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Avá

On-line version ISSN 1851-1694

Avá  no.34 Posadas June 2019

 

ARTÍCULO

Reflexividad y relaciones de campo afectadas en una etnografía en un club platense

 

Julia Hang*

*Licenciada en Sociología y Dra. en Ciencias Sociales Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata. Becaria postdcotoral de CONICET (IdIHCS). Ayudante diplomada interina en la cátedra “Teoría Social Clásica II” del departamento de Sociología (FaHCE-UNLP).

e-mail: julita.hang@gmail.com

Fecha de Recepción: 11/12/2018
Fecha de aceptación: 26/01/2019


RESUMEN

El artículo presenta una serie de discusiones en torno a la reflexividad como dimensión central del proceso de investigación etnográfica. A partir del análisis del abordaje metodológico con que desarrollé mi investigación doctoral en torno a la sociabilidad y la política entre los socios de un club social y deportivo, reflexiono sobre la multiplicidad de formas que la reflexividad fue tomando en la investigación, tanto como vigilancia epistemológica como modo de cuestionar la autoridad monológica para construir las categorías centrales de la tesis en diálogo con mis interlocutores. A su vez se presenta el debate en torno a “poner el cuerpo” como estrategia metodológica para una mejor comprensión de nuestro objeto de estudio, junto con la idea de “dejarse afectar” por lo que sucede en el campo como instancia central en la etnografía. Finalmente, se presenta una reflexión sobre la escritura etnográfica como forma de lograr una mejor comprensión del mundo social.

Palabras clave: Reflexividad; Metodología; Etnografía; Afecto.

ABSTRACT

The article presents some discussions about reflexivity as a central dimension of the ethnographic research process. From the analysis of the methodological approach with which I carried forward my doctoral thesis about sociability and politics among the members of a social and sports club in the city of La Plata, I reflect on the multiplicity of forms that reflexivity was used during the investigation. If sometimes it operated as epistemological surveillance, as an exercise that allowed me to attend to the social and historical determinants that intervened in my scientific practice, in others it allowed questioning the monological authority to construct the central categories of the thesis in dialogue with my interlocutors. In dialogue with this discussion, the debate is presented around “using the body” as a methodological strategy for a better understanding of our study object, together with the idea of “letting ourselves be affected” by what happens in the field as a central instance in ethnography. Finally, a reflection on ethnographic writing is presented as one of the ways to achieve a better understanding of the social world.

Key words: Reflexivity; Methodology; Ethnography; Affection.


INTRODUCCIÓN

“Nada mejor, pues como técnica de observación y análisis, que la inmersión iniciática en un cosmos, e incluso la conversión moral y sensual, a condición de que tenga una armadura teórica que permita al sociólogo apropiarse en y por la práctica de los esquemas cognitivos, éticos, estéticos y conativos que emprenden diariamente aquellos que lo habitan”

(Wacquant, 2006:16)

En este artículo presentaré una serie de discusiones en torno a la reflexividad como dimensión central del proceso de investigación etnográfica. A partir de la descripción y el análisis del abordaje metodológico con el que llevé adelante mi tesis doctoral (en torno a la sociabilidad y la política entre los socios de un club social y deportivo de la ciudad de La Plata) reflexionaré sobre la multiplicidad de formas que la reflexividad fue tomando en la investigación. Si en algunos momentos operó como vigilancia epistemológica, como ejercicio que me permitió atender a los determinantes sociales e históricos que intervinieron en mi práctica científica, en otros permitió cuestionar la autoridad monológica para construir las categorías centrales de la tesis en la interacción con mis interlocutores. Presentaré, en diálogo con dicha discusión, el debate en torno a “poner el cuerpo” como estrategia metodológica para una mejor comprensión de nuestro objeto de estudio, junto con la idea de “dejarse afectar” por lo que sucede en el campo como instancia central en la etnografía. Finalmente, reflexionaré sobre la escritura etnográfica como uno de los modos de lograr una mejor comprensión del mundo social.

TRANSFORMAR EL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN: DESPLAZAR LA MIRADA DESDE DEPORTE HACIA LA POLÍTICA

Entre los años 2013 y 2018 llevé adelante una investigación doctoral en la cual indagué acerca de las prácticas de sociabilidad y deportivas de los miembros del Club Universitario de La Plata, un tradicional club social y deportivo de la ciudad. La productividad política de estas prácticas fue el tema principal, el cual fue emergiendo a partir del despliegue de las tensiones y articulaciones entre “lo social”, “lo político” y “lo deportivo” que tienen lugar en el club. A partir del trabajo etnográfico en la institución, mostré el modo en que, en torno a la sociabilidad y el deporte, un sector social con cierta gravitación en la política y en la vida social local, como son los socios y dirigentes del club, creaban definiciones acerca de la política y valores morales deseables no sólo para la institución, sino también para la sociedad. De este modo, poniendo el foco del análisis sobre la sociabilidad, se analizaron los universos morales que se construyen en torno a ella.

Cuando empecé el trabajo de campo, mi interés radicaba en comprender los modos de sociabilidad que se generaban en torno a un deporte específico, la natación máster1. Así, durante los primeros meses de investigación me sumergí en la práctica de este deporte, para dar cuenta del modo en que en torno al aprendizaje y puesta en práctica de un conjunto de técnicas corporales los nadadores incorporan una ética del sacrificio en torno a la cual se generan moralidades, identidades grupales, un nosotros y un ellos específico que distingue a aquellos que han transitado una experiencia de sufrimiento y sacrificio en el agua, de aquellos que no. En esa primera etapa del trabajo de campo, no sin dificultades, y valiéndome de algunas estrategias de relativización, procuré transitar el camino de nadadora nativa (ya que yo era parte de ese mismo grupo al cual estaba investigando) a investigadora, que analizaré más adelante. A medida que avancé con la investigación, una serie de procesos políticos iban aconteciendo en el club, cuyos dirigentes eran miembros, en su mayoría, del equipo de natación máster. De este modo fueron los mismos actores quienes, frente al proceso de crisis atravesado por la institución, me fueron mostrando que sus deseos, sus intereses y sus apuestas subjetivas pasaban por la política. De ahí que la tesis, en que había comenzado a pensar las moralidades incorporadas en torno a una práctica deportiva, fue mudando hacia las prácticas políticas de los socios del club. Me interesa reponer este desplazamiento, en tanto que el mismo no fue arbitrario, sino que fue guiado por los actores del campo. El club se encontraba atravesando una crisis institucional, política y económica, por lo que los nadadores máster (que eran mis interlocutores) pero también la comunidad del club en general, comenzaron a participar de la vida política de la institución de diversas maneras. Durante los entrenamientos, las conversaciones giraban en torno a la situación del club. El clima de crisis era palpable en los vestuarios, en reuniones formales e informales y a través de las redes sociales, donde distintos actores opinaban y discutían acerca de la mejor forma de superar aquella situación. De este modo, se iba configurando una pregunta de investigación por los sentidos de la política, que si en un principio estuvo motorizada por el hecho de que las anteriores comisiones directivas estaban integradas en su mayoría por miembros del equipo de natación máster, luego me llevó a salir de la pileta y de los discursos de dirigentes y ex dirigentes, para desplazarme por un contexto más amplio y complejo, en el cual comenzaban a participar (o mejor dicho yo comenzaba a visibilizar) de diversas maneras un conjunto de actores que hasta el momento parecían permanecer ajenos la política. Jóvenes deportistas, socios y empleados del club, incluso los medios de comunicación local y los políticos municipales y provinciales se permitían tomar posición en los debates, entre los que circulaban discursos, rumores e hipótesis de todo tipo acerca de lo que pasaba en el club.

Si, como sostiene Malinowski (1975), el campo se entiende en el imprevisto, el trabajo de campo consistió en un “estar ahí” prolongado y permeable a los acontecimientos que allí tuvieran lugar. Ese “ahí” se fue construyendo a lo largo del tiempo que duró la investigación y en la interacción con los actores. El desplazamiento temático fue necesariamente acompañado con un desplazamiento conceptual, construido otra vez al calor del campo, y teniéndome como protagonista de aquello que allí iba sucediendo. A partir del año 2008 conformaba la comisión directiva del club con un cargo menor, como vocal suplente, del que casi no participaba. Sin embargo, el trabajo de campo y la importancia que la política comenzó a ocupar en el contexto de crisis desde el año 2013, hicieron que comience a habitar ese espacio de manera más intensa. Participé con más frecuencia en las reuniones de comisión directiva, de la subcomisión de natación, en asambleas y otras actividades. Mientras tanto, comenzaba además a entrevistar a personas que consideraba que eran referentes en la política del club, tales como presidentes, ex presidentes y miembros de comisión directiva. “Yo había leído tu trabajo de natación y quería hablar de natación, no de política”, me comentó desilusionado el ex presidente Héctor Gutiérrez, ante mi insistencia en preguntar por su participación política en el club y en esferas políticas municipales. Posteriormente, mientras yo continuaba preguntando por los motivos que se jugaban en la participación en la política del club, otros interlocutores destacaban el amor que tenían por el club, su rol como deportistas destacados, o la emoción de pertenecer al linaje de los fundadores del club, expresada en una fotografía enmarcada colgada en la pared del estudio de un dirigente. Frente a mi creencia de que los dirigentes del club estaban allí buscando acumular prestigio para posicionarse como políticos en otras esferas políticas más amplias, sus respuestas me llevaban a incorporar una nueva dimensión de análisis vinculada, en principio, al afecto. Dejar de pensar que mis interlocutores me mentían, o me ocultaban información, implicó atravesar un proceso a través del cual pude reponer la positividad de aquello que los actores afirmaban. Así, siguiendo nuevamente a Renoldi (2014:132), que encuentra en la idea de simetría aplicada al trabajo etnográfico “una tendencia contraria a cierto evolucionismo intelectual en el que se funda el pensamiento científico moderno al afirmar que puede acceder a la lógica oculta, a las verdaderas razones que mueven a los actores, al trasfondo de los secretos que nos permitiría acceder a las esencias que justifican el accionar”, pude operar este segundo desplazamiento: de una mirada instrumental de la política en el club, como una práctica que sólo valía la pena en tanto redituara en ganancias que posicionen a las personas de mejor manera en otros espacios políticos, a una mirada que reponía la dimensión afectiva, corporal, emocional e irracional de la práctica política. Así, los trabajos de la antropología de la política, que sostenían que la política es necesariamente una categoría etnográfica, cobraban un nuevo sentido.

En agosto de 2015 tuvo lugar una asamblea multitudinaria que marcó el fin de la gestión que había comenzado en el 2008 (compuesta por “políticos” y “arribistas”) y la emergencia y consolidación de un nuevo sector político, compuesto mayoritariamente por jóvenes deportistas. Fue un “evento” definido por los actores como crítico, que me permitió visibilizar una heterogeneidad de actores e instituciones y conectar lógicas alternativas de organización de sentidos (Frederic y Masson, 2008). A partir de allí se fue consolidando una oposición a la comisión directiva de la que yo era parte, encabezada por jóvenes deportistas, algunos de ellos hijos de dirigentes tradicionales del club, quienes se movilizaron durante meses para salvarlo. Durante el tiempo que duró este proceso de movilización por parte de los socios, me había sentido incómoda por mi participación en él. Varios miembros de la comisión directiva habían renunciado y los rumores acerca de las mentiras, negociados y corrupción de la comisión directiva a la que yo pertenecía me afectaban. Aunque pensé en renunciar, decidí no hacerlo. Fundamentalmente, porque creía que habitando esos espacios podía observar aquello que comenzaba a emerger como la “política” del club, expresada no sólo en las reuniones de comisión directiva, sino también en eventos sociales, reuniones informales y charlas en los vestuarios. Al mismo tiempo, tanto los empleados como algunos socios del club comenzaban a verme como referente de la situación, por lo que me comentaban sus preocupaciones, o me mostraban sus análisis de la situación. Los miembros de la oposición intentaban acercarse a mí mostrándome también sus preocupaciones e intentando convencerme de que renuncie. De este modo, durante los meses que duró el conflicto hasta la asamblea en que se presenta la renuncia, fui transitando diversos espacios de sociabilidad, registrando en largas descripciones las situaciones vividas en tal proceso de inmersión. Luego de la renuncia, aliviada, me alejé del trabajo de campo por un tiempo y comencé objetivar lo vivido.

TRANSFORMAR EL AFECTO EN DATO

Favret-Saada (2013) sostiene que para conocer y entender la manera en que las personas crean y reproducen el mundo que habitan, es preciso ‘dejarse afectar’ (alertar, o transformar) por la lógica de quienes operan como nuestros interlocutores durante la realización del trabajo de campo. Durante el tiempo que duró el trabajo de campo en el club fui atrapada por todo tipo de experiencias: discutí sobre política, quise renunciar a la comisión directiva, trabajé para el club, participé en múltiples competencias, compré rifas para ayudar al club, creí, cuando me llamaron para dar una mano, que el club mejoraría si se aclaraba su organigrama. Con el corazón acelerado por los nervios, acepté trabajar para la Comisión Directiva que me había tratado a mí y a mis compañeros de ladrona. Lloré de emoción cuando premiaron como deportista destacada a una nadadora de 76 años de edad, que luego falleció repentinamente y fue velada con la medalla y la remera del club. “Hablame de sentir la camiseta”, me dijo Marisa llorando y el pecho se me oprimió, en un momento en que creía que ya no me importaba nada de lo que sucedía en el club y sólo quería terminar mi tesis. Algunas de estas situaciones fueron elaboradas en distintos apartados de la tesis doctoral en relación a discusiones teóricas. Otras, a pesar de la insistencia de algunos colegas para que las publique, quedarán en mi cuaderno de campo. Llantos, deseos, amores, peleas, fueron expuestas sólo en la medida en que cobraban sentido en relación al campo. Las etnografías corren el riesgo de transformarse en pornografías (Bourgois, 2005) cuando se olvida que los datos presentados deben necesariamente estar en relación con las cuestiones teóricas que queremos exponer. Si “dejarme afectar” fue el camino necesario para escribir la tesis, lo fue en la medida en que tal afecto pudo ser capitalizado, producido y analizado como dato. En este punto, entonces, podemos encontrar una diferencia de intensidad con aquello que Favret Saada plantea y que es retomado por Zapata (2014) en su trabajo sobre la indianidad mapuche. Las experiencias protagonizadas por los etnógrafos y sus interlocutores dejan como registro una “intensidad afectiva” que es producto de una comunicación involuntaria e inmediata, que no encuentra en las palabras su medio de simbolización.

“Poner el cuerpo” fue la estrategia que me permitió acceder al mundo de valores de mis interlocutores. Si bien puede pensarse que yo ya era parte de ese mundo y que ya estaba afectada de antemano, lo estaba pero habitándolo desde un lugar particular. Al asumirme como investigadora y construir un objeto de estudio en torno a la sociabilidad y la política del club, asumí una disposición a habitar nuevos espacios que solo como deportista no hubiera hecho. “¿Es posible que seas objetiva cuando sos parte de lo que estudias?” Durante los cinco años en que llevé adelante mi investigación doctoral, me cansé de escuchar esa pregunta proveniente de los más diversos interlocutores: colegas en congresos, en seminarios, conversaciones informales, e inclusive los mismos interlocutores del campo me interpelaban, muchos de ellos socializados en los métodos de investigación académica. En mis esfuerzos por elaborar las distintas respuestas a esa pregunta se fueron esbozando estas páginas, al calor de la investigación, en diálogo con los actores y con la bibliografía y, principalmente, en función de la especificidad del objeto2.

El producto final de la investigación fue una tesis etnográfica, en la cual la etnografía es enfoque, es método y es texto (Guber, 2001). Durante los años que duró la investigación, participé y me involucré en las más diversas actividades: competencias, asambleas, reuniones, relaciones afectivas, laborales, políticas y discusiones que conformaron el campo. Si uno de los desafíos de la antropología clásica consistía en volver familiar lo exótico (Da Matta, 2007) con el desarrollo de la antropología en las sociedades contemporáneas el desafío se invertía: ahora debía “desfamilizarizar lo familiar”. Fue en ese contexto en que proliferó la literatura internacional que, al diagnosticar la falla de la antropología en no reconocer lo exótico en lo común y lo común en lo exótico (Okely, 1996), destacó las virtudes de la autoetnografía (Strathern, 1987; Ellis, 2000, Okely 1996) como método que permite describir y analizar sistemáticamente la experiencia personal para entender la experiencia cultural (Ellis, 2011). Muchas etnografías en el mundo del deporte han partido de reflexiones inspiradas por las propias prácticas deportivas que realizaban los investigadores (Gil, 2018; Rodriguez, 2013). Otras, vinculadas a la reflexión sobre el cuerpo, han buscado poner de relieve el lugar de lo corporal como instancia de captación de lo social (Citro, 2010), dando por tierra con la tradicional escisión cartesiana entre mente y cuerpo, que tan caro le ha costado a las ciencias sociales occidentales. Como si hubiera otra manera de hacerse preguntas sobre el mundo social que habitándolo, pareciera que la reflexividad y la toma de distancia siempre es requisito sólo para quienes hacemos “antropología en casa”. Quizás en el caso de los estudios sociales del deporte, donde el uso del cuerpo como herramienta de conocimiento adquiere una dimensión central, esto se ha visto exacerbado. Frente a algunos enfoques que sostienen que en ocasiones no es necesaria la participación activa ni la identificación emocional con los actores, creemos que en este caso creemos la participación y el involucramiento corporal fueron necesarios para reconocer algunas clasificaciones nativas, comprender emociones y pasiones, no sólo la de los actores, sino también las mías, un elemento fundamental de una práctica de investigación reflexiva. Otras investigaciones en el campo de los estudios del deporte inspiradas en los trabajos de Wacquant (2006), coinciden en la necesidad del uso del cuerpo como una de las herramientas que contribuyen en una mejor comprensión de los fenómenos estudiados, en particular cuando la dimensión corporal de la práctica tiene un lugar central como en este tipo de deportes (Rodríguez, 2013; Branz, 2015)

Ahora bien, si volvemos a la pregunta del inicio acerca de la posibilidad de estudiar grupos sociales de los que somos parte, estos roles como investigadora y como nativa no resultan excluyentes, sino que como plantea Becker “los sociólogos saben algunas cosas que las personas que están estudiando desconocen”, es decir que la reflexión sociológica, a diferencia de las perspectivas nativas que miran desde una sola posición, es capaz de poner en relación diferentes miradas y analizarlas (Becker, 2009:133). Al mismo tiempo, no solo que no son roles excluyentes, sino que como muestra Gil (2018) en su trabajo sobre el running, la antinomia nativo/ extranjero es siempre relativa.

Pese a las dificultades para sujetarse a las exigencias de distancia, Noel y Segura (2016) plantean que las antropologías periféricas indagaron con éxito sus propias sociedades. Krotz (1994) sostiene que la pregunta antropológica es la pregunta por la igualdad en la diversidad y por la diversidad en la igualdad. Cuando hacemos antropología en casa, dada la ausencia de distancia con el otro, muchas veces podemos cometer el error de pensar que los otros son iguales a nosotros y que van a pensar y entender el mundo de la misma manera que nosotros. Tal es así que el proceso de trabajo de campo estuvo plagado de errores y “metidas de pata”. Pese a haber reflexionado largamente sobre mi rol en el campo, de poner en juego estrategias de distanciamiento y de leer etnografías donde otros investigadores dan cuenta de conflictos que han tenido en el trabajo de campo, hubo momentos en los que la puesta entre paréntesis de mis preconceptos y prejuicios me resultó imposible, generando así algunas situaciones de tensión sobre las que más adelante pude reflexionar. La mayoría de los autores coinciden en señalar que “no hay recetas” en lo que respecta al hacer etnográfico. Sin embargo, creemos que la reflexión sobre el método etnográfico y sus dilemas, vale la pena como una manera de mejorar el conocimiento social. Como sostiene Grimson (2003),

todo investigador no sólo se alimenta del sentido común de su cultura, sino del conocimiento del resultado de otras improvisaciones por parte de los etnógrafos. Es necesario concebir el encuentro etnográfico como proceso de interacción de actores sociológicos, y en este sentido, como situación objetivable que puede reflexivamente aportar elementos fundamentales para el conocimiento de los otros (62)

En la escritura de la tesis recurrí a la descripción de una variedad de escenas y de situaciones de interacción que me tenían como protagonista. Esta introspección benigna (Hidalgo, 2006:48) o reflexividad narcisa (Guber, 2014:15) que retornó a las etnografías de la mano de la antropología posmoderna en la forma de discusión por la autoridad etnográfica, nos permite, en este texto, prestar atención al modo en que los datos son construidos y analizados. Hablar de mí misma no supone un ejercicio narcisista, sino des-centrarme de mí misma. Como sostiene Guber (2014) las circunstancias personales son centrales, en tanto que habilitan una comprensión que deriva de describir y analizar reflexividades distintas.

REFLEXIVIDAD EN TRES SENTIDOS

La noción de reflexividad, en sus múltiples sentidos (Hidalgo, 2006), fue central en la tesis. Si por momentos tal noción me permitió cuestionar la autoridad monológica (como cuando el presidente del club, tras leer un texto donde yo destacaba su linaje familiar con ex dirigentes del club como mecanismo de acceso al poder, me contestó mostrándome que esa interpretación desconocía, entre otras, el afecto hacia el club y los propios proyectos subjetivos, habilitando una nueva interpretación sobre la política en dialogo con los sentidos nativos), en otros momentos la reflexividad operó en el sentido bourdiano como objetivismo (Hidalgo, 2006), como vigilancia epistemológica, como ejercicio que permite al científico “controlar” los determinantes sociales e históricos que intervienen en torno a su actividad. De este modo, la vigilancia en torno a condicionantes sociales como género o clase social no sólo habilitó la reflexión sobre la producción de los datos sino que, al mismo tiempo, dicha reflexión permitió dar cuenta de algunas clasificaciones clave estructurantes de las relaciones sociales en ese universo particular. Ser mujer, heterosexual y soltera me permitió participar de las decisiones políticas que se fueron tomando en un momento particular. En mi investigación fue central mi relación con Rodolfo, un técnico en gestión deportiva que me invitó a trabajar con él para que, como socióloga, lo ayude a comprender la dinámica de las relaciones sociales en el club. Acepté esa tarea fundamentalmente porque creía que desde ahí podía habitar nuevos espacios del campo, dejándole siempre en claro que lo que allí sucedía serían datos para mi tesis. Tras unos meses de trabajar junto a él, pude comprender que yo estaba allí principalmente porque Rodolfo buscada seducirme, algo que me confesó tras una reunión con la subcomisión de tenis a la cual lo acompañé, tarea que realizábamos regularmente.

En este sentido, como todas las relaciones sociales, las relaciones etnográficas implicaban un diferencial de poder, que se iba definiendo y redefiniendo a lo largo de las diversas situaciones de campo y en relación con los distintos interlocutores. Con respecto a esta cuestión, me interesa destacar los trabajos compilados por Guber (2014), en los cuales las autoras se refieren a sus experiencias de campo desde su capacidad disruptiva y cuestionadora, especialmente con respecto a sus disposiciones logocéntricas y sociocéntricas. En este sentido, de la misma manera que en las circunstancias atravesadas en mi trabajo de campo, las diversas instancias en las que transita el trabajo de campo de estas autoras no se consideran obstáculos ni distracciones ni pérdidas de tiempo, sino los armados crudos, con ellas adentro, de aquello que se proponían conocer (Guber, 2014:29).

Otra de las maneras en que la reflexividad durante la investigación remite a su sentido etnometodológico, en el modo en que es planteado por Garfinkel (2006) y recuperado por Guber (2014). Para esta corriente, la reflexividad refiere a la capacidad de los actores de hacer explicables los escenarios sociales en los cuales se desenvuelven. Aquí, a diferencia de otras perspectivas (Bourdieu, 2003), la reflexividad es un rasgo de los actores y no del científico, que supone un saber hacer en contexto. Así, por ejemplo, a lo largo del trabajo de campo fueron variadas las instancias en que tanto mis métodos de investigación como mis teorías fueron “desafiados” por los métodos y las teorías con las que los propios actores explicaban su realidad social. Mabel, la secretaría del club, me explicó el trabajo de archivo que había realizado para colaborar con la redacción y publicación de la revista en conmemoración del 60 aniversario del club. “Fui a la biblioteca de la Universidad. Ahí busqué en los diarios viejos las ediciones de fechas de aniversarios del club, entonces iban apareciendo noticias, y eso me permitió reconstruir un poco de ese pasado”. Unos días antes yo había realizado la misma tarea, e incluso, al observar la revista, vi que las mismas noticias e imágenes que a mí me habían llamado la atención aparecían en la publicación. La similitud entre estas maneras de conocer el mundo es retomada por algunos autores vinculados a la corriente de las sociologías pragmáticas, como Boltanski y Thévenot (1991) y Latour (2008), quienes promueven un análisis que realza la continuidad entre el saber científico y el saber práctico–ordinario, en tanto que ambos definen un conocimiento sobre el mundo. Los actores, para actuar en él, ponen en juego un conjunto de saberes que no son solamente teóricos o cognitivos, sino fundamentalmente prácticos, ya que están ligados a la posibilidad de ajustar su acción a situaciones. Latour (2008) advierte que “ya no es suficiente limitar a los actores al rol de informantes que ofrecen casos de algunos tipos muy conocidos. Hay que restituirles la capacidad de crear sus propias teorías de lo que compone lo social” (Latour, 2008: 27).

De este modo, la reflexividad implicó una advertencia a la hora de tener en cuenta la racionalidad propia de los actores, al mismo tiempo que horizontalizar ambas racionalidades. Así, sin buscarlo, llegamos a aquello que Guber (2014) nos indica: “las técnicas de la investigación social deben ser las mismas que las de los actores: la única manera que tenemos los investigadores de conocer la realidad social es aprender los métodos de los actores para conocer su propio mundo” (Guber, 2014:22). Siguiendo a Latour, Renoldi (2014) llama “antropología simétrica” a este modo de conocer que apunta a la reflexividad volcada a la naturaleza de la actividad productiva para el caso del antropólogo cuando establece sus relaciones de campo.

SOBRE LA DESIGUALDAD EN LAS RELACIONES DE CAMPO

Este artículo relata cómo la estrategia metodológica se ha ido definiendo y redefiniendo a lo largo del trabajo de campo, y en relación a las nuevas dimensiones que se iban abriendo y que eran significativas para los actores. Si hasta aquí el enfoque etnográfico se nos vuelve fundamental para comprender los sentidos en torno al deporte, la sociabilidad, la política y sus vínculos, una última inquietud se nos presenta cuando tratamos con grupos sociales que en términos de posición socioeconómica se encuentran o bien al mismo nivel que el investigador, o en una posición superior. Gessaghi (2014) reflexiona sobre esta distancia, la posición dominada del investigador, la distancia social, para luego sostener que

la supuesta relación de dominación–subalternidad entre investigador–sujetos cuando se trabaja con los sectores más privilegiados es dinámica y no es exclusiva de la construcción de conocimiento con las elites. Las relaciones en el campo cambian continuamente. En este sentido no hay mayores diferencias cuando se investiga con “la clase alta” o con los sectores subalternos. La dinámica compleja de las relaciones en el terreno difícilmente pueda asimilarse a un vínculo de dominación y subalternidad y mucho menos aún en una dirección lineal, única. (Gessaghi, 2014:162)

La incomodidad muchas veces experimentada en el campo fue producto de una serie de desigualdades que no necesariamente eran de clase. En definitiva, en el campo las distinciones se juegan de múltiples maneras y si a veces mi título de socióloga becaria de CONICET era admirado, otras veces mi condición de mujer, mucho más joven que mis interlocutores, me devolvía a un lugar de subordinación. Así, las relaciones de campo se nos presentan como “conflictivas, negociadas continuamente, fluctuantes y dinámicas” (Gessaghi, 2014:163). Esto implicó en muchos casos (cuando se referían a cuestiones que para ellos eran sensibles como los temas vinculados con la “política”) el pedido de reserva por parte de mis informantes, y en otros casos (cuando se trataba de temas que para ellos eran dignos de orgullo, tales como los éxitos deportivos) el pedido de publicidad. Siempre sostuve que iba a mantener la confidencialidad, cambiando los nombres de los interlocutores cuando sea necesario e inclusive llegué a pensar que lo mejor sería pensar un nombre ficticio para el club. Méndez (2014) ha reflexionado acerca de los vínculos etnográficos y el pedido de anonimato de sus fuentes. Para ella, este pedido la obligaba a ocultar el rasgo identitario más sobresaliente del colectivo social que ella estudiaba: el prestigio de sus integrantes. Sin embargo, más adelante pudo comprender que el pedido de anonimato formaba parte del proceso de producción colectiva de los egresados del Colegio Nacional de Buenos Aires, una institución que se presenta como igualitaria opacando lo meritocrático con que son asociadas las elites. Si pensamos en relación a nuestro caso, el pedido de anonimato aparecía cuando se ponía de relevancia aquello que la sociabilidad del club justamente busca desdibujar: la dimensión política. Finalmente, desistí de la idea de ficcionar el nombre del club, ya que la importancia de lo universitario, en tanto orígenes, pertenencia y saberes será una característica no solo excluyente en los inicios de la institución, sino que también ampliamente valorada por los miembros del club. Si yo estaba convencida de que como Geertz “no estudia aldeas sino en aldeas” (Geertz, 1992) yo no estudiaba el club, sino en el club. Es decir, el club era el lugar en el cual yo estudiaba los vínculos que las clases medias platenses establecen entre sociabilidad, deporte y política. Argumento difícil de explicar a nuestros interlocutores, particularmente en contextos en los cuales nuestras investigaciones están al alcance de todos, como sostiene Gil (2006) cuando afirma que actualmente los controles nativos nos ponen ante una nueva prueba ya que fiscaliza nuestras conclusiones y posturas no desde lo académico sino desde las teorías emic. En este sentido, creo que mi deseo de cambiar el nombre del club respondía más que a una estrategia metodológica, al temor de que lo que escribo genere descontento o rechazo entre mis interlocutores. Garriga Zucal (2012) reflexiona sobre el desafío que representa para los que hacemos antropología en casa el estar sujetos a la evaluación de nuestros interlocutores:

Las relaciones de campo no terminan cuando uno se pone a escribir sino que esta etapa del trabajo etnográfico es parte del diálogo etnográfico. Tal vez, esta es la parte más compleja del diálogo antropológico donde los intereses de las dos comunidades se muestran en tensión; pero producto de esta complejidad, posiblemente, sea la parte más rica (Garriga Zucal, 2012:22)

Así, la circulación de nuestros textos por ámbitos no académicos pone a prueba nuestras relaciones de campo y, al mismo tiempo, enriquecen nuestros análisis. Incorporando el modo en que nuestros interlocutores nos ven, sus enojos, sus retos y sus desafíos pluralizamos nuestra mirada sobre el mundo social que buscamos comprender. Quizás, uno de los modos de lograr esta mejor comprensión del mundo social se ubique ya no en el campo, sino en un tipo de escritura que sea fiel al carácter vívido de nuestros medios de conocimiento, que entienda a las perspectivas nativas con las que trabajamos menos como un punto de vista “intelectual” (formas de concebir y significar mundos) y más como un punto de vista “vivencial” (formas de hacer y crear vida social) (Quirós, 2014:47).

CONSIDERACIONES FINALES

En este artículo busqué poner de manifiesto el modo en que la reflexividad metodológica operó en mi investigación doctoral, tanto en el trabajo de campo y las relaciones que allí fui transitando, como en la propia construcción del objeto de investigación y en la escritura. A partir de la descripción y análisis del abordaje metodológico con que llevé adelante mi tesis doctoral en torno a la sociabilidad y la política entre los socios de un club social y deportivo de la ciudad de La Plata, reflexioné sobre la multiplicidad de formas que la reflexividad fue asumiendo en la investigación. Al mismo tiempo, presenté un recorrido por el modo en que los desplazamientos en el campo (que fueron posibilitados por una sensibilidad etnográfica dispuesta a involucrarme en aquello que mis interlocutores iban definiendo como significativo) fueron de la mano de desplazamientos conceptuales que se fueron construyendo en la propia investigación. Si una de las conclusiones de la tesis refirió a la imposibilidad de escindir la vida social en esferas, lo mismo podemos decir de la reflexividad, la cual debemos necesariamente desplazar a lo largo de todo el proceso de investigación social, proceso del cual los investigadores somos actores, que vivimos aquella realidad que intentamos captar. La apuesta por una etnografía en la cual el involucramiento con el campo y sus actores (a través de la puesta en juego de lo corporal y de los afectos como manera de acercarse y realizarse preguntas sobre lo social) no implica de ningún modo la renuncia a la comprensión y la explicación como horizontes de la ciencia social. La distancia, como se vio a lo largo del artículo, es siempre una distancia analítica en la cual las estrategias reflexivas son centrales para lograrla.

NOTAS

1 Me refiero a la natación competitiva para adultos que en el Club Universitario cuenta con un equipo de aproximadamente 60 nadadores de entre 20 y 80 años.

2 Estas reflexiones también se enmarcan en muchas de las discusiones que llevamos adelante en el proyecto de investigación radicado en la FaHCE (UNLP) “La reflexividad metodológica en las Ciencias Sociales: análisis del proceso de investigación social”, dirigido por Leticia Muñiz Terra y codirigido por Juan Piovani.  

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