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Anuario de investigaciones

versión On-line ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.22 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2015

 

Psicoanálisis

Reformulaciones de la vida amorosa a partir de la lógica del no-todo

Reformulations of love life from the logic of not-all

Otero, Tomás1; Lombardi, Gabriel2

1 Lic. en Psicología, UBA. Docente de “Clínica Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos I” y de “Usos del Síntoma”, Facultad de Psicología. Investigador Becario UBACyT. Doctorando en Psicología, UBA. E-mail: tomasotero04@yahoo.com.ar

2 Doctor en Psicología, UBA. Profesor Titular, Cátedra “Clínica Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos I” y de “Usos del Síntoma”, Facultad de Psicología, UBA. Director del Servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología, UBA. Director del proyecto de investigación UBACyT programación 2014-17: “El sentimiento inconsciente de culpa como índice negativo del deseo: detección y tramitación en el tratamiento psicoanalítico en diferentes tipos clínicos. Estudio de casos en el Servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología en Avellaneda”. E-mail: gabrielombardi@gmail.com

RESUMEN
El presente trabajo se inscribe en el marco de una beca de investigación UBACyT que lleva por título “Determinación, contingencia y libertad en la elección de objeto: la dimensión tíquica en el amor” dirigida por el Dr. Gabriel Lombardi e intenta responder al problema de cómo explorar una dimensión del amor que no desconoce lo real de la estructura, cuando el amor es por deinición suplencia de la relación sexual que no hay.
Para ello encontramos en las formulas de la sexuación desarrolladas por Jacques Lacan un instrumento de formalización clínica privilegiado para indagar la dimensión de un amor que se inscribe desde la lógica del no-todo inmanente a la posición femenina y que en efecto se funda en el axioma no hay relación sexual. Interrogaremos entonces ciertas declinaciones de la vida amorosa con el objetivo de delimitar una reformulación del amor que puede dejar como saldo la experiencia analítica.

Palabras clave:
Amor - Femenino - No-todo - Lacan

ABSTRACT
The current work begins with a UBACyT Research Grant entitled “Determination, Contingency and Freedom in the Object Choice: The Tyche Dimension of Love” directed by Dr. Gabriel Lombardi and tries to answer to the question of how to explore a dimension of love that does not ignore the real of the structure, when love is by deinition substitution of the sexual relationship that does not exist.
In order to do this we ind in the sexuation formulas developed by Jacques Lacan a privileged clinical formalization instrument to investigate the dimension of a kind of love which, according to our premise, its the logic of the not-all that is immanent in the feminine position and in fact it is based on the axiom that there is no sexual relationship. Then we will approach various declines of love life to delimitate a reformulation of love that can be left as balance by the analytic experience.

Key words:
Love - Femenine - Not-all - Lacan

Introducción
Este trabajo nace de una beca de Maestría UBACyT que lleva por título “Determinación, contingencia y libertad en la elección de objeto: la dimensión tíquica en el amor” dirigida por el Dr. Gabriel Lombardi. Si bien en este artículo no ahondaremos sobre el aspecto tíquico del amor, es decir, la complicidad del ser-hablante con el azar que se pone en juego en cada hallazgo amoroso, puesto que ya ha sido tratado en otros ámbitos (Cf. Otero 2015), sí indagaremos la articulación de los tres términos precedentes, determinación, contingencia y liber tad, que responden a una orientación y un ordenamiento conforme a la ética psicoanalítica: el movimiento que produce un análisis que va de la determinación que sufren los seres-hablantes hasta la contingencia que demuestra la imposibilidad (Cf. Lacan 1973 [1]) y a partir de la demostración de lo imposible real, la apertura hacia un margen de libertad.
La presente investigación pretende responder al problema de cómo explorar una dimensión del amor que no desconoce lo real de la estructura, -a la cual Lacan no deja de aludir en su última enseñanza- cuando el amor es por definición ilusión, espejismo y suplencia de la relación sexual que no hay, al servicio de su denegación. Así como después de Freud el problema del amor merece ser revisado a instancias del descubrimiento del inconsciente, sostenemos con mismo ímpetu, que con Lacan, el campo del amor es fundamental revisitarlo a la luz de la orientación hacia lo real que exige la ética del psicoanálisis.
Si el encuentro azaroso con el objeto de amor, es más bien un reencuentro tal como Freud lo propone desde sus “Tres ensayos…” de 1905, subrayando la dimensión de sobredeterminación que rige tal elección, ¿qué margen de libertad, de elección, nos queda en la vida amorosa?
Sostenemos en el presente trabajo que la lógica del no-todo desarrollada por Lacan a la altura de los años ´70 a partir de las fórmulas de la sexuación nos permite interrogar un margen de elección que no se deja ordenar del todo por la lógica fálica de discurso posibilitando un campo de elecciones diferentes a aquellas que preside la determinación inconsciente, la coerción del fantasma y las identificaciones narcisistas.
Creemos necesario tasar el valor vigente que tiene nuestra temática de investigación. Tal como lo señalan los resultados de la investigación UBACyT P0431: el tercer motivo de consulta más frecuente refiere a los problemas de pareja. Hecho que podemos constatar día a día en nuestro ejercicio profesional. Y Lacan mismo expresa en el seminario de La angustia (1962-63): “como ustedes saben, es en las perturbaciones de la vida amorosa donde reside una parte importante de la experiencia analítica, y una parte importante de nuestras especulaciones concierne a lo que se llama la elección del objeto de amor” (Lacan 1962-63,104).

Las condiciones amorosas
Una de las principales tesis que introduce Sigmund Freud en la doctrina del amor concierne al carácter de repetición articulado al inconsciente que afecta a este campo, revelando que la elección de partenaire se encuentra sobredeterminada por ciertas vivencias que descansan en la temprana infancia. Así queda perfectamente manifiesto en su texto “Sobre la dinámica de la transferencia” (1912) cuando nos dice: “Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado un clisé -o también varios- que se repite -es reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles” (Freud 1912, 97-98, el subrayado es nuestro)”. Y destacamos por nuestra parte, tal como Freud lo menciona, el fundamento pulsional que rige en las elecciones de objeto.
Que hablemos de condiciones en la vida amorosa, lleva por premisa la no relación sexual, es decir, que en tanto estamos atravesados por el lenguaje, el instinto se pierde y con él toda suerte de objeto natural de complementación, el sexo del partenaire no basta para orientar la elección, las relaciones amorosas del ser-hablante se apoyan en condiciones necesarias, es decir sine qua non, que encuentran su materialidad en ciertos rasgos significantes metaforizados en el partenaire. Hay condiciones porque no hay instinto. Acentuamos el papel que cumple el significante en esta fijación de la condición, puesto que es en este nivel donde vamos a encontrar el resorte de la determinación simbólica que tiene el estatuto de inconsciente para el sujeto. Tomemos como ejemplo una lectura lacaniana de esa pequeña viñeta que abre el texto freudiano de 1927 sobre el fetichismo. Freud opera allí un tratamiento propiamente significante de la condición de amor de ese sujeto que se articulaba Glanz auf der Nase (brillo en la nariz), lo que le permite remitirlo a un glance on the nose (mirada sobre la nariz), en la lengua materna anglosajona, lengua olvidada por el sujeto que se había criado en Inglaterra los primeros años de vida y luego había migrado a Alemania. La operación del sujeto de elevar a título de condición de amor ese Glanz auf der Nase encuentra su determinación en el encuentro tal vez traumático, pero sí seguro erotizante con esa mirada materna real. Esta fijación deja cautivo al sujeto tras las huellas de esa satisfacción, determinando, sin más, sus elecciones de objeto, que no son otras que aquellas que asumen, que encarnan o metaforizan las trazas que dejó en el cuerpo, ese encuentro con las huellas del goce materno.
Freud le dedicó una profunda indagación a las condiciones de amor que rigen la esfera amorosa en sus tres “Contribuciones a la psicología del amor”. La primera de ellas que lleva por título “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre” (1910) expone de manera ejemplar la formación de series que es susceptible de producirse en la historia amorosa de los seres-hablantes y el modo en que éstas responden a una fijación a los Otros primordiales ha dejado marcas indelebles en la vida psíquica, aunque vale aclarar que la constitución de la serie lleva por premisa la pérdida del objeto adecuado, dicho en otras palabras, hay serie, porque el objeto está perdido; mientras que en la segunda de las contribuciones que lleva por título “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” (1912) es lo que configura en la realidad psíquica, como sostiene Lacan, que el acto de amor sea la perversión polimorfa del macho, que cree abordar a su mujer, cuando en verdad aborda la causa de su deseo que designa con el objeto a (Cf. Lacan 1972-73).
Y vale decir que estas condiciones sólo valen para el lado hombre de las fórmulas de la sexuación, desde el único que puede predicarse un para todos.
Hablar de una condición de amor en la mujer, la deja confinada bajo el imperio del falo, es decir, que podemos inscribir a aquellas mujeres para quienes estas condiciones estén a la orden del día, del lado de la posición masculina de las formulas de la sexuación, en la medida en que no puede medirse ni un paso más allá de la ley fálica que impone el objeto del deseo.
Las fórmulas de la sexuación conceptualizadas por Lacan a la altura de los años `70 ponen en jaque la tentativa de establecer condiciones generales que puedan valer para la vida amorosa del lado femenino de las fórmulas. Y se convierten también en un instrumento de análisis privilegiado a la hora de explorar otra modalidad de lazo amoroso que puede habitar el ser-hablante cuando sus elecciones no están del todo regidas por las determinaciones inconscientes, la ley fálica o la fijación del fantasma.

Tercera contribución a la psicología del amor o lo femenino como límite a las condiciones de amor
Pasamos entonces a la tercera de las contribuciones freudianas a la vida amorosa que lleva por título “El tabú de la virginidad” (1918). Esta tercera contribución es a nuestro juicio un antecedente de las conceptualizaciones de Lacan respecto al goce propiamente femenino. Pues allí Freud formula de forma explícita:
1- Que la mujer es en todo un tabú (Cf. Freud 1918, 194).
2- El horror de los hombres hacia lo propiamente femenino (Ibíd.).
3- La Judith de Hebbel, Judith und Holofrenes, como ejemplo de la venganza sin límite, en este caso el degüelle, que la mujer ejecuta ante aquél que ha servido a su desloración, Holofrenes. Tragedia que como la Madeleine de Gide y la Medea de Jasón, rayan con el desenfreno, con el sin límite, que las conina más allá del régimen fálico (Cf. Lacan 1966 [1958], 740-41). “Su primer marido se vio paralizado la noche de bodas por una enigmática angustia y nunca más se atrevió a tocarla (…) -su goce de-para locura y muerte-“ (Freud 1918, 202), describe Freud, quien percibe muy bien que hay algo del goce femenino que no comulga con la referencias fálicas con las que se mide un hombre a la hora del encuentro sexual.
Lo capital que comienza asomar de este trabajo de Freud es que hay algo de lo propiamente femenino que no se deja atrapar por las condiciones particulares que rigen la esfera amorosa, que no se deja aprehender en la dialéctica fálica del amor.

Las fórmulas de la sexuación
Lacan se apoya en el cuadro de Apuleyo, o lo que se conoce como cuadrante aristotélico, para construir sus fórmulas, aunque introduce modificaciones sustanciales en el cuadro de proposiciones clásicas universales y particulares de Aristóteles, en primer lugar, coloca las proposiciones universales abajo y las existenciales, -como prefiere llamar Lacan a las particulares-, arriba, y opera de las existenciales hacia las universales produciendo una subversión a la lógica aristotélica; y en segundo lugar y esencial, escribe la negación sobre el cuantor universal del lado de la posición femenina produciendo un álgebra propia: el no-todo, de donde se desprende una lógica sin precedentes que permite formalizar aspectos clínicos que conciernen al campo de la sexualidad, el goce y el amor del ser-hablante.
Como señala Rithée Cevasco, quien le ha dedicado un agudo estudio a las consecuencias clínicas que se extraen de la construcción de las fórmulas lacanianas de la sexuación (Cf. Cevasco 2010) “la apuesta es salirse del campo de una lógica binaria sin duda, para delimitar un campo donde se juega la diferencia sexual” (Cevasco 2010, 82).
En principio, la grafía con la que se escribe la función fálica, esto es, Φ, concierne al valor de castración por la pérdida de goce que implica la inserción en el lenguaje, o la relación que se tiene con el goce fálico en la medida en que supone la castración, es decir que no hay un goce-todo, “hablar de función de castración equivale a inscribir el límite al goce” (Ibíd., 84) refiere Cevasco. Lacan toma el término función de Frege, en “Función y concepto” por ejemplo, el matemático alemán dice: “la expresión de una función tiene que mostrar siempre uno o más lugares que están destinados a ser llenados por el signo del argumento” y unos párrafos antes había aclarado que: “me interesa destacar que el argumento no forma parte de la función (…) pues la función por sí solo debe denominarse incompleta, necesitada de complemento o no saturada” (Frege 1891, 23-25), la función entonces está destinada a mostrar lugares vacíos (al menos uno) para el argumento que son llenados por la letra x, lo que no quiere decir que en todos los casos se complete ese lugar vacante, como también lo muestra el cuadrante de Pierce, en el cual hay un cuadrante en el que no se inscribe ningún caso que cumpla tal función, aunque haya un lugar reservado en la estructura para que ello ocurra, por lo cual la proposición no pierde su valor de verdad2. Pero el hecho de plantearlo en términos de función también lo desprende del campo anatómico o de género que presuma establecer una diferenciación sexual, puesto que operar con funciones quiere decir que cualquier x, sea hombre, mujer, hermafrodita, trans, travesti o queer, que se avenga a inscribirse del lado hombre mantendrá una relación con el goce subordinada a la función fálica; mientras que cualquier x que se avenga a inscribirse del lado de la posición femenina su relación al goce será no-toda regulada por la lógica fálica, partiéndose la forma de habitar el goce como un Jano que apunta con un vector al falo, Φ, y con otro vector al significante de la falta del Otro, S (A), como lo muestra el esquema de Lacan (Cf. Lacan 1972-73, 95). Inscribiendo una relación del ser-hablante al goce, que por no poder predicarse sobre él ningún rasgo que haga conjunto llama otro goce.
Las fórmulas se leen “de a dos” (Cf. Cevasco 2010), es decir que las proposiciones que se ubican del lado izquierdo, posición masculina, guardan relaciones de implicancia, mientras que las proposiciones que se inscriben del lado derecho, posición femenina, también se implican mutuamente.

Entonces tenemos del lado izquierdo superior, posición masculina, el existencial que dicta que “existe al menos uno para quien no se cumple el valor de la función fálica”.
Esta fórmula se articula en la lógica modal con lo necesario. Podemos pensar en este nivel al padre de la horda primitiva, sede mítica del imposible goce-todo, como instancia necesaria de excepción para que el universal se pueda formular.
Del lado izquierdo inferior, el universal afirmativo que no puede leerse sin referencia a la primera fórmula, sin la excepción que la funda, escribe que “para todo x se cumple el valor de la función fálica”. Como dice Cevasco “podemos decir que este es nuestro universal, quizás nuestro único universal: para todo sujeto humano, todo sujeto está sometido a la castración, al límite del goce” (Ibíd., 86). Esta fórmula se articula en la lógica modal con lo posible, y en la cual podría inscribirse, como ejemplo, la premisa universal del falo que elucubra Juanito, sin perder de vista que el régimen fálico implica necesariamente la castración.
Continuamos con el comentario del lado superior derecho de las fórmulas, el lado de la posición femenina, a nivel del existencial tenemos que “no existe x alguno para quien no se cumpla la función fálica” articulándose con la modalidad lógica de lo imposible. Esta fórmula objeta cualquier tentativa de oposición complementaria entre las fórmulas del lado derecho y el izquierdo acentuando su disimetría, lo que sitúa muy bien que la x que se avenga a la posición femenina también se enmarca dentro del régimen fálico, aunque como veremos, no-toda.
Y por último, del lado inferior de la posición femenina, la fórmula que tiene la barra de la negación sobre el cuantor universal tampoco puede leerse sin relación a la primera que ubicábamos como imposible. Esta fórmula se lee “no-todo de x cumple el valor de la función fálica” y se articula con la modalidad lógica de la contingencia que es tributaria del encuentro del ser-hablante con lo imposible. Si lo imposible es, según la lógica modal que despliega Lacan, lo que no cesa de no escribirse, lo contingente implica un acontecimiento en que lo imposible cesa de no escribirse, se escribe como imposibilidad, se inscribe como suplemento que descompleta al conjunto, por lo cual es solidario a un universo abierto de discurso. De este modo, una parte del goce femenino permanece regulada por la función fálica y otra parte, suplementaria e inefable no, que como dijimos, es lo que Lacan llama otro goce y escapa a cualquier pretensión de formalización por medio del matema, el concepto o el saber simbólico (Cevasco, 2010).
Desde esta perspectiva, las fórmulas de las sexuación se ofrecen como un instrumento de análisis y formalización clínica de la vida amorosa privilegiado para indagar la posibilidad de un amor diferente a la esfera siempre identitaria del amor narcisista que cae bajo el imperio del Ideal.
Del lado derecho de las formulas de la sexuación -lado de la posición femenina- puede inscribirse un amor que se afirma en lo hétero solidario a la función del no-todo, “llamemos heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera sea su propio sexo” (Lacan 1972, 491) define taxativamente Lacan en “L`étourdit” (1972)3. Se comienza a delinear así una dimensión del amor que va más allá de la función que ocupa el Ideal y su regulación fálica, a nivel de las identificaciones alienantes, la compulsión a hacer Uno, la consistencia del Otro y el conjunto cerrado de discurso. Inaugurando, en efecto, la posibilidad de un campo de elecciones en la vida amorosas diferentes, en suma un amor otro.

La lógica del no-todo y la diferencia absoluta
Mientras que para Freud todo lo que es transferencia es repetición, tal como es expuesto en “Recordar, repetir, reelaborar” (1914) para Lacan no, y es el deseo del analista lo que zanja la diferencia. Tomamos las últimas palabras que pronuncia Lacan en su Seminario XI, donde luego de definir al deseo del análisis como un deseo que no es puro, en la medida en que es el deseo de obtener la diferencia absoluta entre el Ideal y el objeto a, nos propone que sólo allí “puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir” (Lacan 1964, 284). Formulación enigmática que podrá ser iluminada casi diez años después con el desarrollo de la lógica que se extrae de “las fórmulas cuánticas de la sexuación”.
Guy Le Gaufey en forma coherente con la consistencia lógica de las fórmulas impugna toda pretensión de definir lo femenino mediante un rasgo o establecer relaciones binarias de contraposición entre el lado Hombre y el lado Mujer, es decir, sus desarrollos ponen en tela de juicio toda tentativa de hacer de las fórmulas un todo que las vuelva a inscribir en el orden fálico de discurso (Le Gaufey 2006). De aquí que juzguemos estériles tentativas como la que despliega J-A Miller en El partenaire-síntoma a partir de su “dialéctica binaria” (Cf. Miller 1997-98, 296) para formalizar la estructura de un amor que se inscribe desde la posición femenina como: incompleto, no-todo, ilimitado, no localizado y sin identidad, puesto que esto restablecería una lógica complementaria, ergo fálica y no suplementaria como es solidaria del lado femenino, ya que sería definirlo a partir de un contrapunto con el amor del lado Hombre que se precisa por su aspiración a la completud, a la totalidad, que está limitado, regulado y localizado por el régimen fálico y que obedece a la naturaleza identitaria del narcicismo. (Cf. Miller 1997-98).
Se trata entonces de articular una dimensión del amor desde una posición femenina, de modo que no contradiga la lógica que subyace al lado derecho de las fórmulas, la lógica del no-todo, y cuyas consecuencias clínicas no desemboquen inexorablemente en el estrago, la erotomanía (Cf. Miller 1997-98), sino que permitan pensar una dimensión del amor que pueda ser saldo de la experiencia analítica. Por más que no se pueda predicar de este amor un universal, deberíamos poder situar sus coordenadas, pues como propone Le Gaufey “notodo no expresa que no haya nada, sino que aquello que hay no conforma ningún todo” (Le Gaufey 2006, 93). Nos parece fundamental destacar que si seguimos el camino de oposición binaria entre Hombre y Mujer de las fórmulas no estamos lejos de seguir definiendo lo que los distingue por rasgos tales como falo/castrado, activo/pasivo, ser/ tener, restableciendo un orden de relación entre Hombre y Mujer en lugar de acentuar la disimetría, la diferencia que los separa y que es solidaria al axioma no hay relación sexual.
Le Gaufey plantea que la diferencia absoluta que Lacan traza al final del Seminario XI como efecto de la operación del deseo del analista es solidaria a la lógica del no-todo que objeta la puesta en relación entre los sexos y cualquier tentativa que pretenda inscribirlos en un universo de discurso cerrado: “La diferencia absoluta, por lo tanto, sería aquella que exaltara la no-relación, que sólo hablara de ella; sería de tal modo que entre los dos elementos que separa ni siquiera estaría presente ella misma para establecer el menor vínculo. (…) algo que no sea una frontera, construido por una falta de vecindad que altera su capacidad relacional, su aptitud para “entrar en relación”” (Le Gaufey 2006, 193-94).
Así como Lacan se pregunta al final del Seminario XI ¿cómo se vive la pulsión al final de un análisis? Es decir, luego de haber hecho la experiencia del fantasma fundamental y de haber atravesado el plano de las identificaciones, podemos preguntarnos cómo se vive el amor luego de experimentar esa diferencia absoluta que pone en cuestión cualquier “entrar en relación”, en forma consecuente a la lógica del no-todo con la que se afirma el no hay relación sexual. No creemos que podamos predicar sobre la significación de ese amor que está fuera de los confines de la ley, pero sí establecer que como condición esencial lleva por fundamento el deseo del analista puesto que como sostiene Lacan en la primer clase de …o peor (1971-72), la relación sexual no existe, pero esa imposibilidad lejos de impedir que haya relaciones, le da sus condiciones.

Badiou ◊ Lacan: el acontecimiento del amor
Alain Badiou es uno de los pensadores que más ha hecho avanzar las elaboraciones lacanianas sobre el amor en forma solidaria a la lógica del no-todo que desplegó el psicoanalista. “La palabra clave de Badiou es Verdad” escribe Françoise Wahl en el prólogo del libro Condiciones (1992) (Badiou 1992, 10). Retomando su idelidad hacia el gesto de Platón e inscribiendo el pase a un platonismo de lo múltiple, Badiou piensa el amor en su íntima relación con la verdad, menos un amor verdadero que el amor como un procedimiento de verdad; y lo hace declaradamente apoyado en una arquitectura conceptual que nos dejó la enseñanza de Jacques Lacan: “en el orden del amor, del pensamiento del amor como productor efectivo de verdades, el acontecimiento lo constituye la obra de Jacques Lacan” (Badiou 1989, 53) proclama Badiou en su Manifiesto por la filosofía.
Las condiciones de la filosofía dependen de procedimientos cuya relación con el pensamiento es invariable, el nombre de esta invariante es, para Badiou, verdad. Por lo tanto, los procedimientos que condicionan la filosofía son procedimientos de verdad. Hay pues, cuatro condiciones para el pensamiento filosófico: el matema o la ciencia, el poema o el arte, la invención política y, precisamente, el amor. Y llamará a estas cuatro condiciones procedimientos genéricos o procedimientos de verdad. Y subrayemos que para Badiou ex-sisten verdades y éstas tienen un valor transmundano o universal, la particularidad que tiene un campo de verdad es que el interrogante que lo ha constituido resiste el paso del tiempo, así por ejemplo la pregunta por el ser reside desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad. Las verdades para Badiou tienen un carácter de permanencia, quizás sea ésta una principal diferencia con Lacan, para quien en un análisis los desarrollos de verdad se van montando uno sobre otros (Cf. Lacan 1966 [1951]) hasta llegar al final del análisis donde con los espejismos del amor también caen los espejismos de la verdad (Cf. Lacan 1976). Sin embargo, cuando Badiou habla de un procedimiento de verdad tampoco hace referencia a una verdad que tiene estructura de ficción, sino que encuentra en la multiplicidad del ser su carácter de permanencia.
Los procedimientos de verdad se originan por lo que Badiou llama, según su sistema de pensamiento, acontecimiento: “el acontecimiento es el suplemento azaroso a la situación que se llama encuentro” (Badiou 1992, 250). En el Seminario XXI Lacan habla del carácter de acontecimiento que puede tener el amor a partir justamente del encuentro. Dice primero en la clase del 18 de diciembre de 1973 que en detrimento de la palabra “un decir es del orden del acontecimiento” y luego en esa misma clase “el amor (…) digamos que ante todo se refiere al acontecimiento. A esas cosas que ocurren, digamos cuando un hombre encuentra a una mujer”. En forma tributaria a la lógica que demarca la contingencia en el campo del amor tal como fue expuesta antes, “la inauguración del proceso de una verdad es exactamente lo que Lacan llama un encuentro” (Badiou 1992, 271), de modo que toda verdad que se echa a andar en un proceso amoroso es post-acontecimental. El acontecimiento se define por su carácter de ruptura, de discontinuidad, de grieta sobre el orden y los saberes establecidos; se rige por la lógica de lo contingente; es siempre suplementario a la situación que lo preexistía y señala un vacío que es inmanente al proceso de verdad que se echó a andar; en el campo del amor “es el vacío, in-sabido de la disyunción” (Ibíd., 250).
Por lo que luego de la estocada que marca el encuentro entre dos amantes deviene un único Sujeto de amor como tratamiento a una paradoja intrínseca a la situación, “la paradoja de una diferencia idéntica”, en la medida en que cada uno de los amantes observa el idéntico mundo a través del prisma de la diferencia, el amor es una experiencia del mundo, no del otro, de modo que nace un mundo nuevo en el lugar de otro que llenaba la mirada personal de uno de los amantes. El amor es el lugar donde se trata esta paradoja, no la revela, más precisamente dice Badiou “hace verdad de esta paradoja” (Ibíd., 248).
El amor para Badiou tiene un alcance ontológico pero también tiene un sustrato lógico: la disyunción que hace patente la diferencia entre los sexos, que sean los amantes anatómicamente del sexo que sean, en el amor siempre son Dos, hombre y mujer.
De este modo, el amor produce una verdad respecto del Dos de los sexos que no es jamás contado-por-uno y que por lo tanto no se repliega a la soberanía de la lengua, de un modo absolutamente solidario a la diferencia que, tal como lo desarrollamos previamente en este trabajo, establece el axioma lacaniano no hay relación sexual.
Badiou recusa taxativamente en su teoría del amor cualquier concepción fusional del amor: “el amor no es lo que, de un Dos supuesto dado en estructura, hace el Uno de un éxtasis” (Badiou 1992, 243) donde podría inscribirse, por ejemplo, la famosa pieza Tristán e Isolda de Wagner.
Recusa también la concepción oblativa del amor: “El amor no es la desposición de lo Mismo en el altar de lo Otro” (Ibíd.) donde podría asentarse una definición lacaniana del amor, temprana en su obra, que dicta “amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es”. Y recusa finalmente la concepción ilusoria del amor que repliega llanamente el amor al campo del deseo, o dicho de otro modo, el deseo como el último reducto del amor.
Si tomamos una de las definiciones canónicas del amor que tiene su lugar en el corazón del Seminario Aun: “Lo que suple la relación sexual es precisamente el amor” (Lacan 1972-73, 59), desde luego creemos que el amor viene al lugar de esa falla, pero si seguimos las formulaciones desplegadas a lo largo de este seminario, el amor no es una suplencia al servicio de la denegación o el rechazo a la castración, sino, como dice Badiou, el amor es, más que una suplencia, un suplemento (Cf. Badiou 1992, 244), con todas las resonancias que tiene lo suplementario tributario a la contingencia y la lógica del no-todo, “se comienza a comprender que [el amor] lejos de regir naturalmente la supuesta relación entre los sexos, es lo que hace verdad de su des-vinculación” (Ibíd., 248, el agregado es nuestro).
Las tesis que Badiou formula para fundar una doctrina del amor al resguardo de la lógica del no-todo, son:
1- Hay Dos posiciones sexuadas en la experiencia, la posición hombre y la posición mujer, aunque convenga tener en cuenta que si bien ambas posiciones se inspiran en las fórmulas de la sexuación lacanianas no se corresponden punto por punto, veremos en qué radica su distinción.
2- Tal vez ésta sea la tesis principal que afecta al amor como procedimiento de verdad y no ya como suplencia de alguna relación y donde lo que se pone en jaque es precisamente el término “relación”: Las dos posiciones están totalmente disyuntas. En palabras de Badiou: “nada de la experiencia es lo mismo para la posición hombre que para la posición mujer (…) Todo es presentado de tal modo que ninguna coincidencia es atestiguable entre lo que afecta a una posición y lo que afecta a la otra” (Ibíd., 245).
3- En el amor, no hay tercera posición. Por lo cual, dice Badiou “hay que distinguir cuidadosamente el amor de la pareja. La pareja es lo que, del amor, es visible por un tercero. Es pues el Dos contado a partir de una situación donde hay tres (…) La pareja nombra no el amor sino el estado (y aun el Estado) del amor [a sabiendas de la fuerte propuesta emancipativa que tiene la filosofía política de Badiou respecto del Estado]. No es la presentación amorosa, sino la representación. No es para el amor que hay ese dos contado desde el punto de vista del tres. Para el amor no hay tres, y su Dos permanece sustraído a toda cuenta” (Ibíd., 249, el agregado es nuestro). De modo que esta tesis lleva a reformular la tesis 1 que dictaba que “hay Dos posiciones en la experiencia” puesto que en rigor de verdad hay una posición y otra posición: “Hay uno y uno, que no hacen dos, al ser el uno de cada “uno” indiscernible, aunque totalmente disyunto, del otro” (Ibíd.).
4- Y la cuarta y última tesis dicta: Hay una sola humanidad.
Sin caer en un humanismo ya lo suficientemente cuestionado por Heidegger 4 , para Badiou “la humanidad es el cuerpo historial de las verdades” (Ibíd., 246). La humanidad es atestiguada si, y solo si, sostiene la singularidad infinita de las verdades que se echan a andar a partir de los cuatro tipos de acontecimientos: política, ciencia, arte y amor. De este modo la función humanidad anuda los cuatro tipos acontecimentales. Y en esto reside una importante distinción entre las posiciones hombre y mujer de Badiou respecto a las fórmulas de la sexuación de Lacan, puesto que la función humanidad H(x) no coincide con la función fálica F(x) de las fórmulas y “el amor es lo que, al escindir H(x) de F(x), devuelve a las “mujeres”, en la extensión íntegra de los procedimientos de verdad, el cuantificador universal” (Ibíd., 259). Si tuviéramos que formalizarlo matemáticamente diríamos que, desde luego, el mito de Aristófanes del amor podría escribirse 1+1= 1, no obstante, la lógica que desarrolla Badiou respecto del amor tampoco sugiere que 1+1 sea igual a 2, ni que 1+1= Ø sino más bien, si tomamos al amor como acontecimiento, siempre suplementario a la situación que lo preexistía y singular, en el cual una verdad sobre el ser en su multiplicidad se echa a andar, una verdad sobre la disyunción que revela el amor, lo adecuado sería escribirlo (1 v 1)= Ø con el vel de la disyunción. Por lo cual el ser es designado en el álgebra matemática, de la cual se vale para desplegar su ontología, como el conjunto vacío, Ø, “nombre propio del ser” dice Badiou en su monumental El ser y el acontecimiento (1988).
La polaridad hombre y mujer de Badiou lleva por premisa que ambas se inscriben en el amor hétero planteado por Lacan en “L´étourdit” cuando dice que llama heterosexual, sea el sexo que sea, a lo que ama a las mujeres, lo que podría arrogarse un hombre que ama a una mujer en el sentido lacaniano del término, pero también podemos delinear una pendiente que concierne, de acuerdo a nuestros desarrollos en este trabajo, a los efectos que el psicoanálisis produce sobre el campo del amor, donde éste puede afirmarse del lado femenino de las fórmulas. Ambas posiciones llevan por única condición la diferencia de los sexos que el amor descifra, podemos decir que la polaridad hombre se lee en clave femenina, por lo cual el enunciado verídico masculino diría, “lo que habrá sido verdad es que nosotros éramos dos, y no del todo uno”, en donde el Dos surge por la efracción o la fractura del Uno al que aspira el mito de Aristófanes y que posee suma realidad psíquica en la vida amorosa de los seres-hablantes, mientras que el enunciado femenino dicta de acuerdo a la lógica que lo inspira “lo que habrá sido verdad es que nosotros dos éramos y que de otro modo no éramos” (Ibíd., 255-56), no menos verídico apunta al ser, haciendo de lo que no hay su principal condición de ex-sistencia.

Hacia un nuevo amor
La elaboración doctrinal de los testimonios del pase tiene mucho que enseñarnos. No sólo a nivel de ese pasaje de analizante a analista que marca el cambio de discurso con el que Lacan invoca una de las formas de ¡El nuevo amor! de Rimbaud en el poema “A una razón” (Cf. Lacan 1972-73, 25), sino porque como alienta Lacan en la “Nota italiana” (1973) aquellos que han hecho su fin de análisis tendrían que poder testimoniar algo sobre un amor más digno que la abundancia de parloteo que caracteriza al amor en nuestra época (Cf. Lacan 1973 [2], 331).
En el testimonio del pase de Marcelo Mazzuca que publicó bajo el título Ecos del pase (2011), Mazzuca ubica una serie de rasgos que se repetían en sus elecciones de partenaires que iban desde aspectos más imaginarios, puntos en común en cuanto al inicio, el desarrollo y desenlace de las relaciones, hasta una clasificación y tipificación orientada por los nombres y que había llegado a subjetivar como “las mujeres N” y “las mujeres F”. Durante un buen tiempo el análisis ponía en cuestión la versión de la mujer Ideal que contrabandeaba esta serie y que como él mismo lo menciona, “sostenía la creencia en un Todo-amor-Materno” (Mazzuca 2011, 60).
Después de algún intento precipitado de poner fin a su análisis, una vez que había logrado desprender su elección de aquellos rasgos de La Mujer Ideal (Ibíd.), todavía le restaba elegir una, “cosa que realmente deseaba” dice Mazzuca, no se trata de elegir Una mujer sino una (Cf. Lacan 1974-75, clase del 11/02/75); y no creemos que el término “desear” haya sido escrito a la ligera, sino cuidadosamente escogido si confiamos que el dispositivo del pase permite sondear el estado del deseo que habita un sujeto que se autoriza a llamarse analista. El pasaje de La Mujer a una, en forma solidaria a la propuesta de Lacan de tomar a las mujeres una por una, que vehiculizó el tramo final de su análisis es cabalmente solidario a una elección en acto que está orientada por la función del no- todo, como afirma Martín Alomo en su obra respecto a las elecciones en psicoanálisis: “definimos a lo electivo como lo que se opone a lo necesario, con todas las consecuencias que ello implica. Por un lado refuta lo universal, y por el otro, se inscribe en el lugar de lo contingente” (Alomo 2013, 16), que habíamos delimitado para lo que se inscribe en la posición estrictamente femenina. Como dice Marcelo Mazzuca siguiendo un pasaje de la clase del once de febrero de 1975 del Seminario R.S.I. de Lacan, “la libertad tiene rostro de mujer”.
Antes del fin de análisis aparece entonces una elección de objeto, supuestamente novedosa, según sus palabras “no tenía nada que ver con las mujeres anteriores”, pero que estaba destinada a caer, a fracasar por no poseer resonancia alguna con su inconsciente5. Mientras que posteriormente otra elección de objeto parece tener algo de esa serie de objetos que había sido hystorizada en su análisis, pero también algo de nuevo, una diferencia, que él habría logrado zanjar en su análisis, “un aspecto de la mirada”. En psicoanálisis, lo nuevo es parte de ese pasado hystorizado en el presente de un análisis, con el plus de la diferencia: “Por último, llegó la elección de una mujer distinta, no totalmente sujeta a la clasificación que en otros tiempos determinaba las elecciones amorosas, pero tampoco del todo ajena a la práctica “lenguajera” de un inconsciente que, por ejemplo, continúa poniendo apodos y jugando con la duplicación de las letras [duplicación que tiene su núcleo en el corazón de su apellido paterno, “zz”, así como también en su apellido materno “ss”]. Y además -agregaría- que sus atractivos ojos azules no dejan de evocar aquel bolón azul que me robé hace muchísimos años” (Mazzuca 2011, 62, el agregado es nuestro).
El bolón azul marcaba las relaciones de competencia y rivalidad con su hermano menor a quien le robaba las canicas y que tiene su matriz en un recuerdo de su temprana infancia “mientras mi madre daba el pecho al recién nacido, yo me ubicaba a su lado y daba grandes sorbos a una botella de Coca-Cola” (Ibíd., 53). Cabría preguntar entonces, ¿dónde estaba la mirada de su madre en esa escena para él? Posiblemente perdida. Ahora bien, como Eurídice para Orfeo, al final del análisis, esa mirada está doblemente perdida. Un análisis podríamos concebirlo como el trabajo de elaboración de un gran duelo por un objeto cuya pérdida ya había sido efectuada, con la aclaración de que al final del análisis el duelo cae del lado del analista, mientras que del lado del sujeto analizante queda esa satisfacción vitalizante que caracteriza haber atravesado el umbral del duelo.
Para Gabriel Lombardi, quien desde hace años realiza una profunda exploración clínica de los márgenes electivos de los que son susceptibles los seres-hablantes, hay dos reales en juego en nuestra experiencia analítica, lo real irremediable que produce un análisis, y lo real del acto de elegir que se apoya en el primero (Cf. Lombardi 2015), inaugurando así la posibilidad de un campo de elecciones diferentes en lo tocante al amor que no están del todo regidas por la fijación del fantasma, la ley fálica o la especularidad narcisista, sino que se fundan en lo imposible de la no relación sexual.

Para concluir
Se abre así la vía de un amor advertido de lo real de la estructura. No obstante, como se pregunta Kierkegaard “¿qué es más difícil, despertar al que duerme o despertar al que con los ojos abiertos sueña que no duerme” (Kierkegaard 1847, 56). Para concluir, tomamos de la orientación lacaniana que “los desengañados se engañan” (Cf. Lacan 1973-74), de este modo, no se trata de hacer de la castración un estandarte con la cuota más o menos cínica que esto conlleva, -narcinismo dice Colette Soler- ni de pulverizar toda forma de lazo al Otro luego de haber experimentado su inconsistencia sino que más bien proponemos un dejarse engañar advertido, advertido de lo imposible de la relación sexual.
En fin, un amor que se apoya en la certeza de lo real en lugar de coordenadas ilusorias y que se funda en un acto de elección que lleva por premisa la inconsistencia del Otro, en oposición a la repetición que afecta al amor sostenido en las garantías del Otro, el falo y el Ideal. Y que allí donde han caducado las determinaciones simbólicas que presidian nuestra vida amorosa porque el análisis las ha conmovido, se fuerza algún orden de invención que no es subsumible a la lógica fálica del discurso, puesto que se inventa desde el agujero, desde el no-todo solidario a la sexuación femenina.

1 Investigación bajo la dirección del Dr. Gabriel Lombardi, programación 2004-07 sobre “La causalidad subjetiva en una situación de urgencia social. El proceso diagnóstico y los efectos terapéuticos del psicoanálisis”, Cf. Apéndice de Singular, particular, singular. La función del diagnóstico en psicoanálisis (2009).

2 Ver el anexo del libro La discordancia de los sexos de Rithée Cevasco con colaboración de Jorge Chapuis pp. 287-296.

3 En el original “disons hétérosexuel par déinition, ce qui aime les femmes, quel que soit son sexe propre.” Lacan, J. (1972) Autres écrits, Paris. Seuil. p. 467. 2001.

4 Ver Heidegger, M. (1947) Carta sobre el Humanismo. Alianza. Madrid. 2001.

5 En “La conferencia en Ginebra” Lacan dice respecto al hombre que “no en balde sólo se satisface con una o, incluso, con varias mujeres. Esto se debe a que no siente ganas por las otras ¿Por qué no tiene ganas de ellas? Porque ellas no consuenan, si me permiten la expresión, con su inconsciente” (Lacan 1975, p. 131).

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Fecha de recepción: 18/05/15
Fecha de aceptación: 09/10/15

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