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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.14  Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2007

 

TÉCNICAS Y PROCESOS DE EVALUACIÓN PSICOLÓGICA

Las propuestas de la Psicología Positiva. ¿Universales psicológicos o particulares de una visión cultural?

Proposals from Positive Psychology. ¿Psychological universals or particular concepts from a cultural perspective?

Casullo, María Martina1; Fernández Liporace, Mercedes2

1 Doctora en Psicología. Investigadora Principal CONICET - Directora Proyecto UBACYT P037 - Facultad de Psicología. UBA. macasullo@speedy.com.ar
2 Doctora en Psicología. Profesora Titular - Codirectora Proyecto UBACYT P037 - Facultad de Psicología. UBA. Investigadora Adjunta CONICET. mliporac@psi.uba.ar

Resumen

El trabajo presenta, inicialmente, los avances logrados en cuanto a la construcción y adaptación de técnicas destinadas a la evaluación de variables derivadas del paradigma de la Psicología Positiva, que intenta focalizarse en el estudio de los factores protectores o salugénicos que preservan a las personas de desarrollar psicopatologías diversas en distintos momentos de su ciclo vital. En segundo lugar, plantea la necesidad de analizar los constructos y variables mencionados en términos de su grado de universalidad psicológica, con la intención de garantizar la generalización válida de resultados.

Palabras clave: Psicología positiva; Universales psicológicos; Evaluación psicológica

Abstract

The paper presents, in the first place, a list of advances on design and adaptation of instruments to assess variables derived from Positive Psychology. This paradigm focuses on protective factors which preserve persons from psychological disease. On the other hand, the potential universality of these concepts is analyzed, facing the goal to take into account the possible validity of generalizations.

Key words: Positive psychology; Psychological universals; Psychological assessment

Introducción

El presente trabajo intenta acometer los siguientes objetivos:
a. Elaborar una síntesis de los temas a. estudiados durante los años 2005 y 2006 como parte del proyecto UBACyT 037 (2004-2007), a fin de facilitar la comunicación científica.
b. Plantear la necesidad de analizar los constructos y variables que son objeto de estudio en términos de su grado de universalidad psicológica, con la intención de garantizar la generalización válida de resultados.

Los temas abordados y la producción concretada
En la historia de la Psicología se ha puesto particular atención a la explicación de las dificultades y carencias personales de los individuos humanos en detrimento de la consideración de las fortalezas y capacidades que, en última instancia, cada sujeto posee siempre en alguna medida. En virtud de esta orientación, entonces, en muchas oportunidades, al concentrarse en el análisis de las características disfuncionales, los psicólogos dejan a un lado la evaluación de las posibilidades o factores protectores con los que las personas cuentan. Como reacción ante esta visión tradicional, el paradigma de la Psicología Positiva permite una nueva perspectiva de abordaje de los fenómenos psíquicos, principalmente los vinculados con el quehacer profesional en el ámbito clínico, relacionada con el logro de la salud y con los procesos de adaptación a contextos sociales y culturales diversos (Maddux, 2002). Este enfoque propone superar la ideología tradicional y hegemónica que supone la patologización de los comportamientos en tanto se diferencien de un supuesto término medio considerado normal, así como la valoración de los trastornos psicopatológicos sólo en términos de su subjetividad y desvinculados de aspectos esenciales como son los biológicos, sociales y culturales (Casullo, 2006).
Así, el paradigma Positivo implica la reorientación del foco atencional, con el fin de analizar tanto las debilidades cuanto las fortalezas inherentes a individuos y contextos. Desde este punto de vista, el interés recae en comprender y explicar de qué manera y por medio de qué mecanismos, aún ante circunstancias de máximo estrés, muchas personas son capaces de desarrollar emociones positivas, recursos de afrontamiento eficaces, proyectos de vida productivos y fortalezas varias. Interesa, entonces, identificar los factores, circunstancias y procesos que favorecen esa resolución salugénica (e.g. Aspinwell & Staudinger, 2003; Jahoda, 1958; Linley & Joseph, 2004; Maddux, 2002; Maslow, 1962; Peterson & Seligman, 2004; Rogers, 1951; Seligman, Steen, Park & Peterson, 2005; Snyder & Lopez, 2002; Vaillant, 1977).
Teniendo en cuenta, por una parte, las potencialidades que este nuevo modelo ofrece, junto con la variedad de líneas de investigación innovadoras que se abren, por la otra, resulta interesante desarrollar estudios que generen transferencia de conocimientos, a la vez que transferencia de tecnología. En este sentido, desde la Universidad de Buenos Aires, el Proyecto UBACyT que se está desarrollando, se ha propuesto profundizar en el análisis de constructos provenientes de la Psicología Positiva, así como intentar su operacionalización en indicadores que permitan la evaluación válida y confiable de los mismos.
Como resultado de abordar estos objetivos de investigación, se han trabajado varios de esos conceptos tanto desde una perspectiva teórica cuanto desde el diseño y adaptación de instrumentos destinados a concretar su medición.
Para comenzar, se hará referencia a la noción de Capital Psíquico, que involucra al conjunto de factores y procesos que permiten al sujeto aprender a protegerse y a sobrevivir, generando fortalezas personales (Casullo, 2006). Este concepto engloba una serie de fortalezas de carácter o virtudes que, en su interrelación, forman este capital psíquico con que cada individuo cuenta, que la sirve para afrontar las vicisitudes de su vida cotidiana en particular y de su ciclo vital en general (Peterson & Seligman, 2004).
Básicamente, dentro de este conjunto de fortalezas, pueden identificarse capacidades emocionales, capacidades para establecer vínculos interpersonales, capacidades cognitivas para adquirir y usar formas de conocimiento, habilidades cívicas para lograr una mejor participación ciudadana y sistemas de valores como metas orientadoras de los comportamientos.
Un ejemplo de las capacidades emocionales incluidas en el capital psíquico es el concepto de Autoestima, definido como un estado emocional referido al sí mismo o self, vinculado con el proceso de evaluación de las virtudes y defectos propios, constituyéndose, así, en la dimensión valorativa del autoconcepto (Baumeister, 1998). Esta noción expresa la importancia del vínculo afectivo entre una persona y el contexto social que la rodea, ya que involucra dimensiones como la aceptación, la evaluación, la comparación y la eficacia (Hewitt, 2002). Estudios desarrollados en nuestro medio han producido la adaptación y validación de un instrumento que opreacionaliza este constructo (Góngora, 2006).
En el grupo de las capacidades para establecer vínculos interpersonales pueden hallarse, por caso, el Sentido del Humor, la Conducta Prosocial y la Empatía. El Sentido del Humor implica un proceso mental que posibilita la risa, así como el ser capaz de generar y admitir bromas. Para algunos autores es, en sí mismo, una estrategia de afrontamiento que funciona como un mecanismo de defensa que acerca al sujeto al polo de la salud (Martin, 2001). En la Argentina se han desarrollado trabajos referidos al tema, a la vez que una escala destinada a evaluar esta variable (Caysssials, Pérez, D'Anna, 2006ª y b; Pérez, D'Anna & Cayssials, 2006).
Por otro lado, los constructos Empatía y Conducta Prosocial aparecen como temas de interés en íntima relación con la madurez moral. El primero se define como la capacidad para comportarse teniendo en cuenta las necesidades ajenas, en un marco de respeto a las normas vigentes y a la legalidad establecida (Gibbs, Basinger & Grime, 2003). La conducta prosocial, por su parte, se describe como un conjunto de comportamientos voluntarios que funcionan a favor de otras personas, independientemente de que en muchos casos puedan redundar en beneficio de quien los produce. Entre ellos se cuentan la donación de efectos materiales, de apoyo emocional o de colaboración, con miras a lograr determinados fines (Pérez Delgado & Mestre, 1999). Para analizar el comportamiento moral es imprescindible tomar en cuenta la empatía y la regulación de las emociones (Eisenberg, 2000). Urquiza y Casullo (2006) han efectuado investigaciones en adolescentes de nuestro medio con técnicas adaptadas especialmente a esta población.
Dentro de la categoría de las capacidades cognitivas que se utilizan para adquirir y emplear formas de conocimiento diversas, puede ubicarse la Sabiduría. La misma es entendida como una virtud, a la vez que como una forma especial de procesamiento cognitivo, aunque también se la considera un atributo de la personalidad humana, ya que no puede ser reducida a una variable cognitiva -ser un experto en un área específica del conocimiento -, sino que alude a un saber que integra y organiza aspectos diversos. En tanto proceso cognitivo, se la diferencia de la inteligencia y de la creatividad aunque puede compartir con ellas algunas características. Supone una competencia general, una experiencia basada en el conocimiento pragmático y, a la vez, requiere de habilidades meta/analíticas, reflexivas y evaluativas (Holliday & Chandler, 1986). Pero implica, asimismo, un tipo de conocimiento que intenta comprender las consecuencias últimas de los hechos de manera holística y sistemática en sus aspectos morales, optimizando el bienestar de la comunidad (Csikszentmihalyi & Rathunde, 1990), por lo que también se la caracteriza como un valor socialmente esperable. Implica entender las emociones propias y diferenciarlas de las de los demás, buscando validaciones objetivas con significación subjetiva. Comprende, por ende, cierta capacidad empática, además de un tipo de conocimiento procesual y fáctico que hace posible formular juicios acerca de las pragmáticas fundamentales de la vida (Baltes & Smith, 1990). Sobre estas bases se ha desarrollado un instrumento para evaluar las concepciones acerca de las personas sabias (Casullo & Fernández Liporace, 2006ª, 2006b).
En el conjunto de fortalezas que se identifican como habilidades cívicas destinadas al logro de una mejor participación ciudadana se encuentra el Liderazgo, que se describe como la capacidad de un individuo para influir y motivar a sus seguidores con el fin de concretar determinados objetivos, erigiéndose en este rol por medio de un proceso de atribución que se verifica en la interacción entre aquéllos y el líder (Brown, Scott & Lewis, 2004; Cantor & Mischel, 1979; House, Javidan, Hanges & Dorfan, 2002; Katz & Kahn, 1978; Lord & Maher, 1991; Northouse, 1997; Wofford, Godwin & Wittington, 1998; Yukl & Van Fleet, 1992). En nuestro medio se han desarrollado diversas escalas para evaluar los atributos del líder en poblaciones específicas (Castro Solano, 2006; Castro Solano & Casullo, 2003; Castro Solano & Fernández Liporace, 2006; Castro Solano & Lupano Perugini, 2005ª y 2005b, en prensa).
Finalmente, dentro del grupo de los sistemas de valores, entendidos como metas que orientan los comportamientos, se halla la Capacidad para Perdonar; la mayoría de los modelos teóricos que han intentado explicarla implican básicamente tres ideas en común: la transformación de emociones negativas en positivas, el desarrollo de actitudes empáticas y la consideración de un proceso interpersonal o relacional (Darby & Schlenker, 1982; Gonzales, Haugen & Manning, 1994; Hargrave & Sells, 1997;McCullough, Worthinton & Rachal, 1997; Tavuchis, 1991; Weiner, Graham, Meter & Zmuidinas, 1991).
Diversos trabajos desarrollados verificaron que el perdón se asocia a la presencia de indicadores de salud mental y a la disminución de sentimientos de aflicción y dolor (Coyle & Enright, 1997), de sintomatología depresiva (Mauger, Perry, Freeman, Grove & McKinney, 1992) y de estados ansiosos (Freedmant & Enright, 1996), al tiempo que se relaciona con el acceso a una mejor salud física y a un menor estrés cardiovascular (Witvliet, Ludwig & Vander Laan, 2001). Se ha desarrollado también una técnica psicométrica para la evaluación de este constructo (Casullo & Fernández Liporace, 2005b).
Incluidos también en esta categoría, y emparentados con el perdón, se sitúan los propios Valores, que se definen, desde el punto de vista psicológico, como un sistema de estándares que indican a cada persona la forma en que debe actuar o pensar en determinadas situaciones, orientándose, en última instancia, a la satisfacción de las necesidades individuales; desde una perspectiva sociológica se los concibe como guías del accionar de las diversas instituciones que forman la sociedad en su conjunto. Así, en el nivel de análisis de los individuos, resultan útiles para explicar comportamientos, actitudes y componentes de la identidad, mientras que en el nivel cultural se los entiende como el producto de factores políticos y socioeconómicos (Rockeach, 1973; Royce & Powell, 1983, Sánchez Canovas & Sánchez López, 1999; Schwartz, 1996, 2001). Se han llevado a cabo diferentes investigaciones con escalas destinadas a evaluar los perfiles valorativos en nuestro medio, tanto en población adulta cuanto adolescente (Casullo & Castro Solano, 2004; Casullo & Fernández Liporace, 2005c; Fernández Liporace, Ongarato, Saavedra & Casullo, 2005).
Una vez que se ha contemplado cada grupo de aspectos que integran el capital psíquico, es relevante volver al principio para comentar que este concepto multidimensional ha sido operacionalizado en una escala autoadministrable que actualmente se encuentra en etapa de ajuste y análisis de su calidad psicométrica (Casullo, 2006).
Ahora bien, fuera de esta clasificación de fortalezas componentes del capital psíquico, aunque también en un lugar destacado en cuanto al análisis que puede hacerse de los factores salugénicos presentes en una persona, se encuentran variables tales como el apego, el bienestar psicológico, el apoyo social y el afrontamiento. Aunque podría intentarse la clasificación de cada uno dentro de alguna de las categorías antes tratadas, la importancia de estos conceptos resulta, en sí misma, de gran interés.
Así, el Apego, definido como proceso por el cual, a través de las experiencias tempranas, se conforman vínculos entre el infante y su cuidador que brindan seguridad y protección al primero, sentando así las bases para el estilo con que se establecerán otras relaciones en el futuro (Ainsworth, 1991; Ainsworth, Blehar, Waters & Wall, 1978; Bartholomew, 1994; Bowlby, 1982; Hazan & Shaver, 1987) fue operacionalizado en una escala que se estudió desde el punto de vista de su confiabilidad y de su validez de contenido, así como de constructo (Casullo y Fernández Liporace, 2005a), a la vez que se la empleó para desarrollar estudios sobre el mencionado concepto (Carreras, Brizzio, Casullo & Saavedra, 2006).
Si bien la inmensa mayoría de trabajos sobre el Bienestar Psicológico carecen de un modelo teórico claro y definido, Ryff (1989) ha identificado seis aspectos en este constructo, que se relacionan con una valoración positiva de sí, la capacidad para manejar eficazmente el medio circundante y en la propia existencia, vínculos interpersonales de buena calidad, adjudicación de significado y propósito a la vida, sentimiento de autodesarrollo a lo largo del ciclo vital y sentido de autodeterminación (Ryff & Keyes, 1995). Siguiendo esta línea de abordaje, se elaboraron sendas técnicas para medir esta variable en adolescentes y adultos (Casullo, 2002; Casullo & Castro Solano, 2000).
El Apoyo Social resulta un factor capital en el desarrollo adaptativo - físico y psíquico - de los niños y los adolescentes en diversas áreas de su vida cotidiana (Cobb, 1976; Compas, Slavin, Wagner & Vannatta, 1986; East, Hess & Lerner, 1987; Hirsch, 1985; Hoffman, Ushpiz & Levy-Shift, 1988; Malecki & Demaray, 2002; Tardy, 1985; Wenz-Gross & Siperstein, 1997). Fernández Liporace y Ongarato (2005) y Fernández Liporace, M., Castro Solano, A. & Contini de González, N. (2006) han adaptado una escala para evaluar esta variable en población adolescente de la Argentina.
El Afrontamiento o coping se define como las puesta en marcha de diversos mecanismos de naturaleza comportamental y cognitiva para hacer frente a situaciones problemáticas diversas que son percibidas como potenciales vulneradores de la autoestima u obstaculizadores de la satisfacción de normas y expectativas sociales (Aspinwall & Taylor, 1992; Guiping, & Huichang, 2001; Moos, 1993, 1995; Park & Adler, 2003; Silverthorn, 2002; Valentiner, Holahan & Moos, 1994). Al igual que con el resto de las variables aquí consideradas, la evaluación de los estilos de afrontamiento en población adolescente argentina y española se ha concretado por medio de la adaptación de instrumentos específicos (Casullo & Fernández Liporace, 2001ª y b; Casullo, Fernández Liporace, González Barrón & Montoya, 2002).

¿Estudiamos Universales Psicológicos?
Como bien lo señalan Norenzayan y Heide (2005) los supuestos acerca del nivel de universalidad de constructos y procesos que se estudian es un postulado fundamental para la ciencia psicológica. La diversidad cultural existente ha llegado a constituirse en un verdadero desafío, en la medida en la que la determinación del grado de universalidad de los fenómenos que se investigan permitirá poder hacer generalizaciones acerca de grupos humanos que hablan lenguas distintas, tienen diferentes creencias y prácticas sociales, respecto de aquéllas que son hegemónicas en el ámbito en el que se desarrolla la Psicología como disciplina científica. Las generalizaciones requieren estudios comparativos que analicen con el mayor rigor posible el tema de los universales psicológicos, muy poco abordado por los psicólogos si se los compara, por ejemplo, con lingüistas y antropólogos. Cabe mencionar a estudiosos como Berry (1969) y sus nociones de émico y ético, Buss (1989) y sus trabajos acerca de las diferencias sexuales en las elecciones de pareja, Daly y Wilson (1988) y sus estudios sobre las diferencias en los comportamientos violentos según sexos, Triandis (1978) y Lonner (1985) y sus investigaciones sobre la diversidad de los comportamientos sociales.
Generalmente se da por sentada la universalidad de los procesos psicológicos a partir de la noción de unidad psíquica. Ello puede corroborarse a partir del análisis de las técnicas de muestreo empleadas en numerosos estudios publicados: alumnos universitarios, pacientes de centros privados o públicos específicos. Un contexto determinado, el momento histórico en el que se vive, el nivel social de pertenencia, NO impiden formular generalizaciones de resultados que implican a sujetos humanos muy diferentes a los estudiados.
Se debe ser muy cauteloso al proponer generalizaciones, a la hora de intentar extrapolar la información obtenida a partir de los análisis de casos o de muestras seleccionadas. Suponer universalidad partiendo del estudio de una base de datos muy limitada no constituye sólo un problema teórico sino también empírico; se sugieren estrategias de intervención para resolver problemas sociales y personales en contextos muy variados tomando como referencia trabajos con sesgos culturales muy evidentes: la propia cultura de pertenencia, una cosmovisión determinada de los hechos, entre otros.
Norenzayan y Heine (2005) sugieren tener en cuenta tres niveles posibles de Universalidad de un constructo o proceso (e.g., perdonar, tener sabiduría, sentido del humor, empatía, resiliencia, capital psíquico) y uno de No Universalidad, que deben ser tomados en cuenta en estudios cross-culturales. Así, los procesos psicológicos - cognitivos, emocionales, motivacionales, psicosociales - pueden ser considerados en términos de herramientas o recursos al servicio del pensamiento y de la conducta. Es necesario interrogarse acerca de la comparación posible de tales herramientas en realidades sociales y culturales muy diferentes entre sí.
1. ¿Son esas herramientas iguales o diferentes en esas realidades?
2. Si son las mismas, ¿se utilizan en situaciones semejantes? La gente de distintos colectivos socioculturales, ¿confía en la misma herramienta para resolver sus problemas?
3. Si son iguales y permiten resolver problemas equivalentes, ¿tienen todos los sujetos acceso a las herramientas mencionadas con la misma facilidad o frecuencia?

Teniendo en cuenta la taxonomía detallada en el cuadro precedente, es importante comentar que investigaciones realizadas permitieron comprobar que las estimaciones cuantitativas, la existencia de sistemas para contar, la invocación a cierto sistema de espiritualidad o religiosidad, son universales accesibles en diferentes contextos culturales (Dehaene, 1997; Rhodes, Lee & Palermo, 1965).

Niveles de universales psicológicos Taxonomía

Por otra parte, las relaciones humanas con alguna forma de autoridad que regula el acceso al poder, los lazos comunitarios, el acercamiento entre iguales, los estilos de apego, las atribuciones internas de causalidad, el papel de los afectos negativos en las depresiones, parecen ser universales funcionales (Grossman, Grossman & Spangler, 1995; Norenzayan & Nisbett, 2000). Y, finalmente, el efecto negativo de no razonar verbalmente sobre temas emocionales -alexitimia -, las preferencias por las decisiones individuales respecto a cómo resolver un problema, aparecen como universales existenciales (Kim, 2002; Iyengar & Lipper, 1999; Páez y Casullo, 2000).

Comentarios y discusión

Corresponde mencionar que, en la última década, dos corrientes de pensamiento están dando la debida importancia a los temas planteados: la Psicología Evolucionista - más comprometida en la búsqueda de universales, que no son sinónimo de innato o genético -, y la Psicología Cultural - mucho más interesada en la evidencia de la diversidad. Ambos paradigmas -o mercados epistémicos, como los denomina el psicólogo Valsiner (2004), editor de la revista Culture & Psychology -- trabajan sobre la base de admitir dos tipos de herencias en los comportamientos humanos: la biológica y la cultural, en interacción permanente.
Son necesarios más desarrollos sistemáticos en el plano de la Psicología Cultural Comparativa, dado que los investigadores deben asegurarse de que prácticas sociales hegemónicas o intuiciones morales con mucho peso no se proyecten como universales psicológicos a la hora de comprender y explicar lo que sienten, piensan o hacen los seres humanos (Koltko Rivera, 2004).

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Fecha de recepción: 13 de diciembre de 2006
Fecha de aceptación: 28 de marzo de 2007

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