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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

PSICOANÁLISIS

Configuraciones clínicas del superyo en la segunda tópica freudiana

Clinical configurations of the super-ego in the second freudian topic

Laznik, David1

1Profesor Regular Titular de Psicoanálisis: Freud, Facultad de Psicología, UBA. Profesor Titular a cargo de Clínica Psicoanalítica, Facultad de Psicología, UBA. Director del Proyecto UBACYT "La clínica de la segunda tópica freudiana", Programación Científica 2011-2014, Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad de Buenos Aires. E-mail: dlaznik@psi.uba.ar


Resumen:
La formalización de la segunda tópica produce un nuevo ordenamiento nosográfico que subvierte la lógica de las oposiciones binarias utilizada habitualmente en las teorizaciones freudianas. Freud reformula el ordenamiento nosográfico previo e incorpora un "tercer grupo": las neurosis narcisistas. El operador conceptual que permite dar cuenta de ellas es el superyó. Su conceptualización incide también en la reformulación de la procedencia de las resistencias y contribuye a situar su dimensión estructural. Estas formulaciones  entrañan un salto cualitativo en la teorización de la práctica y permiten otorgarle un estatuto formalizado a registros clínicos que, excediendo el campo de las neurosis de transferencia, no se inscriben sin embargo ni en el campo de las psicosis ni tampoco en el de las perversiones.
El aporte de Lacan acerca de las complicaciones producidas en el orden del deseo materno permite esclarecer aristas relativas a las neurosis narcisistas y sus diferencias con las psicosis. Desde esta perspectiva nos serviremos de la figura propuesta por Lacan respecto de "los niños no deseados" a fin de interrogar el mecanismo que participa en la constitución de las neurosis narcisistas y  situar su relación con la RTN.

Palabras Clave:
Superyó; Melancolía; Reacción terapéutica negativa

Abstract:
The formalization of the second topic produces a new nosographic order that subverts the logic of binary oppositions commony used in Freudan theories. Freud reformulates his previous nosographic ordering and incorporates a "third group": the narcissistic neuroses. The conceptual operator that allows to account for them is the superego. This conceptualization also affects the reformulation of the origin of the resistance and helps to establish its structural dimension.
These formulations involve a qualitative leap in the way of theorizing the analytical practice and allow to formalize certain clinical records that, exceeding the feld of transference neuroses, are neither registered in the field of psychosis nor in the feld of perversions. Lacan's contribution to the study of complications concerning maternal desire allows to clarify aspects of narcissistic neuroses and its differences with psychoses. From this perspective, we will use the fgure proposed by Lacan of the "unwanted children" in order to examine the mechanism involved in the production of narcissistic neuroses and put them in relationship with negative therapeutic reaction.

Key Words:
Super-ego; Melancholy; Negative therapeutic reaction


 

Una de las consecuencias centrales de la formalización de la segunda tópica radica en que permite reformular los ordenamientos nosográfcos previos. No se trata solamente de la producción de nuevos agrupamientos, sino fundamentalmente de una modificación en la lógica en la que aquellos se sostenían.
Las tópicas freudianas son elaboraciones metapsicológicas del aparato psíquico que operan a su vez como metáforas de la constitución del sujeto. La referencia de Freud al carácter "estructural" de las resistencias mayores (las del ello y el superyó) propuestas a partir de la segunda tópica indica una solidaridad entre ambas dimensiones.
La formulación de la segunda tópica representa un momento de inflexión en la conceptualización freudiana de la experiencia psicoanalítica. Tal como planteáramos anteriormente, constituye un nuevo desarrollo metapsicológico que no sustituye a la primera tópica, sino que produce una redefinición y ampliación del campo del análisis al introducir modificaciones en la clínica que, a su vez, permiten recortar e incluir nuevos fenómenos que no responden a la lógica a partir de la cual se construye la primera. Constituye de este modo una respuesta a una dimensión clínica respecto de la cual la primera tópica resultaba insuficiente.
Dichos fenómenos clínicos testimonian a su vez de nuevos obstáculos en el análisis, vale decir diferentes dimensiones de las resistencias, que son abordados a partir de los nuevos articuladores conceptuales que aporta la segunda tópica.
Tal como señalamos en otras ocasiones, desde los primeros tiempos de su práctica, Freud recurre a clasificaciones que se organizan en términos de oposiciones binarias. La primera es la oposición psiconeurosis de defensa -neurosis actuales. Con esta oposición Freud no busca tanto producir una demarcación de territorios nosográficos; de hecho, gran variedad de figuras clínicas psicopatológicas quedaban por fuera de ambas.
Su intención es más bien delimitar el campo de la experiencia del análisis. Éste se delimita alrededor de las psiconeurosis de defensa, quedando por fuera del campo el otro término de la oposición, las neurosis actuales, que recorta la dimensión de lo excluido. Más que un agrupa-miento de cuadros clínicos, lo que marca la divisoria de aguas es la noción de "mecanismo psíquico".
El referente clínico de la práctica analítica es, en esa época, el síntoma. En tanto producto del mecanismo psíquico y testimonio del conflicto, es correlativo del concepto de inconciente y soporte de la interpretación. Operación que, en este primer momento, particulariza al método y determina su eficacia.
En un segundo momento, Freud modifica el modo de delimitar el campo de la práctica psicoanalítica. Ya no es en términos de la oposición psiconeurosis de defensa -neurosis actuales, sino como neurosis de transferencia -neurosis narcisistas. Pero aunque cambie los términos, mantiene la lógica de las oposiciones binarias.
Se trata ahora de la transferencia que, al erigirse en condición de posibilidad de la práctica del psicoanálisis, determina una nueva dimensión de lo excluido: las neurosis narcisistas. El narcisismo, al igual que la angustia, será motivo de múltiples teorizaciones que darán cuenta del lugar estructural que éste desempeña en la constitución subjetiva.
El referente es, en ese momento, el amor de transferencia. Se trata de un amor que viene al lugar del síntoma y lo sustituye. El analista mismo deviene síntoma neo-producido. El estatuto complejo del amor, al actualizar en la transferencia no sólo la vertiente tierna sino también la erótica u hostil, ubica al analista, al horadar la dimensión del ideal, en posición de objeto degradado. El amor devela su relación con la pulsión. Una nueva operación se recorta como fundamental en la dirección de la cura: el manejo de la transferencia.
El límite cobra la dimensión de un obstáculo que surge ahora en el interior mismo de la experiencia analítica.
De esta manera, el acento que en un primer tiempo recaía sobre los modos del padecimiento que son excluidos del campo de la experiencia analítica, se desplaza a los obstáculos que se presentan en su interior, sin clausurar, sin embargo, la categoría de lo excluido encarnada en la amplia y difusa figura de las neurosis narcisísticas.
El lugar central que ocupa el amor en las neurosis de transferencia resignifica el lugar que en las primeras épocas había adquirido el padre en las teorizaciones freudianas sobre las neurosis de defensa. Posteriormente, este amor al padre adquirirá un lugar estructural por la vía de su articulación con el complejo de castración.

Este se inscribe en dos dimensiones. En la vertiente de la sexualidad masculina, sostiene la función de agente de la prohibición del incesto, figurada imaginariamente en la amenaza de castración. Por esta vía, posibilita la salida del niño de su posición de falo de la madre, ingresar a su posición viril y acceder a la transmisión del falo que, en su vertiente simbólica inscribe una falta estructural desde la cual podrá sostener su propia paternidad.
Pero al mismo tiempo, en la vertiente de la sexualidad femenina, la intervención paterna posibilita -sin dejar de lado su función de interdicción- la producción de las equivalencias simbólicas, y con ellas el deseo de un hijo como metaforización del deseo de pene. El valor fálico que adquiere un hijo resulta entonces correlativo del deseo materno como tal.
Es así como la neurosis se constituye como un testimonio del modo como un sujeto fue "recibido" en el mundo. Es decir, cómo fue deseado por la madre, cómo pudo ubicarse en relación a ese lugar por el que transitó una madre y que le posibilitó -cuando esto efectivamente ocurrió-constituirse como destinatario del deseo de un hijo.
Pero prosiguiendo los desarrollos freudianos, Lacan señalará que no alcanza con el deseo de la madre, sino que hace falta que ese deseo sea metaforizado no por el padre, sino por su fundamento simbólico, el nombre del padre. Es necesario, señala Freud, un "nuevo acto psíquico", que inscriba al niño "fuera" de esa posición de objeto libidinal de la madre, "fuera de sí mismo". Desde ya, esta operación requiere como condición que haya habido un padre para esa madre. Si no, no habría posibilidad de pasaje de la ligazón madre pre-edípica a la ligazón padre edípica, y el destino del hijo no podría exceder el lugar de "muñeca de la madre", tal como señala Freud.
De ello resulta esa especie de universal que indica que toda madre es más o menos fálica, así como todo padre es más o menos impotente, ya que ningún padre vivo puede estar a la altura de su función simbólica, que se inscribe en la figura del padre muerto.
Se trata entonces de "madres que no sueltan a sus hijos", y de padres que se las arreglan como pueden. Pero es en ese encuentro entre ese deseo materno y el nombre del padre que un sujeto se origina, y es donde puede inscribir su singularidad como sujeto, constituyéndose el deseo como "indestructible e inmortal".
Es en la adolescencia donde esta operación se reduplica, a veces de modos más o menos abruptos. Es el caso de las fugas de los adolescentes que Lacan propone como modelo del pasaje al acto. Es una vía para separarse, para salirse de la escena en donde se inscribe como objeto libidinal de los padres, sustrayéndose a este deseo mortificante, con el intento -infructuoso por lo general- de constituir una nueva escena. Se trata de un deseo de separarse de esa dimensión en parte mortificante del deseo del Otro.
Estos desarrollos son solidarios del modo como Freud aborda a las neurosis de transferencia a partir del nuevo ordenamiento nosográfco sostenido en la segunda tópica. La postula como resultado del conflicto entre el yo y el ello, instancia legataria de las mociones pulsionales incestuosas.
Sin embargo, hay otro tipo de problemas. Son los problemas que padecen los que "no han tenido hogar". Por ejemplo, los llamados "chicos en situación de calle". El problema que se les plantea es "¿cómo huir de la calle?". La dimensión más compleja de su drama no es que no tienen dónde ir, sino que no tienen de dónde irse. ¿Cómo podrían huir de un hogar que nunca se constituyó, que nunca hubo? Por eso, ciertos ámbitos institucionales como los hogares sustitutos, son tomados por estos chicos como lugares a ser perdidos, inclusive haciéndose echar. Es a esta dimensión a la que hace referencia Lacan cuando conecta la reacción terapéutica negativa con los "niños no deseados", particularmente en tanto lo que está en juego es el deseo de la madre, tal como señala en el capítulo XIII del Seminario 5. Así como está el problema de la "madre que no suelta a su hijo", está también el problema de la "madre que no agarra a su hijo". La consecuencia es que si no existe el deseo de la madre, el niño no podrá producir un deseo de separación. No es lo mismo separarse de una madre por un acto que inscribe ese corte, que estar separado porque nunca fue tomado.
Estos sujetos quedan en posición pasiva, pero no por ausencia de actividad, sino porque resulta infructuosa la actividad para abandonar el lugar que no hay. Es en esto que su posición se acerca a la de la melancolía.
Varios años después, Lacan proseguirá con estos desarrollos, marcando en ocasiones ciertos acentos diferenciales. En "Dos notas sobre el niño" destaca la importancia para la constitución subjetiva de "un deseo que no sea anónimo". La ausencia de deseo pareciera deslizarse a la noción de "deseo anónimo". Tiempo después, en la "Conferencia en Ginebra" afirmará que "el texto de nuestra experiencia cotidiana" es que "hay gente que vive bajo el efecto (.) del hecho de que uno de los dos padres (.) no lo deseó". En este caso señalará que no precisa a cuál de ellos se refiere, a diferencia del acento puesto en la ausencia del deseo de la madre en ocasión del Seminario 5. Es a esta "zona" de la clínica a la que Freud pretende acercarse, cernir, interrogar, cuando a partir de la formalización de la segunda tópica produce un ordenamiento nosográfico que subvierte el modo que utilizaba habitual-mente. La lógica de las oposiciones binarias se torna inconsistente, y Freud reformula su ordenamiento nosográficos incorporando un "tercer grupo". Se trata ahora de las neurosis de transferencia, las psicosis (nombradas como tales) y las neurosis narcisistas. Este último grupo adquiere una coherencia mucho mayor a la que tenía en la época de "Introducción del narcisismo", ya que está deslindado de las psicosis, tomando como modelo a la melancolía (aunque no se reduzca a la misma).
El articulador conceptual de esta nueva delimitación clínica es la segunda tópica. Cada uno de los grupos es referido a un conflicto diferente del yo. En el caso de las neurosis de transferencia, con el ello. En el de las psicosis, con la realidad exterior. Y en el de las neurosis narcisistas, el conflicto del yo con el superyó.
Esta formulación entraña un salto cualitativo en la conceptualización freudiana de la práctica. Implica otorgarle un estatuto formalizado a registros clínicos que, excediendo el campo de las neurosis de transferencia, no son sin embargo tampoco psicosis ni perversiones.
El aporte de Lacan relativo a las complicaciones producidas en el orden del deseo del Otro, particularmente en el punto donde se encarna en el deseo de la madre, permiten entender las oscilaciones que señalamos en la relación que Freud estableció entre las psicosis y las neurosis narcisistas. El abordaje de las psicosis como efecto del conflicto entre el yo y la realidad exterior podrán ser aclaradas posteriormente por Lacan como efecto de la forclusión del Nombre del Padre. La separación entre las psicosis y las neurosis narcisistas supone una toma de posición de Freud de que no es éste el mecanismo que interviene en su constitución. Dicho de otro modo, la interdicción paterna respecto del deseo de la madre existe, a diferencia de las psicosis. Pero, ¿qué existencia tiene esta interdicción cuando ese deseo no tuvo lugar? No se trata de un fracaso de la función paterna frente al deseo materno, sino la puesta fuera de juego de la interdicción paterna por la ausencia del deseo de la madre.
Podemos en este punto acentuar otro elemento significativo. La relación de las neurosis narcisistas con el superyó nos permite establecer la conexión entre aquellas y la reacción terapéutica negativa. Esta figura clínica, que se fundamenta en la resistencia del superyó, implica el nivel de la dirección de la cura y particularmente de la transferencia, trascendiendo a las estructuras clínicas. Así, involucra también a las neurosis de transferencia y le otorga a estas dimensiones clínicas subsidiarias del superyó un carácter estructural. No se trata solamente de lo que ocurre con ciertos pacientes, sino que concierne también a ciertos lugares por los que debe atravesar todo análisis. Implica un agujero estructural que, más allá de las contingencias históricas de cada sujeto, vale como punto de desamparo, de indefensión estructural del sujeto en el campo del Otro, con el que la experiencia del análisis lo vuelve a confrontar.

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Fecha de recepción: 31 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 30 de septiembre de 2013