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Anuario de investigaciones

On-line version ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.14  Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Dec. 2007

 

PSICOLOGÍA EDUCACIONAL Y ORIENTACIÓN VOCACIONAL

Conflicto psíquico y actividad representativa como ejes del tratamiento psicopedagógico

Psychical conflict and representative activity as central core of psychopedagogical treatment

Rego, María Victoria1

1Licenciada en Psicología, UBA. Becaria de Maestría UBACyT (2005 / 2007). Plan de investigación: "La complejización de la producción simbólica en tratamiento psicopedagógico grupal", perteneciente al proyecto general "Problemas de aprendizaje: compromiso psíquico e intervenciones clínicas específicas (PS: 082), dirigido por la Dra. Silvia Schlemenson. Docente de la Cátedra de Psicopedagogía Clínica, Facultad de Psicología, UBA. mvrego@psi.uba.ar

Resumen
El propósito de este artículo es presentar un modo de análisis de las transformaciones en la producción simbólica de niños con problemas de aprendizaje que asisten a tratamiento psicopedagógico grupal en el marco del Servicio de Asistencia Psicopedagógica de la Cátedra de Psicopedagogía Clínica de la Facultad de Psicología. Se plantean dos categorías para dicho análisis: conflicto psíquico y actividad representativa. A partir de las mismas se busca dar cuenta de un particular modo de interpretación teórico - clínico de las características que presentan los procesos de simbolización en niños con dificultades en sus aprendizajes, así como de sus cambios psíquicos y transformaciones a lo largo de un año de tratamiento. Se plantea como hipótesis que la inclusión del conflicto en la actividad representativa despliega las restricciones simbólicas de estos niños, hacia nuevos modos de representación más dinámicos y enriquecedores.
Finalmente se muestra también un caso clínico para ampliar y profundizar la presentación teórica.

Palabras clave: Producción simbólica; Conflicto psíquico; Actividad representativa; Cambio psíquico; Complejización psíquica; Tratamiento psicopedagógico grupal

Abstract
The purpose of this article is to show the way of analysing the changes of the symbolic production in children who suffer from learning disorders and attend to the Assistance Program which belongs to the Psychopedagogical Clinic Department of Psychology School.
Two categories are put forward: psychical conflict and representative activity. Both are used in a particular way of theoretical and clinical analysis for the features presented in the symbolic process of these children and in their psychical changes along one year of treatment as well. One hypothesis is that the inclusion of the conflict in the representative activity displays the symbolical obstacles and restrictions, to create new dynamic ways of representation and performance.
To finish, a clinical case is shown, to amplify and deepen this presentation.

Key words: Symbolic production; Psychical conflict; Representative activity; Psychical change; Psychical complexity development; Psychopedagogical treatment

Actividad representativa

La actividad representativa se halla en el origen de la vida psíquica de un sujeto, en el salto cualitativo que se dirige desde la primera y necesaria existencia biológica de un organismo, hacia las formas más humanas y culturales que permiten hacer presente lo ausente en múltiples y variables modos de lo vicario. Es el trabajo psíquico por el cual un sujeto inviste al mundo que lo rodea, a los otros, a sí mismo, según coordenadas que le son propias. Son modos singulares de crear sentidos, significaciones, que hunden sus raíces en la historia de la constitución subjetiva.
Esta historia comienza con la presencia de un otro, objeto primario privilegiado, que en la asistencia y cuidados tempranos al infans implanta junto a éstos un plus, un quantum de placer que inaugura vivencias de satisfacción estructurantes, narcisizantes. El otro inscribe marcas indelebles en el cuerpo, brinda un exceso que se inscribe como pulsión, y da nacimiento a la vida psíquica. Son las marcas de estas experiencias las que, de esta manera, constituyen a un niño en su singularidad.
La inscripción pulsional en el cuerpo exigirá al psiquismo un trabajo, una tarea que consiste en la creación de nuevas formas representacionales que modelen la tensión libidinal que la pulsión impone como exceso.
La pulsión, concepto definido como límite y frontera de lo somático y lo psíquico, necesita ligarse a representaciones para hacerse accesible a un psiquismo que de otra manera la desconocería. La pulsión, como tal, es incognoscible, sólo son reconocibles sus representantes. Freud llama representante psíquico de la pulsión a este primitivo modo por el cual una excitación pulsional, exclusivamente endosomática, se abre paso para manifestarse en lo psíquico, a partir del cuerpo. Proceso que convierte, por ejemplo, a una picazón y sequedad bucofaríngea, en reconocimiento de la sed. El representante psíquico de la pulsión es una delegación por las demandas del cuerpo al psiquismo.
Este primer representante psíquico de la pulsión, se expande luego en las representaciones de cosa, representaciones que para Freud constituyen las primeras verdaderas investiduras de objeto, que son restos sensoriales, perceptivos, a los que se ligan las pulsiones, constituyendo, junto con las anteriores, el material psíquico característico del sistema Inconsciente. Representaciones de cosa que podrán unirse a representaciones de palabra en el sistema Preconsciente-Consciente, huellas mnémicas sonoras de las palabras, por las cuales los procesos primarios intrapsíquicos se hacen posibles de ser compartidos y reconocidos a través de representaciones de lenguaje, características de los procesos secundarios organizados según la lógica del yo y del discurso.
Este camino progrediente por el que transita la actividad representativa, camino por el cual va complejizándose y enriqueciéndose en distintos modos representacionales que coexisten en una combinatoria múltiple y diversa, es el punto de partida para lo que André Green ha denominado como Teoría de los Gradientes: "...cadena erótica que empieza por la pulsión y sus mociones pulsionales, se prolonga en lo que se manifiesta en forma de placer y displacer, se despliega en el estado de espera y búsqueda del deseo alimentado por representaciones inconscientes y conscientes, se organiza en forma de fantasmas inconscientes o conscientes y se ramifica en el lenguaje erótico y amoroso de las sublimaciones".1
Recorrido que parte desde el representante psíquico de la pulsión, pasando por las representaciones de cosa y las representaciones de palabra, sendero que une al cuerpo con el pensamiento, de una manera compleja a partir de modos heterogéneos y diversos de representación, y que da cuenta a su vez de distintos niveles de complejización psíquica, progresivos e inclusivos. Formaciones intermediarias entre el soma y lo real, que el psiquismo encuentra en su permanente movimiento ligador, erótico y sustitutivo, cuyo origen es la pulsión y su destino la infinidad de objetos posibles a los que ésta podrá unirse.
André Green sostiene que de esta manera, el par pulsión - objeto se vuelve base privilegiada del psiquismo, a partir de la función objetalizante: la actividad de creación de objetos psíquicos -representaciones- a partir de una fuerza tensional libidinal, donde la principal función del objeto es fundar la capacidad de crear objetos psíquicos, de representar. Se trata de un acto de creación de sentido e intrincación pulsional, por medio del cual se realizan investiduras significativas, creación ininterrumpida de formas objetales que aseguran la subsistencia de la vida psíquica. Función que no sólo abarca a los objetos como tales sino también a funciones psíquicas que pueden alcanzar el rango de objetos en sí mismas.
La función objetalizante tiene el mérito de arrancar a un sujeto de su narcisismo primordial, de la íntima clausura de sus objetos primarios, para lanzarlo a un mundo de significaciones y objetos novedosos que se ofertan como garantes de sustitución, con la promesa de reeditar placeres pretéritos que por pretéritos necesitan de su abandono y transformación.
Otros autores han analizado esta temática, desde otros interrogantes y acentos, pero señalando interesantes semejanzas. J. Kristeva2 se refiere a lo que ella denomina proceso de significancia, como un movimiento dinámico del sentido, que no se reduce al lenguaje, aunque lo incluya, y que plantea una heterogeneidad que solicita pensar en un modo de funcionamiento psíquico infralingüístico, un modelo semiótico que trascienda la palabra, el lenguaje, aunque necesite de él como organizador principal. Por su parte, C. Castoriadis3, con su concepto de imaginación radical, sostiene que la imaginación es la actividad característica y constitutiva de lo humano, a partir de la posibilidad instauradora del simbolismo, por la que tiene lugar una delegación de la pulsión por representación. Lo infigurable se vuelve figurable por medio de una actividad portadora de placer y creación. La imaginación es una actividad que se vuelve autónoma, superando al placer de órgano, autoerótico, en la dominación de un placer representativo que posibilita a la sublimación como oferta de objetos públicos que son soportes de investidura y placer.
Se trata en todos los casos de la dinámica pulsional, de la actividad representativa como proceso y no como producto final. El análisis del que se parte no implica los resultados sino al proceso mismo, a la dinámica por medio de la cual, en movimientos progredientes y regredientes, el aparato psíquico se moviliza para la adquisición de investiduras significativas y placenteras.
La producción simbólica constituye el conjunto de representaciones organizadas por el proceso secundario (producciones gráficas, discursivas, lectoescritas) que marcan el ingreso al campo social. En un niño, son las producciones características de su entrada a la escolarización, que requieren del funcionamiento de categorías lógicas tales como la espacialidad, la temporalidad, el principio de contradicción y el principio de exclusión, todos ausentes en el reinado temprano, inconsciente y primario, de un niño aún no atravesado por la represión originaria. La producción simbólica es propia de un sujeto psíquico en el que la represión ha tenido lugar, fundando un aparato psíquico dividido en instancias con diferentes legalidades psíquicas, capaces de conflicto e intrincación.
La producción simbólica, si bien secundarizada y regida por las leyes del discurso y el yo enunciante, necesita de la mixtura y la infiltración de lo primario y pulsional, para adoptar una plasticidad sustitutiva que le de características particulares y a su vez, dinámicas. La producción simbólica está impregnada de las marcas singulares de un sujeto, con aspectos pulsionales que dan cuenta de procesos de investimiento y desinvestimiento psíquicos que, de esta manera, van conformando una modalidad cognitiva particular en cada sujeto, en lo que entendemos como modalidad singular de actividad representativa. Esto es, las formas particulares que adquieren los procesos de simbolización en un niño, con sus preferencias selectivas en coexistencia con sus aspectos más evitativos en relación a determinadas áreas de la realidad y el mundo que lo rodean.

Conflicto psíquico

Existe junto a la función objetalizante, junto al movimiento ligador que oferta placer en el investimiento de nuevos objetos sociales y de conocimiento, una fuerza pulsional contraria que rompe y deshace cadenas representacionales, terminando por empobrecer no sólo la ligazón de un sujeto a los objetos sino también al sujeto mismo, perturbando su capacidad de crear sentido y representaciones. Se trata de una función complementaria a la anterior, vinculada a las pulsiones destructivas, tanáticas, que se manifiesta a través de desinvestimientos psíquicos. Desinvestiduras que interrumpen el camino de ligadura pulsional, y que paralelamente vacían al psiquismo hasta dejarlo inerme.
La producción simbólica de los niños con problemas de aprendizaje adopta estas características en donde tienen lugar procesos de desinvestimiento psíquico al servicio de la defensa, que dificultan la catectización libidinal de novedades y conocimientos ofertados por docentes, pares y su cotidianeidad extrafamiliar. Esto se manifiesta en desinterés e importantes inhibiciones en el acceso a lo nuevo y aún por conocer.
Frente a estas modalidades representativas, con sus respectivos procesos de investimientos y desinvetimientos psíquicos, se plantea la pregunta por el sentido de sus modos de presentación: ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué? ¿con qué tiene que ver aquéllo que no circula en la dinámica pulsional, aquéllo que detiene la posibilidad de representar?
Para el análisis de estas dificultades nos remitimos a la noción de conflicto psíquico, segunda categoría de análisis en la investigación.
Entendemos que todo sujeto psíquico se constituye en el entramado de una tópica intersubjetiva edípica, tópica en que se ubica el conflicto en la infancia en términos eróticos y hostiles, de rivalidades, identificaciones e idealizaciones estructurantes de un psiquismo incipiente. Conflictiva intersubjetiva que inevitablemente dejará marcas intrapsíquicas, en los modos característicos de resolución de conflictos, en las vicisitudes de tramitación de la dinámica pulsional, en los modos particulares de las defensas, en la particular distribución de la economía psíquica.
Estas marcas intrapsíquicas encuentran cierta figurabilidad en la singular actividad representativa de cada niño, en donde el conflicto encuentra su manera de hacer huella, representación, a través de la producción. Es así como se presenta la interrelación al principio anunciada entre el conflicto psíquico y las características de la actividad representativa.
En los niños con problemas de aprendizaje que asisten a tratamiento psicopedagógico, el conflicto adquiere modos que le son propios, en relación a fuertes aspectos restrictivos que obturan la libre circulación libidinal, garante de flexibilidad sustitutiva y riqueza representacional. La actividad pulsional encuentra restricciones que perturban sus posibilidades sustitutivas, condicionando el alcance al proceso secundario, con efectos claramente inhibitorios. Estos modos particulares de procesamiento de la energía pulsional conllevan sufrimiento psíquico por la dificultad en encontrar vías libidinales de delegación y sustitución.
La producción de los niños con dificultades en sus procesos de simbolización, no se enriquece en una combinatoria de procesos primario y secundario flexibles, en donde lo secundario se presente como garante de una traducción compartida y social de experiencias, temores, deseos, anhelos, angustias, sino que, en lugar de esta plasticidad e interrelación, ciertos aspectos de la actividad representativa se vuelven exclusivos y rígidos.
La fijeza y la homogeneidad serán características de las restricciones simbólicas. Falla o falta la función fantasmática4 encargada de relacionar representaciones inconscientes de cosa con representaciones de palabra en la producción de formaciones intermediarias que garanticen la flexibilidad y plasticidad sustitutivas necesarias para que afectos y mociones pulsionales se liguen a representaciones diversas y cargadas de sentido.
No existen procesos primario ni secundario en estado puro, ya que siempre nos encontramos ante mezclas e intrincaciones de los mismos. El primero por sí solo daría cuenta de rasgos cercanos a la psicosis, a la omnipotencia infantil, la alucinación; el segundo, a sobreadaptaciones esclerosantes y empobrecedoras, donde lo propio y espontáneo no encuentran cabida.

Cambio psíquico y tratamiento psicopedagógico

Las dos categorías antes descriptas, conflicto psíquico y actividad representativa, son también los ejes ordenadores a partir de los cuales interpretar lo que consideraremos cambio psíquico en el tratamiento psicopedagógico.
Para esta instancia clínica, se conforman grupos de niños que han sido previamente diagnosticados por sus problemas de aprendizaje, que serán coordinados por un terapeuta y un coterapeuta.
En la etapa diagnóstica se establece lo que conocemos como significación sintomatológica, síntesis por la que se describen aspectos centrales de la historia libidinal de cada uno de los niños, su posicionamiento en el entramado familiar, los rasgos identificatorios preponderantes, junto con las características principales de su modalidad singular de simbolización, analizada en sus producciones proyectivas gráficas, discursivas y lectoescritas, en donde se establecen niveles de complejización psíquica preponderantes5.
El grupo realiza encuentros semanales, de una hora de duración, en los que conviven actividades dialógicas, escriturales y lectoras. El encuadre clínico es a su vez uno de los modos principales de intervención, ya que habilita un tiempo y espacio para la reedición de la dinámica de investimientos y desinvestimientos de cada niño, a partir de los modos en que estos relatan, narran, escriben, dibujan y presentan sus conflictivas centrales. El encuadre otorga las condiciones para el despliegue psíquico, y la reedición de situaciones de placer y displacer en transferencia. La transferencia activa y moviliza descargas de afecto, modos particulares de circulación pulsional entre terapeuta y paciente, que se estructuran según coordenadas del mismo sujeto.
Las intervenciones terapéuticas se focalizan en los procesos de simbolización de cada niño. El terapeuta interviene en los quiebres de esas presentaciones, en las repeticiones de esos modos sufrientes y restrictivos, señalando el conflicto principal, sus modos habituales de resolución, así como los cambios y transformaciones. Estas intervenciones clínicas nunca son universales ni grupales, sino dirigidas a cada niño en su singularidad, en relación a su historia libidinal.
Las intervenciones terapéuticas poseen como ejes principales, el conflicto y el sentido, para su realce y posibilidad de despliegue. Son estrategias que buscan promover procesos asociativos desde la propia marca, para complejizar, transformar. La especificidad de lo que aquí se entiende como cambio psíquico remite básicamente a las complejizaciones y transformaciones de la actividad representativa, en tanto cambio y despliegue de las posibilidades sustitutivas en la dinamización de la circulación pulsional. Una hipótesis central es que la inclusión del conflicto despliega y complejiza la actividad representativa.
Para esto, la herramienta clínica privilegiada es el desplazamiento. A través de diferentes materiales como dibujos o verbalizaciones, se busca propulsar la concatenación de representaciones, el despliegue de sentidos, la apertura de nuevos caudales de investimiento a través de procesos asociativos. Lograr investir la capacidad de construir sentidos, se vuelve un objetivo terapéutico clave.
El tratamiento psicopedagógico hace centro en el sujeto, promueve situaciones de apertura y procesos reflexivos. Focalizando en la producción simbólica de cada niño, propulsa lo disruptivo y diferente, deconstruye generando transformaciones desde el eje narrativo. De esta forma se apunta a crear novedosos e inéditos modos de representación que rompan la presentación habitual y canónica, liberando nuevos ejes de sentido.
El objetivo es la dinamización pulsional, la movilización entre instancias, la redistribución de la economía psíquica. Desde lo intrapsíquico, la plasticidad psíquica se convierte en el eje para interpretar los cambios y transformaciones en la actividad representativa, que se vuelve más rica en su combinatoria de modos de representación heterogéneos. De esta forma, la actividad representativa se vuelve una especie de muestra empírica privilegiada de estos procesos de transformación. Por otro lado, estos cambios también se manifestarán desde lo intersubjetivo, en la posibilidad de contar con mayores recursos narcisisísticos para la resolución de conflictos, junto con cambios en el posicionamiento subjetivo en relación al entramado familiar, así como con respecto a los objetos sociales y de conocimiento, en el incremento del deseo y el interés por investir lo novedoso y distinto.

Mariana, un caso clínico

Mariana es una niña de nueve años que es derivada por el Equipo de Orientación Escolar de su escuela al Servicio de Psicopedagogía Clínica, debido a sus dificultades en el aprendizaje, manifestadas sobretodo en el área de lengua, y algunas dificultades con sus compañeros de grado, con quienes le cuesta mucho relacionarse. Está en 4° grado. Su maestra relata que Mariana confunde palabras en un dictado, que escribe "puñaladas" en lugar de "puntadas", a veces inventa palabras, o las escribe sin atenerse a signos de puntuación ni ortografía.

Análisis del conflicto intersubjetivo:
La niña convive con su padre, J., de 37 años, quien se encuentra desocupado, realizando trabajo temporarios; su madre, E., de 36 años, sostén del hogar con empleos de limpieza por hora en casas de familia; y tiene dos hermanos varones mayores, J. y N. de 14 y 13 años, respectivamente.
La conflictiva edípica en Mariana gira en torno a una función materna caracterizada por la falta de discriminación, el exceso, la confusión de espacios psíquicos. Ella funciona para su madre a la manera de "yo ideal", en una especie de encantamiento materno que captura a la niña en una díada de fuerte identificación y especularidad. Esto se potencia por la presencia de una función paterna fallida, que no puede propiciar la separación necesaria del vínculo entre madre - hija, del que queda afuera, con características de desvalimiento e impotencia.
El exceso está dado desde una violencia interpretativa materna en donde todas las necesidades y deseos de la niña son decodificados desde el propio psiquismo de la madre. Por otra parte, se expone a la niña a discursos de contenido traumático por la no transmisión y aceptación de la asimetría generacional entre padres e hijos. Es sobretodo la figura materna quien intoxica al psiquismo de la niña con interpretaciones que no la contemplan en su alteridad, brindando en ocasiones, significaciones inelaborables para Mariana.
Adquiere también relevancia el modo en que es ofertada la salida al campo social, presentado como hostil y amenazante por experiencias frustrantes acontecidas a los padres. Hay acontecimientos que se anuncian sin mediación alguna. Incertidumbre y falta de proyecto identificatorio en los que no quedan claros los ideales ofertados. Fuerte encierro en lo intrafamiliar que imposibilita investir espacios exogámicos en la relación con pares.

Análisis del conflicto intrapsíquico:
En respuesta a informaciones traumáticas que la exceden, Mariana crea fantasías de un alto contenido erótico que sin embargo se sostienen en la prohibición, merced a importantes recursos en sus estrategias defensivas. No obstante, faltan defensas sofisticadas a modo de sublimaciones en donde los lazos intrafamiliares eróticos puedan transformarse en lazos de ternura que posibiliten el acceso e interés por objetos sociales exogámicos. Existe cierta modalidad familiar de descarga corporal y carencia de posibilidades sublimatorias. De esta manera, a menudo se ponen en juego satisfacciones sexuales directas en puestas en acto, descargas corporales.
La excesiva ligazón al mundo adulto puede pensarse como una forma de retención y control de figuras adultas inestables, con características de desamparo, falta de cuidados, encubrimientos. Necesidad de incorporar aspectos normativos a los adultos, en busca de una legalidad que regule sus intercambios. Da cuenta de esto su excesiva preocupación por temas laborales, afectivos, económicos. La angustia no aparece ligada a la problemática escolar, donde no es clara la presencia de algún ideal a alcanzar en relación a ello. El desinvestimiento de lo escolar se traduce en desinterés, aburrimiento, hostilidad.
La salida exogámica de esta niña no está investida como ideal de futuro y autonomía sino como situación de peligro y deserción.
Su posicionamiento narcisístico obliga a Mariana a establecer modalidades defensivas de aislamiento y preferencia por actividades solitarias, que la llevan a tener importantes dificultades en la relación con pares.

Análisis de la modalidad de actividad representativa:
El singular modo de tramitación de esta conflictiva redunda en Mariana en la elaboración de cantidades excesivas por vía fantasmática. Esto se convierte en algo progrediente, que no se termina de ligar y filtra sus producciones. Estos exuberantes niveles de fantasmatización desbordan constantemente su posibilidad de producción según la modalidad del proceso secundario, contaminación que no encuentra la inhibición necesaria para transformarse e investir objetos. La escritura, al igual que los gráficos, no conservan la legalidad requerida. Es así como confunde palabras que se le dictan, o se le hace difícil responder a reglas secundarias como la puntuación y la ortografía. Sus producciones dan cuenta de los procesos primario y secundario logrados, pero en donde el predominio del primero sobre el segundo desborda y malogra las representaciones de mayor complejidad. En sus producciones prima lo fantasmático y primario, que puede verse, por ejemplo, en el tratamiento que recibe la espacialidad, donde una nena en un gráfico es capaz de "flotar en el aire" o "estar arriba de una montañita". La función fantasmática actúa ligando lo pulsional a representaciones fantaseadas que, a pesar de su riqueza, no logran inhibirse al atravesar lo secundario, contaminando y empobreciendo sus producciones. Fantasías escasamente reprimidas se filtran en su legalidad secundaria, y su producción pierde así aspectos simbólicos. También ocurre esto en el discurso de Mariana, en donde el relato de acontecimientos con un importante compromiso afectivo, desorganiza la lógica narrativa, de otra manera conservada.

Algunas transformaciones:
A lo largo de dos años de tratamiento, se hicieron visibles en Mariana ciertos cambios en su posicionamiento con los otros, en sus modos de resolver conflictos así como en las modalidades de sus defensas, y todo esto se vio reflejado en las marcas de su actividad representativa, en sus modos gráficos y escritos. Estos son registrados a lo largo del tratamiento en un cuaderno que acompaña a cada niño durante todo su proceso terapéutico, documento privilegiado para el análisis de los cambios y transformaciones de sus modos de simbolización.
Las transformaciones van siguiendo etapas diferentes que responden a los tiempos que van configurando cambios psíquicos lentos, paulatinos. Mariana atravesó etapas de mucho aislamiento, en donde se encerraba en sí misma, con defensas muy rígidas de rasgos paranoides, antes de poder investir relaciones exogámicas con pares, invitar a su casa amigas, irse ella a dormir a otras casas. Con respecto a su entramado familiar, de a poco fue logrando posicionarse con recursos propios, enfrentando a su madre en oposición a gustos y preferencias personales. Desde esa posición, a la niña se le facilitó la posibilidad de elegir objetos de su interés, como qué música escuchar, qué ropa vestir. Esta mayor autonomía psíquica motivó el despliegue de posibilidades sustitutivas placenteras guiadas por su elección.
Paralelamente, la niña iba presentando en el grupo temáticas que la preocupaban; narraba sus afectos con cierta dificultad, sin permitir ingresar en su relato a los compañeros o terapeutas. El señalamiento de sus dificultades algunas veces relanzaba su relato, otras favorecía sus silencios. Esto mismo también se trasladaba a su representación escrita en el cuaderno, en donde pudo lentamente comenzar a escribir sus temores, las cosas que la angustiaban. El ingreso del conflicto a su producción escrita tuvo distintas características según la etapa que atravesaba en el tratamiento. Al principio, desordenó su producción de manera caótica, favoreciendo descargas sin mediaciones a través de borrones, tachaduras, rayones. En otro tiempo posterior, esta descarga pudo desplegarse con cierto ordenamiento, a la vez que iba desapareciendo la predominancia fantasmática de sus producciones a favor de una mejor expresión escrita de sus afectos y deseos.

Notas

1 Green, A.: "Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo"; 1° parte , pág. 99

2 Kristeva, J.: "Sentido y sinsentido de la revuelta". Cap. 3: "Las metamorfosis del lenguaje en el descubrimiento freudiano (los modelos freudianos del lenguaje) pág. 72. Eudeba. Bs.As., 1998

3 Castoriadis, C.: "El inconsciente y la ciencia". Cap. 1: "Lógica, imaginación, reflexión". Amorrortu Editores, Bs. As., 1993

4 Green, A.: Op. Cit.

5 El psicodiagnóstico consiste en la administración de dos entrevistas a padres (motivo de consulta e historia vital), una entrevista al niño, pruebas proyectivas gráficas (Dibujo Libre, Familia Kinética Actual, Test Visomotor de Bender), pruebas proyectivas discursivas (Test de Apercepción Infantil CAT - A), Test de Inteligencia Infantil de Weschler (WISC III) y una batería de Puebas Pedagógicas de Lectoescritura (DIP - Le) elaborada por los Lic. María Di Scala y Gustavo Cantú.

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Fecha de recepción: 6 de febrero de 2007
Fecha de aceptación: 19 de marzo de 2007

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