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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.19 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2012

 

Psicoanálisis

Consideraciones metodológicas en torno a las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis: precedentes históricos y contemporáneos

Methodological considerations on the relations between phenomenology and psychoanalysis. Historical and contemporary precedents

 

Lutereau, Luciano1

 

1 Magíster en Psicoanálisis; Lic. en Psicología; Lic. en Filosofía, UBA. Docente de Psicología Fenomenológica y Existencial Cátedra I y de Clínica de Adultos, Cátedra I. E-mail: Lucianolutereau@hotmail.com

 


Resumen
En este artículo fundamentaremos el interés de los estudios que se proponen una reconstrucción del método de formalización de conceptos en psicoanálisis a través del recurso a la fenomenología. Para ello, consideraremos analíticamente cuatro obras de G.-F. Duportail, quien desde hace diez años ha delimitado un método de acceso específico a la relación entre fenomenología y psicoanálisis (y sus posibles inluencias recíprocas). La relevancia de la obra de Duportail, prácticamente no estudiada ni esclarecida en nuestro país, radica en que inscribe el estudio de las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis en el marco de un "programa de investigación", cuyas consecuencias sistemáticas deben ser elucidadas en diferentes obras que profundicen el alcance de la cuestión. Como habrá de exponerse en este artículo, sus obras desarrollan este motivo.

Palabras clave:
Fenomenología; Psicoanálisis; Metodología

Abstract
In this paper we will argue for the interest of the studies that propose a reconstruction of the formalization method of concepts in psychoanalysis by using phenomenology as a resource. With this purpose, we will analytically consider four works by G.-F. Duportail, who for the last ten years has been delimiting a specific method of access to the relation between phenomenology and psychoanalysis. The relevance of Duportail's work, which has not practically been studied nor elucidated in our country, lies in the fact that it inscribes the study of relations between phenome-nology and psychoanalysis in the framework of a "research program", whose systematic consequences must be elucidated in different works that study thoroughly the importance of the question. As it will be exposed in this article, his works develop this motif.

Key words:
Phenomenology; Psychoanalysis; Methodology


 

INTRODUCCIÓN
Las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis distan de ser algo reciente, aunque sí podría decirse que es en los últimos años que han tomado la forma de un vínculo estrecho. En todo caso, cabría demostrar que dichas relaciones han tomado la forma de un "programa de investigación". Este es el principal objetivo de este artículo, que se propone indicar y correlacionar fundamentos comunes a la fenomenología y el psicoanálisis desde una perspectiva metodológica.
El esclarecimiento de "fundamentos comunes" remite a la localización de núcleos de investigación compartidos, que, eventualmente, pueden redundar en que las relaciones entre una y otra disciplina no se limiten a un mero contacto o vigilancia externa. Así, por ejemplo, en un artículo reciente -titulado "Fortunes diverses: l'ouvre de jeunesse de Jacques Lacan et la phénomenologie" (1994) - H. Schmidgen destacó la influencia de la fenomenología en la obra temprana de Lacan, subrayando ciertos errores en lo que éste habría incurrido en la aplicación de ciertas categorías. No obstante, una comparación semejante sólo puede tener sentido desde el punto de vista de quien estaría interesado en elucidar un supuesto "Lacan fenomenólogo". Para el caso, podría destacarse que en su tesis de doctorado en medicina, cuando Lacan refiere a la "Aufhaltung fenomenológica del método husserliano" (Lacan, 1932, 284), es muy posible que esté cometiendo una transgresión metodológica. En principio, porque la Aufhaltung no pertenece al método de la fenomenología, según Husserl, y, luego, porque, en el contexto de dicha tesis, si bien se destaca el propósito de constituir una ciencia fenomenológica de la personalidad (Cf. Lacan, 1932, 286), no se encuentra un desarrollo exhaustivo de la referencia a la fenomenología ni su alcance metodológico. Asimismo, en dicha tesis tampoco se trata de una investigación en psicoanálisis propiamente dicha -como Lacan mismo lo sostiene al afirmar que, en ese entonces, el psicoanálisis es "una ciencia que se halla todavía en estado naciente" (Lacan, 1932, 233)-.
Trabajos como los de Schmidgen no avanzan en la vía de realizar una aproximación a la participación de motivos comunes entre ambas disciplinas, sino que -afincados en el discurso de uno de ellas- pretenden juzgar la validez de la otra. El interés metodológico de este tipo de aproximaciones es relativo -y, quizá, sólo de interés para el historiador de alguna de esas disciplinas- ya que no parecieran aportar resultados positivos que permitan enriquecer epistémicamente a una de ellas a través del recurso al método de la otra.
Cercano también al interés histórico, podría indicarse otro tipo de aproximaciones a las disciplinas en cuestión, igualmente en función de la reconstrucción de aspectos metodológicos en el contexto de formalización de nociones, categorías y/o conceptos de alguna de ellas. Así, por ejemplo, en su libro La forma especular. Fundamentos fenomenológicos de lo imaginario en Lacan (2012), L. Lutereau expone -a partir de los resultados obtenidos en su investigación de tesis de maestría en psicoanálisis en la Universidad de Buenos Aires-, invariantes metodológicos, de raigambre fenomenológica, que habrían permitido a Lacan formalizar el orden imaginario. Lutereau reconstruye el método de elaboración de aquello que Lacan llamara "esencia fenomenológica del narcisismo" (Lacan, 1948, 101) a partir de un esclarecimiento de las referencias textuales presentes en los escritos tempranos de Lacan, dedicados a la constitución del yo y la realidad psíquica, el transitivismo en relación con el semejante, etc. A diferencia del artículo de Schmidgen, que evalúa -y juzga como inapropiado- el uso que Lacan hiciera de la referencia femonenológica, el estudio de Lutereau -que, al tratarse de un libro, explora con mayor sistematicidad la cuestión- demuestra que la incorporación de la fenomenología como método en la obra de Lacan es prolífica, y tiene una acepción original, independientemente de que la paráfrasis de las referencias originales pueda ser considerada exacta o no. La diferencia entre ambos niveles radica en que, en dicho t rabajo, no se evalúa la exactitud referencial del saber en cuestión, sino su participación efectiva a través de la aplicación de ciertos rasgos mínimos (o invariantes) de la metodología fenomenológica (recurso a la épochê -como modo de acceso a la fenomenalidad- y a la reducción eidética -como forma de constatación de aspectos estructurales-). De este modo, la cuestión ya no quedaría planteada solamente en la reconstrucción bibliográfica -lo que Lacan efectivamente habría dicho de la fenomenología- sino de acuerdo a un interés metodológico de mayor alcance -lo que Lacan efectivamente habría hecho más allá de lo que decía hacer-.
De este modo, al menos según este rodeo inicial y propedéutico, las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis pueden plantearse de dos maneras distintas: por un lado, en función de estudios crít icos que, cent rados en el análisis textual de los trabajos de una de las disciplinas, evalúan la pertinencia (o no) -el uso correcto (o no)- que se hagan de los términos de la ot ra discipl ina; por ot ro lado, estudios que reconstruyan argumentalmente la presencia de motivos propios de una disciplina en el contexto de producción de categorías de la otra disciplina. A los de primera intención se los podría llamar "estudios normativos"; a los segundos,"estudios genéticos"; o bien, de acuerdo con la semántica discursiva de A. Greimas (1976), podría decirse que los primeros permanecen en un "nivel descriptivo" -de análisis de enunciados y contextos de aplicación-, y los segundos circunscriben el "nivel epistémico" -de análisis metodológico-formal y argumentativo-.
En este artículo fundamentaremos el interés de los trabajos que se inscriben en la segunda línea de investigación entrevista, al considerar analíticamente cuatro obras de G.-F. Duportail, quien desde hace diez años ha delimitado un método de acceso específico a la relación entre fenomenología y psicoanálisis (y sus posibles inluencias recíprocas). La relevancia de la obra de Duportail, prácticamente no estudiada ni esclarecida en nuestro país, radica en que -de acuerdo con lo dicho en el primer párrafo- inscribe el estudio de las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis en el marco de un "programa de investigación", cuyas consecuencias sistemáticas deben ser elucidadas en diferentes obras que profundicen el alcance de la cuestión. Como habrá de exponerse en este artículo, sus obras desarrollan este motivo.
Asimismo, antes de reconstruir el modo de aproximación metodológico en la obra de Duportail, cabe realizar una breve consideración de orden histórico, que explicite el trasfondo en que los trabajos de Duportail se recortan, y circunscriba el motivo de su relevancia epistemológica en nuestra actualidad.

PRECEDENTES HISTÓRICOS DE ESTUDIOS METODOLÓGICOS
Si bien la fenomenología ha sido, históricamente, de interés para el psicoanálisis -tal como lo demuestra el interés de Freud en su formación con F. Brentano (Cf. Thompson- Lutereau, 2010); o, como fuera indicado en el apartado anterior, hay referencias explícitas e implícitas de la participación de la fenomenología en la obra de Lacan-, es entre los fenomenólogos que el psicoanálisis ha motivado especialmente un interés metodológico.
En estudios clásicos, en la fenomenología francesa contemporánea -que encontró en M. Merleau-Ponty el último gran interlocutor del psicoanálisis, y cuyas referencias deberían ser esclarecidas en un artículo independiente-, pueden destacarse dos trabajos específicos: por un lado, el libro de P. Ricoeur titulado De l'interprétation. Essai sur Freud (1965), cuyo objetivo fuera explicitar la textura íntima del discurso psicoanalítico, i.e., el modo en que están construidos sus conceptos, los problemas que busca resolver, y la aplicación que los subtiende. El propósito de Ricoeur en su ensayo de más de 400 páginas es evaluar la consistencia del discurso freudiano. Para ello, el libro se despliega en dos áreas generales de interrogación: -el papel epistemológico de la interpretación; -la posibilidad de integración filosófica del proyecto freudiano en el marco de otras líneas hermenéuticas. Respecto de estas cuestiones, el primer balance que se esclarece es el de la noción de símbolo. El psicoanálisis podría ser entrevisto como una simbólica del deseo que debe ser descifrado (Cf. Ricoeur, 1965, 15).
Respeto de la segunda cuestión -la comparación con otras hermenéuticas-, para Ricoeur existen dos enfoques extremos en los modelos del interpretar; por un lado, la hermenéutica reductiva donde se ubica Freud; por el otro, la hermenéutica instaurativa. En la primera, las distintas iguras de la cultura, el arte, etc. se reducen a la economía pulsional. En la otra, la simból ica se expresa en una teleología que piensa lo sagrado como meta.
Luego de estas dos consideraciones, Ricoeur sostiene que el psicoanálisis se presenta como un discurso "mixto", que presenta una vertiente hermenéutica y una "energética" -relativa a la dinámica del conlicto- que sería irreductible. El derrotero que sucedió a la publicación del libro de Ricoeur se encuentra consignado en el Seminario 11, con la afirmación lapidaria de Lacan, quien sostiene -en una afirmación dirigida a Ricoeur- que el psicoanálisis no es una hermenéutica (Cf. Lacan, 1964, 160). No obstante, el planteo más interesante de la obra de Ricoeur no es elaborado por Lacan, ya que Ricoeur sostiene también que el psicoanálisis debe ser esclarecido como una "antifenomenología". La acepción propia de este término podría ser resumida del modo siguiente: el psicoanálisis realizaría una inversión de la épochê fenomenológica, y de la conciencia como sede constitutiva de sentido, al modificar la relación con el objeto intencional en atención a fenómenos contra-intencionales: según Ricoeur, un modo de resolución al problema del discurso mixto, que entrecruza sentido y fuerza, se encuentra en la postulación del punto de vista económico. Dicho punto de vista se concreta, en la consideración de la metapsicología de la pulsión, en la ponderación de la meta sobre el objeto. Esta observación queda establecida en la deinición misma del objeto según Freud: "El objeto [Objekt] de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta" (Freud, 1915, 118). Esta definición permite concluir la variabilidad (y la contingencia) del objeto, así como el vicariato (y el intercambio) entre modos de satisfacción. A partir de este esclarecimiento del punto de vista económico, a expensas de la noción energética (dinámica), se extrae asimismo al objeto de cualquier referencia intencional. Quedaría anticipada, por esta vía, la teoría lacaniana del objeto a, en cuanto confronta toda versión intencional del objeto. Si éste no es más que una variable de la función económica, esto es, de un modo de satisfacción, pierde toda consistencia sustancial y, por lo tanto, cualquier privilegio como correlato y/o hilo conductor de la descripción de la pulsión.
Un segundo estudio, de relevancia metodológica, en el marco de la fenomenología francesa, es la Généaologie de la psychanalyse (1985) de M. Henry. De acuerdo con el autor, más allá de los saberes científicos -cuyo tema son idealizaciones-, y del saber de la conciencia, que se ocupa de la percepción (y sus modificaciones), existe un saber de la "vida". Para la fenomenología de Henry, la "vida" es el modo originario de una fenomenalización inmanente en que ella se autoafecta. De este modo, esta automanifestación de la vida sería más originaria que la correlación intencional estudiada por Husserl y el develamiento como trascendencia en Heidegger. Es esta noción de autoafección de la vida -como condición de posibilidad de toda aparición- la que es relacionada con el inconsciente, al mostrarse como pulsión y fuerza afectiva.
En el terreno óntico, el inconsciente designa las pulsiones, las representaciones latentes, y los mecanismos de desplazamiento, condensación y simbolización (que se encuentran en el origen de los sueños, síntomas, y demás formaciones del inconsciente). No obstante, mucho más importante es la modelización del inconsciente en su sentido ontológico, que se relaciona con el modo de aparecer de la vida, con la dimensión originaria de la autoafección. Para acceder al concepto ontológico de inconsciente es necesario distinguir entre el inconsciente de la representación y el inconsciente de la vida. Sólo este último permite un concepto ontológico, y que recuerda a la afirmación de Freud en El yo y el ello cuando sostenía que no todo lo inconsciente era producto de la represión, habiendo entonces un sentido estructural -"ontológico", para Henry- del término.
De este modo, Henry se propone una determinación filosófico-ontológica del concepto de inconsciente, que es, desde su perspectiva, lo que ha faltado al psicoanálisis. En este punto, se trataría de una interpretación ilosóica del psicoanálisis, o, mejor dicho, de una radicalización del psicoanálisis a través de la fenomenología. El aspecto metodológico de este estudio se encuentra en destacar que Freud, demasiado rápido, habría caído atrapado en la metapsicología y la construcción de conceptos en función de un mecanicismo causalista. No obstante, no debe pasar desapercibido que la interpretación de Henry no hace más que introducir -en modo alguno subrepticiamente- su propio sistema ilosóico en el corazón de la teoría psicoanalítica. De ahí que si bien su estudio es muy perspicaz en la crítica de la metapsicología (por ejemplo, al afirmar que realizar una reducción a la conciencia representativa es el "giro capital y catastrófico" -Henry, 1985, 363- de Freud), su principal valor radica en este aspecto negativo o destructivo, ya que positivamente no atiende a la especificidad del campo de fenómenos propios de la experiencia analítica.
Asimismo, cabe detenerse en algunas distinciones aisladas de su libro, que tienen alcances metodológicos propicios para la investigación en psicoanálisis. Por ejemplo, para Henry, en la ilosofía de la conciencia se produce una separación entre ser y aparecer, mientras que el psicoanálisis hace converger ambas cuestiones. No obstante, en el psicoanálisis, el ser es tributario de la apariencia que funda. Esto implica que los problemas del inconsciente encuentran su origen y fundamento en la conciencia, de modo que la existencia del inconsciente depende de la conciencia a la que aparece. Por lo tanto, el rechazo de una filosofía de la conciencia no impide que los problemas de la teoría del psicoanálisis encuentren en la conciencia su punto de partida o lugar de elaboración teórica. Veremos, en el apartado posterior, que esta posición es convergente con la planteada por G.-F. Duportail. Asimismo, una proposición semejante se encuentra en Lacan cuando sostenía lo siguiente:

"Porque espero que muy pronto se ha de renunciar al empleo de la palabra inconsciente para designar lo que se manifiesta en la conciencia" (Lacan, 1946, 173)

Por otro lado, de modo convergente con el planteo de Ricoeur esbozado anteriormente, Henry plantea la ambigüedad del concepto de pulsión, en tanto designa el principio de toda actividad como la representación (Repräsentanz) que es comprendida como una representación. En este punto, Henry considera que la teoría de la representancia es la clave de la interpretación hermenéutica del freudismo. La representancia permite, luego de la reducción de la conciencia, efectuar un movimiento inverso de reaprehensión del sentido. De este modo, para el autor, la lectura hermenéutica de Ricoeur invita a reflexionar sobre los presupuestos comunes a la fenomenología husserliana y al psicoanálisis freudiano, y a cuestionarlos en tanto se atienen a un concepto idéntico de conciencia. En último término, Henry afirma que el aspecto decisivo del psicoanálisis estaría en que promueve el estudio de fenómenos que no tienen la condición de objeto (Henry, 1985, 370), fenómenos que no pueden ser reducidos a una conciencia constituyente de sentido. Habremos ver, también en el apartado siguiente, que éste es otra de las cuestiones destacadas por Duportail.

***

En nuestro país, también es preciso contar la presencia de unos pocos trabajos específicos dedicados a la cuestión. Además del libro de Lutereau indicado en el apartado anterior, cabría mencionar el clásico libro de L. Ceriotto, Fenomenología y psicoanálisis (1969), que realiza un estudio escandido de la participación de motivos psicoanalíticos en la obra de cuatros fenomenólogos -Sartre, Merleau-Ponty, De Waehlens, Ricoeur- de acuerdo con un punto de vista histórico de esclarecimiento de las referencias implícitas, para, luego, en las conclusiones de su estudio extraer conclusiones generales que podrían ser remitidas a ambas disciplinas.
Ceriotto considera que hay tres ámbitos en que la intersección entre fenomenología y psicoanálisis se demuestra prolífica: a) la cuestión del sentido; b) el lenguaje; c) la intersubjetividad.
A propósito del primer punto, tanto la fenomenología como el psicoanálisis interrogan la institución del sentido. La reducción fenomenológica es un modo de acceso al sentido intencional. No obstante, aunque podría verse en la reducción un desplazamiento de la actitud natural, la fenomenología tiene un carácter relexivo que el psicoanálisis no posee dado que "el inconsciente freudiano no es lo que la reducción libera" (Ceriotto, 1969, 182). Respecto de la concepción del lenguaje, si bien para ambas disciplinas "el lenguaje establece una dialéctica de la presencia y la ausencia" (Ceriotto, 1969, 178), para el psicoanalista el lenguaje cuenta como realidad en acto, como un inconsciente que no puede formularse más que retroactivamente. Por último, y vinculado al punto anterior, la cuestión de la intersubjetividad tiene matices distintos para el fenomenólogo y el psicoanalista. Según Ceriotto, es en la noción de transferencia "donde el psicoanálisis se distancia más de la fenomenología" (Ceriotto, 1969, 188). A la fenomenología no interesa la actualización de modos de satisfacción primarios en la relación con el otro. La Quinta de las Meditaciones Cartesianas, de E. Husserl, a pesar de las diferentes "herejías" que ha podido sufrir en sus discípulos (Sartre, Merleau-Ponty, Levinas, etc.) sitúa, desde un principio, que la relación con el semejante se plantea a nivel del acceso a su existencia. Para el psicoanálisis, en cambio, la noción de transferencia remite a la inquietud terapéutica que subtiende a la teoría, "esto muestra con claridad la distancia que separa la relación intersubjetiva de la fenomenología de la situación analítica" (Ceriotto, 1969, 189).
De este modo, aunque entre fenomenología y psicoanálisis haya una comunidad temática sobre determinados aspectos, la disimetría podría ser esclarecida con las siguientes palabras conclusivas:

"…la fenomenología no se confunde con el psicoanálisis, no llega a decir lo mismo que él. Cuando el discurso fenomenológico se detiene, queda algo así como el espacio vacío donde se podría insertar -desde otra dirección y quizás en otro nivel- el decir psicoanalítico que alcanzaría, de este especialísimo modo, una cierta iluminación." (Ceriotto, 1969, 181)

Esta referencia de Ceriotto es crucial para delimitar que la relación metodológica que pueda establecerse entre ambos campos de estudios - la fenomenología y el psicoanálisis- no apunta de desdibujar la frontera disciplinar. Al igual que Ricoeur, Ceriotto destaca que la fenomenología puede ser una herramienta metodológica para "iluminar" aspectos de la teoría psicoanalítica. Así como en su noción de "antifenomenología" -que recuerda a la de "antifilosofía" acuñada por Lacan, pero que no implica prescindencia de la filosofía- Ricoeur entrevía un modo de aproximación a la cuestión del estatuto del objeto (de la pulsión) más allá de la noción de intencionalidad, el estudio de Ceriotto converge con este movimiento al circunscribir que -a pesar de que las concepciones del sentido, el lenguaje y la alteridad sean divergentes en ambas disciplinas-, el planteo de núcleos temáticos comunes ya autorizaba a relacionar (y poner en tensión) el modo de aproximación a esos campos de saber.
Asimismo, si bien el libro de Ceriotto toma la forma eminente de un estudio en función de un método constructivo -en los términos de lo que en la introducción llamáramos un "estudio génetico"-, podría concederse que cuenta con la dificultad de asumir demasiado rápidamente que el objeto de estudio del psicoanálisis es el inconsciente. No sólo hay afirmaciones de Freud y de Lacan que rápidamente podrían desmentir esta presunción, sino que -mucho más importante aún- podría decirse que confunde dos niveles diferentes de investigación: es posible que la investigación del inconsciente (independientemente de que sea el objeto de estudio o no del psicoanálisis) ocupe un lugar destacado en la investigación en psicoanálisis, pero el sujeto epistémico que estudia el inconsciente no es el mismo sujeto que padece los efectos del saber inconsciente que lo determina. Por lo tanto, su afirmación respecto de que la reducción fenomenológica no "libera" el inconsciente, tal como el psicoanalista lo encuentra en su práctica, evidencia una clara confusión de un nivel de descubrimiento con un nivel de validación. El psicoanalista que analiza una formación del inconsciente no es el investigador (aunque pudieran ser la misma persona) que teoriza qué es, y cuál es el estatuto, del inconsciente. Como se verá en el apartado próximo, este es otro de los aspectos principales considerados en la obra de Duportail de los últimos años.
Para concluir este apartado de precedentes históricos, con una nueva referencia a un trabajo publicado en nuestro país -aunque, a diferencia del de Ceriotto, de producción reciente-, cabe destacar el libro de H. López Lo fundamental de Heidegger en Lacan (2011).
La relación entre Heidegger y Lacan ha sido el tópico de vinculación entre fenomenología y psicoanálisis que más atención ha recibido en los últimos años. Se destaca más de una decena de libros en el ambiente nacional e internacional. No obstante, no todos los trabajos publicados son relevantes para una consideración metodológica. En principio, no todos estos estudios atienden a la inscripción de Heidegger en la tradición fenomenológica -por fuera de la cual su obra puede ser leída de diversas maneras, aunque poco satisfactorias y alejadas del propósito con que el filósofo la produjo-; asimismo, sólo muy pocos se han preguntado acerca de cómo proceder metodológicamente para establecer la relación en cuestión. El libro de Héctor López, que dedica un apartado de dos capítulos a la cuestión metodológica de cómo plantear el vínculoentre dos autores de disciplinas distintas, sostiene, desde un comienzo, una afirmación de principio:

"[…] influencia no quiere decir adhesión ni identidad, sino simplemente relación entre dos autores que se cruzan [confrontando] el prejuicio puntual de una modalidad general de lectura que no se cansa de descubrir que el psicoanálisis ya ha sido dicho, bajo ciertas claves hermenéuticas de otros tiempo." (López, 2011, 32)

Por un lado, es notable que López destaque no se trata de juzgar la relación entre ambas disciplinas (intención que ya cuestionáramos en el primer apartado de este artículo al discutir el trabajo de Schmidgen), así como que sostenga que tampoco se trata de meramente detenerse en un esclarecimiento de lo que cada uno de los miembros de las disciplinas en cuestión (en este caso, Heidegger y Lacan) han efectivamente dicho. Por ejemplo -recuerda López-, "es evidente la falta de interés de Heidegger por el psicoanálisis al que considera, casi condena, como amarrado a la metafísica de la subjetividad" (López, 2011, 14). De este modo, no tendría ningún sentido intentar una aproximación entre disciplinas a partir de los juicios de valor explícitos en las obras de los representantes de ambas tradiciones. Lo mismo podría decirse de las afirmaciones críticas de Lacan respecto de la fenomenología, por ejemplo, en un escrito como "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis" (1953). En todo caso, cabría investigar si debajo de esos enunciados críticos no hay una presencia argumental latente de la fenomenología.
El principal aporte metodológico del libro de López radica en sostener que "el método de este análisis será el de tomar ambas obras como objetos independientes […] para tratar de determinar si tienen algo en común en cuanto a la dirección de sus búsquedas y hallazgos" (López, 2011, 22). La obra de Heidegger tiene su punto de partida en la analítica del Dasein y su giro en la pregunta por la verdad del Ser y el Evento; la de Lacan, parte de la póiesis del inconsciente (con el síntoma como metáfora) y avanza hacia el lenguaje formal de la topología de nudos. No obstante, entre ambos trayectos hay un invariante compartido: "lo fundamental: queda en el cruce la pregunta común por lo habla más allá del hombre. Por el rastro de lo que se deja escuchar en lo abierto del sujeto" (López, 2011, 35).
El método de elaboración de López es un aporte singular a los estudios que plantean relaciones entre fenomenología y psicoanálisis, dado que respeta las fronteras disciplinares pero, al mismo tiempo, interroga argumentos comunes que puedan plantearse entre ambos campos de investigación. Así, por ejemplo, a propósito de "lo abierto", puede notarse que el libro de López articula su presencia en distintos niveles (en relación con lo imposible, con el ser y el parlêtre, con la cuestión del fin, etc.) prestando especial atención a ciertas motivos topológicos que serían comunes a ambos modos de concebir la experiencia que formalizan. Como se verá en el apartado próximo, una vertiente de la obra de Duportail avanza también en este mismo sentido.

CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS
EN LA OBRA DE G.-F. DUPORTAIL
Desde hace diez años, en la Universidad de Paris 1-Sorbonne, el filósofo G.-F. Duportail ha iniciado un programa de investigación destinado a esclarecer fundamentos teóricos del psicoanálisis desde el punto de vista de la fenomenología. Al momento, su obra -según esta intención- consta de cuatro libros: L 'a priori' literal. Une approche phénoménologique de Lacan (2003), Intentionnalité et trauma. Levinas et Lacan (2005), Les institutions du monde la vie. Merleau-Ponty et Lacan (2008), y Lacan y los fenomenólogos (2011). Este último libro ha aparecido primero en castellano que en francés, y se trata de su único libro traducido, que contiene un compendio de sus artículos publicados en prestigiosas revistas internacionales como Chiasmi (revista trilingüe de estudios merleau-pontyanos), Essaim (revista de psicoanálisis dirigida por Erik Porge) y Alter (revista de fenomenología francesa de alcance internacional).
Como un aspecto de orientación, común al establecido por Ceriotto en su libro, cabe destacar que cada uno de estos libros de Duportail interroga la obra de Lacan en función de su cruce con las problemáticas de la obra un fenomenólogo en particular. De este modo, cada libro se aproxima a un aspecto específico de la epistemología del psicoanálisis, evitando realizar una interpretación omnicomprensiva. Asimismo, el autor considera que la aproximación histórica tiene un papel propedeútico necesario para el esclarecimiento sistemático de los conceptos, ya que éstos no deberían ser interrogados fuera de su contexto de producción.
En L' 'a priori' litteral, Duportail destaca que tanto el psicoanálisis como la fenomenología tiene como propósito inicial oponerse al psicologismo. Así como la fenomenología busca ser una ciencia sin supuestos, que pueda fundamentar las distintas disciplinas objetivas regionales, el psicoanálisis también busca esclarecer una concepción del sujeto más allá de su condición empírica. No obstante, a pesar de esta comunidad de partida, el autor destacar que en los últimos años -especialmente después de la muerte de Lacan- "el psicoanálisis [se convirtió] en una disciplina eminentemente inestable, una suerte de cocktail epistémico detonante" (Duportail, 2003, 10); no sólo porque no hay una comunidad científica que acuerde en principios básicos de formalización de la práctica -algo similar podría decirse que ocurre con la fenomenología, donde todos los fenomenólogos estarían de acuerdo en que la invariante del método es la reducción fenomenológica… pero todos y cada uno la entienden a su manera-, sino por la relativa ausencia de estudios que interroguen los fundamentos epistemológicos de la disciplina. El diagnóstico de Duportail es incontrastable, pero certero: el psicoanálisis se presenta como una disciplina auto-justificada, mientras que se asiste a una desaparición progresiva de los estudios teóricos que investiguen el carácter de la construcción de sus conceptos, asediados por la proliferación de investigaciones que realizan estudios aplicados: psicoanálisis y estudios de género (L. Irigaray, J. Butler, etc.), psicoanálisis y teoría política (S. Zizek, E. Laclau, etc.), etc. Un lugar destacado ocupan, en este punto, las investigaciones de psicoanálisis y topología, para las cuales cabría reservar un estatuto privilegiado, sino fuera porque (salvo excepciones, como la de J.-M. Vappereau; y, en nuestro país, F. Schejtman) muchos de esos estudios no esclarecen el alcance de la pertinencia de la topología para el psicoanálisis, más allá de continuar y referir un interés de Lacan. Por lo tanto, Duportail afirma lo siguiente:

"Ningún trabajo se ha puesto, según nuestro conocimiento, en la situación (incluso programática) de conducir una reflexión radical que esté a la medida del desafío epistemológico que representa el pensamiento de Lacan." (Duportail, 2003, 13)

Como un modo indirecto de apoyar esta afirmación, Duportail destaca el trabajo de A. Grünbaum -The Foundations os Psychoanalysis (1984)-, dedicado a demostrar la falsedad de la teoría del sueño de Freud, y que prácticamente no recibió comentario crítico ni intento de recusación argumental, "ninguna escuela lacaniana, al presente, ha entablado una controversia seria con él [Grümbaum], como si las diversas escuelas que se reclaman lacanianas pudiesen ahorrarse la economía de la controversia con un 'afuera' que, de hecho, podría volverse su 'adentro'". (Duportail, 2003, 13).
Asimismo, de acuerdo con la crítica formulada a Ceriotto en el apartado anterior, Duportail destaca que el primer obstáculo que es preciso advertir en la investigación epistemológica en psicoanálisis es la diferencia de niveles entre el contexto de descubrimiento (la práctica analítica) y el contexto de validación (la formalización de la práctica):

"Se nos objetará que, en la doctrina lacaniana, la disyunción del saber y la verdad es una de las tesis cardinales de la doctrina. No lo ignoramos. Aunque, ¿sobre qué nivel esta tesis es verdadera y pertinente? En el plano del sujeto del inconsciente. Ahora bien, no es el sujeto del inconsciente el que redacta y produce el discurso teórico, y se comete pura y simplemente un paralogismo cuando, en un mismo razonamiento, se considera al sujeto de la teoría como teniendo las mismas características que el sujeto del inconsciente." (Duportail, 2003, 18)

Distanciándose del planteo de Ricoeur, en este libro Duportail comienza la tarea de proponer el estatuto epistémico del psicoanálisis -no como una hermenéutica del deseo, ni, mucho menos, como una disciplina nomológica testeable experimentalmente- como una "gramática de lo real". En este punto, antes de aclarar el sentido del sintagma, Duportail expone el motivo de por qué la fenomenología sería un método propicio para el esclarecimiento del psicoanálisis (más allá de que Lacan mismo haya recurrido eventualmente a su utilización).
En primer lugar, se suele reprochar a la fenomenología el ser un intuicionismo. Pero el supuesto "intuicionismo" de la fenomenología debe ser bien comprendido, ya que no se trata de una mera reconducción a la evidencia de la percepción. La fenomenología es un método de búsqueda de invariantes estructurales, como la captación de esencia (Wesenschau) o, incluso, la intuición categorial -de la que habla Husserl en la Sexta de las Investigaciones lógicas- lo demuestran. Por lo tanto, en segundo lugar, la fenomenología debe ser entrevista, en sentido eminente, como un recurso lógico para el esclarecimiento de teorías, tal como los Prolegómenos a la lógica pura (1900/1) de Husserl lo demuestran.
De este modo, es en el marco de la teoría epistemológica husserliana que Duportail se propone realizar una interlocución con la teoría lacaniana. En este estudio, el autor retoma la idea husserliana de una "gramática pura", disciplina orientada hacia lo a priori de la significación. En este punto, el a priori puede ser formal o material, caracterizado este último por la participación de un sentido -enlazado con necesidad y universalidad, pero no tautológico-.
No es este el lugar para realizar una exposición detallada de todos los componentes del argumento de Duportail, simplemente expondremos su conclusión: en su análisis de lo real (a través del estudio de los matemas y fórmulas de Lacan), el autor concluye que "las fórmulas de la sexuación son proposiciones sintéticas materiales en el sentido de Husserl" (Duportail, 2003, 42). Antes que realizar una exposición acabada del argumento de Duportail, importa, en función de los objetivos de este artículo, destacar su interés metodológico: interrogar el estatuto epistémico de los matemas y las fórmulas de Lacan, a partir de la lógica de la gramática pura husserliana, con el propósito de esclarecer que no se trata de una lógica formal -ya que hay un contenido semántico que no puede ser erradicado: el de la experiencia analítica-. Los matemas y las fórmulas no son el resultado de un proceso de formalización en sentido estricto -que dejaría de lado la referencia a la experiencia en que surgen-, sino una formalización de estructuras de sentido (a priori material) que recortan un campo de validez de una práctica. La "real", en este punto, debería ser entrevisto como los límites de la formalización de esta gramática encargada de circunscribir las coordenadas clínicas del psicoanálisis.
Esta orientación general es continuada en el segundo libro de Duportail sobre la cuestión: Intentionnalité et trauma (2005), donde el autor, a través del recurso al pensamiento de Levinas, despeja ciertas estructuras de fenómenos contra-intencionales (el Rostro, la huella, etc.) que permiten esclarecer ciertos fenómenos clínicos que se derivan de la "gramática de lo real" del psicoanálisis. Si la teoría husserliana de la lógica podía ser útil para esclarecer el estatuto de los matemas y las fórmulas lacanianas, no obstante, su teoría de la intencionalidad (como referencia a un objeto constituido por una conciencia trascendental) se revela como ineicaz para aprehender las manifestaciones más específicas de la práctica del psicoanálisis: el trauma, la manifestación del inconsciente en sus formaciones (el chiste, el lapsus, el sueño, etc.) donde un sentido se presenta de modo tal que invierte el esquema de constitución. En estos casos, según Duportail, sería más justo decir que los fenómenos transmutan al sujeto:

"El 'tema', como el 'nóema', que son, como se sabe, los nombre fenomenológicos que Husserl dio al objeto como objeto de un saber posible, portan según Levinas la marca de esta mirada objetivante que no se mide sino por su propia objetividad ideal (la significación pura) y que, por este hecho, no es jamás alterado a su vez por el objeto de su vivencia." (Duportail, 2005, 24)

La delimitación de una estructura de manifestación de fenómenos no-objetivos, en la obra Levinas, se expresa a través de distintas reducciones: de lo Dicho al Decir, la afección, la pasividad ante el Otro, etc. Por esta vía, además de la localización de componentes para una gramática discursiva, cuyo eje -al igual que en Lacan- radica en una relexión sobre el lenguaje que despeja la idealidad del sentido frente a su aparición entre los cuerpos afectados. En este derrotero, Duportail apunta a precisar el estatuto no-objetivo de la noción de objeto a, a la que no puede atribuirse ningún predicado existencial, ni la forma de una sustancia, sino ser el efecto de la inscripción del lenguaje en el cuerpo del ser hablante.
Asimismo, en este contexto, de acuerdo con la ontología negativa de Levinas, Duportail intentar cernir nuevamente (al igual que en su libro anterior) el estatuto de la imposibilidad propia del psicoanálisis, recurriendo a la noción de a priori material:

"Sin embargo, ¿cuál es el estatuto ontológico de esta imposibilidad de escritura? ¿Se trata de una restricción lógico-formal o de una restricción material? […] No son reglas estrictamente formales las que gobiernan la inscripción de la no-relación. Por cierto, son formalizaciones, pero permanecen sensibles a la materia considerada. […] Las leyes materiales del goce [de las fórmulas de la sexuación] se condensan en aquellas de la sexualidad humana." (Duportail, 2005, 106)

Según este a priori, la particularidad ontológica de los seres hablantes radica en que no se constituyen en dos especies de un mismo género, ni en dos géneros diferentes, sino en dos clases heterogéneas (los hombres y las mujeres), independientes de las determinaciones biológicas, dependientes de la significancia del lenguaje. La "diferencia de escritura", y el hecho de que haya un imposible de escribir, puede encontrar por esta vía una formalización -a través de la fenomenología-, atenta a la especificidad de los efectos de lenguaje que al psicoanalista le interesan en su práctica. Lo significativo, en este punto, es que "las matemáticas lacanianas no tienen eficacia más que localmente, en el sentido de que valen para una ontología regional, como puesta en forma categorial de una materia específica" (Duportail, 2005, 138). De este modo, el lenguaje matemático considerado por Lacan no debe ser concebido como un aporte a las matemáticas -en sentido estricto-, y, por lo tanto, tampoco cabe enjuiciar si ese uso es más o menos adecuado (como algunos filósofos, Badiou entre ellos, han hecho). Esta crítica se sostiene, nuevamente, en un malentendido categorial: el recurso al lenguaje matemático no implica, en Lacan, la utilización de un método matemático de formalización. El recorte de un campo de sentido, en base a fórmulas y expresiones propias del lenguaje matemático, no pierde en Lacan el terreno de experiencia en que surgen y en que fundamentan materialmente su validez. La confusión en que se reprocha a Lacan cierta "impostura" (como lo hiciera también A. Sokal) radica en una confusión epistemológica básica: la producción de un lenguaje objeto y un meta-lenguaje (o lenguaje de segundo nivel) con que referirse a los enunciados producidos en ese lenguaje.
Por último, Intentionnalité et trauma concluye con la idea una "institución del sujeto" (Duportail, 2005, 167-204) tema retomado en Les institutions du monde de la vie, donde la noción merleau-pontyana de institución (que retoma, a su vez, la noción de Stiftung en el último período de la obra de Husserl) sirve como un modo de esclarecer tres estructuras de relevancia para el psicoanálisis: el cuerpo, el amor, la nominación.
Un capítulo del libro se titula "Cuestiones de método", donde se explicita el pasaje, en la obra de Merleau-Ponty, de la fenomenología de la percepción a la ontología de la carne (de sus últimas obras El ojo y el espíritu y Lo visible y lo invisible). De este modo, Duportail destaca, más allá del interés histórico de las relaciones efectivas entre Lacan y Merleau-ponty, la presencia en ambos pensadores de esquema topológicos convergentes para formalizar, ya sea la noción de objeto a (en Lacan), ya sea la noción de carne (Merleau-Ponty). En un esfuerzo por trascender los estudios que se han atenido meramente a apreciar las referencias explícitas y cruzadas en la obra de cada uno de los pensadores al otro, Duportail explora una topología del quiasma y la reversibilidad (patente en la topología de superficies utilizada por Lacan), cuyos elementos serían: el torbellino, la vuelta sobre sí, la torsión, el pliegue y la reversión. El resultado de la exploración de este terreno de convergencia entre ambas disciplinas se expresa en los siguientes términos:

"Ambas topologías no fueron llevadas al mismo grado de acabamiento. Lacan murió en 1981. […] pero, en comparación con Merleau-Ponty, fallecido en 1961, tuvo tiempo para proseguir y llevar bastante lejos su recorrido en topología. La muerte prematura de Merleau-Ponty nos pone frente a algo incoativo y no desarrollado. Sólo poseemos ligeras intuiciones de la primera topología fenomenológica […] debemos con contar con un modelo topológico del desarrollo modal de la intencionalidad en toda su extensión y complejidad, desde el grado cero de la percepción hasta la significación, pasando por la imaginación. Ahora bien, tales investigaciones, simplemente, ¡no existen!" (Duportail, 2008, 98).

Así como la noción husserliana de gramática pura había servido para esclarecer el estatuto de los matemas y las fórmulas del psicoanálisis lacaniano, la topología merleau-pontyana estaría destinada a esclarecer ciertos fenómenos clínicos en los que se ponen en juego estructuras quiásmicas o de reversión: el cuerpo, el amor y la nominación. No obstante, cabe destacar que Duportail advierte respecto del carácter programático que deben tomar las investigaciones que avancen en esa dirección, ya que se trata de estudios exploratorios. Asimismo, la topología que se estaría ensayando en dichos trabajos no sería propiamente una disciplina matemática -como fuera enunciado en Intentionnalité et trauma, el uso terminológico de un lenguaje formal no quiere decir que se esté elaborando metódicamente ese recurso-, sino una parte de una "ontología material fundadora de la disciplina" (Duportail, 2008, 102).
Elaborar y exponer el modo de formalización de la topología merleau-pontyana y el esclarecimiento de su incorporación a los operadores clínicos entrevistos excedería los límites de este artículo. Sí cabe destacar la conclusión del ensayo y el modo en que el autor entreve la continuidad de su proyecto a lo largo de los años:

"A través de este recorrido, se ve al psicoanálisis lacaniano proponer un fundamento ontológico, que Merleau-Ponty llamaba un nuevo impulso. Los ortodoxos de un lado y otro nos pondrán, probablemente, en la mira. Pero, al menos, diremos en nuestro descargo, que el psicoanálisis ontológico no es una simple nota de trabajo, lo hemos demostrado; gracias a nuestro trabajo y, sin duda, también, a nuestros errores se expone ahora a la posibilidad de nuevos juicios críticos, y entonces a un desarrollo futuro. Respecto de la crítica y la fundación filosófica del psicoanálisis lacaniano, hemos aquí, continuado, por otros medios, la tarea que habíamos ya comenzado con L 'a priori' literal. […] La reflexión positiva sobre las instituciones del mundo de la vida continúa a la crítica negativa pero necesaria del lacanismo." (Duportail, 2008, 223)

Tres aspectos se destacan en esta referencia conclusiva: por un lado, el carácter prospectivo y no dogmático de la investigación en curso, que asume la posibilidad de errores y la incorporación de nuevos resultados; por otro lado, aunque en continuidad con este aspecto, la concepción del psicoanálisis como un "sistema abierto". Se trata, en este punto, de una referencia a la concepción que Lacan también tuvo del psicoanálisis en sus primeros escritos (por ejemplo, en "La agresividad en psicoanálisis", cuando sostuvo que el psicoanálisis era un "sistema que permanece abierto no sólo en su acabamiento, sino en varias de sus junturas"; Lacan, 1949, 194); por último, el carácter positivo de la investigación, y no meramente crítico, esto es, que se sostiene en el propósito de esclarecer aquello que el psicoanálisis propone, y no el intento denodado de diferenciarlo de otras disciplinas, por temor a la pérdida de especificidad. En este punto, se ha visto que la obra de Duportail conserva permanentemente el propósito de formalizar la especificidad del psicoanálisis, sin realizar una interpretación filosófica o fenomenólogica del psicoanálisis.
En todo caso, que la fenomenología pueda ser una vía de formalización y de esclarecimiento epistemológico en psicoanálisis no es algo controvertible, cuando se consideran los enunciados en sus contextos específicos (de producción, de validación, etc.) y se evitan confusiones de niveles categoriales, como nos hemos propuesto despejar en este artículo. Se trata, en este punto, de un rumbo implícito en la obra misma de Lacan, cuando éste sostenía que el psicoanálisis era una "anti-ilosofía", expresión que debe ser entendida como un juicio indeinido, y no como un juicio negativo ("no-filosofía"), por el cual se sostiene que el psicoanálisis atraviesa la ilosofía para recortar un campo propio de fenómenos de investigación.
Para concluir este artículo, cabe destacar el alcance de la obra de Duportail tal como éste la presenta en el prólogo de su reciente libro Lacan y los fenomenólogos (2011) , con
el propósito de advertir el contexto histórico en que se enmarca, como un modo de apreciar el estado actual de las relaciones entre fenomenología y psicoanálisis:

"El proyecto fundamental que atraviesa este libro reside, pues, en el establecimiento de una conexión real entre la fenomenología y el psicoanálisis. En Francia, esta conexión estuvo en construcción hasta la muerte de Merleau-Ponty (1961). Por desgracia, no sobrevivió al fallecimiento prematuro de dicho autor. Si bien conoció un breve rebrote de interés con el libro de Ricoeur sobre la interpretación, no pudo volver a desplegarse en forma duradera, y desapareció del paisaje intelectual una vez más con el auge del estructuralismo y el pensamiento posmoderno en general. No obstante, en estos últimos años, se ha producido una reapertura de la discusión interrumpida entre la fenomenología y el psicoanálisis. El debate está nuevamente a la orden del día, tanto en Argentina como en Francia." (Duportail, 2011, 16).

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Fecha de recepción: 19 de marzo de 2012
Fecha de aceptación: 14 de agosto de 2012

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