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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

PSICOANÁLISIS

La eficacia de la interpretación en los modos de satisfacción pulsional

The efficacy of interpretaron in the ways of drive satisfaction

Babiszenko, Debora1

1Lic. en Sociología, Prof. En Sociología, Lic. en Psicología. Docente de la cátedra de Clínica de Adultos I, Facultad de Psicología, UBA. Becaria UBACyT de Maestría en Psicoanálisis (UBA) en el marco de la investigación "¿A qué llamar Eficacia Analítica? Contribuciones a partir del estudio de casos" (2011-2014). E-mail: dbabiszenko@yahoo.com.ar


Resumen:
El presente trabajo aborda el interés por la eficacia del psicoanálisis, frente a la exigencia por demostrar los resultados y el alcance del mismo, intentando responder a la pregunta ¿a qué llamar eficacia en psicoanálisis? ¿Cómo operar para producir efectos? ¿Y cómo pensar los efectos que se producen en un tratamiento psicoanalítico?
La eficacia pensada en el recorrido singular de una cura, nos lleva a considerar el marco transferencial y el alcance de la maniobra del analista, centrándonos en la interpretación como aquella operación analítica donde se puede situar la eficacia a partir de sus efectos, más específicamente en los modos de satisfacción pulsional. Es decir, ¿de qué manera puede la interpretación operar sobre la satisfacción pulsional?

Palabras Clave:
Eficacia; Interpretación; Satisfacción; Pulsión

Abstract:
The present work tackles the interest on the efficacy of psychoanalysis, facing a demand to prove results and its effects, by trying to answer the question "What do we call efficacy in psychoanalysis? How do we operate in order to produce effects? How do we account for the effects that are produced in a psychoanalytic treatment?"
The efficacy is implied in the singular way of a cure and that leads us to considering the transference phenomenon and the reach of the analyst's manoeuvre, by focusing on the interpretation as an analytic operation where we can locate the efficacy from its effects, more specifically in the ways of drive satisfaction. Thus, in what way can the interpretation operate on drive satisfaction?

Key Words:
Efficacy; Interpretation; Satisfaction; Drive


 

Introducción
El presente trabajo se enmarca en el proyecto UBACyT "¿A qué llamar eficacia analítica? Contribuciones a partir del estudio de casos" que aborda el interés por la eficacia del psicoanálisis, resurgido en los últimos años, frente a la exigencia por demostrar los resultados y el alcance del mismo. Diversas investigaciones se pusieron en marcha intentando responder a la pregunta ¿a qué llamar eficacia en psicoanálisis? ¿A partir de qué herramientas operar para producir efectos? ¿Y cómo pensar los efectos que se producen en un tratamiento psicoanalítico?
Se pueden distinguir dos vertientes fundamentales: por un lado, una corriente que no considera que resulte suficiente el estudio de casos para aportar pruebas que resulten creíbles para la validez del estudio y que, para ello, debe complementarse con medios y datos más objetivos (de allí el diseño de cuestionarios, escalas clasificatorias, tests, etc.), quedando de este modo más cerca de las exigencias del campo empírico experimental1. Por otro lado, la corriente que busca dar cuenta de la especificidad tanto de los métodos investigativos como de la eficacia analítica, lo cual implica la construcción de casos según esa lógica. Si bien, dentro de esta corriente, se distinguen diversas investigaciones2, que no son objeto de análisis del presente desarrollo, las sucesivas investigaciones acerca de la temática dirigidas por A. Rubistein han permitido separar la eficacia del "furor curandis" y pensar la reducción del padecimiento por inhibiciones, síntomas y angustia en los propios términos del psicoanálisis. Es decir, los resultados del análisis serán consecuencia de un trabajo en el cual opera un cambio en el sujeto que no depende de la sugestión, ni está direccionado con arreglo a fines o ideales establecidos a priori y donde lo terapéutico es pensado como la creación de las condiciones para que se produzcan efectos.
Esta concepción de eficacia no puede ser pensada por fuera del recorrido singular de una cura, lo cual nos lleva a considerar el marco transferencial y el alcance de la maniobra del analista, centrándonos en la interpretación como aquella operación analítica donde se puede situar la eficacia a partir de sus efectos.
Para precisar la lectura de dichos efectos, se cernirá el abordaje a los modos de satisfacción pulsional como factor privilegiado de aquello que se pone en juego en un tratamiento.
Por otra parte, es allí- en los modos de satisfacción pulsional- donde podremos plantearnos interrogantes acerca de cómo se producen los efectos, teniendo en cuenta que no se trata de normalizar la pulsión.
Quedan enlazados así los tres términos del tema a abordar, es decir, cómo pensar la eficacia a partir de los efectos que la interpretación produce en los modos de satisfacción pulsional, a partir del interés que despierta la eficacia en psicoanálisis.
Partiendo de la pregunta ¿de qué manera puede la interpretación operar sobre la satisfacción pulsional? A lo largo del presente trabajo se hará un abordaje tanto del recorrido freudiano como del recorrido lacaniano en lo que esto sirva para resolver el problema de la interpretación como la herramienta que permite intervenir en lo real, sosteniendo como hipótesis que la eficacia psicoanalítica, en este marco, puede ser pensada como la modificación de las condiciones de satisfacción pulsional en un nuevo arreglo menos padeciente para el sujeto.

La interpretación en la obra de Freud.
Arte y método.
El ejercicio de la práctica analítica llevó a Freud a encontrarse con diversos obstáculos en el camino de lo que llamamos la eficacia del análisis, a los cuales respondió modificando tanto la técnica como la teoría.
De este modo, podemos distinguir un primer período de su obra que situaremos entre 1886-1900, donde piensa la histeria como consecuencia de la separación de un grupo psíquico de la conciencia, que se comporta como un cuerpo extraño y que "opera como causa estimulatoria patológica, y lo hace de continuo hasta que es removido" (Freud, 1893, 36). En este período, se vale del método catártico y la hipnosis para que esa representación que no había sido debidamente abreaccionada vuelva al yo. Pero bien es sabido, que no solamente este método apuntaba a la eliminación del síntoma, sino que también se encuentra con la dificultad de que no todos eran hipnotizables y que las causas del síntoma persistían. Adopta entonces, la técnica de presión en la frente para encontrarse con ese nuevo obstáculo que es la resistencia al tratamiento, lo cual lo lleva a pensar que el apartamiento de las representaciones patógenas se debe a su carácter sexual y la eficacia consistirá en hacer que el paciente recuerde aquella representación olvidada. Pronto observará los resultados poco duraderos que producía esta técnica.

Pero es recién en lo que delimitaremos como un segundo período que se inaugura en 1900 con "La interpretación de los sueños", y llega hasta 1910, cuando sus pacientes le relatan sueños. Momento en que incorpora a su práctica el método de asociación libre, dando lugar a la subjetividad y, por lo tanto, la responsabilización del sujeto por aquello que lo hace padecer. Freud establece entonces la interpretación como vía de acceso a lo inconsciente, entendiendo que "interpretar un sueño" es otorgarle sentido, sentido que en el sueño se supone cifrado. De este modo, "no habría más que develar de manera acertada ese sustituto para alcanzar el significado oculto del sueño" (Freud, 1900, 118) y quien devela el sentido oculto tras lo absurdo del sueño- y en ello radica la novedad del método freudiano- es el propio soñante. El trabajo de interpretación que se produce a partir del contenido manifiesto del sueño queda, pues, del lado del soñante, habilitando así el acceso a lo inconsciente. El historial clínico de Dora da cuenta de ello, trabajo que originariamente "llevaba por título «Sueños e histeria», que me parecía muy apto para mostrar cómo la interpretación de los sueños se entreteje en el historial de una tratamiento y cómo con su ayuda pueden llenarse las amnesias y esclarecerse los síntomas" (Freud, 1905[1901], 10), esclarecimiento que ponía de manifiesto que el sentido último es sexual.
Es también durante este período que escribe "Tres ensayos de teoría sexual" (1905), momento en que introduce el concepto de pulsión en su obra como ese límite entre lo psíquico y lo somático, donde la fuerza como cantidad de energía queda ligada al cuerpo, siendo causa de la neurosis. Esto queda claramente establecido cuando dice que "estas psiconeurosis... descansan en las fuerzas pulsionales de carácter sexual. Con ello no quiero decir que la energía de la pulsión sexual preste una mera contribución a las fuerzas que sustentan a los fenómenos patológicos (síntomas), sino aseverar expresamente que esa participación es la única fuente energética constante de las neurosis, y la más importante, de suerte que la vida sexual de las personas afectadas se exterioriza de manera exclusiva, o predominante, o sólo parcial, en estos síntomas" (Freud, 1905, 148).
Podemos, entonces, sostener que si la interpretación de los sueños iba en dirección a descifrar los deseos inconscientes, el método interpretativo llevado al terreno de los síntomas iba dirigido a develar aquellas "aspiraciones que toman su fuerza de la fuente de la pulsión sexual" (Freud, 1905, 149). De este modo, la interpretación resulta eficaz en tanto permite una vía de acceso al saber inconsciente, que por añadidura, levantará el síntoma.
En este camino que llevó a Freud a escuchar el relato de los sueños y, consecuentemente, crear el arte interpretativo, le impone reformular la técnica. Así, la asociación libre, a partir del despliegue de representaciones y mociones pulsionales en juego, pone sobre el tapete el fenómeno transferencial, lo cual conduce a una inevitable reformulación de la teoría.

Transferencia e interpretación.
Se inaugura entonces un nuevo período que irá desde 1911-1920, donde podemos situar la preocupación freudiana por la transferencia y el análisis de las resistencias. Ya en su texto "Sobre la dinámica de la transferencia" pone en relación este fenómeno con lo pulsional, puesto que la transferencia es efecto de ciertas disposiciones infantiles que establecerán las condiciones de la vida amorosa "y las pulsiones que satisfará" (Freud, 1912, 97). Una parte de las mociones pulsionales seguirá su desarrollo, mientras que otra parte quedará detenida, es decir, inconsciente. Esta insatisfacción hará que la libido se anude al analista, ubicándolo en alguna de las series psíquicas. Sin embargo, "la transferencia nos sale al paso como la más fuerte resistencia al tratamiento, siendo que, fuera del análisis, debe ser reconocida... como condición del éxito" (Freud, 1912, 99) y ello, lejos de resultar una desventaja para el psicoanálisis, constituye el momento en que comienza el verdadero trabajo de análisis. Freud establece la diferenciación entre positiva tierna, positiva erótica negativa, siendo las dos últimas aquellas de las cuales se servirá la resistencia para detener el trabajo asociativo. Es entonces en este terreno transferencial que se libra "esta lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional" (Freud, 1912, 105) y la interpretación será la herramienta a través de la cual opera el analista para levantar las resistencias y relanzar, así, el trabajo asociativo. ¿Cómo proponía Freud que se lleve a cabo esta interpretación de las resistencias? "Con el acto de ponerla al descubierto" (Freud, 1914, 156), es decir, nombrarla y poner al descubierto "las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan" (Freud, 1914, 157).
Además Freud, se plantea la siguiente pregunta. "¿Cuándo debemos empezar a hacer comunicaciones al analizado? ¿Cuándo es oportuno revelarle el signifcado secreto de sus ocurrencias?... No antes de que se haya establecido en el paciente una transferencia operativa" (Freud, 1913,140). Sin embargo, al respecto, también Lombardi se ha detenido a ubicar el interés que tiene el decir a medias como modo de producir efectos en la satisfacción y en su texto "La función primaria de la interpretación" (2008), sitúa cómo en los historiales de Dora y el Hombre de las Ratas, Freud no hace esperar las intervenciones, sino que estas más bien causan la transferencia. Parece irresoluble la pregunta respecto a qué fue primero, porque si bien Freud establece que la transferencia debe estar operando para poder interpretar, "también es verdad que no se establece la transferencia sin la interpretación" (Lombardi, 2008, 14).
Dicha cuestión nos permite situar por un lado, la interpretación del lado del paciente que se despliega en la cadena asociativa y, por otro lado, la interpretación como proveniente del analista que, a partir de esos significantes que se despliegan en la cadena, produce la división del sujeto, pero que puestas al servicio del trabajo analítico permiten el armado transferencial. En este sentido, podemos pensar que para que esa parte de la energía libidinal se ligue a la persona del analista, algo del "deseo articulado en el decir a medias de la interpretación" (Lombardi, 2008, 17) del analista debe tocar la satisfacción pulsional en juego.

La eficacia de la interpretación tendrá que ver con el armado transferencial y la puesta en forma del síntoma. Sin embargo, cuando la transferencia se ponga al servicio de la resistencia y comience "el verdadero trabajo de análisis", las interpretaciones apuntarán a hacer caer el andamiaje transferencial, es decir, a "desficcionalizar" la trama pulsional puesta en juego en el trabajo de análisis, lo cual conduce a un cambio de posición del sujeto en relación a aquello que lo hace padecer.
Ahora bien, estos desarrollos que lo llevaron a la división de la transferencia entre positiva y negativa, le resultaron insuficientes a Freud tanto en la teoría como en su práctica. Y por otro lado, la introducción de nuevos conceptos y los virajes que se producen en su teoría lo llevan a reformular la cuestión de la interpretación.

Construcción e interpretación.
Finalmente, tomamos el último período de la obra freudiana que abarca desde 1920 a 1938, momento que se inaugura con el viraje teórico de "Más allá del Principio de Placer" (1920) y donde Freud reformula el dualismo pulsional, planteando la hipótesis de la pulsión de muerte a partir de los fenómenos de compulsión de repetición y formas de resistencia que se dan en la clínica. "Los neuróticos repiten en la transferencia todas estas ocasiones indeseadas y estas situaciones afectivas dolorosas... Se afanan por interrumpir la cura incompleta, saben procurarse de nuevo la impresión del desaire, fuerzan al médico a dirigirles palabras duras y conducirse fríamente con ellos" (Freud, 1920, 21).
Años más tarde (1937) su preocupación por la eficacia del análisis lo lleva a escribir "Análisis terminable e interminable" que, juntamente con "Construcciones en psicoanálisis" (1937) serán los textos que nos permitirán pensar la línea de trabajo que se viene desarrollando en el presente artículo. En el primero de los mencionados textos se pregunta acerca de la posibilidad de tramitar de modo duradero aquella fuerza pulsionante que enferma al yo, de modo que, sin hacerla desaparecer, pueda tener otro destino posible.
La respuesta la encontrará en su texto sobre las construcciones en análisis, donde hace una distinción fundamental: con "«Interpretación» se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc. Es «construcción», en cambio, que al analizado se le presente una pieza de su prehistoria olvidada" (Freud, 1937a, 262). Así, Freud "sitúa la interpretación más cerca de lo que sería el trabajo de desciframiento de las formas del inconsciente, y a las construcciones en relación a algo que aparece como una deducción lógica, que sustituye lo que no se puede decir. La interpretación divide al sujeto, [mientras que] la construcción encuentra sus determinaciones" (Rubistein, 1994). Es lo que claramente se puede constatar en el historial del Hombre de los Lobos, donde Freud construye, a partir del material que el paciente despliega, aquellas escenas primarias, que no pueden ser recordadas por el analizante, pero que resultan eficaces a la hora de establecerla lógica de la posición del paciente y de las consecuencias que de allí se derivan" (Rubistein, 1994). Podríamos pensar que mientras la interpretación señala lo singular del entramado pulsional del sujeto, la construcción del fantasma, permite ubicar lo particular de la estructura.
Y si bien, "al inicio, Freud sostenía el entusiasmo por la interpretación, al final de su vida es el tiempo de la construcción. Hay una construcción donde la operación no es descifrar al infinito, sino jugar la partida con respecto a algo que no aparece en la escena y que es el inconsciente en tanto reprimido originario" (Rubistein, 1994). Es el intento freudiano por reducir el agujero de la represión primordial lo que lo lleva a plantear la construcción como herramienta, como suplencia de aquellos restos de lo visto y lo oído, que no puede ser recordado. Freud busca ese real en juego para nombrarlo y lo encuentra en esas escenas.
De este modo, la eficacia de la construcción redundará en nuevos recuerdos que de algún modo complementen, confirmen o contrasten a hipótesis de la construcción y que logre, a partir del trabajo, que las pulsiones se desanuden de las fantasías y fijaciones que lo hacían padecer.
En suma, esta concepción freudiana de la eficacia de la interpretación encuentra su límite en la castración, en la roca viva como aquel núcleo imposible de ser interpretado y es allí donde aparece la construcción, intentando armar la escena del real en juego.

La interpretación en la obra de Lacan.
Retomar la interpretación donde Freud la dejó.
Allí donde Freud encontró su límite, Lacan toma su punto de partida para pensar la interpretación, lo cual implica un giro que la lleva a un estatuto diferente. En principio, Lacan cuenta con el concepto de significante y esto es lo que le permite sostener que «el inconsciente está estructurado como un lenguaje», y que no todo puede ser dicho. Por otro lado, se vale de lo polisémico del lenguaje. Entonces, lo que un paciente dice nóvale sólo por su sentido, que se articula a partir de palabras organizadas en oraciones, sino que aquello a lo que el analista presta atención es a la secuencia acústica, al encadenamiento significante, que puede recortarse, en el inconsciente, de una manera totalmente distinta.
En "La dirección de la cura y los principios de su poder" (Lacan, 1958, 566) Lacan establece tres niveles para pensar la orientación de la cura:
.   Nivel político: en que ubica la ética del psicoanálisis, ética de la falta en ser y de menor libertad de acción.
.   Nivel estratégico: en el cual está la transferencia y donde, si bien hay mayor libertad que en el nivel superior, estará determinado por el lugar en que el analista es colocado por el sujeto.
.   Nivel táctico: donde sitúa a la interpretación y, si bien es el nivel en que el analista podrá operar con mayor libertad, está subsumida a la transferencia.

Esta orientación resulta fundamental porque es sólo en el marco transferencial donde la interpretación y sus efectos podrán ser pensados. Nuevamente resurge aquí la paradoja: pues hay que esperar a que el analista ubique las coordenadas de su posición en la transferencia para hacer una interpretación, pero es en los efectos de una interpretación que podremos dar cuenta que la transferencia está operando allí estratégicamente.
Ahora, si bien es desde ese lugar estratégico que ocupa en la transferencia que el analista podrá operar tácticamente y si bien su operación es calculada, no podrán calcularse a priori sus efectos. La interpretación "habrá sido", es decir, es en retroacción que leemos aquello como una interpretación, señalando así lo más singular, pues no puede calcularse a priori en qué punto se tocará algo de lo real del sujeto. Hay cierto efecto de sorpresa tanto para el paciente como para el analista.
En ese mismo texto, Lacan especifica aún más su definición y plantea que "la interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconscientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción-precisamente lo que permite la función del Otro en la ocultación del código, ya que es a propósito de él como aparece su elemento faltante" (Lacan, 1958, 566). Idea que sostiene a la interpretación como operando por el significante, pero recayendo sobre lo real, es decir, recortando lo real. Esta operación por el significante implica que nos valemos de su esencia equívoca y que la interpretación apunta a equivocar el sentido, a conmover las certezas y a romper la serie de repeticiones no respondiendo a la demanda.
Es justamente esta idea la que le permitirá a Lacan establecer una distinción entre "interpretar en transferencia" en vez de "interpretar la transferencia", ya que esto último (y ese fue el error posfreudiano) lleva inevitablemente a denunciar la transferencia, a ponerla por la vía del sentido, pero dejaría intacta su consistencia. Por otro lado, si el analista es puesto en la serie psíquica del paciente y si, como dice Freud, el analista es el objeto al que se van a ligar las mociones pulsionales, ¿cómo pensar el entramado pulsional en la transferencia y qué implicancias tendría la interpretación? Valgámonos, pues, del Seminario 11, donde ubica tanto la transferencia como la pulsión como dos de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Aquí Lacan amplía el concepto de transferencia llevándola más allá del estatuto de mera repetición, es decir, por un lado, está la vía del automatón, de la insistencia significante, pero aparece aquí la vía de la tyché como aquella de la repetición siempre fallida. La insistencia viene a dar cuenta de un encuentro siempre fallado. Momento que Lacan señala como de puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente.
Sobre esta idea de transferencia se monta el concepto de pulsión como ese empuje constante a la satisfacción. Brodsky lo ubica del lado del "no cesa de escribirse", que no sólo lo deja del lado de lo necesario en la lógica modal, sino que además le permite la articulación de la pulsión con la demanda (Brodsky, 2001). Demanda que no está dirigida al Otro (diferenciándose de la demanda de amor), sino que es demanda "que se agota en su propio demandar... para dar cuenta de esa exigencia que no cesa" (Brodsky, 2001). No es pues, demanda de un objeto en particular, sino demanda de satisfacción, y que se pondrá en juego en el síntoma, punto en que se enlaza con el analista, en tanto es en transferencia que dicho síntoma se vuelve analizable. Es allí que el analista podrá intervenir, no cerrando el sentido "ni respondiendo a la demanda en los término en que la demanda se formula como si se tratara de eso. Sino que apunta al decir... si la demanda aparta a la pulsión de la transferencia,... [la ética del] analista devuelve la demanda a la pulsión" (Rubistein, 2010), apuntando de este modo a la causa.
La pregunta que toma forma es ¿cómo intervenir para que la direccionalidad vaya de la demanda a la pulsión? ¿Cómo equivocar las significaciones de modo tal que se sostenga un decir? ¿Cómo introducir la falla en el querer decir? En psicoanálisis no hay una estandarización de las tácticas interpretativas, pero sí hay orientaciones. Hemos mencionado la política, el sentido y el sinsentido y, podríamos agregar, algunas modalidades que aparecen en "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis" así como también algunas referencias del Seminario 17:
.   La puntuación, que permite subrayar un momento significativo y, en tanto apunta al S1, es puntuación de significación. Según cómo se puntúa podría tener como efecto un cambio de sentido del texto.
.   El corte de sesión, que puede las veces tener efecto de interpretación, en tanto deja al analizante solo en la resonancia de sus dichos.
.   El enigma, que es una enunciación que envía al sujeto a arreglárselas con el enunciado.
.   La cita, que es el mero enunciado sin la enunciación, sin el contexto.

Siendo estas dos últimas, formas de un decir a medias que lleva al analizante a ser intérprete y que no sea el analista quien cierra el sentido. Cabe mencionar aquí que no todas las interpretaciones tienen estas formas, puesto que muchas veces la nominación de un modo de gozar puede tener efectos interpretativos (Rubistein, 2010). Pero sí, en todas sus formas, la interpretación apunta a lo que se dice como diferente de lo que se quiere decir y, de este modo, se va revelando el objeto en la medida que no todo puede ser dicho. Es esto lo que produce una transmutación del sujeto y cierta rectificación de sus relaciones con lo real, relaciones que no van en la línea de un ideal, sino en la dirección de un saber acerca de lo real. Y además, la buena interpretación -dirá ya en "Función y campo"- resuena en el cuerpo, lo cual da pie para poder situar un segundo desarrollo acerca de Lacan, retomando la última parte de su obra.

La interpretación como poesía.
Hasta aquí, veíamos con Lacan, cierta idea de lo simbólico operando sobre o rea, de aquello que e significante puede recortar. Pero Lacan, se va encontrando con que el sentido le hace obstáculo a la hora de operar sobre la satisfacción pulsional. No sólo se trata de significantes en la sesión analítica, puesto que hay un punto en que eso real escapa a toda simbolización posible, ni tampoco todo lo que se produce en el marco de la transferencia tiene que ver con lo que se dice, porque está también aquello que se articula a la presencia del analista y que se sostiene sin palabras. En otros términos, no hay significante que escriba la relación sexual, lo cual nos lleva a preguntarnos ¿cómo abordar aquello que escapa a lo simbólico? (Rubistein, 2007) ¿Se puede hacer algo más que sólo bordear lo real?
Hacia el final de su obra, Lacan se vuelca al estudio de la poesía, más específicamente, la poesía oriental y esto lo lleva a pensar una nueva dimensión de la interpretación. Tomemos algunos puntos del viraje teórico de Seminario 20 para poder pensar la cuestión de la interpretación. En dicho Seminario desarrolla la teoría de los nudos e introduce la noción de vacío, distinguiéndola claramente de la falta. Y, por otra parte, el acento pasa del significante (lo que se escucha) a la letra (lo que se lee).
Así, en la escritura poética de la dinastía Tang, el poeta producía vacíos en sus poemas, lo cual llevaba a que quien tuviera que "colmarlos" fuera el lector (Cheng, 1977). Es quien lee la letra escrita que podrá hacer de ese vacío, poesía. Y esto nos permite pensar en la nueva dimensión de la interpretación en tanto poesía, pues viene al lugar de un imposible de decir.
En el Seminario 24, Lacan dirá que "el sentido, eso tapona. Pero con la ayuda de lo que se llama la escritura poética, ustedes pueden tener la dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica" (Lacan, 1976-77, clase 11). Es decir, que piensa la interpretación como la escritura poética no en tanto reducción o simplificación del lenguaje, sino como introduciendo cierta dimensión de vacío, vacío de sentido que difiere de la idea de contrasentido. La interpretación es producción de vacío que da lugar al sinsentido, puesto que lo real del sentido es la fuga (Rubistein, 2007), aquello que imposible de ser capturado por el lenguaje.
Ahora bien, habrá que encontrar la manera de hacer algo con aquello que no tiene sentido y de lo que nada puede decirse. Si la interpretación como operación de vacío se produce en el marco de la transferencia, y teniendo en cuenta el entramado de nudos de esta última época, podemos pensar que la interpretación opera en la transferencia pero a modo de un "entre", es decir, entre esos dos cuerpos que implica la situación analítica. Y si la interpretación es leída a partir de sus efectos, pues entonces podrá serlo por sus efectos de resonancia en el cuerpo. Y si tomamos la definición de pulsión del Seminario 23 como "el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir, pero que este decir, para que resuene... es preciso que el cuerpo sea allí sensible" (Lacan, 1975, Clase 1), podemos pensar que si la interpretación resuena en el cuerpo, si es encuerpo, e introduce un vacío (de goce, de sentido), algo de los modos en que la pulsión (concepto límite entre lo psíquico y lo somático) se satisface pueden transmutar y hacer un arreglo menos sufriente para el sujeto.

Conclusiones
Hemos partido de la pregunta por la eficacia en psicoanálisis. Considerando que la singularidad de la cura transcurre en el marco de la transferencia nos preguntamos por la maniobra del analista en la dirección de la cura. En este punto, nos enfocamos en la interpretación en tanto es la herramienta a partir de la cual se puede dar cuenta de sus efectos, centrándonos más precisamente en la eficacia sobre los modos de satisfacción pulsional.
A partir de allí, hicimos un recorrido por la obra freudiana que nos condujo a definir, en un primer momento, la interpretación como un método de acceder al sentido sexual inconsciente que habita en el síntoma. Más tarde, la preocupación por el fenómeno transferencial, lleva a Freud a ubicar cómo algo de la satisfacción pulsional se liga al analista, debiendo entonces interpretar la transferencia para que ésta sea disuelta hacia el final de un análisis. Hacia el final de su obra, habiendo situado algo de lo irreductible de la pulsión, Freud establece la distinción entre construcción e interpretación, dejando a primera en la vía de una deducción lógica, más del lado de una construcción de una hipótesis de trabajo del lado del analista; y quedando la interpretación como trabajo de desciframiento de las formas del inconsciente.
Sin embargo, Freud encuentra su tope en la castración. Es Lacan quien retomará la cuestión de la interpretación, partiendo del lugar al que Freud llegó. Así, ubica a la interpretación como la táctica subsumida a una estrategia transferencial y que permite, desde allí, operar por lo simbólico para ir recortando, abordando el real en juego. En este sentido, al quedar ligada a la demanda, la pulsión, si bien pueden redefinirse las relaciones del sujeto con lo real, sólo puede ser delimitada por el borde simbólico.
Será al final de su obra, con la introducción de los nudos y el vacío que podremos pensar que la interpretación puede algo más que tan sólo bordear lo real. Al pensar en la interpretación como operación poética, lo que permite es la introducción del vacío de goce que produce cierta resonancia en el cuerpo, permitiéndole al sujeto un nuevo arreglo con lo real. Así podremos dar cuenta de la eficacia de la interpretación a partir no solamente de los efectos de vaciamiento de goce, sino también de los efectos de creación de un nuevo orden de satisfacción pulsional.

1Ubicamos en esta línea investigativa a Fonagy, Kächele, Thoma, Wallerstein para nombrar a los principales exponentes.

2Ubicamos en esta otra vertiente de investigaciones trabajos de analistas de la IPA (D'Alvia y Maladesky, Moguillansky, M. Fuentes) que establecen una diferencia entre la eficacia del análisis de lo que la época demanda en relación a tratamientos breves y exitosos. Otros autores no pertenecientes a la IPA (Soler, Miller, Tarrab, Brodsky, Delgado, Lombardi) se preguntan por la especificidad de los efectos que se producen en el trabajo de análisis a partir de la construcción de casos acorde a la lógica de la investigación psicoanalítica.

Bibliografía

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7- Freud, S. (1912): "Sobre la dinámica de la transferencia". En Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1999, T. XII, 93-106.         [ Links ]

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Fecha de recepción: 14 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 8 de septiembre de 2013