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Anuario de investigaciones
versão On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2009
HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA
Memoria filogenética, evolución e historia en la primera psicología en la Argentina
Philogenetic memory, evolution, and history in the former psychology in Argentina
Talak, Ana María1
1 Talak, Ana María: Dra. en Historia (UBA). Lic. en Psicología (UBA) y Lic. en Filosofía (USal). Directora del proyecto UBACyT P028: "La Producción del Conocimiento Psicológico en la Argentina: Abordajes Histórico- Epistemológicos". Prof. Adjunta Regular en Historia de la Psicología (UBA). E-mail: atalak@psi.uba.ar
Resumen
En el marco de una investigación más amplia, que indaga
las diversas concepciones del tiempo, y las relaciones
que se establecen entre el pasado y el presente en
la explicación del desarrollo psíquico individual y colectivo,
se analizará aquí específicamente: 1) el concepto
de memoria filogenética usado en la psicología argentina
de principios del siglo XX; 2) el papel que esta memoria
no consciente cumplió en la explicación del desarrollo
psicológico; y 3) su articulación con las nociones
de evolución e historia en la interpretación psicosocial.
Se sostiene aquí que la transformación de la memoria
en objeto biológico en el marco de la teoría de la evolución,
permitió una redefinición de la misma desde el
punto de vista psicológico, que incluyó un modo particular
de entender el carácter de representación inconsciente
en la explicación del desarrollo psicológico en
general, por parte de los autores de la época.
Palabras clave: Historia; Representación; Desarrollo; Ingenieros; Senet
Abstract
This paper analyses specifically 1) the use of the concept
of philogenetic memory in the argentine psychology
at the beginnings of twentieth century; 2) the role of this
notion in the explications of psychological development;
and 3) its relationships with the notions of evolution and
history in the psychosocial interpretation. It is argued
here that the transformation of the memory in a biological
object from an evolution theory frame, allowed a redefinition
of this notion from a psychological perspective.
This change included a particular way of understanding
the no conscious representation in the explication
of the general psychological development, by the
authors of this time.
Key words: History; Representation; Development; Ingenieros; Senet
El estado actual del mundo vivo se justifica hoy por la evolución. Pero el papel asignado al pasado es una consecuencia de cómo se considera y se interpreta el presente. El peso y la acción que una época atribuye al tiempo dependen así de la representación de las cosas y de los seres en esa época, de las relaciones que descubre, del espacio en que las sitúa. (François Jacob)
Introducción
En la tradición filosófica y en la historia de la psicología
ha habido múltiples debates acerca del carácter representativo
de la memoria y su relación con el momento
presente de su actualización. Más específicamente, se
ha debatido qué representa la memoria del pasado, y
cómo se actualiza ese pasado en el presente. La indagación
acerca del carácter representativo de la memoria
nos permite además plantear cómo se establece la vinculación
entre el pasado y el presente, a partir de cómo se
interpreta el presente de los seres humanos y de los seres
vivos en general, y en qué medida el pasado contribuye
al sentido de lo actual y habilita a hablar de historia.
Uno de los resultados de la difusión e impacto de la teoría
de la evolución en las diferentes áreas de la cultura
durante la segunda mitad del siglo XIX, fue la posibilidad
de pensar en una historia filogenética, biológica,
como un tercer tipo de historia, junto a la historia del individuo
y la historia de las colectividades. Esta historia
biológica era posible porque se postulaba una memoria
biológica, orgánica, filogenética, que conectaba de un
modo especial el pasado y el presente de la especie
humana, y la relacionaba con la evolución de las especies
en general.
En el marco de una investigación más amplia, que indaga
las diversas concepciones del tiempo, y las relaciones
que se establecen entre el pasado y el presente en
la explicación del desarrollo psíquico individual y colectivo,
se analizará aquí específicamente: 1) el concepto
de memoria filogenética usado en la psicología argentina
de principios del siglo XX, 2) el papel que esta memoria
no consciente cumplió en la explicación del desarrollo
psicológico, y 3) su articulación con las nociones
de evolución e historia en la interpretación psicosocial.
Se sostiene aquí que la transformación de la memoria
en objeto biológico en el marco de la teoría de la evolución,
permitió una redefinición de la misma desde el
punto de vista psicológico, que incluyó un modo particular
de entender el carácter de representación inconsciente
en la explicación del desarrollo psicológico en
general, por parte de los autores de la época.
La memoria como objeto biológico
Tradicionalmente, la memoria como objeto de estudio
de la psicología, era definida como una actividad de la
vida interna, ligada estrechamente a la experiencia
consciente (Rossi 2003). Según Danziger (2002), en el último cuarto del siglo XIX, la memoria fue reinventada
como un objeto biológico. Diferentes caminos convergieron
en este resultado. Gauchet (2003) ha destacado
la importancia de la comunicación sobre la memoria
como función general de la materia organizada realizada
por el fisiólogo alemán Hering en 1870, en la Academia
Imperial de Ciencias de Viena. Este trabajo planteó por primera vez un problema que llegaría a ser fundamental
en la historia de la psicología a fines del siglo
XIX y principios del siglo XX. La memoria no quedaba
ya limitada a la facultad consciente de reproducción intencional
de ideas. La memoria ampliaba su alcance al
definirse también como una facultad de estados inconscientes.
La memoria orgánica abarcaba el recuerdo involuntario,
las acciones automáticas (hábitos) y los procesos
de desarrollo de carácter heredado. Este último
aspecto fue la base para establecer una analogía entre
memoria y herencia que fue aceptada por los darvinistas
en general, por los lamarckianos en especial. La
comprensión de la ontogenia como un despliegue secuencial
de los caracteres de acuerdo con su adquisición
filogenética, concordaba con la idea de la herencia
de los caracteres adquiridos y la visión de la ontogenia
como la memoria del organismo de su historia pasada.
En 1880, Samuel Butler publicó en Inglaterra Unconscious
Memory, una "explotación filosófico-literaria bien
conocida" de las ideas de Hering (Gauchet 1994, p. 53),
e incluyó una traducción al inglés de la comunicación de
Hering.
Entonces, la aceptación de la idea de una evolución filogenética
condujo a pensar que, junto a una historia individual
y una historia de las colectividades, había también
una historia biológica, cuya trascendencia comenzaba a
sospecharse como la más capital. Memoria de la materia
organizada e historia filogenética se convirtieron en categorías
explicativas de una gran cantidad de temas fundamentales
en esa época, entre ellos la herencia de caracteres
adquiridos, el instinto y el hábito.
Otro aporte fundamental provino de las investigaciones
de las patologías de la memoria asociadas a lesiones
cerebrales, en una época en que el estudio de las enfermedades
se consideraba un laboratorio natural para investigar
los déficit de los mecanismos normales. Los
pacientes psiquiátricos comenzaron a ser estudiados
para identificar los déficit de la memoria.
Todos estos desarrollos contribuyeron a la definición de
la memoria como objeto biológico y no ya exclusivamente
como objeto psicológico. Sin embargo, esta perspectiva
biológica terminó convirtiéndose en el marco
teórico dominante en las investigaciones de la memoria
(neurofisiológicas y psicológicas), de fines del siglo XIX
y principios del siglo XX.
De esta manera, la noción de memoria de la materia
aludía a significados diferentes: como memoria corporal
(los hábitos adquiridos durante la vida del individuo), y
como memoria filogenética (la herencia de las modificaciones
adquiridas en generaciones previas de misma especie). Thèodule Ribot, en Francia, publicó Las enfermedades
de la memoria (1882) y dedicó el primer capítulo
a la memoria como hecho biológico. Este trabajo
fue tomado como referente por otros autores en Francia,
y leído y citado en la Argentina, tanto en francés
como en su traducción al español de 1908.
Según Ribot, la memoria era ante todo un hecho biológico,
y sus condiciones principales eran la conservación
y la reproducción. La memoria como hecho psicológico
agregaba a esas condiciones la conciencia. El recuerdo
consciente era solo un tipo de memoria. Ribot circunscribía
la memoria orgánica a los fenómenos vitales, y
dentro de estos, al reino animal. Y si bien reconocía
como un tipo de memoria específica, los reflejos innatos,
productos de la herencia, "que ha sido adquirida en
otro tiempo, y después fijada y hecha orgánica por repeticiones
innumerables" (Ribot 1908, p. 7), limitó el estudio
de la memoria orgánica a los movimientos automáticos
adquiridos, los hábitos. La base de esa adquisición
estaba en las asociaciones dinámicas secundarias, más
o menos estables, que se agregaban, según Ribot, a las
asociaciones anatómicas primitivas y permanentes que
había en el sistema nervioso (reflejos innatos). Esa memoria
orgánica, como acciones automáticas secundarias,
se parecía en todo a la memoria psicológica, decía
Ribot, salvo en la falta de conciencia.
La memoria filogenética en la primera psicología Argentina
En la Argentina, los temas de la herencia de las modificaciones adquiridas, el hábito y el instinto ocuparon un
lugar destacado en el abordaje de los problemas que
asumía una psicología naturalista, que a la vez se proponía
claras metas prácticas de contribuir en el modelamiento
de los grupos y de la sociedad argentina. La
noción de memoria filogenética cumplió un papel diferente
pero complementario en la psicología individual y
evolutiva, por un lado, y en la psicología social usada en
la interpretación histórica y política de la sociedad argentina,
por el otro.
En la psicología individual y evolutiva, la determinación
precisa de las relaciones entre los tres conceptos mencionados,
herencia de las modificaciones adquiridas,
hábito e instinto, intentaba fundar teóricamente los alcances
y límites de la intervención educadora e higiénica,
desde las políticas públicas diseñadas e implementadas
por el estado, que se basaban a su vez en una
interpretación de la historia argentina a la cual intentaba
contribuir también el estudio psicosocial.
En la psicología general y evolutiva, autores como Víctor
Mercante (La crisis de la pubertad y sus consecuencias
pedagógicas 1918) y Rodolfo Senet (Evolución y
educación 1901; Elementos de psicología infantil 1909;
Elementos de psicología infantil 1911) retomaron la noción
de memoria filogenética sin mayores cuestionamientos,
y la usaron para explicar, por ejemplo, las tendencias
presentes en ciertas etapas del desarrollo
individual que representarían etapas previas del desarrollo
de la especie humana. La memoria filogenética
quedaba articulada aquí con la ley biogenética fundamental,
que establecía un paralelismo entre las etapas
de desarrollo individual y el estado adulto de algunas
etapas del desarrollo de la especie.
Por ejemplo, Senet (1902) estableció una correspondencia
filogenética que buscaba explicar las diferencias
en la manifestación de la megalomanía en los niños y
en las niñas, e identificó (1905) un período de tres años,
ubicado aproximadamente entre los 9 y los 12 años de
los varones, que se correspondería con épocas prehistóricas
de la filogenia y con el segundo período de la
evolución de las colectividades.
Senet distinguía al igual que Ribot la memoria psíquica,
que implicaba conciencia, de la memoria orgánica, presente
en los primeros estadios de la evolución ontogénica
del ser humano, a la cual se debían "las rápidas
transformaciones operadas en la vida embrionaria, legadas
por vía de herencia a través del filum de la especie
y denominada por Haeckel "memoria de la división
del trabajo o de acomodación celular" (Senet 1911, p.
146). Senet asumía una concepción amplia de memoria,
en la cual integraba la memoria orgánica y la psíquica
como momentos de una serie progresiva cada vez
más compleja, y en donde la nueva forma de memoria
que surgía en el desarrollo individual, no eliminaba la
anterior, sino que la mantenía pero en forma "menos
intensa". La obra inspiradora era aquí Los enigmas del
universo (Die Welträthsel, 1899) de Haeckel, en la cual
el autor distinguía una memoria celular (función general
de toda materia viva), una memoria histórica (se refería
a la agrupación de células en el período de formación
del embrión), una memoria inconsciente (presente en
los organismos más complejos, con sistema nervioso) y
una memoria consciente.
En la evolución ontogénica se reproducen las etapas de la evolución filogenética. Los dos primeros estadios, es decir, la memoria puramente celular y la histórica, en el hombre, son sumamente breves en virtud de su enorme filum y por tanto de la repetición más considerable de los mismos actos que, al mecanizarse por completo, han ahorrado también lapsos enormes de tiempo para llenar sus funciones. El tercer estadio abarca la memoria simpática, medular y bulbar, del embrión, del feto y del recién nacido. El último corresponde a las manifestaciones de la memoria psíquica, que iniciándose en la primera infancia llega hasta la madurez fisiológica. (Senet 1911, p. 147).
Si bien Senet señalaba que la memoria en el recién
nacido era en casi su totalidad "memoria orgánica legada
por vía hereditaria", reconocía que ya desde el nacimiento
había manifestaciones de memoria psíquica,
basándose en las observaciones realizadas por Bernard
Perez (1836-1903) en los primeros meses de vida
del niño, publicadas en Les trois premières années de l´enfant (1878). Esta primera memoria psíquica consistía
en los movimientos y en las sensaciones que se
producían a partir del ejercicio y modificación de los instintos,
por ejemplo, succionar. Cada tipo de memoria
psíquica (memoria motora, memoria sensitivo-sensoria,
memoria afectivo-emocional y memoria intelectual), al
ser superada por la siguiente, permanecía pero en la sub-consciencia. Este desarrollo de la memoria recibía
evidencia empírica a favor, por un lado, de las observaciones
neuroanatómica del desarrollo normal, y por el
otro, parecía confirmarse también con el estudio de las
lesiones anatómicas y las observaciones clínicas de las
amnesias en las demencias, interpretadas como una
regresión gradual, en donde se perdía primero lo último
logrado en el desarrollo individual.
Esta perspectiva ontogenética de la memoria, que se
articulaba con la memoria orgánica, estaba dirigida por
los temas dominantes de la psicopedagogía, entre ellos,
los tipos de memoria y la posibilidad de su mejora por
medio del ejercicio y la educación, la relación de la memoria
con otras aptitudes intelectuales, por ejemplo, la
inteligencia, y con aprendizajes específicos, por ejemplo,
el de la ortografía, y con los métodos más adecuados
para utilizarla, prolongarla y hacerla más efectiva.
Si la evolución de las funciones psíquicas y de las aptitudes
dependía del desarrollo ontogenético, el cual repetía,
a su vez, ciertas etapas adquiridas previamente
en la historia filogenética, resultaba capital saber cómo
la educación podía contribuir a esa evolución, como
nueva adquisición también para la memoria orgánica,
en la historia individual y en la historia biológica de la
especie. La formación de los hábitos, del carácter, de
los sentimientos, en relación con la disciplina escolar y
la idea del niño argentino, que contribuiría a la nueva
raza argentina y a la conciencia colectiva nacional constituían
las consecuencias últimas que guiaban las formulaciones
teóricas sobre la memoria y las investigaciones
empíricas psicopedagógicas.
José Ingenieros abordó el tema de la memoria filogenética
articulando esta noción con las de experiencia filogenética,
ontogenética y sociogenética, y la noción de imaginación,
con implicancias significativas a nivel teórico y
a nivel de las reflexiones sobre cuestiones sociales.
Apelando a los términos de su esquema energetista, Ingenieros
definió la memoria como "la propiedad de conservar
una modificación estructural como consecuencia de todo
desequilibrio energético precedente" y la experiencia como
el "conjunto de modificaciones del equilibrio energético,
determinadas por las excitaciones y reacciones precedentes" (Ingenieros 1946, pp. 117 y 115, respectivamente).
Para que un fenómeno psíquico pudiera ser consciente, y
tener carácter representativo, debía estar relacionado, según
Ingenieros, con la experiencia anterior, y la memoria
era la condición de posibilidad de ese enlace. Esta memoria
que era capital en la experiencia individual, se vinculaba
también a la historia social y a la historia filogenética:
Toda variación útil adquirida en la experiencia individual puede ser imitada por el grupo o transmitida hereditariamente, incorporándose a la experiencia de la sociedad o de la especie. (Ingenieros 1946, p. 115)
Desde esta base, Ingenieros distinguía además de la experiencia ontogenética (las modificaciones estructurales consideradas en el curso de la evolución individual), una experiencia filogenética (esas modificaciones consideradas en el curso de la evolución de la especie) y una experiencia sociogenética (las modificaciones consideradas en el curso de la evolución de los grupos sociales). Según Ingenieros, todas las variaciones de función (entre ellas las funciones psicológicas) se heredaban como variaciones de estructura, según la idea de que había una correlación entre variaciones estructurales y variaciones funcionales. De este modo, la noción de memoria como propiedad de la materia viva fundaba para estos autores la posibilidad de una experiencia filogenética, que articulaba la herencia y el aprendizaje adaptativo.
Las variaciones adquiridas en la evolución de un individuo son hábitos constituidos en el curso de la experiencia, mediante la memoria. Los hábitos son determinados por las condiciones del medio y son procesos de adaptación en el sentido de menor resistencia. (Ingenieros 1946, p. 136)
La herencia de las variaciones adquiridas era entendida
como la transmisión hereditaria de las modificaciones
estructurales y funcionales determinadas por un hábito.
Una vez heredado, el hábito se transmitía "como disposición
favorable para su desarrollo en los descendientes",
es decir, se transmitía como instinto, como tendencia
psíquica. El instinto era para Ingenieros el "conjunto
de tendencias o disposiciones creadas por el hábito, en
una especie determinada" (Ingenieros 1946, p. 137).
Esta forma de articular herencia y aprendizaje se vinculaba
con distintas concepciones de psicología social, en
donde ambos componentes estuvieron siempre presentes
pero con una importancia relativa diferente. Al intentar
comprender la sociedad argentina, se veía que el
pasado seguía actuando a través de la memoria de la
materia, más allá de la conciencia de los individuos,
como memoria inconsciente, pero también se veía el
presente como el pasado de un futuro posible, sobre el
cual se podía intervenir. El evolucionismo y la herencia
de las modificaciones adquiridas conformaban una red
de inteligibilidad que permitía al científico ver los signos
del pasado en el presente, y otorgarles a ambos un sentido
relacionado.
Dentro de una sociedad, además, las clases sociales
eran para Ingenieros el resultado de la división del trabajo
y de la selección social. Sostenía que las clases
sociales tenían diferencias mentales que se correspondían
con las diversas etapas de la filogenia y la ontogenia
de las sociedades.
Las clases inferiores constituyen por su desenvolvimiento mental, una verdadera raza primitiva o atrasada dentro del medio en que viven. Ocupan respecto de las superiores, el mismo rango que los pueblos salvajes y primitivos respecto de los civilizados. (Ingenieros 1946, p. 187)
Por otro lado, la memoria orgánica vinculaba el ser humano con todos los seres vivos en una escala gradual totalizadora, ya que se definía como una función que estaba presente hasta en la más elemental manifestación de vida, en las modificaciones que resultaban de los intercambios energéticos de los organismos con su medio. La memoria de la materia, por lo tanto, aparecía como un concepto articulador de temas y problemas, tanto en la psicología individual y sus relaciones con la psicología social, así como en la psicología comparada, y con la biología en general.
Memoria filogenética, evolución e historia
En la psicología general y evolutiva, predominó el uso
de la idea de memoria filogenética en la concepción del
desarrollo psicológico como evolución. Esta memoria
haría posible el presente actual del ser humano como
individuo y como especie. En este marco de interpretación
naturalista y determinista el tiempo era una dimensión
fundamental, pero el sentido propiamente histórico
estaba ausente. Considero que este marco sólo abrió la
posibilidad del sentido histórico cuando Ingenieros intentó articular la noción de memoria con el concepto de
imaginación, como función creadora y constructiva.
Resulta útil aquí la diferencia que Foucault estableció entre las nociones de evolución e historia en su obra
Enfermedad mental y personalidad (1988, cap. III). Según
Foucault, la evolución psicológica entendería la integración
del pasado en el presente en una unidad sin
conflictos, unidad que sólo una regresión patológica
podría comprometer. La historia psicológica, en cambio,
establecería una distancia que autorizaría la tensión y el
conflicto. "En la evolución el pasado promueve el presente
y lo hace posible; en la historia el presente se
destaca del pasado y le confiere un sentido, lo hace inteligible" (Foucault 1988, p. 46).
En el caso de la interpretación psicológica del desarrollo
humano de Ingenieros, que enfatizaba la capacidad de
anticipar hipótesis sobre futuros perfeccionamientos
posibles, no se resaltaba el uso puramente deductivo de
la razón y una concepción determinista del futuro, sino
el uso de la imaginación en su función anticipadora y
creadora.
Del contraste entre la tradición (que representa la herencia social de la experiencia pasada) y la innovación (que representa las variaciones adquiridas por la experiencia nueva) nace el vaivén continuo que agita las creencias y las instituciones de una sociedad, resolviéndose en su progreso, o sea en una adaptación cada vez más propicia a sus condiciones de existencia. (Ingenieros 1946, p. 189)
Esta atenuación del determinismo, ya presente en la
primera edición de Los principios de psicología biológica,
de 1911, se hizo más notoria en las obras siguientes
de Ingenieros (por ejemplo, en El hombre mediocre, de
1913, y en Historia, progreso y porvenir, de 1923), donde
el rol del ideal en la vida humana, como hipótesis que
se aleja de la imitación conformista del rebaño, y se
compromete con valores morales, le permitía otorgar un
sentido plenamente histórico al presente individual y
colectivo. La contraposición entre el sujeto social idealista
y el hombre mediocre, entre el rebelde y el rebaño,
hizo posible la interpretación del conflicto como inherente
a la historia humana, que no podía ser ya agotada en
su explicación biológica.
La memoria filogenética estuvo presente en las interpretaciones
psicosociales de otros autores de la época,
entre ellos, por ejemplo, José María Ramos Mejía, Carlos
Octavio Bunge, Agustín Álvarez (véase Terán 1986,
1987, 2000). Estos autores también apelaron a los componentes
del marco naturalista y evolucionista para interpretar
los conflictos sociales del presente y pensar
las posibilidades futuras. El componente racial de las
diferencias entre los grupos humanos (Talak 2004), retomaba
la noción de una memoria filogenética que explicaba
por qué la acción educadora del ambiente no
podía lograr en todos los individuos y grupos humanos
los mismos resultados, y no podía abreviar el tiempo
necesario para que ciertas costumbres inculcadas produjeran
los efectos estables deseables, a mediano y
largo plazo. Nos obstante, si la herencia no ejercía ningún
papel en la conformación de las sociedades y las
naciones, no se entendería cómo se interpretaban los
límites de la acción educadora implementada desde las
políticas públicas (educación, profilaxis e higiene mental
de las costumbres perjudiciales, como la promiscuidad,
el alcoholismo, la delincuencia, costumbres que producirían
una descendencia degenerada, etc.). La interpretación
de la presencia del pasado en el presente de la
sociedad, leída desde una matriz conceptual que jerarquizaba
las diferencias entre los individuos y las razas,
tomando el desarrollo deseable, superior, como la medida
de lo normal, y lo que se alejaba de él como lo patológico,
se manifestaba en la creencia de que la herencia
filogenética producía tendencias en el carácter de los
diversos grupos, solo modificables mediante un sistemático
y prolongado esfuerzo.
En este marco interpretativo, solo la elite intelectual
aparecía accediendo al pasado que se actualizaba en la
memoria filogenética y hereditaria. Gracias a la grilla de
inteligibilidad que esa elite creía poseer, los intelectuales
veían, a su vez, este presente como el pasado posible,
modificable, de un futuro mejor. Pero también podían
visualizar las amenazas constantes que volvían de
tiempos arcanos, de lo primitivo, y los límites temporales
y biológicos más allá de los cuales toda intervención
resultaba inútil.
Por eso la "conciencia" social (entendida como el conocimiento del sentido de la evolución colectiva) no es igual en todos los grupos intrasociales. Podemos decir aquí lo mismo que al estudiar la filogenia de las especies animales: el grado de conciencia posible está determinado por la cantidad de experiencia de los grupos intrasociales. (...) La adquisición de nuevas variaciones útiles para la sociedad se opera en esas minorías que inventan; la conservación de las variaciones adquiridas es obra de las mayorías que imitan. (...) En términos de psicología, el contraste sería entre la memoria y la imaginación, entre la rutina y la originalidad. (Ingenieros 1946, pp. 189-190)
Sin embargo, aún estos hombres de las minorías que
con su imaginación y originalidad creaban los cambios
que llevarían al progreso de la sociedad, y que gracias
a la experiencia social más avanzada de su clase tenían
una "conciencia" colectiva que les permitía captar esos
diversos lugares que ocupaban en la evolución las clases
sociales, no eran los que "hacían la historia" en la
visión de Ingenieros. Creer que los hombres hacían la
historia como si tuvieran libre albedrío era una ilusión. El
determinismo vuelve a imponerse a la imprevisión del
futuro. Estas minorías podían conocer la historia, prever
los sucesos y anticiparse a ellos. Pero esto no era lo
mismo que hacerla. De la misma manera, la conciencia
social que cada grupo iba adquiriendo les permitía tener
una comprensión de sus condiciones de existencia,
pero no por eso variarlas.
En última instancia, en la visión de Ingenieros, en la historia
seguían actuando las leyes naturales deterministas,
en donde era el medio y sus variaciones el que
promovía el progreso, las acciones y las transformaciones
de los grupos para adaptarse a él. Esa conciencia
de los hombres superiores, su previsión del futuro y su
creación de ideales, formaban parte del progreso social
en tanto sus acciones resultaban en una adaptación al
medio cambiante que producía nuevas necesidades.
Pero no eran su saber y su decisión individual los que
adelantaban la historia.
La especie, las razas, las naciones, los partidos, los grupos, los individuos, son arrastrados por necesidades biológicas que engendran sentimientos y se reflejan en creencias útiles. Las nociones sociológicas pueden aproximarse, a veces, al conocimiento de los fenómenos futuros, pero no los determinan. Pensar la realidad, en el mejor de los casos, no significa crearla; el conocimiento científico refleja la experiencia, como la superficie de un lago tranquilo refleja la imagen de la realidad que existe independientemente de él. (Ingenieros 1946, p. 191)
Ingenieros forzaba así una articulación necesaria entre determinismo biológico e historia, entre masas y líderes, entre imitación, ideales e innovación. La última palabra la tenía el medio social, que era determinante en la selección de los ideales viables. No obstante, permanecen en la obra de Ingenieros el conflicto y la incertidumbre del futuro desde el punto de vista de los actores sociales como componentes capitales, y que marcan una ambigüedad en la forma de resolver la relación entre la creencia en el determinismo biológico y la promoción de la intervención social para modificar y mejorar el futuro. En la Argentina, estos temas ocuparon un lugar destacado en el abordaje de los problemas que asumía una psicología naturalista, que a la vez se proponía claras metas prácticas de contribuir en el modelamiento de los grupos y de la sociedad. La conferencia dada por Horacio G. Piñero en el cierre de la sección Ciencias Psicológicas del Congreso Científico Internacional Americano, realizado en Buenos Aires en 1910, ilustra el grado en el que los autores veían a la psicología como una herramienta de intervención social destinada a contribuir con el progreso de la nación.
Hemos creído más exacto llamar a nuestra sección Ciencias psicológicas, porque bajo su amplia bandera caben todos los estudios que alguna relación tengan con la vida del espíritu desde la estructura más fina del sistema nervioso primitivo, seguido a través de la filogénesis y ontogénesis, hasta los complicados problemas que plantean las exigencias de la vida civilizada en las sociedades modernas. Así hemos oído con agrado anatomistas, fisiologistas, pedagogistas, jurisconsultos, médicos, sociologistas, educadores todos en una palabra, tratar cuestiones de mayor interés educativo y práctico y abordar asuntos difíciles y de palpitante actualidad, como: la protección del niño en la calle para evitar la vagancia, el crimen y la degeneración; la educación e instrucción del niño débil en clases y escuelas especiales para asegurar su futuro en bien de los suyos y del país; instruir y preparar contra el vicio y las prácticas temerarias de muchos exaltados la defensa social, anotando en pequeño los estragos de estos grandes males..., aunando las conquistas del laboratorio, la observación y la experiencia del hogar y de la escuela, y pidiendo a la clínica psiquiátrica sus conocimientos para encontrar entre la noche de la locura y la luz radiante del buen juicio esos matices crepusculares de las oscilaciones del nivel mental, ese flujo y reflujo en la penumbra de la razón y de la desrazón, que son para el psicologista la fuente más pura e inagotable de sus mejores investigaciones. (Piñero 1911, p. 188)
En este esquema, la determinación precisa de las relaciones
entre los conceptos de instinto, hábito y herencia
de los caracteres adquiridos, fundaba teóricamente los
alcances y límites de la intervención educadora e higiénica,
desde las políticas públicas. El pasado seguía actuando
a través de la memoria de la materia, más allá de la conciencia de los individuos, pero también el presente
se veía como el pasado de un futuro, sobre el cual
se podía intervenir. Por otro lado, esta función vinculaba
el ser humano a todos los seres vivos en una escala
omniabarcativa, ya que se definía como una función
que estaba presente en la más elemental manifestación
de vida, como las modificaciones producto de los intercambios
energéticos de los organismos con su medio.
La memoria de la materia, por lo tanto, aparecía como
un concepto articulador de temas y problemas, tanto en
la psicología individual y sus relaciones con la psicología social, así como en la psicología comparada, y su
relación con la biología en general.
Puede sostenerse entonces que fue una particular forma
de representarse el presente, articulando componentes
teóricos del evolucionismo con problemas e intereses
locales (la relación entre la elite y la sociedad, la
gobernabilidad de las masas, la intervención sobre los
marginales, la integración de los inmigrantes, la formación
de una nación, etc.), lo que llevó a entender y valorar
la presencia del pasado biológico y social, y sus
efectos en el momento presente.
Bibliografía
1- Danziger, K. (2001). Sealing off the discipline: Wundt and the psychology of memory. In C. D. Green, M. Shore & T. Teo (eds.) (2001). The Transformation of Psychology: Influences of 19th- Century Philosophy, Technology, and Natural Science (pp. 45-62). Washington D. C.: American Psychological Association. [ Links ]
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Fecha de recepción: 20 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 6 de julio de 2009