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Anuario de investigaciones
versión On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2009
HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Recorridos iniciales en la construcción de la identidad profesional de los psicólogos en la Universidad de Buenos Aires de los ´60
Starting steps for the construction of psychologists' professional identity at Universidad de Buenos Aires of the 60s
Diamant, Ana1
1 Diamant, Ana: Doctora en Ciencias Sociales. Profesora Titular Regular; Didáctica General; Facultad de Psicología; UBA. Directora UBACyT PS 024; Programación 2008 - 2010; La traza didáctica. Recuperación de huellas de maestros en la formación de los primeros psicólogos en la UBA (1957- 1966). E-mail: adiamant@psi.uba.ar
Resumen
La Psicología se fue haciendo profesión al tiempo que
se hacían los profesionales que de ella se ocuparían.
Los primeros psicólogos formados en la UBA debieron
consolidar su identidad en un campo disciplinario preexistente
- la salud mental - habitado por otros profesionales.
Tuvieron el desafío de la originalidad, la adecuación
laboral y académica, la legitimación de un título y
de una habilitación.
De las narraciones de protagonistas y testigos, surgen
los avatares de esos tránsitos, cuando no había egresados,
ni actividades probadas ni campos de inserción
delimitados. También se recuperan los cambios generacionales
profundos que se produjeron en un período
corto, hasta llegar a las primeras experiencias de psicólogos
enseñando a psicólogos y al establecimiento de
modelos de identificación que fueron transformándose
en el tiempo.
Hasta entonces, sus formadores ocuparon lugares predominantes
que se mantuvieron en las memorias, entre
ellos - no son los únicos - José Bleger y José Itzigsohn.
Palabras clave: Formación de psicólogos; Identidad profesional; Perfil generacional; Recuperación testimonial
Abstract
Psychology became a profession while the professionals,
who would later be involved in it, graduated.
The first psychologists who graduated from UBA had to
consolidate their identity in a pre-existing disciplinary field
- mental health - which had been inhabited by other professionals.
They had the challenge of originality, labor and
academic adequacy, degree legitimacy and qualification.
Vicissitudes of that path can be found in witnesses and
protagonists' narrations when there were not graduated
psychologists or approved activities or limited introduction
fields. Deep generational changes are also recovered.
Such changes occurred in a short time until arriving
at the first experiences of psychologists teaching
psychologists and establishing identification models that
were transformed as the time went by.
Until then, their instructors had predominant places that
continued in the memories, among whom we can mention
- although they are not the only ones - José Bleger
and José Itzigsohn.
Key words: Psychologists' training; professional identity; generational profile; recovery of witnesses' testimony
Introducción
El perfil narrado de una generación
Una de las posibilidades para explicar la constitución de
una identidad profesional, es analizar el contexto de la
generación que encarna su génesis. Otra es considerar
las cronologías para revisar cómo el orden de los nacimientos
se relaciona con el curso de los acontecimientos,
(Uresti; 2002), cómo se determinan linajes y relaciones
de sucesión. Entonces, el objeto de análisis es una
cohorte, con manifestaciones que expresan en ciertas
condiciones y propiedades, experiencias compartidas,
acontecimientos, contenidos y vivencias emparentados.
Los individuos que la componen co -participan de objetivos
afines, manifestaciones colectivas de las voluntades
individuales, producciones y prácticas que van absorbiendo
las convicciones de su tiempo.
Las generaciones marcan puntos de inflexión, pero en
verdad quienes los actúan suelen ser conjuntos no muy
numerosos de individuos que llevan adelante una tarea
que luego los estudiosos o cronistas atribuirán al grupo
todo, "adjudicando protagonismos donde hubo agonismos
o mera observación de los hechos" (Equipo 23;
1995:4). Generalmente se trata de un número reducido
de personas, pero que por la importancia del acontecimiento
que generaron y por efecto de la propagación
que lograron, influyen sobre el resto de los contemporáneos
y los envuelven. Se presenta a los ojos de la mayoría
como una tendencia al consenso respecto de lo
que un grupo hace o dice, desde una supuesta misión
histórica. Es una especie de motor que atempera las
diferencias de óptica y las dificultades de comunicación
entre los componentes del gran grupo que comparte
una misma realidad y a veces las mismas actividades,
pero que puede hablar idiomas distintos, fruto de experiencias
vitales disímiles.
Los voceros generacionales son quienes con sus relatos
-generalmente autocentrados- dan forma a mitos de
origen y de existencia (Martín Barbero; 2002), se asumen
como articuladores socializando información, mecanismos
de asignación de protagonismos y de producción
de efectos, refiriendo, entre otras cuestiones a
cuántos eran y a qué y cuánto pudieron, a qué dificultades
debieron enfrentar y lograron vencer.
En relación con los primeros ingresantes a la Carrera de
Psicología, testimonios recogidos1 insisten que éramos
pocos, éramos potentes, pero pudimos, hicimos, quisimos,
conseguimos "y estábamos en todos lados, en la
docencia, en los hospitales, en el Departamento, en el
Consejo, en el CEFyL2 y después en la Asociación de
Psicólogos3".
Los relatores de acontecimientos que se considerantrascendentes y resultaron exitosos a sus ojos, suelen
consignar los eventos en términos de gesta, epopeya,
potencia - también derrota o frustración - en una sintonía
entre la forma de contar y la forma de nominar, entre
la génesis y la permanencia en el tiempo. Estas formas
de narrar instituyen - en relatores y escuchas - formas
de ser, de pensar, de actuar legitimando culturas, aventuras,
episodios, cronologías que no necesariamente
concuerdan con lo acontecido, sobre todo cuando se
trata de la búsqueda de autenticidad identitaria "muy
motivados por aquellas cosas que tienen que ver con
ideales, y por aquellas cosas que nos pintaban los adultos
de ese momento, lo que nos pintaban como deseable,
como preferible4". Se establecen así otros acontecimientos
-nuevos constructos- a partir de los recuerdos y
de las valoraciones, se constituyen legados de sentido,
visiones del mundo, interpretaciones por el interjuego
de inclusiones y omisiones. Se estabilizan expresiones
de un proceso de renovación en el que confluyen recuerdos
de protagonistas y puntos de vista de testigos,
consolidando una nueva fuente de información macronarrativa
que conforma y se conforma en relación con el
imaginario cultural considerado valioso para el momento.
Constituyen el soporte de una ficción creada y sostenida,
se transforman en precedentes ejemplares para
otras acciones y situaciones atravesadas por el tiempo
y las valoraciones que hacen que esos comportamientos
y hechos se vuelvan incuestionables, tejiendo diferentes
versiones, de las cuales, seguramente, ninguna
es original.
Como organización simbólica, los relatos resuelven carencias,
completan vacíos, muestran relaciones, introducen
elementos ficcionales, encarnan la decisión de
que algo permanezca por sobre sucesos y hechos posteriores.
Son tramas cargadas de contenido ideológico
que cohesionan o fragmentan grupos, corrigen desequilibrios
de ausencia y distancia en la tensión entre lo privado
y lo social (Arfuch; 2002). Tienen valor biográfico
fundante y trascendente, imponen un cierto valor de
verdad no sólo a los acontecimientos y vivencias, sino
también a la vida del narrador, legitiman en muchos casos
aquello de lo que no hay testimonio material.
Una generación se identifica profesionalmente:
los primeros psicólogos
Los primeros psicólogos formados en la UBA5 debieron
conformar una identidad profesional nueva, en un campo
disciplinario preexistente - la salud mental - habitado por
otros profesionales - médicos y psicoananlistas - y en un
espacio académico - la Facultad de Filosofía y Letras -
que debió acomodarse para resultar contenedor a nuevas
demandas. Por lo novedoso de tantos aspectos, tuvo
el desafío de la originalidad, de la adecuación de relatos,
dio cuenta de creaciones y transformaciones, abarcó múltiples registros, interacciones, hibridaciones (Arfuch;
2002) de contenidos y de lógicas textuales y académicas.
La narrativa constituida quedó sujeta a procedimientos
de composición, marcados por la temporalidad - vertiginosa
en muchos casos - y adquirió valor biográfico -heroico
o cotidiano- fundado en las formas de contar, de
hacer circular la información y en la particularidad del
contenido.
En relatos referidos a la enseñanza, se manifestó - entre
otras cosas - en la convocatoria a profesores en la
que "tuvimos un rol muy activo, porque nosotros buscábamos
a los profesores. Así llegó Fernando Ulloa a la
Facultad, por supuesto no sólo porque nosotros queríamos
y punto, sino que alguien los designaba (...) Pensábamos
que tenía que ser una persona seria, responsable,
entusiasta, buen docente, que podía enseñar
algo aggiornado (...) y curiosamente no fue sencillo esto
de la identidad profesional porque no tuvimos ningún
profesor que fuera psicólogo6".
De los testimonios de protagonistas y testigos, surge
que en la construcción de la identidad fundacional de
los psicólogos, los "recambios" generacionales y profesionales
fueron impactos potentes en el momento que
se produjeron y mucho tiempo después. En los diez
primeros años, desde la creación de la Carrera de Psicología
en la UBA7, se pueden reconocer por lo menos
cinco puntos de inflexión.
El primero, de reemplazo de los docentes que ya enseñaban
en la Facultad de Filosofía y Letras antes de la creación
de la Carrera por nuevos enseñantes, "que trajo
bastante resistencia, porque la Facultad era muy tradicional
(...) con profesores que enseñaban cuatro años de
latín y cuatro años de griego y la Carrera de Psicología
cayó mal a toda esa gente, éramos los bichos raros, los
que queríamos introducir un movimiento de cambio, empezaron
las clases prácticas que ellos casi no tenían,
iban a todas clases teóricas y era gente muy politizada,
muy de izquierda, entonces esto caía mal 8".
El segundo cambio, también en el escenario de la docencia,
tuvo que ver, en parte, con los primeros concursos,
y en parte con nuevas designaciones que determinaron
cómo, en la medida en que se fueron creando
cátedras, por el avance de las primeras cohortes de
estudiantes, éstas se fueron habitando "porque venían
médicos psicoanalistas como Bleger, Ulloa, García Badaracco;
psiquiatras como Goldenberg o gente de la
educación como Tavella o Nuria, o Bernstein, pero ninguno
era psicólogo9".
Un tercer momento lo constituyó el ingreso de los primeros
estudiantes avanzados y de los primeros graduados
a la actividad de enseñar, en condición de auxiliares, y
que luego irán ascendiendo en el escalafón docente. Esa etapa fue vivida con mucha responsabilidad por los
actores "era un honor impresionante para mis 19 años.
Eso me ha marcado mucho (...) ser invitada a ser docente
de la cátedra que en aquel momento se llamaba
Psicología Profunda, por haber dado un examen de la
materia de la que hoy soy profesora titular10".
Un corte abrupto -cuarto recambio- se impone con las
renuncias de docentes y profesores en el ´66, a partir de
la intervención a la universidad, en las que conviven la
frustración que producía la decisión de dejar un espacio
que ya no reunía las condiciones de despliegue de la
vida universitaria que hacían de él algo apetecible y la
sensación contradictoria de que no se debían abandonar
los lugares genuina y costosamente conseguidos11.
Finalmente, un último cambio para esta etapa, tiene que
ver con los concursos a los que la APBA12 en acuerdo
con la conducción de la Carrera13 convoca para cubrir
cargos docentes en el año ´67. Para algunos se trató de
un retorno dificultoso como decisión política -volver a
una Universidad intervenida- para otros, tuvo casi el
sentido de una revancha - recuperar lugares que habían
sido obligados a abandonar - y para un tercer grupo
significó una suerte de vuelta apresurada como "lanzamiento
prematuro de los psicólogos. Porque todavía no
había una formación tan sólida como para pasar de un
momento a otro de ayudantes a profesores. Fue pegar
un salto. Pero, cuando hay vacíos, los vacíos se llenan.
Hubo bastantes discusiones con respecto a eso. Quiénes
estaban de acuerdo, quiénes no estaban de acuerdo14". En cualquiera de los casos se trataba de algo re - fundacional, fuera vivido como retorno o como capitulación.
Se legitimaba un lugar, un espacio físico y simbólico
con límites claros, caro a sus participantes (Diamant,
2003) y no sin conflictos para quienes entendían
que "la Facultad no estaba en nuestras manos... Pero
los alumnos seguían cursando (...) Ipar, un sujeto muy
hábil políticamente, decidió que nuestra carrera, tenía
que estar constituida por [docentes]: un tercio para la
Asociación de Psicólogos, un tercio de cátedras para
los psicoanalistas y un tercio para los psiquiatras amigos
de él del hospicio que eran todos fenomenólo gos,
medios "fashistoides"(...) Consideramos que era nuestra oportunidad de volver y ocupar los cargos porque
sino los psicólogos nunca más íbamos a tener la oportunidad
de mandar y tomar el timón de nuestra carrera.
Entonces decidimos volver. La asamblea de la Asociación
nos autoriza volver. (...) Fue una época terrible, terrible,
la gente nos atacaba, nos decía que nos dejábamos
tocar el culo, que pertenecíamos a Onganía" 15.
Una profesión y un campo que se legitiman
Las profesiones y sus reglamentaciones legales son entidades
aglutinantes y complejas. Adquieren su condición
de tales a partir de una formación prolongada y acreditada,
del juicio de pares, de la valoración social y de la inserción
en el mercado de trabajo (González Leandri;
1999). Son evaluadas desde la aptitud para desempeñarse
en un campo específico del conocimiento y por la
posibilidad de intervenir sobre la realidad. En el caso de
la profesión de psicólogo, inexistente con graduados
nativos16 hasta los años ´60, "la inserción profesional no
era clara (...) era un poco un intento, sin saber muy bien
lo que iba a pasar a nivel profesional (...) No estaban
desarrollados como lo están ahora los equipos donde
se incluyen todos los profesionales de la Salud Mental17".
En este contexto deben considerarse algunos hechos
que atentaron contra su posibilidad de consolidación y
delimitación. Por una parte, la dificultad para acotar la
exclusividad del contenido que abordaría, que ya era
trabajado por otros profesionales, como psiquiatras y
psicoanalistas. Por otra, la consideración del enfoque
de la enseñanza en los momentos iniciales de formación,
resultado de haber ubicado a la Carrera de Psicología
en la Facultad de Filosofía y Letras - de reconocido
corte académico - frente a, por ejemplo, la Facultad
de Medicina - de definido corte profesional - que se seguía
reservando el contenido y la transmisión tanto de la
psicología como del psicoanálisis para la formación de
psiquiatras y en cursos no formales para graduados y
estudiantes18. La carrera creada en 1957, que otorgaba
el título de Licenciado19, ponía en tensión tradiciones
institucionales de enseñanza y expectativas de los
alumnos, que fueron mutando con el tiempo.
A ellos originariamente les inquietaban por lo menos
dos cosas: o no sabían qué serían una vez graduados, o sabían que querrían dedicarse a algo para lo que no
estarían habilitados, que era, en muchos casos, el ejercicio
de la psicoterapia "siguiendo a profesores que se
embanderaban en una línea que favorecía la práctica
futura como práctica clínica20". Además, una profesión, para ser considerada tal, debe
tener establecido cómo se organiza internamente a partir
de los conocimientos con los que opera, la forma en que
mantiene su autonomía respecto de otras y de los modos
en que controla y dirige la actividad que desarrolla. Ninguna
de estas condiciones se cumplían exhaustivamente
para la de los psicólogos a comienzos de los ´60.
Si se reconoce que la identidad profesional se conforma
a partir de los modelos con los que se identifican los
aprendices, y que los psicólogos estaban siendo formados
por médicos u otros profesionales, se puede anticipar
que estos formadores no funcionarían con claridad
como referentes para la construcción de una frontera
que actuara como límite y como legitimador social y
académico, como "vigilante" de las actividades de otros
grupos, como regulador de la oferta de trabajo. También
la profesionalización es una forma de búsqueda de
prestigio colectivo paralela a la formalización, especialización
y apropiación de un saber (Gómez Campo & Tenti Fanfanni; 1989). El hecho de tratarse de un campo
disciplinario compartido con profesionales de otras formaciones,
complicaba la determinación respecto de
quiénes constituirían el grupo de los acreditados para
operar con ese saber. En este sentido, los primeros psicólogos
debieron participar simultáneamente de dos
procesos: el que los ubicó como graduados de una carrera
mayor y el que les dio visibilidad y legitimidad social,
buscando la forma de instalarse en un campo ya
ocupado por otros, que anteriormente fueron habilitados
para ejercer lo que ellos también querían hacer. Debieron
batallar entre su condición de emergentes históricos
y de opositores a estrategias preestablecidas de operación
dentro de una disciplina. Compartieron con otros
universitarios la idea de operar sobre organizaciones
sociales, organismos de conducción en áreas básicas
como salud y educación, con el objetivo de promover
cohesión social, e impulsar procesos de funcionamiento
democrático de la sociedad.
La delimitación del campo disciplinario
y la inserción profesional
Las delimitaciones de los conceptos de campo21 (Bourdieu;
1988) y de profesión comparten la necesidad de
fronteras y el proceso de profesionalización consiste en
hacer que ellas, las que marcan las diferencias y las
distancias entre profesionales y no profesionales, sean
claras en relación a la autoridad científica y los criterios
para su ingreso, permanencia y desarrollo (Tenti Fanfani;
1993). Los límites también refieren a espacios físicos:
escuelas, hospitales, instituciones de formación, de
práctica, en los que los profesionales despliegan las
acciones para las que están acreditados por la universidad,
por haberse formado para participar de procesos
de producción de bienes simbólicos en la sociedad moderna
(Gómez Campo & Tenti Fanfani; 1989).
El "campo psi", hasta el egreso de los primeros psicólogos
universitarios22, estaba habitado por médicos psiquiatras
y psicoanalistas que se consideraban - y de
hecho lo estaban - habilitados para actuar en el terreno
de la Salud Mental y aspiraban a hacerlo. Para insertarse
debieron enfrentar a quienes ya estaban instalados
en él, así como a algunas manifestaciones de hostilidad
y se avinieron participar de negociaciones no siempre
beneficiosas. A algunos psiquiatras les preocupó mantener
distancia respecto de los psicólogos. Otros les
encontraron lugares de inserción en sus servicios. Mientras
tanto, entre psiquiatras y psicoanalistas también se
tramitaban diferencias. No disputaban los mismos espacios,
miraban desde perspectivas diferentes al campo
teórico y laboral, sobre todo a partir de la creación del
Instituto Nacional de Salud Mental en 1956. El problema
lo constituían para ambos grupos uno nuevo: el de los
psicólogos. Esto se expresaba, por ejemplo en los dichos
de un psiquiatra, director del INSM23 que preguntó "¿Ustedes cuántos son? ¿200 niñas? Nosotros somos
28.000 médicos y ¿ustedes piensan que nosotros les
vamos a entregar así como así las facilidades para que
nos saquen los pacientes? No" 24.
A los psicoanalistas, especialmente a los agrupados en
la APA25, se les planteó la disyuntiva entre mantener a
los psicólogos lo suficientemente alejados de cierto espacios
laborales, pero a la vez lo necesariamente cerca
para formarlos, supervisarlos y analizarlos. Hacer estas
actividades por fuera de la APA que no aceptaba su ingreso,
no les cambiaba demasiado a los psicólogos, ya
que legalmente estaban inhabilitados para el ejercicio
profesional autónomo y a su vez franqueaba dos tipos
de cuestiones: satisfacía inquietudes de formación para
los estudiantes y egresados de la nueva carrera y mantenía
un mercado de trabajo importante para los primeros.
Esto generaba tensiones dentro y fuera del campo,
que se reflejaban en políticas y programas, tanto gubernamentales
públicos como privados como las que imponía
la "Ley Carrillo"26. Es interesante considerar que en
el momento de la aprobación de la Resolución Nº 2282,
no existían otros profesionales universitarios que no
fueran médicos que se desempeñaran formalmente en
la práctica de las psicoterapias, teniendo en cuenta que
las carreras de ese campo disciplinario se inaugurarán
recién en 1956 en Rosario y en 1957 en Buenos Aires.
Podría considerarse como una respuesta previa a las
recomendaciones del Primer Congreso Argentino de Psicología,
organizado por la Universidad de Tucumán en
1954, en el que médicos, psiquiatras y psicoanalistas27 discutieron sobre las orientaciones de la Psicología y sobre
líneas de especialización (Rossi; 2001), anticipando
un problema central para el campo, el del psicólogo universitario
que quisiera dedicarse a la clínica y el del psicoanalista
formado en la APA que podría sentirse amenazado
en su identidad profesional a partir de la creación de
la Carrera de Psicología (Grego & Kaufmann; 1970).
La Resolución 2282 se mantuvo vigente hasta 196728,
estableciendo que la Psicoterapia como procedimiento
sugestivo, debía estar en manos de profesionales de la
Medicina. Fue reemplazada por la ley 17132 que colocó al ejercicio de la Psicología y de la Odontología29 como
actividades de colaboración, reglamentándolas junto
con las de terapistas ocupacionales, auxiliares de radiología,
kinesiólogos, mecánicos para dentistas, dietistas,
auxiliares de anestesia, auxiliares de psiquiatría y técnicos en calzado ortopédico, entre otras (Falcone; 1997).
Mientras esto sucedía y se debatía en la Universidad y
en los organismos corporativos, los psicólogos trabajaban
en el campo de la Salud Mental, batallando con rebeldía
por mantenerse en él y sostener el rol profesional
(Harari & Musso; 1970). Pertenecer y permanecer era
considerado un verdadero desafío, implicaba transgredir
las leyes, negociar y al mismo tiempo comprometerse
en la preservación de lo acumulado como profesión
en el corto tiempo de existencia. Para incluirse en el
campo "psi" los nuevos pretendientes debían librar dos
batallas: la de autorización para ingresar y la de consolidar
una cultura propia a partir de antecedentes de
otras profesiones sobre el mismo campo. Para los psicólogos,
poco parecía favorable. Resultaron positivas
las relaciones generadas con psicoanalistas que ingresaron
como docentes a la Carrera, sobre todo después
de los dos primeros años de existencia. Los respaldos
corporativos eran incipientes, de allí la trascendencia de
la creación de la Asociación de Psicólogos de Buenos
Aires30 en 1962, en relación con la defensa del rol profesional
y con la necesidad de la formación de post grado
y "desde entonces muchas veces lloramos, muchas
veces sentimos alegr&i acute;a por los logros obtenidos, muchas
veces admiración y desconcierto por la envergadura
de todo lo que luego se dio, rabia por las piedras
que aparecieron en el camino, pero siempre nos reencontramos
en aquellos lugares, en aquellas actividades
donde el espíritu pionero se vuelve a reeditar" (Lanbgleib;
1987: 59).
La estrecha relación entre la APBA y la Carrera, la coparticipación
en ambas de los primeros graduados, hizo
que la lucha por la legitimidad política y científica, por
los límites del campo y de sus participantes, que era
desigual frente a los otros grupos de profesionales, tuviera
avances considerables. Los psicólogos debieron
aguzar su ingenio en relación con las estrategias que
colaboraban en distribuir el capital científico y mejorar
las condiciones de trabajo. Con el tiempo, el egreso de
varias cohortes y la complejidad de la situación institucional
y política, los psicólogos dejaron "de ser un grupo
primario, y empezaba a aparecer la diferenciación ideológica31".
Esta consideración generó otra discusión, planteada en
la relación entre las prácticas profesionales y la militancia
social, al preguntarse si el psicólogo se podía asumir
como agente de cambio social. El psicólogo, efectivamente
asistía a los cambios, operaba con ellos, "con los
que se dan constantemente, en todos los niveles, en
todos los ámbitos, en todo momento; cambios como
manifestación de la vida misma, en la sociedad, en el grupo familiar, en la persona" (Danis; 1969:78), debía
ayudar a que los cambios se den con comprensión de
los procesos, sin dolor, sin ansiedad, pero no necesariamente
ser su promotor. Desde esta consideración, el
psicólogo participaría, conviviría con los cambios, no los
creaba, los acompañaba y también a quienes los atravesaban,
ubicándose como profesional con identidad y
objetivos claros.
Pero ésta no era la idea compartida por todos. En tiempos
de radicalización política y de intensa militancia por
parte de algunos estudiantes y docentes, estaban los
que se atribuían responsabilidad directa en tanto profesionales
o pronto a serlos sobre las transformaciones
sociales.
Tensiones entre el campo disciplinario
y la inserción profesional
Al tiempo de resolver cuestiones burocráticas de variado
tipo, las nuevas profesiones y sobre todo los nuevos
profesionales, deben buscar definiciones y voces autorizadas
en el concierto científico que las describan, las
califiquen y las acepten en jurisdicciones propias y campos
de conocimiento específicos (González Leandri;
1999).
Las nuevas profesiones requieren de la certificación de
su existencia y del valor de sus prestaciones. Deben
justificar su inclusión en el campo del saber y del hacer,
para contrarrestar las estrategias de poder que pesan
sobre y contra ellas. En el caso de la Psicología como
profesión, la tarea no fue sencilla. Fue encarada por "un
grupo chiquito de gente, para una cosa que se hacía día
a día, a pulmón32" para oponerse a la consideración de
grupo profesional marginado, para dar cuenta de inquietudes
y deseos de integrarse con un rol institucionalizado
dentro del sistema de salud (Harari & Musso; 1970).
Se trató de un esfuerzo por incluirse y ser aceptados
social y profesionalmente con sus conocimientos y habilidades,
valorando un aprendizaje teórico y práctico
acerca de las diferentes situaciones humanas, enfermas
y sanas.
Frente a la objeción -por parte de profesionales no psicólogos-
de que la psicoterapia era un procedimiento
médico-psiquiátrico, los psicólogos se defendieron sosteniendo
que "el psicólogo estaba muy preparado para
la psicoterapia (...) el libro de Psicohigiene refleja lo que
[Bleger] decía en las clases, lo repetía todo el tiempo y
nosotros no teníamos la menor duda por muchos motivos,
no sólo porque lo decía, sino porque él sabía que
nosotros, graduados, ya hacíamos psicoterapia, que
nos formábamos muy obsesivamente con nuestro análisis
didáctico de tres o cuatro veces por semana, grupos
de estudio, supervisiones, toda una formación paralela,
ya que no podíamos entrar a APA, pero que los
médicos psicoanalistas nos daban. Él mismo supervisaba pacientes de psicólogos33".
En las disputas por la "propiedad" de la psicoterapia34 se
enfrentaban varios grupos. Por una parte discutían psicólogos
con no psicólogos y dentro de cada uno de
ellos, partidarios de la psicoterapia psicoanalítica y no
psicoanalítica (Grego & Kufmann; 1970). Bleger intentaría
saldar parcialmente esta discusión con el planteo de
que el psicólogo clínico estaba habilitado para desarrollar
una actividad psicoterapéutica, porque estaba preparado,
técnica y científicamente para eso, pero que la
Carrera de Psicología estaría condenada al fracaso, si
los psicólogos se limitaran exclusivamente a la terapéutica
individual (Bleger; 1966). Esta idea, lejos de aquietar
las aguas, levantó nuevos debates a partir de diferentes
interpretaciones sobre aquellas palabras. Algunos
las entendieron como una habilitación y otros como una
desacreditación. Hubo quienes lo vivieron como un estímulo
a no encerrarse en una única alternativa de desarrollo35,
a buscar otros campos al plantear en el contexto
de aquellos tiempos la importancia de la prevención
como categoría más amplia, y a incorporar otras tareas
posibles como la psicoprofilaxis quirúrgica36 u otros aspectos
de la psicohigiene más implicados en el objetivo
de la promoción de la salud, "de la vida cotidiana, de los
conflictos y problemas de la gente en general, o de los
momentos evolutivos o de cambio (...) que tiene que ver
con el clima de la Facultad, la década del '60 porque
había un optimismo histórico increíble y no se ponía en
cuestión (...) dedicarse a resolver los problemas generales
y no necesariamente a la práctica privada del
consultorio privado. O sea que él ya estaba pensando
en el futuro37".
También las relaciones al interior del grupo que conformaban
los primeros psicólogos eran complicadas, por
desconocimiento entre ellos, por desconocimiento de
las tareas a que estaban abocados (Calvo; 1969) y para
las que estaban habilitados. Esto provocaba divisiones
amparadas en la adscripción a diferentes corrientes
teóricas, aislamiento y desvalorización entre quienes se
proponían manejarse con lo intangible, con la tarea de"solucionar problemas sólo con las palabras" (Malfé;
1969:84), muy próximo al abordaje psicoanalítico y
quienes propiciaban otros abordajes.
La convalidación de la profesión y dentro de ella de alguna
de sus orientaciones, planteaba un doble recorrido.
Por una parte, un movimiento colectivo en busca de una movilidad ascendente tanto de la profesión respecto
del reconocimiento social, como interna de sus miembros
y por otra, por la garantía de las condiciones para
el ejercicio al que aspiraban.
Lo que estaba en cuestión era la definición de "ideal
profesional", de su relación con la Carrera formadora,
del peso de la educación especializada y de la meritocracia,
como uno de los principios estructuradores básicos
de la sociedad del siglo XX (González Leandri;
1999). Para los psicólogos, no había aún determinaciones
ni experiencia probada, los profesionales "puros" estaban en aquel momento en formación en un espacio
recordado como estimulante, dentro y fuera de los límites
de la Facultad, en el campo de la cultura, en el acercamiento
a la figura del intelectual, a la vanguardia de
los años sesenta y en la cercanía del edificio de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA con el Instituto Di
Tella.
Aprender para el ejercicio de una profesión
Toda enseñanza y sobre todo la de una cultura científica
y una profesión, supone la existencia de un cuerpo de
saberes -saber hacer y saber decir - que se constituye en
patrimonio exclusivo de un grupo acreditado; lecturas,
experiencias, conversaciones alusivas con un cierto nivel
de precisión y redundancia (Bourdieu & Passeron; 2002).
Para acceder a ellos mediaron procesos de enseñanza
y de aprendizaje, intercambios, evaluaciones y acreditaciones
que requieren esfuerzos y renuncias porque se
consideran saberes valiosos, que se deben conquistar,
que serán socialmente útiles y acceder a ellos otorga
derechos de pertenencia.
En la formación para un ejercicio profesional, cuando éste preexiste, la formación puede ser vivida como el
traspaso de una herencia con mecanismos de cierta
facilidad. En cambio, cuando se trata simultáneamente
de instalar y aprender una profesión, el acceso es una
conquista, como "antes de la creación de la Carrera
[que ya] existían espacios donde se hacía psicoterapia
(...) hablo de los años ´55. Cuando se creó la Carrera,
muchos de nosotros nos inscribimos para legitimar
nuestra práctica y ampliar la formación. Pienso que surgió en un momento coyuntural entre los que se cuenta
el surgimiento de las ciencias del hombre38, la proliferación
del Psicoanálisis, una ideología progresista, la
creación del Instituto de Salud Mental (...) la enseñanza
de la Psicología y la Psicoterapia en instituciones privadas
(...) Una pluralidad de hechos" (Cheja; 2002:2).
Con preexistencia o no, la tramitación del rol se gesta al
interior de una institución educativa habilitada con el propósito
de formar sujetos seleccionados y jerarquizados e
interviene en relación con el medio externo. Participan
instancias formales -profesores, docentes, planes de estudios,
programas de materias, cursos, exámenes- y también informales, que ejercen presiones fuertes como el"CEFyL que entregaba una guía a los estudiantes para
que pudieran manejarse en la Facultad, presentaba a todas
las agrupaciones y decía `Busca tu propia y personal
decisión. Pero eso sí, elige. En estos momentos la Universidad
exige de cada estudiante un compromiso claro. Toda
otra actitud es una cobardía´ 39".
La incidencia del medio externo y la imagen que se tenga
de la demanda y del impacto, también son elementos
constitutivos para la configuración de un perfil profesional,
como lo fue para algunos la percepción de que la
creación de las nuevas carreras40 respondió a requerimientos
de la comunidad y a medida que se fueron capacitando
profesionales, se tuvo una mayor conciencia de
las necesidades y posibilidades de solucionarlos, lo que
motivó un aumento en la demanda de especialistas.
Lo paradójico de la situación fue que si bien dio lugar a
la institucionalización de la formación de profesionales,
no ocurrió lo mismo con el ejercicio profesional (Musso
et all; 1965). Otro tanto sucedió con las redes de vínculos
establecidas hacia adentro y afuera del campo y de
la institución formadora, relaciones de poder entre sus
miembros con la comunidad desde imágenes como que "nosotros generábamos una demanda para la que luego
no dábamos abasto. Recuerdo momentos de gran actividad,
libertad y creatividad. Hacíamos grupos de madres,
de niños, de madres de niños internados, íbamos
a las salas y estábamos codo a codo con los pediatras41.
Como no teníamos dónde sentar a las madres, traíamos
del jardín del hospital un banco de plaza. El equipo era
un semillero de ideas, de producción de escritos, de lazos
de contención afectiva e intelectual42".
En relación con la preparación profesional, las cuestiones
teóricas presentaban flancos discutibles planteados
en términos de que "en relación con la formación del
psicólogo hay varios aspectos a tener en cuenta: uno es
el de la falta de contacto entre las diversas tendencias,
hecho que trae como consecuencia divisiones sectarias;
otro es la importancia de la formación dada en la
Facultad, ya que de ella depende la existencia y el papel
profesional del psicólogo" (Calvo; 1969:83).
El prestigio del psicoanálisis y de la práctica psicoanalítica
en desmedro de otras orientaciones se actualizaba
en su relación con los posicionamientos de quienes tenían
la "aspiración de hacer Psicoanálisis, o Psicología
Clínica, como se la llamó. La Psicología Educacional o
Laboral eran descalificadas, una por ´Cenicienta´, la
otra por constituir `una práctica burguesa que realizaba
una adaptación al sistema´. El aprendizaje ya nos colocaba
en una situación donde el accionar profesional estaba restringido43", para una mayoría, más allá de las
necesidades reconocidas en espacios comunitarios
como escuelas, hospitales y proyectos de extensión
que la propia Universidad promovía.
Los psicólogos, o por lo menos muchos de sus voceros,
parecían no estar dispuestos a dejarse atrapar por la "paradoja: aprender a ser y no poder serlo (...) Esto
hace que los psicólogos, todavía alumnos, salgamos a
ocupar lugares en instituciones fundamentalmente hospitalarias.
Queríamos poner en práctica las teorías con
conciencia social. Los psicoanalistas no concurrían a
esos lugares, en tanto sostenían que allí no se practicaba
Psicoanálisis y nosotras cargábamos en nuestra
mochila con una ley prohibitiva. Hecha la ley, hecha la
trampa. ¡Piedra libre! Salimos y empezamos a trabajar a
todo pulmón en diferentes servicios que ya no eran sólo
de Psicopatología44" para los que se sentían capacitados,
con derecho genuino y validado por la institución
que los acreditaba.
Mientr as avanzaban los debates que ponían en tensión
lo académico y lo profesional, ingresó una segunda generación
de docentes que perdurará por varios años,
muchos de ellos hasta la intervención del ´66, con un
recorrido45 bastante parecido para todos: comenzaron
por una materia introductoria y a medida que el discurso
conceptual se va instalando, se fueron ubicando en una
materia "especializada". Tal es el caso de José Bleger,
José Itzigsohn, Nuria Cortada de Kohan, Telma Reca,
Nicolás Tavella, Jaime Bernstein y León Ostrov, quienes
conformaban un elenco amplio desde las perspectivas
teóricas que abordaban. Políticamente eran considerados
de izquierda.
A Bleger los estudiantes lo evaluaban como un psicoanalista
marxista interesado en otras ciencias sociales.
Telma Reca, una psiquiatra infantil que no era psicoanalista,
pero era aceptada por considerarla políticamente
comprometida con la izquierda y con tendencias modernas
en Psiquiatría. José Itzigsohn, reflexólogo, era un
comunista que había establecido relaciones cordiales
con algunos psicoanalistas progresistas (Plotkin; 2003).
También se irán afianzando figuras como las de Julio
Aranovich, Juan Azcoaga, Antonio Caparrós y León Rozitchner,
reemplazando a anteriores docentes u ocupando
plazas en nuevas materias, con buena recepción
por parte de los estudiantes, no sólo en relación con las
corrientes teóricas que representaban sino también por
su postura ideológica progresista y de izquierda.
La idea de la iniciativa por parte de los estudiantes para
muchas de las incorporaciones docentes es persistente
en los testimonios con que se cuenta. Por ejemplo,"José Bleger había pasado a dar Personalidad y quedaba
libre la Introducción a la Psicología y yo hablé con
Itzigsohn y le propuse el cargo de Profesor Titular y me dijo que sí, pero me dijo que él sería Profesor Titular
siempre y cuando Antonio Caparrós fuera adjunto. Y yo
le dije que sí. No lo conocía a Caparrós, sinceramente.
Lo conocía a Itzigsohn porque había leído algunos artículos
de él (...) En cierta forma me siento responsable
de que Itzigsohn haya pasado por nuestra Facultad46".
En su conjunto, estos enseñantes, a través de los programas
de sus materias y de la bibliografía, irían mostrando
una variedad de propuestas teóricas y metodológicas
que parecían estar cerca de las expectativas de
los voceros de los estudiantes. El afuera con el adentro
se entretejen en una trama de la que participan cada
vez más nombres y escuelas, aunque no todas con el
mismo nivel de predicamento. "Bleger era profesor de
Psicología de la Personalidad, pero teníamos Psicología
Profunda I y II que la daba Ostrov. Excelente. Lo que
aprendí de Psicoanálisis Freudiano, hasta hoy me sigue
sirviendo. Tavella fue profesor de Tests Mentales, Nuria
Cortada de Kohan de Estadística (...) Jaime Bernstein
fue titular de Técnicas Proyectivas y Pichona Ocampo la
ayudante de trabajos prácticos. Aranovich nos daba
clases en Medicina (...) las evolutivas las hice con Telma
Reca y con Radaelli. Introducción a la Filosofía fue
muy linda con Pucciarelli. Todo era de lo mejor. Han
dejado una impronta enorme. Yo los recuerdo como si
hubiera ido a clase hace un año y lo que decían47".
Cómo conclusión se podría asumir que ...
La Psicología se fue haciendo profesión al mismo tiempo
que se hacían los profesionales que de ella se ocuparían.
Una profesión puede ser pensada como una forma de
organización social y del conocimiento y un profesional
será quien forma parte de esa organización por derecho
adquirido a través de una formación prolongada y sistemática,
un entrenamiento constante, por la validación por
parte de pares experimentados y por las posibilidades de
incluirse en el mercado de trabajo. Profesión y profesionales
adquieren monopolio sobre un recorte del saber,
sobre un conjunto de actividades y sobre la formación de
sucesores por identificación con sus precedentes. Para
el caso de la psicología como profesión estas condiciones
fueron resultado de una construcción compleja y paralela.
El recorte del saber disciplinario podría considerarse
preexistente, pero en manos de otros profesionales.
Otros tanto sucedía con las actividades.
La formación de sucesores fue un punto de inflexión.
Profesionales originarios de otras disciplina fueron convocados
para constituir una nueva "especie", no sucesores
en el sentido lato de la expresión, sino sucesores
desde la diferencia, desde otra profesión.
El espacio de formación también planteó dificultades. Se
trató de una Facultad, Filosofía y Letras con una larga
tradición académica, que debió incorporar en su urdimbre de producciones la de profesionales, con otras expectativas
y con otras incumbencias. Allí también debió vivirse el proceso - más simultaneidades - de recortar
conocimientos para constituir un campo académico que a
su vez fuera instituyente de saberes, actividades y modos
de transmisión. Fue necesario reconocer y diferenciarse
de otros operadores, psiquiatras y psicoanalistas.
Esto aconteció en medio de limitaciones no sólo consuetudinarias
y por tradiciones, también legales, como las
que impuso la Ley Carrillo y otras como las decisiones
que en distintas oportunidades tomó la APA. Frente a
ellas y a la necesidad de afirmarse, los nuevos profesionales
se dieron sus estrategias defensivas y su máxima
representante fue la APBA, que además asumió relaciones
con la Carrera y la Facultad, así como con otros organismos
públicos y privados. También se dio su órgano
de comunicación desde 1969, la Revista Argentina de
Psicología, que tuvo la particularidad de ser la primera
forma de expresión sistemática de los psicólogos48, de
sus ideas, de sus cuestionamientos.
La conformación de una profesión fue un poco de todo
esto, fueron tendencias encarnadas en personas, transmisión
de saberes e instalación de rituales. En el caso
de la de los psicólogos exigió un trabajo adicional que
fue la búsqueda de igualarse pero a la vez diferenciarse.
Igualarse desde el contenido, diferenciarse desde el
campo de operaciones.
Hubo - y hay - quienes se atribuyen el lugar de voceros
de la historia y de la generación a la que representan. Y
hubo figuras relevantes que ayudaron a marcar caminos
y a abrir debates. No fueron pocas. No todas tuvieron la
misma trascendencia pero dejaron marcas por sus producciones,
por la amplitud de temas que abrieron y por
su carisma. Desde qué sería la psicología para los psicólogos
como profesión, hasta las relaciones entre psicología
y psicoanálisis, psicología y reflexología, psicología y
marxismo, la cuestión de la militancia, fueron ejes que
junto a los contenidos de la disciplina estuvieron presentes
en ellas y en el vínculo con sus alumnos.
El recambio generacional, que también fue profesional
marcó un viraje definitivo en la formación de los profesionales
de la psicología. Por fin hubo psicólogos enseñando
a psicólogos, figuras que fueron asomando desde
su lugar profesional y estableciendo un modelo de
identificación que fue transformándose en el tiempo.
1 Respaldados en el Archivo testimonial; Facultad de Psicología; UBA.
2 Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras
3 Schneider, S; testimonio oral; junio 2002.
4 Malfé, R; testimonio oral; octubre 1999.
5 Graduados a comienzos de los ´60
6 Leibovich de Duarte, A; testimonio oral; octubre 1999.
7 Creada en 1957
8Cortada de Kohan, N; testimonio oral; octubre 1999
9 Leibovich de Duarte, A; testimonio oral; octubre 1999.
10 Friedenthal, I; testimonio oral; junio 2002.
11 Posición defendida por APADIFYL; Asociación de Profesores, Docentes e Investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras.
12 Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, creada en 1962 por recientes graduados con la finalidad de dar respuesta a preocupaciones de orden profesional y gremial vinculados al reconocimiento social de la profesión y por parte de otros profesionales de la salud mental
13 Quien estaba a cargo de la conducción de la carrera en su condición de interventor era un psiquiatra, el Dr. Ipar, que acordó con los psicólogos, a través de la APBA la cobertura de un tercio de los cargos vacantes por parte de psicólogos, en tanto los dos tercios restantes quedarían en manos de médicos, psiquiatras y otras formaciones universitarias, que de alguna manera perpetuaban el viejo control sobre los tópicos de enseñanza y las prácticas concretas.
14 Gelblum Regen, F; testimonio oral; noviembre 2001.
15 Cheja, R; testimonio oral; octubre 2001
16 La primera psicóloga que ejerció su profesión en el país fue Nuria Cortada de Kohan, graduada en los Estados Unidos, en tanto que la primera psicóloga graduada en el país que ejerció la docencia en la UBA fue María Luisa Siquier (Pichona Ocampo) egresada de la Carrera de psicología de la Universidad Nacional del Litoral, Sede Rosario.
17 Itzigsohn, J; testimonio oral; Jerusalén; febrero 1999.
18 A los que también concurrían alumnos de Psicología, entre ellos los que dictaba Ángel Garma, quien desde 1958 además editó la Revista Psique, pero que no pudo ingresar al plantel docente de la Carrera, al que aspiró por concurso, por oposición de un grupo de estudiantes.
19 A diferencia del rango profesional de psicólogo.
20 Malfé, R; testimonio oral; octubre 1999.
21 La noción de campo es un concepto recurrente en la obra de Pierre Bourdieu. Intenta a través de ella explicar el conjunto de relaciones que se establecen entre los ocupantes de un espacio estructurado y sus posiciones, que pueden ser analizadas con independencia de quienes las ocupan. Considera una variedad de campos, entre ellos el intelectual, el político, el del arte, el de la filosofía, el religioso. Le otorga una particular importancia a la cuestión de los límites y a la condición dinámica de los mismos, que se transforman -o se mantienen- por las relaciones de fuerza establecidas entre sujetos o instituciones por el monopolio -conservación o subversión- del capital específico. También destaca el valor de la autonomía, en tanto considera al campo como regido por leyes propias que dan por resultado la diferenciación entre grupos sociales.
22 Si bien este estudio se centra en la formación de psicólogos desde la UBA, comparten la situación los primeros graduados de Rosario.
23 Instituto Nacional de Salud Mental
24 Leibovich de Duarte, A; integrante de la Comisión Directiva de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires durante los mandatos 1962-1964 y 1964-1965; testimonio registrado en Gaceta Psicológica Nº 52; mayo 1983.
25 Asociación Psicoanalítica Argentina
26 Conocida como Ley Carrillo, en verdad se trata de la Resolución Nª 2282 firmada el 12 de mayo de 1954, con modificaciones efectuadas en 1956. Otorgaba la facultad del ejercicio de la Psicoterapia y del Psicoanálisis a los profesionales médicos; en Falcone, R. Historia de una Ley; en Rossi, L. y col; La Psicología antes de la profesión. El desafío de ayer: instituir las prácticas; EUDEBA; Buenos Aires; 1997.
27 Entre ellos Mauricio Knobel, Jorge Saurí, Willy Baranger; Carolina Tobar García y Emilio Rodrigué.
28 Durante el gobierno de Onganía se sanciona la Ley 17132/67 que reglamenta el ejercicio profesional en la Capital Federal, Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur, limitando el ejercicio de la Psicología a la categoría de auxiliares de la Medicina a pesar de tratarse de una Carrera mayor en el ámbito académico.
29 Carrera creada 10 años antes.
30 Además de defender los intereses de los profesionales opera en relación directa con las autoridades de la Carrera. Su primera Presidenta fue Isabel Calvo, graduada de la primera promoción. La sucedió María Rosa Glasserman.
31 Cheja, R; testimonio oral; recuperado por APBA s/datar.
32 Joselevich, E; testimonio oral; julio 1999.
33 Schneider, S; testimonio oral; noviembre 2006.
34 Instaladas desde la graduación de los primeros psicólogos fueron explicitadas, entre otras oportunidades en la Mesa Redonda "El quehacer del psicólogo en la Argentina de hoy" realizada en la APBA el 12 de diciembre de 1968 de la que participaron los graduados Isabel Calvo, Ricardo Malfé, Diana Averbuj y Osvaldo Devries. También en múltiples artículos publicados por la Revista Argentina de Psicolgía desde su creación y en conferencias dictadas dentro y fuera de la Facultad de Filosofía y Letras.
35 Slapak, S; testimonio oral; noviembre 2006.
36 Glasserman, M.R; testimonio oral; noviembre 2006.
37 Schneider, S; testimonio oral; noviembre 2006.
38 Se trata de una idea de Gino Germani, quien pretendió con ese mismo nombre crear una Facultad, proyecto que nunca prosperó.
39 Schneider, S; testimonio oral; junio 2002.
40 Con relación no sólo a Psicología, sino también a Sociología y Ciencias de la Educación.
41 En el Hospital Pirovano, en una experiencia paralela a las desplegadas en el Hospital de Niños y en el Policlínico de Lanús.
42 Cheja, R; testimonio oral; junio 2002.
43 Cheja, R; testimonio oral; junio 2002.
44 Cheja, R; testimonio oral; junio 2002.
45 Rossi, L; testimonio oral; febrero 2002.
46 Duarte, A; testimonio oral; diciembre 2001.
47 Leibovich; N; testimonio oral; setiembre 1999.
48 De allí la decisión de incorporar una importante cantidad de citas y referencias ya que se considera el reflejo de las primeras expresiones sobre el campo de la psicología elaboradas por psicólogos egresados universitarios.
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Reservorios testimoniales consultados (Entrevistas propias)
Cortada de Kohan, Nuria; octubre 1999
Cheja, Reina; junio 2000
Cheja, Reina; octubre 2001
Devries, Osvaldo; octubre 1999
Duarte, Aníbal; diciembre 2000
Friedenthal, Irene; junio 2002
Gelblum Regen, Felunia; octubre 2001
Itzigsohn, José; febrero 1999; entrevista realizada en Jerusalén
Joselevich, Estrella; julio 1999
Leibovich de Duarte, Adela; octubre 1999
Leibovich de Figueroa, Nora; setiembre 999
Malfé, Ricardo; octubre 1999
Rossi, Lucía; febrero 2002
Schneider, Sally; junio 2002.
Schneider, Sally; noviembre 2006
Slapak, Sara; noviembre 2001
Slapak, Sara; noviembre 2006