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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.31 Posadas dez. 2017

 

DOSSIER

Cuerpos transitantes: para una historia de las identidades travesti-trans en la Argentina (1960-2000)

 

Ana Gabriela Alvarez*

* Profesora Visitante de la New York University. E-mail: anitagalvarez2@gmail.com

Fecha de recepción del original: 18/04/2018.
Fecha de aprobación: 05/06/2018.


RESUMEN

En base a entrevistas y notas de campo, publicaciones académicas y periodísticas, en este artículo propongo esbozar una historia de las identidades y corporalidades travesti-trans en la Argentina entre la década del ‘60 y el nuevo milenio, centrándome en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A pesar de que modelos encarnados de performance transexual empiezan a aparecer en el ámbito del espectáculo teatral y luego el cine ya desde los ‘60, será recién a partir de los ‘80 y en el mercado de la prostitución que se consolida en el medio local una identidad travesti que, a partir de la década siguiente, comenzará a revindicar derechos políticos y legales. Como se intentará mostrar, estas transformaciones identitarias responden a, y se apropian de, un ensamblaje complejo de factores relacionados con tecnologías comunicacionales y biomédicas así como con violencia legal y política y demandas por parte del mercado sexual.

PALABRAS CLAVE: Travesti; Género; Identidad; Corporalización.

ABSTRACT

Based on interviews, field notes, scholarly and nonacademic publications, in this article I sketch out a history of travesti-trans identities and corporealities in Argentina from the Sixties to the Millennium, focusing particularly on the city of Buenos Aires. Even though models of embodied transsexual performance had started appearing in the realm of theater and later cinema from the Sixties onward, only in the Eighties a travesti identity begins to consolidate around the market of prostitution, which will go on to underwrite claims for political and legal rights in the following decade. As I aim to show, these identitarian transformations respond to, at the same time as they appropriate, a complex assemblage of factors including biomedical and communications technologies as well as legal and political violence and demands on behalf of the sex market.

KEY WORDS: Travesti; Gender; Identity; Embodiment.


INTRODUCCIÓN

En este artículo me propongo indagar la construcción colectiva de la identidad/corporalidad travesti-trans desde los años sesenta hasta fines del siglo veinte centrándome en la población residente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Como veremos, lo que hoy se conoce en Argentina como identidad travesti- mujer trans1 surge alrededor de la década del ‘60 como parte de una cultura mayor homosexual y se irá consolidando como una diferencia ya no de deseo (homosexual) sino de género (adscripción a una subjetividad del sexo opuesto)2. Como propone diversa bibliografía, en la década del ‘80 comienza a producirse una brecha entre identidades homosexuales deviniendo gay, que se proponen exclusivamente como homoeróticas y donde comienza a rechazarse lo femenino (representado en la figura de “la loca”).

En este artículo me propongo indagar en la relación o la influencia en la constitución de una identidad travesti-mujer trans de diversas industrias culturales y económicas del capitalismo tardío, centralmente, el mercado del sexo, las biotecnologías médicas y las tecnologías comunicacionales. Esta conexión ha sido escasamente explorada hasta ahora en las investigaciones sobre personas travestis y transen la región.

En cuanto al mercado del sexo, una creciente bibliografía en el Norte Global acuerda con su crecimiento geométrico, aunque tanto las cifras económicas como la cantidad de personas que participan son difíciles de determinar por habitar una zona gris legal o clara ilegalidad3. Esta transformación remite a reconfiguraciones propias del capitalismo tardío como son, por ejemplo, el incentivo a todas formas de consumo así como la creciente mercantilización de lo que antes eran “relaciones íntimas” como el sexo y el cuidado de niños y ancianos (Constable, 2009).

La relación de las travestis-mujeres trans con las biotecnologías médicas y caseras ha navegado en la Argentina terrenos de ambigüedades legales y médicas hasta la promulgación de la ley de Identidad de Género de 2012. Lo que se resalta aquí es que ya desde fines de los años sesenta, las maricas observarán a las primeras mujeres transexuales y adquirirán conocimiento de las biotecnologías utilizadas en el Norte Global para producir esos cuerpos. La mujer transexual funcionará, entonces, un horizonte de deseo que será adaptado a una construcción corporal local periférica y pobre. Como hitos biotecnológicos centrales mostraremos la difusión en Buenos Aires durante los años ‘70 de las hormonas femeninas, en los años ‘80 la llegada de la silicona industrial para modelar los cuerpos y, finalmente, el crecimiento de la industria de la cirugía plástica en la Argentina a partir de los años ‘90, el cual incluirá el acceso de las travestis y mujeres trans a dicha tecnología. Paralelamente, habrá técnicas de transformación externa que también se van sofisticando.

Finalmente, consideraré las industrias de comunicación y transporte. A pesar de su radical exclusión del espacio público autorizado o legítimo –o quizás, precisamente por eso– las travestis y mujeres trans (y antes, desde los ‘50 y ‘60 las maricas) han sido ávidas consumidoras de los medios de comunicación particularmente en lo que atañe a su relación con las industrias del espectáculo, encontrando allí imágenes y discursos nodales en la constitución identitaria. Si bien me circunscribo a un espacio físico limitado como es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en adelante CABA), observaré cómo las migraciones así como los viajes de imágenes (ya sea por medio del cine, la televisión y más recientemente, el internet) presentan una tensión en la estabilidad de esta geografía. La aceleración de estos fenómenos, enmarcados en lo que David Harvey (1990) ha llamado la “compresión espacio-tiempo” en el capitalismo tardío contribuirán a desestabilizar esta mirada local.

Comencé mi trabajo de campo a comienzos de 1995 con activistas travestis4. Durante esta etapa trabajé con entrevistas en profundidad y observación participante centrada en el accionar político de las activistas: manifestaciones públicas enfrente (y hasta adentro) de comisarías, marchas, brigadas de control de la policía y entrega de preservativos, reuniones políticas con diversos grupos.

Entre el 2001 y el 2005 expandí el universo poblacional de estudio para incluir una diversidad etaria pero centrada en migrantes oriundas del NOA, grupo mayoritario en la CABA5. En este período ya vivía fuera del país así que las excursiones al campo eran una vez al año y por un par de semanas y allí fui diariamente a hoteles en Constitución y Palermo (lugares de habitación central de las migrantes) a hacer entrevistas y observación.

En el 2016 comencé a hacer trabajo de campo en Italia donde me alojé en la vivienda de una mujer trans en Roma y entrevisté travestis y mujeres trans argentinas de diversas edades así como realicé observación participante en las zonas de trabajo prostibular. Allí pude entrar en contacto con travestis de diversas generaciones, particularmente, mayores de 60 años.

Las biografías personales de las travestis mayores están marcadas por la violencia: largos períodos de encarcelamiento –que culminaban en desalojos y pérdidas de objetos personales de muchas de ellas al salir en libertad– así como migraciones y exclusión del estado de derecho, crean discontinuidades temporales en las narrativas. Similar dificultad encontré en la relación con procedimientos prostéticos y biotecnológicos6. Esta dificultad ha sido sorteada incluyendo otros archivos. Fotografías y centralmente, films y sketchs televisivos así como reportes en periódicos de la época han permitido construir cronologías posibles, que después fueron discutidas con algunas entrevistadas.

LA COCCINELLE Y SUS MELONES ROSADOS

Como dije anteriormente, la baja esperanza de vida de la población hace difícil entrevistar a travestis y mujeres trans mayores de 60 años. Mi informante central de aquella generación es Perica, quien me recibió en su casa de Roma y con quien conviví por un par de semanas. Perica hoy tiene 70 años y vive en Italia desde 1987 cuando escapó de Argentina con dos balas en la pierna y una sentencia de muerte de la Brigada de Munro.

Escuché hablar de Perica en los años noventa por otras travestis que habían trabajado con ella en la Panamericana, entre ellas, Lohana Berkins. Perica quedó como figura mítica para distintas generaciones por diversos motivos: para las que hoy tendrían o tienen entre 40 y 50 años, porque participaron o fueron contemporáneas a sus enfrentamientos épicos con la policía en la primera zona de prostitución exclusivamente travesti en Buenos Aires que fue “la Panamericana”. Para las más jóvenes, porque se la imaginan como una travesti triunfadora en Europa, que puede ayudarlas a emigrar.

Dueña de una memoria prodigiosa, fue ella quien me contó por primera vez sobre la Coccinelle: “…la marica más hermosa que hubo. Buscala, filmó con Graciela Borges Los Viciosos”. Efectivamente, en 1963, la maravillosa Coccinelle llegaba a la capital porteña para hacer su show en el Maipo. Perica y otras maricas adolescentes, con quienes convivía en un hotel abandonado, fueron a su espectáculo. “La más hermosa, la única. La esperábamos afuera para verla, saludarla. No lo podíamos creer”, me diría con los ojos encendidos.

Jacqueline Deufresnoy, la Coccinelle, fue una de las primeras transexuales7 de los cabarets parisinos a fines de los años cincuenta. Después de haberse cambiado de sexo en Casablanca, con el famosísimo doctor Burou, llegaba a Rio de Janeiro a hacer una serie de shows que incluían cantar, bailar y hacer un strip-tease. Fue un éxito absoluto. Perseguida constantemente en las playas de Copacabana por los flashes de los periodistas, revistas y diarios reproducían el cuerpo de la bellísima transexual rubia, una bomba de sensualidad (Green, 1999: 233). Ese mismo año se embarca por una gira por las capitales de Sudamérica. Donde era perseguida por curiosos, admiradores y periodistas. Lemebel, en Santiago, la describe con su prosa única:

“Y el tumulto a la entrada del Ópera era un empujar de santiaguinos curiosos que deseaban ver este milagro de la cirugía. Y todos quedaron mudos cuando Cocchinelli bajó del auto en un relámpago de flashes. Era más bella de lo imaginado, con su pelo aluminio, sus grandes ojos verdes, y el par de mamas como rosados melones que desembolsó en el escenario para el estupor del público. ‘Todo es falso, puro relleno’, murmuraban los bailarines colisas sapeando envidiosos tras las cortinas” (Lemebel, 1998:36)

Pero la Coccinelle no aparece en el teatro de revistas y los periódicos sino también en films. En 1964 tiene una participación corta en la película de Enrique Carreras, Los Viciosos. Allí, explotando la fascinación, el director la hace actuar de sí misma. Su escena dura tres minutos y transcurre en un cabaret. Vestida con un corpiño plateado, como su pelo, y una bombacha con plumas, será presentada como la Coccinelle y cantará y bailará una suerte de twist en francés. La cámara se detendrá una y otra vez en sus pechos. Los primeros planos de sus senos serán también en movimiento, mostrando cómo se menean y –podemos suponer– cuán ‘naturales’ parecen. Aunque menos, el film también se detiene en su pequeña cintura y las plumas. Cuando concluye su número y va al camarín, allí están los periodistas esperándola, ocasión para un breve pero sugerente diálogo entre la estrella y el fotógrafo: para posar, ella se pone un tapado de piel y toma una muñeca, y ante la pregunta si no es muy infantil, contesta “como mujer tengo sólo cuatro años”. Ante el pedido de un cambio, se niega firme: “No, basta de cambios”.

Vemos entonces que actuando la fantasía del director (y, podemos suponer, de la audiencia masculina) se presenta como una figura de una sensualidad desbordante pero a su vez infantilizada. Afirma su femineidad “nacida” así como su transformación definitiva, en la que mantiene sin cuestionar un binarismo sexual y de género.

DESPUÉS DE COCCINELLE, LAS MARICAS LOCALES: DE LOS ‘60 A COMIENZOS DE LOS ‘70

Si la Coccinelle tanto en persona como en film se presenta como una fantasía escópica de una ‘bomba sexy’ producida para un espectador masculino, tiene un impacto aún mayor en las “maricas”.

“A partir de ‘Coccinelle’… hay toda una apertura, algo nuevo que viene. Ellos vienen un montón ‘siliconados’ (subr. original), cirugías plásticas; la apertura social (…) nuevas oportunidades para las mariconas, se inaugura ‘el travesti artista’, (subr. original)… De ahí se abre un nuevo modo de vida… La cultura del puto artista, ya toditas andaban con el relleno de algodón para hacerse las ubres y ya salían a cantar”, recordará Malva en el 2012 (Cutuli, 2013: 192).

Green relata un fenómeno similar: “Brasil produjo sus propias Coccinellis, cuando los shows transformistas (drag shows) se mudaron de los night clubs gays a los teatros de las grandes avenidas” (Green, 1999: 234)8.

Pero estas “locales”, drags o maricas, observarán en el teatro de revistas pero también en las revistas y las películas, a estas estrellas internacionales y las copiarán. Como resalta Malva, con la Coccinelle “hay algo nuevo que viene” y esto es la transformación de “género” como un horizonte/fantasía posible. Es decir, aparece aquí un diálogo entre una identidad de género nueva, la transexual, producida con tecnologías biomédicas experimentales en el Norte Global entrando en contacto con las identidades maricas periféricas.

Sin embargo, no es sólo género lo que fascina a el/la espectador/a. Su blancura –“sus mamas como melones rosados”, sus “ojos verdes”, su “pelo aluminio”– así como su origen de región (Francia) y de clase –diva en el trato con los periodistas, el tapado de piel y las ropas lujosas– crea en las maricas locales un horizonte de deseo, no sólo de transformación física sino también de migrar a Europa y particularmente, a París9. Y en la vida cotidiana, abrirá el camino para las maricas locales a espacios mucho más reducidos que los que ella habita: los cabarets y teatros de revistas. Pero muy pocas eran las que podían sobrevivir como artistas. Para Perica, así como para muchas de sus amigas maricas pobres, la única posibilidad de construir esa femineidad soñada será en la prostitución.

Intentando sobrevivir con lo que pudieran, se hacía difícil mantener cualquier trabajo estable cuando la vigilancia estatal y su amenaza de encierro era una constante. Ser maricón era una condena que los ponía bajo el sistema estatal carcelario: siendo menores, eran clasificadas como “abandonados” y encerrados en Hogares hasta cumplir los 18 años. Una vez mayores, los Edictos Policiales autorizaban a la policía encarcelar a “personas vestidas del sexo contrario” o “haciendo escándalo en la vía pública” (prostitución). Los arrestos por ambas figuras eran entre 25 y 30 días, pero muchas veces quedaban por meses en la cárcel10.

Así, estos niños/adolescentes expulsados por ser “maricones”, con escolaridad precaria o sin ella, terminan en la prostitución para sobrevivir, pero también para construir una identidad femenina. Perica cuenta que varias travestis comienzan a vestirse como mujeres y pararse en las calles aledañas a la avenida Libertador, conocida zona de prostitución femenina. Allí, según Perica, los mismos fiolos (proxenetas) de las mujeres en prostitución, les explicarán del arreglo con la policía, es decir, a cambio de una suma monetaria (decidida por la policía) evitan la mayoría del tiempo la encarcelación así como la brutalidad policial.

En esa situación, las maricas se visten de mujeres y pasan como mujeres –a diferencia de los teatros de revista donde la ambigüedad sexual es parte del atractivo–. Pero, en el pasar no queda afuera el detalle de su genitalidad. Ante mi pregunta sobre qué las diferenciaba de las mujeres, ella contestará paciente: “las travestis besábamos y dábamos el culo, las mujeres no”. Volveré sobre este punto más adelante pero es importante resaltar que, a diferencia de las transexuales europeas –a quienes se comenzaban a administrar las recién descubiertas hormonas femeninas– el pasar de las maricas se limitaba a muy pocos elementos prostéticos exceptuando la ropa de mujer y algún relleno. Nadia Echazú relató que ocurría lo mismo a comienzos de los ochenta en Salta: “Conocí a la Nancy […] ella se pasaba los clientes y los clientes se creían que era mina. Los tipos no se daban cuenta. ¡No teníamos ni tetas! Lo que pasa es que tampoco era común un travesti. para él era puto el travesti (...) Se decía puto, y el puto, como decía mi cliente, antes pagaba” (Nadia, 34 años, 2002).

Aún sin tener rellenos, los clientes pensaban que eran mujeres biológicas11. El “pasar” entonces, parece depender en primer lugar de la imposibilidad de pensar a las travestis fuera del ámbito del cabaret, es decir, en la calle. Esta imposibilidad de pensar que habiten otro espacio que el autorizado (cabaret y teatros de revista) es lo que las travestis usarán a su favor. Pero igualmente importante es el vestirse y actuar una femineidad. Pero si en la Coccinelle su éxito es ser una “bomba rubia”, en las travestis es su femineidad más osada –comparada a la (mujer biológica) prostituta– lo que venden. Si el código moral de la (mujer biológica) prostituta prohibía los besos y el sexo anal como forma de establecer un límite de conductas corporales que separaba ambas identidades (ser mujer/ prostituta), las travestis atraviesan ese límite y allí constituyen un nuevo nicho en el mercado sexual12.

Pero, el “pasar por mujer” fue también una estrategia para eludir el hostigamiento policial ya que eran apresadas si se daban cuenta de que eran travestis. “Había maricas horribles, pero parecían mujeres. El comportamiento, todo. Porque si la policía se daba cuenta de que eras travesti, ibas presa. Entonces, las maricas tenían que aparentar como mujeres. Vestirse como mujeres, pasar por mujer. Casi todas” (Perica).

Se observa entonces que en los años ‘60, comienzos de los ‘70, las maricas argentinas entrarán en el teatro de revista como transformistas y en la prostitución como mujeres. Josefina Fernández (2004: 96) expone el mismo escenario en los años ‘90, mostrando que las cosas no cambiaron mucho en esos veinte años..

LOS ‘70: APARICIÓN DE LOS TRAVESTIS

Desde comienzos de los ‘70 algunas travestis brasileras –las más osadas– viajarán a París, Barcelona y Berlín para trabajar en casas nocturnas. Aunque el salario era bajo, el hambre de triunfar en Europa como estrella del cabaret y el cine así como de emular aquellos cuerpos soñados les dio la fuerza para conseguir el dinero para el pasaje. Por esos años, los cabarets de París se volvían más selectivos, y a tono con las innovaciones médicas, estimulaban a los transformistas a hacerse intervenciones menores como electrólisis para eliminar el crecimiento del vello (procedimiento desconocido en Latinoamérica) y la ingesta de hormonas, así como rinoplastia y el uso de fillers para redondear los cuerpos. Rogéria, una de las primeras transexuales en triunfar en París, contará que muchas amigas fueron convencidas por médicos franceses de dejarse inyectar en los rostros y cuerpos parafina, y luego a partir de los ‘60, silicona.

Importadas a Argentina vía Brasil, llegan las imágenes de esas travestis glamorosas a través de revistas y de giras por Latinoamérica. Adherida viene la palabra “travesti” para definir esa identidad. Vanessa Show, una de las más famosas travestis del teatro de revistas argentino en los años ‘70, hará lo mismo aunque sólo recorriendo el conurbano y otras ciudades argentinas con espectáculos como “Compañía de travestis” y “Los travestis se divierten” (cit. en Cutuli, 2013: 194).

No solo en el teatro se instala el nombre sino también en el cine. En 1975 se estrena Mi novia el... de Enrique Cahen Salaberry. Inicialmente el título incluía “travesti” pero fue censurado, dejando solo el rastro en los puntos suspensivos. La película es una remake nacional de la producción alemana Viktor/Viktoria (1933) y narra las aventuras de una mujer que se disfraza de transformista y tiene éxito mundial en el cabaret. Es, también, una comedia de enredos que juega con la ambigüedad genérica. Además de difundir masivamente el término travesti, lo fija a un espacio legítimo, el cabaret y teatro de revista. Pero también puede pensarse como ‘bisagra’ entre dos momentos: la liberación sexual de los años sesenta y la represión brutal que ya puso en marcha la Triple A y que se institucionalizará con la dictadura militar. Si de la década anterior incluye tomar el tópico de ambigüedades genéricas y sexuales en clave de comedia (aunque, como en la original, se resuelve heteronormativamente), adelanta elementos comunes de la cinematografía dictatorial: tanto el género, la comedia sexual picaresca, como sus protagonistas, los actores Alberto Olmedo y la despampanante Susana Giménez (como “El”) y su director, Cahen Salaberry.

Como analiza Débora D’Antonio, el régimen estimula la producción y circulación de un estilo de comedia picante con una línea argumental única y simple: varones casados de clase media cuyo único objetivo en la vida es tener sexo con mujeres –otras que sus esposas–. La autora señala que las mujeres casadas aparecen como “poco deseables y sin ningún tipo de agencia propia” mientras que las –nunca logradas– amantes son “mujeres jóvenes, bellas e inteligentes […] Paradójicamente, estas mujeres convertidas en objetos sexuales por medio de planos cortos en los que se las ve meneándose, bailando o en alguna pose sensual son representadas como mujeres inteligentes que pueden resolver situaciones complejas en contraposición a las mujeres casadas que, recluidas en el hogar, son figuradas como mojigatas” (D’Antonio, 2015: 928)13.

¿Cómo se relaciona entonces un régimen represivo, defensor de la ‘moral cristiana’ con este estímulo económico a películas subidas de tono? Pueden observarse distintos mensajes morales que serán afirmados por diversos canales: el centro del derecho (y protagonista en las películas) es el varón heterosexual que, por un lado, ‘obedece’ los dictados del régimen al participar en la institución del matrimonio (que aparece como una carga pesada y tediosa) y por otro, lejos de ser el animal político y público de la década anterior, se transforma en una figura pusilánime cuyo único motor es el deseo sexual (que queda en el espacio de lo prohibido y privado).

Por otro lado, hacia las mujeres, les da sólo dos modelos posibles: el de la aburrida y sufrida esposa que encerrada en su casa, mantiene la institución matrimonial y el de las otras mujeres convertidas en objeto de deseo. Si las primeras se presentan como un mensaje normativo para las mujeres, las segundas son más difíciles de leer: si efectivamente, son mujeres independientes que participan del espacio público con cierta equidad, y con atributos físicos altamente deseables ¿por qué querrían tener sexo con estos varones de mediana edad, de clase media y sin atractivos físicos o intelectuales? La sencilla respuesta es porque solo existen en la imaginación de estos pobres tipos, son una fantasía. Pero también puede observarse una autorización para pagar (como en el cine) el consumo de dicha fantasía.

Si para las mujeres ‘honestas’ esas figuras producen temor de contagio, las travestis las ven como modelo a seguir. Nadia describe cómo, en Jujuy a comienzos de los ochenta, conoce a su ‘madre’ de la calle: “La Nancy, contra la mayoría de las mujeres clásicas, que le cocinan al marido y lo atienden y hacen esa vida de concha, era una mujer inteligente que quiere progresar y llevarse al mundo por delante. Yo me enganché de una con la Nancy” (Nadia, 34 años, 2002).

Aquí Nadia muestra que estos dos modelos femeninos ya están naturalizados: la ‘mujer clásica’, ama de casa, al servicio del marido, esclavizada (y no casualmente, llamada despectivamente metonímicamente a partir de su genitalidad, concha) y la ‘mujer inteligente, que quiere progresar y llevarse al mundo por delante’. Es decir, una travesti que, excluida de cualquier otra participación posible en el espacio público, encarna a una prostituta para alcanzar una movilidad social y económica.

Pero, a fines de los setenta la televisión comienza a ser un medio de comunicación central incluso en las regiones más pobres del país. Y allí vemos similitudes: “Yo siempre era Linda Carter […] la mujer maravilla. Tenía las imágenes de una mujer que vestía lindo, elegante y tenía esa forma de pintarse, que era variada. No era la puta de uñas largas, rojas constantemente. Y que así se empezaban a ver mujeres como Farah Fawcett Major en esa época que no estaba todo el día con la toca” (Nadia, 34 años, 2002)

“La mujer maravilla” así como “Los Angeles de Charlie” o la “Mujer biónica”, llegan directamente a las pantallas de los televisores de provincia en los primeros años del régimen militar y muestran estas mujeres consideradas bellas, fuertes física y mentalmente, y también altamente independientes (salvo en el caso de la Mujer Maravilla, sin amores constantes). Se acercan entonces al estilo de mujer descrita por D’Antonio en las películas picarescas argentinas. Pero también físicamente hay similitudes (particularmente con la mujer ‘sexy’ de Linda Carter): en primer lugar, el tipo de figura contorneada, que enfatiza senos y cola. Esta se reproducirá a través de un elemento prostético, piu-piú, ‘relleno’ o más prosaicamente llamados ‘colchón’ utilizando no ya telas de algodón sino un material más innovador: goma espuma. “Lo que hacía era hacer con goma espuma lo que harías con una prótesis de silicona y hacer que la piel sea un par de medias. Si eras chueca te ponías un poco en las piernas. …Primero te ponías una media de lycra gruesa, para que tape todo y después una de lycra de vestir que amontonaba todo” (Nadia, 34 años, 2002).

Si bien los rellenos se utilizaban al menos desde los años ‘50 (Cutuli, 2013), la invención y llegada en los años ‘60 de un tipo de poliuretano liviano utilizado en prendas –comúnmente llamado Lycra– permite armar contornos físicos más realistas. Y tenía otra ventaja: su liviandad les permitía a las travestis correr si había una razzia policial. Pero si eran apresadas, al obligarlas a desnudarse en las comisarías, las que llevaban rellenos eran objeto de burla policial.

Otra característica física a resaltar en las heroínas norteamericanas es su raza: tanto la blancura de su piel como sus narices pequeñas y respingadas daban cuenta de lo que aún hoy en el campo de la cirugía estética –que mantiene la tipología fisionómica de las ciencias humanas racistas del siglo XIX– es llamado raza caucásica. La fisionomía de la nariz como marca central de la raza ha sido profusamente desarrollada (Cf. Davis, 2003). Pero hasta los años noventa, serán muy costosas14. Algunas pocas travestis lograban hacérselas en Buenos Aires o Rosario –a veces pagada por un cliente–, pero la mayoría tenían que conformarse con arreglos temporarios. “Había quienes se ponían un cañito de la lapicera con el que se levantaban la nariz por dentro. También había quienes doblaban la pincita de depilar y con eso se levantaban la nariz. Después, cuando apareció la ‘Gotita’ ya se la pegaban, pero eso era más sofisticado” (Nadia, 34 años, 2002)15.

Estas invenciones eran realizadas en un contexto de represión creciente. Si durante los años setenta Perica y otras travestis habían descubierto la zona de la Avenida Libertador (en CABA), la dictadura militar recrudeció la represión policial hacia los homosexuales –incluyendo quienes estaban más expuestas a sus atropellos por tener que trabajar en la calle–. Muchas de ellas escaparon a Brasil y Uruguay, y las más afortunadas a Europa. Perica, por ejemplo, cansada de ‘vivir en el calabozo’, se va por ‘un tiempo’ a Río de Janeiro con varias amigas y conoce “por primera vez la libertad”, recordará.

LOS ‘80: PANAMERICANA Y SILICONA

Si el regreso del régimen democrático en 1982 se presenta para la mayoría de la sociedad argentina como un retorno a un estado de derecho, no incluye a las travestis. Tanto Lohana como Nadia afirmaban que no hubo diferencia en el cambio de régimen. Muchas de las entrevistadas corroboran esta afirmación al no poder describir diferencias vivenciales entre el momento dictatorial y el democrático en sus propias vidas. Los Edictos Policiales se mantuvieron sin ser discutidos y con ello, la vigilancia y represión sobre las travestis, se mantenía. En busca de un alivio de este control, algunas (entre ellas Perica) buscan zonas geográficas nuevas. La zona más importante de los ochenta fue la Panamericana.

La Panamericana es la ruta que separa la Ciudad de Buenos Aires de distintos distritos del conurbano bonaerense y a éstos entre sí. Es precisamente su carácter liminal lo que la hizo exitosa entre las travestis ya que les permitía cruzar de un distrito a otro en pocos metros. La “zona” se vuelve un éxito y crece rápidamente, y con ello el control policial vuelve a su lugar: “En la Panamericana trabajábamos con arreglo. Vos pagabas el arreglo con la policía local, pero después venían del Departamento de Toxicomanía o de cualquier otro y te levantaban. Era imposible pagarles a todos. Tenías que vivir pagando y con qué te ibas a tu casa?” (Perica, 67 años, 2016).

Pero no solo eran encarcelamientos y extorsiones; también los asesinatos tanto de travestis por policías y clientes eran frecuentes. Una modalidad nueva era la de autos pasando a gran velocidad y disparando con armas de fuego a las travestis (que ellas sospechaban policías o parapoliciales). Varias fueron asesinadas de esta forma y otras muertas atropelladas por autos al tratar de escapar de la balacera. Es esta violencia una de las razones por las que las travestis se vuelven visibles en los diarios amarillistas de Buenos Aires. Casos Policiales, Crónica y Esto comienzan a utilizar la palabra “travesti” para describir no ya a figuras del teatro de revistas, sino a prostitutas que trabajan en la calle, en la Panamericana, y que son asesinadas por “el loco de la panamericana”.

Asimismo, otro motivo de interés de la prensa amarillista es mostrar los cuerpos travestis. Es a comienzos de la década del ‘80 cuando la silicona industrial llega a Buenos Aires y con ello los cuerpos modelados son exhibidos también en estos periódicos.

CUERPOS SILICONADOS

La llegada de la silicona industrial a Buenos Aires transforma radicalmente cuerpos y subjetividades travestis. Aunque el año y el origen de la llegada de la silicona es motivo de controversia entre las mismas travestis, lo cierto es que cuando Lohana Berkins llega a Buenos Aires en 1984, había algunas pocas que ya se habían puesto silicona. De Francia a Brasil, y de allí a los países limítrofes (Kulick, 1998: 73). La introducción de la silicona produce transformaciones radicales tanto en las propias travestis como en su nicho, en la prostitución.

Si bien, como en las autobiografías de las transexuales desde los años ‘30, las biotecnologías médicas son presentadas por las propias usuarias así como por los médicos como la natural adecuación de un cuerpo masculino a una subjetividad/alma femenina, el ponerlo en relación con modificaciones culturales y económicas mayores complejiza la mirada. Lohana Berkins me explicaba en una entrevista:

“…muchas travestis dicen que nuestra vida cambió con la silicona porque ya empezó la competencia por la silicona, la que tenía y la que no tenía. Antes todas se rellenaban, nunca se sabía cómo era el cuerpo de cada quién. Cada una se iba al baño, se montaba. Y ya después con la silicona, salíamos todas chorreando, con la tanguita porque había que mostrar. El tema del cuerpo, como la cirugía, te daba un status. La belleza también” (Lohana Berkins, 2001).

“Salíamos todas con la tanguita porque había que mostrar”,en palabras de Lohana, los cuerpos desnudos. Pero el único espacio autorizado para mostrar estos cuerpos es en fiestas privadas o en la calle en la prostitución. Josefina Fernández observa agudamente esta relación al proponer el espacio de la calle como “un gran escenario abierto ahora al público” (Fernández, 2004: 96). Aunque el público en los ochenta en la Panamericana son sólo otras travestis y los clientes, propongo pensar este ‘mostrar’ como despliegue escenográfico que las acerca no sólo a performances mediáticas sino a espacios de fantasía.

En primer lugar, podemos observar el tipo de cuerpo que se construye. Fernández (2004) y Berkins en numerosas entrevistas han bautizado los cuerpos producidos como cuerpo jarrón refiriéndose a que los contornos centrales transformados eran las caderas y los pechos pero a su vez, acentuando lo que es definido en el lenguaje binario biológico como características físicas secundarias. Es decir, este cuerpo femenino expresa y acentúa el imaginario biológico binario.

Pero también lo que las acerca a Moria Casán, famosa actriz argentina del teatro de revistas, cine y televisión, y modelo de las travestis, es una actuación de género. No solo las travestis naturalmente expresarán su género sino que la actuación de género al que están confinadas –y del que se apropiarán– es la prostibular. Es sugerente observar la trayectoria de Moria en esos años para tender algunas conexiones entre la vida de las travestis e industrias culturales y económicas mayores como son los medios de comunicación y los cambios en el mercado sexual. Si “salir a mostrar” en palabras de Lohana era en los espacios confinados de la prostitución, el ‘destape’ democrático permite a Moria Casán pasar del espacio del teatro de revistas y cines a la masiva pantalla de televisión abierta que se difunde en todo el país.

Quizás el personaje más famoso de esa época es su “Rita Turdero, la Pantera de Matadero”. Rita es una mujer de Mataderos, barrio humilde de Buenos Aires. El sketch repite el formato de ella presentándose en bikinis con brillantes y plumas (como en el teatro de revistas pero menos espectacular), bailando sensualmente cumbia y posteriormente, dialogando con el conductor sobre algún tópico que permite el juego de doble sentido (entre uno literal y uno subliminal, siempre sexual). Parte de este doble sentido es que Rita es una chica “que se divierte”. En uno de los sketchs, cuando la sociedad está discutiendo acaloradamente una posible ley de divorcio Rita cuenta que armó una agrupación política, “el Movimiento de Liberación de Pibas Divertidas” y que ellas abogan contra la sanción de la ley de divorcio. Ante la mirada consternada del conductor, ella afirmará “Somos antidivorcistas… El ochenta por ciento de nuestros clientes son casados” (Youtube, 2018). El exceso de su desenfado, expresado además en el “pibas divertidas”, muestra una relación más con travestis en prostitución (quienes, como vimos, desde la década anterior vienen ocupando un nicho de la prostitución osada) que con mujeres.

Volviendo al escenario de la Panamericana, las travestis con sus cuerpos nuevos siliconados llegaban allí con un espolverino (tapado largo) y con bikini o ropa muy sugerente abajo. Una de mis interlocutoras, quien empezó a trabajar en la Panamericana a los catorce años, cuenta:

“Yo quería cuerpo. Quería ser exuberante, ser como todas, tener ese cuerpo. Quiero ser imponente, quiero que los hombres me vean y se mueran. La primera vez, cuando tenía 13 años, empecé a tomar hormonas y tenía como tetitas, pero después me quería poner siliconas pero era muy cara. A los 16 años dije ‘me voy a poner las tetas...entonces me iba a trabajar todos los días y ahorraba. .... No podía guardar plata porque vivía (cayendo) presa. Entonces, la primera vez me puse fue un cuarto (litro) y un cuarto (litro) de siliconas. Me quedó chiquita, unas tetas chiquitas, 85, 90. No alcanzaba. A los 17 me hice las caderas” (P. 1996).

El extracto de P. da cuenta de varios tópicos: primero, el querer/tener ese cuerpo, muestra una distancia entre una subjetividad que quiere ‘poseer’ un cuerpo, desestabilizando la simple idea de “pasar” hacia el cuerpo genéricamente correcto. Pero no sólo se trata de ser como todas –idea que parece referirse a primera vista a la comunidad travesti en su totalidad– sino además, como puntualiza Lohana con sus reflexiones sobre las diferencias de status, de ser como las más bellas. Es decir, aparece una jerarquización entre los cuerpos, que hace que las más jóvenes (o las más nuevas) quieran imitar a las ya transformadas. La escala de belleza discrimina en principio entre las que tienen o no tienen siliconas, pero también cuánta silicona y cómo es el resultado final.

Cabe mencionar, que los otros interlocutores en esta transformación son ‘los hombres’. “Ser imponente, que me vean y se mueran” habla de provocar un deseo paralizante en esos varones. Podemos ver aquí, que estos discursos y prácticas culturales producidos e incentivados durante la dictadura militar, es decir, varones enceguecidos por la pasión sexual y travestis como el objeto ‘imponente’ de deseo, aparece ya como naturalizados.

LOS ‘90: NEOLIBERALISMO, ACTIVISMO Y MIGRACIONES

La implementación del modelo neoliberal en Argentina, que comienza en la dictadura militar se profundiza desde 1989 con la asunción a la presidencia de Carlos Menem. Durante sus diez años en el poder, el Partido Justicialista implementó las políticas de ajuste neoliberal. Sus principales medidas fueron la privatización de las empresas públicas –entre las que figuran Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), el sector de servicios como electricidad, teléfono, agua y gas– la venta por concesión a empresas transnacionales de los medios de transporte –como trenes, autopistas y aerolíneas–, así como los medios de comunicación (televisión y radios). La reforma incluyó una desregulación masiva, concentración y exportación de capitales a través del buyout de bancos nacionales. Otro elemento importante fue la reforma de la “flexibilización laboral” que produjo un crecimiento agudo del desempleo y de los empleos precarios (Gambina, 1999).

En el plano cultural y social, resaltamos las transformaciones relacionadas con las identidades genéricas y sexuales. Como hito de visibilización de estas identidades, en 1992 se realiza la primera marcha del Orgullo Gay y Lésbico, organizada por la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), Convocatoria Lesbiana, Lesbianas a la vista y Gays por los Derechos Civiles (con Carlos Jáuregui). Por ese mismo año Kenny de Michelis funda Travestis Unidas, donde participarán varias de la futura organización ATA (Asociación de Travestis Argentinas), formada a comienzos de 1993. Pero las travestis no son plenamente aceptadas como identidad genérica particular. Una muestra del cambio en influencia y participación es recién en la marcha de 1995, cuando aparece el nombre Gay Lesbiana Travesti Transexual y Bisexual en la convocatoria y que se observa en la consigna de la marcha “Vigilemos a la policía”. En 1996 surgen OTTRAS (Organización de Travestis y Transexuales República Argentina) y ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti). Pero a pesar de las diferencias entre las activistas, coinciden en la derogación de los Edictos Policiales como principal lucha (Alvarez, 1998).

Ese mismo año se crea la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siguiendo los dictados de la nueva constitución. Fruto de los aires progresistas que parecen llegar, organizaciones de derechos humanos así como centralmente las travestis con el movimiento GLTTB (Gay Lesbiana Travesti, Transexual y Bisexual) acompañando y AMAR (Asociación de Meretrices de la República Argentina) presionan y logran la derogación de los edictos y la creación de un Código de Convivencia.

El flamante Código de Convivencia fue aprobado el 9 de marzo de 1998 con un “espíritu garantista” que excluía en silencio la figura de oferta de sexo como alteración de la tranquilidad pública. A partir de allí y durante los tres meses de plazo para reformar el Código, se produjo un debate sin precedentes donde travestis, ‘vecinos’ –es decir propietarios de clase media de los barrios donde había prostitución callejera– y políticos aparecían diariamente tanto en la televisión como en los diarios. Como recuerda Alan Pauls, era “un estado de pornodeliberación general… entregada con inusitado fervor a debatir a qué distancia de la puerta de calle de una casa de familia podía un travesti satisfacer a sus clientes más ungidos. …Fueron meses tensos, impúdicos, salvajemente divertidos, en los que muchas cosas abandonaron los sótanos donde se escondían –la clandestinidad de las putas y travestis, sí, pero también la respetabilidad espantadiza de la clase media–” (Pauls, acceso 2018).

En el texto de Pauls se puede percibir la súbita visibilización de las travestis y mujeres prostitutas como centro de miradas y discusión. Los medios de comunicación (privatizados) las intentan utilizar en un doble juego: por un lado como figura de pánico moral en donde los cuerpos en prostitución en las calles de la ciudad son mostrados incesantemente pero, a su vez, en la misma exposición se exacerba una curiosidad deseante, una incesante descripción de actos y personajes antes oscuros. La pregunta sobre quiénes son los clientes también comienza a develar que la prostitución no es un fenómeno marginal sino que, por el contrario, crece en la ciudad. No sólo eso sino que, en relación con las travestis, los deseos también se vuelven más diversos. Durante los noventa comienza a escucharse más frecuentemente que hay travestis que trabajan de “activas”. Si a comienzos de los noventa, algunas lo decían en voz baja, después del debate del Código, parece volverse moneda corriente (Alvarez, 1998).

El pánico moral establece líneas demarcatorias claras y la que se suponía progresista Ciudad Autónoma de Buenos Aires, reforma el Código de Convivencia reintroduciendo las figuras persecutorias de los Edictos bajo el artículo 71 de Alteración a la Tranquilidad Pública, donde se pune la oferta y demanda de sexo en la vía pública.

La exposición mediática es reproducida en todo el país. Con otros ojos. L., una joven travesti recordará cuando las veía en su provincia natal, Jujuy: “Yo veía por la tele acá cuando a las travestis las corrían. Yo decía ‘papá, papá, eso es un hombre?’ Yo era chiquita y me parecían bonitas. Mi papá me miraba así, raro, porque yo decía ‘¡qué bonita que es!’. Era una travesti, yo sabía porque por televisión la había visto. Siempre anduvieron desnudas” (L., 18 años, 2001).

En sus palabras se observa tanto la asiduidad con la que aparecían en la televisión así como su visibilización (a la vez que anclaje a la prostitución). Y así como L. las ve bonitas también el padre observa esta fascinación en su hijo y, al menos en este caso, no hay represalia.

Ahora bien, no sólo las imágenes viajan. También las travestis ‘porteñas’ –como se las conoce en el interior– vuelven a sus provincias natales y las mariconas adolescentes las perseguirán. ¿Qué buscan éstas?... F., quien llega a Buenos Aires a comienzos de los ‘90 siguiendo a Nadia cuenta:

“Nadia fue la primer travesti que conocí, a los catorce años. Yo nunca en mi vida había visto travesti. Yo me dije: ‘qué lindo. Un fuego! Quiero así!’... No conocía que vos podías tomar formas femeninas las veinticuatro horas. Encima yo salía con la Nadia y ella relinda, con el pelo largo. Yo la veía un fuego, blanca. Allá. Re bien vestida, muchas zapatillas Adidas, mucha ropa. Y por la calle los chongos la piropeaban, la jodían. Y las maricas me decían ‘tenés que tomar hormonas’ y yo iba anotando! En Jujuy no había siliconas. Tenías que ir a Brasil o venirte a Buenos Aires” (F., 30 años, 2001).

La vuelta al lugar, del que la mayoría escaparon despreciadas, es un éxito. Son admiradas por las mariconas y los chongos, como se denomina a los varones que se muestran como heterosexuales. Y en una provincia con profunda represión social y policial las travestis porteñas despliegan la posesión de capital simbólico y económico. El cosmopolitanismo se muestra tanto en el acento (porteño) y la actuación desenfadada como en la vestimenta y el cuerpo. Tanto las mercancías que cubren el cuerpo (adidas, relojes) como el cuerpo travestizado (la silicona, los cabellos largos) son inaccesibles en el mercado regional. Y aunque Nadia tenía un color de piel morena, incluso más oscuro que el de F., ella la vio ‘blanca’. Si bien Nadia había transformado su nariz, también son necesarios otros signos como los ya nombrados. Es la capitalización del cuerpo y la actuación lo que emblanquece. Ocurría un fenómeno similar en Buenos Aires donde las travestis ‘europeas’ o ‘italianas’ volvían de visita. Nadia las recordará con cierta amargura:

“En las fiestas que hacíamos habían tres o cuatro ‘italianas’ y venían de visita y eran nuestras invitadas de lujo. Traían vestidos y zapatos que se los vendían a las mismas travestis de acá. Zapatos con el taco a rosca, vestidos cloqué, que no se veían acá. Los tipos no estaban acostumbrados a verlos y las locas, un fuego” (Nadia, 34 años, 2002).

Pero no sólo era la ropa sino la actitud. La vida en Europa les hace descubrir la libertad de caminar sin miedo por primera vez. Mientras en Argentina el solo hecho de salir a hacer una compra al supermercado significaba la posibilidad de ser aprehendida por las fuerzas policiales, en Europa (al menos en algunos de países) esto sólo podía ocurrir si la policía las encontraba ejerciendo la prostitución. Y la presencia de las migrantes en los lugares de origen junto con un crecimiento brutal de la pobreza, intensificó el deseo de migrar.

Los modelos corporales también empiezan a cambiar en la década de los ‘90, dejando atrás las formas contorneadas de Moria Casán para imponer formas femeninas más estilizadas y andróginas. F. recordará riendo:

“Todas eran así, mucha cadera, mucha teta, mucha exuberancia. Yo no me lo hice. Todo el mundo me decía ‘tenés que hacerte las caderas, tenés que hacerte piernas porque las tenés muy flaquitas, muy de varón’. Las que se ponían siliconas acá era para que se le vea el culo tipo mujer, tipo jamón. Que la cola paradita, chiquitita es muy de varón, entonces se hacían un culo enorme, tipo mi mamá. Terminaron arruinadísimas. En el interior a los tipos les sigue gustando la exuberancia, la tipo culona” (F., 30 años, 2001).

Durante los años ‘90 las posibilidades de usos de biotecnologías se expanden con la proliferación de clínicas de cirugía estética en la ciudad de Buenos Aires, así como en el interior. Tanto las campañas de marketing de estas clínicas, como los medios de comunicación establecen las transformaciones estéticas como un cuidado del cuerpo, “un esfuerzo consciente de las clases medias para asegurarse una movilidad social ascendente” (Viladrich y Baron-Faust, 2014: 124). Las jóvenes travestis seguirán las modas de las modelos famosas, abandonando ya la figura de la vedette. Como muestra F. lo que podría pensarse como diferenciación temporal entre las mayores con un estilo voluptuoso y las más jóvenes es también una marca regional y de clase.

Lo que se ve hacia fines de siglo son varias transformaciones: en principio, si bien el uso de la palabra travesti como denominador autorreferencial sigue siendo la dominante, algunas comienzan a utilizar “mujeres transgénero” o “trans”. Pero después del debate por el código, la visibilización tanto de las activistas como de otras mujeres trans crece y deja de ser novedad. Siguiendo el camino convencional, algunas travestis y mujeres trans participarán del teatro de revistas y crecientemente, en la televisión.

CONCLUSIONES

Como se ha visto a lo largo de este artículo, el proceso de construcción de la identidad travesti-mujeres trans se fue consolidando y transformando en diálogo con distintos espacios sociales, económicos y mediáticos. Si bien en los ‘60 y comienzos de los ‘70, las maricas o maricones –como se identificaban en aquel momento– se mantienen dentro del espectro identitario homo-sexual, se observa la inclusión de rasgos de un género femenino. Las transexuales europeas y, posteriormente, brasileras, mostrarán la posibilidad de una transformación corporal. El mercado sexual, por su parte, será casi exclusivamente el espacio de supervivencia económica en un contexto de alta represión a las identidades no heteronormativas. Allí, tanto por sus prácticas sexuales como su performance –incluyendo el uso de ‘rellenos’ en algunas–, encarnarán esta figura de la mujer osada que las acerca a aquellas vedettes.

La dictadura militar combinará represión en el espacio público con incitación de modelos subjetivos y sexuales en el cine que, si bien siempre heteronormativos, su motor central es el deseo sexual. Si bien no aparece explícita la figura del varón en tanto cliente y la de la mujer espectacular como prostituta, se estabilizan como normales.

En los años ‘80 la persecución policial no merma y las travestis encuentran una zona geográfica, la Panamericana, donde pueden ejercer la prostitución. Ahora son reconocidas como “travestis” por los diarios amarillistas –aunque ambiguamente por los clientes–. La llegada de la silicona industrial las acerca a una construcción genérica femenina y fija tanto transformaciones corporales como un nicho de prostitución particular.

La década del ‘90 es el momento donde las “travestis” acceden a una visibilización en espacios públicos antes ilegítimos para ellas, el espacio político público. Lentamente algunas de ellas (activistas, pero también modelos bellas como Flor de la V) muestran un modelo genérico propio, travesti –aunque la mayoría seguirá excluida de otros empleos fuera del mercado sexual–. Esto también se reproduce en los clientes, quienes consumen prostitución travesti y crecientemente, exigen en el juego sexual el lugar de “activas”. El crecimiento en las comunicaciones crea un flujo de movimiento en las ‘europeas’ y ‘porteñas’ que vuelven a sus lugares de origen así como de las provincianas que migran hacia los centros urbanos. Ese intercambio permite la exposición de cuerpos y performances que incluyen en su capital mercancías suprarregionales (en las que se incluyen las transformaciones físicas). La merma en el uso de silicona (sobre todo en cantidad puesta en el cuerpo) hacia fin de siglo parece deberse a diversos factores: el modelo corporal de la época, más andrógino y siempre blanco, el acceso creciente a biotecnologías médicas así como el debate abierto por las activistas sobre las secuelas físicas que producen.

Queda para una futura investigación observar lo que ocurre en el segundo milenio. Sin duda, el activismo travesti y mujeres trans ha producido, en diálogo con políticas culturales y económicas neo-desarrollistas de la década que termina, logros únicos en la adquisición de derechos –que incluye ahora a los varones trans– como son la Ley de Identidad de Género, el Cupo laboral trans en varias provincias, etc. así como inclusión educativa y de empleo que permitieron que, por primera vez, el mercado sexual no fuera la única posibilidad de supervivencia. Pero éstos se combinan con una creciente violencia de género que incluye a las travestis y mujeres trans.

En el actual gobierno neoliberal de Mauricio Macri, con políticas brutales de desempleo y represión, se observa no sólo una vuelta a la fijación de las travestis y mujeres trans al espacio de la prostitución, sino un crecimiento brutal de la violencia contra las poblaciones trans y travestis.

NOTAS

1 Utilizo los términos travesti y mujeres trans ya que así se autodefine dicha población. Ambas categorías designan a personas nacidas con genitales masculinos pero que construyen una femeneidad corporal y subjetiva. Mujeres trans es una adaptación de la categoría de transgénero, identidad contemporánea que incluye, como propuso su principal difusor, Leslie Feinberg, “un arco iris” de identidades que son reprimidas y excluidas por la normatividad sexual y genérica (incluyendo aquí las identidades gay y lesbianas). Si bien su uso es cada vez más frecuente, varias organizaciones se autoidentifican como travestis, disputando la universalidad de las identidades y reclamando un origen latinoamericano, pobre y migrante.

2 Cutuli leyendo la autobiografía de Malva, una travesti chilena que llegó a Buenos Aires en la década del ‘40 y que murió en el 2011, propone una genealogía que se iniciaría en la década del ‘50, cuando las maricas se presentaban en cabarets y teatros porteños. Los cuerpos eran feminizados con ropas femeninas con “rellenos” en las zonas corporales esenciales para marcar el dimorfismo físico, cadera y senos (Cutuli, 2013). Estas prácticas muestran una continuidad con las de principio de siglo, descritas en Salessi (1995), en las que varones biológicos se transforman en mujeres por un período temporal en un cabaret o en una fiesta.

3 Excede los límites de este trabajo exponer la situación legal del trabajo sexual en tendencias globales y en Argentina en particular, pero como resume Scoular “las investigaciones empíricas (sobre trabajo sexual)… revelan que los enfoques legales que aparentan ser contrastantes en ocasiones producen resultados similares… en cuanto al aumento de marginalización de formas más públicas del trabajo sexual…” (Scoular, 2014: 221) Por otra parte, hay un crecimiento del trabajo sexual online (Bernstein, 2007; Cunninham et al., 2018) y particularmente, de la población trans participante. Según Pornhub, en esta web el crecimiento del buscador “transgénero” ha crecido en un 300% en los últimos tres años. Ver https://www.glamour.com/story/mainstream-porn-transgender-performers.

4 Como veremos más adelante, si bien el uso de la palabra travesti, parece comenzar en los años setenta en la industria cinematográfica, importando el nombre de Brasil, en los noventa está arraigado y designa a personas nacidas con genitales masculinos pero que construyen una femineidad tanto corporal, mediante el uso de biotecnologías, como subjetiva, mediante una actuación femenina. A comienzos de la década del noventa aparece la primera organización política exclusiva, Travestis Unidas. En 1993 se creará ATA (Asociación de Travestis Argentinas) y en 1996 ALIT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti) y OTRAS (Organización de Travestis de la República Argentina). En los años siguientes se fueron agregando otras identidades, primero transexuales y después transgénero. En el caso de las activistas, he mantenido sus nombres reales.

5 Los informes creados por Lohana Berkins y Josefina Fernández y colaboradores (Berkins Fernández, 2004; Berkins, 2008) así como el reciente La Revolución de las Mariposas (2017) muestra que más de un ochenta por ciento de la población travesti-mujeres trans de la CABA son migrantes del interior, mayoritariamente del NOA. (Berkins Fernández, 2005; Ministerio de Defensa de CABA, 2017)

6 La prohibición hacía que los procedimientos se tornaran riesgos de vida por tener que hacerlos en consultorios privados y sin ningún control ni chequeos posteriores. Son innumerables los casos en los que la herida se infectó y terminan en el hospital, o peor, mueren durante el procedimiento.

7 Las primeras experimentaciones con el cambio de sexo comienzan en los años ‘30 en la Europa sajona: en Alemania Magnus Hirschfeld, experimenta la naciente endocrinología en pacientes “Transvestiten” (traducido como travestidos) mientras que en Dinamarca se producen las primeras operaciones de cambio de sexo. Después de la Segunda Guerra Mundial, Harry Benjamin continúa desarrollando en Estados Unidos tanto la biotecnología que permita el cambio de un sexo al otro, como estableciendo la figura psiquiátrica del/a “transexual”. Así, en los países del Norte Global, comienza a producirse una división identitaria entre “transexuales”, quienes buscan un cambio de sexo y las “drags” o transformistas, quienes producen cambios temporales y externos (Ver Hausman, 1995).

8 Green habla de “drag shows”, que traduzco como “transformistas”. Cutuli, quince años más tarde, interesada en observar la genealogía de la cultura marica, subraya las marcas identitarias: “mariconas”, “el travesti artista”, “el puto artista” así como las marcas oscilantes de uso de género femenino y masculino para adscribir a estas nominaciones. La importancia en el uso del género gramatical (inexistente en el inglés) muestra aún más la complejidad identitaria que oscila no sólo en terminología sino también entre uso del masculino y el femenino para la autoadscripción. Pero también es huella de la profundización de la brecha entre una cultura “marica”, como ella la define, centralmente pobre y marginal, de una gay, de clase media y que intenta alejarse de cualquier juego con la femineidad (Ver también Rapisardi y Modarelli, 2001)

9 Emily Skidmore analiza la narrativa en la prensa sobre las primeras mujeres transexuales en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 60 y observa que Cristine Jorgensen es la única en ser mostrada en la prensa “respetable”, mientras que otras, negras o de rasgos mestizos, sólo aparecen en diarios amarillistas. Descrita también como una “belleza rubia” (“blonde beauty”) constituirá una femineidad fantaseada: formas exuberantes y performance de mujer de clase media, y lo más importante, es blanca. Así, Skidmore concluye que “las mujeres trans blancas pudieron articular la transexualidad como posición sujeto aceptable a través de una corporalización de femineidad blanca, notablemente, domesticidad, respetabilidad y heterosexualidad” (Skidmore, 2011: 271) Más ambigua al participar en el teatro de revista, Guimaraes propone que el éxito de Coccinelle en Sudamérica, se debió justamente a su estilo osado, que “incorporaba las figuras de Brigitte Bardot y Marilyn Monroe simultáneamente” (Guimaraes, 2015: 45)

10 Los Edictos Policiales eran facultades otorgadas a las policías provinciales y de la Policía Federal para reprimir actos no previstos por las leyes del Código Penal de la Nación. Fueron denunciadas por anticonstitucional ya que era la misma policía la encargada de recolectar y evaluar la prueba y de acusar y juzgar la falta. El detenido declaraba solo frente al oficial. La confesión del detenido más el informe del oficial era prueba suficiente para condenarlo. Los edictos policiales cumplían diversos fines: en relación con el aparato burocrático estatal, mediante estadísticas de arresto, mostrar que la seccional trabajaba encarcelando a personas que suelen ser sumisas al arresto (travestis, jóvenes pobres) y no a sujetos peligrosos (como ladrones, etc.). Pero también hacia los grupos sociales victimizados (en este caso, las travestis) ya que los disciplinaba en pagar un arreglo para no ser molestados. Los arreglos no eran hechos de corrupción aislados sino que forman parte de prácticas institucionalizadas (ver Gentili, 1995).

11 “El puto antes pagaba” se refiere al modelo tradicional donde el homosexual pasivo, le pagaba a un heterosexual activo para tener sexo. En los ochenta cuando Nadia comienza a prostituirse en Salta, los travestis, constituyen una identidad nueva y diferenciada. Es llamativo entonces que, si bien el proceso de apropiación de un nicho en el mercado sexual es similar al de Buenos Aires una década o dos antes, la categoría travesti ya reemplazó a la marica mostrando viajar más rápido que el conocimiento en los clientes. También Cutuli (2013) observa el cambio de marica o maricona a travesti como generacional, si bien el primer término nunca desaparece.

12 Es interesante observar que es la pasividad sexual lo que ubica a los homosexuales en la naciente Psiquiatría y medicina legal como anormales. Y las maricas y travestis utilizarán este deseo a su favor, constituyéndolo en valor de cambio en el mercado sexual.

13 En un brillante análisis, D’Antonio (2015) muestra las transformaciones de la censura a través del estudio del Ente de Calificación. Su poder, creciente y expansivo sobre la industria del espectáculo se mantiene hasta bien entrado el proceso democrático en los años ‘80. Particularmente relevante es su lugar durante la última dictadura militar donde canaliza el proyecto cultural de ésta a través de subsidios a películas como las nombradas y censura sobre una gran cantidad de películas extranjeras y nacionales. El proyecto dictatorial, entonces, no consiste exclusivamente en una profunda represión social y cultural, sino que paralelamente, es productor de valores sociales y culturales diferentes, otros, que son impuestos tanto por la fuerza bruta como por la persuasión.

14 Como muestran los trabajos de Edmonds (2010) el crecimiento de la industria de cirugía estética en Brasil (y concomitante, en Argentina aunque siempre a escala menor) se da como boom a partir de los años ‘80. Jarrín (2017) muestra a través de la biografía de Pitanguy, el crecimiento de la cirugía plástica en Brasil y Sudamérica.

15 Es importante resaltar que en el caso de las travestis y trans del Noroeste, los rasgos mestizos son más comunes. Aquí se observa una diferencia entre la bibliografía del Global North, más sensible probablemente a la racialización y la sobre poblaciones travestis y trans en Latinoamérica, en donde estas cirugías son consideradas “genéricas” (Ver Benedetti, 2005: 87; Prieur, 1998: 154)

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Informes:

1. 2017. La Revolución de las Mariposas. A diez años de ‘La Gesta del Nombre Propio’. Ministerio público de defensa de la ciudad Autónoma de Buenos Aires - Bachillerato popular Trans Mocha Celis.

Films:

1. Los Viciosos. 1964. Director: Enrique Carreras        [ Links ]

2. Mi Novia El… 1975. Director: Enrique Cahen Salaberry.

Videos archivo:

1. Moria Casán como Rita Turdero https://www.youtube.com/watch?v=ggAbjY4_suE Acceso en mayo 2018.         [ Links ]

 

 

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