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Avá

versión On-line ISSN 1851-1694

Avá  n.9 Posadas ago. 2006

 

ARTÍCULOS

Formación de dirigentes, jerarquía y disciplina en organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires: Un enfoque antropológico de los movimientos sociales

Virginia Manzano1

Resumen

Este artículo analiza el problema de la disciplina y la jerarquía en el movimiento de desocupados del Gran Buenos Aires. Desde un enfoque antropológico de los movimientos sociales, argumentamos que el proceso de formación de dirigentes tiene como propósito seleccionar y promocionar a un grupo de hombres y mujeres cuya misión será cohesionar el marco de significados y propuestas políticas e ideológicas de las organizaciones a las cuales pertenecen y difundir las mismas a escala local, nacional e internacional. Sin embargo, este proceso de formación se transforma en un mecanismo de disciplinamiento; por lo tanto, uno de los efectos de las técnicas disciplinarias será la individualización-jerarquización de determinadas conductas. Sostenemos esta argumentación con datos provenientes de un trabajo de campo en dos organizaciones de desocupados del distrito de La Matanza-Gran Buenos Aires- que desarrollamos entre los años 2001 y 2004.

Palabras clave: Movimientos Sociales; Movimiento de desocupados; Disciplina; Jerarquía; Maoísmo.

Abstract

This article analyzes the problem of discipline and hierarchy within the unemployed people's movement in the Greater Buenos Aires Area. From an anthropological perspective on social movements, we contend that the process of leadership formation aims at selecting and promoting a group of men and women whose mission would be to articulate the framework of meanings and political and ideological purposes within the organizations to which they belong as well as to divulgate them at the local, national, and international levels. Nonetheless, this formative process becomes a mechanism of discipline and, therefore, one of the effects of the disciplinary techniques would be the individualization and hierarchization of certain behaviors. To support our argument, we draw on data from our field research with two unemployed people's organizations in La Matanza district that we developed between 2001 and 2004.

Keywords: Social Movements; Unemployed People's Movements; Discipline; Hierarchy; Maoism.

Fecha de recepción: Agosto 2005
Fecha de aprobación: Marzo 2006

Introducción

Este artículo aborda el problema de la disciplina y la producción de jerarquías en los movimientos sociales a partir del análisis del proceso de formación de dirigentes en organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires. Este tema fue escasamente tratado por los dos paradigmas rivales que desde la década de 1970 hegemonizaron en las ciencias sociales la interpretación sobre la acción colectiva: el europeo orientado a la identidad y el estadounidense de movilización de recursos2. En tanto, para la antropología fue recién durante la década de 1990 que los movimientos sociales se transformaron en un tema de estudio, ya que a lo largo de la década de 1980 el acento estuvo puesto en el análisis de las "prácticas de resistencia" (Escobar, 1992; Edelman, 2001).

Diversas etnografías abordaron las "prácticas" como respuesta a las visiones Parsonianas y Durkheimianas del mundo como ordenado por reglas y normas (Escobar, 1992). Las etnografías sobre "prácticas de resistencia" procuraron responder también a los estudios basados sobre las teorías del sistema mundial y la economía política que habían logrado cierto reconocimiento desde la década de 1970. Con el concepto de "práctica de resistencia" se intentaba reconstruir las conexiones entre los procesos internacionales y la configuración de historias locales (Gledhill, 2000; Vincent, 2002). En este marco, uno de los planteos más influyentes ha sido el del politicólogo James Scott (1985; 1990). Este autor comparó sistemas de dominación y se centró en el nivel del "dominio público" porque considera que allí se forja la experiencia social de la indignidad, el control, la sumisión, la humillación y la disciplina. En ese nivel los subordinados muestran deferencia a los dominadores y se someten a los roles expuestos por los dominantes. Sin embargo, plantea Scott, este aspecto es una parte del sistema de dominación, porque existen "códigos ocultos" donde los subordinados constituyen su experiencia y generan una subcultura que se expresa en actos de "ralentización" que califica como "infrapolíticos" (el sabotaje, los pequeños robos, los chismes y rumores, etc.).

El mérito de la producción antropológica sobre las "prácticas de resistencia", o "las etnografías de la resistencia", ha sido revalorizar el estudio del nivel de la vida cotidiana como espacio en cual se generan modos de resistencia y politización. Sin embargo, se ha señalado la ausencia en este tipo de estudios de una reflexión sistemática sobre la articulación de determinadas prácticas de resistencia en formas organizadas de acción colectiva o en movimientos sociales (Escobar, 1992; Edelman, 2001)3. Se ha cuestionado también la distinción dicotómica entre subalternos y dominantes, ya que la misma produce una visión romántica de un "sujeto resistente unitario" que soslaya las diferencias y contradicciones de intereses dentro de los grupos subalternos (Abu-Lughod, 1990; Gledhill, 2000). Con relación a esto último, diferentes etnografías cuestionaron la existencia de un espacio autónomo de la subalternidad y se preguntaron en qué medida esos espacios son limitados y configurados por un orden dominante (Starn, 1992; Roseberry, 1994). En esta línea, ha sobresalido el trabajo de Burdick (1998) sobre la relación entre el "Movimiento Negro de Brasil" y las "comunidades de base" cristianas. Este autor recupera la temática del liderazgo para comprender la complejidad de los modos de participación en los movimientos sociales; en particular, analiza el defasaje entre el discurso de los líderes y los sentimientos y actitudes de los demás miembros del movimiento debido a "fracturas" de raza y género.

En el marco de estas preocupaciones, este artículo analiza el proceso de formación de dirigentes en el movimiento de desocupados del Gran Buenos Aires. Argumentamos en este trabajo que el proceso de formación de dirigentes tiene como propósito explicito seleccionar y promocionar a un grupo de hombres y mujeres cuya misión no será otra que cohesionar el marco de significados y las propuestas políticas e ideológicas de las organizaciones y difundir las mismas a escala local, nacional e internacional. Sin embargo, este proceso de formación se transforma en un mecanismo de disciplinamiento en el campo político donde las organizaciones de desocupados se insertan; por lo tanto, uno de los efectos de las técnicas disciplinarias será la individualización-jerarquización. Los datos que sostienen este argumento son el resultado de un trabajo de campo antropológico que llevamos adelante entre los años 2001 y 2004 en dos organizaciones de desocupados del partido de La Matanza4 -Gran Buenos Aires. Asimismo, reconstruimos prácticas individuales y colectivas; y registramos de manera sistemática las formas discursivas orales y escritas con el propósito de captar sentidos, disputas y tensiones de distinto orden al interior del movimiento social en estudio.

En lo que sigue, presentaremos las características más relevantes del movimiento de desocupados para luego analizar en profundidad el proceso de formación de dirigentes en una de las organizaciones estudiadas.

El movimiento de desocupados y el problema de la "formación de dirigentes"

El movimiento de desocupados de Argentina expresa una trama compleja de relaciones económicas, sociales, políticas y simbólicas. Logró visibilidad pública hacia mediados de la década de 1990 a partir de una modalidad de protesta centrada en bloqueos de rutas y de vías públicas5. Con este formato de protesta se impulsaron diversas demandas pero de modo permanente se ha puesto el acento en la reivindicación de "trabajo genuino" y en el pedido de mayores vacantes en programas estatales de empleo y de bolsones alimentarios. Estas demandas se relacionan con las características sociales de los grupos que representa el movimiento de desocupados, quienes en su mayoría han quedado excluidos del mercado de empleo formal a partir de la aplicación de políticas de orientación neoliberal en Argentina que han tenido como una de las consecuencias más significativas el aumento en los niveles de desempleo y pobreza 6.

Si bien la emergencia del movimiento de desocupados se encuentra vinculada con las situaciones de desempleo y pobreza, también obedece a la confluencia de diversos actores sociales que definieron un campo de disputa política en torno a la desocupación. En este sentido, hemos mostrado en otro trabajo (Manzano, 2004) cómo las "ocupaciones de ruta" se constituyeron en espacios de convergencia entre distintas organizaciones sociales que agrupan a desocupados con gremios docentes y estatales; líneas sindicales disidentes; grupos religiosos vinculados con la orientación de Teología de la Liberación; partidos políticos; centros de estudiantes y agrupaciones estudiantiles; y organismos de Derechos Humanos. Otras investigaciones han acentuado el trabajo de producción de identidades en el "campo de la protesta" que ha redefinido la situación individual del desempleo a partir de la construcción de la categoría "piqueteros" (Auyero, 2004). Finalmente, el movimiento de de-socupados también se define por una forma de relación con el Estado centrada en la gestión descentralizada de recursos (programas de empleo, alimentos, líneas créditos para cooperativas, medicamentos, etc.) (Svampa y Pereyra, 2003; Grimberg, Fernández Alvarez y Manzano, 2004).

Más allá de los aspectos comunes que comparte el movimiento de desocupados, es preciso remarcar que los grupos que conforman el mismo, parafraseando las palabras de Burdick (1998) sobre el "Movimiento Negro de Brasil", "no hablan con una sola voz". Es decir, el movimiento de desocupados se encuentra atravesado por relaciones de conflicto, competencia y confluencia situacional entre organizaciones con diversas filiaciones políticas e ideológicas7. En el marco de esta diversidad, las dos organizaciones más numerosas se constituyeron a partir de propuestas y estrategias sindica les tendientes a descentrar la acción gremial del espacio de la "producción" hacia el "territorial". Estas propuestas se asentaron sobre el entramado organizativo que se había generado en el distrito de La Matanza- Gran Buenos Aires- en el proceso de "ocupación" de tierras durante la década de 19808 (Svampa y Pereyra, 2003; Manzano, 2004). En este entramado organizativo jugaron un rol decisivo los "dirigentes" o "referentes" barriales.

Los "dirigentes" o "referentes" barriales constituyen un grupo de mujeres y varones cuyas edades varían entre 30 y 45 años. Sus trayectorias de participación social, comunitaria y política son sumamente diversas. Entre ellos encontramos catequistas de parroquias barriales ligadas a "Comunidades Eclesiales de Base"; miembros de asociaciones vecinales, clubes o sociedades de fomento; ex militantes de partidos políticos y ex delegados de fábricas. Para un número importante de "dirigentes" su participación social y política se inició con la experiencia en las organizaciones de desocupados. La tarea central de los "dirigentes" o "referentes" consiste en coordinar grupos numéricamente variables de personas en el nivel del barrio. Asimismo, algunos miembros de este grupo son "promocionados" para desempeñar "tareas" generales como difundir las ideas del movimiento en el país o en el exterior; o integrar las mesas de negociación con el Estado.

En el trabajo de campo hemos participado de un conjunto de actividades dirigidas a los "referentes" o "dirigentes barriales" que se definen como "formación". El formato de estas actividades es variable -desde seminarios de lectura hasta conferencias- y las mismas se concentran sobre temas vinculados con la dinámica de la política nacional e internacional9. El objetivo manifiesto de estas actividades apunta a la formación política de los dirigentes, pero en reiteradas oportunidades nos preguntamos cuál es el supuesto que sostiene que los "dirigentes" se deben formar políticamente. Encontrar una respuesta a esta pregunta empírica nos llevó a poner en conexión una serie de testimonios y temas que aparecían de modo recurrente en los registros de campo y las entrevistas. Uno de estos temas refiere al crecimiento numérico que las organizaciones de desocupados experimentaron en el transcurso de cuatro años (desde 1998 hasta 2002) como resultado de la gestión de programas estatales. En este sentido, el Sr. Gómez10 , antiguo integrante de una Junta Vecinal y actual miembro de una organización de desocupados, nos comentaba: "En la Olla Popular del '96 fuimos muchos barrios, pero después se pincharon y quedamos unos pocos, pero desde que recibimos la primera tanda de planes no paramos de crecer, se sumaban barrios y barrios". Según los datos con los que disponemos, las dos organizaciones que estamos estudiando agrupan a 20.00 personas en el distrito de La Matanza. En vinculación con el tema que concierne al crecimiento numérico otros testimonios enfatizaron:

"(...)El 90 por ciento que se integra a la [nombre de la organización] lo hace por necesidad no hay ningún convencimiento, lo que hay es acuerdo y nosotros del primer momento ponemos los ejes. En el proceso uno acompaña, ayuda y confronta para que el compañero se transforme en dirigente." (Alfredo, 54 años, coordinador nacional de una de las organizaciones de desocupados)
"Creo que uno de los problemas que uno tiene que atender con los compañeros en el barrio es cambiarles la lógica (...) Hay una cultura, muy en particular en Matanza de punterismo político, donde acá era lo que nosotros llamamos los muchachos del MTP, viste el Movimiento Todos por la Patria, bueno por la patria no, estos son Movimientos Todos por la Plata, queremos que haya una opción por lo que estamos haciendo, queremos recuperar las verdadera militancia, no queremos ser mercenarios de nada y a los compañeros hay que hacerles entender eso primero" (Pablo, 38 años, miembro de la Secretaría de Organización de un agrupamiento de desocupados)

Frente al crecimiento numérico, se estableció una clasificación que distingue los motivos de adhesión centrados en la "necesidad" (que se vinculan con la capacidad que tienen las personas de acceder a recursos gestionados por las organizaciones de desocupados) o en recompensas económicas (que en los testimonios se adjudica a una práctica generada en la participación dentro del Partido Justicialista) de otros generados en el "convencimiento" o en la "opción militante". En este contexto, se concibe a la formación política como un mecanismo capaz de "transformar" los motivos de la adhesión, en otras palabras, como un mecanismo capaz de "encausar conductas". Con respecto a esto último, el arte del buen encauzamiento constituye una de las técnicas del ejercicio del poder disciplinario. Poder, que según Foucault "(...) en lugar de sacar y retirar, tiene como función principal la de "enderezar conductas". (Foucault, 1976: 175). Veremos, entonces, qué características adquiere el proceso de formación de dirigentes en una de las organizaciones estudiadas.

La organización y la formación de "cuadros"

La organización de desocupados sobre la cual trabajamos en este artículo forma parte desde el año 1998 de una corriente sindical vinculada a un partido político de orientación maoísta que se conformó en 1972 como una escisión del Partido Comunista de la Argentina. En el distrito de La Matanza, el esquema organizativo se basa en una "Mesa de Dirección" (que agrupa al conjunto de los dirigentes de los diferentes barrios) y una "Mesa Ejecutiva" (compuesta por tres personas que también son integrantes de la "Mesa de Dirección").

En esta organización el sentido explicito de la formación apunta a la "dirección de masas" dentro de un marco que definen como "línea clasista", y a la elevación progresiva de los "dirigentes" a "cuadros" de las masas. El coordinador de esta organización nos comentaba cómo se incorpora a los "compañeros" al "clasismo":

"Se los incorpora al clasismo con discusiones políticas. En algún momento discutimos qué es el clasismo, y permanentemente hay que decir como es la línea. La línea está en disputa, por supuesto, como en todas las organizaciones. Creo que los cuadros se van elevando, lógicamente los cuadros no se forman en dos días, es un proceso, los compañeros cuadros se vienen preparando desde hace cuatro o cinco años en las luchas y en la discusión política." (Alfredo)

Esta "línea" expresa una visión de la sociedad dividida en clases sociales que se oponen entre sí: "la pulseada entre los de arriba y los de abajo es a cara o seca", se afirma en varios documentos. La "línea clasista" también implica una visión sobre los modos de relación entre los "dirigentes" y las "masas" que se sintetiza en la propuesta sobre "métodos de dirección". Un aspecto de esa propuesta define como función del "dirigente" unir lo particular con lo general. Esta unión se fundamenta en una específica "teoría del conocimiento":

"Si se quiere adquirir conocimientos (cosa que estamos haciendo en esta organización desde hace 7 años) hay que participar en la práctica que modifica la realidad. Todos los conocimientos auténticos se obtienen en la experiencia inmediata. Sin embargo, el ser humano no puede tener experiencia directa de todas las cosas. Para reflejar totalmente las cosas enteras, sus esencia, sus leyes internas, hay que crear un sistema de conceptos y de tesis teóricas (...)" (Guión de discusión política)11.

El otro aspecto hace hincapié en la relación "dirigentes/masas":

"Por activo que se muestre el grupo dirigente, su actividad no pasará de ser el infructuoso esfuerzo de un puñado de personas, si no se liga con la actividad de las amplias masas. No obstante, la actividad de las amplias masas, sin un fuerte grupo dirigente que las organice en forma apropiada, no puede mantenerse por mucho tiempo, ni desarrollarse en una dirección correcta". (Guión de discusión política)

Los "métodos de dirección" se apoyan sobre una teoría que reconoce como fuentes del conocimiento a la "experiencia directa" y a las formas de racionalizar la misma en un sistema de conceptos y tesis teóricas. Desde este punto de vista, una de las funciones de los "cuadros" será apropiarse de esquemas de razonamiento que permitan establecer conexiones entre lo particular y lo general; o siguiendo el armado de los "guiones de discusión" entre la situación internacional, la nacional y los temas específicos de la organización de desocupados. Al mismo tiempo, el énfasis sobre la conexión entre "dirigentes/masas" se expresa en una serie de medidas como la revocabilidad de los cargos y la toma de decisiones en espacios de asambleas.

A la par de esta particular teoría del conocimiento que fundamenta los "métodos de dirección", hallamos un documento que contiene una serie de recomendaciones que se basan en el reconocimiento de obstáculos para establecer lo que se define como "una comunidad de luchadores" y que transcribimos a continuación:

"No respetar los principios de la vida colectiva. Preservarse como individuo, no debatir, no hablar y ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Vengarse, pelear, armar líos con motivos personales en lugar de discutir y debatir puntos de vista erróneos. No divulgar y difundir las ideas del movimiento entre las masas olvidando que se es dirigente y comportándose como una persona cualquiera. Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos, cumplir solo con las formalidades y pasar los días vegetando. Considerar que se han rendido grandes servicios al movimiento y darse aires de veterano. Ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Tener conciencia de lo propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal consigo mismo".

Los tipos de "conductas" que se definen como perjudiciales para el movimiento se interpretan como los efectos "corrosivos" de principios liberales que perviven dentro de la organización de desocupados. El liberalismo, afirma el mismo documento, "proviene del egoísmo de la pequeña burguesía que coloca sus intereses personales en primer plano y relega los de las masas a segundo plano". De este modo, el proceso de formación de dirigentes debe procurar encauzar estas conductas y lograr comportamientos orientados hacia el interés colectivo.

Si revertimos la manera en que están formuladas estas recomendaciones, hallamos una suerte de reglamento que contiene "prescripciones" sobre lo que "debería ser" un dirigente clasista: trabajador, estudioso, humilde, activo para discutir y difundir las ideas del movimiento; para confrontar otras ideas; y para interpretar sus propios errores y modificarlos. Este reglamento, entonces, pone de manifiesto otro aspecto de la formación de dirigentes que se vincula con dimensiones ético/morales.

Con relación a lo que venimos considerando, la ingesta excesiva de alcohol, el consumo de drogas, el "noviazgo" entre personas casadas, el robo, las agresiones físicas y el ausentismo tanto en los proyectos productivos como en medidas de protesta pública son conductas punibles dentro de esta organización, y en algunos casos ingresan en un dispositivo más rígido de control basado en la prohibición, por ejemplo, una mujer nos comentaba: "En la puerta de la casa donde tenemos los proyectos productivos de mi barrio colgamos un cartel que dice acá adentro no droga, no sexo, no alcohol".

Encontramos hasta aquí una serie de orientaciones y propuestas generales sustentadas sobre una "visión del clasismo" que aspiran a producir un modo "clasista" de entender el mundo y formar "cuadros" que se eleven sobre las masas. Estas orientaciones se apoyan sobre una específica teoría del conocimiento; pero también se sostienen sobre un conjunto de normativas que aspiran a regular modos de actividad, gestos, procedimientos, etc. Estas normativas, como veremos, establecen el marco desde el cual se pueden calificar y clasificar las conductas para volverlas objeto de sanciones correctivas (Foucault, 1976). En el próximo apartado, entonces, analizaremos los modos de actividad sobre los que se configuran dispositivos y técnicas de encauzamiento de la conducta.

Espacios de formación: técnicas disciplinarias y prácticas simbólicas

A nuestro juicio existen dos espacios de relevancia para la formación de dirigentes: las reuniones de "Mesa de Dirección" y las "asambleas".

Las reuniones de "Mesa de Dirección" se realizan una vez por semana y de ellas participan los dirigentes de los barrios y los integrantes de la "Mesa Ejecutiva". Estas reuniones se prologan por el espacio de ocho a diez horas y están pautadas de acuerdo con los temas que se difunden previamente en el "guión de discusión". A partir de nuestras observaciones, hemos identificado que las intervenciones de algunos dirigentes se concentran exclusivamente en detallar la problemática de su barrio, y en solicitar informaciones sobre los programas sociales y sobre el estado de negociaciones con el gobierno. Mientras tanto, otro grupo de dirigentes intenta demostrar su conocimiento sobre el contenido del "guión de discusión", leyendo en público partes del escrito. Para ello hacen uso de un vocabulario específico y procuran conectar ideas sobre los problemas tratados teniendo en cuenta elementos de la situación política internacional, nacional y de su propio barrio. En cierto modo, aquí los dirigentes demuestran ser estudiosos, activos, difusores de ideas, comportándose acordes con lo que se espera de un dirigente "clasista".

Las formas de intervención de los dirigentes en estas reuniones son objeto de evaluaciones. En este sentido, un dirigente barrial nos comentaba: "Yo veo que todos los dirigentes ven el barrio y nada más, yo veo mi barrio y veo la organización". Se evalúa entonces, el nivel alcanzado por los dirigentes en el proceso de "transformación" para convertirse en "cuadros" de las "masas".

En este espacio también registramos la ocurrencia de bromas y comentarios acerca de las actitudes de los "dirigentes":

"Ud. está muy gordo, se nota que ya no camina por el barrio". (Registro de campo/noviembre 2003) /// "Se acuerdan cuando vino la X [nombre de la persona] fumaba cigarrillos con boquilla, se sentaba así [representan la postura] con sus piernas cruzadita, con sus polleritas, no era como nosotros." (Registro de campo/diciembre 2003)/// "Un dirigente decía en la reunión: Compañeros nosotros acá no venimos sólo por el fideito, no somos una organización asistencialista. Uno de los presentes detuvo la intervención y dijo con un tono muy respetuoso, compañero puede repetir eso, qué quiere decir con asistencialista, no entiendo. Un grupo que estaba cerca nuestro comentó en voz alta: es que el vago se agrandó y usa palabras raras." (Registro de campo / junio 2004).

Como vemos, las bromas o los comentarios se transforman en ese espacio en procedimientos sutiles que visibilizan el grado de observancia de los dirigentes con las normas contenidas en la "línea clasista". Estas bromas apuntan a revalorizar la humildad y la proximidad del "dirigente" con las "bases" y a señalar modos de actividad, usos del cuerpo y de palabras que se "desvían" de las normativas de la organización.

La lectura y la comprensión de los "guiones políticos", las formas de intervención oral y las bromas que hacen referencia al cuerpo, a los gestos, o a las palabras que se utilizan, se constituyen en símbolos en contextos de evaluación social. Símbolos que expresan en qué medida las ideas de la "línea clasista" se convierten en prácticas. Sostenemos que la "eficacia" de estos espacios de formación radica en que se constituyen en espacios de prácticas simbólicas. Retomando a Godelier (1986) un práctica simbólica "(...) Es una forma de hacer pasar a las ideas del mundo del pensamiento al mundo del cuerpo, a la naturaleza y a la vez transformarlas en relaciones sociales, en materia social: los discursos, los gestos simbólicos transforman las ideas en una realidad material y socialmente visible. (...)" (Godelier, 1986: 269).

Estos espacios de reunión se pueden interpretar como un contexto de examen, siguiendo a Foucault: "El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona" (Foucault, 1976: 189)

Con relación a lo que venimos analizando, las asambleas constituyen otro espacio de prácticas simbólicas y de evaluación social. Estas son abiertas, funcionan una vez a la semana en un tiempo prefijado de dos horas y se estimula la participación de la mayoría de los miembros de la organización. Un alto número de intervenciones orales se basan sobre el relato "testimonial", como las que transcribimos a continuación:

"Pido un aplauso para la compañera X que se fue a organizar nuestro movimiento en Jujuy. [La compañera X pasó al frente y entre lágrimas se dirigió a los presentes] Yo cuando entré no entendía nada vine sólo por los planes y en mi barrio siempre me preguntaban que había conseguido, pero me fui dando cuenta que esta lucha es muy larga". (Registro de campo/ junio 2004)

"Compañeros: Uds. saben que yo era adicta, y que gracias al movimiento yo soy otra persona, aprendí a compartir con los demás y aprendí a sufrir las necesidades de los demás". (Registro de Campo/ septiembre 2004)

Las intervenciones "testimoniales" procuran "demostrar" en los espacios colectivos la manera en que se redefi nieron dentro del movimiento modos de entender y de ser en el mundo. En el contexto de evaluación social que se constituye en el espacio de la asamblea, estos testimonios se convierten en símbolos del trabajo, de la forma en que un dirigente debe asumir errores y resolverlos, y sobre la eficacia del "colectivo" para controlar y modificar al individuo. Desde otro punto de vista, estos testimonios indican un trabajo sobre la propia biografía que puede ser entendido como una tecnología del yo inserta en modos particulares de sujeción. En un trabajo sobre la obra de Foucault, Oscar Terán sostiene que: "Los modos de sujeción son las maneras en que el individuo establece su relación de obligatoriedad con las reglas, el modo en que se lo invita o incita a reconocer sus obligaciones morales (mandatos divinos, de la razón, por convención, con relación al grupo social, etc.). La actividad autotransformadora es el trabajo sobre sí mismo que el individuo realiza para constituirse como sujeto ético" (Terán, 1995: 34). De este modo, los relatos testimoniales demuestran la transformación de sí mismo al conjunto de la organización pero también contribuyen a legitimar posiciones y relaciones asimétricas; ya que un dirigente que fue capaz de transformarse a sí mismo puede ejercer cierta función de liderazgo sobre el resto.

En el espacio de asamblea identificamos otro tipo de intervenciones que apuntan a reforzar los modos de relación prescriptos entre los miembros de la organización y los dirigentes:

"Gracias a la lucha de todos los desocupados muchas compañeras y compañeros nos hemos transformado en dirigentes reconocidos del movimiento. Entramos a la casa de gobierno, hablamos por los medios, nos entrevistamos con ministros, funcionarios, con otras fuerzas, nos invitan de otras provincias, de otros países. Lo peor que nos puede pasar es que nos olvidemos del hambre de nuestras compañeras y compañeros, que son nuestros vecinos en cada uno de los barrios pobres donde vivimos". (Registro de campo/ junio 2004)

Estas intervenciones apuntan a regular el comportamiento y las prácticas de los dirigentes con relación al Estado y con relación a las bases del movimiento. Por lo general, las mismas se acompañan de frases tales como "critiquen compañeros, señalen nuestros errores, si nos subimos a un caballo, tirénnos del caballo". Sin embargo, en muy pocas oportunidades quienes concurren "critican" a un dirigente en las asambleas. Por el contrario, lo que sucede con mayor frecuencia es la "autocrítica" de algún dirigente reconociendo "errores" cometidos con su grupo de referencia. No obstante, una de las prácticas más difundidas entre los miembros de esta organización es la escritura y la entrega de "cartas" a los integrantes de la "Mesa Ejecutiva" quejándose por la conducta de "su dirigente". Hemos tenido la oportunidad de observar en varias ocasiones como algún miembro de la "Mesa Ejecutiva" utilizaba en las reuniones de "Mesa de Dirigentes" frases como la siguiente: "¿Somos dirigentes?, ¿de qué somos dirigente?, mentira, no dirigimos nada" para introducir los problemas a los cuales se hace referencia en las distintas cartas (manteniendo el anonimato de los remitentes).

Sintetizando lo expuesto hasta aquí, por un lado, las reuniones de "Mesa de Dirigentes", las asambleas y las cartas constituyen procedimientos en los que se articulan técnicas disciplinarias cuyo fin es tornar visibles determinadas conductas para ejercer sobre ellas medidas correctivas. Como sostiene Foucault (1976) el poder disciplinario" (...) impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son los sometidos los que tiene que ser vistos. Su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre ellos. El hecho de ser vistos sin cesar, de poder ser visto constantemente, es lo que mantiene en su sometimiento al individuo disciplinario." (Foucault, 1976: 192). Por otro lado, en estos espacios de evaluación social la individualización distingue a aquellos que demuestran aptitudes y grados de transformación de acuerdo con los principios que se entienden propios de la "línea clasista". Estas demostraciones generan como uno de sus efectos centrales señalar la diferenciación de los dirigentes con respecto al resto de los miembros del movimiento, pero también estos mecanismos legitiman la promoción de un número reducido de dirigentes para desempeñar tareas más generales de la organización. Sin embargo, como veremos en el próximo apartado estas promociones y las jerarquías que ellas producen también están sometidas al escrutinio de la organización.

"Reeducación" y "Recuperación": Efectos correctivos de las técnicas disciplinarias

Las categorías sociales "reeducación" y "recuperación" se utilizan dentro de la organización y se vinculan con los procesos de formación de dirigentes. Un entrevistado nos comentaba:

"Nos estábamos burocratizando entonces planteamos que todo dirigente tiene que hacer un día cada quince días un proceso de reeducación, que significa trabajar todo un día en cualquier cooperativa." (Eduardo, 40 años, dirigente barrial)

Se define como "reeducación" a un conjunto de acciones que se ponen en marcha tras haber detectado "errores" o "desvíos" de la "línea clasista". La "reeducación" se entiende como un proceso que se expresa en la puesta en juego de "métodos de democracia" centrados en la "crítica y autocrítica" en espacios públicos y colectivos (como las asambleas):

"Tenemos que adoptar un método de democracia, es decir, no importa quien haya cometido los errores, con tal de que los reconozca y corrija. El mundo es objetivo esto es: aprender de los errores pasados para evitar los futuros o partiendo del deseo de unidad, distinguir lo correcto de lo erróneo a través de la crítica o la lucha y llegar a una nueva unidad sobre una nueva base". (Guión de discusión política)

El proceso de "reeducación" no se define como un momento particular acotado en el tiempo y en el espacio; más bien se trata de una modalidad de definición y redefinición de relaciones sociales y de regulación de prácticas a nivel de las personas y el colectivo. La "reeducación" se define como un proceso bajo el supuesto de que el individuo que participa en la "lucha", "confronta", "discute", asume sus "errores" y acomoda progresivamente su conducta a principios racionales y colectivos. De este modo, el control colectivo sobre los "errores" o "desvíos" forma parte del proceso de racionalización sobre las prácticas y de "elevación de los compañeros a cuadros".

La categoría "recuperación" refiere a un conjunto específico de "conductas" que esta organización de desocupados procura regular; como ya indicamos en otro apartado, se trata de aquellas prácticas vinculadas con la ingesta de alcohol; el consumo de drogas; el robo y la agresión física (por ejemplo pelea a puños o golpes).

"Hay asambleas donde los compañeros se autocritican delante de todos. Eso se hizo costumbre, algunos no están convencidos, pero hace bien al resto; la gente lo tiene controlado en la próxima marcha aunque tenga un olor a vino tremendo (...).Es lo que yo llamo tratamiento de recuperación." (Alfredo)

En estos casos también se ponen en práctica métodos de autocrítica y crítica en espacios colectivos y públicos con el propósito de que el colectivo asuma un grado mayor de control y regulación sobre este tipo de prácticas. Sin embargo, el "riesgo" que la organización visualiza en estas prácticas para la "integridad del colectivo" se expresa en algunos documentos donde se plantea el "recurso de la expulsión":

"En las medidas de lucha que tengamos de aquí para adelante, el que se emborrache, afane o haga desordenes será sancionado con la expulsión de nuestras filas. Las grandes masas que quieren y necesitan los cambios en nuestro país exigen dar castigos merecidos y dejar impunes iría contra la voluntad de la mayoría" (Guión de discusión política).

Más allá de este énfasis sobre la clasificación de conductas que ameritan el castigo de la expulsión, diferentes miembros de la organización produjeron acciones para limitar este tipo de sanción. En este sentido han jugado un rol decisivo un grupo de mujeres que se comprometieron en "calidad de dirigentes" de "cuidar" durante las medidas de protesta pública a jóvenes consumidores de drogas. Los médicos y psicólogos que motorizan acciones en salud como parte de su compromiso militante con la organización también han contribuido a limitar el recurso de la expulsión, ya que en calidad de "expertos" fijaron el sentido de las estrategias de "recuperación". Estos profesionales difunden una visión que pone el acento en un marco de relaciones sociales amplias antes que en el individuo, por ejemplo dinamizan debates en espacios colectivos con preguntas tales como ¿qué lleva al consumo de drogas?", "¿la droga es un arma de la dominación imperialista?", y conducen tratamientos terapéuticos destinados a "adictos", "alcohólicos" y "golpeadores". De este modo, la imagen del "cabecilla" que provoca desordenes se transforma en la imagen de una persona "víctima" de un sistema de opresión.

La "recuperación" se basa en un proceso de crítica y autocrítica colectiva a partir de una visión que concibe a quienes consumen drogas, se alcoholizan, roban o proceden de manera violenta como "victimas" de un sistema social opresivo. La "recuperación", de un modo similar a la "reeducación", se define como un proceso bajo el supuesto de que el individuo que reconoce sus errores y se somete a críticas en espacios colectivos logra racionalizar sus prácticas y transformarlas.

El eje de las prácticas de disciplina discurre sobre la aplicación de una serie de sanciones correctivas que procuran encauzar las conductas que se "desvían" de las normas establecidas por esta organización. Las sanciones correctivas ponen el acento, como sostiene Foucault, en el aprendizaje intensificado, tal es el caso de las jornadas de trabajo frente a la "burocratización". A la vez, el castigo disciplinario se asienta sobre un doble sistema de gratificación- sanción; así, como parte de la gratificación deben entenderse las promociones para ocupar posiciones jerárquicas dentro del movimiento; en tanto que las sanciones, como tuvimos la posibilidad de observar, pueden consistir en apartar del cargo a algún dirigente de modo transitorio o de modo permanente: "el dirigente que roba no puede ser más dirigente", hemos escuchado en reiteradas oportunidades.

A modo de cierre

Para el antropólogo John Gledhill durante la década de 1990 el pensamiento sobre los movimientos sociales ha cambiado, "ya que las desmesuradas expectativas acerca del papel transformador de dichos movimientos en la política moderna ha dado paso a unas valoraciones más sobrias y realistas" (Gledhill, 2000: 290). Desde nuestro punto de vista, los estudios etnográficos han aportado a este cambio porque a partir del registro de la vida cotidiana de las organizaciones populares han dado cuenta de las ambigüedades y las contradicciones existentes.

En este artículo, desde una perspectiva antropológica de los movimientos sociales, procuramos poner de manifiesto, a partir del análisis del proceso de formación de dirigentes en una organización de desocupados, las técnicas de disciplina enmarcadas en propuestas ideológicas tendientes a la producción de "cuadros" políticos cuyo efecto visible ha sido la individualización- jerarquización de conductas. Estas técnicas regulan las relaciones entre los miembros de la organización estudiada; como así también entre estos y otras fuerzas sociales con las que comparten un mismo campo de acción política. Al mismo tiempo, el ejercicio del poder disciplinario que configura el proceso de formación de dirigentes genera y legitima las promociones de un grupo de mujeres y hombres para ocupar tareas más generales dentro del movimiento (viajes al interior o al exterior para difundir las ideas de la organización, participación en instancias de negociación con el Estado, etc.).

Este artículo también pretendió contribuir al conocimiento sobre la diversidad de organizaciones y propuestas políticas e ideológicas contenidas en el movimiento de desocupados. Esto por varias razones; por un lado, porque en algunos circuitos académicos e intelectuales se configuró una imagen homogénea sobre el movimiento de desocupados que acentúa la confrontación de las organizaciones con el Estado y la ausencia de jerarquía en estos agrupamientos debido a un ideario de "horizontalidad" y "autonomía". En este sentido, suponemos que el análisis contenido en este artículo puede contribuir a matizar esa imagen y definir nuevos interrogantes de investigación. Por otro lado, las visiones populares sobre el movimiento de desocupados activan supuestos ya presentes en el siglo XIX, como el que asimila la acción colectiva a la expresión de una manifestación "irracional" de masas; así, circulan categorizaciones que asocian las manifestaciones de desocupados con el "caos" y la "violencia". Este trabajo, ha presentado una imagen opuesta a este supuesto popular, ya que en nuestra investigación hallamos el mundo de las organizaciones de desocupados atiborrado de normas, sanciones, prescripciones y prohibiciones sobre la conducta que tienen como efecto regular y ordenar las relaciones sociales, tanto hacia el interior de estos agrupamientos como en demostraciones y protestas públicas.

Para finalizar, el análisis sobre las técnicas de disciplina debe complementarse con el estudio de las estrategias de resistencia. En este sentido, trabajos recientes en antropología han definido a la disciplina como la articulación entre coerción y persuasión, en un juego de palabras, Lyons sugiere que la práctica de disciplina implica legitimidad no ilegitima a los ojos de los disciplinados (Lyons, 2005). Por razones de espacio no podemos desarrollar aquí este aspecto del problema, pero en futuras presentaciones procuraremos mostrar que la legitimidad de los procesos de disciplina debe comprenderse a partir del análisis del lugar que los diferentes sujetos ocupan en una trama más amplia de relaciones sociales y políticas y en un contexto de vulnerabilidad social y fragilización de la vida.

Notas

1 Lic. en Cs. Antropológicas. Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires. Becaria CONICET. Investigadora del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Equipo UBACyT FI041 dirigido por la Dra. Mabel Grimberg. E-mail: virman@sinectis.com.ar

2 Ambos paradigmas interpretativos surgen en un contexto de emergencia de movimientos sociales centrados en el feminismo, el pacifismo, el ecologismo y los derechos civiles. Las características de estos enfoques puede consultarse en Gledhill (2000).

3 La delimitación de los movimientos sociales como tema de investigación en antropología para cubrir el vacío dejado por los trabajos sobre "prácticas de resistencia", motorizó la recuperación de una genealogía dentro de la propia disciplina de estudios sobre este tipo de movimientos. En este sentido, se reconoce como uno de los trabajos pioneros al de Peter Worsley sobre los cultos cargo en Melanesia cuya publicación data del año 1957.

4 El distrito de La Matanza se integró al área de conurbación de Buenos Aires durante la década de 1940 en estrecha vinculación con políticas de sustitución de importaciones que promovieron la instalación en la zona de numerosos establecimientos industriales de la rama textil, metalúrgica y automotriz. Las políticas de orientación neoliberal que se aplicaron durante los últimos años en el país provocaron la desindustrialización de este distrito y el aumento de los niveles de desempleo y subempleo. Hacia el año 2001, cuando se produjeron los primeros bloqueos de ruta en la zona, La Matanza contaba con una población estimada en 1.255.288 habitantes (INDEC, Censo 2001); y sobre un total 575.654 personas que conformaban la población económicamente activa, el 17.5 % estaban desocupadas y el 15.2 % subocupadas (INDEC, 2001).

5 Según datos estadísticos, en el año 1997 se produjeron 140 "cortes de rutas" en todo el país, mientras que en el año 2002 la cifra aumentó a 2336 (Fuente Nueva Mayoría). Asimismo, a lo largo del período 1997-2005, la mayor incidencia de esta modalidad de protesta, el 30 % sobre el total del país, se concentró en la provincia de Buenos Aires (Fuente Nueva Mayoría).

6 La desocupación en Argentina alcanzó un hito histórico en el año 2002, ya que afectó al 21.5 por ciento de la población económicamente activa (Fuente INDEC). Este porcentaje es aún más significativo si se tiene en cuenta en el año 1975, o sea en la época previa a la implementación de políticas neoliberales, este país tenía una tasa de desocupación de 2.4 por ciento (Fuente INDEC).

7 Por un lado, se encuentra las organizaciones nucleadas en centrales y tendencias político-sindicales como son los casos de la Federación de Tierra Vivienda y Hábitat (Central de Trabajadores Argentinos) y la Corriente Clasista y Combativa (línea sindical vinculada al maoísmo-Partido Comunista Revolucionario). Por otro lado, se encuentran las organizaciones piqueteras vinculadas con diferentes partidos políticos: Polo Obrero (Partido Obrero de orientación trotskista); Barrios de Pie (Patria Libre de orientación guevarista); Movimiento Territorial de Liberación (Partido Comunista); Movimiento Sin Trabajo " Teresa Vive " (Movimiento Socialista de los Trabajadores de orientación trotskista). Finalmente, organizaciones piqueteras como el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados y la Coordinadora de Trabajadores Aníbal Verón no aparecen claramente vinculadas con partidos políticos.

8 En el marco de las ocupaciones de tierra se conformaron asociaciones como juntas vecinales, cooperativas y mutuales para demandar la regularización dominial de los terrenos ocupados y el acceso a consumos colectivos (agua potable, luz eléctrica, transporte público, centros sanitarios, etc.) (Merklen, 1991).

9 En muchas ocasiones, quienes se encargan de impartir estas actividades son grupos de intelectuales universitarios vinculados por lazos de afinidad política e ideológica con las organizaciones de desocupados.

10 El nombre de las personas esta modificado para conservar el anonimato.

11 Se denomina de este modo a un documento que se distribuye semanalmente entre los dirigentes barriales para su discusión. El contenido del mismo varía e incorpora temas de política internacional y nacional; conceptos teóricos; y proble mas de la organización de desocupados a nivel local.

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