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Anuario de investigaciones

On-line version ISSN 1851-1686

Anu. investig. vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires June 2016

 

Historia de la Psicología

MEDICIÓN DE INTELIGENCIA. ENTRE DEBATES HISTÓRICOS Y ACTUALES

INTELLIGENCE MEASUREMENT. BETWEEN HISTORICAL AND CURRENT DEBATES

Molinari, Victoria1

1Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Estudiante de Doctorado en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y Becaria doctoral de CONICET. E-mail: victoria.molinari16@gmail.com

RESUMEN
El objetivo de la presente investigación es resaltar el valor de la historia en las producciones científicas sobre la medición de la inteligencia. Además, se señalará qué puede aportar ese estudio histórico en países como la Argentina y por qué es necesario emprenderlos. Para ello se realiza un análisis de las publicaciones recientes y clásicas sobre los estudios de inteligencia y sobre la circulación del conocimiento.
La relevancia del estudio sobre los contextos de producción y recepción ha puesto sobre la mesa los debates sobre las consecuencias sociales de las mediciones de nivel intelectual, pero quedan aún zonas sobre las que es preciso detenerse con cautela. Por último, se pone en evidencia la escasez de estos estudios en el ámbito local y se argumenta que su importancia estriba en la posibilidad de cuestionar ciertos procesos universales que ya se han estudiado en países de Europa, algunas partes de Latinoamérica y en los Estados Unidos.

Palabras clave:
Inteligencia - Historia - Circulación del conocimiento

ABSTRACT
The aim of this paper is to highlight the value of historical research in the scientific productions of intelligence measurement. In addition, it will be noted what the historical studies in countries such as Argentina can contribute to the general debate and why it is necessary to undertake it. This is done by the analysis of recent and classic literature on studies of intelligence and the circulation of knowledge.
The relevance of the study about the contexts of production and reception bring discussions on the social consequences of measurements of intellectual level, to the table, but there are still areas which we must address with caution. Finally, the paper highlights the lack of local research and argues that its importance lies in the possibility of questioning certain universal processes that have already been studied in countries within Europe, some parts of Latin America and the United States.

Keywords:
Intelligence - History - Circulation of knowledge

Introducción
Este trabajo se propone realizar un rastreo bibliográfico de literatura científica actualizada que tome en cuenta la dimensión histórica de las técnicas de medición de inteligencia. El objetivo es poner de relieve la importancia que los estudios históricos pueden tener en las investigaciones actuales sobre la inteligencia y qué puede aportar el análisis en países considerados periferias en la temática como la Argentina.
Existen en la actualidad diversos estudios sobre la historia de la psicología desde una concepción que toma en cuenta lo social, lo cultural y lo institucional1 (Danziger, 1997; Herman, 1995; Smith, 1997) en contraste con una forma de historia tradicional de la psicología que no da relevancia a los contextos de producción y aplicación del conocimiento psicológico. Así, se busca la relación entre el conocimiento psicológico y ciertas concepciones sobre el ser humano, profundamente atravesadas no solo por los contextos de producción de dichos saberes, sino también por las vías de circulación de los mismos. En este sentido, se destaca la discusión sobre la naturalización de ciertos conceptos formulados por la psicología y se resalta el origen social de los mismos, para poder así demostrar los cruces disciplinares y prácticos de estos conocimientos.
Para ello, es importante la realización de un estado de la cuestión que muestre las diferentes líneas de investigación actual, fundamentalmente, los estudios recientes sobre el problema de la inteligencia y el nivel intelectual, pero también en lo que refiere a los problemas de historia crítica aplicados a la psicología. Dentro de este marco, se subrayan los estudios históricos sobre la temática, poniendo especial énfasis sobre la circulación y los modos de apropiación de conceptos y prácticas.
La historización de la medición de la inteligencia y sus diferentes efectos sobre la concepción del hombre y la sociedad continúa siendo un tema en discusión, especialmente en los ámbitos de mayor producción de técnicas de medición, como sucede en los Estados Unidos. Por medio del análisis de publicaciones recientes, se resaltará el valor de la historia en las producciones científicas. El aporte de la presente investigación pone en evidencia la vacancia de estos estudios en el ámbito local y por qué es necesario emprenderlos. En este sentido, se argumenta que la aplicación de técnicas confeccionadas en otros países y el uso de conceptos y teorías extranjeros, plantea un problema que va más allá incluso de la adaptación y baremización de las pruebas. A su vez, se resalta la importancia de emprender este análisis sobre uso de las técnicas ya que la apropiación local y los estudios de circulación del conocimiento posibilitan el cuestionamiento de supuestos universales.

Consideración de la circulación de saberes
En lo que refiere a la circulación de saberes, existen diversos factores a tener en cuenta que abren diferentes campos de análisis, posibilitando de este modo, una complejización del objeto de estudio. La investigación respecto de este tema permite ver diferentes relaciones de poder en el modo de circulación de saberes, dejando caer la noción de una mera copia y reproducción del conocimiento extranjero en el ámbito local. Este proceso se realiza sobre un campo de saberes y prácticas preexistentes que determinan las operaciones de lectura sobre las nuevas fuentes que incluyen la selección y el recorte del material, al mismo tiempo que una particular interpretación de los temas abordados (Dagfal, 2004; Vezzetti, 1996). Estudios como el “giro lingüístico” de Elías Palti (1998) han puesto de relieve esta transformación que se realiza sobre los conceptos a medida que se implantan en diversos contextos, con el objetivo de cuestionar el carácter “fiel” que podrían denotar sin la matriz de ideas previas en sus destinos de recepción.
Específicamente, los estudios postcoloniales de la historia, permiten un análisis de las distintas negociaciones y juegos de poder en el camino de lectura desde un grupo a otro, demostrando ciertas desigualdades en la circulación. De este modo, se parte de la idea de que, si bien aquellos países que han funcionado históricamente como centros marcan de algún modo la agenda de problemas a investigar y el modo de hacerlo, diferentes investigaciones han demostrado que, en la adaptación, los procesos de recepción podrían manifestar ciertas resistencias (Chakrabarty, 2008; Raj, 2013). Se discute entonces que, si bien usualmente se ha pensado la expansión del conocimiento científico como una ola de replicación similar en todas las latitudes, ciertas idiosincrasias locales pueden haber alterado el producto final, en este caso los tests. Esto dependería no solo de las diferencias en el lenguaje, sino también de aquellos cambios necesarios para perseguir los diferentes objetivos que en cada país tenían en mente para la aplicación de las pruebas mentales de inteligencia. Estos movimientos denotan cierta agencia dentro de los países receptores, en donde la aplicación nunca es una reproducción exacta de la original (Carson, 2014). Mülberger (2014) advierte entonces sobre la necesidad de un enfoque historiográfico crítico para la evaluación de la inteligencia sobre la base de una aproximación contextual de los mismos.
Señala que los estudios clásicos realizados por no historiadores han hecho grandes aportes, especialmente en la ardua tarea de poner el tema sobre la mesa de discusiones. Aun así, es preciso realizar investigaciones con mayor rigurosidad histórica y científica que presente puntos originales corriendo el eje de la tradición de evaluación en Francia o en Estados Unidos, y que considere lo que sucedió en otros países considerados periferias en el tema.
En suma, se trataría de un enfoque que recoja los aportes de los estudios postcoloniales de la historia, para demostrar los mecanismos de poder y las resistencias o negociaciones presentes en la circulación, pero incluso en donde se cuestione la idea de que estas negociaciones se realizaban entre naciones distintas.
La idea de la nacionalidad parecería acotar el espacio de intercambio, dado que en muchos casos se conformaban regiones con particularidades diferentes que no siempre correspondían a los límites nacionales. La perspectiva de Mülberger y la de Carson, también tematiza el problema de aquellos que recepcionaron o aplicaron luego las técnicas, dado que en muchos países no existían los psicólogos propiamente dichos, lo cual llama a una historia de los tests de inteligencia en el cruce con otras disciplinas como por ejemplo la educación o la criminología. Según esta óptica entonces, se produciría un tipo de historia de mayor riqueza y complejidad, que se aleje de ciertos problemas y temas comunes al tratar la cuestión de las técnicas de medición de inteligencia, como por ejemplo el clásico debate de herencia-ambiente. También es preciso tomar distancia de una posición historiográfica que pueda caer en un anacronismo, presentando un panorama sin grises en donde los psicólogos norteamericanos aparecerían como los villanos y Binet como el noble creador de la técnica, sin ningún tipo de agenda política (Nicolas, Andrieu, Croizet, Sanitioso, & Burman, 2013; Sokal, 1990).
A su vez, la historia propuesta por los autores resalta la idea de la consideración del contexto, la cual ha sido tratado por aquellas corrientes de historia crítica de la psicología que proponen un alejamiento de las historias internas de la disciplina, basadas en categorías ahistóricas, continuidades y fundamentalmente, sesgos celebratorios (Danziger, 1997; Luciano Nicolás García, Macchioli, & Talak, 2014; Klappenbach, 2014; Smith, 1997). En este sentido, el contexto no sería un mero trasfondo sobre el que suceden los acontecimientos aislados, sino que se demuestra el rol activo y la interrelación entre los aspectos sociales y los intradisciplinarios. Mülberger, además señala que las historias tradicionales sobre los tests mentales tienden a ignorar trabajos realizados anteriormente, por lo cual suele aparecer cierta repetición en las temáticas propuestas y en los focos de problemas analizados.
Por este motivo se propone la ampliación de la exploración por fuera de las fronteras norteamericanas y las cuestiones que las técnicas allí producidas y aplicadas reflejan, tomando la precaución de no caer en historias comparadas que no aportarían especificidades ni complejidad, sino que ahondarían en la perspectiva simplista que se critica.
Un último punto debe ser tomado en consideración que de algún modo contrasta con la propuesta historiográfica hasta aquí descripta. Si bien los enfoques innovadores que tomen temáticas que no han sido exploradas resultan imprescindibles, Mülberger señala que ello conlleva el riesgo de que los trabajos historiográficos no sean leídos con detenimiento por los profesionales dedicados a la confección de teorías y técnicas de la inteligencia. Eso representa un problema debido a la controversia que pesa sobre la cuestión del nivel intelectual y sus aplicaciones sociales.
Los estudios clásicos, han llamado la atención de algunos psicólogos, por ejemplo sobre el problema de la naturalización de las categorías y la heredabilidad del coeficiente intelectual (Fancher, 1985; Gould, 1988). Esto puede verse en artículos que cuestionan la validez de ciertas escalas o el fenómeno de aumento de CI entre diferentes generaciones conocido como el “efecto Flynn” (Schelini, Almeida, & Primi, 2013). Una de las causas por las que se explica este efecto es por una mayor valoración de la ciencia y el conocimiento en las generaciones actuales; además de una mayor familiaridad con la tecnología. En síntesis, se estaría optando por una concepción de la inteligencia que la considera heredada pero modificable por el ambiente. Esto también explicaría las diferencias observadas en los puntajes entre las distintas clases sociales. De todas maneras, se llama la atención sobre dos puntos esenciales, en primer lugar, sobre la hipótesis de que aquellos individuos con mayor CI tienden a desenvolverse en ambientes donde el nivel intelectual y su desarrollo es valorado y estimulado. Por otro lado, y quizás más ilustrativo de la importancia de las investigaciones históricas: para dar cuenta de este aumento se compara la administración a mediados del siglo XX de las técnicas de Wechsler y del test de matrices progresivas de Raven, con su aplicación adaptada, actual. No solo la validez se ve cuestionada por las modificaciones que las técnicas han sufrido a lo largo del tiempo (Schelini et al., 2013), sino que resulta fundamental considerar bajo qué presupuestos y qué valores se han interpretado esos primeros resultados.
Finalmente se encuentra el problema de la baremización y la estandarización de las pruebas. El análisis historiográfico puede mostrar que, en los comienzos de la aplicación de los tests de inteligencia, el único baremo disponible era el presentado con la técnica de Binet. Esto implicaría que, aunque la técnica fuese adaptada al idioma y a ciertas referencias locales, la comparación de los resultados nunca podría gozar de total validez. Además, se señala que, en la traducción o adaptación rudimentaria de las pruebas, no siempre se tenía en cuenta que entonces ya la técnica no estaría midiendo lo mismo (Carson, 2014). Este último punto puede enriquecerse mediante los aportes de las investigaciones sobre las aplicaciones “periféricas” como aquellas llevadas a cabo por Jacó- Vilela sobre Brasil (2014), Leopoldoff (2014) sobre la URSS y Mülberger, Balltondre y Graus (2014) sobre Barcelona.

Historia de las mediciones de la inteligencia y su relación con las técnicas actuales
Se parte aquí de la idea de que el concepto de inteligencia y su forma de medición surgieron como respuestas a problemas sociales que se intentaban resolver de manera científica, acudiendo a expertos y conceptos psicológicos validados. Desde fines del siglo XIX, se ha buscado proporcionar un orden en la sociedad, basado en diferenciaciones de aptitudes para la supervivencia y adaptación social. La medición de la capacidad intelectual proveía una clasificación de los individuos sostenida en términos naturales y evolutivos que prometía una cientificidad ineludible para lograr la validez de ese conocimiento. De este modo, se combinaban planteos teóricos de la psicología, cuestiones tecnológicas asociadas a los tests y asuntos prácticos propios de los campos en los que se aplicaban las mediciones.
En términos generales, la aparición de la medición de inteligencia estuvo vinculada al mejoramiento de las sociedades en términos raciales, al ordenamiento de los individuos luego de la sanción de la obligatoriedad escolar y a la clasificación laboral para satisfacer las demandas del modelo industrial (Danziger, 1997). Estas tres circunstancias no se dieron homogéneamente a lo largo del globo, pero los intelectuales de varios países recurrieron a las mediciones en distintos momentos y de maneras diversas para enfrentar ese tipo de problemáticas.
Se supone entonces que el concepto de inteligencia y sus mediciones podrían haber sufrido transformaciones en estas décadas, por los cambios en las propias tradiciones teóricas de la psicología, las transformaciones en la estadística y sus usos en los tests, y los cambios en los problemas prácticos que se buscaban resolver, de acuerdo a coyunturas históricas específicas. En este sentido, es preciso considerar un análisis de las representaciones del objeto sin descuidar el estudio de la cuestión valorativa, tanto en un plano epistémico como no epistémico (Castorina, 2016; Dorlin, 2009). Los valores están presentes en la formulación de los problemas considerados relevantes, en el tipo de soluciones buscadas y en los usos efectivos que se hicieron de ellas. La indagación de trabajos clásicos y contemporáneos de la historia de las mediciones de inteligencia abre un camino para determinar qué problemas surgen al acometer la cuestión del nivel intelectual.
Puede señalarse que el problema de la inteligencia continúa siendo un tema relevante para el análisis y diagnóstico individual, y también funciona como herramienta para la evaluación de una problemática social sobre la que es preciso detenerse. Las investigaciones específicas sobre los modos de medición actuales demuestran cierta sensibilidad a los factores culturales que pueden influir en la medición del constructo en cuestión (Saklofske, Vijver, Oakland, Mpofu, & Suzuki, 2015), poniendo especial atención a distintos tipos de sesgos que pueden generarse por una inadecuada adaptación de una técnica aplicada a una población diferente de aquella sobre la que se confeccionó.
Además, se menciona que los problemas no solo pueden surgir en la adaptación, sino también en su producción, tomando como parámetro las críticas realizadas a las pruebas desarrolladas en los Estados Unidos (Gould, 1988). Resulta interesante destacar que, en el caso de la inteligencia, los estudios históricos hayan tenido una particular importancia y proliferación. En muchos de ellos se señala cómo las técnicas de medición de inteligencia han favorecido a ciertos grupos sociales, naturalizando diferencias y elaborando respuestas científicas y, al menos en apariencia, objetivas para justificarlas. Aun así, es menester advertir sobre las diferencias en los distintos recorridos históricos sobre la temática. Si bien una recapitulación de las teorías o las técnicas significativas históricamente, puede representar un buen mapa conceptual para arribar a conclusiones actuales sobre estos temas, también se corre el riesgo de caer en un análisis superficial de esos sesgos que obstaculicen aún más el entendimiento que quiere llevarse a cabo del concepto y las graves consecuencias sociales a las que se ha llegado por la naturalización del conocimiento psicológico (Talak, 2005a).
La inteligencia ha sido tradicionalmente conceptualizada como una capacidad natural de adaptación al medio (Darwin, 1871/1980; Spencer, 1900). Debido a la gran difusión de las ideas evolucionistas a fines del siglo XIX y comienzos del XX en muchos países del mundo occidental, incluso cuando el concepto de inteligencia adquirió cierta autonomía y se alejó de la biología, su investigación quedó ligada, quizás más que otras categorías, a las ciencias naturales (Danziger, 1997; Smith, 1997). A esta definición, se le ha sumado en algunos casos, la habilidad de realizar una síntesis de ciertas aptitudes necesarias para la supervivencia. Los antiguos debates acerca de la heredabilidad o la influencia del ambiente como fuerza etiológica de un nivel alto o bajo del intelecto, siguen siendo centrales en trabajos actuales sobre la conceptualización y las técnicas sugeridas para medirla (Nisbett et al., 2012).
Al abocarse al estudio de la inteligencia es necesario delimitar dos vertientes importantes que a menudo se tratan de manera conjunta. Aun así, sería posible observar cierto solapamiento de ambas líneas al acercarse a el final del siglo XX, donde las diferencias entre una conceptualización teórica y otra de tipo tecnológica parecen no ser tenidas en cuenta en absoluto. Por un lado, existieron autores que formularon teorías acerca de la inteligencia y las aptitudes y su forma de medición; por otro lado, es posible distinguir psicólogos o psiquiatras que desarrollaron técnicas sin puntualizar una teoría de inteligencia específica (Binet & Simon, 1904; De Sanctis, 1906). Esto es importante dada la utilidad de las técnicas y las apropiaciones que se hicieron luego de las mismas (Cicciola, Foschi, & Lombardo, 2014).
Aquellos que sí formularon una teoría, se centraron en mayor medida en la puesta en acción de diversas aptitudes y sus interacciones, principalmente basándose en los estudios llevados a cabo por Francis Galton en Inglaterra. Charles Spearman (1904), uno de sus discípulos, formuló la teoría bifactorial de inteligencia, que se basó en la correlación de las aptitudes con una entidad que sería común a todas ellas, denominada factor g. El impacto de la teoría de Spearman puede verse reflejado en las teorías actuales de inteligencia que, si bien no sostienen exactamente los mismos principios, basan sus postulados en la correlación de varios factores para el análisis de diferentes capacidades y su relación con una energía general.
Una de las teorías con mayor aceptación en el presente es el modelo VPR que precisamente se basa en la existencia de un factor general que contribuiría al rendimiento de otras capacidades cognitivas (Boake, 2002; Pérez & Medrano, 2013). Las afirmaciones sobre esta teoría atraen mayor atención y son quizá más estudiadas debido a que poseen un fuerte sostén desde las neurociencias, sobre la que se sostiene la heredabilidad de ciertas aptitudes (verbal y espacial) que tendrían poca o nula variabilidad en la adultez. Se argumenta entonces, que la fortaleza de esta concepción estribaría en la posibilidad de la comprobación biológica y genética de la capacidad intelectual (Pérez & Medrano, 2013).
Por otro lado, y casi en simultáneo a la teoría de Spearman, Alfred Binet y Théodule Simon (1904) presentaron su primera prueba de medición de la inteligencia en Francia. Tradicionalmente se ha discutido que esta presentación se debió a un pedido del Ministerio de Educación francés, en respuesta al problema de la educación pública y masiva (Gould, 1988; Mora, 1994; Sokal, 1990). Sin embargo, un análisis más pormenorizado del rol de Binet en la Société Libre pour l’Étude Psychologique de l’Enfant, denota que la confección de su escala no tuvo en sus comienzos el impacto que se le ha adjudicado en estudios históricos contemporáneos y no habría sido el mejoramiento de la instrucción pública su mayor preocupación.
Se sostiene, en primer lugar, que el objetivo de Binet podría haber sido el logro de un lugar de mayor prestigio de la psicología frente a un avance de la psiquiatría y la patologización de la infancia. Y, por otro lado, se resalta el papel activo que cumplió la red de profesionales y discípulos que se vinculaban a Binet. Esta red habría sido muy importante para el eventual logro del establecimiento de su técnica como una herramienta de conocimiento psicológico científico válido y la correspondiente creación de clases auxiliares, en lugar de la derivación de los niños con problemas escolares a instituciones psiquiátricas (Mülberger, 2014; Nicolas et al., 2013). Esta perspectiva se ubica en contraposición a gran parte del corpus de textos que se han dedicado a la historia de la inteligencia y sus usos, que suelen adolecer de una mirada crítica de la figura de Binet y muchas veces de una perspectiva sobre los psicólogos estadounidenses que luego recepcionaron su técnica. Estos estudios corren el riesgo de caer en un anacronismo por el juicio de las acciones de los psicólogos involucrados en el pasado según valores contemporáneos; sin embargo, este punto será analizado con mayor profundidad luego.
Además, gracias a estos estudios recientes, se ha puesto de relieve la diferencia entre la primera escala de Binet y Simon presentada en 1904 y su revisión de 1908. En la primera, existía una clasificación de la anormalidad infantil por contraste a la normalidad, basada en diferentes subtests que reflejaban lo que un niño normal debería poder hacer. Es decir, se establecían actividades seriadas que aumentaban en dificultad hasta que el niño no pudiera resolver alguna. Esa serie se ordenaba según las actividades que ciertos grupos podían o no, realizar. El nivel o grupo de actividades que podía completar determinaba entonces, su clasificación (idiotas, imbéciles, débiles). Por otro lado, la revisión de 1908, establecía la más estudiada edad mental que se calculaba mediante la sustracción de la edad cronológica real del sujeto (EC) y la edad correspondiente a la última tarea resuelta (EM). Esto establecía una clasificación numérica que determinaba de manera más contundente el grado de atraso de un niño respecto de sus coetáneos (Nicolas et al., 2013). Esta distinción pondría en cuestión aquella mítica intención de Binet de no estigmatizar a los niños con atraso escolar mediante un diagnóstico.
En 1905, en Italia, Sante De Sanctis propuso su propia técnica para la evaluación del nivel mental en la escuela, pero desde el campo de la psiquiatría. Su técnica fue duramente criticada ya que se veía como un método de diagnóstico para el neuropsiquiátrico que podría llevar a la discriminación de los niños en la escuela debido a su pormenorizada descripción y clasificación del retraso mental (Cicciola et al., 2014).
Son conocidos ya los estudios clásicos acerca de la recepción de la técnica de Binet en los Estados Unidos y las consecuencias que tuvieron esas aplicaciones sobre el conjunto de la sociedad (Gould, 1988; Pickren & Ruthenford, 2010; Zenderland, 1990). De todos modos, en investigaciones recientes se destaca el papel que tuvieron estas aplicaciones en las técnicas actuales, principalmente, en unas de las pruebas más utilizadas, difundidas y adaptadas como lo son el WISC y el WAIS desarrollados por Wechsler en 1949 y 1955, respectivamente. Este punto merece un desarrollo algo más detallado.
Actualmente, las discusiones sobre las técnicas de medición de inteligencia apuntan en su mayoría a que muchos de los subtests utilizados en estas pruebas son adaptaciones de algunos de los tests de Binet y Simon (1908); otras son tomadas de la adaptación publicada por Lewis Terman (1916); y finalmente, muchas de las actividades llevadas a cabo por Robert Mearns Yerkes (1915) en el ejército durante la Primera Guerra Mundial para la clasificación de soldados entre las líneas norteamericanas. La particularidad de esta última prueba radicaba en su división en tres partes: una primera prueba grupal denominada Alpha, que consistía básicamente en una traducción del test de Binet que se aplicaba a todos los que pasaban por el servicio militar. Aquellos que obtenían un puntaje muy bajo en esta primera prueba, pasaban al test Beta, compuesto por actividades que no requerían abundante uso y conocimiento del lenguaje. La mayor parte de los soldados que pasaban por esta prueba eran extranjeros o individuos con un bajo nivel de educación. Finalmente, aquellos que no lograban un puntaje medio en la prueba Beta, eran derivados a una entrevista individual en donde se los evaluaba con mayor detalle. Gould (1988) ha mostrado que los individuos menos favorecidos resultaban ser extranjeros o negros debido a la falta de familiaridad con el lenguaje e incluso con algunos materiales de los tests; y además, que las técnicas fueron aplicadas en condiciones ambientales desfavorables, a menudo con menor tiempo del estipulado para completar las tareas, etc. Aun así, la tradición hereditarista de los psicólogos norteamericanos contribuyó a la naturalización de los resultados y se le dio poca importancia a las diferencias atribuibles a condiciones sociales.
David Wechsler fue uno de los psicólogos que trabajó en el ejército aplicando la escala de puntos de Yerkes. Años más tarde viajó a Inglaterra donde se formó con Spearman. La conclusión a la que arribó Wechsler fue, principalmente, que ningún test de inteligencia alcanzaba por sí solo para llegar a una definición irrefutable sobre el nivel mental de una persona. Además, opinaba que debido a las dificultades que presentaban las pruebas que involucraban el uso del lenguaje en personas de diferentes culturas, los subtests que mejor podían aprovecharse eran aquellos que ponían énfasis en el trabajo con imágenes, tomadas en su mayoría del test Beta del ejército. Por último, consideró la importancia de la aplicación individual de la técnica para reducir influencias ambientales no deseadas.
Una de las innovaciones más importantes propuestas por Wechsler fue la modificación del cálculo del coeficiente intelectual (CI) (Boake, 2002) y es aquí en donde se vuelven relevantes los dos recorridos señalados anteriormente.
Se mencionó que cuando Binet y Simon confeccionaron su técnica se determinaba la edad mental mediante una sustracción. Revisiones posteriores postularon la división entre estos números con el fin de simplificar la clasificación, dando origen al Cociente Intelectual (CI). Años más tarde, en la versión desarrollada por Terman en 1937, además de la adaptación de ciertas pruebas para el público estadounidense, se propuso la división de la edad mental por la cronológica y luego la multiplicaciónde ese resultado por 100. Esta operación permitía la aplicación de la desviación estándar por 15 puntos para establecer el nivel intelectual de un sujeto. Hasta aquí la medición del CI no fue acompañada de una teoría unificada de la inteligencia.
Solo podría señalarse que los psicólogos de Estados Unidos consideraban este puntaje como inmodificable debido a las disposiciones hereditarias. Binet mismo fue claro en su intención de no acompañar su técnica de una teoría ya que consideraba que solo sería útil para la detección de individuos con dificultades escolares, pero se corría el peligro de la estigmatización si se tomaba el CI como una etiqueta de diagnóstico (Nicolas & Levine, 2012). La prueba ideada por Wechsler estuvo más relacionada a la teoría bifactorial de inteligencia formulada por Spearman. En efecto, la primera escala Wechsler-Bellevue de 1939 unificaba pruebas de tipo verbal con pruebas ejecutivas abonando a la idea de aptitudes correlacionadas por un factor general. Entonces, proponía un cálculo del CI por medio de la suma de los puntajes obtenidos en las diferentes tareas, corriendo de esta manera el énfasis de la edad y haciendo que cada subtest resultase en una medida autónoma que luego confluyera en una medida total. De esta manera cada edad tenía su propia distribución y ya no sería posible la comparación entre niños y adultos, de allí la importancia de técnicas separadas para cada grupo etario (Boake, 2002).
En la actualidad, las teorías de inteligencia y medición del nivel intelectual se basan en postulados similares a los analizados, exceptuando la teoría de Inteligencias Múltiples (Gardner, 1994) que formula la existencia de diferentes habilidades o inteligencias relativamente autónomas basándose en estudios neurológicos y de valoración cultural.
El problema de la cultura para la medición es tenido en cuenta por todos los autores, aunque no siempre juega un rol tan importante. De hecho, cuando las variables culturales son tomadas en consideración, muchas veces se toman distintos elementos de técnicas diferentes y se realizan adaptaciones minuciosas para no perder la validez de las mismas (Goldstein, Princiotta, & Naglieri, 2015). Estos problemas han sido señalados numerosas veces por los estudios históricos, especialmente aquellos referidos a la cuestión de la circulación del conocimiento científico.

¿Qué puede aportar un análisis histórico local sobre las mediciones de nivel intelectual?
Los estudios de historia crítica de la psicología en la Argentina sobre las primeras décadas del siglo XX son prolíficos y brindan un análisis pormenorizado sobre distintos problemas que incluyen temas relevantes para el estudio de las mediciones de inteligencia. Incluso existen diversos trabajos que se ocupan de los personajes e instituciones en donde las mediciones eran llevadas a cabo, o investigaciones sobre la consideración de las diferentes aptitudes en relación a los problemas sociales que preocupaban al Estado (ver por ejemplo Aguinaga, 2013; Allevi, 2015; Cheli, 2013; Talak, 2005b). Sin embargo, existen muy pocos estudios que se ocupen específicamente de las clasificaciones según el nivel intelectual en el campo de la psicología y su relación con otros campos y grupos de estudio (Molinari, 2015; Molinari & Benitez, 2015).
En términos amplios, se ha hallado que la medición del nivel intelectual en la Argentina estuvo relacionada a campos disciplinares como la educación, la criminología y especialmente a la psiquiatría. Esto no solo sucedió por la utilidad práctica que las técnicas pudieran tener, sino también por la tardía profesionalización de la psicología en el país (Dagfal, 2009). A comienzos del siglo XX, la capacidad intelectual era tenida en cuenta tímidamente, y se la relacionaba a las mediciones craneométricas. Es decir, se establecía una correlación entre las mediciones cefálicas y el nivel de inteligencia del sujeto. Estas apreciaciones eran utilizadas junto con la noción de aptitud y se plasmaban en las consideraciones psiquiátricas, criminológicas o en el ámbito escolar, poniendo énfasis en la necesidad de que los individuos considerados anormales no interfirieran con el funcionamiento normal del resto de la sociedad. La atención a este tipo de mediciones fue perdiendo relevancia debido a las dificultades que presentaban aquellos casos de gran perímetro cefálico por condiciones mórbidas y poco nivel intelectual. Los estudios de aptitudes y otros relacionados, se enmarcaron en una lectura naturalista que combinaba elementos de hereditarismo y modificación de caracteres adquiridos, por lo que a las técnicas de diagnóstico se las combinaba a menudo con enfoques de carácter médico-pedagógicos (Talak, 2005b, 2014).
Aproximadamente en la década de 1920 comenzaron a aparecer aplicaciones y discusiones locales sobre las técnicas (Benitez & Molinari, 2013). Cerca de 1940 la utilidad de las mediciones de inteligencia comenzó a vincularse al área laboral y la orientación profesional, pero con una marcada disposición hacia la medicina. La incidencia de la medicina en el desarrollo de las técnicas se debió a circunstancias históricas singulares del país, que a su vez marcan una diferencia con lo que ocurría en otros países de Occidente. Hasta mediados del siglo XX, esta impronta de la medicina acercó la recepción de las técnicas a los desarrollos italianos, sin perder de vista las técnicas de Binet y las desarrolladas en los Estados Unidos. Este movimiento complejiza el análisis del nivel intelectual ya que, mediante la naturalización y universalización mencionadas, los autores de la época no cuestionaban las implicaciones metodológicas que esta replicación mixta podía tener en la técnica.
Es por este motivo que se hace necesario un análisis histórico de la temática en el territorio argentino que tome en consideración los diferentes usos de las técnicas en el cruce con diferentes disciplinas y que tenga en cuenta los objetivos que buscaban los profesionales que pensaban que los tests de inteligencia y la consiguiente clasificación de los individuos sería beneficiosa para la nación. En consonancia con los estudios internacionales, puede señalarse la necesidad de analizar cuestiones metodológicas en la aplicación local de las técnicas de medición en relación al contexto político y científico.

Consideraciones finales
En la presente reseña se ha demostrado la importancia de un análisis historiográfico serio sobre la temática y su impacto en las consideraciones actuales sobre los tests de inteligencia. Si bien en la actualidad coexisten diversos modelos, es posible hallar una tendencia hacia las apreciaciones culturales no solo para la aplicación y adaptación, sino también para la validez en la confección.
Los estudios de circulación de saberes y de recepción, permiten a su vez, correr el eje de los centros de producción y complejizar la tarea historiográfica. De este modo, se dejaría de ver a los productores como individuos aislados con grandes ideas, para girar hacia una concepción de ciencia que tome en cuenta, no solo los grupos de trabajo en la producción de conocimiento; sino también la atención a las variables contextuales y de relación con otros grupos y países. Este punto resulta de especial importancia al considerar el cruce disciplinar que ha atravesado a la psicología. Por un lado, entonces, se destaca el uso social del conocimiento psicológico y la consideración de la psicología como aquella ciencia que puede responder científicamente frente a dichos problemas sociales; y por otro lado se contempla su desarrollo siempre en tensión y relación con otras áreas de estudio. Si bien en la Argentina existen trabajos que indagan este último punto, se vuelve necesaria una mirada a las técnicas de medición de inteligencia que aporte a la discusión de ciertos universales en la producción del conocimiento.

1El presente trabajo se enmarca en un proyecto de investigación doctoral sobre las concepciones y usos de las mediciones de inteligencia en la Argentina en las cuatro primeras décadas del siglo XX, que responde a los nuevos estudios de historia crítica.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Fecha de recepción: 6 de junio de 2016
Fecha de aceptación: 9 de septiembre de 2016

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