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Anuario de investigaciones

On-line version ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2013

 

PSICOANÁLISIS

Alcances de la noción de resistencia en la práctica psicoanalítica. Su articulación con la transferencia y la repetición

Approaches to notion of resistance in psychoanalytic practice. Its articulation with transfer and repetition

Leibson, Leonardo1

Institución: Proyecto PROINPSI (Secretaría de Investigaciones de la Facultad de Psicología, UBA) aprobado por Resolución (CD) N° 1115/11 (2011-2013): "Variantes de la Resistencia y posibilidades de su elaboración en el curso de tratamientos psicoanalíticos efectuados en el Servicio de Psicopatología (Adultos) en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires". Director: Prof. L. Leibson

1Psicoanalista. Profesor Adjunto Regular de la Cátedra II de Psicopatología, Facultad de Psicología UBA. Investigador formado en varios proyectos UBACyT. Director de Proyecto PROINPSI. E-mail: leibson@fbertel.com.ar


Resumen
En el marco de la investigación PROINPSI "Variantes de la Resistencia y posibilidades de su elaboración en el curso de tratamientos psicoanalíticos efectuados en el Servicio de Psicopatología (Adultos) en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires", y prosiguiendo líneas planteadas en trabajos anteriores, se aborda cómo ubica Freud  la cuestión de la resistencia en el texto "Recordar, repetir y reelaborar" (Freud 1914), a la luz de referencias tomadas de la enseñanza de Jacques Lacan. El objetivo es articular la noción de resistencia con la de repetición a partir de la hipótesis de que esto permite indagar la satisfacción que está en juego en este proceso. Se concluye acerca de la importancia de distinguir modalidades de la resistencia en el análisis así como de precisar la función de la resistencia, tanto del lado del analizante como la que atañe a la función del analista.

Palabras Clave:
Resistencia; Repetición; Transferencia; Satisfacción

Abstract:
As part of the investigation PROINPSI "Variants of the Resistance and possibilities of its development in the course of psychoanalytic treatments performed at the Department of Psychopathology (Adults) in the field of the University of Buenos Aires", and continuing lines raised in previous works, is dealt the way it has Freud to locate the issue of resistance in the text "Remembering, repeating and Working" (Freud 1914), linking it with references taken from Jacques Lacan's teaching. The aim is to articulate the notion of resistance with repetition, starting from the hypothesis that this joint enables us to inquire satisfaction at stake in this process. It is concluded about the importance of distinguishing and articulate modalities of resistance in the analysis as well as to clarify the incidence of resistance, both on the analysand as at the role of the analyst.

Key Words:
Resistance; Repetition; Transfer; Satisfaction


 

"No desear el infierno es una forma de la Wiederstand, de la resistencia" Jacques Lacan

1. Un obstáculo que es motor: la función de la resistencia
En el marco de la investigación PROINPSI "Variantes de la Resistencia y posibilidades de su elaboración en el curso de tratamientos psicoanalíticos efectuados en el Servicio de Psicopatología (Adultos) en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires", y prosiguiendo líneas planteadas en trabajos anteriores, abordaremos en el presente trabajo cómo ubica Freud la cuestión de la resistencia en el texto "Recordar, repetir, reelaborar" (Freud 1914), articulándola con referencias tomadas de la enseñanza de Jacques Lacan, en particular algunas atinentes a la noción de repetición y su vinculación con la transferencia. En trabajos anteriores (Leibson 2012a, b, c) nos hemos ocupado de la noción de resistencia tal como surge en la obra de Sigmund Freud y es retomada a lo largo de la enseñanza de Jacques Lacan. Tomamos como punto de partida la consideración de la resistencia en su doble aspecto de obstáculo y motor del trabajo psicoanalítico. Asimismo, hemos dado importancia a la distinción que establece Freud entre las resistencias del yo, del ello y del superyó, entendiendo que esta manera de distinguirlas tiene una relevante significación clínica.
Con el objetivo de profundizar esta manera de concebir la función de la resistencia, proponemos la siguiente hipótesis: si la resistencia es motor del análisis, es porque aparece como un obstáculo1.
Esta hipótesis se opone a la idea de que existiría un supuesto transcurrir "floreciente" del análisis - que se podría considerar "normal"- en el curso del cual irrumpe imprevista e intempestivamente una resistencia que se interpone, deteniendo o desviando ese decurso y obligando a realizar las operaciones destinadas a logar su remoción para poder retomar el camino "normal". Esta idea supone una suerte de proceso "natural" y casi automático del análisis en el cual la resistencia no debería tener lugar, siendo su aparición una suerte de anomalía que debería ser combatida y suprimida. Pero veremos que la noción de freudiana de resistencia introduce en la práctica analítica una modifcación de esta representación.
Si bien corresponde a la noción de resistencia la idea de que hay un interés (yoico) de preservar un statu quo y que es eso lo que la pone en juego, para Freud esto no será sufciente para definirla. Al distinguir modos de resistencia, -por ejemplo en relación a sus puntos de partida (del yo, del superyó, del ello2 (Freud 1926, 147-150)-, Freud puede atravesar el prejuicio -a fin de cuentas resistencial-de un devenir ideal del análisis que no presentaría interrupciones ni desvíos. Por lo tanto, el acontecer de un análisis no podrá ser sin sobresaltos sino que necesariamente estará jalonado, marcado -y, por ello, también, movilizado- por la producción del obstáculo denominado resistencia. Lo paradojal es que la definición tiende a invertirse. Ya no es (sólo) que la resistencia es todo aquello que se opone a la prosecución del trabajo analítico sino (también) que si no hubiera resistencia... no habría ninguna prosecución del trabajo analítico.
En resumen, veremos, ambas definiciones coexisten y mantienen una vinculación como las dos caras de una banda de Moebius. Porque no cabe duda de que la resistencia consiste, en sentido propio, en un momento de demora, de paralización incluso. Ya sea del trabajo que lleva la asociación libre, ya sea de la sucesión de las sesiones de un tratamiento, ya sea del tratamiento mismo. Lo que postulamos no es que esto no opere así sino que lo que está operando en esa detención o interrupción, si es debidamente considerado, será lo que permita que ese análisis avance y prosiga hasta encontrar su momento de concluir. Que sea debidamente considerado atañe a la función del analista, y es ese el punto donde la resistencia también queda de su lado.
Es interesante ver al respecto que esa primera definición de Freud de resistencia -que, como acabamos de mencionar, reza: "todo aquello que impida la prosecución del trabajo analítico"-, se alterna con otros usos del término, como por ejemplo "resistencia de represión" o "resistencia de censura" que sugieren un aspecto de la resistencia que podemos denominar estructural, o sea no contingente sino necesario en la dinámica del trabajo analítico3.
Por lo anterior, podemos plantear que la práctica psicoanalítica se desarrolla enteramente en el campo que la resistencia circunscribe conjuntamente con la transferencia, con la que conforman un par indisociable.
Pero agreguemos que esa resistencia es tal (motor en tanto que obstáculo) con una condición: que opere allí el deseo del analista, deseo de máxima diferencia (Lacan 1964, 281), como lo que puede promover la práctica del obstáculo -o sea, hacer del obstáculo, causa. Esto implica la necesidad de una lectura de lo que se juega transferencialmente. Lectura que, entendemos, opera como interpretación.
Esta manera de considerar la resistencia está en la misma línea que Lacan plantea cuando propone pensar la resistencia del lado del analista y no solo ni tanto del lado del analizante. A partir de esto, ¿cabría, en todo caso, distinguir una resistencia del analista y otra del analizante? Por momentos, cuando el planteo de Lacan es radical, parecería que la resistencia es una sola y siempre queda del lado del analista. Si aceptamos esto, el problema es: ¿en qué consiste? Dado que ya no se trataría de una torpeza o una ineficiencia del analista sino de algo que hace a su posición y función. El analista resiste ¿qué? Tendremos que adentrarnos en esta cuestión.
De todos modos, y por lo expresado anteriormente, no nos parece que la resistencia pueda quedar solamente del lado del analista. La que atañe al sujeto analizante parece tener también su función en la cura. Por ahora digamos que resistencia, transferencia e interpretación son tres consistencias que se anudan de tal manera que no podría prevalecer ninguna de ellas sobre las otras dos, ni tampoco, en sentido lógico, decirse que haya una que es primera de modo absoluto. Porque la instalación de la transferencia ya supone que la resistencia esté operando y que algo de la interpretación, como constituyente de la función del analista, esté de alguna manera en acto. Podemos, a partir de esto, intentar desglosar las diferencias entre estas tres operaciones cuyo entramado hace al devenir de cada análisis.
En esta ocasión, y prosiguiendo desarrollos anteriores (Leibson, 2012c), tomaremos apoyo en la manera que tiene Freud de ubicar la problemática de la resistencia en su texto "Recordar, repetir y reelaborar" (Freud, 1914). Esto nos permitirá articular la noción de resistencia con la de repetición y, en esa dirección, interrogar la satisfacción que está en juego en este proceso. La hipótesis de Freud, que Lacan prosigue (aunque no de manera lineal, como veremos) y que hacemos nuestra, es que lo que atañe a la resistencia, como obstáculo que es motor, tiene íntima vinculación con los modos de satisfacción que el acontecer de a repetición muestra. Esa satisfacción está asimismo vinculada a la que el síntoma porta, permite y admite.

2. Del recordar al repetir: hipnosis y psicoanálisis
El texto de Freud se inicia con el inventario de las etapas que ha transitado la técnica del psicoanálisis. De una inicial "fase de la catarsis breueriana" apoyada en la hipnosis, se pasó al establecimiento de la asociación libre mediante la implementación de la regla fundamental, donde "se pretendía sortear la resistencia mediante el trabajo interpretativo" (Freud 1914, 149). Sigue a esto la técnica -empleada al momento de redactar ese texto- según la cual "el médico renuncia a enfocar un momento o una problemática determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez, y se vale del arte interpretativo, en lo esencial, para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y hacérselas concientes." (Ib.).
La meta de la cura, empero, parece ser la misma que en los momentos anteriores: llenar las lagunas del recuerdo, o "en términos dinámicos: vencer las resistencias de la represión" (ib., 149-150).
Detengámonos en la expresión "vencer las resistencias de la represión". ¿Qué es lo que la represión resiste? O mejor dicho, ¿a qué resiste la represión? Freud considera que a represión es una forma de conservar una representación (o un grupo de representaciones) que son rechazadas por la conciencia, por el yo. Eso, a lo que no se le hace lugar en ese ámbito de lo psíquico, será acogido y preservado en otro. La represión permite que eso rechazado no se pierda ni se destruya sino que se conserve y pueda, eventualmente, retornar mediante sus retoños. O sea que la represión es lo que resiste a la anulación o aniquilación de lo rechazado. De todos modos, es evidente que algo se pierde en este modo de conservación, dado que lo que ha sido reprimido, si bien podrá retornar, ya no lo hará igual que cuando fue reprimido sino mediante sus retoños, o sea marcado por los efectos de los desplazamientos y condensaciones que implica la dinámica del proceso primario. Las formaciones del inconsciente requerirán entonces una lectura, un desciframiento, no solo para desentrañar el sentido oculto que portan sino, y principalmente (veremos cómo este texto de Freud apunta en esa dirección) para dilucidar cuál es el "monto de satisfacción" que está ligado a esas representaciones. El texto nos muestra que se produce un intrincamiento de diversas operaciones: recordar, reprimir, resistir, interpretar. Parece plantearse un camino que se dirige claramente hacia la recuperación de un recuerdo (traumático) que ha caído bajo la represión (y que por eso se convierte en patógeno en su retorno de lo reprimido), pero rápidamente se observa que en ese trabajo de recuperación se topa con las resistencias que esa misma represión genera, las que deben ser vencidas mediante el arte interpretativo.
Se hace notorio en este desarrollo el contrapunto con la hipnosis originaria, ubicada ahora en la pre-historia del psicoanálisis. Esta, la hipnosis, tenía la aparente ventaja de proporcionar simpleza y rapidez a la hora de alcanzar los recuerdos4. Sin embargo, y a pesar de permitir un primer acceso a ciertos procesos psíquicos, la hipnosis no resulta una vía válida para la cura, dado que solo se puede sostener si existe una persistente influencia del hipnotizador sobre su pasivo paciente. Lo cual anula la posibilidad de que ese paciente (nunca mejor utilizado ese término) pueda hacer propios esos recuerdos.
Dice Freud: "Cuando aplicamos la nueva técnica [o sea, la del psicoanálisis propiamente dicho] resta muy poco, nada muchas veces, de aquel curso de alentadora tersura". Los casos así tratados no se comportan con la docilidad que la hipnosis permitía. Y los pocos que lo hacían, al poco tiempo mostraban virajes drásticos que arruinaban totalmente esa tersura.
Es importante tener en cuenta que el abandono de la hipnosis, que marca el inicio de la práctica del psicoanálisis propiamente dicho, se debe a que cuando hay hipnosis no hay resistencia. Esto solo bastaría para demostrar que la resistencia es un elemento constitutivo del dispositivo analítico y no una mera contingencia indeseable. Pero además, el abandono de la hipnosis indica que, en verdad, no se trata en el análisis de un proceso lineal de rememoración que busca agotar un recuerdo y su sentido, sino que lo valioso de ese proceso es lo que ocurre a partir del mismo pero más allá -mucho más allá- de la rememoración como tal. Proceso entonces que requiere la participación del sujeto analizante para que lo que va surgiendo a partir de su decir no quede obturado por el sentido del recordar sino por lo que ese recuerdo permite leer entre líneas. Resistencia es el nombre de esa participación necesaria y activa del sujeto en el análisis5. Acá sí debemos distinguir lo que Lacan denomina como resistencia del analista (un conjunto de prejuicios que lo ensordecen, apartándolo de la neutralidad, la abstinencia y la atención flotante) y lo que podemos aislar como resistencia del lado del sujeto analizante en términos de aquello que se opone al ideal de un decurso terso, llano y fluido. Donde entonces se ve la pertinencia de la distinción freudiana entre las resistencias del yo (que en verdad consisten en reticencias más o menos concientes) y las del ello, donde lo que irrumpe pone en juego la economía libidinal del sujeto, a la que no se tendría acceso si no fuera por esa irrupción que opera como interrupción.

3. Resistencia, repetición y transferencia
Retornando al texto de 1914, localizamos algo más acerca del recordar. A poco de iniciarse el texto nos encontramos con una suerte de intercalación en la que Freud enumera distintas modalidades del olvido. Figuran ahí: el bloqueo del recuerdo (acompañado de un "pero lo he sabido siempre"), el recuerdo encubridor (comparado al contenido manifiesto de los sueños y merecedor del mismo tratamiento), así como la aparición de elementos que se recuerdan... a pesar de que nunca pudieron ser olvidados porque nunca fueron advertidos (se refiere a fantasías, mociones de sentimiento, nexos). Se vinculan con "un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas muy tempranas de la infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado inteligencia e interpretación con efecto retardado [nachträglich]", para las cuales "la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo". Si bien se toma noticia de estas impresiones mediante los sueños, es la neurosis misma la que lleva a creer en su existencia. Hay algo a la vez extraño y familiar que hace a una "falta de sentimiento de recuerdo". El olvido parece lo realmente significativo en estos casos. El olvido que se revela mediante ciertos efectos.
En ese contrapunto entre los modos del recuerdo -en verdad, los modos del olvido - y el efecto de tersura de la hipnosis surge una nueva dimensión del trabajo analítico que Freud introduce en este texto. El recordar, dice, se estrella contra estos "procesos", dando lugar a otro tipo de "comportamiento" por parte del analizado: "el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace." (Ib., 151-152) Freud destaca tres términos: el analizado (no) recuerda, actúa, repite. Establece así una conexión entre ellos que implica, también acá, no un camino continuo sino una serie de interrupciones, rupturas y apariciones que va dejando las marcas de un proceso que se tratará de hacer legible.
Es coherente con esto el hecho de que Freud hace este desarrollo hablando casi indistintamente de transferencia y resistencia, pero sin llegar a confundirlas en un solo proceso. Por alguna razón, Freud insiste en mantener la diferencia entre estas dos nociones. Mantenerla le permite ubicar lo que ocurre y transcurre durante un análisis en dos registros que se enlazan y se destejen en diversos momentos de modos específicos y con consecuencias determinantes para el curso de ese análisis.
Ahora bien, ¿en qué punto se distinguen transferencia y resistencia? Podemos plantear, siguiendo a Freud y avanzando algo más, que la transferencia se desarrolla fundamentalmente en el registro amoroso -y es lo que lleva al sujeto a producir ciertas escenas en las que se muestran sus posiciones en función del amor del otro- mientras que la resistencia se da especialmente en el registro de la satisfacción, más precisamente tomando la forma de lo que se opone a la satisfacción que la escena transferencial propone. La resistencia se encarna en lo que hace obstáculo a una satisfacción, lo cual a su debido turno podrá funcionar como un modo -sustitutivo- de satisfacción.
Por eso, si tanto la transferencia como la resistencia, según veíamos, se plantean a partir de la implementación de la asociación libre, con el supuesto propósito de obtener los recuerdos patógenos, podemos reforzar la conjetura de que la insistencia de Freud en la búsqueda de esos recuerdos se vincula no tanto con que el recordar sea en sí mismo curativo sino en que es a través de ello que pueden desentrañarse los modos de satisfacción que le importan al sujeto y que se plasman, especialmente, en los síntomas que porta.

4. La repetición: un modo de resistir
Es en relación a esta articulación de recuerdo, transferencia y resistencia que aparece la idea de repetición, fuertemente vinculada a la resistencia. Freud dice que el analizado, "en especial, empieza la cura con una repetición así" (íb., 152, subrayado de Freud). Vemos una vez más que no se trata en la resistencia de algo que ocurra contingentemente, una suerte de mecanismo de emergencia ante un peligro de colisión con un recuerdo traumático, sino algo que constituye el inicio mismo y marca el decurso del análisis como una suerte de estigma estructural.
Freud lo aclara a continuación: "Y, durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición; uno comprende, al fin, que esta es su manera de recordar." (ib., 152)
Es interesante este giro del texto: repetir es una manera de recordar y no algo que simplemente evita el recuerdo. Pero esa manera de recordar agrega algo y posee ciertas peculiaridades que obligan al analista a un esfuerzo de lectura en el marco y con la herramienta de la transferencia.
Prosigue Freud: "Por supuesto que lo que más nos interesa es la relación de esta compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Pronto advertimos que la transferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia de un pasado olvidado" (ìb., 152).
Es este el punto sobre el que Lacan va a introducir una modificación determinante rompiendo la reciprocidad entre transferencia y repetición, aunque sin desligarlas, lo cual supone una reformulación de la noción de repetición...así como de la de transferencia.
Dice Lacan en el Seminario 11: "La repetición no ha de confundirse con el retorno de los signos ni tampoco con la reproducción o la modulación por la conducta de una especie de rememoración actuada. La repetición es algo cuya verdadera naturaleza está siempre velada en el análisis debido a la identificación (...) de la repetición y la transferencia. Cuando, precisamente, hay que hacer la distinción en ese punto" (Lacan, 1964, 62).
La repetición no es retorno ni reproducción ni rememoración. Es algo velado que tiene que ver con "la función de lo real" que nos permite "llegar a discernir esta ambigüedad de la realidad que está en juego en la transferencia" (ib.) La distinción entre autómaton tyche -tomada de Aristóteles aunque inspirada por el texto de Kierkegaard-introduce un modo nuevo de pensar la repetición en psicoanálisis en términos de un "encuentro fallido con lo real" que se produce como al azar, desviando la atención de una búsqueda de la "ontogénesis psicológica" hacia la incidencia del "accidente, el tropiezo de la tyche (que) anima el desarrollo entero". (Ib., 71)
También a partir de esto podemos pensar la relación entre transferencia y resistencia como dos líneas que se entrecruzan de diferentes modos, pero que no se confunden y cada una termina teniendo un decurso particular. Lacan retoma la sentencia freudiana de que nada puede ser vencido in absentia in effigie. Lo que lo lleva a decir que "la transferencia no es, por naturaleza, la sombra de algo vivido antes. Por el contrario, en tanto está sujeto al deseo del analista, el sujeto desea engañarlo acerca de esa sujeción haciéndose amar por él, proponiendo motu propio esa falsedad esencial que es el amor. El efecto de transferencia es el efecto de engaño que se repite en el aquí y ahora" (Lacan 1964, 261). Esa falsedad será la vía para el surgimiento ("como al azar") de una verdad que se producirá como caída.
La importancia de distinguir repetición y transferencia, entonces, consiste sobre todo en no engañarse con respecto a la repetición. Porque ese "engaño que se repite en el aquí y ahora" es "repetición de lo ocurrido antes tal cual sólo por tener la misma forma. No es ectopía. No es sombra de los viejos engaños del amor. Es aislamiento en el presente de su puro funcionamiento de engaño" (Ib., 261-262, subrayado mío).
Y en ese funcionamiento de engaño se trata del deseo, pero, veremos, también se juegan las coordenadas de una satisfacción, las modulaciones del goce, lo que Lacan llama "la función de lo real en la repetición".
Esa función de lo real que la repetición muestra es también tratada, aunque con otro sesgo, unos años más tarde en el Seminario "La lógica de fantasma" (1966-67). Por ejemplo, en la sesión del 23/11/66, Lacan afirma que "lo que la repetición busca repetir, es precisamente lo que se escapa, por la función misma de la marca, en tanto que la marca es original en la función de la repetición. Es por esto que la repetición se ejerce, por esto, que se repite la marca. Pero que, para que la marca provoque la repetición buscada, es preciso que sobre lo que es buscado, de lo que marca la primera vez, esta marca misma se borre a nivel de lo que ella ha marcado, y que es por esto que lo que en la repetición es buscado, por su naturaleza se substrae, deja perderse esto: que la marca no podría redoblarse, más que al borrar, sobre lo que es a repetir, la marca primera, es decir al dejarlo deslizar fuera de alcance".
Es notable la correspondencia de esta afirmación con el desarrollo que Freud va realizando en el texto que estamos analizando. Si se trata de repetición es a partir de lo que se borra (que Freud llama en ese momento, de manera no unívoca como hemos notado, formas del olvido). No habría repetición sino de lo que al borrarse deja marca que se desliza y queda fuera del alcance. Se trata de un modo de satisfacción que busca repetirse pero que al hacerlo encuentra -fallidamente- la falta real que lo causa en su movimiento. Falta real, efecto de la marca simbólica, diferencia no signifcable pero tampoco insignificante, por mínima que pueda resultar. La función de la satisfacción (lograda, siempre difiriendo de la buscada) es función de repetición, pero repetición de una diferencia. Esa diferencia por la que se orienta, a fn de cuentas, el deseo del analista. Satisfacción que atañe a lo real de un goce que se desliza "fuera de su alcance".

5. Repetición, resistencia, satisfacción
Este rodeo, ineludible, nos invita a retomar el texto de Freud. Allí vemos que nos advierte que "tenemos que estar preparados para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir" en todos los ámbitos de su vida (razón por la cual Freud plantea la regla de abstinencia para el analizado). Y luego dice: "Tampoco es difícil discernir la participación de la resistencia. Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir)". Actuar y repetir se equiparan y ambos se ubican, como modos de recordar, al servicio de la resistencia. Sin olvidar que es la resistencia misma la que alimenta la repetición favoreciendo así el despliegue que se da en la transferencia -la carretera sobre la cual el análisis transcurre hacia su final, siempre singular.
Como hemos visto, si no hubiera resistencia, lo que habría es...hipnosis: "en la hipnosis, el recordar ideal de lo olvidado corresponde a un estado en que la resistencia ha sido por completo abolida". Hipnosis y análisis se oponen por el vértice. La posibilidad ideal de recordar todo que promete la hipnosis se estrella contra la regla fundamental. En el psicoanálisis se propone otro recorrido. Allí toma cuerpo la importancia de decir todo (regla fundamental) y eso determina el eje y la dirección de la práctica. Ya no se tratará de un recordar puro (y por ende sin sujeto) sino de un sujeto que se constituye en y por lo que se dice6 merced a que la resistencia engendra la repetición actuante en la transferencia.
"El analizado repite (...) bajo las condiciones de la resistencia" prosigue Freud. Y ¿qué repite? "Sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter, (...) todos sus síntomas". Vemos que, en definitiva, repite sus modos de satisfacción, los modos en que eso goza en él. La repetición es, en este sentido, no solo el autómaton de lo que se combina incesantemente sino también la tyché, el encuentro fallido con lo real del goce. Un goce que entra en la escena transferencial traído por la resistencia que, agreguemos, la presencia del analista impone desde el inicio. En tanto es la presencia del analista, semblante del objeto, lo que impone un modo de diálogo en el que la cosa gira en torno a esos modos de satisfacción. Y que en tanto tal (o sea, en tanto la satisfacción del síntoma está más allá del principio del placer) solo podrá evidenciarse cuando se la intenta evitar: resistencia, repetición.
La resistencia, entonces, no es meramente una reticencia, un escamoteo por parte del yo vergonzante. Esta resistencia, que está en relación con lo que de la satisfacción se hace presente en el análisis es fundamentalmente aquello que se resiste a que no se le haga lugar. En tanto se conjuga con la resistencia del ello que es la "responsable de la necesidad de reelaboración" (Freud 1926, 148). Se trata, volviendo al texto de 1914, de la resistencia y de la enfermedad como un "poder actual", donde las raíces históricas supuestas no son sino la plataforma que será construyendo para acercarse a lo que, justamente, no puede recordarse. Vemos que se va tejiendo en Freud una suerte de dialéctica que va del recordar al resistir, del resistir al repetir y del repetir a una nueva forma de recuerdo que ubica lo imposible de recordar en términos de un hacer con ese poder actual que opera en el síntoma.
Por eso el psicoanálisis es un tipo de tratamiento que, curiosamente, opera generando una enfermedad particular, la "neurosis de transferencia". Ahí donde la hipnosis no deja de ser un experimento in vitro (o in absentia), el análisis es in vivo: "El hacer repetir en el curso de un tratamiento analítico (...) equivale a convocar un fragmento de vida real, y por eso no en todos los casos puede ser inofensivo y carente de peligro. De aquí arranca todo el problema del a menudo inevitable "empeoramiento durante la cura"" (Freud 1914, 153-154, subrayado mío). En verdad, Freud es acá sumamente moderado. El análisis no podría ser inofensivo si pretende ser eficaz.
Debido a esto a quien se analiza se le requiere que "cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su enfermedad. Ya no tiene permitido considerarla algo despreciable; más bien será indigno oponente, un fragmento de su ser que se nutre de buenos motivos y del que deberá espigar algo valioso para su vida posterior" (ib., 154). Consideración de los síntomas que no debe confundirse ni llevar a un regodearse en ellos (ib.) sino sostenerse de la idea de que "no es posible liquidar a un enemigo ausente o que no esté lo bastante cerca".

En esa batalla, por momentos desigual, "el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo para recordar reside en el manejo de la transferencia". Es llamativo que acá Freud, en rigor, no superpone completamente repetición y transferencia. Más bien, las considera como dos hilos que en ciertos momentos deben trenzarse y tensarse lo suficiente como para que desde uno de ellos pueda hacerse un tratamiento del otro. "Volvemos a esta compulsión inocua y, más aún, aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como la palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado" (ib, 156, subrayado mío). La repetición en transferencia es el despliegue de ese pulsionar, de esas modalidades de gozar que el síntoma realiza, a la vez que esconde-no ya un recuerdo determinado o determinante sino algo muy diferente: "un fragmento de vida real".
Freud alcanza a plantear, a esta altura del texto y de la formalización de su práctica, que o que se oculta, en ultima instancia, es la implicación del sujeto deseante en esos modos de goce. Y que es por las formas que toma ese ocultamiento, por las sombras que arroja más que por las luces que destella, o sea gracias a la función de la resistencia, que el trabajo analítico encuentra las marcas que permitirán, interpretación mediante, localizar al sujeto en la singularidad de los modos en que el goce lo atraviesa.

6. El manejo de la transferencia
Ahora bien, ¿en qué consiste aquel "manejo de la transferencia" y adónde nos conduce? En principio, se trata de un modo de tratar las resistencias, responsables de que la repetición se ponga en movimiento. Se trata, dice Freud, de discernir y comunicar estas resistencias al analizado, pero eso es solo el comienzo: "nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia, no consabida para él; para reelaborarla [durcharbeiten], vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental." (ib., 157, subrayado de Freud) Esta indicación -dar tiempo al analizante para enfrascarse en la resistencia, llevarla al máximo es coherente con el método que delimita la regla fundamental. El decir todo (o el hablar sin pensar) que responde a la regla fundamental es el terreno que la resistencia abona para que la repetición germine y pueda producir el fruto transferencial que la interpretación hará caer. Pero esto requiere dejar que algo se llene. ¿Qué clase de metáfora es esa? ¿De qué se llenaría ese frasco? ¿De qué sino del modo de satisfacción que sostiene al síntoma y alimenta la transferencia, del modo de satisfacción que es señalado por la resistencia en tanto localiza allí una repetición? Pero acá no es tan importante que algo se llene o no, sino que haya una dimensión de acrecentamiento, de acumulación que sufre un cambio cualitativo en algún momento del proceso: "Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo en común con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. En esas circunstancias, el médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco apurado" (ib, 157). Agreguemos: que tampoco puede ser retardado o retrasado, porque eso lleva al regodeo en lo sintomático contra el que Freud advertía páginas atrás. Que el analista pueda esperar, que sea paciente, es esencial a su función. La urgencia del furor curandis (que no debe ser confundida con la función de la prisa, en términos de tiempo lógico) es un modo de la resistencia del analista a los tiempos del inconciente. Que también puede concebirse en términos de rechazo de la transferencia.
Hacia el final del texto dice Freud: "esta reelaboración de las resistencias (...) es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo" (ib., 157). Y sugestivamente agrega: "En teoría se la puede equiparar a la "abreacción" de los montos de afecto estrangulados por la represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico permanece infructuoso". Entonces, al final, se revela la clave del texto (y del análisis), una clave que ya estaba anticipada por el desarrollo que venimos siguiendo: lo importante no es recordar, cegar las lagunas de la amnesia, porque ese procedimiento es en sí mismo improductivo si no se acompaña o si no lleva la posibilidad de que algo en relación a la satisfacción se haga presente. La metáfora de la abreacción (aun cuando consideremos que para Freud no era exactamente una metáfora) introduce la dimensión -no metafórica- de la economía del goce. Eso da lugar y valor a la interpretación, que se distingue así, radicalmente, de un imperativo "conócete a ti mismo" o de una hermenéutica estéril. Y en eso consiste la "reelaboración" [durcharbeitung]: un tratamiento del goce, a través de la palabra -y también a pesar de ella-, otro modo de decir lo que sujeta. La reelaboración de las resistencias(efecto de la repetición en la transferencia) entrelazado con la puesta en acto de la "abreacción" (un nombre freudiano del goce) quedan articulados como lo que hace fructífero al análisis en tanto experiencia del inconciente.

7. Conclusiones
Resumimos, a modo de conclusiones, algunos términos que extraemos del análisis realizado de los textos de Freud y de Lacan:
a. Lo que Freud ubica como motores del tratamiento analítico son la transferencia y la resistencia, aunque la interpretación, que actuaría con retardo (lógicamente) con respecto a estas otras, no deja de ser parte constituyente de las mismas y por lo tanto también parte de lo que mueve el análisis. Esto aparece en lo que hemos analizado en términos de "manejo de la transferencia". O sea, en ese manejo deben trenzarse las tres instancias: el manejo de la transferencia es, obviamente, atinente a la transferencia, pero no podría darse sin que la resistencia señale el lugar de la intervención y la interpretación la haga posible como acto.
b.  Con Lacan, la noción de repetición, al ser desglosada entre autómaton tyche, encuentra una nueva dimensión que le permite distinguirla, sin desligarla completamente, de la transferencia. Es remarcable que es a partir de esta distinción que Lacan podrá postular la articulación central de la transferencia en términos de Sujeto supuesto Saber. O sea que, al poder desasir la identificación de la transferencia con la repetición, puede considerar la transferencia no en términos de la reedición de la historia (lo cual no estaría demasiado alejado del ideal de la práctica hipnótica) sino bajo las coordenadas de una pregunta del sujeto por el saber acerca del goce que le concierne, y del amor (a ese saber) que conmueve el Aqueronte de su subjetividad en tanto repetición de un engaño fundamental.
c.  La resistencia es clave en este proceso, en tanto es lo que marca la diferencia esencial entre hipnosis y psicoanálisis. En esa línea, cumple con dos funciones aparentemente antitéticas: detener el curso del análisis, servir de motor al mismo. Por lo que hemos visto, esas dos funciones, en tanto opere la función del analista, son perfectamente congruentes en tanto ponen en juego la dimensión no hipnótica de la práctica analítica.
d.  En la modalidad de la resistencia que Lacan propone como resistencia del analista se trata de algo que detiene la operación analítica en tanto tal. Dado que el analista, advertido del inconciente y de la falta en saber (por haber transcurrido su propio análisis), no puede resistir sino...al discurso analítico mismo. Lo que equivale a la no comparecencia del analista en su lugar y función de tal. La resistencia del analista, en este sentido, es también motor, pero en otro plano o en otra instancia que es la de la clínica psicoanalítica, cuando el analista debe dar razones de lo que ha ocurrido en su práctica.
e.  Dicho de otro modo, la resistencia del analista es su motor ético, en tanto lo interroga por su posición y si ha actuado conforme al deseo (del analista) que lo anima.

1Motor implica, en este contexto, algo que se comporta como condición de un movimiento -en este caso la continuación del trabajo del análisis, no sólo en términos de su prosecución en el tiempo sino en lo que mantiene vivo y activo el proceso analítico. Y tomamos obstáculo como lo que interrumpe o desvía ese movimiento.

2Es verdad que las distintas modalidades de la resistencia no se complementan ni pueden ser entendidas exactamente en la misma línea. Las que parten del yo apuntan efectivamente a una interrupción o bloqueo del trabajo analítico. Las del superyó aparecen como indicadores de un proceso que avanza apoyándose en esos obstáculos. Mientras que las del ello representan los puntos de tope que se encuentran en el trabajo analítico y que, de esa manera, definen su dirección y su conclusión. El presente trabajo, teniendo esta distinción posterior en el horizonte, se centra en el modo en que Freud elabora la noción en el texto de 1914. Podemos entender que la forma de la resistencia que terminará siendo ubicada como fundamental allí es aquella que, en 1926, colocará bajo la égida del ello.

3Esto es homólogo a considerar que la noción de defensa, que al comienzo de la obra de Freud aparece como una contingencia a la que se recurre en caso de acontecer (en dos tiempos) un evento traumático, posteriormente toma el estatuto de un mecanismo constitutivo del sujeto, o sea algo que no podría no estar en tanto vemos aparecer un sujeto. Por ejemplo, cuando menciona que las pulsiones no podrían librarse a su propio empleo sino que es de derecho (y no solamente de hecho) que existe la defensa contra las pulsiones. O sea, que el sujeto se constituye por la defensa y no a pesar de ella.

4Parecería que es la hipnosis la que aporta el modelo de un tratamiento sin obstáculos, fluido y natural, que lleva a la curación en breve tiempo. Compárese este ideal con ciertas propuestas de psicoterapias breves y con resultados casi inmediatos que la cultura del consumo ofrece. Lo que se olvida ahí, y que Freud supo reconocer tempranamente, es la cuestión del sujeto y el riesgo de su sumisión a un amo que lo aniquila como tal.

5También la profusión de sentido y su efecto obturante podemos ponerlo a cuenta de lo que resiste. Vemos nuevamente cómo esta no es una noción unívoca, sino que nos obliga a un discernimiento de registros y orígenes en su accionar. La pregunta, que retomaremos, es si en esa multiplicidad encontramos algo en común.

6Sería interesante, aunque excede los límites del presente trabajo, considerar en este punto la noción de "parlétre" que desarrolla Lacan en el último período de su enseñanza.

Referencias bibliográficas

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Fecha de recepción: 14 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 4 de octubre de 2013