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Anuario de investigaciones

On-line version ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.20 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2013

 

Psicoanálisis

Tique y libertad: la clínica del campo del deseo al campo del goce

Tyché and freedom: the clinic from the desire field to the jouissance field

Otero, Tomás1; Kahanoff, Dominique2; Lombardi, Gabriel3

1Lic. en Psicología (UBA). Psicoanalista. Docente de Clínica de Adultos I, de la Facultad de Psicología (UBA) e investigador becario UBACyT. E-mail: tomasotero04@yahoo.com.ar

2Lic. En Psicología (UBA). Psicoanalista. Docente en Clínica de Adultos, Cátedra I. Profesor Titular. Dr. G. Lombardi. Becaria CONICET. 

3Doctor en Psicología (UBA). Profesor Titular de la Cátedra Clínica Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos I, de la Facultad de Psicología, UBA. Director del Proyecto de la Programación UBACyT 2011-14: Presencia y eficacia causal de lo traumático en la cura psicoanalítica de las neurosis: Investigación sobre la complicidad del ser hablante con el azar (tique). Estudio de casos en el Servicio de Clínica de Adultos de la Universidad de Buenos Aires.


Resumen:
Nos proponemos, en el presente trabajo, indagar tres dimensiones de la tique que se presentan para el ser-hablante: 1- en tanto encuentro fortuito con el trauma, que puede llevar a la consulta con un analista. 2- en tanto encuentro contingente con la presencia real del analista en el límite de la transferencia. 3- en tanto solidaria a un saber-hacer contingente con lo real como saldo de un análisis. Tres dimensiones que se enlazan con la inauguración de un margen de libertad que es tributario a la experiencia psicoanalítica, pensando un recorrido que va de el campo del deseo que se sostiene en el axioma el deseo es el deseo del Otro al campo del goce que lleva por premisa el axioma no hay relación sexual.

Palabras Claves:
Tique; Libertad; Deseo; Goce

Abstract:
The purpose of our essay is to inquire three dimensions of tyché, which are present for the speaker: 1. As chance encounter with the trauma, which may lead to consultation with an psychoanalyst. 2. As a contingent encounter with the real presence of the psychoanalyst in the limit of the transference. 3. Solidary to a know-how contingent with the real as balance for psychoanalysis. Three dimensions that are linked to the opening of a margin of freedom that is tributary to the psychoanalytic experience, a path thought from the desire field which is held in the axiom the desire is the desire of the Other, to a jouissance field, which is held on the axiom there is no sexual relationship.

Key words:
Tyché; Freedom; Desire; Jouissance


 

I. Introducción
A partir de las teorizaciones de Sigmund Freud la idea del trauma no ha sido unitaria. En un inicio, queda adherida a una dimensión fenomenológica efectivamente acontecida del orden de lo adverso haciendo del sujeto una víctima que padece estos sucesos. Una definición coherente con lo que actualmente se considera monstruoso en tanto situación traumática de desvalimiento desde el discurso jurídico o médico-psiquiátrico.
Como se afirma en el informe de avance del Proyecto de la Programación de UBACyT 2011-14: Presencia y eficacia causal de lo traumático en la cura psicoanalítica de las neurosis: Investigación sobre la complicidad del ser hablante con el azar (tique). Estudio de casos en el Servicio de Clínica de Adultos de la Universidad de Buenos Aires: "Desde el psicoanálisis la perspectiva es diferente, ya que a veces el gran traumatismo seducción, estupro, violencia, locura sexual o mortífera de los padres en la infancia, enfermedad grave, catástrofe natural -, ha sido elaborado por el sujeto sin ayuda alguna. Y por el contrario, escribe Freud, un acontecimiento ínfimo, revitalizado por lo pulsional y reformulado por la fantasía (...) se vuelve desencadenante de los síntomas de la neurosis." (Lombardi 2012).
Es decir, que una vez abandonada la primera idea de trauma ligada a ser huellas de hechos reales, Freud nos indica que lejos del encuentro accidental con una escena desagradable para el sujeto, se trata de un hecho constitutivo al que se asocia un desprendimiento de afecto de manera retardada, una vez que son reanimados como recuerdos, produciendo displacer actual para lo que antes resultó nimio.
Lo que el psicoanálisis revela es la participación inconsciente en la producción sintomática distinta a las causas orgánicas, accidentales y fenomenológicas, y por lo tanto, enfatiza la aptitud para elegir del ser hablante que lejos de ser programable, tiene una participación decisiva en lo que sucede.
Así, nos vemos conducidos a definir el margen electivo del que puede ser capaz el ser hablante: "¿Qué es lo que vuelve traumático a un acontecimiento, qué lo hace efcaz en la etiología de la neurosis? En las respuestas que da Freud aparece la noción de repetición y la idea de un mecanismo, pero sin embargo él muy tempranamente vislumbró que en la gestación de una neurosis interviene un cierto ejercicio de la libertad que escapa al determinismo mecánico, por lo cual introdujo la noción de "elección de neurosis", según la toma de posición del ser ante el acontecimiento." (Lombardi 2012).
¿De qué se trata esta libertad que nos permite hablar de elección? Desde las ideas de Jacques Lacan decimos que se trata de una asunción por parte del sujeto del imperativo de su propia causación, es decir, de aquello que lo ha causado en tanto sujeto. Una libertad que, más que prometedora, tiene una cara ruinosa en donde se revela que el neurótico "no es libre de decir cualquier cosa, aun cuando se lo invita a eso" (Soler 2012, p.100).
Esta idea de libertad nos interroga en el campo del deseo. Una libertad del sujeto del lenguaje amarrada a aquellos significantes que o han constituido como ta. El axoma que organiza este campo permitiendo dentro de él ciertas operaciones podría enunciarse como "el deseo es el deseo del Otro" en donde el sujeto aparece representado entre dos significantes imposibilitados de arribar a una síntesis totalizadora. A partir de esta idea se estructura el campo transferencial al modo de la neurosis de transferencia.
 Bajo el espíritu de la idea heideggeriana de que el lenguaje no necesita ser fundado porque es él el que funda, decimos que cae la ilusión de poder dar cuenta de todo, la ilusión del metalenguaje, la ilusión del sujeto unificado; el psicoanálisis entonces apunta a escuchar el sujeto deseante advertido cuando la máscara fantasmática vacila.
Si señalamos, entonces, que se trataría a esta altura del campo del deseo es porque hay una causalidad que, más allá de la problemática fenomenológica de la vivencia del sujeto, "escapa del plano de la asunción simbólica del propio destino" (Eleb 2007, p. 15); se trata de la alienación como operación inaugural fundante caracterizada por ser una forma de articular el campo del sujeto y el campo del Otro.
Ubicamos en la enseñanza de Lacan una ruptura respecto al horizonte clínico a la altura del Seminario XVII entre un campo entendido como "del deseo" y otro que formula como el campo del goce.
En el campo del goce se trataría de modificar la sujeción al Otro en tanto el inconsciente es el discurso del Otro (Lacan 1964, p. 137) planteando una diferencia radical con Freud en donde el inconsciente se encuentra en el interior del sujeto signado por una aspiración a devenir consciente.
Sin embargo, tampoco las teorizaciones freudianas plantean una evolución continua: en el marco del principio de placer, la repetición estaría ubicada dentro del campo fantasmático, ligada a la insistencia significante y a la satisfacción pulsional; cuestión que se ve subvertida en la introducción de un "Más allá..." que implica una pérdida de satisfacción pulsional y una repetición, que si bien es consecuencia del amarre del engranaje simbólico, irrumpe desde un real de goce, o sea, fuera de la estructura del fantasma. En términos freudianos, el trauma sería en este punto la irrupción de un quantum de energía que atenta contra las capacidades del aparato anímico por ligarla. Este cambio se ve acompañado por una modificación en la pregunta freudiana en relación a la cura, pasando de ¿cómo se cura en análisis? a ¿cuáles son los obstáculos en la cura? a partir de lo cual escribe "Análisis terminable e interminable" (1938), quedando el trauma por fuera de la trama de representaciones pero delimitado por ellas.
Retomando la lectura de Lacan, que hunde sus raíces en las ideas freudianas, decimos que ir más allá de las marcas del Otro, ir más allá del campo del deseo, nos habla de las marcas de goce en un cuerpo que escapa a la ilusión narcisista, que escapa el dominio imaginario del yo, que en tanto marcas en lo real no producen sentido.
Un discurso sin palabras, dice Lacan en 1968, es decir, sin un escenario que sostenga la escena edípica, separando entonces el nudo de goce ubicado en un S1 que no hace cadena y por lo tanto queda por fuera de la estructura transferencial. Desde este real del goce ubicamos una repetición que irrumpe no siendo transferible en la estructura del fantasma. Hay algo del goce que no es asimilable a la neurosis de transferencia.

"El único enunciado absoluto fue dicho para quien

correspondiera, a saber, que un tiro de dados jamás

abolirá el azar; por la razón, agregaremos por nuestra

parte, de que no existe azar alguno como no sea en una

determinación de lenguaje, y ello bajo cualquier aspecto

en que se lo conjugue, de automatismo o de encuentro"

J. Lacan, "La metáfora del sujeto".

Respecto a la posición del analista, queda claro que interpretar desde la estructura edípica funciona como velo a la castración coherente con el mito en donde la figura de Edipo aparece devota a una búsqueda de la verdad, una verdad que oculta la castración. Lacan dirá que Edipo no sufre la castración sino que agujerea con su cuerpo el campo y lo dice del siguiente modo: los ojos le caen como vendas.

II. Acerca de la causalidad tíquica
En 1946 en el famoso congreso de Bonneval organizado por Henri Ey que tenía por objetivo la revisión del problema de la psicogénesis en la neurosis y la psicosis, Lacan dispara una aguda crítica a la corriente mecánico-organicista que había esgrimido Ey desde algunos años antes1, situando en el corazón de la crítica, el desplazamiento de la causalidad de la locura a "esa insondable decisión del ser" (Lacan 1946, p. 168) que hace tambalear toda corriente mecanicista que concibiera al loco como una suerte de autómata, al imputarle, incluso al loco, un margen de elección.
En 1964, el problema es vuelto a sacar a la luz, la investigación sobre la causalidad se enriquece con los aportes de la Física de Aristóteles y su relectura del "Más allá..." de Freud. En el Seminario XI, Lacan reformula al inconsciente "como no realizado", y ubica, en el centro de la estructura del inconsciente, la hiancia causal, otorgándole al inconsciente un estatuto, no óntico u ontológico, sino, ético: el inconsciente como agujero que aspira a cierta realización. Dos clases más adelante, en forma solidaria a su conceptualización de la hiancia causal, Lacan introduce una de sus definiciones canónicas de lo real: "lo real es lo que siempre vuelve al mismo lugar" (Lacan 1964, p.57) lo que precisa muy bien un orden de repetición articulado a lo real, tal como había sido advertido por Freud en su "Más allá..." (1920), a través de los sueños traumáticos, la neurosis de destino, el fort-da, o cierto desaire que se repetía en transferencia con el analista.
Es en este marco que Lacan introduce dos dimensiones de la repetición que toma de Aristóteles y su investigación sobre la causa en la Física: tique automaton. Aristóteles agrega a las cuatro causas (material, formal, eficiente y final) otro modo de causación que es lo accidental. Asimismo, lo accidental aparece dividido entre la casualidad (automaton) y la suerte o fortuna (tique). La casualidad es una noción más amplia que la suerte "porque todo cuanto se debe a la suerte se debe también a la casualidad, pero no todo cuanto se debe a la casualidad se debe a la suerte. La suerte y lo que resulta de ella sólo pertenecen a quienes pueden tener buena suerte y en general tener una actividad en la vida. Por eso la suerte se limita necesariamente a la actividad humana" (Aristóteles 1, p.155). Lo que es incapaz de tal actividad es también incapaz de hacer algo fortuito. Y un párrafo más abajo afrma haciendo un contrapunto con la casualidad: "llamamos efectos de azar, entre las cosas que pueden ser elegidas por quienes tienen capacidad de elección" (Aristóteles 2, p. 90) Por eso, para Aristóteles, nada hecho por las cosas inanimadas, los animales y los niños es resultado de la suerte, ya que no tienen capacidad de elegir. Y este es un punto central subrayado por Lacan, pues la tique concierne a un ser capaz de elección (Cf. Lacan 1964, p.77).
Como sabemos Lacan importa estos dos términos de la Física aristotélica y los traduce en el interior del campo analítico, para precisar la insistencia de la cadena significante a la que va a designar automaton y el encuentro fortuito con lo real, tique, como dos dimensiones de la repetición.
Retomemos la tique, como encuentro de lo real, a partir de su pregunta ¿dónde encontramos ese real? Es en efecto, en una cita a la que siempre estamos requeridos, que queda delimitada la función de la tique, como el encuentro siempre fallido, -por poner en jaque el aparato simbólico de significación-, que se presentó en la historia del psicoanálisis bajo la forma del traumatismo. O tal vez podamos escribirlo como hace Lacan troumatisme, que condensa trauma y agujero.
Como hemos subrayado antes, lo tíquico introduce un aspecto que asume valor capital para el psicoanálisis, que es que atañe a un ser capaz de elección según los términos que usa el propio Aristóteles. Pues, tanto Freud como Lacan pusieron el acento, sin duda, sobre lo que hay de determinante del encuentro con el trauma, lo indestructible del deseo y sus efectos en el inconsciente, pero no con menor ímpetu destacaron el margen de libertad que se gana cuando se produce un impasse accidental sobre lo programado que preside el inconsciente. Proponemos entonces, el pasaje de una causalidad determinante a una causalidad tíquica, por posicionamiento ante lo que acaece por un ser capaz de elección:
"Una causalidad en la que determinación y libertad como posibilidad de elegir se conjugan gracias a la incidencia de lo fortuito, donde el acontecimiento inesperado expresa mejor que nada una elección del ser hablante por fuera de los espejismos de lo ya sabido en los que se sostiene la repetición neurótica" (Lombardi 2011).
Colette Soler en una conferencia dictada en Río de Janeiro en el 2005, nos señalaba que el goce que nos toca en suerte no se elige, en todo caso nos toca elegir la forma de posicionarnos frente a él, que pueden ser de las más variadas en el decurso del ser: desde la angustia paralizante, al acto del cual toma su certeza. Elecciones que caen por fuera del imperio del yo, que habitan en el inconsciente y operan con la fuerza del deseo no sabido. De este modo, nos vemos ahora en condiciones de definir lo tíquico como la complicidad del ser hablante con el encuentro fortuito con lo real (Lombardi 2011).
Complicidad que vamos a precisar en un primer tiempo en dirección a cuál es la participación, la cuota de responsabilidad, que por supuesto cae por fuera de los dominios del yo, que podemos atribuirle al ser hablante respecto a su cita contingente con lo real. Dicho de otro modo, cuál es su colaboración en esa cita ineludible con un real a la que es siempre requerido. Es en este sentido que Lacan dice en la "Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos" (1973) que el sujeto es siempre feliz (bon heur, buena fortuna, bonheur, felicidad) (Cf. Lacan 1973, p.582), puesto que siempre va al encuentro con ese real. Acaso podemos hablar de complicidad en un ser capaz de elección en tanto aquel encuentro inesperado, accidental con lo real, fuerza al ser hablante a tomar una posición: "de nuestra posición de sujetos somos siempre responsables" empuña Lacan en "La ciencia y la verdad" (Lacan 1966, p. 837). Complicidad forzada e ineluctable que el ser hablante tiene con el goce que le tocó en suerte. Pero cuya revisión, para tomar un término que Freud le da toda su envergadura en "Análisis terminable e interminable" (1938), inaugura, en análisis, una brecha de libertad.

III. La dimensión tíquica de la transferencia
En el primer trabajo de Sigmund Freud donde queda cabalmente formalizada la transferencia que lleva por título "Sobre la dinámica de la transferencia" (1912), Freud describe:
"Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado un clisé -o también varios- que se repite -es reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles (...) Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestra premisa, esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clises preexistentes en la persona en cuestión o, como también podemos decirlo, insertará al médico en una de las series psíquicas que el paciente ha formado hasta ese momento" (Freud 1912, pp. 97-98).
Subrayando de este modo el fundamento pulsional que rige la elección de objeto en la serie que se insertará el analista y que podemos leer como un antecedente freudiano del concepto de matriz imaginaria (Lacan 1966 [2], p. 210) que Lacan introduce en "Intervención sobre la transferencia" (1966 [2]).
Lacan nos dice en "La introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos":
"...la transferencia es amor, un sentimiento que en esa ocasión adquiere una forma nueva que introduce en él la subversión, no porque sea menos ilusoria, sino porque se da un partenaire que puede ser que responda, lo que no es el caso en las otras formas de amor" (Lacan 1973, p.584). Ahora bien, el discurso psicoanalítico ofrece a la demanda de amor del analizante, la respuesta de un analista, es decir, un deseo que opera dentro del campo de la transferencia, introduciendo una subversión, -término tan caro a Lacan, que siempre lo prefrió a revolución que puede significar volver al punto de partida (Cf. Lacan 1969-70, p. 58)- lo que ya señala un orden de suspensión, de impasse a la repetición. El amor que se juega en transferencia con el analista no es una mera repetición del pasado en el presente, sino que el deseo del analista introduce allíla diferencia.
Esa respuesta del analista es entonces solidaria a su deseo como función, y consiste, dice Lacan en el Seminario XI, en "servir de soporte al objeto a separador" (Lacan 1964, p. 281). Servir de soporte del objeto a separador, lleva por condición dejarse llevar por la verdad que el sujeto confesa sin saberlo, deponer los propios ideales, no obturar con un saber allí donde convendría sostener una interrogación que vehiculice la cadena significante, hasta denunciar los significantes amos a los cuales el sujeto está alienado.
Nos dice Lacan que justo en ese punto de convergencia hacia el cual el análisis es empujado por su faz engañosa que encierra la transferencia, esto es el cierre del inconsciente, se produce un encuentro que es una paradoja: Segundo tiempo de la tique: lo tíquico en el marco de la transferencia, el encuentro con un analista, vale decir, con su presencia real, ya sea por obra de la interpretación o por el manejo de la transferencia. Cuando en el marco transferencial se produce este encuentro fortuito con lo real, el analizado, dice Lacan, le dice a su interlocutor, el analista: te amo, pero inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo (Lacan 1964, p.276) poniéndose al descubierto la naturaleza real del objeto que la dimensión engañosa, iterativa, de la transferencia, viene a velar.
Nos interesa rescatar la noción de libertad que Lacan despliega en este seminario y que es solidaria a la operación de separación en el marco del análisis:
"Por metafísico que pueda parecer, ya que hay que admitir que nuestra técnica emplea con frecuencia la expresión liberar algo, como si la cosa se diera por sentada, no está de más notar de paso que allí está en juego ese término que bien merece la calificación de espectro- la libertad. Justamente, el sujeto tiene que liberarse del efecto afanisíaco del significante binario, y todo bien mirado, ocurre que de eso se trata efectivamente en la función de la libertad" (Lacan 1964, p.227).
El significante binario es aquel que viene a darle un sentido, el S2, en la vacilación del sujeto de la alienación, por eso la perspectiva del fin de análisis lacaniano apunta a liberarse del sentido y a la reducción de esos puros significantes amos confinados al sin sentido; y que son a fin de cuentas los que determinan la conducta del sujeto, las elecciones de partenaires, las posiciones subjetivas del ser etc.. Es allí entonces, tras advertir la sujeción a esos significantes primordiales, que el ser hablante puede ganar un margen de libertad. En efecto, "separarse es no tomar del Otro sino su carencia, su deseo y soltarse de otras adherencias para con él" (Lombardi 2008, p. 123).
Se puede trazar un arco en el análisis, que va del carácter necesario de la modalidad de lazo que se establece con un partenaire-analista, en tanto repetición articulada a las determinaciones del Otro, hacia la contingencia que lo funda y que lleva las trazas de lo imposible de la relación sexual.
Lacan termina por concluir en "La Introducción a la edición alemana...":
"¿Cómo no considerar que la contingencia o lo que cesa de no escribirse, no sea aquello por donde se demuestre la imposibilidad, o lo que no cesa de no escribirse? Y que desde allí un real se atestigüe que, por no estar mejor fundado, sea transmisible por la fuga [del sentido] a la que responde todo discurso" (Lacan 1973, p.585, el subrayado y agregado es nuestro).
Pues, esa contingencia a la que arriba un análisis y que atestigua la imposibilidad, también porta las huellas de la posición que asumió el ser hablante frente a ese real, es decir, el modo en que respondió al real que le tocó en suerte, y que va a forjar la matriz de la complicidad del ser hablante con aquellas casualidades con las que tejió o tramó su destino.

IV. La operación de separación, un antecedente freudiano
Analicemos la formalización que Freud recupera de su experiencia clínica en "Sobre la trasposición de la pulsión en particular del erotismo anal" (1917) para delimitar ese momento al que arriba un análisis en donde se puede delinear la contingencia pulsional que el sujeto fue para el deseo del Otro tras ceñir el fantasma fundamental.
Nos dice allí Freud que el amor es el saldo de una decisión que tiene que tomar el niño: renunciar a su goce autoerótico anal, por amor a la madre, con la promesa de encontrarlo metaforizado en el campo del Otro. Se inaugura así un circuito de deseo y lazo al Otro, que admite el aforismo lacaniano: sólo el amor permite al goce condescender al deseo (Cf. Lacan 1962-63):
"En efecto la caca es el primer regalo, una parte de su cuerpo de la que el lactante sólo se separa a instancias de la persona amada (...). En torno de la defecación se presenta para el niño una primera decisión entre la actitud narcisista y la del amor de objeto. O bien entrega obediente la caca, la sacrifica al amor, o la retiene para la satisfacción autoerótica" (Freud 1917, p. 120, el subrayado es nuestro).
Este párrafo parece ser un maravilloso antecedente freudiano de la operación de separación en Lacan que, tal como lo entendemos, resulta ser otro de los nombres del acto (Cf. Lombardi 2008, p. 207). No sólo Freud utiliza la palabra separarse, tan cara a Lacan a la altura de su Seminario XI (1964), sino que el niño parece estar concernido en esa operación que Lacan delimita con el vel alienante del "o bien... o bien", libertad o muerte, cuando sólo se puede tener la libertad de morir, o la bolsa o la vida, a sabiendas que la elección de la bolsa entraña perder ambas.
La operación de separación comienza a formalizarse sobre el final del Seminario X, articulada a lo que Lacan allí llama "la cesión de objeto", operación que no es sin angustia, es un carácter del objeto a, en su forma, de seno, heces, voz o mirada; y guarda la más íntima relación con los puntos de fijación de la libido (Cf. Lacan 1962-63, p. 338). Estos objetos se ceden, Lacan pone especial énfasis en este se, puesto que al igual que está planteado en el párrafo que citamos de Freud en "Sobre la trasposición..." donde Freud describe que el niño se separa de sus heces, el se concierne a una posición activa que prescinde de la función castradora del Otro de turno, así Freud esboza su propio Anti-Edipo. Sobre este desarrollo se monta lo que Lacan llama "el deseo de separación" (Cf. Ibíd., p. 355), como la forma más originaria del deseo, apunta a separarse del objeto en cuestión, que, como pieza, o tal vez convenga decir como parte {pars) separada, que en tanto concierne a la parcialidad del objeto que es siempre parcial respecto de ninguna totalidad, puede funcionar como causa del deseo.
Lacan introduce la operación de separación en su seminario que le dedica a Los cuatro conceptos, como una de las dos operaciones fundamentales, que están en juego en la causación del sujeto, más precisamente como la operación de cierre de esta causación, que es el tiempo del objeto o el instante del fantasma, con esa nota al tiempo lógico, el instante de ver, que revela la estructura escópica del fantasma2. La separación tiene como antesala, el tiempo del sujeto, la alienación, que es el primer efecto del lenguaje en la medida en que inaugura la división subjetiva.
Es insoslayable un rodeo por la alienación, para comprender de qué se trata esta segunda operación. La alienación, nos dice Lacan, "es la que explica la división originaria del sujeto" y es en esto, y no en que el sujeto tome su partida en el lugar del Otro, en lo que reside su carácter alienante (Lacan 1966, p. 819-20). Si bien la alienación marca la entrada del sujeto al campo del Otro, es decir, que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante, por lo cual el sujeto no puede nunca plantearse como causa de sí, puesto que su causa está en el Otro, sin embargo, y esto es un aspecto fundamental, en la alienación no hay Otro en tanto otredad, no hay Otro verdadero (Cf. Lombardi 2008, p. 122). El sujeto queda dividido en la estructura lógica del vel, entre un significante primero que le ofrece un ser al precio de fijarlo a ese significante que muerde el sin-sentido, y un significante segundo que le otorga sentido, al precio de perder lo que de ser le puede dar el significante primero. Esto introduce una elección forzada por la cual, o bien el sujeto, a costas de no perder el sentido, está condenado a representarse entre significantes, lo que provoca, el fading, la afanisis o la desaparición del sujeto a nivel del ser, en tanto no hay en el Otro, como tesoro de los significantes, un significante que dé de lleno con su ser; o bien a petrificación al significante unario en el que coagula su ser, aunque éste nunca pueda ser capturado. Es una elección forzada, pero no en una u otra dirección, sino que deja al sujeto en la plena vacilación entre las dos opciones, decimos entonces que deja al sujeto en la división más radical.
El segundo momento de la causación del sujeto es la separación, operación de cierre de la causación del sujeto, donde una falta viene a montarse sobre la falta originaria que inaugura el lenguaje en el ser hablante. Separare, separar, es también se parere, engendrarse a sí mismo, nos dice Lacan, incluso parere, es procurarse un nuevo estado civil, vemos cómo los deslizamientos etimológicos con lo que Lacan juega van en la dirección de una mutación o transformación del sujeto que vale para el estatuto de acto, y que el sujeto no es agente, sino efecto de esta operación. El vel de la primera operación se transforma en un velle (querer), lo que delimita una posición activa del ser hablante en esta operación, aunque para no caer en confusiones vale aclarar, que es un querer que se afirma por fuera de los dominios del Yo; y en segundo lugar, el velle que viene del verbo vouloir condensa semánticamente una relación entre términos ambiguos: voluntad, querer y desear.
Para guarecerse del significante ante el cual sucumbe en la alienación el sujeto ataca el intervalo de la cadena, nos dice Lacan, allí donde mora el deseo y donde encuentra otra cosa que los efectos de sentido que le ofrece el significante, a saber, el deseo del Otro.
Esta segunda operación que tiene la lógica de la intersección es la que fija la conjunción de dos elementos heteróclitos que son el sujeto dividido como efecto de la alienación y el objeto a, como producto de la segunda, que inaugura el instante del fantasma.
Este fantasma que se construye en la travesía de un análisis es al que arriba un ser hablante con la operación de separación que denuncia los dos términos engarzados en el fantasma fundamental, esto es S a como modalidad singular de goce que se apresa en la matriz fantasmática, puesto que como afirma Lacan a la altura del Seminario VIII "e fantasma es el único equivalente de descubrimiento pulsional mediante el cual el sujeto es posible que designe el lugar de la respuesta, el S(A) que espera de la transferencia, y que S(A) tenga un sentido" (Lacan 1960-61, p. 305).

V. Un análisis más allá del fantasma fundamental: tique y saber-hacer
Tal como lo propone Colette Soler "es preciso reconsiderar la oposición entre el atravesamiento del fantasma y la identificación con el síntoma (...) la identificación con el síntoma solidaria del inconsciente real, no recusa ese atravesamiento sino que lo engloba y lo completa" (Soler 2009, p. 127) ¿Cómo se vive la pulsión luego de la caída de las identificaciones alienantes, el atravesamiento del fantasma o la identificación al síntoma que se presume al final de un análisis? el saldo que produce la experiencia psicoanalítica donde un real se atestigua plantea la posibilidad de habitar otro modo de vivir la pulsión, distinto de la satisfacción que se juega en las identificaciones que caen bajo el imperio del Ideal o de la modalidad de goce que se sostiene en la matriz fantasmática, y en forma solidaria explorar otro orden de identificación que no esté sostenida en una atribución al Otro.
Entonces, este recorrido que va del carácter necesario de la transferencia que se entrama con un analista, hacia la contingencia pulsional que la funda, y que marca las huellas del exilio de la relación sexual (Cf. Lacan 1972-73, p. 175) establece las coordenadas preliminares para la identificación paradojal que Lacan presenta en la primera clase del Seminario XXIV y que llama "identificación al síntoma" (Cf. Lacan, clase del 16/11/76). Identificación que no solo cae por fuera de las insignias del Otro, sino que implica un saber-hacer allí con ese real singular del que se es testigo en un análisis. De modo que el saldo de saber que produce un análisis, no es un saber cristalizado, alcanzado de una vez y para siempre, no es un saber referencial, ni un saber textual, sino que es un saber en acto. Como dejamos planteado antes, este saber en acto, decanta de la revisión que se produce en la travesía por el fantasma cuando se recorren las huellas de las posiciones que ha asumido el ser hablante frente al trauma, o dicho de otra manera, de la revisión de la complicidad que el sujeto tiene con su modo singular de gozar; y que en efecto, se pone a prueba cada vez en el encuentro tíquico con ese real. Tercer tiempo de la tique: el síntoma sabemos que es necesario, es decir no cesa de escribirse, pero el saber hacer es contingente. La identificación al síntoma implica la reducción del síntoma no a su moterialidad significante sino a una letra sustraída del Otro inconsciente, en la cual se fija un modo de gozar. La letra del síntoma ya no es susceptible de producir sentido, no se presta al desciframiento, se deja de creer en el síntoma como formación del inconsciente y de allí la correlativa caída del sentido que mencionábamos antes. Se fuerza algún orden de invención que no es subsumible a la lógica fálica totalitaria del discurso, puesto que se inventa desde el agujero, desde el no-todo solidario a la sexuación femenina, "todos inventamos un truco para llenar un agujero en lo real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce troumatisme. Uno inventa." (Lacan, case de 19/2/74). Siendo el no-todo el operador fundamental en el campo del goce que está regido por el axioma no hay relación sexual. Si en un primer tiempo de lo tíquico hacíamos hincapié en el encuentro fortuito con eltroumatisme, como encuentro con lo real que puede llevar a un sujeto a la consulta con un analista, en un segundo tiempo ubicábamos el uso que hace de lo tíquico la experiencia analítica en los límites de la transferencia para conducir el análisis a esa diferencia absoluta que separa el Ideal del objeto a, pues bien, en este tercer tiempo se trata entonces de un saber-hacer, que se produce como saldo de un análisis, con ese real al que siempre estamos requeridos.

1"Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser "Un insulto" para la libertad, es su más fel compañera" (Lacan, 1966 [1], p. 166).

2Ya en el Seminario X Lacan lo precisa con todos los términos: "para definir la forma que adquiere en el piso escópico la presencia del deseo, en particular como fantasma. O sea, que la función del marco -entiéndanlo como ventana- que traté de definir en la estructura del fantasma no es una metáfora. Si este marco existe es porque el espacio es real" (Lacan 1962-63, pp. 305) y en el Seminario XI le dedica un extenso comentario en las clases VI, Vil, VIII y IX.

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Fecha de recepción: 24 de mayo de 2013
Fecha de aceptación: 3 de septiembre de 2013