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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.14  Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2007

 

PSICOANÁLISIS

Las identificaciones en la primera parte de la obra de Lacan (1931-1959)

Identifications in the first period of Lacan 's works (1931-1959)

Mazzuca, Roberto1

1 Profesor en Filosofía y Licenciado en Psicología, UBA. Profesor Consulto Titular en la asignatura Psicopatología, UBA. Director del Proyecto UBACyT P091 (2004-2007) "La estructura del nudo borromeo en la caracterización de la histeria en el último período de la obra de J. Lacan (1974-19811)". mazzuca@psi.uba.ar

Resumen

Este trabajo responde al objetivo de explorar las particularidades del concepto de identificación a lo largo de la obra de Lacan para registrar sus transformaciones, distinguir las variedades de identificación delimitadas sucesivamente y precisar la originalidad de ese concepto lacaniano definiendo los rasgos que lo diferencian tanto de la concepción de las identificaciones en la obra de Freud como de los posfreudianos. El período de referencia ha sido distribuido en tres tramos: el de los antecedentes (hasta el comienzo de su enseñanza alrededor de 1951), el momento inicial del estructuralismo (cuatro primeros seminarios), y la culminación de esta posición (en los seminarios quinto y sexto). En las conclusiones se destaca las notorias transformaciones del concepto de identificación en este periodo, así como la extensa variedad de tipos de identificación que Lacan introduce en cada uno de esos tramos. También se precisan dos rasgos distintivos en relación con el concepto freudiano.

Palabras clave: Identificación; Locura; Alienación; Identificación simbólica; Identificación viril; Identificación conformista; Identificación con lo real; Identificación especular

Abstract

This project intends to explore the specificities of the concept of identification in Lacan's work. It does so by analyzing its transformations, distinguishing the successive types of identification presented by the author, and discussing the relationship with Freud's understanding of identification as well as with the post-Freudian theorists'. The periodization is divided in three stages: the antecedents (before 1951, when Lacan begins to teach), the initial structuralist moment (the first four seminars), and the culmination of this position (in seminars five and six). The conclusion highlights the transformations of the concept during this period, as well as the great variety of types Lacan introduces in each stage. Moreover, two differences with Freud's concept are discussed.

Key words: Identification; Madness; Alienation; Symbolic identification; Virile identification; Conformist identification; Identification with the real; Specular identification

Introducción
El contenido de este trabajo surge de una tarea complementaria del proyecto UBACyT P091 (29), el cual tiene por objeto definir la caracterización de la histeria en el último período de la obra de Lacan, con la finalidad de explorar problemas de diagnóstico diferencial entre histeria y esquizofrenia y, en especial, la categoría clínica de las "locuras histéricas". Tiene el objetivo de explorar las particularidades del concepto de identificación a lo largo de la obra de Lacan para precisar sus transformaciones, distinguir los distintos tipos de identificación caracterizados sucesivamente y delimitar la originalidad de ese concepto lacaniano definiendo los rasgos que lo diferencian tanto de la concepción de las identificaciones en la obra de Freud como de las innovaciones que introdujeron los posfreudianos.
Lacan mismo puso mucho cuidado en mantener la distinción entre el concepto freudiano de identificación y el suyo propio. Cada vez que utiliza algún concepto relacionado con la identificación en la obra de Freud, utiliza de manera explícita la expresión "identificaciones freudianas". A su vez, reordena su múltiple variedad distribuyéndolas en una serie de tres términos: la identificación primaria, las identificaciones regresivas y la identificación por medio del síntoma (25).
Por su parte, Lacan utiliza desde el comienzo mismo de su obra un concepto de identificación diferente del de Freud, y ya en ese momento de una manera muy original. Esta originalidad se ve incrementada en su elaboración posterior por las sucesivas modificaciones que va introduciendo, entre ellas nuevas variedades de identificación que se distribuyen según sus tres registros: identificaciones imaginarias, identificaciones simbólicas e identificaciones con lo real. Sin embargo, la originalidad lacaniana del concepto de identificación, en especial en su diferenciación con Freud, no ha sido objeto todavía de un estudio sistemático.
El presente trabajo resume la tarea realizada en este tema respecto de la primera parte de la obra de Lacan y reúne las principales conclusiones de trabajos presentados en diferentes congresos y jornadas durante los primeros tres años del proyecto (25, 26, 27, 28). Se distinguen tres tramos dentro de la primera parte de su obra: el período de los antecedentes, que abarca desde 1931 hasta el comienzo de su enseñanza, alrededor de 1951; el momento inicial del estructuralismo, que se extiende a lo largo de sus cuatro primeros seminarios; y la culminación de esta posición en los seminarios quinto y sexto. Finalmente, se consignan algunas conclusiones.

I. Los antecedentes

a. Identificación y locura
La tarea de revisión y análisis de los textos de este período que abordan el tema de la identificación (3,4,5,6,7, 8,9) muestra que el concepto de identificación es explorado inicialmente por Lacan en sus relaciones con la locura: la locura es la realización plena de la identificación; es decir, cuando no hay distancia o mediatez entre el sujeto y la identificación, cuando el sujeto cree ser efectivamente aquello con lo que se identifica, eso es la locura, entendida entonces como la infatuación que resulta de una identificación en la que hay inmediatez. Para caracterizar este estado, Lacan usa el término "estasis" (estancamiento): frente al continuo devenir del ser en proceso dialéctico, una identificación plena, inmediata, implica la estasis del ser (8, p. 162).
Sin duda, la concepción de la locura utilizada en este momento por Lacan, difiere de la que simultáneamente predomina en la psiquiatría, entendida con el modelo de la esquizofrenia, fundamentalmente como debilidad, disociación, fragmentación. Por el contrario, el concepto de locura implícito en la tesis de la identificación inmediata resulta más cercano a la paranoia que a la esquizofrenia: de aquí que se subraye la infatuación, la certidumbre, la completud.
En los textos de este período, y en especial en el escrito de 1946 (8), Lacan ubica la identificación como fuente tanto de la libertad como de la locura. La identificación ideal permite al sujeto llegar a ser lo que no es, le da un margen de elección. En este sentido la identificación es la condición de la libertad. Pero si no se mantiene una distancia razonable con la identificación, ésta lleva a la locura. Por eso la locura es el riesgo permanente de la libertad, una y otra van juntas como el cuerpo y la sombra, afirma Lacan (8, p. 166). Para oponerse a Ey que sostiene que "la locura es el insulto a la libertad", Lacan propone su propia fórmula: "la locura es el límite de la libertad". Parece pertinente conjeturar que aquí el término "límite" es usado tanto en el sentido de obstáculo, detenimiento, como también en el sentido matemático de pasaje al límite de una función: dar el salto y llegar al limite; es decir, anular la separación y el margen de distancia con la identificación. En sentido contrario a la idea de Ey, para quien libertad y locura se oponen, para Lacan ambas van en el mismo sentido, por eso el psicótico es el hombre libre.

b. la concepción del yo
La identificación idealizante de la locura paranoica proporciona el modelo del concepto de identificación también para la constitución del yo en el estadio del espejo. En consecuencia, y de manera coherente con esa posición, Lacan rechaza la concepción del yo de los posfreudianos, que pusieron el acento en su carácter de síntesis funcional del organismo y de aliado terapéutico, y construye una teoría del yo cuya estructura responde a la función de desconocimiento, propia del «conocimiento paranoico».
Lacan concibe el yo como un sistema central de identificaciones alienantes y, de este modo, toma distancia
de la idea del yo como la síntesis armónica de las funciones, y también de la idea de que la perturbación mental sería una disolución de dicha síntesis. En la concepción lacaniana el yo es una construcción que sirve al desconocimiento y que adviene en un momento de prematuración y desamparo, Hilflosigkeit, en términos freudianos. El yo constituye una determinada «forma de relación con el mundo» (8, p. 170) que se instaura en la infancia temprana (en el estadio del espejo) pero «nunca se elimina por completo». Su mecanismo instaurador es la identificación, considerada aquí por Lacan como «la causalidad psíquica misma» (8, p. 178). La prematuración es el telón de fondo en el que se apoya la imago, lo visual en su carácter de anticipación generando una imagen unificada que le aporta al niño una unidad y una coordinación de las que en verdad carece. Esa imagen ideal le llega al bebé humano desde el otro semejante, y es a partir de la identificación con esa imagen del otro que surgirá el sentimiento de sí mismo. Es decir que no habrá yo sin otro, por eso Lacan incluye una referencia a Hegel con la que intenta mostrar que sin la mediación del otro no existe la posibilidad de la constitución subjetiva. Esta imagen ideal formadora del yo actúa como un reaseguro frente al desamparo, y el yo guardará eternamente la función de desconocer aquello que lo determina, desconocer al otro que lo captura en esa alienación necesaria y constitutiva. Esta mediación del otro (8, p. 171), de eficacia formadora sobre el yo y sobre los "instintos", hace que el yo, no sólo se represente a sí mismo como otro, sino que incluso desee como otro. De allí sus efectos iniciales de desconocimiento y alienación (8, p. 171).
Lacan sitúa este desconocimiento a través de todo el abanico de los cuadros clínicos, atravesándolo. Se aplica tanto a la alucinación verbal, donde el sujeto «no reconoce sus propias producciones en calidad de suyas » (8, p. 156), como al sufrimiento del alma bella. Igualmente al caso de su tesis sobre la paranoia, la llamada Aimée, cuyo delirio idealizante también resulta tanto efecto como palanca del desconocimiento de su propia posición y de su contribución a los dramas de los que se experimenta como víctima, tendiendo así «en su conducta a realizar, sin reconocerlo, el mal mismo que denuncia» (8, p. 159). Para todas esas variantes, tan disímiles, de la locura, vale la misma «fórmula general»: «el sujeto no reconoce en el desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual» (8, p. 162).
Lacan concibe entonces la función del yo como de desconocimiento del propio ser, y en consecuencia, de alienación. Llevada a su extremo, esa alienación es la locura (ya sea en la neurosis o en la psicosis). Y así pensada la locura como alienación extrema, dos características definen la identificación que la sostiene: la inmediatez y el estancamiento. La inmediatez se refiere a la ausencia de distancia respecto de la imagen ideal, es decir, a la infatuación (8, p. 161). El estancamiento remite a la ausencia de dialéctica. Pues Lacan concibe a la identificación como constitutiva del ser humano y del vínculo social, pero siempre que funcione a través de «momentos», «estadios» dentro de la «historia de la génesis mental del hombre» (8, p. 104). Por el contrario, las ideas delirantes se constituyen por «estancamiento de uno de esos momentos» o «motivaciones» (de envenenamiento, de maleficio, de influencia, de intrusión física, de robo, de perjuicio, de persecución, de difamación...) (8, p. 103-4).
A esta altura de la elaboración de Lacan, es el complejo de Edipo, y especialmente la función que allí recae sobre el padre, lo que permite superar esa alienación o, en todo caso, sus consecuencias enloquecedoras (8, p. 172-3). De este modo, el conocimiento paranoico conceptualiza en Lacan el «palacio de espejismos que reinan en los limbos de ese mundo al que el Edipo hace hundirse en el olvido» (8, p. 174).
Hay dos textos de este período en que Lacan distingue un segundo tipo de identificación, diferente de la identificación alienante descripta hasta ahora. En 1938 la califica como identificación paterna (5, p.59). Opone, de este modo, la identificación con la imago del semejante, que también denomina identificación narcisista o identificación primordial, con la identificación edípica que define como "una identificación del sujeto con la imago del progenitor del mismo sexo" y ocupa un lugar determinante en la formación del superyó y del ideal del yo (5, p. 79-81). A su vez, en 1948 Lacan indica la función de sublimación que cumple el Edipo normal, permitiendo "trascender, por una modificación identificatoria del sujeto, la agresividad constitutiva de la identificación del estadio del espejo" (6, p.109). La mención es muy breve y sólo agrega que se trata de "una identificación secundaria por introyección de la imago del padre del mismo sexo" (ibid.).
En síntesis, en el momento inicial de su obra Lacan reconoce dos tipos de identificación; una, con la imago del semejante; la otra, con la imago del padre. La primera, formadora del yo en el estadio del espejo, identificación narcisista; la segunda, identificación secundaria que surge en relación con la constitución del Edipo. Sin embargo, desarrolla fundamentalmente el concepto de la primera de esas formas de identificación, concepto que en sus rasgos esenciales permanecerá vigente en toda la obra de Lacan. Del segundo tipo de identificación, en cambio, podemos decir que aparece en germen y recién alcanzará su pleno desarrollo en el período siguiente. Ambos tipos de identificación se definen en relación con la imago: del semejante, en un caso; del padre, en el otro; es decir, se trata de identificaciones imaginarias. El concepto de identificación simbólica está absolutamente ausente en este período y Lacan deberá superar numerosos obstáculos para llegar a su formulación recién en un momento avanzado del período estructuralista.

II. La introducción del estructuralismo
Por el contrario, con la introducción de la perspectiva estructuralista asistimos a la diversificación del concepto de identificación, a su pluralización, no sólo en el sentido de proponer distintas variedades de identificación como diferentes manifestaciones o concreciones del mismo concepto, sino que el concepto mismo de identificación se diversifica en procesos de naturaleza heterogénea. Por otra parte, en este período también se delimitan y distinguen modalidades de identificación que separan las neurosis de las psicosis. Se trata de la etapa que comienza con la introducción de las referencias estructuralistas alrededor del Discurso de Roma en 1953, y llega hasta 1956 inclusive. Este período es designado por el mismo Lacan como el comienzo propiamente dicho de su enseñanza, y tiene como efecto retroactivo convertir en antecedentes todos sus trabajos anteriores. Reúne diferentes escritos (10,13,14,15,17) y los cuatro primeros seminarios (11,12,16,18).
Con la adopción de la perspectiva estructuralista, Lacan introduce el triple registro de lo imaginario, lo simbólico y lo real. De este modo, el concepto de identificación se diversifica siguiendo esta tripartición. A pesar de que en este período lo simbólico predomina fuertemente sobre los otros dos registros, las menciones a la identificación simbólica aparecen apenas esbozadas y se limitan a la identificación que define la posición sexuada. Por el contrario, surge una gama de identificaciones imaginarias diferentes de la identificación especular del período anterior: la identificación viril de la histeria, la identificación edípica de la mujer, las identificaciones conformistas de la psicosis, las identificaciones empáticas en las perversiones, y la identificación al final del análisis de los posfreudianos. Finalmente, se delimita con claridad un tipo de identificación que, aunque Lacan no use este término, puede ser considerada como una identificación con lo real.

a. Identificación simbólica, histeria y sexuación
El concepto de identificación simbólica, por oposición al de identificación imaginaria del estadio del espejo predominante en el período anterior, surge de una manera tímida y difusa, al punto de no mencionarse nunca por su presencia efectiva sino sólo por sus fallas o por su ausencia. Podemos ver en esto, a nuestro entender, la fuerte pregnancia que conserva lo imaginario en el concepto lacaniano de identificación que impide, aún en estos primeros años de estructuralismo, establecer y reconocer abierta y explícitamente una identificación simbólica. Y esto, a pesar de que en el Seminario 1 Lacan ha propuesto y explorado, con el esquema de los dos espejos, la estrecha interrelación y la dependencia de la identificación imaginaria del yo ideal en relación con las referencias simbólicas del Ideal del yo. En ningún momento esta instancia, a la que se le reconoce su naturaleza simbólica, resulta definida en ese seminario por la operación de una identificación, como ocurrirá más tarde, en especial con la construcción del grafo del deseo.
Las referencias a la identificación simbólica aparecen en este período solamente en relación con la asunción de la sexualidad, en tanto su "integración está ligada al reconocimiento simbólico" (16, p.242), y en especial a la pregunta "¿quién soy, un hombre o una mujer?" (p.243). Al parecer, la respuesta a esta pregunta requiere de la intervención de una identificación, conclusión que debe ser deducida de la teoría que Lacan va construyendo en este período pero que no se encuentra nunca formulada de manera expresa. Resulta afirmada solamente por la negativa, cuando examina un caso de histeria masculina presentado por J. Hasler: "El carácter problemático de su identificación simbólica -dice Lacan en una de las pocas oportunidades en que utiliza expresamente este término- sostiene toda comprensión posible de la observación [...] , sólo cobra su sentido en función de la respuesta que ha de formularse sobre esta relación fundamentalmente simbólica: ¿soy un hombre o una mujer?" (p.244).

b. la identificación viril de la histérica
Este defecto de la identificación simbólica en la histeria resulta compensado por una identificación imaginaria, que viene a constituirse, de este modo, en punto de apoyo para la respuesta a la pregunta por el ser sexuado en esta estructura subjetiva: la histérica se identifica imaginariamente con el hombre para desde allí intentar responder a la pregunta sobre qué es ser una mujer por intermedio de la mirada masculina, qué ve un hombre en una mujer. De esta manera, se delimita el concepto de identificación viril de la histérica como una forma de identificación imaginaria diferente de la identificación del estadio del espejo, ya que no se trata de una identificación formadora del yo sino de una suplencia que intenta remedar la falla de la identificación simbólica: cómo el sujeto histérico se las tiene que rebuscar en el eje imaginario para compensar esa falla identificatoria que dé respuesta a qué es ser una mujer.

c. la identificación en el complejo de Edipo femenino Sin embargo, esta constelación subjetiva de la histeria, donde la falla de la identificación simbólica debe ser suplida por una identificación imaginaria, no presenta una conformación muy diferente y resulta ser sólo un caso particular de la problemática general de la asunción sexuada de la mujer. "Donde no hay material simbólico, hay obstáculo, defecto para la realización de la identificación esencial para la realización de la sexualidad del sujeto" (16, p.252). Este defecto proviene de una carencia de material simbólico ya que "El sexo femenino tiene un carácter de ausencia, de vacío, de agujero, [...] ." (ibid) de la que resulta una disimetría esencial con respecto al hombre. "La experiencia muestra una diferencia llamativa: uno de los sexos necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo." (ibid).
De este modo, la identificación simbólica como respuesta a la pregunta ¿soy un hombre o una mujer? limita su campo de aplicación al sexo masculino. La carencia simbólica del lado de la mujer determina que la niña en el Edipo no se identifique con la madre sino que defina su posición sexuada a partir de una identificación imaginaria con el padre: "El acceso de la mujer al complejo edípico, su identificación imaginaria, se hace pasando por el padre, exactamente al igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo, pero en tanto que a su vez ésta está tomada como el elemento simbólico central del Edipo." (16, p.251).
Como se ve, la misma lógica preside y explica la función sustitutiva de la identificación viril de la histérica y de la identificación con el padre en el Edipo femenino. Histeria y feminidad coinciden en la falla identificatoria simbólica inicial suplida por la introducción de una identificación imaginaria.

d. las identificaciones en la psicosis
Esta misma lógica se verifica en las identificaciones que caracterizan el campo de las psicosis, también identificaciones imaginarias que vienen a compensar una carencia en lo simbólico; en este caso, la ausencia de la metáfora paterna por la forclusión del significante del nombre del padre. Para ello Lacan introduce un tipo de identificación imaginaria que presenta un carácter particular, que no es la misma que la del estadio del espejo, ni tampoco la identificación viril en la histeria o la identificación con el padre en el Edipo femenino.
Este imaginario se diferencia del estadio del espejo porque carece del carácter de exclusión recíproca propio de aquella organización. En este caso la alienación es radical, no está vinculada con un significado anonadante como sucede en el terreno de la rivalidad, sino en un anonadamiento significante. Cuando no se puede asumir la realización del significante padre a nivel simbólico, la función paterna se reduce a su componente imaginario. Aunque esta imagen no se inscribe en ninguna dialéctica triangular, su función de modelo le proporciona al sujeto un enganche que le permite aprehenderse en el plano imaginario (16, p.291). Pero, "no tiene la significación de exclusión recíproca que conlleva el enfrentamiento especular, sino la otra función, la de captura imaginaria" (p.292).
Operan, de esta manera, una serie de identificaciones imaginarias que Lacan califica como identificaciones conformistas y emparienta con el mecanismo del como si descripto por Helene Deutsch (p.275): "aquello cuya compensación [el sujeto] deberá asumir, largamente en su vida, a través de una serie de identificaciones puramente conformistas a personajes que le darán la impresión de qué hay que hacer para ser hombre (p.292)".
De esta manera, la identificación conformista de la psicosis responde a la misma lógica de las dos identificaciones imaginarias descriptas precedentemente y constituye "la compensación imaginaria del Edipo ausente que le hubiera dado la virilidad [al sujeto] bajo la forma, no de la imagen paterna, sino del significante, del nombre- del-padre." (p.275)

e. La identificación con lo real
En el Seminario 2 encontramos, por parte de Lacan, un empleo llamativo del concepto de identificación, que él mismo expresa bajo la fórmula identificación de angustia. La expresión aparece a propósito del sueño de la inyección de Irma, de Freud, que tiene dos grandes partes; la primera ocurre entre Freud e Irma, la segunda incluye a sus colegas. Cada una de estas partes, a su vez, se desarrolla en dos tiempos: primero, un transcurrir; luego, una revelación. La expresión identificación de angustia es usada por Lacan para caracterizar la primera revelación, cuando el transcurrir de la conversación con Irma desemboca en el hecho de que ella abre la boca. Se produce entonces esa visión horrorosa, de angustia. Dice Lacan: "La primera parte desemboca en el surgimiento de la imagen terrorífica, angustiante, verdadera cabeza de Medusa; en la revelación de algo hablando estrictamente innombrable, el fondo de esa garganta [...] que hace de ella tanto el objeto primitivo por excelencia, el abismo del órgano femenino del que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la boca por el que todo es engullido; y también la imagen de la muerte [...] ." (12, p. 249)
Es muy notable que ya desde este momento la angustia está asociada por Lacan al encuentro del sujeto con algo real, en el sentido de algo que está más allá de las imágenes y de las palabras, que las desborda e, incluso, las deja en vilo, amenaza con anularlas, tragarlas. "Hay, pues, aparición angustiante de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo real en lo que tiene de menos penetrable, de lo real sin ninguna mediación posible, de lo real último, [...] algo ante lo cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan, el objeto de angustia por excelencia" (ibid.) No resulta inesperado a la luz de la enseñanza de Lacan en su conjunto, aunque quizá sorprenda encontrarlo claramente tan "temprano".
Ahora bien, ¿por qué considerar que ese encuentro sin mediación con un real último y angustiante es una identificación: identificación de angustia? Sólo se entiende si el término identificación no vale sólo para el acto de asunción de una imagen o un significante, sino para cada momento en que el sujeto queda en relación con su ser, sin importar cuál registro prevalece. En definitiva, ese "real último" con el cual el sujeto se confronta en el momento de la identificación de angustia, le concierne tan íntimamente que forma parte de él.
La identificación de angustia no resulta de la pregunta
¿qué soy? pero constituye una respuesta sin que esa pregunta se haya formulado. Equivale a un mensaje que dice al sujeto: en definitiva, tú eres eso. "Es un descubrimiento horrible: la carne que jamás se ve, el fondo de las cosas, el revés de la cara, del rostro, los secretatos por excelencia, [...] la carne sufriente, informe, cuya forma por sí misma provoca angustia. Visión de angustia, identificación de angustia, última revelación del eres esto: Eres esto, que es lo más lejano de ti, lo más informe". (p. 235-6)

f. La identificación en la relación de objeto
Finalmente, debemos destacar que en este período -especialmente en la primera mitad del Seminario 4- comienza a diluirse la frontera entre los conceptos de identificación y relación de objeto, en la medida en que ambos procesos se superponen fácticamente. "Así -dice Lacan en 1956- la identificación con el objeto está en el fondo de toda relación con él" (18, p.28). Más claro, imposible.
En Freud, ambos procesos se distinguen nítidamente: la identificación se refiere al ser; la elección de objeto, al tener (2). Por ejemplo, en su trabajo sobre Leonardo (1) articula entre sí la relación con la madre y con sus discípulos: el sujeto se identifica con la madre y desde esa posición elige sus objetos eróticos con el modelo de su propia persona infantil. En el primer caso, la madre, se trata de una identificación. En el caso de los discípulos, de una elección objetal, narcisista, por oposición a la elección anaclítica de objeto.
En Lacan, por el contrario, lo que en Freud es elección objetal tiende a superponerse con el proceso de identificación debido al carácter transitivista de la relación especular, tanto en el tipo narcisista como anaclítico. En relación con este último, construye una versión muy particular, hasta cierto punto inversa a la de Freud, por la cual el sujeto sabe que el objeto materno depende de él en la medida en que resulta investido por el falo en la relación simbólica. "La relación de dependencia se establece por cuanto, identificándose con el otro, con el partener objetal, el sujeto sabe que le resulta indispensable, que es él y sólo él quien la satisface, porque en principio es el único depositario de ese objeto que es el objeto del deseo de la madre" (18, p.86).
Esta superposición entre identificación y elección objetal se observa también en la perversión fetichista, aunque en este caso se traduce temporalmente en una alternancia: "previsiblemente veremos aparecer de vez en cuando en el fetichista la posición, no de identificación con la madre, sino de identificación con el objeto" (p.88).
En cuanto al otro tipo de perversiones, distribuido en pares, exhibicionismo y voyeurismo, sadismo y masoquismo, la relación de objeto implica siempre y necesariamente una cierta identificación con el otro: "El modo en que el sujeto vive estas relaciones implica siempre, en forma más o menos implícita, más o menos manifiesta, su identificación con el partener" (p.17).
En síntesis, en este período se delimita una identificación simbólica, aunque de manera todavía incipiente, y sobre todo una serie de identificaciones imaginarias, diferentes de la identificación especular, cuya función es suplir una falla en lo simbólico. También una forma de identificación con lo real. Estos diferentes tipos de identificación sólo tienen en común el rasgo de involucrar el ser del sujeto. Se verifica también cierta superposición entre los procesos de identificación y elección objetal. Finalmente, ha quedado de lado la identificación al final del análisis (12, p.369; 13, p.326) en la medida en que se trata de un concepto que Lacan acuña, no para su propia concepción de la dirección de la cura sino para aplicarlo a la lectura de los posfreudianos, en especial de Balint y su concepción del amor primario.

III. La culminación de la perspectiva estructuralista
Recién en el Seminario 5, junto con la formulación de la metáfora paterna, Lacan delimita claramente dos identificaciones normalizadoras y decisivas para el desarrollo subjetivo que forman un conjunto, a la vez, solidario y antagónico: la identificación imaginaria con el falo y la identificación simbólica con las insignias del padre. Ambas suponen la existencia del significante del nombre del padre y la operación de la metáfora paterna, y cumplen una función determinante en los distintos tiempos del Edipo.
La primera caracteriza el llamado primer tiempo del Edipo. Si bien resulta un efecto de la presencia del significante del nombre del padre operando en la metáfora paterna (al igual que en los otros dos tiempos), la identificación imaginaria con el falo se realiza fundamentalmente a través de la mediación materna. En una madre posicionada normalmente según el Edipo freudiano, se ha cumplido la equivalencia entre el hijo y el falo recibido imaginariamente del padre. En la madre edípica se cumple entonces una diplopía: el niño es por una parte un niño real al que atiende en sus necesidades, y por otra representa el falo que la completa imaginariamente como objeto de su deseo. En este caso el niño sin saberlo resulta ubicado inicialmente en ese lugar. Sólo más tarde advierte que la madre desea en él algo que está más allá de él y él mismo desea identificarse con el falo, objeto imaginario de ese deseo. Esta identificación resulta destituida en el segundo tiempo del Edipo, destitución que se deriva de la función de prohibición y privación paternas sobre el niño y la madre. También en este caso esta función se cumple fundamentalmente a través de la madre y de su posición ante la palabra del padre.
La identificación con las insignias del padre caracteriza el tercer tiempo del Edipo y es determinante en la formación del ideal del yo. Aquí el padre interviene de manera directa, como padre real. Se trata de una identificación tipificante, a partir de la cual el sujeto se identifica con la constelación de rasgos ideales de su propio sexo, la virilidad o la feminización. Esta identificación va más allá de esta función de sexuación ya que es decisiva para el desarrollo normal, y es antinómica con la identificación primitiva con el falo, implica su destitución ya que, para asumir su sexo, el sujeto debe dejar de ser el falo para ubicarse en posición de tenerlo o de no tenerlo. El seminario siguiente dará lugar a las fórmulas diferenciales "no es sin tenerlo" y "es sin tenerlo" (24). Si el sujeto conserva algún grado de identificación con el falo, esto acarrea diversas anomalías tanto en la neurosis como en la perversión.
Aunque destinada a ser destituida, la identificación imaginaria con el falo como objeto del deseo de la madre resulta vital para el desarrollo porque estabiliza el predominio de la pulsión de vida. Este efecto se observa claramente por contraste con los casos en que esta primera identificación no se ha establecido nítidamente, como es el caso Gide que Lacan analiza tanto en el seminario que estamos revisando (19) como en el escrito dedicado específicamente al tema (23). Es la posición materna la que determina esta situación: no es que la madre de Gide no haya amado y cuidado a su hijo, pero lo hizo más como madre del deber que como madre del deseo. Para ella el falo no estaba instalado como objeto de su deseo. La carencia en esta identificación determina lo que Lacan denomina el erotismo mortífero del niño Gide, cuyos fantasmas masturbatorios involucraban situaciones catastróficas o figuras deshumanizadas: "No podemos captar ahí ninguna otra cosa, salvo algo abismal que está consituido en la relación primera del sujeto con una madre de quien sabemos, al mismo tiempo, que tenía muy elevadas y notables cualidades, y un no sé qué completamente elidido en su sexualidad, en su vida femenina, que deja al niño, durante sus años iniciales, en una posición totalmente insituada frente a ella. (19, p.266-7). De allí que la escena de seducción en la cual fue objeto del erotismo de la tía, tan determinante para las formas de sus perversiones, aunque traumática y rechazada por el niño, haya resultado salvadora como suplencia de la deficiente identificación fálica inicial.
Para llegar a definir la segunda forma de identificación normalizadota, es decir, con las insignias del padre, que da origen al ideal del yo, y en especial para reconocer su carácter simbólico, Lacan debe remover serios obstáculos. Eso explica que recién resulte formulada ya muy avanzado el Seminario 5. Teniendo en cuenta la importancia que asume en este período estructuralista el concepto de significante del nombre del padre y la operación de la metáfora paterna, delimitar una identificación simbólica, es decir, identificación con un significante, implicaba el riesgo de que quedara definida justamente por la identificación con el significante del nombre del padre. Lacan evita sistemáticamente esta definición, y por razones de mucho peso. Junto con la introducción de aquellos dos conceptos, había afirmado en relación con el padre de Schreber que la identificación con el significante del nombre del padre es causa de su forclusión en el hijo. Era necesario, entonces, elaborar primero el concepto de insignia, que no es exactamente un significante (o es una modalidad muy especial de significante) en la medida en que es un componente aislado, que no se articula, como el significante, con otros significantes. Una vez reconocido el carácter simbólico de la insignia, recién entonces se puede formular el concepto de identificación simbólica con el padre al definirla como una identificación, no con el significante del padre, sino con sus insignias. Antes de alcanzar esta formulación, durante la primera parte de la etapa estructuralista, la identificación con el padre retuvo su carácter imaginario al ser definida como identificación con la imago del padre. Incluso, para reconocer su carácter metáforico Lacan se ve obligado a introducir expresiones extrañas, como la de "metáfora imaginaria" (30 y 31).
Pero, una vez delimitado el concepto de insignia, en el Seminario 5 comienzan a perfilarse otras formas de identificaciones simbólicas, distintas de la identificación con el padre, en el origen del ideal del yo. Fundamentalmente formas de identificación que se relacionan con la frustación de las demandas. Tienen también un carácter idealizante ya que "a falta de satisfacción, con lo que el sujeto se identifica es con el sujeto que puede acceder a la demanda". (19, p.349) Encontramos entonces esbozado en este seminario lo que más adelante Lacan delimitará como la identificación con las insignias o con los significantes de la omnipotencia del Otro (31).
Hay que destacar, entonces, que para las formas simbólicas de la identificación que surgen en este seminario, en especial la identificación formadora del ideal del yo, Lacan subraya que intervienen elementos significantes, pero sin estar articulados entre sí: "No hay duda -son elementos significantes. [...] , los nombraremos con un término especial, porque no son significantes puestos en juego en una cadena significante. Los llamaremos las insignias del padre". (19, p.301-302). En este período predomina la noción saussuriana de significante con la noción de valor que se deriva del rasgo de articulación diferencial. Lo que un significante es, se deriva siempre de su relación, paradigmática o sintáctica, con los otros significantes. Sin embargo, el surgimiento del concepto de identificación simbólica va aparejado con la posibilidad de que exista un componente que sea a la vez significante y se sostenga de manera aislada. Ya dos seminarios antes Lacan había delimitado en la psicosis el surgimiento del significante en lo real por la fractura de la cadena significante, el cual, aunque reúne también aquellas dos características, no resulta apto
para la delimitación de una identificación simbólica. Es necesario entonces forjar la noción de insignia, necesidad que constiituye una de las razones que actuaron en el sentido de un obstáculo, y correlativamente una demora, para la elaboración del concepto de identificación simbólica. Este carácter se va a mantener en la ulterior enseñanza de Lacan ya que los significantes que intervienen en la formación del ideal del yo, aunque pluralizados, conservarán ese rasgo de significantes aislados que nunca forman un conjunto sino bajo la forma del enjambre.

Conclusiones
Se esboza, finalmente, algunas conclusiones parciales supeditadas a la continuación de esta tarea de exploración del concepto de identificación, tanto en lo que resta del primer periodo de la obra de Lacan como en los tramos siguientes de la misma.
En primer lugar, en relación con el concepto freudiano de identificación, debe mencionarse la originalidad de Lacan que se presenta de manera nítida en el inicio mismo de su obra. En Freud, las identificaciones responden al modelo de la incorporación: el sujeto adquiere los rasgos del objeto con el cual se identifica. De este modo, los procesos de identificación constituyen a partir de los textos de la segunda tópica el procedimiento fundamental de construcción de la personalidad normal, especialmente de las instancias del yo y del superyó. Lacan, por el contrario, en oposición al registro freudiano de la incorporación formadora y normalizadora, en sus primeros trabajos pone el acento en la discrepancia y subraya el carácter alienante de la identificación, la cual tiene como efecto conducir al sujeto a un falso ser, a ser lo que no es. Recién hacia el final del período considerado Lacan delimita dos identificaciones normalizadoras cuya falla puede determinar anomalías en el desarrollo. Aun en estos casos, el concepto conserva la connotación de un rasgo alienante o idealizante.
Otra marcada diferencia entre los conceptos freudiano y lacaniano reside en la articulación entre identificación y relación de objeto. En Freud se diferencian y se oponen nítidamente. En cambio, para Lacan ambos conceptos se implican recíprocamente. "Identificación y amor, no es lo mismo -es posible identificarse con alguien sin amarlo y viceversa-, pero ambos términos están, sin embargo, estrechamente vinculados y son absolutamente indisociables". (19, p.175)
En segundo lugar, debe subrayarse la variedad de formas de identificación y las múltiples innovaciones que Lacan va introduciendo en este tema en tan corto lapso. Esta diversidad sorprende y en parte es causante de que el cronograma que se había establecido para este tema haya resultado insuficiente. Asistimos al pasaje desde una única forma de identificación al comienzo de este período de carácter patológico y alienante, hasta las dos identificaciones normalizadoras que se delimitan en el Seminario 5. En el tramo intermedio, se establece la identificación del estadio del espejo que reúne el carácter tipificante y normalizador sin perder su rasgo de alienación patológica. Posteriormente, se asiste a una proliferación de identificaciones imaginarias, todas patológicas con excepción de la identificación con el padre en el Edipo femenino: la identificación viril de la histeria, la identificación conformista con que la psicosis compensa el Edipo ausente, la identificación del perverso con su partener, y la identificación del fetichista con el falo o con la madre. Todas ellas, aun la del Edipo en la mujer, cumplen una función de suplencia: compensan con lo imaginario una falla en lo simbólico. Además, debe consignarse la fugaz mención a una identicación en relación con lo real.
Finalmente, conviene subrayar la larga elaboración que realiza Lacan antes de llegar a establecer el concepto de identificación simbólica tan característico de su obra que, anticipando el trabajo que falta por realizar, recién se estabiliza cuando se acuña el concepto de rasgo unario durante el Seminario 9.

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Fecha de recepción: 5 de febrero de 2007
Fecha de aceptación: 17 de julio de 2007

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