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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene. 2013

 

SALUD, EPIDEMIOLOGÍA Y PREVENCIÓN

Consumo de alcohol en niños y niñas escolarizados entre 8 y 12 años. Comparación de resultados entre una población clínica y una población no-clínica

Consumption of alcohol in school children between 8 and 12 years. comparison of results between a clinical and a non-clinical population

Grigoravicius, Marcelo1; Bradichansky, Laura2; Nigro, Vanina3; García Poultier, Julieta4; Iglesias, Andrea5; Ponce, Paula6

1Doctor en Psicología, UBA. Magíster de la Universidad de Buenos Aires en la problemática del uso indebido de drogas. Lic. en Psicología U.B.A. Director del proyecto de investigación UBACyT (programación 2010/12): "Consumo de sustancias psicoactivas y expectativas hacia el alcohol en niños escolarizados entre 8 y 12 años". Jefe de trabajos prácticos de la asignatura Psicoanálisis: Escuela Inglesa cátedra II de la Facultad de Psicología UBA. E-mail: mgrigoravicius@hotmail.com

2Lic. en Psicología UBA. Integrante de proyecto de investigación UBACyT . Ayudante de primera de la asignatura Psicoanálisis: Escuela Inglesa cátedra II de la Facultad de Psicología UBA.

 3Idem 2.

 4Idem 2 y 3.

 5Idem 2, 3 y 4.

 6Estudiante de Sociología UBA. Integrante de proyecto de investigación UBACyT.

Resumen
Se indagó el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas en niños entre 8 y 12 años de edad pertenecientes tanto a una población clínica como no-clínica. Asimismo, se relevaron sus actitudes, valores, creencias y expectativas sobre la temática.
Método: se trata de un estudio exploratorio-descriptivo. Muestra clínica: n= 55, varones= 38, mujeres= 17. Muestra no-clínica: n= 63, varones=19, mujeres= 44. Se administró el CORIN (Conductas de Riesgo en Niños), el CEA-N (Cuestionario de Expectativas hacia el Alcohol en Niños) y un protocolo de datos sociodemográficos. Período de relevamiento: 2010-2011.
Resultados y conclusiones: Se observa en ambas muestras el consumo ocasional de bebidas alcohólicas, y en menor proporción el consumo de tabaco. El consumo ocasional de alcohol en los niños parece estar asociado a situaciones conflictivas en el contexto familiar. Las primeras experiencias de consumo de alcohol se producen en las propias casas de los niños.

Palabras clave:
Niños; Alcohol; Expectativas; Población clínica y no clínica

Abstract
The study explores the use of alcohol and others psychoactive substances in children between 8 and 12 years of age from both a clinical population and a non-clinical one. Also surveyed the attitudes, values, beliefs and expectancies.
Methodology: It is an exploratory-descriptive study. Clinical Sample: n= 55, male= 38, female= 17. Non-clinical sample: n= 63, male= 19, female= 44. CORIN (Risk Behaviors in Children), CEA-N (Questionnaire of Alcohol Expectancy in Children) and a sociodemographic data protocol were administered in the period 2010-2011.

Results and conclusions: It is observed in both samples the occasional consumption of alcohol, and tobacco. Occasional alcohol consumption in children appears to be associated with conflicts in the family context, being in this field where the first consumer experiences take place.

Key words:
Children; Alcohol; Expectancies; Clinical population and non-clinical population

Según datos brindados por la Organización Mundial de la Salud (2010, 2011a, 2011b), los problemas de salud relacionados con el consumo de alcohol y tabaco se encuentran entre los más importantes a escala mundial. Se cree que el consumo nocivo de alcohol causa cerca de 2,5 millones de muertes al año en el mundo. Alrededor de 320.000 jóvenes entre 15 y 29 años mueren por causas relacionadas con el consumo de alcohol, lo que representa el 9% de las defunciones para ese grupo etéreo. Según dicho organismo, el consumo de alcohol ocupa el tercer lugar entre los factores de riesgo de morbilidad mundial, siendo el primer factor de riesgo en el Pacífico Sur y en las Américas, y el segundo en Europa. En cuanto al tabaco, la O.M.S. considera que existe una epidemia a escala global que ocasiona la muerte de seis millones de personas al año, además de ser un factor de riesgo en seis de las ocho principales causas de defunción en el mundo.
Cabe mencionar que debido a la existencia de diversas denominaciones, se utilizará a los fines de este estudio la denominación de sustancias psicoactivas para referirse a todas aquellas sustancias que una vez introducidas por diversas vías en el organismo, actúan directa o indirectamente sobre el sistema nervioso central, modificando la actividad mental, produciendo cambios en el comportamiento, los sentimientos, las percepciones o los estados de ánimo de una persona. Esta clasificación, de índole descriptiva, resulta de utilidad debido que comprende un amplio agrupamiento, que abarca tanto sustancias legales (e. g. el tabaco y el alcohol), como sustancias ilegales (prohibidas o reguladas por múltiples convenciones y tratados internacionales: e. g. la marihuana y la cocaína); asimismo permite dejar de lado, la visión estereotipada, cargada de connotaciones morales y prejuicios, que suele asociarse a otras denominaciones, como la droga (en singular), o narcóticos, o estupefacientes.
 La contribución de las ciencias sociales al estudio de esta problemática ha sido importante aunque heterogénea. Los modelos teóricos con los cuales se aborda el problema son diversos e incluso contrapuestos; muchas veces, desde la psicología suele enfocarse el problema desde la práctica clínica-asistencial, o bien desde desarrollos teórico-conceptuales, pero raramente desde la investigación; aún cuando se realizan trabajos de investigación, son muy escasos los que incluyen a niños de edad escolar. El presente estudio tiene por objetivo indagar dicha área de vacancia desde el enfoque de la salud pública; para ello, se incluyeron algunos de los aportes conceptuales de la psicología social, con el fin de indagar además de la presencia del consumo, las actitudes, valores y creencias respecto de las sustancias.
Desde esta perspectiva, el consumo de sustancias psicoactivas no se reduce a la conducta de consumir, ni a los efectos químicos de las sustancias, sino que se piensa íntimamente relacionado con los significados que determinada comunidad o grupo social, le atribuye a ciertas sustancias en particular y por ende, al consumo que se hace de ellas. Los significados sobre el uso de sustancias se sostienen a su vez en el sistema de actitudes, valores y creencias de cada persona que conforma dicha comunidad.
Las actitudes son entendidas como tendencias o predisposiciones socialmente adquiridas y relativamente duraderas, a partir de las cuales los individuos evalúan personas, objetos, sucesos o situaciones y actúan en consonancia. La noción de actitud permite analizar los modos en que los individuos procesan los valores y los significados socialmente compartidos. La relación existente entre las actitudes y las conductas no es simple ni directa. Si bien puede decirse que las actitudes guían y orientan las conductas, la predisposición a actuar de determinada manera no siempre involucra la realización efectiva de dicha conducta. A menudo suele existir una distancia, entre lo que las personas dicen acerca del comportamiento que adoptarían en determinada situación y lo que luego, realmente hacen. La conducta efectiva estará fuertemente condicionada por el contexto y la situación en que se encuentre la persona. Por lo tanto, conocer la actitud de una persona no significa que pueda predecirse el comportamiento que manifestará en presencia del objeto (Barón & Byrne, 2005; Muchinik, Rubinstein & Frydman, 1987; Vander Zanden, 1990).
Los valores tienen una doble vertiente social e individual; son considerados bienes estimables para una sociedad que los sostiene y legitima; y además se encuentran encarnados en los individuos como parte de su conciencia moral, modelando lo que se considera bueno o malo, correcto o incorrecto; constituyen el componente nuclear de actitudes y creencias. Los valores poseen un carácter primordial y duradero; a diferencia de las actitudes, los individuos cuentan con un pequeño número de valores de carácter general, como ser la justicia, la verdad, la libertad; en cambio, cuentan con una amplia variedad de actitudes que pueden ser muy específicas y modificarse en la interacción social (Harré & Lamb, 1992; Vander Zanden, 1990).
Por creencia se entiende un esquema durable de percepciones y actos cognitivos; se trata de una convicción subjetiva en relación a un objeto, persona o situación (Dorsch, 1991).
El sistema de actitudes, valores y creencias se adquiere y constituye a lo largo de la vida del individuo en el proceso de socialización y está presente mucho tiempo antes del inicio del consumo. Este proceso de construcción está condicionado tanto por la incorporación de los significados que sostiene la comunidad, como por la identificación con las actitudes, valores y creencias de las figuras significativas de cada individuo. Se recorta a una población de niños que por su etapa de desarrollo: la pre-pubertad y pubertad, recibe la influencia de un sistema de actitudes, valores y creencias que promueven y estimulan el consumo de ciertas sustancias psicoactivas; como asimismo reciben los valores de una sociedad donde gobierna un fuerte imperativo de consumo que modela sus deseos y necesidades, convirtiéndolos en "pequeños consumidores".
Debe destacarse que en nuestra región existe un escaso número de estudios empíricos realizados con poblaciones de niños. Puede mencionarse un relevamiento realizado en Colombia, que revela que la edad de inicio en el consumo de alcohol en ese país se sitúa entre los 10 y 13 años de edad (Meló Hurtado & Castanheira Nascimento, 2008). A su vez, un estudio desarrollado en Costa Rica con niños de 9 años, registró que el 20% conocía alguna persona que comercializaba sustancias ilegales y que el 6,7% ya había bebido alcohol alguna vez en su vida (Hernández et al., 2010). Un estudio mexicano indagó a niños de 7 años, registrando que un 30,6% ya había consumido cerveza alguna vez en su vida, mientras que el 8,1% ya había probado el cigarrillo (García Campos & Carvalho Ferriani, 2006).
En nuestro país, diversos estudios realzados por e Ministerio de Salud de la Nación (2011a), la Sociedad Argentina de Pediatría (2008) y la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR, 2011a) consideran que la edad de inicio del consumo de alcohol en nuestro país se encuentra entre los 10 y 14 años para los varones, y entre los 12 y 16 años para las mujeres. Sin embargo, debe mencionarse que estos datos fueron obtenidos a partir del relevamiento en población adolescente o adulta.
En el año 2011 la SEDRONAR (2011b) publicó el último Estudio Nacional sobre consumo de sustancias psicoactivas de la República Argentina abarcando una población entre 12 y 65 años. Del total de la población, sólo el 17,4% de las personas encuestadas tenían entre 12 y 17 años. Los resultados del estudio arrojaron que la sustancia psicoactiva mayormente consumida por personas entre 12 a 65 años es el alcohol con un 70%, seguida por el tabaco con un 47,3%. La marihuana se ubica en tercer lugar con una tasa muy inferior de consumo (8,1%), seguida por la cocaína con el 2,6%. Se observó que el consumo de alcohol y tabaco aumenta a medida que aumenta la edad. Tratándose de población adolescente, la SEDRONAR (2012), publicó la Quinta Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media sobre consumo de sustancias psicoactivas y factores de riesgo y protección asociados, siendo éste el último estudio publicado por el organismo en esa población. La encuesta se realizó con jóvenes entre 13 y 17 años, que asisten a escuelas medias de todo el país. Dicho estudio sostiene que el consumo de sustancias legales es el que presenta las mayores prevalencias, situándose el alcohol en primer lugar, y en segundo lugar, el tabaco. Casi la mitad de los jóvenes consumió alcohol en el último mes y el 19% fumó tabaco en ese periodo. Dentro de las sustancias ilegales, la marihuana es la que ha sido consumida en mayor proporción durante el último año, pero en menor medida que las sustancias legales, alcanzando al 10% de los jóvenes.
Dentro de los escasos estudios realizados con niños en el país, se destaca un trabajo desarrollado en la provincia de Córdoba con niños entre 8 y 12 años, que indaga sobre sus expectativas hacia el alcohol. Al hablar de expectativas se contemplan aquellas creencias acerca de los efectos que produce el alcohol, y que repercuten sobre el comportamiento, estado de ánimo y emociones de las personas. Se ha observado que las expectativas hacia el alcohol comienzan a desarrollarse aun cuando los niños no hayan probado esa sustancia, por lo cual resulta de importancia el papel de las influencias sociales sobre la formación de estas creencias. En el estudio se evidenció que los niños que habían bebido alcohol, anticipaban efectos positivos sobre su consumo en mayor proporción que los que no lo habían hecho. El último estudio realizado por ese equipo, revela que el 58% de los niños afirmó haber consumido bebidas alcohólicas al menos una vez en su vida, y el 34% manifestó que consume "a veces"; es decir, en más de una oportunidad ocasional. A su vez, resulta de interés que se registró que el consumo de alcohol en estos niños se efectuaba en contextos relacionados con el ambiente familiar y el encuentro con pares (Pilatti, Godoy & Brussino, 2011a, 2011b).
También en la ciudad de Córdoba se realizó un estudio con niños escolarizados de 6to año de la escuela primaria con el fin de indagar sobre el consumo de sustancias psicoactivas (Míguez, Fernandez, Romero & Mansilla, 2012). Según dicho trabajo, el 12,3% de los niños han consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días y el 5,4% ha fumado tabaco. También afirman que han recibido el ofrecimiento de sustancias ilegales en un 9,7% (principalmente marihuana) y un 2,5% de los niños sostuvo haberlas probado alguna vez. Los resultados que se obtuvieron en ese estudio indican que el consumo hace su aparición en edades tempranas, en niños que asisten a escuelas primarias.
En la Ciudad de Buenos Aires, un estudio realizado en el Hospital de Niños Dr. Pedro de Elizalde sitúa ya el consumo de alcohol, como una problemática de naturaleza pediátrica. Se indagó la frecuencia de las consultas relacionadas con el uso de alcohol en pacientes menores de 19 años, durante el período 2002-2009, atendidos en la Unidad de Toxicología de dicho hospital (Rodríguez De Behrends, 2010). Se registraron 214 casos donde se manifiesta el consumo o la utilización de alcohol, lo que representa un 7,35% de las consultas pediátricas totales. A partir del análisis de los resultados, se observa que el número promedio de consultas de emergencia anuales relacionadas con el alcohol es de 26,8 casos; registrándose un notorio aumento entre los años 2005 y 2009.
Resulta llamativo que a nivel nacional los estudios oficiales sistemáticos sobre consumo de sustancias excluyan a los niños, cuando existen evidencias de la presencia de consumo a edades tempranas. La Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones del Ministerio de Salud de la República Argentina (2011b) publicó un artículo donde se menciona con preocupación, la escasez de estudios de carácter epidemiológico sobre la salud mental en la infancia. Destacan que la salud mental infanto-juvenil no ha resultado una temática prioritaria en la agenda político-institucional. Tampoco, señalan, se le ha concedido un rol prioritario a los servicios que deben actuar en la prevención y el tratamiento para la resolución del problema.
Desde el año 2002, nuestro equipo de investigación realiza un relevamiento continuo sobre el consumo de sustancias psicoactivas en niños entre 10 y 12 años, tanto en poblaciones clínicas como no-clínicas, registrándose altas proporciones de consumo de alcohol, que alcanzan casi a la mitad de las niños estudiados (Grigoravicius & Ducos López, 2009; Slapak & Grigoravicius, 2007). En dichas indagaciones se evidenció el consumo de sustancias psicoactivas en edades cada vez más tempranas, por lo que se decidió incluir a partir de 2010, a niños desde los 8 años de edad (Grigoravicius et al. 2011)1. En el presente trabajo se analizan los resultados parciales del estudio, que consiste en el relevamiento del consumo de sustancias psicoactivas en una población clínica conformada por niños y niñas que recibieron psicoterapia durante el período 2010-2011, y en una población no-clínica de niños que concurrían a una escuela pública de un partido del sur del Gran Buenos Aires, durante 2010.

MÉTODO: Se trata de un estudio exploratorio-descriptivo. Si bien la investigación utilizó la triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos, en esta oportunidad se describen, por razones de espacio, solamente una parte de los datos cuantitativos.

Participantes:
Población Clínica: El universo lo constituyen todos los niños y niñas entre 8 y 12 años que reciben psicoterapia psicoanalítica en el Servicio de Psicología Clínica de Niños (SPCN), dependiente de la Segunda Cátedra de Psicoanálisis: Escuela Inglesa de la Facultad de Psicología, situado en la Sede Regional Sur de la U.B.A. Se trata de niños pertenecientes a familias de bajos recursos socioeconómicos y que además presentan alta conflictividad (problemas con la ley penal, abuso de sustancias psicoactivas, violencia familiar y social, entre otros) y que ven obstaculizado el acceso a servicios básicos de salud. Población No-Clínica: El universo lo conforman todos los niños y niñas entre 8 y 12 años no-consultantes que concurren a una escuela pública situada en un partido del sur del conurbano, y que también pertenecen a familias de bajos recursos socioeconómicos.
Es importante destacar que, en todos los casos se implementó un consentimiento informado por escrito, que ha sido firmado por los adultos responsables de los niños, en el cual se explícita el tema y propósito de la investigación, y se hace conocer el resguardo de la identidad del participante.

Muestras:

• Muestra de población clínica:
Todos los niños y niñas entre 8 y 12 años de edad asistidos en el SPCN, admitidos entre marzo y diciembre (periodo de atención) de 2010 y de 2011. N=55. Varones=38, niñas=17. Se incluyó a la totalidad de los niños y niñas admitidos durante ese periodo, que contaban entre 8 y 12 años de edad al momento de la consulta y cuyos padres brindaron su consentimiento para la participación.
•   Muestra de población no-clínica:
Todos los niños y niñas entre 8 y 12 años de edad, que concurrían a una escuela pública situada en un partido del sur del conurbano bonaerense durante el año 2010. N=63, Varones=19, niñas=44. Se incluyó a la totalidad de los niños y niñas que asistían a ese establecimiento y que contaban entre 8 y 12 años al momento de la administración y cuyos padres brindaron su consentimiento para la participación. Se excluyeron los niños que estaban realizando algún tipo de psicoterapia en ese momento.

Instrumentos:

•   CORIN: Conductas de Riesgo en Niños (Míguez, 1998). Fuente: CONICET/Programa de Epidemiología Psiquiátrica. Se trata de un instrumento conformado por 47 ítems de respuesta cerrada, que evalúa situaciones de riesgo de uso de sustancias psicoactivas en niños escolarizados. Indaga la existencia de consumo de sustancias psicoactivas (alguna vez en la vida, en el último año, en el último mes), y las actitudes, valores y creencias relacionadas con dicho consumo. Asimismo, indaga las percepciones del niño acerca de su ambiente familiar. Este instrumento fue administrado en forma individual por un profesional a los niños de ambas muestras.
•   CEA-N: Cuestionario de Expectativas hacia el Alcohol para Niños (Pilatti, 2009). Se trata de un instrumento conformado por 30 ítems agrupados en cinco escalas que valoran los efectos positivos (incremento de la sociabilidad, relajación y reducción de la tensión, coraje: sentimientos de seguridad y confianza) y negativos (riesgo y agresividad, percepción de estados negativos) que los niños anticipan como consecuencia del consumo de alcohol de las personas. Para completar el cuestionario, cada niño debe responder en una escala de cinco puntos (nunca, pocas veces, a veces, muchas veces, siempre) cuántas veces después de tomar alcohol las personas se sienten del modo que describe cada ítem. Este instrumento fue administrado en forma individual por un profesional a los niños de ambas muestras.
•   Protocolo de datos sociodemográficos. Se trata de un instrumento con ítems para la recolección y sistematización de datos como sexo, edad, escolaridad, situación laboral, situación familiar, vivienda, antecedentes familiares de consumo de sustancias psicoactivas, relación con pares. Este instrumento se utilizó con ambas muestras de niños.

RESULTADOS

Tabla N° 1. Características sociodemográfcas de la población

Antecedentes familiares de consumo
Los resultados presentados a continuación son producto del análisis de los datos recogidos en el protocolo de datos sociodemográficos. En el 67% (37 casos) de las familias de los niños de la muestra clínica se registra algún familiar con problemas de consumo de alcohol o sustancias ilegales. En cuanto al familiar que presenta dichos problemas, se observa en primer lugar, al padre (14%, 8 casos) o al tío del niño (14%, 8 casos), luego primos o abuelos (5.5%, 3 casos cada uno). Asimismo debe mencionarse la existencia de familias con más de un miembro con problemas de consumo (16%, 9 casos). En cuanto al tipo de sustancia más consumida, se registra en primer lugar el alcohol (34%, 19 casos), luego la cocaína (32%, 18 casos), seguida por la marihuana (18%, 10 casos); asimismo debe mencionarse un considerable porcentaje de policonsumo de sustancias que alcanza al 29% (16 casos), registrando casos que consumen hasta cinco tipos de sustancias psi-coactivas, incluida el "paco" (pasta base de cocaína).
En la población no-clínica, los antecedentes familiares de consumo se registran en mucha menor proporción: el 24% (15 casos) refiere que algún familiar presenta problemas con el alcohol o las sustancias ilegales. En cuanto al familiar que presenta dichos problemas, se observa en primer lugar aquí también, al padre del niño con un 11% (7 casos), seguido por alguno de sus hermanos mayores (3%, 2 casos) y luego por madre, tío, primo o abuelo con casi un 2% (1 caso) respectivamente. Existe un 3% (2 casos) de familias con más de un miembro con problemas de consumo, porcentaje mucho menor que en la población clínica. La sustancia con mayor consumo es también el alcohol (14%, 9 casos); en mucho menor medida se registra el consumo de sustancias ilegales: 5% (3 casos) marihuana, 3% (2 casos) cocaína, 2% (1 caso) "paco". Debe mencionarse que en ninguno de los casos de esta muestra se observó el policonsumo de sustancias psicoactivas.

Actitudes, valores, creencias
Los resultados presentados a continuación son producto del análisis de las respuestas recogidas a partir de la administración del CORIN. El 80% (44 casos) de los niños pertenecientes a la población clínica considera que si un chico de su edad toma cerveza, puede dañar su salud. A su vez, casi la totalidad de los niños pertenecientes a la población no-clínica, el 97% (61 casos), considera también que tomar cerveza es perjudicial para su salud. En esta dirección, el 91% (50 casos) de la muestra clínica y el 90% (57 casos) de la muestra no-clínica considera que si en una fiesta se sirve esta bebida, podrían ocasionarse problemas.
El 29% (16 casos) de los niños pertenecientes a la población clínica sostiene que "no les gustan los muchachos que se emborrachan", al 24% (13 casos) afirma que les son indiferentes y el 4% (2 casos) sostiene que les resultan divertidos. Casi la mitad de la muestra no-clínica, el 48% (30 casos) coincide en que "no les gustan los muchachos que se emborrachan", mientras que el 2% (1 caso) afirman que les "caen bien", y el 30% (19 casos) se muestra indiferente ante los mismos. Puede observarse entonces en ambas muestras, la expresión por parte de los niños de actitudes negativas hacia el abuso de alcohol.
Los niños pertenecientes a la población clínica sostienen en un 51% (28 casos), que los muchachos que no toman alcohol les "caen bien" y en un 11% (6 casos) creen que son divertidos. En la misma línea, se observa que el 57% (36 casos) de la población no-clínica tiene una actitud positiva hacia los chicos que nunca toman alcohol. Ante la hipotética situación de que a un chico, que no fuesen ellos mismos, le ofrezcan cerveza en una fiesta, el 98% (54 casos) de los niños pertenecientes a la población clínica sostiene que dicho niño no debería consumir. Asimismo, el 100% (63 casos) de los casos de la muestra no-clínica coincide en esta respuesta. Puede observarse entonces en ambas muestras, la presencia de actitudes positivas hacia la abstención del consumo de alcohol.
En cuanto a las sustancias ilegales, sólo un caso de la población clínica (2%) sostiene que, si a un niño le ofrecen fumar un cigarrillo de marihuana, éste "debería aceptar y fumar para que no se enojen o burlen de él". El resto de los niños de dicha población presenta actitudes negativas hacia el consumo de esta sustancia. Respecto a los niños pertenecientes a la población no-clínica, el 100% (63 casos) de ellos considera que el niño no debería consumir marihuana.
Cuando a los niños se les pregunta qué harían si son ellos mismos a quienes se les ofrece marihuana, el 86% (47 casos) de la muestra clínica y el 84% (53 casos) de la muestra no-clínica, respondió que rechazarían la oferta.

Expectativas hacia el alcohol
Los resultados presentados a continuación son producto del análisis de las respuestas recogidas a partir de la administración del CEA-N. Al tratarse de escalas cuantitativas, se calcularon las medias de los puntajes de todas las escalas para cada una de las muestras. Tomando como referencia a la totalidad de la muestra de niños de
la población clínica, se registra que los niños expresan, en promedio, expectativas negativas hacia el consumo de alcohol (Media: 45.18). Dichas expectativas negativas están referidas sobre todo al "riesgo y la agresividad" que puede provocar el consumo de alcohol en las personas, por ejemplo: "buscar peleas", "ser más agresivo", "enojarse con facilidad". No se observaron diferencias estadísticamente significativas en relación a la edad ni al sexo de los niños. Considerando a la totalidad de la muestra de niños de la población no-clínica, se registra de la misma manera que en la muestra clínica, que los niños expresan, en promedio, expectativas negativas respecto del consumo de alcohol (Media: 50.73). Dichas expectativas negativas están referidas también al "riesgo y la agresividad" que puede provocar el consumo de alcohol. Tampoco en esta muestra se observaron diferencias estadísticamente significativas en relación al sexo de los niños. En relación a la edad, se registró que los niños de menor edad de la muestra no-clínica, es decir, los de 8 años, son los que anticipan los menores puntajes de la escala "riesgo y agresividad".

Diálogo familiar sobre consumo de sustancias
Los resultados presentados a continuación son producto del análisis de las respuestas del CORIN. Cuando se les pregunta a los niños de la muestra clínica si sus padres hablan con ellos sobre los problemas que pueden ocasionar el consumo de cigarrillo y bebidas alcohólicas, en el 46% (25 casos) afirman que su madre suele hablar de estos temas, mientras que el padre lo hace en el 42% (23 casos). Estos resultados se incrementan en los niños de la muestra no-clínica: el 68% (43 casos) sostiene que su madre habla sobre los problemas que pueden traer el alcohol y el cigarrillo, y el 60% (38 casos) sostiene esta misma respuesta para el padre. En cuanto al diálogo familiar respecto el consumo de sustancias ilegales, los porcentajes son apenas menores a los obtenidos para el alcohol y el cigarrillo: entre los niños consultantes, la madre habla con ellos siempre y a veces en el 42% de los casos (23 niños) y el padre en el 34% (19 casos). Respecto a los no consultantes, la madre habla sobre los problemas del consumo de sustancias ilegales en el 63% (40 casos) y el padre lo hace en el 57% de los casos (36 niños).
Cuando se le pregunta a los niños consultantes sobre la reacción familiar frente a un adulto que se "emborracha", el 31% (17 casos) respondió que "no sabrían qué hacer" y otro 31% (17 casos) afirma que "les daría vergüenza"; un 16% (9 casos) sostiene que "les daría bronca" y un 11% (6 casos) que "les daría risa". Ante esta misma situación, los niños de la muestra no-clínica respondieron en un 33% (21 casos) que sus familiares "no sabrían qué hacer", mientras que más del 40% (26 casos) cree que la reacción familiar sería "avergonzarse" del adulto alcoholizado; a su vez, un 6% de los casos (4 casos) afirma que la situación generaría "bronca". Por esto, se observa que la mayor parte de los casos de ambas muestras cree que la reacción familiar sería de índole negativa.
Frente a la pregunta sobre qué harían si descubren que un compañero suyo está consumiendo sustancias psicoactivas, el 47% (26 casos) de los niños de la muestra clínica contestó que lo hablarían con sus propios padres, ascendiendo este porcentaje al 52% (33 casos) para los niños de la muestra no-clínica.

Consumo de sustancias psicoactivas
Los resultados presentados a continuación son producto del análisis del CORIN. El 33% (18 niños) de los niños de la población clínica afirma que consumió alcohol alguna vez en su vida, mientras que en los niños pertenecientes a la muestra no-clínica, el consumo de alcohol alguna vez alcanza al 21% de los casos (13 casos).
Del total de los niños de la población clínica que consumieron alcohol alguna vez, más de la mitad, el 53% (9 casos), lo hicieron en el último año, siendo la bebida más consumida la sidra, seguida por la cerveza y luego en tercer lugar por bebidas de alta graduación alcohólica y el vino. Se registra un caso en esta muestra que ha bebido alcohol en el último mes. A su vez, del total de los niños de la población no-clínica que han bebido, la mayoría, el 69% (9 casos), lo hizo durante el último año y un 5% (3 casos) ha bebido en los últimos 30 días previos a la administración del instrumento. En cuanto a las bebidas consumidas, también aquí la sidra se encuentra en primer lugar, seguida por el fernet, el vino y la cerveza.
Resulta de importancia destacar que la gran mayoría de los niños de ambas muestras manifiesta haber consumido alcohol en reuniones o eventos familiares como cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, entre otros.
Con respecto al consumo de tabaco, se registraron dos casos en la muestra clínica y un caso en la muestra no-clínica que habían fumado tabaco durante el último año.
En cuanto al ofrecimiento de sustancias ilegales, el 6% (3 casos) de los niños pertenecientes a la población clínica, sostuvo que le han ofrecido sustancias ilegales, que en todos los casos se trató de marihuana. Dicho ofrecimiento fue realizado en un caso por parte de un extraño, un caso por un vecino y un caso por un familiar. En los tres casos, el lugar de ofrecimiento fue en un espacio público (calle y plaza). Ninguno de los niños encuestados ha probado la sustancia ofrecida. Cuando se indaga si alguno de sus amigos ha probado alguna sustancia ilegal, el 7% (4 casos) de la muestra clínica responde que tienen algún amigo de su edad que ha consumido.
Respecto a los niños pertenecientes a la población no-clínica, en un único caso existió un ofrecimiento de sustancias ilegales, que también se trató de marihuana y la oferta fue realizada por un extraño; no obstante, el niño tampoco probó esa sustancia. Si bien ninguno de los niños pertenecientes a esta muestra afirmó haber consumido sustancias ilegales, el 18% (11 casos) sostuvo que tienen un amigo que sí las probó, siendo la marihuana la sustancia más consumida, seguida por "pastillas", cocaína y "paco".
Al indagar la mejor manera de ayudar a su madre cuando está "muy nerviosa", el 36% de la población clínica (20 casos) afirma que trataría de conseguir "pastillas para los nervios" en primer lugar. Ante esta misma situación, los niños de la población no-clínica, responden en primer
lugar, con un 27% (17 casos) que "cuidarían a sus hermanos mientras se calma"; en segundo lugar, con un 24% (15 casos) "llamarían a un familiar"; recién en tercer lugar, con un 19% (12 casos), afirman que tratarían de conseguir "pastillas para los nervios".

Características de los niños que han consumido alcohol alguna vez en la vida
Al observarse que el alcohol resultó ser la sustancia consumida con mayor frecuencia por los niños, se realizó un análisis de las características presentadas por los niños de ambas muestras que habían bebido alcohol alguna vez. El 78% (14 casos) de la población clínica y 69% (9 casos) de la población no-clínica que consumió alcohol alguna vez tienen entre 8 y 10 años. Respecto al consumo de alcohol según sexo, en la población clínica se observa que del total de varones (38 casos) tomó alcohol el 32%; por su parte ya bebió el 35% (17 casos) del total de las niñas. En la población no-clínica la tendencia también es de mayor proporción para las mujeres: el 27% (12 casos) del total de las niñas ha consumido alcohol, mientras que lo hizo sólo el 5% (1 caso) del total de los varones. Si bien la muestra se encuentra conformada mayoritariamente por mujeres, la diferencia de consumo entre ellas y varones es notable. Se registra un mayor consumo en mujeres en ambas poblaciones, aunque es superior en la población no-clínica.
De los niños consultantes que afirman haber bebido, el 39% (7 casos) repitió de grado, mientras que entre los niños no consultantes que bebieron, ninguno repitió.
Respecto al consumo de tabaco, dos casos de la población clínica manifestar haber fumado alguna vez en su vida. Se destaca que estos dos casos que fumaron también ingirieron alcohol. En cuanto a la población no-clínica, un único niño dijo haber fumado tabaco, quien también registró consumo de bebidas alcohólicas. Cabe destacar entonces que en ambas muestras, todos los niños que han fumado tabaco alguna vez, también han consumido bebidas alcohólicas.
En cuanto a la presencia de consumo entre sus pares, se registra que sólo un niño (6%) de la población clínica que ha bebido, manifiesta tener algún amigo o compañero que ha consumido sustancias ilegales. Del total de niños de la población no-clínica que bebieron, el 54% (7 casos) manifestó tener algún amigo o compañero que ha probado sustancias ilegales.
Todos (18 casos) los niños de la población clínica que han consumido alcohol sostienen que no aceptarían fumar un cigarrillo de marihuana si se les ofreciese en una fiesta, mientras que esta misma respuesta desciende a un 85% (11 casos) en los niños pertenecientes a la población no-clínica que han probado bebidas alcohólicas.
A pesar de haber bebido, el 78% (14 casos) de la población clínica que ya ha probado el alcohol, manifiesta que si un chico de su edad toma cerveza, puede dañar su salud. Asimismo, la totalidad de los niños de la población no-clínica que han bebido alcohol, coincide en esta respuesta. La contradicción se reitera: todos los niños de la población clínica que han bebido (18 casos) expresan al mismo tiempo que si en una fiesta se sirve cerveza, "puede ser que haya problemas". A su vez, 12 de los 13 niños de la población no-clínica que han bebido (92%) concuerdan con esta misma respuesta manifestando actitudes negativas hacia el alcohol, no obstante haber bebido.
Al indagar la manera de resolver una situación de estrés en su madre, los niños pertenecientes a la población clínica que consumieron alcohol sostienen en primer lugar, con un 28% (5 casos) que lo primero que harían es "prender la televisión para distraerla" y el 22% (4 casos) "acompañaría a su madre al médico o cuidaría a sus hermanos". De la población no-clínica que afirman haber consumido alcohol, el 31% (4 casos) sostiene que lo primero que ellos harían es conseguir "pastillas para los nervios" o "llamar a un familiar", mientras que el 15% (2 casos) la "acompañaría al médico" o "encenderían la televisión" para que su madre se distraiga.
Analizando las características familiares de los niños que bebieron alcohol, se observa que el 33% de la población clínica que bebió (6 casos) debió afrontar la muerte de algún familiar cercano, ascendiendo este porcentaje en la población no-clínica al 69% (9 casos). Asimismo, se registró que el 67% (12 casos) de la población clínica que bebió tenía a sus padres separados, frente a un 15% (2 casos) de los niños de la población no-clínica que se encontraban en la misma situación. Es importante destacar la gran diferencia encontrada entre ambas muestras en cuanto a situaciones de violencia familiar: en los niños consultantes que bebieron, el 44% (8 casos) registra situaciones de violencia, mientras que en la muestra de niños no-consultantes este porcentaje desciende al 15% (2 casos).
En relación a la situación laboral de sus familias, el 61% (11 casos) de la población clínica que ha consumido alcohol manifestó no tener problemas de esta índole. Dicho porcentaje desciende al 54% (7 casos) en los niños de la población no-clínica.
Mientras que en la población clínica el consumo de alcohol por parte de los niños aparece relacionado en un 83% (15 casos) a los antecedentes familiares de consumo, en los niños de la muestra no-clínica que bebieron alcohol esto se refleja en el 39% (8 casos) de los casos.
A fin de considerar las expectativas de los niños que han bebido alcohol, se compararon las medias obtenidas por los niños que bebieron y por los niños que no bebieron alcohol, y se realizó el cálculo de ANOVA de un factor. A diferencia de los puntajes promedio de la muestra en general, los niños de la población clínica que han bebido obtuvieron valores estadísticamente significativos en la asociación de las escalas "sociabilidad" (0.054), "coraje y seguridad" (0.023), y en la "suma de expectativas positivas" (0.025). Los niños que han bebido alcohol alguna vez en su vida, registran mayores puntajes para dichas escalas. Es decir, los niños que ya han experimentado con el alcohol anticipan mayores efectos positivos del consumo que los niños que no bebieron. Asimismo, asocian el consumo de alcohol con el aumento del coraje y la seguridad de sí mismos: "sentirse superiores al resto", "mejores que los demás", entre otras. A su vez anticipan como efecto
del consumo de alcohol, una mayor sociabilidad y diversión por ejemplo "hacer cosas que divierten a los demás", "reírse mucho", "divertirse en una fiesta". Asimismo en la población no-clínica, las expectativas de los niños que bebieron difieren del promedio general: se obtuvieron valores estadísticamente significativos en la asociación entre consumo de alcohol y la escala "sociabilidad" (p= 0.004). Se observó que los niños que ya han experimentado con el alcohol anticipan una mayor sociabilidad y diversión como consecuencia del consumo.

Tabla Nº 2: Características de los niños que han consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Se ha registrado una importante proporción de consumo ocasional de sustancias psicoactivas en niños y niñas entre 8 y 12 años, siendo el alcohol la sustancia de mayor consumo para ambas muestras, seguida por el tabaco. No se registra consumo de sustancias ilegales, aunque se ha registrado su consumo en niños de esta franja etárea mediante la prevalencia indirecta (amigos o compañeros). Teniendo en cuenta los resultados de investigaciones anteriores realizadas por el equipo que sólo indagaban a niños a partir de los 10 años de edad, los resultados provisionales de la presente indagación indican la presencia del consumo de alcohol en niños de edades aún menores, observando que el consumo ocasional de alcohol ya puede rastrearse a los 8 años de edad.
Asimismo, se destaca la alta proporción de consumo de alcohol entre los niños más pequeños (8 a 10 años) y sobre todo entre las niñas, contrariamente a la creencia popular según la cual el consumo de alcohol sería mayor entre los varones y entre los niños de mayor edad. Puede pensarse que el alto porcentaje de consumo entre las niñas reflejaría la tendencia que se observa en los últimos años tanto a nivel nacional como internacional, de un crecimiento en la tasa de consumo de alcohol entre las mujeres (SEDRONAR, 2011a).
Es importante destacar que el consumo ocasional de alcohol se encontraría tolerado e incluso propiciado por el ámbito familiar en situaciones festivas, ya que la mayoría de los niños que manifestaron haber bebido, lo hicieron en reuniones o eventos familiares como cumpleaños, Navidad y Año nuevo, entre otros. Este observable contradice la creencia popular que sostiene que el consumo de sustancias suele iniciarse fuera de los hogares y con "las malas juntas". Teniendo en cuenta que la sidra es la bebida de mayor consumo por parte de los niños de ambas muestras, podría pensarse que existe una falsa creencia en el entorno según la cual dicha bebida "de sabor frutal" sería inocua; sin embargo, cabe recordar que su graduación alcohólica es del 4%.
Si se comparan os niños que han bebido alcohol de ambas muestras, se observa que la población clínica ha bebido alcohol en mayor proporción; no obstante considerando as edades de los niños estudiados, el consumo en la población no-clínica también resulta de importancia.
Mientras entre los niños consultantes que bebieron la distribución por sexo es equitativa, levemente superior en las niñas; entre los no-consultantes hay un predominio de consumo por parte de las mujeres. Entre los niños de la población clínica que bebieron se registran mayores porcentajes de repitencia escolar, separación de los padres, violencia familiar y antecedentes familiares de problemas de consumo. Por otro lado, entre los niños de la muestra no-clínica que bebieron se registran mayores porcentajes de muerte de padres o familiares cercanos, así como mayor existencia de consumo de sustancias ilegales por parte de amigos del niño. En este punto cabría preguntarse si el consumo de alcohol se vería propiciado por situaciones de conflictos familiares atravesadas por los niños, lo cual debería continuar indagándose en futuras investigaciones.
Debe destacarse que no se encontró relación entre el consumo de alcohol y la desocupación de los padres, ya que la mayoría de los niños de ambas muestras que han consumido alcohol no registraban la presencia de problemas laborales en su familia.
Se ha registrado una importante contradicción entre las actitudes, valores y creencias de índole negativa hacia el alcohol, y el consumo efectivo: la gran mayoría de los niños que ya han consumido alcohol, presentan al mismo tiempo actitudes negativas hacia el consumo de esa sustancia. En base a estos datos podría decirse que las actitudes, valores y creencias negativas expresadas por los niños no siempre suelen traducirse en conductas efectivas de rechazo del consumo. En este sentido debe tenerse en cuenta la influencia del contexto en el que se da el consumo: ámbito familiar, que condiciona fuertemente la conducta efectiva de los niños. Sin embargo, se ha registrado una relación estadísticamente significativa entre el consumo de alcohol por parte de los niños y la presencia de expectativas positivas hacia su consumo, sobre todo asociadas a la escala "sociabilidad" que se registró en ambas muestras.
A partir de estos resultados, puede decirse que se observa que las actitudes, valores y creencias manifiestas suelen acercarse a lo "socialmente esperable", reproduciendo los mensajes sociales de índole negativa sobre el tema. Mientras tanto, la presencia de expectativas positivas hacia el consumo de alcohol parece ser un buen predictor de la presencia del consumo de alcohol en niños de esta franja etárea.
Con respecto al tabaco, todos los niños de ambas muestras que han fumado, también han consumido alcohol, no ocurriendo esto a la inversa. Podría pensarse que fumar sería también un predictor de la existencia del consumo de alcohol en esta franja etárea.
En cuanto al uso de sustancias ilegales, se registra un rechazo generalizado hacia las mismas por parte de los niños que bebieron, no habiéndose observado tampoco el consumo de estas sustancias.
Debe destacarse la importancia otorgada por los niños de ambas muestras a la figura de la madre, ésta aparece situada en primer lugar como figura que propicia el diálogo acerca de los problemas provocados por el alcohol y las sustancias ilegales. Por ello debería considerarse a la figura de la madre como un referente a ser incluido en las diferentes estrategias de prevención y promoción de la salud, relacionadas con la temática del consumo.
Finalmente, es importante mencionar que estos resultados deben ser considerados como provisionales, debido a que provienen de muestras intencionales no representativas. Se trata de muestras numéricamente pequeñas, por lo cual los resultados no pueden ser extendidos a la población general. En ese sentido, la indagación deberá ser ampliada con la inclusión de muestras que contengan diversas características sociales para poder así profundizar la línea de investigación planteada.
No obstante, los resultados de esta indagación exploratoria señalan la existencia del consumo de alcohol en niños de escuelas primarias. Esto contrasta con la ausencia de indagaciones ofíciales a nivel nacional sobre el tema, lo que induce a pensar una vez más, que la niñez continúa siendo una de las poblaciones más postergadas en lo que en materia de salud mental se refiere.

1El presente trabajo se enmarca en el proyecto de investigación UBACYT (Programación 2010/12) "Consumo de sustancias psicoactivas y expectativas hacia el alcohol en niños escolarizados entre 8 y 12 años", Director: Marcelo Grigoravicius, con sede en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

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Fecha de recepción: 15 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 7 de octubre de 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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