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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  n.15 Posadas dez. 2009

 

ARTÍCULOS

Migración y movilidad mapuche entre Araucanía y nor Patagonia

Hans Gunderman*, Héctor González** y Larisa de Ruyt***

* Antropólogo, Doctorado en Sociología por El Colegio de México, profesor e investigador en el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM), Universidad Católica del Norte, Calle Gustavo Le Paige 380, San Pedro de Atacama, correo electrónico: hgunder@ucn.cl
** Antropólogo, con estudios de Doctorado en Historia por la Universidad de Barcelona, profesor e investigador en el Departamento de Antropología de la Universidad de Tarapacá, 18 de Septiembre 222, casilla 6-D, Arica, correo electrónico: hgonzale@uta.cl.
*** Antropóloga, investigadora adscrita al Proyecto Fondecyt N°1060973, Calle Gustavo Le Paige 380, San Pedro de Atacama, correo electrónico: lderuyt@yahoo.com

Resumen

El artículo presenta antecedentes acerca de la migración y movilidad campesina e indígena mapuche desde las regiones de Araucanía, Los Ríos y Los Lagos a la Patagonia argentina, especialmente al Neuquén y Río Negro, durante la segunda mitad del siglo XX. Se establece lo anterior como parte de un proceso mucho más amplio de redistribución espacial que incluye el centro de Chile, Magallanes y la Patagonia trasandina. Se describe su condición de migración económica y los cambios que en ella han tenido lugar, tanto por los vaivenes de las economías y las relaciones entre Chile y Argentina, como por la formación de redes sociales de parentesco y comunalidad entre áreas de origen y de destino. Lo anterior se pone en relación con la pauta de integración regional que el pueblo mapuche ha construido en la época moderna y las relaciones translocalizadas que siguen favoreciendo una notable dinámica movilidad, vinculando sus segmentos rurales y urbanos, peri o semi urbanos.

Palabras claves: Pueblo Mapuche; Migración; Movilidad; Translocalización; Patagonia

Abstract

This article offers background information on the migration and mobility of peasants and Mapuche people from the Araucanía, Los Rios and Los Lagos regions to the Argentinian Patagonia, especially to Neuquén and Río Negro, during the second half of the 20th century. This event is part of a larger process of spatial redistribution that includes central Chile, Magallanes and the Patagonia region across the Andes. We describe this economic migration as well as the changes that have taken place because of the oscillation of economies and the relations between Chile and Argentina, or because of the formation of kinship and community social nets between the areas of origin and destination. This idea is related to the regional integration pattern that the Mapuche people have created in the modern era as well as to the translocated relationships that keep favoring mobility between rural, urban and semi urban components.

Keywords: Mapuche People; Migration; Mobility; Trans location; Patagonia.

Fecha de recepción:
Fecha de aprobación:

Introducción

Los pueblos indígenas de Chile viven transformaciones de gran envergadura. Tales cambios pueden describirse mediante la noción de postcomunalidad y se refieren a las emigraciones y movilidad que protagonizan; a un patrón de ingresos cada vez menos dependiente de  fuentes agrarias, como antaño; al aumento del asalariamiento a distancia y a una drástica ampliación de los espacios sociales en que participan. Ello impacta en una medida importante a la sociedad mapuche del sur de Chile y, con variantes, a otros pueblos indígenas del país (aymaras, atacameños, quechuas o rapanuis). Durante las últimas tres décadas reciben un impulso decisivo de la integración económica y apertura comercial al exterior, de la expansión minera trasnacionalizada y, dicho en términos más amplios, del proceso de modernización acelerado que vive Chile. Con todo ello, las agriculturas tradicionales indígenas y la propia vida rural y campesina se han visto fuertemente sacudidas.

Esos cambios deben entenderse en relación con patrones históricos de integración indígena a las regiones de pertenencia. Tales pautas, así como el proceso de postcomunalidad actual, son específicos a los grupos étnicos, tanto por factores internos (económicos, sociopolíticos y culturales), como por las características que adoptan regionalmente los modelos de desarrollo y las modernizaciones del último medio siglo. Asimismo, y a pesar de la hoy mayoritaria presencia indígena en medios urbanos, advertimos entre ellos la continuidad transformada de un conjunto de relaciones sociales basadas en el parentesco (consanguíneo o ritual) y el origen local rural (comunalidad, vecindad, amistad). Incidiendo desde las localidades y sujetos rurales a los individuos, familias y grupos urbanos o de otras áreas rurales de destino, e influyendo desde los espacios y sujetos urbanos hacia las localidades rurales, participan en la formación y reproducción de redes, grupos locales y agrupaciones translocales que componen hoy las sociedades indígenas. Estas nuevas relaciones y aquellas que son propias a las localidades rurales fundan hoy su condición de sociedad

Presentamos a continuación resultados de una investigación todavía en desarrollo1 acerca de la importancia social de lo que hemos denominado translocalización de las relaciones y grupos sociales indígenas (vvigencia de relaciones socialmente importantes fuera o más allá de la localidad, con base en principios de integración como el parentesco, característicos de las comunidades rurales indígenas). Una oportunidad de análisis y discusión de este tema lo constituye, en el caso mapuche, la movilidad y migración al centro del país y al norte de la Patagonia argentina. Se trata de un aspecto poco estudiado de la realidad indígena surgida de las transformaciones vividas por ese pueblo en años recientes. Trataremos la prevaleciente condición urbana de los mapuches contemporáneos y los procesos conducentes a ello, señalando algunas implicaciones de lo anterior para las localidades rurales. Luego abordaremos aspectos de la dinámica que viven las comunidades rurales, enfatizando su condición translocalizada. La migración campesina y mapuche a la Patagonia argentina, especialmente Neuquén y Rio Negro, representa un capítulo importante de lo anterior. Se presenta y luego analiza, información de la localidad mapuche de Escorial, las emigraciones, reasentamiento y movilidad que protagonizan en Chile y Argentina. Las conclusiones sintetizan los resultados e integran una perspectiva regional de análisis (pautas de integración, procesos de migración) y otra social (translocación, redes sociales y grupos locales).

La pauta de integración regional mapuche y su redistribución espacial moderna

Los indígenas de Chile radican hoy mayoritariamente en centros urbanos. Considerando las relativamente más confiables cifras del Censo de 2002 (respecto de las de 1992; confróntese: Gundermann, Vergara y Foerster, 2005a y b) la mayor parte de la población de los pueblos indígenas del país radica en centros urbanos: en el total nacional representa un 68,4%. Detallado según los tres principales pueblos indígenas de Chile, un 62,4% de la población mapuche es urbana; entre los aymaras ese porcentaje llega a un 78,5%, mientras que entre los atacameños alcanza a un 82,8% (INE-Orígenes, 2005:18-22). A diferencia de los pueblos andinos del extremo norte del país, la residencia mapuche no sólo se concentra en ciudades grandes e intermedias, sino que también en las de pequeño tamaño. En la propia Araucanía, Los Ríos y Los Lagos los residentes urbanos llegan a un 29,2% del total indígena regional (INE, 2003:24; INE - Orígenes, 2005:41).

La movilidad y la migración mapuche no es nueva y en las últimas dos o tres décadas se ha intensificado y complejizado. Se hacen visibles hace más de medio siglo y se vinculan a un momento de cambio modernizador de los patrones históricos de integración a las regiones del sur de Chile, originados por la acción combinada de la presión demográfica sobre la tierra, el deterioro de recursos productivos que desde su origen fueron relativamente escasos y la incapacidad del sistema agrario regional para absorber una población en crecimiento (cf. También Bengoa y Valenzuela, 1982; Bengoa, 1985, y Babarovic, Campaña, Díaz y Durán, 1997). A consecuencia de ello, el camino de la salida en búsqueda de trabajo e ingresos en los centros industriales (Santiago y Concepción), pero también a otros destinos como la Patagonia chilena y argentina, fue por décadas la respuesta a que acudió la sociedad indígena para resolver la amenazante presión de la "reducción". Su condición de fuerza de trabajo con bajos niveles de escolaridad y ausencia de especialización condicionó una inserción como mano de obra no calificada en industrias de alimentos, construcción, servicios domésticos o labores agropecuarias. Obteniendo, por lo tanto, salarios mínimos y residencia en áreas de población trabajadora, periferias urbanas y establecimientos rurales.

Un segundo impulso a la movilidad y las migraciones se origina en una mayor expansión del modelo dominante de desarrollo durante las últimas décadas. Concurren el auge de la industria forestal, la reorganización del sistema de relaciones rurales como resultado de la reforma y contra reforma agraria, los problemas de la agricultura tradicional del sur y la reconversión tecnológica en curso ante las presiones ejercidas por la apertura comercial del país. En relación con todo ello, la crisis del sistema de relaciones agrarias y de las condiciones de reproducción del campesinado en esa zona, intensifican un tipo de respuesta mapuche de dos caras: retorno a la subsistencia y migraciones (cf. Bengoa, 1996, 1997 y 2000). De esta manera, las agriculturas tradicionales mapuches y la propia vida rural y campesina se han visto intensamente implicadas. Esto se objetiva en dinámicas de desruralización en donde aspectos relevantes de la vida económica, social y cultural indígena  ya no dependen sólo o principalmente de condiciones locales, aunque se mantenga una residencia rural o semi rural; también en desagrarización de las actividades económicas, ya que el patrón de ingresos guarda menos relación que antes con recursos y productos agropecuarios. Se advierten, igualmente, fuerzas dirigidas a disminuir la vigencia de los modos campesinos de organización de las unidades económicas, algo que no sólo proviene del mercado sino que guarda una relación bastante estrecha con políticas estatales;  lo que conduce a procesos de pauperización, diferenciación, incorporación a mercados de trabajo y, para quienes perseveran, a perfiles campesinos inestables, menos nítidos. Asimismo, los patrones de relaciones sociales, reclutamiento y conformación de grupos tienden  a translocalizarse, a realizarse y depender de unidades y segmentos sociales que no agregan en igual manera y medida que antaño los contingentes de la comunidad o localidad.

Bajo estas nuevas condiciones, la movilidad y la emigración mapuche recientes no pueden sin más asimilarse a los fenómenos de desplazamiento indígenas a los centros industriales ocurrido en las décadas de 1950 y 1960. Se hacen considerablemente más complejas y dinámicas, tanto por los destinos de la movilidad como por las formas que adopta (migraciones estacionales, blancos migratorios variables, diversas frecuencias y duración en las salidas y las entradas a lo rural o lo urbano)2. De esta manera, el pueblo mapuche es hoy crecientemente urbano si se lo compara con una situación histórica previa de más definida estabilidad en la ruralidad, la agricultura, la condición campesina y las prácticas sociales propias a esa condición y especificidad cultural. Ha llegado a serlo mediante la salida de contingentes importantes desde las áreas campesinas y la incorporación a zonas de destino, en Chile y Argentina, a otras áreas rurales y a ciudades de todo tamaño. En su conjunto, los procesos que afectan a la sociedad mapuche en las zonas tradicionales de vida, el dinamismo actual de las migraciones y movilidad y su consecuencia de mayoritaria presencia urbana dan forma a una realidad de post comunalidad. 

Grupos y relaciones sociales indígenas: ¿de qué comunidad mapuche podemos hablar hoy?

Las unidades sociológicas a las que las ciencias sociales, las legislaciones, el discurso burocrático y, al final, los propios sujetos indígenas terminaron por llamar "comunidades" (de manera genérica, agrupaciones sociales rurales dotadas de estructuración),  han estado cambiando activamente en relación a la conformación que todavía poseían hace medio siglo. Hay indicios de que no estamos ante su progresiva disolución; más bien asistimos a su transformación. Estas entidades sociales intermedias -unidades de agregación social colectiva más extensas que los hogares- se encontrarían sujetas a una dinámica de remodelación histórica, seguramente inestable, que integra aspectos de la tradición y otros de la modernización, lo rural y lo urbano, lo agrario y la salida de lo agrario.

Trabajos recientes aportan información e ideas que ayudan a esbozar un cuadro remozado de en qué consistirían las agrupaciones indígenas en el presente y qué es lo que ya no son. En ellos se insiste acerca de la influencia del contexto regional y nacional: ciclos económicos, políticas de apertura comercial, expansión de mercados, procesos regionales derivados, convergiendo con problemas y limitaciones internas, originarían situaciones de crisis, restricciones, a veces oportunidades y aperturas, que redundarían en cambios significativos al interior de las localidades3. Una constante de todo eso es el carácter considerablemente más extendido de los espacios sociales indígenas articulados desde o con las comunidades y localidades de origen4. En línea con ello, la economía campesina mapuche actual ha sido descrita como una actividad recesiva, de subsistencia, complementaria de recursos originados en extensivas migraciones y movilidad desde las comunidades rurales. Estas se han transformado, eventualmente, en "áreas de refugio" y "territorios de entrada y salida" (Bengoa, 1996; 1997). Es más que discutible la terminología que la describe, pero la observación de base resulta pertinente. Nuevamente, redes sociales que integran sujetos en zonas y ciudades distantes tendrían un papel de relevancia (Bengoa, 2000: 351- 352). Encontramos entonces antecedentes para poder sostener que la comunidad o la localidad no pueden entenderse hoy sino a través de las relaciones que sus miembros desarrollan en y fuera de ellas, sobre espacios sociales (laborales, parentales, de amistad, incluso religiosos) considerablemente distendidos, de alcance regional o incluso nacional e internacional. Y en esta transformación esas mismas relaciones y a veces instituciones están cambiando, redefiniendo el sentido y las funciones de comunidades y localidades para los grupos y redes sociales integrantes.

De esta manera, cada localidad indígena podría verse hoy como el resultado de una redefinición interna en el marco de procesos generales que se resuelven regionalmente y que reproducen pautas de integración específicas de los pueblos indígenas a esas regiones, macroregiones o al país. Esta redefinición origina modalidades de nueva ruralidad si apreciamos los segmentos con una permanencia visible o residencia en las áreas indígenas, y comunidades translocales si consideramos el conjunto de las sociedades locales desplegadas espacialmente por las migraciones y la movilidad.

El que la mayoría de los mapuches -e indígenas en Chile- se radiquen en medios urbanos, pueblos y otras áreas rurales distintas de sus localidades de origen podría tratarse de un  fenómeno de desarraigo a través de las emigraciones o incluso, pura y simplemente, de migraciones definitivas. Bajo este criterio, los indígenas salen presionados por restricciones y penurias para buscar nuevos horizontes, fuera y lejos de las comunidades de nacimiento. Como cualquier otro grupo de emigrantes definitivos, con el paso del tiempo van debilitando sus lazos con las comunidades maternas e integrándose a las realidades poblacionales de acogida. Esta imagen unidireccional y unimodal no es necesariamente falsa para una parte de los emigrados mapuches a Santiago, a Magallanes o a Neuquén, pero sí claramente insuficiente para representar las direcciones y modalidades que toma hoy la dinámica del desplazamiento indígena más allá de las fronteras de los asentamientos tradicionales. Por lo demás, ni siquiera hace justicia a las primeras etapas de las migraciones mapuches, hacia mediados del siglo XX y las dos décadas posteriores, al hacer invisible las de retorno (las femeninas, por ejemplo, de larga vigencia en este pueblo). Ello obliga a reconsiderar la migración y la diversidad de formas de movilidad como un simple y definitivo desarraigo de lo rural. Con la salida se abren posibilidades tanto para la absorción de los inmigrantes en las poblaciones, periferias urbanas y nuevas áreas rurales del país, como para la redefinición de relaciones de los individuos, familias y grupos con las localidades indígenas rurales y al interior de éstas.

En efecto, las formas en que se producen los desplazamientos indígenas están cambiando. Al contrario de lo que podría pensarse, también proveen condiciones que favorecen la reproducción de redes sociales y corrientes de influencia de doble sentido. Proporciona esas posibilidades el acceso cada vez más expedito a medios de transporte y comunicación, lo que incide en un mayor dinamismo y complejidad del movimiento. Migraciones definitivas, migraciones temporales, migraciones de retorno, desplazamiento y movilidad fluidos, comunicaciones cotidianas entre familiares, vecinos y amigos dispersos en la geografía nacional encuadran hoy la interacción social planteada desde marcos locales indígenas. Individuos, unidades familiares y segmentos locales y fuera de lo local mantienen una fluida comunicación y relaciones, lo que representa un dato relevante acerca del marco social en que se desarrollan los desplazamientos indígenas en el presente, algo bastante diferente a la pura emigración definitiva. Este patrón de movilidad más dinámico y complejo, así como algunas de sus implicaciones sociales y culturales se ponen en evidencia a partir del caso estudiado que detallamos a continuación5.

La comunidad de Escorial, un ejemplo mapuche de translocalización

El estudio que sustenta este análisis consideró trabajo de campo en una comunidad mapuche de la precordillera andina de la Araucanía, tanto en su asentamiento rural como con sus segmentos translocalizados (urbanos o en otros lugares no urbanos) en relación con los rurales. En los faldeos del Volcán Llaima y en el sector conocido como Escorial, camino al Parque Nacional Conguillío (comuna de Melipeuco, provincia de Cautín) radica un grupo de familias mapuche descendientes de una línea parental de base de apellido Melivilu, procedente de la zona de Maquehua, cerca de Temuco, la capital regional, y organizada hoy en la Comunidad Indígena Melivilu-Melirayén.

Hacia finales de la década de 1920 se determinó la expropiación de los terrenos en que más tarde se construiría el aeropuerto de Temuco, y se iniciaron tratativas con las familias residentes para su erradicación, permutándose las tierras mapuches afectadas por otras fiscales en distintos sitios de la provincia. A dos de los grupos se les ofreció tierras en la cordillera andina, eligiendo una parte de los Melivilu terrenos en Escorial, cuyo perímetro era entonces una zona de colonización nacional y de concesiones de explotación a empresas madereras privadas. El traslado -que, a despecho de lo establecido en el documento de permuta, debieron emprender por sus propios medios- no se hizo efectivo sino hasta varios años más tarde, a inicios de la década de 1940. Los jefes de familia establecieron allí a algunos de sus hijos varones jóvenes para que se hicieran cargo, bajo su dirección, del aprovechamiento económico de los recursos existentes. También se instalaron en Escorial mujeres que venían casadas (o separadas con hijos) de Maquehua6. La tierra prometida no fue la que encontraron, puesto que la mejor madera ya había sido explotada y los campos estaban todavía poco aptos para el cultivo. Las comunicaciones eran muy difíciles en aquella época. Existía sólo un camino de carreta hasta Cunco, desde donde se podía viajar en tren a Temuco, si se disponía de los medios. Debido a esto, el contacto con los parientes que se quedaron en Maquehua se vio entorpecido y, en general, las redes sociales allí establecidas resultaron fuertemente impactadas, lo cual tuvo consecuencias no sólo afectivas, sino también culturales, tanto en lo cotidiano como en lo ritual.

Paralelamente, los recién llegados a Escorial comenzaron a establecer vínculos de vecindad, compadrazgo y amistad -y alianzas matrimoniales- con los colonos radicados en las zonas inmediatas y con trabajadores de las empresas madereras y de las haciendas que se fueron formando en el sector. También se relacionaron con los dueños de estas últimas, y con los comerciantes que tenían actividades en el área. A través de estas nuevas redes sociales, los Melivilu se integraron al mercado local y consiguieron acumular recursos para contar con bueyes, carretas y otros instrumentos de producción que les permitieron iniciar pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas en sus tierras. Sin embargo, la continua necesidad de comunicarse con personas que no hablaban ni entendían el mapuzugun fue determinando una progresiva pérdida del idioma, especialmente notable en las generaciones venideras.

A principios de la década de 1960, con el crecimiento de las familias, los medios de vida se fueron haciendo insuficientes, deteriorándose aceleradamente por el corte excesivo de árboles, la pérdida de fertilidad de la tierra y la falta de labores de mejoramiento productivo (como riego, fertilización, empastadas, manejo forestal) en una escala suficiente. Como con todo el campesinado del sur de Chile, el de la precordillera andina de Cautín y el mapuche en particular, una salida a la pobreza consistió en la intensificación del trabajo asalariado temporal o permanente. Éste lo encontraron a veces en la misma zona (en fundos y aserraderos), pero ello no se mantuvo en el tiempo. Luego de los convulsionados años de la década de 1970, los fundos se reconvirtieron productivamente y en lo sucesivo contrataron un mínimo de mano de obra. Esto concuerda con el agotamiento de los recursos silvícolas de la zona, la prohibición del corte de araucarias (Araucaria Araucana), la obligación de contar con planes de manejo forestal, el cambio tecnológico en la producción maderera y el cierre de los aserraderos tradicionales. Desde hace ya décadas que una comuna de extrema pobreza como Melipeuco ofrece poco en materia de empleo remunerado. Con todo, la vecindad a un parque nacional muy concurrido en los meses de verano brinda hoy a los integrantes de la Comunidad Melivilu-Melirayén la oportunidad de ofrecer servicios turísticos como hospedaje, visitas guiadas a sus propios circuitos, venta de alimentos y otros productos.

Otra salida a la que se recurrió fue la migración. A partir de la década de 1960, varias mujeres jóvenes del lugar se desplazaron a ciudades intermedias y grandes, en especial Temuco y Santiago, empleándose -a menudo sucesivamente- como trabajadoras de casa particular, obreras industriales no calificadas y pequeñas comerciantes, y formando allí familias con personas no mapuches. Algunas han retornado, con sus hijos o solas; otras visitan Escorial durante los meses de vacaciones y otras más fueron perdiendo contacto paulatinamente con sus familiares del sur. Los hombres, a veces con sus familias, han salido a Santiago, otros se han redistribuido en el área y unos cuantos se han dirigido al Neuquén. Desde la década de 1970 numerosos trabajadores de la zona, entre ellos los de Escorial, encontraron en esa provincia argentina empleo en labores forestales (la explotación de bosques en Moquehue y otras áreas cordilleranas inmediatas) y como peones agrícolas, obreros de la industria de la fruta y trabajadores de la construcción en Neuquén y el valle del Río Negro. Otros sitios de destino fueron Centenario y San Martín de los Andes. El atractivo del país vecino no se limitó a la obtención relativamente fácil de trabajo mejor remunerado. También se valoró positivamente las condiciones laborales y las relaciones entre patrones y empleados, de una calidad humana poco conocida en la Araucanía. Entre las diversas experiencias emigratorias hacia Argentina podemos distinguir una de tipo estacional (durante el período de cosecha en el valle del Río Negro); semipermanente o prolongada (bianual o trianual, empleándose en invierno en labores de poda o cuidado de chacras, parcelas y sitios urbanos, y regresando a Escorial por una temporada para luego reiniciar un nuevo ciclo migratorio), y definitivas (fundando familias en Argentina, cuyos retoños tienen acceso allí a un repertorio de ocupaciones mucho más amplio). En ciertos casos estos tres tipos de migración han tenido lugar en el transcurso de una misma trayectoria vital.

Una importante oleada de traslados a Argentina se produjo con posterioridad al golpe militar, por razones económicas y también políticas. El cierre de algunos aserraderos fiscales, el inicio de la contrarreforma agraria y las persecuciones a militantes y simpatizantes de izquierda (o a quienes se tenía por tales) y a integrantes de familias con detenidos desaparecidos impulsó a un numeroso contingente de obreros y campesinos, mapuches -algunos de Escorial- y no mapuches a cruzar la frontera. Con el paso de los años, el cambio en las condiciones políticas y el mayor acceso a tecnologías expeditas de comunicación ayudó a que varios de los emigrados retomaran contacto con sus familiares residentes en la localidad de origen, lo que se mantiene hasta hoy. En algunos casos se han producido retornos totales o parciales, alentados por el acceso a pensiones de reparación a exonerados políticos y víctimas de la represión durante el régimen militar, y a otros beneficios ofrecidos por las políticas públicas, como los subsidios de vivienda. En otros casos, las familias se visitan cada cierto tiempo cuando ello es económicamente posible.

Más recientemente, la crisis de inicios de la presente década y el cambio monetario desfavorable disminuyeron el interés por Argentina y reforzaron la salida a la zona central de Chile para incorporarse al circuito de la fruta y a trabajos temporales en el rubro de la construcción. La migración definitiva tampoco ha cesado. Algunas pautas son similares a las de  migraciones más tempranas, incluyendo las dirigidas hacia Argentina. En particular el traslado encadenado o "por arrastre" de familiares, amigos y conocidos, operando los vínculos personales de nivel primario como un factor de translocalización de la fuerza de trabajo. A partir del cierre de la escuela primaria que los mapuches de Escorial, organizados en un comité, habían conseguido instalar a fines de la década de 1960, la educación también impulsa la movilidad espacial de los núcleos familiares o segmentos de ellos, tanto al cercano pueblo de Melipeuco durante los primeros años de instrucción, como a Cunco y Temuco en los siguientes. Con frecuencia, las redes sociales primarias, particularmente a nivel familiar, cumplen un rol activo en la acogida de los niños y jóvenes, reforzando los nexos entre parientes y amigos establecidos dentro y fuera de la localidad rural.

Las migraciones y la movilidad son ya por décadas un componente importante de la vida económica mapuche de Escorial y, en general, de la comuna de Melipeuco. Las redes sociales tejidas en su devenir permiten sostener nexos activos entre los integrantes rurales en la localidad de origen, aquellos translocalizados y aquellos que transitan entre lo uno y lo otro. Nutren esos nexos la comunicación periódica, los acuerdos económicos (custodias, medierías), las visitas en uno y otro sentido, el intercambio de algunos bienes, el traspaso de información sobre oportunidades educacionales y laborales, la solidaridad ante penurias y desgracias, etc. Esas redes progresivamente se amplían hacia nuevas relaciones en los lugares de destino (espacios de trabajo y residencia). Pero sólo excepcionalmente se desarrollan redes étnicas (con otros mapuches residentes en Neuquén, Temuco o Santiago)7. Éstas permanecen en lo sustancial ligadas a los grupos locales de origen y translocales de destino.


Área de estudio y ubicación de Escorial

Las relaciones internas en la translocalización mapuche

El interés por el contexto de la translocalización debe complementarse con su análisis interno, buscando determinar las relaciones más significativas que se establecen entre los integrantes de las redes y grupos que participan de ella. Escorial en la Araucanía pone en evidencia migraciones forzadas y voluntarias antiguas, un espacio de translocalización considerablemente distendido (nacional e incluso internacional, con Santiago y el Neuquén como hitos) y la persistencia de una veintena de hogares (la mitad de la red parental en o surgida desde Escorial) en las actividades campesinas de montaña. Aunque visiblemente dependientes de fuentes externas de ingresos, y de apoyos y subsidios estatales, el campo mapuche todavía provee algunos bienes de subsistencia indispensables. Pero esta permanencia constituye más un asunto de residencia y de bases de apoyo para la relación con las regiones a las que se remiten, que de condiciones favorables y capacidades mapuches para persistir exclusivamente en la agricultura.

La trayectoria reciente del grupo de Escorial muestra emigración y desplazamientos diversos, acrecentados y con nuevos elementos, pero que no constituye una experiencia del todo novedosa. El flujo de emigraciones y relocalizaciones es antiguo y persistente. En las últimas décadas presenta una movilidad laboral flexible y dispersa, adecuándose a las contingencias de depresión económica en Argentina o a la apertura de la oferta estacional de trabajo en la zona central de Chile. Ello es coherente con historias de emigración y trayectorias de movilidad articuladas a través de relaciones egocéntricas (que dan cabida fácil a la construcción de vínculos particulares y hacia afuera) y vínculos familiares verticales poco extendidos8. La emigración y la movilidad son así fenómenos, en primer lugar, individuales o de familias, dependiendo de los momentos de los ciclos de desarrollo doméstico en que se encuentren los hogares cuando se llevan a efecto las decisiones de emigración y movilidad. Con todo, en su modulación pueden darse implicaciones colectivas a través de la activación de lazos parentales delimitados.

Al amparo de la Ley Indígena N°19.253 la reciente formación de la Comunidad Indígena Melivilu-Melirayén ha reforzado relaciones internas entre las familias residentes en Escorial. Lo han hecho para la gestión de proyectos de desarrollo local apoyados por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), el municipio local y otras agencias públicas. Por ejemplo, una sede social y el mejoramiento de la red de agua potable. Más recientemente, inician gestiones tendientes a la devolución de las tierras de Maquehua, luego de conocido que el aeropuerto de Temuco se trasladará a la vecina comuna de Freire. La mayoría de los emigrados no participa de esta organización y las relaciones desde y con la localidad de Escorial se mantienen a través de líneas de parentesco. Al menos dos factores contribuyen a este estado de separación entre segmentos rurales y hogares en situación de migración. Primero, la percepción que la participación a distancia es dificultosa y sin resultados. Segundo, la resolución de los derechos a la tierra de los emigrados y la división de las tierras de este asentamiento que realizara en la década de 1980 el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP).

No encontramos organizaciones urbanas de originarios o descendientes de estos comuneros indígenas. Se encuentran presentes, en cambio, segmentos de grupos parentales y redes de comunalidad. La ausencia de organizaciones puede explicarse por la dispersión de la emigración, pero también por la ausencia de una integración comunitaria suficiente como para que sus segmentos translocalizados puedan crear o estén motivados para la organización. Entre los segmentos rurales y los urbanos dispersos regionalmente existen lazos y relaciones que pueden ser frecuentes e intensas, pero sin  una base horizontal amplia. En Escorial alcanza a los familiares más cercanos. La estructura parental considera aquí un linaje y sublinajes tendencialmente patrilocales. Bajo regímenes de acceso a la tierra y residencia que favorecen a los hombres, las mujeres en la localidad (consanguíneas o aliadas) se pliegan a los grupos y a sus redes sociales según la estructura que estos tomen. No se advierten redes femeninas específicas de cierta extensión.

Por sobre los linajes y parentelas la comunidad sociológica representa el nivel superior de integración de la localidad. Pero una cultura comunitaria que facilite la acción conjunta es poco notoria en el caso mapuche. La preexistencia de un substrato de relaciones y coordinación social permanente no es evidente y la agrupación está motivada principalmente por estímulos externos y beneficios directos. Así las cosas, aunque la comunidad es una red social extendida que preexiste a la organización, resulta relativamente precaria en la medida que su objetivación depende de la organización y esta última de las relaciones con agencias públicas. Por lo demás, la organización que detentan los grupos mapuches puede servir a los fines de reforzar, ordenar, orientar o crear la red comunitaria de base, pero también puede ser un medio para fraccionarla. Son frecuentes los casos mapuches con utilización de la organización legalmente reconocida en las pugnas y conflictos internos.

La intensidad de los flujos de cooperación y reciprocidad mapuche son variables según los grupos y los momentos que se considere. En la montaña sureña una cooperación interfamiliar extensiva entre los integrantes de Escorial es más bien esporádica y por ello poco notoria. Otro tanto ocurre con las relaciones translocalizadas debido a la considerable dispersión de los emigrados. Su activación se observa en redes y relaciones familiares cercanas. La distancia parental es entonces de importancia en la estructura de la cooperación y solidaridad mapuche. La intensidad de las relaciones de reciprocidad entre siblings, por ejemplo, es visiblemente significativa. Más allá de los vínculos de parentesco cercanos tienden a estructurarse como relaciones diádicas. De todos modos, la comunidad estudiada mantiene familias, sublinajes y facciones en conflicto y con una visible distancia social entre ellos, por lo que la extensión de las relaciones de mayor intensidad tiene en estas fronteras internas un claro límite.

Diversos son los contenidos que nutren las redes sociales creadas por la translocalización, cubriendo un espectro amplio de asuntos. De importancia es la circulación de información privilegiada, por ejemplo respecto de bienes apetecidos, acerca del acceso preferente a servicios, oportunidades de empleo, o "datos" favorables de diversa índole. El acceso a bienes campesinos valorados, como la carne, o la medicina herbolaria nos proporciona otros ejemplos9. La información, trámites y favores para la obtención de beneficios estatales es una materia muy presente en la comunicación interna. Los préstamos de objetos, herramientas, bienes y dinero también son comunes. La cooperación laboral entre parientes cercanos muestra otros buenos ejemplos. El hospedaje y hospitalidad urbana a parientes e integrantes de la localidad rural, o las "vacaciones en el sur" de personas y hogares que se trasladan con sus parientes de Escorial son otras formas de relación. La acción agrupada o colectiva acudiendo a la red extensa (comunal) o restringida (linajes, sublinajes) cuando se reciben recursos de desarrollo local de algunas agencias públicas representa hoy un aspecto importante de la cooperación indígena en las situaciones estudiadas. Se puede mencionar, finalmente, diversos compromisos colectivos como el de sostener el funcionamiento de la organización de la comunidad.

Las redes de intercambio mapuche que examinamos son, principalmente, un mecanismo social para alcanzar una mejor supervivencia dada la escasez de medios materiales, la falta de educación formal o los problemas de desadaptación urbana. Las relaciones entre los hogares es basalmente igualitaria y sólo temporal y puntualmente pueden darse posiciones asimétricas (alguien que se ve obligado a contratar a uno o más de sus parientes, comuneros o vecinos para algo puntual: la construcción de una casa, por ejemplo). Lo anterior se explica por ausencia de una diferenciación económica interna marcada. Sólo excepcionalmente puede ser un medio para alcanzar un cierto éxito material y ponerse al servicio de propósitos de crecimiento económico.

Las migraciones internacionales mapuches desde Chile

Las migraciones internacionales de indígenas a y desde Chile son comunes en la historia moderna del país. El norte de Chile es un área de afluencia de aymaras y quechuas de Bolivia desde finales del siglo XIX (Gundermann, 2007). Indígenas andinos son también los emigrantes que desde Argentina ocupan con actividades ganaderas la cordillera occidental, y que dieron origen a la actual etnia colla. A su vez, desde finales del siglo XIX se conoce de la salida de trabajadores y campesinos, mapuches o con orígenes mapuches muchos de ellos, a la Patagonia meridional y la Tierra del Fuego argentina, directamente o pasando por Magallanes10, pero también al Neuquén y Río Negro, buscando incorporarse a estas nuevas provincias como "colonos" o trabajadores en la economía ganadera de la región11. En el último medio siglo este flujo de chilenos (indígenas y no indígenas) no se ha detenido. Pero ahora no en búsqueda de tierras que colonizar sino que como trabajadores en la industria forestal, agrícola, minera, de la construcción o los servicios del hogar. De hecho, en todo el sur de Chile por décadas se consideró a la Patagonia argentina un destino laboral atractivo para complementar ingresos y, con el tiempo, intentar labrarse allá un mejor porvenir, o invertir acá con los recursos ganados en Argentina12.

Las emigraciones de mapuches desde la Araucanía y las regiones de los Ríos y los Lagos hacia el Neuquén y Rio Negro que aquí analizamos son modernas. Sus motivaciones son eminentemente económicas y laborales. Toman varias modalidades: pueden ser temporales o concluir en definitivas; en el primer caso adquieren el carácter de estacionales o producirse de manera más aleatoria y circunstancial. Desde el punto de vista de las temporalidades implicadas, pueden corresponder con cortos, medios y largos ciclos de ocurrencia. Constatamos, asimismo, la existencia de ciclos e intensidades variables en los flujos de migración, según los periodos históricos, los avatares de las economías nacionales y regionales y las oportunidades que con ello se abren o se cierran para los propósitos de movilidad y migración. Insistamos, todavía, en que participan de estos flujos de población campesinos indígenas y no indígenas e incluso trabajadores urbanos de la Araucanía y el sur de Chile. La pobreza rural de esta área meridional  lanza en distintas direcciones a una parte de su población (Santiago, Concepción, la propia Patagonia chilena y la argentina).

Actividades en las que se constata una considerable presencia indígena son las explotaciones forestales en las cordilleras del Neuquén (tala, aserreo y plantación), especialmente en la década de 1970 y 1980. Pero donde quizá de manera más característica se atestigua la presencia de chilenos es en el trabajo de los huertos frutales, la chacarería y las plantas procesadoras de frutas y zumo de Neuquén y Rio Negro. En las áreas urbanas, el servicio doméstico de mujeres chilenas y la presencia de los hombres en las faenas de construcción es también notorio. Para el caso de la industria de la fruta, esta vive una considerable ampliación e intensificación de la producción desde la década de 1960 en adelante, lo que abrió necesidades de mano de obra estacional que no pudieron cubrirse del todo con personal local o de otras regiones de Argentina. La fuerza de trabajo chilena estacional o radicada establemente se hará entonces característica en esta actividad económica de nor Patagonia (Trpin, 2005a: 47-64, y 2005b)13.

La Reforma Agraria en Chile (1964-1973) y en especial la llamada Contrareforma del gobierno autoritario (1974-1980), desplazaron mucha gente desde los campos del sur de Chile. La expansión forestal de los años de 1980 en las regiones del Biobío, Araucanía y los Ríos, la crisis de la agricultura tradicional como consecuencia de la apertura chilena al comercio de productos agrícolas en el mercado internacional y, al mismo tiempo, el cambio en la relación de la empresa agropecuaria con el campesinado en el sur de Chile, todo ello estrechó considerablemente las posibilidades de empleo e ingresos de los mapuches y los campesinos de la zona. La salida a la Argentina constituyó una válvula de escape a las penurias derivadas de la transformación de la economía agraria regional. Como se mencionó, no es ajena a esta búsqueda de nuevos horizontes la inseguridad por razones políticas que se vivió durante el gobierno autoritario.

Un momento especialmente alto de la emigración a la Argentina tuvo lugar en el periodo en que bajo los gobiernos de Menem se mantuvo la paridad del peso con el dólar. Los años de la década de 1990 fueron dorados para la emigración estacional y la radicación estable en Argentina. El dinero ganado en ese país estaba sujeto a un cambio altamente conveniente en Chile. En paralelo, el considerablemente bajo salario básico y rural nacional no representaba un atractivo mayor que el de sostener la mera subsistencia. Si a lo anterior se agrega que en el sur de Chile la oferta de empleo se mantuvo relativamente deprimida, se completa el cuadro favorable a la búsqueda de trabajo en la Patagonia argentina para quienes, hombres y mujeres, indígenas y no indígenas, estuvieron dispuestos a salir. Un factor relevante para el éxito de las iniciativas de traslado estacional o de más largo plazo se encuentra en la vigencia de redes sociales. Los parientes, amigos y conocidos en Argentina representan un capital social estratégico para la instalación, hospedaje, información sobre empleo, trámites migratorios, permisos de trabajo, maneras de permanecer en la informalidad, etc. Estas redes tienen décadas de existencia, ya que se fueron creando con los varios flujos y pulsaciones de migración chilena que desde mediados del siglo XX se dirigen hacia esa zona. Un intenso y sostenido sentimiento de identidad nacional contribuye a reforzar los lazos de solidaridad y compromiso entre connacionales, incluso si a ello no acompañan vínculos de parentesco, amistad o comunalidad.

La ulterior crisis argentina tiene también un efecto en detener flujos y reorientar la movilidad campesina e indígena chilena de la Araucanía, Los Ríos y Los Lagos. La movilidad, estacional o no, y la emigración definitiva no se ha detenido. Pero los contingentes de personas que participan de ello son mucho menores. Por lo demás, el sostenido crecimiento de la economía chilena y el mejoramiento de los ingresos abrieron posibilidades durante la década de 1990 para la fuerza de trabajo regional, la mapuche incluida. El circuito del trabajo "temporero" de la fruta en la región agrícola central (en los hechos, desde el valle de Copiapó por el norte hasta el extremo norte de la Araucanía) es una de las alternativas de ingreso monetario al que más asiduamente acuden hoy los mapuches. En el mismo sentido, la expansión de la acuicultura en la Región de los Lagos, Llanquihue, Chiloé insular y continental y Aysén atrae gente del centro sur del país, la Araucanía y la región de los Ríos (Valdivia y Osorno). El atractivo de los salarios en la minería del norte del país también ha acarreado traslados mapuches, que se suman a aquellos blancos migratorios históricos como Santiago.

No puede decirse de lo anterior, sin embargo, que el sur de Argentina dejó de representar una región de interés para la movilidad y la migración de trabajadores desde el sur de Chile. Las economías campesinas e indígenas de esta zona son hoy estructuralmente dependientes de ingresos monetarios externos (y subsidios estatales), y en esa media seguirán buscando alternativas favorables de trabajo e ingresos allí donde se encuentren y cuando cuenten con conocimientos y relaciones sociales indispensables para hacerlas efectivas. Esas alternativas son dinámicas y la detención del flujo, e incluso parcial reflujo actual desde el sur de Argentina, es algo que puede cambiar en una próxima coyuntura.

Conclusiones

La literatura acerca de los pueblos indígenas de Chile y el estudio de casos, como el de Escorial, aportan evidencia para sostener que se ha llevado a efecto una fundamental redistribución espacial de su población durante el último medio siglo. Lo han hecho incorporándose a nuevas áreas rurales, pero sobretodo a centros urbanos de tamaño pequeño y mediano, o también a la Región Metropolitana de Santiago. Los mapuches, en particular, se han dispersado sobre un amplísimo radio: Magallanes por el sur, los centros urbanos de la región central en el otro extremo y las ciudades de la Patagonia argentina por el oeste. Son así partícipes de la profunda transformación de la residencia, las formas de vida y trabajo que la industrialización y la expansión urbana, unido a  los cambios en la agricultura y las áreas rurales, ha tenido lugar en Chile durante la segunda mitad del siglo XX.

Esa redistribución es específica a las regiones de pertenencia y a procesos de expansión económica y modernización, pero también a atributos socio culturales y capacidades, o ausencia de ellas si se las aprecia comparativamente, que son particulares de estos pueblos indígenas. Ello origina lo que hemos denominado pauta de integración, entendida como forma de articulación a la economía regional y nacional y, a la vez, un sistema de relaciones inscriptas sobre espacios sociales mucho más distendido que aquel formado históricamente por las políticas republicanas (la "reducción" de los mapuche inserta en un sistema agrario mayor). Como sabemos, la pauta de integración regional mapuche está condicionada por la escasez de recursos, el deterioro productivo y los cambios en la economía agraria regional (crisis de la agricultura tradicional, expansión forestal), lo que incide en importantes migraciones a centros urbanos donde suelen ocuparse como trabajadores sin calificación. Con ello, la propia condición campesina de los mapuches queda en entredicho al aumentar considerablemente la dependencia de fuentes externas de ingresos, con un incremento correlativo de la movilidad espacial. Lo anterior provee condiciones para un cuadro de relaciones y flujos mucho más activo que en el pasado entre integrantes urbanos, rurales o que se mueven en uno y otro sentido. De esta manera, la sociedad mapuche mantiene un anclaje menos intenso que antes en las condiciones rurales de vida y trabajo, presenta una correlativa disminución de la dependencia de recursos agrarios, avanza la descomposición de su perfil campesino y la redistribución espacial de sus contingentes es significativa. A este conjunto de fenómenos denominamos postcomunalidad. Se marca con ello una diferencia, un punto de inflexión en los procesos de modernización que inciden sobre los pueblos indígenas de Chile14.

Paradojalmente, la mayor complejidad en la movilidad espacial indígena del presente tiene implicaciones que favorecen más que deprimen las relaciones y el intercambio indígena en los espaciaos de translocalización. Una de ellas es la refuncionalización de las comunidades de origen como espacios de repliegue laboral, de retiro de fuerza de trabajo gastada, de "entrada y salida" tanto para formas de movilidad estacional como para migraciones de más largo aliento. Ello es coherente con la activa participación mapuche en mercados de trabajo interregionales. No obstante, en el caso de los mapuches todavía presentes en la producción campesina, las localidades rurales se definen mejor como segmentos de un sistema de trabajo e ingresos más diversificado, y no sólo un recurso de seguridad social. Otra derivación es el cambio en las condiciones de comunicación, transporte y accesibilidad que facilitan la frecuencia de la interacción directa o mediada por tecnologías de la comunicación. Una tercera, finalmente, es la significación que adquiere la comunidad local y el intercambio parental como el espacio de la "costumbre" (principalmente la religiosa) y, más recientemente, como el locus de la cultura étnica y la identidad.

Las formas que adopta la translocalización se originan de la relación entre condiciones y factores internos (económicos y socio culturales) y externos (modelo de desarrollo y oportunidades abiertas para la redefinición de la relación de los grupos indígenas con la región). Y ellas se especifican históricamente: la combinación entre una relación crítica tierra y población, el cambio de las relaciones agrarias y la diferenciación de la agricultura tradicional del sur de Chile potencian durante las últimas décadas una redefinición de la pauta de integración mapuche en favor de una más nacional e internacional y con un creciente peso urbano. Dicho de manera más general: la variación en la pauta de integración de los pueblos indígenas guarda relación con la translocalización y el sistema de relaciones resultante. El caso mapuche presenta una consistente unidad en los mecanismos de integración regional (incorporación a mercados de fuerza de trabajo urbanos y rurales principalmente en la agricultura, industria de la construcción y panificación, servicios al hogar), pero a la vez una significativa heterogeneidad en los espacios regionales y nacionales en los cuales se materializa esté patrón relativamente homogéneo (Concepción y Santiago, circuito de la fruta en el valle central, ciudades y pueblos del sur de Chile, Magallanes en el extremo sur del país y la Patagonia argentina).

La pobreza mapuche y de los campesinos del sur del país ha hecho de las provincias de la Patagonia argentina un destino de emigraciones laborales, temporales y definitivas. La más temprana emigración campesino-indígena a la Patagonia fue protagonizada por chilotes que, desde la segunda mitad del siglo XIX, se dirigieron a Magallanes y Aysén y, desde allí o directamente, a Santa Cruz y Chubut. Se recordará que muchos de ellos tienen evidentes antecedentes mapuche - "veliches", cuestión respecto de la cual en las últimas dos décadas se ha ido gestando un reconocimiento explícito. Desde mediados del siglo pasado, a estas corrientes de movilidad y emigración tempranas se agrega un flujo de trabajadores desde las regiones mapuches centrales (Araucanía, Valdivia, incluso Biobío) hacia la región nor patagónica argentina (Rio Negro y Neuquén). Una parte de esos trabajadores y familias son mapuches; los otros, campesinos y obreros "chilenos". La emigración estacional, aquella de ciclos más largos o la definitiva han contribuido así a formar una definida presencia chilena en esas áreas meridionales, proporcionando a la economía de esas provincias fuerza de trabajo valorada por su tenacidad. En ciertos rubros de trabajo representan el grueso de los trabajadores, como el de la fruticultura del valle del Río Negro o las faenas forestales en la cordillera andina argentina15.

De todo ello no se ha eximido Escorial ya que personas nacidas en esta localidad se encuentran residiendo en Argentina. Esta localidad precordillerana ejemplifica un caso de relocalización inicial en un área de montaña cuyos integrantes con el paso del tiempo empezaron a depender cada vez más de fuentes externas de ingresos, luego que la madera se explotara, la tierra perdiera fertilidad y la población creciera. Dada la relación de proximidad que mantienen con Neuquén y Rio Negro las comunas de la Araucanía Andina en la provincia de Cautín, el campesinado de la zona -pehuenches incluidos- amplía la cobertura de sus desplazamientos para considerar, además de la propia Araucanía y Santiago, una región argentina limítrofe. Las faenas forestales en la cordillera andina argentina, los trabajos en los centros turísticos más cercanos, la construcción, los servicios domésticos pero, sobre todo, la fruticultura del valle del Río Negro, unido a mejores condiciones laborales y salariales han, por décadas, capturado el interés de los trabajadores de la zona. Algunas familias de Escorial terminaron por radicarse, otras intentan mantenerse en Argentina pero sin perder los nexos y algunas oportunidades en Chile, unos cuantos siguen tomando oportunidades de trabajo temporal, en lugares como Zapala, Neuquén o Cipoletti.

Las relaciones comunitarias indígenas se sustentan en lazos de parentesco. La estructura parental sigue líneas de descendencia patrilineal. En una comunidad están por lo general presentes más de un linaje o línea de parentesco y es entre ellos que se definen competencia, fracturas o conflictos por el control de recursos y posiciones de autoridad. Escorial muestra una alianza tácita de los campesinos ante los emigrados más permanentes  por el control de tierras y la obtención de beneficios estatales. La translocalización se sostiene en estas relaciones, pero también padece de las tensiones y conflictos que se organizan a través suyo. La distancia parental se asocia al faccionalismo y una y otro trazan las fronteras de la cooperación. Relaciones centradas en el individuo (parentesco, alianza, comunalidad, trabajo, amistad) tienen importancia, mayor para la translocalización cuanto menos pesan los grupos parentales. Ello aparece con nitidez en el caso mapuche: la solidaridad, cooperación y reciprocidad entre parientes y comunarios no solo participan de la translocalización, sino que la constituyen y la reproducen. Lo hacen a través de la circulación privilegiada de múltiples bienes, información y favores. Representa el elemento vitalizador de estas relaciones. De no estar presentes, la continuidad transformada de los grupos de origen local queda hipotecada y el desprendimiento de los orígenes y la etnia se van produciendo.

La posición fronteriza constituye un factor a considerar. Las comunidades pehuenches, más que las del valle central y de la costa pacífica, se involucran en traslados estacionales y emigraciones a la Patagonia argentina septentrional. Facilidades de traslado y redes sociales inter fronterizas constituidas previamente permiten entender esta tendencia. Por ello es que una comunidad como Melivilu-Melirayén presenta relaciones activas con Argentina, mientras que en Maquehua, el sector de origen en el valle central, ello es más irregular y difuso. No obstante, una situación de proximidad fronteriza y una red de lazos sociales vigentes no son suficientes si acaso los mercados de fuerza de trabajo nacionales e internacionales dejan de proveer oportunidades de inserción. Su amplitud o estrechez, el tipo de demanda laboral que gestan, los ciclos económicos o las relaciones entre los países son decisivos para dar vigencia y vitalidad a esas redes sociales. De allí que la condición fronteriza y las relaciones creadas a través de la frontera como factor potencial para la emigración, la translocalización y la incorporación a la economía formal o el acceso a mercados, sean también relativos a escenarios y procesos más amplios.

Notas

1 Proyecto Fondecyt N°1060973 "Comunidades translocales: grupos y redes sociales indígenas en un contexto de postcomunalidad".  Una versión resumida de este artículo fue presentada como ponencia en el IX Congreso Argentino de Antropología Social, Simposio "Movimientos indígenas, políticas indigenistas y academias en Pampa, Patagonia y Araucanía: comparaciones nacionales y regionales entre Chile y Argentina", Coordinadores Dra. Claudia Briones (UBA), Dr. Hans Gundermann (UCN), Dra. Ana Ramos (UBA), Posadas, Misiones, Argentina, 5 al 8 de agosto de 2008.

2 Acerca de los inmigrantes mapuches en la ciudad, especialmente Santiago, véase el trabajo pionero de Munizaga (1961). Ilustrativa es también la historia de un dirigente mapuche elaborada por Foerster (1983). Más tarde, tenemos los de Aravena, (2000, 2002, 2003), Gissi (2001) y Valenzuela (1995).

3 Un estudio de la primera mitad de la década de 1990 sobre la comuna de San Pedro de Atacama en el norte de Chile evidenció la escasa importancia económica de las actividades agropecuarias entre los ya pocos que se desempeñaban en este rubro en las aldeas del sector. Lo fundamental de los ingresos provenía del trabajo asalariado en la minería y los subsidios estatales (Gundermann  y González, 1995). Ello no ha cambiado en la actualidad, aunque las fuentes de ingresos externos seguramente se han diversificado más. Redes familiares dispersas jugarían un papel destacado en las oportunidades de empleo y acogida de trabajadores indígenas atacameños. Las poco campesinas comunidades atacameñas estudiadas, tomadas en su conjunto, aportarían entonces funciones residenciales, de repliegue ante los vaivenes del mercado laboral y de retiro de fuerza de trabajo desahuciada.

4 En el extremo norte, antecedentes aymaras apuntan a la vigencia de migraciones y una intensa movilidad regional. Pero donde el elemento fuerte no es el asalariamiento, sino el trabajo por cuenta propia y la continuidad, cuando existen oportunidades para ello, de rubros de actividad agropecuaria. Las comunidades rurales pueden llegar a constituir un tipo de residencia y un rubro de actividad entre otros, de unidades familiares o segmentos de ellas que se desplazan según los requerimientos de fuerza de trabajo, posibilidades de ingreso o compromisos de educación (González, 1996 y 1997a y b). Lo agrario puede en muchos casos representar un aspecto relevante de las economías indígenas, pero ello se realiza desde modos de residencia y organización interna de las unidades familiares que poco tienen ya de las formas de asentamiento y vida social presentes hasta hace unas décadas atrás en el campo andino.

5 En el mismo sentido se orientan los resultados de un reciente estudio acerca de la ruralidad y la vida rural en Chile, intensamente transformada por relación con el pasado. Se transita propiamente por "nuevos caminos": "hasta hace poco, la distancia, el tiempo de las comunicaciones y las conexiones entre lugares y actividades formaban un todo que definía al territorio rural como uno aislado, distinto y vuelto sobre sí mismo. Pero las distancias se han acortado, los tiempos se han reducido y los vínculos se han estrechado" (PNUD, 2008:37).

6 Es el caso de doña Ana Rosa Melivilu Calfiñir, madre de los Curín Melivilu; de doña Ana Rosa Melivilu Huenchuleo, madre de los Ancavil Melivilu, y de doña Juanita Melivilu Carinao, madre de los Navarro Melivilu y de los Nahuelpán Melivilu. El traslado femenino desde Maquehua tuvo que ver con el deseo de escapar de rencillas familiares y de contar con mayores recursos económicos. Doña Juanita, por ejemplo, poseía en Maquehua sólo media ha. de tierra, y pudo ocupar en Escorial, al principio, 347 has.

7 Ello se manifiesta en el relativamente débil desarrollo de organizaciones mapuches en áreas de residencia no tradicional y, cuando surgen, en el marcado carácter familiar y parental del reclutamiento de sus miembros.

8 Un estudio ya clásico enfatiza la importancia de las relaciones egocéntricas en la vida social mapuche (modelo transaccional), por diferencia con el modelo estructural o de grupos institucionales (Stuchlik, 1999 [de la versión inglesa de 1976]).

9 Un ejemplo mapuche de gran interés en el valle central de la Araucanía se observa durante el periodo invernal con la organización de la distribución de la carne y subproductos de cerdo entre familias emparentadas campesinas y aquellas radicadas en Santiago, incluida la comercialización de una parte de los mismos. Algo similar ocurre con las papas en áreas costeras de producción de este tubérculo.

10 Es realmente notable la cantidad de apellidos mapuche - huilliches entre los emigrantes desde la actual Región de los Lagos a la de Magallanes, en especial desde la isla de Chiloé. Los descendientes de chilotes, muchos con evidente ancestro indígena constituyen el grueso del sustrato popular en esta región. Flujos de población de Chiloé insular y continental se han dirigido a Aysen, Magallanes, Tierra del Fuego y la región de Santa Cruz desde mediados del siglo XIX (Martinic, 1999). Otra cosa es el reconocimiento étnico, un fenómeno de reciente aparición. Información complementaria sobre poblamiento, inmigración y flujos de población en la Patagonia meridional chilena y argentina puede encontrarse en Cepparo de Grosso (1993),  Martinic, (1996) y Bona y Bilaboa (2004).

11 Por ejemplo, entre los documentos de la Comisión Parlamentaria de Colonización se menciona la memoria de 1905 del Cónsul chileno en Neuquén Don Víctor Aquiles Bianchi, quien "calcula en 25.000 el número de chilenos de aquella región" (Congreso Nacional, 1912: 388). Se dice luego, que "la emigración ó, mejor dicho, la expulsión de chilenos y su refugio al oriente de los Andes, continuó en los años siguientes" (op. cit.:389).

12 Puede mencionarse también el exilio político mapuche producido durante el gobierno autoritario. Aunque pequeño en el número de integrantes, su aporte es relevante en la movilización étnica contemporánea.

13 Esta autora analiza lo que ella llama "una división "nacional" del trabajo" (p.63), en que una persistente identificación nacional de los trabajadores en la industria de la fruta patagónica a menudo se prolonga hasta la o las generaciones siguientes a los emigrantes directos, a pesar de que legalmente son ya argentinos. Tanto por la propia fuerza de los sentimientos nacionales de los inmigrados, como por la existencia de fronteras sociales nacionalitarias (asociadas a la especialización chilena en ciertos tipos de trabajos asalariados no calificados y a la percepción argentina de que los chilenos ocupan ciertos nichos laborales), la definición de identidad colectiva más gravitante es la nacional. Hasta donde estamos informados, los emigrados mapuches a argentina participan de este reposicionamiento de la identidad nacional en las regiones de destino, sin que la pertenencia mapuche sea aquí socialmente relevante, como sí lo es en la Araucanía de origen. Destacamos con esto la contextualidad e historicidad de las identificaciones colectivas que se hacen socialmente significativas.

14 A partir de su generalización, constituyen aspectos claves de caracterización la movilidad espacial y residencial, la dispersión sobre una extensa subregión, la multi ocupación y los multi ingresos, la inestabilidad y precariedad de los empleos, así como la redefinición de la ruralidad y sus significaciones. En consecuencia, resulta incompleto apreciar la dinámica espacial indígena como persistencia en la ruralidad y disolución en los nuevos sitios de destino. Aunque tales fenómenos existen, representan una descripción insuficiente de la movilidad y las relaciones que persisten, se forman o cambian bajo los parámetros espaciales del presente.

15 La antigüedad de la experiencia chilota contrasta, también, con la migración mapuche a la Región Metropolitana, que se hace visible sólo a mediados del siglo XX y con un carácter eminentemente urbano. O, todavía más recientemente, la masiva afluencia de trabajadores y a veces radicación mapuche en la región agrícola central. Para complicar más las cosas, la expansión de la industria acuícola en Llanquihue, Chiloé y Aysén atrae trabajadores desde regiones septentrionales, la Araucanía de manera destacada, y entre ellos, un cierto número de personas mapuches.

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