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Anuario de investigaciones

versão On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.19 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2012

 

ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS Y NUEVOS DESARROLLOS

La pasividad campesina desde la perspectiva de los actores

The peasants' passivity seen from the point of view of the actors

 

Landini, Fernando1

1 Doctor en Psicología, UBA. Magíster en Desarrollo Rural, Universidad Politécnica de Madrid. Docente e investigador de la Facultad de Psicología de la UBA y de la Universidad de la Cuenca del Plata. Becario Postdoctoral del CONICET y Director del proyecto de investigación PROINPSI (2011-2013) "Prácticas de Extensión Rural y Proyectos de Desarrollo con Pequeños Productores: Aportes para la Construcción de una Psicología del Desarrollo Rural" (Facultad de Psicología, UBA). E-mail: landini_fer@hotmail.com

 


Resumen
Tradicionalmente, la pasividad y el fatalismo han sido asociados a la pobreza y al subdesarrollo. A la inversa, es usual escuchar a los campesinos pobres describirse como personas esforzadas y laboriosas. Así, dada la importancia del tema para diferentes teorías del desarrollo como el interés que éste despierta en los campesinos, en un trabajo realizado en la provincia de Formosa se abordaron las percepciones de campesinos y extensionistas rurales en torno a estas cuestiones.
Se concluye que los campesinos tienden a describirse a sí mismos, ya sea como individuos o como grupo social, como esforzados y trabajadores, mientras que suelen representar a sus pares como haraganes, cuando se comparan con ellos. Por otra parte, también se observa que los extensionistas interpretan numerosas conductas campesinas en términos de desinterés y pasividad, a causa de las diferencias que existen entre la racionalidad campesina y la propia de los técnicos.

Palabras clave:
Campesinos; Desarrollo; Extensionistas rurales; Pasividad

Abstract
Traditionally, passivity and fatalism have been related to poverty and underdevelopment. Conversely, it is usual to listen to peasants describing themselves as hard-working and laborious people. Thus, given the importance of this issue for several development theories and for the peasants themselves, I conducted an investigation in the Argentinean province of Formosa in which the perceptions of the peasants and of the rural extension workers on these topics were addressed.
I conclude that the peasants tend to describe themselves, when speaking as individuals or as part of the social group of peasants, as industrious people, while they tend to perceive their peers as loafers when compared to them. Additionally, it worth mentioning that rural extensionists understand many peasants' behaviors as being passive due to the differences that exist between the peasants' rationale and the technicians' one.

Key words:
Peasants; Development; Rural extensionists; Passivity


 

INTRODUCCIÓN
Comprender y explicar las conductas de las personas en términos de la responsabilidad que les compete en tanto actores en aquello que les sucede en sus vidas, es una tendencia intuitiva bastante extendida. En el contexto campesino, un trabajo de campo realizado en la localidad de Misión Tacaaglé, provincia de Formosa, permitió estudiar y relexionar sobre los procesos que llevan a los campesinos tanto a describirse como trabajadores y esforzados como a generar diferenciaciones al interior de su propio grupo social entre aquellos que luchan para conseguir un futuro mejor y aquellos que no lo hacen. Y no es que la tendencia a interpretar las conductas campesinas en términos del eje pasividad-dinamismo sea exclusiva de los propios productores. Por el contrario, se observa que los extensionistas rurales que trabajan con ellos en múltiples proyectos, muchas veces describen y comprenden desde una perspectiva externa sus conductas, actitudes y posicionamientos en términos de pasividad (Landini, Lacanna y Murtagh, 2009).
Ahora bien, vista la insistencia con la que campesinos y extensionistas describen las conductas de los primeros en términos de pasividad y la importancia que dan múltiples teorías al dinamismo y a la cultura emprendedora como elementos clave de los procesos de desarrollo (Muñoz Martínez, 2000), pareciera interesante estudiar si de hecho los campesinos son personas pasivas y fatalistas o si son, por el contrario, esforzadas y trabajadoras, como ellos mismos suelen describirse. Y esto, mas que, como señala Martín-Baró (1987), existen escasos trabajos empíricos que abordan directamente el tema. Sin embargo, plantear una propuesta de estas características no haría sino limitar el abordaje a los términos de la discusión previa, lo que fácilmente llevaría a convalidar la mirada externa que describe al campesino como pasivo y fatalista, consolidando prejuicios sin ofrecer alternativas. No obstante, tomar solo la visión del campesino sobre estas cuestiones, tampoco parece ser una alternativa prometedora, ya que esta opción difícilmente permita desarrollar una comprensión amplia de la problemática. En consecuencia, en el presente trabajo se opta por reconstruir la perspectiva tanto de los campesinos como de los extensionistas rurales en torno al carácter pasivo o dinámico de las actitudes y conductas campesinas. Así, se procura articular tanto miradas internas como externas, con el in de generar en este proceso interpretaciones que permitan comprender por qué ambos actores comprenden la realidad como lo hacen, para arribar a una síntesis que permita integrar las diferentes perspectivas en una explicación coherente y compleja.
Las reflexiones y resultados de investigación que se presentan a continuación provienen de dos fuentes. La primera hace referencia a resultados no publicados de mi tesis doctoral titulada 'Subjetividad campesina y estrategias de desarrollo' (Landini, 2010) realizada en la provincia de Formosa, localidad de Misión Tacaaglé, en la cual el eje 'pasividad-dinamismo' ocupó un rol central en el análisis. En ella, se realizaron 72 entrevistas a campesinos y 11 a otros actores, incluyendo autoridades municipales, integrantes de una ONG y extensionistas rurales del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y del Programa Social Agropecuario (hoy Subsecretaría de Agricultura Familiar), sobre las cuales se realizó un análisis de contenido con el apoyo del software Atlas Ti a partir de la construcción de categorías de análisis. Además, durante el período de trabajo de campo también se realizó observación participante por más de 5 meses, conviviendo con una familia campesina durante varios viajes sucesivos. En segundo lugar, los resultados de la investigación realizada son complementados con los emergentes de numerosas conversaciones informales, charlas, capacitaciones y talleres realizados en la provincia con extensionistas, principalmente del INTA, a partir la presentación de los resultados de la tesis mencionada.

LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA Y EL CONCEPTO DE PASIVIDAD
El marco conceptual derivado del conductismo, e incluso aquel propio de la psicología cognitiva, concibe a las conductas humanas a partir del esquema 'estímulo-respuesta'. Esto significa, en términos prácticos, asumir que aquello que hacen las personas siempre es una respuesta a un estímulo previo. Así, desde esta perspectiva, los seres humanos son considerados como individuos que responden reactivamente a lo que les sucede, en lugar de como actores que poseen iniciativa y dinamismos propios. Contra este enfoque que invisibiliza el rol de los sujetos, la psicología comunitaria sostiene que las personas deben ser comprendidas como agentes activos, capaces de transformar su ambiente a partir de sus recursos y capacidades (Montero, 1994, 2004). En consecuencia, esta rama de la psicología mira a las personas no desde sus patologías o limitaciones, sino desde sus capacidades y potencialidades humanas. Es en esta línea que Maritza Montero deine a la psicología comunitaria como:

Una rama de la psicología cuyo objetivo es el estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar, y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social, para solucionar problemas que los aquejan y lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social (1984, p. 390).

De esta manera, las condiciones y procesos que llevan tanto a la pasividad y al fatalismo como a la búsqueda activa de transformación de las propias condiciones de vida, constituyen el núcleo del interés de la psicología comunitaria.
Respecto de qué se entiende a nivel conceptual cuando se habla de pasividad, cabe hacer referencia a la existencia de dos diferentes estrategias de afrontamiento frente a los problemas, contratiempos y desafíos que surgen en la vida, una activa y otra pasiva (Páez, Zubieta, Mayordomo, Jiménez y Ruiz, 2004). La modal idad de afrontamiento activa se caracteriza por orientar las conductas a la modificación del medio de acuerdo a las necesidades del sujeto. En cambio, la modalidad pasiva se caracteriza por procurar adaptar la persona al medio y no, como en el
caso anterior, el medio a la persona.
La perspectiva etnopsicológica (Alarcón, 1998; Díaz-Guerrero, 1995) toma esta distinción y la utiliza para pensar las diferencias no ya entre las personas sino entre los grupos sociales. Así, estos autores muestran que existen culturas o contextos sociales en los cuales es considerado más virtuoso enfrentar el estrés activamente y otras en las cuales se entiende como preferible adaptarse y modificarse a uno mismo en lugar de actuar sobre el medio. En este contexto, Díaz-Guerrero (1995) diferencia entre lo que denomina 'síndrome pasivo' y 'síndrome activo', airmando que el primero se caracteriza por una menor tendencia a la acción, por el uso de conductas indirectas (lo que implica actuar sobre los otros para que ellos modifiquen el ambiente) y por el fatalismo. En contraposición, el síndrome activo se deine a partir de una mayor tendencia a la acción y el uso de formas directas de conducta.
Finalmente, desde la mirada de la psicología comunitaria, la pasividad puede ser entendida como un modo particular de relación entre los sujetos y las circunstancias en las que estos viven, en el cuál estas últimas son tomadas como algo dado, establecido, inmodificable, por lo que las personas evitan movilizar los recursos de que disponen para transformarlas (Landini, 2005). Es que consideran un desperdicio de esfuerzos tratar de modificar situaciones o acontecimientos que son vividos como inamovibles. Así, resulta pertinente pensar la articulación entre la noción de pasividad y la de ideología.
Por otra parte, para abordar la perspectiva de los actores (Long, 2001), en este caso campesinos y extensionistas rurales, el presente trabajo se apoya en los desarrollos del construccionismo social. Este enfoque, iniciado a partir del trabajo pionero de Berger y Luckmann 'La construcción social de la realidad' (1972), sostiene que el conocimiento y las categorías con las cuales los seres humanos damos sentido a nuestra experiencia, no son relejos del mundo, sino construcciones humanas que surgen en los intercambios sociales e interpersonales (Burr, 1999; Gergen, 1996; Ibáñez, 2001; Potter, 1998). Ahora bien, dado que distintos grupos humanos poseen diferentes representaciones del mundo al tomar parte de diferentes espacios de socialización (Jodelet, 1986), entonces se sigue que los distintos grupos sociales perciben la realidad de diferente manera. Así, cobra importancia fundamental comprender cómo estos distintos grupos, cada uno desde su propio punto de vista, comprenden las realidades que comparten, en este caso, diferentes proyectos e iniciativas de desarrollo rural destinados a campesinos.

PASIVIDAD Y DINAMISMO CAMPESINO DESDE LOS ACTORES LOCALES
La pasividad, como todo conjunto de características connotadas de manera negativa, pocas veces es aplicada por los sujetos a sí mismos. Es que esto impactaría negativamente en su autoestima cuando, de hecho, lo que los individuos buscan es lo contrario (Tajfel, 1984). En todo caso, lo que los actores tenderán a hacer es explicar situaciones que socialmente pueden ser interpretadas como 'falta de dinamismo' a partir de causas externas, como cuando el pequeño productor sostiene que no plantó productos para su propio consumo por falta de lluvias o de herramientas para preparar la tierra (es decir, no porque no quiso sino porque no pudo hacerlo). Así, la pasividad aparece generalmente como una característica asignada externamente al campesino, apoyada en procesos de construcción de sentidos que interpretan de esta forma sus conductas. Entonces, no se trata de que los campesinos sean pasivos sino de que sus modos de actuar y proceder son interpretados de esta manera por los actores que asignan sentidos a sus prácticas. En consecuencia, partiendo de esta premisa, a cont inuación, se reconstruyen las formas de comprensión que explican las conductas campesinas en términos de pasividad o dinamismo, haciendo foco en la mirada tanto de los propios campesinos como de los extensionistas rurales que trabajan con ellos.

Miradas campesinas
Es usual que los pequeños productores, cuando hablan de sí mismos, pero más todavía cuando se diferencian de sus pares, recurran al eje de sentido 'trabajador/no trabajador', 'esforzado/haragán' para hacerlo. Es que el concebirse como trabajadores y esforzados es uno de los elementos más importantes que organiza y estructura su propia identidad (Landini, 2012). Más todavía, analizando la frecuencia de aparición de este eje en las entrevistas, puede concluirse que se trata del principal articulador de sentido que opera en las diferenciaciones intragrupales, particularmente cuando el hablante se describe o caracteriza a sí mismo contraponiéndose con sus pares, construyendo así su identidad por medio de contrastes (Cardoso de Oliveira, 2000).
Atendiendo al modo en que se nombran ambos polos desde las costumbres locales, se encuentran dos palabras características, cargadas fuertemente de sentido. Estas son 'procurar', entendida como sinónimo de 'esfuerzo'; y 'caigüé', adjetivo proveniente del guaraní que denota cansancio o falta de dinamismo. En el castellano utilizado en la Argentina, el verbo 'procurar' no es frecuentemente empleado en el lenguaje coloquial, lo que contrasta con el uso cotidiano que hacen de él los productores a los que se ha entrevistado. En la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia Española puede leerse que 'procurar', en su primera acepción, significa "hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa" 1. Nada más cerca del uso que hacen los campesinos del término. Como dice uno de ellos: "si me dan crédito tengo que procurar de pagar porque a lo mejor me van a venir a embargar mi chacra" 2. Así, en este caso, no llama la atención el significado de la palabra (que puede ser traducida como 'esforzarse por') sino su uso frecuente y cotidiano.
Por su parte, el vocablo 'caigüé', si bien no aparece en el
diccionario de la Real Academia, sí lo hace en el 'Diccionario de Uso del Español de América Vox' de la editorial Larousse3 , como término propio de Paraguay. Allí se lee que 'caigüé' reiere a una persona "que tiene poca disposición para hacer algo que requiere esfuerzo o constituye una obligación, especialmente trabajar". Dada la importancia de este concepto, se preguntó a los mismos campesinos qué significaba exactamente esta palabra. Para los entrevistados, "caigüé se le dice al que no quiere trabajar". Así, son sinónimos de caigüé "haragán", "perezoso", "fiaquento" y "zángano".
Del análisis de los fragmentos en que se explica y usa la palabra, es posible identificar dos tipos diferenciados de'caigüé', el 'caigüé' como circunstancia y el 'caigüé' como rasgo. En su primer sentido, 'caigüé' suele referir al efecto de haber trabajado en exceso o en condiciones particularmente esforzadas, lo que hace que al otro día no se tengan ganas de trabajar. Sin embargo, en un segundo sentido, 'caigüé' significa 'no querer trabajar' como algo propio de la persona, como un rasgo que caracteriza al sujeto, no como una circunstancia pasajera. Se trata de los "caigüé todo el tiempo" o "caigüé verdadero".
Para ver si a los ojos de los pequeños productores del lugar existían personas pasivas, se pregunto en múltiples entrevistas si dentro de los campesinos había sujetos que eran'caigüé verdadero'. Fueron 12 los que respondieron a la pregunta, indicándose en todos los casos que sí existían tales personas. Procurando cuantificar esta posibilidad general, se preguntó cuántos productores eran caigüé utilizando una escala cuyas opciones eran 'ninguno', 'pocos','la mitad', 'la mayoría' y 'todos'. Ciertamente, la estructura de 5 alternativas resultó de difícil comprensión, por lo que la escala de respuestas fue reducida a 3, excluyéndose las opciones extremas. De 18 respuestas, en 15 de ellas se señaló que eran pocos los pequeños productores caigüé (o ninguno, cuando la opción la agregó el entrevistado). Sólo 3 personas indicaron 'la mitad' o 'la mayoría'. Así, se observa que si bien se admite la posibilidad genérica de que existan campesinos 'caigüé verdadero', el grupo social propio, el endogrupo de los 'pequeños productores de la zona', aparece caracterizado positivamente, ya que se menciona que dentro de él hay pocos 'caigüé verdadero' y que sus integrantes son, en términos generales, 'trabajadores', al contrario de otros actores locales como 'la gente del pueblo' o 'los jóvenes', quienes, en menor o mayor medida, son considerados haraganes.
Buscando analizar hasta dónde se mantenía esta imagen positiva del campesinado de la zona como trabajador y esforzado, se decidió preguntar qué pensaban sobre la idea de que 'los pequeños productores son haraganes y no procuran lo suiciente'. Ante esta situación que asumía la existencia de campesinos 'caigüé verdadero' se observaron tres tipos de respuestas. El primero fue, sencillamente, reairmar que los campesinos, al menos en general, son trabajadores, abriendo la posibilidad de que haya algunos que no lo sean, pero más como excepción que como regla. El segundo tipo apuntó a aceptar que existían distintas clases de personas, por lo que algunas podrían ser caracterizadas como haraganas, aunque ciertamente no la mayoría. El tercer tipo de respuesta, de particular interés, acepta en mayor medida la validez de la frase que se propone, al menos para un subgrupo de campesinos. Pero, acto seguido, reinterpreta su contenido haciendo referencia a que, en realidad, no se trata de falta de ganas de trabajar sino de la carencia de los medios económicos necesarios para hacerlo: casos de campesinos sin tierra, de productores sin bueyes o de falta de dinero para comprar semillas. Así, si bien se acepta en cierto sentido la idea de que, al menos, una parte significativa de los campesinos no trabaja tanto, se resignifica la causalidad, explicando por causas externas a la voluntad lo que en la frase era presentado como interno (haraganería). Como dice un campesino: "por un lado también podría ser verdad [la frase] porque hay muchos que no trabajan, pero porque no tienen medios nomás, no es porque no quieren trabajar". Adicionalmente, también cabe señalar que la misma explicación puede ser utilizada por los sujetos para dar cuenta de conductas propias aparentemente pasivas, ya que la justificación por causas externas permite que ella no impacte negativamente en su autoestima. Por otra parte, resulta interesante mencionar que, vinculado con la idea de que los campesinos son personas pobres que no tienen suicientes recursos para trabajar, los entrevistados se comprenden a sí mismos como personas que necesitan ayuda de parte de aquellos actores sociales que poseen más recursos (Landini, 2012). En consecuencia, en las entrevistas pueden observarse comparaciones al interior del grupo social de los 'campesinos' destinadas a establecer quienes son los verdaderos y legítimos merecedores de esa asistencia. En este sentido, aparecen diferenciaciones en torno a dos ejes: la voluntad de trabajar y el uso dado a los ingresos y las ayudas productivas recibidas.
En cuanto al eje referido a la voluntad de trabajo, se observan casos en los cuales los entrevistados afirman que existen dos tipos de campesinos: los que son trabajadores y esforzados y los que no lo son (o al menos no lo son tanto). En términos concretos, la idea es que "hay campesinos que les gusta trabajar mucho, hay campesinos que no les gusta". Sin embargo, cuando es el mismo entrevistado el que toma parte de alguno de los grupos que se comparan, se observan procesos de diferenciación en los cuales se tiende a connotar positivamente al sí mismo y negativamente a aquellos con los que el hablante se contrapone. Así, los entrevistados se tienden a describir como personas trabajadoras que se esfuerzan por progresar. En contrapartida, aquellos campesinos con los que los mismos pequeños productores se comparan, son representados a partir de los opuestos de las características positivas que se aplican a sí mismos. De esta forma, aparece un grupo de campesinos (que puede variar de extensión y expandirse incluso a la totalidad del grupo, excluyendo sólo al hablante y a sus allegados) a los que se describe como 'vagos', como personas que no quieren o no les gusta trabajar: "hay familias que no les gusta
trabajar, eso es cierto... hay familias que más les gusta estar en la casa [...] y no piensan de salir adelante".
En cuanto al uso de los ingresos y las ayudas productivas recibidas puede observarse el mismo proceso. Por un lado, los entrevistados tienden a describirse a sí mismos como personas que no desperdician sus ingresos haciendo gastos inadecuados sino que, al contrario, los usan para mejorar y progresar. Como se observa en la siguiente cita: "yo entré en ese [grupo] [...] aproveché porque este gallinero que estamos teniendo era de esa organización. Y la media sombra también [...] y el motor de bomba". En contraposición, también se observan descripciones que tienden a construir un grupo de 'otros' de los que se dice que malgastan sus ingresos en gastos superfluos o en vicios (como el juego o la bebida) en vez de usarlos para el bienestar de la familia: "hay muchos por ejemplo [...] que trabajan en la chacra, que ganan, salen bien, pero es jugador, es timbero, tira todo en la joda".
Y esto no se limita al campo de los ingresos por venta de cultivos o por planes sociales, sino que también incluye lo que son las ayudas productivas de parte del Programa Social Agropecuario o de los gobiernos locales. En este sentido, se habla de que hay quienes desaprovechan los beneficios recibidos, ya sea por usar el dinero para otros fines, por vender las mejoras o insumos obtenidos o por no darles un uso adecuado. Como comentaba un campesino sobre un proyecto en el cual se había capacitado en la cría de ovinos y luego se habían entregado animales para iniciar la producción, para que inalmente los beneficiarios simplemente se comieran las ovejas: "le venían a dar una charla enorme, 1 año ahí, una charla 'cómo criar la oveja', 'sí' 'sí' le decían todos" y después "dieron 10 ovejas no sé qué, cada cumpleaños le mandaban a guardar [se comían] la oveja".
Es sumamente interesante la relación causal que establecen los entrevistados entre la recepción de distintos tipos de ayudas y conductas que, en términos generales, pueden considerarse pasivas, hecho que podría denominarse pasivización por ayudas. En este contexto, se destacan las referencias al vínculo que existiría entre planes sociales y otras ayudas, y la falta de voluntad de trabajar y progresar. La idea es que las personas, al recibir beneficios mensualizados como el Plan Jefes y Jefas de Hogar (también l lamados 'sueldos' por los entrevistados), perderían la premura que en otros tiempos tenían por trabajar, conformándose con lo que reciben, sin procurar esforzarse para progresar. Como comenta una campesina: "hay algunos que dicen, '¿para qué vamos a trabajar si tenemos sueldo [plan social]?'".
Adicionalmente, según los pequeños productores entrevistados, las ayudas que reciben de parte del municipio para la preparación de suelo también parecerían haber minado la voluntad de trabajo de la gente. Indudablemente es una comodidad que a uno le aren la tierra con máquina en vez de tener que prepararla uno mismo con bueyes. Así, cuando existe la posibilidad de que el gobierno sea el que se encargue de la tarea, el productor generalmente preferirá esperar a que le hagan ese trabajo. De esta manera, opta por la alternativa más sencilla, perdiendo de esta forma independencia y capacidad para autodeterminarse, ya que el tractor municipal es algo que está fuera de su control y muchas veces puede retrasarse. Pero se trata de una opción tentadora que enseña que hacer el trabajo por uno mismo no es la única opción. Inclusive, a largo plazo, esta elección genera una tendencia a perder las herramientas necesarias para la preparación de suelo con animales de tiro. Como explica un entrevistado:

La comuna le ayuda [...] con el tractor. Y eso para mí que les dejó a los colonos un poco haragán [...]. Porque da gusto que en 2, 3 horas, o sea medio día que te preparen 5 hectáreas con máquina y sin pago, ¿a quién no le va a gustar? Y entonces el buey ya se larga, se pone todo gordo y no trabaja más.

Al inicio de este apar tado, se señaló que el eje ' t rabajador/no trabajador' era el principal articulador de sentido en el que se apoyaban las diferenciaciones al interior del grupo de campesinos. Se observó después que, a nivel de grupo social, los campesinos aparecían caracterizados por su esfuerzo y laboriosidad, asignándose a causas externas (como carencia de medios para la producción) los casos en los cuales algunos miembros del colectivo no parecían ocuparse activa y plenamente de las tareas agrícolas. Sin embargo, también en otros casos, los entrevistados explicaron ciertas faltas de dinamismo y laboriosidad por causas internas como vagancia o falta de compromiso con el trabajo, entre otras. Haciendo un examen rápido, podría asumirse que los pequeños productores explican en general la supuesta 'falta de voluntad de trabajo' del campesino por causas internas y externas sin que exista una regla para comprender cuando aplican uno u otro criterio. Sin embargo, un examen en profundidad permite arribar a una interesante conclusión. Efectivamente, las explicaciones internas donde se habla de falta de esfuerzo y de voluntad de trabajo del pequeño productor, aparecen en los contextos en los cuales los entrevistados caracterizan a subgrupos de los cuales pretenden diferenciarse en el contexto de comparaciones intragrupales. A la vez, las explicaciones externas son priorizadas cuando los entrevistados procuran explicar conductas supuestamente poco diligentes o afanosas de sí mismos o de los campesinos como grupo social, cuando se sienten identificados inmediatamente con este colectivo. En consecuencia se observa que, en términos generales, la explicación por causas internas o externas de ciertas conductas campesinas que pueden ser comprendidas como 'pasivas' u 'oportunistas' está guiada por la búsqueda de una identidad positiva del hablante. Esto implicará dar explicaciones externas cuando lo que esté en juego sea la valía del entrevistado o la de su grupo social, e internas cuando se describe a otros campesinos en el contexto de comparaciones intragrupales.

La mirada del extensionista y los proyectos de desarrollo
Es indudable que, en numerosas opor tunidades, los campesinos que se incorporan a proyectos grupales del Programa Social Agropecuario (en los cuales se provee de subsidios y asistencia técnica) participan activamente y hacen un uso provechoso de las ayudas que reciben. Sin embargo, la experiencia de los profesionales que acompañan estas iniciativas es generalmente contradictoria y aun, muchas veces, decepcionante. Es que, si bien los mismos campesinos reclaman insistentemente subsidios o créditos para la producción así como la presencia de profesionales que brinden capacitación y acompañamiento, los extensionistas perciben usualmente ausencia de interés, desgano y falta de aplicación de las propuestas técnicas que hacen a los productores. Como decía directamente un extensionista: "uno deposita mucho esfuerzo para que ellos [los campesinos] se beneficien, y ellos no se involucran".
En cuanto al proceso de búsqueda y obtención de subsidios y ayudas productivas, es necesario señalar la notoria diferencia de racionalidades que puede observarse entre la perspectiva del profesional y la del campesino. Por su parte, el extensionista entiende a los proyectos o subsidios como intervenciones destinadas a favorecer procesos de desarrollo mediante la superación de algunos de los limitantes que enfrentan los productores o, al menos, como formas de solucionar problemas o dificultades puntuales a partir de la asistencia directa. En contrapartida, el campesino integra y articula las ayudas recibidas en el contexto de las múltiples estrategias de supervivencia que están a su alcance (Silvetti y Cáceres, 1998). En este sentido, es usual que los pequeños productores busquen obtener beneficios que no les corresponderían por su situación, como cuando la gente se anotaba para conseguir un posible subsidio algodonero destinado a paliar las consecuencias de una plaga, aun sin haber cultivado este producto. Igualmente, es posible que los campesinos soliciten ayudas productivas que se encuentran disponibles aun sin interesarse demasiado por los ines formales a los que las mismas deberán destinarse. Como comentaba un pequeño productor: "vos le decís a la gente 'hay un crédito' ¡ah! todo el mundo se te va a venir arriba".
Es así que la reacción del campesino será la de pedir ayuda allí donde piense que puede conseguirla, más allá de necesitarla o de estar comprometido con sus fines. Como comenta un campesino que sucedió cuando participó de una reunión destinada a informar a un dirigente de una organización social nacional cuáles eran sus necesidades. Allí los presentes pidieron implementos e insumos para muchísimo más de lo que podían producir y vender, "pero como el otro [el dirigente] más o menos les daba una facilidad, ellos métale, venga". No se pedía porque se necesitara ni porque se pensara usar sino, sencillamente, porque había posibilidades de conseguir, lo que claramente constituye una estrategia de supervivencia (Landini, 2011).
Focalizando ahora en el uso y destino de las herramientas y bienes recibidos, es evidente que, en muchos casos, los implementos entregados son instalados y utilizados por los campesinos en el modo en que esperan los extensionistas. Medias sombras destinadas al cultivo de hortalizas, bombas usadas para riego y rastras de disco para la preparación de suelo. Sin embargo, no sucede así en todos los casos, pudiendo preguntarse incluso si será así en la mayoría de ellos. En primer lugar, si bien se trata de casos contados, hay quienes recibieron dinero de parte del Programa Social Agropecuario para la compra de implementos productivos, y le dieron otros ines. O destinaron a consumo créditos provinciales orientados a potenciar la producción. Es cierto que los campesinos entrevistados parecen sobreestimar la cantidad de casos insistiendo en cuán desconiable es 'la gente'. Pero los extensionistas también han corroborado varias de las versiones. Incluso, se ha recibido información de casos de venta de las ayudas, particularmente semillas, pero también de implementos obtenidos en el contexto de diferentes subsidios. Como dice una campesina: "retira de allá la señora y acá retira el marido y después ellos agarran y venden".
De todas formas, aunque lo más llamativo son los casos de desvío de los fondos o de venta de ayudas, lo que más puede observarse son demoras en la instalación de medias sombras, abandono de mejoras o ausencia de uso de las herramientas entregadas. Medias sombras que no se instalan o no se usan, pudiéndose ver que la maleza crece donde se esperaría ver verduras, o silos pequeños que se guardan sin ser aprovechados. Como comenta un extensionista: "un productor al formular un proyecto se compromete a hacer a lo mejor un gallinero [...] pero después cuando viene, se le va mucho el tiempo y se hace como el desentendido". El mismo ingeniero explica su experiencia cuando volvió a ir al predio de un productor un año y medio después de que esa familia hubiera recibido subsidios del Programa Social Agropecuario:

Las mejoras que se hicieron dentro de su chacra estaban abandonadas, los gallineros no se utilizaban, ya estaban todos con maleza [...] Pasa con esta herramienta [un subsolador de suelo] que yo te dije por ejemplo que en las capacitaciones usamos 1 vez y después se abandonó... o sea se metió adentro del lugar donde guardan las herramientas y no se le utilizó nunca más.

Respecto de la dinámica que toman los espacios de trabajo grupal correspondientes a distintos programas de desarrollo rural, no es extraño que los extensionistas comenten cierta falta de interés o compromiso de los campesinos a la hora de asistir a reuniones o de poner en práctica acuerdos consensuados entre todos, al menos cuando no hay subsidios o créditos inminentes. Y esto, incluso, en el caso de capacitaciones vinculadas con el uso de herramientas provistas por el Programa Social Agropecuario, las que habían sido pedidas por los mismos pequeños productores. Como comenta un extensionista:

Hay veces que iba en algunas capacitaciones a tratar de [...] capacitar en algunas cosas que le sea favorable a la gente, y como que ves que no hay entusiasmo, en una reunión donde tenía que haber 8 productores te aparecen 3, encima no están ni entusiasmados, se van por obligación nomás.

Y esto, también corroborado por un campesino que reconocía que cuando se armaban reuniones, la gente iba para preguntar si iban a otorgar subsidios. O que incluso consultaban si iban a entregar dinero y que, de no ser así, muchas veces no participaban.
Respecto de la falta de cumplimiento de acuerdos, la experiencia de los profesionales muchas veces es que, pese a que los proyectos se construyen de manera conjunta y se acuerdan responsabilidades mutuas, éstas no siempre se respetan. Así lo explica un extensionista que trabajaba en el Programa Social Agropecuario: "en todos los grupos creo que un caso por lo meno hubo, de que se comprometían a hacer algo y al final como que se hacían los desentendidos también".
En resumen, luego de analizar el proceso de obtención de subsidios y ayudas, el uso de los implementos recibidos y la participación en espacios de trabajo grupal, puede airmarse que los extensionistas perciben las conductas de los campesinos, en numerosas ocasiones, como pasivas y oportunistas. Pasivas, por la limitada participación e implicación en proyectos y acciones compartidas (reuniones, capacitaciones y compromisos asumidos) y por la falta de uso de implementos productivos entregados (medias sombras, silos, subsoladores, etc.). Y oportunistas, por el interés centrado en la obtención de ayudas y subsidios en el corto plazo, en lugar de poner el foco en los procesos de desarrollo de largo plazo, observándose casos de desvío de los fondos de diferentes subsidios y venta de herramientas y semillas recibidas.
Llegado a este punto, resulta interesante relexionar procurando construir interpretaciones alternativas frente a estos sucesos, para no quedar monopolizados por solo una de las versiones posibles. Tómese por ejemplo el caso de las demoras en la instalación y la falta de uso o abandono de las mejoras. En primer lugar, debe examinarse si realmente los beneicios en cuestión son o no de verdadero interés para los campesinos. Como sostiene Sánchez Vidal (1991), "habrá que preguntarse, por tanto, hasta qué punto lo que nos interesa a nosotros -como interventores técnicos- le interesa realmente a aquella gente [...] o, por el contrario, nosotros necesitamos que ellos participen" (p. 274). ¿Le interesa a la gente aquello que recibe y no utilizaba? Sugestivo resultó el caso de los gallineros provistos por el Programa Social Agropecuario en la zona. En concreto, los mismos parecían ser muy valorados por los campesinos por ser considerados una'mejora', aunque también solían ser dejados abiertos la mayor parte del día, o incluso dejarse abandonados totalmente. La respuesta la dio un campesino cuando se le consultó: "nosotros pusimos nomás [el gallinero] así porque... no sé, porque no conviene, teniendo ahí dentro [...] tenés que darle de comer [a los animales] medio de seguido todos los días". Podía ser lindo tener un gallinero, pero usarlo según estaba previsto en el proyecto no parecía servir a las necesidades específicas de este pequeño productor, quien lo había interpretado más como un requisito o un paso para recibir otras ayudas que como un beneficio en sí mismo.
Es cierto que muchos extensionistas tienen conciencia de esto. Pero aun así diseñan los proyectos según lo que'técnicamente' debería hacerse, para que sean aprobados, sabiendo que la gente utilizará los gallineros de otras maneras que también pueden resultar útiles. Pero, en cualquier caso, esto no quita fuerza al argumento de que, muchas veces, las propuestas derivadas de los programas y proyectos ni se identifican con lo que priorizan los propios campesinos ni se adecuan a los contextos de vida en los cuales ellos se desenvuelven. Extendiendo la lógica de este argumento, distintos autores sostienen que el rechazo de innovaciones propuestas por agentes técnicos no es el resultado de actitudes irracionales o pasivas del campesino sino, más bien, de una comprensión profunda de los contextos en los que estos cambios deben aplicarse (Cáceres, Silvetti, Soto y Rebolledo, 1997; Soleri et al., 2008). Así, más que de pasividad debería hablarse de resistencia pasiva (Bennholdt-Thomsen, 1988). Respecto de las demoras en la instalación de mejoras y la falta de concreción de tareas vinculadas con la puesta en práctica de proyectos, el estudio de caso realizado por Carenzo (2006) en la misma provincia de Formosa puede ser esclarecedor. En efecto, en dicho trabajo, el autor encontró que la limitada disponibilidad de mano de obra familiar operaba, muchas veces, como limitante para la implementación de ciertas iniciativas de desarrollo, situación descripta en numerosas oportunidades por los pequeños productores cuando se les consulta por los atrasos o por la falta de ejecución de actividades previstas.
Al mismo tiempo, también cabe preguntarse por el tipo de relación que se establece entre técnicos y campesinos para ver si los acuerdos y compromisos que no son cumplidos fueron realmente consensuados. En efecto, puede ser que el vínculo entre extensionistas y pequeños productores, marcado por una clara situación de desigualdad, se establezca implícitamente en términos jerárquicos, situación que no permite a los campesinos sentirse con la libertad de rechazar abiertamente propuestas que se perciben como inadecuadas o poco provechosas, como sucede en relación a muchas recomendaciones técnicas, ya que se asume que su aceptación es, en cierto sentido, requisito para continuar recibiendo asistencia. Además, a esto se agrega que también es posible que lo que los mismos técnicos, generalmente ingenieros agrónomos, zootecnistas y veterinarios, consideran como algo 'consensuado', no lo sea realmente, ya que el manejo de procesos participativos y la construcción de acuerdos grupales no es algo para lo que los haya preparado su formación académica (Landini, Murtagh y Lacanna, 2009).
Sobre las conductas oportunistas, una interpretación alternativa puede ser encontrada en referencia a las diferentes racionalidades de campesinos y extensionistas. En concreto, si para el técnico el objetivo es la implementación adecuada de los proyectos, para el pequeño productor la finalidad es responder a las necesidades postergadas y alcanzar la supervivencia inmediata. En cierto sentido, hay que reconocer que las ayudas públicas y el acceso a ellas forman parte de las estrategias de supervivencia de los campesinos (Silvetti y Cáceres, 1998). Y aunque se trate de una visión cortoplacista que inhibe
procesos de desarrollo más sólidos que podrían dar mayores beneicios en el largo plazo, los contextos turbulentos y cambiantes en los que viven los campesinos pueden hacer dudar de si vale la pena restringir las satisfacciones actuales con el objetivo de aspirar a beneficios futuros dudosos e inciertos.
En un trabajo reciente, Plunkett y Buehner (2007) sostienen que las personas preieren recibir un bien presente antes que uno futuro si ambos tienen el mismo valor. Además, señalan que los sujetos, para comparar el valor de bienes presentes y futuros cuantifican el importe actual del bien futuro a partir de la utilización de una tasa de descuento generalmente implícita, que es más alta mientras mayor sea la incertidumbre percibida sobre el futuro. Así, hipotetizando la existencia de una elevada tasa de descuento asociada a la alta incertidumbre en que se manejan los productores campesinos, podría explicarse con facilidad ciertas conductas consideradas oportunistas. Se trataría, simplemente, de casos en los cuales la tasa de descuento es tan alta que el valor actual del beneicio futuro esperado (como podría ser el éxito de un proyecto de desarrollo de largo plazo) sería menor a lo que podría obtenerse de la venta inmediata de los insumos o herramientas implicados o, incluso, menor a la suma de los esfuerzos (medidos en términos de trabajo) que deberían aplicarse para poner en funcionamiento la iniciativa.
De todas formas, y aun luego de haber procurado generar explicaciones alternativas para no quedar atrapados por una única mirada, no debe pensarse que los fenómenos en análisis (nombrados en un principio como 'pasividad' y'oportunismo') han sido explicados de manera acabada. Se trata, simplemente, de una apertura de sentidos.

REFLEXIONES FINALES
Durante el desarrollo del presente trabajo se abordaron las percepciones de campesinos y extensionistas que describen a los primeros como trabajadores y esforzados o como pasivos y oportunistas, dada la importancia fundamental de este tema tanto desde el punto de vista de los actores como a la hora de diseñar e implementar proyectos de desarrollo rural. Asimismo, procurando no limitar el alcance del artículo a la descripción de la perspectiva de campesinos y extensionistas, también se profundizó en torno al sentido y las razones de dichas percepciones.
En primer lugar, cabe destacar que el eje 'trabajadores/no trabajadores' es uno de los principales articuladores de sentido de los discursos de los pequeños productores entrevistados, lo que evidencia la importancia que tiene esta temática dentro de la cosmovisión del campesinado de la localidad de Misión Tacaaglé. Es que este tipo de descripciones les permiten a los campesinos tanto generar una representación positiva de sí mismos, al describirse como trabajadores y esforzados, como destacar la ilegitimidad de su situación de pobreza, ya que queda en evidencia que ella es inmerecida, dada su voluntad de trabajar y esforzarse por un futuro mejor (Landini, 2012).
Asimismo, del análisis realizado pudo concluirse que los campesinos tienden a describirse a sí mismos y al grupo social del que forman parte como esforzados y trabajadores, mencionándose que cuando las conductas no parecieran condecirse con esto, es porque existen causas externas al control del campesino que limitan sus opciones, como cuando no se planta por falta de lluvias o de dinero para comprar semillas. Al contrario, cuando los entrevistados se posicionan como sujetos individuales y no como integrantes del grupo social de los 'campesinos', lo que se observan son descripciones de los otros como holgazanes, oportunistas y desinteresados. Es decir, como personas que no se proponer progresar en la vida por falta de voluntad, compromiso o esfuerzo. Así, queda claro que más que las conductas de los campesinos, lo que guía el modo en que los entrevistados se caracterizan a sí mismos y a los otros es su propio posicionamiento. En concreto, se observa que cuando los campesinos toman a otros como integrantes de su propio grupo social tienden a describirlos de modos que los connotan positivamente, mientras que cuando los describen como sujetos externos tienden a caracterizarlos de manera negativa. Interesante esto, ya que permite interpretar a otro nivel lo que entrevistados y entrevistadas sostienen durante las entrevistas, teniendo particular importancia la evaluación de si se posicionan como sujetos individuales o integrantes de un grupo social, y si las explicaciones que dan sobre el por qué de lo que describen aluden a causas que son internas o externas a la voluntad de los sujetos.
Otro elemento a destacar de los resultados de este trabajo es la percepción de los extensionistas rurales de que buena parte de los campesinos con los que trabajan, en mayor o menor medida, poseen conductas y actitudes que pueden ser calificadas como poco comprometidas, pasivas y oportunistas. Ahora bien, para no asumir como verdadera una conclusión que surge de la visión de un actor particular, resulta de gran importancia reflexionar sobre la existencia de explicaciones alternativas frente a los hechos que muchos extensionistas se sienten tentados a interpretar en términos de pasividad. Así, en primer lugar cabe señalar que la racionalidad de los extensionistas no se identifica con la de los campesinos, por lo que es usual que sus prioridades e intereses difieran. De esta forma, resulta claro que las interpretaciones externas guiadas por los parámetros del extensionista corren el riesgo de asumir erróneamente que lo que sucede es por falta de voluntad, cuando en realidad puede ser simplemente que se trate de algo que el campesino no considera suficientemente importante para justificar el esfuerzo. Además, también hay que tomar en cuenta que los campesinos se encuentran sujetos a unas condiciones de vida muy particulares que muchas veces se le escapan a los extensionistas, razón por la cual lo que desde el técnico puede ser visto como rechazo o reticencia frente a recomendaciones productivas, puede que no sea más que la expresión de un conocimiento más profundo y directo del contexto donde ellas deberían ser aplicadas. Finalmente, dados los altos niveles de incertidumbre en que se desenvuelve la vida del campesino, no parece extraño que, frente a los objetivos de mediano y largo plazo que proponen los proyectos de desarrollo, el campesino elija un presente seguro antes que un futuro incierto.
Luego del trabajo de relexión precedente, surge nuevamente la tentación de abordar la pregunta de si el campesino es o no un sujeto realmente pasivo. Sin embargo, esta pregunta posee dos supuestos que urge aclarar. El primero nos lleva a preguntarnos '¿pasivo para quién?', ya que, como se ha visto, la asignación de pasividad a las conductas y actitudes del campesino es más el resultado del posicionamiento y los marcos de interpretación de quien lo afirma, que una descripción objetiva de lo que el campesino hace o deja de hacer. El segundo supuesto a discutir es el que considera que las conductas y actitudes campesinas que pueden ser interpretadas como pasivas, encuentran su fundamento en una serie de factores internos como falta de interés, de voluntad, de motivación o de deseo de trabajar y esforzarse. Así, se comete el error de considerar intuitivamente a la pasividad como un rasgo intrínseco de las personas o las culturas, cuando en realidad la expl icación más interesante parece ser la de interpretar a la supuesta pasividad como un emergente de un sistema complejo donde los sujetos se posicionan de cierta manera en relación al contexto particular en el que se encuentran. Por ejemplo, reduciendo las acciones orientadas a progresar económicamente a causa de un sistema económico que valora y premia muy poco los esfuerzos de los sujetos.
Vista así, la pregunta de si los campesinos son o no pasivos pierde interés al evidenciarse los supuestos ingenuos de los que parte. En contrapartida, son dos las cuestiones cuya importancia queda destacada. La primera, la indagación de por qué las conductas campesinas pueden ser interpretadas en términos de pasividad por diferentes actores, tema que fue abordado en el presente artículo. Y la segunda, dentro de qué contextos y por qué razones los campesinos tienden a asumir posicionamientos que pueden ser interpretados como pasivos y oportunistas, tarea que queda pendiente para futuros trabajos.
De estas conclusiones surgen dos comentarios finales de orden práctico. El primero refiere a la importancia de que los actores externos que trabajan con campesinos (sean o no extensionistas), cuando perciban una de sus conductas como pasiva, oportunista o aun irracional, se pregunten de qué manera el la podría resultar coherente, razonable y bienintencionada desde el punto de vista del mismo campesino. No se trata de negar aquí que las acciones y actitudes de los pequeños productores puedan ser consideradas pasivas. De hecho, es indudable que muchas veces lo son, más teniendo en cuenta el contexto en el que se encuentran, el cual valora muy poco el esfuerzo y la iniciativa. Sin embargo, asumir como pasivas todas aquellas conductas del pequeño productor que no respondan a las expectativas de los actores externos, es una ingenuidad y un exceso. Sin una clara comprensión de las prioridades, preocupaciones, valores y contexto de vida del campesino, cualquier consideración que lo tenga como pasivo no es más que prejuicio, por lo que habla más de los presupuestos y de la cultura de quien evalúa que de las conductas del evaluado. Nuevamente, vuelve a quedar en el tapete lo que Cittadini y Pérez (1996) señalan como fundamental: comenzar comprendiendo por qué el productor hace lo que hace, lo que nos invita a no asumir ingenuamente que si sus conductas no tienen sentido desde nuestra propia mirada externa es porque carecen de una lógica propia.
Finalmente, también hay que señalar que, desde nuestro lugar como investigadores y como profesionales, muchas veces podemos sentirnos tentados a identificarnos con la posición del campesino, rechazando por prejuiciosas las actitudes, comentarios y percepciones de los extensionistas. Sin embargo, ceder a esto no hará más que limitar nuestra capacidad de reflexión. El extensionista rural posee una visión de la realidad que corresponde a su propia posición dentro de ella, como sucede con todos los actores sociales. Así, lo que urge, más que posicionarse afectivamente, es comprender su forma de pensar, con el fin de aportar herramientas para el cambio.

1 Consultado online el 4 de febrero de 2012 en la página: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=procurar

2 Las citas de las palabras de los campesinos entrevistados corresponden a frases textuales de entrevistas grabadas.

3 Consultado online el 4 de febrero de 2012 en la página: www.diccionarios.com/consultas.php

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Fecha de recepción: 12 de marzo de 2012
Fecha de aceptación: 3 de agosto de 2012