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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.25 Posadas dez. 2014

 

ARTÍCULOS

Ensayo sobre posicionamientos bartolomeanos y su legado en el campo de la antropología del ambiente y la ecología

 

Andrea V. Mastrangelo* y Pablo J. Schamber**

*Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas - docente Universidad Nacional de San Martín. Email: andreaveronicamastrangelo@gmail.com
**Investigador de la Universidad Nacional de Lanús y Universidad Nacional de Quilmes. Email: pjschamber@hotmail.com

 


Resumen

Este artículo indaga sobre el legado de Leopoldo Bartolomé en la antropología social argentina en general y en el campo de la ecología y el ambiente en particular. Los autores, discípulos de Bartolomé, centran sus argumentos en la revisión de sus publicaciones, recurriendo tangencialmente a datos contextuales o surgidos de comunicaciones personales.
Su legado en lo epistemológico es considerar a la antropología una ciencia orientada a priorizar la investigación de la diversidad social nacional, sus conflictos, procesos de cambio y desarrollo. En lo institucional generó la primera formación de postgrado en la disciplina en el país. En lo metodológico remite a la centralidad del trabajo de campo etnográfico. En lo conceptual el ambiente es entorno, origen de los recursos, base de la articulación social y, por tanto, del valor y los flujos de la economía.

Palabras claves: Leopoldo Bartolomé; Antropología social; Argentina.

Abstract

This article explores the legacy of Leopoldo Bartolomé in Argentinian social anthropology in general, and particularly in the field of ecology and environment.
As disciples of Bartolomé, the authors focus their arguments on the review of his publications, utilizing contextual data or the one that emerged from personal communications.
From an epistemological point, his legacy was to consider anthropology as a science that prioritizes the research of national social diversity, conflicts, processes of change and development. Institutionally, he created the country's first postgraduate training on the discipline. On a methodological level, it refers to the crucial importance of ethnographic fieldwork. On a conceptual level, environment equals to surroundings or atmosphere, origin of resources, and basis of social articulation and, therefore, to the value and flows of economy.

Key words: Leopoldo Bartolomé; Social anthropology; Argentina.


 

INTRODUCCIÓN

Este artículo parte de una pregunta: ¿hay un el legado teórico y conceptual de Leopoldo Bartolomé en la antropología social argentina? La respuesta es afirmativa y se desenvuelve analizando referencias textuales suyas (tanto publicadas como memorias de sus clases) sobre distintos tópicos ligados a la antropología como ciencia social. Ese análisis se complementa con una descripción genealógica de la construcción 'bartolomeana' del campo de la antropología ecológica y el valor de los conceptos de articulación social y estrategias adaptativas en la elaboración de análisis inductivos complejos y no deterministas, presentes en sus propios estudios basados en información empírica obtenida de primera mano.

En la primera de las tres secciones en que se divide este ensayo analizamos su posicionamiento epistemológico respecto de la antropología como disciplina de las ciencias sociales, la relación teoría-campo, las consecuencias (reales o potenciales) del conocimiento generado por la antropología social, el rol del antropólogo tanto en la academia como participando de proyectos de desarrollo.

En la siguiente, revisamos el temprano proceso de descubrimiento de "lo ambiental" en su obra. Además realizamos una descripción del campo de la antropología ecológica tal como lo definió en clases y en sus estudios de campo, incluyendo la revisión de la relación entre ecología y economía.

Finalmente, analizamos también el concepto de articulación social, como la principal herramienta conceptual usada para complejizar la dimensión temporal de los estudios locales superando las limitaciones del presente etnográfico, y como herramienta para poner énfasis en el rol de las conexiones hacia afuera y hacia adentro entre las unidades sociales observadas, contrastando por tanto con las visiones teóricas que propiciaron la exotización y/o la folklorización como el aislamiento de las relaciones sociales locales.

HETERODOXIA Y PRAGMATISMO: LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL SEGÚN LEOPOLDO BARTOLOMÉ

 

".creo que la actitud más provechosa a seguir es la de una Heterodoxia pragmática (que no debe confundirse con eclecticismo),  seleccionando y utilizando los conceptos y modelos que aparezcan como promisorios, cualquiera sea el corpus teórico del que se desprendan"
Bartolomé Leopoldo J., 1980

Si prestamos atención al epígrafe de esta sección, no se hace demasiado honor a su legado si se pretende identificar a Leopoldo J. Bartolomé como elaborador de un complejo teórico-conceptual en torno a algunas de las nociones con las que más se han identificado sus trabajos: estrategias adaptativas, articulación social, sistemas de actividad o etnicidad, por identificar rápidamente algunas. Menos aún si se busca adherirlo o encasillarlo como perteneciente a un corpus teórico particular del que resulte ferviente militante. En realidad, lo último es un oxímoron para su concepción del tipo de tareas que realiza un científico. Ello queda evidente en sus propios términos en la siguiente cita: "cuando el más difícil y perdurable de los emprendimientos humanos, la búsqueda de conocimiento, se tiñe de ideología y se torna permeable a las presiones de las modas intelectuales, se convierte en una parodia risible" (Bartolomé, 1999: 94).

La trascendencia de su obra está más ligada al reconocimiento de análisis complejos sobre estudios particularizados, tal el valor que le concede el destacado economista Alejandro Rofman al considerar la caracterización de la explotación agrícola familiar y su vinculación con la agroindustria hecha por Bartolomé a principios de la década de 1970, cuando aparecen los primeros aportes teóricos y metodológicos sobre circuitos productivos, momento en que su trabajo brinda "pistas tempranas de cómo encarar un análisis de una actividad productiva centrándolo en los comportamientos de sus principales actores sociales y económicos" (Rofman, 1999: 42).

En otro contexto, el de las grandes obras, ha sido muy reconocida su sensibilidad para observar que: "La relocalización compulsiva introduce un factor exógeno que pone en cuestión el funcionamiento de aspectos básicos de sus sistemas de subsistencia. (provocando) una disminución en el nivel de vida de los sectores más marginados, durante el período que va desde el anuncio de las relocalizaciones hasta su efectivización, independientemente de las medidas que prevean los programas de relocalización" (Bartolomé, 1985: 110 y 111).

En efecto, aunque no le entusiasmara acuñar jerga "pseudotécnica" como él mismo decía, con dicha puntuación compromete desde entonces a los organismos vinculados a las grandes obras a incorporar estos "efectos entrópicos" en los análisis de impacto social. La consecuencia práctica de este análisis extendido en varios estudios de Bartolomé (1985) y que tiene antecedentes en otros expertos sociales en evaluación ambiental (Scudder, 1977; Partridge et al., 1982; Scudder&Colson, 1982), es que en las obras de infraestructura o rediseño urbano las relocalizaciones compulsivas tiendan a ser excepción y no regla.

Como vemos en estas afirmaciones de su autoría, la heterodoxia y el pragmatismo lejos están de implicar carencia de posicionamientos, y mucho más lejos están de querer decir que cualquier postura le diera lo mismo. Bartolomé tenía una clara concepción de la ciencia y de la antropología que buscaba poner en práctica en sus estudios y por la que abogaba, y que de modo excepcional contribuyó a instalar en el proyecto colectivo de formación de la educación superior en Argentina desde la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) con la creación primero de la carrera de grado y luego con el programa de postgrado. Lo expresa con precisión cuando afirma:

".creo que la antropología es una ciencia social, es decir, un esfuerzo nomológico por comprender las características y las regularidades de los fenómenos socioculturales en su devenir y en sus manifestaciones. Aunque pueda ser tachado de ingenuo o de 'empirista' (posición que parece haber adquirido curiosas implicaciones para ciertos 'pensadores' de nuestro medio), creo que existe 'algo allí afuera' -tanto para el científico social como para el natural- y que ese algo constituye una base para contrastar hipótesis y teorías. Considero, por lo tanto, que la antropología sociocultural tiene un 'objeto' que es, por lo menos, tan concreto como el átomo del físico o las estrellas del astrónomo. No creo en una hipotética objetividad pura para las ciencias sociales, pero sí creo en una 'intersubjetividad' posible, basada en el común objetivo cognoscitivo que trasciende las anteojeras ideológicas" (Bartolomé, 1982: 410).

Argumentación que puede complementarse recurriendo a otro de sus textos: ".siempre he creído que las preguntas importan más que las ortodoxias y que la marca de agua de un emprendimiento científico es el estar dispuesto a aceptar los resultados aunque no nos gusten. Pero ello implica aceptar que la tarea básica del antropólogo se centra en la detección de 'patrones' y en el esfuerzo por construir 'explicaciones', es decir, modelos conceptuales que avancen más allá de los modelos émicos propios y ajenos" (Bartolomé, 1999:94).

Las razones que en Leopoldo Bartolomé justifican el carácter situado, de conocimiento local de la antropología social y la particularidad del trabajo de campo etnográfico como estrategia metodológica, al mismo tiempo extremadamente flexible pero capaz de dotar a los estudios que la emplean de una identidad específica, resultan fáciles de hallar en otro de sus artículos. De acuerdo a las apreciaciones allí vertidas, ".el país constituye una 'tierra incógnita' para muchos sectores que tienen en sus manos la toma de decisiones fundamentales para el desarrollo y funcionamiento de nuestra sociedad. El hecho de que la Argentina revista características de sociedad 'nueva' y culturalmente heterogénea otorga particular relevancia al método antropológico" (Bartolomé, 1982: 416, 417).

Pero además, "Los métodos tradicionales de la sociología y la economía implican, por lo general, la aceptación de muchos supuestos acerca de la realidad que se analiza a través de indicadores, supuestos que si bien pueden estar justificados en los centros donde fueron generados esas técnicas y modelos analíticos, muchas veces no resultan igualmente válidos para una sociedad como la Argentina" (Bartolomé, 1982: 416, 417), constituyendo extrapolaciones excesivas o simplemente erróneas, pero también, análisis parciales e insuficientes.

Y es aquí y por eso, donde reivindica: ".estudios localizados en la interacción simultánea de las variables sociales, culturales y económicas en contextos concretos", esto es, "una perspectiva analítica y un equipamiento metodológico aptos para el análisis holístico del comportamiento social, la estructura de los grupos y los contextos institucionales" (Bartolomé, 1982: 410).

La referencia a los "sectores que tienen en sus manos la toma de decisiones para el desarrollo y funcionamiento de nuestra sociedad" justifica detenernos en otro aspecto sumamente importante del perfil de antropología 'bartolomeana', relacionado con lo que consideraba en el artículo de 1982 como la promisoria aplicabilidad de los conocimientos generados. Si bien coincide con la idea de que la investigación científica debe orientarse hacia la búsqueda de verdades, es sobre las verdades "relevantes" donde la antropología debe orientarse "prioritariamente". Y "Por relevancia entiendo la producción de datos y el análisis de fenómenos o aspectos que nos permitan avanzar en nuestra comprensión de la realidad global de la sociedad nacional, avanzar en la construcción de un modelo que admita un crecimiento acumulativo y oriente nuevas investigaciones, planteando problemas y generando hipótesis" (Bartolomé, 1982: 419, nuestro subrayado)1.

Esta concepción epistemológica de la imbricación entre conocimiento etnográfico y gestión de las transformaciones sociales nos impregnó como discípulos. La propuesta de Bartolomé, sostenemos, no era diferenciar entre una forma básica o académica y otra aplicada de la antropología social, sino en concebir el objeto de investigación y la producción de conocimiento social considerando sus consecuencias e interlocuciones sociopolíticas2. Leopoldo enseñó a generar conocimiento especializado, situado y de calidad que revele formas adecuadas de compresión. Como queda claro en su trayectoria académica y explícito en el texto de 1982, no propuso que la aplicación sea una actividad consecutiva o disociada de la docencia y la investigación universitaria, ni consideraba la aplicación como un descenso de la abstracción prístina de universitario inmaculado al inframundo de la gestión y las tentaciones fáusticas. Su filosofía del conocimiento era realizar investigación científica, aun en lugares como el Programa de Acción Social de la Entidad Binacional de Yacyretá, ya que consideraba al discurso científico con valor de verdad, es decir, una herramienta de poder (Foucault, 1999). Esta forma de entender que la comprensión del objeto de estudio es la transformación a la que aspira el conocimiento científico es la marca en el orillo de las tramas tejidas en la conformación de la carrera de antropología social en la UNaM.

Antes de la creación de la carrera, Leopoldo enseñaba antropología en la carrera de trabajo social de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) regional Misiones. La antropología social que institucionalmente Leopoldo se sintió demandado a ejercer cuando regresó a Misiones después del doctorado en Wisconsin tenía esa impronta de comprender, como cuenta en su tesis doctoral, por qué los migrantes polacos eran tan refractarios a los programas de desarrollo agrícola. Esta forma de entender la antropología social, como conocimiento crítico de lo local, a la universidad como interlocutora de la política pública y a l@s antropólog@s como sujetos sociales que tienen que reproducirse en tramas institucionales variadas y siempre complejas, constituye la particularidad de la antropología social misionera3. Esto fue plasmado a tal punto en la formación de la carrera de grado creada en la UNaM que es habitual observar en los enfoques de sus tesistas el potencial uso en políticas sociales de los conocimientos producidos (para una revisión exhaustiva de temas y estilos de tesis de egresados de antropología social de la UNaM remitimos a Hojman, 2008).

En torno a este importante asunto, un trabajo en el que expone su perspectiva sobre la relación entre la antropología y los proyectos de desarrollo, sostiene que los antropólogos

".tenemos no sólo el derecho sino también la obligación de participar en la elaboración de esos 'tratos fáusticos', aunque más no sea para sumar nuestra voz 'autorizada' a la de los que tienen menos posibilidades de hacerse escuchar (.) porque si algún papel puede cumplir un antropólogo en relación a los proyectos de desarrollo, uno de sus principales componentes es el de minimizar sus costos sociales y los sufrimientos de los afectados" (Bartolomé, 1990: 166).

Pero inmediatamente y con crudeza advierte sobre una tendencia harto común entre los profesionales de las ciencias sociales que participan en dichos proyectos:

"Sin embargo, no se hace ningún favor a los afectados al 'angelizarlos' y esperar de ellos un comportamiento no exigible a seres humanos comunes. Esta actitud, para nada infrecuente, oculta sentimientos de paternalismo y en última instancia de desprecio que, aunque ardorosamente negados, se hallan implícitos en el supuesto de que 'los pobres son diferentes', y en suponer que sus motivaciones son siempre justificables, o que siempre eligen lo que es mejor para ellos. En otras palabras, la pobreza no es una virtud Franciscana que necesariamente purifica a quienes la padecen, como así tampoco la 'riqueza' (y/o el poder) trasunta necesariamente una virtud puritana (o, a la inversa, evidencia de por sí corrupción moral)" (Bartolomé, 1990: 168).

De manera coherente con la concepción de Leopoldo de la vida, el orden del mundo y el azar, su versión del compromiso político con la transformación incluye también serendipity4. De hecho, la carrera logró sobrevivir durante la última dictadura militar y hasta nutrirse del invalorable aporte de jóvenes profesionales obligados al exilio interno, tanto por factores estructurales, como por eventos de naturaleza más individual y hasta por la emergencia de serendipities (Bartolomé, 2006).

DEL ENTORNO AL AMBIENTE

La ambientalización tomó a las ciencias sociales por asalto. En un principio fueron la acción colectiva bajo consignas ambientales y la ecología concebida como objeto de indagación de las ciencias duras. Entre la década de 1960 y la Cumbre de la Tierra en Río en 1992, lo ecológico y lo ambiental devenían entre las movilizaciones, el activismo y los indicadores de partes en agua o partes por millón en suelo, de los estudios biofísicos y bioquímicos. En esa etapa es habitual señalar hitos fundacionales de "la cuestión ambiental". La publicación de "Primavera silenciosa" (1962) el libro de la bióloga Rachel Carson, la reunión del Club de Roma en 1968, que redundó en la publicación de "Los límites del crecimiento" (MIT, 1972), informe en el que un grupo de 17 científicos y políticos, desahuciados por la crisis del petróleo, describieron una versión neo malthussiana del fin del mundo en manos del hombre, atacado por el progreso técnico, sin fuentes de energía y en constante crecimiento demográfico, evidencias suficientes que la catástrofe final estaba ocurriendo. Durante la década de 1970 la Guerra fría y los discursos del desarrollo eran apenas desacelerados por el catastrofismo ambiental. El hombre moderno como amo y señor racional de la naturaleza tramaba respuestas racionales a los impactos y las consecuencias no deseadas de su acción creadora. En la década de 1980 las fantasías de remediación y control de las consecuencias del desarrollo y la planificación centralizada se derrumbaron junto con el muro de Berlín (1989). El accidente de Chernóbil, ocurrido apenas 3 años antes, fue el drama social que con el trasfondo del fin de las ideologías y la expansión del neoliberalismo como discurso único, nos instaló en la biopolítica, el bio terrorismo y la sociedad del riesgo (Beck, 2000).

Leopoldo Bartolomé empezó a plasmar en su perspectiva antropológica el ambiente en 1974. Lo ambiental aparece en los escritos de Leopoldo Bartolomé con la denominación de entorno. Es su modo de dar cuenta etnográficamente de aquello que la teoría económica probablemente denominaría externalidades y la geografía identificaría como territorio. Según cuenta en su tesis doctoral (Bartolomé, 1974; publicada en castellano en 2000) es la necesidad de responder a la relativa impermeabilidad de los colonos polacos a las transformaciones de la producción yerbatera que transmitían ingenieros agrónomos y asistentes sociales, la base sobre la cual recorta, en primera instancia, su objeto de estudio.

Siendo los primeros textos que publicó sobre temáticas propias de un folklorólogo (Bartolomé, 1968) o un etnólogo (Bartolomé, 1969), los estudios de postgrado le permitieron formalizar académicamente preguntas sobre el ambiente en un contexto social donde lo ambiental era, desde la ya mencionada publicación en 1962 de "Primavera silenciosa" de Rachel Carson, patrimonio de la juventud hippie. La primavera de Carson es silenciosa porque el pesticida DDT acabó con los pájaros. Ese libro insigne del movimiento ecologista en el mundo se publicó cuando Leopoldo Bartolomé tenía 20 años y empezaba a ser el inspirado poeta que conoció a Alejandra Pizarnik y publicó el premiado "El ojo del can" (1965). Eran los 20 años de un joven poeta que estudiaba física y se fascinó con la antropología social.

El pacifismo, la naturaleza y la ecología eran el basto temario donde pastaba la contracultura norteamericana de la Guerra fría. Una contracultura que tenía uno de sus epicentros en el campus y la vida estudiantil en la Universidad de Wisconsin en Madison, donde Leopoldo cursó sus estudios de postgrado. Las influencias académicas de las que se apropió allí a principios de la década de 1970, surgían de la ecología cultural de Julian Steward (1955) y del concepto de estrategias adaptativas instrumentado por John W. Bennett en su estudio de los llaneros canadienses (Bennett, 1971). Ellas le permitieron organizar su experiencia de campo en Apóstoles dando cuenta de lo que localmente vinculaba al ambiente con la etnicidad, dejando a un lado la ingenuidad y apatía política de los hippies. A su vez, el trabajo con Hermitte le permitió valerse de una definición de estructura social no determinista, con la que pudiese pensar las particularidades de la colonia Apóstoles como un caso integrado a la sociedad nacional (alejándose del culturalismo que encapsulaba el Tepoztlán de Redfield), lo que le posibilitó mantener distancia de las explicaciones sobre-determinadas por colonialismo interno o balanza comercial desigual en la vida social del campo misionero.

En la trayectoria de John W. Bennett (1915-2005) al igual que la de Richard N. Adams (1924) pueden verse convergencias de investigación semejantes a la de Leopoldo J. Bartolomé. En estos tres antropólogos sociales, los estudios etnográficos rurales derivan en análisis del ambiente que dan cuenta de alguna forma de comportamiento adaptativo, flujos de energía y sistemas de organización de los intercambios; que se preguntan por las posibilidades de cambio social e inscriben su trabajo dentro de la antropología aplicada, del o para el desarrollo.

A nivel conceptual, entendemos que la comprensión de lo ambiental en Leopoldo se va dando como un proceso de descubrimiento donde pasa de considerar los intercambios de la economía como flujos de energía a analizar posteriormente lo ambiental, como enseñaba en sus clases de Antropología Ecológica, como una dimensión mediada por las intervenciones del desarrollo. El desarrollo, el cambio de las formas a través de la acción, es a donde remiten y desde donde partían sus preguntas por el entorno, constituyendo así una fuente de reflexión dual que él mismo reconocía en la raíz latina común "eco" entre economía y ecología: una como el gobierno de la casa, la otra como conocimiento de sus reglas.

J.W. Bennett luego de publicar su estudio Northern plainsmen: adaptative strategy and agrarian life (Bennett, 1971). Los llaneros norteños: estrategia adaptativa y vida rural, traducción propia), compone con los títulos de dos de sus libros una arena de relaciones entre cultura, ambiente y desarrollo: The Ecological Transition: Cultural Anthropology and Human Adaptation (Bennett, 1976). La transición ecológica: ecología cultural y adaptación humana, traducción propia) y Human Ecology as Human Behavior: Essays in Environmental and Development Anthropology (Bennett, 1995). Ecología Humana como comportamiento humano: ensayos sobre antropología del ambiente y el desarrollo, traducción propia). En 1960-1961 fue presidente de la Society for Applied Anthropology y en 1993 publicó uno de las revisiones más citadas sobre la práctica no académica de la antropología norteamericana (Bennett, 1996).

R. N. Adams comenzó pensando el campo como un laboratorio de intervenciones antropológicas y entre 1962-1963 sucedió a Bennett en la presidencia de la Society for Applied Anthropology. Sin embargo sus biógrafos (Tyrtanya Geird, 2007 y Mosquera Saravia, 2007) refieren a una conversión teórica, una necesidad de procurar explicaciones más densas, dada la limitada trascendencia que sus puntos de vista como antropólogo tenían en la transformación social. Latinoamericanista experto en la antropología de la medicina en Guatemala, forma parte de una minoría de antropólogos sociales que pensaron los intercambios humanos con conceptos de la física cuántica: la termodinámica y la entropía. Reconocido continuador de la obra del evolucionista multi lineal Leslie White, la perspectiva teórica de Adams analiza el poder y la posibilidad de cambio social "en clave energética" para traducirlos en modelos de investigación de campo. Adams define el poder social como "la capacidad para lograr que alguien haga lo que nosotros queremos mediante nuestro control de los procesos energéticos que le interesan" (Adams, 1983:140). La evolución social se puede explicar por la obligación de los individuos a compensar las pérdidas entrópicas y a conseguir cada vez más recursos (energía, materiales e información). La cultura es contra la entropía. En otras palabras, la evolución es el proceso de expansión/ contracción energética (Tyrtania Geidt, 2007). En convergencia con las búsquedas de Leopoldo Bartolomé, considera que hay razones implícitas en la naturaleza que permiten explicar el cambio (evolución) cultural, a la vez que postula a las etnias como unidad social humana fundamental. Richard Adams y Leopoldo Bartolomé tenían una amistad entrañable, que hizo de Adams un invitado de honor en el último congreso argentino de antropología que Bartolomé presidió en Posadas (2008).

Estas breves referencias biográficas a Bennett y Adams muestran la trama de relaciones entre la antropología rural, el estudio de lo ambiental y la antropología del/para el desarrollo que también aconteció en la práctica profesional de Bartolomé. Se asemejan también a su enfoque de la profesión en el hecho que, a diferencia de otros antropólogos nativos que trabajaron para el Grupo Banco Mundial y otros organismos internacionales, consultoras o empresas, no dejaron de publicar esas investigaciones en revistas científicas, ni de participar del debate con pares, ni de hacer docencia universitaria abordando esos temas.

Mención separada y explícita requiere la referencia a Julian Steward (1902-1972) entre los antecedentes del enfoque 'bartolomeano' de lo ambiental. Frente a la dispersión a la que había sido sometida por el particularismo boasiano, el proyecto teórico de Steward fue muy relevante en la consolidación teórica de la antropología del continente americano en sus cuatro campos: lingüística, social, arqueológica y biológica. La influencia teórica de Julian Steward llegó a la Argentina por haber sido profesor en Columbia University del arqueólogo Alberto Rex González, siendo su enfoque junto a los aportes de Leslie White (1900-1975) y del arqueólogo australiano Vere Gordon Childe (1892-1957), generadores de una teoría social integradora del registro arqueológico con los estudios de las sociedades contemporáneas y la antropología aplicada (Gil, 2010:226).

El enfoque de Steward (1963) de lo ambiental como límite, como soporte material y como fuente de creatividad de la cultura son formulaciones que permean la investigación de Bartolomé en Apóstoles. Por ejemplo cuando sostiene:

"Es innegable la influencia de limitaciones del medio en la formación de una parte substancial de la cultura del pueblo. Por ejemplo, un ambiente ártico, difícilmente permitiría el desarrollo de una "subcultura del surf" entre los esquimales, semejante a la que existe en las soleadas playas de California. También la moderna tecnología industrial y la cultura capacitan al hombre para crear "microclimas" hasta en ambientes hostiles. De la misma forma el hombre es capaz de desarrollar una cultura por la modificación de comportamiento acostumbrado (.) para enfrentar nuevas circunstancias. Tal proceso se realiza por la constante experimentación y evaluación de resultados (Bennett, 1971; Barth, 1967)" (Bartolomé, 1974 (2000): 27).

Es así que través de la instrumentación que Bartolomé hace de "lo ambiental" sobre la organización social, pone en sintonía la antropología social de Misiones en 1974 con la arqueología que Alberto Rex González venía haciendo en la Universidad Nacional del Litoral (sede Rosario) desde 1953 (Tarragó, 2012: 228). Frente a las continuidades y homogeneidad que habían propuesto los histórico-culturales alemanes liderados por José Imbelloni en la Universidad de Buenos Aires, el neo evolucionismo de Steward se proponía comprender las razones del cambio social, considerando la adaptación cultural un proceso creativo que explicaba la historia en base a cambios ambientales, pero considerando también los cambios no evolutivos y las especificidades de cada cultura. A diferencia de White que estaba más interesado en la producción energética de cada cultura, Steward enfatizó las determinaciones ecológicas (Gil, 2010: 226). Una vez más como desde mediados del siglo XIX la (neo) evolución era el concepto que la antropología tomaba para explicar el cambio social y contextualizarlo con evidencias de campo, pero esta vez pensando las secuencias cronológicas como desarrollos regionales, asociados a un paisaje o geografía y no como un único proceso global de etapas sucesivas.

En teoría social en general y en antropología en particular, las críticas a los abordajes de las teorías de la cultura como adaptación funcional o búsqueda del equilibrio abrevan en varias fuentes. Aquí retomaremos el problema de cómo se establecen los límites del sistema que permiten determinar al analista la adaptación y cómo se explica la desigualdad en la apropiación de los recursos y oportunidades entre grupos sociales, pues ese fue el problema que el campo de Apóstoles presentó a Leopoldo. La pregunta, incómoda a las pretensiones de explicación generalizadora de Steward, también le llegó a Bartolomé: ¿cómo explicar en un mismo ambiente que dos grupos étnicos contemporáneos tienen apropiación desigual? Quiénes quedan excluidos del uso de un recurso o aplican tecnologías no intensivas ¿en qué forma y por qué están "culturalmente adaptados"?

El concepto de "estrategia adaptativa" (Bennett, 1971) viene a suplir la comprensión de la acción colectiva repetitiva en términos de apego a un estereotipo étnico o clase. Es a la vez un concepto funcional a la estructura cultural de adaptación a los cambios ambientales y una interpretación en términos de elección racional de la agencia de los actores. Las "estrategias adaptativas" son conscientes en el actor, quien sólo mide consecuencias inmediatas. La acción humana es una elección que maximiza aun en contextos de escasez. "El comportamiento de la elección, la decisión y el manejo es comportamiento adaptativo" (Bennett, 1971:15). Cuando las formas de ajuste entre economía y ambiente se repiten en un patrón cultural es cuando se identifica una "estrategia adaptativa". La evaluación posterior de las consecuencias a largo plazo sobre si ese comportamiento es parte o no del "proceso adaptativo" es una exégesis del analista.

La investigación en la que Bennett (1971) presenta este concepto trata de una sociedad compleja (un área rural de Canadá), donde conviven pueblos originarios (Cree) con rancheros, granjeros y anabaptistas como grupos relativamente diferenciados por endogamia y administrando recursos escasos de forma especializada, adaptando sus comportamientos a la escasez de los últimos 60 años. La intención, según cuenta el propio autor, es complejizar los estudios de ecología agraria anteriores que habían sido hechos en comunidades que operaban como sistemas cerrados, pues producían lo que consumían localmente. La sociedad de mercado agrícola constituye en cambio, un objeto de estudio que está altamente influenciado por instituciones externas, con participación de la economía de mercado nacional e internacional. Según el autor:

".las comunidades rurales de estas sociedades altamente desarrolladas son versiones microcósmicas de la gran sociedad nacional (.). Este complejo involucramiento del mundo exterior en las sociedades locales complica el análisis ecológico. Entre estos modernos agricultores intervienen por consiguiente instituciones y necesidades, su adaptación no es solamente un tema de extracción de comida del paisaje, requiere la transformación de recursos locales en base a un modelo y bajo ciertas demandas de estándares nacionales de consumo, costos y precios, modas (..) la ecología no puede descansar, por ejemplo, en la relación entre las poblaciones y los métodos de cosecha, debe considerar también cómo la gente reacciona a la información general y las finanzas" (Bennett, 1971:12, traducción propia).

El subtítulo de "Los colonos." es "Estrategias adaptativas y etnicidad en una colonia eslava en Misiones". El concepto de estrategias adaptativas es la posibilidad de explicar la voluntad de reproducir la pertenencia étnica aun cuando es estigmatizada. Este concepto permitirá por un lado que Bartolomé explique aquel presente como resultado de un proceso de estructuración dinámica en la que la sociedad local se agrupa étnicamente y se relaciona con la naturaleza. Pero a la vez y por considerar que los cambios estratégicos son un resultado adaptativo, los conflictos y tensiones estructurantes quedarán invisibilizados.

Como señalamos, el concepto de estrategias adaptativas implica actor racional y decisión consciente. El sistema social que conceptualiza Leopoldo tiene racionalidad y "funciona" por decisiones de los actores tendientes a optimizar de un modo creativo su estar en el mundo. Es lo que llama "proceso de experimentación", ensayo y error al que se suman consecuencias no deseadas de la acción o "serendipities". En esta práctica, la etnicidad es "un principio de organización social" (.) y "recurso abierto a la manipulación por parte de los actores individuales" que se ve limitado por la tradición y la flexibilidad que esta tenga para cambiar el mundo. "El marco de referencia socioecológico incluye el estudio de cómo la utilización humana de los recursos naturales ejerce influencia y es también influenciada por la organización social y por los valores culturales y el estudio del comportamiento adaptativo, es decir, cómo las personas desarrollan mecanismos de manejo o formas de utilizar recursos humanos y naturales para alcanzar objetivos y solucionar problemas" (Bennett ,1971:11 en Bartolomé, (1974) 2000: 28).

Se desprende de esa afirmación que no es que suponga que todas las acciones sean racionales, sino que hay probablemente un puñado de prácticas respecto de los recursos y el ambiente a las que les cabe una explicación racional asociada al origen étnico.

ARTICULACIÓN SOCIAL Y DESPUÉS    

Otros aspectos del análisis de antropología ecológica en los términos que lo hizo Bartolomé, surgen de la relectura de las dimensiones involucradas en el concepto de "articulación social". Originalmente, Hermitte y Bartolomé (1977) lo definieron en la introducción al libro que compilaron como: "Los mecanismos conectivos que funcionan entre los distintos componentes de un sistema social y que canalizan la transmisión de la acción social y la circulación de bienes y servicios, y que no implican necesariamente la pérdida de atributos diferenciables entre las unidades consideradas, es decir, cuya resultante no es por fuerza la homogeneización" (Hermitte y Bartolomé, 1977:10).

La actividad inaugural del Grupo CLACSO sobre "Procesos de articulación social" tuvo lugar en medio de la tragedia nacional por la muerte de Juan Domingo Perón, en julio de 1974. La definición de "articulación social", permitió a Hermitte y a Bartolomé generar un espacio para estudiar las relaciones sociales tradicionales o periféricas (no estrictamente modernas, alejadas de la vanguardia de expansión del capitalismo) sin considerarlas como tales. En base a la idea de un sistema social con "articulación social", demarcaron el campo de la antropología social en los estudios de comunidades rurales extra pampeanas. De este modo, con la particularidad de la investigación empírica, entre el determinismo estructural de Germani, el desarrollismo Cepalino liderado por Prebisch, la antropología fenomenológica de Bórmida que hegemonizaba la Universidad de Buenos Aires y los marxistas -dependentistas-, definieron objeto y método para investigación antropológica de aquel presente. Entre los otros estilos de ciencia social, el concepto "articulación social" permitió cimentar una teoría social inductiva, basada en datos locales de trabajo de campo etnográfico, donde no siempre los mismos fenómenos sociales sean interpretados unívocamente del mismo modo. Porque ni el ambiente del Norte de Santa Fe ni el de Catamarca proveen la misma sustancia ni los habitan los mismos sujetos sociales. Sin embargo, en cada entorno tienen lugar relaciones sociales y transformaciones de la naturaleza en recursos, y estos hechos pueden ser interpretados de formas etnológicamente relevantes.

En un texto publicado póstumamente, (Bartolomé, [1996] 2013) rescata el interés del concepto por permitir pensar los ingresos y salidas entre las partes de un sistema. Un concepto teórico descriptivo, generador de un continuum que va de la articulación adaptativa a la integración, ".con un punto intermedio (...) en la contradicción dialéctica" (Bartolomé, [1996] 2013:4). En esa misma reconstrucción histórica y análisis de la proyección del concepto, sintetiza su punto de vista personal sobre la "articulación social": lo relevante es estudiar la conectividad del sistema social como proceso, ".que es el factor que ontológicamente crea lo social" (Bartolomé, [1996] 2013:4)5.

Al igual que el concepto de estrategias adaptativas, el de articulación social y otros conceptos característicos de su obra fueron por él empleados en la medida en que le resultaron promisorios, tanto para guiar lo que ver en campo, contrastar esos hallazgos con dichos conceptos, o para elevar la mirada sobre lo observado y enriquecer así los análisis. De hecho, al parecer, el mismo concepto de "articulación social" fue consecuencia imprevista ".de las interacciones personales en eventos de escala relativamente reducida, en los que cuentan mucho los factores idiosincráticos y las circunstancias derivadas de factores locales" (Bartolomé, 2006: 2). O sea: serendipity.

Es decir, el concepto no fue el punto de partida de la investigación científica, sino que tuvo una finalidad aglutinante. Un hallazgo advertido a poco de comenzar el despliegue de actividades que buscaban otros objetivos. Esta apreciación se desprende de la lectura de la primer página del capítulo introductorio del libro que compilaron Hermitte y Bartolomé (1977), donde explicitaron que lo que originalmente motivó la convocatoria a la reunión del Grupo de Trabajo sobre Procesos de Articulación Social que tuvo lugar los primeros días de julio de 1974 en Buenos Aires, ".fue intentar subsanar, aunque sea parcialmente, la falta de comunicación entre los diversos antropólogos, tanto argentinos como extranjeros, que habían realizado o estaban realizando investigaciones de campo en la Argentina" (nuestro subrayado). Como a poco de andar advirtieron diversidad temática y conceptual (heterodoxia) en los trabajos que cumplían ese requisito, se vieron en la necesidad de encontrar un eje problemático aglutinador, y allí encontraron que "la tan temida dispersión" tenía el común denominador de hacer referencia ".a las relaciones conectivas entre unidades sociales de diversa índole y magnitud dentro del marco de una sociedad compleja", y así la noción de articulación social se transformó en hilo conductor, estructurante de la compilación (pragmática).

Aunque queda claro en las citas precedentes, resulta oportuno resaltar que el primer requisito orientador de la convocatoria a aquel encuentro no fue la nacionalidad de los autores, ni su formación en una determinada institución académica, ni su adscripción a una corriente o escuela teórica específica, ni siquiera, que se encontraran contemporáneamente realizando la misma tarea. Todas esas podían ser circunstancias variables. Sin embargo, las propiedades constantes y excluyentes pasaban, por un lado, por una amplia geografía (Argentina)6, y por otro, por un tipo de práctica particular que constituía (al menos para él, aunque probablemente para ambos) la identidad disciplinar en tanto modo de producción de información empírica: el trabajo de campo antropológico.

Retomando en la que fue, quizás, la última referencia publicada por Bartolomé sobre "Articulación Social" ([1996] 2013), él atribuye a dos razones el hecho de que dicho concepto haya carecido de continuidad y desarrollo dentro de la antropología argentina e internacional. La primera fue ".el tradicional faccionalismo latinoamericano (que) sembró disidencias que, si bien estaban lejos de ser sustantivas, debilitaron al Grupo y causaron su extinción en el corto plazo", al impedir la publicación del segundo volumen de compilaciones con los aportes realizados en la segunda reunión del grupo, que tuvo lugar en Quito en noviembre de 1975. A qué y quiénes estaría haciendo referencia, permanece como misterio. La segunda fueron ".los vientos de las modas intelectuales que se llevaron (o eclipsaron por un tiempo) las posibilidades ofrecidas por este concepto" (Bartolomé, [1996] 2013: 6).

Sin desconocer éstos u otros eventuales factores constituyentes de lo que denomina como "fracaso", su análisis soslaya potenciales debilidades endógenas de la noción de articulación social, al menos como fue allí desarrollada. Nos parece ese un ejercicio oportuno para reproducirlo en esta nota, y para poder hacerlo, será necesario empezar primero por identificar aquello a lo que el concepto alude.

Inicialmente deberíamos empezar por reconocer que el concepto engarza en la búsqueda de un nuevo enfoque para enmarcar la tradicional preocupación de las ciencias sociales por la relación entre sociedad e individuo, el todo y sus partes, el sistema y sus elementos. Ni más, ni menos. La noción de articulación social que Bartolomé propone se refiere a procesos conectivos dinámicos que canalizan la transmisión, el intercambio y la circulación de la acción social dentro de sistemas. Particularmente, quizás discutiendo con otros conceptos o teorías que no aparecen explícitos en su trabajo, le interesaba marcar que esas conexiones podían existir intercambiando bienes y servicios sin que las unidades involucradas necesariamente perdieran atributos diferenciales, sea a favor de la homogeneización, asimilación, integración, o bien hacia la diferenciación. En los estudios empíricos, el énfasis podía ponerse del lado de una perspectiva sistémica que privilegiara el análisis de las relaciones entre entidades sociales colectivas (sistemas, regímenes, modos) o bien podía colocarse en una perspectiva que pusiera el acento en los actores que entran en relación en situaciones concretas. De hecho, este fue el criterio empleado para la organización del orden en que se presentan los trabajos en el libro compilado junto a Hermitte.

En una interesante crítica al libro, Baranger (1978) considera que este amplio abanico de opciones posibles que el concepto de articulación social permite subsumir bajo su manto (en su acepción metasociológica), hace que las "formas" que pudiese adoptar la articulación social en concreto no se reduzca a una simple cuestión empírica, "sino que es precisamente éste el problema teórico" del concepto.

De todos modos, Bartolomé señala la necesidad de centrar el análisis en el propio tejido conectivo antes que en las características de sus unidades constituyentes, es decir, en los procesos dinámicos que hacen que un sistema social sea (un todo) diferente a la suma de sus partes, dado que posee estructura y dinámica propia. Incluso, sostiene que ".la conectividad no es simplemente la forma en que están conectadas entre sí las partes de un sistema, sino que construye y mantiene el sistema" (Bartolomé, 1996:4, negritas en el original).

Hacia el final del artículo de 1980 se propone brindar un instrumental que sea de provecho simultáneamente tanto para orientar los estudios empíricos, como para su análisis. No se trata de instrucciones o recetas, sino de orientaciones para encauzar y guiar la investigación y el descubrimiento, en una suerte de aproximaciones iniciales y parciales (y por eso incompletas) a una misión mucho más extensa, que consiste en poner de manifiesto lo que puede estar en acción en casos particulares, pero permanecer traslucido.

Sin dejar de recomendar flexibilidad en su uso "para no quedar atrapados en nuestra propia red" (anti auto dogmatismo), divide los aspectos de interés en dos frentes: forma y mecanismo. La forma refiere a las propiedades topológicas de las relaciones conectivas, es decir, a aquellas características de las partes que articulan y que tienen continuidad y se mantienen sin alteraciones gracias a ajustes y cambios continuos (la etnicidad, por ejemplo). Y mecanismo, denota el modo específico de la interacción entre los elementos, es decir, las particularidades de los encuentros (las estrategias adaptativas, quizás). Dentro del contexto dado por estos frentes, interesa a su vez considerar, entre otros, los siguientes aspectos: unidades, roles, recursos, orientaciones generales, situaciones sociales e temporalidad.

Como complemento tanto a la posibilidad de avanzar desde perspectivas más macro o más micro, a veces más hacia la forma y otras más hacia el mecanismo, se podrían contemplar recomendaciones de Eric Wolf: "Es posible que la clave para resolver el problema no esté inmediatamente a nuestro alcance, pero tal vez podamos avanzar en la búsqueda de una explicación con respuestas parciales si nos concentramos en la articulación de ámbitos específicos en los que se produce la intersección de los hechos materiales y mentales" (Wolf, 2005: 6).

Interrelaciones e interdependencias mutuas en el tiempo y el espacio generan configuraciones sociales atravesadas por líneas de tensión, contradicción y fractura, expuestas a las presiones generadas en los campos más amplios de interacción que las rodean. Trayendo nuevamente sus propias palabras para aproximarnos a las conclusiones, creemos que el concepto de "articulación social" es:

".una buena oportunidad para discutir la relación entre los que llamaremos factores estructurales (marco histórico, estructura social, objetivos de procesos sociales, etc.) y los factores y eventos de naturaleza más individual y cuyo destino está abierto a la influencia de muchas circunstancias. Muchas de ellas conducentes a la emergencia de 'serendipities'" (Bartolomé, 2006: 1)

REFLEXIÓN FINAL

En la vida cotidiana de su madurez, Leopoldo se autodefinía como esotérico practicante: fascinado por los hechos mínimos con consecuencias extraordinarias (el efecto mariposa) y por las serendipities (el sentido del absurdo, los resultados obtenidos sin plan de búsqueda ni criterio). Conversando sobre datos de campo o sobre el transcurso de nuestra propia vida expresaba con lucidez que no creía que existiesen un destino, un plan o un rumbo, pero que pueden encontrarse reglas en el caos que nos hacen ver el mundo (y las relaciones sociales), al menos por un instante, como un tablero de ajedrez o un juego de rayuela. En una de las notas al pie del escrito de 1996 (2013) sobre el concepto de articulación social citó a Gary Taubes (1989) con el mismo sentido:

".el caos posee su propio patrón, un peculiar tipo de orden. Este patrón es conocido como (...) un atractor extraño, porque el sistema caótico parece ser extrañamente atraído hacia un comportamiento ideal. En el universo de los estados que un sistema caótico puede concebiblemente llegar a ocupar -el espacio de los estados-. El atractor extraño delinea aquellos estados que son realmente posibles, tal corno lo determinan las ecuaciones no-lineares que gobiernan el sistema" (en Bartolomé, 2013:9).

Tal vez porque le servía para buscar esas iteraciones del caos, o porque creía ambiguamente en ellas, tenía instalado el I ching en su computador con manzanita de última generación. Puntilloso lector de la saga de los anillos de Tolkien y la literatura del sinsentido de Lewis Carroll, prestaba especial atención a "las consecuencias no deseadas de la acción" centrándose en anécdotas de campo que le permitían burlarse tanto de la rigidez de los determinismos estructurales, como de la teoría de la elección racional aplicada siempre y en todo lugar. Era su manera de limitar la exactitud de las interpretaciones científicas, un límite que ejercitaba tanto con los cultores del positivismo y la exacta medida, como contra los ultras hermenéuticos postmodernos.

Finalmente, consideramos relevante señalar que como antropólogo social argentino, Leopoldo empezó a pensar las relaciones contemporáneas entre cultura y ambiente antes de la ambientalización (Leite Lopes, 2006) que se expresaría tímidamente después de la Cumbre de Río (1992) y más explícitamente estudiando los movimientos sociales ambientalistas y la ecología política a partir del 2000, aunque sin profundizar estrictamente en estudios de antropología ecológica. En su trayectoria, optar a principios de la década de 1970 por realizar trabajo de campo para comprender las especificidades de una producción regional (yerba mate) con marcas étnicas en la organización social de la producción, fue reformular las miradas centradas en el progreso de la región pampeana que la cultura universitaria en Argentina tenía de lo agrario y lo rural en ese entonces. Ese fue su viaje inicial, pensar al entono como la selva paranaense, pero también como lo que de ella hicieron las políticas de uso y colonización. Esta conceptualización novedosa en 1971, está marcada por su audacia, la misma con la que se aventuró a pensar e intervenir como director de relocalizaciones de la represa de Yacyretá, el proyecto de desarrollo que reconfiguró su ciudad natal. La misma con la que fundó la carrera de grado en la UNaM y la primera maestría y doctorado en antropología social en Argentina.

Notas

1 Para comprender el rol del trabajo de campo en antropología rural en la refundación de la antropología social argentina en la década de 1970 ver Ringuelet, Schiavoni y Jaume en este dossier. Para situar la obra de Bartolomé en la historia, y estilos de la producción académica 1960-1976 remitimos a Guber (2009).

2 El análisis en detalle de esta interpretación de la propuesta de Bartolomé fue desarrollado en otro artículo Mastrangelo et al. (2013).

3 Las carreras de antropología social en las universidades de Buenos Aires y Nacional de Misiones, tienen improntas diferenciadas que atribuimos a sus trayectorias institucionales. A diferencia del enfoque de la carrera en Misiones, la historia académica de la carrera en Buenos Aires se desarrolla en el contexto de las "humanidades", como postgrado de historia primero y con diálogos más frecuentes con la filosofía. De hecho, el título de doctorado no es "en antropología", sino en Filosofía y Letras, aun cuando se cursen todos seminarios de antropología y se realice investigación con trabajo de campo etnográfico.

4 Serendipity o serendipia (neologismo en español) se refiere a un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generals, se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente. (https://es.wikipedia.org/wiki/Serendipia, acceso 21/9/2015)

5 Fue Roy Rappaport (1926-1997), un discípulo de Julian Steward quien incluyó los análisis de la teoría de los sistemas en la antropología ecológica. Sin embargo y aunque textos de Rappaport formaban parte de bibliografía de la materia Antropología Ecológica que Bartolomé dictaba en el Programa de Postgrado en Antropología Social de la UNaM, no encontramos citas ni referencias bibliográficas de él ni de L. Von Bertalanffy (1969) y su teoría general de los sistemas, en las publicaciones de Bartolomé que analizamos. Por tanto nos permitimos sugerir una posible afinidad o clima de época en la búsqueda colectiva de un concepto que permita describir redes, flujos, conectividad.

6 El libro incluye, además de 8 trabajos realizados en Argentina, dos en Brasil y uno en Bolivia.

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