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Avá

versión On-line ISSN 1851-1694

Avá  n.10 Posadas mar. 2007

 

ARTÍCULOS

El espejo invertido de la realidad: Del discurso del desarrollo a la apología de la gestión ambiental

Omar Ramírez*

* Omar J. Ramírez. Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI). Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Investigador Maestría en Sistemas Ambientales Humanos. E-mail: omarjrh@yahoo.com

"El problema no es cambiar la "conciencia" de la gente o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político, económico e institucional de producción de verdad" (Michael Foucault. Un diálogo sobre el poder)

Resumen

Construido e históricamente conceptualizado desde el segundo periodo de posguerra, el desarrollo -como formulación discursiva de la creación de la realidad social- parece haberse constituido en una de las principales directrices del transcurrir civilizatorio. Desplegando un conjunto de estrategias de planificación y promoviendo la transformación de los territorios mediante grandes proyectos, el desarrollo intenta presentar un esquema exclusivo -pero también excluyente- por medio del cual interpretar los hechos y los acontecimientos. Tal modelo discursivo ha logrado avanzar tras anular, asimilar y excluir diferentes representaciones socioculturales y ofrecer, simultáneamente, soluciones aparentemente generalizables a la totalidad del género humano. Hoy en día, ante la enunciación de una problemática ambiental de escala planetaria, la moderna gestión ambiental se consolida como una propuesta global. Ante esto, ¿es posible reconocer un cambio entre la formulación discursiva de la gestión ambiental y la del desarrollo?

Palabras Clave: Biodiversidad Cultural; Desarrollo; Gestión Ambiental; Globalización; Planificación.

Abstract

Constructed and historically conceptualized since the second post-war period, the development -understood as a discursive formulation of the creation of social reality- seems to have been established as one of the main guidelines of civilization's course. Displaying an ensemble of planning strategies and promoting the transformation of territories by means of large development projects, the development aims to present an exclusive -but also excluding- scheme by which facts and events can be interpreted. Such discursive model has been able to advance after annulling, assimilating and excluding different socio-cultural representations and simultaneously offering solutions that can be apparently generalized to the whole of humankind. Nowadays, in the presence of an environmental problem of global scale, the modern environmental management consolidates itself as a global proposal. Taking all this into account, is it possible to recognize a change between the discursive formulation of environmental management and that of development?

Key Words: Cultural Biodiversity; Development; Environmental Management; Globalization; Planning.

Fecha de recepción: Agosto 2006
Fecha de aprobación: Octubre 2006

Asumamos dos puntos de referencia: por un lado, la interpretación del desarrollo como una construcción discursiva formulada en unos contextos históricos específicos, en respuesta al interés de ciertas entidades y dinámicas de poder. Por el otro, la representación de una problemática ambiental a escala planetaria, caracterizada por la intensificación de una crisis civilizatoria ecológica y social de impacto y repercusiones globales. Si bien estas dos distinciones no se configuran a partir de una relación dual, sí ofrecen un significativo marco de análisis para la formulación de algunas reflexiones iniciales, sobre el papel desempeñado por la moderna gestión ambiental, frente a la forma como integra y asimila la diversidad cultural en los discursos totalizantes que actuaron -y actúan- como enfoques universales aparentemente aplicables al conjunto del género humano.

A continuación se plantean algunos interrogantes iniciales que intentan obrar como parámetros guías, al esbozar aquellos tópicos sobre los cuales orientar la propia mirada del escrito: ¿Es posible reconocer un cambio entre la formulación discursiva del desarrollo sostenible y la del desarrollo promovido durante el segundo periodo de posguerra hacia mediados del siglo XX? ¿Qué repercusiones programáticas y pragmáticas genera el hecho de reconocer una problemática ambiental a escala global? Ante esto ¿cómo podría interpretarse la relación entre la moderna gestión ambiental, al ser presentada hoy en día como una de las principales estrategias de planificación y administración social, y la existente pluralidad discursiva social y cultural de la realidad?

El desarrollo como construcción histórica

A partir de la identificación de ciertas condiciones materiales y la diferenciación comparativa de particulares relaciones sociales, el desarrollo parece haberse constituido en una de las principales directrices del transcurrir civilizatorio de los denominados países del Tercer Mundo.

Partiendo del reconocimiento de la importancia de las dinámicas de discurso y poder en la creación de una experiencia colectiva, el desarrollo se expresa como un resultado histórico, como una 'obra' efecto de prácticas cognitivas concretas que intenta presentar un esquema singular por medio del cual acercarse al mundo. Es decir, como una 'invención' de los hechos, de verdades y posibilidades, de ficciones y claridades, de mitos y libertades, logrando ser un eje articulador de la representación de los acontecimientos sociales (Escobar, 1998; Gendzier, 1985; Sachs, 1990, 1996).

Construido e históricamente conceptualizado desde el segundo periodo de posguerra1, el desarrollo insinúa la uniformidad de percepción del mundo en concomitancia con ciertas representaciones subjetivas, permitiendo la demarcación de aquellos espacios, pensamientos, estrategias y relaciones que han de ser promovidos como rutas certeras a recorrer por todas las sociedades y culturas. Donde 'la realidad', conquistada por una singular forma de interpretación, responde a una discreta descripción de las circunstancias y los hechos.

Para comprender el desarrollo como una construcción narrativa, es necesario entenderlo como una 'estrategia', como un complejo de relaciones que entrama objetos, acciones, actores, representaciones, imaginarios, pensamientos y elementos, agrupándolos y disponiéndolos conforme a una particular lógica de argumentación.

Dicha situación establece un claro señalamiento de "quién puede hablar, desde qué puntos de vista, con qué autoridad y según qué calificaciones", llevando a cabo una aprehensión discursiva claramente coartante y una subyugación de las dominantes salidas planteadas mediante la precisión de "reglas a seguir para el surgimiento, denominación, análisis y eventual transformación de cualquier problema, teoría u objeto en un plan o política" (Escobar, 1998: 88). Esto refleja cómo los procesos de apropiación de tal expresión, junto a los intentos por variar su representación, terminan siendo formulados en los mismos términos conceptuales inherentes a la idea del desarrollo2.

Este característico enfoque denota la condición imperante y estándar del desarrollo: canalizar los imaginarios sociales y los rumbos civilizatorios bajo regímenes de 'construcción de la verdad'. Al hacerlo, la forma de dimensionar el abstracto y universal nivel de análisis, se transforma en un factor condicionante de las reglas de expresión y de las categorías de enunciación de los acontecimientos, reflejando no sólo el aspecto determinante de la situación, sino también la naturaleza hegemónica del discurso.

Así, no sólo se posibilita el despliegue de una forma de ser y actuar, sino que también se imposibilitan y condicionan otras. Esta dinámica, interpretada como "representativa de la lógica de un campo de poder político y económico, donde los actores colectivos intentan establecer sus propias perspectivas particulares, como la forma más correcta de proceder con relación al desarrollo" (Ribeiro, 1991: 59-101) plantea una doble situación. Por un lado, reconoce un proceso de circunscripción, es decir, de reconocimiento de aquellas prácticas conceptuales y empíricas adaptables y funcionales a la propia conformación y difusión de la lógica que pretende ser resaltada. Por otro lado, crea un proceso de transgresión, de exclusión de la diferencia, de la otredad, de aquello que no logra ser compatible con la lógica inicial, como resultado de una subvaloración relativa del fenómeno.

Este proceso de encuentro y confrontación con aquello que no responde a la lógica conocida y aceptada como única y válida por y para la sociedad, supone la existencia de un estado ejemplar 'desarrollado' -e ineluctablemente de otro 'subdesarrollado'- atribuyendo un carácter despectivo y antagónico a la multiplicidad de relatos y culturas. Cada episteme histórica (Descola, 2001: 101-123) que construye sus propias combinaciones específicas de representación, se ve reinterpretada como un proceso 'inconcluso' e 'insuficiente', obligado a ser superado como menester objetivo e ineludible del devenir civilizatorio. Perfilando tanto la problemática ante la cual dirigir la mirada (el 'subdesarrollo' de algunas regiones del mundo) como la salida certera para superarla (enclaves tecnológicos y económicos3), la idiosincrasia del Tercer Mundo es enunciada en términos de 'escasez' y las culturas, por tanto, son expresadas como 'obstáculos' al proceso de 'modernización' y 'progreso' inherentes del desarrollo.

Uno de los principales efectos de tal proceso es el señalamiento de la 'pobreza' -especialmente la existente en los países tercermundistas- como el problema social y central a resolver. Asociada a diversas características inherentes a las culturas de estas regiones, y teniendo en mente las dinámicas sociales, políticas y económicas de los países poderosos de Occidente, la 'pobreza' es relacionada con condiciones de 'deficiencia', 'carencia', 'escasez' y 'necesidad'; descifrando unas categorías aparentemente 'incompletas', susceptibles de ser 'mejoradas', 'aliviadas' y 'restablecidas', por medio de la inserción de diferentes procesos de planificación e intervención, dirigidas a 'modernizar', 'completar' y 'beneficiar' a dichas regiones4.

Así, las culturas, como procesos múltiples y disímiles, son anuladas discursivamente y transferidas automáticamente a una idea evolucionista de la sociedad5, donde las regiones denominadas 'avanzadas' o 'desarrolladas', se encuentran en una instancia 'adelante' y 'mejor' con relación a las llamadas zonas periféricas (Wallerstein, 1996). Pero además, paradójicamente, donde estas últimas deben ser sometidas a una necesaria intervención para avanzar y lograr alcanzar un estado pleno de bienestar.

Tras ello, las jerarquías discursivas adquieren sentido y actúan de forma funcional a la idea de existencia de un punto, un estado, una condición o un umbral de ventura al alcance de todas las culturas y sociedades, incentivando, correlativamente, una disposición competitiva entre ellas, al enfocar los esfuerzos en la búsqueda de la mejor forma para alcanzar, en el menor tiempo posible, el anhelado 'estado de desarrollo'.

De esta forma, la tradición, la historia y las representaciones locales son contempladas como 'obstáculos' para el asentamiento de la modernización a partir de la coexistencia de dos circunstancias: por un lado, reconociendo ciertos sistemas que limitan, entorpecen y dificultan el establecimiento de un comportamiento dominante, y por otro, visualizando ciertos vacíos existentes que, por su misma ausencia, no facilitan el ingreso y la transformación de las regiones a un supuesto 'estado de prosperidad'. En ambos casos, se logra evidenciar una 'medicalización' de la pobreza en la cual se pretende advertir ciertos fenómenos, prácticas y pensamientos 'diferentes', como agentes causales de una condición 'irregular'6.

En síntesis, como conceptos abstractos, modificables y moldeables, las culturas adquieren sentido según el grado de acercamiento y acatamiento de las expectativas extrapoladas por Occidente poderoso, donde ciertas entidades -y a partir de un proceso relativo de comparación- demandan una pronta y urgente intervención 'correctiva' del Tercer Mundo, convirtiéndolo en "un espejo invertido de la realidad de otros: un espejo que los desprecia y los envía al final de la cola, un espejo que reduce la definición de su identidad, la de una mayoría heterogénea y diversa, a los términos de una minoría pequeña y homogeneizante" (Esteva, 1996: 52-78).

Planificación del Desarrollo

Ahora bien, el hecho de reconocer el desarrollo como una construcción histórica, no es sinónimo de limitar su espacio de acción al mero campo de las ideas, por el contrario, "tal discurso deviene en prácticas concretas de pensamiento y de acción mediante las cuales llega a crear realmente el Tercer Mundo" (Escobar, 1998: 33).

Uno de los instrumentos centrales de la difusión del desarrollo es la ejercida por las técnicas y prácticas de planificación que, al asumir una idea de control del ritmo de las experiencias sociales como respuesta a la 'problemática' situación identificada, pretende llevar a cabo una función de encauce de las regiones 'pobres' hacia el 'certero camino del progreso'. Dicho proceso, entendido como sinónimo de orden y confianza, responde a una creencia axiomática vitalmente relevante para la organización de todo tipo de estructuras sociales, tanto en el plano internacional como local, presumiendo que el cambio colectivo es posible dirigirlo en común relación con las transformaciones deseadas. Esta concepción optimista de la planificación, adquiere una amplia aceptación no sólo en los países poderosos de Occidente, sino también en las propias regiones del Tercer Mundo que, deslumbrados por la promesa de la modernización7, aceptan la inserción de transformaciones políticas y económicas como medio para alcanzarla.

La discusión así planteada transcurre en términos de elección de medios, no de fines, ya que el desarrollo, junto a las nociones de progreso y modernización, se convierte en un fin en sí mismo capaz de ser extrapolable al total de la población. Los medios, entre tanto, enlazados por una estructura de planificación, son caracterizados por los procesos de industrialización, crecimiento económico, tecnologización, eficiencia, empleo productivo, elevado nivel de vida, reformas político-económicas, entre otros.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo mencionado y reconociendo que "los procesos planificados son fuertemente coercitivos [al ser] ejecutados por grandes y poderosas burocracias vinculadas a redes nacionales e internacionales de intereses políticos y económicos" (Ribeiro, 1987: 3-27) es posible realizar un par de observaciones al respecto.

En primera instancia, el acto coercitivo connatural a la planificación, arguye un inevitablemente proceso de

"... normalización y estandarización de la realidad, lo que a su vez implica la injusticia y la extinción de la diferencia y de la diversidad, [conllevando] la superación o erradicación de las "tradiciones", "obstáculos" e "irracionalidades", es decir, la modificación general de las estructuras humanas y sociales existentes y su reemplazo por nuevas estructuras racionales" (Escobar, 1996: 216-234).

Esta característica responde a una práctica valorativa de hechos y acciones, teniendo como referencia un único parámetro de comparación, adjudicando propiedades 'normales' y 'ordenadas' -y por lo tanto socialmente aceptadas- donde lo divergente, necesariamente censurado por una estructura centralizada que vela por la 'salud' y 'bienestar' de la sociedad, continúa siendo sojuzgado bajo la mirada clínica característica de una sociedad de control.

Así, en segunda instancia, la aparente neutralidad con la que es llevado a cabo el proceso de planificación del desarrollo, no existe, ya que la forma como es interpretada una noción del orden, la manera como se configuran los elementos y la materialización de dichas medidas -como los proyectos de desarrollo, por ejemplo- conllevan en sí mismo un cúmulo de ideas y acciones políticas, económicas y culturales, características de las condiciones sociales del momento histórico de su formulación.

De esta manera, al encontrarse la planificación en manos de "grandes y poderosas burocracias", se abren las puertas para la intervención de los profesionales en la resolución de los 'problemas sociales'. Una de las principales formas que adquiere la planificación y la profesionalización del desarrollo - tomando como premisa discursiva una condición 'neutral' de la ciencia y la tecnología- es el fomento de la resolución técnica de tales situaciones. Este tipo de disposiciones genera un sinnúmero de reformas estructurales donde los esfuerzos internacionales, en sintonía con algunos intereses nacionales del Tercer Mundo, establecen múltiples iniciativas estratégicas que permiten acelerar el proceso de modernización de las regiones. En este sentido,

"la principal forma de apoyo exterior para esa tarea de reforma local se llamó 'asistencia técnica'. La palabra técnica supuestamente destacaba dos características esenciales: se decía que la asistencia era científicamente evidente por sí misma; y se decía que era desinteresada. 'Técnica' implicaba 'meramente técnica', lo que por lo tanto significaba implícitamente que era 'apolítica' [...] La idea de que era desinteresada al parecer dio frutos amargos porque muchos países entraron en ciclos de endeudamiento externo elevadísimo, fuga de capitales e inversión negativa" (Wallerstein, 1996: 165-166).

Bajo esta mirada, los proyectos, como grandes intervenciones estructurales, son impulsados y aceptados como benéficos por sí mismos, sin tener en cuenta que al intervenir los territorios se ejerce, entre otras cosas, una significativa transformación y degradación del ambiente y un proceso de inducción de formas concretas de interpretación de la relación sociedad/ naturaleza.

En tercera instancia, para que la normalización y la profesionalización puedan ser llevadas a cabo, es necesario la existencia de un cuerpo central que administre, controle y gestione las diferentes dinámicas tendientes a orientar toda la acción social bajo un mismo parámetro. Este aparato, caracterizado por su lógica nuclear, burócrata y jerárquica, adquiere dinamismo a partir de la conformación de un complejo sistema articulado donde los intereses -entendidos en un sentido personalista y privatista- logran imprimir su carga ideológica en las acciones desarrolladas8. Así, el diseño de políticas, planes, programas y proyectos actúan como agentes causales de promoción de ciertas racionalidades, pero a la vez, son resultado de circunstancias y contextos particulares que denotan su especificidad frente a otras posibles y/o existentes.

La visión global de la problemática: la gestión ambiental

Una de las principales características dentro del discurso ambientalista a fines del siglo XX, es la aceptación de la existencia de una problemática ambiental a escala global como uno de los principales conflictos a los que se ve enfrentada la humanidad. Esta adquiere tal dimensión a partir del reconocimiento del desequilibrio ecológico como totalidad, tendiendo a expresar los acontecimientos bajo un mismo patrón de representación e instalando el tema, por lo tanto, dentro de unas dinámicas discursivas de deseo y poder en la creación y representación de la realidad social.

Respondiendo a una doble consideración analítica dentro del discurso en el cual se encuentra inmerso -en términos de causa y efecto- la crisis ambiental actúa, por un lado, como un efecto globalizado, al ser ella misma resultado de un proceso interpretativo de los hechos, al reconocerse como parte histórica de una forma de ver la realidad, es decir, al conformarse desde determinados raciocinios, esquemas y estructuras de diferenciación. Pero, por otro lado, actúa como una causa globalizante, al describir un estado inicial de la situación, al proponer un nuevo enfoque desde el cual direccionar iniciativas teóricas y prácticas, al exponer la problemática como una circunstancia particular sin ningún tipo de antecedente histórico y al proponer e instalar dicha visión como variable innovadora de representación de los acontecimientos ambientales. De igual manera, en el plano institucional, el mundo es teorizado en términos globales donde, a partir de los informes del Club de Roma y la Conferencia de Estocolmo en la década de los setenta, es presentada una visión del mismo como un sistema global en el que todas las partes se encuentran interrelacionadas.

Expuesta como una relación causaefecto, la descripción de la crisis ambiental identifica el objeto de estudio sobre el cual dirigir la mirada (el proceso de degradación y desequilibrio ecosistémico planetario) y, a partir de este, bosqueja las características de las medidas y acciones tendientes a dar respuesta a dicha representación de la realidad.

Teniendo en mente este particular enfoque, la solución necesariamente deviene estrategias igualmente globales que puedan interactuar sobre la totalidad del área de influencia. Así, desde las discusiones de la necesidad de incluir la dimensión ambiental en los procesos de desarrollo (CEPAL/ ILPES / PNUMA, 1986), hasta la aparición del concepto oficial de desarrollo sostenible a fines de la década de los años ochenta, la planificación y la gestión ambiental han ejercido un papel dominante como estrategias que pretenden mejorar las dinámicas sociales de forma gradual y sistemática.

Hoy en día, la gestión ambiental, inserta en los principios y lineamientos del desarrollo sostenible, es entendida como una gestión de los impactos ambientales que pretende, entre otras cosas, organizar las actividades antrópicas que afectan el ambiente, con el fin de lograr el máximo bienestar social al prever y mitigar los problemas generados por la extensión e intensificación de un particular modelo de desarrollo. Empero, nos enfrentamos a una paradójica situación: de forma proporcional al aumento de la promoción, difusión e implementación de dicha estrategia, la intensificación de la crisis se incrementa sin lograr vislumbrar un significativo mejoramiento de la misma y, por el contrario, parece "que los esfuerzos por invertir las tendencias adversas, sólo han servido para atenuar las pendientes negativas de determinados procesos de deterioro, sin que se haya logrado modificar sus signos" (Gligo, 2001: 235-250).

Al ser expuesta la gestión ambiental como una medida de igual proporción a la problemática sobre la cual pretende interactuar, ineluctablemente se consolida como una propuesta única y global, limitando otras posibilidades e iniciativas con el potencial de argumentarse y desplegarse también como alternativas de solución. De esta manera, se tiende a estandarizar una forma de interpretar la relación sociedad / naturaleza, logrando asimilar las diferencias o, en su defecto, propiciando su exclusión dentro del pensamiento dominante al condicionar su propia validez de existencia.

Las nociones de gestión y planificación ambiental reproducen la idea optimista de administrar y agenciar las dinámicas civilizatorias como 'objetos' maleables, factibles de ser modificados y configurados por la propia intervención de otros agentes sociales. Esto presupone la existencia de una noción de progreso donde las sociedades, tras la aplicación de los rasgos denotativos de la modernización y la adopción de ciertas maniobras de control, pueden llegar a alcanzar una mejor situación con relación a la actual.

En este mismo proceso de objetivización, la gestión ambiental resignifica la naturaleza en términos instrumentales, transformándola en medio ambiente al otorgarle un preciso significado: actuar como un conjunto de recursos disponibles a la voluntad del desarrollo, donde ella -la naturalezaconvertida ahora en un mero depósito de materias primas para la producción de mercancías, "ya no significa una entidad autónoma, fuente de vida y de discurso" (Escobar, 1998: 369) sino por el contrario, es abstraída a una posición pasiva, dependiente, delimitable y administrable como recurso natural, requerido para la industria y el comercio.

Así, al ir tras la búsqueda del equilibrio global, al tener en mente la abstracción planetaria sobre las particularidades históricas y culturales, la diversidad es asimilada por el propio discurso de sostenibilidad, desdibujando la complejidad existente e identificando dos entidades en juego: el elemento en crisis (la nave espacial tierra) y los actores implicados y afectados por tal situación (nosotros como habitantes del planeta).

Actualmente, al igual que los planificadores del Tercer Mundo a mediados del siglo XX, el desarrollo sostenible -marco conceptual de la gestión ambiental- continúa señalando la 'pobreza' como una de las principales causas del deterioro ambiental, haciendo necesaria la creación de dinámicas de intervención y 'mejoramiento'9. Este enfoque, parece reconocer la situación contemporánea como el punto cero de tal condición, desconociendo las diferentes variables -la aplicación del vigente modelo de desarrollo, entre otras- que han aportado a la extensión e intensificación de tales circunstancias de pobreza.

En este sentido, el problema es abordado de una forma discreta donde la solución, en consonancia con la naturaleza del discurso, se enfoca en la necesidad de transferencia de ciertos recursos tecnológicos que posibiliten la superación de la pobreza y, por lo tanto, la reducción de la degradación ambiental. En otras palabras, el problema parece ser expuesto como resultado de la ausencia de mecanismos de control y administración de las actividades existentes y proyectadas, identificando en la gestión ambiental una salida incólume y oportuna10.

Lo anterior parece desconocer la complejidad de la crisis y admite que la gestión ambiental -como extensión discursiva del desarrollo- puede llegar a ser lo suficientemente certera y eficaz para ser aplicada en cualquier momento y lugar. Esto, sin duda, invita a cuestionar de manera crítica la propuesta uniformante detrás de tal discurso, en un periodo histórico donde el servilismo mimético, inherente al propio campo discursivo del desarrollo, amenaza no sólo la biodiversidad ecológica, sino también, las raíces culturales e históricas de las distintas regiones del planeta.

Notas

1 Para Wallerstein (1996: 164) "el surgimiento del término desarrollo fue una consecuencia inmediata de la aparición política del llamado tercer mundo en la era posterior a 1945". En este mismo sentido Sachs (1996: 1-7) afirma: "el faro del desarrollo fue construido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo al colapso de las potencias coloniales europeas, los Estados Unidos encontraron una oportunidad para dar dimensión mundial a la misión que sus padres fundadores les habían legado: "ser el fanal sobre la colina"".

2 Un símil de esto es presentado por Escobar (1998: 22) al evidenciar cómo hacia finales de los años setenta, la discusión crítica y las propias estrategias alternativas al proceso dominante, necesariamente debían tener en consideración la noción del desarrollo: "podía criticarse un determinado enfoque, y proponer modificaciones o mejoras en concordancia con él, pero el hecho mismo del desarrollo y su necesidad, no podían ponerse en duda".

3 Ya desde 1949, el presidente estadounidense Harry Truman hacía explícito los mecanismos necesarios para afrontar el 'subdesarrollo': "creo que deberíamos poner a disposición de los amantes de la paz los beneficios de nuestro acervo de conocimiento técnico para ayudarlos a lograr sus aspiraciones de una vida mejor [...] producir más es la clave para la paz y la prosperidad. Y la clave para producir más es una aplicación mayor y más vigorosa del conocimiento técnico y científico moderno". Harry Truman (1964/1949). Public papers of the Presidents of the United States, Harry S. Truman. Washington: U.S. Government Printing Office (Escobar, 1998: 19).

4 El Sistema Bretton Woods del periodo de posguerra, contribuyó enormemente a este proceso. Los ajustes estructurales impulsados por el Banco Mundial y el FMI en busca de presuntas mejoras, indujeron nuevos ritos de dependencia y degradación de los territorios. La mayoría de las naciones de África, América Latina y Asia se concentraron en la exportación de productos primarios (café, algodón, maderas nobles, entre otros) muchas veces con el uso intensivo de insumos químicos e inmensa deforestación, conllevando serios impactos ambientales y desatención de la producción interna de alimentos. Hoy en día, diferentes instituciones financieras internacionales continúan incentivando la realización de proyectos de infraestructura para 'modernizar' los territorios. Un ejemplo de ello es la iniciativa IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) la cual, propuesta oficialmente en el año 2000 y financiada por el BID, CAF y FONPLATA, pretende integrar físicamente a los doce países de Suramérica para fortalecer los mercados, por medio de la superación de los obstáculos biogeográficos existentes (entiéndase por este último concepto los ecosistemas y biomas naturales de la región).

5 Este enfoque consiste "en construir un esquema lógico de la evolución de las sociedades a partir de conclusiones obtenidas de la evolución de la naturaleza y especialmente de la evolución de los seres vivientes. Estas conclusiones se resumían en algunos principios: tendencia al incremento de la complejidad interna de los organismos y diferenciación de órganos especializados para integrar esta complejidad, etc." (Godelier, 1976: 8-14). En este conjunto metodológico también se encuentra la teoría de Rostow que concibe el desarrollo como una secuencia de etapas históricas que son, por lo general, las mismas que pueden observarse en la evolución de los países actualmente 'desarrollados' (Rostow, 1970).

6 Para Foucault : "la conciencia moderna tiende a otorgar a la distinción entre lo normal y lo patológico el poder de delimitar lo irregular, lo desviado, lo poco razonable, lo ilícito y también lo criminal. Todo lo que se considera extraño recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión cuando se trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de explicar. El conjunto de las dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura, distribuyen a ambos lados del límite las conformidades y las desviaciones, encuentra así una justificación y la apariencia de un fundamento"(1996: 13).

7 Tal promesa es posible identificarla en las siguientes palabras del presidente Kennedy: "El mundo es muy diferente ahora. Pues el hombre tiene en sus manos mortales el poder de abolir todas las formas de pobreza humana [...] A aquellos pueblos en las chozas y en las aldeas de la mitad del planeta que luchan por romper las trabas de la miseria masiva [...] les ofrecemos una promesa especial - convertir nuestras buenas palabras en buenas acciones en una nueva alianza para el progreso - para ayudar a los hombres libres y a los gobiernos libres a despojarse de las cadenas de la pobreza". Discurso inaugural, Enero 20, 1961 (Escobar, 1996: 216-234).

8 Koolen (1986: 47-89) expresa esta situación de la siguiente forma: "las fuerzas dominantes, de hecho, 'planifican' de acuerdo con su propia forma de concebir los medios para fortalecer su dominio en el tipo de sociedad que desean construir, y para ello escogen asesores, técnicos, llámense estos 'planificadores' o no".

9 Al respecto, el Informe Brundtland afirma: "La misma pobreza contamina el medio ambiente, creando tensiones de manera diferente. Los pobres, los hambrientos, destruyen con frecuencia su medio ambiente inmediato a fin de poder sobrevivir: talan bosques; su ganado pasta con exceso las praderas; explotan demasiado las tierras marginales y en número creciente se apiñan en las ciudades congestionadas. El efecto acumulador de estos cambios está tan extendido que ha convertido a la misma pobreza en una importante calamidad global". (Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, 1988: 50).

10 A manera de ejemplo, el PNUD (1992: 10) define la gestión ambiental como "la estrategia mediante la cual se organizan las actividades antrópicas que afectan el ambiente con miras a lograr el máximo beneficio social y prevenir y mitigar los problemas potenciales atacando de raíz sus causas".

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