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Avá

versão On-line ISSN 1851-1694

Avá  no.31 Posadas dez. 2017

 

ARTÍCULOS

Neurobiólogos-recolectores: Rituales y saberes en la pesca de cangrejos

 

Luana Ferroni*

* Becaria doctoral CONICET. Centro de Investigaciones Sociales-Instituto de Desarrollo Económico y Social (CIS-CONICET-IDES). Email: luaferroni@gmail.com

Fecha de recepción del original: 21/12/2017.
Fecha de aprobación: 26/03/2018.


RESUMEN

Este trabajo presenta un análisis antropológico de la pesca o recolección de cangrejos que realizan los integrantes de un laboratorio de neurocientíficos de la Ciudad de Buenos Aires. Este grupo de científicos se ocupa de la búsqueda y el traslado de los animales no convencionales en su área de estudios, con los que investigan y realizan experimentos. A partir de dos viajes de pesca y la lectura de los cuadernos en los que escriben sobre aquellas experiencias se describen los saberes que los científicos crean de los animales en sus ambientes, y las prácticas y ceremonias ritualizadas con los animales que no incluyen por escrito en los papers. Se trata de saberes y rituales que dan cuenta que esta instancia reviste una centralidad considerable para la formación de comunidad del grupo. Comunidad científica que se cohesiona y celebra a sí misma fuera de ámbitos académicos, en una actividad artesanal y práctica.

PALABRAS CLAVE: Antropología; Comunidades Científicas; Neurociencia; Rituales.

ABSTRACT

The article presents an anthropological analysis of the fishing and recollection of crabs practiced by the members of a neuro-scientific lab in Buenos Aires. This group of scientists are in charge of collecting and carrying the animals of their researches, which are not conventional in their field of study, to the laboratory. Based on two trips and the notebooks where the experiences of fishing crabs are presented, it is described the scientists’ knowledge about the environment where crustaceans live, and the practices and ceremonies ritualized of this group with the animals that are not written down in the published papers. These knowledge and rituals show that the fishing of crabs is very important in the constitution of community of this group. A scientific community that unifies and celebrates itself outside the academic world, in a handmade and practical activity.

KEY WORDS: Anthropology; Scientific communities; Neuroscience; Rituals.


CIENTÍFICOS-RECOLECTORES

El análisis del mundo científico –con sus agrupaciones profesionales, instituciones y laboratorios– que los estudios sociales de la ciencia vienen desarrollando desde la década del ‘70, ha operado con cierta noción de comunidades científicas en tanto unidades básicas de la organización social y cognitiva de la ciencia (Knorr Cetina, 1982); caracterizadas por distintas escuelas de pensamiento como grupos con normas, valores y mecanismos de cohesión interna diversos. Hacia fines de la década del ’80 y principios de los ’90, cuando los antropólogos comenzaron a participar más fuertemente en esta área de estudios, los métodos y teorías desarrollados por los antropólogos clásicos en pequeñas comunidades, no-industrializadas y no-occidentales fueron empleadas para analizar grupos e instituciones científicas. Sharon Traweek (1992), por ejemplo, trabajó con una noción de comunidad que consistía en un grupo con un pasado compartido, con formas de incorporar nuevos miembros y modos de reconocer diferencias con respecto a otras comunidades. De esta manera, se fueron ampliando los terrenos empíricos de la disciplina y renovando el enfoque para abordar el quehacer científico.

Desde la antropología, entonces, se argumentó a favor de incorporar la perspectiva de los actores y la dimensión cultural para comprender las comunidades científicas (Hess, 2001). En ocasiones, eso implicó también la necesidad de salir de los muros de los laboratorios –identificados con la metáfora de los citadels– que los concebían como territorios clausurados y aislados del resto de la sociedad para mostrar la porosidad de esas fronteras (Martin, 1998; Haraway, 1989; Latour, 1983). Asimismo, se incorporaron aspectos no estrictamente científicos en las arenas transepistémicas que se extendían más allá de la comunidad de especialistas (Knorr Cetina, 1996). En Argentina, ciertos estudios en antropología de la ciencia hicieron uso del concepto de comunidades científicas abrevando en la tradición kuhniana aún con algunos reparos. La fecundidad del concepto, señalaban, radicaba en la posibilidad de articular aspectos epistemológicos y sociales, e interpretar la acción de los científicos sin circunscribirse a un marco territorializado (Hidalgo, 1999; Stagnaro, 1999).

Estas ampliaciones conceptuales y de abordaje caracterizaron a los científicos y a sus procesos endógenos de conformación de comunidad en contextos de acción primordialmente académicos, como lo son los centros de investigación, las redes de cooperación y las instituciones educativas. Asimismo, los procesos de socialización que contribuían a cimentar las comunidades científicas se siguieron identificando durante la realización de experimentos, o en la implementación de métodos, técnicas, equipos, estándares o convenciones compartidas.

En el 2013 inicié mi investigación antropológica en un laboratorio de neurociencias de la Universidad de Buenos Aires que estudia la memoria, el Laboratorio de Neurobiología de la Memoria1. En estos años asistí a una materia de neurobiología2 que dictan algunos investigadores del laboratorio en la licenciatura y el posgrado en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la que se encuentran, realicé visitas al laboratorio, concurrí a congresos de neurociencia en donde ellos expusieron sus investigaciones, leí sus artículos científicos, conversé y pregunté.

A medida que me fui adentrando en el trabajo de campo, el cangrejo Neohelice granulata, una especie de sus investigaciones, me fue llamando la atención. Especialmente el conjunto de prácticas y actividades que se organizaban en torno a estos crustáceos. Desde los orígenes del laboratorio, en 1984, este equipo investiga con estos animales. Si bien otros científicos investigan a estos cangrejos centrando su preocupación en cuestiones como su interacción en los ecosistemas costeros, los ejemplares de este laboratorio son los únicos utilizados para estudiar el fenómeno más amplio de la memoria. Por lo cual, es éste un “modelo de estudio” “no convencional” en la neurobiología. En función de ello pude comprender, que los aportes que realizan a las discusiones sobre memoria se plantean desde la singularidad de estos animales, en un contexto de interlocución en el que las criaturas utilizadas por otros equipos de investigación tienden a repetirse antes que a diferenciarse.

Asimismo, por más de que han ido ampliando sus enfoques de investigación a la Neuroetología o Neuroelectrofisiología, y desde 2005 incorporaron líneas de trabajo con humanos, ratones y abejas; todos los directores de las diversas investigaciones siguen estudiando con los Neohelice. Por lo que los cangrejos han nucleado y contribuido a mantener la continuidad a lo largo del tiempo del laboratorio.

Estos cangrejos pertenecen a poblaciones salvajes que están lejos de asemejarse a los animales típicos y famosos de los laboratorios, como los roedores y las moscas Drosophilas; y no son cercanos a los humanos en la historia evolutiva, como las especies de mamíferos, particularmente los primates. En las salas experimentales del laboratorio, este grupo de científico lleva adelante experimentos de variables controladas, análisis cuantitativos y estadísticos con los cangrejos. Escriben y publican solamente sobre aquellos cuyos resultados les permiten postular un hallazgo científico en papers sintéticos en inglés, sin referirse a las características del proceso de investigación, sus tiempos o ensayos frustrados. Sin embargo, durante sus rutinas de trabajo deben ocuparse del hospedaje de los cangrejos en el laboratorio. Y, principalmente, son los mismos científicos quienes se desplazan para recolectarlos hasta la ciudad balnearia San Clemente del Tuyú de donde los crustáceos son oriundos3.

A diferencia de la compra de roedores a bioterios (en la que hay una relación de intercambio por dinero), o de los laboratorios que delegan las tareas de recolección y traslado de animales a terceros; ellos obtienen los cangrejos a través de una actividad económica primaria, la pesca, y los devuelven a sus hábitats en caso que sobrevivan a la estadía en el laboratorio. Pesca o recolección que requiere la coordinación de un gran trabajo colectivo que, sin embargo, no será objeto de análisis para la producción del dato publicable a presentar ante otros científicos.

En mi caso, las situaciones que viví y lo que aprendí cuando acompañé en dos ocasiones a algunos integrantes del laboratorio a pescar cangrejos, me llevaron a reflexionar acerca de esta instancia particular del proceso de producción de conocimiento de este laboratorio que los diferencia de otros neurocientíficos, en que sus investigadores apenas salen de sus recintos académicos para conocer el ambiente de sus animales y buscarlos allí. Fui entendiendo que durante estos viajes se crean saberes de los animales en sus ambientes naturales, y se realizan prácticas y ceremonias ritualizadas de este grupo con estos animales que no incluyen por escrito en los papers finales de sus investigaciones. Más aún, saberes y rituales a través de los cuales fui descubriendo que esta actividad reviste una centralidad considerable para la conformación de grupalidad del laboratorio, de su identidad y de sus memorias.

De modo que en este trabajo me propongo desplegar los procesos a través de los cuales este grupo de científicos crea cohesión y sentido de unidad en la pesca de cangrejos Neohelice; por ende, fuera del laboratorio y en una actividad artesanal y práctica. El análisis antropológico me permitirá aproximarme a los integrantes del laboratorio no sólo a partir de lo que muestran de sus investigaciones, sino a través de las experiencias de su trabajo e indagar en los aspectos más íntimos en los que crean un sentido de comunidad de científicos.

EL VIAJE A LOS CANGREJALES DE SAN CLEMENTE DEL TUYÚ

Viajar a buscar cangrejos es una rutina importante para los integrantes del laboratorio. Generalmente se refieren a esta práctica con el término “pesca”4, aunque en ocasiones emplean el verbo “recolectar” y resulta más claro para los que no estamos familiarizados con la actividad: los animales se colectan y se mantienen vivos. Cada 15 días un “team de viaje” integrado por 3 o 4 personas va hacia la costa bonaerense de San Clemente del Tuyú a buscar los animales que formarán parte de los próximos experimentos. En los aproximados 20 viajes que hacen por año participan por turnos todos aquellos que investigan con Neohelice, de modo que el viaje incluye a directores, investigadores, técnicos y becarios. E incluso integrantes del laboratorio que no trabajan con cangrejos, y tienen líneas de trabajo con humanos, ratones o abejas.

El viaje se financia con fondos de los subsidios que fueron aprobados en distintos concursos de la universidad y de instituciones científicas del país. La opción de la pesca es ciertamente más económica que utilizar animales comprados y esta es la explicación que dan cuando se les pregunta por qué eligieron investigar con cangrejos en 1984. Adquirir 50 ratones a un bioterio cuesta el doble que una pesca de entre 1.000 y 1.500 cangrejos los cuales son utilizados para varios experimentos. Los investigadores que obtienen recursos de subsidios destinan un monto para los gastos de los cangrejos, para que todo el grupo cuente con estos animales a lo largo del año.

Un día de la semana, los sábados o domingos, bien temprano a la madrugada el “conductor” del vehículo, rol asignado a quienes mejor manejan en rutas, sale con el baúl preparado de la noche anterior con los equipos y pasa a buscar a los otros “pescadores” por sus casas siguiendo el camino más conveniente y práctico para estar en la ruta lo antes posible. Con el tiempo se fue modificando el medio de transporte. Han viajado con una camioneta de la Facultad. Actualmente alguno de los investigadores presta su auto u optan por uno alquilado.

En el 2015 les pedí a Arturo Romano y a María Eugenia Pedreira, dos investigadores de larga trayectoria en el laboratorio que dirigen distintas líneas de investigación en el mismo, acompañarlos en uno de estos viajes y accedieron amablemente a llevarme con ellos. Al año siguiente me invitaron a repetir la experiencia. Y en ambas ocasiones viajamos también junto a Ángel Vidal5, quien desempeña un cargo técnico desde 1986.

Las dos pescas en las que participé fueron en invierno y debieron reprogramarse por diferentes motivos. La primera se adelantó porque varios viajes anteriores habían sido suspendidos por lluvias que provocaron inundaciones en la provincia de Buenos Aires. En esa oportunidad compartieron conmigo un chiste interno en el que se referían a los integrantes del laboratorio como si estuvieran atravesando una suerte de “abstinencia de cangrejos”, como si quienes necesitaran hacer experimentos presentaran una sintomatología de angustia y crisis por la falta de animales que detenía sus programas de trabajo; aunque jugara con la exageración la expresión ilustraba cómo experimentaban la gravedad de no disponer de cangrejos, como si fuera una adicción. El segundo viaje se postergó dos días debido al frío y a las lluvias. Para ello, habían ido siguiendo las temperaturas máxima y mínima de los días previos al viaje, en la ciudad balnearia. La suma entre ambas no debe ser inferior a 20°C. Si esta “regla de oro” no se cumple, saben que la pesca no será sencilla porque con temperaturas bajas los cangrejos permanecen resguardados en sus cuevas y son difíciles de pescar. Las condiciones meteorológicas son factores que no se controlan; mientras que el trabajo de los pescadores supone lidiar con esas variaciones (Carman y González Carman, 2017), en el laboratorio es contrastante el intento de los científicos por controlar las variables durante los experimentos.

A medida que la ruta bonaerense avanza, las miradas de quienes han viajado durante muchos años reconocen los cambios en el nivel de las aguas de los arroyos, las plantaciones escarchadas y los árboles. Un ojo adiestrado aprecia las particularidades de la fauna y el paisaje pampeano. En los viajes no faltan frutas, bizcochuelos caseros o facturas y mate para empezar la jornada. En todos estos años fueron creando pequeñas rutinas que disfrutan repetir, pero que cada “team” elige si recrear o no.

Una de las “cosas típicas”, como les dicen, es hacer un alto para desayunar alrededor de las 7.30 en la confitería Atalaya de la Ruta 2, en el kilómetro 113, cerca de la ciudad de Chascomus. Este parador fundado en 1942 devino en un clásico para muchos porteños que iban a veranear a Mar del Plata previo a la transformación de un camino de doble vía en una ruta moderna de 370 kilómetros. Estos viajeros no son ajenos a la tradición de otros habitantes del país y se detienen a cargar nafta, comer algo, ir al baño y dejar descansar al conductor. Para algunos esta parada constituye un “mojón”, una señal de guía, un “hito” en sus viajes que los alienta a seguir a San Clemente. Otros viajeros, los “rebeldes”, prefieren seguir de largo y sólo hacen una parada más expeditiva cerca de las 7 en una estación de servicio. La repetición de la misma actividad a lo largo de tantos años ha vuelto prioridad arribar a la costa lo más temprano posible, y la actitud ante algunas costumbres en la historia del grupo se ha vuelto menos solemne.

Llegando a destino van cruzando arroyos desde la ruta; los pescadores atentos a las playas reparan en la cantidad de puntos negros, pequeños montículos que se avistan como una señal, son los cangrejos Neohelice. Si hay muchos es un buen anticipo de la abundancia en la pesca; si hay pocos, los espera una larga jornada de trabajo. En uno de los puentes, el auto se detiene en la banquina. Del baúl sacan los contenedores con los cangrejos sobrevivientes a los que volcarán en las laderas de los arroyos. Suelen devolver la mitad de los que llegaron al laboratorio, aquellos que no recibieron inyecciones o que no tuvieron que ser matados como parte de otras etapas de los experimentos. Con movimientos rápidos los animales se van desparramando en terrenos grumosos; perdiéndose el rastro de sus nuevas vidas mezclados con otros de su misma especie. Escogen estos arroyos para que los mismos especímenes no sean recapturados, ya que la expectativa de vida puede alcanzar los 3 años y los investigadores podrían volver a pescarlos en una futura oportunidad.

Alrededor de la media mañana llegan a San Clemente después de haber viajado 300 kilómetros. Las calles son de barro, así que optan por ir por el centro asfaltado de la ciudad para cuidar el auto. En este poblado, con una dinámica absolutamente distinta a la del verano, se detienen en una pescadería donde los esperan con un balde lleno de cabezas de pescado. Para el comercio es material desechable, pero los científicos lo utilizan como carnada para los cangrejos.

Las playas donde pescan los cangrejos están en la Bahía de Samborombón, donde el Mar Argentino se encuentra con el Río de la Plata, terrenos que le pertenecen a la Armada Argentina por el Faro San Antonio. Estos cangrejales fueron encuadrados en una jurisdicción turística del parque Termas Marinas, un complejo con termas y atracciones de esparcimiento en sus piscinas y bosques, muy cercano al oceanario Mundo Marino. Los integrantes del laboratorio viajaban a estos lugares desde antes que existieran las Termas, o el parque anterior, Bahía Aventura. Ahora en este parque tienen un tráiler (tipo de remolque) que les pertenece y en el que guardan gran parte de sus equipos de pesca.

“Bahía Escondida” es como llaman a las playas del cangrejal en el complejo turístico y el sitio donde se realizará el encuentro con los animales. Hay un mirador para asomarse a la bahía en la que los cangrejos pueden ser observados en grandes cantidades como atracción turística. Desde una perspectiva comercial, los cangrejos no tienen ningún valor, aunque algunos pescadores de corvina de la zona, con fines comerciales, los buscan para utilizarlos como carnada. Desde lejos, los cangrejos se ven quietos, como si estuvieran tomando sol, pero mientras uno se acerca corren rápido a sus cuevas, cosa que no pueden hacer en la sala de experimentos en el laboratorio. Los biólogos no pueden decir si compiten por o comparten los huecos que excavan, pero me contaron que una bióloga que estuvo en el laboratorio hace unos años encontró en su investigación de campo que las cuevas están interconectadas subterráneamente. Éstas, además, tienen una función ecológica, porque al cavarlas los cangrejos remueven sedimentos dejando nutrientes al alcance de otros animales del ecosistema.

En los cangrejales viven otras dos especies que no suelen avistarse fácilmente: los “violinistas” –responsables de los hoyos más pequeños, deben su apodo a la diferencia del tamaño de las pinzas de los machos que, acortejando a las hembras, las mueven como tales músicos el arco del violín–, y otros más grandes que permanecen mar adentro. “Estos agujeritos chiquitos son las cuevas de los cangrejos violinistas, o ucas. Son más rápidos, de color rojo y verde brillante. Y estos más grandes son de los Neohelice. Hay un montón y son los más fáciles de capturar. Los otros cangrejos viven en las aguas profundas y los vemos poco”, me contó Romano. Aunque no tomen medidas específicas para el cuidado del ambiente de los cangrejos, los biólogos me dijeron que su intervención en los cangrejales no lo perjudica.

Este paisaje fue inmortalizado en la literatura gauchesca por Ricardo Güiraldes quien describió el andar peculiar de los cangrejos y el terreno fangoso sobre el que entran y salen del agua cómodamente, como una fotografía que se mantuvo a través del tiempo. El protagonista de su novela Don Segundo Sombra reflexiona: “El barro negro que rodeaba el agua parecía como picado de viruelas. Miles de agujeritos se apretaban en manada unos contra otros. Unos pocos cangrejos paseaban de perfil, como huyendo de un peligro. Me pareció que el suelo debía de sufrir como animal embichado” (Güiraldes,1926: 97).

Así creó una imagen del territorio hostil con metáforas que aluden a animales de campo para retratar los confines que amenazan a la pampa argentina, el rico suelo dedicado a la producción ganadera. Precisamente a este extremo bonaerense arriban los integrantes del laboratorio después de un viaje de entre 4 y 5 horas para pescar los cangrejos.

SABERES DEL AMBIENTE Y DE LA PESCA

Primero, bajan los equipos de los vehículos y después a la playa. A los atuendos cómodos del viaje, se agregan botas altas hasta las rodillas porque las mareas suben y bajan en el transcurso que dura la actividad, alternando el fango y el agua. También, se pueden poner repelente de mosquito y protector solar.

Después de unos pastizales hay una playa angosta. Hacia la derecha está la bahía pantanosa con muchos cangrejos; frente a la ría, la Reserva Natural Punta Rasa; y hacia la izquierda se traza una línea que une agua de dos colores donde empieza el mar, se trata de una zona de transición, un lugar liminal.

El clima de cooperación y solidaridad combina perfectamente con los aires frescos a orillas del agua. Se organizan espontáneamente, tal vez porque ya saben qué es lo que hay que hacer. Hace más de 27 años que realizan estos viajes, Arturo y Ángel incluso hace más tiempo; “hacemos esto desde antes que vos nacieras”, me dijeron en una oportunidad. Pero lo que no parece mantenerse es la división de tareas manuales e intelectuales entre investigadores y técnicos que prescribe la jerarquía de sus cargos. Entre todos arman la herramienta de pesca o recolección: los mediomundos con las carnadas, atados a una caña que emplazan sobre el agua. Las características de esta actividad se asimilan a la forma comunal de gestión de los recursos naturales en las comunidades de pescadores en el bajo Paraná, que persisten a pesar de la capitalización del sistema pesquero, descripta por Brian Ferrero y Nancy Arizpe Ramos (2015).

Lentamente los cangrejos empiezan a asomarse al nivel del agua a medida que se suben a los mediomundos. Omnívoros, se tientan por los manjares que los científicos les ofrecen, e ingresan a la trampa que les tendieron para devorar la carne de las cabezas de pescados. Los humanos aguardan a que muchos caigan en el engaño para sacarlos y colocarlos en unas cubas rectangulares de plástico. Sin poder creer lo que estaba viendo, todos esos animales juntos, no pude evitar correr con mi cámara de fotos y capturar las imágenes. Mientras que sacaba del agua un mediomundo lleno de cangrejos, Vidal me dijo: “Vas a pensar que estamos locos, pero para nosotros esto es oro en polvo”.

En un papelito que saca del bolsillo, Pedreira tiene el número de cangrejos que necesitan pescar y que anotó en un vistazo a las planillas googledocs6 que comparten con los otros integrantes del laboratorio antes de salir. Eran entre 1.000 y 1.300 cangrejos, pero con características especiales: algunas hembras y el resto tantos machos “grandes” y tantos otros más “pequeños”, medidas que se corresponden a distintas edades para experimentos que requieren distintos tamaños y que ellos cotejan con un calibrador. Así que sobre una mesita plegable, apoyan las cubas repletas y las cajas plásticas en los que van a llevar a los cangrejos al laboratorio. Así comienza el proceso de una selección que no se declara en las publicaciones y que es anterior a la elección más rigurosa que realizan para el experimento. Para ellos, la distinción entre hembras y machos es muy clara: el tamaño de las quelas, el cuerpo y los ángulos del vientre se reconocen fácilmente. También, tratan de no elegir cangrejos con unos parásitos llamados cirripedios. Todos estos son saberes sobre los animales que han ido creando en las diversas experiencias de pesca y experimentación a lo largo de los años.

 “Uno...tres…ocho…treinta”, van contando. Los que no se escogen se devuelven al agua, pero mientras siguen la selección, alrededor de donde trabajan hay cientos dispersos que son los que intentan huir, cual suicidas, arrojándose de los contenedores y algunos incluso emitiendo burbujas de baba por sus bocas en señal de extremo estrés.

Los integrantes del laboratorio pueden sostener hasta tres cangrejos en la mano y agarrarlos como si ya se hubiesen olvidado los temores que estos animales suelen despertar en el resto de las personas que desconocen que los ataques de las pinzas apenas generan un dolor leve que no llega al sangrado. Igualmente, la etnógrafa no se dispuso a probarlo porque no superaba la aprensión y la compasión que estos animales le generaban.

A las 13 horas de mi primer viaje terminamos la pesca que, según ellos, fue un éxito. Mucha suerte para ese “team” porque otros pueden estar tres horas más recogiendo apenas la mitad de cangrejos. En mi segunda pesca, fueron necesarias 3 levantadas de los mediomundos, pero siguió siendo una muy buena pesca. Por experiencia saben que 1 o 2 veces por año las pescas fracasan y prácticamente no pueden juntar animales.

En esta actividad demuestran que dominan el arte de la pesca de los cangrejos; que conocen a los crustáceos en su ambiente así como los cambios de estas poblaciones en las distintas estaciones del año, los sitios en las playas donde se encuentran en mayores cantidades, o la identificación de cangrejos con parásitos que no seleccionan para llevar al laboratorio. Se trata de saberes manuales, técnicos y experienciales de una práctica artesanal que desbordan lo que plasman por escrito en sus investigaciones.

Del auto traemos la comida prevista para el almuerzo que va a ser en la playita. Buenos fiambres, pan y papas fritas mi primer viaje, bondiolas en sándwich con lechuga, tomate y unos repollos con cebollas y peras asadas, en el segundo. El menú lo define cada equipo. El vino, en cambio, se mantiene constante en todos los viajes y acompaña la celebración del trabajo realizado.

La parte más ardua de la pesca terminó, así que mientras comíamos, charlábamos contemplando el entorno, atentos a descubrir las aves coloridas que hacen distintas apariciones sobre el agua. Son comunes las observaciones o alusiones a distintos animales con las que hacen gala de su formación disciplinar y de su amplia experiencia como acampantes. En este momento de descanso y recompensa aprovecharon para mandarle a sus compañeros un video filmado con el celular de la comida y una breve descripción de la pesca. El grupo de correos electrónicos en el que están todos los investigadores del laboratorio y colegas cercanos de la Facultad se llama “Chasmagnathus”. Allí se comparten, entre otras cosas, las experiencias de los “teams de viaje”. Chasmagnathus es el nombre que recibió la especie en el siglo XIX hasta el 2005 en que la taxonomía clasificatoria lo definió como Neohelice, pero entre este grupo de investigadores se siguen reconociendo como parte del laboratorio de los Chasmagnathus.

Ahora, era momento de pensar estratégicamente la ubicación de cada pieza para cargar el baúl del auto y el tráiler con los equipos de pesca y los cangrejos. El tráiler quedó debajo de una arboleda cubierto por un plástico. Realizamos una parada para ir al baño y comprar una leche chocolatada como si fuera un premio de infancia. En el viaje de regreso, puede haber algún mensaje de WhatsApp (aplicación de mensajería instantánea para teléfonos celulares) con algún integrante del grupo de los “recepcionistas” (que también es rotativo y se ocupa de recibir a los cangrejos en el laboratorio y asignárselos a los oficiantes de los experimentos que comenzarán a realizarse), en caso de que haya una indicación necesaria respecto al recibimiento que se le dará a los animales. Alrededor de las 21 hs. entramos a la Capital Federal para volver a nuestras casas con ropas sucias y el cuerpo cansado del trabajo de la pesca y la permanencia al aire libre de todo un día que empezó muy temprano. Los cangrejos, en cambio, llegarían al laboratorio a la mañana siguiente para ser parte de nuevos experimentos que podrán resultar en nuevos papers, posters o tesis.

RITUALES EN LAS BITÁCORAS

Un objeto que facilita la coordinación de los viajes es un cuaderno en el que toman nota de aquellos datos significativos para la organización de un trabajo grupal y rotativo. A los pocos días después que los acompañé en mi primera pesca, me prestaron un ejemplar viejo porque pensaron que me podía servir para entender qué sucedía en los viajes de pesca. La función principal de estos apuntes podría haber sido cumplir con una tarea organizativa, es decir, anotar qué hace falta llevar al viaje siguiente y tener al alcance información de relevancia para la actividad (como los teléfonos de las Termas Marinas, de la pescadería o de los integrantes del laboratorio). Pero en estas bitácoras hay más que eso. Los viajeros fueron volcando diversos sucesos de sus expediciones. Su tono ameno, por momentos creativo y hasta poético, contrasta notoriamente con el abigarrado y hostil lenguaje de los artículos científicos. Son “diarios de navegación” en los que aparece descripta una instancia de la investigación que permanece en la intimidad de los integrantes del laboratorio.

Tomar la lapicera suele ser una decisión voluntaria llevada adelante según la predisposición y el estilo de quienes optan por dejar su huella. No es una actividad que concierne sólo a los investigadores con trayectoria científica. La pluma pasa de mano en mano, acá los firmantes no lo hacen con sus nombres y apellidos completos en un orden particular, sino con apodos o diminutivos. Los apellidos sólo se registran cuando se repite algún nombre, cosa que ocurrió en muy pocas ocasiones. La mayoría de las veces la escritura es anónima.

Los distintos pescadores mantienen diálogos entre sí en las entradas que realizan en los cuadernos. A través de este objeto las experiencias de pequeños grupos son compartidas con el resto del colectivo que conforma el laboratorio. Lo interesante es que además de ser una forma de registro, en las bitácoras se van asentando y produciendo los saberes sobre la actividad de pesca, que incluyen a su vez saberes sobre las relaciones entre este grupo de científicos.


Al escribir los registros de campo de mis experiencias en los cangrejales y leer las bitácoras me di cuenta que en la instancia de las pescas se recrean, debaten, actualizan y reinventan tradiciones orales y prácticas a las que ellos se refieren como “cosas típicas”, aún con sus diferencias, según la suerte y los gustos de los viajeros. Por lo que cada uno de estos viajes se compone de un “conjunto de actos formalizados, expresivos, portadores de una dimensión simbólica” (Segalen, 2005:30). En una acepción amplia del concepto de ritual forjado en la antropología clásica, posteriormente extendido a las sociedades contemporáneas y no siempre vinculado a la esfera del mundo mágico o religioso (Moore y Myerhoff, 1977), podría decirse que por fuera de la cotidianeidad del laboratorio, en el viaje y la pesca, este grupo de científicos lleva adelante comportamientos y lenguajes específicos con un sentido colectivo. Allí mismo involucran sus cuerpos (no sólo su mente), realizan tareas laboriosas y se embarran en el ambiente donde viven los Neohelice, y los distintos objetos utilizados (herramientas de pesca, víveres y bitácoras) son parte de los bienes comunes del grupo.

Estas instancias rituales y colectivas que comparten los integrantes del laboratorio no tienen como implicancia la homogeneidad del grupo, ni que todos sus miembros vivan estas situaciones de la misma manera. Sin embargo, dan cuenta de la formación, e incluso creación, de los límites de una comunidad (Moore y Myerhoff, 1977). El sentido grupal de estos viajes, incluidos los disensos o cuestionamientos que se manifiestan por escrito (por ejemplo, si parar o no en Atalaya, o cómo nombrar la actividad de pesca o recolección de cangrejos), se pone en evidencia aún más en las siguientes entradas:



Aquí directamente refieren al viaje de pesca en su totalidad como una instancia ritual, sea un “rito de iniciación” o un “bautismo” en el sentido cercano al ritual cristiano en el que nuevos integrantes se admiten en un grupo. La antropología ha estudiado in extenso este tipo de rituales en las sociedades tribales, que suponen una transición entre dos estados (Van Gennep, 2008 [1909]; Turner, 1980 [1967]). Se podría pensar en este caso que a través del proceso ritual quienes viajan a San Clemente por primera vez se incorporan a la comunidad del grupo de investigación. La escritura en las bitácoras de los iniciados sería el momento en que ya considerados pertenecientes al laboratorio cuentan acerca de su primera experiencia, las vivencias de las jornadas, sus aprendizajes vinculados al arte de la pesca pero también a las relaciones entre ellos. El bautismo que el ingresante consigna y experimenta de manera individual, va dando paso a una redacción grupal y colectiva en las sucesivas expediciones.

CELEBRACIONES Y MEMORIAS EN LOS CANGREJALES

La primera vez que viajé a San Clemente, apenas iniciado el viaje María Eugenia me comentó que les pareció que estaba bueno que fuera con ellos; me explicó que el grupo conformado por Arturo, Ángel y ella era el “team de los históricos”, y podrían ir contándome la historia del laboratorio en aquella pesca. Era la pesca número quinientos y pico que cuentan desde que Vidal comenzó a buscar cangrejos hace 30 años. Por lo que gran parte de las conversaciones de la jornada versaron sobre anécdotas de los viajes.

En estos viajes las memorias del grupo se comparten y sostienen en el tiempo a través de prácticas transmitidas como tradición (los rituales) y oral (las narraciones) (Ramos, 2011:133). La historia que hicieron y vivieron los sucesivos integrantes del laboratorio está presente en las bitácoras, pero también es vivida y transmitida en cada pesca. Fue por esas relaciones que pude ir comprendiendo los hábitos de estos científicos en la trastienda de sus investigaciones, como cuando María Eugenia me explicó una de las reglas del viaje en auto que luego encontré referida en el cuaderno de viaje:

María Eugenia: “Luana, te podés dormir en este viaje. El único que tiene que quedarse despierto es el copiloto para acompañar al que maneja”.

En las pescas me contaron que al cumplirse una nueva centena todos los integrantes del laboratorio viajan juntos a pescar. Y a los ritos de cada pesca durante el año, se agregan cinco celebraciones en las que homenajean su historia teniendo como referencia la búsqueda de cangrejos. A estos viajes van todos los integrantes del laboratorio, que pueden ir acompañados por sus familias (parejas e hijos pequeños), e invitan también a investigadores que durante los años han mantenido una relación de amistad cercana al laboratorio. Generalmente acampan en San Clemente o en alguna zona aledaña, y allí realizan juegos y cocinan.

La celebración por las 500 pescas fue durante el verano del 2015. Se conformó un grupo organizador que se encargó de preparar distintas actividades. Una fue la “búsqueda del tesoro” en la que compitieron hombres contra mujeres siguiendo pistas que había que resolver con el ingenio escondidas en distintos sitios del espacio abierto cercano a los cangrejales (¡ganaron las mujeres!). Otra fue el armado y la decoración de canoas divididos en grupos como una ofrenda a Yemanjá10. A través de un juego grupal incorporaban creativamente un rito de agradecimiento en un acto de reciprocidad y reconocimiento por las provisiones (los cangrejos) que la naturaleza les había brindado a lo largo de los años a estos pescadores haciendo ciencia.

Como si fuera un estado de communitas a la Victor Turner (1988 [1969]), en estas fechas pusieron un paréntesis a la estructura de diferencias y jerarquías establecidas por el escalafón del sistema científico que los ordena por las titulaciones y cargos alcanzados. En estas situaciones no se organizaron a partir de las categorías de investigador en CONICET, o por la cantidad de papers que publicaron y el impacto que tuvieron los mismos, o según quien está a cargo de realizar los experimentos. Siguiendo a Turner (1969:103), en esta situación de liminalidad prima “la mezcla entre lo humilde y lo sagrado, la homogeneidad y el compañerismo”. Los directores, junto a los científicos en formación, otros colegas y familiares compartieron una jornada recreativa, y no estrictamente de trabajo.

Las jerarquías que se cristalizaron, en cambio, tuvieron que ver con la entrega de 3 premios “Cangrejo”, un trofeo como los de los torneos deportivos con el nombre del premio. Una integrante histórica del laboratorio fue galardonada con el “Cangrejo de la Buena Onda” porque habiendo asistido a un casamiento familiar el día anterior, llegó el domingo a San Clemente y amasó chipá para todos. El “Cangrejo al Mejor Bailarín” lo recibió Ángel y “el Cangrejo de Oro” fue para una bióloga quien, ahora jubilada, estuvo en el laboratorio desde sus inicios. Premios que identificaban ciertas virtudes: la disposición a compartir lúdicamente con el grupo, y la trayectoria, cualidades no estrictamente académicas. Ninguno de los directores e investigadores de más jerarquía recibió un premio. En todo caso, estos trofeos demarcaron roles y valores importantes en la configuración de esta grupalidad.

En la pesca 400 pasaron el día en las Termas Marinas y se sacaron una foto con las batas blancas que provee el complejo turístico. Todos juntos en hileras, como un equipo de fútbol y en esos atuendos, hicieron que asociara esta imagen a los retratos de grupos tribales de fines del siglo XIX. Aparece, también, una referencia en las bitácoras del festejo por las 300 pescas.


En estas celebraciones jubilosas y periódicas que comparten entre distintas generaciones fueron trazando la historia del grupo. Tanto las instancias de pesca, como las celebraciones de los centenarios, constituyen instancias fundamentales en las que los vínculos sociales de unidad y cohesión de este grupo se refuerzan.

CONCLUSIONES

Al proponerme estudiar un laboratorio de neurocientíficos argentinos desde una perspectiva antropológica, a partir del trabajo de campo que realicé, me detuve en la observación de las prácticas de investigación relacionadas a la búsqueda de cangrejos que realiza este grupo de científicos desde 1984. Acompañarlos en dos ocasiones en esta actividad y leer los cuadernos en los que escriben sobre aquellas experiencias me permitió acceder a prácticas que no publican en sus trabajos. Valiéndome de la forma de conocimiento que me enseña la disciplina de la que provengo, la inmersión en los ambientes donde transcurre la acción y la no predeterminación de los aspectos significativos del mundo a indagar, pude interrogarme qué relevancia tenía la actividad de pesca para este grupo de científicos.

El viaje de pesca o recolección de cangrejos es la actividad en la que los integrantes del Laboratorio de Neurobiología de la Memoria se ocupan de conseguir los especímenes que protagonizarán los experimentos. Se trata de animales no convencionales con los que intentarán conocer nuevos procesos celulares o moleculares que podrían ser publicados en artículos científicos de revistas extranjeras. Por más de que esta actividad no sea objeto de análisis para la elaboración del dato a publicar, constituye un eslabón importante en el proceso de producción de conocimiento (que incluye la experimentación, el análisis de resultados, la escritura de papers, etc.). Instancia muy original de este grupo, ya que no es habitual que los científicos se ocupen de estos requerimientos de sus trabajos, que es parte de un recorrido que los científicos atraviesan colectivamente en la que se pone de manifiesto la trayectoria del equipo en sus investigaciones con los crustáceos.

Es por esta tarea que los científicos salen del laboratorio y se sumergen en el ambiente fangoso y liminal de los Neohelice donde ya no están todas las variables bajo control. Entre todos reúnen esfuerzos económicos y organizativos para sostener la actividad. Allí se vive y se destaca el trabajo comunitario compartido por todos los integrantes del laboratorio, en las que las jerarquías del sistema científico no son aspectos primordiales que se ponen en juego en esos momentos. También, se incluyen actividades entre los miembros del laboratorio en las que comparten situaciones lúdicas y de distensión entre compañeros. En todos estos años se han ido creando rituales, saberes y memorias en los que prima el conocimiento práctico, tradicional y afectivo, que en ocasiones quedan asentados en las bitácoras. Éstos, a su vez, constituyen prácticas en las que los integrantes del laboratorio se van conociendo como grupo y contribuyendo a una historia común. A tal punto que en San Clemente los integrantes del laboratorio celebran que conforman un grupo humano muy cercano a un animal. Y son las pescas la unidad de medida de la historia que conmemoran del laboratorio.

Este análisis de la pesca o recolección de cangrejos no presenta las relaciones entre científicos y cangrejos en contraposición con aquellas establecidas en el laboratorio; aunque cada momento tenga su propia especificidad (Ferroni, 2017), estas ponderaciones no tuvieron lugar en este trabajo. Así como tampoco me concentré en posibles conflictos y tensiones que puedan darse entre los integrantes del laboratorio, tal vez porque las propias características de estas situaciones hagan que no sea aquí donde se pongan en juego. De ahí que mi aporte se enfoque en aquellas prácticas a través de las cuales ellos crean ese ser parte de este grupo en las que los cangrejos están involucrados.

Para concluir, los integrantes del laboratorio agrupados en torno a los Neohelice cuando pescan, lo realizan con un propósito científico; de allí que, por ejemplo, los saberes generados en torno a los criterios de selección de cangrejos y el lugar de donde extraerlos se basan en las necesidades de los experimentos. Pero, al mismo tiempo, esta actividad de recolección de animales, afuera del mundo académico y no vinculada estrictamente a una tarea intelectual, se compone de saberes, rituales y memorias en los que se crean y recrean los modos de hacer ciencia y hacerse una comunidad de científicos del Laboratorio de Neurobiología de la Memoria. Comunidad que en este punto podemos entender como de neurobiólogos-pescadores-recolectores.

NOTAS

1 El Laboratorio de Neurobiología de la Memoria es parte del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) que actualmente dirige Alberto Kornblihtt, y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el organismo estatal autárquico más grande del país dedicado a la ciencia y la tecnología. Fue fundado por el biólogo argentino Héctor Maldonado (1927-2010).

2 La neurobiología de la memoria es una disciplina científica que forma parte tanto del área de estudios de las neurociencias como de la biología, e intenta caracterizar las bases celulares y moleculares de la memoria que se encuentran en el sistema nervioso del reino animal.

3 Los cangrejos Neohelice granulata son una especie autóctona que habita en las costas marinas y estuarios que se extienden sobre el Atlántico Sur desde Río de Janeiro, pasando por Uruguay (por ejemplo, en la barra de Maldonado), hasta la provincia de Chubut en la Patagonia argentina.

4 Las comillas las empleo para referirme a categorías nativas.

5 Los integrantes del laboratorio con quienes viajé a pescar cangrejos, ante mi consulta, manifestaron la voluntad de conservar sus nombres reales para esta publicación.

6 La planilla googledoc ha sido desarrollada por Google y posibilita a los usuarios acceder a un archivo común en simultáneo y realizarle modificaciones.

7 “Chiva chiva” es una expresión que suele ir acompañada con un gesto en el que la mano acaricia el mentón como si fuera barba, para presumir de un logro que otro no alcanzó y le genera envidia. Los tripulantes del viaje N° 245 terminaron la actividad de pesca 1 hora y 20 minutos más rápido que lo que registraron los del viaje anterior.

8 Esté término significaría el cumplimiento de cuatro centenas de viajes realizados.

9 Los “doritos” son la marca de un snack de nachos (tortillas mexicanas fritas) comercializados en el país, y “Uxmal” alude a un vino de una bodega mendocina con ese nombre.

10 Yemanjá es una orixá o deidad del panteón yoruba originaria de Nigeria que llegó al continente americano con el tráfico de esclavos. En el Atlántico Sur, este culto es parte del candomblé brasileño, cuando se le ofrenda como patrona de los navegantes, marineros y pescadores.

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