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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.31 Posadas dez. 2017

 

DOSSIER

Interrupciones queer: estrategias visuales de desorganización tecnosexual

 

Nicolás Cuello*

* Profesor en Historia de las Artes y Magister en Estética y Teoría de las Artes por la Universidad Nacional de la Plata. Actualmente se desempeña como Becario Doctoral del CONICET, y miembro del Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas del CEDINCI/UNSAM. E-mail: cuellonicolas@hotmail.com

Fecha de recepción del original: 21/05/2018.
Fecha de aprobación: 26/09/2018.


RESUMEN

Las tecnologías de comunicación virtual, y su ininterrumpida actualización voraz, sin duda forman parte de una compleja trama de aparatos macropolíticos de producción, control y consumo que alteran las posibles relaciones sociales entre cuerpo, placer y procesos de subjetivación (Haraway: 2014 [1991]). En este sentido, las investigaciones extra disciplinares (Holmes, 2008) desarrolladas por el artista chileno Felipe Rivas San Martin (1982), producidas desde el territorio anfibio que intersecta las políticas sexuales críticas y los lenguajes del arte contemporáneo que operan desde la apropiación lúdica de las plataformas virtuales, posibilita aproximarse a una serie de artefactos sensibles que cuestionan los modos en que se efectivizan los regímenes actuales de organización e inteligibilidad sexual de los cuerpos. A través del diseño de ficciones políticas en red y alteraciones paródicas a los regímenes actuales de representación virtual, este artista introduce formas sensibles de interrupción queer a los sistemas de producción y representación de los imaginarios sexuales normados en curso.

PALABRAS CLAVE: Culturas Visuales; Tecnologías de Género; Disidencia Sexual; Redes Sociales.

ABSTRACT

Technologies of virtual communication, and its voracious updating course, are undoubtedly part of a complex web of macropolitical devices of production, control and consumption that alter the possible social relations between body, pleasure and processes of subjectivation (Haraway: 2014 [1991]). In this sense, the extra-disciplinary researchs (Holmes, 2008) developed by the chilean artist Felipe Rivas San Martín (1982), produced from the amphibian territory that intersects sexual politics and contemporary art languages, that operate from the playful appropriation of the virtual platforms, allows the emergence of sensitive artifacts that question the ways in which the current regimes of organization and sexual intelligibility of the bodies are effected. Through the design of political fictions and parodic alterations of the current rules of virtual representation, this artist presents a creative series of queer interruptions to the actual normalization of sexual imaginaries.

KEYWORDS: Visual Cultures; Gender Technologies; Sexual Dissidence; Social Networks.


HACIA EL ALGORITMO DEL CUERPO

Hablar sobre los modos en que los nuevos dispositivos de comunicación, especialmente aquellos desenvueltos a partir de la irrupción febril de internet como interfaz de productividad y lenguaje común de lo social, implica una serie de desafíos epistemológicos concretos que se hacen presentes en la dificultad de nombrar un fenómeno cuya principal potencia radica en la velocidad con la que muta su configuración, se complejizan sus algoritmos y se profundiza su lugar intrínseco en la experiencia sensible de los sujetos sociales. Es el régimen temporal de sus actualizaciones, ese que mencionábamos anteriormente, el que nos sitúa en un desfasaje continuo de provisionalidad teórica en torno a los posibles efectos de subjetivación que desencadena, a su participación en las estructuras contemporáneas de control y administración sexopolítica de nuestros cuerpos y las potencias creativas de modificación existencial que posibilitan sus usos críticos. Pero, este tembloroso campo de especulación analítica en el que deambulan provisoriamente nuestros deseos por construir marcos de referencias en torno al impacto que actualmente tiene dicho refinamiento de las tecnologías virtuales de comunicación, las representaciones online y la intensificación prostética de lo tecnológico en nuestras identidades socio sexuales, se completa con un conjunto particular de artefactos sensibles elaborados en las fronteras sintéticas de los lenguajes expresivos de la técnica informática, el arte contemporáneo y los activismos de la disidencia sexual. Como pretendemos demostrar en este trabajo, estos dispositivos habilitan zonas detenidas de reflexión y nuevas matrices de inteligibilidad que posibilitan evaluar, de manera situada y momentánea, la emergencia histórica de este presente virtualizado y su responsabilidad política en el tipo de experiencias que propone como parte del diseño sexopolítico de lo común.

En la actualidad, nos vemos inmersos en la transformación radical de los paradigmas que organizan sensiblemente tanto la experiencia de producción de lo social, como los procesos de subjetivación que definen la intimidad política del yo, instancias que en su conjunción inseparable implican lenguajes de reconocimiento, identificación y agencia de lo común, en el que nuestros cuerpos resultan protagonistas indiscutidos. Si algo caracteriza el estado actual de esta “sociedad de la información” (Sibilia, 2010), es haber alcanzado de manera exagerada un nuevo estadio de fusión de la técnica con la experiencia social de los sujetos, fundando un nuevo estado de naturaleza ficcional que da por hecho esta nueva condición de profunda interdependencia prostética que se implica en lo vivido contemporáneamente. Por eso podemos hablar de un proyecto de reconfiguración de lo humano, en el que también se incluyen la naturaleza, la vida y la muerte. Un giro epistemológico en los comportamientos heredados de las maquinaciones subjetivas orquestadas al ritmo industrial de la modernidad, que dan paso a un nuevo desarrollo de lo social, gracias a una severa transformación procesual de toda técnica de saber a partir de la digitalización total de la experiencia viva. Asistimos, entonces, a una actualización acelerada de las telecomunicaciones, las ciencias de la vida, los aparatos de representación cultural, las microfísicas del poder económico y todo tipo de lenguaje implicado en el intercambio de información para la reproducción de lo social. Un proceso que se vuelve efectivo a través de la hibridación orgánico- tecnológica, que se fija mediante la incorporación obsesiva e interdependiente de nuevos artefactos comunicacionales implicados en las condiciones de inteligibilidad semiótica de la realidad. 

Este nuevo orden mundial que propone reajustes radicales en los modos que se relacionan lo social, la ciencia y la tecnología, demandando cambios fundamentales en la naturaleza, la clase, la raza y el género, es denominado por Donna Haraway (2014 [1991]) como una “informática de la dominación”, es decir una política a escala global que se compone por la industrialización de técnicas microelectrónicas de producción de mundo, como de nuevas políticas biotecnológicas de gestión de la vida del cuerpo social, y se expresa como el resultado de una serie de modificaciones que tienen lugar luego de la Segunda Guerra Mundial. Allí, las dicotomías entre la mente, el cuerpo, lo animal y lo humano, el organismo y la máquina, lo público y lo privado, la naturaleza y la cultura, los hombres y las mujeres, lo primitivo y lo civilizado están puestas ideológicamente en entredicho. Es así como –para esta autora– el hogar, el sitio de trabajo, el mercado, la plaza pública, y en especial el propio cuerpo, puede ser dispersado y conectado de manera polimorfa, casi infinita, con enormes consecuencias imprevistas para los sujetos. Es a través del desarrollo y la financiación de las ciencias de la comunicación y las biotecnologías que se instala una misma intención, nos dice esta autora, y esta es la traducción del mundo a un problema de códigos, una búsqueda de un lenguaje común binarizado, donde los sistemas de teorías cibernéticas se aplican a todo ámbito de la vida social, reduciendo toda narración de lo existente a una fuente de datos cuyos flujos informáticos componen las arquitecturas cuantificables de la experiencia, donde la diferencia entre máquina y organismo es poco precisa.

Estas nuevas coordenadas habilitadas por el desarrollo de las tecno comunicaciones, es decir este nuevo orden, ha posibilitado, como reconocíamos anteriormente, otro tipo de gestión subjetiva y organización de lo social. Con la universalización del lenguaje digital y su expresión informática, la realidad está dada ahora en forma de contenidos mediales cuya expresión algorítmica puede ser recomendada y reprocesada como una fracción del nuevo consenso sobre la verdad que se caracteriza por la temporalidad urgente de lo inmediato y una expresa no objetividad que priorizan el registro tumultuoso de experiencias múltiples, simultáneas y emocionalmente eficaces (Bunz, 2017 [2012]). Estas nuevas economías de la información, habilitadas por dispositivos privilegiados como internet, no solo proponen una transmutación del sustrato ontológico que subyace como texto en la intimidad de dichos sujetos que operan modulados por las torsiones de esta nueva lengua, sino que modifican de manera análoga las tecnologías de contacto que operan como el pegamento político afectivo que constituye la razón de lo común y sus posibles derroteros.

Dichas modulaciones técnicas del control biopolítico producen la intensificación de ciertos modos de ser, ciertas formas corporales, tanto como nuevas formas de lazo social en las que pierde actualidad la rigidez rústica de lo industrial y los ritmos aletargados del ensamblado maquínico moderno, para dar paso a un nuevo tiempo posmoderno actualmente estimulado por modalidades que se adaptan mejor a los circuitos integrados del capitalismo informacional global, que apareja tipos de humanidad vectorizados por el ímpetu de la funcionalidad, la fluidez comunicativa, el rendimiento económico, la superación moral, la gestión higienizada de sí y la transparencia afectiva que marca el ritmo indiscutido de su integración complaciente a los horizontes de futuridad capitalista, reduciendo al mínimo la falla, la interrupción, la opacidad y el derrame de cualquier sentido. Dicha promesa se vuelve real a través del consumo popularizado de prótesis informáticas y biotecnológicas que transforman a los cuerpos en plataformas tecnovivas conectadas, ávidas y sintonizadas por la pedagogía correctiva de la ansiedad meritocrática (Sibilia, 2010), acoplados sin opción a dispositivos no orgánicos cuya esencia se considera inmaterial.

Al mismo tiempo, estos nuevos comportamientos de la imaginación política online que operan en las geografías íntimas del yo, también replican sus efectos de mutabilidad en la construcción de una nueva opinión pública, de nuevos sujetos de consumo informacional, como de metodologías de gestión del acontecimiento colectivo. Es decir, han transformado de igual manera el paisaje de la movilidad sociopolítica y sus narrativas de organización. Es que definitivamente, el desarrollo tecnológico y los procesos correspondientes de complejización del flujo informacional que abarca la extensión del orden capitalista mundial, no solo se pronuncian como una reestructuración temporal de las condiciones necesarias para la multiplicación extractiva de plus valor, sino que abren paso a una serie de cambios profundamente imprevisibles, en los que se implican los cuerpos en sus dimensiones micro y macro políticas. Pero, en este paisaje inaprensible resulta oportuno insistir que dichos sistemas técnicos no simbolizan de forma determinante la pulverización de la movilidad social en el espacio público como lenguaje colectivo de tensión utópica, sino que proponen una nueva manera incluso de pensar la condición de masa, de multitud y de conglomerado social, alterando el devenir de lo que hemos consensuado históricamente como política, como espacio público, como acción directa y como agencia crítica.

Habitamos un tiempo social que se expresa a través de un caótico museo imaginario producido a escala global, que funciona simultáneamente como un archivo del presente (Bunz, 2017 [2012]), donde se yuxtaponen flujos visuales de distintos orígenes geopolíticos, en el que circulan imágenes de manera ininterrumpida que renuevan la idea propia del acontecimiento, exigiéndonos ahora una integración activa de la polifonía informacional como si se tratara de una voz pública digital multitudinaria en la que buscar referencia e identificación. Esta es una de las razones por la cual, en esta era digital, una condición básica del control en la participación y la movilización social es el acceso a dichos datos y la información pertinente que la posibilita. En este nuevo ámbito, la actitud de algunos gobiernos, como de otros poderes financieros interesados en la continuidad estructural del presente tal como lo conocemos, ha cambiado durante esta era de la digitalización: la entrada de los algoritmos, los medios digitales de representación inmaterial, el pensamiento técnico científico y la realidad informacional no son solo un recurso para gobernar a la población, sino que ahora es un material de utilidad económica que trabaja en la maximización del beneficio, la eficiencia y el sostén del realismo capitalista (Fisher, 2016), es decir de un principio de cancelación de toda alteridad futura. Pero, de la misma manera que el poder siempre ha demostrado no controlar la totalidad de sus efectos, la opinión pública digital y las nuevas economías sociales organizadas en torno a estos reconfigurados estadios de las telecomunicaciones, auspician otras formas de interconexión social, agencias políticas cooperativas y formas novedosas de experimentar la subjetividad de manera singular, cuyo potencial aún late como una garantía de sueño emancipatorio.

POLÍTICAS SEXUALES DE LA TECNOLOGÍA

Para entender el tipo de incidencia que dichas transformaciones tecnológicas tienen en la producción de nuevas condiciones de inteligibilidad del cuerpo sexuado, es importante por un lado recuperar una serie de modificaciones que afectan las corporalidades en el marco de las estructuras del poder global y, posteriormente, su lugar protagónico como escenarios de materialidad y resonancia de los flujos virtuales característicos de las economías de representación online contemporáneas.

En los escritos de Michael Foucault (1992), desde mediados de los años ’70, la categoría biopolítica aparece como un poderoso instrumento conceptual para desnaturalizar la noción y la operatividad de las identidades sexuales disponibles para la época. Desde su perspectiva teórica, las categorías sexuales se constituyen productos de constelaciones específicas de poder/ saber, y explica cómo el poder no sólo se limita a reprimir, sino que también produce y moldea cuerpos y subjetividades, encarnándose en prácticas y discursos anclados en la cotidianeidad, invistiéndose en instituciones, manifestándose en técnicas e instrumentos de acción material. Para Foucault se trata de analizar el poder en sus formas más regionales, en la capilaridad de sus formaciones locales, en su “microfísica”. Al describir el paso de la “sociedad soberana” a la “sociedad disciplinaria” en la sociedad europea de finales del siglo XVIII, explica cómo el poder desborda el dominio de lo jurídico para volverse una fuerza que penetra y construye el cuerpo del sujeto moderno: “las relaciones de poder [penetran] materialmente en el espesor mismo de los cuerpos” (Foucault, 1992: 156). En tal sentido, el poder disciplinario no constituye un régimen de poder exterior al sujeto, que actúa sólo en términos de opresión, por el contrario, el propio sujeto es un efecto del poder disciplinario, está sujetado por éste. La noción foucaultiana de “tecnologías del cuerpo” muestra que el cuerpo funciona como el espacio sobre el que opera el funcionamiento de poder. Este análisis del poder permitirá tanto a las teorías feministas como a la teoría queer explicar la configuración específica de las jerarquías desiguales que experimentan los cuerpos según severos programas normativos de ordenamiento sexual y genérico.

En este sentido Paul B. Preciado (2004) hablará de “sexopolítica” para referirse a una de las formas dominantes de la acción biopolítica en el curso del capitalismo actual. Con esta categoría da cuenta de cómo el sexo –que implica por un lado, los órganos sexuales y las prácticas sexuales pero también los códigos (visuales) de la masculinidad y de la feminidad, las identidades sexuales normadas y desviadas– forma parte de la organización íntima del poder capitalista en el curso del control total sobre la vida. Esta noción de sexopolítica tiene en Foucault su punto de partida, pero al mismo tiempo cuestiona su concepción de la política según la cual el biopoder sólo produce disciplinas de normalización y determina formas de subjetivación. Preciado desplaza la atención que Foucault había depositado en torno a las denominadas “instituciones totales” y demás instituciones disciplinarias para centrarse en lo que considera los dos nuevos vectores centrales de control sobre las corporalidades: la industria farmacéutica y la industria de la pornografía. El autor define entonces como régimen “farmacopornográfico”, un concepto paralelo a lo conocido como poder disciplinario, que se diferencia de este por la manera en la que su materialidad cobra forma.

Ya no se trata del control arquitectónico que administra el orden biopolítico de los cuerpos desde una visión panóptica exteriorizada, sino que estamos ante un nuevo modelo de control que trabaja en la administración y gestión sintética de las corporalidades, operando desde su interior a un nivel molecular, modificando incluso la composición química del individuo. Dicho paradigma, cuya gestión se vuelve reconocible a partir de la Segunda Guerra Mundial, se representa en el nuevo orden social que se induce con el advenimiento de artefactos de diseño biotecnológico de consumo masivo, como la píldora anticonceptiva y, en otra medida, el viagra. Dispositivos que transformaron de manera radical la noción de la sexualidad asociada meramente a su capacidad reproductiva, y permitieron en ella la expansión de un orden de supervisión, administración y gestión biomediática de la subjetividad. El biocapitalismo farmacopornográfico no produce cosas, produce ideas móviles, órganos vivos, símbolos, imaginarios, deseos, reacciones químicas y estados del alma. Para este autor, en biotecnología y en pornocomunicación, no hay objeto que producir, se trata de inventar un sujeto y modular su expresión a escala global (Preciado, 2014).

Como podemos observar, las políticas culturales de las matrices de poder en curso han sido fuertemente transformadas en esta nueva era informacional, pero a diferencia de lo que podríamos identificar en una lectura superficial de nuestra época, las corporalidades no han sido olvidadas ni puestas en suspenso como suele creerse a favor del encierro virtual. En su lugar, el cuerpo y los artefactos que componen su imaginario y su materialidad, se han convertido en el sustrato más estratégico para la reformulación y la extensión del sueño capitalista. Por eso, estudiar las culturas visuales asociadas a los procesos de formación, identificación y consumo de la sexualidad, implica involucrarse en un proyecto complejo que busca dar cuenta de los modos de funcionamiento específicos de estas nuevas formas de actualización y supervivencia del capital.

En este sentido, es importante recuperar el trabajo crítico realizado por José Luis Brea en torno a la potencialidad de las imágenes electrónicas, su capacidad para construir comunidades online y transformar el espacio virtual en una esfera pública participativa, produciendo efectos de alteración sobre las experiencias sociales de los cuerpos.

En la historia de la imagen, para dicho autor, pueden identificarse al menos tres momentos que se diferencian entre sí por poseer potenciales simbólicos y funciones antropológicas distintas (la imagen-materia, la imagen-film y la imagen-electrónica). La imagen electrónica, es decir aquellos artefactos representacionales de carácter digital que circulan por el dispositivo de la web, es definida por el autor, como aquella que reduce a cero la adherencia entre imagen representada y soporte. La imagen electrónica flota evanescente, independiente y desprendida, como fantasma. Esta característica está dada por su primera condición que es la no materialidad que la define. Su virtualidad, su no estar en ningún lado, la compone de un carácter preferentemente psíquico, ya que cataliza el deseo y potencia la fantasía colocándose en un lugar que posibilita identificaciones mentales entre distancias y proximidades (Brea, 2004; 2007). Por estas razones es que resultan cruciales en los procesos de construcción y transformación de imaginarios, ya que su virtualidad es acompañada por la transformación material de la realidad, como de los cuerpos en los que se soporta su efecto significante. En este sentido es que podemos hablar de un nuevo sentido antropológico que despiertan estas imágenes.

Uno de los rasgos que más le interesa a Brea tiene que ver con la potencia crítica que estas nuevas imágenes producen con sus nuevas economías de consumo y recepción, donde efectivamente permiten una transformación posible en el sujeto con el que se relacionan. Antes este encuentro estaba signado por la emergencia de lo particular y lo singular. Un encuentro único, mágico, entre espectador y obra, entre sujeto e imagen, que construía a través de dicho contacto una dimensión auratizada de la experiencia personal1. Mientras tanto, las imágenes electrónicas no se preocupan ni generan condiciones como éstas, sino que dan lugar a una lógica de la multiplicidad de las formaciones de subjetividad colectiva, gregaria. No hay ritual posible ni experiencia que distinga entre todos los potenciales sujetos que se encuentran con estas imágenes; su componente es siempre comunitario, porque desvanece la promesa de individuación, de eternidad, estabilidad y dogma. El autor reconoce entonces que los nuevos sentidos despertados por la imagen electrónica, recaen en su decisiva pregnancia para las arquitecturas y maquinografías del deseo y su capacidad de condicionar, merced a ello, la economía política que articula las relaciones de producción bajo regímenes de abundancia y en el marco de las nuevas economías de la experiencia. Comprende su importancia en relación al establecimiento y la revocabilidad activa de los regímenes de vigilancia y control que desde la administración regulada de la nueva hipervisibilidad van a condicionar el modo de contribuir a la administración de un nuevo lugar social. Pero a su vez, observa en ellas nuevas potencias para constituir modos de subjetivación colectiva capaces de ejercer momentos de resistencia o independencia crítica en torno a los procesos de producción de lo imaginario tanto privado como colectivo, frente a las bien conocidas dinámicas de la homogenización interesada y despolitizadora de la nueva regulación imperial de los procesos de transferencia pública.

La producción de imágenes electrónicas tiene una clara particularidad en términos de construcción identitaria. En un ámbito donde el hacer determina nuestra existencia en el medio, se inducen de esta forma efectos de identidad performativos, y en el reconocimiento de estos procesos de identificación es donde se constituye la capacidad para generar sociabilidad, es decir, comunidades que surgen del movimiento y del hacer en conjunto. Estas constantes del universo de la web, es decir, este carácter deconstruido e inesencial de la identidad se complementa con otra fundamentación antropológica implícita en dichas imágenes: las culturas visuales online no son un mero producto de la percepción, sino que se manifiestan como resultado de una simbolización personal o colectiva. El ser humano no aparece como dueño de sus imágenes, sino como un lugar de las imágenes que toman posesión de su cuerpo, convirtiéndolo en una plataforma de inteligibilidad y mediación, como un espacio de producción y resonancia (Belting, 2007) en el que conviven una cualidad mental y cualidad material que suelen presentarse como una sola unidad, razón por la cual las tecnologías de la comunicación y las biotecnologías aplicadas son las herramientas decisivas de nuestra contemporaneidad para darle nuevas utilidades a nuestros cuerpos. Para así encarnar y poner en vigor nuevas formas de experimentación de si, tanto como nuevas relaciones sociales.

INTERRUPCIONES QUEER

En la cultura visual en curso existe un amplio registro de imágenes cuyos singulares modos de circulación aproximan caracterizaciones criticas del dispositivo comunicativo en cuestión a través de la puesta en marcha de artefactos sensibles e inusuales de articulación poético política que se enuncian desde las pantanosas zonas de contacto que existen entre prácticas artísticas, políticas sexuales y teorías críticas sobre los regímenes visuales de las sociedades contemporáneas. En ese sentido, este trabajo se propone abordar experiencias inscriptas en dichos proyectos críticos, pensándolas como procesos complejos y polifónicos que nos acercan a un singular modo de reflexión, uso e intervención de la potencia política del dispositivo internet y de sus tecnologías asociadas a través de la hibridación indiscernible de artefactos de significación como el arte, la investigación y el activismo sexopolítico.

En este sentido, la extensa obra del artista visual y activista de la disidencia sexual chileno Felipe Rivas San Martin (1982), que principalmente se centra en los desplazamientos históricos de soportes técnicos en la historia del arte, en la producción de subjetividades contemporáneas y especialmente en la relación entre el cuerpo, la imagen virtual y las nuevas comunicaciones, se posiciona como un trabajo ineludible en estas cartografías de experimentalidad analítica sobre el curso actual de los sistemas de representación y funcionamiento social de las tecnologías de la información. Potenciado por el proceso de pensamiento, traducción crítica y acción sexopolítica llevado adelante desde su participación en el Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS)2, su trabajo introduce una serie de interrogantes profundamente valiosos para reflexionar sobre la experiencia cultural y el impacto de las nuevas tecnologías.

Una de sus primeras intervenciones, que sirve como introducción a los problemas en los que se trama gran parte de su obra en relación al interés por los cruces políticos estéticos en la red virtual, es la acción Vendo mi homosexualidad (2009) realizada en plataformas privadas de libre comercialización como Mercado Libre, El Rastro o QuéBarato.cl. Este trabajo constaba del diseño de un particular aviso publicitario para ser compartido en internet, que ofrecía como producto objetivado la “homosexualidad” del autor. El anuncio online venía acompañado con una imagen fotográfica de su rostro, que replicaba en su estructura formal la composición de una fotografía legal identificatoria, pero cuyo reconocimiento terminaba siendo interrumpido por una franja negra que obturaba la representación de su mirada. Para el autor, dicha demarcación replicaba las estrategias médico clínicas de representación patologizante de cuerpos considerados enfermos, cuya identidad suele ser reservada al privar el acceso sobre la mirada de quien es retratado. La acción se completaba con un texto aclaratorio, en el que se detallaba descriptivamente aquello que se ponía en venta:

Vendo mi homosexualidad

Sin tratamientos ni pastillas, usted recibirá un certificado donde se acreditará ser dueño de la homosexualidad que adquiera. No acepte imitaciones. La homosexualidad que usted adquirirá está totalmente certificada y damos la garantía de por vida que no es de closet y que –al menos en cinco años–, no degenerará en otras formas de desviación sexual, tales como la bisexualidad, el travestismo, la zoofilia, la necrofilia o el frotteurismo.

La homosexualidad se vende por separado y viene con un manual de uso correcto y advertencias en inglés y español.

La homosexualidad es un producto que fue creado en la segunda mitad del siglo XIX, en Alemania, gracias al esfuerzo conjunto de psiquiatras, endocrinólogos y médicos pioneros. Ya son millones de personas en el mundo quienes han disfrutado de sus amplios beneficios.

La homosexualidad se fabrica desde 1869. Aunque algunos piensan que tiene similitudes con su antecesora –la sodomía–, gracias a las investigaciones de Michel Foucault se ha podido determinar que son dos productos totalmente distintos” (Link: http://feliperivas.blogspot.com/2009/07/vendo-mi-homosexualidad.html. Fecha de acceso: 15/04/2018)

Además de dicha descripción, esta acción se completaba con una extensa serie de indicaciones, en un claro tono irónico, en las que se detallaba de qué forma correcta utilizar aquel producto en cuestión: dónde hacer un uso visible, en qué momento ocultarlo, con qué otras ideas mezclarlo, qué tipo de consumos culturales es necesario adosarle, cómo poner en uso su utilidad con diversos comportamientos afines, etc.

Me interesa pensarla, en este sentido, de forma conjunta con la acción performática que el autor denominó Tutorial para chat gay (2010). Esta segunda propuesta consistió en la realización de un video instructivo que registra la voz del autor donde, a través de un paciente ejercicio pedagógico, explica de forma procesual cómo entablar una conversación virtual en una sala de chat para varones identificados como gays. El video exhibe los pasos básicos de búsqueda e ingreso a plataformas virtuales de conversación entre homosexuales, en los que se busca mayoritariamente la concreción de encuentros con fines sexuales. Lo interesante de dicho artefacto audiovisual es que la técnica pedagógica que implementa se ve interrumpida con reflexiones críticas del autor en donde señala, a través del uso de la ironía, los desplazamientos que dichas políticas de sociabilidad gay, es decir aquellas que operativizan estas nuevas formas de conectividad a través de dispositivos como internet, han producido en las culturas públicas sexuales (Warner, 1999) y en los comportamientos de los sujetos que las protagonizan. 

Estos “experimentos digitales”, como lo denomina Rivas San Martin, exploran la producción de subjetividad contemporánea homosexual en las que el autor encuentra reforzados una serie de estereotipos y roles socio-sexuales, especialmente aquellos que respectan a los modos en los que se construyen y asignan biopolíticamente los géneros (masculino/femenino) y en los que se reterritorializa la producción de efectos sociales discriminatorios, clasistas y racistas. Estos efectos estratifican verticalmente la experiencia sexual de los sujetos que interaccionan entre sí, rigiéndolos por principios de diferenciación e inteligibilidad neoliberales que producen economías de afirmación y expulsión en base a criterios empresariales de funcionalidad, efectismo e integración a la norma mayoritaria que promueve comportamientos higiénicos y normalizados en materia de sexualidad.

La emergencia soberana de este modelo de homonormatividad, descripto por Lisa Duggan (2003) como la irrupción de un sujeto gay desmovilizado, privatizado y despolitizado que desactiva deliberadamente el registro de marcas disonantes de su diferencia, aspira a un estatuto de representación transparente, discreta y reprivatizante: el gay “sin marcas” y “de marca” que siente que un circuito de asociaciones con el consumo lo dignifica, el gay que se deshace de experiencias históricamente constituidas de gregariedad pública como el estar juntos en la calle, el gay al que no se le nota ni las ganas de afectarse con el mundo ni las trazas de la injuria en su historia, el gay que no entiende por qué ser gay tendría que implicar otra cosa más que una opción privada, resguardada por las cercas de seguridad que propone el consumo y que, por eso, rechaza enérgicamente cualquier filiación con la transformación política.

Como veremos, los modos en el que estas imágenes funcionalizan o proponen sus sentidos críticos no centran su trabajo en efectos de literalidad, ni en la explicación simplificada sobre cómo funcionan las tecnologías de poder socio sexual asociadas a los regímenes visuales online. Tampoco se posicionan como esfuerzos teóricos que buscan reponer la linealidad de un sentido unívoco a su propia práctica, sino que buscan derramarse incluso por fuera de los efectos enunciativos de la lógica del autor para posibilitar el diseño de formas de acción incómodas que desnaturalicen las ficciones que políticamente distancian práctica y pensamiento, tomando como escenario de acción las relaciones sociales, los modos de consumo y las políticas de representación que estos dispositivos habilitan.

La complejidad metodológica de dicho proyecto se corresponde con la profunda extensión de un fenómeno en el que se anudan los efectos concretos de regímenes de representación virtual, formas contemporáneas de producción y precarización laboral mediatizadas, nuevas tecnologías de control y administración de los cuerpos sexuados, una acelerada mercadotecnia de la visualidad y la efervescencia de nuevos lenguajes expresivos como formas creativas de resistencia cultural.

Como vemos, en sus regímenes de producción, dado el grado de inmersión social en el que se desenvuelven este tipo de artefactos críticos, Felipe Rivas San Martin logra implicarse en procesos extraños de identificación y desidentificación (Muñoz, 1999), dando curso a nuevas formas de narración y a modos de socialización de la intimidad de los procesos de producción social de las sexualidades disidentes de la norma hetero. Dicha posibilidad se vuelve aún más potente cuando se arriesga a ser pensada por fuera de los cercos autoritarios de la distancia aurática propia de las disciplinas artísticas, trabajando sobre los umbrales temblorosos que abren las formas de representación online de la vida. El valor diferencial que me gustaría señalar en este conjunto de experiencias, es que ponen en marcha una metodología de trabajo que hace de la exposición pública del yo, una potencia que supera las narrativas mercantilizadas del self-branding como también de la industrialización individualizante de las poéticas personales. De este modo, estas nuevas formas de exhibición y de operatividad social, propuestas por dichas imágenes, dan paso hacia una experiencia abierta y novedosa en el derrotero local de las investigaciones extra disciplinares (Holmes, 2008), es decir aquellas impulsadas por el deseo de trabajar formas de invención por fuera de los límites de las propias disciplinas artísticas y los géneros normativos de la producción intelectual, explorando desde la intimidad de los procesos sociales, sus modos de funcionamiento como también posibles vectores de interrupción crítica de los sentidos opresivos que en ellos se implican.

Es a través de este “devenir porno” de las metodologías productivas de la invención teórico sensible sobre el complejo fenómeno de internet, es decir, a partir de estos modos de hacer que priorizan la socialización de la intimidad para construir desde ella laboratorios de especulación crítica sobre la configuración política de dicho dispositivo (en el que cobran forma las identidades sexuales normativas y disidentes), que este autor nos empuja a reflexionar en torno a las formas de continuidad de representaciones desiguales. Pero, especialmente sobre las nuevas economías de mercantilización de la diferencia sexual que empujan, a través de su inscripción subjetiva cotidiana, formatos de asimilación e integración dócil de la capacidad disruptiva de las sexualidades disidentes a los imaginarios de consumo y representación de la subjetividad ciudadana neoliberal.

En su comentario irónico sobre la capacidad que tienen las nuevas industrias culturales de convertir la homosexualidad en un objeto pre codificado de posible consumo en tanto responda a formas de comportamiento que se asocian con el diseño de una vida reproductiva, como en las nuevas plataformas de afectación homosexual que aparecen mediadas por la publicidad online que recorta, modula y asocia las culturas sexuales a horizontes imaginarios de consumo que se ven moldeados por la aspiración exitosa de la autonomía empresarial de las culturas del éxito social en curso, Rivas San Martin señala de qué manera la instrumentalización tecnológica del poder comunicativo transforma la experiencia de lo gay, no solo del propio cuerpo sino de sus afectos y potencialidades, desde marcos de enunciación de modelos de identidades sexuales serializadas y en avanzada asimilación de su capacidad diferenciadora. La potencia de su humor, referenciada en estas acciones, apuesta a formas de interrumpir semejante curso de normalización a través de estas micropolíticas de producción de subjetividades disidentes que buscan poner en valor la necesidad crítica de comunes, recuperando aquella imaginación sexual que aparece desactivada en estas nuevas plataformas de comunicación.

Es importante señalar que muchas de estas preocupaciones no solo tendrán como escenario predilecto de actuación el medio digital. En este sentido, la intervención realizada por Felipe Rivas San Martin en la red social Facebook titulada Tengo un amigo heterosexual y lo apoyo (2008), logró desbordar con su crítica los cercos de circulación y significación digital, para derramarse en la construcción de un señalamiento político a los modos de representación de las identidades sexuales modificando e interviniendo el espacio público tradicional.

Esta acción involucró la creación de un grupo de Facebook, una modalidad de conversación e intercambio de información facilitada por la red social muy popular en sus primeros años de funcionamiento, donde las personas podían construir arquitecturas espaciales de intercambio online con contenido específico: causas políticas, consumos culturales, banalidades cotidianas, entre muchas otras cuestiones. Estos grupos, en un inicio, se diferenciaban por su condición pública, motivo que los volvía muy populares y verdaderamente masivos. Cuando el artista recibió una invitación para unirse al grupo Tengo un amigo gay y lo apoyo, frase bastante común y no menos problemática en los imaginarios de la corrección política, decidió revertir dicho enunciado que en su parecer reproducía y reafirmaba las jerarquías sexuales y las posiciones de sujeto diferenciales desde las que interactúan heterosexuales y homosexuales en la cultura actual (Rivas San Martin, 2016), para conjurar desde una contraofensiva humorística, una interpelación a esos remanentes instrumentalizantes de la diferencia sexual en el sentido común. A través de la tergiversación y el distanciamiento, tanto del código de representación de las identidades sexuales como de las herramientas de socialización virtual que posibilitaba la red, Rivas San Martin lograba socializar un comentario crítico sobre las economías desiguales que operan contemporáneamente en la organización sexuada de lo social.

Ese mismo año, el colectivo CUDS, del cual Felipe Rivas San Martin forma parte, fue invitado por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH) a participar en la conmemoración del día Internacional del Orgullo LGBT en el centro de la ciudad de Santiago de Chile. Allí, tanto el autor como sus compañeros, decidieron replicar lo que estaba sucediendo en aquel grupo ficcional que había construido Rivas San Martin en el que de manera sigilosa venían construyendo una crítica irónica sobre la naturalización de la heterosexualidad como norma sexual, y asistieron a la convocatoria representándose a sí mismos como el Grupo de Apoyo a Heterosexuales de Chile, una organización política ficticia que replicó en la tradicional ocupación del espacio público repertorios de protesta que incluían carteles, stickers y remeras con frases que profundizaban estos modos de investigación experimental humorística sobre las economías de representación desigual naturalizadas en el lenguaje que instituye como destino la heterosexualidad (como contrato reproductivo de las condiciones de funcionamiento del capitalismo), y las sexualidades disidentes de dicha norma como diferencias instrumentalizables para la expansión de sus horizontes de consumo.

Como podemos ver, la producción de imágenes opacas, de doble sentido, polisémicas y que se mueven en umbrales incómodos en términos de significación son una de las estrategias sensibles predilectas del trabajo de Felipe Rivas San Martin. Pero esta posibilidad no se reduce meramente a una operación figurativa, sino que se instituye como una metáfora que puede generalizar la aspiración crítico reflexiva que produce dicho artista tanto en el uso de las tecnologías de comunicación virtuales, como en los usos críticos de la información que posibilita internet, apelando en su conjunto a intervenir en la reproducción de formas de desigualdad en aquellos nuevos registros de la incorporación docilizante de la diferencia sexuada. Una preocupación que, a su vez, aborda con especial atención en la video performance Diga queer con la lengua afuera (2010), en la que, literalmente, puede vérselo en un registro de primer plano intentando pronunciar la palabra queer durante tres minutos donde continuamente deja su lengua afuera. La simpleza de esta acción registrada en video y compartida en plataformas online, redes sociales y festivales de cine, representa un plano abstracto de los modos particulares de instrumentalidad de las sexualidades disidentes que ya había abordado con anterioridad en su trabajo.

Su observación en esta instancia logra anticiparse a un problema teórico crítico que ocupa gran parte de los estudios en torno a la sexualidad y el género en el cono sur, y que tiene que ver con la codificación espectacularizante de lo “queer”, su ingreso como una categoría de visibilidad extranjerizante y su efecto de modulación colonial en los imaginarios culturales que se asocian a dicho término, que afectan las representaciones de lo político, tanto como las culturas visuales asociadas a la diversidad sexual en las pantallas globales de la industria del espectáculo. Para Rivas San Martin, la palabra queer, al ingresar en América Latina directamente sin traducción o descalce, lo hace como una glamorosa fórmula de saber exportada que por su condición extraña pierde toda la carga contestataria que lo originó en su contexto de enunciación inicial (Rivas San Martin, 2016). Dicha incomodidad, en torno a las posibilidades de representación de lo queer como un término que da cuenta de un imaginario crítico en torno a la potencia diferenciadora de la sexualidad, se expresa en el desarrollo de la pieza de video performance cuando luego de los primeros minutos de emplear dicha acción, la saliva acumulada en su boca empieza a caer, a derramarse por sus comisuras y los sonidos que produce al morder cada vez con más dificultad su propia lengua tuercen absolutamente toda capacidad de pronunciación, resignando dicho esfuerzo a un fracaso de una representación situada. Lo que puede parecer justamente como una traba, como un obstáculo, está efectivamente señalizado como la productivización de una representación opaca, molesta, interrumpida en la que pueden apreciarse las potencias críticas de semejantes operaciones. Hacer fracasar las representaciones sobre la sexualidad, facilitadas por las industrias globales de la comunicación que terminan aplanando los procesos de invención situada de lenguajes críticos, puede ser una oportunidad para volver a señalar la imperiosa urgencia por desmontar las economías coloniales que siguen reproduciéndose en las formaciones sociales en las que nos vemos inscriptos, incluso en aquellas acciones o lenguajes de la política que imaginan la transformación radical de las condiciones del presente.

MICROTECNOLOGÍAS DE LA OPACIDAD

La pregunta por la dimensión tecnológica en las políticas expresivas de los feminismos y las disidencias sexuales en el sur ha tomado forma de manera esporádica en la emergencia de una serie reducida de debates en torno a la historia contemporánea de las prácticas artísticas performáticas en América Latina. Es en el tímido transcurrir de estos avances donde el trabajo aquí desarrollado abre camino sobre la dimensión fuertemente singular del lenguaje contemporáneo de estos modos de acción política. Un aporte que pretende echar luz a la sistematización situada de genealogías diferenciales en las que se puedan inscribir y visibilizar un conjunto amplio y novedoso de experiencias sensibles, prácticas artísticas y modos de acción poético políticos. En tal sentido, la comunicación a través de internet, la ocupación de las redes sociales, y la apropiación de las nuevas tecnologías en general, han sido plataformas de enunciación centrales para reflexionar sobre su impacto en las modulaciones contemporáneas de nuestras subjetividades socio sexuales.

Por ello, el recorrido propuesto en este trabajo por la obra de Felipe Rivas San Martin, indaga sobre algunas formas de contacto y aparición de la tecnología y los lenguajes virtuales de la comunicación en la capacidad imaginativa de formas de resistencia sexo-política, abriendo un espacio concreto desde el cual pensar en las potencias específicas de estos modos de representación sin quedar reducidos a la objetivación temática de lo tecnológico. Las acciones aquí expuestas nos hablan de una posible transformación sensible del lenguaje formal vehiculizado desde internet, que desde una compleja poética cyborg se instituye como un modo de enunciación que trabaja con las fronteras que administran los dispositivos de producción, reproducción e imaginación del orden socio sexual, que mediante estrategias concretas de alteración, trastocamiento y desnaturalización permiten advertir el lugar de la tecnología en la construcción normativa de subjetividades sexogenerizadas (Haraway, 2014 [1991]). Un modo de hacer comprometido tanto con la parcialidad, la ironía, la intimidad y la desviación perversa de los signos, como con la esperanza utópica en torno a lo tecnológico en tanto interrogante posible que permita recuperar nuevos sentidos de la propia experiencia y nuevas formas de vida.

De este modo, pensar críticamente la relación entre máquinas y organismos, entre cuerpos y tecnologías, implica involucrarse en una guerra de fronteras aún en curso (Haraway, 2014 [1991]) donde se tensionan tanto las ficciones políticas del acceso democratizado como las de la inmediatez global, representaciones que caracterizan la supuesta universalidad del dispositivo internet. Esta poética cyborg, presente en los modos de contacto entre dichos artefactos sensibles y dispositivos virtuales, complejizados por las reflexiones teóricas en el trabajo de Felipe Rivas San Martin, nos acerca a una caracterización más acertada sobre la condiciones materiales de enunciación y representación social en dicho dispositivo virtual en nuestra actualidad.

Reclamar la tecnología como un espacio de enunciación y trabajo sensible, se inscribe en un proyecto de profunda incidencia que redefine críticamente el orden político que distingue naturaleza y cultura, replanteando el lugar de las maquinarias en los procesos de significación subjetiva, reconfigurando los límites de lo físico y lo no físico en una sociedad que avanza en una esfera pública intangible. Al tiempo que introduce la pregunta por las fronteras de los cuerpos, la tecnología, las prótesis y los modos de convivencia con aparatos de significación y percepción del mundo. Explicitar sensiblemente sus condiciones, desnaturalizar su apariencia fetichizada y revelar su condición de artefacto, es una operación política desalienante, que convierte la latencia de un devenir apocalíptico y peligroso de la tecnología, en un terreno incierto de fantasías capaces de prometer mundos otros, más vivibles.

La obra de Felipe Rivas San Martin propone modos queer/cuir de un hacer que no restringe necesariamente sus efectos políticos a las características concretas de los dispositivos desde los cuales se enuncian, sino que encuentran en el tránsito de dichas plataformas habilitadas por el dispositivo internet, múltiples condiciones materiales desde dónde las imágenes producen reenvíos desviados, poéticas opacas, archivos novedosos y nudos singulares a la lengua normada de la subjetivación sexopolítica mayoritaria. Las estrategias poéticas de visibilización de sexualidades disidentes interrumpen los flujos de circulación previstos del orden social hegemónico haciendo presentes, tanto en el espacio virtual como en el espacio público, cuerpos y sexualidades silenciadas por el orden heterosexual. Pero del mismo modo, estas prácticas irrumpen de forma creativa en los crecientes procesos de asimilación, y normalización sexual de la diferencia distanciándose críticamente de los discursos liberales de la aceptación y las promesas de la integración neoliberal (Duggan, 2003) que reproducen relaciones desiguales de poder, colaborando con el aplanamiento de la alteridad insubordinada del deseo.

La búsqueda por producir dichas fisuras en el campo de la significación sexuada de las corporalidades y en el mercado contemporáneo de las identidades sexuales, se constituye como un proyecto cuyos efectos sueñan con desordenar la lengua del control y la transparencia neoliberal de la identificación multiculturalista. En este sentido, logran dar cuenta del lugar privilegiado de la sexualidad en los cálculos contemporáneos del poder como un vector sustancial de complejas formas de control y administración geopolítica de la vida en general (Preciado, 2004).

Frente al sentido común de aquellos modos de acción política que señalan con preocupación los efectos atomizantes e hiperindividualistas que vendrían aparejados con la incorporación de nuevas tecnologías y sistemas de comunicación virtual a la práctica cotidiana de los sujetos, las formas de intervención propuestas por el trabajo de Felipe Rivas San Martin nos demuestran que es posible exactamente lo contrario. En más de una oportunidad, es a través de estas mismas prácticas sensibles que logran emerger nuevas comunidades de resistencia sexoafectiva, que en el marco de formas de alianza horizontales de producción colectiva, agencian intervenciones multitudinarias donde experimentar subjetivamente nuevos lenguajes de imaginación político sexual.

Se trata entonces de encontrar dicha promesa en el amplio registro de acciones e imágenes que se pronuncian desde su capacidad por ser re-apropiables, otras por exhibir abiertamente los códigos y los límites de su configuración, algunas bromeando con la posibilidad de ser identificadas mientras que otras desaparecen completamente en las dinámicas cotidianas de lo social. En su mayoría se trata de imágenes que trabajan productivamente con la facilidad de su acceso y el bajo costo de su condición material, como parte de un señalamiento crítico a las economías diferenciales que organizan de manera desigual los regímenes visuales de las culturas online (Steyerl, 2014). Pero en su totalidad, podemos decir, proponen formas lúdicas de identificación y desidentificación (Muñoz, 1999) que desdoblan la propia personalidad del autor, agenciando voces ficcionales y fantasías subjetivas, hiperbolizando las características biopolíticamente asignadas a cada identidad sexual en juego, produciendo repeticiones falladas de las normas fronterizas del sistema sexo-género, torciendo la capacidad regulatoria de los imaginarios heterocentrados, entre muchos otros modos queer del hacer que pugnan por la apertura de nuevas representaciones y experiencias que mantengan vivas las potencias de las identificaciones móviles.

NOTAS

1 Aquí se hace referencia al concepto de aura elaborado por Walter Benjamin (1936) en su clásico texto “La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica”, para referir a aquella especie de cláusula espiritual irreductible e irremplazable del objeto artístico, que según el autor puede definirse como un llamado sensible espacio temporal, que construye un aquí y un ahora irrepetible en nuestro encuentro con el objeto artístico y su unicidad.

2 El Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS) es un grupo chileno fundado en el año 2002, que desde entonces a la actualidad ha trabajado sobre la localización de lo cuir/queer como la experimentación estética feminista y prácticas de micropolítica de resistencia, desde los cruces entre la producción teórica, la intervención en el mundo de la academia y la irrupción callejera de los imaginarios sexuales normativos.

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