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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.21 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2014

 

Técnicas y Procesos de Evaluación Psicológica

Competencias socio-emocionales en adultos mayores de la ciudad de Buenos Aires*

Socio-emotional competencies in elderly in the city of Buenos Aires

Mikulic, Isabel M.1; Caballero, Romina2; Aruanno, Yanina3

*Las autoras de este trabajo agradecen muy especialmente la colaboración del Prof. Ricardo Iacub y de su Equipo de trabajo, pertenecientes a la Cátedra de "Psicología de la Tercera Edad y Vejez", en la recolección de datos.

1 Dra. en Psicología (UB). Directora del Proyecto UBACyT (2011-2014): "Inteligencia Emocional, Resiliencia y Calidad de Vida: Estudio de los aspectos psicosociales y diferenciales de las Competencias Socioemocionales en contextos naturales". Prof. Titular Regular en Teoría y Técnicas de Exploración y Diagnóstico. Módulo I, Cátedra I; Facultad de Psicología, UBA. E-mail: E-mail: mikulic@psi.uba.ar

2 Lic. en Psicología (UBA). Investigadora en Formación UBACyT.

3 Lic. en Psicología (UBA). Investigadora en Formación UBACyT. Ayudante de Primera en Teoría y Técnicas de Exploración y Diagnóstico. Módulo I, Cátedra I; Facultad de Psicología, UBA.

RESUMEN
Con el aumento de la población de adultos mayores, se plantean importantes retos a nivel internacional. Los estudios se focalizaron en factores demográficos, cognitivos y físicos, en cambio, los emocionales fueron escasamente investigados en esta etapa vital. El objetivo de este estudio es evaluar el patrón de competencias socioemocionales en 53 adultos mayores (M =69; DE =4.2), de ambos sexos, y comparar sus diferencias con 53 jóvenes adultos. A todos los participantes se les administró el Inventario de Competencias Socioemocionales (ICSE; Mikulic, 2013). Los resultados indican que los adultos mayores muestran significativamente mayor optimismo, asertividad, regulación emocional y autonomía, a diferencia de los más jóvenes. Estos hallazgos pueden permitir diseñar intervenciones focalizadas en el aprendizaje de nuevas competencias. Asimismo, permitirían potenciar y mejorar competencias adquiridas pero no desarrolladas aún, con el in último de que el adulto mayor pueda contar con recursos para afrontar los cambios inherentes a esta etapa vital.

Palabras clave:
Adultos mayores - Competencias socioemocionales - Evaluación psicológica

ABSTRACT
The increasing elderly population represent new and significant challenges across cultures. The studies were focused on demographic, cognitive and physical factors, but emotional factors were poorly investigated specially in elder people. The objective of this study is to evaluate the pattern of socio-emotional skills in 53 older adults (M = 69, SD = 4.2), both genders, and compare their differences with 53 young adults. All participants were administered the Socio Emotional Competency Inventory (ICSE, Mikulic, 2013). The results indicate that older adults show significantly higher levels of optimism, assertiveness, emotional regulation and autonomy, than younger. These findings may allow to design new interventions focused on developing new skills. Also, would enhance and improve skills acquired but not yet developed, with the ultimate goal that the elderly may have resources to deal with the changes inherent to this life stage.

Key words:
Elderly - Socioemotional competences - Psychological assessment

INTRODUCCIÓN
En la actualidad, la proporción de personas mayores es cada vez más significativa a nivel internacional, especialmente en los países más desarrollados. Sin embargo, el fenómeno del envejecimiento avanza con extraordinaria rapidez también en los países en desarrollo. Entre 1975 y 2000 el porcentaje de la población de 60 años y más pasó de un 7% a un 8% en América Latina y el Caribe (CEPAL, 2003). Se espera que hacia el año 2025 esta cifra sea cercana al 15%, lo que sin duda hará que este grupo adquiera una mayor notoriedad en la población. Asimismo, se estima que hacia 2050 los adultos mayores representarán aproximadamente el 24% de la población, de modo que una de cada cuatro personas tendrá 60 años o más. Es interesante destacar que existe un predominio femenino en este grupo etario, que es más acentuado en los países con una esperanza de vida superior a los 60 años. Además, la brecha de sobrevivencia ent re mujeres y hombres se ensancha a medida que la población envejece. Argentina por ejemplo es uno de los países con índices más altos de feminidad en este grupo, que se ubican entre 130 y 140 mujeres cada 100 hombres (CEPAL, 2003). Sólo en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires el 16% de la población tiene 60 años o más y su mayoría son mujeres de acuerdo con los datos del último censo procesados con Redatam (Instituto Nacional de Estadística y Censo [INDEC], 2010).

Como consecuencia del envejecimiento poblacional, surge el interés por las condiciones de vida y las necesidades específicas de los adultos mayores. En los últimos años han proliferado las investigaciones sobre el bienestar subjetivo del adulto mayor y las variables específicas que influyen en él. El desafío que presenta el aumento de esta población, no es ajeno al campo de la psicología. El interés por las cambios experimentados a lo largo del ciclo vital asociados a la edad se centró principalmente en estudiar las modificaciones en el estado de salud, la actividad física y el ocio, el estilo de vida, las experiencias culturales, la educación y el entrenamiento cognitivo (Redolat & Carrasco, 1998; Rodríguez & Sánchez, 2004). No obstante, pocas investigaciones indagaron sobre las diferencias entre grupos de edad en torno a variables socioemocionales. Charles y Carstensen (2007) plantearon al respecto la necesidad de considerar factores emocionales con el objetivo de tener una comprensión más exhaustiva del comportamiento de las personas y su adaptación a lo largo del ciclo vital. Del mismo modo, de acuerdo con Fernández Ballesteros (1998) es fundamental conocer cuáles son los aspectos que proporcionan las bases para un envejecimiento competente. Además, ligado al escaso interés en el estudio de las variables emocionales en adultos mayores, los estudios se focalizaron en el deterioro y aspectos psicopatológicos, presentando una visión negativa de la vejez (Arias, 2009). Sin embargo, el campo de la gerontología aportó una nueva visión concibiendo al envejecimiento como un proceso normal y centrándose en el estudio de los aspectos positivos. Este estudio se focalizará justamente en algunos de esos aspectos como las competencias socioemocionales.

Competencias socioemocionales
El constructo competencias socioemocionales (CSE) fue desarrollado a partir de los avances en el campo de investigación de la inteligencia emocional (IE). Desde sus inicios este último constructo intentó explicar por qué algunas personas parecen ser emocionalmente más competentes que otras. Desde el modelo de habilidades fue definido como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás, y utilizarlos como guía del pensamiento y la acción (Mayer & Salovey, 1997). Así, se conformaría a partir de la interrelación de cuatro habilidades: percepción, facilitación, comprensión y manejo emocional. No obstante, otras concepciones teóricas también abordaron este constructo desde otros modelos: el modelo de IE como rasgo de personalidad (Petrides & Furnham, 2000a; Petrides & Furnham, 2001) y el modelo de IE mixto (Bar-On, 2000; Boyatzis, Goleman & Rhee, 2000). Tanto el modelo de habilidad como el mixto contemplan implícitamente en sus concepciones la noción de CSE. En este sentido, si bien ambos constructos parecerían solaparse (Bar-On, 2000), las CSE dan cuenta de un constructo más amplio y pragmático en el que el aprendizaje tiene un rol fundamental (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, 2007).
Actualmente, una revisión de la literatura pone en evidencia que no existe consenso respecto de qué son las CSE. Diversos autores de acuerdo con sus concepciones, también muy diversas, han incluido diferentes competencias en sus modelos (Bar-On, 1997; Bisquerra, 2000; Boyatzis, 2007; Collaborative for Academic Social and Emotional Learning [CASEL], 2006; Goleman, 1999; Graczyk, Matjasko, Weisberg, Greenberg & Zins, 2000; Payton, et. al., 2000; Repetto Talavera & Pena Garrido, 2010; Saarni, 2000; Salovey & Sluyter, 1997). Históricamente, mientras que Salovey y Sluyter (1997) han identificado cinco dimensiones básicas: cooperación, asertividad, responsabilidad, empatía y autocontrol, otros enfoques plantean que existen dos grandes bloques de competencias: la social y la personal (Goleman, 1999) y las interpersonales e intrapersonales (Bar-On, 1997). Sarni (2000) por su lado, presenta ocho competencias: conciencia del propio estado emocional; habilidad para discernir las habilidades de los demás; habilidad para utilizar el vocabulario emocional; empatía; habilidad para comprender que el estado emocional interno no necesita corresponderse con la expresión externa; habilidad para afrontar emociones negativas; conciencia del grado de reciprocidad en las relaciones y capacidad de autoeficacia emocional. Otros enfoques (CASEL, 2006; Graczyk et. al., 2000; Payton, et. al., 2000) incluyeron multiplicidad de competencias entre sus modelos: toma de conciencia de los sentimientos; manejo de los sentimientos; consideración de la perspectiva del otro; análisis de normas sociales; sentido constructivo del yo; responsabilidad; cuidado; respeto por los demás; identificación de problemas; fijar objetivos adaptativos; solución de problemas; comunicación receptiva; comunicación expresiva; cooperación; negociación negativa y búsqueda de ayuda. Boyatzis (2007) por su parte, incluyó en su modelo competencias como autoconciencia, autogestión, conciencia social y gestión de relaciones. Finalmente, en un sentido amplio e integral Bisquerra Alzina (2003) y Bisquerra y Pérez (2007) considerando a los lineamientos de la UNESCO (Delors, 1996), definieron a las CSE como conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para realizar actividades diversas con cierto nivel de calidad y eficacia, integrando así el saber, saber hacer y saber ser. Estas competencias serían entonces un conjunto de habilidades que permiten la comprensión, expresión y regulación apropiada de los fenómenos emocionales. Para Bisquerra Alzina (2003) existirían dos grandes bloques dentro de las CSE: la capacidad de autorreflexión (i.e., identificar las propias emociones y regularlas de forma apropiada) y la habilidad de reconocer lo que los demás están pensando y sintiendo (e.g., habilidades sociales, empatía). Su modelo incluyó competencias como la conciencia emocional, la regulación de las emociones, la autonomía personal, la inteligencia interpersonal y habilidades sociales y la solución de conflictos.
En suma, luego de realizar una revisión de la literatura en este trabajo se considerarán nueve CSE comunes a los diferentes modelos  teóricos encontrados: conciencia emocional, regulación emocional, empatía, comunicación emocional, autoeficacia, comportamiento prosocial, asertividad, optimismo y autonomía.
La importancia de avanzar en la investigación de las CSE radica en las implicaciones favorables que este constructo tiene para los diferentes ámbitos de la vida (e.g., trabajo Giardini & Frese, 2006; Goleman, Boyatzis & McKee, 2002) y (e.g., educación; Perez, 2003). Entre los aspectos que se ven  favorecidos se encuentran  los procesos de aprendizaje, las relaciones interpersonales, la solución de problemas, la consecución y el mantenimiento de un puesto de trabajo. De acuerdo, con Bisquerra Alzina y Pérez Escoda (2007) las CSE potencian una mejor adaptación a contexto y favorecen un afrontamiento a las circunstancias de la vida con mayores probabilidades de éxito.

Las competencias socioemocionales en la vejez
La preocupación por el estudio científico del desarrollo emocional es reciente. Hasta el momento no se dispone de una delimitación unánime de  las etapas o fases del mismo. Sin embargo, la mayor parte de los programas orientados a desarrollar CSE han sido dirigidos a niños y adolescentes, debido a la importancia esencial que tienen estas etapas evolutivas en la consolidación de las estructuras de funcionamiento psicosocial y en la prevención de futuros problemas psicológicos (Bellamy, Gore & Sturgis, 2005;Trianes, Cardelle Elawar, Blanca & Muñoz, 2003). No obstante, los adultos mayores y los jóvenes también podrían beneficiarse de esos programas, dado que suponen una oportunidad para aprender competencias que nunca llegaron a adquirir por diferentes razones o bien para potenciar o mejorar competencias adquiridas pero no desarrolladas plenamente. Según Grewall, Brackertt y Salovey (2006) mediante un entrenamiento adecuado es posible aprenderlas y desarrollarlas a lo largo del ciclo vital. Durante la etapa adulta se producen múltiples cambios y por ello es importante que la persona cuente con recursos para afrontar o adaptarse a ellos. Sin embargo, si bien los cambios físicos y cognitivos son fácilmente identificables, no ocurre lo mismo con los cambios en el funcionamiento emocional (Lawton, 2001; Levenson, 2000). Por este motivo, la educación emocional también es importante tanto en la edad adulta como en la vejez, dado que en ambas etapas se presentan dificultades en ciertos dominios de las CSE. Al respecto, Vasiliki y Louise (2008) señalaron que en la vejez aumentan las dificultades vinculadas a la conciencia emocional como el reconocimiento de emociones de valencia negativa (e.g., tristeza, miedo). Por otro lado, los adultos mayores muestran mejores estrategias de reparación emocional que los jóvenes adultos (Kliegel, Jäger & Phillips, 2007). Por su parte, Heckman y Blanchard-Fields (2008) han señalado que en la vejez disminuiría la habilidad para integrar cognición y emoción. Según Baltes (2000) en cuanto a los cambios selectivos y compensatorios en las estrategias emocionales, es posible que los efectos del aprendizaje y la práctica hagan a los adultos mayores más competentes en la regulación y el control emocional. Carstensen, Pasupathi, Mayr y Nesselroade (2000) plantea una hipótesis explicativa, a partir de considerar una disminución de las capacidades cognitivas en el envejecimiento y un aumento y optimización de los aspectos afectivos en el mismo que resultarían compensatorios.

Respecto de otras competencias socioemocionales como el optimismo, los resultados aportados por diferentes estudios han cuestionado los falsos supuestos asociados a esta etapa vital, mostrando que los adultos mayores reportan ser más felices que los jóvenes (Carstensen, et al., 2000; Lacey, Smith & Ubel, 2006; Wood, Kisley & Burrows, 2007). Si bien, Mroczek y Kolarz (1998) concluyeron que el afecto negativo (e.g., infelicidad) es más alto entre los adultos jóvenes que entre los adultos mayores, otras investigaciones señalan que no es exactamente cierto que a medida que envejecen las personas se sientan más insatisfechas (Fernández Ballesteros, 1999; Ormel, et al., 1998). Este fenómeno comúnmente se explica mediante la paradoja del bienestar, que sostiene que frente a perdidas objetivas que deberían predecir infelicidad, los adultos mayores experimentan elevados niveles de bienestar y optimismo (Arias et.al, 2012).
Por otro lado, en relación a la autoeficacia, si bien los estudios que exploran esta dimensión en los adultos mayores son escasos, los resultados no han mostrado la existencia de diferencias significativas en los distintos grupos de edad (Fernández Ballesteros, 2008). Sin embargo, se encontraron diferencias vinculadas al género: las mujeres perciben menos control interno y menos autoeficacia cognitiva y global que los varones (Fernández Ballesteros, 2009). En Argentina se encontraron resultados similares respecto de la autoeficacia, dado que no habrían diferencias significativas entre los grupos de edad de 44 a 54 años y de 60 a 70 años (Pavón & Zariello, 2011), ni respecto del de 76 a 86 años (Pavón, 2011). Sin embargo, la comparación por género permite observar resultados diferentes a los anteriormente mencionados, pues las mujeres percibieron mayor autoeficacia respecto del grupo de hombres (Pavón, 2011).
Considerando los lineamientos previos, la relevancia de este estudio consiste en conocer cuáles son las competencias socioemocionales instrumentadas en los diferentes momentos de la adultez y así aportar resultados que permitan en un futuro diseñar estrategias de educación emocional dirigidas a esta población en particular.

OBJETIVOS
Este estudio se propuso:
- Explorar el perfil de competencias socioemocionales en una muestra de adultos mayores la Ciudad de Buenos Aires.
- Comparar si existen diferencias en el patrón de competencias socioemocionales halladas entre adultos mayores y jóvenes.
- Comparar si existen diferencias en el patrón de competencias socioemocionales instrumentadas por las mujeres adultas mayores y jóvenes.

METODOLOGÍA

Participantes.
En este estudio se consideraron dos grupos:
a) Adultos mayores. Un total de 53 adultos mayores argentinos residentes de la Ciudad de Buenos Aires participaron en este estudio. La muestra intencional se conformó por un 77 % de mujeres y un 23 % de hombres. El rango de edad de los participantes se ubicó entre los 61 y los 79 años (M =69; DE = 4.2). Respecto del nivel educativo, el 14 % de los participantes indicó tener estudios primarios completos, el 44 % estudios secundarios completos, el 2 % estudios terciarios incompletos, el 26 % estudios terciarios completos, el 4 % estudios universitarios incompletos y el 10 % estudios universitarios completos. En cuanto al estado civil, el 8 % eran solteros, el 43 % casados, el 20 % divorciados y el 29 % viudos.
b) Jóvenes adultos. Para analizar las diferencias a nivel de las CSE, se consideró una muestra intencional de jóvenes adultos (n = 53) homologadas por la variable género con la muestra de adultos mayores. Así, la misma estuvo conformada por un 23 % de hombres y un 77 % de mujeres. El rango de edad estuvo comprendido entre 20 y 40 años (M = 28; DE = 5.4).
Para establecer los rangos de edad correspondientes a las dos etapas de la adultez, se consideró el criterio de las Naciones Unidas que establece que la adultez comienza aproximadamente a los 20 años y usualmente se divide en tres períodos: a) Adultez joven o juventud: 20 a 40-45 años; b) Adultez media: 45 a 60-65 años; c) Adultez mayor: 60-65 años en adelante. Para los ines de este estudio, se consideraron la etapa vital a y c.

Instrumentos:
• Cuestionario sociodemográfico: fue construido especialmente para este estudio. Permitió relevar las siguientes variables: género, edad, nivel educativo, estado civil, nacionalidad, ocupación y años de jubilación.
• Inventario de Competencias Socioemocionales (ICSE; Mikulic, 2013). Este inventario consta de 72 ítems y evalúa nueve competencias socioemocionales: conciencia de las emociones, regulación emocional, empatía, comunicación expresiva, autoeficacia, autonomía, comportamiento prosocial, asertividad y optimismo. Esta prueba utiliza una escala Likert de cinco puntos que va de 1 (desacuerdo) a 5 (acuerdo). El instrumento posee una adecuada consistencia interna, los coeficientes alpha de las distintas dimensiones varían entre .74 y .86 (Mikulic, et al., 2013).

Procedimiento.
Este estudio se desarrolló en el marco del proyecto de investigación UBACyT 2002010010046: Inteligencia emocional, resiliencia y calidad de vida: estudio de los aspectos psicosociales y diferenciales de las competencias socioemocionales en contextos naturales. Los participantes fueron invitados en el marco de talleres recreativos para adultos mayores que se dictaron durante el año 2013 en la Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Todos prestaron su consentimiento como resguardo ético antes de completar la batería de pruebas que incluía la posibilidad de realizar una entrevista de devolución. Finalmente, veintiséis participantes optaron por realizar una entrevista de devolución al inalizar el proceso evaluativo. Dos investigadores formados al interior del equipo UBACyT llevaron adelante la administración, interpretación y devolución de los datos. Análisis de Datos.
Los datos fueron procesados con SPSS V. 20. Se analizaron los supuestos necesarios para realizar las pruebas de hipótesis. Dado que no se cumplió el supuesto de normalidad de los datos y considerando el nivel de medición de las variables, se utilizó el test no paramétrico U-Mann Whitney para procesar los mismos.

RESULTADOS
1-Análisis descriptivo de competencias socioemocionales en adultos mayores
En la Tabla 1 se presenta el patrón de competencias socioemocionales de la muestra de adultos mayores. Éstos se caracterizan por un mayor nivel de asertividad (M = 32.98; DE = 5.46); optimismo (M = 31.30; DE = 4.95); autoeficacia (M = 30.22); comunicación expresiva (M = 29.56; DE = 5.4) y conciencia emocional (M = 28.5, DE = 5.61), respecto de las otras dimensiones.

Tabla 1. Medias, desviaciones estándar, puntajes medios mínimos y máximos
de las competencias socioemocionales en adultos mayores.

2- Análisis comparativo de las competencias socioemocionales entre adultos mayores y jóvenes adultos.
El análisis de las competencias socioemocionales de acuerdo con la etapa vital de los sujetos, muestra diferencias entre los patrones de los adultos mayores (vs. los jóvenes adultos). Como se observa en la Fig. 1, las competencias socioemocionales como el optimismo (U = 1046.50; p < .05); la asertividad (U = 1605; p < .05); la regulación emocional (U = 944; p < .05) y la autonomía (U = 1114; p < .05), fueron más elevadas en la muestra de adultos mayores, en comparación con la muestra de jóvenes adultos. No se encontraron diferencias significativas entre los grupos de edad para las otras competencias.

3- Análisis comparativo de las competencias socioemocionales en mujeres.
En la Fig. 2 se muestran las diferencias entre el patrón de las competencias socioemocionales en las mujeres de ambos grupos (adultos mayores y jóvenes adultos). Se encontraron diferencias en los puntujes obtenidos en las variables asertividad (U = 583; p < .05) y regulación emocional (U = 502.5; p < .05). Éstos fueron más elevados en mujeres mayores de 60 años. No se encontraron diferencias significativas entre los grupos de edad para las otras competencias.

DISCUSIÓN
El presente estudio tuvo como objetivo tanto describir las competencias socioemocionales que instrumentan los adultos mayores de una muestra de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) como contrastar las posibles diferencias a nivel de las competencias socioemocionales vinculadas a la edad. La muestra de adultos mayores respetó las características demográficas advertidas por el último censo (INDEC, 2010) que evidencian mayor proporción de mujeres en este grupo etario.

Los resultados de esta investigación permitieron identificar a nivel intragrupo que en esta muestra de adultos mayores de la CABA prevalecen las siguientes competencias socioemocionales: asertividad; optimismo; autoeficacia; comunicación expresiva y conciencia emocional. Por otro lado, a nivel intergrupo, la comparación de las competencias socioemocionales instrumentadas por una muestra intencional de jóvenes adultos, permitió concluir que a diferencia de los más jóvenes los adultos mayores contarían en mayor medida con la capacidad de buscar y mirar el lado positivo de la vida y mantener una actitud positiva incluso en las situaciones adversas (optimismo). Asimismo, contarían con la capacidad de ejercer o defender sus derechos personales (e.g., decir "no", expresar opiniones contrarias o desacuerdos y manifestar sentimiento negativos) sin permitir que los manipulen, como lo hace la persona sumisa, ni que se violen los derechos de otras personas, como lo hace la persona agresiva (asertividad). A su vez, tendrían mayor capacidad para mantener, aumentar o suprimir un estado afectivo en curso (regulación emocional) y mayor capacidad de sentir, pensar y tomar decisiones por sí mismos (autonomía). Estas diferencias encontradas a favor del grupo de adultos mayores son consistentes con estudios previos que sostienen que los adultos mayores experimentarían más bienestar y optimismo que los jóvenes adultos (Arias et.al, 2012). Asimismo, apoya la evidencia de que los adultos mayores se caracterizarían por instrumentar mayor regulación emocional que los más jóvenes (Baltes, 2000; Heckman & Blanchard-Fields, 2008; Márquez-González, de Trocóniz, Cerrato & Baltar, 2008) y que las mujeres de la tercera edad serían más competentes en regular sus emociones que las más jóvenes. Estos resultados permiten sustentar la hipótesis de la madurez emocional asociada al envejecimiento (Lawton et al., 1992). De acuerdo con esta la experiencia acumulada por los adultos mayores a lo largo de su vida les proporcionaría mayor capacidad para ejercer control sobre sus emociones, evitando así la sobrecarga emocional.
Parecería ser que determinados factores psicológicos, como algunas CSE, en lugar de perecer con la edad, se mantendrían y desarrollarían a lo largo de la vida.
La importancia de conocer cómo se instrumentan las CSE en la vejez reside en los aportes que significan estos resultados a la hora de delimitar intervenciones o programas tendientes a poder entrenar emocionalmente a esta población. Se ha demostrado que las competencias socioemocionales pueden ser aprendidas y desarrolladas (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, 2007). En este sentido, los resultados de esta investigación plantean posibles líneas de intervención a tratar en esta etapa de la adultez, pues por ejemplo, tal como ha sido advertido en la literatura no se encontraron diferencias a favor de la conciencia emocional respecto del grupo más joven (Thomas, 2002). Por este motivo, uno de los ejes fundamentales de las estrategias de promoción en esta etapa podría circunscribirse a entrenar a los adultos mayores en prestar atención y decodificar con precisión las señales emocionales de sí mismos y de los otros, dado que dicha competencia es un pilar fundamental para el resto de las competencias socioemocionales.
En conclusión, el envejecimiento poblacional además de ser un reto económico, político y social a nivel internacional (Magnus, 2010), ha impuesto nuevos desafíos para los profesionales de las diferentes disciplinas. Se ha pasado de una preocupación cuantitativa (i.e. aumentar la longevidad de las poblaciones) a una preocupación cualitativa (i.e. mejorar la salud y el bienestar de las personas). Así, en el caso de nuestra disciplina, se impone la necesidad de responder cuáles son los factores psicológicos que favorecerían un buen envejecimiento. En este sentido, la evaluación psicológica puede responder a estas nuevas demandas de la sociedad actual, proporcionando instrumentos validados ecológicamente que permitan conocer cómo se comportan determinados factores, como las competencias socioemocionales, en las diferentes culturas. En ultima instancia, profundizar en el conocimiento de las CSE posibilitara pensar en acciones y programas que mejoren en definitiva la calidad de vida de nuestros adultos mayores.

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Fecha de presentación: 29 de abril de 2014
Fecha de aceptación: 27 de octubre de 2014

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