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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  n.15 Posadas dez. 2009

 

ARTÍCULOS

La lucha contra la selva. Percepciones y usos de la naturaleza entre los colonos misioneros.

Brián G. Ferrero*

*Docente, Investigador Asistente del CONICET. Universidad Nacional de Misiones. brianferrero@yahoo.com

Resumen:

En este artículo se analizan los esquemas generales en base a los que, los pequeños y medianos productores rurales de la provincia de Misiones, se relacionan con aquel ámbito que reconocen como "naturaleza". El análisis de la lógica de la naturaleza se realiza distinguiendo los diferentes espacios en que los productores se mueven en su vida cotidiana, y las distinciones de uso entre géneros. La lógica local de la naturaleza está directamente ligada al modelo de producción rural que predominó en la región durante todo el siglo XX, y comienza a tener transformaciones a partir de la presencia local de discursos y propuestas ambientalistas.

Palabras clave: Naturaleza; Producción rural.

Abstract:

This article discusses the general patterns of relationship with this field of what is locally perceived as "nature", found among rural producers in the province of Misiones. The analysis of the logic of 'nature' is done by distinguishing different spaces in which producers move in their daily lives, and the differences between genres in the use of spaces. The local logic of nature is directly linked to rural production models that predominated in the region throughout the twentieth century, which is gradually changing by the influence of environmental proposals.

Key word: Nature; Rural production. 

Fecha de recepción:
Fecha de aprobación:

Introducción.

En este artículo se analizan los esquemas generales en base a los que la población de pequeños y medianos productores rurales de la provincia de Misiones,  se relacionan con el ámbito que se reconoce como "naturaleza". La lógica de percepción y explotación de la naturaleza, será aquí analizada a través del esquema propuesto por Ellen (1996), quien postula que por debajo de los modelos de naturaleza sostenidos por las diversas culturas, hay tres dimensiones, o ejes cognitivos, que combinados con diversos dispositivos culturales, generan representaciones particulares, todas reconocibles como transformaciones de una protonaturaleza. La primera dimensión implica analizar la naturaleza inductivamente, en términos de "cosas" que las personas incluyen en "lo natural" y las características que se atribuyen a tales componentes. La segunda permite definir la naturaleza espacialmente, ubicándola en algún reino exterior a los humanos y a su "espacio" de vida inmediato. La tercera dimensión posibilita definir la naturaleza en términos de una "fuerza" exógena a la voluntad humana, pero que puede ser controlada en diversos grados. Distinguir estas tres dimensiones, es un ejercicio puramente analítico, útil para dar cuenta de la relación de los productores colonos con "la naturaleza".

En la lógica colona, la naturaleza se construye en oposición a lo no natural, distinción que se basa en una oposición entre un ámbito social y otro natural como cualitativamente distintos. Naturaleza y sociedad aparecen como opuestos, pero complementarios, ya que se construyen uno en referencia al otro. De manera que para analizar las tres dimensiones daremos cuenta de un sistema de oposiciones. En primer lugar, localmente la oposición entre sociedad y naturaleza se expresa en las distinciones entre centro y fondo; espacio lleno y vacío (desierto); casa y monte; orden y desorden (u orden social y orden no-social); seguridad y peligro; protección y desprotección. Pero tal como propone Ellen (1996: 140), "las oposiciones se establecen con el único fin de trascenderlas o fundirlas; la selva es a veces masculina, a veces femenina, a veces es presentada como antagónica, otras como dadora de vida. Estas oposiciones propician diferentes modos de identificación". En el caso de los colonos misioneros, son varios los ámbitos donde se trascienden las oposiciones, donde se producen contactos, choques y encuentros entre lo social y lo natural. Tales ámbitos se evidencian en el trabajo humano en la chacra, donde se opone la fuerza humana a las fuerzas naturales. Así los espacios de producción constituyen un lugar privilegiado que pone en tensión la dualidad que enfrenta naturaleza y sociedad. En esta lógica el hombre es el actor privilegiado en el trabajo en el monte y en el rozado, los espacios donde se enfrenta con la naturaleza. En oposición, quien se mueve en el principal espacio social de la chacra (la casa) es la mujer. Pero en la chacra, hombre y mujer no se oponen como naturaleza y sociedad, sino que el hombre aparece lidiando con la naturaleza, enfrentándola en el trabajo cotidiano, buscando controlarla, en tanto la mujer aparece en espacios de mayor protección, evitando enfrentarse a las fuerzas naturales que permanentemente procuran imponerse sobre la fuerza humana.

La naturaleza como "cosas".

Entre los colonos misioneros, los componentes de la naturaleza se distinguen de manera cualitativa de los sociales, en una escala donde naturaleza y sociedad se presentan como opuestos. En el extremo de lo natural se disponen elementos que no han tenido intervención humana, tales como plantas y animales silvestres, o fenómenos climáticos; mientras en el extremo opuesto los elementos son directamente producidos por el hombre. En lugares intermedios de esta gradación se ubican los diversos cultivos agrícolas, que a su vez se distinguen entre "más o menos naturales" según sea el grado de intervención humana sobre ellos y sus condiciones de producción. Por ejemplo los más intervenidos son aquellos en cuya producción se utilizaron agroquímicos o semillas genéticamente modificados. De hecho la producción agrícola implica una problematización de los límites de la naturaleza, ya que ésta no se considera ni exclusivamente del ámbito natural ni del social. La agricultura constituye un punto de encuentro y tensión en un sistema clasificatorio, donde naturaleza y sociedad no son ámbitos cerrados ni estables.

Para los colonos, el ámbito donde impera la naturaleza, es el monte. Este es un espacio particularmente natural habitado por seres considerados "salvajes", básicamente animales y plantas. Así el monte se piensa como lleno de naturaleza, pero vacío de sociedad humana. Esto se evidencia en una de las cualidades atribuidas al monte, los colonos hablan de éste como un espacio "vacío". Si bien se reconoce que está lleno de naturaleza, con exuberancia de componentes bióticos y abióticos, en la lógica colona se considera que en el monte prevalece un orden ajeno al humano. En este sentido se habla de un espacio "vacío" de orden humano. Pero este es un vacío que llama a ser ocupado, transformado, podríamos decir, ordenado. Así por ejemplo, en los relatos de la colonización del norte misionero, el monte se describe como un "desierto" no de plantas o animales, sino de gente, de orden social.

La idea de la selva como un espacio vacío, constituyó uno de los motores de la expansión de la frontera agraria en Misiones. El vaciado de este espacio se ha hecho borrando su historia e identidad. Tal como dice Schiavoni (1997) el mecanismo de creación de fronteras, o de espacios sobre los cuales la sociedad debe avanzar y ocupar, implica la conversión de zonas poco pobladas en 'tablas rasas', donde lo que se pone en juego es el ordenamiento, la institucionalización, la historia. De manera que los frentes pioneros son procesos de fabricación del espacio regional, una 'genética de las regiones', para lo cual uno de los primeros pasos es el de quitar la identidad al lugar. "Así como el discurso regionalista lucha por imponer marcas durables, propiedades ligadas al origen, el discurso sobre la frontera se sustenta en lo nuevo, lo cambiante, lo que no tiene su origen en el lugar" (Schiavoni 1997:267). Esta idea de una naturaleza desértica de orden social, forjó la expansión de la producción rural, legitimando la idea de que la sociedad nacional, sobre todo a través de los colonos, debía construir un espacio social allí donde había "desierto".

Las leyes de la naturaleza.

Los colonos no sólo reconocen orden en el ámbito social, también se postula que existe un orden no humano, este es un orden natural, que tiene su propia organización dada en las "leyes de la naturaleza". Tales leyes pueden interpretarse a partir de lo que Rodríguez Brandão (1999) denomina una tendencia a desencantar la naturaleza y a naturalizar el ambiente. Para este autor, el desencantamiento de la naturaleza está dado en la mirada economicista y cientificista, que la evalúa y describe en términos de recursos a explotar, y analiza sus procesos en términos de leyes naturales; lógica que en parte es heredera de la tradición cristiana occidental, y de la visión científica de la naturaleza. Estas leyes naturales, son aprehensibles por el conocimiento científico o por la experiencia de "vivir en el monte", y por tanto para el colono es posible aprovecharlas, por ejemplo a la hora de predecir el camino que recorrerán los animales presas de caza, o para evaluar cuál será el mejor momento para cortar un árbol, según los ciclos de la luna.

Este orden natural implica distinciones y jerarquías entre los componentes de la naturaleza. Entre los animales se establecen distinciones donde algunos están más cerca de los humanos y que suelen ser adoptados como mascotas, por ejemplo los animales domésticos (perros, gatos, loros), y algo más distantes los animales productivos (cerdos, vacas, caballos), mientras otros tienen una gran distancia con el mundo social, en particular aquellos considerados más peligrosos como los medianos y grandes felinos (tirica, puma, jaguareté). Estas distinciones puede observarse en la forma en que se les da muerte a distintos animales. Mientras matar a un felino: yaguareté o puma, se considera un complejo acto de caza,  matar un tapir, cerdo de monte o un mono, ya es un acto de caza menor, a su vez cazar aves ("pajaritos") se considera una actividad más infantil. A su vez, al dar muerte a reptiles o insectos, no se utiliza el término "cazar", sino simplemente "matar". Con esto podemos ver los distintos niveles jerárquicos en que se piensan a los animales del monte. 

El sistema de clasificación colona de los vegetales del monte, en cambio, se basa en una mirada utilitarista. Una distinción básica es entre plantas útiles y no útiles. Las primeras son los árboles con madera comercializable, "madera de ley", que adquieren valor en directa relación a su valor de mercado. Así mismo es común que se llame a estos árboles directamente como "madera"; entre estos podemos mencionar: cedro, lapacho, gauyubira. En cierta oportunidad recorriendo el monte de una chacra de Colonia Andresito, el productor iba señalando distintos árboles y sin precisar nombrarlos decía "esa es madera para lámina", "esa madera no vale nada, se vende pero dan poco", "esa madera es lapacho, si la vendo es muy buena". Otras plantas muy valoradas por su valor comercial son las orquídeas y los "helecho chachí", que se venden para confeccionar masetas. Si bien la comercialización de ambas está prohibida, se realiza cuando el grupo doméstico necesita un ingreso en efectivo extra.

Otro tipo de árboles son aquellos cuya madera se usa para hacer leña o postes, es decir árboles que no tienen valor de cambio, pero por ser maderas relativamente fuertes y resistentes, poseen valor de uso. En esta última categoría encontramos arbustos y plantas utilizadas con fines medicinales (por ejemplo "té de burro", cedrón, tilo). Un tipo de árboles silvestres, con un lugar inferior en este orden jerárquico, son los árboles que dan fruta, por ejemplo "pitanga", "yabuticaba", "grosella". Estas frutas en general no son apreciadas como comestibles por los colonos, sino que adquieren importancia principalmente durante la caza, puesto que son árboles frecuentados por animales salvajes.

El resto de las plantas que crecen en el monte se consideran "plagas", "yuyos", "plantas nativas", "del lugar", "capuera". Toda esta es vegetación despreciada y sin valor para los pobladores, de la cual en general no se distingue una gran diversidad de especies. Un ejemplo de la valoración colona de las plantas sucedió en cierta oportunidad, cuando regresando después de una estadía en colonia Unión, llevaba un helecho silvestre para plantar en mi casa de la ciudad -en Posadas-, al verme partir con esa planta, los miembros de la familia que me había hospedado, comenzaron a reír, diciendo que estaba llevando "capuera" a la ciudad, que en Posadas la gente iba a pensar que en la colonia sólo hay monte (es decir no hay gente, ni producción), y que "esa planta no sirve para nada"; "mejor llevate un chachi que es una planta linda, pero con esa capuera todos se te van a reír cuando llegues a Posadas".

La naturaleza no sólo es considerada como compuesta por seres individuales, sino también por conjuntos de elementos. Así el monte es el un ámbito que llega a pensarse y valorarse como un ser vivo. El monte no sólo es un espacio, sino que se considera que tiene vida, como una entidad que "atrapa", "hace perder" a las personas, "asusta", "esconde" secretos y diversos seres, en particular "enfrenta" al colono en una lucha cotidiana. Esta mirada sobre el monte no deja de tener cierto pragmatismo, ya que el monte produce elementos que el colono aprovecha, uno de fundamental importancia es "tierra buena" o "nueva". Esta es una "tierra rica para cultivar", es una tierra que no ha sido "usada", "envejecida" y "empobrecida" por el hombre, por tanto "es una tierra más natural", "lo mejor que hay para plantar". La mirada pragmática del monte se acentuó con la expansión de la producción de tabaco, que según las exigencias de las compañías acopiadoras, debe sembrarse en tierra "nueva" cada tres o cuatro años.

En los últimos años, los pobladores rurales, se comienzan a apropiar de la idea ambientalista según la cual el monte misionero es una fuente de oxígeno, por lo cual se ven a sí mismos con cierta responsabilidad por conservar el monte para satisfacer necesidades globales de "aire puro". Con esto la selva pasa a cobrar valor global, y los colonos se ven habitando "el pulmón del mundo". La selva pasa a ser lo que representa a este espacio frente al mundo, pero los sentidos de este "pulmón" entran en disputa entre los productores locales y los agentes ambientalistas. Por un lado, los colonos consideran que la necesidad de conservar este "pulmón" puede generar aun mayores restricciones en sus actividades productivas, por ejemplo limitaciones en la producción de tabaco. Pero, por otro lado, también consideran que si se posicionan como "guardianes" de la selva, encontrarán una forma de legitimar su lugar en una región en transformación.

La naturaleza como "espacio".

La otredad natural se construye no sólo por oponerse a lo humano, sino también por la distancia espacial con lo humano. Entre monte y sociedad se presenta una distancia cualitativa, como dos mundos separados pero con múltiples intersecciones. Localmente, esta distancia se postula en términos de "fondo". El concepto de fondo se define por oposición a ámbitos de mayor efervescencia social, que genéricamente se denominan "centro". Tanto el fondo como el centro adquieren sentidos particulares en cada situación discursiva específica. Las colonias están en el  fondo en oposición a los centros urbanos. Por otro lado, cada una de las colonias tiene sus fondos, así como a nivel de cada chacra hay un fondo. Colonia Esmeralda por ejemplo, es el fondo en relación al pueblo San Pedro, y dentro de la chacra, el monte es el fondo en relación a la casa. Pero la ligazón del monte con la idea de fondo, se refiere tanto a una disposición espacial, como a una direccionalidad en el movimiento de los colonos en la ocupación del espacio. En dirección al fondo avanzó la expansión de la frontera agraria, de manera que se pueden distinguir las colonias más antiguas de otras más nuevas, clasificando cuales están más al fondo y cuales más cerca de los centros urbanos.

Centro y fondo a nivel de las chacras. El espacio doméstico y el monte.

Las chacras misioneras pueden pensarse como organizada en tres espacios fundamentales: el doméstico, el productivo y el no-productivo. Cada uno de estos espacios delimita distintos niveles de distinción entre naturaleza y sociedad o entre monte y pobladores, y entre  fondo y centro. El doméstico, es el espacio netamente humano, donde hay un alto nivel de control por parte de las personas sobre lo que acontece. Este es, a su vez, el lugar más seguro de la chacra, y es el espacio privilegiado de trabajo femenino. El espacio no-productivo es donde reina la naturaleza, donde el hombre se siente más desprotegido, donde reina un orden natural que si bien puede llegar a ser conocido por el colono, no es su mundo, éste espacio implica al monte y la capuera. El espacio productivo, puede ubicarse en medio de los dos anteriores. Este es un ámbito en transformación, donde los colonos buscan imponer su orden, transformando el monte en cultivos y potreros. Es un espacio en continuo proceso de lucha, donde la naturaleza permanentemente busca imponer o re-imponer su orden, mientras el colono también pretende conservar un ordenamiento productivo.

El espacio doméstico dentro de la chacra funciona como un centro. Este espacio está compuesto por la vivienda, habitada por el grupo doméstico y su entorno: el gallinero, la huerta, el chiquero, el horno de pan, el baño, y en algunos casos el brete de ordeñe. Las viviendas suelen ser de madera o de material, con techo a dos aguas de chapa de zinc o madera, en general constan de una cocina comedor, dos o más dormitorios, un lavadero, y a veces, tienen una sala de estar. En su ingreso, suelen tener una galería, donde la familia pasa largas horas tomando mate. Las viviendas se abastecen de agua de los arroyos a través de un sistema de cañerías construidos por los propios colonos. A partir del año 2002, comenzó a extenderse el tendido de la red de energía eléctrica en las colonias del noreste misionero. Las casas que carecen de energía eléctrica se iluminan con velas, lámparas a gas, baterías y principalmente, con "lampiones": mecheros caseros confeccionados con botellas de vidrio, con una mecha de tela de algodón y kerosén como combustible. De todas maneras, las horas en que es necesario iluminar las viviendas no son muchas, puesto que las familias se acuestan alrededor de las diez de la noche y se levantan entre las cinco y las seis de la mañana. En general las viviendas cuentan con heladeras eléctricas o a gas, televisores1, y como una presencia constante, radios que permanecen encendidas durante gran parte del día. La radio constituye uno de los principales medios de comunicación, no sólo porque proveen de noticias locales y extra-locales, sino también porque funcionan como medio de transmisión de avisos y comunicaciones personales entre los pobladores de la región.

En las inmediaciones, fuera de la vivienda, se encuentra el baño, que consiste en un pequeño cuarto de madera techado, de aproximadamente un metro cuadrado de superficie, en su interior cuenta con un pozo o una letrina. Algo más distante a la vivienda también están las huertas, donde se cultiva cebolla, tomate, lechuga, zanahoria, en general destinadas al consumo doméstico; si bien existen experiencias de comercialización de la producción hortícola a través de emprendimientos creados por ONGs locales, y para la venta en las Ferias Francas de San Pedro, Andresito y Bernardo de Irigoyen.

El espacio doméstico se caracteriza por ser el ámbito de trabajo fundamentalmente femenino. Las mujeres son quienes se ocupan de la atención cotidiana de los hijos, las tareas al interior de la vivienda, así como de alimentar a las gallinas y chanchos, del cultivo de la huerta y el ordeñe. El gallinero es una responsabilidad de la mujer, quien todas las mañanas debe abrir sus puertas para que las aves vaguen por las inmediaciones de la casa, alimentándose. También por las mañanas las mujeres ordeñan las vacas. Si bien en estos ámbitos, los hombres desempeñan algunas tareas clasificadas como masculinas, estas no se encuentran pautadas en cuanto a los momentos en que deben realizarse, las mismas tienen que ver fundamentalmente con actividades circunstanciales como la reparación de artefactos o de la estructura de la vivienda, por ejemplo.

La división de tareas en el ámbito doméstico también se relaciona con las divisiones de género en relación al trato con los animales. La única tarea que los hombres realizan de manera sistemática en el ámbito doméstico, es el manejo del ganado porcino. El tipo de animal con que se relacionan hombres y mujeres en la chacra está pautado. Mientras que los animales que manejan las mujeres son las aves de corral y las vacas para ordeñe, los hombres manejan el resto de los animales (vacunos, ovinos, equinos), y que a excepción del porcino, se crían fuera del ámbito doméstico.

Una de las actividades masculinas en el ámbito doméstico es el carneo de chanchos y lechones, pero esto en general, se realiza cada mes o dos meses, como acontecimiento extraordinario, durante fines de semana. Esta actividad tiene cierto tono festivo, ya que suele implicar la visita y colaboración de amigos y parientes. El chiquero se encuentra cerca de la casa, y la cantidad de animales con que cuenta varía según cada chacra; se puede considerar que cuanto menos animales se poseen (una cantidad mínima habitual son dos o tres animales grandes), más integrado está el chiquero al espacio doméstico, mientras que si el productor se especializa en la cría de cerdos y cuenta con varias decenas, los chiqueros suelen estar más alejados de la vivienda familiar. Cuanto más importante es la cría de porcinos entre las actividades del jefe de la chacra, más distante se encuentra el chiquero del espacio doméstico.

El resto de las tareas que los hombres desarrollan dentro del espacio doméstico se califican como "ayuda" o "colaboración" al trabajo femenino, por ejemplo cocinar, lavar la loza, atender a los niños, etc. Pero también las mujeres participan de trabajos en los espacios masculinos: el galpón, el rozado, el yerbal y el potrero. Estos no son considerados los ámbitos cotidianos de trabajo femenino, sino que allí trabajan durante situaciones particulares, por ejemplo cuando son escasos los brazos masculinos, o en el período de "atado" del tabaco, cuando apremien los plazos para la entrega de la producción. Inversamente a lo que sucede en el ámbito doméstico, en estos espacios masculinos, el trabajo femenino se clasifica como "ayuda", mientras se nombra como "trabajo" las tareas que realizan las mujeres en la vivienda y espacios cercanos.

El doméstico es un espacio de seguridad, de protección, donde se pretende que los peligros externos al grupo doméstico estén controlados, son pocos los acontecimientos que aquí escapan a la observación del colono. Si el monte constituye un espacio de peligro y escaso control humano, el doméstico, por oposición, es un espacio de alto control, del que se aleja y controla todo lo que venga del monte, ya que se considera peligroso. El control se extiende a quienes trabajan en este espacio, siendo las mujeres las más sujetas al mismo en esta sociedad rura2. Esto le agrega otra cualidad a la distinción entre centro y fondo, ya que el centro es el ámbito donde por ser predominantemente social, el control de los acontecimientos es mayor, a diferencia del monte, donde el colono considera que sólo puede ejercer control al desmontar. 

Todo lo proveniente del monte representa un peligro para el ámbito doméstico y para la mujer, por tanto buena parte de los esfuerzos del grupo doméstico se destinan a controlar las malezas y animales salvajes que constantemente acechan el hogar. Entonces se observa un sistema que ubica por un lado a la mujer y los hijos pequeños, en el espacio doméstico, que es un centro donde se pretende impere la seguridad y los riesgos queden por fuera. Mientras por otro lado se ubica al hombre en el monte, en el fondo, donde imperan los peligros. El hombre media entre los dos ámbitos, enfrentando los peligros que puedan venir de fondo y afectar el orden doméstico.

Pero evitar que el orden no-social del monte, desordene el orden social no sólo es tarea del hombre, la mujer enfrenta el desorden al interior del ámbito doméstico, manteniendo la huerta y el gallinero, limpiando el jardín de malezas, manteniendo la casa ordenada, etc. Es decir mientras el hombre enfrenta un desorden puertas a fuera de la vivienda, la mujer lo hace predominantemente puertas adentro. Pero la diferencia fundamental radica en que el enfrentamiento con lo 'no-social' y natural, queda en manos del hombre.

Entre los principales peligros que acechan a la vida doméstica, se encuentran los  animales del monte. No es raro que los colonos se levanten a mitad de la noche armados al escuchar algún ruido de animales del monte merodeando la vivienda, el gallinero o el chiquero. Así mismo, las víboras se consideran absolutamente indeseables en las inmediaciones de éste espacio, mientras que en los otros lugares de la chacra son consideradas de presencia esperable.

En el espacio doméstico también las plantas son altamente controladas. Aquí no se permite que crezca cualquier vegetación, sino que se ejerce un control pormenorizado. En torno a las viviendas, en general, se encuentra el patio, una extensión de tierra sin vegetación que media entre la casa y el resto de la chacra; la escasa vegetación que suele haber en este espacio está compuesta por plantas ornamentales con flores, en canteros, es decir en un ámbito muy delimitado, y algún árbol, por cuya sombra éste cobra gran valor en la vida cotidiana. En la galería de ingreso a la vivienda, es común encontrar plantas ornamentales, creciendo en macetas hechas con envases usados y latas, en general prolijamente pintados. El otro lugar del ámbito doméstico donde hay plantas es la huerta, donde también los vegetales se cultivan en orden estricto y controlado. Las plantas que crecen de manera espontánea en la chacra se denominan de manera genérica y peyorativa como "capuera", "plaga" o "yuyo", y se las considera una invasión del monte sobre el espacio doméstico. El cultivo, riego y el cuidado de que no crezca maleza en la huerta, es realizado por las mujeres.

Por lo visto hasta aquí, podemos comprender que el monte se presenta como un lugar al que la mujer en lo posible no debe acceder. Sólo el hombre puede correr los riesgos del monte, los peligros de alejarse de lo social y entrar en la naturaleza. El hombre siendo un ser social, puede intermediar entre los dos ámbitos. Por tanto el monte es un espacio netamente masculino. Muchas mujeres diestras y conocedoras de la mayor parte de las tareas rurales por haber vivido toda su vida en la chacra, manifiestan no entrar "nunca al monte", por ser este es un lugar "peligroso" o porque "no es lindo para andar", ya que se considera hábitat de alimañas, víboras, arañas, ratones. Son espacios en los que el hombre no imprimió un orden, por tanto no le son del todo conocidos, y es su tarea mantener alejados de la vivienda los peligros provenientes del monte. Es decir que es trabajo masculino mantener la distinción entre naturaleza y sociedad, como ámbitos cualitativamente distintos y opuestos, dos extremos de una clasificación básica del mundo, que no deben juntarse. Más adelante veremos que esta es una infructuosa tarea condenada al fracaso, puesto que el monte permanentemente avanza, así como el colono permanentemente precisa producir en un espacio que no deja de ser natural. En parte esto se resuelve estableciendo espacios de conexión entre los dos ámbitos.

La naturaleza como "fuerza".

Para los colonos misioneros, la naturaleza también se presenta como fuerzas o energía vital. Tales fuerzas se consideran inmanentes a la naturaleza, sin que necesariamente se atribuya algún tipo de animismo, sino que suele explicarse el comportamiento de la naturaleza en términos científicos, utilizando los mismos términos como "procesos ecológicos" o "creación de biodiversidad". Si bien muchos colonos se refieren a la naturaleza como una creación divina, las fuerzas y leyes naturales se consideran estables e inmanentes a la naturaleza, no como caprichos de un ser superior. La idea sería que una vez creadas las leyes que rigen el comportamiento de la naturaleza estas permanecen constantes, hasta el momento en que son intervenidas por el hombre, entonces si dejan de ser puramente naturales.

La capuera como fuerza de la naturaleza.

La naturaleza permanentemente busca imponerse, expandiendo la selva en aquellos espacios que han sido deforestados. Esta fuerza de la naturaleza es diferente del orden humano, por lo cual el colono debe controlarla; ésta es una fuerza que "ensucia", que se muestra contraria a lo social y "civilizado", a lo limpio y ordenado. De manera que en esta región, la naturaleza se considera una fuerza que todo el tiempo amenaza invadir los espacios socializados. Esto se evidencia, en los relatos de cómo se hacen los rozados, así como en las menciones a la permanente invasión que el monte hace de los cultivos, surgiendo o brotando en forma de plagas entre las ordenadas plantas cultivadas, o en las invasiones de alimañas al espacio doméstico. Esto se presenta al hablar del trabajo en términos bélicos, como de "lucha contra la naturaleza".

El ámbito donde más claramente se aprecia el avance de la naturaleza. Las capueras son espacios que fueron destinados a cultivos o potrero, y luego han sido abandonados al perder productividad. En estas tierras, rápidamente comienzan a crecer malezas, plagas, yuyos. En el área rural de Misiones, el verbo "encapuerar" denomina al proceso por el cual un espacio se cubre con maleza. Que un espacio se encapuere es señal de que ha sido abandonado, lo que puede deberse a una actitud programada por el productor, así como al descuido de su trabajo. Existe una sanción social a quien deja que la naturaleza invada los espacios productivos y domésticos. Un colono que no "limpia" su rozado, su yerbal, o su potrero es considerado "sucio", "haragán", "descuidado". El desprecio hacia quienes dejan que la capuera crezca, suele fundarse en la concepción de que la capuera se expande en una chacra afecta al resto de la colonia. Esto sucede en dos sentidos, por un lado en tanto una capuera sería fuente de hierbas malas -plagas- que se expanden hacia las chacras vecinas; así fue como un colono se quejaba de que su potrero se estaba llenando de la hierba denominada "mata-campos", por causa de que su vecino no limpiaba la capuera; decía: "mi vecino cultiva yuyos en chacra". La segunda consecuencia radica en que la capuera "afea la colonia", cuando varios la dejan avanzar "parece una colonia de vagos, de colonos que no les gusta trabajar", reclamaba un poblador de San Juan (Depto. San Pedro).

El ideal que la capuera que existe en toda chacra, se encuentre limitada a ciertos espacios, esté controlada por el productor en lugares bien determinados, mientras el resto del espacio de la chacra se encuentre limpio, o con monte. Por ejemplo se dice que el yerbal se encapueró, cuando se dejó de carpirlo, de limpiarlo, y se dejó de hacer otros cultivos en el lugar. El yerbal encapuerado es un yerbal en el cual se mezcla suciedad con producción. Lo opuesto a un yerbal encapuerado es un "yerbal que parezca un patio", que es el ideal del productor trabajador, limpio, ordenado.

La distinción entre espacios productivos y no productivos, tiene un correlato temporal. Los espacios productivos del rozado, el potrero y el yerbal representan el presente de la chacra, las actividades productivas actuales. La capuera, en cambio, implica el pasado, el espacio que ha sido explotado y ya no lo es más, la capuera es la tierra que ha sido abandonada, que se ha empobrecido y sobre la cual comienzan a crecer las plagas. En tercer lugar, el monte representa el futuro de la chacra, el espacio sobre el cual se avanzará, que se reserva para los años por venir, "para sacar la madera cuando seamos viejitos", comenta un joven colono, "para que tengan algo mis hijos que se queden con la chacra", prevé un productor que ya ha seleccionado a aquel hijo que heredará la chacra. Para estos colonos, el monte contiene la riqueza de la chacra, fundamentalmente en dos elementos, la madera y la tierra. De similar manera, la capuera contiene la pobreza de la chacra, aquí la tierra es "pobre" y ya no sirve para el cultivo. En los relatos de muchos colonos que han abandonado las tierras del sur provincial buscando nuevos lotes en el norte, hacen referencia a que las tierras abandonadas estaban "encapueradas", "gastadas" y "erosionadas".  

El trabajo agrícola como campo de enfrentamiento.

Los colonos se presentan a sí mismos como poseedores de una fuerza contraria a la de la naturaleza, que es un valor constitutivo de la identidad colona. Tal como expresa con ironía un poblador de colonia Unión: "nosotros ya nacimos para tumbar, vemos un palo en pié y ya lo macheteamos".

La fuerza, a través de la cual el colono somete a la naturaleza, es el trabajo. Por medio de éste, se pretende socializar la naturaleza, darle una nueva organización, imponer nuevas reglas y ordenar el mundo. En este aspecto, se establece una continuidad con la tradición judeo-cristiana, según la cual el hombre con su trabajo debe completar la "obra de la creación"; "la razón del dominio agropastoril sobre el mundo natural es al mismo tiempo la forma más humanamente noble y esencial de trabajo, y el espejo mas visiblemente verdadero de la evidencia de que el hombre toma a su cargo y completa una domesticación del mundo iniciada por Dios de todas las cosas, y entregada a hombres y mujeres" (Rodrígues Brandão, 1999:64).

El trabajo agrícola entre los colonos toma la forma de una lucha entre dos fuerzas opuestas. Es una forma de socializar la naturaleza, mientras esta insiste en re-naturalizarse. La labor colona transforma la selva en chacra: derrumba el monte, quema, extrae la madera, abre senderos, "limpia", controla el crecimiento de plagas. Entonces, cada chacra pasa a ser para los colonos, el resultado de una pequeña epopeya personal. De esta manera el colono amansa la naturaleza, la doma, crea un nuevo mundo al tornar trabajosamente fecundo lo que es naturalmente fecundable. Esta característica del trabajo, para algunos es propia del hombre blanco, distinguiéndose así de los paisanos -guaraníes-. De manera crítica, un empobrecido productor de Colonia Yabotí, señala que "el hombre es la plaga más grande del mundo, él derrocha todo, el hombre blanco destruye todo, yo no puedo vivir sin hacer un rozado, pero el indio es diferente, él puede vivir más pobre".

La lucha pionera.

Uno de los lugares donde se pone en juego la idea de lucha contra la naturaleza, es en la representación del colono como pionero civilizador de la selva. La figura del "pionero" emerge en la constitución del "mito" de Misiones como una tierra donde todo está por hacerse. Los pioneros son "los hombres de frontera", plantadores de sociedad, actores cuya biografía se confunde con la génesis de las instituciones (Schiavoni 1997:277). Las "historias de pioneros", dan la imagen de una tierra que debía ser poblada, integrada a la nación argentina. Son relatos que se presentan en tono de epopeya, con un importante valor testimonial, que describen las duras vivencias al enfrentarse ante un territorio desconocido. Los pioneros adquieren cualidades intrínsecas como las de ser valientes, colaboradores y solidarios, religiosos, ahorrativos, respetuosos de los símbolos nacionales, preocupados por el futuro de sus hijos, ingeniosos y trabajadores, hospitalarios, altruistas, honestos y de una sola palabra. Surge así la figura de un colono idealizado con estas cualidades. El espacio adquiere características de territorio virgen a ser poblado y explotado por individuos con voluntad de sacrificio y sudor. Un espacio en el cual cada pionero y pionera, "tenía el don de crear algo de la nada3. Misiones pasa a ser un espacio vacío cuya historia se inicia con el arribo de los inmigrantes y cada grupo étnico pasa a ser fundador de la provincia.

Un pionero de la zona de San Pedro, fue el italiano Carlos Bosetti, a quien se le asigna ser un "descubiertero" de yerbales silvestres, ingresando a golpe de machete en los rincones más recónditos de una selva ignota. El naturalista Eduardo Holmberg, refiriéndose a él decía: "Bosetti es uno de esos mártires y víctimas del chucho, del hambre, del jején, del mosquito y del mbariguí, que con el machete en mano desfloran la guirnalda de isipós suspendida en el laberinto enmarañado de la zona yerbatera y señalan cada paso con el sudor inagotable, o con la sangre, recibiendo como única recompensa las mieles escondidas en los troncos y más tarde el monopolio extraño que los arraiga sobre las picadas que ellos mismos abrieran4.

El trabajo contra la naturaleza entre los actuales colonos, se aprecia en el proceso de establecimiento de una chacra. Según Armando Sosa, uno de los primeros pobladores de Colonia Unión (San Pedro), cuando llegó a la colonia había tan sólo unas pocas chacras dispersas, entonces ingresó por un camino abandonado por los camiones madereros que hasta hacía pocos años habían explotado el monte nativo. Eligió una porción de tierra, y lo primero que hizo fue demarcar en el monte un lote de unas 50 has. Esta acción se conoce como "rumbear" o  "cortar" un lote, es decir hacer un corte entre un mundo salvaje y otro social. El término "rumbear" deriva de hacer rumbos, caminos, dentro del monte, lo cual también implica comenzar a transformar ese espacio en social. Para la delimitación del lote utilizó unas dos docenas de "balizas", cañas de un metro y medio de altura. Fue clavando en línea recta las balizas de manera que estableciesen la línea imaginaria del límite del lote, la distancia entre una y otra balizas era de aproximadamente unos 10 metros. Junto a cada una clavó en la tierra un palo de madera denominado "mojón", más resistente a las inclemencias del tiempo que la caña. Con la delimitación del lote, Sosa improvisó un campamento con lonas a modo de vivac, en el cual vivió por los primeros meses. Cultivaba plantas anuales: maíz, mandioca, zapallo, hortalizas. El cultivo señalaba, a otras personas que buscaban tierras, que ese lote ya estaba ocupado, la presencia pura de selva indicaría un espacio sin gente.

Al principio, Sosa no residía de manera permanente en el lote, sino que estaba allí por dos o tres semanas al mes o cada dos meses, regresando intermitentemente a su lugar de origen, donde estaba su familia. Luego de cinco meses de instalado en el lote, pudo construir rancho precario de madera, utilizando árboles del lugar. Recién un par de años más tarde pudo traer a su mujer e hijos a la nueva chacra, cuando los límites del monte quedaron bien establecidos, ya había delimitado un sector sin monte donde estaba el rozado, y había construido una vivienda más grande, es decir que trajo a su familia cuando la selva pasó a ser un chacra.

El trabajo agrícola en la chacra.

El enfrentamiento contra la naturaleza tiene lugar siguiendo un orden. Previamente a cualquier actividad el monte se debe rozar, con lo cual se crea "el rozado": espacio del que se ha eliminado el monte nativo para destinarlo al cultivo. La modalidad más extendida de hacer un rozado, consiste primero, en extraer los árboles grandes -y la venta de la madera comercializable5, luego se desmonta el sotobosque con hacha, motosierra y machete, las maderas de menor tamaño se dejan en el lugar por alrededor de una o dos semanas, para que se sequen y posteriormente se queman. El uso de fuego suele justificarse en tanto ahorra trabajo al colono, así como por considerar el fuego como "limpiador", puesto que elimina todo rastro de selva, semillas, brotes, raíces, a su vez las cenizas abonan la tierra. De manera que los colonos ven al fuego como un colaborador en el trabajo, ya que ayuda a producir en pocas horas un espacio de tierra "buena", sin selva.

Hemos relevado tres casos de productores que optaron por la modalidad de "rozado sin quemar", esto implica la disposición de los troncos en el suelo para su descomposición sin usar fuego. Esta modalidad permite la explotación de la tierra por períodos más prolongados, ya que, según los ambientalistas locales, no quema los microorganismos que enriquecen la tierra (Roth; 1999). La realización del rozado sin quemar lleva unas cuatro jornadas más de trabajo que el rozado con fuego, y luego alrededor de un año para que la tierra esté lista para el cultivo; mientras que usando fuego la tierra puede cultivarse inmediatamente. El mayor tiempo invertido en trabajo y la espera a que la madera se degrade es la razón que señalan la mayoría de los productores para elegir el fuego.

En cada chacra, se realizan nuevos rozados en períodos de dos a cinco años, sobre superficies que varían entre una y cinco hectáreas. Diversos factores inciden en la extensión a rozar, entre estos se cuentan: el tipo de cultivo a realizar, siendo el tabaco el que requiere hacer rozados en períodos más cortos (entre dos y cuatro años); la fuerza de trabajo y tecnología disponibles con que cuenta el grupo doméstico, puesto que son necesarios varias jornadas para realizar el trabajo; el tipo de suelo y la topografía del terreno, ya que se prefieren los suelos ricos en nutrientes, es decir aquellos en los que hay monte, y que no están en pendiente pronunciada.

En el espacio del rozado se realizan los cultivos anuales, como tabaco, maíz, arroz, avena, mandioca, porotos, sandía. Algunos cultivos suelen alternarse a lo largo del año, como es el caso del tabaco y el maíz, la avena y la mucuna, o se van plantando en ciclos donde uno sustituye a otro, según la calidad de la tierra que cada cultivo precisa.

De manera esquemática, el ciclo general de uso de la tierra rozada implica etapas sucesivas. El primer cultivo que se realiza es el del tabaco, por ser el de mayor valor comercial y porque las empresas tabacaleras exigen el uso de tierra "rica" y "nueva"; luego de dos o tres años esta tierra pasa a utilizarse para otros cultivos anuales, cultivos que también se realizan siguiendo un orden según el requerimiento de tierra buena, siendo la mandioca el producto que da en tierra más pobre, y por tanto el último que se planta; de manera tal que al final el uso que se le asigna al rozado es como potrero para ganado vacuno, si no se le da tal uso se deja la tierra baldía, en capuera. El tabaco es el cultivo al que se considera que implica el mayor desmonte, ya que implica el permanente avance contra el monte, frente a lo cual, con la progresiva consolidación de  propuestas ambientalista se expande un discurso conservacionista contra el tabaco, que viene acompañado por planteos que señalan la degradación en las concisiones de trabajo que este cultivo implica para las familias colonas.

A modo de síntesis

En este artículo hemos observado que las lógicas con que los colonos se relacionan con el medio ambiente -en particular con el monte, los espacios productivos y la capuera-, se corresponde con la lógica con que se dio la expansión agraria en la provincia de Misiones. Estas lógicas oponen naturaleza, y por tanto monte, a sociedad, como ámbitos cualitativamente distintos, en base a sistemas de oposiciones donde lo natural, es fondo, monte, distancia, peligro, orden no-social, y por otro lado, el espacio social es centro, proximidad a la vida social, seguridad. Hombre y mujer por momentos aparecen como dos términos de este sistema de oposiciones, puesto que la mujer está sujeta al cuidado y control, mientras el hombre pasa a ser el encargado de alejar del núcleo social (familiar) los peligros naturales. El hombre se presenta como responsable por mantener la distinción entre naturaleza y sociedad, como ámbitos cualitativamente distintos y opuestos. Esta sería la función principal del trabajo colono, marcar esa distancia, donde la familia no debe contaminarse ni caer en un estado de naturaleza. Tal idea aparece formando parte de la identidad colona en la imagen del pionero, el hombre que sin su mujer, enfrenta a la selva y la domina.

El Estado también participó en la gestación de esta lógica colona de la naturaleza, incentivando la ocupación del territorio, determinados cultivos que implican un mayor desmonte, "liberando" tierras para la ocupación espontánea, y la creación de Consorcios de Mensura. Vemos que las lógicas colonas de la naturaleza, se generan y reproducen a distintos niveles, por ejemplo, existen dinámicas centro- fondo, a nivel provincial, regional, de la colonia, y al interior de las chacras. A cada nivel, tal dinámica cobra nuevos sentidos y se nutre de particularidades. 

Así mismo, estas lógicas de relación con lo natural presentan una tensión constante, que se manifiesta por ejemplo en las conceptualizaciones del trabajo agrícola, o en las distinciones no cerradas entre cazar y matar animales salvajes. Tales tensiones se incrementan con expansión de discursos ambientalistas. A partir de esto último los pobladores rurales van dando nuevos sentidos al territorio y a sus propias prácticas. Por ejemplo se comienzan a asignar nuevos valores a las "reservas" de monte, o a discutir las propiedades benéficas que pudiesen tener las capueras.

Notas

1 En el área norte y este, donde se desarrolló la mayor parte de nuestro trabajo de campo, se capta un canal de Misiones, y varios canales brasileños.

2 Este problema ha sido extensamente trabajado en el caso de productores rurales del norte de la provincia de Santa Fe en Stolen (2004).

3 Cita de Tutz Culmey (en "La hija del pionero"; 1998) en referencia a su madre, quien migró de Alemania junto a su marido,  "un aventurero", éste último participó en la fundación de gran cantidad de colonias en el sur brasileño y en Misiones.

4 Citado en Enciclopedia de Misiones; 2001. Edición electrónica.

5 La extracción de madera nativa es el primer paso para el rosado. Para llevarla a cabo, según lo establece la ley n° 854 se debe solicitar permiso de rozado al Ministerio de Ecología y RNR de la provincia, con el mismo se realiza la venta de madera a una empresa forestal, que es quien se encarga del trabajo. Si no se obtiene la correspondiente autorización, se suele hacer el rozado y la venta de madera, de forma ilegal.

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