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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. v.16  Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2009

 

PSICOLOGÍA CLÍNICA Y PSICOPATOLOGÍA

Conceptualización psicoanalítica acerca del juego de los niños. Punto de partida para una investigación empírica en psicoterapia

Psychoanalytical conceptual approach to children´s play. Initial step for an empirical research in psychotherapy

Luzzi, Ana M.1; Bardi, Daniela C.2

1 Luzzi, Ana M.; Lic. en Psicología. Especialista en Psicología Clínica de Niños. Profesora Adjunta Regular a cargo de Psicoanálisis: Escuela Inglesa, Cát. II, Facultad de Psicología, UBA. Directora de Proyecto UBACyT P415 (2008-2010). E-mail: analuzzi@arnet.com.ar
2 Bardi, Daniela C.: Lic. en Psicología. Becaria de investigación Maestría UBACyT.

Resumen
Este trabajo es una exploración del marco teórico de una investigación desarrollada mediante una beca UBACyT de maestría, cuyo propósito es efectuar un estudio descriptivo del juego de niños entre 6 y 8 años en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica grupal y su potencial relación con la contención emocional de los padres.
Objetivos: Delimitar el significado otorgado al juego de los niños en la obra de autores clásicos del psicoanálisis.
Metodología: Se efectúa una investigación conceptual sobre el juego de los niños, en tanto actividad normal de su vida anímica y en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica. Se rastrea el concepto en la obra de Sigmund Freud, punto de partida de teorizaciones posteriores de autores de la Escuela Inglesa de Psicoanálisis. Dentro de esta corriente, se enfatizan los aportes de Melanie Klein, pionera en el trabajo psicoanalítico con niños, y de Donald Winnicott, que enriquecen la conceptualización de la actividad lúdica.
Resultados y Conclusión: Los diferentes modos de conceptuar la actividad lúdica de los niños por parte de los autores mencionados, influyó en el modo de concebir la clínica psicoanalítica con niños.

Palabras clave: Juego; Técnica de juego; Psicoanálisis de niños

Abstract
The following paper is part of the theoretical frame of an investigation that is being developed by an UBACyT master scholarship, which purpose is to carry out a descriptive study of children´s play between six and eight years old in the context of the psychoanalytic psychotherapy group and its potential relationship with the capacity of emotional containment of parents.
Aim: Specify the meaning given to children´s play in the work of classical psychoanalytical authors.
Methodology: A conceptual research about children´s play is carried out, as a normal activity in their mind life and as a psychoanalytical psychotherapy activity.
The concept has been searched throughout Sigmund Freud´s work, as the basic and first step of the following theoretical discoveries of the English Psychoanalytical School Considering this approach, Melanie Klein´s contributions are emphasized, as she was a pioneer in the psychoanalytical work with children, and Donald Winnicott´s ones, as he enriched the concept of ludic production in childhood.
Results and conclusion: The different approaches to children´s ludic production, established by the previously mentioned authors, influenced the way to conceive the psychoanalytical clinic with children.

Key words: Play; Play' s technique; Psychoanalysis of children

Introducción
El juego constituye una forma genuina y privilegiada de expresión en los niños, que ha sido investigada desde múltiples enfoques y disciplinas. Desde el psicoanálisis ha sido objeto de diversos estudios, tanto por su importancia en la vida anímica de los niños, como por su relevancia en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica.
De los diversos enfoques conceptuales se desprenden diferencias en las prácticas clínicas correspondientes, es decir, los supuestos teóricos tienen una incidencia directa en la técnica analítica, tanto en el modo y tipo de intervenciones del terapeuta, como en la importancia que se le otorga al juego en el marco de la psicoterapia.
En este trabajo se efectuará una delimitación conceptual del significado otorgado al juego por autores de la Escuela Inglesa de Psicoanálisis, a partir de la obra de S. Freud, punto de partida de sus teorías. Se intentarán precisar los efectos de las diferentes conceptualizaciones acerca del juego en la clínica psicoanalítica con niños.
Estas precisiones conceptuales se efectúan en el marco de una investigación correspondiente a una beca maestría (UBACyT, Programación 2008-2010)1 cuyo objetivo principal es estudiar la evolución del juego de los niños en psicoterapia analítica grupal, e identificar la relación potencial de las producciones lúdicas con las interacciones con el terapeuta y los pares, y con la capacidad de contención emocional de los padres o adultos responsables incluidos en grupos de orientación. La población clínica estudiada se encuentra en condiciones de extrema vulnerabilidad psico-social.

El juego de los niños en la obra de S. Freud
En la obra de S. Freud es más pertinente hablar de "juegos" de los niños, juegos conceptualizados de diferente modo según la época de producción de los escritos. Estas definiciones se pueden agrupar en dos períodos: desde el inicio de su obra hasta 1920, y a partir de "Más allá de principio del placer". (Freud, 1920). Esta división responde a la lógica de sus desarrollos teóricos, que dan un vuelco con la introducción del "más allá" del principio de placer. Se podrá observar asimismo que algunas ideas asociadas al juego perduran en toda la obra freudiana.
En el primer período, correspondiente a la primera tópica del aparato psíquico, se podría afirmar que para S. Freud el juego de los niños está al servicio de la realización de deseos y que la repetición observada en los mismos, se vincula directamente con el principio de placer. Un breve recorrido por algunos textos de este primer período permite fundamentar estas ideas.
Una de las primeras referencias al juego se encuentra en "La interpretación de los sueños" (1900) cuando Freud describe los juegos de movimiento, cuya repetición estaría al servicio del principio de placer. Menciona los sueños en los cuales el soñante se encuentra volando en el aire con un sentimiento de agrado o de angustia, que reproducirían impresiones infantiles; el autor se refiere a aquellos juegos de movimiento que gozan los niños y no se cansan de pedir su repetición, particularmente si les producen cierto susto o vértigo.
En "Tres ensayos de teoría sexual" (1905), Freud describe los juegos de movimiento pasivo señalando que los niños suelen pedir su repetición, como el juego de mecerse, prueba del placer producido por ciertos movimientos mecánicos.
En "El creador literario y el fantaseo" (1908) propone una relación entre el juego y la creación poética. S. Freud señala que el juego es la ocupación favorita y más intensa del niño y que cuando éste juega se conduce como un poeta; no es una actividad menor y el niño la toma muy seriamente, invirtiendo grandes cantidades de afecto. Cuando el niño juega crea un mundo propio y grato. Se plantea en este artículo que la antítesis del juego no es la gravedad sino la realidad, y que en sus juegos el niño apuntala los objetos y circunstancias imaginados en elementos tangibles y visibles del mundo real, diferenciando sus juegos de la realidad externa.
Consideraremos dos notas a pie de página de "La interpretación de los sueños" (1900), introducidas posteriormente al año de publicación. En una nota de 1914, Freud retoma el paralelismo entre juego y sueño planteado por A. Maeder (1912, citado en Freud, 1914). Este autor sostiene que algunos sueños son como ejercicios preliminares de actividades de la vida despierta y de esta manera concibe los juegos de animales y de los niños, como actividades preliminares de los instintos innatos y una preparación para una acción ulterior más fundamental. Freud acuerda y lo comprueba en el análisis de un sueño de "Dora", desarrollado en su artículo: "Fragmento de análisis de un caso de histeria" (1905).
En una nota de 1919 en relación a la interpretación del sueño de su nieto, Freud describe por primera vez el juego fort-da de un niño, remarcando la relación entre juego y autodominio. El juego del pequeño significaba así su primera victoria sobre sí mismo, la de permitir que su madre se marchase sin protestar. Esta relación que Freud establece entre juego y rehusamiento pulsional, se mantendrá más tarde en "Más allá del Principio de placer" (1920).
En el segundo período delimitado, en "Más allá del principio de placer" (1920), Freud postula la existencia de tres ejes que demostrarían que el principio de placer no rige el aparato psíquico y que habría un más allá del principio homeostático de constancia. Uno de estos ejes es el juego fort-da, que conceptualiza a partir de la observación de su nieto Ernest de un año y medio. Cuando Freud reflexiona sobre el juego de su nieto, ofrece una primera definición: el juego es el modo de trabajo del aparato psíquico en sus prácticas normales más tempranas. Desarrolla esta idea novedosa a partir de la observación del "primer juego autocreado" de este niño, reconociendo que le insumió bastante tiempo hasta que esa acción enigmática, repetida de continuo, le reveló su sentido.
Freud se refiere a Ernest como un niño con una buena relación con sus padres, que obedecía las prohibiciones hechas por ellos, que no lloraba cuando su madre se marchaba a pesar de estar muy apegado a ella. Esta descripción tiene relevancia porque corrobora la idea de que una de las funciones del juego sería el rehusamiento pulsional ya mencionado. S. Freud relata el juego de su nieto de la siguiente manera: el niño exhibía el hábito de arrojar un carretel de madera atado con un cordel tras la baranda de su cuna, sosteniéndolo con la cuerda; el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo <o-o-o-o> -fort- (se fue) y después, tirando del cordel, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso <da> (acá está). Según describe S. Freud, así era el juego completo: desaparecer y volver. Pero Freud se asombra porque observa la mayor parte de las veces el primer acto, repetido por sí sólo en calidad de juego, a pesar de que advierte que el mayor placer correspondía al segundo. La interpretación le pareció a Freud evidente: el niño se resarcía a través de este juego escenificado de hacer desaparecer y regresar el carretel, de la renuncia a la satisfacción p ulsional de admitir sin protesta la partida de su madre. Frente a esta interpretación, Freud considera poco probable que la partida de la madre le resultara agradable o indiferente al niño, y se pregunta:"¿Cómo se concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta vivencia penosa para él?" (Freud, 1920, p. 15). La primera respuesta que ofrece es que en el juego se reitera repetidamente la partida -fort- porque es la condición previa de la gozosa reaparición del objeto -da-, tal vez el genuino propósito del juego.
Si bien Freud concluye que un único caso no le permite explicar con certeza la cuestión, entiende que la frecuencia incomparablemente mayor con que se repetía el primer acto del juego podría tener otro motivo. El niño convertía en juego la vivencia dolorosa de la partida de su madre, y la repetía poniéndose en un papel activo. Otra posible respuesta que Freud ensaya, es que este afán podría atribuirse a una pulsión de apoderamiento, aunque la desecha y ofrece otra explicación: "El acto de arrojar el objeto para que <se vaya> acaso era la satisfacción de un impulso, sofocado por el niño en su conducta, a vengarse de la madre por su partida." (Freud, 1920, p. 15).
S. Freud postula que los niños repiten en sus juegos todo lo que en la vida les ha causado una fuerte impresión, descargando la energía insumida en la misma, y agrega que un deseo dominante influye en todo juego infantil: el deseo de ser grande y de poder hacer lo que hace la gente grande. Más allá de estas interpretaciones, S. Freud concluye que si en el caso examinado el esfuerzo de procesar psíquicamente algo impresionante -la partida de la madre - hizo que se repitiese en el juego una impresión desagradable, esto se debía únicamente a que la repetición iba conectada a una ganancia de placer de otra índole, pero directa.
En este artículo Freud bosqueja conceptos importantes, fundamentalmente la idea del juego como un tratamiento de lo traumático, idea que será retomada por la mayoría de los autores psicoanalíticos que se interesaron por estudiar el juego dentro del contexto psicoterapéutico.
Una diferencia sustancial entre las definiciones de juego antes de "Más allá del principio de placer" y las que tienen lugar en este artículo, es que ahora juego y placer no coinciden absolutamente. Se subraya "absolutamente" porque Freud no concluye de manera definitiva que este juego no constituya una realización de deseo, ya que además de hacer activo lo sufrido pasivamente, en todo juego se expresaría también el deseo de ser grande.
Continuando con los aportes sobre el juego posteriores a 1920, cabe citar "La pérdida de realidad en las neurosis y psicosis" (1924) en el cual Freud establece diferencias entre neurosis y psicosis a partir del modo en que el yo se relaciona con la realidad. El neurótico intenta sustituir la realidad por otra más acorde al deseo y para construir ese fragmento, recurre al mundo de fantasía, que denomina aquí "la cámara del tesoro". El psicótico también recurre a él -al mundo de fantasía-, pero con la diferencia que el mundo fantástico de la psicosis, intenta reemplazar a la realidad exterior. En relación al neurótico agrega que le gusta apuntalarse, como los niños en el juego, en un fragmento de realidad diferente del cual fue preciso defenderse, "... y un sentido secreto, que de manera no del todo acertada llamamos simbólico..." (Freud, 1924, p. 197).
Freud mantiene en este artículo algo desarrollado en "El creador literario y el fantaseo." (1908), corroborando la idea de hablar de "juegos", en tanto ideas asociadas al juego que perduran o se mantienen en toda su obra, y otras que se transforman o cambian.
En "Sobre la sexualidad femenina" (1931), S. Freud retoma lo ya propuesto en "Más allá del principio de placer" (1920) en relación a la tendencia del niño a hacer activo en el juego aquello vivido pasivamente, tomando en cuenta los juegos de las niñas con sus muñecos.
En este acotado recorrido por la obra de S. Freud, cabe señalar que en todos los textos el juego es considerado una actividad destacada de la vida anímica infantil.

S. Freud y el psicoanálisis de niños
Se puede inferir que S. Freud tuvo una postura ambivalente respecto a la aplicación del método psicoanalítico en los niños. Se señalarán algunas referencias que demuestran sus diferentes posturas.
En "Análisis de la fobia de un niño de 5 años" (1909) Freud advierte que el historial clínico y terapéutico de un niño llamado "Hans" que sufre una zoofobia, no proviene de su observación sino que surge a partir de las notas que le otorga el padre del niño2. Freud orienta el plan de tratamiento en su conjunto, e interviene personalmente sólo una vez en una plática con el niño. El tratamiento fue llevado a cabo por el padre de "Hans", orientado por Freud en cada detalle. En el inicio de este artículo Freud remarca enfáticamente su postura con respecto al análisis de niños, sosteniendo que este caso sólo fue posible porque el padre del niño supo interpretar las exteriorizaciones de su hijo, es decir, que la aplicación del método psicoanalítico a un niño tan pequeño se debió únicamente por la reunión en una sola persona de la autoridad paterna con la autoridad médica. Freud afirma que, de otro modo, habría sido imposible superar las dificultades técnicas de un psicoanálisis a tan temprana edad.
Freud tuvo así un acercamiento "indirecto" al análisis de niños; a pesar del éxito terapéutico obtenido, de su historial no se puede obtener una técnica como norma para el análisis de los niños.
En "De la historia de una neurosis infantil" (1919 (1914)), Freud se interesa por la neurosis infantil de un paciente adulto conocido como el "Hombre de los lobos", investigada quince años más tarde a través de sus recuerdos. Freud encuentra ventajas y obstáculos en esta situación, ya que considera que el análisis efectuado con un niño neurótico "...parecerá de antemano más digno de confianza, pero su contenido no puede ser muy rico; será preciso prestar al niño demasiadas palabras y pensamientos, y aún así los estratos más profundos pueden resultar impenetrables para la conciencia." (1919, p. 10). Si bien Freud destaca las ventajas de analizar una neurosis infantil cuando el paciente es adulto, concluye que quizás cuando una neurosis infantil fuera persistente el análisis del niño podría proporcionar resultados convincentes. Asevera que los análisis en la infancia podrían ofrecer un interés teórico importante ya que en los niños sale a la luz de manera inequívoca lo esencial de la neurosis, carente de las numerosas estratificaciones ulteriores. Al mismo tiempo resalta que este trabajo es arduo pues para el médico es dificultoso lograr una empatía con la vida anímica infantil.
En la Conferencia 34: "Aclaraciones, aplicaciones y observaciones" (1932) Freud continúa sosteniendo los obstáculos metodológicos del psicoanálisis de niños - la dificultad de los niños para asociar libremente- y al mismo tiempo afirma que el niño con síntomas neuróticos podría ser objeto favorable de la terapia psicoanalítica. Plantea que los éxitos obtenidos con el psicoanálisis de niños son radicales y duraderos, pero que es preciso modificar la técnica creada para el tratamiento de los adultos, en tanto el niño es psicológicamente diferente al adulto: no posee un superyó maduro y la transferencia desempeña otro papel, en tanto los padres reales siguen vigentes en su vida afectiva.
Freud plantea así una postura restringida respecto del psicoanálisis de niños.

El juego de los niños desde la perspectiva de la Escuela Inglesa de Psicoanálisis
Para delimitar la importancia de las ideas de Melanie Klein respecto del juego de los niños, es necesario referirnos al contexto en el cual surgieron, en especial a la producción de otras analistas que la precedieron o fueron contemporáneas.
En Viena, una de las primeras analistas de niños fue la Dra. Hermine von Hug-Helmuth, maestra y doctora en Filosofía, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Esta autora (1922) plantea que el psicoanálisis de niños tiene un carácter educativo que permite liberar al niño de sus sufrimientos y es un medio para inculcarle valores morales y éticos. Considera que el trabajo con niños debe incluir algún tipo de educación para los padres, ya que su influencia es decisiva en la formación de los síntomas infantiles. Plantea que no es conveniente analizar niños antes de la culminación del Complejo de Edipo, y que sólo habría que esperar del análisiséxitos parciales sin profundizar en contenidos inconscientes. Utiliza en su técnica el dibujo y ocasionalmente el juego, como medio para "romper el hielo" en la comunicación con los niños. El papel del analista de niños es restringido al análisis del carácter y a la educación, limitándose al tratamiento de algunos casos y en determinadas circunstancias, dejando entrever que el psicoanálisis podría llegar a dañar al niño pequeño.
Sophie Morgestern, médica, trabajó en La Salpetrière y publica en Francia su libro "Psychanalyse infantile" (1937) en el cual transmite el método psicoanalítico que aplicó para el tratamiento de casos difíciles. Morgestern (1937) estudiaba los cuentos, sueños, ensueños, dibujos infantiles y muy ocasionalmente el juego, buscando el contenido latente que subyacía al contenido manifiesto. Utilizaba el dibujo como método de análisis infantil, surgido casi accidentalmente en ocasión de tratar a un paciente de 10 años con un mutismo de dos años de evolución, en el cual el único material disponible eran los dibujos que el niño realizaba a pedido de su analista. El éxito obtenido en este tratamiento la alentó a aplicar su método con los demás niños, y los dibujos sustituyeron a las asociaciones libres de los adultos. Compartía con Anna Freud muchos puntos de vista: la idea de que los niños tienen un superyó inmaduro, fuertemente influido por los adultos reales que lo rodean; recomienda el análisis sólo en casos especiales y le encuentra muchas restricciones, tales como que los niños no consultan por su propia voluntad, que parecieran no sentirse afectados por sus conflictos y que es difícil establecer la neurosis de transferencia.
Anna Freud, maestra, fue miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. En 1926 publica "Psicoanálisis del niño", e intenta la primera sistematización del método de análisis de niños. Su posición se situaba dentro de la postura sostenida por H. von Hug-Hellmuth, combinando técnicas psicoanalíticas y pedagógicas y restringiendo el análisis sólo para niños mayores de seis años cuyos padres se analizaran. En la obra mencionada, A. Freud analiza diez casos clínicos, señalando los alcances y dificultades del análisis de niños. Los métodos utilizados son: la interpretación de los sueños, sueños diurnos y dibujos, haciendo restricciones a la utilización del juego como material para el análisis. El juego es considerado una técnica auxiliar. Proponía como método para la prevención de la neurosis en la infancia, el trabajo con los padres a través de consejos y advertencias. Posteriormente, A. Freud (1965) produjo un acercamiento en el aspecto técnico con algunos postulados planteados por M. Klein: admitió la posibilidad de analizar niños menores de seis años y consideró el juego como instrumento técnico de importancia; reconoció que la tentativa de prevenir las neurosis infantiles por medio de la educación y los consejos a los padres había fracasado (1965).
La Sra. Melanie Klein se encuentra con la necesidad de una nueva técnica; los intentos precedentes sólo posibilitaban analizar a niños mayores de 6 años y su primer paciente fue Fritz, de cinco años de edad.
M. Klein (1921) comienza explorando las inhibiciones intelectuales de los niños y descubre que aún los niños de muy corta edad viven bajo la presión de sentimientos de culpa, que su relación con la realidad es débil y que no pueden ofrecer asociaciones verbales suficientes, medio fundamental en el tratamiento analítico de adultos. Esta dificultad de realizar un análisis completo por medio del lenguaje se debe a que el modo esencial de expresión de los niños pequeños es la acción (Klein, 1926, 1932).
S. Freud (1919) había planteado que a los niños les faltaban palabras y pensamientos y esto obstaculizaba el trabajo analítico con ellos. Klein (1926, 1932) coincide en este punto con S. Freud, pero son justamente estas diferencias entre la mente infantil y la del adulto, las que le revelaron el modo de llegar a las asociaciones del niño y acceder a su inconsciente. Las características de la psicología infantil le proporcionan a Klein las bases de su "técnica de juego".
Por lo tanto, frente al obstáculo encontrado por S. Freud respecto a la falta de asociaciones verbales en los niños, M. Klein encuentra en el juego, una técnica de análisis homologable a la regla fundamental freudiana;"...ya que, jugando, el niño habla y dice toda clase de cosas que tienen el valor de asociaciones genuinas." (1932, p. 28) Es importante señalar que Klein (1932) también considera las verbalizaciones que el niño efectúa mientras juega o dibuja, y sostiene que una de las condiciones necesarias para decidir si un análi sis está finalizado con éxito, aún en niños muy pequeños, es haber logrado la posibilidad de expresión mediante el lenguaje.
El juego es considerado un medio de expresión simbólica de fantasías, deseos y experiencias, a través del cual el niño elabora situaciones traumáticas y siente alivio de la presión superyoica a través del mecanismo de personificación (Klein, 1929). Al representar un papel el niño puede separar las ideas imperantes en su inconsciente y expulsarlas (escisión y proyección de imagos), con una sensación consecuente de alivio. El excesivo sentimiento de culpa que surge en el niño por sus actividades masturbatorias, es producto de las tendencias destructivas de las fantasías relacionadas con la escena primaria. El juego, por lo tanto, produce alivio y placer por la descarga de las fantasías masturbatorias y porque suprime el gasto energético de la represión, liberando las fantasías.
M. Klein le otorgó a la expresión lúdica un valor esencial como criterio de salud o enfermedad mental infantil: todas las sublimaciones se basan en el juego y todas las inhibiciones se basan en la inhibición en el juego. El niño cuando juega utiliza los mismos medios de expresión arcaicos que en el sueño: desplazamiento, condensación y simbolización; sólo es posible comprender su significado empleando el mismo método que Freud utilizó con los sueños: el desciframiento. Esta homologación del juego con el sueño le permitió sostener a M. Klein (1926) que el juego es la vía regia para acceder al inconsciente del niño. La equiparación entre los mecanismos oníricos y lúdicos ya había sido planteada por S. Pfeifer en su artículo "Expresiones de las pulsiones eróticas infantiles en el juego" (1919), a través de la observación directa del juego de niños que no estaban en análisis.
M. Klein (1932) advierte que el simbolismo es sólo una parte del juego, y que para comprender el juego del niño en su conducta total durante la hora de análisis, es necesario descifrar el significado de cada símbolo separadamente, como así también, la relación de cada factor con la situación total. Postula que un simple juguete o un fragmento de juego pueden tener múltiples significados. Como ejemplo, la muñeca de Rita3 a veces representaba el pene, otras un niño robado del vientre de la madre, y en ocasiones a ella misma. Cuando se interpreta un juego, sostiene Klein, se debe tener en cuenta el material que el niño produce en sesión, su contenido; el modo en que realiza el juego; la razón por la cual cambia de juego o éste se detiene; los medios que elige para su representación. Klein (1926) aclara que este conjunto de factores, aparentemente confuso y sin sentido, es coherente y pleno de significado si se interpreta exactamente como los sueños, revelando las fuentes y pensamientos subyacentes.
Al proponer una nueva técnica de análisis, Klein (1932) insiste que la diferencia entre el psicoanálisis de niños y el de los adultos es "puramente técnica" y no de principios. La situación analítica es esencialmente la misma: interpretaciones adecuadas, resolución gradual de las resistencias y persistente descubrimiento por la transferencia -tanto positiva como negativa- de las primeras relaciones de objeto (1955). Klein sostiene que la técnica psicoanalítica del juego no sólo se ajusta a las normas del método analítico de los adultos, sino que también produce los mismos resultados. El juego es un lenguaje que "habla" el niño y no el analista, quien debe entender su significado e interpretarlo cuando logra insight suficiente frente a un material repetitivo acompañado de angustia, o cuando aparecen representaciones que implican sobrecompensación.
Las interpretaciones tienen una importancia esencial y Klein (1926) observa que suelen ser fácilmente aceptadas por el niño, a veces con marcado placer, dado que la relación entre los estratos inconscientes y concientes de su mente es mucho más fluida que en el adulto. Los efectos de la interpretación son más rápidos y se manifiestan de diferentes modos: el afianzamiento de la transferencia, la disminución de la ansiedad y la expansión del juego. En "La técnica psicoanalítica del juego: su historia y significado" (1955) describe de manera breve pero concisa la construcción de su técnica de análisis temprano. Su primer paciente fue ¨Fritz, su hijo de cinco años, filiación que ella misma aclara en "La Novela familiar "in status nascendi" (1920); este tratamiento comprende diferentes etapas: una "crianza con rasgos psicoanalíticos", en la cual se propone contestar todas las preguntas del niño, contrarrestando la autoridad dogmática de los padres y educadores que potencian la omnipotencia infantil. Al no encontrar los resultados esperados, aconsejada por Ferenczi y Von Freund (Ferenczi y Von Freund, citado en Klein, 1921), Klein decide psicoanalizar a Fritz, y descubre el papel del juego; establece un encuadre de trabajo e interpreta el material más urgente que el niño presenta. Este análisis constituye el comienzo de la técnica psicoanalítica de juego.
En 1923 analiza a Rita, de dos años y nueve meses, en la casa de la pequeña y bajo la mirada atenta de la madre y la abuela. Klein interpreta de entrada la transferencia negativa que posibilita vencer las resistencias de la niña. A los pocos meses de tratamiento, Klein comprende que el psicoanálisis no debería ser llevado a cabo en la casa del niño, costumbre de la época, ya que entiende que la transferencia sólo puede ser establecida y mantenida si el paciente es capaz de sentir el tratamiento como algo diferente de su vida hogareña. De esta manera, avanza en la definición del encuadre: el trabajo psicoanalítico con niños debe realizarse en un consultorio, sin la presencia de los padre s.
En 1923, Klein atiende en su consultorio a una niña de 7 años. En varias sesiones encuentra a la niña callada y ensimismada, y decide ofrecerle una caja con unos pocos juguetes: autos, pequeñas figuras, algunos ladrillos, un tren. La niña, que no tenía inclinación por el dibujo u otra actividad, comienza a jugar. Klein remarca la importancia de guardar los materiales en un cajón o caja: cada niño debe disponer de un continente para sus materiales de juego, que formará parte de la relación privada e íntima entre el analista y el paciente, característica de la situación de transferencia. De esta manera, con la práctica clínica, Klein crea la técnica psicoanalítica del juego como método para acceder a la mente infantil, adecuada para niños de todas las edades, incluso los más pequeños. Klein continúa investigando y se pregunta cuál es la técnica más acorde a la mente de los latentes y púberes (1932) y reflexiona sobre sus características psicológicas. Señala las dificultades especiales para el análisis durante el período de latencia, debido a la restricción de la vida imaginativa por efectos de la represión: los latentes no juegan como los niños pequeños ni proporcionan asociaciones verbales como los adultos. El niño en latencia ha desexualizado -al menos parcialmente- las experiencias infantiles y se expresa a través de representaciones que, en apariencia, están por completo desprovistas de fantasía, a las cuales el analista debe intentar acceder. En relación a los púberes, Klein (1932) plantea que habría un aumento de la actividad de fantasía, impulsos más poderosos, una formación yoica con otros requerimientos y una relación con la realidad diferente que en la latencia. Si bien en esta etapa las manifestaciones de ansiedad y afecto son más fuertes que en el período de latencia, al tener un yo más desarrollado la lucha contra los impulsos es más exitosa. La disposición del púber para el análisis es de desafío y rebeldía, lo cual implica una dificultad técnica que sólo se puede sortear focalizando la actividad interpretativa en las causas de la ansiedad, a través de la interpretación de la transferencia, tanto negativa como positiva.
En síntesis, Klein (1932) postula que la técnica modificada se acercará más a la técnica del análisis temprano o a la de los adultos, de acuerdo con la edad del niño y el carácter especial del caso, y el analista deberá adoptar una postura flexible.
En 1961 se publica "Relato del psicoanálisis de un niño" (obra póstuma de la cual M. Klein llegó a revisar la prueba de galera), que narra día a día, sesión por sesión, el psicoanálisis de Richard, un niño de diez años, y que constituye el primer historial completo de un tratamiento psicoanalítico. La trascendencia de este texto ha sido destacada por Meltzer en "Desarrollo Kleinianos" (1978), en el cual sienta las bases de una revisión sistemática del método e ideas de la autora, a partir del análisis del trabajo clínico de M Klein con Richard.
Donald Winnicott, a partir de su práctica como médico pediatra, se interesa por investigar la clínica de aquellos pacientes que quedaban por fuera de los alcances del psicoanálisis freudiano. Winnicott pertenece al Middle Group, o Grupo de Pensadores Independientes de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. Comparte algunas ideas con Klein, quien fue su supervisora, pero también se diferencia en otras; principalmente no acepta la teoría de la envidia y la actuación del instinto de muerte al comienzo de la vida (Winnicott, 1959).
Desde sus inicios, Winnicott se interesa por el juego de los niños, como se puede observar tanto en sus artículos inaugurales (1941, 1942) como en su último libro"Realidad y juego" (1971) donde presenta una teoría del juego acabada y enriquecida.
El autor da diferentes definiciones sobre el juego en distintas épocas de su obra, que contribuyen a ampliar la perspectiva sobre el mismo. En principio, el juego es natural y universal, y "una forma básica de vida" (1971). Señala que todos los niños tienen la capacidad para jugar, y que lo propio del niño es el juego. Le confiere, como Klein, una singular importancia en la vida emocional de los niños y como indicador de salud mental.
Una de las primeras preguntas que se formula Winnicott (1942) respecto al juego es por qué los niños juegan, y ensaya diferentes respuestas: porque se obtiene placer, permite expresar la agresión, controlar la ansiedad, adquirir experiencia y establecer relaciones sociales. Asimismo, enfatiza los fines comunicativos del juego en tanto permite la expresión del mundo interno y la interacción con el mundo externo. Al igual que Klein sostiene que el juego, como el sueño, cumple una función de autorrevelación y comunicación en el nivel profundo. Comparte la idea kleiniana que en el psicoanálisis de niños pequeños la comunicación es a través del juego, en lugar del lenguaje adulto, y sostiene que constituye el modo de comunicación por excelencia en la niñez: el juego "lo contiene todo". En la consulta psicoterapéutica (1968) plantea el juego del garabato como un modo posible de entrar en contacto con el niño y que cada terapeuta deberá encontrar sus propias modalidades para establecer la comunicación y proporcionar un sostén dentro de los límites del encuadre. En este primer encuentro con el niño, tal vez el único posible, el terapeuta debe estar en condiciones de jugar y dispuesto a aprender del niño, restringiendo al máximo la función interpretativa.
En sus primeros escritos y hasta el final de su obra, la conceptualización sobre el juego está enraizada en el concepto de "creación" (1941, 1942, 1971). El juego es primordialmente una actividad creadora, y todos los niños poseen esa potencialidad. Al mismo tiempo, sostiene que el juego es un "logro"; y es aquí donde adquiere un papel fundamental el ambiente. Para que un niño juegue, para que la potencialidad heredada se desarrolle, son necesarias condiciones ambientales suficientemente buenas, y la confianza es fundamental. Esta confianza se adquiere en la primera relación con la madre, o sea, en la relación con el ambiente que en el inicio configura la madre y luego se amplía, deja de reducirse sólo a la madre y abarca a otras personas.
Plantea el concepto de zona transicional (1971) como el espacio donde tiene lugar el juego. Para comprender este concepto es necesario enmarcarlo en su teoría del desarrollo emocional primitivo (1956, 1960). Al finalizar la fase de dependencia absoluta, comienza una desilusión paulatina y dosificada por parte de la madre, quien reconoce la potencialidad de su bebé, su gesto espontáneo, y lentamente comienza a retirarse y lo va desilusionando. En la fase de "dependencia relativa", la madre comienza a recortarse como un objeto objetivo, fundador de la realidad externa. En este proceso de diferenciación yo - no yo, se ubica el espacio transicional , definido como zona intermedia de la experiencia que no pertenece a la realidad interna, ni a la realidad externa. Es un espacio libre de exigencias e intrusiones, cuya existencia no es discutida. Esta zona transicional, se conserva a lo largo de la vida, y constituye el espacio del juego, el arte, la religión, la vida imaginativa, el psicoanálisis y la labor científica creadora. Winnicott incluye al juego en la vida imaginativa, ya que también define a éste como una elaboración imaginativa en torno a las funciones corporales, relacionada con los objetos y con la angustia (Winnicott, s. f., p. 80)
Considera el juego como una terapia en sí misma (1971) de aplicación inmediata y universal. La psicoterapia se desarrolla en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del terapeuta, dentro de un encuadre delimitado en tiempo y espacio, tal como lo planteó en sus observaciones iniciales del juego de la espátula (1941). El terapeuta debe ofrecerse como espacio potencial para el desarrollo del juego, pero el gesto espontáneo debe provenir del niño. Cuando el juego no es posible, el trabajo del terapeuta se centra en orientar al paciente desde un estado en que no puede jugar a uno en que es posible hacerlo. Las interpretaciones se efectúan sobre el material de las producciones del niño y se formulan en la zona de superposición entre el niño y el analista. Weich (1990) formula el concepto de "analista suficientemente bueno", en consonancia con el modelo winnicottiano. El analista suficientemente bueno permite el desarrollo del juego, no invade ni obstruye con sus propias contribuciones y se "dispone creativamente" a jugar; ofrece un medio ambiente contenedor que facilita el crecimiento del espacio interior creativo del paciente; entiende las fortalezas y debilidades yoicas del paciente y se adapta activamente a sus necesidades cuando lo considera necesario para el desarrollo del proceso analítico. A veces el trabajo del analista consiste en reemplazar metafóricamente el cuidado materno, aceptando la dependencia del paciente o su necesidad de fusión en el interjuego simbólico, permitiendo ser "usado" por él. Las interpretaciones deben ser formuladas de acuerdo no sólo con el material, sino con la posibilidad actual del paciente para decodificarlas y usarlas.

Resultados y conclusiones
Desde el psicoanálisis hay consenso respecto a que el juego constituye una forma genuina y privilegiada de expresión en los niños. Esta idea, aceptada hoy por todas las corrientes psicoanalíticas, es el resultado de arduas disputas que se remontan al origen mismo del psicoanálisis de niños en las primeras décadas del siglo pasado.
El valor del juego y la utilización que de él hace el terapeuta dentro del contexto de la sesión psicoanalítica, varía sustancialmente de acuerdo con el marco conceptual que orienta la práctica clínica.
Por esta razón, este trabajo tiene como pregunta rectora ¿qué es el juego?
El modo de conceptuar el psicoanálisis con niños y el estatuto otorgado al juego, determina el valor del juego dentro del dispositivo, el tipo y forma de las intervenciones del terapeuta, como así también, el encuadre y el objetivo terapéutico. En el intento de encontrar posibles respuestas, el eje de este trabajo ha sido un estudio sobre el tema en la obra de autores clásicos del psicoanálisis. El juego fort-da desarrollado por Sigmund Freud en "Más allá del principio de placer" (1920) constituye una referencia indiscutible. Sus ideas asociadas al juego sientan la base que posibilitó a M. Klein concebirlo como una técnica, recurso o medio de comunicación dentro del contexto de la sesión. Si se le formulara a S. Freud la pregunta: "¿a qué juega un niño?", su respuesta podría ser que "los juegos de un niño están relacionados con su constitución psíquica y con el desarrollo de sus teorías sexuales infantiles". La ausencia de conceptualizaciones freudianas acerca del papel del juego en el psicoanálisis de niños, revela su postura ambivalente respecto de la aplicabilidad de su método a niños de corta edad, aunque como ya fuera mencionado, al final de su obra (1932) deja el camino abierto para su desarrollo.
Esta ambivalencia no es ajena a la controversia entre M Klein y su hija Anna Freud. Para A. Freud, como para las analistas de niños de la época, el juego no era interpretable y sólo cumplía una función "preparatoria" para el análisis y la vida misma.
La producción teórica y técnica de la Escuela Inglesa le otorga al juego un lugar central en el análisis de niños. En la Escuela Francesa se lo reconoce como herramienta de utilidad, aunque sufre un desplazamiento a un papel colateral respecto de la palabra.
Melanie Klein en los comienzos de su técnica de análisis infantil (1921) se diferencia de entrada con la Escuela de Viena, oponiéndose a la combinación del psicoanálisis con la tarea pedagógica y coloca al juego como equivalente de la asociación libre del adulto y como objeto privilegiado de la actividad hermenéutica (Klein, 1926).
Klein crea su "técnica de juego" considerándolo un medio de expresión simbólica de fantasías y experiencias, que permite al niño elaborar situaciones traumáticas, ansiedades primitivas y acceder a procesos de simbolización a través del despliegue de sus imagos mediante el mecanismo de personificación en el juego. La creación de una técnica para el análisis de niños, manteniendo los principios propuestos por Sigmund Freud, le permite a Klein dar una respuesta anticipada al planteo efectuado en la Conferencia 34º (1932).
Para el analista kleiniano el juego está en el centro de la escena, ligado intrínsecamente con el concepto de angustia o ansiedad, referente clínico por excelencia; no sólo es un medio para obtener placer por la descarga de fantasías masturbatorias sino que cumple una función de estructuración del psiquismo en tanto la expresión de fantasías inconscientes y el mecanismo de proyección en objetos externos (juguetes, analista) posibilita la representación y organización del mundo interno. El juego es un producto del mundo interno del niño y constituye en sí mismo un indicador del desarrollo de su funcionamiento mental, en tanto escenificación de sus relaciones de objeto, ansiedades y mecanismos de defensa.
El analista kleiniano deberá ser entonces un soporte del juego del niño, aceptando sus proyecciones en el marco de un encuadre estable y abstinente. Al igual que la madre en los primeros meses de vida, el analista estará allí para ser objeto de las identificaciones proyectivas del niño, para lo cual es indispensable que tenga la posibilidad de soportar el odio y la ansiedad persecutoria, mitigando con su presencia y su actitud no retaliativa la intensidad de las proyecciones. Esa presencia y las adecuadas interpretaciones facilitarán procesos de integración y la aparición de mecanismos reparatorios, que se traducirán en una mayor adecuación a la realidad. El analista encarna para el niño un determinado tipo de objeto, y el vínculo transferencial despertará ansiedades, fantasías y mecanismos de defensa que deberán ser remontados, mediante la actividad hermenéutica, a las primitivas relaciones de objeto. En tanto objeto externo, el analista corrobororá o refutará las fantasías del niño y el análisis de la transferencia positiva y negativa, y de las fantasías inconscientes expresadas en el juego, producirán alivio de la culpa inconsciente, modificando la severidad del superyo primitivo a partir de la transformación de los objetos internos "externalizados" en la transferencia (materiales de juego, analista).
De la teoría kleiniana se desprende una cierta jerarquía en el juego, determinada por la posibilidad de elaboración - o no- de las ansiedades primitivas a través del interjuego de identificaciones proyectivas e introyectivas.
Los historiales clínicos de la autora brindan abundantes ejemplos de la correlación entre juego y psicopatología, determinados por la mayor o menor severidad del superyo primitivo, en tanto el juego revela la relación del niño con la realidad. La ausencia de actividad lúdica en el niño es entendida como signo de la más severa patología infantil, tal como se presenta en Dick (Klein, 1930), cuya restricción total de la vida de fantasía lleva a Klein a transgredir su técnica habitual de abstinencia, para "prestarle símbolos" y facilitar el desarrollo de sublimaciones. En los niños con marcados rasgos paranoicos, sus juegos revelarán que la relación con la realidad está subordinada a fantasías inconscientes sádicas. Las dificultades de carácter y rasgos paranoicos de John (Klein, 1931) se traducían en severa inhibición en el aprendizaje y en el juego, sólo removida en el análisis a partir de la posibilidad de expresión de sus fantasías inconscientes y de la interpretación de que "conocer" era tomar conciencia de sus impulsos sádicos dirigidos al vientre materno. Con este criterio, juegos estereotipados y rígidos, casi catatónicos, en los cuales un niño podía permanecer horas inmóvil "dirigiendo el tránsito" fueron concebidos como expresión de angustia psicótica intensa (Klein, 1930).
En las neurosis obsesivas infantiles, los niños expresan en sus juegos la necesidad de castigo y el miedo a un desenlace trágico. Dentro de estos casos se puede citar a Pedro (Klein, 1927) con una seria restricción en el juego por represión de sus fantasías oral y anal sádicas dirigidas a la pareja parental. A Rita (Klein, 1929), cuya grave neurosis obsesiva se expresaba en el ceremonial que la niña "debía" efectuar antes de acostarse, arropando a su muñeca y colocando el elefante a su lado, o por la estereotipia en sus juegos: cambiaba y bañaba compulsivamente a sus muñecas. También a Erna (1929), cuyas imagos idealizadas y extremadamente persecutorias expresadas en sus juegos, denotaban una intensa ansiedad persecutoria que sólo le permitían acceder a "una parte" de la realidad y a negar el resto.
Los juegos de niños normales denotan para Klein un equilibrio entre fantasía y realidad. El juego posibilita una mayor adecuación a la realidad y le ofrece al niño un refugio adecuado frente a la frustración, tal como presenta la actividad lúdica de Gerald (1927). La posibilidad de vivir en un mundo compartido, la transformación de las primitivas fantasías terroríficas en otras que constituyen un elemento mediador con la realidad, es una conquista producto del desarrollo psíquico y del proceso terapéutico, nunca definitivos para Klein.
Donald Winnicott, considera los aportes freudianos y kleinianos sobre el juego, pero crea su teoría basándose en su práctica como pediatra y analista de niños; enriquece la perspectiva sobre la actividad lúdica, conceptualizándola como una actividad natural y universal. Todos los niños poseen la potencialidad para el juego, pero Winnicott enfatiza el papel fundamental que cumple el ambiente como factor facilitador o entorpecedor para el desarrollo de ese potencial. Al mismo tiempo, considera al juego como el medio de comunicación por excelencia en la niñez, teniendo por lo tanto un valor esencial en el trabajo psicoanalítico con niños. Para Winnicott (1971), el juego es por sí mismo una terapia de aplicación inmediata, y constituye un objetivo de la psicoterapia psicoanalítica propiciar la posibilidad de juego cuando ésta se halla inhibida o empobrecida.
Winnicott entiende que el juego dentro del contexto psicoanalítico constituye el gesto espontáneo del niño, que sólo se podrá expresar si el analista "suficientemente bueno" (Weich, 1990) lo posibilita a través de su propia capacidad para jugar, su función de sostén y manejo de las situaciones, y la interpretación oportuna y no intrusiva. Partiendo de la relación madre- bebé y la creación de una zona de ilusión por parte de la madre medio-ambiente, Winnicott hace una aplicación del concepto al analista medio-ambiente cuya función es fundamental en las primeras fases del proceso psicoanalítico. El analista suficientemente bueno es el que se permite "no saber", tolerando "lo informe" de su paciente sin precipitar significados, y genera al mismo tiempo las condiciones necesarias para el descubrimiento, es decir para que el paciente sienta que "crea" a su analista. Winnicott plantea que la interpretación sólo es válida cuando la halla el paciente, cuando ésta se produce en la intersección de las dos zonas de juego. Cuando la interpretación surge del intento del analista por demostrar su propia capacidad de entendimiento, es rechazada o produce acatamiento, futilidad y máscara, en vez de la autenticidad del gesto espontáneo. Se pueden inferir sus contribuciones a la teoría psicoanalítica y a la técnica del tratamiento de niños en los numerosos ejemplos clínicos. Por ejemplo, en el Caso Piggle (1977) toma conciencia de la transferencia y la acepta, le da vida, representando los diversos roles asignados por la niña en este psicoanálisis "a pedido". El mundo interno de la niña es dramatizado en la medida de sus posibilidades, en pequeñas dosis, dentro de un marco que se constituyó como seguro, gracias a la labor del terapeuta.
El analista winicottiano debe confiar en la naturaleza y en el desarrollo humanos y en el encuentro con el paciente tiene que ser capaz de "olvidar" transitoriamente la teoría y la técnica, con una actitud de "ignorancia ingenua" -aunque no sea tal-; debe estar dispuesto a aprender cómo es ese paciente, a intentar descifrar sus códigos, tratando de establecer nexos de comunicación. Sólo en esas condiciones se genera la confianza, condición indispensable para la posibilidad de juego. A diferencia de S. Freud y M. Klein, para quienes es la ausencia del objeto lo que genera la posibilidad de simbolización, para Winnicott la presencia de la persona de la madre (y del analista), " la ilusión de una fusión", permite que se simbolice luego en el juego, que en sí mi smo implica una separación lograda a través de un proceso gradual de desilusión. El símbolo constituye la representación psíquica del gesto espontáneo original, del objeto externo (madre, analista) que intervino y de los cuidados maternos que lo facilitaron (madre o analista medio-ambientes). Estos símbolos constituyen la base de lo que Winnicott denomina el conocimiento personal del mundo.
De la teoría del desarrollo emocional primitivo y de la concepción winicottiana del juego se desprende también una correlación entre juego y psicopatología infantil. Las inhibiciones en el juego no son entendidas sólo por la actuación de una severa represión de fantasías sexuales o agresivas, sino que podrían estar condicionadas por fallas ambientales en fases tempranas que impidieron o distorsionaron el desarrollo. Un niño que aparentemente juega y se acomoda a lo que supone que esperan de él, podría estar indicando una forma de falso self, organización defensiva frente a fallos ambientales. El trabajo analítico consistirá entonces en ofrecer el marco especializado -encuadre analítico- en el que sea posible el descubrimiento y desarrollo del verdadero self. Los juegos estereotipados darían cuenta de una tensión psíquica que impide el libre fluir de la fantasía. El niño que no puede jugar con otros, excepto con las reglas fijadas por él y fuerza a los demás a una actitud de sometimiento, o no puede jugar a un juego reglado a menos que haya un conductor estricto, podría estar indicando cierto grado de deprivación, en tanto fallas en la fase de dependencia relativa (1991, s.f.).

Estas precisiones conceptuales acerca del juego constituyen un referente insoslayable para el desarrollo de la investigación empírica que los autores de este trabajo se proponen. Estudiar la evolución del juego de niños latentes en psicoterapia analítica de grupo en el contexto de una población clínica en condiciones de extrema vulnerabilidad psico-social, niños con "infancias robadas" (Wasserman, 2008), implica necesariamente considerar en profundidad los factores endógenos del niño - tal como M. Klein nos enseña- y también los factores exógenos, que además de las experiencias infantiles y las condiciones ambientales facilitadoras o entorpecedoras del desarrollo, incluyen la situación social en la cual se insertan. Siguiendo a Winnicott, del entrecruzamiento o no de ambos factores y de la manera en que se produzca, dependerá la vida cultural posible de ese niño, su creatividad, sus posibilidades de juego y de aprendizaje, su posibilidad de acceder a la vida adulta.

Notas

1 "Estudio descriptivo del juego de niños entre 6 y 8 años en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica grupal."

2 S. Freud le encarga en 1906 al padre del pequeño Hans la observación psicoanalítica de su hijo, centrándose en la vida sexual infantil. Se puede suponer que el descubrimiento de la sexualidad infantil impulsó el interés por observar sus manifestaciones directamente en los niños.

3 Rita es una niña de 2 años y 9 meses que estuvo en tratamiento con M. Klein durante 83 sesiones, y fue interrumpido por un viaje familiar.

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Fecha de recepción: 20 de febrero de 2009
Fecha de aceptación: 20 de octubre de 2009

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