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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.15  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2008

 

HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Psicoanálisis y pedagogía. Un análisis de las actas de la sociedad psicoanalítica de Viena (1906-1923)

Psychoanalysis And Pedagogy. An Examination Of The Minutes Of The Vienna Psychoanalytic Society (1906-1923)

Vallejo, Mauro1

1 Licenciado en Psicología, doctorando por la Facultad de Psicología de la UBA. Becario del CONICET (Beca Interna de Postgrado Tipo I), con sede en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología. Docente Ayudante de trabajos prácticos de la Cátedra I de Historia de la Psicología. Miembro del Proyecto UBACyT P042.

RESUMEN

El presente escrito analiza la presencia de problemáticas pedagógicas en los registros de las discusiones que los psicoanalistas vieneses sostuvieron en las primeras dos décadas del siglo pasado. Partiendo de algunas consideraciones referidas a los llamados estudios de recepción, el trabajo propone un examen detallado de los enunciados e hipótesis que Freud y sus discípulos vertieron acerca de la educación de los niños -y fundamentalmente sobre el esclarecimiento sexual- en el transcurso de las reuniones de los miércoles. De esa forma, se intenta subrayar que muchos de tales enunciados eran consustanciales a una preocupación tanto por la relación padres-hijos como por el papel de otras instancias de socialización.

Palabras clave: Pedagogía; Sociedad Psicoanalítica de Viena; Recepción; Educación sexual

ABSTRACT

This work describes the presence of pedagogic problems in the records of the debates held by the viennese psychoanalysts during the first two decades of the last century. This text begins with some considerations about the so called reception studies and proposes an examination of the hypothesis and sentences that Freud and his disciples made about the children education -and fundamentally about the sexual enlightenment- during the wednesday meetings. Consequently, the article remarks that those sentences were a continuation of a concern about the relationships inside the family and the function of other socialization institutions.

Key words: Pedagogy; Vienna Psychoanalytic Society; Reception; Sexual education

INTRODUCCIÓN

EL ARCHIVO Y EL ANVERSO DE LA RECEPCIÓN

Durante largos años la historia del psicoanálisis fue un territorio fácilmente descriptible, pues las obras eran escasas, y poco variada era la naturaleza de los proyectos1. Sin embargo, es sabido que en los años 70 la situación sufrió una modificación radical gracias a las investigaciones de autores tales como Ola Andersson (1997), Henri Ellenberger (1970) y Frank Sulloway (1992), desencadenándose por ese entonces una multiplicación de los emprendimientos historiográficos. A diferencia de los tempranos ensayos -los cuales se sustentaban en un espíritu biográfico y utilizaban herramientas tradicionales de la historia de la ciencia-, los nuevos análisis abrieron surcos hasta entonces inexplorados; habría que ubicar allí a los estudios de evolución conceptual, las indagaciones acerca de líneas de influencia teórica, los buceos en el pasado de los mecanismos institucionales, etc. La lista sería tan vasta como multifacética, y dicha pluralidad refleja de algún modo el carácter polimorfo que el discurso psicoanalítico adquiere a los ojos del historiador. Por otro lado, es muy probable que cuanto aconteció en este dominio del saber no sea sino un capítulo más de la alteración producida en la disciplina histórica en general, debida fundamentalmente a la influencia de la última escuela de los Annales, la microhistoria y otras corrientes que barrieron con el primado de nociones teleológicas.
A dicho mapa sería sin lugar a dudas necesario adjuntar uno de los capítulos que más interés ha despertado últimamente en el terreno de la historia de las ciencias humanas: los estudios de recepción. Éstos han tenido el ilustre mérito de delinear los procesos de reapropiación y lectura a que fue sometido el saber freudiano en los distintos contextos en que fue implantado2. En tal sentido, ha sido posible demostrar cómo, a qué precio y en qué circunstancias, la disciplina freudiana devenía un dispositivo reductible al ejercicio de la medicina -nos referimos, obviamente, a lo sucedido en el contexto general norteamericano, tal y como ha sido reconstruido por Nathan Hale (Hale, 1978). A medida que se suceden estos relatos atinentes a la recepción -presentando cada uno de ellos sus defectos y limitaciones-, se impone un aserto que de otra forma no habría adquirido tanta fuerza probatoria: más que por la existencia de una red conceptual formalizada y articulada, el psicoanálisis puede ser descrito -al menos a nivel de su desa rrollo histórico- por la heterogeneidad de las apropiaciones a que fue sujeto, por la variedad de prácticas y discursos a los cuales vino a complementar o sustentar. De todas maneras, el énfasis puesto en tal tipo de inquisiciones ha arrojado una zona de sombra sobre otros episodios más tempranos de la labor psicoanalítica. De hecho, la insistencia en los estudios de recepción ha generado como efecto incalculable la sospecha de que ciertos diálogos, ciertas mixturas, fueron la extraña prerrogativa ganada gracias a la exportación del discurso freudiano a terrenos ajenos a su lugar de nacimiento. Esos privilegios pueden a todo momento ser interpretados como desvíos y herejías que poco podían decir sobre el núcleo radical del decir psicoanalítico, y mucho de las peripecias de una presunta traición. No se trata obviamente de un error de los mentados estudios, sino más bien de su "punto ciego".
En consonancia con ello, las Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena poseen un estatuto particular como fuente de acceso a la primigenia historia del movimiento psicoanalítico. Señalemos algunas razones. En primera instancia, y fundamentalmente, debido a que facilitan una aproximación al psicoanálisis de manera tal de poder prescindir de la apelación a la autoridad de Freud o de cualquier otro autor. Siendo que esos registros guardan memoria de unos debates grupales, sus enunciados pueden ser analizados haciendo caso omiso del autor coyuntural de tal o cual decir. Por consiguiente -y he allí una segunda razón de la excepcionalidad de la mentada fuente-, las Actas de Viena abren al historiador una ventana hacia los dominios y áreas que interesaban al naciente psicoanálisis, a las problemáticas a las cuales se veía obligado a responder, pero de las cuales quizá Freud no se explayó en demasía. Una lectura minuciosa de las producciones de cada uno de los miembros de la Sociedad Psicoanalítica de Viena permitiría seguramente un conocimiento tanto o más detallado del asunto, pero las minutas permiten sortear las dificultades que dicha labor acarrearía (inaccesibilidad de algunos escritos, o excesiva vastedad del corpus).
Estas advertencias no persiguen simplemente demostrar que ciertos fenómenos descubiertos gracias a los estudios de recepción en verdad estaban ya presentes en el movimiento vienés de psicoanálisis de las primeras décadas del siglo XX. Los registros tomados por Rank nos recuerdan que ya por ese entonces se buscaba en el decir psicoanalítico la antesala y el sustento para una crítica de las instituciones políticas; vemos asimismo que esos primeros acólitos no tenían dificultades para mezclar las nociones freudianas con los planteos de la eugenesia; se producían allí también intercambios en los cuales las hipótesis del paradigma psiquiátrico de la heredo-degeneración servían de complemento a ciertos desarrollos sobre psicoanálisis. ¿Qué decir de esos fenómenos? ¿Alcanza con señalar la forma en que los psicoanalistas vieneses se adelantaban a su época, ensayando confluencias que serían la marca distintiva del ulterior ingreso de ese saber a ciertos países del extranjero? ¿O vale más bien insistir en la forma en que en épocas tan tempranas el movimiento psicoanalítico se veía corroído desde dentro por desviaciones e incomprensiones, cuya causa hay que atribuir a las neurosis y resistencias de ciertos personajes?3
Es innegable que esas combinaciones y diálogos serían llevados al extremo en ciertos contextos de recepción; el caso norteamericano es en tal sentido ejemplar, puesto que la medicalización del psicoanálisis que allí se operó superó con creces cualquier intento que anteriormente se hubiese llevado a cabo. Pero nuestra hipótesis es que tales mezclas o superposiciones -o al menos algunas de ellas- pueden ser estudiadas no ya en términos de los avatares de un movimiento en expansión y éxodo, sino más bien en términos de elementos constituyentes de una formación discursiva. ¿No puede sostenerse acaso que muchos estudios de recepción manejan una extraña maquinaria, merced a la cual atribuyen a los espacios de recepción todo cuanto no encuentran en los escritos freudianos? Si en los estudios históricos se pusiera más énfasis en el movimiento psicoanalítico en su conjunto, y no tanto en la evolución o estructura de la obra de Sigmund Freud, se comprendería que en muchas ocasiones los así llamados fenómenos de recepción no son otra cosa que reduplicaciones y expansiones de engranajes que hasta entonces permanecían latentes en el versátil saber.
En esta oportunidad intentaremos demostrar que algo similar ocurre respecto del interés de los psicoanalistas acerca de las labores pedagógicas, y particularmente en lo concerniente a la educación sexual de los niños. Si bien se han señalado en diferentes oportunidades los sucesivos intentos por relacionar al psicoanálisis con la pedagogía (Cifali & Moll, 1985), e incluso si se ha sabido resaltar que preocupaciones de ese tipo asaltaron a Freud en distintos momentos de su enseñanza (Millot, 1982), al parecer jamás se ha brindado una exposición detallada del contenido de los debates que al respecto sostuvieron los psicoanalistas vieneses reunidos los miércoles por la noche. Ese será precisamente el objetivo de este escrito4.

PEDAGOGÍA EN CASA DE FREUD

A decir verdad, distintos historiadores se han ocupado de las relaciones del psicoanálisis vienés con la pedagogía, pero la mayoría de ellos han centrado su atención en el período que se inicia tras el final de la Primera Guerra Mundial5. Y se han preocupado sobre todo por el rol desempeñado por Anna Freud, ya fuere revisando sus posturas respecto del lugar de la pedagogía en el tratamiento psicoanalítico (Millot, 1979; Young-Bruehl, 1988), ya dando detalles de la Hietzing Schule creada por ella en 1927 (Houssier, 2002)6. No obstante, podremos comprobar ahora que los asuntos ligados a la formación de los niños ocuparon desde el inicio a los analistas reunidos en el domicilio de Freud en las míticas veladas de los miércoles7. Citaremos y comentaremos numerosos pasajes en los cuales aparece mencionada la cuestión pedagógica entendida en sentido amplio; vale decir que dirigiremos la mirada hacia todas las intervenciones que versaron acerca de la educación de los jóvenes, y no simplemente hacia aquellas que se refieran a la labor pedagógica emprendida por las instituciones escolares.
La primera ocasión en que tal tópico se hizo presente fue la reunión del 13 de noviembre de 1907. En dicho encuentro, Fritz Wittels habló acerca de las enfermedades venéreas, y durante la discusión se debatió acerca de la conveniencia de la educación sexual en aras de la prevención del desencadenamiento de trastornos neuróticos. Al respecto, Otto Rank manifestó que él no recomendaría la educación sexual de los niños, pues la ignorancia en esa materia sería uno de los factores que más contribuyen al deseo de conocimiento. En tanto que Paul Federn no acordó con Rank, Schwerdtner abogó por la utilidad de un esclarecimiento gradual de los pequeños. Por último, y en lo que debe tomarse como una respuesta a la intervención de Rank, Wittels concluía que "La protección de las enfermedades venérea es más importante que el ansia de saber del niño" (Federn & Nunberg, 1962: p. 241).
Consecuentemente, un mes más tarde se destinó una jornada completa a un intercambio sobre los "traumas sexuales y la educación sexual". En su transcurso, tanto Federn como Eduard Hitschmann manifestaron su desacuerdo con la tesis según la cual el esclarecimiento podría funcionar como factor preventivo de las neurosis y los traumas8; del mismo parecer fue Karl Abraham -quien en esa oportunidad oficiaba de invitado en el círculo vienés-, señalando que aquélla nada puede hacer cuando se está frente a un sistema constitucionalmente predispuesto a la enfermedad. Pero una de las intervenciones que más nos interesa es la de Isidor Sadger, pues en ella podemos percibir que estos intercambios respecto de la educación de los niños eran inseparables de una preocupación por el rol de los padres y por las relaciones intrafamiliares: "Sadger se refiere a la ignorancia de la mayoría de los padres. Ellos mismos necesitan un esclarecimiento y son por ende incapaces de educar sexualmente a sus niños" (Federn & Nunberg, 1962: p. 271). Wittels, a su turno, se declaró partidario de que tal educación fuera llevada a cabo por otros niños y no por los mayores. Por su parte, Freud aseveró que "A pesar de todas las precauciones, se logrará limitar la severidad de las neurosis, aunque no limitarlas por completo, puesto que hay un número de individuos que, por razones constitucionales, reaccionan de distintos modos. El esclarecimiento puede sin duda lograr buenos resultados, pero no es una panacea." (Federn & Nunberg, 1962: 274)9. Hacia el final de la velada, y luego de que Alfred Adler se hubiera alineado con aquellos que descreen de los beneficios de un esclarecimiento sexual, Otto Rank hizo saber su parecer, agregando que por una serie de razones (entre las cuales ubicaba la psicología de los padres) la educación sexual no era conveniente, puesto que una "raza" de hombres sometida a tal práctica sería seguramente más débil.
Podemos permitirnos ahora retornar a las palabras de Sadger arriba citadas. En unos instantes veremos que ese enunciado no hace otra cosa que reproducir fielmente una aseveración que Freud había hecho pública ese mismo año a través de un conciso escrito. Pero nos interesa particularmente destacar, por un lado, que aquellas palabras evidencian que los analistas tomaban como suya la tarea de legislar de qué modo debían ser las relaciones entre niños y mayores, siendo el problema de la educación sexual la oportunidad privilegiada merced a la cual podían hacer intervenir su saber en el debate sobre la socialización de los pequeños. Por otro lado, sería posible hallar en diversas ocasiones la repetición del enunciado en juego. Sin ir más lejos, en esa misma reunión Abraham afirmaba que "...el esclarecimiento debe ser dado a los padres, quienes de lo contrario suscitarían traumas sexuales en sus hijos" (Federn & Nunberg, 1962: p. 272). En mayo de 1909, Maximilian Steiner decía lo mismo con estas palabras: "Cuando vemos cuán defectuosas son las ideas que muchos adultos tienen sobre el coito, incluso tras haber tenido relaciones sexuales, perdemos las esperanzas de dar al niño un conocimiento certero del proceso, en forma tal que no le cause ningún perjuicio" (Federn & Nunberg, 1967: p. 228).
El 11 de noviembre de 1908 los miembros de la sociedad habían debatido acerca del libro de Albert Moll recientemente aparecido, Das Sexualleben des Kindes. En el transcurso de la discusión, Wittels habría manifestado nuevamente su oposición al esclarecimiento sexual, al señalar que tal vez ciertos riesgos son imprescindibles para el desarrollo de la personalidad (Federn & Nunberg, 1967: p. 46). A pesar de que el registro de las palabras de Wittels no es del todo claro, la respuesta de Freud al respecto permite disolver las dudas. En efecto, este último declara que no coincide con Wittels, pues éste reniega de la educación sexual partiendo de consideraciones estéticas. Luego agrega, en lo que seguramente sea uno de los fragmentos que con más claridad ofrece la opinión de Freud, lo siguiente:

"Se permite a los niños crecer en la ignorancia sexual; ya sea que luego se los deje librados a sus propios recursos, ya que se los eduque, no hace ninguna diferencia; ambas alternativas son igualmente perjudiciales. Los niños deben ser informados gradualmente desde el inicio. La vida sexual debe ser tratada desde el comienzo sin secretos delante de los niños" (Federn & Nunberg, 1967: p. 51).

Si, teniendo presente esta cita -la cual, en realidad, reitera la intervención de Freud en la discusión del 18 de diciembre de 1907, que no hemos citado en extenso-, uno se preguntara cómo entendía Freud que dicha labor debía ser llevada a cabo, sería menester recordar un breve trabajo que el maestro vienés había publicado en junio de 1907 a pedido de un médico de Hamburgo, titulado "El esclarecimiento sexual del niño. Carta abierta al doctor M. Fürst". Nos tomamos la libertad de apelar a un texto ajeno a las Minutas aquí consideradas debido a una sencilla razón: en él leemos un decir de Freud muy contemporáneo a estos debates, y cuyo contenido, tal y como puede percibirse en base a lo anteriormente expuesto, vemos reaparecer en las alocuciones de los psicoanalistas de Viena. De hecho, en esa publicación Freud enfatizaba su creencia en la necesidad de brindar un franco esclarecimiento sexual a los niños, y agregaba: "La mayoría de las respuestas a la pregunta «¿Cómo se lo digo a mi hijo?» me causan, al menos a mí, una impresión tan lamentable que preferiría que no fueran los padres los que se ocupasen del esclarecimiento." (Freud, 1907: p. 120; el destacado nos pertenece).
En mayo de 1909 La Sociedad Psicoanalítica de Viena destinó una reunión al debate sobre "La educación sexual" (Federn & Nunberg, 1967: pp. 227-236); ningún integrante estuvo a cargo de la presentación, sino que simplemente intercambiaron pareceres sobre el asunto. Resumiendo su contenido, podríamos aseverar que fueron dos los tópicos que mayor atención recibieron:
primero, si el esclarecimiento sexual es obligación de los padres o de la escuela; segundo, si una adecuada información sobre la sexualidad podría ser no sólo inocua, sino sobre todo útil en aras de la prevención de trastornos neuróticos. En esta oportunidad, Freud repitió el punto de vista expresado un año antes, enfatizando esta vez las ventajas implicadas en que la obligación recayese sobre la escuela. Stekel y Rank fueron los únicos oradores en plantear algunas objeciones a los argumentos apoyados por el resto de los analistas. El primero manifestó que la educación sexual no debería estar a cargo de los mayores, sino que sería necesario permitir que los mismos niños se ocupen de ello.

"...los niños no quieren obtener información de los adultos: ser informados por los adultos constituye un trauma para los niños; es tan imposible en el hogar como en la escuela. La mejor educación sexual es en efecto la que se realiza por vía del trauma; Stekel sabe de casos en los cuales los traumas previnieron neurosis. La mejor educación sexual es la que proporcionan otros niños. El problema es cómo protegemos a los niños de los pensamientos incestuosos, los cuales constituyen la causa fundamental de la neurosis. Si supiésemos la respuesta a esa pregunta, posiblemente podríamos brindar un servicio a la humanidad." (Federn & Nunberg, 1967: p. 232)

Rank, por su parte, advirtió acerca de los perjuicios que un esclarecimiento sexual podría acarrear sobre las capacidades intelectuales de los pequeños. Las últimas palabras fueron de Freud, quien de alguna forma sugiere que, dado que una falta de esclarecimiento sexual produce que todo lo relacionado con ese aspecto adquiera las cualidades de lo prohibido, puede funcionar como causa de ulteriores estados de frigidez.
A fines de ese mismo año, y tras una presentación de Sadger acerca de un caso de perversión, los analistas vieneses nuevamente se ocuparon de la educación de los niños (Federn & Nunberg, 1967: pp. 303-314). El paciente en cuestión guardaba reproches hacia su madre por no haberlo introducido en el conocimiento de lo sexual; en tal sentido, Adler dirá que la homosexualidad es provocada si al momento del despertar sexual el pequeño no recibe ningún tipo de información acerca de la sexualidad. La siguiente jornada fue la ocasión para discutir una intervención de Friedjung titulada "¿Qué pueden esperar los pediatras de la investigación psicoanalítica?". En el transcurso del debate, Fritz Wittels volvió a mostrarse partidario de la supresión de toda forma de educación de los niños10. Uno de los aportes más interesantes provino de Furtmüller, integrante del psicoanálisis vienés e importante figura de los sucesivos intentos de reforma pedagógica llevados a cabo en dicha ciudad11. Luego de hacer oír su desacuerdo para con el punto de vista de Wittels, agregó que "Aquello que los educadores deben esperar del punto de vista de Freud en su conjunto, es la obtención de claves para una educación sensible, capaz de prever los conflictos latentes del niño y protegerse de ellos a tiempo. (...) Por consiguiente, el objetivo más importante, aquel que es más realizable próximamente, debe ser la educación de los padres y de otras personas que cuidan de los niños; de ello resultaría, por supuesto, una influencia sobre el niño." (Federn & Nunberg, 1967: p. 325; resaltado en el original)
Hacia el final de la jornada, Jekels afirmó compartir el punto de vista de Wittels, pues hay que abogar fundamentalmente por la posibilidad de obtener seres humanos más libres a través de la educación de los padres y maestros.
A continuación debemos revisar dos veladas dedicadas por entero a problemáticas estrechamente relacionadas con nuestro tema. La primera de ellas tuvo lugar el 15 de diciembre de 1909, fecha en la cual el mentado Furtmüller habló ante sus colegas acerca de las implicancias y dificultades del designio educativo. En su ponencia, este pedagogo vertió su parecer en derredor de las principales características y desafíos de la labor educacional: la posibilidad de alcanzar una mejora en el sistema, sobre todo por vía del reemplazo de métodos correctivos y de castigo por otros más comprensivos. Comenzada la discusión, el debate discurrió por los mismos carriles que ya hemos ido desglosando. Vale destacar la extensa intervención de Freud; en ella el psicoanalista tenía la cautela de aseverar que él siempre evitó extraer de sus hallazgos conclusiones directas o prescripciones sobre el sistema educativo. No obstante ello, Freud se explayó abiertamente sobre ciertos puntos. Dividió la tarea de la educación en tres partes, cada una de las cuales se ocupa de una edad de los jóvenes en particular12. Por otro lado, y aún a pesar de su primera advertencia, profirió un enunciado que de alguna forma prosigue la cita de Furtmüller recién transcrita: "La enfermedad es a menudo solamente la resonancia [echoing voice] de los padres y educadores (...) De este modo, aquello que en la educación parece no tener consecuencias, devendrá de todas maneras algo muy importante si el individuo se vuelve neurótico." (Federn & Nunberg, 1967: p. 359)13. Asimismo, el eje de la discusión, tal y como había sucedido en otras oportunidades, pasó a ser la importancia de la educación de los padres, y la influencia de éstos sobre los pequeños. Sadger, por su parte, intentó rescatar la opinión de Wittels, y por consiguiente defendió la opción de disminuir la educación, o dejarla en manos de los niños. Esta última perspectiva será también tomada por Stekel.
La segunda velada -o, más correctamente, par de veladas- que retendrá nuestra atención, sea quizá más conocida, pues forma parte del simposio sobre el suicido al cual Freud colaboró con un escrito. El 20 de abril de 1910 los integrantes de la Sociedad Psicoanalítica de Viena debatieron acerca del suicidio en la infancia, a partir de un trabajo de Baer (Federn & Nunberg, 1967: pp. 481-497). Oppenheim, a cargo del comentario, intentó resumir los lineamientos esenciales del texto; así, arribó al punto que será la temática sobre la cual girará el posterior debate. Al parecer, diferentes medios periodísticos acostumbraban culpar a los colegios por los suicidios de los jóvenes, y Oppenheim asevera que esa hipótesis es insostenible. A su turno, Isidor Sadger afirma que a pesar de que la acusación periodística es falsa, contiene de todas formas una cuota de verdad, puesto que los maestros deberían ser más concientes de la necesidad de amor que los alumnos les dirigen. De hacerlo, muchos de los suicidios de los jóvenes podrían ser evitados. Freud, luego de manifestar su acuerdo con la intervención de Sadger, dice que la escuela, más que reflejar la dolorosa realidad, debe más bien ser un espacio de transición entre el hogar paterno y el mundo real (Federn & Nunberg, 1967: p. 495)14. La discusión prosiguió durante la reunión de la semana siguiente, en la cual Adler, por ejemplo, no otorgaba a cuanto pudiera hacer la escuela una relevancia mayor en la provocación de suicidios.
Hubo tres reuniones más dedicadas enteramente al asunto, pero las actas correspondientes son muy breves. El 7 de mayo de 1913 se discutió una presentación de Karl Weiss titulada "Educación y neurosis" (Federn & Nunberg, 1975: pp. 195-197). En dicha ocasión, Reik afirmó que desde el punto de vista psicoanalítico la escuela quizá no sea la mejor fuente de la educación sexual. En su apoyo, Hitschmann sostuvo que las escuelas no podrían ofrecer sino un esclarecimiento uniforme para todos, lo cual iría en detrimento de la individualidad de cada niño. También Furtmüller aseveró que la mayoría de los padres no están en condiciones de hacerse cargo del esclarecimiento sexual; de todas formas, agregó, una enseñanza un poco torpe es mejor que otra que no tenga en consideración las emociones del pequeño. A su turno, Freud manifestó lo siguiente: "...en algunos casos considera conveniente dejar que el niño mayor se haga cargo de la difusión del esclarecimiento entre sus hermanos." (Federn & Nunberg, 1975: p. 197). Por último, dos veladas de comienzos de 1922 fueron destinadas a discutir sobre el esclarecimiento sexual (Fallend, 1995: pp. 206-208).

PALABRAS FINALES

Hemos comprobado entonces que la interrelación entre psicoanálisis y pedagogía tiene antecedentes casi tan antiguos como el nacimiento mismo del saber freudiano. Apenas iniciado el registro del contenido de las reuniones de los miércoles, la cuestión pedagógica hizo inmediato acto de presencia en dichos enunciados. Por tal motivo, hemos considerado necesario resaltar que el entrecruzamiento entre los dos saberes no fue ni un fenómeno tardío ni un efecto de la recepción de la disciplina psicoanalítica.
En cuanto concierne al análisis más detallado de las actas, ha sido posible subrayar que el esclarecimiento sexual de los niños fue, entre los diversos puntos atinentes a la pedagogía, el tópico al que más atención prestaron los psicoanalistas vieneses. En consonancia con ello, hemos recordado que el tratamiento que Freud y sus discípulos dieron de la cuestión pedagógica estaba lejos de ser una curiosidad abstracta o pasajera. Los enunciados analizados en este trabajo no son de la índole de disertaciones eruditas referidas al proceso global del aprendizaje, ni elucubraciones que versen sobre la formación del buen ciudadano. Por el contrario, ha resultado a todas luces evidente que los intercambios acerca de la educación tenían por mira muy precisa la prescripción de medidas muy claras de la forma en que los niños debían quedar ubicados, por un lado, respecto de los afanes pedagógicos de sus padres, y por otro, en relación a otros estamentos de la socialización (grupo de pares y escuelas). En tal sentido, nuestro análisis brinda una comprobación para una de las tesis que Jacques Donzelot esgrimirá en su estudio acerca de la ordenación de lo familiar en la Francia del siglo XX: el psicoanálisis ha funcionado en diversas circunstancias como el operador privilegiado del circuito escuela-familia (Donzelot, 1979: p. 195)15.
Es posible que ulteriormente el psicoanálisis se haya internado en el esbozo de una teoría de la imposibilidad de todo designio pedagógico, y es innegable que ha realizado contribuciones muy fructíferas al campo de la pedagogía. No obstante, si nos atenemos a los fragmentos de las Minutas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, vemos que las opiniones sobre el esclarecimiento de los niños eran fundamentalmente las piezas de un programa de regulación de lo familiar. Los psicoanalistas vertieron pareceres muy disímiles acerca de dicho particular, pero todos compartían la certeza de que el saber que los concernía tenía algo para decir acerca del problema preciso referido a cómo educar al niño en el terreno sexual. ¿Debía el niño quedar a merced de las potenciales imprudencias de unos padres demasiado benevolentes? ¿Su cuerpo sexuado era objeto de injerencia de los progenitores o de las entidades educativas? Esas y otras preguntas recorren las páginas que hemos analizado, y en cada una de las respuestas vemos que el saber freudiano asumía sin ambages su rol de regulador de lo intrafamiliar. O al menos era conciente que ese espacio le atañía.
En conclusión, si décadas más tarde diversos movimientos de reforma pedagógica hubieron de efectuar combinaciones en cuya composición confluían los textos de Freud con los de Piaget, las sombras del inconsciente sexual con los sueños de una infancia nueva, habrá que ver en ello mucho más que las heterodoxas ganancias generadas por los fenómenos de recepción. Será más justo entender que esas derivaciones no fueron sino los desarrollos naturales de un saber que supo tener como piedra fundacional una nueva teoría sobre la infancia y lo familiar. No es momento de desprender las consecuencias precisas de ese avatar, pero no hay que olvidar jamás que el discurso psicoanalítico emergió de la corrección y desrealización de una escena que él había reconstruido con esmero: el cuerpo de un niño es seducido y violentado, y el agente de tal atropello es muchas veces un mayor. Ello implica que desde sus inicios el pensamiento psicoanalítico estuvo concernido por la forma en que el cuerpo sexuado de los pequeños entraba en interacción con los agentes principales de la socialización. Los interrogantes que estaban en la base de esos desvelos (¿qué costos conllevan ciertas prácticas de crianza?, ¿qué fantasías subtienden y motorizan ese intercambio?, ¿qué avatares atraviesa un cuerpo deseante durante su conformación?) explican que indefectiblemente esos discursos se verían conducidos al dominio de la pedagogía -y sobre dicho particular no acordamos con las tesis de Millot (1982).
Al igual que toda la psicología evolutiva, el psicoanálisis construyó un esquema conceptual de la infancia respetando el suelo epistémico recientemente roturado por el paradigma evolucionista -y esa deuda es notoria sobre todo en las categorías temporales que el primero pone en juego (véase Sulloway, 1992: cap. 7). Una de las exigencias ineludibles de tales coordenadas residió en la aprehensión del niño como objeto y partícipe de una ontogénesis. Por tal razón, el designio pedagógico, entendido en su acepción etimológica más amplia, fue siempre un componente esencial de tales discursos.

Notas

1 Este escrito es un fragmento de una investigación más amplia, realizada en el transcurso del año lectivo 2007 como parte de un doctorado en curso. En dicha investigación realizamos un análisis detenido de diversos elementos y características de la Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, así como de otras fuentes ligadas a ellas (escritos freudianos, correspondencias, autobiografías).

2 Para una presentación local de dicha problemática, ver Dagfal (2004) y Vezzetti (2007).

3 No tendremos oportunidad de analizarlo aquí, pero recordemos que esa explicación es esgrimida por diversos historiadores, y, más fuertemente aún, por Herman Nunberg, editor de las Minutas, en el escrito introductorio que figura en el primer volumen de las Actas (ver Nunberg, 1962).

4 Vale agregar que Annick Ohayon ha realizado un breve resumen de algunas de estas discusiones; ver (Ohayon, 2004: pp. 200- 201).

5 El pionero ensayo de Rudolf Ekstein y Rocco Motto ilustra ejemplarmente dicha tendencia, pues leemos allí que "...hay muy pocos intentos directos de tratar analíticamente al niño antes de la Primera Guerra Mundial, e incluso menos intentos de aplicar el análisis a los problemas de educación o de la orientación a padres. (...) encontramos en la bibliografía pocos signos de tal interés hasta el período previo a la guerra" (Ekstein & Motto, 1972: p. 30)

6 Sería necesario mencionar asimismo el escrito de Carol Ascher acerca del movimiento de pedagogía psicoanalítica auspiciado por la Sociedad Psicoanalítica de Viena a través de su Instituto de Formación (inaugurado en 1925) (Ascher, 2005), así como los trabajos sobre August Aichhorn (Houssier, 2004).

7 Nuestro análisis toma al año 1923 como fecha final debido a que en ese entonces se terminan los registros de las reuniones. En efecto, si bien la edición original de las minutas recopilaba las actas del período 1906-1918, en 1995 Karl Fallend edita en alemán un volumen con registros de las reuniones realizadas por los vieneses entre 1918 y 1923 (Fallend, 1995).

8 A pesar de ello, este último psicoanalista defenderá una opinión contraria unos meses después (cf. Federn & Nunberg, 1962: página 305).

9 En febrero del año siguiente Freud, no obstante, adjudicará a la educación un rol importante en la provocación de anestesia sexual en las mujeres (cf. Federn & Nunberg, 1962: página 310).

10 A pesar de que no analizaremos aquí dicha obra, recordemos que en 1927 Wittels publicó un libro (Die Befreiung des Kindes) en el cual concluía que la educación de los niños por parte de los mayores era una imposibilidad y un despropósito.

11 Acerca de este integrante de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, véase Handlbauer (1998).

12 Dicha división en tres etapas será retomada poco después, en 1911, por Eduard Hitschmann, en el primer libro de divulgación del psicoanálisis. El capítulo noveno de dicho texto retoma fielmente varios de los tópicos aquí analizados, de suerte tal que puede ser considerado un resumen de muchas de las discusiones de los miércoles a las que Hitschmann asistía (ver Hitschmann, 1921: pp. 226-236).

13 Esa aseveración se continúa de cierto modo con un enunciado del día 12 de octubre de 1910, cuando afirme que, según su parecer, las particularidades del sistema educativo americano son la causa por la cual los estadounidenses no caen masivamente en la neurosis, a pesar de su enorme represión de la sexualidad (cf. Federn & Nunberg, 1974: página 14).

14 En el texto con el cual Freud colaboró a la publicación que recogía los debates de la Sociedad Psicoanalítica de Viena sobre el suicido en los escolares, era más patente la crítica y el descontento de Freud para con el sistema educativo por entonces vigente (cf. Sigmund Freud, 1910: pp. 231-232). Pero, en general, el escrito freudiano reproduce casi en los mismos términos cuanto las actas recogieron de la intervención de Freud durante esa velada.

15 Para una perspectiva más global respecto del lugar estratégico del esclarecimiento sexual en la reconfiguración del orden familiar a fines del siglo XIX, véase la clase que Michel Foucault dictara el 5 de marzo de 1975 en el Collège de France (Foucault, 2000: pp. 215-244). El lector podrá encontrar allí una hipótesis muy instructiva sobre el papel que al psicoanálisis le cupo en dicho proceso.

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Fecha de recepción: 19 de marzo de 2008
Fecha de aceptación: 17 de junio de 2008

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