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Anuario de investigaciones
On-line version ISSN 1851-1686
Anu. investig. vol.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Dec. 2009
PSICOLOGÍA CLÍNICA Y PSICOPATOLOGÍA
Conceptualización psicoanalítica acerca del juego de los niños. Punto de partida para una investigación empírica en psicoterapia
Psychoanalytical conceptual approach to children´s play. Initial step for an empirical research in psychotherapy
Luzzi, Ana M.1; Bardi, Daniela C.2
1 Luzzi, Ana M.; Lic. en Psicología. Especialista en Psicología Clínica de Niños. Profesora Adjunta Regular a cargo de Psicoanálisis: Escuela
Inglesa, Cát. II, Facultad de Psicología, UBA. Directora de Proyecto UBACyT P415 (2008-2010). E-mail: analuzzi@arnet.com.ar
2 Bardi, Daniela C.: Lic. en Psicología. Becaria de investigación Maestría UBACyT.
Resumen
Este trabajo es una exploración del marco teórico de
una investigación desarrollada mediante una beca UBACyT
de maestría, cuyo propósito es efectuar un estudio
descriptivo del juego de niños entre 6 y 8 años en el
contexto de la psicoterapia psicoanalítica grupal y su
potencial relación con la contención emocional de los
padres.
Objetivos: Delimitar el significado otorgado al juego de los
niños en la obra de autores clásicos del psicoanálisis.
Metodología: Se efectúa una investigación conceptual
sobre el juego de los niños, en tanto actividad normal de
su vida anímica y en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica.
Se rastrea el concepto en la obra de Sigmund
Freud, punto de partida de teorizaciones posteriores
de autores de la Escuela Inglesa de Psicoanálisis.
Dentro de esta corriente, se enfatizan los aportes de
Melanie Klein, pionera en el trabajo psicoanalítico con
niños, y de Donald Winnicott, que enriquecen la conceptualización
de la actividad lúdica.
Resultados y Conclusión: Los diferentes modos de conceptuar
la actividad lúdica de los niños por parte de los
autores mencionados, influyó en el modo de concebir la
clínica psicoanalítica con niños.
Palabras clave: Juego; Técnica de juego; Psicoanálisis de niños
Abstract
The following paper is part of the theoretical frame of an
investigation that is being developed by an UBACyT
master scholarship, which purpose is to carry out a descriptive
study of children´s play between six and eight
years old in the context of the psychoanalytic psychotherapy
group and its potential relationship with the capacity
of emotional containment of parents.
Aim: Specify the meaning given to children´s play in the
work of classical psychoanalytical authors.
Methodology: A conceptual research about children´s
play is carried out, as a normal activity in their mind life
and as a psychoanalytical psychotherapy activity.
The concept has been searched throughout Sigmund
Freud´s work, as the basic and first step of the following
theoretical discoveries of the English Psychoanalytical
School Considering this approach, Melanie Klein´s contributions
are emphasized, as she was a pioneer in the psychoanalytical
work with children, and Donald Winnicott´s
ones, as he enriched the concept of ludic production in
childhood.
Results and conclusion: The different approaches to
children´s ludic production, established by the previously
mentioned authors, influenced the way to conceive
the psychoanalytical clinic with children.
Key words: Play; Play' s technique; Psychoanalysis of children
Introducción
El juego constituye una forma genuina y privilegiada de
expresión en los niños, que ha sido investigada desde
múltiples enfoques y disciplinas. Desde el psicoanálisis
ha sido objeto de diversos estudios, tanto por su importancia
en la vida anímica de los niños, como por su relevancia
en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica.
De los diversos enfoques conceptuales se desprenden
diferencias en las prácticas clínicas correspondientes, es
decir, los supuestos teóricos tienen una incidencia directa
en la técnica analítica, tanto en el modo y tipo de intervenciones
del terapeuta, como en la importancia que se
le otorga al juego en el marco de la psicoterapia.
En este trabajo se efectuará una delimitación conceptual
del significado otorgado al juego por autores de la Escuela
Inglesa de Psicoanálisis, a partir de la obra de S. Freud,
punto de partida de sus teorías. Se intentarán precisar los
efectos de las diferentes conceptualizaciones acerca del
juego en la clínica psicoanalítica con niños.
Estas precisiones conceptuales se efectúan en el marco
de una investigación correspondiente a una beca maestría
(UBACyT, Programación 2008-2010)1 cuyo objetivo
principal es estudiar la evolución del juego de los niños
en psicoterapia analítica grupal, e identificar la relación
potencial de las producciones lúdicas con las interacciones
con el terapeuta y los pares, y con la capacidad de
contención emocional de los padres o adultos responsables
incluidos en grupos de orientación. La población
clínica estudiada se encuentra en condiciones de extrema
vulnerabilidad psico-social.
El juego de los niños en la obra de S. Freud
En la obra de S. Freud es más pertinente hablar de "juegos" de los niños, juegos conceptualizados de diferente
modo según la época de producción de los escritos.
Estas definiciones se pueden agrupar en dos períodos:
desde el inicio de su obra hasta 1920, y a partir de "Más
allá de principio del placer". (Freud, 1920). Esta división
responde a la lógica de sus desarrollos teóricos, que
dan un vuelco con la introducción del "más allá" del principio
de placer. Se podrá observar asimismo que algunas
ideas asociadas al juego perduran en toda la obra
freudiana.
En el primer período, correspondiente a la primera tópica
del aparato psíquico, se podría afirmar que para S.
Freud el juego de los niños está al servicio de la realización
de deseos y que la repetición observada en los
mismos, se vincula directamente con el principio de placer.
Un breve recorrido por algunos textos de este primer
período permite fundamentar estas ideas.
Una de las primeras referencias al juego se encuentra en "La interpretación de los sueños" (1900) cuando Freud
describe los juegos de movimiento, cuya repetición estaría
al servicio del principio de placer. Menciona los sueños en los cuales el soñante se encuentra volando en el
aire con un sentimiento de agrado o de angustia, que reproducirían
impresiones infantiles; el autor se refiere a
aquellos juegos de movimiento que gozan los niños y no
se cansan de pedir su repetición, particularmente si les
producen cierto susto o vértigo.
En "Tres ensayos de teoría sexual" (1905), Freud describe
los juegos de movimiento pasivo señalando que
los niños suelen pedir su repetición, como el juego de
mecerse, prueba del placer producido por ciertos movimientos
mecánicos.
En "El creador literario y el fantaseo" (1908) propone una
relación entre el juego y la creación poética. S. Freud
señala que el juego es la ocupación favorita y más intensa
del niño y que cuando éste juega se conduce como un
poeta; no es una actividad menor y el niño la toma muy
seriamente, invirtiendo grandes cantidades de afecto.
Cuando el niño juega crea un mundo propio y grato. Se
plantea en este artículo que la antítesis del juego no es
la gravedad sino la realidad, y que en sus juegos el niño
apuntala los objetos y circunstancias imaginados en
elementos tangibles y visibles del mundo real, diferenciando
sus juegos de la realidad externa.
Consideraremos dos notas a pie de página de "La interpretación
de los sueños" (1900), introducidas posteriormente
al año de publicación. En una nota de 1914, Freud
retoma el paralelismo entre juego y sueño planteado por
A. Maeder (1912, citado en Freud, 1914). Este autor sostiene
que algunos sueños son como ejercicios preliminares
de actividades de la vida despierta y de esta manera
concibe los juegos de animales y de los niños,
como actividades preliminares de los instintos innatos y
una preparación para una acción ulterior más fundamental.
Freud acuerda y lo comprueba en el análisis de
un sueño de "Dora", desarrollado en su artículo: "Fragmento
de análisis de un caso de histeria" (1905).
En una nota de 1919 en relación a la interpretación del
sueño de su nieto, Freud describe por primera vez el
juego fort-da de un niño, remarcando la relación entre
juego y autodominio. El juego del pequeño significaba
así su primera victoria sobre sí mismo, la de permitir que
su madre se marchase sin protestar. Esta relación que
Freud establece entre juego y rehusamiento pulsional,
se mantendrá más tarde en "Más allá del Principio de
placer" (1920).
En el segundo período delimitado, en "Más allá del principio
de placer" (1920), Freud postula la existencia de
tres ejes que demostrarían que el principio de placer no
rige el aparato psíquico y que habría un más allá del
principio homeostático de constancia. Uno de estos ejes
es el juego fort-da, que conceptualiza a partir de la observación
de su nieto Ernest de un año y medio. Cuando
Freud reflexiona sobre el juego de su nieto, ofrece
una primera definición: el juego es el modo de trabajo
del aparato psíquico en sus prácticas normales más
tempranas. Desarrolla esta idea novedosa a partir de la observación del "primer juego autocreado" de este niño,
reconociendo que le insumió bastante tiempo hasta que
esa acción enigmática, repetida de continuo, le reveló su sentido.
Freud se refiere a Ernest como un niño con una buena
relación con sus padres, que obedecía las prohibiciones
hechas por ellos, que no lloraba cuando su madre se
marchaba a pesar de estar muy apegado a ella. Esta
descripción tiene relevancia porque corrobora la idea de
que una de las funciones del juego sería el rehusamiento
pulsional ya mencionado. S. Freud relata el juego de
su nieto de la siguiente manera: el niño exhibía el hábito
de arrojar un carretel de madera atado con un cordel
tras la baranda de su cuna, sosteniéndolo con la cuerda;
el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba
su significativo <o-o-o-o> -fort- (se fue) y después,
tirando del cordel, volvía a sacar el carretel de la cuna,
saludando ahora su aparición con un amistoso <da> (acá está). Según describe S. Freud, así era el juego
completo: desaparecer y volver. Pero Freud se asombra
porque observa la mayor parte de las veces el primer
acto, repetido por sí sólo en calidad de juego, a pesar de
que advierte que el mayor placer correspondía al segundo.
La interpretación le pareció a Freud evidente: el
niño se resarcía a través de este juego escenificado de
hacer desaparecer y regresar el carretel, de la renuncia
a la satisfacción p ulsional de admitir sin protesta la partida
de su madre. Frente a esta interpretación, Freud
considera poco probable que la partida de la madre le
resultara agradable o indiferente al niño, y se pregunta:"¿Cómo se concilia con el principio de placer que repitiese
en calidad de juego esta vivencia penosa para él?" (Freud, 1920, p. 15). La primera respuesta que ofrece es
que en el juego se reitera repetidamente la partida -fort- porque
es la condición previa de la gozosa reaparición
del objeto -da-, tal vez el genuino propósito del juego.
Si bien Freud concluye que un único caso no le permite
explicar con certeza la cuestión, entiende que la frecuencia
incomparablemente mayor con que se repetía
el primer acto del juego podría tener otro motivo. El niño
convertía en juego la vivencia dolorosa de la partida de
su madre, y la repetía poniéndose en un papel activo.
Otra posible respuesta que Freud ensaya, es que este
afán podría atribuirse a una pulsión de apoderamiento,
aunque la desecha y ofrece otra explicación: "El acto de
arrojar el objeto para que <se vaya> acaso era la satisfacción
de un impulso, sofocado por el niño en su conducta,
a vengarse de la madre por su partida." (Freud,
1920, p. 15).
S. Freud postula que los niños repiten en sus juegos
todo lo que en la vida les ha causado una fuerte impresión,
descargando la energía insumida en la misma, y
agrega que un deseo dominante influye en todo juego
infantil: el deseo de ser grande y de poder hacer lo que
hace la gente grande. Más allá de estas interpretaciones,
S. Freud concluye que si en el caso examinado el
esfuerzo de procesar psíquicamente algo impresionante
-la partida de la madre - hizo que se repitiese en el
juego una impresión desagradable, esto se debía únicamente
a que la repetición iba conectada a una ganancia
de placer de otra índole, pero directa.
En este artículo Freud bosqueja conceptos importantes,
fundamentalmente la idea del juego como un tratamiento
de lo traumático, idea que será retomada por la mayoría
de los autores psicoanalíticos que se interesaron por estudiar
el juego dentro del contexto psicoterapéutico.
Una diferencia sustancial entre las definiciones de juego
antes de "Más allá del principio de placer" y las que tienen
lugar en este artículo, es que ahora juego y placer no
coinciden absolutamente. Se subraya "absolutamente" porque Freud no concluye de manera definitiva que este
juego no constituya una realización de deseo, ya que
además de hacer activo lo sufrido pasivamente, en todo
juego se expresaría también el deseo de ser grande.
Continuando con los aportes sobre el juego posteriores
a 1920, cabe citar "La pérdida de realidad en las neurosis
y psicosis" (1924) en el cual Freud establece diferencias
entre neurosis y psicosis a partir del modo en que
el yo se relaciona con la realidad. El neurótico intenta
sustituir la realidad por otra más acorde al deseo y para
construir ese fragmento, recurre al mundo de fantasía,
que denomina aquí "la cámara del tesoro". El psicótico
también recurre a él -al mundo de fantasía-, pero con la
diferencia que el mundo fantástico de la psicosis, intenta
reemplazar a la realidad exterior. En relación al neurótico
agrega que le gusta apuntalarse, como los niños
en el juego, en un fragmento de realidad diferente del
cual fue preciso defenderse, "... y un sentido secreto,
que de manera no del todo acertada llamamos simbólico..." (Freud, 1924, p. 197).
Freud mantiene en este artículo algo desarrollado en "El
creador literario y el fantaseo." (1908), corroborando la
idea de hablar de "juegos", en tanto ideas asociadas al
juego que perduran o se mantienen en toda su obra, y
otras que se transforman o cambian.
En "Sobre la sexualidad femenina" (1931), S. Freud retoma
lo ya propuesto en "Más allá del principio de placer" (1920) en relación a la tendencia del niño a hacer
activo en el juego aquello vivido pasivamente, tomando
en cuenta los juegos de las niñas con sus muñecos.
En este acotado recorrido por la obra de S. Freud, cabe
señalar que en todos los textos el juego es considerado
una actividad destacada de la vida anímica infantil.
S. Freud y el psicoanálisis de niños
Se puede inferir que S. Freud tuvo una postura ambivalente
respecto a la aplicación del método psicoanalítico
en los niños. Se señalarán algunas referencias que demuestran
sus diferentes posturas.
En "Análisis de la fobia de un niño de 5 años" (1909)
Freud advierte que el historial clínico y terapéutico de un
niño llamado "Hans" que sufre una zoofobia, no proviene de su observación sino que surge a partir de las notas
que le otorga el padre del niño2. Freud orienta el plan
de tratamiento en su conjunto, e interviene personalmente
sólo una vez en una plática con el niño. El tratamiento
fue llevado a cabo por el padre de "Hans", orientado
por Freud en cada detalle. En el inicio de este
artículo Freud remarca enfáticamente su postura con
respecto al análisis de niños, sosteniendo que este caso
sólo fue posible porque el padre del niño supo interpretar
las exteriorizaciones de su hijo, es decir, que la aplicación
del método psicoanalítico a un niño tan pequeño
se debió únicamente por la reunión en una sola persona
de la autoridad paterna con la autoridad médica. Freud
afirma que, de otro modo, habría sido imposible superar
las dificultades técnicas de un psicoanálisis a tan temprana
edad.
Freud tuvo así un acercamiento "indirecto" al análisis de
niños; a pesar del éxito terapéutico obtenido, de su historial
no se puede obtener una técnica como norma
para el análisis de los niños.
En "De la historia de una neurosis infantil" (1919 (1914)),
Freud se interesa por la neurosis infantil de un paciente
adulto conocido como el "Hombre de los lobos", investigada
quince años más tarde a través de sus recuerdos.
Freud encuentra ventajas y obstáculos en esta situación,
ya que considera que el análisis efectuado con un
niño neurótico "...parecerá de antemano más digno de
confianza, pero su contenido no puede ser muy rico;
será preciso prestar al niño demasiadas palabras y pensamientos,
y aún así los estratos más profundos pueden
resultar impenetrables para la conciencia." (1919,
p. 10). Si bien Freud destaca las ventajas de analizar
una neurosis infantil cuando el paciente es adulto, concluye
que quizás cuando una neurosis infantil fuera
persistente el análisis del niño podría proporcionar resultados
convincentes. Asevera que los análisis en la
infancia podrían ofrecer un interés teórico importante ya
que en los niños sale a la luz de manera inequívoca lo
esencial de la neurosis, carente de las numerosas estratificaciones
ulteriores. Al mismo tiempo resalta que
este trabajo es arduo pues para el médico es dificultoso
lograr una empatía con la vida anímica infantil.
En la Conferencia 34: "Aclaraciones, aplicaciones y observaciones" (1932) Freud continúa sosteniendo los
obstáculos metodológicos del psicoanálisis de niños - la
dificultad de los niños para asociar libremente- y al mismo
tiempo afirma que el niño con síntomas neuróticos
podría ser objeto favorable de la terapia psicoanalítica.
Plantea que los éxitos obtenidos con el psicoanálisis de
niños son radicales y duraderos, pero que es preciso
modificar la técnica creada para el tratamiento de los
adultos, en tanto el niño es psicológicamente diferente
al adulto: no posee un superyó maduro y la transferencia
desempeña otro papel, en tanto los padres reales
siguen vigentes en su vida afectiva.
Freud plantea así una postura restringida respecto del
psicoanálisis de niños.
El juego de los niños desde la perspectiva de la Escuela Inglesa de Psicoanálisis
Para delimitar la importancia de las ideas de Melanie
Klein respecto del juego de los niños, es necesario referirnos
al contexto en el cual surgieron, en especial a la
producción de otras analistas que la precedieron o fueron
contemporáneas.
En Viena, una de las primeras analistas de niños fue la
Dra. Hermine von Hug-Helmuth, maestra y doctora en
Filosofía, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de
Viena. Esta autora (1922) plantea que el psicoanálisis
de niños tiene un carácter educativo que permite liberar
al niño de sus sufrimientos y es un medio para inculcarle
valores morales y éticos. Considera que el trabajo
con niños debe incluir algún tipo de educación para los
padres, ya que su influencia es decisiva en la formación
de los síntomas infantiles. Plantea que no es conveniente
analizar niños antes de la culminación del Complejo
de Edipo, y que sólo habría que esperar del análisiséxitos parciales sin profundizar en contenidos inconscientes.
Utiliza en su técnica el dibujo y ocasionalmente
el juego, como medio para "romper el hielo" en la comunicación
con los niños. El papel del analista de niños es
restringido al análisis del carácter y a la educación, limitándose
al tratamiento de algunos casos y en determinadas
circunstancias, dejando entrever que el psicoanálisis
podría llegar a dañar al niño pequeño.
Sophie Morgestern, médica, trabajó en La Salpetrière y
publica en Francia su libro "Psychanalyse infantile" (1937)
en el cual transmite el método psicoanalítico que aplicó para el tratamiento de casos difíciles. Morgestern (1937)
estudiaba los cuentos, sueños, ensueños, dibujos infantiles
y muy ocasionalmente el juego, buscando el contenido
latente que subyacía al contenido manifiesto. Utilizaba
el dibujo como método de análisis infantil, surgido
casi accidentalmente en ocasión de tratar a un paciente
de 10 años con un mutismo de dos años de evolución,
en el cual el único material disponible eran los dibujos
que el niño realizaba a pedido de su analista. El éxito
obtenido en este tratamiento la alentó a aplicar su método
con los demás niños, y los dibujos sustituyeron a las
asociaciones libres de los adultos. Compartía con Anna
Freud muchos puntos de vista: la idea de que los niños
tienen un superyó inmaduro, fuertemente influido por
los adultos reales que lo rodean; recomienda el análisis
sólo en casos especiales y le encuentra muchas restricciones,
tales como que los niños no consultan por su
propia voluntad, que parecieran no sentirse afectados
por sus conflictos y que es difícil establecer la neurosis de transferencia.
Anna Freud, maestra, fue miembro de la Sociedad Psicoanalítica
de Viena. En 1926 publica "Psicoanálisis del
niño", e intenta la primera sistematización del método
de análisis de niños. Su posición se situaba dentro de la
postura sostenida por H. von Hug-Hellmuth, combinando
técnicas psicoanalíticas y pedagógicas y restringiendo
el análisis sólo para niños mayores de seis años cuyos
padres se analizaran. En la obra mencionada, A.
Freud analiza diez casos clínicos, señalando los alcances
y dificultades del análisis de niños. Los métodos
utilizados son: la interpretación de los sueños, sueños
diurnos y dibujos, haciendo restricciones a la utilización
del juego como material para el análisis. El juego es
considerado una técnica auxiliar. Proponía como método
para la prevención de la neurosis en la infancia, el
trabajo con los padres a través de consejos y advertencias.
Posteriormente, A. Freud (1965) produjo un acercamiento
en el aspecto técnico con algunos postulados
planteados por M. Klein: admitió la posibilidad de analizar
niños menores de seis años y consideró el juego
como instrumento técnico de importancia; reconoció que la tentativa de prevenir las neurosis infantiles por
medio de la educación y los consejos a los padres había
fracasado (1965).
La Sra. Melanie Klein se encuentra con la necesidad de
una nueva técnica; los intentos precedentes sólo posibilitaban
analizar a niños mayores de 6 años y su primer
paciente fue Fritz, de cinco años de edad.
M. Klein (1921) comienza explorando las inhibiciones
intelectuales de los niños y descubre que aún los niños
de muy corta edad viven bajo la presión de sentimientos
de culpa, que su relación con la realidad es débil y que
no pueden ofrecer asociaciones verbales suficientes,
medio fundamental en el tratamiento analítico de adultos.
Esta dificultad de realizar un análisis completo por
medio del lenguaje se debe a que el modo esencial de
expresión de los niños pequeños es la acción (Klein,
1926, 1932).
S. Freud (1919) había planteado que a los niños les
faltaban palabras y pensamientos y esto obstaculizaba
el trabajo analítico con ellos. Klein (1926, 1932) coincide
en este punto con S. Freud, pero son justamente estas
diferencias entre la mente infantil y la del adulto, las que
le revelaron el modo de llegar a las asociaciones del
niño y acceder a su inconsciente. Las características de
la psicología infantil le proporcionan a Klein las bases
de su "técnica de juego".
Por lo tanto, frente al obstáculo encontrado por S. Freud
respecto a la falta de asociaciones verbales en los niños,
M. Klein encuentra en el juego, una técnica de
análisis homologable a la regla fundamental freudiana;"...ya que, jugando, el niño habla y dice toda clase de
cosas que tienen el valor de asociaciones genuinas." (1932, p. 28) Es importante señalar que Klein (1932)
también considera las verbalizaciones que el niño efectúa
mientras juega o dibuja, y sostiene que una de las
condiciones necesarias para decidir si un análi sis está finalizado con éxito, aún en niños muy pequeños, es
haber logrado la posibilidad de expresión mediante el
lenguaje.
El juego es considerado un medio de expresión simbólica
de fantasías, deseos y experiencias, a través del cual
el niño elabora situaciones traumáticas y siente alivio de
la presión superyoica a través del mecanismo de personificación
(Klein, 1929). Al representar un papel el niño
puede separar las ideas imperantes en su inconsciente
y expulsarlas (escisión y proyección de imagos), con
una sensación consecuente de alivio. El excesivo sentimiento
de culpa que surge en el niño por sus actividades
masturbatorias, es producto de las tendencias destructivas
de las fantasías relacionadas con la escena
primaria. El juego, por lo tanto, produce alivio y placer
por la descarga de las fantasías masturbatorias y porque
suprime el gasto energético de la represión, liberando
las fantasías.
M. Klein le otorgó a la expresión lúdica un valor esencial
como criterio de salud o enfermedad mental infantil: todas
las sublimaciones se basan en el juego y todas las
inhibiciones se basan en la inhibición en el juego. El
niño cuando juega utiliza los mismos medios de expresión
arcaicos que en el sueño: desplazamiento, condensación
y simbolización; sólo es posible comprender su
significado empleando el mismo método que Freud utilizó con los sueños: el desciframiento. Esta homologación
del juego con el sueño le permitió sostener a M.
Klein (1926) que el juego es la vía regia para acceder al
inconsciente del niño. La equiparación entre los mecanismos
oníricos y lúdicos ya había sido planteada por S.
Pfeifer en su artículo "Expresiones de las pulsiones eróticas
infantiles en el juego" (1919), a través de la observación
directa del juego de niños que no estaban en
análisis.
M. Klein (1932) advierte que el simbolismo es sólo una
parte del juego, y que para comprender el juego del niño
en su conducta total durante la hora de análisis, es necesario
descifrar el significado de cada símbolo separadamente,
como así también, la relación de cada factor
con la situación total. Postula que un simple juguete o
un fragmento de juego pueden tener múltiples significados.
Como ejemplo, la muñeca de Rita3 a veces representaba
el pene, otras un niño robado del vientre de la
madre, y en ocasiones a ella misma. Cuando se interpreta
un juego, sostiene Klein, se debe tener en cuenta
el material que el niño produce en sesión, su contenido;
el modo en que realiza el juego; la razón por la cual
cambia de juego o éste se detiene; los medios que elige
para su representación. Klein (1926) aclara que este
conjunto de factores, aparentemente confuso y sin sentido, es coherente y pleno de significado si se interpreta
exactamente como los sueños, revelando las fuentes y
pensamientos subyacentes.
Al proponer una nueva técnica de análisis, Klein (1932)
insiste que la diferencia entre el psicoanálisis de niños y
el de los adultos es "puramente técnica" y no de principios.
La situación analítica es esencialmente la misma:
interpretaciones adecuadas, resolución gradual de las
resistencias y persistente descubrimiento por la transferencia
-tanto positiva como negativa- de las primeras
relaciones de objeto (1955). Klein sostiene que la técnica
psicoanalítica del juego no sólo se ajusta a las normas
del método analítico de los adultos, sino que también
produce los mismos resultados. El juego es un
lenguaje que "habla" el niño y no el analista, quien debe
entender su significado e interpretarlo cuando logra insight suficiente frente a un material repetitivo acompañado
de angustia, o cuando aparecen representaciones
que implican sobrecompensación.
Las interpretaciones tienen una importancia esencial y
Klein (1926) observa que suelen ser fácilmente aceptadas
por el niño, a veces con marcado placer, dado que
la relación entre los estratos inconscientes y concientes
de su mente es mucho más fluida que en el adulto. Los
efectos de la interpretación son más rápidos y se manifiestan
de diferentes modos: el afianzamiento de la
transferencia, la disminución de la ansiedad y la expansión
del juego. En "La técnica psicoanalítica del juego:
su historia y significado" (1955) describe de manera
breve pero concisa la construcción de su técnica de
análisis temprano. Su primer paciente fue ¨Fritz, su hijo
de cinco años, filiación que ella misma aclara en "La
Novela familiar "in status nascendi" (1920); este tratamiento
comprende diferentes etapas: una "crianza con
rasgos psicoanalíticos", en la cual se propone contestar
todas las preguntas del niño, contrarrestando la autoridad
dogmática de los padres y educadores que potencian
la omnipotencia infantil. Al no encontrar los resultados
esperados, aconsejada por Ferenczi y Von Freund
(Ferenczi y Von Freund, citado en Klein, 1921), Klein
decide psicoanalizar a Fritz, y descubre el papel del
juego; establece un encuadre de trabajo e interpreta el
material más urgente que el niño presenta. Este análisis
constituye el comienzo de la técnica psicoanalítica de
juego.
En 1923 analiza a Rita, de dos años y nueve meses, en
la casa de la pequeña y bajo la mirada atenta de la madre
y la abuela. Klein interpreta de entrada la transferencia
negativa que posibilita vencer las resistencias de la
niña. A los pocos meses de tratamiento, Klein comprende
que el psicoanálisis no debería ser llevado a cabo en
la casa del niño, costumbre de la época, ya que entiende
que la transferencia sólo puede ser establecida y
mantenida si el paciente es capaz de sentir el tratamiento
como algo diferente de su vida hogareña. De esta
manera, avanza en la definición del encuadre: el trabajo
psicoanalítico con niños debe realizarse en un consultorio,
sin la presencia de los padre s.
En 1923, Klein atiende en su consultorio a una niña de
7 años. En varias sesiones encuentra a la niña callada y
ensimismada, y decide ofrecerle una caja con unos pocos
juguetes: autos, pequeñas figuras, algunos ladrillos,
un tren. La niña, que no tenía inclinación por el dibujo u
otra actividad, comienza a jugar. Klein remarca la importancia
de guardar los materiales en un cajón o caja:
cada niño debe disponer de un continente para sus materiales
de juego, que formará parte de la relación privada
e íntima entre el analista y el paciente, característica
de la situación de transferencia. De esta manera, con la
práctica clínica, Klein crea la técnica psicoanalítica del
juego como método para acceder a la mente infantil,
adecuada para niños de todas las edades, incluso los
más pequeños. Klein continúa investigando y se pregunta
cuál es la técnica más acorde a la mente de los
latentes y púberes (1932) y reflexiona sobre sus características
psicológicas. Señala las dificultades especiales
para el análisis durante el período de latencia, debido
a la restricción de la vida imaginativa por efectos de
la represión: los latentes no juegan como los niños pequeños
ni proporcionan asociaciones verbales como los
adultos. El niño en latencia ha desexualizado -al menos
parcialmente- las experiencias infantiles y se expresa a
través de representaciones que, en apariencia, están
por completo desprovistas de fantasía, a las cuales el
analista debe intentar acceder. En relación a los púberes,
Klein (1932) plantea que habría un aumento de la
actividad de fantasía, impulsos más poderosos, una
formación yoica con otros requerimientos y una relación
con la realidad diferente que en la latencia. Si bien en
esta etapa las manifestaciones de ansiedad y afecto
son más fuertes que en el período de latencia, al tener
un yo más desarrollado la lucha contra los impulsos es
más exitosa. La disposición del púber para el análisis es
de desafío y rebeldía, lo cual implica una dificultad técnica
que sólo se puede sortear focalizando la actividad
interpretativa en las causas de la ansiedad, a través de
la interpretación de la transferencia, tanto negativa como
positiva.
En síntesis, Klein (1932) postula que la técnica modificada se acercará más a la técnica del análisis temprano
o a la de los adultos, de acuerdo con la edad del niño y
el carácter especial del caso, y el analista deberá adoptar
una postura flexible.
En 1961 se publica "Relato del psicoanálisis de un niño" (obra póstuma de la cual M. Klein llegó a revisar la prueba
de galera), que narra día a día, sesión por sesión, el
psicoanálisis de Richard, un niño de diez años, y que
constituye el primer historial completo de un tratamiento
psicoanalítico. La trascendencia de este texto ha sido
destacada por Meltzer en "Desarrollo Kleinianos" (1978),
en el cual sienta las bases de una revisión sistemática
del método e ideas de la autora, a partir del análisis del trabajo clínico de M Klein con Richard.
Donald Winnicott, a partir de su práctica como médico
pediatra, se interesa por investigar la clínica de aquellos
pacientes que quedaban por fuera de los alcances del
psicoanálisis freudiano. Winnicott pertenece al Middle
Group, o Grupo de Pensadores Independientes de la
Sociedad Británica de Psicoanálisis. Comparte algunas
ideas con Klein, quien fue su supervisora, pero también
se diferencia en otras; principalmente no acepta la teoría
de la envidia y la actuación del instinto de muerte al
comienzo de la vida (Winnicott, 1959).
Desde sus inicios, Winnicott se interesa por el juego de
los niños, como se puede observar tanto en sus artículos
inaugurales (1941, 1942) como en su último libro"Realidad y juego" (1971) donde presenta una teoría del
juego acabada y enriquecida.
El autor da diferentes definiciones sobre el juego en
distintas épocas de su obra, que contribuyen a ampliar
la perspectiva sobre el mismo. En principio, el juego es
natural y universal, y "una forma básica de vida" (1971).
Señala que todos los niños tienen la capacidad para jugar,
y que lo propio del niño es el juego. Le confiere,
como Klein, una singular importancia en la vida emocional
de los niños y como indicador de salud mental.
Una de las primeras preguntas que se formula Winnicott
(1942) respecto al juego es por qué los niños juegan, y
ensaya diferentes respuestas: porque se obtiene placer,
permite expresar la agresión, controlar la ansiedad, adquirir
experiencia y establecer relaciones sociales. Asimismo,
enfatiza los fines comunicativos del juego en
tanto permite la expresión del mundo interno y la interacción
con el mundo externo. Al igual que Klein sostiene
que el juego, como el sueño, cumple una función de
autorrevelación y comunicación en el nivel profundo.
Comparte la idea kleiniana que en el psicoanálisis de
niños pequeños la comunicación es a través del juego,
en lugar del lenguaje adulto, y sostiene que constituye
el modo de comunicación por excelencia en la niñez: el
juego "lo contiene todo". En la consulta psicoterapéutica
(1968) plantea el juego del garabato como un modo
posible de entrar en contacto con el niño y que cada
terapeuta deberá encontrar sus propias modalidades
para establecer la comunicación y proporcionar un sostén
dentro de los límites del encuadre. En este primer
encuentro con el niño, tal vez el único posible, el terapeuta
debe estar en condiciones de jugar y dispuesto a
aprender del niño, restringiendo al máximo la función
interpretativa.
En sus primeros escritos y hasta el final de su obra, la
conceptualización sobre el juego está enraizada en el
concepto de "creación" (1941, 1942, 1971). El juego es
primordialmente una actividad creadora, y todos los niños
poseen esa potencialidad. Al mismo tiempo, sostiene
que el juego es un "logro"; y es aquí donde adquiere
un papel fundamental el ambiente. Para que un niño
juegue, para que la potencialidad heredada se desarrolle,
son necesarias condiciones ambientales suficientemente
buenas, y la confianza es fundamental. Esta
confianza se adquiere en la primera relación con la madre,
o sea, en la relación con el ambiente que en el inicio
configura la madre y luego se amplía, deja de reducirse
sólo a la madre y abarca a otras personas.
Plantea el concepto de zona transicional (1971) como el
espacio donde tiene lugar el juego. Para comprender
este concepto es necesario enmarcarlo en su teoría del
desarrollo emocional primitivo (1956, 1960). Al finalizar
la fase de dependencia absoluta, comienza una desilusión
paulatina y dosificada por parte de la madre, quien
reconoce la potencialidad de su bebé, su gesto espontáneo,
y lentamente comienza a retirarse y lo va desilusionando.
En la fase de "dependencia relativa", la madre
comienza a recortarse como un objeto objetivo, fundador
de la realidad externa. En este proceso de diferenciación
yo - no yo, se ubica el espacio transicional , definido como zona intermedia de la experiencia que no
pertenece a la realidad interna, ni a la realidad externa.
Es un espacio libre de exigencias e intrusiones, cuya
existencia no es discutida. Esta zona transicional, se
conserva a lo largo de la vida, y constituye el espacio
del juego, el arte, la religión, la vida imaginativa, el psicoanálisis
y la labor científica creadora. Winnicott incluye
al juego en la vida imaginativa, ya que también define
a éste como una elaboración imaginativa en torno a las
funciones corporales, relacionada con los objetos y con
la angustia (Winnicott, s. f., p. 80)
Considera el juego como una terapia en sí misma (1971)
de aplicación inmediata y universal. La psicoterapia se
desarrolla en la superposición de dos zonas de juego: la
del paciente y la del terapeuta, dentro de un encuadre
delimitado en tiempo y espacio, tal como lo planteó en
sus observaciones iniciales del juego de la espátula
(1941). El terapeuta debe ofrecerse como espacio potencial
para el desarrollo del juego, pero el gesto espontáneo
debe provenir del niño. Cuando el juego no es
posible, el trabajo del terapeuta se centra en orientar al
paciente desde un estado en que no puede jugar a uno
en que es posible hacerlo. Las interpretaciones se efectúan
sobre el material de las producciones del niño y se
formulan en la zona de superposición entre el niño y el
analista. Weich (1990) formula el concepto de "analista
suficientemente bueno", en consonancia con el modelo
winnicottiano. El analista suficientemente bueno permite
el desarrollo del juego, no invade ni obstruye con sus
propias contribuciones y se "dispone creativamente" a
jugar; ofrece un medio ambiente contenedor que facilita
el crecimiento del espacio interior creativo del paciente;
entiende las fortalezas y debilidades yoicas del paciente
y se adapta activamente a sus necesidades cuando lo
considera necesario para el desarrollo del proceso analítico.
A veces el trabajo del analista consiste en reemplazar
metafóricamente el cuidado materno, aceptando
la dependencia del paciente o su necesidad de fusión en el interjuego simbólico, permitiendo ser "usado" por él. Las interpretaciones deben ser formuladas de acuerdo
no sólo con el material, sino con la posibilidad actual
del paciente para decodificarlas y usarlas.
Resultados y conclusiones
Desde el psicoanálisis hay consenso respecto a que el
juego constituye una forma genuina y privilegiada de
expresión en los niños. Esta idea, aceptada hoy por todas
las corrientes psicoanalíticas, es el resultado de
arduas disputas que se remontan al origen mismo del
psicoanálisis de niños en las primeras décadas del siglo
pasado.
El valor del juego y la utilización que de él hace el terapeuta
dentro del contexto de la sesión psicoanalítica,
varía sustancialmente de acuerdo con el marco conceptual
que orienta la práctica clínica.
Por esta razón, este trabajo tiene como pregunta rectora ¿qué es el juego?
El modo de conceptuar el psicoanálisis con niños y el
estatuto otorgado al juego, determina el valor del juego
dentro del dispositivo, el tipo y forma de las intervenciones
del terapeuta, como así también, el encuadre y el
objetivo terapéutico. En el intento de encontrar posibles
respuestas, el eje de este trabajo ha sido un estudio
sobre el tema en la obra de autores clásicos del psicoanálisis.
El juego fort-da desarrollado por Sigmund Freud
en "Más allá del principio de placer" (1920) constituye una
referencia indiscutible. Sus ideas asociadas al juego
sientan la base que posibilitó a M. Klein concebirlo como
una técnica, recurso o medio de comunicación dentro del
contexto de la sesión. Si se le formulara a S. Freud la
pregunta: "¿a qué juega un niño?", su respuesta podría
ser que "los juegos de un niño están relacionados con su
constitución psíquica y con el desarrollo de sus teorías
sexuales infantiles". La ausencia de conceptualizaciones
freudianas acerca del papel del juego en el psicoanálisis
de niños, revela su postura ambivalente respecto de la
aplicabilidad de su método a niños de corta edad, aunque
como ya fuera mencionado, al final de su obra (1932)
deja el camino abierto para su desarrollo.
Esta ambivalencia no es ajena a la controversia entre M
Klein y su hija Anna Freud. Para A. Freud, como para las
analistas de niños de la época, el juego no era interpretable
y sólo cumplía una función "preparatoria" para el
análisis y la vida misma.
La producción teórica y técnica de la Escuela Inglesa le
otorga al juego un lugar central en el análisis de niños.
En la Escuela Francesa se lo reconoce como herramienta
de utilidad, aunque sufre un desplazamiento a
un papel colateral respecto de la palabra.
Melanie Klein en los comienzos de su técnica de análisis
infantil (1921) se diferencia de entrada con la Escuela
de Viena, oponiéndose a la combinación del psicoanálisis
con la tarea pedagógica y coloca al juego como
equivalente de la asociación libre del adulto y como objeto
privilegiado de la actividad hermenéutica (Klein,
1926).
Klein crea su "técnica de juego" considerándolo un medio
de expresión simbólica de fantasías y experiencias,
que permite al niño elaborar situaciones traumáticas,
ansiedades primitivas y acceder a procesos de simbolización
a través del despliegue de sus imagos mediante
el mecanismo de personificación en el juego. La creación
de una técnica para el análisis de niños, manteniendo
los principios propuestos por Sigmund Freud, le
permite a Klein dar una respuesta anticipada al planteo
efectuado en la Conferencia 34º (1932).
Para el analista kleiniano el juego está en el centro de la
escena, ligado intrínsecamente con el concepto de angustia
o ansiedad, referente clínico por excelencia; no
sólo es un medio para obtener placer por la descarga de
fantasías masturbatorias sino que cumple una función
de estructuración del psiquismo en tanto la expresión de
fantasías inconscientes y el mecanismo de proyección
en objetos externos (juguetes, analista) posibilita la representación
y organización del mundo interno. El juego
es un producto del mundo interno del niño y constituye
en sí mismo un indicador del desarrollo de su funcionamiento
mental, en tanto escenificación de sus relaciones
de objeto, ansiedades y mecanismos de defensa.
El analista kleiniano deberá ser entonces un soporte del
juego del niño, aceptando sus proyecciones en el marco
de un encuadre estable y abstinente. Al igual que la
madre en los primeros meses de vida, el analista estará allí para ser objeto de las identificaciones proyectivas
del niño, para lo cual es indispensable que tenga la posibilidad
de soportar el odio y la ansiedad persecutoria,
mitigando con su presencia y su actitud no retaliativa la
intensidad de las proyecciones. Esa presencia y las
adecuadas interpretaciones facilitarán procesos de integración
y la aparición de mecanismos reparatorios, que
se traducirán en una mayor adecuación a la realidad. El
analista encarna para el niño un determinado tipo de
objeto, y el vínculo transferencial despertará ansiedades,
fantasías y mecanismos de defensa que deberán
ser remontados, mediante la actividad hermenéutica, a
las primitivas relaciones de objeto. En tanto objeto externo,
el analista corrobororá o refutará las fantasías del
niño y el análisis de la transferencia positiva y negativa,
y de las fantasías inconscientes expresadas en el juego,
producirán alivio de la culpa inconsciente, modificando
la severidad del superyo primitivo a partir de la transformación
de los objetos internos "externalizados" en la
transferencia (materiales de juego, analista).
De la teoría kleiniana se desprende una cierta jerarquía
en el juego, determinada por la posibilidad de elaboración
- o no- de las ansiedades primitivas a través del interjuego
de identificaciones proyectivas e introyectivas.
Los historiales clínicos de la autora brindan abundantes
ejemplos de la correlación entre juego y psicopatología, determinados por la mayor o menor severidad del superyo primitivo, en tanto el juego revela la relación del
niño con la realidad. La ausencia de actividad lúdica en
el niño es entendida como signo de la más severa patología
infantil, tal como se presenta en Dick (Klein, 1930),
cuya restricción total de la vida de fantasía lleva a Klein
a transgredir su técnica habitual de abstinencia, para "prestarle símbolos" y facilitar el desarrollo de sublimaciones.
En los niños con marcados rasgos paranoicos,
sus juegos revelarán que la relación con la realidad está subordinada a fantasías inconscientes sádicas. Las dificultades de carácter y rasgos paranoicos de John (Klein,
1931) se traducían en severa inhibición en el aprendizaje
y en el juego, sólo removida en el análisis a partir de
la posibilidad de expresión de sus fantasías inconscientes
y de la interpretación de que "conocer" era tomar
conciencia de sus impulsos sádicos dirigidos al vientre
materno. Con este criterio, juegos estereotipados y rígidos,
casi catatónicos, en los cuales un niño podía permanecer
horas inmóvil "dirigiendo el tránsito" fueron
concebidos como expresión de angustia psicótica intensa
(Klein, 1930).
En las neurosis obsesivas infantiles, los niños expresan
en sus juegos la necesidad de castigo y el miedo a un
desenlace trágico. Dentro de estos casos se puede citar
a Pedro (Klein, 1927) con una seria restricción en el
juego por represión de sus fantasías oral y anal sádicas
dirigidas a la pareja parental. A Rita (Klein, 1929), cuya
grave neurosis obsesiva se expresaba en el ceremonial
que la niña "debía" efectuar antes de acostarse, arropando
a su muñeca y colocando el elefante a su lado, o
por la estereotipia en sus juegos: cambiaba y bañaba
compulsivamente a sus muñecas. También a Erna
(1929), cuyas imagos idealizadas y extremadamente
persecutorias expresadas en sus juegos, denotaban
una intensa ansiedad persecutoria que sólo le permitían
acceder a "una parte" de la realidad y a negar el resto.
Los juegos de niños normales denotan para Klein un
equilibrio entre fantasía y realidad. El juego posibilita
una mayor adecuación a la realidad y le ofrece al niño
un refugio adecuado frente a la frustración, tal como
presenta la actividad lúdica de Gerald (1927). La posibilidad
de vivir en un mundo compartido, la transformación
de las primitivas fantasías terroríficas en otras que
constituyen un elemento mediador con la realidad, es
una conquista producto del desarrollo psíquico y del
proceso terapéutico, nunca definitivos para Klein.
Donald Winnicott, considera los aportes freudianos y
kleinianos sobre el juego, pero crea su teoría basándose
en su práctica como pediatra y analista de niños;
enriquece la perspectiva sobre la actividad lúdica, conceptualizándola
como una actividad natural y universal.
Todos los niños poseen la potencialidad para el juego,
pero Winnicott enfatiza el papel fundamental que cumple
el ambiente como factor facilitador o entorpecedor
para el desarrollo de ese potencial. Al mismo tiempo,
considera al juego como el medio de comunicación por
excelencia en la niñez, teniendo por lo tanto un valor
esencial en el trabajo psicoanalítico con niños. Para
Winnicott (1971), el juego es por sí mismo una terapia
de aplicación inmediata, y constituye un objetivo de la
psicoterapia psicoanalítica propiciar la posibilidad de
juego cuando ésta se halla inhibida o empobrecida.
Winnicott entiende que el juego dentro del contexto psicoanalítico
constituye el gesto espontáneo del niño, que
sólo se podrá expresar si el analista "suficientemente
bueno" (Weich, 1990) lo posibilita a través de su propia
capacidad para jugar, su función de sostén y manejo de
las situaciones, y la interpretación oportuna y no intrusiva.
Partiendo de la relación madre- bebé y la creación
de una zona de ilusión por parte de la madre medio-ambiente,
Winnicott hace una aplicación del concepto al
analista medio-ambiente cuya función es fundamental
en las primeras fases del proceso psicoanalítico. El analista
suficientemente bueno es el que se permite "no
saber", tolerando "lo informe" de su paciente sin precipitar
significados, y genera al mismo tiempo las condiciones
necesarias para el descubrimiento, es decir para que
el paciente sienta que "crea" a su analista. Winnicott
plantea que la interpretación sólo es válida cuando la
halla el paciente, cuando ésta se produce en la intersección
de las dos zonas de juego. Cuando la interpretación
surge del intento del analista por demostrar su propia
capacidad de entendimiento, es rechazada o produce
acatamiento, futilidad y máscara, en vez de la autenticidad
del gesto espontáneo. Se pueden inferir sus contribuciones
a la teoría psicoanalítica y a la técnica del tratamiento
de niños en los numerosos ejemplos clínicos.
Por ejemplo, en el Caso Piggle (1977) toma conciencia
de la transferencia y la acepta, le da vida, representando
los diversos roles asignados por la niña en este psicoanálisis "a pedido". El mundo interno de la niña es
dramatizado en la medida de sus posibilidades, en pequeñas
dosis, dentro de un marco que se constituyó como seguro, gracias a la labor del terapeuta.
El analista winicottiano debe confiar en la naturaleza y en
el desarrollo humanos y en el encuentro con el paciente
tiene que ser capaz de "olvidar" transitoriamente la teoría
y la técnica, con una actitud de "ignorancia ingenua" -aunque no sea tal-; debe estar dispuesto a aprender
cómo es ese paciente, a intentar descifrar sus códigos,
tratando de establecer nexos de comunicación. Sólo en
esas condiciones se genera la confianza, condición indispensable
para la posibilidad de juego. A diferencia de
S. Freud y M. Klein, para quienes es la ausencia del objeto
lo que genera la posibilidad de simbolización, para
Winnicott la presencia de la persona de la madre (y del
analista), " la ilusión de una fusión", permite que se simbolice
luego en el juego, que en sí mi smo implica una
separación lograda a través de un proceso gradual de
desilusión. El símbolo constituye la representación psíquica
del gesto espontáneo original, del objeto externo
(madre, analista) que intervino y de los cuidados maternos que lo facilitaron (madre o analista medio-ambientes).
Estos símbolos constituyen la base de lo que Winnicott
denomina el conocimiento personal del mundo.
De la teoría del desarrollo emocional primitivo y de la
concepción winicottiana del juego se desprende también
una correlación entre juego y psicopatología infantil.
Las inhibiciones en el juego no son entendidas sólo
por la actuación de una severa represión de fantasías
sexuales o agresivas, sino que podrían estar condicionadas
por fallas ambientales en fases tempranas que
impidieron o distorsionaron el desarrollo. Un niño que
aparentemente juega y se acomoda a lo que supone
que esperan de él, podría estar indicando una forma de
falso self, organización defensiva frente a fallos ambientales.
El trabajo analítico consistirá entonces en ofrecer
el marco especializado -encuadre analítico- en el que
sea posible el descubrimiento y desarrollo del verdadero
self. Los juegos estereotipados darían cuenta de una
tensión psíquica que impide el libre fluir de la fantasía.
El niño que no puede jugar con otros, excepto con las
reglas fijadas por él y fuerza a los demás a una actitud
de sometimiento, o no puede jugar a un juego reglado a
menos que haya un conductor estricto, podría estar indicando
cierto grado de deprivación, en tanto fallas en la
fase de dependencia relativa (1991, s.f.).
Estas precisiones conceptuales acerca del juego constituyen un referente insoslayable para el desarrollo de la investigación empírica que los autores de este trabajo se proponen. Estudiar la evolución del juego de niños latentes en psicoterapia analítica de grupo en el contexto de una población clínica en condiciones de extrema vulnerabilidad psico-social, niños con "infancias robadas" (Wasserman, 2008), implica necesariamente considerar en profundidad los factores endógenos del niño - tal como M. Klein nos enseña- y también los factores exógenos, que además de las experiencias infantiles y las condiciones ambientales facilitadoras o entorpecedoras del desarrollo, incluyen la situación social en la cual se insertan. Siguiendo a Winnicott, del entrecruzamiento o no de ambos factores y de la manera en que se produzca, dependerá la vida cultural posible de ese niño, su creatividad, sus posibilidades de juego y de aprendizaje, su posibilidad de acceder a la vida adulta.
Notas
1 "Estudio descriptivo del juego de niños entre 6 y 8 años en el contexto de la psicoterapia psicoanalítica grupal."
2 S. Freud le encarga en 1906 al padre del pequeño Hans la observación psicoanalítica de su hijo, centrándose en la vida sexual infantil. Se puede suponer que el descubrimiento de la sexualidad infantil impulsó el interés por observar sus manifestaciones directamente en los niños.
3 Rita es una niña de 2 años y 9 meses que estuvo en tratamiento con M. Klein durante 83 sesiones, y fue interrumpido por un viaje familiar.
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Fecha de recepción: 20 de febrero de 2009
Fecha de aceptación: 20 de octubre de 2009