como condición básica del vínculo, la ternura. Es más la severidad, que en otros tiempos había formado parte de los atributos de la disciplina se asociaría en el discurso de Giberti a la violencia.
"¿Cuántas veces los padres viven preocupadísimos por tener un hijo díscolo, rebelde y tratan de corregirlo con golpes, gritos, amenazas, sin conseguir el menor resultado positivo, sino todo lo contrario? Actúan así, suponiendo que el hijo necesita violencia o severidad excesiva para enderezarse..." (Giberti,1963: 16).
Si bien la necesidad que tiene el niño del cariño es un tema que encontramos en algunos artículos de Hijo mío...! y de Viva Cien Años, las problemas que suscitaba este tema eran principalmente los del equilibrio y el de encontrar el "justo medio" para demostrar el afecto.
En Hijo mío...! escribían profesores, médicos y madres. Entre los temas nuevos que se trataban en la revista podemos mencionar: la importancia de los primeros años de vida, cómo usar los tests de inteligencia en los niños, la educación sexual y en algunos artículos ya aparecía esbozada la caracterización de la psicología como una disciplina moderna.
La presentación de la educación sexual, que si bien podría considerarse un tema novedoso, se llevaba a cabo desde un modelo eugénico que insistía en los temas de la herencia, la adaptación y la elección responsable del cónyuge.
Con respecto a la psicología encontramos dos artículos que de diferentes maneras introducían de una manera novedosa este saber al lector. Una madre "observadora y reflexiva", la Sra. Elvira Paiva de Perrusi se preguntaba acerca de la tristeza en la infancia y planteaba la dificultad que tenían los padres para percibir los aspectos psicológicos "anormales" de los niños como por ejemplo "la tristeza, el nerviosismo, la agresividad, el espíritu caprichoso y terco" (Paiva de Perrusi, 1936: 92).
Subrayando la importancia de la alegría y la actividad en la infancia, se refería a las "corrientes psicológicas modernas" destacando la incapacidad que tenían los niños por sí mismos de expresar las causas psicológicas que los aquejaban y por lo tanto, la necesidad de que los padres "estudien el cerebro del hijo e indaguen en las mismas" (Paiva de Perrusi, 1936: 132).
Esta nueva exigencia de "estudiar" a los hijos reaparece en otro artículo en el que se subrayaba la importancia de tratar a los niños como "niños" y no como adultos e incluye entre los deberes de los padres "ahorrar a nuestros hijos grandes sufrimientos observándolos, estudiándolos, comprendiéndolos". Para ayudar a los padres en esta tarea, se presentan las nuevas funciones de la psicología: "las modernas corrientes han ido alejando a esta ciencia de las especulaciones puramente teóricas, para convertirla en una ciencia experimental al alcance de los padres cultos e inteligentes" (Hijo Mío...!, 1938: 777).
Los tests mentales podrían ser una vía, aunque no la única, para conocer mejor a los niños sobre todo en lo referido a sus "aptitudes mentales".
Hijo mío...! incluyó a partir de su segundo año una nueva sección, "Para medir la inteligencia de su hijo" en la que el Prof. Alfredo Ghioldi se proponía enseñar a los padres a conocer mejor a sus hijos al mismo tiempo que, a entretenerse con ellos, a través del uso de diferentes tests, con indicaciones para su toma y posterior clasificación. En la primera entrega el Prof. Ghioldi presentaba la clásica Escala de Inteligencia de Binet-Simon que indicaba a los padres qué era esperable en términos de rendimiento intelectual para cada edad de sus hijos. (Ghioldi, 1937: 327)
Podemos pensar que esta necesidad de estudiar a los niños está relacionada con la constatación de la "personalidad" de los mismos. Podemos inferir a partir del análisis de los artículos de la revista, una discusión no planteada explícitamente entre dos posiciones contrapuestas. La posición más extendida sostenía al mismo tiempo, y combinándolas de diferentes maneras las siguientes afirmaciones: los niños estaban determinados por su herencia y eran directamente influenciables por el ambiente en que vivían.
Las metáforas comúnmente utilizadas para ello eran la "arcilla maleable" y la heredada de Locke de la "página en blanco". El mecanismo utilizado por describir el modo en que los niños son "modelados" por el ambiente era la "imitación".
En esta dirección, encontramos todavía unos años más tarde, en una revista popular dirigida a las mujeres, un primer planteo de una Escuela para Padres importada de Estados Unidos que partía de esta premisa: "El niño es arcilla blanda en manos de los padres y en el 99% de los casos se convertirá en aquello que las manos modelen". (Dix, 1945: 15)
Bajo este ideal que recoge claramente las enseñanzas del behaviorismo, Dorothy Dix, presentada como la "gran escritora norteamericana", justificaba la necesidad de fundar una "Una escuela para padres" desde las páginas de Para Ti. (Dix, 1945: 15)
Sin embargo, hay también en Hijo Mío...! otros artículos, todavía unos pocos, que postulaban la necesidad de estudiar a los niños porque son diferentes a los adultos, actúan movidos por razones distintas y dan cuenta en este sentido, de una especificidad de la infancia que requería ser analizada. Esta visión de la infancia está estrechamente relacionada con una psicología "aggiornada" que se aparta del laboratorio y de las especulaciones experimentales para acercarse a la gente.
"Pero, ¿es que acaso no debemos recibir lecciones de nuestros hijos? ¿Será siempre el niño una página en blanco, donde se graban órdenes y contraórdenes para constituir todo un reglamento minucioso? ¿Será una arcilla modelada a nuestro antojo? (Hijo Mío...!, 1938: 788). Encontramos entonces, en Hijo Mío...! un modo de
abordar los temas de la infancia y de la relación entre adultos y niños en los que predomina una combinación, en general no resuelta, entre un modelo biológico eugénico que insiste con los temas de la herencia, la raza y el mejoramiento de la especie y un modelo, que podríamos llamar conductista, que concibe al niño como un ser fácilmente modelable por su ambiente. En ninguno de estos dos modelos, el niño cuenta como un ser con características específicas que no haya recibido por herencia o adquirido por imitación.
Desde ambas perspectivas la educación era concebida principalmente como la aplicación de la voluntad de los adultos y por lo tanto los temas que recorrían esta publicación giraban alrededor de las dificultades -desobediencias, caprichos, rebeldías, malos hábitos, entre otrasque llevaba consigo este ejercicio de la autoridad.
Al mismo tiempo, comenzaban a escucharse otras voces que cuestionaban este modelo, no siempre de manera explícita, a través de una referencia simultánea a la psicología y a la necesidad no sólo de "estudiar" a los niños sino también de "aprender sus lecciones". En función del material relevado podemos considerar novedosa esta idea para la época y señalar dos series de cuestiones que se abren a partir de este modelo y que ocuparan un lugar central en las discusiones psicológicas dos décadas más tarde.
Por un lado, la idea de que ciertos problemas infantiles son en realidad "reacciones defensivas" de los niños frente a la "incomprensión" de los padres o un modo de llamar la atención de los adultos. En este sentido, la causa de los "trastornos" infantiles podría ubicarse en los padres quienes, sin darse cuenta, estarían provocando las conductas que al mismo tiempo se proponían modificar o corregir.
Por otro lado, la pregunta que insiste a partir de esta necesidad de estudiar y conocer a los niños es la misma pregunta que iniciaría el proyecto de Escuela Para Padres de Eva Gibertí: "Todo reside en saber qué es un niño". Por lo tanto, si como planteáramos anteriormente la exigencia con la que se convoca a los padres es similar en la revista Hijo Mío...! y en Escuela para Padres y la insistencia en que los padres tienen que aprender se mantiene casi sin variaciones desde Viva Cien Años hasta Primera Plana, el elemento novedoso que comienza a cobrar forma en el transcurso de estos treinta años es la idea de la infancia como un territorio desconocido que requiere investigación y estudio. Asimismo, parecería que es en principio la psicología moderna, la disciplina elegida para llevar adelante esta tarea.

UNA NUEVA REVISTA DE ORIENTACIÓN A PADRES: NUESTROS HIJOS

En diciembre de 1954 comenzó a circular en Buenos Aires una nueva revista dedicada a la crianza de los niños. Invocando al mismo tiempo la guía de dios y el apoyo de la ciencia, la revista se proponía en la presentación de su número inaugural brindar una orientación a padres, maestros y médicos para "superar sus problemas frente a la infancia, a la adolescencia, a la juventud, a la familia". En sus páginas escribían médicos como el Dr. Ovidio Sennet, el Dr. Ricardo Merani, la Dra Luisa Goldemberg, la Dra Reca, psicólogos como Nuria Cortada y terapeutas infantiles como la Dra Clara B. de Matera y la Prof. Carlota D. de Rascovsky.
La influencia de los padres para definir la personalidad y las características psicológicas de los niños es uno de los temas que recorre los diferentes artículos de la revista.
Tal como señaláramos anteriormente, el modo de interpelar a los padres haciéndolos responsables de lo que les ocurre a sus hijos es similar en Hijo Mío...! y en Nuestros Hijos. Lo que cambia son las preocupaciones que despierta el niño. Si en la década del '30 el niño importaba porque representaba el porvenir de la especie y había que anticipar las condiciones que permitirían el mejor despliegue de la "herencia" y educarlo para la lucha por la vida; a mediados de la década del '50 las preocupaciones giraban, en cambio, alrededor de la personalidad y la psicología del niño.
En el primer número de la revista encontramos dos artículos que, por razones diferentes, exigían nuevas actitudes de la madre y del padre.
El Dr. Ovidio Senet discutía con aquellas madres - que bien podían haber aprendido los consejos que daba Escardó dos décadas atrás- que proponían horarios estrictos para alimentar a sus hijos. Destacando la individualidad y la libertad del bebé para establecer sus propias rutinas alimenticias, el Dr. Senet recomendaba, al menos en el plano concreto de las conductas alimenticias, que la madre tenía que adaptarse a las necesidades de su hijo y no a la inversa con el riesgo de "fabricar un niño neurótico" (Senet, 1954: 13).
Podemos ver entonces, como el modo de educar a los niños basado en la disciplina comienza a ser cuestionado a partir de la afirmación de la individualidad del niño.
La segunda nota de la revista se dirigía directamente a los padres y la psicología era presentada como una ciencia que proponía cambios en las costumbres establecidas . Una foto de un padre feliz bañando a su bebé, mientras la madre observaba con la toalla en la mano, era acompañada por el título: "Yo soy muy varón: no ayudo a los quehaceres domésticos. 'La ciencia dice no'" y una frase en negrita "el caso visto bajo el microscopio de la psicología" (Nuestros Hijos, 1954: 22).
El artículo analizaba el caso de Juan, un hombre que no colaboraba con las tareas hogareñas como posiblemente sucedía con muchos otros contemporáneos suyos. Lo novedoso era el modo en que el artículo explicaba esta conducta refiriéndose a la "inseguridad" de Juan con respecto a su "masculinidad" y por lo tanto, su necesidad de reafirmarla no colaborando con tareas "supuestamente"
femeninas.
Si en la década del '30, la psicología era para algunos la disciplina moderna que iría a ayudarnos a conocer a nuestros hijos, veinte años más tarde, la psicología ya estaba instalada y funcionando como una herramienta que, de un modo análogo al "microscopio" ayudaba a ver lo que no resulta fácil distinguir a simple vista, y al igual que "los rayos X" permitía descubrir lo oculto en el terreno de la subjetividad.
"El microscopio revela muchas cosas que a simple vista no se ven...motivos interiores que lo llevan a actuar de esa manera son muy distintos a los que aparecen en la superficie y a los que él mismo alcanza a percibir...Al psicólogo corresponde someter la placa a los trabajos de laboratorio y mostrarnos la verdadera imagen del individuo por dentro. Es decir, revelarlo..." (Nuestros Hijos, 1954: 9)
Otro elemento nuevo que encontramos en Nuestros Hijos es el relato de tratamientos psicoterapéuticos que parecerían haberse transformado en una práctica habitual.
En Nuestros Hijos, la psicoterapia se mostraba como una respuesta a los problemas en la educación de los hijos frente a los cuales la "respuesta tradicional"-amenazas, penitencias, castigos- ya no funcionaba. Posicionada entonces como "moderna", la psicoterapia permitiría mostrar la raíz "inconsciente" de estos problemas (Rascovsky, C, 1955a: 15).
En el caso de Luciano, presentado por la revista como un "caso ilustrativo", las sugerencias a los padres fueron "suprimir esos métodos correctivos en la educación del niño" y emprender un tratamiento psicoterapéutico de tres meses que permitió al niño "exteriorizar situaciones que ha mantenido reprimidas" (Rascovsky, C, 1955b: 26).
Al mismo tiempo, los artículos de la revista siguen refiriéndose como en Viva Cien Años a los "errores" de los padres, y algunos de estos errores eran los mismos que cometían los padres veinte años atrás pero, ahora, provocaban "trastornos emocionales", que si bien no podemos decir que eran nuevos, adquirían una especificidad propia que antes no tenían como por ejemplo en el caso de la enuresis.
Los errores de los padres que se mencionaban en el artículo para explicar la enuresis de un niño de cinco años eran por un lado, los "mimos excesivos" pero a ellos se agrega el ocultamiento de la verdad con respecto al origen de los niños y la falta de preparación para el nacimiento de su hermanita (Matera, 1955: 34). Una indicación análoga, "hablar sobre el nacimiento en forma sencilla pero verídica" se le había brindado a la madre del niño de siete años, mencionado anteriormente, a quién se le había indicado un tratamiento psicoterapéutico debido a sus trastornos alimentarios y dificultades para hablar. (Rascovsky, 1955b: 27).
Por lo tanto, podemos observar cómo de la mano de estos nuevos saberes comienzan a definirse nuevas exigencias para los padres, entre ellas, la necesidad de hablar de sexualidad con sus hijos de distintas edades de manera abierta y franca.
La dirección de Nuestros hijos percibió que esta exigencia no era una tarea sencilla para los padres y procurando ayudarlos incluyó una nueva sección: "La educación sexual y afectiva de nuestros hijos". Estos artículos en lugar de venir, como los otros, en el cuerpo principal de la revista, se presentaban en un sobre cerrado acompañando cada número bajo el título de "Mensajes confidenciales para los padres", reafirmando así el aura misteriosa y oculta de la temática sexual.
Con respecto a los niños más pequeños, la revista se posicionaba claramente en contra de las "boberías paternas" como las de la cigüeña o los bebés traídos de Paris. Sin embargo, el consejo dado a los padres resultaba poco convincente como argumento y daba cuenta de la dificultad de los autores de estos mensajes para poner en práctica la franqueza que proponían:
"El pensamiento del niño no tiende hacia los orígenes... sino al cómo y qué lo formó...Para un niño de tres, cuatro o cinco años, es suficiente responder: a los bebés los hacen con brazos, piernas, cabeza, nariz, etc. Acaso¿no arma con piezas sueltas las casitas, los rompecabezas?... a los seis años podemos responder que nacen de un huevo que la madre lleva en el vientre" (Goldemberg y Merani, 1955: 10)
Nuestros Hijos incluía algunas secciones tradicionales como por ejemplo "La niñez de los grandes hombres", consejos prácticos sobre la alimentación de los niños, la preparación de juegos y fiestas infantiles conjuntamente con la explicación de nuevas tecnologías como la inseminación artificial, la psicoprofilaxis del parto y el parto sin dolor.
La psicología como disciplina al servicio de la madre moderna monopolizaba el abordaje de los problemas familiares e infantiles al tiempo que encontramos referencias concretas a la aplicación práctica de la psicología en los colegios y en la clínica.
A diferencia de lo que leíamos en Hijo Mío...!, el futuro del niño aparecía aquí claramente asociado al dominio del conocimiento psicológico. Esto implicaba, entre otras cosas, que los padres, "en especial los padres esclarecidos" iniciaran una campaña a favor de la inserción de psicólogos especializados, "en psicología infantil y de la adolescencia y en las relaciones de esta con la pedagogía y la psicopatología", en los colegios (Merani, 1956: 34)
La presencia del discurso psicológico se hallaba ya tan extendido que en las recomendaciones de lecturas a padres que hacía el Dr. Brihuega, de los once libros sugeridos, diez eran libros de psicología que, seguramente, también formarían parte de la bibliografía consultada por los estudiantes de las nuevas carreras de psicología que habían comenzada a funcionar para aquel entonces. En esta lista encontramos desde Lenguaje y pensamiento
de Jean Piaget, Conflictos del alma infantil de Carl Jung, Guiando al niño de Alfred Adler y entre los autores locales, La inadaptación escolar de Telma Reca y Anatomía de la Familia de Florencio Escardó (Brihuega, 1958: 41). Podemos observar como desde las páginas de Nuestros hijos se cuestionaba el modelo de crianza basado en la severidad y la disciplina sostenidos por Hijo Mío...! dos décadas atrás. Este nuevo modelo estaba claramente influenciado por los nuevos conocimientos psicológicos, y entre ellos el psicoanálisis ocupaba un lugar central aunque no fuera planteado explícitamente por Nuestros Hijos.
Un recorrido por la revista nos muestra la presencia extendida de un sentido común psicoanalítico que servía para explicar las causas de los problemas infantiles y familiares. La distinción entre un sentido manifiesto y uno profundo de las conductas, la instalación de la noción de conflicto y la psicoterapia entendida como herramienta que permite descubrir las causas "reprimidas" de los trastornos, son algunos de los elementos que dan cuenta de un modo diferente de abordar la infancia y la relación padres-hijos.

EVA GIBERTÍ Y ESCUELA PARA PADRES

Una de las figura paradigmáticas que lideró el proceso de divulgación de los nuevos saberes y valores en relación al niño en este período fue, indudablemente, Eva Gibertí quién logró, a juzgar por la cantidad de reediciones de su obra Escuela para Padres y su presencia en los medios de comunicación (diarios, revistas, radio y televisión), un éxito notorio en esta empresa.
Podemos situar el recorrido de Escuela para Padres entre los años 1956 y 1971. Comenzó primero en la prensa gráfica en la Revista Nuestros Hijos, se desarrolló en forma masiva en el Diario La Razón y luego se extendió a la radio, microprogramas en Radio Rivadavia y en Radio Nacional y a la televisión, en Canal 7 y Canal 2. (Giberti, 1987)
¿Cómo entender el éxito de Eva Gibertí y su Escuela para Padres que, además de ser un fenómeno mediático, se desarrolló en numerosas instituciones, desde la Facultad de Medicina hasta la Sociedad Hebraica Argentina pasando por gran cantidad de colegios en la capital y en el interior del país?
Más allá de las discusiones, críticas y autocríticas ligadas a este proceso, es indudable que Giberti encontró una demanda creciente de padres que necesitaban consejos para educar a sus hijos.
Tal como veníamos analizando a través de la Revista Nuestros Hijos, podemos observar la conformación de un modo psicológico de criar a los niños que exigía por un lado, la intervención de profesionales específicos pero también, la incorporación de estos nuevos conocimientos por parte de los padres.
Por eso, en el "arte de ser mamá" los conocimientos de psicología infantil ocupaban un lugar central y esta responsabilidad se constituía en un deber tan importante como lo había sido treinta años atrás saber de eugenesia y de las leyes de la herencia.
"La tremenda responsabilidad de las madres modernas es la de ser consciente de sus posibilidades de adquirir conocimientos que las orienten; quienes así no lo hagan serán responsables de trastornos psicológicos en su niño, trastornos que pudieran evitarse con una sana información y una conducta vigilante" (Giberti, 1963: 131).
Además de conocimientos psicológicos, se esperaba que las madres cambiaran no sólo sus actitudes sino que, en algunos casos realizaran modificaciones profundas de personalidad para adaptarse al nuevo modelo materno basado en la independencia, la autonomía de criterio, "madurez emocional, liberación de prejuicios y tabúes alrededor del embarazo, el parto y de la crianza" (Giberti, 1963: 89).
¿Cuáles eran estos viejos tabúes que había que romper? En primer lugar la posibilidad de hablar de sexualidad de manera franca y abierta. Gibertí se refiere a una "nueva moral", basada en la verdad y el respeto, que le permite a la "mujer actual" no repetir con sus hijos las experiencias de temor y culpa que ella había vivido en su infancia porque no le explicaron que el "sexo integra la vida y la embellece, en vez de prevenirla contra él" (Giberti, 1963: 115).
El tema de la sexualidad, y más específicamente el de la educación sexual de los niños, era según Giberti el tema que mayor cantidad de consultas merecía por parte de los padres. La indicación era clara al respecto y se encontraba a tono con lo que paralelamente se recomendaba en los tratamientos psicoterapéuticos: decir la verdad a los niños.
Sin embargo, el problema principal no eran las preguntas incómodas de los niños sino "la confusión de los padres quienes no saben qué actitud adoptar frente a respuestas que ellos mismos no tienen" (Giberti, 1963: 240).
Eva Giberti interpelaba a los padres y en especial a las madres a asumir un rol diferente al de sus propias madres. Este nuevo rol implicaba tomar distancia con respecto a las normas en las que ellas fueron criadas en tres campos diferentes pero relacionados entre sí: el valor de la disciplina y la obediencia; la sexualidad como tabú y el modo de pensar los trastornos infantiles.
Si en el pasado la paternidad y en particular la maternidad significaban "sacrificio y buenas intenciones", en los nuevos tiempos la función de los progenitores era resignificada en términos de "afecto y equilibrio" entendido como la "creación de un clima de seguridad afectiva". No se trataba de brindar cariño de cualquier manera sino que lo que se privilegia tanto en los niños como en las madres era la autonomía y la seguridad personal. (Giberti, 1963: 28).
Los riesgos que corren los niños no queridos "adecuadamente"
son altos. Citando las investigaciones de René
Spitz sobre el hospitalismo y los de John Bowlby sobre "Los cuidados maternos y la salud mental", las conclusiones a las que nos conducía Giberti eran aterradoras"El amor materno es algo más que lo que se creyó hasta hoy: es una garantía de vida o muerte para el niño que acaba de nacer (Giberti, 1963: 73).
De la mano de estas fuertes afirmaciones sobre el amor materno, se consideraba que ciertas formas de crianza basadas en la severidad y la disciplina podían provocar agresividad e inadaptación social. Eva Giberti le dedicaría varios artículos a estas madres "perfeccionistas","críticas", estereotipadas en la figura de la "mamá chinche" que se negaba a aceptar que los niños son "naturalmente desaseados, desprolijos, desatentos y es normal que así sea". (Giberti, 1963: 147).
De este modo, el modelo de educación tradicional que buscaba "evitar la blandura" precisamente para formar "hombres fuertes" era percibido en aquel momento como un modelo que "impide la exteriorización afectuosa del niño" y que "bloquea su capacidad para ser espontáneo y natural en sus sentimientos" provocando la inmadurez afectiva del futuro adulto (Giberti, 1963: 62).
Por lo tanto, desde esta nueva mirada psicológica aquello que antes era considerado positivo en el trato del niño se transformaba en negativa porque se asociaba la disciplina con la represión y la carencia afectiva.
De un modo similar a como la psicoanalista de niños Arminda Aberastury había discutido diez años atrás la idea de que un niño obediente podría estar ocultando problemas profundos y que, más que por la rebeldía en la infancia había que preocuparse por el "sometimiento, la pasividad y la adaptación de los niños a los standars de los adultos" (Aberastury, 1947: 44), la desobediencia se convertía para Gibertí en un rasgo de normalidad en la infancia mientras que la obediencia era desvalorizada como conducta débil y cobarde
En el estilo de una fábula infantil con moraleja y cargando las tintas contra los padres, Giberti relataba la historia de un matrimonio muy orgulloso de haber criado a un hijo obediente. Sin embargo, un día estos padres murieron y tuvieron que enfrentar a Dios quien los condenó porque "para conseguir que un niño sea dócil y obediente es necesario tener una inmensa capacidad de crueldad. Y porque gracias a ellos, que quisieron un hijo obediente, había sobre la tierra otro hombre servil, cobarde y consentidor, que repetía, sin razonar, las palabras amarillas de la sumisión: 'Hay que obedecer, hay que obedecer, hay que obedecer...'" (Giberti, 1963: 250).
Podemos ver como este proceso de divulgación de la psicología y el psicoanálisis desplaza el eje de la discusión de los problemas de crianza de los niños. Mientras que para los padres de "antes", tal como analizábamos en Hijo Mío...!, la preocupación más importante era la desobediencia infantil llamada también rebeldía, capricho o falta de disciplina, para los padres "modernos" de la década del '60 el tema principal fueron los "conflictos" que definían a su vez "trastornos" que no necesariamente habían sido percibidos como tales por las abuelas. Las abuelas no podían percibir estos trastornos porque pensaban todavía con los viejos criterios de crianza y de este modo, a través de la discusión con las abuelas, Gibertí instalaba un corte generacional entre las mamas, "noveles" sin experiencia pero con una disposición abierta a incorporar estos nuevos conocimientos, y las abuelas como representantes del saber tradicional basado en la experiencia pero también en muchos preconceptos y teorías erradas.
En realidad lo novedoso no es el trastorno en sí mismo sino su causa: el mecanismo psicológico que los produce. El mecanismo psicológico permite explicar una variedad de conductas o síntomas corporales. Desde los vómitos de la mujer embarazada entendidos como "rechazo subconsciente de la madre hacia la maternidad y sus consecuencias", los robos infantiles causados por "necesidad de compensación afectiva", la enuresis infantil provocada por la "exigencia desmedida por parte de la mamá," e incluso la homosexualidad relacionada también con experiencias traumáticas asociadas al control de esfínteres en algunos casos y en otros a la dificultad de la madre para aceptar el sexo de su hijo "falseando la natural personalidad del niño" (Giberti, 1963: 217)
De este modo, se instalaba progresivamente un sentido común psicológico que explicaba las conductas, los trastornos infantiles, las enfermedades orgánicas desde un modelo determinista en el que los padres, y en particular la madre, cumplían -muchas veces de manera inconsciente- un papel central.
Podemos observar entonces, como en la literatura de divulgación para padres en nuestro país se pasa de un ideal de crianza basado en la autoridad, la disciplina y el control de las conductas infantiles en la década del '30 a un modelo más permisivo en el que se privilegiaba la libertad, la espontaneidad y la franqueza en las manifestaciones del niño.
Martha Wolfenstein propone como hipótesis para el caso de Estados Unidos, a partir del análisis de los consejos a padres, la emergencia de una mayor permisividad en la relación entre padres e hijos a partir de la segunda mitad del siglo XX asociada a la expansión del mercado de consumo. Esta forma inédita de relación entre padres e hijos, sostenida según la autora en una lectura americana del psicoanálisis freudiano y su "descubrimiento" de la sexualidad infantil, se consolidó con el impulso ideológico de una reacción contraria al autoritarismo asociado a la segunda guerra mundial. (Wolfenstein, 1955)
Si las imágenes que construyen los adultos acerca de los niños dan cuenta del modo en que estos proyectan sus sueños de un mundo mejor, hacia finales de la década del '50 los valores que se destacan son la libertad, la autonomía, la seguridad personal y la expresión de
los afectos en contraposición a la obediencia, la sumisión y el ejercicio del poder considerados valores tradicionales.
Sin embargo, en este proceso de renovación de valores y costumbres, los padres son objetos de un doble movimiento. Se insiste con la idea de que los conocimientos anteriores de estos padres ya no sirven; se vuelve una y otra vez sobre el problema de la inmadurez de los mismos, que pareciera ser la causa primera de gran parte de los conflictos de los hijos. Se enfatiza por lo tanto, el lado "débil" de los padres: necesitan aprender todo otra vez, crecer y "volver a ir a la escuela" como sus hijos.
Paralelamente, los padres son dotados de una capacidad excepcional de influencia sobre la vida y el futuro de sus criaturas que los transforma, más allá de la imagen que de ellos nos transmiten y seguramente del modo en que se ven a sí mismos, en figuras absolutamente poderosas. Desde esta lógica, los padres detentarían no sólo el poder de hacer felices o infelices a sus hijos sino también la posibilidad de transformarlos en seres sanos o enfermos tanto el desde punto de vista físico como psicológico.
De este modo, mientras se promete para los hijos un futuro de libertad, seguridad y autonomía, los padres quedan colocados en un lugar difícil. Entre la "inmadurez" para criar a sus hijos y la responsabilidad de determinar conflictos, trastornos y enfermedades, el panorama no resulta demasiado alentador.
Nada más indicado entonces para estos padres, ubicados en el lugar de niños dependientes, que el psicoanálisis. En general, las indicaciones de Giberti y las intervenciones terapéuticas que propone van dirigidas principalmente a los adultos. Para citar sólo algunos ejemplos, en el caso de la enuresis nocturna de una chiquilla, "la responsabilidad del cuadro presentado corresponde en su totalidad a la madre" debido a que su autoridad estaba siendo "permanentemente cuestionada por la abuela" en el caso de un adolescente retraído y tartamudo, "hubo que conversar varias veces con la madre hasta hacerle comprender lo equivocado de su actitud y la necesidad de liberar al hijo de su tutela" y en el caso de una niña "asmática" fue"necesario encarar la psicoterapia de la madre para impedir que siguiera fabricando a su niña un asma que ni soñaba tener " (Giberti, 1963).
Por lo tanto se torna "imprescindible recurrir respetuosamente a los especialistas" quienes están preparados para ayudar a "madurar y a afirmarse a adultos cargados de problemas irresueltos, penas y miedos traumatizantes y dolorosos" y, para ello es el psicoanálisis, o al menos un modo particular de entender el psicoanálisis, la herramienta que prometería a los padres un "cambio radical" no sólo en la relación con sus hijos sino también en sus propias vidas.

Notas

1 "Como corregía los defectos de mi hijo: Energía, sí; pero no humillaciones", Hijo Mío...!, vol II, N° 8, noviembre de 1937.

Fuentes consultadas
1 Aberastury, Arminda (1947) "Psicoanálisis de niños", Revista de Psicoanálisis, Tomo IV, 2, 44-49.         [ Links ].
2 Aráoz Alfaro, Gregorio (1922) El libro de las madres, Buenos Aires: Cabaut y Cia Editores (1º edición 1899)
3 Ardissono,         [ Links ] Antonio (1934) "La reivindicación de la niñez: una característica de este siglo" Viva Cien Años, vol I, 3, 137-140
4 Brihuega,         [ Links ] M (1958) "¿Qué deben leer los padres?", Nuestros Hijos, 25, 41-45.         [ Links ]
5 Dix, Dorothy (1945) "Una escuela para padres", Para Ti, 1192, 15.         [ Links ]
6 Escardo, Florencio (1936 a): "¿Qué heredan los hijos: 'parecidos', enfermedades...?" Viva Cien Años, vol II, 10, 644-645.         [ Links ]
7 Escardo, Florencio(1936 b) "Los hijos del domingo", Viva Cien Años, vol III, 1, 24-28.         [ Links ]
8 Escardo, Florencio (1936 c) "¿Por qué no tiene apetito?" Hijo Mío...!. vol I, 6, 350-354.         [ Links ]
9 Ghioldi, Alfredo (1937) "¿Su hijo es inteligente?", Hijo Mío...!, vol II, 5, 309, 326-328.         [ Links ]
10 GibertIi, Eva (1963) Escuela para Padres, Buenos Aires: Ediciones Insula,         [ Links ]
11 Goldemberg, Luisa y Merani, Alberto (1955) Segundo mensaje confidencial: "Primeros atisbos de sensibilidad genital", Nuestros Hijos, 4, 1-15.         [ Links ]
12 Matera, Clara (1955) "El chico que mojaba la cama", Nuestros Hijos, 6, 34-37.         [ Links ]
13 Merani, Alberto (1956): "El psicólogo escolar, necesidad urgente", Nuestros Hijos, 13, 34-36.         [ Links ]
14 Mo Gatt, Enrique (1934) "Quiera a su hijo...pero sepa educarle" Viva Cien Años, Vol I, 2, 82-84.         [ Links ]
15 Paiva de Perrusi (1936) "¿Por qué esa tristeza?", Hijo Mío...!, vol I, 2, 92-93, 132.         [ Links ]
16 Palma, M. Elena (1936) "¡Castigos! ¿Son necesarios?, Hijo Mío...!, vol I, 3, 150-153.         [ Links ]
17 Rascovsky, Carlota (1955a) "La psicoterapia en los problemas de conducta infantil", Nuestros Hijos, 3, 13-16.         [ Links ]
18 Rascovsky, Carlota (1955b) "Psicoterapia: un caso ilustrativo", Nuestros hijos, 5, 24-27.         [ Links ]
19 Senet, Ovidio (1954) "Como puede Ud, Sra., 'fabricar' a un niño nervioso en su propia casa", Nuestros Hijos, 1, 12-16.         [ Links ]

REVISTAS (EDITORIALES, SECCIONES Y ARTÍCULOS SIN FIRMA)

20 Hijo Mío...! (1937) Editorial: "La 'otra' herencia"vol II, 3, 347.         [ Links ]
21 Hijo Mío...! (1937) Sección Cómo corregí los defectos de mi hijo: "Mucho más vale la persuasión que el rigor" vol II, 5, 318.         [ Links ]
22 Hijo Mío...!, (1937) Sección ¿Cuál es su duda?: "Castigos corporales", vol II, 6, 403-404.         [ Links ]
23 Hijo Mío...! (1937) Sección Cómo corregí los defectos de mi hijo: "Un hábito producto del exceso de mimo", vol II, 6, 391.         [ Links ]
24 Hijo Mío...! (1937) Sección Cómo corregí los defectos de mi hijo: "Energía, sí; pero no humillaciones", vol II, 8, 457; 473.         [ Links ]
25 Hijo Mío...! (1938) "Hay que 'conocer',..." vol II, 12, 777-778; 785-787.         [ Links ]
26 Nuestros Hijos (1954) "Yo soy muy varón: no ayudo a los quehaceres domésticos. 'La ciencia dice no'", 1, 22-25.         [ Links ]

Bibliografía
27 Hardyment, Cristina (1983) Dream Babies. Three Centuries of Good Advice on Child Care, New York: Harper & Row, Publishers.         [ Links ]
28 Vezzetti, Hugo (1996) Aventuras de Freud en el país de los argentinos, Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]
29 Wolfenstein, Martha (1955) "Fun Morality. An Analysis of Recent American Child-Training Literature", en Jenkins Henry, ed., (1998) The Children's Culture Reader, New York: New York University Press, 199-208.         [ Links ]

Fecha de recepción: 13 de diciembre de 2005
Fecha de aceptación: 24 de mayo

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