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Avá

versión On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.19 Posadas dic. 2011

 

DOSSIER - NATURALEZA Y CULTURA

Especies invasoras vs. protegidas. Políticas de fauna en Los Pirineos

 

Oriol Beltran e Ismael Vaccaro*

* Oriol Beltran, Profesor Titular de la Universitat de Barcelona (obeltran@ub.edu). Ismael Vaccaro, Associate Professor de la McGill University (ismael.vaccaro@mcgill.ca).

Este trabajo se enmarca en el proyecto Procesos de patrimonialización de la naturaleza y la cultura. Posicionamientos locales y articulaciones globales, financiado por el ministerio español de Educación y Ciencia (CSO2008-05065/SOCI). Una primera versión del mismo fue publicado en Del Mármol, Camila; Frigolé, Joan; Narotzky, Susana (eds.) (2010) Los lindes del patrimonio: consumo y valores del pasado. Barcelona: Icaria.

 


RESUMEN

Hoy día los Pirineos se han convertido en una reserva ambiental. El importante proceso de despoblación experimentado durante el siglo XX y la apropiación progresiva de gran parte de su territorio por el Estado para implementar políticas de conservación han favorecido la reaparición, a través de la reintroducción, el fomento o la recuperación espontánea, de diversas especies de grandes depredadores, aves rapaces, ungulados y otros mamíferos. La gestión contemporánea de la fauna salvaje en los Pirineos, mediante la cual la naturaleza es reinventada para ajustarla a los estándares posmodernos sobre la vida silvestre, manifiesta la existencia de racionalidades y valoraciones que escapan a los criterios pretendidamente objetivos de una ecología mecánica.

PALABRAS CLAVE: Ecología política; Políticas de conservación; Análisis social de la ciencia; Patrimonialización de la naturaleza

ABSTRACT

The contemporary Pyrenees are becoming an environmental reservoir. The pronounced process of human depopulation experienced during the twentieth century and the progressive appropriation of large parts of its territory by the states to implement conservation policies have resulted in the return, via reintroduction or natural regeneration, of charismatic animal species such as the wolf, bear, deer, elk, and chamois. The contemporary management of wildlife in the Pyrenees, by which nature is reinvented to fit postmodern standards on wildlife, indicates the existence of rationality and value beyond the supposedly objective criteria of a mechanical ecology.

KEYWORDS: Political ecology; Conservation policies; Social analysis of science; Natural patrimonialization


 

LA PATRIMONIALIZACION DE LA NATURALEZA EN LOS PIRINEOS

En los primeros años del siglo XXI, el lobo y el oso han reaparecido en los Pirineos, el Estado destina recursos a la gestión de algunas poblaciones de ungulados salvajes y, después de décadas de haberse producido los últimos avistamientos, los buitres y las nutrias vuelven a estar presentes en los cielos y los ríos de la región. La creciente presencia de animales salvajes en estas montañas constituye un indicio significativo de un proceso social más amplio y complejo que tiene unas consecuencias ecológicas importantes. Nos proponemos analizar aquí la racionalidad de estas geografías zoológicas emergentes (Philo y Wilbert, 2000; Wolch y Emel, 1998) y del proceso de "asilvestramiento" del paisaje rural que manifiestan (Buller, 2004; Whatmore y Thorne, 1998).

La historia del siglo XX en los Pirineos es una crónica de despoblación humana (de las montañas a las tierras bajas), de reubicación demográfica (de la parte superior de las vertientes al fondo de los valles) y de transformación económica (de las actividades agropecuarias y los aprovechamientos forestales e hidroeléctricos al turismo y los servicios) (Beltran y Vaccaro, 2010; Molina, 2002; Soriano, 1994). Estos procesos han tenido unos efectos notables en el medio ambiente. El descenso de la presión humana favoreció una recuperación de la superficie forestal -además de una pérdida de los pastos- (Molina, 2000; Roura-Pascual et al., 2005; Vaccaro, 2005). El vacío demográfico y la reforestación allanaron el camino de la conservación. El Pirineo español está siendo objeto de un proceso de reterritorialización institucional a través de la declaración de amplios sectores de su territorio como áreas protegidas (Vandergeest y Peluso, 1995). El ideal conservacionista legitima las intervenciones impulsadas desde diferentes instancias gubernamentales que están transformando los regímenes de propiedad y los derechos sobre los recursos naturales (Neumann, 1998). Las instituciones públicas están desembarcando masivamente en los Pirineos como garantes de un nuevo tipo de gubernamentalidad, una gubernamentalidad medioambiental (Agrawal, 2005).

Las comarcas del Alt Pirineu (NO de Cataluña) ofrecen un ejemplo paradigmático de estas políticas territoriales. Actualmente albergan 33 espacios naturales protegidos que abarcan 269.273 ha., el 46,62% de su extensión1. La incidencia de las áreas protegidas es especialmente significativa en algunos casos: el 69,44% del territorio del Pallars Sobirà se halla sujeto a algún régimen de protección ambiental, mientras que en la Val d'Aran y la Alta Ribagorça los índices alcanzan un 58,95 y un 49,03%, respectivamente. Muchas zonas del lado francés de la cordillera presentan unas cifras similares. Estos datos confirman que los Pirineos, como ha denunciado a menudo la población local, se han convertido en una reserva ambiental, un "zoológico patrocinado por el Estado ("Cooper, 2000; Roth, 2008). En la actualidad, el territorio pirenaico constituye un lugar regulado estrechamente por las instituciones públicas con el fin de fomentar la recuperación del medio ambiente, una recuperación cuyos resultados deben ser compatibles con el desarrollo del turismo (de esquí, de aventura y de naturaleza).

No pretendemos centrarnos aquí en la recolonización del bosque asociada al proceso de sucesión vegetal, sino en la recuperación de la fauna. El abandono humano ha proporcionado espacios para la reaparición de algunas especies animales. Éstas, de acuerdo al estatus que se les asigna (con frecuencia, variable), son introducidas, reintroducidas, erradicadas o autorizadas a regresar (García Cordón, 2001; Knight, 2006). Las variables que afectan las decisiones relativas a la recuperación de la fauna permiten situar este campo en el ámbito de la ingeniería ecológica, donde los especialistas establecen unas metas morfológicas para el paisaje que no pueden calificarse como "naturales". La recuperación gestionada del medio ambiente se orienta a recrear unos paisajes idealizados, asociados o no a formas anteriores del propio territorio, donde algunas soluciones son consideradas más valiosas que otras. La recuperación ambiental da lugar, en última instancia, a una naturaleza diseñada, producto de una elaboración humana (Castree, 1995). Constituye un proceso de producción cultural del paisaje en el que la naturaleza es reinventada para ajustarla a los estándares posmodernos de la vida silvestre (Barret y White, 2001; Braun y Castree, 1998; Cronon, 1996).

SYSTEMA NATURAE: REDISEÑANDO LA BIODIVERSIDAD

Las descripciones y las clasificaciones científicas modernas de las especies animales se basan en la morfología comparativa. Las taxonomías establecidas por Linneo en el siglo XVIII2 toman en consideración los criterios físicos para situar a los distintos individuos y especies en un marco amplio de clasificación. Las ciencias naturales contextualizan estas especies en el medio ambiente como organismos que se hallan en una interacción permanente. Su existencia, definida a través de su morfología, es integrada después en su ecología (hábitat, comportamiento, posición trófica o reproducción). Aunque los científicos y los técnicos ambientales aceptan generalmente estos principios "objetivos", no son el único criterio empleado para atribuir sentido y valor a los animales. En teoría, la ciencia ha desmitificado y despersonalizado a los animales convirtiéndolos en una parte de las ecuaciones ecológicas, en integrantes de los inventarios de la diversidad biológica. No obstante, en la práctica, a cada especie se le atribuye un peso moral y cultural distinto, y este bagaje incide en las decisiones que afectan a su gestión.

Existe una abundante literatura relativa a las relaciones de las sociedades no occidentales con el mundo natural que da cuenta de cómo las comunidades humanas interactúan con los animales de su entorno desde bases completamente distintas (Descola, 2005, 2010; Hunn, 2008; Kohn, 2005; Lévi-Strauss, 1965). En estas cosmologías alternativas, los seres humanos y los animales transitan por los mismos planos de la existencia compartiendo unos valores ontológicos y hasta unos orígenes similares. Algunos principios utilizados por los científicos y los gestores públicos en relación con las especies animales escapan también a los criterios pretendidamente objetivos de una ecología mecánica y son definidos a partir de opciones políticas y culturales específicas. Las comunidades humanas convierten culturalmente las especies animales en conceptos. El estatus de los animales varía de acuerdo con las necesidades de cada sociedad y depende de las posiciones de los actores implicados. Para algunos, los depredadores se transforman, conceptualmente, de parásitos en iconos nacionales o en eslabones de la cadena trófica. Para otros, el ganado deja de ser un medio de vida y reemerge como un riesgo y un problema sanitario. Animales a los que se asignan tareas productivas específicas se convierten en animales domésticos. Las especies zoológicas, sus usos y sus percepciones se encuentran en una interacción constante y en una redefinición permanente (Haraway, 2008).

Las políticas de conservación y de gestión del medio ambiente, por su parte, no tienen lugar en el vacío social sino que se entrecruzan con otras cuestiones (como las relativas al desarrollo local y el turismo) que pueden estar en conflicto con los valores asociados a la idea misma de lo que es la naturaleza o de lo que debería ser su economía política. En este marco se atribuyen diferentes etiquetas a unas u otras especies. Los biólogos y los gestores ambientales coinciden en calificar, entre los animales salvajes y los domésticos -por razones que no están siempre vinculadas a consideraciones ecológicas-, distintas especies como carismáticas, invasoras, plagas, clave, paraguas, bandera, comerciables o amenazadas. Estos adjetivos, entre los muchos que se utilizan, implican una reelaboración cultural del concepto de especie. Un entorno no problemático no legitima una intervención política. La idea de que un medio ambiente se halla en peligro es lo que justifica la intromisión pública. Curiosamente, cada uno de los calificativos mencionados conecta determinadas especies con procesos sociales o con nociones acerca de la inestabilidad del medio ambiente. Estos términos justifican y mantienen la competencia de las instancias políticas de gestión (Guha, 1997; Orlove y Brush, 1996; West et al., 2006). La gestión de las especies abre la puerta a la gubernamentalidad del medio ambiente, al desembarco de la gestión pública en el territorio. Esta actuación se ocupa de la gestión de las especies animales teniendo en cuenta distintos tipos de valor añadido. Los factores considerados no se relacionan sólo con la coherencia ecológica, sino también con la estética, la legitimidad política, las preferencias de manejo o el incremento de la biodiversidad.

La prevalencia de los espacios naturales protegidos en los Pirineos, las altas tasas de despoblación que presenta la región y la consolidación de un cierto nivel de ecologismo en el conjunto de la sociedad española, han propiciado un terreno fértil para la imposición de un medio ambiente gubernamentalizado, un amplio dominio jurisdiccional para los funcionarios del Estado que aplican el programa conservacionista. La relación de algunas políticas públicas y decisiones relativas a la gestión de la fauna ofrece argumentos que permiten cuestionar la gubernamentalidad ambiental y evidenciar sus contradicciones. Los Pirineos se han convertido en un gran laboratorio vivo donde el concepto de biodiversidad es revisado continuamente desde distintas instancias como resultado de un proceso de negociación entre varios actores sociales. En estas montañas, a lo largo del siglo XIX y principios del XX, la presión demográfica, los cambios técnicos y el uso intensivo de los recursos naturales llevaron a la mayoría de los grandes animales salvajes a la extinción o al límite de la desaparición. Los cazadores capturaron el último lobo de Cataluña en 1935 (Projecte Llop, 2008) y abatieron al último oso del Pallars Sobirà en 1948 (Casanova, 1997). Los rebecos y las nutrias, entre otros, empezaron también a escasear. En el último cuarto del siglo pasado, no obstante, esta tendencia se invirtió: la disminución de la presión humana sobre el territorio brindó nuevos espacios para la recuperación, espontánea o inducida, de la fauna salvaje.

EL RETORNO DE LOS GRANDES DEPREDADORES

Oso(Ursus arctos). El despoblamiento humano de los Pirineos coincidió en el tiempo con la desaparición de los osos pardos de la región. A finales del siglo pasado sólo sobrevivían unos pocos ejemplares pertenecientes a la población autóctona (que había pasado a lo largo de la centuria de unos 150-200 individuos a sólo 5). A principios de los años noventa, la protección del oso se convirtió en una prioridad nacional en Francia (respaldada y financiada más tarde por el programa Life de la Unión Europea). El descenso demográfico y la pérdida del peso económico y político de las comunidades locales pirenaicas abrieron un nuevo espacio para la reaparición del oso en la cordillera. El gobierno, con un amplio respaldo social a nivel nacional (de origen fundamentalmente urbano), diseñó un plan para reforzar la exigua población existente de osos mediante la introducción de ejemplares capturados en Eslovenia, "casi idénticos genéticamente a los autóctonos" (Ministère de l'Ecologie et du Développement Durable, 2006).

El proyecto dio lugar a reacciones enfrentadas por parte de la población local. Aunque en un principio hubo señales de apoyo de algunos ayuntamientos, en poco tiempo se desencadenaron numerosas muestras de oposición al mismo (desde la colocación de trampas y cebos envenenados hasta la celebración de manifestaciones y la presentación de recursos administrativos)3. La campaña se inició en 1996 con la liberación de tres ejemplares (dos hembras embarazadas y un macho), aunque la presión local logró interrumpirla al cabo de dos años. Hasta el 2006 no se reanudó de nuevo el proyecto, cuando sus gestores volvieron a soltar cinco osos más (cuatro hembras y un macho), después de que la última hembra autóctona fuera abatida por un cazador, noticia que causó una gran conmoción en la opinión pública gala (Pomarol y Palazón, 2008).

La introducción de grandes depredadores en zonas pobladas constituye siempre una iniciativa muy polémica. En un intento de mejorar la aceptación local, varias entidades han promovido campañas destinadas a destacar sus beneficios potenciales, especialmente para el turismo4. El gobierno regional de Cataluña ha establecido medidas de compensación a la depredación que prevén pagos rápidos y cuantiosos, dado que sus efectos son particularmente significativos por la ausencia de pastores permanentes y por la importancia del ganado lanar en la ganadería local5. En el curso de una sola generación muchas comunidades habían participado activamente en la exterminación del oso. Los locales consideraban a este animal como un competidor y una amenaza. El proyecto gubernamental de reintroducción se orientaba, así, a deshacer un antiguo proceso de ingeniería ambiental: una actuación destinada a simplificar la estructura ecológica de la montaña mediante la eliminación de algunas especies situadas en la cúspide de la cadena trófica.

El programa de reintroducción del oso constituye un ejemplo paradójico de monopolio centralizado de conocimientos, diseño de objetivos y capacidad de toma de decisiones por parte del Estado. En un primer momento, el proyecto, impulsado por el Ministerio del Medio Ambiente, no fue consultado con el comité científico del Parque Nacional de los Pirineos ni con las administraciones locales. Las autoridades francesas tampoco coordinaron la liberación de los primeros osos con las españolas, a pesar de la proximidad de los lugares elegidos para la suelta con la frontera internacional. A raíz de la fuerte oposición de que fue objeto el plan, más tarde se realizaron negociaciones a distintos niveles y se propuso un plan conjunto entre las administraciones estatales implicadas. De acuerdo con las encuestas, la reintroducción del oso se ha convertido en una cuestión nacional que divide a una mayoría de la sociedad francesa, que se muestra abrumadoramente favorable al proyecto, de las comunidades locales pirenaicas, contrarias en su mayor parte al mismo. El tema adquirió rápidamente un carácter internacional. Los osos, obviamente, no reconocen ni respetan los límites municipales, la delimitación de las áreas protegidas o las fronteras entre los estados6. Aunque los datos disponibles no son definitivos, se calcula que tres de los ocho osos reintroducidos han muerto, mientras que estarían vivos otros 16 individuos pertenecientes a las distintas camadas nacidas de los mismos (Castro, 2011; Le Monde des Pyrénées, 2008; Leis Oursoun, 2008; Pays de l'Ours, 2008)7. A finales del siglo XX, los científicos determinaron que la población de osos que en el pasado había poblado la zona estaba prácticamente extinguida. Este hecho evidencia que el objetivo del programa gubernamental no era proteger la biodiversidad, sino restaurar o recrear un determinado paisaje. La cepa de los osos introducidos es eslovena, no pirenaica. La reintroducción de especies, al igual que la implementación masiva de áreas protegidas en la región (Welch-Devine, 2010;  Beltran y Vaccaro, 2007) permite cuestionar la idea de paisaje impulsada por las administraciones8.

Lobo (Canis lupus). Aunque desde finales del siglo XIX ya no existen poblaciones estables de lobos en los Pirineos, algunos individuos procedentes del NO de la Península Ibérica, donde éstas se han consolidado o recuperado, han llegado hasta las montañas del País Vasco y Navarra (Milian, 2006). En el Pirineo catalán se ha constatado desde 2003 hasta hoy la presencia de unos 11-13 lobos errantes que, de acuerdo con los análisis genéticos, provienen de áreas protegidas de los Apeninos centrales (Elcacho, 2007). El lobo es un animal controvertido. Su carácter depredador le ha atribuido una posición mítica que condiciona las actitudes públicas de que es objeto (Bjerke et al., 1998; Manent, 2004; Massip, 2011). En muchas áreas rurales ha sido considerado como la quintaesencia de lo no humano (su contrario: el salvajismo), por lo que las gentes locales interpretaron en su día su extinción como un auténtico éxito colectivo. La reaparición del lobo modifica el statu quo del medio ambiente local (Mech, 1991). El discurso público acerca del lobo da cuenta implícitamente de las actitudes frente al mismo. El jefe del servicio catalán de fauna afirmaba: "No favorecemos al lobo, pero tampoco lo vamos a perjudicar" (Cf. Milian, 2006: 32)9. En este caso, se enfatiza la espontaneidad de la recuperación de la especie y la ausencia de participación de las instancias gubernamentales en su retorno. Muchos ganaderos creen que los lobos han sido introducidos efectivamente por la administración ambiental. En Cataluña, el gobierno regional, que niega tener una implicación directa en este proceso, ha impulsado programas de pago por daños, mejora de los cercados en la montaña y entrenamiento de mastines del Pirineo como perros pastores.

ROEDORES ACOGIDOS, ROEDORES FOMENTADOS, ROEDORES ILEGALES

Castor (Castor fiber). En las estribaciones del Pirineo Occidental, en los ríos Aragón y Cidacos (entre Navarra y La Rioja), los castores han reaparecido después de más de 300 años (Ceña et. al, 2004; Méndez, 2007). El caso resulta singular porque se opone a la dicotomía habitual: no se trata ni de una recolonización espontánea ni de un proyecto institucional de reintroducción. Un grupo ambientalista centroeuropeo liberó en 2003 hasta 18 ejemplares criados en cautividad en Alemania que han fijado una población de unos cincuenta individuos y colonizando 90 kilómetros de río (Halley, 2007). Una vez publicada la noticia se sucedieron varios acontecimientos interesantes. Las autoridades regionales diseñaron una campaña para erradicar los castores -con el beneplácito del gobierno nacional y de la Unión Europea- con el objetivo de "evitar precedentes". Los ecologistas se opusieron a estos planes alegando que el castor es una especie amenazada y protegida. Los funcionarios públicos sostienen que si la llegada de los castores se hubiera producido de un modo espontáneo, como ha sucedido en gran parte de Europa, se les habría otorgado el estatuto de protección, al igual que ocurriría en caso de que ésta hubiera sido el resultado de un programa gubernamental. Pero como no siguió ninguna de estas vías, fue considerada como una acción "ilegal" y "antinatural"10. La introducción de los castores desafía el monopolio del Estado en la gestión ambiental y pone en peligro la actual economía política de la cuenca hidrográfica: de acuerdo con la normativa ambiental europea, el afianzamiento de una población exigiría la creación de un Lugar de Interés Comunitario, lo que afectaría tanto las actividades agrarias como otros posibles desarrollos (proyectos hidroeléctricos y turísticos).

Nutria(Lutra lutra). El caso del castor resulta todavía más relevante si se compara con la situación de la nutria. Desde principios de los años noventa en Cataluña se han implementado varios programas públicos destinados a proteger y restaurar las poblaciones de nutrias (con la creación en 1992 de varias reservas naturales para su protección y de un centro de recuperación tres años más tarde). Además de consolidar su expansión en los Pirineos, el gobierno regional aprobó en 2008 un plan para la reintroducción de la especie en las cuencas hidrográficas internas a partir de ejemplares procedentes de Extremadura y Galicia que ha conseguido estabilizar una población de unos 200 individuos (Fundació Territori i Paisatge, 2006).

La principal diferencia entre la nutria y el castor no radica en su situación jurídica (ambas son especies protegidas) sino en cómo se produjo el proceso de su reintroducción: en el caso de la nutria este proceso ha sido el resultado de planes gubernamentales ejecutados desde las instancias oficiales, mientras que la reintroducción del castor fue una acción clandestina emprendida por un grupo ambientalista anónimo. La distinción no es pues ecológica sino que está relacionada con el reconocimiento de la capacidad política de los actores: el gobierno reintrodujo la nutria y, por tanto, ésta se ha convertido en un integrante legítimo dentro de un entorno recreado.

Marmota (Marmota marmota). La marmota proporciona otra variante a la cuestión de la recuperación del medio ambiente. Aunque originaria de los Alpes, los gestores públicos introdujeron ejemplares de esta especie en el Pirineo francés a mediados del siglo pasado para proporcionar una presa fácil a la población amenazada de osos11. La marmota no puede ser considerada una especie endémica: de acuerdo con el registro fósil, desapareció de los Pirineos hace unos 15.000 años, en el curso de la última glaciación. En otras palabras, su reintroducción constituye un proceso de recreación pero no de restauración ambiental. Su propagación al lado español se produce a finales de los años sesenta (gracias a la facilidad con que se expande por los prados alpinos y subalpinos, especialmente en las laderas orientadas hacia el Sur). La población ha pasado de los 500 individuos originales, introducidos en varias oleadas, a unos 10.000 (Un Món de Natura, 2008). Curiosamente, la marmota no parece molestar a los biólogos que heredaron en su día la gestión de los ecosistemas pirenaicos de los técnicos responsables de las reservas de caza. Para ellos, este animal no compite con ninguna otra especie local y en cambio contribuye a incrementar la biodiversidad. Esta remodelación del paisaje no responde, por tanto, a criterios de integridad ecológica sino a una determinada valoración de la abundancia de la vida salvaje y de la belleza paisajística.

UNGULADOS SALVAJES VS. CABRAS ASILVESTRADAS

Rebeco (Rupicapra rupicapra). Las primeras reservas nacionales de caza del Pirineo catalán fueron establecidas en 1966 con el objetivo de promover la protección del rebeco, una especie autóctona que en aquel momento estaba amenazada por presión de la caza abusiva (la actividad cinegética que no fue regulada específicamente en España hasta 1970) (Casanovas et. al, 2007). Las acciones de protección, la ausencia de depredadores naturales y la reducción de la presión humana han favorecido una recolonización y una relativa proliferación de las poblaciones de ungulados12. El rebeco, que en los Pirineos es considerado como un animal emblemático, ha pasado en cuarenta años de unos doscientos individuos aislados en distintos sectores inaccesibles de la cordillera a más de 9.000 ejemplares sólo en las comarcas catalanas. Los espacios naturales protegidos han propiciado los refugios territoriales desde los cuales estos mamíferos se expanden hacia el resto de montañas. Estos rumiantes no se mueven sólo por el interior de las propiedades públicas, sino que cruzan habitualmente los límites de los parques y las reservas para competir por los pastos con el ganado doméstico. Los ganaderos los perciben como bienes públicos fuera de control. No obstante, frente a otras especies de ungulados salvajes, los rebecos habitan los pisos de mayor altitud y no suelen constituir un problema relevante. Los biólogos responsables de su gestión propugnan un fomento de la presencia de depredadores (mediante la reintroducción del lince, Lynx lynx, para el que ya se han elaborado estudios de viabilidad, o la tolerancia ante la reaparición del lobo) con el fin de controlar la propagación de enfermedades que les afectan así como el crecimiento de todas las poblaciones de ungulados, especialmente las de jabalí (Sus scorfa) (Canut, 2006)13.

Corzo (Capreolus capreolus). Las referencias de la existencia histórica del corzo en los Pirineos son remotas: sólo consta la presencia de algunos ejemplares a finales del XVIII en el Val d'Aran, aunque es probable que su distribución anterior fuera más amplia. A raíz de constituir la caza un recurso clave para el Estado (explotado a partir de la concesión de un número limitado de licencias), el ámbito de las reservas propició la implementación de diversos programas para la introducción de algunas especies con finalidades cinegéticas. En 1971 se liberan 18 ejemplares de corzo en la Reserva Nacional de Caza del Alt Pallars-Aran procedentes de Cantabria. Posteriormente se efectuarán más campañas a la vez que la población local se verá reforzada por la colonización espontánea de individuos procedentes de la vertiente septentrional (donde el corzo había sido introducido con anterioridad). En los años ochenta se realizan sueltas en la reserva del Cadí con ejemplares de las Landas (SO de Francia). En los últimos treinta años el corzo se ha extendido de una manera notable, beneficiándose de la recuperación de las masas forestales, y se considera que sus poblaciones están en la actualidad bien consolidadas y en un claro proceso de expansión.

Gamo (Dama dama) y muflón (Ovis gmelini). El gamo y el muflón son consideradas en los Pirineos como dos especies no autóctonas dado que las referencias a poblaciones originales son muy remotas. Su presencia en la zona se debe a diversas iniciativas de reintroducción realizadas durante los años sesenta también con fines cinegéticos14. El gamo había sido abundante en toda Europa en el período interglaciar. Después de su extinción en muchas regiones, fue introducido de nuevo por los romanos en todo el Mediterráneo, desapareciendo otra vez en el siglo XIX. El muflón había tenido también históricamente una presencia amplia en todo el continente, que quedó posteriormente reducida a algunas islas del Mediterráneo (Chipre, Cerdeña y Córcega). Actualmente, la gestión se dirige a evitar una proliferación de las poblaciones e incluye el recurso puntual a las batidas. El muflón, frente a otros ungulados, no es considerado como una especie endémica (probablemente fue traído de Córcega). Los biólogos interpretan su presencia como una evidencia de la degradación de la integridad natural del paisaje de las montañas (a diferencia de la consideración que merecen los osos eslovenos y las marmotas alpinas) y los tildan de competidores innecesarios de otros animales que son objeto de un mayor respeto y protección.

Ciervo (Cervus elaphus). Las últimas referencias históricas a la presencia del ciervo en el Pirineo catalán sitúan su extinción entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Objeto igualmente de una campaña de reintroducción, los primeros 21 ejemplares (procedentes de la provincia de Cuenca) fueron liberados en la reserva de Boumort en 198115. En la actualidad la población de esta reserva cinegética asciende a más de un millar de individuos y está considerada como una de las más importantes y mejor estructuradas de los Pirineos. Los ciervos permanecen durante todo el año en la montaña media, alimentándose en los espacios situados a una menor altitud (los pastos que son utilizados en otoño y en primavera por los rebaños). Los ganaderos se quejan de que no se les permite hacer frente a los animales salvajes que se expanden fuera de los parques y las reservas para beneficiarse del pasto de sus fincas. La huella social y territorial de las especies salvajes transciende los límites de las áreas protegidas.

Cabra doméstica (Capra aegragus). En distintas zonas del Pallars Sobirà hoy prácticamente despobladas, cuando los vecinos abandonaron sus casas y sus campos para emigrar hacia los grandes centros urbanos, dejaron atrás a sus cabras: se limitaron a soltarlas y se fueron. Con los años, los animales de esta especie han formado una colonia numerosa paralelamente al proceso de expansión de los arbustos en los antiguos pastizales y a la reforestación. Las cabras domésticas son unas criaturas muy resistentes. Los animales abandonados se adaptaron a su libertad y han proliferado. Las antiguas cabras domésticas, de este modo, se han asilvestrado. Al parecer de los naturalistas y los gestores ambientales, este fenómeno constituye un desafío al orden natural. De forma periódica, los guardas forestales llevan a cabo batidas con el fin de evitar el crecimiento de las poblaciones. El exterminio de las cabras asilvestradas se justifica como una actuación dirigida a reparar una distorsión del equilibrio ecológico. ¿Hasta qué punto puede considerarse exótica la cabra doméstica en comparación con la marmota? Su presunta nocividad para el medio ambiente se relaciona con su procedencia del mundo humano. La sociedad no la define como una especie natural. No importa si los animales se han adaptado y han proliferado ni si, después de siglos de presencia en los rebaños locales, deberían considerarse como parte del ecosistema de estas montañas. En este caso, una vez más, los agentes públicos definen la ecología de una zona y de una especie atendiendo no sólo a sus aspectos biológicos sino también a los culturales: las cabras asilvestradas no son tan carismáticas ni tan dramáticas como otros ungulados salvajes.

AVES NECROFAGAS, RAPACES Y OTRAS ESPECIES PROTEGIDAS

Las políticas de fauna en los Pirineos abarcan un número todavía más amplio de especies. En el Pirineo catalán las reservas de caza creadas a mediados de los años sesenta precedieron a la declaración de la mayor parte de los espacios protegidos actuales16. Cuando se produjo la transición del fomento gubernamental de la caza a una política de conservación, la lógica del diseño ambiental también fue substituida. En la primera fase, los depredadores fueron desplazados por la fuerza, ya que competían con los cazadores y limitaban los ingresos generados por la actividad cinegética. Cuando los biólogos se hicieron cargo de la política ambiental, los depredadores dejaron de ser perseguidos oficialmente para pasar a ser objeto, junto a otras especies, de programas de fomento y protección. Su posición en la cúspide de la cadena trófica les otorga, desde esta perspectiva, un papel fundamental en la regulación del ecosistema (a la vez que son considerados como un importante bioindicador del estado del mismo).

Entre les especies que son objeto de programas de protección específicos hay un número considerable de aves así como algunos mamíferos, peces y anfibios. Destacan, por ser consideradas como especies emblemáticas, las aves necrófagas como el buitre común (Gyps fulvus), el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) y el alimoche (Neophron percnopterus), junto con otras rapaces como el halcón peregrino (Falco peregrinus) y el águila dorada (Aquila chrysaetos). El buitre negro (Aegypius monachus), que se había llegado a extinguir hace más de un siglo, es objeto de un programa de reintroducción con ejemplares traídos desde Extremadura y Madrid. La relación de especies protegidas, por considerarse amenazadas, incluye asimismo el urogallo (Tetrao urogallus), el búho pirenaico (Aegolius funereus), el pito negro (Dryocopus martius), la marta (Martes martes), la perdiz nival (Lagopus muta), la perdiz roja (Alectoris rufa), la perdiz pardilla (Perdix perdix), el conejo (Oryctolagus cuniculus), la liebre europea (Lepus europaeus) y el tritón pirenaico (Euproctus asper). Recientemente se ha comenzado a implementar un programa para reintroducir el grévol (Bonasa bonasia) en los bosques del Val d'Aran con individuos procedentes de los Alpes.

RECREANDO PAISAJES

Los casos enumerados dan cuenta de la actuación ambiental mediante una manipulación en la gestión de especies vía exterminio, reintroducción o protección. La explicación de la naturaleza en el interior del mundo occidental (así como en aquellos entornos altamente gestionados) debería revisarse en términos de un producto de la ingeniería ambiental, un proceso conducido socialmente. La racionalidad que sostiene este tipo de actuaciones no se halla siempre limitada por consideraciones ecológicas, científicas y objetivas: la reconstrucción de la naturaleza se relaciona con valores, usos y expectativas acerca de lo que la propia naturaleza debería ser (Donlan, 2005; Wark, 1994). Los casos expuestos evidencian que el trato dispensado a las diferentes especies presentes en el paisaje "natural" no tiene que ver exclusivamente con la coherencia ecológica. Aspectos como el aprecio por los entornos biodiversos (marmotas y osos), los conflictos políticos acerca de la legitimidad (castores y osos), los intentos de recrear los ambientes del pasado (osos, lobos y ungulados) o las consideraciones acerca de la integridad ecológica (muflones y cabras silvestres) tienen una incidencia significativa en el manejo "científico" del medio ambiente.

La conservación es mucho más que un proceso ecológico: constituye un proceso de carácter político. Forma parte de las tecnologías del poder que son claves para el Estado (Foucault, 1991) y es uno de los instrumentos que permiten a las instituciones públicas desplegar su dominio sobre el territorio (Hannah, 2000). Durante el siglo XX, el Estado ha consolidado su posición monopolística como gestor indiscutible del patrimonio colectivo nacional, natural y cultural. Aunque algunos agentes privados (tales como las ONG ambientalistas) participan en este mismo esfuerzo, su actividad permanece sujeta a la autoridad jurídica y territorial del Estado. El concepto de "interés nacional" permite que el Estado se erija como garante de aquello que es valioso para el colectivo nacional (Foucault, 2007). Será él mismo, unas veces con la aportación y el impulso de las comunidades locales, otras veces en contra de ellas mismas, quien decida qué es lo valioso (el agua, los recursos energéticos, los paisajes, la biodiversidad, los monumentos o las tradiciones).

La ideología democrática moderna atribuye una legitimidad exclusiva al Estado como representante de la voluntad colectiva (Gellner, 1983; Scott, 1998) y establece una situación casi de monopolio en sus manos en relación con cuestiones tales como la preservación de la naturaleza y la cultura. En el ámbito del medio ambiente, su actuación se ve reforzada por el hecho de apoyar teóricamente sus decisiones en el conocimiento científico. En otras palabras, las decisiones del Estado, como representante de la voluntad popular, están todavía más legitimadas porque la ciencia, la forma de producir conocimiento más aceptable y establecida en nuestras sociedades, está de su parte. La reintroducción del castor ejemplifica esta preocupación institucional por la jurisdicción gubernamental exclusiva sobre la fauna. Aunque esta acción atiende los principios ecológicos de la restauración científica y encaja con los objetivos políticos de la gestión ambiental, los agentes públicos pretenden desmantelarla porque no ha surgido de una iniciativa gubernamental. El Estado es el único actor legítimo en una decisión de este tipo.

 

NOTAS

1. Sólo contabilizamos las áreas pertenecientes al Pla d'Espais d'Interès Natural (PEIN) aprobado en 1992 y actualizado posteriormente. A partir de 2004, la implementación de la red Natura 2000, que desarrolla la legislación de la Unión Europea en materia de conservación, se ha traducido en un incremento tanto del número como de la extensión de los espacios naturales protegidos.

2. La "opus magna" de Carl von Linneo Systema naturae per regna tria naturae, secundum classes, ordines, genera, species, cum characteribus, differentiis, synonymis, locis (1735), después de diversas ediciones, estableció la clasificación científica moderna de las especies zoológicas.

3. Inicialmente, la aceptación fue mayor en el Pirineo francés, donde el oso puede convertirse en un aliciente turístico en una zona donde no llegan los apoyos económicos de la UE, que en el español, especialmente en el Val d'Aran y el Pallars Sobirà, donde la presión inmobiliaria y el desarrollo turístico se sienten amenazados por la reintroducción. Las campañas en contra de la reintroducción, sin embargo, han sido encabezadas por ganaderos y cazadores.

4. La ONG AccióNatura ha iniciado la construcción de un centro de interpretación del oso en Isil que prevé crear cuatro puestos de trabajo. Según sus responsables: "Este tipo de proyectos sirven para demostrar que la presencia de esta especie puede ser utilizada como un nuevo motor de desarrollo rural" (Acció Natura, 2011).

5. Entre los años 1996 y 2000, las indemnizaciones cubrieron 160 cabezas, principalmente ovejas. En 1998 y 1999 se indemnizaron además 395 cabras y ovejas desaparecidas en las zonas donde se movieron los osos, aún sin poderse peritar la intervención de éstos en su pérdida (Batet, 2007).

6. El rechazo local se recrudeció en octubre de 2008 cuando, probablemente a raíz de verse acorralada, una osa gestante hirió a un cazador aranés.

7. La población actual se situaría aproximadamente en torno a unos 25 individuos. Todos ellos tienen asignado un nombre propio (incluso algunos han llegado a ser apadrinados) y las noticias en prensa sobre su evolución se acompañan a menudo de una representación gráfica de su genealogía. Los técnicos consideran que estas cifras deberían doblarse o hasta triplicarse para garantizar su viabilidad y afirman que se deberían efectuar nuevas introducciones con el fin de evitar una elevada consanguineidad.

8. Paradójicamente, mientras los gobiernos francés y español imponían la protección del oso en sus regiones de montaña, la prensa informaba que el Rey de España había participado en una cacería de osos en Rumanía, donde esta especie no está protegida (Petrescu, 2004).

9. El propio consejero de Medio Ambiente consideraba el retorno del lobo como el resultado de largos años de trabajo en "la preservación del medio natural" y un síntoma que "confirma un enriquecimiento de la biodiversidad" del Pirineo catalán (Cf. Badía, 2004).

10. De acuerdo con un responsable regional de Medio Ambiente, "No podemos tolerar este precedente. Si no erradicamos esta colonia cualquier ecologista podría soltar los animales que quisiera" (Cf. Méndez, 2007).

11. La iniciativa fue impulsada inicialmente en 1948 por un particular, aunque fue reforzada más tarde por el Parque Nacional de los Pirineos para reducir la depredación de las crías de rebeco por parte del águila dorada.

12. La cabra montés (Capra pyrenaica) es una excepción en este panorama: presente en el Pirineo catalán hasta finales del siglo XIX, el último ejemplar vivo de la subespecie autóctona, el bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica) falleció en el Parque Nacional de Ordesa en el 2000 (Afonso et al., 2008). Los biólogos propugnan la introducción de ejemplares procedentes del S de Cataluña para la recuperación de su presencia.

13. El llamado pestivirus provocó una reducción de la mitad de la población catalana de rebecos (de 12.000 a 6.000 ejemplares) entre los años 2002 y 2006 (Badia, 2006).

14. En el Pallars Sobirà, por iniciativa de la Reserva Nacional de Caza Alt Pallars-Arán, las primeras liberaciones fueron realizadas en 1962: 20 ejemplares en Cervi y 28 en Espot, a las puertas del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici.

15. En la década de los sesenta, algunos individuos se fugaron de una finca particular y habían comenzado a colonizar la zona.

16. La Reserva Nacional del Pedraforca (1966) precedió el Parque Natural del Cadí-Moixeró (1983), la del Alt Pallars-Aran (1966) se solapa hoy con el Parque Natural de l'Alt Pirineu (2003) y la del Boumort (1991) comparte una parte importante de su superficie con el espacio protegido del mismo nombre incluido en el PEIN.

 

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