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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.17  Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2010

 

PSICOANÁLISIS

La nominación imaginaria en la neurosis obsesiva

The imaginary nomination in the obsessional neurosis

Godoy, Claudio1; Schejtman, Fabián2

1Licenciado en Psicología. Profesor Adjunto Regular de la Cátedra II de Psicopatología, Facultad de Psicología, UBA. Codirector de la Investigación UBACyT PO22. E-mail: claudiog@arnet.com.ar
2Licenciado en Psicología. Profesor Titular Regular de la Cátedra II de Psicopatología, Facultad de Psicología, UBA. Director de la Investigación UBACyT PO22 (2008-2010): "El sinthome en las neurosis: abordajes de las neurosis en el último período de la obra de Jacques Lacan (1974-1981)". E-mail: fschejtman@psi.uba.ar

Resumen
En el presente trabajo abordamos -en el marco de una investigación sobre las neurosis en el último período de la enseñanza de Jacques Lacan (1974-1981)- la neurosis obsesiva a partir de una las tres formas de anudamiento propuestas por Lacan en el Seminario 22 "R.S.I.": la nominación imaginaria. La misma nos permitirá realizar una relectura de la función de la defensa en la neurosis obsesiva en su relación con el yo, la consciencia-de-si y la inhibición. También nos dará una formalización nodal, la cual constituye una escritura que permite localizar diversos problemas clínicos propios de esta neurosis.

Palabras clave: Yo; Inhibición; Defensa; Imaginario; Consciencia-de-sí

Abstract
In this work we will tackle -as a part of an investigation about neurosis in the last period of Jacques Lacan teaching (1974-1981)- the imaginary nomination in the obsessional neurosis as one of the three ways of linkages propounded by Lacan in the Seminar 22 "R.S.I." . This will enable us to make a new reading between the obsessional neurosis and the ego, the self-conscience and the inhibition. This will also give us a nodal formalization, permitting localize different clinic and specific problems from this neurosis.

Keywords: Ego; Inhibition; Defense; Imaginary; Self-conscience

1. Introducción
En el presente trabajo abordamos -en el marco de una investigación sobre las neurosis en el último período de la enseñanza de J. Lacan1- a la neurosis obsesiva a partir de una las tres formas de anudamiento propuestas por Lacan en la clase final de su Seminario 22 "R.S.I" (Lacan 1974-75, 13-5-75). Allí recurre al ternario freudiano de la inhibición, el síntoma y la angustia para destacar que cada uno de estos términos podría cumplir una función de cuarto redondel de cuerda que sostiene el anudamiento de los tres registros: real, simbólico e imaginario. A su vez -y precisamente por venir a cumplir con dicha condición- operan en la estructura nodal como "nombres del padre". Cada una ellas, por su parte, redobla a uno de los registros, distinguiéndose así una nominación imaginaria (inhibición), una nominación simbólica (síntoma) y una nominación real (angustia). Consideramos que estas indicaciones brindan una crucial herramienta formal para pensar la clínica de las neurosis -lo que ya hemos destacado en otro trabajo (cf. Godoy-Schejtman 2009a).
En el marco que aquí nos ocupa, indagaremos un modo privilegiado de anudamiento en la neurosis obsesiva. Si bien no es el único posible -ya que podemos pensar distintas respuestas del sujeto, particularmente, en el recorrido mismo de un análisis-, consideramos que constituye uno fundamental ya que el mismo se desprende de la lógica que atraviesa todo el recorrido de la enseñanza de Lacan referido a este tipo de neurosis. Se trata de la "nominación imaginaria" -la inhibición- que cumple dicha función de anudamiento al operar como cuarto redondel de cuerda que redobla, justamente, al registro de lo imaginario. Podemos concebir, a su vez, dicha nominación como aquella que define a la consciencia obsesiva, lo que hemos propuesto en otro lugar (cf. Godoy-Schejtman 2009b) y que aquí retomaremos.

2. El yo, lo imaginario y la consciencia-de-sí
Durante los años ´40 y ´50, Lacan diferencia a la histeria de la neurosis obsesiva valiéndose de una serie de ejemplos de gran riqueza clínica. Es así que se refiere a los "jeroglíficos" y "monumentos" (cf. Lacan, 1953, 270) de la histeria, en oposición con los "laberintos" y "fortificaciones" de la neurosis obsesiva (cf. Lacan 1949, 90). Los jeroglíficos implican una escritura que se ofrece al desciframiento, mientras que los monumentos destacan la relación del sujeto con la historia. Este último ejemplo fue utilizado por Freud al señalar que "los histéricos sufren de reminiscencias" (Freud 1909, 13) y compara a sus síntomas con el Charing Cross y The Monument de la ciudad de Londres. Por el contrario, los laberintos indican una estructura que presenta una lógica muy diferente. Son construcciones enredadas y confusas, con múltiples caminos que no llevan a ninguna parte y permanecen aislados de la salida. Las fortificaciones al estilo de Vauban (Lacan 1948, 101), por su parte, son planos defensivos multiplicados con formas estrelladas y en zigzag que constituyen defensas enmarañadas, muy difíciles de franquear. Estos tempranos ejemplos le sirven para distinguir las líneas de fragmentación funcional que manifiesta el síntoma conversivo histérico -como uno de los fenómenos de cuerpo fragmentado-, en contraposición con la unidad y fortaleza del yo obsesivo. De este modo, en el primer caso el sujeto padece la fragilidad del cuerpo que pierde su unidad al recortarse una función (recordemos, por ejemplo, el paradigmático estudio freudiano sobre las parálisis histéricas); mientras que en el otro, el sujeto queda atrapado el la rigidez de la ilusoria unidad de su fortaleza yoica. Se aprecia fácilmente la tensión entre fragilidad y fortaleza, entre la fragmentación y la unidad del yo; lo cual equivale a decir que la pantalla del yo en la histeria es bastante transparente y, por lo tanto, mucho más bajo el umbral que la separa del inconsciente (cf. Lacan 1951, 215).
Ahora bien, la fortaleza defensiva no deja nunca de ser un encierro. En efecto: "las plazas fuertes siempre tienen doble filo. Las construidas para protegerse del exterior son todavía más molestas para quien está dentro, y éste es el problema" (Lacan 1957-58, 440). Eso marca otra diferencia con la histeria. En ésta el objeto se sustrae, hace presente siempre un punto de fuga: ya sea del propio sujeto devenido objeto agalmático para el deseo del Otro o en su modo de afirmar el objeto de deseo (como en el célebre "quiero caviar pero no me lo den" de la Bella carnicera). Por su parte, lo que prima en el obsesivo es la propia jaula, la sensación subjetiva de estar inmovilizado, detenido (cf. Miller 2000, 16). Si se mueve es dentro de esa jaula, de allí el rasgo característico de mortificación inhibitoria que se destaca en la clínica de la neurosis obsesiva.
Luego de establecer la importancia de la consistencia imaginaria del yo en la defensa obsesiva, el trabajo de Lacan apuntó, en los años ´50, a destacar su relación con la estructura del fantasma en su dimensión escópica (la de un espectáculo que se ofrece a un observador) y en su perspectiva oblativa (como respuesta a la demanda del Otro). En dicho fantasma, el sujeto sostiene un espectáculo en donde realiza "hazañas" dirigidas a un espectador ubicado en el lugar del Otro. Si bien parece correr innumerables riesgos, ninguno de ellos es verdadero ya que el sujeto no está allí implicado a nivel del deseo, sino que deja solo una sombra de sí mismo en el plano imaginario del esquema L, donde transcurren sus proezas. Es por eso que Lacan lo compara con un "actor" (Lacan 1956-57, 29), con un "domador de circo" (Lacan 1957, 435) o, incluso, con un clown (Lacan 1956-57, 30) que despliega su rutina de peleas paródicas. Es así que trata de demostrar "hasta dónde puede ir ese otro con minúscula que no es más que su alter ego, el doble de sí mismo, y todo esto delante de otro quien asiste al espectáculo en el cual él mismo es espectador. Pues, en cambio, él no sabe qué lugar ocupa, y esto es lo que hay de inconsciente en él" (Lacan 1956-57). Resulta fundamental entonces no confundir esos dos lugares: el del alter ego, el actor que realiza la hazaña en la cual, pese a las apariencias, no hay hada del deseo en juego, y aquel desde donde se observa el espectáculo: "Es desde el lugar del Otro donde se instala, de donde sigue el juego, haciendo inoperante todo riesgo, especialmente el de cualquier justa, en una consciencia-de-sí para la cual sólo está muerto de mentiritas" (Lacan 1960, 790-1). El sujeto busca observarse desde el lugar del Otro, se instala allí, trata de ver qué imagen le da al Otro y es así que queda atrapado en la misma, esclavo de ese amo que supone lo mira, desconociendo su propia instalación en ese punto. Mirada a la que debe apaciguar complaciéndola, demostrando -una y otra vez- su buenas intenciones en un trabajo esforzado, así como en el empeño que revelan sus proezas para sostener una imagen narcisista que atempere su exigencia. Pero también dicha posición es la de un esclavo que espera la muerte de ese amo para empezar a vivir; de ahí la ambigüedad esencial del homenaje que le dirige. Esta espera constituye un rasgo esencial de su detención temporal y revela la identificación que introduce una mortificación imaginaria.
La enseñanza de Lacan -partiendo de su teoría de lo imaginario y la función del fantasma- produce así un desplazamiento de lo que era la articulación entre el carácter obsesivo y el erotismo anal (presente en Freud y desplegada profusamente por los posfreudianos), al plano del yo en su estatuto imaginario y el funcionamiento escópico del fantasma. Esto no implica un rechazo de la importancia del erotismo anal -reelaborado por Lacan a partir de la relación del sujeto con la demanda del Otro- sino que ambas serán notablemente conjugadas entre los Seminarios 8 y 10 al señalar la función oblativa del fantasma obsesivo.

3. La inhibición y su función de anudamiento
El obsesivo supone en su fantasma una falta en el Otro, pero que podría ser colmada a través de una serie de objetos cesibles como "dones" -oblatividad- con los que respondería a esa demanda. Este es su modo de desconocer la castración del Otro a través de la reducción del deseo a la demanda. Ello le asegura su valor de falo imaginario para el Otro, el cual es equivalente a esa imagen idealizada que sostiene en la hazaña. Por eso "en el fondo de la experiencia del obsesivo hay siempre lo que yo llamaría cierto temor a deshincharse, respecto de la inflación fálica. En cierto modo, en su caso la función del falo no podría tener mejor ilustración que la fábula de la rana que quiere ser tan grande como el buey" (Lacan 1960-61, 293).
El control esfinteriano y la puesta en juego del objeto anal nos revela la relación del sujeto que cede una parte de su cuerpo -su "regalo"- porque el Otro así lo pide, obteniendo su reconocimiento amoroso y una ganancia narcisista. Es debido a esto que el don no se agota en la vertiente anal del objeto sino que implica también dar una imagen. Ambos planos se conjugan notablemente: el objeto anal es revestido imaginariamente por el falo en el plano escópico.
Ya en el Seminario 2 encontramos una indicación que va en esta línea y que destaca el costo de encierro que conlleva esta particular "solución" obsesiva: "en la posición del obsesivo todo lo que pertenece al orden del don está apresado en una red narcisista de la que no puede salir" (Lacan 1954-55, 325). Esto será retomado en el Seminario X: "aquello que él considera que aman es una determinada imagen suya. Esta imagen, se la da al otro. Se la da hasta tal punto que se imagina que el Otro ya no sabría de qué agarrarse si esta imagen llegara a faltarle... El mantenimiento de esta imagen de él es lo que hace que el obsesivo persista en mantener toda una distancia respecto de sí mismo, que es, precisamente, lo más difícil de reducir en el análisis" (Lacan 1962-63, p. 348).
Consideramos que, desde las formas de anudamiento de cuatro redondeles de cuerda presentadas en el Seminario 22, la inhibición, en tanto nominación imaginaria, es la que permite formalizar la captura del sujeto en esta imagen oblativa y su puesta a distancia, que llama también consciencia-de-sí. En el Seminario 24 dirá que la neurosis obsesiva es "el principio de la consciencia" (Lacan 1976-77, 11-05-77). Esta nominación anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real pero al costo, entonces, de una inhibición.
La inhibición es definida, en el Seminario 10, como "la detención del movimiento" (Lacan 1962-63, 18). Detención que no hay que tomar en el sentido ingenuo -puesto que un obsesivo puede desplegar mucha actividad en sus hazañas-, sino en aquel por el cual la vida del sujeto está "frenada", "detenida" en lo que concierne a su deseo, sostenido por ello en la imposibilidad. Desde esta perspectiva, el deseo imposible mismo del obsesivo puede leerse como una consecuencia del anudamiento inhibitorio. Si la procastinación y la duda eran presentados por Lacan en su función de "rasgos de carácter del obsesivo", y no como síntomas, es porque estos testimonian una detención inhibitoria en el plano temporal. Esto mismo se redobla, en plano del pensamiento y el lazo social, con el aislamiento.
De las dos escrituras posibles de la nominación imaginaria en el nudo borromeo (I-ni-R-S y I-ni-S-R), consideramos a la segunda como más apropiada (I-ni-S-R), ya que ésta permite dar cuenta de lo que está en juego en la neurosis obsesiva: un desdoblamiento de lo imaginario que viene a colmar la falla en lo simbólico. Dicho desdoblamiento efectúa una coalescencia de la imagen del yo y el Otro, tal como lo destacaba el fantasma oblativo. Ésta es la modalidad más paradigmática de la defensa obsesiva frente a lo real. Podemos llamar a este anudamiento la "armadura obsesiva" pues sus "defensas tienen la forma de una armadura de hierro, de una montura, de un corsé donde detiene y se encierra, para impedirse acceder a lo que Freud llama en algún lado un horror desconocido a sí mismo" (Lacan 1959-60, 245).
Consideramos entonces que esta consciencia-de-si del obsesivo, producto del desdoblamiento de lo imaginario, puede abordarse como una detención inhibitoria que privilegia la dimensión temporal de la procastinación y la espera. Esto la diferencia de la fobia (un síntoma que organiza, en su función simbólica, la relación del sujeto con el espacio) o de la histeria (que encuentra en la huella significante la eficacia de su recorte corporal). Para defenderse del acto al que lo llevaría el deseo -el cual es sin Otro que lo observe y sin garantía-, se sostiene en una nominación que introduce una mortificación imaginaria. El obsesivo se "encadena" en esta nominación doblemente: sostiene lo que podríamos llamar con Freud una "salud aparente", mantiene trabajosamente a raya la irrupción de lo real en la angustia o el síntoma, pero al precio de quedar atrapado en esa imagen que ofrece -oblativamente- al Otro. El funcionamiento de la armadura obsesiva le brinda cierta estabilidad estructural, lo que Freud llamaba el "éxito de la defensa" o "carácter". Por el contrario, el encuentro con lo real que desanuda la nominación imaginaria produce el fracaso de la defensa, lo que podríamos llamar la neurosis "desencadenada". Podemos ubicar en ese borde la función del "embarazo" destacada en el Seminario X y retomada en relación a la neurosis obsesiva en Televisión. Es el efecto "cizalla" -un instrumento de corte- que "llega al alma con el síntoma obsesivo: pensamiento con que el alma se embaraza (s´embarrasse), no sabe qué hacer" (Lacan 1973, 88). El embarazo marca un despliegue de la inhibición en el vector de la dificultad, se encuentra en proximidad con la angustia y nos permite situar el punto en donde el sujeto que creía savoir faire con su imagen, se topa con un límite en el que su alma (que podríamos pensar aquí como equivalente a su "consciencia-de-si") no sabe ya qué hacer.
Esto permite -especialmente si el síntoma encuentra su partenaire en un analista- la histerización discursiva del obsesivo y la apertura del inconsciente. A partir de allí se abre la posibilidad a nuevas formas de anudamientos y reanudamientos -efectuados por otras formas de nominación- las cuales van escandiendo la dirección de la cura.

4.- El corte de la nominación imaginaria
De todos modos puede advertirse que, todo este escenario obsesivo y su espectáculo, intentará montarse transferencialmente en el análisis. El analizante narra como se observa a sí mismo y sus peripecias más o menos heroificadas, dando una imagen para el analista que lo observaría desde el palco, "trabajando" como esclavo para él, quien gozaría supuestamente del espectáculo. Es lógico entonces que las maniobras transferenciales propuestas por Lacan para la neurosis obsesiva apuntasen a desmontar, a producir un corte, en dicha escena. Buscaba la manera de ir en otra dirección de la que el fantasma obsesivo inercialmente fija. Este corte propulsó su búsqueda en torno a lo que se dio en llamar sus "sesiones cortas". La ruptura del rígido encuadre de los clásicos 50 minutos en los que lo había fijado la IPA. Para Lacan se trataba de una vertiente obsesiva de los analistas mismos que reforzaba la de sus pacientes. El corte -que puede ponerse en juego no sólo a través de la interrupción de la sesión- introduce lo no calculable, la sorpresa, la contingencia: "¿Cómo dudar entonces del efecto de cierto desdén por el amo hacia el producto de semejante trabajo? La resistencia puede encontrarse absolutamente desconcertada. Desde este momento, su coartada hasta entonces inconsciente empieza a descubrirse para él, y se le ve buscar apasionadamente la razón de tantos esfuerzos" (Lacan 1956, 303). Este "desconcierto de la resistencia" y el descubrimiento de su coartada -tal como lo llamaba en los años ´50- nos parece un buen ejemplo de lo que retomará luego, con mayor precisión en el Seminario 24, en términos de "perturbar la defensa" (Lacan 1976-77, 11-01-77). Ello constituye el corte mismo de la nominación imaginaria, algo que pone a prueba el deseo del analista para evitar el adormecimiento al que el obsesivo lo destina en el aburrimiento del palco al que dirige sus escenas.

Notas

1Proyecto UBACyT P022 2008-2010 "El sinthome en las neurosis: abordajes de las neurosis en el último período de la obra de Jacques Lacan (1974-1981)". Director: Fabián Schejtman, Codirector: Claudio Godoy.

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Fecha de recepción: 30 de marzo de 2010
Fecha de aceptación: 20 de agosto de 2010

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