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Avá

versión On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.31 Posadas dic. 2017

 

CONFERENCIAS

¿Es posible una antropología médica emancipadora?

Reflexiones desde el contexto regional

 

Susana Ramírez Hita*

Conferencia presentada el 21 de mayo de 2016 en el Primer Simposio de Antropología Médica: “Articulando investigadores/as y delineando una agenda al 2020”, Lima (Perú)

* Profesora en la Universidad Rovira i Virgili (España) y en la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador), doctorada en Antropología Social y Cultural con especialidad en Antropología de la Medicina. E-mail: susanaramirez@hotmail.com


El concepto de emancipación  implica acercarnos a diversas corrientes y perspectivas de pensamiento que revindican fundamentalmente transformación. El concepto nos remite a las palabras que Hugo Zemelman pronunciaba en una conferencia que tituló “El sujeto y su discurso en América Latina”1, donde planteaba la necesidad de tener, no tan sólo conciencia, sino también voluntad para construir conocimiento. Hablaba también acerca de cómo las lógicas de poder imponían lógicas de lectura que se insertaban en las universidades y obligaban a pensar de una determinada manera. No sólo se nos imponen formas de definirnos disciplinariamente, sino que se nos imponen formas de pensar que nos impiden la creación (ya sea por apatía, inmovilismo, conformidad, temor, etc.). De modo que los parámetros de pensamiento forman parte de la lógica que el poder impone y debemos de tener la capacidad de romperlos. Los interrogantes que, según Zemelman, debemos comenzar a formularnos son: ¿qué preguntas del capitalismo globalizado debemos hacernos para entender el presente en tiempo y espacio, para construir el presente? Entendiendo el presente como construcción de presentes sucesivos y cotidianos.

Cuando me propusieron participar en esta conferencia me aclararon que se trataba de un simposio que pretendía posicionar la discusión de la antropología médica en el Perú como un proceso que recién comenzaba a construirse. Como punto de partida para el inicio de algo que comienza a gestarse, lo mejor era plantear una serie de preguntas a partir de mis propias inquietudes, surgidas de mi experiencia de trabajo de campo y docencia en varios países de la región: Argentina, Bolivia, Chile y actualmente Perú.

La primera pregunta fue: ¿es posible una antropología médica emancipadora capaz de romper con la lógica de la globalización que nos ha sido impuesta en las últimas décadas? Esta es la pregunta central a partir de la cual planteo una reflexión en proceso de construcción, en un país que comienza a pensar su propia agenda en este campo del conocimiento.

Las reflexiones que planteo tienen como único objetivo provocar el debate para iniciar una reflexión colectiva que nos permita colocar los puntos centrales de una discusión teórica, metodológica y epistemológica. Ello nos lleva a cuestionar y a preguntarnos sobre ciertas cuestiones esenciales, para poder entender y, al mismo tiempo, promover cambios que nos permitan situarnos en una actitud descolonial y, a su vez, superar los parámetros que nos son impuestos. No tan sólo atendiendo a la situación laboral globalizada, marcada fundamentalmente por los trabajos asociados a ONGs, Estado y organizaciones globales, sino también en cuanto a la que nos impone la propia universidad, enmarcada asimismo dentro de los propios parámetros de la globalización.

Partimos de la constatación de que existen tensiones en el mercado laboral, orientado al trabajo en proyectos mal llamados de “desarrollo” para las ONGs, el Estado, agencias globales y empresas privadas. Y que existe una creciente demanda de antropólogos especializados en salud, que trabajan en el área de salud pública y en consultorías relacionadas con diversas problemáticas de salud. Todo ello nos lleva a plantear las tensiones existentes entre la reflexión y la teorización en torno a la práctica profesional y la práctica que se está efectuando (Ramírez Hita, 2017).

En Perú, por ejemplo, como ha sido señalado por Degregori y Sandoval (2009) o Diez (2017), las primeras escuelas de antropología surgen en el marco del Estado indigenista y en el contexto derivado de la necesidad de modernizar el país. De modo que, desde su origen, la antropología ha sido planteada como una herramienta para transformar, pero sobre todo, modernizar aquellas culturas y áreas del país que se consideraban ancladas en un pasado, y que se debían integrar en la sociedad mayoritaria. Y la mejor forma de hacerlo era a través del conocimiento del otro que podía proporcionar el antropólogo. Esta forma de pensar la modernidad se impone mediante parámetros de la sociedad, que nos remiten a una época colonial, de dependencias que se generan, no ya a partir de la subordinación exterior de los Estados sino dentro de los mismos Estados nacionales.

Muchas de las investigaciones de antropología médica que se realizan en la actualidad, sobre todo a través de consultorías, consisten en trabajos de investigación cortos y acotados a los tiempos institucionales, con escaso trabajo de campo, enfocado básicamente al diagnóstico o a la evaluación rápida y, en muchos casos, mediante la incorporación de técnicas participativas. Estos estudios han hecho que el trabajo artesano del antropólogo social, basado en un tiempo largo de trabajo de campo y construcción de teoría, se haya visto desvirtuado.

Las investigaciones antropológicas basadas en la profundidad pueden dar a conocer las dinámicas a partir de las cuales visualizar los cambios estructurales necesarios para incidir en las desigualdades y diferencias en salud, en concreto las que se plantean en términos de morbimortalidad.

La numerosa producción de investigaciones, cada vez más cortas y de peor calidad, coincide con la escasez de etnografías sobre problemáticas de salud realizadas con, al menos, un año de trabajo de campo. Pocas son las que aportan luz sobre las características estructurales y globales que están influenciando a los sujetos locales, a través de las cada vez mayores desigualdades en salud que se dan en América Latina. Hecho que puede ser constatado tanto en Perú como en varios países de la región.

La falta de trabajos etnográficos serios, efectuados más allá de las tesis doctorales, nos permite constatar lo insertos que estamos en los parámetros impuestos por la sociedad y, a su vez, lo alejados que estamos de la creación y construcción de conocimiento novedoso, que nos permita romper lo establecido para poder avanzar en el conocimiento a partir de los contextos locales.

Reproducimos permanentemente teoría y práctica como elementos inamovibles y, paralelamente, producimos un trabajo profesional que se dedica a actividades cada vez más repetitivas y grises. Términos que planteaba Philippe Pignarre en su libro “El gran secreto de la industria farmacéutica” (2005), refiriéndose al trabajo del biólogo, encapsulado en los laboratorios realizando actividades repetitivas donde no queda espacio para la creación y tampoco, por tanto, espacio para la autonomía y el desarrollo del pensamiento.

La globalización nos ha situado en un espacio, tanto dentro como fuera de la academia, donde terminamos repitiendo teorías y reproduciendo metodologías sin pararnos a pensar que tanto la función de recoger como la de construir discurso, no llevan implícitas la creación de pensamiento (Zemelman, 2005). Pensamiento crítico que nos permita la construcción de caminos que nos lleven a superar lo descolonial, la subordinación, la subalternidad, para plantearnos a continuación alternativas de mejora de la salud de los pueblos. A través de comenzar a producir etnografías (serias y solidas) sobre la repercusión de problemáticas tan importantes como: la comida transgénica impuesta y camuflada en las mesas de nuestras casas, y las consecuencias que ello tiene en la salud de la población; o sobre la relación que existe entre los transgénicos con la diabetes y otras patologías. O, finalmente, sobre una problemática que afecta a todos los países latinoamericanos, y que es importante trabajar transversalmente en el ámbito de todas las patologías, tanto biomédicas como tradicionales: la contaminación ambiental.

La salud en un país como Perú se ve seriamente afectada por la contaminación del agua y la tierra con plomo, arsénico, mercurio y todo tipo de metales pesados, provenientes, en muchos casos, de la extracción de petróleo, gas y minerales ¿Qué influencia tiene esta contaminación en los elevados índices de anemia que se encuentran en los niños de Perú?, ¿cuál es el grado de contaminación en la región de Tacna o de Amazonas, y qué relevancia tiene en los elevados niveles de anemia?, ¿cuál es el criterio que se sigue para dar chispitas2 en los centros de salud para contrarrestar los problemas de anemia en el país?, ¿cuáles son los motivos por los cuales no se consigue controlar la anemia o la tuberculosis en este país?, ¿qué asociación hay entre la muerte materna, los abortos y la contaminación ambiental?, ¿o en el aumento de los casos de sida y su relación con la contaminación ambiental?, ¿Por qué se está administrando la vacuna del virus del papiloma humano en el Perú, pese a la controversia científica que existe en torno a dicha vacuna, y no por ejemplo, la de la fiebre tifoidea, aun cuando ésta es una enfermedad prevalente en el país? Y lo mismo cabe considerar en relación a la vacuna de la influenza, ¿qué políticas internacionales influyen en esta situación?

Ante todas estas preguntas se abre otra: ¿cómo debe abarcar la antropología médica todos estos interrogantes y, a su vez, ¿cuáles son las aproximaciones teóricas, metodológicas y epistemológicas que deben formularse para construir, de manera creativa, un acercamiento a las situaciones cotidianas, en especial a partir de los aspectos macrosociales referidos a las políticas de medicamentos, los tratados de comercio y a la influencia de la agroindustria en la salud humana?

Nos encontramos ante el reto de plantear nuevas definiciones, nuevos contenidos sobre los conceptos ya clásicos de la antropología médica, como son el de desigualdad en salud, diferencia, clase social, entre otros. Categorías que deben ser definidas en el contexto presente y no como categorías sociológicas en abstracto (Zemelman, 1995; 1997; 2005) y atrevernos, además, a proponer nuevas categorías.

Si rompemos con lo establecido, romperemos con lo impuesto y podremos transformar y construir un mundo que sea capaz de pensarse a partir de las rupturas cotidianas. En esa ruptura entra también el investigador y, en este caso concreto, el antropólogo. Necesitamos, por tanto, construir como sujetos creadores y no como sujetos replicadores y, además, necesitamos comenzar a hacerlo como sujetos colectivos.

Desde el sector salud, por ejemplo, a través de la medicina social y la salud colectiva latinoamericana, surgió un espacio colectivo de discusión para crear una propuesta alternativa a la formulada por la Comisión de los determinantes sociales de la salud, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzaba en el año 2005, y que se publicaba en el 2008. Proponían diferenciar determinantes sociales de la salud, de la determinación social de los procesos salud-enfermedad. Sustentaban las inequidades sociales en salud como desigualdades sistemáticas, evitables e injustas. Y colocaban en el debate el análisis de las relaciones de poder y de los patrones de explotación, dominación y marginación que subyacen a las jerarquías sociales. Señalaban que los conceptos de clase social, etnia y género no aparecían como categorías analíticas de la matriz de dominación que ha consolidado la expansión del sistema capitalista moderno colonial (Borde et al., 2015; Hernández, 2011; Breilh, 2003).

De la misma manera, los antropólogos necesitamos comenzar a encarar producciones colectivas, y con ello no me refiero a conformar equipos de investigación, sino a avanzar en construcciones colectivas de pensamiento enfocadas hacia un mismo fin, aun cuando nuestros acercamientos teóricos difieran. De modo que la ruptura hacia lo que nos es impuesto ha de hacerse colectiva y no individualmente.

La antropología médica es un área de la antropología en donde confluyen todos los aspectos de la vida social, cultural, económica y política, y uno de los espacios donde más fácilmente pueden visualizarse las contradicciones entre lo tradicional y la modernidad, donde se pueden observar los efectos perversos de los tratados económicos, de la devastación de la naturaleza, de las fuerzas de poder de las empresas transnacionales, entre las que se encuentran los productores de medicamentos y los efectos de éstos, no siempre buenos para la salud.

La globalización entiende el mundo mediante unos parámetros socioculturales, económico-políticos e ideológicos determinados, y tiende en la práctica a la homogenización de todo lo que concierne al ser humano. Desde la creación de productos alimenticios diseñados genéticamente para ser consumidos en masa, pesticidas que se usan, también en masa a nivel mundial, así como la homogenización de enfermedades provocadas por estos mismos fenómenos. La empresa inglesa Oxitec –que pertenece a Syngenta y ésta, a su vez, a la multinacional Monsanto3–, depositaba en la naturaleza, a mediados del 2012 en Brasil, mosquitos transgénicos con la justificación de que ayudarían a combatir el dengue. Y en el 2015, se registraban los primeros casos del virus del Zika en Brasil, en el mismo país donde fueron liberados los mosquitos genéticamente modificados.

Necesitamos, por tanto, etnografías que den cuenta de todas estas situaciones, que nos cuenten sobre los procesos de cambio que están generando en la salud humana: la extracción de recursos naturales, el consumo de la comida transgénica o el uso indiscriminado de pesticidas, y sus repercusiones en las diversas culturas y contextos socioculturales. Etnografías que den cuenta de la acumulación del capital a escala global y su repercusión en la salud humana.

El nivel de observación que podemos aportar a través de la etnografía (entendida en periodos de observación no menores a un año, continuo y permanente), no es equiparable al de ninguna otra ciencia social. Pero además la etnografía también nos sirve para contrastar los conceptos. Como señala Menéndez, “el uso etnográfico de un concepto y su elaboración analítica es lo que evidencia no solo sus posibles incongruencias, sino sobre todo su capacidad estratégica para describir e interpretar la problemática estudiada” (Menéndez, 1999:154).

Nuestra contribución debería apuntar a la aportación de excelentes etnografías, a través de las cuales podamos descifrar, describir y analizar las prácticas sociales en torno a la salud, la enfermedad y la muerte. Son necesarias etnografías que nos ayuden a visibilizar la situación de la humanidad en relación a los problemas de salud actuales, ya sea en las ciudades o en los lugares más recónditos de la selva amazónica. Estas etnografías deberán interrogarse sobre cómo y de qué manera las políticas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial del Comercio contribuyen a mantener los niveles de ineficiencia de los sistemas de salud y repercuten en la vida cotidiana de los sujetos.

Comúnmente, los estudios macrosociales suelen perder de vista el aspecto cultural. No obstante, nosotros podemos a través de una antropología médica crítica, articular los aspectos macrosociales con la cultura, la historia y los aspectos más cotidianos de la vida de los diversos grupos socioculturales. Sin embargo, la terminología de la antropología médica crítica concluye en una aparente unanimidad retórica que nos impide advertir la falta de etnografías sólidas y la urgente necesidad de volver a recuperar, tanto empírica como teóricamente ese terreno, para poder transformar y aportar con un conocimiento que implique pensamiento novedoso y no solamente crítico.

Existe un orden colonialista implícito en el hacer antropológico contemporáneo, que se concreta en las investigaciones light que sirven para sustentar aquello previamente planificado por los diseños globales (Ramírez Hita, 2013). El orden colonialista produce un conocimiento que regula y reproduce, y al que contribuyen las investigaciones rápidas que transforman al otro en un objeto manipulable. En este terreno, necesitamos hacer una seria autocrítica sobre los estudios que producimos en este formato y las repercusiones negativas que pueden tener para las poblaciones, a través de la incitación o la incentivación de políticas públicas poco acertadas. El problema surge cuando simplemente se considera la realidad como aquello que puede ser observado y no como una construcción (Ramírez Hita, 2011b; 2013). Bautista señalaba que “no es la información en sí lo que produce el conocimiento (…), y tampoco es el contacto directo con los hechos lo que permite comprensión sino el tener perspectiva, así como la objetividad no se mide por la neutralidad sino por los criterios éticos que se asumen”4.

Uno de los conceptos que fueron impuestos desde una antropología light, sin construcción de pensamiento, fue el concepto de interculturalidad en salud. Concepto impuesto y divulgado en toda América Latina, a partir de consultores que miraban superficialmente la realidad y proponían acciones para el cambio (entre ellos, se encontraban tanto antropólogos como salubristas) (Ramírez Hita, 2011a; 2014a; 2014b). Las investigaciones antropológicas en profundidad requieren de teoría y un amplio trabajo de campo especializado. Condiciones, según mi criterio, insustituibles. Considero que necesitamos encaminarnos hacia una Antropológica de la Profundidad, alejándonos por tanto de la antropología médica light, una antropología meramente funcional para el sistema.

En el momento histórico en el que nos encontramos, es necesaria una ruptura epistemológica tanto del conocimiento como de la producción y la obtención del mismo. Es importante preguntarnos sobre cómo es recogido el dato, quién lo recoge y cómo ese dato es traducido en discurso. El trabajo de construcción de los textos antropológicos no es tan sólo narrativo, sino político y epistemológico. Por tanto, no podemos depositar la responsabilidad de la recogida del dato en cualquier persona. Extraer adecuadamente el dato es probablemente la parte más importante y de mayor complejidad y dificultad del proceso investigativo. Si no se presta atención a este aspecto, podemos terminar, como decía Zemelman, inventando realidades (Ramírez Hita, 2013), y afectando con ello a los propios actores.

No quiero dejar de señalar, que si bien considero que es a partir de la antropología médica crítica desde donde podemos desvelar las características intrínsecas de las distintas problemáticas de salud, articulando los aspectos macro con los microsociales de los diversos contextos socioculturales, también considero de suma importancia los buenos estudios etnomédicos. Éstos, efectuados a través de etnografías, son la base de muchas investigaciones que con posterioridad se convierten en investigaciones que articulan lo micro con la economía política y los aspectos macrosociales. A mi modo de ver, éstas serían las dos corrientes teóricas de la antropología médica que más han contribuido, mediante aportes interesantes a nuestra disciplina y al conocimiento de los contextos socioculturales.

Varias han sido las propuestas que han surgido con el interés de incidir en una descolonización del conocimiento. Muchas de ellas surgieron en las universidades de los países del Norte, a través de las propuestas de algunos intelectuales latinoamericanos migrantes en estos países. De allí surgirán los estudios de la subalternidad, los posmodernos, los postcoloniales y posoccidentales. Aparecerá, asimismo, el término “postcolonialismo de oposición”, de Boaventura de Sousa Santos y, con posterioridad, la propuesta desde el Sur de las epistemologías fronterizas que definen la retórica emancipadora de la modernidad desde las epistemologías de lo subalterno (Grosfoguel, 2007). Mientras estas propuestas se gestaban en las universidades del Norte, en América Latina surgían la teoría de la dependencia (desde la sociología y la economía) y la teoría del colonialismo interno (en este caso desde la antropología y la sociología) (Mignolo, 2002). Surgieron pensadores críticos latinoamericanos asentados en universidades de América Latina, que contribuían fundamentalmente desde la filosofía, la historia y la sociología. Sin embargo, pocos son los antropólogos con una mirada descolonial del conocimiento que estén produciendo en antropología médica, al menos de forma colectiva y sistemática.

Sin duda, el antropólogo latinoamericano más destacado por su contribución a la antropología médica, tanto teórica como metodológicamente, es Eduardo Menéndez, quien ha consolidado la corriente de antropología médica crítica en Latinoamérica. Sin embargo, como colectivo no hemos creado una antropología médica independiente del Norte, que nos permita construir a partir de nuestros propios contextos locales, planteando un nuevo lenguaje, que nos lleve a romper con parámetros de conocimiento que ya no nos pueden ser útiles en la situación de transnacionalización económica en la que actualmente nos encontramos.

En la mayoría de las corrientes que han contribuido a trazar el camino de la descolonialidad del conocimiento, el objeto de estudio era el Sur, pero la construcción teórica venía del Norte. Sin embargo, desde nuestra disciplina estamos en condiciones de construir una antropología médica del Sur y desde el Sur. Hay que tener en cuenta que la antropología cuenta con una característica especial que no poseen las demás ciencias sociales, la de la observación de la realidad por periodos largos de tiempo. Algo que no se encuentra al alcance, o no pueden efectuar de manera adecuada, quienes viven en el Norte y desarrollan su pensamiento en base al Sur. Necesitamos construir pensamiento del Sur y desde el Sur, ya que nuestra posición de etnógrafos nos sitúa en un lugar diferente al de otros pensadores. Contamos con mayores herramientas para proponer nuevos conceptos y formas epistemológicas de construcción de pensamiento, que nos acerquen al entendimiento de la situación global en la que se encuentra la humanidad. Es en el Sur donde se puede apreciar más fácilmente cómo está afectando la globalización a los sujetos concretos y a los diversos contextos socioculturales.

Boaventura de Sousa Santos (2009) plantea un conocimiento emancipador que se opone al conocimiento regulador colonialista y capitalista y, más que promover una teoría de la emancipación, se pronuncia por la imposibilidad de una teoría general, proponiendo una epistemología del Sur. Por epistemología del Sur entiende “la búsqueda de conocimientos y de criterios de validez de conocimiento que otorguen visibilidad y credibilidad a las prácticas cognitivas de las clases, de los pueblos y de los grupos sociales que han sido históricamente victimizados, explotados, y oprimidos, por el colonialismo y el capitalismo globales. El Sur, es pues usado aquí como metáfora del sufrimiento humano sistemáticamente causado por el colonialismo y el capitalismo” (de Souza Santos, 2009:12).

El proyecto colonial continua vigente con nuevas formas y su articulación con el capitalismo global nunca fue tan intensa como en la actualidad. Este proyecto nos sitúa en un contexto laboral que nos divide y fragmenta permanentemente. Como plantea el filósofo boliviano Bautista, “se es independiente en la medida en que se toma conciencia del grado de dependencia, del modo de aprovechar esa dependencia y hacerla recíproca”5.

El camino que tenemos por delante es largo y con muchos obstáculos. Pero, como mencionaba al comienzo, es a través de la conciencia y la voluntad que podemos construir una propuesta colectiva desde la antropología médica que nos permita avanzar en la construcción de pensamiento. Podemos contribuir a la base empírica que proporcione las evidencias del grado de aniquilación que supone el sistema político-económico global para la salud de los pueblos y, a su vez, etnografiar cómo éste está contribuyendo a la destrucción del planeta. Podemos, por tanto, posicionarnos como una referencia importante para el pensamiento colectivo, crítico y descolonial.

NOTAS

1 Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=pP5XgHY-ZJQ (Consultado el 3/5/2016).

2 Micronutrientes conocidos como chispitas se entregan a los niños entre 6 y 35 meses de edad para prevenir la anemia.

3 Recientemente comprada por la empresa químico-farmacéutica Bayer.

4 Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=211753 (Consultado 01/05/2016).

5 Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=211753 (Consultado 01/05/2016).

BIBLIOGRAFÍA

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