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Anuario de investigaciones

On-line version ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.16  Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Dec. 2009

 

HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Paradojas y éxitos de una empresa imposible. Análisis de Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle (1847-1850) de Prosper Lucas

Paradoxes and successes of an imposible attempt. Analysis of Prosper Lucas' Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle (1847-1850)

Vallejo, Mauro1

1 Vallejo, Mauro: Becario del CONICET (Beca Interna de Posgrado Tipo I). Licenciado en Psicología, doctorando por la Facultad de Psicología de la UBA. Docente Ayudante de trabajos prácticos de la Cátedra I de Historia de la Psicología. Miembro del Proyecto UBACyT (2008-2010)"El dispositivo "psi" en la Argentina (1942-1976): Estudios de campo y estudios de recepción" (P004). E-mail: maurosvallejo@gmail.com

Resumen
En el presente trabajo se analiza el Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle (1847-1850) de Prosper Lucas. En primer lugar se señala la importancia histórica de dicho texto, describiendo de qué forma continuó a sus predecesores y cuál fue su influencia en diversos autores del siglo XIX. En segundo término, se intenta demostrar que ciertos problemas sociales funcionaron como fuente de la obra de Lucas. Por otro lado, el texto sugiere que alguna equivocidad recorre la noción de herencia propuesta por el mentado autor, enumerando asimismo las estrategias narrativas que rigen su teoría. Por último, estas páginas evalúan, con el fin de esclarecer si el tratado de Lucas es o no determinista, las características primordiales de su noción de innatismo.

Palabras clave: Prosper; Lucas; Herencia; Innatismo; Degeneración

Abstract
This work analyses Prosper Lucas' Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle (1847-1850). First, we point out the historic value of that text, describing the way in which it continued its predecessors, and what influence it had over many authors of the 19th century. Second, we try to demostrate that several social problems were the sources of Lucas' text. On the other hand, we suggest that the notion of heredity coined by that author was equivocal, and we list the discursive strategies used in his theory. To conclude, this work try to evaluate whether Lucas' text is determinist or not, by analysing his notion of innatism.

Key words: Prosper; Lucas; Heredity; Innatism; Degeneration

Introducción.
Doble importancia histórica
El objetivo de este trabajo es analizar, desde una perspectiva histórica, una de las obras más herméticas, más pretenciosas y más célebres de la medicina francesa del siglo XIX. Pondremos un especial énfasis en su relevancia para el pasado de las teorías psicológicas y psiquiátricas, relevancia asegurada en esencia por el tratamiento que dio a uno de los objetos que vertebraron la edificación de tales disciplinas en los albores de su constitución: la herencia. En efecto, si hubiese que buscar un elemento capaz de resumir los rasgos esenciales de la psiquiatría del siglo XIX, si hubiese que optar por un objeto que tenga a bien condensar las preocupaciones capitales de ese saber, sin lugar a dudas la herencia podría acertadamente cumplir ese rol. Por fortuna, contamos con investigaciones muy prolijas acerca del modo en que la cuestión hereditaria se adueñó de la atención de los psiquiatras a partir de la segunda mitad de dicho siglo (Pick, 1989; Dowbiggin, 1991). No obstante ello, son pocos los trabajos que han estudiado los antecedentes científicos que permitieron que en el transcurso de unas pocas décadas la casi totalidad de la medicina mental francesa (si no del continente europeo en su conjunto) se haya convertido en un decir enteramente abocado a la problemática hereditaria. Sólo recientemente esa deuda comienza a ser saldada, y empiezan a salir a la luz los caminos merced a los cuales pudieron ser establecidos los cimientos del edificio heredo-degeneracionista.
En tal sentido, una de las obras ineludibles es el tratado de Prosper Lucas (Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle), publicado en dos tomos, en 1847 y 1850 respectivamente, cuyo título completo el lector puede consultar en las referencias bibliográficas. Este libro, célebre por su desmedida extensión (1600 páginas), gozó de una amplia popularidad y constituye un hito insoslayable de la historia del alienismo europeo.
En el volumen décimo de su Grand Dictionnaire Universel du XIXe Siècle, Pierre Larousse dedica un pequeño artículo para brindar la semblanza de Prosper Lucas. En él se lee:
"Médico francés, hermano del precedente [Charles-Jean-Marie Lucas], nacido en Saint-Brieuc en 1805. Viajó a París para realizar sus estudios en Medicina, donde se recibió de doctor en 1833, con una tesis titulada: De l'imitation contagieuse (1833, in-4º). Desde entonces, al tiempo que practicaba su arte, ha publicado diversas obras, fundamentalmente: De la liberté d'enseignement (1831, in-8º); Des questions renfermées sous l'expression complexe: magnétisme animal (1837); Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle dans les états de santé et de maladie du système nerveux (1847-1850, 2 vol. in-8º), etc." (Larousse, 1873: p. 760).
Este médico, fallecido en 1885, se ha granjeado un lugar en la historia de la ciencia, no tanto por haber sido uno de los primeros teóricos del concepto de "contagio moral" (van Ginneken, 1992: p. 119), tampoco por haberse desempeñado como Presidente de la prestigiosa Societé Médico-psychologique, sino principalmente debido al referido texto sobre la herencia.
Definido nada menos que por Charles Darwin en su obra magna como "...el más completo y el mejor sobre el tema [de la herencia de las variaciones]" (Darwin, 1859: p. 12), el Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle se destaca como uno de los textos más importantes del pensamiento médico y alienista del siglo XIX en Francia. ¿En qué reside su relevancia desde un punto de vista histórico? Ella puede ser descrita de dos modos. En primer lugar, las páginas de Prosper Lucas pueden ser analizadas en base a la influencia que ejercieron sobre diversos autores y teorías posteriores a 1850. Es imposible no mencionar aquí el efecto que sus tesis tuvieron sobre Darwin, cuya concepción de las variaciones individuales debe mucho al libro en cuestión1. Empero, en el dominio de las ciencias del hombre el Traité es recordado sobre todo porque Bénédict Augustin Morel halló en él algunas de las fuentes esenciales de su hipótesis sobre la degeneración (véase Huertas, 1992). Su legado excedió incluso el terreno de la medicina o la biología, y cabe descubrir su impronta tanto en la producción de Émile Zola como en la de Théodule Ribot. Respecto del primero, no nos referimos tanto al hecho de que la "teoría de la impregnación" desarrollada por Lucas aparece en al menos dos novelas del fundador del naturalismo (Parrat, 2005), sino fundamentalmente a que las teorías hereditarias del Traité hicieron las veces de columna vertebral del ciclo Les Rougon Macquart (Zola, 1879: p. vii). En lo atinente a Ribot, alcanza con leer la introducción a su texto esencial de 1873 para comprender hasta qué punto sus desarrollos acerca de la herencia psicológica son deudores de la propuesta de Lucas (Ribot, 1873).
En segundo lugar, la relevancia histórica del tratado de Prosper Lucas ha de ser sopesada también desde una perspectiva inversa, es decir, tomando en consideración en qué medida ese texto se perfila como conclusión o punto de desembocadura de una tradición previa. De hecho, el libro en cuestión operó al modo de compendio y ordenador de una multiplicidad de teorías que desde fines del siglo XVIII batallaban por establecer la existencia indudable de la herencia. Sin menospreciar las innovaciones aportadas por Lucas -luego volveremos sobre dicho particular-, es justo tomar su tratado sobre lo hereditario como el cierre de un derrotero no exento de complicaciones - acerca de ese pasado, no podemos más que recomendar los brillantes trabajos de López
Beltrán (López Be ltrán, 1992, 1994, 2002, 2004). Los dos tomos de 1847 y 1850 logran una sistematización de la larga serie de teorías (formuladas, entre otros, por Petit, Piorry, Portal, Foderé2) que desde décadas atrás intentaban precisar la efectividad y funcionamiento de la transmisión hereditaria. Reuniendo las evidencias alegadas por esos autores, y apelando a pretenciosas argumentaciones filosóficas, el tratado de Lucas tiene el mérito de elevar al estatuto de presunta ley vital el mecanismo de la herencia, el cual unos años antes no detentaba siquiera derecho de ciudadanía.
Dada la ubicación histórica del Traité philosophique et physiologique de l'hérédité naturelle, resulta en más de un sentido sorprendente la escasa cantidad de estudios que se han dedicado a su descripción y análisis. El agudo escrito de Bernard Balan constituye uno de los pocos trabajos enteramente consagrados a la obra de Lucas (Balan, 1989). Si bien es irreprochable el modo en que Balan reconstruye cuanto Lucas tomó de autores como Virey, Burdach o Valmont de Bomare, si bien resultan muy sugerentes sus observaciones referidas a las inconsistencias que la obra presenta, no podemos coincidir con sus conclusiones, las cuales insisten en el carácter anacrónico e ilusorio de las tesis de Lucas: "El Traité de Lucas no pertenece, entonces, a la historia de las ciencias, y sobre todo no pertenece a la historia de la ciencia de la herencia, ni siquiera a su prehistoria..." (Balan, 1989: p. 65). Es cierto que desde un punto de vista sesgadamente retrospectivo la obra de Lucas no aportó nada a las teorías de la herencia tal y como éstas se desarrollarán luego de los aportes de Weissmann, el redescubrimiento de las ideas de Mendel o la postulación de los genes - y es por ello que nada se puede objetar contra el hecho de que las tesis de Lucas no sean consideradas en ninguno de los textos clásicos sobre la historia de estas teorías (Jacob, 1970; Farley, 1982; Bowler, 1989). Sin embargo, cabe decir que el Traité tiene todo el derecho de figurar en una historia de las ideas hereditarias, al menos en lo que concierne a la manera en que éstas fueron elaboradas por la psiquiatría, la criminología positivista, la higiene, la eugenesia o la literatura; y, casi no es preciso recordarlo, las concepciones que en tales dominios reinaron acerca de lo hereditario no dejaron de tener consecuencias, por momentos nefastas, sobre la vida cotidiana de los hombres y sobre las prácticas profesionales.
Es innegable que el veredicto de Balan sirve para aprehender la paradójica suerte de un texto que, pretendiendo sistematizar por fin un campo hasta entonces desordenado y poco convincente3, y reuniendo en sí tantas evidencias e hipótesis explicativas, parecía destinado a una gloria detentada sólo por las obras inmortales, pero que, debido al rápido avance de las investigaciones sobre la herencia, envejeció de forma estrepitosa y segura4. Su impacto se limitó a los médicos clínicos, los psiquiatras, los higienistas o los criminólogos, en tanto que jamás logró dejar huellas en los terrenos de la biología, la botánica o la citología, en los cuales efectivamente se revolucionarían los conocimientos sobre la herencia, y en cuyo seno se constituirían las modernas teorías sobre el asunto5. Aun así, es importante volver a revisar el texto de Lucas, no solamente por la doble relevancia antes enunciada, sino a causa de la estructura interna de la obra, la cual refleja claramente muchos de los problemas, preocupaciones e impasses que signaron tanto a la medicina de ese entonces -y principalmente a la psiquiatría- como a ulteriores corrientes psicológicas.

Punto de partida
Creemos necesario abrir esta sección con una mención al contexto que comanda la escritura de su obra, o más bien al problema esencial que su teoría intenta afrontar. Para ello basta con dirigirnos a las primeras páginas del Traité (Lucas, 1847: pp. 1-6), en las cuales el autor establece que: 1) Nunca antes las ciencias físicas y las
morales habían coincidido con tanta convicción en un mismo objeto: la familia; 2) todos los problemas ligados a la familia deben ser abordados mediante una atención al fenómeno que es constitutivo de aquella: la herencia; 3) hay dos formas de la herencia: la de naturaleza (que engloba los caracteres morales y físicos de la existencia) y la de institución (ligada a la regulación social de derechos y bienes), entre las cuales un nexo puede ser establecido: "...es del hecho vital que lo social procede; decimos que, a nuestros ojos, se trata de una relación causal: la causa es la naturaleza, y el efecto la institución; la primera es el principio, la segunda no es más que la expresión, la aplicación, la consecuencia; la herencia de naturaleza se transforma, para nosotros, en la razón primordial y la fuente real de la herencia de institución" (Lucas, 1847: p. 5). Es decir que el estudio de lo hereditario estaba sólidamente anclado en preocupaciones sociales, que en el caso de Lucas (al igual que en tantos otros) serán narradas y resueltas en términos de una biologización o naturalización de aquellos conflictos. El autor que nos ocupa fue el forjador de uno de los intentos más logrados e influyentes de dicha biologización, la cual caracterizó a diversas disciplinas científicas hasta mediados del siglo XX.
Respecto de las primeras páginas de la obra, cabe decir que ellas develan uno de los procedimientos discursivos que más interesan para la historia de las ciencias "psi". En efecto, el tratado de Lucas participa del concierto de formaciones discursivas merced a las cuales la medicina y la psiquiatría, anticipándose y preparando el terreno para la labor ulterior de tantas escuelas psicológicas, operaron una múltiple familiarización de los sujetos. Primero, y sustancialmente, debido a que todos los discursos sobre la herencia decían al unísono que los individuos son rehenes y deudores de su pertenencia a un linaje, ya fuere racial, ya familiar. Todas las anormalidades de un ser, sus impulsos, sus rasgos, pueden ser explicados por la inscripción de ese organismo en una cadena de descendencia, gracias a la cual la individualidad queda reducida al estatuto de desprendimiento y víctima de su pasado familiar6. Segundo, e inversamente, tales asertos hacían recaer sobre los sujetos una obligación y una culpa insoslayable, pues el único modo en que el individuo puede y debe contribuir a la salud de la raza (o pueblo) es velando por la familia que él construirá. Así como el primer engranaje de la familiarización veía en todo ser a la víctima cuasi inocente de sus padres (de su salud, sus enfermedades, sus costumbres), el segundo efectuaba el movimiento contrario y complementario, recordando a cada hijo que él será el responsable de la bonanza o el calvario de su descendencia. De tal forma, el sujeto quedaba prendado, por delante y por detrás, de ese cuerpo familiar del que era a la vez parte, síntoma y causa.
En tal sentido, las palabras preliminares de Lucas tienen el mérito de dejar claramente explicitado que el discurso sobre la herencia, más allá de sus aquí indiscutidos anhelos de cientificidad, más allá de las evidencias en que se sustentaba, funcionó, al menos en lo que atañe a la medicina y ciencias afines, como el cerco argumentativo a través del cual ciertas disciplinas se apropiaban de un nuevo objeto (los linajes, los parentescos, etc.) del cual extrajeron réditos que aquí no analizaremos7. Si bien constituiría una exageración aseverar que el tratado de Lucas por sí solo habilitó ese campo de problemáticas, lo cierto es que sentó las bases para que la corporación médica y alienista deviniera durante la segunda mitad del siglo XIX una problematización y regulación de lo familiar, para cuyo cometido el asunto de la herencia funcionó como resorte capital. Una vez afianzadas las creencias sobre los males hereditarios, los discursos médico-psiquiátricos harán funcionar la doble lógica de la familiarización antes descrita8. La pregnancia que ese tipo de preocupaciones tendrían en el tratado de Lucas, así como en tantos textos ulteriores, conduce a Bernard Balan a proponer sagazmente una inversión de la fórmula hace instantes citada, pues la herencia de institución haría las veces de fuente y suelo de la herencia tildada de natural (Balan, 1989: pp. 58-59). De todas formas, el recorte de ese rasgo no implica para nosotros un sencillo menosprecio de las obras concernidas, pero sí brinda en cambio un atisbo de respuesta a la pregunta que subyace a este recorrido: ¿por qué, si no es a causa de desvelos de regulación social, devino tan apremiante el estudio de un fenómeno como la herencia, para el cual la ciencia poco podía hacer más que recopilar ejemplos y hallar regularidades poco precisas?9

Teorías de la generación
y aglomeración de casos
Habiendo establecido las coordenadas históricas y estratégicas en que cabe inscribir al texto de Lucas, a continuación nos propondremos describir los aspectos sobresalientes de su teoría, y particularmente aquellos que no han recibido hasta el presente un comentario suficientemente detallado. Comencemos, entonces, por el diagnóstico del cual parte Lucas: el terreno de la herencia continúa estando minado por la oscuridad y el disenso (Lucas, 1847: p. vii). Por tal motivo, el autor sostiene que es momento de salir del empirismo confuso y establecer un orden en los hechos (Lucas, 1847: p. xx). Existe la oportunidad de dar ese paso, prosigue Lucas, debido a que múltiples descubrimientos han echado luz sobre los dos fenómenos a los cuales lo hereditario se encuentra ligado: la embriología y la generación. Ahora bien, uno de los rasgos más notables del Traité es que poco espacio se otorga allí a los fenómenos del desarrollo del embrión - la embriogenia, escribe Lucas, nos instruye poco acerca de la organización de los seres (Lucas, 1847: p. 18). Y más importante aún es resaltar el papel que las teorías de la generación desempeñan en la obra. No podemos explicarlo en detalle aquí, pero el lector debe recordar que dichas teorías (fundamentalmente las preformacionistas y las epigenetistas), al tiempo que intentaban explicar los fenómenos que en el siglo XIX figuran en el centro de los discursos sobre lo hereditario (similitudes entre las criaturas y sus progenitores, transmisión de anormalidades, etc.), se hallaban en la imposibilidad de afrontar el pensamiento sobre la herencia (véase Roger, 1963)10. En tal sentido, es llamativo comprobar que muchos trabajos sobre la transmisión hereditaria, y diversos textos de fisiología, siguen aceptando tesis preformacionistas durante las primerasdécadas del siglo XIX (sobre todo Dumas, 1825; Petit, 1817: p. 57; Richerand, 1833: p. 296; Virey, 1817). Lucas no solamente critica la validez de las teorías sobre la generación (Lucas, 1847: p. 619; 1850: pp. 76, 390, 401), sino que esgrime un argumento que comentaremos con minuciosidad, pues su desglose nos conducirá a las particularidades más importantes de su tratado. Por una parte, y aun reconociendo que ambos fenómenos se reclaman mutuamente, Lucas argumenta que el error cometido tanto por los autores antiguos como por los modernos reside en asimilar los problemas de la generación con los de la herencia (Lucas, 1847: p. xiii). "Dado que la herencia se desarrolla bajo el imperio de la generación, el primer movimiento es de preguntar a ésta la respuesta sobre el triple misterio [sobre el origen, esencia y razón de ser de aquella]. Pero la generación no dice nada sobre ese misterio..." (Lucas, 1847: pp. xx-xxi). He allí una constatación esencial, pues uno de los elementos centrales de las teorías hereditarias del siglo XIX consiste en su designio de explicar y fundamentar las transmisiones hereditarias (sus regularidades o sobresaltos), no contando para ello con ninguna teoría fisiológica o citológica que pudiese dar cuenta claramente de esos fenómenos. Esa paradoja forzó a los teóricos de la herencia a implementar herramientas discursivas y narrativas que luego comentaremos, las cuales suplieron precariamente aquella carencia.
Siendo que las teorías de la generación no pueden despejar el enigma de lo hereditario, continúa Lucas, los hechos ligados a la procreación no aportan un mejor auxilio - recordemos aquí que la decisión de prescindir de las teorías de la generación para esclarecer lo hereditario funciona ya en uno de los textos fundacionales de la tradición francesa referida a la herencia (véase Pagès, 1798: p. 162). Si la respuesta no reside en la procreación, razona el autor, la misma debe estar o más acá o más allá de ella (Lucas, 1847: pp. xxi-xxii). Descartada la primera opción, sólo resta la última. Pues bien, más allá de la procreación, está la Creación, y habrá que buscar allí las leyes que expliquen el funcionamiento de una y otra. En efecto, así surge la tesis básica del sistema de Lucas, que enuncia lo siguiente: la Vida está regida por dos leyes universales, de invención e imitación. La Naturaleza en su conjunto no es sino la resultante del interjuego de esos dos poderes, a consecuencia de los cuales las formas creadas se repiten y se modifican. Aplicadas a la procreación, ambas leyes cambian de nombre y devienen ley de innatismo (inneité) y de herencia (Lucas, 1847: pp. 95-96, 622-623). En consonancia con ello, toda la obra de Lucas será una demostración de la operatoria de esas leyes, buscando en las transmisiones generacionales (tanto de lo físico como de lo moral, tanto de lo normal como de lo patológico) la prueba de la ley de herencia, e interpretando la aparición de variaciones como el indicio de la otra regularidad. Es momento de retomar las estrategias argumentativas
a través de las cuales Lucas intenta demostrar la veracidad de sus aserciones. Tal y como decíamos más arriba, dicha empresa, dada la ausencia de verdades fisiológicas o biológicas que permitiesen explicar y predecir lo hereditario, se fundamenta en un doble recurso de aglomeración. Primero, aglomeración de citas, comentario interminable de todas las autoridades antiguas y modernas que han tratado el asunto. Segundo, hacinamiento de ejemplos y casos11. Cada apartado, ya sea el referido a la herencia del sentido del olfato (Lucas, 1847: p. 382), ya el dedicado a la transmisión del albinismo (Lucas, 1847: p. 295) o de la monomanía (Lucas, 1850: p. 771), está repleto del mismo tipo de recuento: "X padecía tal enfermedad, y la transmitió a sus descendientes". La obra en su conjunto es un fatigoso compendio de los linajes agraciados o desdichados, que Lucas extrae tanto de los tratados de medicina de su siglo como de fuentes antiguas y literarias. Al respecto, cabe realizar una breve digresión, que atañe a ambos tipos de aglomeración. Lucas presta el mismo tipo de autoridad o credibilidad a una descripción de Plutarco, del Manava-Dharma-Sastra (o Leyes de Manú) o del último texto de fisiología. Por otro lado, y como consecuencia de esto último, la misma indiscriminación parece gobernar la elección de las evidencias. En su afán de otorgar apoyo fáctico a sus tesis, por ejemplo, hará alusión, en el apartado acerca de la "herencia de los modos de hiperestesia del ojo" (Lucas, 1847, p. 409), a sujetos que pueden ver a través de los objetos o a distancias increíbles, reportados por los periódicos de la época; de igual modo, se combinan sin distinción casos que Lucas conoció directamente con relatos o descripciones extraídas de las fuentes más disímiles - en tal sentido, y al menos en lo que concierne a lo metodológico, es posible coincidir con la opinión de Balan acerca del anacronismo del proceder de Lucas, sobre todo si tenemos presente su paradójico rechazo del valor de las estadísticas como medio de comprobación de lo hereditario (Lucas, 1850: p. 726). Para concluir, se podría tal vez hablar de un tercer modo de aglomeración, producida por la subdivisión del dominio de los fenómenos. Nos referimos con ello al hecho de que, verbigracia, al momento de desarrollar la "herencia de la estructura externa" (Lucas, 1847: p. 194), el autor no tenga otro recurso que apilar los testimonios sobre la transmisibilidad hereditaria de la cara, la altura, el volumen, el color de piel, etc.; asimismo, al abordar la herencia de las capacidades sensoriales (Lucas, 1847: p. 371), Lucas procede nuevamente por división, y habla de cuanto sucede respecto de cada uno de los sentidos; del mismo modo, en su tratamiento de la herencia de las "neuropatías de la motilidad" (Lucas, 1850: p. 735), no puede sino enumerar ejemplos del carácter hereditario de las convulsiones, la corea, la histeria, la epilepsia, el tétanos y la catalepsia. En síntesis, la proliferación de ejemplos (y de ejemplos tomados de cada función o aparato humanos) viene a suplir la falta de una teoría médica o biológica que, brindando un amparo doctrinal a los fenómenos, tornaría innecesaria tal multiplicación de casos. Ante la carencia de dicha teoría, el tratado avanza atesorando ejemplos de herencia de cada rasgo, cada órgano, como si solamente un repaso exhaustivo de los fenómenos vitales avalara la legitimidad de una ley general.
Sería injusto, empero, equiparar la obra de Lucas con un mero ordenamiento o recopilación de evidencias referidas a la herencia de distintos aspectos (físicos y morales) del ser humano. Sin desconocer que ese designio debe ser contado como uno de los réditos alcanzados por el Traité, es imperioso recordar que la fuerza argumentativa del libro vino dada por su carácter sistemático y teórico. Es decir que Lucas superpuso a tales evidencias un aparato de nociones que eran capaces de ordenar el conjunto heteróclito de hechos. En primer lugar, sobresale su noción de invención o innatismo. La Vida, según nuestro autor, no está condenada a reproducirse siempre a sí misma sin ningún tipo de modificación; al contrario, ella puede mutar dentro de ciertos límites. Como fruto de la reproducción siempre pueden aparecer variaciones que, en última instancia, son espontáneas e independientes de toda causa (Lucas, 1847: pp. 184-185; 1850: pp. 442-443). Es justamente la tesis de la espontaneidad de las variaciones (inscrita en un sistema que contrapone herencia y variación) lo que más fuertemente aproxima el texto de Lucas a la teoría de Darwin (Churchill, 1987). No obstante, un abismo separa a ambos pensadores, pues según Lucas la inneité opera sólo a nivel individual, permaneciendo las especies inalterables (Lucas, 1847: pp. 97-100, 132, 171-172).

Herencia de transformación
Procederemos ahora a analizar un segundo concepto de Lucas, el cual no solamente hace al núcleo de su doctrina, sino que nos servirá principalmente para dirigirnos al rol de esta obra en el territorio específico de la medicina mental. Antes de ello, algunas palabras acerca de la función que el sistema nervioso desempeña según la perspectiva de nuestro autor. En efecto, del mismo modo que Lucas esgrime que estudiar al Hombre es el medio más directo para comprender las fuerzas de la Naturaleza -pues el primero es una suerte de microcosmos que refleja el macrocosmos de la Vida (Lucas, 1847: pp. xxii-xxiii)-, la misma lógica gobierna la relación entre el organismo singular y su aparato nervioso. Partiendo de las tesis de Jean-Joseph Virey que aquí no podemos desarrollar, Lucas funda su teoría en la certeza de que dicho aparato es el órgano principal del ser vivo: "...los principales caracteres de la existencia física están bajo su dependencia y no ofrecen, de alguna forma, sino una representación segunda de él [es decir, del sistema nervioso]" (Lucas, 1847: p. 9; véase pp. 8-14, 46-47). Ese argumento alcanza para explicar que los asuntos referidos a esa función ocupen un lugar tan destacado en el Traité: largos desarrollos sobre la herencia de lo moral (impulsos, tendencias a la criminalidad, personalidad, inteligencia [Lucas, 1847: pp. 434-593]), y fundamentalmente sobre la naturaleza hereditaria de los padecimientos nerviosos (1850, pp. 670-824). Estas disquisiciones se ligan estrechamente al modo en que Lucas presenta el segundo concepto de interés: la herencia mórbida de transformación (1850, pp. 651-669), es decir el proceso por el cual la transmisión hereditaria de una patología produce como efecto que el descendiente padezca una enfermedad distinta a la que afectaba a sus progenitores. En sintonía con el hecho de que Lucas equipare al sistema nervioso con una síntesis o representación de la integridad del organismo, el autor dirá que las patologías nerviosas son las más propensas a la herencia de transformación (1850: pp. 669, 818). No tendremos ocasión de detenernos en la larga serie de ejemplos que Lucas brinda. Sin embargo, importa señalar dos cosas al respecto. Primero, a pesar de que es evidente que, tal y como diversos historiadores lo han manifestado, este concepto es una de las fuentes que permitieron a Morel la postulación de su teoría de la degeneración, sería necesario revisar -y esperamos poder hacerlo en un futuro escrito- hasta qué punto este último autor se atuvo a las nociones de Lucas, sobre todo si recordamos la insistencia con que éste señaló que la herencia de transformación tiene límites muy estrictos; es falso creer que cualquier enfermedad puede producirse por ese medio a partir de no importa qué patología (véase Lucas, 1850: pp. 650, 666, 800)12. Segundo, una vez más hay que ser cautelosos al definir cuál fue el aporte de Lucas en lo atinente adicho concepto. Si bien varios autores anteriores habían reconocido la existencia de esa herencia de transformación (véase Portal, 1808: pp. 214-215; Piorry, 1840: pp. 150-151), nuevamente el autor del Traité transforma una tradición hecha de ejemplos dispersos y poco formalizados en una teoría con solidez argumentativa.

Libertad y determinación
¿Constituye el sistema construido por Lucas un determinismo hereditario? La respuesta a ese interrogante no solamente sirve para aprehender las ilusorias pretensiones del Traité, sino que también recorta uno de los callejones sin salida de las teorías hereditarias de ese entonces. Aparentemente, el interrogante debería ser contestado por la negativa, pues la existencia de la inneité garantiza a todo momento la posibilidad de ruptura o discontinuidad de la reproducción de lo mismo. Todos los estratos y elementos de un organismo, a excepción del tipo específico o de especie, están sometidos en igual medida a ambas leyes, siendo imposible decidir de antemano qué rasgos, luego de la procreación, serán repetidos en la descendencia (gracias a la herencia) y cuáles se presentarán por vez primera en la progenie (vía la inneité). Esa solución venía a resolver doctrinalmente un hecho al que todos los autores se enfrentaban respecto de las genealogías: jamás, a pesar de la verdad del axioma de Linneo aceptado por todos (Lo similar produce lo similar), era posible hallar dos individuos completamente iguales. De todas formas, esa presunta escapatoria de la determinación hereditaria es engañosa. Si la fuerza o tendencia que efectúa la reproducción de lo mismo es a fin de cuentas una potencia argumentada solamente por la superposición de las aglomeraciones ya descritas, el estatuto de la segunda ley es más débil e incierto aún. La inneité no tiene otro cariz que negativo; ella entra en escena exclusivamente para explicar cuanto no alcanza a ser descrito en términos de la ley de herencia. En tal sentido, cabe retomar la crítica que Ribot hará a este concepto de Lucas. El autor de L'hérédité psychologique afirmará, develando sintomáticamente de ese modo una notoria dificultad del Traité, que las excepciones de lo hereditario, explicables según Lucas por la intervención de la inneité, no ameritan ni fundamentan de ningún modo una ley distinta, pues son reductibles también a la herencia. En el mejor de los casos, son meras excepciones de la regla, producidas accidentalmente por otras causas, pero jamás amparadas por una legalidad que, en la visión de Ribot, sería un sinsentido (Ribot, 1873: pp. 226-261)13. Por otro lado,
la equivocidad de su noción de variación se percibe mejor aún en su concepción acerca de la individualidad, pues ésta es la dimensión en que más claramente se manifestaría aquella ley14. En tal sentido, si lo individual es asimilado a un reducto de variación, al paréntesis más contundente que suspende por un instante la eterna repetición de la herencia, habremos de preguntar a la concepción sobre la individualidad la respuesta por los equívocos presentados por la referida ley. Sin lugar a dudas, el momento en que la obra de Lucas más claramente elabora una perspectiva sobre el individuo reside en el apartado dedicado al carácter heredable de los impulsos criminales. Su tesis esencial se resume de lasiguiente forma: no hay herencia de los actos, sino solamente de los impulsos que están en la base de ellos; lo más importante es que "...entre el impulso y el acto existe un intervalo" (Lucas 1847: p. 456), en el cual la conciencia libre tiene el absoluto poder de decisión. De tal forma, y siguiendo aquí a los prolijos análisis de Jean Borie (Borie, 1981: pp. 71-81), es dable afirmar que así como la inneité era utilizada para explicar meramente cuanto escapaba a toda comprensión en términos de lo hereditario, del mismo modo la individualidad permanece reducida a la mera capacidad de resistencia frente a la fuerza del pasado. Una visión así no alcanza para fundar una noción de individualidad, ni desmiente un determinismo que, aunque fugazmente objetado por una conciencia vacua, permanece soberano.

Palabras finales
La serie de conceptos evaluados permitió a Prosper Lucas formalizar y sistematizar el terreno de lo hereditario de un modo hasta entonces inédito, logrando ese éxito mediante la postulación de una teoría que quería englobar y aunar una multiplicidad heterogénea de fenómenos, particularmente los ligados al escollo mayor de todo abordaje clásico sobre la herencia: la existencia irrefutable de la diferencia entre los seres. El Traité supera ese obstáculo proponiendo los dos conceptos que persiguen dar cuenta de la heterogeneidad al interior de un sistema que se gobierna por la definición tradicional de la transmisión hereditaria (entendida como la creación de lo mismo por lo mismo): la ley de inneité y la herencia de transformación. De todas formas, lo que signa el carácter paradójico, y a fin de cuentas imposible, de ese intento es la carencia de un saber científico que sea capaz de esclarecer el problema de la herencia. Desprovisto de tal saber, Lucas recurre ya sea a una hipótesis metafísica sobre la Creación, ya sea a la explotación infatigable de dos metodologías (la erudición y la proliferación de "casos") que la ciencia de su tiempo comenzaba a descartar. Ese fracaso no impidió la popularidad del texto de Lucas entre los médicos y psiquiatras de la segunda mitad del siglo XIX. Ya hemos recordado que su fuerte influencia sobre la tradición de la heredo-degeneración basta para señalar su importancia en lo que atañe al pasado de las ciencias del hombre. Más allá de ese impacto, el estudio del Traité sirve al afán de reconstruir de qué modo, pese a qué inconvenientes y en relación a qué inquietudes, diversos saberes (desde la medicina mental a la psicología y la criminología) forjaron un objeto epistémico como la herencia, el cual estará en el centro de tales discursos hasta al menos la primera mitad del siglo XX.

Notas

1 En lo concerniente a ese punto, no podemos sino recomendar la lectura del texto de Pablo Pavesi (1993). Dado que nuestro interés esencial es analizar la estructura interna de la obra de Lucas, no desarrollaremos extensamente su probable impacto sobre la teoría de Darwin, pues ese estudio no atañe directamente a la historia de la psicología o la psiquiatría.

2 Hemos analizado en detalle las teorías de esos autores en un capítulo de nuestra tesis doctoral. Recordemos aquí simplemente los rasgos más característicos de aquellas. El texto de Portal se define esencialmente por la propuesta del autor de explicar la casi totalidad de las enfermedades hereditarias como una consecuencias del "mal escrofuloso" (Portal, 1808: pp. 217-226). El trabajo de Fodéré sobresale por su insistencia en recordar que normalmente se hereda la disposición a una enfermedad en lugar de la patología en sí (Fodéré, 1813: tomo V, p. 363). Por su parte, uno de los caracteres distintivos del libro de Petit reside en el modo en que el médico francés defiende las tesis del preformacionismo ovista (Petit, 1817: pp. 57-59). Por último, y tal y como ha sido demostrado por López Beltrán (1994), el rasgo fundamental del tratado de Piorry es que en él se produce la reificación de la herencia.

3 Al respecto, véase una de las pocas reseñas que hemos podido hallar sobre el texto de Lucas, escrita por Brierre de Boismont en 1849, luego de la aparición del primer tomo: "El estudio de este asunto importante [la herencia] suscita gran cantidad de problemas, cuya solución ha presentado hasta hora dificultades insuperables (...) Hasta el presente, este estudio no había dado lugar sino a bocetos. Lucas ha querido considerarlo bajo todos sus aspectos; su libro es el más completo y el más valioso que haya sido publicado sobre la materia..." (Brierre de Boismont, 1849: p. 221). Esa misma aseveración se halla en el texto que publicitaba la obra, seguramente escrito por el propio Lucas, que nosotros hemos hallado en un volumen de Guibourt de 1851 (Anónimo, 1851).

4 López Beltrán está en lo cierto cuando concluye que el texto de Lucas "...no estaba en sintonía con los desarrollos de las ciencias biológicas de la última parte del siglo XIX. Ese anacronismo, y su utilización exhaustiva del método de inducción basado en el "caso por caso" -tan popular en la vieja literatura médica acerca de lo hereditario, pero desacreditado en su época- condenaron sus habilidades analíticas a un éxito poco duradero. Solamente la primera generación de sus lectores pudo apreciar el orden que él introdujo en el terreno de la herencia" (López Beltrán, 2004: p. 63).

5 Un comentario de 1859, realizado por Jules Michelet, admirador de la obra de Lucas, atestigua claramente que los alcances de aquella quedaron confinados a las profesiones mencionadas: "En 1847 (...) el doctor Lucas publicó un libro sobre la Herencia física (sic.), 2 vol., in 8º. Libro importante, capital, a pesar de ciertas nubes de abstracción, no dejaba de indicar en el autor, entonces desconocido, una mente grande y excelente. La prensa se ocupó poco de él. ¿Qué fue del autor?, lo ignoro. Lo he buscado en vano. Si todavía vive, le pido que reciba aquí el testimonio de mi reconocimiento y admiración" (Michelet, 1859: pp. 342-343).

6 En palabras de Lucas: "...el presente, en efecto, para la naturaleza del ser, para sus diversos grados de desarrollo físico, de desarrollo moral, para sus diversos estados de salud y enfermedad, no es, ni lo único que importa, ni lo único que opera; todo proviene de más lejos; el ser está enteramente bajo el efecto de la fatalidad, está sometido al destino de una vida anterior. Esa vida precedente es la de sus padres..." (Lucas, 1850: p. 869).

7 Acerca del valor estratégico que la herencia jugó en la medicina y la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XIX, remitimos al lector a la bibliografía especializada (Dowbiggin, 1991; Foucault, 2000: pp. 269-296; Waller, 2003).

8 Para ilustrar el primer modo de familiarización, nada mejor que citar uno de los textos clásicos de esa tradición: "Cuando, en efecto, vemos entre los parientes de un individuo el aparato de inervación tan profunda y diversamente modificado, lesionado, alterado, viciado de todas las maneras posibles, y en todos sus modos de manifestación funcional, dinámica y orgánicamente hablando, es fácil reconocer el tipo de fatalidad patológica que pesa sobre el individuo" (Moreau de Tours, 1859: pp. 36-37). En cuanto al segundo procedimiento, cabe dirigir la mirada al texto de Trélat: "... aquello que despierta la compasión más dolorosa son las torturas infinitas impuestas por seres aquejados de un mal muchas veces indestructible a naturalezas excelentes, vivaces, productivas (...) Ese género de malestar que se apodera del hombre al momento en que, luego de haber soñado con la felicidad en su matrimonio, percibe que se ha unido a un ser desprovisto de razón, tal vez incurable (...), ese malestar es más fuerte que la muerte pues él mata aquello que hay de bueno, deja vivir todo lo que daña o aflige, y se transmite a los niños, quienes, en lugar de ser el orgullo y la alegría de la familia, pueden ser su disgusto, su desesperación y su vergüenza inmerecida" (Trélat, 1861: p. VIII).

9 A tal respecto, nos permitimos citar a uno de los comentadores más lúcidos de la obra de Lucas: "Nos equivocaríamos, seguramente, viendo en las dificultades de Lucas algo que fuese intrínseco a su objeto de estudio. Las fatalidades que él afronta no son las que el orden de las cosas le impone, sino las que se deducen de los postulados del pensamiento burgués y «democrático»" (Borie, 1981: p. 73).

10 En resumen, la preocupación de todos los sistemas de la generación reside en explicar cómo se genera un nuevo ser, cómo se produce la aparición de un organismo a partir ya sea de sus padres, ya de un fragmento de un ser ya existente. Por otro lado, las dos teorías de la generación (preformacionista y epigenetista) niegan la herencia pues afirman, respectivamente, que nada se transmite dado que todo existe ya de antemano, o debido a que todo nace desde una masa informe. No habrá teoría de la herencia sino desde el momento en que se postule la existencia de un factor, una fuerza, una legalidad autónoma que funcione como causa y condición necesaria de transmisiones que conforman cadenas genealógicas. En tal sentido, por más erradas que hayan sido las teorías médicas del siglo XIX (entre ellas la de Lucas) en comparación a los ulteriores descubrimientos de la biología, aquellas tienen el mérito de haber postulado durante más de un siglo la segura eficacia de un mecanismo con capacidad de asegurar las líneas de transmisión generacional. Esa constatación autorizará a López Beltrán (1994) a sostener que fue en el dominio de la medicina adonde se forjó el objeto herencia, tal y como luego éste será precisado por la biología.

11 Ese elemento será tempranamente criticado por Trélat, en la reseña que en 1847 escribió acerca del primer volumen de la obra de Lucas (Trélat, 1847: p. 154). Si bien el método de inducción utilizado por el autor podría ser históricamente contextuado, es dable afirmar, tanto en base a las críticas que sus contemporáneos le dirigieron como a partir del análisis del rol cumplido por tal método al interior del tratado, que esa aglomeración de casos es un poco disonante respecto de las metodologías que por ese entonces se imponían en el terreno de la medicina clínica (por ejemplo, la estadística). Por ejemplo, sería útil comparar el modus operandi de Lucas con el usado por un antecedente en la materia de la herencia: el texto de Gaussail (1845), donde la función de cada "caso" difiere de los ejemplos esgrimidos por Lucas.

12 Respecto de la relación que puede ser establecida entre las teorías de Lucas y los desarrollos de Morel, nos permitimos resumir aquí los argumentos centrales que hemos presentado en otra comunicación. En primer lugar, es evidente que cada vez que Morel debe indicar cómo concibe el mecanismo de la transmisión hereditaria, se limita a reenviar al tratado de Lucas (véase por ejemplo Morel, 1857: p. 323; 1859: p. 265; 1860: p. 117). En segundo lugar, resulta claro que el autor de la teoría de la degeneración deja de lado la noción de innatismo; un diáfano ejemplo de ello es su concepto de tipos disímiles (Morel, 1867). Para concluir, la suerte de equiparación que Morel establece entre herencia y factor mórbido contradice sin ambages la tesis de Lucas según la cual aquella no es capaz de crear nada, pues su función es meramente reproducir lo existente.

13 Ribot formula de este modo esa paradoja: "...para comprender cuán poco carácter de ley posee la inneité, que se recuerde que la ley es idéntica a los fenómenos que ella rige, pues ella no es más que la expresión de lo que hay de permanente y de esencial en ellos, y que ella permite predecir (...) Pero si se supone la ley de inneité, no hay más ninguna predicción o previsión posibles, debido a que todo puede producirse, pues la diversidad es la regla: es el desorden en permanencia. Ahora bien, jamás se puede extraer una ley de allí. Una ley se descubre por un trabajo de abstracción y generalización que no puede ser aplicado a casos completamente diversos, pues uno se propone justamente buscar los parecidos y eliminar las diferencias" (Ribot, 1873: pp. 235-236). Jacques Moreau de Tours, de la misma forma, no tendrá dificultad en demostrar que la ley de inneité no es otra cosa que la confirmación de la ley de herencia (Moreau de Tours, 1859: p. 103). Siguiendo esa senda, cabe preguntar si Lucas, aun a pesar de su explícito rechazo de tal perspectiva (Lucas, 1847: 179-180), no termina equiparando a las variaciones con anomalías de la herencia.

14 "...la naturaleza retoma, en la procreación de la individualidad, la originalidad que ella pierde en las especies [pues, para Lucas, la inneité no puede influir sobre el tipo específico, la conformación de la especie]: en la individualidad, su genio de invención no puede obviamente franquear los límites de aquellas; pero dentro de los límites en que ella se encuentra encerrada, combina con tantos matices y proporciones, los caracteres fijos de los cuales puede disponer, de forma tal que ella extrae, bajo nuestros ojos, una multitud de seres distintos a partir de un mismo ser; y el hecho de hallarla tan inagotable, tan incomprensible e inspirada, en sus creaciones de segunda mano, parece en realidad que conserva o retoma toda su libertad de imaginación y de composición" (Lucas, 1847: p. 101; el subrayado me pertenece). Pablo Pavesi ha demostrado con total lucidez que la noción de individualidad queda proscrita del pensamiento de Lucas, y que su suerte no deja de ser problemática incluso en quien funda la posibilidad de su toma en consideración, Darwin (Pavesi, 1993). En efecto, la diferencia entre ambos autores antes mencionada, caracterizada por el rechazo de Lucas a concebir una modificabilidad de las especies, se explica en último término por la ubicación que sendas teorías asignan al elemento individual y las variaciones. En tanto que para Darwin lo positivo es la existencia de variaciones e individuos, siendo las especies una mera abstracción que resulta del promedio de la dispersión de seres particulares, en Lucas se produce la relación inversa. Aquello que tiene existencia necesaria es la especie (equiparada con una Forma inmutable y eficiente), mientras que el individuo es una suerte de manifestación o excrecencia, siempre imperfecta e inacabada, de aquella, tal y como se percibe en este fragmento: "Pero la especie no está jamás y no puede jamás estar de alguna forma toda entera y simultáneamente, ni en todos sus grados, ni bajo todas sus formas, ni bajo todos sus tipos posibles de existencia y manifestación, en el individuo; ella no se realiza, en su plenitud y en su absoluto, sino por la infinidad y por la sucesión de las épocas y de los seres" (Lucas, 1847: p. 144). El razonamiento que en Lucas asegura que incluso existiendo variaciones respecto del individuo, las familias y las razas, permanecerá inmutable el nivel de las especies, sirve asimismo para recortar otra grave inconsistencia de su concepto de inneité: las variaciones son a la vez transmisibles y esporádicas (esto es, las razas y variedades alteradas por esos efectos de la invención tienden siempre a retornar luego de un tiempo a su estado original) (Lucas, 1847: p. 133), queriendo ello decir que transmiten tanto su contenido como su imposibilidad de transmisión.

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Fecha de recepción: 15 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 15 de septiembre de 2009

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