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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.15  Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2008

 

PSICOLOGÍA EDUCACIONAL Y ORIENTACIÓN VOCACIONAL

Procesos de transformación en la producción simbólica y su relación con la complejización psíquica en el tratamiento psicopedagógico grupal

Transformation Processes In Symbolic Production And Its Relation To Psychical Complexity In Psychopedagogical Treatment

Rego, María Victoria1

1Licenciada en Psicología, UBA. Docente e investigadora UBACyT. Becaria de Doctorado. Cátedra de Psicopedagogía Clínica. Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires.

RESUMEN

En este artículo se presenta un modelo específico de abordaje de los problemas de aprendizaje, que se sostiene en los fundamentos teóricos de la Psicopedagogía Clínica. Esta disciplina realiza un recorte específico para el estudio de la problemática del aprendizaje, basado exclusivamente en los aspectos psíquicos subjetivos comprometidos en la actividad de incorporar y procesar conocimientos y novedades.
Desde este marco conceptual, se entiende por problema de aprendizaje a ciertos quiebres en los modos de concretar la producción simbólica, resultado de conflictos psíquicos en juego que detienen las posibilidades sustitutivas de la actividad representativa. Esto genera modos de acceso a la realidad precarios y formas de aprender restringidas, que ameritan un tratamiento específico tendiente a su resolución, por el sufrimiento psíquico que acarrean.
Las modificaciones en la presentación de las producciones gráficas, narrativas y lectoescritas constituyen mediaciones posibles para conjeturar indicadores de cambio psíquico en el tratamiento psicopedagógico, en relación al despliegue de la complejización psíquica.

Palabras clave: Tratamiento psicopedagógico; Producción simbólica; Conflicto psíquico; Complejización psíquica

ABSTRACT

In this article a specific treatment for learning disorders is presented. It is based on theoretical developments on Psychopedagogical Clinic. That discipline focuses on psychical and subjective aspects related to learning processes. Learning disorders refer to specific difficulties to reach symbolic production successfully, and concern psychical conflicts in their roots. Psychical conflicts stop substitutive activity and cause restrictive ways of learning. That sort of problems needs a specific treatment based on symbolic processes.
Transformations in activities such as drawing, reading, writing are possible ways of knowing about changes and resolutions in these kind of problems, and allows to make hyphotesis about psychical changes involved. Those changes concerns psychical complexity display.

Key words: Psychopedagogical treatment; Symbolic production; Psychical conflict; Psychical complexity

INTRODUCCIÓN

El aprendizaje, como proceso de adquisición de saberes y conocimientos, se presenta a la investigación como un objeto de estudio complejo, esto es, compuesto por diversas variables y dimensiones, que deben ser tenidas en cuenta para su análisis (Morin, 2000).
La Psicopedagogía Clínica es una disciplina que aborda la dimensión subjetiva del aprendizaje, en relación a los factores psíquicos que lo comprometen y condicionan. Comprende al aprendizaje como un proceso complejo que abarca a la constitución psíquica en su conjunto, lo que da cuenta de la modalidad singular con la que un niño organiza su actividad cognitiva, en estrecha relación con aspectos histórico libidinales de su origen como sujeto psíquico.
El aprendizaje no sólo representa el tipo de procesamiento que el niño hace de los conocimientos escolares, sino que constituye uno de los comportamientos a través de los cuales se expresan e interpretan aspectos importantes de la actividad psíquica individual (Schlemenson, 1995).
La producción simbólica es definida como la actividad psíquica representacional por medio de la cual un sujeto establece relaciones de sentido acerca de los objetos, la realidad y sí mismo, de acuerdo a coordenadas que le son propias y que son resultado de la transmisión de recursos libidinales, simbólicos, y de referencias identificatorias. La actividad representativa tiene su origen en el entramado intersubjetivo edípico, configurado por las funciones simbólicas primarias. Es en el seno de esa trama donde se constituye el sujeto como sujeto de la pulsión, y se ofertan posibilidades sustitutivas a la exigencia de trabajo psíquico que ésta inaugura en la psique del infans (Aulagnier, 1977).
Piera Aulagnier (1977) señala que la actividad representativa es ante todo una actividad sustitutiva, donde la pulsión se entrama en diversos niveles de complejización psíquica que se corresponden con los procesos originario, primario y secundario, de aparición sucesiva, progresiva e inclusiva. Por su parte, André Green (2005) sostiene que las diversas representaciones producto de estas instancias son parte de una serie heterogénea cuya mutua combinatoria y plasticidad es necesaria para procesos simbólicos creativos y subjetivos.
Los problemas de aprendizaje dan cuenta de las detenciones que la actividad representativa puede presentar, constituyendo un modo de acceso a la realidad pobre y parcializado, que restringe el acceso al proceso secundario. En relación a esto, se plantea la existencia de conflictos psíquicos, de carácter preponderantemente restrictivo, que obturan las posibilidades sustitutivas y capturan a la actividad representacional, haciendo impermeable la libre circulación pulsional a través de diferentes territorios e instancias (Green, 2005).
Conocer en profundidad las características intrapsíquicas e intersubjetivas del conflicto, los modos de tramitación libidinal del mismo, y cómo esto se visibiliza en las formas en que un niño concreta sus producciones gráficas, narrativas y lectoescritas es el objetivo principal del psicodiagnóstico y de la elaboración de la síntesis sintomatológica. En esta instancia, previa al ingreso de un niño a los grupos de tratamiento, se intentan conjeturar hipótesis de enlace entre la modalidad singular de producción simbólica de un sujeto y los aspectos histórico libidinales que la sustentan. Esta síntesis será la base en la que posteriormente se sostendrán las intervenciones terapéuticas, orientadas al realce del conflicto y su inclusión en la producción como motor para la complejización psíquica.
La producción simbólica constituye una muestra empírica privilegiada para observar estos procesos de transformación. El análisis de sus modos de presentación así como sus modificaciones a lo largo del proceso terapéutico posibilita plantear mediaciones que visibilizan los cambios intrapsíquicos subyacentes, necesarios para el despliegue simbólico de los niños con dificultades para aprender.

PERTURBACIONES DE LA ACTIVIDAD REPRESENTATIVA Y CONFLICTO PSÍQUICO

El aprendizaje, entendido en sentido amplio, incluye el conjunto de factores incidentes en las particularidades de la relación de un sujeto con el mundo cuando integra e incorpora conocimientos, y refleja la manera individual de procesar novedades, condicionada por la plasticidad subjetiva para instrumentarlas y transformarlas dinámicamente (Schlemenson, 2006).
La problemática del aprendizaje nos incita a reflexionar acerca de las perturbaciones que este proceso puede conllevar, cuando la adquisición de novedades se encuentra precariamente instaurada, predominando el desinterés por los objetos circundantes y presentándose en su lugar serias dificultades para concretar actividades como leer, escribir, dibujar, comprender o memorizar. En estos casos la producción simbólica se restringe y empobrece, frecuentemente caracterizada por modos rígidos y estereotipados de presentación.
Los problemas de aprendizaje pueden ser comprendidos desde una perspectiva metapsicológica y clínica que los ligue al conflicto psíquico y los factores dinámicos intervinientes (Hornstein, 2003).
Laplanche y Pontalis (1988) definen al conflicto psíquico como irreductible y constitutivo del sujeto. Siguiendo lo planteado por Freud, sabemos que el conflicto psíquico siempre remite a una dualidad, a una lucha entre dos partes: pulsiones sexuales vs. pulsiones de autoconservación, deseo vs. defensa, Ello vs. Yo (Laplanche y Pontalis, 1988).
La profundización en el problema del conflicto psíquico conduce a la consideración del Complejo de Edipo como conflicto nuclear en el ser humano, en donde tiene lugar la conjunción dialéctica del deseo y la prohibición (Laplanche y Pontalis, 1988). El entramado edípico conforma una trama intersubjetiva de deseos eróticos y hostiles, elecciones de objeto e identificaciones. La división del aparato en diferentes instancias y con legalidades específicas es producto de la represión originaria, fundada en la intersubjetividad (Bleichmar, 1993). A partir de este acto ordenador y basal, estas distintas instancias conviven en relaciones de conflicto e intrincación pulsional.
El conflicto psíquico es el resultante de exigencias internas contrapuestas a las que se ve sometido el aparato. André Green (1996) complejiza este planteo con su modelo de la Metapsicología Ampliada, en donde sostiene que el psiquismo está conformado por cuatro territorios y tres barreras, a través de los cuales la energía libidinal circula de forma regrediente y progrediente, ligándose a las distintas materialidades psíquicas o representaciones propias de cada territorio (representaciones de cosa, representaciones de palabra). Los territorios son el soma, el Inconsciente, la Conciencia y lo Real. Las barreras que dividen cada territorio son respectivamente: la barrera Somatopsíquica, la Preconsciente-Conciente y la Anti Estímulo. Estas barreras operan como espacios de censura donde el conflicto puede tener lugar, impidiendo la retranscripción, pero a la vez son potenciales espacios de transformación y complejización psíquica cuando otorgan la permeabilidad deseada para que diferentes cualidades psíquicas se combinen en una misma representación (Green, 1996).
Las representaciones propias de cada instancia se enriquecen al hallar nuevas ligaduras. Para que ello suceda es necesario que la energía libidinal encuentre, en su desplazamiento, barreras intersistémicas suficientemente permeables para que el levantamiento de represiones o la formación de nuevos enlaces entre representaciones sea posible. Cuando esto acontece nos encontramos con riqueza simbólica, plasticidad psíquica y creatividad (Bo, 2008).
Los niños con problemas de aprendizaje nos confrontan con las dificultades que los procesos de simbolización pueden presentar. En estos casos el conflicto psíquico es particularmente restrictivo, ya que perturba la libre circulación pulsional y captura a la actividad representativa en modos rígidos y estereotipados de presentación. Este conflicto produce un intenso sufrimiento psíquico que pone en marcha defensas excesivas, inhibiciones, dificultades para encontrar cursos sustitutivos a la satisfacción pulsional, trastornos o síntomas manifiestos.
Puede hallarse también subsumido en formaciones de carácter y trastornos de conducta (Hornstein, 2003). Las fracturas o quiebres que un niño presenta en sus modos de aprender dan cuenta de estos conflictos. Las dificultades para incorporar objetos novedosos y procesarlos plásticamente son la forma manifiesta en que estos obstáculos se muestran. Estas conflictivas están sostenidas a su vez por aspectos intersubjetivos de origen que sustentan estas modalidades fallidas de simbolización como legados simbólicos e identificatorios pobres y restrictivos.
Las manifestaciones del conflicto psíquico y sus formas de resolución adquieren en cada sujeto una forma singular de presentación: formas rígidas de producir, silencios, repeticiones, déficits comprensivos, inhibiciones imaginativas.
Estas formas singulares de simbolización, junto con las características intersubjetivas que las sostienen, en relación a posicionamientos narcisísticos e intersubjetivos preponderantes, son caracterizados en profundidad en la instancia psicodiagnóstica previa al ingreso de un niño a los grupos de tratamiento psicopedagógico1.
En la significación sintomatológica realizada en esa etapa, se plantean hipótesis de enlace entre los modos singulares con que un sujeto realiza actividades como leer, escribir, dibujar, narrar, y aspectos histórico libidinales de su constitución subjetiva. Esta información resulta fundamental para la derivación de un niño a tratamiento, ya que las intervenciones clínicas se fundamentan en cada caso singular y tienen como objetivo terapéutico clave incidir en los cambios psíquicos necesarios para el despliegue de la producción simbólica (Schlemenson, 2004).

ESPECIFICIDAD DEL TRATAMIENTO PSICOPEDAGÓGICO CLÍNICO

El sufrimiento psíquico que acompaña las dificultades del aprender se alivia y elabora con un tratamiento focalizado en la problemática específica, colocando en el centro a la producción simbólica de cada niño en particular y favoreciendo los cambios psíquicos que inciden en la remisión de las dificultades escolares.
En el tratamiento psicopedagógico se trata de encontrar el sentido histórico subjetivo en que se sostienen las fracturas particulares de la producción simbólica de cada caso singular, intentando modificarlas clínicamente para ampliar la relación de un sujeto con el mundo. El trabajo terapéutico se propone entonces recuperar el deseo por el investimiento del conocimiento y ampliar los recursos psíquicos a través de estrategias que activen la transformación dinámica de las producciones representativas. Por otra parte, el tratamiento también abre oportunidades para la elaboración del posicionamiento del niño con respecto a la estructura parental y el mundo, tratando de modificar el posicionamiento frente a los objetos (otros, pares, saberes escolares) así como incidir en la tramitación de salidas exogámicas más resueltas y eficaces. En relación a lo planteado por Käes (1995) el grupo es pensado no como objeto sino como situación, esto es, como un espacio intersubjetivo que exige un trabajo psíquico específico, con efectos en los procesos intrapsíquicos de cada sujeto singular. Se establecen tres tipos de transferencia: laterales, con los compañeros; hacia el terapeuta; hacia el producto (Schlemenson, 2006).
André Green (2005) señala que la característica principal de todo encuadre clínico es ser encuadrante, esto es, que el encuadre propulse y favorezca el trabajo psíquico. Es en este marco transferencial donde van a producirse las repeticiones de los conflictos y sus modos de resolución en cada uno de los niños, repeticiones que abrirán oportunidades a las intervenciones terapéuticas. Si bien el dispositivo es grupal, estas intervenciones son siempre singulares, en relación a particularidades de la historia de cada uno y a sus modos específicos de tramitación psíquica.
Las intervenciones que se realizan en torno al conflicto psíquico restrictivo se dirigen a orientar a cada niño a encontrar modos menos sufrientes de resolución de sus problemáticas. El objetivo principal es dinamizar la producción a partir del desplazamiento y la apertura asociativa. Se busca propiciar nuevas ligaduras a partir de la generación de representaciones novedosas, a la vez que se intenta levantar represiones y resistencias. Se interviene para facilitar el flujo de la circulación libidinal, más acorde a la obtención de satisfacciones menos problemáticas y más propicia para encontrar nuevos modos de significar antiguas problemáticas.
Las estrategias terapéuticas apuntan al despliegue de la producción simbólica. Para esto, las intervenciones toman diferentes formas: puntualizaciones, señalamientos, pedidos de opiniones, preguntas, acentuación de alguna palabra o frase significativa. Todas estas técnicas buscan facilitar el trabajo asociativo. Cuando el terapeuta interviene promoviendo la asociación libre facilita la aparición de aspectos propios de cada niño, ligados a su historia y a sus modos singulares de transitarla.
Teresita Bo (2007) caracteriza tres formas específicas que pueden tomar estas intervenciones: a través del realce del conflicto, el señalamiento de los modos habituales de resolución del mismo y la puntuación de las transformaciones de las formas de resolución anteriores, a lo largo de distintos momentos del tratamiento. Silvia Schlemenson (2006) sostiene que el realce del conflicto implica encontrar los aspectos de placer y sufrimiento que atraviesa el sujeto en las situaciones problemáticas que debe resolver, para tratar de entenderlos y elaborarlos De esta manera, el terapeuta puede abrir un proceso asociativo que le permita al niño incluir nuevas dimensiones en la comprensión de sus dificultades. Con esto se busca fracturar certezas y lograr la inclusión de nuevas narrativas.
Las intervenciones terapéuticas son parte de un proceso reflexivo (Castoriadis, 1993) caracterizado por la puesta en cuestión de lo aparentemente instituido. Facilitan la caída de significaciones anteriores y difractan hacia nuevos sentidos a través de la generación de asociaciones. Este juego asociativo también podría pensarse, siguiendo a Derrida (1989), como un proceso deconstructivo, en tanto permite modificar el centro del error, diferir su interpretación e incluir múltiples asociaciones y entrelazamientos simbólicos. Se trata entonces de realzar el error para resignificarlo y promover un trabajo psíquico que abra nuevas oportunidades de investimiento del mundo (Schlemenson, 2006).
El grupo se constituye como una red de intercambios temáticos, subjetivos y conflictivos, que requieren ser pensados en relación a las investiduras y relaciones transferenciales que moviliza. La especificidad de lo grupal se fundamenta en las transferencias laterales (Käes, 1995) exclusivas de este dispositivo en donde el otro, el par, el compañero del grupo, es quien fuerza a la desestabilización y pérdida de lo conocido, hacia la recreación de lo diferente. Este otro resulta para el sujeto un propulsor de la interrogación (Schlemenson, 2004).
La posibilidad de cuestionar el propio ser a partir del otro abre la posibilidad a la concurrencia del retorno, la rememoración, la interrogación y el pensamiento, en un proceso que Julia Kristeva (1999) conceptualiza como revuelta, entendida ésta como un motor de la creatividad y el proceso imaginativo. Operación psíquica inconsciente, la revuelta cuestiona lo instituido y promueve un encuentro entre los recursos originarios y la realidad social, propulsando la productividad simbólica creativa y singular, en formas de expresión inéditas. Según Cornelius Castoriadis (1993) la reflexión involucra a todos aquellos procesos de pensamiento por medio de los cuales se rompen sentidos clausurados e instituidos en aras del cuestionamiento instituyente. La reflexión aparece cuando el pensamiento se vuelve sobre sí mismo e interroga sus presupuestos y fundamentos. Los procesos reflexivos implican el trabajo de la imaginación radical, que ante la ruptura de los sentidos previos de cuenta de un nuevo sentido que se ha de hacer ser.

TRANSFORMACIÓN Y CAMBIO EN LA PRODUCCIÓN SIMBÓLICA

En la dinámica del tratamiento psicopedagógico se entiende por cambio psíquico a las modificaciones de las formas con que un niño resuelve sus conflictos. El incremento de recursos narcisísticos en la resolución de situaciones conflictivas es un indicador de modificaciones esperadas, que intensifican el deseo del niño por incorporar novedades y conocimientos. La mejora en el rendimiento escolar concomitante a estos cambios, modifica también el posicionamiento del niño frente a su familia y semejantes, lo cual redunda en satisfacciones complementarias que mantienen vigente el deseo por la incorporación de nuevos conocimientos (Schlemenson, 2006).
La producción simbólica es una muestra empírica privilegiada para la observación de estas transformaciones. Los cambios con respecto a la manera de organizar la actividad representativa darán cuenta de producciones que comienzan a tener mayor heterogeneidad y plasticidad (Green, 2005). Se abandonan las formas rígidas de los inicios y se posibilita la expresión de anhelos, deseos, angustias y temores sin enquistarse, dejando de ser excluyente uno de los modos de representación y adquiriendo una mayor combinatoria y fluidez. Con esto, la producción se contamina de aspectos subjetivos posibles de ser transmitidos y compartidos.
Las modalidades de simbolización de estos niños comienzan a mostrar un incremento de su flexibilidad sustitutiva, cuando nuevas representaciones enriquecen modos antiguos de interpretar el mundo y las vivencias subjetivas. La actividad representativa se modifica hacia nuevas modalidades que favorecen los procesos de investimiento de los objetos sociales y el conocimiento escolar (Schlemenson, 2006).
Para esto, la inclusión del conflicto en el tratamiento reviste especial importancia. La participación del conflicto dinamiza la producción y complejiza la actividad psíquica. Las representaciones psíquicas propias de cada instancia se enriquecen al hallar nuevas ligaduras, propiciadas por las intervenciones en busca del incremento de la plasticidad psíquica, el levantamiento de represiones, la generación de nuevas representaciones, y la facilitación de la circulación libidinal.

CONCLUSIONES

A lo largo del tratamiento psicopedagógico es posible observar ciertos cambios en los niños en relación a la manera en que hablan de lo que los preocupa, de lo que les sucede, de lo que sienten, así como de sus dificultades en relación a sus aprendizajes.
El análisis de los modos en que estas narraciones se modifican, de las formas en que sus gráficos se enriquecen con recursos simbólicos más sofisticados, y permiten transmitir más elementos subjetivos, o las maneras de comprender lo escrito y crear a partir de un cuento, plantea la necesidad de construir mediaciones o indicadores de estos cambios y la relación con la complejización psíquica que acompaña a los mismos.
Para ello, la producción simbólica es una herramienta que permite observar las marcas de conflictos intrapsíquicos, sus modos de resolución, así como también las transformaciones y modificaciones producto de la incidencia terapéutica.
Los objetivos del tratamiento psicopedagógico clínico no buscan en lo inmediato lograr desempeños escolares exitosos, sino incidir en los cambios intrapsíquicos que generen modificaciones en las maneras en que un niño se aproxima a los objetos de conocimiento. Estos cambios intrapsíquicos serán los que, paulatinamente, darán a un sujeto las bases psíquicas necesarias para la complejización de su producción simbólica y serán el fundamento para acceder al proceso secundario de manera ágil y heterogénea, en donde la combinatoria con lo más primario y subjetivo no coarte sino que enriquezca las producciones gráficas, narrativas y lectoescritas.
El incremento de recursos para la resolución de situaciones conflictivas es uno de los indicadores de cambio psíquico que intensifica y propulsa el deseo de un niño por incorporar novedades y conocimientos. Concomitantemente, la mejora en el rendimiento escolar modifica la posición de estos niños frente a los otros, familiares y pares, y ésta es una oportunidad que redunda en satisfacciones sustitutivas que revitalizan el deseo por aprender y conocer.

Notas

1 Servicio de Asistencia Psicopedagógica dependiente de la Cátedra de Psicopedagogía Clínica, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.

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Fecha de recepción: 25 de marzo de 2008
Fecha de aceptación: 11 de agosto de 2008

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