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Avá

On-line version ISSN 1851-1694

Avá  no.20 Posadas June 2012

 

RESEÑA

Time, Consumption and Everyday Life: Practice, Materiality and Culture. Elizabeth Shove; Frank Trentmann y Richard Wilk. Berg Ed., Oxford, 2009. New York (Cultures of Consumption Series)

 

Time, Consumption and Everyday Life: Practice, Materiality and Culture es una compilación de artículos que analiza cómo los patrones del tiempo y espacio se reproducen en la vida diaria. A través de la premisa de que el tiempo es "coordinación y ritmo, y contiene dimensiones materiales, emocionales, morales y políticas", los autores seleccionan artículos que dan cuenta de cómo la vida diaria está compuesta por múltiples temporalidades que co-evolucionan y se intersectan en el proceso de producción social del tiempo.

Mediante la compilación de 14 breves artículos, la obra propone una mirada antropológica respecto de la producción y consumo del tiempo en el marco de la vida cotidiana. En este enfoque los autores establecen su distanciamiento metodológico de estudios tradicionales que focalizan el análisis en una sola práctica a lo largo del tiempo, hacia un análisis que entienda a las prácticas en su interacción y coordinación dinámica. Es una obra que tiene como objetivo sistematizar estudios, a fin de servir de anclaje ejemplificador de un posicionamiento que brega por instalar en la agenda académica una postura metodológica que focalice en los sentidos que los sujetos atribuyen a sus prácticas cotidianas. Cada uno de los artículos hace dialogar el análisis etnográfico con diversas teorías sociales, sirviendo al procedimiento expositivo de los autores de la compilación. La propuesta de la obra apunta a desnaturalizar supuestos metodológicos y objetos de estudio que pasan por alto las microestructuras de la vida social a la hora de pensar el uso y consumo del tiempo.

En la introducción al libro a cargo de los tres compiladores: Elizabeth Shove, Frank Trentman y Richard Wilk, queda explicitado el marco teórico-metodológico que guió la selección y ordenamiento de los textos. Retomando los postulados de Zerubavel (1979, 1981, 1985), Gell (1992), Carrey (1989), E.P. Thompson (1967), Hareven (1982), Lefebvre (1992) y Certeau (1984), los autores establecen un eje conceptual que cuestiona la universalidad de la percepción del tiempo desde el análisis etnográfico de prácticas sociales. Demarcan claramente que los ciclos temporales están superpuestos y el objeto de estudio debe construirse desde la descripción de las rutinas y ritmos entendiéndolos como interdependientes. Según estos autores, el reconocer diferentes órdenes temporales permite explorar las "ambivalencias emocionales y políticas de la constricción y libertad temporal", y proponen como desafío el detallar las múltiples escalas que se vislumbran dentro de episodios de caos entremezclados con rutinas. Es este vaivén de episodios que signan la vida diaria, lo que resulta materia de análisis para descubrir cómo los patrones temporales y espaciales se producen y reproducen activamente por los sujetos en sus prácticas sociales cotidianas. Plantean un acercamiento desde el establecimiento de aportes que ayudan a entender una suerte de tríada de objetos/problemas de estudio: cómo se intersectan las múltiples temporalidades, cómo los patrones de tiempo y espacio se reproducen en la vida cotidiana y cómo la cultura material actúa en tanto hilo conductor en la producción y consumo del tiempo.

El libro consta de cuatro secciones que apuntalan teórica y etnográficamente las diversas dimensiones de análisis de las rutinas.

La primera sección, titulada "Time, Space and Practice" introduce la definición de prácticas y ritmos en tanto herramientas conceptuales para el estudio de las múltiples temporalidades que se encuentran en la vida cotidiana. Sostiene el postulado de que los ritmos son entendidos como logros de coordinar y estabilizar las relaciones entre prácticas. Los tres artículos que reúne vienen a justificar la necesidad de un análisis sobre el espectro de la performance rítmica en la vida diaria, yendo de una sincronización exitosa a una tensión o disrupción. Los dos primeros artículos, con complejo desarrollo teórico (Shove, E. y Schatzi, T.), arguyen que las prácticas existen como entidades provisionales pero reconocibles en convenciones, imágenes y significados, materiales y formas de competencia. Las prácticas suponen, por lo tanto, reproducción activa y performance. Ya que la gente participa de muchas practicas, cualquier discusión de la textura  temporal de la vida cotidiana debe tener en cuenta cómo las practicas se intersectan en tiempo y espacio. El tejido de la actividad en tiempo y espacio forma una especie de infraestructura a través de la cual las actividades humanas  se coordinan y agregan. Debido a que la coordinación y agregación de actividades son esenciales a la sociedad, esta infraestructura es fundamental para la vida diaria.

Ya en el tercer artículo (Southerton, D.), se introducen datos empíricos que sostienen el recorrido teórico. A partir del análisis de datos que aportan los diarios de amas de casa en los aÑos 1937 y 2000 el autor concluye que en ambos aparecen los mismos mecanismos de organización temporal: las estructuras temporales se mantienen por una combinación de eventos institucionalizados y constreÑimientos que circundan las prácticas de la vida doméstica, el trabajo remunerado, el consumo y las redes de relaciones sociales. El autor sostiene que hoy en día las acciones coordinadas descansan más en arreglos y cronogramas interpersonales, que en tiempos y espacios prescriptos institucionalmente, como sucedía setenta aÑos atrás. Las causas subyacentes se identifican en procesos macro-sociales que están orientados al reordenamiento de las temporalidades del día a día. Este diálogo entre las estructuras macro-sociales y el ordenamiento de las prácticas cotidianas permite introducir definiciones imprescindibles en la propuesta de la obra. Estas son: la duración que se le otorga a determinadas prácticas, el compás de las prácticas, la sincronización (simultaneidad o conjunción de las prácticas), la periodicidad (frecuencia en que se performa) y la secuencia (en qué orden). Son definiciones ejemplificadas indirectamente en los subsiguientes artículos, en que cada uno presenta una o más de estas herramientas teóricas para el análisis de casos etnográficos. Con estos "disparadores" piensan una aproximación basada en las prácticas de los sujetos que permite examinar la configuración socioeconómica, cultural y material de acciones a través de las cuales se configura la vida cotidiana, lo que supone tomar como objeto de estudio a las prácticas y no a los individuos, viendo cómo se relacionan entre sí en el ordenamiento de la vida diaria. Tal metodología se sitúa en el medio entre los macro-procesos y los micro-detalles de la vida cotidiana, interrogando y revelando cómo los primeros impactan en los segundos.

En la segunda sección, titulada "Pace and Scale: Temporal Order and Disruption", los autores nuclean tres artículos que permiten establecer la relevancia de realizar investigaciones que reconozcan la ruptura y el stress como características integrales de la "normalidad" y la rutina; es decir, la disrupción como un tipo de estrategia de investigación en tanto potencia de cambio. Ya que para reproducir la vida cotidiana se requiere mucho arreglo, frustración y afrontamiento, los autores introducen en esta sección el rol que cumple la agencia de los sujetos sobre la organización de sus actividades diarias. Aquí se definen los conceptos de hábitos y rutinas desde el inter-juego entre ritmos internamente producidos, los resultados de la coordinación entre prácticas mismas y presiones asociadas, y oportunidades para el cambio temporal, que se recoge de tecnologías y agencia social.  Estudiar las disrupciones permite entonces vislumbrar cómo los desajustes son una parte sistemática de la vida cotidiana.

El primer artículo de la sección (Trentmann, F.) analiza los eventos disruptivos de grandes ciudades como característicos de la vida cotidiana. El autor aborda específicamente los casos de cortes de luz para demostrar la fragilidad temporal de los hábitos y la elasticidad de la vida cotidiana. Las disrupciones muestran el lado flexible de los hábitos y rutinas que usualmente se imaginan como estables e inmóviles. Sin embargo, son características naturales y constitutivas de la normalidad, y no accidentes extraÑos o aberraciones. Permiten obtener una fotografía de los ritmos mientras se tejen y destejen, capturando el trabajo necesario que requiere que éstos ritmos continúen.

El capítulo de Tom O'Dell también aborda la noción de rutina, pero lo hace en simultáneo desafío a la suposición de que los viajes diarios son estáticos, uniformes y carentes de sentido. En este artículo el autor se propone hacer de la movilidad de personas que viajan a diario, un elemento empírico para problematizar las rutinas y sus ritmos. Aborda las rutinas de los viajes cotidianos desde entrevistas a viajantes, periódicos, auto etnografías, y observaciones empíricas de base fenomenológica. El autor sostiene que las rutinas no sólo se despliegan en usos predeterminados y mecánicos, sino que tienen tiempos y ritmos propios que las hacen susceptibles al cambio pero que también permiten a la gente adaptarse al constante cambio en los contextos de la vida diaria. Es debido a que estos rituales del viaje están casi completamente acabados, que resulta difícil abordarlos desde la antropología como dramas y tensiones implícitas.

El último artículo de la sección (Billy Ehn y Orvar Löfgren) cierra la tesis de que la rutinas son un campo de investigación interesante porque, aunque parezcan insignificantes, esconden en verdad cuestiones de poder, libertad y control. Abordar desde la etnografía lo que parece ser un "piloto automático" de acciones permite desestabilizar la naturaleza repetitiva de las rutinas para llenarlas de micro-cambios que eventualmente pueden transformarse en cambios de mayor envergadura. El interés de los autores se centra en cómo las rutinas súbitamente se vuelven visibles a partir de ciertos cambios en las mismas. Toman como ejemplo el síndrome del "burnout" desde las descripciones que los sujetos hacen de casos de estrés y colapso de la vida diaria. En ellos se expresa la fricción de la vida diaria en donde el orden se transforma en caos y resulta obvia la importancia del "piloto automático" para lidiar con el trabajo y el hogar. En este artículo queda demarcado que las rutinas están basadas en una infraestructura de recursos y comodidades que pasa desapercibida hasta que las crisis crean una nueva plataforma. La pérdida de estas rutinas evidentes en el caso estudiado (generalmente conectadas con las funciones corporales de la higiene, la comida, etc.) muestra cuán necesarias son, tanto para la identidad personal, como para la organización social. Los tiempos y ritmos de la vida cotidiana se pueden analizar como órdenes temporales de prácticas materiales que se reproducen y arreglan. Al observar la coordinación y disrupción de las rutinas, los autores trabajan sobre la pregunta por lo que da forma a los patrones temporales de la vida y de esta manera se introduce el tópico de la sección siguiente.

En la tercer sección titulada "Rhythms, Patterns and Temporal Cycles of Consuption", los artículos reunidos exploran de qué manera se construyen ciclos de consumo de bienes y servicios. Esta sección parte de la noción de que muchos de los procesos y prácticas implicadas en marcar el tiempo involucran la utilización de objetos, ya que el tiempo es rico en cultura material y viceversa. Muchas prácticas e interacciones con la cultura material crean un orden temporal, pero la materialidad del tiempo va más allá: los objetos juegan un papel crítico como un tipo de compás o reloj a lo largo de la vida, pero también tienen orientaciones temporales asociadas a ellos. La edad y el envejecimiento no son solo procesos naturales que se pueden datar, resulta útil ver los objetos materiales como comunicadores e instrumentos estabilizadores que la gente usa para alcanzar, reproducir y desafiar las identidades temporales. Con el artículo de Marina Moskowitz que analiza los ciclos de comercialización de horticultura en el siglo XVIII en América, tomando la actividad de la siembra como un proceso cíclico, se ponen en tensión los ciclos estacionales naturales y comerciales: los cultivadores y consumidores debían negociar los ciclos naturales al establecer rutinas comerciales. El artículo siguiente (Jukka Gronow) aporta un recorrido por la definición de categorías como moda, novedad, innovación, estilo, problematizando la tensión entre libertad y constreÑimiento en la constitución de hábitos de consumo. En este articulo la autora dice que una nueva moda es una novedad y como tal, una invención, razón de por qué seduce a los consumidores. Un "sistema de modas" institucionalizado se repite en ciclos y estas novedades aparecen a intervalos regulares. Estos ciclos en el mundo de la moda han sido estacionales por siglos, pero varios ciclos descoordinados operan al mismo tiempo, ya que se pueden identificar en otras áreas de consumo también.

El artículo de Richard Wilk se pregunta si las rutinas son producto de nuestra propia voluntad, o patrones forzados por la circunstancia y el poder de otros. Para responder, el autor se nutre del ejemplo de sacar a pasear a una mascota para ilustrar la relación entre la elección y el hábito, considerando que detrás de la "obligación" de hacerlo subyace un deseo de realizar ésta práctica. La pregunta de por qué algunas rutinas nos dan la sensación de libertad y actúan como instrumentos de elección, mientras que otras parecen ser restrictivas, se responde desde el abordaje fenomenológico. El autor argumenta que mantener una estricta división entre el pensamiento consciente que toma decisiones y los comportamientos habituales inconscientes es un artefacto histórico y sociológico que no resulta relevante para entender la realidad de la vida cotidiana. Los ritmos de la vida nos liberan de la constante preocupación tanto como nos mantienen unidos. Éstos no son dos tipos de experiencia, son, sin embargo, dos caras del mismo fenómeno. La incertidumbre respecto del grado en el cual estamos en control de nuestros rituales, rutinas, ritmos y hábitos es en sí mismo un recurso social vital que nos permite la interacción social. En una gran escala, esta área gris entre estructura y agencia le da al cambio cultural su naturaleza paradójica. Por un lado, pareciera el resultado de decisiones y elecciones hechas por individuos, y por otro, pareciera que la gente sigue los dictámenes de la tendencia, patrones o hábitos comunes en la sociedad, y un tipo de mentalidad que requiere precedente y familiaridad antes de realizar cualquier acción.

El autor afirma que los espacios entre la estructura y la agencia también definen una zona de confort. En un extremo tenemos la vida como una serie de ciclos de rutinas que nunca acaban y en el otro extremo la vida sin rutina seria un caos. En el medio encontramos el compromiso que nos permite participar con ambas: conciencia y familiaridad, de nosotros mismos, del encuentro con nuestros compaÑeros, con otros, nuestro entorno material y sus múltiples demandas. Este artículo cierra la sección que problematiza la tensión entre la racionalidad en la elección de bienes y la "fuerza del hábito", demarcando la complejidad del análisis de las elecciones y prácticas de los sujetos. La relación entre estructura y agencia social en diálogo con los ciclos estacionales y comerciales debe ser analizada en una coyuntura histórico-cultural que enmarque las prácticas de los sujetos, quienes, a su vez, interiorizan, modifican y/o reproducen hábitos.

En la cuarta sección, la obra introduce la variable levistrausseana en el análisis de la temporalidad de los objetos. Es decir, al pensar sobre la naturaleza repetitiva del tiempo como otra forma de experiencia humana que trasciende y complementa el tiempo narrativo mítico. Desde el artículo de Daniel Miller que aborda el fenómeno de la compra de ropa usada, a los artículos de Inge Daniels, Guliz Ger y Olga Kravetz que estudian cómo se vinculan los hábitos de consumo a los cambios estacionales y sus respectivos rituales culinarios; esta sección establece que las formas del tiempo que son constantemente repetidas (como las ceremonias anuales) son medios de negar el sentido lineal narrativo del tiempo que lleva finalmente a la muerte. Esta selección de artículos responde a analizar rituales en tanto eventos extraordinarios, pero no como desguazados de lo cotidiano, sino en diálogo constante con él y con las condiciones macro-sociales en las que se enmarca la vida social.

El libro no presenta conclusiones. Sin embargo, el último artículo de la cuarta sección remite a la característica relacional de las rutinas en tanto prácticas construidas en diálogo con otras. El artículo propone un recorrido por la ética de la rutina, comenzando por establecer que la etiqueta que se le imparte a la rutina está vinculada con un particular status social y valores que imprimen formas de acción y prácticas que estratégicamente las estabilizan. El autor toma tres ejemplos de discursos respecto de las rutinas (rutinas en tanto alienación, en tanto técnica y en tanto normatividad) sosteniendo que éstos discursos deben ser considerados como performativos en sí mismos. Introducir lo ético a la hora de evocar la rutina es la pregunta por si los participantes son reflexivos en el control de flujo de eventos. De esta manera se insta a pensar a los rituales y ritmos de las actividades como producidos culturalmente y de manera relacional, y por lo tanto, demostrar la complejidad de la trama social.

Es un mundo en el cual no solo se encadenan pequeÑas series de rutinas con sus diferentes tiempos y ritmos, sino también un mundo que las personas han adaptado a sus necesidades y le han impartido sus propias necesidades y expectativas. Es un mundo de micro-cálculos que al tomarlos en conjunto configuran el pulso de la vida diaria, los compiladores reclaman la importancia de abordar científicamente las actividades más elementales en las cuales las personas están comprometidas y vivencian el drama diario.

Magdalena Camejo
Antropología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.