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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.21 Posadas dez. 2012

 

RESEÑAS

 

Claude Lévi-Strauss (2012) La otra cara de la luna. Escritos sobre el Japón. Buenos Aires: Capital Intelectual, 158 pp. ISBN978-987-614-369-1

 

Diego Villar

*Investigador del CONICET. Email: villardieg@gmail.com

 

Este pequeño libro compila nueve conferencias, comunicaciones breves y entrevistas en las cuales Claude Lévi-Strauss despliega su particular visión del Japón. Los textos cubren temas tan disímiles como el arte, la técnica culinaria, la mitología, los relatos de diversos viajeros o la dialéctica eterna entre tradición y cambio. No faltan los habituales recursos del maestro del estructuralismo: las citas de Montaigne, Rousseau o Chateaubriand, las analogías con mitos griegos y norteamericanos, la expresión barroca, la comparación sorprendente, la frase memorable. Tampoco la osadía de las hipótesis y las oposiciones: así, un "bulevar terrestre" entre Asia y América explica la circulación prehistórica de ideas, objetos y tradiciones (pp. 23-24); un canto isleño es una variación de un tema helénico "En el curso de una visita que hice en 1983 a Iheya-jima, en el archipiélago de las Ryukyu, escuché un canto ritual que se me tradujo palabra por palabra. Para mi sorpresa encontré allí una historia ya relatada por Heródoto, que la situaba en Lidia" (pp. 38); hay una oposición posible entre Japón (originalmente pobre en recursos naturales pero rico en recursos sociales) y América (rica en recursos naturales pero pobre en sociales); e incluso se propone que Japón (punto extremo de Asia en el Este) y Francia (punto extremo de Europa en Oeste) "...puedan ilustrar los estados simétricos de una serie de transformaciones" que abarca nada menos que a Eurasia (pp. 39). Al fin y al cabo, "la cara oculta de la luna" refiere a la mirada comparativa de japonólogos y americanistas, y se contrapone con la "cara visible" de un conocimiento canónico que cifra la historia del mundo antiguo en Egipto, Grecia y Roma.

Algunos de los temas tratados son previsibles: el despojamiento, la austeridad y la economía de medios del arte japonés; la relación estrecha entre mito e historia; la influencia del budismo, el taoísmo o el hinduismo en el cultivo de cierto desprecio por el "yo" occidental, apariencia vana destinada a disolverse, así como también en la muy razonable sospecha de la condición inefable de lo real que por definición trasciende nuestra capacidad de expresión y reflexión.

Otras observaciones, en cambio, resultan más originales: la interpretación en clave estructural de la obra pictórica de Sengaï (pp. 93-107); la función de la televisión en la habitación principal de las casas okinawenses más allá de que nadie la mire (pp. 80); el gusto por los juguetes de los grandes hombres de negocios (pp. 95); la diferencia entre el artesanado japonés y occidental, que pasa menos por la supervivencia de técnicas que por la continuidad de las estructuras familiares (pp. 52-53); la comparación entre la literatura occidental y la opacidad psicológica de las acciones humanas en los mitos nipones: "Tanto en el Gengi como en Rousseau, con varios siglos de distancia, reconocí una relación del autor con sus personajes que, en Occidente, se manifestará mucho más tarde, por ejemplo en Dostoievski y en Conrad. La idea de un fantástico psicológico, de una opacidad de las capacidades humanas a las que no es posible aprehender más que a través de sus manifestaciones externas y sus resultados, sin estar jamás en condiciones de comprender las verdaderas operaciones psicológicas que se desarrollaron en la cabeza de la persona y que, al mismo tiempo, da la sensación de estar delante de la verdad, de que se trata de cosas que pueden pasar, que suceden efectivamente en la realidad" (pp. 54-55).

También resultan interesantes las páginas sobre la proto-etnografía nipona del jesuita Louis Fróis o del inglés Basil Chamberlain, que reportan costumbres como enhebrar la aguja poniendo el agujero sobre el hilo, montar a caballo por la derecha o mover las herramientas en un sentido inverso al occidental, que Lévi-Strauss pone en relación con las observaciones de Heródoto sobre el antiguo Egipto (la mujer orina de pie mientras el hombre se agacha, la mujer comercia en el exterior y el hombre queda en la casa, etc.), para afirmar que con estas inversiones simétricas entre instituciones extranjeras y las propias los observadores las ubican en un mismo plano valorativo, domesticando su singularidad y volviéndola inteligible.

De igual modo sorprende gratamente la pequeña etnografía del archipiélago okinawense de Ryukyu (pp. 77-86), por más que la mirada lévi-straussiana no deje de ser un tanto romántica: encuentra huellas de organización dualista y asegura que el mundo mítico está presente sin fisuras en la cotidianeidad aldeana -de hecho Junzo Kawada, prologuista del volumen, le echa en cara su mirada indulgente sobre el Japón corrigiéndolo cortés pero decisivamente en la entrevista que cierra el volumen (pp. 143).

Más allá de algunas intuiciones agudas, no obstante, para el entusiasta lévi-straussiano la compilación tiene algo de decepcionante. Se percibe más oficio que inspiración y las repeticiones entre los textos son excesivas. La letanía de los honores, las cortesías y los agradecimientos hace que la trama institucional de los financiamientos y los intercambios académicos sea demasiado transparente. Lo cierto es que el libro carece de la frescura de las mejores compilaciones lévi-straussianas, como Antropología Estructural o La mirada distante. Podría atribuirse el hecho a varias razones. La primera, a tono con el tema, podría ser el presunto apego oriental a la etiqueta, a la fórmula y a la ritualidad. La segunda podría tener que ver con la progresiva canonización de Lévi-Strauss como último ancestro heroico de la antropología. La tercera, con el hecho de que al fin y al cabo se trata de una compilación de textos secundarios o al menos tardíos; sería injusto exigirles, entonces, que estén a la altura de sus obras fundamentales, redactadas en el apogeo creativo.

Pero más que en la propia cultura japonesa, o en la condición etaria o profesional del último Lévi-Strauss, tal vez haya que buscar el motivo de esta falta de vigor en el simple hecho de que no se trata de un libro propiamente dicho. En este sentido todo apunta a la avidez comercial de los editores, que reúnen unos cuantos textos de figuras de renombre para llenar un centenar de páginas póstumas en letra de buen tamaño y compaginar best sellers prêt-à-porter: de hecho la obra contiene descuidos notorios como la puntuación idiosincrásica (ej. "Finalmente sobre, la cocina diré apenas..." (pp. 60), o bien signos invertidos (en pp. 87, 88, 90 y passim) y hasta curiosidades como la atribución de la ideología tripartita de los indoeuropeos a "Duzemil" (Georges Dumézil) (pp. 38).

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