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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.22 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2015

 

Psicoanálisis

Lo traumático y lo tíquico en la experiencia analítica: estudio sobre la complicidad del ser hablante con el azar*

The trauma and tyche in the analytical experience: investigation on the complicity of the speaking being with the fortune

Muraro, Vanina1; Alomo, Martín2; Lombardi, Gabriel3

*El presente trabajo se enmarca en la producción científica del Proyecto UBACyT20020100100104: “Presencia y eficacia causal de lo traumático en la cura psicoanalítica de las neurosis: Investigación sobre la complicidad del ser hablante con el azar (tique). Estudio de casos en el Servicio de Clínica de Adultos de la Universidad de Buenos Aires”, dirigido por uno de nosotros.

1 Doctoranda. Licenciada en Psicología, Universidad de Buenos Aires. Investigadora Becaria UBACyT. Miembro del Foro Analítico del Río de La Plata. Analista Miembro de la Escuela de los Foros del Campo Lacaniano. E-mail: vmuraro@psi.uba.com

2 Magíster en Psicoanálisis. Profesor y Licenciado en Psicología, Universidad de Buenos Aires Investigador UBACyT. Miembro del Foro Analítico del Río de La Plata. Miembro de la Escuela de los Foros del Campo Lacaniano.

3 Médico y Doctor en Psicología, UBA, Profesor Titular de Clínica Psicológica de Adultos I. Director de Proyectos UBACyT. Investigador Categoría I del Programa de Incentivos a docentes investigadores del Ministerio de Educación. Miembro fundador de la Escuela de los Foros del Campo Lacaniano.

RESUMEN
En el presente artículo nos proponemos revisar, a la luz de los resultados arrojados por la conclusión de nuestro proyecto de investigación “Presencia y eficacia causal de lo traumático en la cura psicoanalítica de las neurosis: Investigación sobre la complicidad del ser hablante con el azar (tique). Estudio de casos en el Servicio de Clínica de Adultos de la Universidad de Buenos Aires”, la hipótesis principal de dicha investigación, planteada en los siguientes términos:“El método psicoanalítico permite despejar la causalidad por elección que interviene en la estructuración, la elaboración y la resolución de la neurosis; esa causalidad se realiza y se manifiesta a través de las incidencias tíquicas de la repetición en sus diversas formas, entre las cuales están lo traumático en su relato historizado, el ocasionamiento de los síntomas, y sus actualizaciones transferenciales”. Además, consignaremos el modo en que hemos podido aislar, formalizar y observar algunas variables intervinientes en el corpus de casos seleccionado como muestra, proveniente del Servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología, que funciona en la ciudad de Avellaneda.

Palabras clave:
Azar - Trauma - Elección - Tique - Neurosis

ABSTRACT
In this article we propose to check, in the light of the results produced by the conclusion of our project of investigation “Presence and causal eficacy of the trauma in psychoanalytic treatment of neurosis: Investigation on the complicity of the speaking being with the fortune (tyche). Study of cases in the Service of Adults’ Clinic of the University of Buenos Aires", the principal hypothesis of the above mentioned investigation, raised in the following terms: “The psychoanalytic method allows to clear the causality by choice that intervenes in the structure, production and resolution of the neurosis; this causality is realized and demonstrated across the tychique incidents of the repetition in its diverse forms, between which are the traumatic tale and its transferencial updates “. In addition, we will record the way in which we could have isolated, formalize and to observe some intervener variables in the corpus of cases selected as sample, from the Service of Adults’ Clinic of the Faculty of Psychology, in Avellaneda’s city.

Key words:
Fortune - Trauma - Choice - Tyche - Neurosis

Introducción
El estudio teórico-bibliográfico y clínico de la dimensión “tíquica” (efectos de encuentro o de fortuna) en la causación de las neurosis y en sus distintas manifestaciones en el tratamiento psicoanalítico produjo un gran impacto en el equipo, al volver evidente que una parte considerable, y plausiblemente la parte decisiva de lo que en psicoanálisis llamamos “determinación”, se produce antes o por fuera de los mecanismos en que los efectos de la causa se demoran.
Constatamos que Freud no sitúa lo psíquico a nivel del mero mecanismo, como resultado de una respuesta dilatoria, de obstrucción, ante lo encontrado. La repulsa o el disgusto, incluso la re-petición compulsiva que caracteriza al síntoma, suelen ser precedidas y luego acompañada, por momentos electivos (electivemoments) en los que el sujeto se hace cómplice silente de una situación que aparentemente sufre y rechaza. Desde la perspectiva que hemos tomado, el síntoma se transforma en el índice no solamente de una colaboración somática (somatische Entgegenkommen), sino también de una complacencia moral ante lo que supuestamente se rechaza (moralische Entgegenkommen). El síntoma es, desde esta perspectiva, el desgarramiento del ser moral, para retomar los términos de Lacan en su seminario La ética del psicoanálisis.
El interés teórico de nuestro equipo ha virado entonces desde el estudio psicopatológico de los mecanismos psíquicos hacia la investigación de la implicación del ser hablante en su posición sintomática ante sus preferencias pulsionales y de deseo.
Desde esta perspectiva, incluso la fantasía ya no puede ser considerada solamente como un marco fijo, sino que es la posición neurótica en el deseo, con lo que el término “posición” tiene de acto, desde la toma de posición a la posición tomada. La fantasía como posición y sostén del deseo inhibido, es una cierta actividad que atempera y disimula la división subjetiva del síntoma, cortocircuitando el deseo en una satisfacción pulsional más o menos autoerótica, que desconecta el deseo del neurótico de aquello que le permitiría una realización del deseo auténtica: el deseo del Otro.
En relación a lo traumático, esto se traduce clínicamente en la evitación del acto propio del ser hablante, que es el decir, por el que una legalidad podría si no restablecerse, al menos invocarse. El silencio cómplice se encuentra siempre en las coordenadas de producción de la neurosis.
Lo específico del ser hablante es entonces su apertura electiva a una causalidad por libertad. El lenguaje que induce su constitución, su estructuración, es al mismo tiempo fuente de programación y de azar, de necesidad y de accidente que permite zafar de dicha necesidad.
Algunas referencias de la enseñanza de Lacan resultaron particularmente esclarecedoras del camino para encontrar la dimensión de lo tíquico en la clínica, y para releer a Freud en la entereza ética con que avanzó, tanteando los primeros efectos del método libertario que propuso.
Por otro lado, alentados por la necesidad de encontrar herramientas para el análisis de lo tíquico en la teoría y en la práctica del psicoanálisis, nos encontramos en la necesidad de revisar los antecedentes de la cuestión en el pensamiento filosófico. Ya en Aristóteles se encontraron precisiones sobre lo tíquico, que no sólo se diferencia de lo autómaton, sino también de la tékne.

Antecedentes filosóficos de lo tíquico
¿Por qué ocurren las cosas? ¿Cuáles son sus principios? Estas preguntas son anteriores aún, en Aristóteles, a la pregunta por la causa. De algún modo, podemos decir que la pregunta por la causa se inscribe en el problema más general de los principios. Ellos -dice el filósofo- son tres: materia, forma y privación1. Se trata de distintos principios que originan las cosas. Una primera distinción es entre poíesis y génesis, aunque lo principal de ambos conceptos es el acontecimiento de algo que adviene desde el no-ser al ser; y es justamente en la fisis donde se da de manera evidente este acontecer. En nuestra investigación, no nos adentraremos en una elucidación respecto de los alcances posibles de los principios aristotélicos.
Simplemente, a modo de avance, nos interesa dejar señalado el marco en el que se inscribe el problema de las causas. En este marco, fisis y tékne como principios originarios, ya sea por vía de la generación o de la creación, dan la clave más general de la localización del problema: las cosas se originan por fisis o por tékne.
Además, según explica Aristóteles, hay causas de contrarios. Este punto es importante, ya que articulado a la noción de stéresis, privación -tercer principio, junto a fisis y tékne- nos permite obtener una importante clave de lectura para la conceptualización de la tique y lo autómaton.
Uno de los ejemplos que da al respecto es el del timonel de un navío: su presencia puede significar la estabilidad en la navegación y su ausencia puede ser causa de un naufragio2.
A propósito de tique y autómaton, en la Metafísica leemos: “Las cosas llegan a ser o por tékne, o por fisis, o por tique, o por autómaton. La tékne es un principio que está en otro, la fisis un principio que está en la cosa misma (pues un hombre engendra a un hombre), y las demás causas son privaciones de éstas”3. Esto nos permite deducir que lo autómaton es una privación de la fisis y la tique una privación de la tékne.
Paradójicamente, no es por ausencia de la técnica del analista que ocurre el encuentro tíquico en análisis, sino a raíz de la misma. Es la regla fundamental la que lo promueve, y la presencia del analista la que le hace lugar. Un fallido sin analista, en el mejor de los casos, puede alcanzar la dignidad del chiste; sólo su presencia puede darle “reconocimiento” a tal accidente. Sin embargo, la particularidad de la técnica del analista excluye de plano toda tékne entendida como manufactura del hombre considerado como agente externo del objeto que produce. La técnica del analista consiste, en cambio, en propiciar las condiciones para que el ser hablante encuentre, como por azar, a través de los puntos de inconsistencia y de impotencia del discurso, la incidencia del encuentro con la falta del Otro. Esta incidencia atenúa la hegemonía de aquellos significantes amos que habían comandado la vida del ser hablante, inadvertidamente, propiciando ahora la reconsideración de los mismos, desde un lugar novedoso.
La tique guarda una particular relación con la causa final: se sirve de ella para equivocarla. La tique altera el programa, equivoca la secuencia, desprograma la intención.
Las manifestaciones tíquicas en la clínica ponen de manifiesto lo que no estaba en el programa del Otro, y todavía algo más interesante: que el analizante puede ser cómplice de la novedad. La táctica del analista se orienta hacia la promoción de ese accidente que, eventualmente, si el analizante quiere, puede coincidir con las condiciones performativas del decir4.
Entre los diversos conceptos para los cuales se buscaron herramientas lógicas y/o filosóficas, está el de voluntad, que en psicoanálisis se liga con el deseo, con la satisfacción, con la fijación, con la persistencia.
Lacan consideró que la salida lógica de la alienación impuesta por el significante (elecciones forzadas o enajenantes de tipo vel… vel…(o bien… o bien) puede estar dada por el deseo actuado pulsionalmente en relación a otro deseo, realización que es ya del orden de un velle, si permite una elección en que implica una satisfacción, pero también un pago que hace lugar al deseo del Otro5.
La noción de una voluntad inconsciente, que puede realizarse tíquicamente, nos permitió otro modo de acercarnos a la cuestión de la responsabilidad en psicoanálisis.
Además de algunos autores del psicoanálisis, Freud, Lacan, Colette Soler entre otros, también en autores como Kant, Kierkegaard, Schopenhauer y Heidegger.
De Königsberg proviene la idea de causalidad por libertad, y es considerada en un sentido apriorístico: la condición de todo ser racional es la de concebirse como un ser libre de ejercer su voluntad, siendo la libertad un atributo de dicha voluntad6. Heidegger, por su parte, poco después de la publicación de Ser y tiempo, en el curso de 19307, produce un desvío sobre la propuesta kantiana: la libertad no es un atributo de la causalidad (voluntad), sino que la causalidad del Dasein puede darse únicamente en el contexto de la libertad8. De este modo, además de dejar señalado que la libertad no es una cualidad de la voluntad, Heidegger despega el tratamiento de la misma como un objeto intramundano. Lejos de ello, en su propuesta la libertad constituye el marco de emergencia del Dasein, condición principal de la existencia.
Este mismo punto abona la cuestión de una toma de posición previa a toda elección por esto o aquello. En 1927, en la “Segunda Sección” de Ser y tiempo, a propósito del problema del ser relativo a la muerte, y centrado en el problema de cómo salir de la inautenticidad que puede sumir al Dasein en lo indiferenciado, el Das Man, Heidegger plantea que lo único que puede arrancar de allí al Dasein es la elección (Wahl).9
Sólo ella puede arrancarlo de su estado de impropiedad e inautenticidad. Pero no se trata de una elección ingenua, directa, referida a un objeto del mundo.
Se trata de una elección en la que entra en juego misteriosamente die Stimme des Gewissens, sintagma que suele ser traducido como “la voz de la conciencia”.10 Mas entra en juego de un modo muy curioso, ya que no se trata de una voz que habla hablando, sino de una voz que habla sin hablar, en el silencio. “La conciencia habla única y constantemente en el modo de callar”.11
¿A quién le habla? Al Dasein, aunque lo hace sin hablar, en un silencio de auscultación. Se trata entonces de una voz de la conciencia distinta de la que estamos acostumbrados a imaginar y a entender en el sentido figurado del sintagma, donde habitualmente la conciencia es la que habla; en este caso, la conciencia heideggeriana del Dasein calla y escucha. ¿Cómo es que escucha? En el silencio, únicamente allí, en el puro silencio de estar. La idea es que en el estar siendo del Dasein, en su “dejarse ser” en el seno de la libertad, pueda escuchar esa especie de voz silente que lo escucha, y lo insta a que salga de su impropiedad, de su inautenticidad. ¿De qué modo? Eligiendo su ser más auténtico. Pero para ello, Heidegger entiende que es necesario una predisposición lógicamente anterior: elegir la propia elección, es decir elegir elegir . De este modo, elegir elegir es el camino auténtico de la vocación, es decir de que “lo que voca” permita sentirse invocado al ser auténtico del Dasein12. A continuación, en el parágrafo 57, Heidegger se explayará sobre “la conciencia como vocación de la cura (Sorge)”.13
Mucho antes, en el capítulo IV de La fenomenología del espíritu, “La verdad de la certeza de sí mismo”, a propósito de la dialéctica del amo y el esclavo, Hegel nos permite inferir una elección previa que condiciona la posibilidad de la “elección forzada” y la determina como segunda.
“Sin esa lucha a muerte por puro prestigio, no habrían existido jamás seres humanos sobre la tierra”, arriesga Kòjeve. Y este punto, el de poner en riesgo la vida para obtener el reconocimiento del otro, es central en la dialéctica del amo y el esclavo.
Sabemos que Lacan ha apoyado sus elaboraciones en relación a la alienación y a la separación en esta referencia hegeliana, tamizada por la enseñanza de Kòjeve. Y al respecto, como Hegel, Lacan también plantea la cuestión en términos electivos.
La elección planteada en La fenomenología del espíritu está referida a la posición de cada autoconciencia en un encuentro azaroso. Este punto también es de suma importancia: para afirmarse como otro yo, radicalmente diferente de otra autoconciencia, su no-yo, este otro yo debe también participar de la disputa. De algún modo, ambos contendientes deben poder -y querer- elegirse como tales. Kójeve lo comenta así: “Mas eso sólo es posible a condición de que ellos adopten comportamientos opuestos en esa lucha. Por actos de libertad irreductibles, es decir imprevisibles o ‘fortuitos’, deben constituirse en tanto que desigualdades en y por esa misma lucha. Uno de ellos, sin estar de ningún modo ‘predestinado’, debe tener miedo del otro, debe ceder al otro, debe negar el riesgo de su vida con miras a la satisfacción de su deseo de ‘reconocimiento’.”14
La sumisión del otro a instancias del amo, con miras a obtener el reconocimiento de aquel en tanto esclavo, no es sin problemas para quien somete. En primer lugar, al devenir esclavo el vencido, y como tal rebajado de la dignidad humana hacia la naturaleza de animal o cosa, el reconocimiento que éste puede brindar es un reconocimiento de un ser caído, por lo tanto el amo no obtiene el reconocimiento de un par, de un hombre libre. Por otra parte, aun tratándose de un reconocimiento pobre y deslucido por tratarse de un reconocimiento servil, sin embargo es fundamental para el mantenimiento del amo como tal, ya que únicamente a través de él conserva su lugar de amo. Esto implica que en la lucha a muerte por puro prestigio, el amo deberá someter al esclavo y no matarlo, ya que si lo aniquila absolutamente perderá incluso su propia condición dominante.
El amo ha devenido tal arriesgando su propia vida, y venciendo incluso al verdadero amo absoluto: la muerte. ¿De qué modo ha vencido a la muerte? Habiendo preferido arriesgar su vida antes que perder su libertad, y de este modo ha vencido también al esclavo, cuya autoconciencia se ha quedado amarrada a las cosas del mundo y confundido con ellas, al no querer arriesgar su vida animal. De este modo, ante la opción libertad o muerte, el esclavo ha decidido conservar la vida, y en dicha elección, ha perdido ambos términos de la elección. El amo, en cambio, al haber optado por la muerte, conserva ambas alternativas al haber arriesgado su vida animal en pos de su dignidad de hombre libre.
De todos modos, es necesario modular esta elección forzada con el señalamiento de Kòjeve mencionado anteriormente: aun antes de elegir entre libertad o muerte, hay un factor contingente que configura el encuentro, siempre fortuito, entre una y otra autoconciencias. Esto nos permite delinear la necesidad lógica de una elección previa: la de elegir participar en la disputa por puro prestigio, elección que se expresa en el hecho de reconocer al otro como tal, para luego querer destituirlo de ese lugar, sometiéndolo. Este punto dialoga con Heidegger, a propósito de su noción de elegir elegir: antes de optar entre A ó B opciones, se debe elegir elegir. Esta elección previa matiza la cualidad de “forzada” de la elección entre libertad o muerte: algún yo podría querer permanecer en la infinitud de la cosa en sí, del puro sentimiento de sí, sin admitir nunca la existencia del otro término. Este punto electivo es particularmente sensible para pensar el problema de la elección de estructura. De este modo, a través de los antecedentes filosóficos del problema de la libertad y de la elección, hemos llegado a aquella “insondable decisión del ser” mencionada por Lacan en Bonneval, en 194615.
En la sesión del 8 de diciembre consignada en los “Apuntes originales” del Hombre de las Ratas, Freud pone a cuenta de una posición paradojal de elegir no elegir, el ocasionamiento de la neurosis: “(El enfermo) no vislumbra que para escapar a este conflicto -entre la joven costurera y la mujer rica- se ha refugiado en la enfermedad”, anota16.
La relación determinante con el ser que se juega en los momentos decisivos es aquella que suspende todo lo que tiene que ver con los ciclos de las generaciones y de las corrupciones, y con la historia misma, llevándonos al nivel más radical, en tanto que el ser está suspendido del lenguaje. El lenguaje en cuestión ya no es allí el de los mecanismos, es el del “sí” y del “no” en que se decide un acto, es el de la metonimia por el que se ahueca un lugar para el deseo, esa metonimia del sujeto en el ser.
Aquello de lo que el sujeto ha de curarse entonces es de su evitación de lo que encuentra, de su “no” y “sí” simultáneos o alternantes, de sus “ni” que camulan sus márgenes de libertad.
Un evento traumático no tiene valor causal de la neurosis, si no está allí la ambigüedad por la que el psicoanálisis habrá de proponer, en lugar del término paciente, aquel otro de analizante, ya que no sólo padece en su síntoma, también, al mismo tiempo allí actúa, división subjetiva entonces.
Se entiende ahora la perspectiva en que Lacan airma que el sujeto es heureux: es feliz, si está en su hora (heure), si advierte que lo que acaece es una oportunidad electiva, de tomar o de rechazar, pero decididamente, pagando el precio que siempre supone una opción verdadera. “El sujeto es dichoso porque no puede deberle nada sino a la fortuna (heur), y que todo acontecimiento fortuito le es bueno para lo que lo mantiene, la repetición”. Lo que lo reduce a la felicidad es su dependencia de la estructura, vale decir, eso que deja siempre ese margen de libertad por el que una satisfacción puede encontrarse en el cambio de objeto, en “la distancia mantenida entre el sujeto y sus atributos [sin la cual] no podría calificarse a la gavilla de avara y odiosa. Porque hay una sintaxis, un orden primordial de significante, el sujeto es mantenido separado, diferente de sus cualidades”17.
El campo analítico, donde se define la posición responsable por las mociones pulsionales y desiderativas, incluso por aquellas en las que el sujeto no se reconoce -aun por el contenido de los sueños- implica que el ser hablante tome la palabra18. El planteo lacaniano que define al fin consciente por exclusión de las categorías óntica y ontológica, ya que lo considera ético, implica la decisión de hablar: hay que decirlo19. O lo que es lo mismo, el único modo de no salirse del campo psicoanalítico es el de responsabilizarse por las mociones de deseo y pulsionales, aun cuando se trate de unas vergonzantes o políticamente incorrectas. El modo de hacer uso de esta responsabilidad en el análisis consiste en practicar la asociación libre a través de un acto de habla, lo que caracteriza la posición analizante. Asociación libre que podríamos caracterizar como una paradoja freudiana, planteada en los siguientes términos: elija no elegir.
El método psicoanalítico propicia el campo disponible para que el paciente se explaye, configurando a su gusto y voluntad los avatares de la entrevista. Puede hablar de lo que quiera, sea cual fuere el tema con que comience, y como sea que se le ocurra proseguir. Considerado de este modo, el análisis demandaría del paciente que simplemente hable, que diga lo que quiera. Sin embargo, este es sólo un aspecto, y por eso mismo, no explica el método.
Es cierto que en el análisis el paciente dice lo que quiere, pero no es menos cierto que dice lo que puede.
También, debemos considerar que dice más de lo que querría. De todos modos, los efectos analíticos que el método pueda ocasionar dependen no tanto de lo que el paciente diga, sino de lo que sea capaz de escuchar, y efectivamente escuche.
El decir lo que se quiere es sólo un aspecto, decíamos, porque hay una regla que el análisis demanda, sólo una: el cumplimiento de la llamada “regla fundamental analítica” o asociación libre. Freud la expresa en varios lugares de su obra con ligeras variantes, aunque en términos similares en lo que hace a lo fundamental. Lo principal de ella se resume en lo siguiente: que el paciente hable suspendiendo la intencionalidad, suspendiendo su juicio respecto de las ocurrencias que avienen a su discurso, y que las diga sin más, sin omisiones. Aun cuando le parezcan tonterías o temas que no vienen al caso, fuera de lugar20.
Resumiendo el punto, entonces, la regla fundamental se apoya en dos principios rectores: el de no omisión y el de no sistematización, tal como los caracterizará luego Jacques Lacan en su escrito “Más allá del principio de realidad”21.
A propósito de dicha regla, a pie de página, Freud escribe: “Es indispensable, y aun ventajoso, comunicarla en los primeros estadios del tratamiento; más tarde, bajo el imperio de las resistencias, se le deniega la obediencia y para cada cual llega siempre el momento en que habrá de infringirla”22.
La transgresión anunciada por Freud para cada cual, si bien obedece al influjo de las resistencias, se apoya también en una condición estructural, una estructura paradojal inherente a la misma regla que se prescribe.
Observemos el siguiente fragmento: “Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse: esto o estotro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo.
Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella, y aun justamente por haber registrado una repugnancia a hacerlo”23.
Notamos que el método le dirige al paciente la siguiente demanda: usted está habituado a decidir qué incluir y qué no en su discurso, pues bien, no lo haga. Dicho en otros términos: usted debe tomar la siguiente decisión: no elija la textualidad de su discurso; o también: suspenda su juicio, de modo de no elegir qué palabras decir y cuáles no, dígalas todas, relate sus ideas sin excluir ninguna.
Al leer la regla fundametal de este modo, en clave electiva, notamos que la demanda de suspender el juicio recae sobre la capacidad electiva consciente. Lo curioso en esta misma lectura, es que lo que se le demanda también consiste en un factor respecto del cual el sujeto deberá expedirse electivamente: elijo dirigirme a usted de este modo, participaré del juego que me propone, o bien, preferiría no hacerlo. Ambas posibilidades son decisiones que quedan a cuenta de la libertad electiva del paciente.
En caso de que opte por la primera alternativa, podrá pasar a la posición de analizante.
No se trata de un libre albedrío, sino de elegir en acto alguna de las opciones, ya sea la vía del análisis o su rechazo, en acto. En el caso del repudio al influjo analítico, seguramente se tratará de un acto electivo diverso que en el caso del analizante. Para este último, sabemos, se tratará de una decisión de suspender el juicio y asociar libremente, subsidiado por el acto del analista, quien desde su posición, sostiene el lugar del oyente al que se dirigen las palabras del analizante.
“Elija no elegir… ya veremos cómo no podrá hacerlo”, es el planteo paradojal de la regla analítica leído en clave electiva. Encontramos en esta condición específica del método analítico, la imposibilidad de cometer el paciente aquello que se le demanda. Por este motivo es que señalábamos que antes aun del influjo de las resistencias, la regla misma porta una condición de imposibilidad respecto de lo que prescribe.
Lejos de encontrar en este rasgo un defecto del método, situamos en él más bien su potencia: la de localizar la imposibilidad, los puntos de impasse que indefectiblemente advendrán en el trabajo analítico, señalando el camino del mismo.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, es posible leer los momentos resistenciales en el análisis, caracterizados por alguna transgresión a uno de los dos principios rectores de la regla analítica o a ambos -no omisión y no sistematización- de un modo distinto al acostumbrado.
Ahora, las resistencias no son las únicas determinaciones que atentan contra el cumplimiento de la regla fundamental, sino que van en el mismo sentido de la imposibilidad estructural que ella misma porta. De este modo, podemos hablar de una imbricación entre resistencias e imposibilidad lógica, a analizar según el caso. Tal vez aquellas enciendan a ésta, tal vez ésta denuncie a aquellas.
Esta elaboración realizada a partir de una revisión acorde a los objetivos del proyecto de algunas referencias teóricas fundamentales, permitirá otra perspectiva clínica de la culpabilidad y de la responsabilidad, y del deseo, con correlatos clínicos inmediatos.

El azar y los momentos electivos en el análisis
Los acontecimientos disruptivos de la historia y de la actualidad de los síntomas neuróticos del ser hablante, punto sensible de nuestra investigación, advienen en la experiencia clínica a través de la palabra. Por lo tanto, es en el trabajo de la historización, que toma como punto cero de su recorrido la división del sujeto articulado a las actualizaciones sintomáticas, que las manifestaciones tíquicas tomarán un valor analizante, eventualmente, en el encuentro con el analista.
En este punto, debemos decir que la clave de lo que señalamos se encuentra cifrada en la siguiente oración: “La complicidad del ser hablante con el azar, tique”. Podríamos creer que la transliteración del término griego explica el azar. Sin embargo, el azar representa un campo más amplio que la tique, ya que lo autómaton también se inscribe en las causas azarosas establecidas por Aristóteles.
Por lo tanto, al decir tique, nos referimos al consentimiento del ser hablante con los accidentes que el discurso le impone. Es decir que la tique es un nombre de la complicidad del ser hablante, electivo, con el azar.
Y si lo que nos importa en la clínica es la producción del sujeto a través del ejercicio de la palabra, ya que trabajamos haciendo lugar a la historización del sujeto, también estamos en condiciones de afirmar que la tique que nos interesa, entonces, es la que adviene en la palabra. Ella misma portadora de las marcas electivas, en las que el sujeto ha consentido o rechazado el (des)encuentro contingente.
Como señala Lacan en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, a modo de preámbulo de sus desarrollos sobre la repetición distribuida en tique y autómaton, la etiología de las neurosis radica en una hiancia causal. Allí, en ese agujero hiante, traumático, la causalidad significante de las neurosis hace notar su eficacia en la clínica. Por ello mismo, es en tanto ser electivo que el ser hablante reúne la aptitud requerida para el trabajo analizante. Esta indicación es dicha implícitamente, en la caracterización que Lacan hace del inconsciente: ni óntico ni ontológico, ético24.
Allí, en ese punto ético, en el que de lo que se trata en la clínica es de producir el inconsciente, cada vez, aquella hiancia causal tiene chance de re-editarse, repetidamente.
Tal vez, podamos leer en esta indicación lacaniana, una nueva versión de aquella máxima freudiana: al enemigo no se lo puede vencer in effigie o in absentia. Si la causalidad significante de las neurosis tiene sede en el agujero hiante en el que el sujeto es aspirado por lo real, antes aún de que asome las narices agarrado a algún significante, eso significa que cada vez que el analizante emerja nuevamente de ese vórtice silente, si lo hace como analizante -y no como paciente ni como enfermo- la complicidad ya está echada. Es decir la suerte. Alea jacta est, lo cual equivale a decir: una de las caras del dado ha sido leída25.
Por lo tanto, los Gedanken freudianos, los pensamientos inconscientes, comienzan a pensar en el punto de ser de la hiancia, “el yo pienso se vuelca en la hiancia del yo soy”, dice Lacan en el Seminario XI. Y este punto nos permite pensar, desde otro lugar, la emergencia de lo real en la clínica, a partir de una de las clásicas definiciones lacanianas: lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar.
En este caso, ¿de qué lugar se trata? Lo real es lo que vuelve siempre al lugar del límite del rememorar, ya que “eso anda hasta cierto límite”, precisa. Lo real es lo que vuelve siempre al des-encuentro del pensamiento con el ser. Allí, en ese punto, la tique adviene sembrando discordancia entre anticipación y retroacción: aquella es traicionada por esta, lo previsto resulta decepcionado; lo buscado, eludido. En cambio, tique: otra cosa, imprevista. Allí, cuando sale de ese tropiezo el analizante, como tal, ya es cómplice del azar; o dicho de otro modo, es sujeto-efecto del significante que emerge de lo tíquico.
Al pensar en el ejemplo canónico de La física -ejemplo de tique- el del hombre que va a la plaza y se encuentra allí con un deudor que estaba recibiendo dinero, y que entonces le restituye lo adeudado, con lo cual, resulta que el primero fue a la plaza, finalmente, para recuperar su dinero, se suele olvidar la consideración de un aspecto sustancial. No sabemos qué es lo que va a hacer a la plaza aquél, si va a pasear o a encontrarse con amigos, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no va en calidad de acreedor del otro personaje de la historia. ¿Por qué? Porque Aristóteles es claro: para que sea tique, es decir causa por accidente en un ser capaz de elección, el evento fortuito no debía estar en el programa. Es decir que la tique siempre, por definición, es sorpresiva. Esto nos lleva a pensar que al encontrarse en la plaza ambos personajes, uno debió aceptar al otro como acreedor, y el otro debió reconocer al otro como deudor. Únicamente este movimiento es el que habilita al paso siguiente: el pago de lo adeudado. Allí, el hecho consumado da cuenta de una decisión tomada en un reconocimiento mutuo. Estos dos hombres -representantes de sendas cadenas causales, según Aristóteles- como pareja de acreedor y deudor son cómplices del azar.
Ello equivale a decir que estos personajes del ejemplo aristotélico participan de lo tíquico a través de la complicidad del Otro del discurso. Acreedor y deudor son figuras pertenecientes a un tipo de discurso, un tipo de lazo social específico, económico si se quiere. Pero antes aún, son categorías del lenguaje, significantes.
Y allí, en esa hiancia causal en que Lacan sitúa la etiología de las neurosis, en ese punto en que la pulsión tendrá la posibilidad de aislarse para nosotros, en la clínica, el sujeto, al relacionarse con el Otro que implica en él la cadena significante, se ve envuelto -lo cual también significa implicado- en las determinaciones y en las posibilidades que el desarrollo de dicha cadena habilite. Así, la alienación o la separación estarán condicionadas por la aptitud del sujeto para “des-embrollarse” -lo cual, como el término lo expresa, no es sin haberse embrollado antes- de la dimensión puramente demandante de la pulsión.
Esto mismo, plantea Lacan, se pone en juego en el análisis, “pues a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él es a la que se verá acomodarse la pulsación del borde por donde debe surgir el ser que reside más acá”26. Y unas líneas más abajo, agrega: “Por eso la transferencia es una relación esencialmente ligada al tiempo y a su manejo”27.
Pulsión, sexualidad y transferencia quedan implicadas en la concepción de la hiancia causal. El inconsciente pulsa, y allí, en su temporalidad de apertura y cierre, la pulsión emerge justamente en este último tiempo. El manejo del tiempo de la transferencia deviene, visto desde esta perspectiva, una intervención directa sobre la pulsión que se manifiesta en el cierre del inconsciente. La sexualidad, por otra parte, está implicada en la definición misma que Lacan da de la transferencia. Para seguir estos desarrollos, es conveniente recorrer las elaboraciones sobre el mito de la laminilla, tanto en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psiconálisis, como en el escrito “Posición del inconsciente”.

Relevamiento empírico de lo tíquico en el análisis
En el desarrollo de nuestro proyecto de investigación hemos realizado la indagación empírica en una fuente compuesta por 20 historias clínicas acompañadas por sus correspondientes elaboraciones, producto de las presentaciones en las reuniones semanales del servicio. A continuación, consignaremos los resultados hallados por dicho trabajo de campo.
Una lectura exploratoria de las reseñas clínicas de los tratamientos psicoanalíticos llevados a cabo en el Servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología, nos permitió situar una serie de variables que combinaban las dos características siguientes:

1. indicaban la presencia y eficacia causal de lo traumático en el tratamiento de neurosis y psicosis, y la complicidad del ser hablante con el azar;
2. eran plausibles de ser pesquisadas en los escritos realizados por los analistas del Servicio.

Estas variables pueden clasificarse en dos grupos de acuerdo a si podemos localizarlas en el momento electivo 1, denominado “Manifestaciones de lo tíquico-traumático”; o bien, en el momento electivo 2, “Manifestaciones de lo tíquico-analizante” y dan cuenta de la posición de consentimiento o rechazo al trabajo analítico.
Incluidas en el primer momento situamos aquellas variables que se vinculan estrechamente con la causación de la neurosis y, por ende, se presentan imbricadas en torno a la “novela familiar del neurótico”. Las mismas nos servirán para precisar aquellos eventos con una marca disruptiva en la vida del sujeto que han sido dotados de un valor traumático.
Nos parece muy importante destacar que distinguimos el concepto de trauma en psicoanálisis de aquel que ha sido recogido por el discurso jurídico y las políticas en salud mental, alcanzando inclusive en algunos casos a la psiquiatría. Esta lectura tiende a superponer lo traumático a lo monstruoso, el estrago, el efecto tsunami sobre el sujeto víctima. Sin embargo, desde el psicoanálisis: “…la perspectiva es diferente, ya que a veces el gran traumatismo -seducción, estupro, violencia, locura sexual o mortífera de los padres en la infancia, enfermedad grave, catástrofe natural-, ha sido elaborado por el sujeto sin ayuda alguna. Y por el contrario, escribe Freud, un acontecimiento ínfimo, revitalizado por lo pulsional y reformulado por la fantasía -que favorece el despliegue inconsciente de una preferencia inhibida, no actuada- se vuelve desencadenante de los síntomas de la neurosis”.
Se trata, entonces, de recoger en los escritos que componen nuestro corpus la transcripción de aquellos eventos que conmovieron al sujeto y se destacan por indicar la ruptura de una continuidad debido, exclusivamente, a la posición que el sujeto tomó frente a dicha encrucijada que, por su carácter de evitación del acto, tuvo como consecuencia el desgarro moral sintomático.
Listamos a continuación las variables que se enmarcan en este primer grupo:

Ocasionamiento de la enfermedad
• Evento/s traumático/s (encuentro con lo real): lo real como contingencia, lo no programado, encuentro con el deseo del Otro y/o con el goce del Otro.
• Posición que tomó el sujeto frente a lo disruptivo: la reacción de defensa, de aversión, de participación activa, la falta de reacción, el silencio cómplice con el goce del Otro, la desestimación de lo acontecido, etc.
• Primeras emergencias sintomáticas
• Motivo de consulta
• Causa eficiente u ocasionamiento directo de la consulta. Como ejemplo princeps de esta variable tenemos el encuentro del Hombre de las Ratas con el relato de la tortura del Capitán cruel. Relato que escucha, no sin un grado de participación cómplice. Recordemos que, Freud consigna en el historial, que a pesar del desagrado que le causaba este personaje se sienta a su lado durante las maniobras, es decir, “presta su oído” al relato que provoca la actualización de una serie de complejos.

En el segundo grupo ubicamos aquellas variables que se manifiestan a lo largo de una cura y que podemos englobar genéricamente bajo la categoría de las respuestas posibles a la intervención del analista. Cabe destacar que ellas se distancian notoriamente de una respuesta consciente de asentimiento o rechazo a la intervención propuesta por el analista, que si bien se presentan frecuentemente, se revela como un índice engañoso.
Es por ello que siguiendo la indicación de Freud presente en su texto de 1937 “Construcciones en psicoanálisis”, hemos tomado en cuenta aquellas respuestas de tipo asociativo, es decir, las corroboraciones indirectas aportadas por los analizantes que evidencien el despliegue de nuevo material asociativo.
Dentro de este segundo grupo distinguimos tres subgrupos de variables: a) las respuestas que dan cuenta inequívocamente de que el sujeto consiente al trabajo analítico adoptando una posición tíquica-analizante; b) las respuestas que, por el contrario, dan cuenta inequívocamente del rechazo e infringimiento de la regla fundamental; c) las respuestas equívocas, que bien podrían tratarse de consentimiento o de rechazo al influjo analítico. En este último caso, se trata de variables bivalentes: pueden ser índice de una posición aquiescente o refractaria al trabajo analizante.

A continuación, listamos los tres subgrupos de variables, pertenecientes al segundo grupo mencionado.

a) Las que dan cuenta del consentimiento al análisis:
• Respuesta asociativa
• Producción de sueños y otras formaciones del inconsciente
• Acting-out en su función correctiva
• Actualización transferencial del síntoma
• Modificaciones en la posición subjetiva en el curso de la cura
• Conclusiones del tratamiento institucional

b) Las que dan cuenta del rechazo al influjo del análisis:
• Reacción terapéutica negativa. La elaboración de esta variable responde a la indicación de Freud presente en “Construcciones en psicoanálisis” donde afirma que “Cuando el análisis está bajo la presión de factores intensos que arrancan una reacción terapéutica negativa, como la conciencia de culpa, necesidad masoquista de padecimiento, revuelta contra el socorro del analista, la conducta del paciente luego de serle comunicada la construcción suele facilitarnos mucho la decisión buscada. Si la construcción es falsa no modifica en nada al paciente; pero si es correcta, o aporta una aproximación a la verdad, él reacciona frente a ella con un inequívoco empeoramiento de sus síntomas y de su estado general”28.
• Pasaje al acto
• Interrupciones del tratamiento.

c) Variables bivalentes:
• Límite a la rememoración.
• Ausencias del paciente posteriores a una interpretación.
• Aparición de síntomas pasajeros o acciones sintomáticas. Llamamos así a: “…los manejos que el ser humano realiza, como suele decirse, de una manera automática, inconsciente, sin reparar en ellos, como jugando.
Preguntado, querrá restarles todo significado y los declarará indiferentes y casuales. Pero una observación más cuidadosa muestra que tales acciones, de las que la conciencia nada sabe o nada quiere saber, expresan pensamientos e impulsos inconscientes”29.

Comentarios finales
En el desarrollo del proyecto, hemos situado desarrollos en la obra de Sigmund Freud y de Jacques Lacan, principales referentes del marco teórico, así como también de otros autores, puntos fuertes en los que situar la discusión sobre lo tíquico en la causación de las neurosis. Algunas referencias de la enseñanza de Lacan resultaron particularmente esclarecedoras del camino para encontrar la dimensión de lo tíquico en la clínica, y para releer a Freud en la entereza ética con que avanzó, tanteando los primeros efectos del método libertario que propuso.
En el libro Variantes de lo tíquico en la era de los traumatismos30, que hemos publicado junto a la psicoanalista francesa Colette Soler, reunimos gran parte de los hallazgos que hemos encontrado en nuestra investigación y de nuestros desarrollos respecto de ellos.
En relación a los antecedentes filosóficos del problema, partiendo de los desarrollos de Aristóteles en La física sobre el problema de las causas por azar, tique y autómaton, hemos procedido a establecer las diferencias entre dichas causas y la tékne, para discernir el modo en que se imbrica la causalidad propiamente electiva, tíquica, con otros tipos de causalidades, que surgen de los distintos modos de articulación entre el principio aristotélico de la privación (stéresis) y la naturaleza (físis). Luego, hemos seguido los desarrollos de Tomás de Aquino, tanto de la Summa como de la Sentencia, respecto de lo contingente considerado como lo que puede ser y lo que puede no ser.
Varias de nuestras producciones revisan conceptualizaciones de la historia de la filosofía, en lo que atañe a autores como Kant, Hegel, Kierkegaard, Heidegger, Sartre, etc. Al respecto, uno de nosotros ha publicado el volumen titulado La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico, editado también por Letra Viva31.
En lo que respecta a la cuestión de los momentos electivos, estamos en condiciones de delimitar seis momentos electivos -manifestaciones del ser capaz de elección, tíquico- en el tratamiento de las neurosis, sobre los que nos interesa poner el acento. Dichos momentos electivos pueden extraerse del análisis de las coordenadas elementales por las que podemos abordar lo tíquico considerado como la complicidad del ser hablante con el azar.
Ellos se ordenan en tres grupos: I. como modos de la actualización en transferencia de las condiciones etiológicas de las neurosis: se trata de lo tíquico-traumático; II. como manifestaciones de lo tíquico-analizante; III. sanciones de lo tíquico en las intervenciones del analista. Dichos momentos son:

I. Manifestaciones de lo tíquico-traumático:
a) la manifestación de lo real, como lo que vuelve siempre al mismo lugar: en este caso, al límite de la rememoración;
b) el factor sorpresivo, ya que la tique emerge siempre como lo imprevisto, considerado en relación al programa de la intención;
c) la discordancia, el desencuentro que introduce la tique entre los dos movimientos constitutivos de la repetición: anticipación y retroacción;

II. Manifestaciones de lo tíquico-analizante:
a) A partir de la definición lacaniana del estatuto del inconsciente como ético, y la temporalidad del mismo distribuida en apertura y cierre, articulada a la hiancia causal, situamos al trabajo analizante como sujeto-efecto del significante que emerge de lo tíquico, en tanto respuesta elegida luego del des-encuentro con lo real. Podríamos llamar a este momento electivo: el trabajo analizante como respuesta a lo tíquico.

Por último, y como una posible ampliación de nuestros objetivos investigativos, a modo de lineamientos a seguir en desarrollos ulteriores, resta aún por explorar las sanciones de lo tíquico que podemos discernir en las intervenciones del analista. Entre éstas encontramos las siguientes:

a) la hiancia temporal del inconsciente, pulsátil, recorta los bordes del cuerpo y establece el campo de intervención sobre lo real de la pulsión, a través del manejo del tiempo de la transferencia: se trata de la intervención analítica sobre la pulsión;
b) en este marco, el inconsciente, que habla el dialecto de las pulsiones parciales, “representantes de la sexualidad en lo psíquico”, se presenta para el analista como campo sensible para las emergencias de lo tíquico, y como tal, constituye la materia sobre la que toma forma el despliegue temporal al que puede articularse la maniobra de la transferencia. Caracterizamos a este momento electivo del siguiente modo: las síncopas del inconsciente consideradas en su articulación con el manejo del tiempo de la transferencia por parte del analista.

1 Cf. Aristóteles (Siglo V a. C.). Física, Libro I, cap. 7.

2 Op. cit., 195a 10.

3 Aristóteles, Metafísica, 1070a 8-10.

4 Cf. Lacan, J. (1972). …ou pire. El seminario: Libro 19, Paidós, Bs. As., 2011, pp. 217-231; y (1973) “El atolondradicho”. En Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2011, pp. 473-522.

5 Cf. Lacan, J. (1964). “Posición del inconsciente”. En Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As., 1988, pp. 808-829.

6 Kant, I. (1785). Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Porrúa, México, 2004. (Cf. los parágrafos I y II del Capítulo Tercero).

7Heidegger, M. (1931). Vom Wesen der menschlichen Freiheit. Einleitung in die Philosophie (1930), Tietjen, Frankfurt, 1982.

8Vigo, A. (2010). “Libertad como causa. Heidegger, Kant, y el problema metafísico de la libertad”. En Anuario Filosófico, Volumen XLIII, tomo I, Universidad de Navarra, España, 2010, pp. 161-181.

9 Heidegger, M. (1927) El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 2003. Cf. especialmente pp. 53 y sig., 147 y sig., 195 y sig.; y los dos primeros capítulos de la mencionada “Segunda Sección”, pp. 253-327.

10 Cf. Moreno Claros, L. F. (2000). Martin Heidegger, Edaf, Madrid, 2002, pp. 219-220.

11 Heidegger, op. cit., p. 298.

12 Gianni Vattimo, en un decir que consideramos hermanado con el de Lacan en el artículo “Kant con Sade”, comenta que la voz que le habla al Dasein es análoga a la del imperativo kantiano. Vg. (1971). Introducción a Heidegger, Gedisa, Barcelona, 2002, pp. 49-53.

13 Ibid.

14 Ibid.

15 Lacan, J. (1946). “Acerca de la causalidad psíquica”. En Escritos 1, Siglo XXI, Bs. As.,1985, p. 168.

16 Freud, S. (1909). “A propósito de un caso de neurosis obsesiva (El Hombre de las Ratas)”. En Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1985, tomo X, pp. 228-229.

17 Lacan, J. (1956). Las psicosis. El seminario: Libro 3, Paidós, Bs. As., p. 313.

18 Cf. Freud, S. (1925). “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto”. En Obras Completas, op. cit., tomo XIX, pp. 133-136; y también “La negación”, ibíd., pp. 249-258.

19 Lacan, J. (1964). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. El seminario: Libro 11, Paidós, Bs. As., 1987, pp. 37-49.

20 Cf. por ejemplo Freud, S. (1913). “Sobre la iniciación del tratamiento”, OC, Amorrortu, op. cit., tomo XII, pp. 135-136.

21 Lacan, J. (1936). “Más allá del principio de realidad”. En Escritos 1, op. cit., p. 75.

22 Freud, op. cit., p. 136.

23 Id.

24 Lacan, J. (1964). El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1987, clase del 29 de enero.

25Según Corominas y Pascual, “azar” proviene del árabe “azahar”, y significa “una de las caras del dado”, preferentemente “la cara desfavorable del dado”. (Cf. Corominas, J. y Pascual, J. (1991). Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Gredos, Madrid, 1991, vg. artículo “Azar”).

26 Lacan, J. (1964). “Posición del inconsciente”. En Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As.,1985, p. 823.

27 Id.

28 Freud, S. “Construcciones en psicoanálisis”. En Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1985, tomo XXIII, pp. 266.

29 Freud, S. “Fragmento de análisis de un caso de Histeria” (Caso “Dora”). En Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1985, tomo VII, pp. 64.

30 Soler, C.; Alomo, M.; Muraro; V.; Castro Tolosa, S.; Lombardi, G. (2014). Variantes de lo tíquico en la era de los traumatismos. Buenos Aires: Letra Viva, 2014.

31 Alomo, M. (2013). La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico. Buenos Aires: Letra Viva, 2013.         [ Links ]

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7- Freud, S. (1913). “Sobre la iniciación del tratamiento”. En Obras Completas, Bs. As.:Amorrortu, tomo XII, 1985.

8- Freud, S. (1925). “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto”. En Obras Completas, Bs. As.: Amorrortu, tomo XIX, 1985.

9- Freud, S. (1925). “La negación”. En Obras Completas, Bs. As.: Amorrortu, tomo XIX, 1985.

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Fecha de recepción: 15/05/15
Fecha de aceptación: 07/08/15

 

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