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Avá

On-line version ISSN 1851-1694

Avá  no.15 Posadas Dec. 2009

 

ARTÍCULOS

Epitafios. Enfoques teóricos en Arqueología de la Muerte

María Soledad Gheggi*

* Becaria CONICET-Instituto de Arqueología, FFyL, UBA.  solelingheggi@yahoo.com.ar

Resumen

Se propone un acercamiento diacrónico a los enfoques teóricos que conforman el corpus actual de conocimiento con el que trabaja la Arqueología de la Muerte, derivados de múltiples disciplinas. Uno de los postulados que se desprende de la primera fase de estudios es que el ritual mortuorio es un medio propicio para la expresión simbólica y material de aspectos sociales. Esta premisa fue incorporada a la arqueología a partir de la década de 1970 en el marco de la Nueva Arqueología. A partir de la crítica a este enfoque, especialmente la que hace a la relación directa planteada entre la persona social del difunto y su expresión material, recientes investigaciones argumentan que existe una relación más compleja entre los aspectos reconocidos en el ritual mortuorio y su expresión material. Finalmente, nos interesa presentar las últimas tendencias aplicadas al estudio de las prácticas mortuorias de sociedades del pasado, por ejemplo los aportes de la arqueología del cuerpo.

Palabras clave: Arqueología; Prácticas mortuorias; Enfoques teóricos.

Abstract

We intend to approach diachronically to the theoretical foundations of the current corpus of knowledge addressed by the Archaeology of Death, derived from many disciplines. Some studies identify that mortuary ritual is a proper mean to symbolic and material expression of social aspects. This premise was later incorporated into the New Archaeology of the '70s. By criticizing this argument, recent investigations propose a more complex relation between the aspects recognized during mortuary ritual and its material expression. Finally, we are interested in examining briefly the recent trends applied to the study of societies from the past, for example, those derived from the archaeology of the body.

Key words: Archaeology;  Mortuary practices; Theoretical approaches.

Fecha de recepción:
Fecha de aprobación:

Introducción

La interpretación de los restos mortuorios ha sido un tema importante y debatido ya desde el inicio de la disciplina arqueológica. Durante el siglo XIX se desarrollaron importantes tesis sobre la muerte y la religión, una de las cuales es el animismo de Tylor (1924 [1871]), definido como "... la doctrina de las almas y los otros seres espirituales..." (Tylor 1924 [1871], citado en Kahn 1975). Según Tylor, a través de la comparación etnográfica se observa una creencia en la vida después de la muerte asociada con la dicotomía cuerpo-alma, percibida durante los sueños y proyectada a la situación de muerte, donde se postulaba la supervivencia del alma-fantasma después de la destrucción del cuerpo (Binford 1971: 209).

El primer arqueólogo en aplicar la teoría de Tylor fue Lubbock (1882), quien desarrolló un sistema religioso dentro de un marco direccional cuyas etapas eran el ateismo, fetichismo, totemismo, shamanisno, politeísmo y finalmente el monoteísmo. Lubbock (1882) fue uno de los primeros en reconocer las variaciones de sexo, edad y estatus social entre las tumbas y su relación con el tratamiento mortuorio y en preocuparse por las consecuencias materiales de su construcción teórica de etapas en las creencias religiosas (por ejemplotratamiento mortuorio, cantidad y tipo de acompañamiento). Uno de sus aportes más importantes resultó del análisis de 297 túmulos británicos (Lubbock 1900) en el cual relaciona el tipo de tumba, la orientación del cuerpo, el método de depositación del cadáver y su acompañamiento, y encuentra una correlación positiva entre monumentalidad, riqueza y tiempo de trabajo invertido en las tumbas (Bartel 1982: 36).

Frazer (1886, citado en Binford 1971) retoma la dicotomía expresada por Tylor entre cuerpo-alma y postula que todos los ritos mortuorios tienen su origen en el miedo hacia el alma-fantasma del muerto, y que el ritual tiene la finalidad de controlar las acciones del alma sobre los vivos.

Según Binford (1971: 209), Tylor y Frazer son exponentes del argumento "racionalista-idealista" en el cual las ideas o creencias son las variables concernientes para entender similitudes culturales. Por supuesto, esta posición fue criticada (Smith 1894) y aplicada (Spencer 1876). Smith (1894) enfatiza la importancia del ritual y la práctica para la comprensión del rito y religión (Binford 1971: 210). Sobre esta idea se elaboran los aportes de la Escuela Sociológica de los Anales.

Muerte y sociedad

Investigadores como Durkheim, Van Gennep, Hertz y Mauss basaron sus estudios en la crítica a las concepciones animistas de Tylor. Los fenómenos religiosos pasaron a ser interpretados junto con otros componentes del sistema social. Para Hertz (1990 [1907]) la muerte constituye un objeto de representación colectiva, de forma compleja y variable. A través del análisis de las creencias relativas a la muerte y las prácticas mortuorias de los pobladores de Indonesia, demuestra como éstas se relacionan íntimamente con la economía, la biología y el parentesco (Hertz 1990: 22, 31). Asimismo, enfatiza la importancia de estudiar las prácticas mortuorias en relación con las diferencias internas entre edad, sexo y estatus debido a que: "[...] la emoción varia extremadamente en intensidad según el carácter social del difunto, e incluso en ciertos casos puede llegar a faltar por completo" (Hertz 1990: 88).

Van Gennep (1960 [1909]) estableció que la vida de un individuo en sociedad implica el pasaje a través de una serie de etapas socialmente reconocidas. En cada una de estas etapas se celebran ceremonias cuyo propósito esencial es el paso desde una posición definida a otra igualmente definida. Van Gennep (1960: 10) denominó a estas ceremonias "Ritos de pasaje" y se concentró en sus patrones ceremoniales, aislando tres fases que acontecen en cualquier rito de pasaje, a saber: etapa de separación (ritos preliminares), etapa de transición (ritos liminales) y etapa de incorporación (ritos postliminales). El objetivo de todo rito de pasaje es asegurar un cambio de condición entre un grupo mágico-religioso o secular a otro. Una de las características principales de estos ritos es reducir los efectos dañinos de la perturbación de la vida social a partir de la transición de sus miembros a diferentes estados (Van Gennep 1960: 13).

La antropología social británica trabajó a partir de estas ideas e intelectuales como Radcliffe-Brown y Malinowski, comenzaron la tradición de investigaciones etnográficas orientadas hacia un problema específico dentro del contexto de relaciones sociales mayores. Firth (1967) en un trabajo sobre los Tikopia, propuso la existencia de una relación reflexiva entre el marco de ideas sobre el destino del alma y el estado de la sociedad. Esta propiedad fue utilizada por los arqueólogos para relacionar la organización social con la conducta mortuoria (Bartel 1982: 39-40).

A finales de los años 60, los arqueólogos comenzaron a advertir las obras de los antropólogos sociales a la vez que tomaban sus hipótesis sobre estratificación y descendencia y las contrastaban a través del análisis mortuorio, resultando complementarias a aquellas generadas a través de otras líneas de evidencia (Bartel 1982: 47). Esta apertura se relaciona con el cambio paradigmático ocurrido con la Nueva Arqueología.

Sociedades arqueológicas y rituales mortuorios

Sin lugar a dudas, un artículo seminal que proporcionó el sustento teórico para la posterior apertura de este campo de investigación es el de Binford (1971), en el cual persigue un doble propósito, por un lado, confrontar con las ideas de la escuela histórico - cultural, y por otro lado demostrar que la variación en las prácticas mortuorias se relaciona con la organización social más que con las ideas o sentimientos de un grupo social.

Para demostrar ambas premisas, toma en cuenta dos propiedades:

  1. de los símbolos: cualquier producción simbólica es dependiente de un contexto, dado que no hay ninguna relación obvia entre un referente y su significado simbólico1, cualquier conducta que implique la utilización de símbolos (por ejemplo: el ritual mortuorio) no puede ser explicada únicamente por el hecho del compartir ideas o conocimiento (Binford 1971: 223-225).

  2. de los sistemas socioculturales: lo denomina "variabilidad estructural" y entiende que al estudiar comparativamente dos sistemas se debe determinar el grado de isomorfismo entre cualquier fenómeno formal aislado y el rol que desempeña en los sistemas socioculturales comparados (Binford 1971: 225).

Tal como señala Binford (1971: 225) "[...] we can expect that different determinants might condition the occurrence and distribution of forms, depending upon the difference in functions performed by the element in diverse systems"2.

Para Binford, es crucial considerar los tipos y clases de referentes a los cuales se les otorga significación en el ritual mortuorio3. Según Binford (1971: 225) hay dos aspectos del fenómeno social simbolizados en el ritual mortuorio:

  1. la persona social: compuesta por edad, sexo, posición social relativa, singularidad de la posición social y membresía del difunto en segmentos sociales mayores.

  2. el tamaño y la composición de la unidad que reconoce obligaciones hacia el difunto.

Para someter a prueba la relación entre ambos grupos de ideas, es decir la variabilidad estructural con las dimensiones simbolizadas en el ritual mortuorio, Binford realizó un estudio intercultural a partir de 40 sociedades pre-estatales etnográficamente documentadas en los Archivos del Área de Relaciones Humanas (Human Relation Area Files en inglés). Binford (1971: 230-231) encuentra apoyo para sus hipótesis, las cuales tienden a reforzar el rechazo hacia el paradigma histórico-cultural, sobre la base de que existen ciertos determinantes funcionales que limitan el uso libre de diferentes formas de prácticas mortuorias, lo que significa que el conocimiento de otras prácticas mortuorias no implica su uso (Bartel 1982: 51). Lo importante es resaltar que estos determinantes funcionales se relacionan causalmente con la organización social.

A partir de aquí comenzaron a trabajarse diferentes aspectos de las prácticas mortuorias, por ejemplo, Ucko (1969) advirtió sobre el peligro de interpretar prácticas mortuorias arqueológicas a partir de conductas conocidas etnográficamente, Saxe (1971) hipotetizó que la mayor variabilidad exhibida en cuanto a la disposición del cadáver en individuos femeninos versus masculinos del Mesolítico de Sudán se debía al patrón patrilocal de residencia. También se realizaron análisis de tipo factorial (Rowlett y Pollnac 1971) para diferenciar clanes en un mismo cementerio y análisis formales (Brown 1971) para aislar diferencias de estatus.

También se hizo corriente el uso de tipologías derivadas de la etnografía, en particular aquellas de Service (1962) y Fried (1967), para ubicar a las sociedades arqueológicas en un continuo evolutivo. Los datos obtenidos a partir de las prácticas mortuorias servían como rasgos para asignar una sociedad a un estadio en particular (Tainter 1978: 114-115).

Peebles y Kus (1977) publicaron un trabajo referente a los correlatos materiales de las jefaturas, incluyendo las prácticas mortuorias. En especial debía haber claras evidencias de rango adscripto expresado en dos dimensiones de la persona social tal cual es representada en los enterratorios. La primera dimensión o dimensión superordinada ordena a los individuos sobre la base de símbolos, inversión energética y otras variables independientemente de su sexo y edad, mientras que la segunda o dimensión subordinada incorpora a estas últimas dos características. Estas dimensiones distinguen, en síntesis, entre los logros individuales adquiridos a lo largo de la vida (dimensión subordinada) y los logros heredados y adquiridos (dimensión superordinada).

Dentro del paradigma de la Nueva Arqueología, comenzó a incorporarse a los restos óseos humanos como línea de evidencia independiente o complementaria dentro de diferentes proyectos de investigación. Uno de los campos más tratados es el que hace al estudio del estatus. Por ejemplo, Rothschild (1979) utiliza los parámetros de sexo, edad e inclusiones materiales en tumbas de Indian Knoll y Dickson Mounds (Estados Unidos) para discutir la estructura de estatus social de ambas sociedades. Tainter (1980) utiliza información previa sobre los niveles de energía invertida en el tratamiento mortuorio y lo relaciona con la presencia de osteoartritis como indicativa de actividad habitual en los huesos largos del miembro superior e inferior, clavícula, omóplato y rótula en individuos mayores a 35 años de sitios Hopewell del valle del río Illinois para explorar el correlato conductual de lo expresado a través de la inversión energética. Wilkinson y Norelli (1981) utilizan información biológica para investigar mecanismos de adquisición de estatus y endogamia de clase en Monte Albán (México). Utilizan las diferencias de inversión energética entre los enterratorios para dividir la muestra ósea en individuos enterrados en sepulcros y sepulturas con el objetivo de encontrar diferencias entre ambas, sin embargo este estudio demuestra que la muestra se presenta homogénea de acuerdo a los indicadores biológicos utilizados, señalando que no había distinciones de salud entre miembros de la elite y el resto de la población (Wilkinson y Norelli 1981: 756).

Otro aspecto investigado a través de patrones espaciales y de distancia genética es el parentesco como principio fundador para la formación de grupos corporativos que controlan el acceso a los recursos (Howell y Kintigh, 1996).

Bartel (1982: 53) sugiere que la estructura de una práctica mortuoria implica un largo proceso, que comprende aspectos fisiológicos y simbólicos. Sin embargo, lo que los arqueólogos consideran una práctica mortuoria se relaciona más con el primer aspecto, especialmente con la depositación del cadáver. A pesar de que Bartel (1973), a través del análisis de 27 sociedades etnográficas registradas en los Archivos del Área de Relaciones Humanas (Human Relation Area Files), encontró sustento para la utilización del componente fisiológico en las explicaciones referentes a las dimensiones sociales, varios autores (Carr, 1995; Hodder, 1982a; 1982b) han enfatizado la reconstrucción del componente filosófico-religioso del ritual mortuorio.

Varios investigadores han notado que si bien hay elementos en las prácticas mortuorias de una sociedad que aportan al estudio de la organización social, también existen otros aspectos que son adecuados para acceder a la cosmovisión y creencias filosófico-religiosas. Incluso aún dentro de los estudios que enfatizan el estudio de la organización social se ha cuestionado la existencia de una relación tan directa entre la cultura material y aspectos constitutivos de la organización social. Este cuestionamiento puede ser enmarcado dentro de los enfoques postprocesuales de la teoría arqueológica (ver Chapman y Randsborg, 1981:14).

Enfoques postprocesuales en la Arqueología de la Muerte

A pesar de que las corrientes postprocesuales son varias y presentan matices, sobre la base de varios trabajos de Ian Hodder discutiremos las características de lo que él mismo denomina la "fase postprocesual de la teoría arqueológica" (Hodder, 1986: 177).

Esta fase podría caracterizarse por su apertura al debate y diversidad sobre principios fundamentales, así como por la incorporación dentro de la arqueología de debates en la antropología y la historia (Hodder, 1991: 36-39). Específicamente para el caso de las prácticas mortuorias, estas corrientes afirman que son frecuentemente utilizadas por los vivos para negociar, mostrar, esconder o transformar las relaciones de poder en un grupo (Padder, 1982; Parker Pearson, 1982; Rakita y Buikstra, 2005: 7).

Dentro de esta corriente se destaca el rol del individuo como creador de cultura, capaz de generar un cambio en un contexto cultural activo (Hodder, 1986: 178). La cultura es entendida no solamente como "[...] conjuntos heterogéneos de interpretaciones y representaciones superpuestas, y a veces opuestas" (Hodder, 1986: 180) sino como un texto con múltiples lecturas tanto en el pasado como en el presente. La cultura material es activamente manipulada para la construcción de la sociedad. El pasado se construye subjetivamente en el presente y este pasado subjetivo está implicado en las actuales estrategias de poder, existe una dialéctica entre el pasado y el presente (Hodder, 1986: 187; Hodder, 1991: 31).

En lo concerniente al individuo, Hodder (1991: 39) afirma que dentro de la arqueología postprocesual el rol y estatus de los individuos se constituye como un proceso social continuo, mientras que de acuerdo con la arqueología procesual, los individuos meramente cumplen o desempeñan un rol o estatus. Además se observa que,

"Todos los aspectos de la producción cultural, desde la utilización del espacio [...] hasta los estilos de las vasijas y objetos metálicos, desempeñan un rol importante en la negociación y 'fijación' del significado, por parte de los individuos y grupos de interés en la sociedad, ya sea niño, madre, padre, jefe o plebeyo." (Hodder, 1986: 181).

Dentro de esta corriente podemos destacar dos grandes grupos de trabajos que se han venido desarrollando desde la década de los '90. El primer grupo se relaciona con trabajos que pretenden utilizar, apoyar y mejorar los resultados del programa Saxe-Binford, específicamente a través de la utilización de comparaciones interculturales. Un ejemplo dentro de esta línea lo constituye el aporte de Carr (1995), quien concluye a través de un estudio intercultural que los tipos específicos de prácticas mortuorias son determinados por un espectro de factores sociales, filosófico-religiosos, circunstanciales y ecológicos. Por otra parte, las prácticas mortuorias entendidas como conductas simbólicas están relacionadas con sus significados referentes de una forma semideterminada y no totalmente arbitraria (Carr 1995: 189).

Cannon (1989), quien siguiendo a Kroeber (1927) considera que los patrones mortuorios pueden ser explicados a partir de modas en la expresión de aspiraciones de estatus. Básicamente entiende que las prácticas mortuorias constituyen un medio poderoso de expresión del estatus de las clases sociales y que la clase dominante refuerza su posición a partir de la utilización de ciertos símbolos materiales, que las clases mas bajas están dispuestas a copiar, por lo que en un tiempo esos símbolos pierden su capacidad de transmitir estatus social privilegiado, debiendo la clase alta retraerse en la utilización de los mismos. A través del análisis diacrónico en tres sociedades, encuentra que la expresión material o parafernalia asociada a los ritos fúnebres sigue un ciclo de "exhibición competitiva" (competitive display en el original, la traducción es mía), el cual comienza con una importante elaboración inicial hasta alcanzar un decrecimiento o incluso prohibición en la utilización de ciertos materiales o colores.

Si bien el modelo propuesto por Cannon (1989) funciona únicamente bajo una serie de precondiciones como ser mayor afluencia económica, acceso menos restringido a los bienes de prestigio o incertidumbre en las posiciones de status sus conclusiones más importantes y que afectan nuestra forma de interpretar al estatus asociado con los enterratorios son:

La opulencia expresada en los enterratorios no siempre está relacionada con un estatus social privilegiado. En palabras de Cannon "[...] ostentation was not an unchanging measure of social status but followed a cycle of status associations from high to low" (Cannon, 1989: 442)4.

Los significados se generan en un contexto histórico, por lo tanto los símbolos de estatus sólo adquieren relevancia cuando son analizados históricamente (Cannon, 1989: 446).

El trabajo de Robb y colaboradores (2001) apunta en esta dirección, considerando la relación entre el estado de salud y tratamiento funerario en una muestra procedente de Pontecagnano (Italia) entre los siglos VII y V a.C. Para esto toman una serie de indicadores biológicos de estado de salud y actividades y del acompañamiento mortuorio, encontrando muy pocas correlaciones estadísticamente significativas entre ambos corpus de datos. Se extrae de este estudio que el análisis osteológico debe ser cuidadosamente contextualizado, tanto social como históricamente (Robb et al. 2001: 220).

Un segundo grupo de trabajos que ha surgido con bastante fuerza en los últimos años considera que los muertos y la muerte constituyen importantes oportunidades para la manipulación de estructuras sociales, de género, étnica y política. Otra línea ha surgido en torno al análisis del género a través de las prácticas mortuorias (Crown y Fish, 1996; Meskell, 2001), de la muerte en las sociedades históricas (Buikstra, 2000; Rainville, 1999) y del espacio sagrado en el que se incluyen los ancestros (Ashmore y Knapp, 1999; Silverman y Small, 2002). Como desprendimiento de este segundo grupo, surge un enfoque relacionado con la relación ancestro-descendiente, especialmente en relación con la idea de que los muertos juegan un papel e intervienen en la estructuración de la vida de los vivos (Buikstra, 1995; Parker Pearson, 1999; Rakita, 2001).

Palabras finales y recientes enfoques teóricos

Por último, quisiéramos señalar una serie de trabajos recientes y que están aún siendo incorporados a la interpretación arqueológica en relación con el cuerpo.

En sintonía con un movimiento general hacía un renovado interés en la antropología del cuerpo, se han iniciado una serie de trabajos con un explícito interés en el cuerpo en arqueología. Sin embargo, el cuerpo ha sido clave en el desarrollo de varios enfoques teóricos en arqueología, especialmente en relación al espacio que éste ocupa y sus acciones en el espacio. Estas perspectivas se han basado en la fenomenología y se han centrado en la experiencia general de los cuerpos vivientes y en movimiento en especial relación con el paisaje, monumentos y espacio arquitectónico. Enfatiza los conceptos de habitar y estar en el mundo marcando al cuerpo como punto de referencia a partir del cual es espacio es ordenado y conocido (Bender et al. 1997; Thomas, 1991; Tilley, 1994).

Por otra parte, la aplicación del concepto de embodiment en arqueología es más reciente (si bien reconoce una tradición sociológica y antropológica tan profunda como el enfoque anterior). Dentro de estas perspectivas, se enfatiza la experiencia sensorial del cuerpo, siendo los límites de éste los que definen al individuo como persona única. Asimismo, se enfatizan los conceptos de emoción, agencia y performance (Bachand et al. 2003; Joyce 2000 a, 2000 b; Meskell y Joyce, 2003).

Al focalizarse en el cuerpo viviente, los enfoques de la agencia, fenomenología y embodiment abiertamente intentan restablecer la materialidad (corporeality) del cuerpo como tema central de la experiencia humana pasada y presente. Seguramente, estos intereses son tanto intelectualmente estimulantes como provocativos, pero olvidan considerar la materialidad de los cuerpos arqueológicos, es decir los restos óseos que constituyen el objeto de estudio de la bioarqueología (Sofaer, 2006). En este sentido, surge la pregunta ¿cómo podemos acceder a los cuerpos vivientes del pasado a través del estudio del cuerpo muerto? Sin lugar a dudas, esta pregunta generará nuevas líneas de investigación e importantes debates interdisciplinarios.

Notas

1 Carr (1995: 150-151) encontró que los tipos específicos de conducta mortuoria están determinados por un rango restringido de factores, restándole arbitrariedad a la relación entre lo simbolizado en el ritual mortuorio y su referente.

2 Traducción del original: "[...] podríamos esperar que diferentes determinantes condicionaran la ocurrencia y distribución de las formas, dependiendo de las diferentes funciones llevadas a cabo por el elemento en diversos sistemas." (Binford 1971: 225)

3 Para llegar a esta idea, Binford supone que el ritual mortuorio incluye aspectos sociales simbolizados, posición que lo acerca a los planteamientos de Radcliffe-Brown y la escuela de los anales de Francia.

4 Traducción del original: "[...] la ostentación no fue una medida inmutable de estatus social sino que siguió un ciclo de asociación desde el estatus alto al estatus bajo." (Cannon 1989: 442)

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