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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.18  Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2011

 

ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS Y NUEVOS DESARROLLOS

 

Merleau-Ponty y el psicoanálisis (de Freud y Lacan). Deseo, inconsciente y lenguaje

Merleau-Ponty and Freud and Lacan's psychoanalysis. Desire, unconscious and language

 

Lutereau, Luciano1

1 Licenciado en Psicología y en Filosofía. Docente, Cátedra I Psicología Fenomenológica y Existencial; Cátedra I Clínica de Adultos y Prof. Adjunto Historia de la Psicología, Facultad de Psicología, UBA. E-mail: lucianolutereau@hotmail.com

 


Resumen
De acuerdo con la modificación del punto de vista de Merleau-Ponty respecto del psicoanálisis (entre 1942 y 1945) ubicaremos sus interpretaciones del deseo y la sexualidad freudiana como fundamento de la incorporación del psicoanálisis en la fenomenología merleau-pontyana. En segundo lugar, consideraremos la interpretación merleau-pontyana de la noción de inconsciente, realizada en el transcurso de la década del 50. En la tercera parte del artículo se expondrá una divergencia fundamental entre la interpretación merleau-pontyana del psicoanálisis y el psicoanálisis de Lacan a propósito de la naturaleza del lenguaje, que hace incompatibles sus nociones de deseo e inconsciente.

Palabras clave:
Fenomenología; Psicoanálisis; Merleau-Ponty

Abstract

According to the modification of Merleau-Ponty's point of view regarding psychoanalysis (between 1942 and 1945) we will recognize his interpretations of the Freudian desire and sexuality as the groundwork of the incorporation of psychoanalysis into Merleau-Ponty's phenomenology. Secondly, we will consider Merleau Ponty's interpretation of the notion of unconscious, produced in the course of the 50's. Regarding the nature of language, in the third part of the article a fundamental divergence between Merleau Ponty's interpretation of psychoanalysis and Lacan's psychoanalysis will be presented, which makes their notions of desire and unconscious incompatibles.

Key words:
Phenomenology; Psychoanalysis; Merleau-Ponty


 

Merleau-Ponty y el psicoanálisis (de Freud y Lacan)
Deseo, inconsciente y lenguaje

Podría acordarse en que M. Merleau-Ponty ha sido el filósofo de la tradición fenomenológica que más se aproximó a una interlocución con el psicoanálisis. A diferencia de E. Husserl, quien sólo eventualmente menciona el nombre de Freud en su obra, Merleau-Ponty, desde La estructura del comportamiento (1942) hasta sus últimas notas de trabajo (Cf. Merleau-Ponty, 1958-59, 388) formuló consideraciones acerca del estatuto del psicoanálisis como disciplina. Asimismo, a diferencia J.-P. Sartre, quien siempre se mostró como un crítico ferviente del freudismo, Merleau-Ponty -especialmente después de La fenomenología de la percepción (1945)- intentó incorporar a la fenomenología los fundamentos del descubrimiento freudiano. Por último, a diferencia de Heidegger, quien no manifestara un interés por el psicoanálisis, y respondiera negativamente a la interlocución propuesta por Lacan (Cf. Roudinesco, 1994, 340), Merleau-Ponty fue asistente del Seminario lacaniano y, hoy en día, algunos comentadores proponen extraer las consecuencias de la influencia de esa enseñanza al sostener una "comunidad topológica" (Duportail, 2011, 85; Cf. Lutereau, 2008, 244) entre ambos autores.
Las relaciones entre la fenomenología de Merleau-Ponty y el psicoanálisis pueden ser exploradas en distintos niveles. En este trabajo propondremos la siguiente secuencia argumentativa, de acuerdo con tres secciones articuladas:

1. Luego de explicitar la modificación de su punto de vista respecto del psicoanálisis, entre 1942 y 1945, ubicaremos las concepciones del deseo y la sexualidad como fundamento de la incorporación del psicoanálisis en la fenomenología merleau-pontyana.
2. Por esta vía, en la última parte de su obra, puede comprobarse que Merleau-Ponty intenta hacer avanzar el psicoanálisis con el método fenomenológico. Un ejemplo manifiesto de este movimiento se encuentra en su interpretación de la noción de inconsciente, realizada en el transcurso de la década del 50.
3. No obstante, si bien Merleau-Ponty, ya en este último tiempo, se encontraba realizando una interpretación original del freudismo, concordante en muchos aspectos con las críticas de Lacan a los posfreudianos, cabe preguntarse por los límites de esta concordancia. En la última sección de este trabajo expondremos una divergencia fundamental entre ambos autores a propósito de la naturaleza del lenguaje, que repercute y hace incompatibles sus nociones de deseo e inconsciente, estudiadas en las dos secciones anteriores.

La articulación entre las tres secciones se explicita del modo siguiente: se expone, por un lado, la vía de ingreso del psicoanálisis en el pensamiento merleau-pontyano; por otro lado, se expone su punto de máxima elaboración; por último, se expone un punto de dificultad para la vinculación entre ambas disciplinas.
En esta corrección se justifica la articulación de las tres secciones. El propósito argumental del artículo se cumple exponiendo las tres secciones de modo independiente.

1. Del comportamiento integrado al cuerpo deseante
La estructura del comportamiento (1942) es la primera gran obra de Merleau-Ponty. Junto con Fenomenología de la percepción (1945) fue presentada para su acreditación como tesis de doctorado; y, si bien ambas obras suelen ser consideradas como dos momentos de una aproximación unitaria, tienen sustentos conceptuales diferentes (aunque convergentes). La participación del método fenomenológico no es un motivo explícito en el primer ensayo, fundamentado ostensiblemente en el recurso a la Gestalttheorie (a través de autores como K. Koffka, W. Koehler y P. Guillaume). En la exposición, la noción de comportamiento es entrevista como un recurso para discutir el dualismo del en-sí y el para-sí, aunque distinguiendo su concepción de la manifestación observable y refleja a la que el conductismo norteamericano la reducía. Asimismo, tampoco conservaba del enfoque de la Psicología de la Forma el proyecto naturalista que la subtendiera, esto es, para Merleau-Ponty, "las estructuras no están 'en' la naturaleza" (Merleau-Ponty, 1942, 199) sino que "la estructura es para una conciencia" (Merleau-Ponty, 1942, 204), denotando esta consideración el desarrollo de distintos niveles de integración del comportamiento en estructuras superiores, deinidas como órdenes de significación (materia, vida, espíritu). Es en el último tramo de la obra que pueden encontrarse referencias acusadas a la fenomenología husserliana, trazando quizás un puente hacia la interrelación entre cuerpo y percepción con que inicia su segunda obra. En este contexto expositivo es que se presenta lo que Merleau-Ponty llama una "interpretación del freudismo en términos de estructura" (Merleau-Ponty, 1942, 247).
El aspecto fundamental de la interpretación merleau-pontyana del psicoanálisis en La estructura del comportamiento se encuentra en la revisión de los fundamentos energéticos de la teoría freudiana. Así, por ejemplo, en la consideración de la distinción entre contenido latente y contenido manifiesto del sueño, "Freud creía que debía realizar este último bajo la forma de contenido latente en un conjunto de fuerzas y de entes psíquicos inconscientes que entran en conlicto con contra-fuerzas de censura, resultando el contenido manifiesto del sueño de esta suerte de acción energética" (Merleau-Ponty, 1942, 248). El riesgo denunciado en esta crítica es palmario: la metapsicología freudiana, al proponer un esquema explicativo de hipótesis mecanicistas (y dinámicas), transforma los descubrimientos del psicoanálisis en una teoría "metafísica" -en el sentido especulativo-.
La alternativa a las explicaciones causales del freudismo estaría en el recurso a la noción de estructura, como un modo de exponer un déficit de integración en el comportamiento:
"Ahora bien, es fácil advertir que el pensamiento causal no es aquí indispensable y que puede hablarse otro lenguaje. Habría que considerar el desarrollo no como la ijación de una fuerza dada sobre objetos dados también fuera de ella, sino como una estructura (Gestaltung, Neugestaltung) progresiva y discontinua del comportamiento." (Merleau-Ponty, 1942, 248).

Según Merleau-Ponty, la estructuración normal consiste en la capacidad de reorganización profunda de la conducta, de modo tal que las actitudes infantiles pierdan sentido en los niveles superiores. El modelo propuesto es el de una superación teleológica, a través de una integración conjunta. De este modo, "se dirá que hay represión cuando la integración sólo ha sido realizada en apariencia" (Merleau-Ponty, 1942, 249). El efecto de la represión se manifestaría a través de la subsistencia en el comportamiento de sistemas relativamente aislados que el sujeto no puede asumir. Desde este punto de vista, un complejo no sería el correlato inconsciente y profundo (en el pasado) de un efecto en la supericie psíquica, sino un mero anquilosamiento de la conducta, un comportamiento adquirido y estereotipado. Con este mismo modelo es interpretada también la noción de trauma, entendida como una fijación de la respuesta a una experiencia desorganizada:
"La regresión del sueño, la eficacia de una complejo adquirido [...] manifiestan el retorno a una manera primitiva de organizar la conducta [...] el funcionamiento psíquico tal como Freud lo ha descrito, los conflictos de fuerza y los mecanismos energéticos que ha imaginado, sólo representarían, de una manera muy aproximada, por otra parte, un comportamiento fragmentario, es decir patológico" (Merleau-Ponty, 1942, 250).

De este modo, las explicaciones causales del psicoanálisis serían el resultado de su atención a estructuraciones insuficientes. "La obra de Freud no es un cuadro de la existencia humana, sino un cuadro de anomalías" (Merleau-Ponty, 1942, 251). Esto se comprobaría, por ejemplo, en que incluso la noción de sublimación -que responde por el sustrato de las formaciones culturales más elevadas- presupone una "derivación de fuerzas biológicas inempleadas" (Merleau-Ponty, 1942, 251). En última instancia, "los mecanismos de compensación de sublimación y de transferencia [...] son soluciones de enfermo" (Merleau-Ponty, 1942, 251).
A partir de lo anterior, cabe concluir, en este punto, que el interés de Merleau-Ponty por el psicoanálisis en La estructura del comportamiento se afinca estrictamente en la consideración del comportamiento patológico. La interpretación estructural del freudismo apunta sólo a dar cuenta del déficit de integración. No obstante, es importante subrayar que, a pesar del cientificismo que Merleau-Ponty atribuye a Freud, hay un aspecto del freudismo que consigna su originalidad, dado que Merleau-Ponty propone asumir (e incluso hacer avanzar) el psicoanálisis, "sin cuestionar el papel asignado por Freud a la infraestructura erótica" (Merleau-Ponty, 1942, 248). De este modo, el descubrimiento de la "sexualidad humana" -en el sentido más revolucionario que esta expresión pudo tener después de los primeros ensayos de Freud, e independiente de su metapsicología- se presenta como el fundamento de la teoría psicoanalítica. Si bien este motivo no es elaborado en La estructura del comportamiento, podría afirmarse que una sección de Fenomenología de la percepción se encuentra íntegramente dedicada a esclarecer el sentido freudiano de la sexualidad. Un elemento notable en el pasaje de una obra a la siguiente se encuentra en que La estructura del comportamiento realiza un comentario discurrido de la teoría psicoanalítica -por ejemplo, no se encuentra ningún cita especíica de una obra de Freud-, mientras que Fenomenología de la percepción se detiene en pasajes estrictos de algunos textos freudianos, no sólo de elaboración metapsicológica, sino también -especialmente- en los historiales clínicos (publicados en Francia en el volumen Cinq psychanalyses).
En el quinto capítulo -de la Primera parte- de la Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty vuelve a ocuparse del psicoanálisis, en un esclarecimiento pormenorizado del carácter sexuado del cuerpo. El punto de partida de la exposición se encuentra en la afirmación del tenor afectivo de la relación del hombre con el mundo, dado que "un objeto o un ser se pone a existir para nosotros por el deseo" (Merleau-Ponty, 1945, 171). Siguiendo el método de argumentación que caracteriza a la obra en su conjunto -debilitar la oposición entre naturalismo mecanicista e idealismo intelectualista- Merleau-Ponty considera el caso de un enfermo (afectado en la zona occipital) para demostrar que el deterioro de su vida sexual no puede ser explicado a través del mecanismo reflejo, pero tampoco de una conmoción de representaciones, dado que Schneider (tal el nombre del paciente) no sólo no responde a la estimulación de su partenaire, sino que también presenta un deterioro de su energía sexual. En todo caso, sostiene Merleau-Ponty, pareciera tratarse de un caso de "desorientación", de pérdida de significación sexual de los objetos:
"En el sujeto normal, un cuerpo no solamente se percibe como un objeto cualquiera, esta percepción objetiva está habitada por una percepción más secreta: el cuerpo visible está subtendido por un esquema sexual, estrictamente individual, que acentúa las zonas erógenas..." (Merleau-Ponty, 1945, 173).

El "gran problema" de Schneider estaría en que, para su percepción, las mujeres, "por el cuerpo son todas semejantes" (Merleau-Ponty, 1945, 173), esto, es no habría un anclaje corporal de su deseo; o, mejor dicho, no habría propiamente deseo sexual -ya que éste es siempre corpóreo-. De este modo, para Merleau-Ponty, la sexualidad no es concebida fisiológicamente ni como una cogitatio, sino a través de la estructura intencional de la percepción, orientada eróticamente hacia su objeto. En última instancia, la sexualidad permite ampliar la noción de intencionalidad y fundarla en el mundo:
"La percepción erótica no es una cogitatio que apunta a un cogitatum; a través de un cuerpo apunta a otro cuerpo, se hace dentro del mundo, no de una conciencia. [...] Se trata de una'comprensión erótica' que no es del orden del entendimiento, porque el entendimiento comprende advirtiendo una experiencia bajo una idea, mientras que el deseo comprende ciegamente vinculando un cuerpo a un cuerpo". (Merleau-Ponty, 1945, 173-74, cursiva añadida).

El énfasis en el anclaje corporal del deseo, así como la generalización del esquema sexual a la percepción objetiva, modifican el punto de vista propuesto en La estructura del comportamiento. En esta obra, Merleau-Ponty remitía a la teoría psicoanalítica sólo en el marco de la consideración patológica. En Fenomenología de la percepción, más cerca de la inspiración freudiana, el caso clínico sirve para elucidar la sexualidad normal; o, dicho de otro modo, la patología es el hilo conductor fenoménico para dar cuenta de la estructura de la sexualidad humana.
A partir de esta descripción del deseo, la relación entre fenomenología y psicoanálisis es establecida por Merleau-Ponty mismo, quien acentúa que "en Freud sería erróneo creer que el psicoanálisis se opone al método fenomenológico: contribuyó (sin saberlo) a desarrollarlo" (Merleau-Ponty, 1945, 175). Este desarrollo se encontraría en la afirmación de que todo acto humano tiene un sentido. Freud hubo destacado este aspecto, por ejemplo, en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis respecto del sentido de los síntomas. Asimismo, en el "caso Dora", Freud ya había destacado la sobredeterminación del síntoma (a través de múltiples fantasías). La importancia de este aspecto es relevada por Merleau-Ponty para subrayar que, por esta vía, Freud se habría alejado del pensamiento causal de la época, a pesar del uso remanente de ciertos modelos energéticos:
"Cualesquiera que hayan podido ser las declaraciones de principio de Freud, las investigaciones psicoanalíticas desembocan de hecho no en explicar el hombre por la infraestructura sexual [...] la significación del psicoanálisis no está tanto en hacer biológica a la psicología como en descubrir en las funciones que se tenían por 'puramente corpóreas' un movimiento dialéctico y reintegrar la sexualidad al ser humano" (Merleau-Ponty, 1945, 174).

De este modo, para Merleau-Ponty se trataría de ser freudiano a pesar de Freud, en un movimiento que recupere la originalidad del descubrimiento de la sexualidad. Podría pensarse que no otra cosa intentó Lacan con su "retorno a Freud", esto es, con un propósito de lectura dirigido a esclarecer el método subyacente en las afirmaciones del maestro -su enunciación- despejando el reduccionismo de su teoría en algún correlato anatómico. Curiosamente, Merleau-Ponty considera que es la fenomenología la vía para avanzar en este proyecto. En primer lugar, destaca dos principios fundamentales: 1. la distinción entre lo sexual y lo genital, dado que "la vida sexual no es un simple efecto de los procesos, de los cuales los órganos genitales son la sede" (Merleau-Ponty, 1945, 175); 2. que la libido no es el instinto, y que -en todo caso- aquella debe ser aprehendida como un avatar de fijación en determinadas experiencias históricas. Por lo tanto, "si la historia sexual de un hombre da la clave de su vida, es porque en la sexualidad del hombre se proyecta su manera de ser respecto del mundo" (Merleau-Ponty, 1945, 175).
El entrelazamiento erótico, -que, como fuera dicho anteriormente, vincula un cuerpo a otro cuerpo-, permite introducir consideraciones relativas al deseo en la última parte de la obra de Merleau-Ponty. En su libro dedicado a una presentación sistemática de la obra merleau-pontyana, R. Barbaras (2001) dedica un capítulo completo a esta cuestión -cuyo último apartado plantea el vínculo entre fenomenología y psicoanálisis-, en el contexto de la ontología de la carne que subtiende la elaboración de Lo visible y lo invisible (1964). El hilo conductor en la aproximación a la cuestión del deseo se encuentra en la experiencia del otro:
"...el deseo prolonga y realiza la percepción inmediata del otro en el mundo: es la primera tentativa, a través de la mediación del otro, de apropiación de sí [...] con el deseo nace la expresión, tal como se logrará en el lenguaje, a saber, como inscripción de lo invisible en otro carne que la del mundo" (Barbaras, 2001, 308).

El anclaje del deseo en el cuerpo se revela como una instancia expresiva por excelencia. El deseo se extiende en la percepción, constituyendo al sujeto como vínculo con el otro, en una identidad de relación:
"El deseo es palabra dirigida al otro, pero silenciosamente. [...] El deseo no es, en realidad, ni corporal ni intelectual [...] sino propiamente carnal: es una modalidad intersubjetiva irreductible, obra de significación en el corazón de la corporeidad, conocimiento en el sentimiento, expresión." (Barbaras, 2001, 312).

La fenomenología merleau-pontyana en su conjunto podría ser entrevista como una filosofía de la expresión, otorgando a este término un sentido que cabe interrogar a través de una disquisición sobre la naturaleza del lenguaje. A este aspecto estará orientado el tercer apartado. En este punto, cabe apreciar que, en el tramo final del pensamiento de Merleau-Ponty, el psicoanálisis ha sido notoriamente asimilado, pudiéndose hablar de un desbordamiento psicoanalítico de la fenomenología:
"...si el psicoanálisis es una vía hacia el descubrimiento de la carne, puede decirse que la filosofía de la carne representa la verdad misma de Freud, es decir, 'la condición sin la cual el psicoanálisis permanece como antropología'." (Barbaras, 2001, 314)

El dominio en que el entrelazamiento entre psicoanálisis y fenomenología merleau-pontyana se vuelve más palpable es la concepción del inconsciente. A este aspecto corresponde el segundo apartado.

2. Una concepción simbólica del inconsciente
En uno de sus cursos de la década del 50 -conocido como Curso sobre la pasividad (1954-55)- Merleau-Ponty se ocupó de la relación entre el sueño y el inconsciente. Afirmaba allí que el sueño debía ser concebido como un modo conciencia perceptiva, cuestionando su estatuto imaginario -sin consistencia- o irreal:
"Dormir no es, pese a las palabras, un acto, una operación [...] es una modalidad del encaminamiento perceptivo [...] Toda la filosofía de la conciencia traduce -y deforma- esta relación, pues dice que dormir es estar ausente del mundo verdadero." (Merleau-Ponty, 1954-55, 56).

De este modo, antes que un abandono del mundo, el sueño implicaría un regreso a una instancia pre-personal, que replantea la relación con la vida diurna y la vigilia, al punto de que, eventualmente, pueda afirmarse que "nuestras relaciones con las cosas y, sobre todo, con los demás, tiene por principio un carácter onírico" (Merleau-Ponty, 1954-55, 57). Pero si, en este curso, el sueño tiene algún interés para Merleau-Ponty, éste radica en la cuestión de su relación con el problema del inconsciente, y aquí el debate se propone con el psicoanálisis freudiano, dado que "con toda razón se le reprocha a Freud el hecho de haber introducido con el nombre de inconsciente un segundo sujeto pensante cuyas producciones serían simplemente recibidas por el primero" (Merleau-Ponty, 1954-55, 57).
Sin embargo, el cuestionamiento de Merleau-Ponty a Freud, sobre la cuestión del inconsciente, no se mantiene sólo en el nivel más trivial de imputación de un segundo "Yo pienso", sino que también su concepción dinámica -y ya no estructural del inconsciente como instancia psíquica- supone un "monopolio de la conciencia" (Merleau-Ponty, 1954-55, 57), en la medida en que el motor del conflicto entre representaciones implica que algo sea no asumido por una instancia privilegiada (la conciencia). Dinámicamente, entonces, el inconsciente es reducido a algo que no quiso ser aceptado:
"...el inconsciente ya no es más que un caso particular de mala fe [...] De este modo se pierde de vista lo más interesante que aportó Freud: no la idea de un segundo 'yo pienso', que vendría a querer saber lo que ignoramos nosotros mismos, sino la idea un simbolismo que sea primordial" (Merleau-Ponty, 1954-55, 57).

La aproximación entre la noción de inconsciente y la mala fe sartreana, concebida como el desconocimiento de una fuerza operante y de no asunción del sujeto (que elige la ignorancia), deslíe lo que Merleau-Ponty considera el principal hallazgo freudiano: el carácter creativo del inconsciente a través de un simbolismo primordial. En un libro reciente, G.-F. Duportail desentraña el carácter de la interpretación merleau-pontyana del inconsciente freudiano en los siguientes términos:
"...el inconsciente sólo puede ser una formación simbólica eficaz, a la manera de los mitos, enraizado en una historia personal que tenga sus dramas, sus acontecimientos, y cuyo verdadero sujeto no sea el cogito, sino el cuerpo, redefinido como'máquina de vivir' en relación con el otro. Merleau-Ponty también denomina a esta máquina 'esquema práxico' o 'implexo'." (Duportail, 2011, 65).

La noción de 'esquema práxico', como forma de interpretación del inconsciente freudiano, remite a un sistema de equivalencia simbólica que otorga significación a los acontecimientos. El inconsciente organiza el campo de la existencia, "es el sentido profundo de la corporeidad pasiva, que no es inactiva, sino activa en la pasividad" (Duportail, 2011, 67). Es en función de esta concepción del inconsciente que Merleau-Ponty puede aislar lo que considera el fundamento de la teoría psicoanalítica:
"Lo fundamental del freudismo no consiste en haber mostrado que bajo las apariencias hay una realidad muy distinta, sino en que el análisis de una conducta siempre encuentra en ella varias capas de significación" (Merleau-Ponty, 1954-55, 59)

De este modo, la definición merleau-pontyana del inconsciente como implexo1-en el Curso sobre la pasividad- se presenta como un entramado de palabras, emblemas simbólicos y significaciones.
En el artículo "Planteamiento del problema del inconsciente en Merleau-Ponty" (1961), J. B. Pontalis reconocía que la fenomenología merleau-pontyana (a diferencia de la de Husserl y Sartre) es la que mayores posibilidades de encuentro tiene con el psicoanálisis. No obstante, a pesar de la aprobación de las críticas a la teoría clásica del freudismo (la suposición de un segundo "Yo pienso"), sostuvo -a propósito de la concepción del inconsciente- que "la idea de significación conduce a un sujeto que, si bien no queda deinido como constituyente, no deja en cambio de ser entendido en términos de intencionalidad" (Pontalis, 1961, 167). Por otro lado, la noción de estructura merleau-pontyana (dependiente de la Gestalttheorie) no se correspondería propiamente con la específica del psicoanálisis. Vale explicitar que Pontalis está discutiendo desde un punto de vista lacaniano, por lo cual se estaría produciendo un cambio de perspectiva de la cuestión: luego de exponer la pertinencia de la crítica merleau-pontyana a Freud (que un lacaniano aceptaría), Pontalis evalúa la fenomenología de Merleau-Ponty con el rasero del psicoanálisis de Lacan.
Según Pontalis, el debate de la noción de significación como elemento constitutivo del inconsciente representa "un paso atrás de su propio pensamiento" (Pontalis, 1961, 173). Concebir el inconsciente sólo a través de la "sobredeterminación" implica una posición limitada. Al criticar el recurso a las metáforas energéticas, y proponer una interpretación estructural (y fenomenológica) del inconsciente, Merleau-Ponty no habría advertido que Freud "no niega que el inconsciente sea sentido de un extremo a otro, pero hace depender su advenimiento del funcionamiento de un proceso -el proceso primario- que implica sus propios mecanismo (condensación, desplazamiento), bastante diferentes de los fenómenos de expresión como para que las formaciones del inconsciente, lejos de aparecérsenos como significativas de entrada, se presenten primero como no-sentido" (Pontalis, 1961, 175). De este modo, el afincamiento lacaniano de la interlocución de Pontalis destaca la primacía de la doctrina del significante como el expediente para discutir la concepción del inconsciente merleau-pontyano como significación (y expresión).
En resumidas cuentas, dado que el artículo de Pontalis cuestiona la concepción merleau-pontyana del inconsciente desde una perspectiva lacaniana, cabe tener presente que Merleau-Ponty sólo se proponía discutir las tesis freudianas. Así, en el tramo final de su obra -en Lo visible y lo invisible- el inconsciente es entrevisto como la apertura misma del ser carnal, poniendo entre paréntesis la versión "solipsista" del inconsciente (atribuida a Freud). Para ese momento, la fenomenología merleau-pontyana ya formulaba prácticamente una interpretación "libre" del psicoanálisis, menos interesada en un lectura "fiel" a los textos freudianos que en un desarrollo de su propia concepción (de la ontología de la carne). Que Merleau-Ponty participaba de los desarrollos lacanianos es algo que se hace constar con la mención del estadio del espejo en el curso sobre Las relaciones del niño con los otros (Merleau-Ponty, 1951, 67) Si Merleau-Ponty fue un intérprete constante de las tesis freudianas, la comparación de sus resultados con algunos principios de la teoría lacaniana es algo que sólo muy recientemente se ha comenzado a intentar (Cf. Dorfman, 2007). En este punto, antes que evaluar la concepción merleau-pontyana del inconsciente desde los desarrollos de Lacan -como hiciera Pontalis-, cabe interrogar la proximidad posible, o la distancia, entre las teorías de Merleau-Ponty y Lacan. De acuerdo con el recorrido propuesto en este artículo, ese debate podría ser propuesto en el campo del lenguaje. Este es el tema del próximo apartado.

3. El lenguaje como expresión y la doctrina del significante
Si bien hay distintos puntos de vista respecto de la teoría merleau-pontyana del lenguaje (Cf. García, 2004), en términos generales podría afirmarse que "es una consecuencia de la tesis del primado de la percepción el que el lenguaje deba ser concebido como fundado" (Dillon, 1988, 260). Quiere esto decir que, para Merleau-Ponty, el lenguaje deriva su significación de una significación ante-predicativa, anclada en la significación muda de los fenómenos del mundo. De este modo, podría resumirse la concepción merleau-pontyana del lenguaje en función de dos principios: por un lado, habría una precedencia del mundo percibido respecto de las categorías lingüísticas, a pesar de que en diversos textos (Cf. Merleau-Ponty, 1969) sostuviese la posibilidad de que aquellas puedan retornar y enriquecer el mundo de la percepción; por otro lado, el lenguaje es concebido en términos "expresivos", esto es, dependiente de su significación. Cabe detenerse sobre este último punto.
En Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty sostiene que el lenguaje es una dimensión entre otras de la experiencia corporal, por la cual no sólo la experiencia perceptiva sería expresiva y conllevaría un sentido, sino que también el lenguaje implica el comportamiento del cuerpo. En la concepción merleau-pontyana del lenguaje éste es un fenómeno fundado en la experiencia perceptiva, siendo que su "naturaleza" no es la de ser un vehículo de significaciones pura y abstractas, sino la de enraizar el mundo espiritual en el mundo sensible. La palabra y el pensamiento "en realidad están envueltos el uno dentro del otro, el sentido está preso en la palabra y ésta es la existencia exterior del sentido" (Merleau-Ponty, 1945, 199). Para Merleau-Ponty, la palabra es una dimensión sensible más de la cosa, entre sus otros modos de darse (el color, el aroma, etc.). Comenzar a hablar implica la reestructuración del mundo perceptivo a partir de la adscripción de una capa sonora. De este modo, habría cierta correspondencia entre el nombre de un color y la aparición perceptiva del mismo, entre la palabra amarillo y la estridencia de un objeto, por ejemplo, el limón, para el cual la acidez es un rasgo que su color y su nombre designan tácitamente. En consecuencia, entre las palabras y las cosas no media una relación convencional.
Sin embargo, tampoco se trataría de una concepción natural del signo. La relación interior que se establece entre ambas dimensiones, antes que un paralelismo, conlleva un entrelazamiento entre lo visible y el lenguaje. Por lo tanto, la significación no implica una referencia exterior (ni, como fuera dicho, un concepto a traducir), sino la puesta en acto de un habla comunicativa a través de la motricidad. En consiguiente, puede encontrarse en Merleau-Ponty una concepción "gestual" del lenguaje:
"Nuestra visión del hombre no dejará de ser supericial mientras no nos remontemos a este origen, mientras no encontremos, debajo del ruido de las palabras, el silencio primordial, mientras no describamos el gesto que rompe este silencio. La palabra es un gesto y su significación un mundo" (Merleau-Ponty, 1945, 201).

Incluso en un texto de la que suele ser considerada su "época estructuralista" (Cf. García, 2004, 269) -dadas las referencias explícitas y comentadas de F. De Saussure-, como El lenguaje indirecto y las voces del silencio (1952), Merleau-Ponty conserva la vigencia de los dos rasgos indicados. El primero de ellos puede advertirse en la afirmación de que "toda percepción, toda acción que la supone, en una palabra, todo uso humano del cuerpo es ya expresión primordial" (Merleau-Ponty, 1952, 98). Lejos de suponer una estructuración lingüística de la percepción, el lenguaje es una extensión del comportamiento perceptivo, y este último dota al primero de su rasgo primordial: la expresión. Este segundo rasgo se encuentra afirmado en la concepción del signo propuesta por Merleau-Ponty en este ensayo:
"... el signo es diacrítico [...] se compone y se organiza consigo mismo [...] tiene un interior y que termina por reclamar un sentido. Este sentido naciente al borde de los signos..." (Merleau-Ponty, 1952, 63)

En esta referencia Merleau-Ponty destaca, implícitamente, la noción saussureana de valor -por cual los signos se definen opositivamente-, aunque enfatizando que las diferencias en la lengua (como sistema) están subtendidas por el nacimiento del sentido. Curiosamente, en este texto se encuentra diferentes expresiones que podrían ser aproximadas a modelos utilizados por Lacan, por ejemplo, en la consideración de que "el sentido no aparece, entonces, más que en la intersección y como en el intervalo de las palabras" (Merleau-Ponty, 1952, 65). No obstante, es preciso atender a los rasgos propios de puntos de vista que no podrían ser compatibles, dado que los dos principios de la teoría merleau-pontyana del lenguaje son desaiados por la "doctrina del significante" (Lacan, 1958, 574).
En la segunda sección del escrito "La dirección de la cura y los principios de su poder" Lacan ubica los fundamentos de su concepción del lenguaje. Este trabajo prolonga los desarrollos que ya habían sido formulados en "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud" (1957), a partir de una lectura el algoritmo saussureano que "ensancha" la barra entre significante y significado (Cf. Lacan, 1957, 477), independizando al primero de los efectos de significación. Ambos escritos amplían una definición "canónica", que hubiera sido introducida en la clase del 11 de abril de 1956 del Seminario 3: el significante, en cuanto tal, no significa nada.
De este modo, la disyunción entre significante y sentido, que en "La instancia..." fundamenta la deinición de la noción de letra como el "soporte material que el discurso toma del lenguaje" (Lacan, 1957, 475), confronta los dos rasgos propios de la teoría merleau-pontyana del lenguaje. Por un lado, no existe realidad antepredicativa en la que el lenguaje se funde; el sujeto es un efecto (de división) de la cadena significante, no pudiendo haber ningún anclaje anterior en un mundo percibido. Lacan ya había criticado este aspecto en 1953, en su comunicación "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", al afirmar que una instancia antpredicativa de fundamentación degrada el psicoanálisis en una "fenomenología existencial" (Lacan, 1953, 233). Esta idea es sostenida en "La dirección de la cura..." al sostener una "inseminación de lo simbólico que preexiste al sujeto" (Lacan, 1958, 574). El segundo rasgo de la concepción merleau-pontyana del lenguaje es especíicamente confrontado, también en "La dirección de la cura...", a partir de una interpretación del juego freudiano del Fort-Da -también llamado juego del carretel, y propuesto por Freud en "Más allá del principio del placer" (1920)- que destaca que los elementos significantes no pueden ser reconducidos al estatuto del signo por analogía con las estructuras fonemáticas (Cf. Lacan, 1958, 574). 2
Asimismo, en este escrito Lacan sostiene que la oposición significante es la célula mínima de lo simbólico, connotado en términos de presencia y ausencia (Cf. Lacan, 1958, 574). De este modo, lo simbólico lacaniano -a diferencia del merleau-pontyano- no puede ser concebido como una instancia de significación, y uno de los primeros efectos de esta distinción es su diversa noción de inconsciente:
"El inconsciente no se expresa...es imposible explicar nada en los rodeos de Freud si no es porque el fenómeno analítico en cuanto tal tiene que estar estructurado como un lenguaje" (Lacan, 1956, 146)

Si en sus primeros escritos Lacan se había mostrado "próximo" de la fenomenología merleau-pontyana -por ejemplo, en "Acerca de la causalidad psíquica" (1946) preconizaba el método fenomenológico tal como Merleau-Ponty lo entendiera, afirmando que la palabra es "nudo de significación" (Lacan, 1946, 157), aspecto que retomaría en "Función y campo..." con la distinción entre palabra plena y palabra vacía, cercana a la distinción merleau-pontyana de Fenomenología de la percepción entre palabra hablante y palabra hablada- en los trabajos de la década del 50, con el énfasis en la doctrina significante, la interlocución encuentra un límite, "límite donde el discurso desemboca en algo más allá de la significación, sobre el significante en lo real" (Lacan, 1956, 133). Por otro lado, no sólo la noción de inconsciente es divergente en ambos pensadores, sino también la concepción del deseo. Aunque no sea posible desarrollar en este trabajo de qué modo la doctrina lacaniana de significante fundamenta la noción del objeto causa (introducida entre los Seminarios 8 y 13), cabe destacar que Lacan siempre consideró que el objeto a -efecto de la mortificación del significante en el viviente- no puede ser reconducido al objeto intencional como objeto del deseo (Cf. Lacan, 1963, 114). Dado que el soporte de la interpretación merleau-pontyana de la sexualidad freudiana se mantenía en el registro intencional, y su soporte era el cuerpo del semejante, podría proponerse que esta vía de aproximación entre Merleau-Ponty y Lacan también se vería dificultada.

Conclusiones y perspectivas
En el año 1961, en un texto de homenaje publicado en Le temps Modernes, Lacan se refería a Merleau-Ponty en los siguientes términos:
"...el psicoanálisis debe probar un avance en el acceso al significante, de modo tal que pueda volver sobre su fenomenología misma. [...] llamaré aquí a testimoniar el segundo artículo mencionado de Maurice Merleau-Ponty sobre el cuerpo como expresión en la palabra. [...] les hablo sobre la primacía del significante en el efecto de significar" (Lacan, 1961, 250).

Es importante subrayar que si bien Lacan enfatiza el camino diverso entre su proyecto y el merleau-pontyano, no deja de indicar la posibilidad de una recuperación fenomenológica del psicoanálisis. De hecho, la lectura atenta que Lacan realiza en ese escrito de Fenomenología de la percepción podría ser investigada y ampliada en función de los distintos resultados convergentes con la elaboración de la noción de objeto a como mirada en el Seminario 11 (donde Lacan esclarece una lectura de Lo visible y lo invisible).
Por otro lado, en el prólogo al libro de A. Hesnard sobre la obra de Freud, Merleau-Ponty resumía el vínculo entre fenomenología y psicoanálisis con las siguientes palabras:
"Fenomenología y psicoanálisis no son paralelos; es mucho más: ambos se dirigen a la misma latencia [...] una intuición que es la más preciosa del freudismo: la de nuestra arqueología" (Merleau-Ponty, 1960, 9)

Tanto Merleau-Ponty como Lacan sostuvieron alguna vez que la fenomenología y el psicoanálisis podrían ser vinculadas, ya sea porque ambas disciplinas tienen temas en común (como el inconsciente, el deseo, etc.), o bien -mucho más importante- porque ambas se proponen una arqueología del sujeto. No obstante, a pesar de las diversas convergencias que pueden trazarse entre ambos campos disciplinarios, es preciso esclarecer los fundamentos epistémicos que obligan a presentar matices contra las asimilaciones apresuradas. En este trabajo hemos destacado -luego de ubicar en qué contextos Merleau-Ponty incorporaba en su fenomenología la concepción freudiana de la sexualidad (y la noción de deseo) y formulaba, a su vez, una interpretación específica del inconsciente- que el papel doctrinal que desempeña la teoría lacaniana del significante dificulta una aproximación estricta entre ambos autores, a pesar de las críticas compartidas a cierta interpretación del freudismo.
Nuevos trabajos deberían elucidar el alcance no sólo de las relaciones evidentes (e históricas) entre fenomenología y psicoanálisis, sino de las interlocuciones posibles entre las acepciones específicas de los distintos conceptos de los diversos autores de ambas tradiciones.
El trabajo contemporáneo de recuperación fenomenológica del psicoanálisis se realiza desde tres puntos de vista:
a. Exploración fenomenológica de la noción de objeto a (Baas, 1998).
b. Explicitación de las estructuras formales convergentes entre ambas disciplinas: presencia/ausencia; vacío/lleno; parte/todo (Lutereau, 2008).
c. Investigación de los fundamentos epistemológicos y lógicos que subtienden a ambos campos de estudio (Duportail, 2003)

1 De acuerdo a su referencia etimológica -implexus- la noción de implexo caracteriza una unidad de acción indescom ponible e irreductible a un elemento único.

2 En este punto, Lacan indica que la distinción entre fonemas sólo requiere un "mínimo" componente significativo, a diferencia del signo en niveles superiores donde se añade el componente conceptual o semántico de la palabra.

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Fecha de recepción: 7 de febrero de 2011
Fecha de aceptación: 23 de agosto de 2011

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