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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

PSICOANÁLISIS

El odio y su fundamento pulsional

Hatred and its drive foundation

Bermúdez, Silvia1; Meli, Yamila2

1Lic en Psicología, USAL. Psicopedagoga, USAL. Jefa de Trabajos Prácticos Regular y Profesora Adjunta Interina de la Cátedra I Psicoanálisis Freud, Prof. Titular Dr. Osvaldo Delgado. Investigadora UBACyT, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. E-mail:silviaanabermudez@ciudad.com.ar

2Lic. en Psicología, UBA. Ayudante de primera interina de la Cátedra I Psicoanálisis Freud, Prof. Titular Dr. Osvaldo Delgado. Investigadora UBACYT Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.


Resumen
Freud nunca dejó de reconocer la existencia de componentes agresivos en el seno de las tendencias eróticas, pero es recién en 1920 donde les otorga el estatuto pulsional.
La propuesta es abordar algunas referencias en la obra de Freud sobre el odio y la hostilidad. Para ello, se realizará un recorrido por los fundamentos del odio a los judíos  que propone Freud en varios de sus textos.
El nazismo alemán implicó, entre otras cosas, la identificación de un enemigo. La articulación del concepto de pulsión de muerte con la psicología de las masas será un punto de partida para abordar este asunto desde una perspectiva psicoanalítica.
La hostilidad, el racismo y el odio son fenómenos segregativos que, sostenidos en la  segregación estructural, funcionan como un "tratamiento" de la pulsión.

Palabras Clave:
Pulsión; Goce; Odio; Nazismo.

Abstract
Freud always recognized the existence of aggressive components within the erotic tendencies, but it was not until 1920 that he gives them the drive status.
The proposal is to address some references in Freud's work on hatred and hostility. To do so, we analyse the grounds of hatred toward Jews that Freud proposed in several of his texts.
German nazism meant, among other things, the identification of an enemy. The articulation of the concept of death drive  to the psychology of the masses  will be a starting point to address this issue from a psychoanalytic perspective.
Hostility, racism and hatred are segregative phenomena (sustained on structural segregation) that works as a "treatment" of the drive.

Key Words:
Drive; Lust; Hatred; Nazism


 

Introducción
El nazismo como aparato político e ideológico de estado se sostuvo, entre otras cosas, en el odio hacia los judíos. Los judíos eran el enemigo racial que desde el interior de la nación amenazaba. La expropiación de bienes, las prohibiciones de trabajar y de ejercer las profesiones, la privación de a ciudadanía alemana, as políticas de segregación racial, la conformación de ghettos y la persecución junto al exterminio sistematizado y planificado de judíos bajo el sistema de campos de concentración se presentaban, para el nazismo, como "solución" ante la amenaza.
El odio fue llevado a su máxima expresión: un verdadero proceso de desubjetivación, que apuntaba a la disolución subjetiva y la eliminación de un pueblo que era considerado diferente.
Siguiendo la propuesta de Lacan en el Seminario 11 (1964-1965), la Alemania nazi no podrá ser sólo explicada por las condiciones políticas, económicas y militares. Las categorías hegeliano marxistas no alcanzan. Conceptos como la pulsión de muerte en Freud y el goce en Lacan nos permitirán una aproximación de lectura.
Delgado (2005) propone considerar el texto de George Bataille "le probleme de l'Etat" (1933) como un precursor de estas formulaciones de Lacan.
Las condiciones económicas, según Bataille, le sirven de base pero no explican el fascismo, lo que lo lleva a señalar que el fundamento deberá hallarse en lo que denomina "su propia estructura psicológica".
Freud conceptualiza la pulsión de muerte y el más allá del principio de placer un año después de que finalice la primera guerra mundial, hasta ese momento considerada como la guerra más sangrienta.
Sin dudas, el campo social, tuvo incidencias en el giro de 1920.
Tres serán los referentes clínicos que le permitirán a Freud formular un más allá: los sueños traumáticos, el Fort da y la compulsión de repetición en transferencia. Asimismo, Freud ubica una época en que las sociedades atenían contra sí mismas y soportan modos de organización social injustos.
Lo que estaba en juego era el estatuto del placer. Freud ubica que tanto a nivel clínico como a nivel del campo social, los sujetos y las comunidades no buscan el propio bien. El principio de placer como regulador no alcanza para explicar algunos fenómenos. Una cosa es el displacer en el marco del principio de placer y otra es el displacer del más allá, lo que Lacan conceptualizará como goce. Freud realiza una ruptura consigo mismo y postulará un más allá del principio hedonista de placer.
Argumentar que la conceptualización de la pulsión de muerte es sólo un efecto de los desarrollos clínicos implica desconocer la preocupación y los múltiples pronunciamientos de Freud respecto de los hechos sociales y culturales1, así como lo central de su doctrina en relación al inconciente: que algo sea invisible, no implica que no produzca efectos.
Freud nunca dejó de reconocer la existencia de componentes agresivos en el seno de las tendencias eróticas, pero es recién en 1920 donde les otorga el verdadero fundamento pulsional.
Un fragmento de la pulsión de muerte se dirige al mundo exterior y sale a la luz como pulsión de agresión o de destrucción. Si esa agresión hacia afuera es limitada, trae como consecuencia un incremento de la autodestrucción.

Sobre los fundamentos del odio a los judíos
Freud era judío y, a pesar de declararse como un judío ateo, de pronunciarse en contra de cualquier forma de religión y de no aceptar la idea de un Estado judío argumentando que al declararse judío perdería la posibilidad de ser laico, siempre se mostró interesado y atravesado por la cuestión judía.
En "Las Resistencias contra el Psicoanálisis" (Freud 1925) responde con hilaridad a las querellas científicas que le eran propinadas:
"Acaso no fue mera casualidad que el primer sostenedor del psicoanálisis haya sido un judío, para abrazarlo hacia falta una aquiescencia frente al destino de encontrarse aislado frente a la oposición, un destino más familiar al judío que a los demás". (Freud: 1925, 235).
Se trata del saber hacer de Freud con la segregación y una fuerte apuesta en contra de la voluntad de dominio, las cosmovisiones y el totalitarismo (Bermúdez 2011).
En "Moisés y la religión monoteísta" (Freud 1939) se muestra claramente preocupado por explicar los fundamentos del odio a partir del cual el antisemitismo persigue al pueblo judío. Intenta una respuesta más allá del atajo del conflicto de ambivalencia cuyo argumento es que en la hostilidad podemos discernir la expresión del amor. El odio como la pareja antitética del amor.
En primer lugar, ubica el reproche de extranjería que formula como el argumento más frágil, ya que en muchos lugares donde domina e antisemtismo los judíos se encuentran entre los integrantes más antiguos de la población.
Luego, enumera como otra razón del odio, la de ser una minoría. Esto se sostiene en la hipótesis de "Psicología de las masas y análisis del yo" (Freud 1921) donde propone que el sentimiento de comunidad de las masas no es sin la hostilidad hacia una minoría extranjera.
La constitución de la masa es abordada apelando a la analogía de Schopenhauer sobre los puerco espines que se apretujaron en el intento de darse calor en un día helado de invierno, lo cual provocó que se clavaran las púas y que, como consecuencia de ello, debieran tomar distancia.
La moraleja es que ninguno soporta una aproximación demasiado íntima con los otros, modo en el que Freud explica el comportamiento de los seres humanos entre sí. Toda relación humana tendrá como particularidad un sedimento de desautorización y hostilidad que sólo en virtud de la represión y su agente, la cultura- no será percibida. Y eso mismo acontece cuando los hombres se reúnen en unidades mayores como la familia, las ciudades, los pueblos, etc. Aparece la competencia, el desprecio, la repulsa, lo abominable, lo no soportable, incluso la aversión. Diferentes nombres para la hostilidad.
Esto estaba anticipado en Freud en lo que podríamos llamar-con Lacan- la segregación estructural: el sujeto expulsa de sí todo lo malo que es percibido como hostil. Ese resto no incorporado al yo en tanto ajeno es lo odiado2.
La masa se constituye a partir de una multitud de individuos que han puesto a un mismo objeto en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo.
En El Seminario 11 (1964-1965) Lacan se refiere a esquema de la constitución libidinosa de la masa como la fórmula de la fascinación colectiva: el objeto para Freud es el objeto a para Lacan. Las curvas del esquema marcan la conjunción de a con el ideal del yo. En la masa se superponen en un mismo lugar el objeto a y el ideal del yo.

El Ideal intenta unificar todas las pulsiones parciales en un objeto, el ideal mismo, pero fracasa en su intento porque la pulsión sexual da cuenta de que la unidad es engañosa ya que testimonia sobre la parcialidad, la fractura o división.
De este modo, fallan por entero las funciones del Ideal del yo: falta la crítica, las cualidades del objeto son sobrestimadas y se obedece ciegamente al objeto. Se trata de un espejismo y sus consecuencias: falta de autonomía, de iniciativa y de libertad, uniformidad en la reacción y rebajamiento al estatuto individuo-masa. Inexorablemente, la personalidad de un individuo -concluye Freud- se altera en el marco de la masa. Fascinación colectiva cuyo efecto es la ceguera en la mirada.
La masa está gobernada por lazos afectivos de dos clases: la ligazón con el conductor y la ligazón de los individuos entre sí.
La condición de sostenimiento de la masa es que todos sean amados del mismo modo por quien encarna el lugar del ideal, el conductor. Principio de igualdad que borra las diferencias. Pero la exigencia de igualdad de la masa vale sólo para los individuos que la conforman, no para el conductor.
La presencia de la hostilidad en el marco de la cultura se manifiesta como intolerancia a la diferencia, esto será fuente de malestar. La masa será un artefacto al servicio de tramitar la hostilidad en tanto permitirá que se borren las diferencias.

La crueldad y el odio como tratamiento de la pulsión. 
La pregunta que se impone será qué hacer con esa hostilidad como incansable productora del malestar. ¿Cuál es el costo de esa "tramitación" de la hostilidad entre los miembros? La masa ofrece un escape a la pulsión de muerte en la hostilización a los extraños.
La cohesión entre los miembros les proporciona un comportamiento homogéneo a partir de considerarse iguales. Pero esa cohesión se soporta expulsando hacia afuera la hostilidad. El resultado de esa unificación o compulsión a la síntesis es la emergencia del enemigo extraño. Unificar el objetivo del odio implica reducir la agresión interna. Pero esto no será sin consecuencias.
El "tratamiento" que ofrece la masa implica un modo desegregación para aquellos que quedan por fuera. Sostenido en la suposición de un goce compartido, se segrega a aquel que goza de manera distinta porque ese goce siempre tiene algo de amenazante respecto del propio. En el odio al otro, que se conoce a través del racismo, hay algo más que agresividad, se odia la manera particular en que el Otro goza (Miller 2010).
Sin embargo, la ausencia de línea punteada en la línea del objeto en el esquema de la masa da cuenta de que aún estando dentro de la masa, cada individuo sigue conservando su singularidad. La fijación pulsional a un objeto parcial será diversa y singular para cada uno de los integrantes.
De este modo, queda armada la lógica del enemigo. Los judíos para el nazismo quedan segregados por ser el pueblo donde se ubica lo diferente y sobre el que recae la hostilidad. Aparece la figura del líder conductor encarnada en Hitler y la suposición dentro de la masa de cierto goce compartido. Freud ubica que el conductor puede ser sustituido por una idea negativa que porte un poder unitivo, como podría ser el odio.
El goce será el nombre que Lacan le da a la satisfacción pulsional. No pueden ser pensadas las condiciones de posibilidad del pasaje de la pulsión de muerte en Freud al goce en Lacan sin tener en cuenta el rol del holocausto3. Tal como lo propone Agamben (2000), lo que marca el horror de Auschwitz no es que la vida no sea vida sino que la muerte de un ser humano no sea llamada muerte. Los cadáveres no eran muertos, se trata de una producción en serie de cadáveres -vía las cámaras de gas- y no de muertes.
Auschwitz es un lugar donde el estado de excepción se convierte en paradigma de lo cotidiano, donde el judío se transforma en lo que Primo Levi denomina musulmán y el hombre en no hombre, donde lo que estaba en juego es la situación extrema de seguir siendo o no humano. La figura del musulmán marca ese umbral en que el hombre pasa a no ser hombre, un más allá de la vida y la muerte en sentido biológico.
Lacan se refiere al goce ya no en términos de la energética freudiana sino que toma como punto de referencia la economía política de goce. La producción económica implica pérdidas y ganancias. El goce es un efecto de la operación del sistema simbólico que lo produce y, a la vez, se le escapa. Lacan introduce la producción de goce por la vía de la pérdida, el goce todo queda perdido4 y algo se intentará recuperar. Pero el goce absoluto es imposible, la recuperación será para todos, pero el modo de recuperación de goce será particular para cada quien, no es intercambiable ni se comparte. Aunque podría conjeturarse que la psicología de las masas es un intento de compartirlo.
La cultura admite algunas formas de recuperar algo del goce perdido. El chiste es la formación del inconciente que permite una articulación con la psicología de las masas en tanto la satisfacción del chiste es con otro, lo que le otorga su carácter social. Su condición es que sea relatado y que el otro lo sancione con su risa. Opera como un subrogado que permite la satisfacción de las tendencias agresivas u hostiles. Hacer un chiste sobre judíos será una forma de satisfacción sublimada y, por lo tanto, más tolerada por la cultura.
En "El chiste y su relación con lo inconciente" se establece la relación entre el chiste y la cultura:
"Por obra de este trabajo represivo de la cultura se pierden posibilidades de goce primarias, pero desestimadas ahora en nuestro interior por la censura. Pues bien, la psique del ser humano tolera muy mal cualquier renuncia, y así hallamos que el chiste tendencioso ofrece un medio para deshacer esta, para recuperar lo perdido"5 (Freud: 1905, 96)

Hay otras propiedades que se le adjudican a los judíos que Freud califica de imperdonables:
Los judíos son diferentes a sus "pueblos anfitriones". A pesar que estas diferencias no sean radicales como podrían ser los orientales frente a los occidentales, se los considera ajenos especialmente respecto de los pueblos nórdicos. Se trata del narcisismo de las pequeñas diferencias. La masa se vuelve más intolerante frente a pequeñas diferencias que frente a diferencias fundamentales. Esto se observa en lo los partidismos como el fútbol, la política, e incluso en el marco de las algunas corrientes psicoanalíticas, etc.
La aptitud para ganar dinero y para realzar grandes aportes a la cultura, así como la capacidad para desafiar todas las opresiones de modo tal que ni las más crueles persecuciones han conseguido desarraigarlos, son otras de las características que se le atribuye -según Freud- al pueblo judío.
Otra vertiente abierta por Freud, que podríamos denominar filogenética, es la que reconduce el odio a los judíos al pasado, como si algo produjera efectos desde lo inconciente de los pueblos.
La concepción de tiempo en psicoanálisis no se refiere a una sucesión temporal lineal de pasado, presente y futuro. Para el psicoanálisis existe una asimetría entre pasado, presente y futuro, ya que opera en el terreno de la resignificación (nachträglich), la retroacción, el aprés coup: un suceso pasado puede cobrar relevancia en el presente, puede incluso tener un efecto muy actual. Por lo tanto, la categoría de tiempo para el psicoanálisis no remite a los tiempos cronológicos sino a los tiempos lógicos: Instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir.
El tiempo para el psicoanálisis se asienta en una lógica no calculable para las convenciones sociales. Se trata de una temporalidad lógica, que no responde a la prisa ni a lo efímero del imperativo contemporáneo.
Esta línea, sostenida en el argumento filogenético -que comprende la herencia arcaica o la prehistoria heredada-infiere que el odio a los judíos es efecto de los celos de los otros pueblos frente a un pueblo que se presentó como el hijo predilecto y primogénito de Dios padre, el pueblo elegido.
Ser el pueblo elegido tendrá para os judíos consecuencias: "Fue Moisés quien imprimió en el pueblo judío este rasgo. Elevó su sentimiento de sí asegurándoles que eran el pueblo elegido, les impartió santidad y los comprometió a segregarse de los demás6" (Freud: 1939, 103)

Si bien éste no es el tema central de este trabajo, sorprende escuchar en Freud (1939) que el efecto de ser el pueblo elegido sea desarrollar el orgullo, la arrogancia y la confianza como rasgos de carácter. Más aún cuando dicho lugar respecto de otros pueblos lo compromete a segregarse de los demás.
La vertiente de los celos señala la dirección hacia la perspectiva de que el goce es tan accesible al otro como inaccesible al sujeto mismo. En alemán lebensneid abarca no los celos ordinarios sino los celos que nacen en un sujeto en relación al otro en la medida en que se supone que ese otro participa de cierta forma de goce percibida por el sujeto como lo que él mismo no puede aprehender. Ahora bien, la pulsión de muerte es ineliminable. La satisfacción de la pulsión será parcial pero siempre habrá satisfacción. La posibilidad será mezclarla, ligarla con la pulsión de vida, pero seremos siempre testigos de esa desmezcla, de ese intento permanente de la pulsión de muerte por satisfacerse.
Una satisfacción pulsional instantánea y sin miramientos (Freud 1939) conduce a conflictos peligrosos con el mundo exterior y su aniquilamiento. Lo que queda por fuera de toda ligadura, tienen su eficacia y satisfacción en la aniquilación, la crueldad, el odio y la violencia.
La satisfacción de la pulsión no podrá pensarse sin la época y allí el nazismo se presenta como un "instrumento" para cumplir sus propósitos. El nazismo no debe ser pensado sólo como un modo de expresión de la satisfacción cruel sino que la pulsión de muerte se vale del nazismo para su expresión.
Tal como lo propone Alemán (2006) la ambivalencia es un último intento de dar un orden de composición a la pulsión destructiva; el otro tratamiento es la guerra pues en la guerra la estructura del sujeto comparece por fuera de la ambivalencia.
Podríamos aventurar que existen diferentes "tratamientos" posibles, tanto singulares como universales, de la pulsión de muerte. La masa como intento unificante de dominar la pulsión será uno de ellos. Las guerras, el racismo, las políticas frente a los inmigrantes, la discriminación, algunas otras.
Pero será imposible eludir la presencia de la pulsión de muerte ya que ésta posee un carácter irreductible. Freud lo ejemplifica con una crítica al comunismo. Si se aboliera la propiedad privada, si todos los bienes se declararan comunes y todos los seres humanos tendrían acceso a ellos, no desaparecería la enemistad entre los hombres ya que la desigualdad de poder es una "oportunidad" para la satisfacción de la agresión. Si se cancelara la propiedad privada se le sustrae al ser humano un poderoso instrumento, pero no el más poderoso.
En el marco de los desarrollos de Freud acerca de la segunda tópica, el yo se encuentra infiltrado por el oscuro ello, de allí el despótico imperio de la pulsión de muerte (Bermúdez 2008).

La cultura y sus mandamientos
Amarse unos a los otros resulta, desde la perspectiva de la pulsión de muerte, lo más extraño a la naturaleza humana.
En "Malestar en la cultura" (1930) Freud discierne tres fuentes del malestar o sufrimiento: el propio cuerpo, el mundo exterior y los vínculos con otros seres humanos (los que entabla con los vecinos, como objeto sexual de otra persona, como miembro de una familia, comunidad o Estado). La cultura se sirve de todos los medios y promueve todos los caminos para fortalecer los lazos comunitarios. Amparada en la exigencia de renuncia a la satisfacción pulsional, la cultura regula los lazos sin que éstos queden sometidos a la arbitrariedad de los individuos en términos de satisfacción de sus mociones pulsionales.
Freud lo dice con palabras que resuenan a un texto de Sade:
"El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infringirle dolores, martirizarlo y asesinarlo" (Freud: 1930, 108)

Uno de los reclamos de la cultura, se pronuncia a través del mandamiento "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Al prójimo se lo podrá amar si se me parece tanto que puedo amarme a mi mismo en él, pero si es un extraño para mí, me será difícil amarlo.
Este mandamiento que instituye una ley que le pone un límite a la maldad del ser humano, funciona como un intento de desviar la meta de la pulsión de muerte. Asimismo, en ese límite queda develado el camino hacia goce de la destrucción del otro. Son muy pocos los sujetos -dirá Lacan-que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de sacrificio a los dioses oscuros.
El horror de Freud frente a este mandamiento, lo lleva a reformular el enunciado: "Justamente porque el prójimo no es digno de amor, sino tu enemigo, debes amarlo como a ti mismo".
Tanto Freud como Lacan, a diferencia de las corrientes humanistas, descreyeron de dicho mandamiento.
Los mandamiento de la cultura traban el acceso al goce pero el éste alcanzará su meta en la transgresión de la prohibición.
En varias ocasiones, Freud apela a la analogía con el hombre primitivo, y analiza la relación con la muerte de ese hombre no atravesado por la civilización.
El mandamiento "no matarás" nació como reacción frente a la satisfacción del odio que se escondía tras el duelo de los seres queridos, y luego se extendió a quién no se amaba y al enemigo. Este imperativo nos da la certeza del gusto que tiene el hombre por matar.
La cultura permite que la muerte que ejecutaba el primitivo sea sustituida por el deseo inconciente de muerte, pero no la elimina, sólo se podrá desviarla.
El hombre intentará satisfacer su agresión a expensas de su prójimo, el nazismo es una expresión de ello, en tanto desenmascara a los seres humanos como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie.
La crueldad y el odio son modos de tratamiento de la pulsión de muerte. En otras palabras, como lo sostiene Freud en "De guerra y muerte" (1915), en lo inconciente, "somos como los hombres primordiales, una gavilla de asesinos".
La cultura tendrá que poner límites, de ahí el mandamiento de amar al prójimo y el "no matarás" que contrarían la naturaleza humana, de ahí la masa como intento de cohesión, de ahí la limitación de la vida pulsional, de ahí el chiste como subrogado. Modos de la cultura desviar o eludir el acceso el goce, de domeñar la pulsión de muerte. Estos modos de tratamiento de la pulsión de muerte tendrán como correlato su fracaso ya que, como dice Freud, ese rasgo indestructible de la naturaleza humana lo seguiría donde fuese. Y estas serán las condiciones del malestar en la cultura.
El malestar en la civilización se presenta en toda época con sus diversas particularidades, pues el racismo y lo que ellas conllevan son efectos de discurso "que están allí como estructuras" (Miller: 2010, 57).
Lacan anticipo las señales de entrada en un mundo de segregación, "sepan que lo que crece que aún no hemos visto hasta las últimas consecuencias y que arraiga en el cuerpo en la fraternidad del cuerpo, es el racismo" (Lacan: 1971-1972, 231)
La hostilidad, el racismo y el odio son fenómenos segregativos que, sostenidos en la segregación estructural, funcionan como un "tratamiento" de la pulsión.

1A continuación se enumeran algunos de los textos de Freud que demuestran que su interés y sus investigaciones no giraban sólo en torno a la clínica sino también alrededor de la cultura, la sociedad, la política y las guerras: La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908), Tótem y tabú (1912), La transitoriedad (1915), De guerra y de muerte (1915), Psicología de las masas y análisis del yo (1921), El porvenir de una ilusión (1927), El malestar en la cultura (1930), Carta de Freud a Chaim Koffer (26/02/1930), ¿Por qué la guerra? (1932), Comentario sobre el antisemitismo (1938), Moisés y la religión monoteísta (1939).

2Hay que establecer aquí la diferencia en Freud entre el yo del narcisismo y el sujeto. En "Pulsiones y destinos de pulsión" (1915) sostiene que hay un "yo-realidad" inicial más antiguo que, en lugar de convertirse directamente en "yo-realidad" definitivo es remplazado- bajo la influencia del "amo irrestricto" del principio de placer-por un "yo-placer". El yo inicial bajo el imperio del principio de placer- incorpora los objetos que son fuente de placer y rechaza, expele (abstossen) lo que en su interior es fuente de displacer. El yo inicial en la medida en que distingue el adentro y el afuera, se muda en un yo-placer purificado, cuyo rasgo esencial es hacer prevalecer el placer. Aquí no se refiere al yo del narcisismo sino a la constitución del sujeto.

3Hipótesis propuesta en la tesis de doctorado del Dr. José Dizenhaus.

4Se trata de la interpretación de Lacan del Complejo de Castración freudiano.

5EI subrayado es nuestro.

6El subrayado es nuestro.

Referencias bibliográficas

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El presente trabajo está referido al marco de la investigación: La aptitud de analista y la segregación contemporánea. Director: Dr. Prof. Osvaldo Delgado. Facultad de Psicología. Código 20020090100300. UBACYT 2010-2012

Fecha de recepción: 20 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 20 de octubre de 2013