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Avá

versión On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.30 Posadas jun. 2017

 

DOSSIER

 

Entre la escasez y los excesos: muerte, parentesco y política en sectores populares

 

Natalia Bermúdez* 

* Investigadora adjunta IDACOR-CONICET; Profesora titular del Departamento de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Email: natibermudez@yahoo.com.ar

Fecha de recepción del original: 10/10/2017.
Fecha de aprobación: 10/02/2018.


RESUMEN

En gran parte de la literatura académica, las prácticas de demostración y conmemoración frente a la muerte violenta han quedado eclipsadas, producto del activismo jurídico y del privilegio que se le ha otorgado a la política circunscripta a ciertos ámbitos más formales de organización. En este texto, propongo restituir la experiencia de los sectores populares en torno a las muertes de jóvenes en contextos de violencia, a partir del análisis etnográfico de las obligaciones de parentesco y de las evaluaciones morales que se hacen de ellas. Sugiero que tales experiencias modelan las prácticas políticas que desarrollan los familiares consiguiendo restringir o ampliar las formas de participación que sostienen en organizaciones especializadas; y también el modo en que se deviene –o no– en "activista familiar".

PALABRAS CLAVE: Muerte; Violencia; Política; Sectores populares.

ABSTRACT

In much of the academic literature, demonstration and commemoration practices in the face of violent death have been overshadowed by legal activism and the privilege granted to circumscribed politics in certain more formal areas of organization. In this text, I propose to restore the experience of the popular sectors around the deaths of young people in contexts of violence, based on the ethnographic analysis of the obligations of kinship and the moral evaluations that are made of them. I suggest that such experiences shape the political practices that family members develop by restricting or expanding the forms of participation they hold in specialized organizations; and also the way in which it becomes –or not– in "family activist".

KEY WORDS: Death; Violence; Politic; Popular sectors.


INTRODUCCIÓN

Ocultar la vergüenza de las circunstancias de la muerte, evitar que nuevos males se esparzan hacia el resto de la sociedad, honrar las memorias de los fallecidos, incluso para no ser castigados por ellos (Turner, 1969), forman parte de las tantas obligaciones morales de los allegados para con los muertos (Malinowski, 1986; Hertz, 1990; Ariès, 1987 y 2000; Thomas, 1993, entre otros). Obligaciones que pueden profundizarse aún más para los parientes cuando se trata de cierto tipo de muertes, como las que he de abordar aquí. Ahora bien, como nos ha advertido Malinowski ([1966] 1986), las demostraciones puestas en escena en actos, ceremonias y ritos no sólo se dirigen hacia el muerto, sino antes bien hacia los que quedan, hacia los vivos.

Son esas demostraciones las que se convirtieron en un prisma privilegiado de observancia a lo largo de mi investigación para comprender las prácticas que desarrollan los familiares de jóvenes muertos violentamente en sectores populares1 de Córdoba (Argentina) en pos de visibilizar las muertes, conmemorarlas y organizar sus demandas.  

Especialmente en el marco de los estudios que abordan a los familiares como uno de los actores más importantes de la movilización social en Argentina desde la última dictadura cívico-militar en adelante (Jelin, 2010; Vecchioli, 2005; Pereyra, 2010; da Silva Catela, 2001; entre otros), algunos autores han enfatizado el hecho de que las demandas de justicia suelen aparecer ligadas a las obligaciones de parentesco (Pita, 2010; Zenobi, 2014).

María Pita (2010) por ejemplo, al abordar el activismo contra la violencia policial en Buenos Aires, encuentra que los lazos de sangre son los que aparecen como imperativo moral que justifican –y legitiman– la intervención y la organización para reclamar. Pero aún más. Según sus interlocutores, aparecen como necesarios valores como el "coraje" y la "valentía" para movilizar precisamente esas obligaciones creadas por los lazos de sangre. Para el caso de las víctimas de Cromañón, Diego Zenobi también muestra cómo estos lazos aparecen para explicar las demandas, "como una cuestión biológica naturalizada y autoevidente de su condición de familiar" (2014: 116).

De todas formas considero que en gran parte de la literatura especializada las prácticas de demostración y conmemoración frente a la muerte violenta han quedado eclipsadas, producto del activismo jurídico y del privilegio que se le ha otorgado a la política circunscripta a ciertos ámbitos más formales de organización (tales como asociaciones, movimientos y en menor medida partidos). Una de las derivaciones más notorias apunta al tratamiento del estado y de la justica oficial como focos exclusivos de demandas –incluso cimentadas en categorías legales (Sousa Santos, 1994)–, y como los únicos entes capaces de resolver los conflictos que las muertes violentas suscitan.

Desde el año 2007 he venido trabajando sobre la construcción de altares y grutas en los espacios más públicos de viviendas y calles, he explorado las transformaciones en las prácticas de sociabilidad barrial y en las formas de lidiar con las disputas intra e interfamiliares que se re-activan tras las muertes, y especialmente he venido señalando la importancia de algunas prácticas de conmemoración para mantener vivos2 a los jóvenes muertos. A través de estas indagaciones, mi objetivo es restituir la experiencia de los sectores populares en torno a las muertes en términos generales, y particularmente, a los asesinatos de los jóvenes producidos en contextos de violencia.

En este texto, buscaré analizar etnográficamente cómo las obligaciones de parentesco3 y las evaluaciones morales que se hacen de ellas, terminan por modelar las prácticas políticas que desarrollan los familiares consiguiendo restringir o ampliar las formas de participación que sostienen en organizaciones especializadas; y por lo tanto, también el modo en que se deviene –o no– en "activista familiar"4. Desandando ese camino reflexionaré sobre el modo en que tendemos a atribuir agenciamiento y resistencia a los sectores populares (Ortner, 2016) y que, lejos de agudizar la mirada sobre la vida social, terminan por reproducir las estigmatizaciones que pretenden denunciar o cambiar (Fonseca, 2005).

Los resultados que aquí presento se vinculan con el trabajo de campo desarrollado a partir de casos de jóvenes muertos en sectores populares de la ciudad de Córdoba, y de las redes de relaciones familiares, vecinales e institucionales conformadas en torno a ellos. Haré especial hincapié aquí en la investigación realizada en el marco de lo que llamaré La Asociación5, una organización surgida en el populoso barrio Villa El Libertador6. Además de compartir charlas y reuniones en las calles y viviendas, acompañar a los familiares y vecinos a los cementerios, a tribunales, y a las marchas y misas emprendidas en fechas conmemorativas, estas actividades me permitieron acceder a sus mundos y a las relaciones construidas y/o reconfiguradas a partir de las pérdidas.

DE LA ESCASEZ...: ACOMPAÑAMIENTOS, DEMOSTRACIONES Y EVALUACIONES MORALES

En este primer apartado analizaré cómo resulta movilizado el lenguaje del parentesco para evaluar moralmente los diversos acompañamientos y demostraciones entre los allegados al muerto, para posteriormente abordar estos procesos en el marco de las prácticas políticas desarrolladas en La Asociación.

"Pareciera que le doliera más", me dijo un día Miriam, en el mismo momento que doblaba la bandera que le habían entregado los compañeros de sexto año de su hija asesinada meses atrás, en un episodio en que le dispararon unos jóvenes vecinos del barrio. Junto a su marido, de oficio zapatero, Miriam formaba parte de La Asociación desde hacía unos meses.

Esos acompañamientos usualmente tenían objetos e imágenes que los materializaban, y que prorrumpían de cajas preparadas especialmente. A veces cubiertas con papeles o pinturas decorativas, en ellas se preservan los "momentos retratables" (Moreira Leite, 1993) y se van constituyendo como pequeños archivos privados, clasificados y atesorados para resguardar memorias.

Es de este modo que me iría adentrando a conocer cómo y quiénes habían estado con ellos tras la muerte de su hija en julio de 2008, tres años antes de mi visita: a través de la bandera, los compañeros y docentes de Roxana; y a través de cartas y dinero, la mayoría de los parientes, los amigos y algunos vecinos.

En ese punto es que Miriam se detiene, como buscando privilegiar ciertos momentos y personas. Entre todos los que acompañaron se habría destacado la vecina y amiga de su hija. "No pasa un fin de semana sin que vaya al cementerio. Reza todos los días por ella, hace de todo. Si estuvo con una depresión bárbara… A veces pienso cómo a pesar de que no es hermana de sangre, es como si le doliera más que a su propia hermana…" decía Miriam.

Ese: "parece que le doliera más que a su propia hermana" condensaba la obligatoriedad del lazo de sangre –a través de su insuficiente cumplimiento– a la vez que cierta sanción moral condenatoria sobre las diferencias que asumían las cosas así expuestas. Tanto la forma como el volumen de la demostración del dolor de una amiga, ponían al descubierto, según lo estipulaba el vínculo de sangre que las unía, la expresión al parecer inadecuada de la propia hermana.

Este criterio compartido desde el cual establecer evaluaciones recíprocas de las demostraciones de los vivos hacia los muertos funciona como bisagra para la ordenación y reconfiguración de las relaciones entre parientes, amigos y vecinos. Tales comparaciones se establecen además entre vínculos equivalentes. Así la depresión, los rezos, las visitas al cementerio conformaron demostraciones ejecutadas por una amiga que fueron valoradas en función de las de una hermana.

"Vos te olvidas de nosotros, ahora estás con otra, te olvidas, hacé de cuenta que nosotros no existimos para vos", le dijo un día Miriam a su yerno en la parada del colectivo. Con esto, Miriam me hacía saber que estos criterios morales tenían otras implicancias para yernos y nueras. Lo que esta familia vivía como traición del yerno –y que condicionaría consecutivamente el sistema de obligaciones e intercambios– se vinculaba especialmente con el modo en que Roxana había muerto.

Cada vez que la joven transitaba por el barrio los chicos de la esquina le decían piropos, incluso delante de su novio, hasta que una tarde en que las palabras se tornaron permanentes y ofensivas, el novio decidió reaccionar. Pero los chicos sacaron un arma. Roxana se interpuso entonces para defenderlo, y finalmente es ella quien termina recibiendo el disparo.  

Ahora bien, ese "te olvidas de nosotros" implicaba para Miriam y su familia la demarcación de una distancia ciertamente incisiva y absoluta que la podríamos adjudicar a esas circunstancias de la muerte. La aparente omisión del yerno de la condición de deuda que se sigue del modo en que Roxana evita que sea él mismo quien muriera, es asumida por sus suegros con profundo dolor, y anunciada como traición.

Pero también el carácter absoluto de la distancia así demarcada por Miriam, refería al hecho de que la pareja aún no había tenido hijos, por lo que podría mantener ese carácter tan categórico a lo largo del tiempo.

En el caso de los yernos y nueras entonces el acompañamiento hacia la familia se extiende en tiempo y forma hasta que establezcan una nueva pareja. En alguna medida ese acompañamiento representa la fidelidad al muerto, extendido hacia su familia. En el mismo momento en que el novio de Roxana se muestra en la parada del colectivo del barrio con una nueva pareja, le es notificado firmemente el acabose de los vínculos que los unían y por tanto el abrupto final de sus obligaciones y derechos como yerno.

Para Rosa la situación se presentaba de otra manera. Rosa había perdido a dos de sus diez hijos: al Gordo a quienle dispararon en un barrio vecino en un confuso episodio en 2006; y al Pelado, asesinado un año después mientras transitaba en el barrio junto a un amigo. Los chicos de una banda del barrio lo atacaron por la espalda porque presuponían que el Pelado iba a vengar la muerte de un joven de su cuadra. El primero dejó a una nena de meses, el segundo a dos niños pequeños.

Las relaciones entre Rosa, su familia y una de sus nueras atravesaban recurrentemente etapas de tensión. Esta vez la cuestión se resumía en unos documentos. Meses después de la muerte de su hijo, la nuera "mal considerada" había iniciado los trámites para cobrar la pensión y necesitaba algunos papeles que ella tenía. Pero Rosa se mostraba renuente a otorgárselos. Se preguntaba "¿Para qué? Mis hijas también dicen lo mismo que yo, si al final la plata la va a disfrutar otro, porque ella ya está con otro, y a los chicos los va a criar otro". Sin embargo, este tipo de expresiones no quedaban más que en el terreno de las especulaciones en la medida en que aparecía el temor de que la nuera les negara a los nietos.

A las exigencias y controles sobre las demostraciones y acompañamientos que se ejercen sobre las parejas de los jóvenes muertos, les subyacen ciertos presupuestos. Es sabido que en algún momento las nueras o yernos formarán una nueva pareja, lo cual implica también que la crianza de los descendientes será compartida, abriendo de esta forma posibles conflictos, especialmente, aquellos implicados en el sustento económico.

Resulta significativo en este sentido cómo Rosa valora diferencialmente a sus dos nueras. Aunque no fuera la última pareja del hijo de Rosa, Gisela ha mantenido una relación cercana con la familia, y efectúa demostraciones y acompañamiento propios de una buena nuera, concurriendo a misas, marchas y distintas actividades que Rosa consigue organizar. Siempre dispuesta a encabezar las marchas, la he visto llevando en cada ocasión la remera que imprimió especialmente con la cara del Gordo. Por oposición a su otra nuera, le habla todo el tiempo a la nena de su papá.

Sospecho que no son sólo las transmisiones intergeneracionales las que las suegras custodian con recelo, sino también los modos en que esas memorias resultan construidas. Tanto las circunstancias de las muertes como las reputaciones de los padres se hallan atravesadas por condenas morales y son objeto de fuertes disputas. Las experiencias distintivas de Rosa en torno a sus dos hijos muertos, habilitan a valorar diferencialmente a quien acompaña e intenta transmitir la memoria de su hijo. Incluso Rosa pasa a legitimarla como "la" nuera y como "la mujer"del joven, a pesar de que no haya sido su última pareja.

Como vimos hasta aquí, las demostraciones y, en especial los acompañamientos logran conferir un campo de observancia peculiar sobre los sistemas de obligaciones y derechos desplegados frente a la muerte de un joven, con fuertes implicancias sobre las redes de relaciones sociales. Quedó claro también que quienes se convierten en el foco de los acompañamientos y a quienes se les confiere la autoridad central para imputar juicios morales sobre tales demostraciones, son los padres y, en especial, las madres, más allá incluso de la condición sentimental o civil de los fallecidos.

Los criterios de obligatoriedad y deseabilidad7 que demarca el parentesco como lenguaje, y que se ponen en escena a partir de la imputación de insuficiencia, culminación o de los privilegios que otorga su reconocimiento como legítimos, parecerían señalarnos que, mientras mayor es el volumen e intensidad de las manifestaciones de dolor y del acompañamiento a sus seres queridos, con mayor legitimidad serán valorados tanto sus ejecutantes como los vínculos que unen a unos con otros. En virtud de lo expuesto, podríamos deducir cuánto más obligatorias podrían resultar las demostraciones hacia los jóvenes muertos para las madres y los padres.

Para comprender estas últimas consideraciones, pretendo explorar en lo que sigue algunas situaciones en las que se evalúan moralmente las demostraciones en el marco de La Asociación.

…A LOS EXCESOS: EL CASO DE LA ASOCIACIÓN

La Asociación a la que refiero se fue conformando en Villa El Libertador desde comienzos del año 2007. Quien la preside, José, un vecino del barrio que fuera chofer de colectivo de línea, relata que el primer grupo se inició a partir de las marchas organizadas por él y su familia a causa de la muerte de su hijo Gabriel, asesinado al quedar en medio de una balacera entre jóvenes.

Si bien al comienzo se acercaron vecinos del mismo barrio y de sectores aledaños, paulatinamente el grupo se fue ampliando, consiguiendo incluso apoyo de los últimos mandatarios del gobierno provincial8. A pesar de ello, el sistema de ingreso aún continúa manteniendo cierta lógica vecinal, según la cual cada persona que pretenda ingresar deberá ser recomendada por alguno de los integrantes ya establecidos. Es decir que, quien introduce a una persona, se transforma implícitamente en inmediato responsable de la misma.

Fuera de las marchas y misas como eventos privilegiados por los integrantes de esta organización en tiempos judiciales claves o fechas conmemorativas de las muertes, para arengar efectos inmediatos en los medios y en las agencias estatales, el seguimiento de los casos en la Justicia conforma su actividad fundamental.

En otros artículos he mostrado cómo se han ido estableciendo jerarquías entre las muertes amparadas por esta organización (Bermúdez, 2014 y 2016): por un lado, las muertes por inseguridad, y por otro, los llamados ajustes de cuentas. Entre estas dos categorías quedaría agrupada la diversidad de casos: una joven policía supuestamente asesinada por su pareja, una joven muerta en una disputa entre su novio y un vecino del barrio, y varios casos de jóvenes varones muertos en las calles por quedar en medio de balaceras, o asesinados por conflictos entre bandas.

Una de las muertes incluidas en este primer grupo se refiere a la del hijo del presidente. Los relatos familiares que describen la muerte de Gabriel en 2007 se estructuran en torno a la figura del héroe, dadas las circunstancias de lo sucedido. José siempre cuenta: "…mi hijo Gabriel salía de casa a acompañar a los amigos cuando unos chicos que venían en auto comenzaron a disparar. Entonces se cruzó para salvar a un chiquito vecino que estaba en la calle, y la bala le dio a él". Testimonio que suele estar acompañado de un conjunto de cartas y dibujos trazados por su hijo donde se hacían evidentes los atributos de un "chico bueno que estaba todo el día adentro, con la computadora".

En algunas oportunidades, José había manifestado ante los medios el deseo de mucha gente de querer hacer una estatua en conmemoración de su hijo, y de colocarle su nombre a la calle en donde vivía. También comentaba que había recibido cartas de personas de distintos lugares del mundo que se habían enterado del caso por el diario, y que le rezaban a Gabriel, del mismo modo que en sus visitas al cementerio encontraba "monedas y placas, porque iban contingentes" a ver la tumba.

Intentar convertir el caso de Gabriel en uno paradigmático o, en sus palabras, "conocido y llorado por todos", implicaba tornar al joven en una especie de emblema de la organización.

Para José el reclamo era personalizado. José particulariza, quiere demostrar que su caso era diferente, y por eso merece ser denunciado. Cuando habla, cuando se presenta, José resalta la disponibilidad de sus contactos políticos y destaca los vínculos que ha creado con periodistas de los medios locales de mayor difusión. Ambos escenarios resultan para él pruebas legitimadoras de su compromiso y de las características paradigmáticas de este caso "que se fue haciendo conocido por todos a partir de las marchas".

Me contaba en una ocasión: "…la primera marcha fue planificada a la semana de su muerte, para limpiar su nombre, porque los diarios dijeron que la causa de la muerte fue por ajuste de cuentas, imaginate considerarlo delincuente. Porque como vivimos en villa Libertador, dicen zona roja. Acá es villa Libertador barra ajuste de cuentas, claro, ‘negros'. Si mi hijo hubiera sido rubio o si hubiera vivido en otro barrio, la policía y los medios no hubieran dicho ajuste de cuentas9, sino que todos se hubieran preocupado por la inseguridad" (José, 2011).

La pretensión de plantear lo que pasaba en el barrio en términos de inseguridad comprendía cierta des-marcación de clase toda vez que ubicaba los fundamentos del reclamo bajo los mismos marcos interpretativos que les eran adjudicados a vecinos de barrios de clase media y alta. Una víctima de inseguridad suele ser asumida socialmente como una víctima inocente, mientras que a aquellos que son asesinados en barrios y villas consideradas como zonas peligrosas, inmediatamente se les adjudica la condición de sospechosos, caratulando sus muertes como ajuste de cuentas.

Ahora bien, la activación de la categoría muertes injustas por inseguridad, comenzó a excluir a otras muertes en las que precisamente se pudiera poner en duda la reputación del muerto. Tal frontera pretendió establecer además el perfil de los integrantes, así como las formas de participación legitimadas, en tanto que ciertas madres –y desde su condición de madres– podrían convertirse en sujetos pasibles de ayuda, pero quedarían exceptuadas del conjunto de casos albergados.

Entre otras madres, Rosa ocupaba una posición ambigua dentro de La Asociación por tener a dos hijos muertos en circunstancias sospechosas de ajuste de cuentas. Con ellas se ponían en escena algunas tensiones a partir de los criterios de membrecía operados. Tensiones que eran activadas a través de José y de cierto conocimiento técnico-burocrático que se fue arrogando gracias al acceso privilegiado a los expedientes judiciales de todos los casos. A partir de allí, las advertencias hacia los familiares eran entonces operaciones habituales que, bajo la combinación de cierto asesoramiento legal y concejos de vecino, se movilizaban en las reuniones colectivas.

He señalado al menos dos reverberaciones de estos procedimientos: por un lado, las jerarquizaciones morales puestas en escena terminaban por restringir las posibilidades de participación en esta organización. Y por otro, esas acusaciones también conferían un estado de sospecha sobre las propias madres, quienes no se habrían encargado de velar por el bienestar de sus hijos, ‘ni de educarlos para que sean personas de bien'(Bermúdez, 2014).

EL EVENTO

Durante los últimos años fui acompañando a Miriam y especialmente a Rosa en las cuantiosas y simultáneas actividades que organizaban en torno a sus hijos. Pero los momentos más fértiles para la pesquisa ocurrían en el apacible jardín que Rosa se encargaba de hermosear con flores, cactus y enredaderas. En ese lugar, nacían opiniones, comentarios y críticas vertidas por gran parte de los integrantes de la asociación, que sólo pocas veces tomaban su curso en las reuniones semanales.

Los reclamos más asiduos se vinculaban con la necesidad de que José cambiara su posicionamiento en torno a un reclamo más genérico y englobante que incluyera a todos los casos acogidos por la Asociación. Sistemáticamente durante esas charlas me preguntaba por qué ellos mismos no se postulaban en los cargos más importantes o elegían a otro presidente que siguiera aquellos preceptos que la mayoría parecía defender. Recién fue en una sucesión de situaciones en torno al evento, que obtuve algunas respuestas a este interrogante.

He presenciado acaloradas discusiones en numerosas oportunidades sobre la preparación de la parafernalia que acompañaba las marchas, y sobre todo la seria y continua vigilancia ejercida por todos los miembros del grupo para que fuera incluida la imagen de su hijo en las pancartas y carteles, y que fueran de igual tamaño y calidad que las otras.

Esto mismo sucedió en ocasión del preparativo del evento en el año 2014, que difundiría la labor de La Asociación ante los medios de comunicación locales y distintos funcionarios del gobierno provincial y municipal. Se prepararon, por un lado, grandes banners para cada caso, bajo un formato similar, en los que se incluía la fotografía del joven muerto, su nombre y alguna frase. Pero también se había organizado la producción de un video con música que repasara brevemente la historia de cada uno de los casos.

Llegado el día indicado, y luego de unas palabras a cargo del presidente, se proyectó un video. Para sorpresa de algunos, se trataba de aquel que estaba colgado en la página web de un importante diario local, y que mostraba fotografías, cartas y dibujos de Gabriel y de su familia mientras sonaba la canción "El ángel de la bicicleta"10.

Los murmullos de los otros integrantes se acrecentaron cuando el otro video que mostraría todos los otros casos de La Asociación, al parecer no funcionó.

Al término de la reunión, los murmullos se transformaron en gritos, y algunos de los integrantes salieron enfurecidos y no volvieron a asistir a las reuniones.

LO NO DADO

Habiendo pasado pocos días desde el conflictivo evento a partir del cual se acusaba a José de mostrar una vez más a "su" hijo y "olvidar" mencionar a los otros, una tarde en el patio de la casa de Rosa, Silvia dijo con tono irónico: "…porque José, vaya a saber por qué lo quiso hacer tan mediático ¿no?".

Silvia ya se había alejado de la organización. Intuí que esa pregunta había tenido respuestas en conversaciones previas a las que yo no había accedido, pero ahora Silvia aprovechaba las críticas tras lo sucedido y se animaba a hacer de "abogado del diablo".

La hija de Rosa le respondió: "sí, vos lo ves a él, la ves a la mujer y están mal. Y entonces es como que están intranquilos. Para mí es por lo que no le dieron en vida a los hijos, es como que no están en paz".

Silvia: "claro, es como que se sienten mal, se sienten como que no le ha dado todo a Gabriel, por eso están así, por eso no lo pueden superar, por eso se mueven como se mueven, y su cartel es el más grande, y es el caso del ‘chico más bueno'… por eso hacen todo lo que hacen. En exceso…".

Consiguiendo una aprobación generalizada entre los presentes, la hija de Rosa agrega: "porque vos tenés que estar tranquilo si es que le diste todo a tu hijo. Sobre todo si el juicio ya se resolvió…".

Fue en ese marco y con esos términos que comenzaron a adjudicarle a José acusaciones morales recriminándole su ostentación y el carácter excesivo de sus demostraciones cuestionando su rol como padre.

Como vimos con anterioridad, la ausencia o el escaso volumen de demostraciones hacia el muerto suelen ser juzgados negativamente por los allegados. Mientras que el exceso de demostración en un vínculo de amistad permitiría dejar en evidencia la exigüidad de la demostración de un lazo vinculado por la sangre como la hermandad; el exceso de demostración de un padre haría peligrar aquello que está en juego en la misma demostración: sus atributos como tal. José y su esposa eran acusados entonces de no ser "buenos padres".  

Hasta aquí he mostrado el lugar que ocupan las obligaciones de parentesco –y sus evaluaciones morales–, en el marco de las redes de relaciones establecidas en torno a La asociación. Si las muertes injustas por inseguridad delimitaban una frontera en la que algunas madres eran puestas en duda en relación a la reputación de sus hijos por considerar sus muertes como ajuste de cuentas, el lenguaje de parentesco operó señalando los incumplimientos como madres en la crianza de sus hijos. Por su parte, los considerados excesos de demostración pueden también deslegitimar a sus ejecutantes, al ser interpretados como aquello no dado durante la vida de un hijo.

Mientras que las primeras acusaciones a las que refiero inferiorizan y desigualan buscando producir distinciones y jerarquías entre las víctimas, las acusaciones –o más bien, las contra-acusaciones11– que señalan el carácter excesivo de determinadas prácticas en estos entramados, pretenden redefinir el orden establecido, igualando. Las obligaciones de parentesco fueron remarcadas en ambas direcciones. Esas mujeres en aquel patio, señalan aquello que les ha sido señalado. En el mismo acto –en el que se intenta lidiar con los juegos de distinción (Bourdieu, 1998)–, se coloca a José y a su mujer en la misma condición que la de ellas, esto es, la condición de víctimas subalternas.

En efecto, el análisis de las obligaciones de parentesco y sus evaluaciones morales pueden brindarnos pistas refinadas sobre los modos y las implicancias de devenir "activistas" en los sectores populares, y sobre aquello a lo que comúnmente la academia le imputa agencia.

ACTIVISMO Y RESISTENCIA EN LA POLÍTICA POPULAR

Salir a la calle, manifestar, marchar, reclamar justicia, enarbolar carteles, siguen siendo temas privilegiados de las ciencias sociales, en la medida en que a esas luchas pueden adjudicárseles categorías bien intencionadas como agenciamiento o resistencias (Fonseca, 2005). Y es en virtud de lo cual suelen merecer amplios tratamientos en nuestros escritos, favoreciendo el abordaje del compromiso político por el que optan sus protagonistas, mientras que quienes parecen quedar por fuera de esas experiencias suelen ocupar papeles apenas secundarios –para en todo caso confirmar las opresiones de las que son parte–.

Mi propia inquietud respecto de por qué ninguno de los integrantes parecía tener la intención de ocupar espacios de decisión dentro de la organización de familiares que abordaba, estaría también empapada por estas perspectivas –y expectativas–. Como vimos aquí, las profusas demostraciones de obligaciones de padres y madres hacia los hijos muertos, lejos están de ser interpretados bajo las lógicas academicistas de mayor compromiso y lucha.

Considerar en cambio las vivencias de nuestros interlocutores sin imputarles pretensiones a priori –sean estas instrumentales, político-morales, identitarias (Quirós, 2008) –, podría conducirnos a permear nuestras concepciones con otras experiencias, en todos sus contornos y espesores.

Ahora bien, retomando a María Pita, la nominación de "familiar" identifica a aquellos "que se han convertido en tales a partir del activismo y la protesta organizada; e indica formas también diferenciales de construcción de autoridad y legitimidad, así como una serie de obligaciones y derechos. La fertilidad de esta nominación, en virtud de los sentidos a los que alude, las reglas de comportamiento y obligaciones que importa, así como los valores políticos que asume en el campo de la protesta, permite trabajarla como una categoría nativa con valor político" (Pita en Pereyra, 2010:279).

Sostengo en esa dirección que el "activismo familiar" no necesariamente puede ser concebido como desligado del lenguaje del parentesco –y de las obligaciones, deberes y criterios de deseabilidad que se les destinan–. Dado su impacto cultural y político resultará preciso entonces dar cuenta situacionalmente de las maneras en que, quienes devienen, o no, en "activistas familiares", experimentan tales obligaciones.

A lo largo de este escrito he tratado de poner el acento sobre las imputaciones morales de escasez y/o de excesos en los entramados de la organización, en tanto harían peligrar el despliegue del rol familiar y, por ende, la legitimidad a él asociada en el devenir "activista familiar". Las evaluaciones morales en clave del parentesco orientan tipos específicos de participación política y de activismo, a la vez que posibilita reordenar y discutir las jerarquías morales que se pretenden instituir en torno a los muertos en los sectores populares.

Llegados a este punto, pretendo retomar algunas advertencias respecto de las operaciones habituales a las que echamos mano para imputar agencia y compromiso a nuestros interlocutores, y que según sugiero devienen de la tendencia por veces intacta de reducir la política de los "pobres" a su valor resistencial. Balbi en su texto sobre creatividad social retoma a Laidlaw para criticar el "…uso rutinizado y naturalizado de la visión de agencia que supone dar por sentado que se está hablando de los efectos de una cualidad humana que, necesariamente, tiende al empoderamiento y hacia la igualdad (concebidos, desde luego, en los términos formales, abstractos, del pensamiento burgués)". Balbi demuestra que en todo caso ciertas prácticas "…se entienden mejor como emergentes de las restricciones y posibilidades asociadas con las condiciones sociales de su producción" (2015:12). 

Por su parte, especialmente Míguez y Semán (2006), pero también Claudia Fonseca hacen mención al peligro de la "resistencia reificada", es decir cuando "se reduce el modo de vida de la población estudiada a sus aspectos reactivos" (Fonseca, 2005: 124), o bien al "idealismo romántico", en la medida en que "no se divisen los conflictos, o las formas de dominación inherentes a las dinámicas internas del grupo" (2005: 124-125). Sherry Ortner también ha venido analizando este último obstáculo asociado a lo que llama "higienización de la política", que le confiere a muchos estudios un aire de romanticismo (2016:61). Del mismo modo que lo señalan Das y Poole (2008), considero además que se tiende a oscurecer la relación de los momentos críticos de resistencia de los grupos subalternos, con sus vidas cotidianas.

Situando la mirada en "actores socialmente situados" (Balbi y Boivin, 2008) y en las actividades múltiples y simultáneas que los allegados despliegan tras la muerte, restituyendo los tiempos de duelo y las experiencias de demostración de obligaciones hacia sus muertos, pueden aparecer otras dimensiones posibles que evitan los reduccionismos de los repertorios "políticos" de los familiares (Bermúdez, 2015 y 2016), y otorgan algunos indicios sobre por qué la gente a veces se "niega" a ocupar determinados espacios de participación política, sin que ello implique necesariamente desinterés, falta de compromiso político o inacción. Tampoco podríamos afirmar que estos posicionamientos se produzcan como consecuencia del miedo o del individualismo, ni que por ello colaboren con el grupo dominante (Ortner, 2016). 

En efecto, conviene mostrar que las desigualdades políticas, las contradicciones y los aspectos ambiguos no son incompatibles con la comprensión de la resistencia, sino por el contrario, como lo expresa Ortner, resultan inevitables para conocerla.

NOTAS

1 Tomé como punto de partida de trabajo de campo las muertes violentas desde las perspectivas de mis interlocutores, que resultan de las relaciones e interacciones cotidianas de cierta proximidad espacial, entre personas vecinas o conocidas, por un lado. Y por otro, las muertes provocadas por la policía, producto de las reciprocidades y enfrentamientos habituales en los barrios –sobre todo de los más jóvenes–, donde el entramado de interdependencias en estos sectores es complejo y conflictivo. Mantuve esta clasificación nativa en tanto privilegia la experiencia de las personas, a la vez que coloca un interesante cuestionamiento sobre la mirada académica y especialista que suele dividir a través de preguntas, objetos e intereses parcializados, a las muertes vinculadas a la violencia urbana por un lado, y por otro, a las muertes por violencia institucional o policial.

2 De ahora en adelante, emplearé cursivas para remitir a las categorías nativas. El uso de esas u otras palabras sin cursivas da cuenta de un trabajo propio del investigador en transformarlas en categorías analíticas, usualmente más amplias o abarcativas que las anteriores. El uso de las comillas, por su parte, procura resaltar una palabra, o bien marcar cierta ambigüedad o ironía, tanto con términos nativos como con los de uso académico.

3 Las relaciones de parentesco estructuran criterios de obligatoriedad –y deseabilidad (Balbi, 2007) – para cada pariente y allegado, incluso más allá de los lazos biológicos, como por ejemplo, el parentesco marcado por la consustancialidad (Holy, 1996), u otros vínculos como la amistad, la vecindad, etc. Bourdieu (2007) bien nos ha advertido que las categorías de parentesco instituyen una realidad. Para Geertz (1992), los lazos primordiales se experimentan como obligatorios en sí mismos. Un punto poco explorado en este texto, es aquello que remarca Lucía Eilbaum (2011) en su etnografía sobre una investigación judicial por abandono de persona contra padres de bebés gemelos en el conurbano bonaerense. Eilbaum sostiene que los juicios morales vertidos en torno a las relaciones de parentesco –y los derechos y deberes a ellas ligados–, sobrepasan el ámbito familiar y se extienden al vecindario y, también al ámbito estatal, especialmente al jurídico.

4 Me he basado en el trabajo de María Pita, quien analiza la politización de casos de violencia policial y/o institucional a través de la intervención de los familiares de las víctimas. La autora pone énfasis en una diferencia nodal en el argumento de su tesis y que retomo aquí, "al hablar de familiar no se está haciendo referencia a todas aquellas personas ligadas por lazos de parentesco con las víctimas de esta violencia, sino aquellas personas que, ligadas por lazos de parentesco con las víctimas, a través de la denuncia y la protesta, se han convertido en un tipo particular de activista político" (2010:8).

5 Surgida en el año 2007 en Villa El Libertador se fue consolidando como una de las organizaciones más conocidas de Córdoba, similares a otras existentes en el país –como Asociación Madres del dolor, las Madres contra el paco y por la vida, Comisión de familiares de víctimas de la violencia institucional (COFAVI), entre otras–.

6 Según el último censo realizado en 2011, Villa El Libertador tiene aproximadamente casi 100.000 habitantes de composición diversificada, entre la que se encuentra migrantes bolivianos principalmente, aunque también peruanos, paraguayos y chilenos. La villa, como la conocen algunos, tiene una significativa trayectoria de lucha vecinal.

7 Aquí sigo a Fernando Balbi, quien señala que "hablar de un comportamiento relacionado con valores morales es, entonces, hablar de acciones que revelan sistemáticamente la preferencia por determinados cursos de acción en función de su deseabilidad y obligatoriedad, siendo que esa preferencia es formulada conceptualmente y que la opción en su favor es estimulada a través de una carga emotiva adherida a su formulación conceptual" (2007:76).

8 De la Sota fue reelegido en los comicios del 8 de junio de 2003, con la fórmula compartida por Juan Schiaretti. Este último fue posteriormente gobernador de la provincia desde diciembre de 2007 hasta 2011, año en que volviera a asumir De la Sota. En 2015 Schiaretti fue reelegido nuevamente como gobernador de la provincia, junto a Martín Llaryora.

9 El diario de mayor tirada en Córdoba cambió la información publicada por intermediación de José, de manera que la clasificación de la muerte varió de "ajuste de cuentas" a "tiroteo". A partir de allí se podía encontrar frondosa cantidad de material sobre el caso, como fotografías, cartas de Gabriel y de su padre, y hasta un video (Fuente: http://archivo.lavoz.com.ar/07/04/29/secciones/sucesos/nota.asp?nota_id=67049, recuperada en febrero de 2010).

10 El cantautor argentino León Gieco compuso este tema que se incluye en el álbum "Por favor, perdón y gracias" (2005), en homenaje al Pocho Lepratti conocido como "El Ángel de la Bicicleta", quien fuera asesinado en medio la represión llevada a cabo por la policía de la provincia de Santa Fe, durante la crisis de diciembre de 2001.

11 Me he inspirado especialmente en Evans-Pritchard (2005) [1976] quien brinda interesantes claves etnográficas y analíticas para pensar las acusaciones y las venganzas –estrechamente emparentadas con la creencia en la brujería y el sistema político– en tanto reguladores de las relaciones sociales, manteniendo cierto orden dentro de un marco territorial determinado.

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