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Avá

On-line version ISSN 1851-1694

Avá  no.35 Posadas Dec. 2019

 

NOTA EDITORIAL

NOTA EDITORIAL

Ana Zoppi1 

Natalia Otero2 

1Universidad Nacional de Misiones

2Universidad Nacional de Misiones

Desde 1998 en que nace el proyecto, la revista Avá viene contribuyendo con la producción de conocimiento científico en el campo de la antropología y las ciencias sociales, acompañando el crecimiento del Programa de Posgrado en Antropología Social de la UNaM, que recientemente ha corroborado con honores su calidad con la mejor calificación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria en Argentina.

Avá es el resultado de anudamientos de diferentes trayectorias que la hicieron nacer, crecer y permanecer vigente, gracias al esfuerzo mancomunado de estudiantes y docentes de nuestro Programa y a las contribuciones de autores y autoras de diferentes latitudes. Nos complace anunciar un nuevo número en este contexto tan difícil que está atravesando el mundo entero, y queremos aprovechar la oportunidad no solo para recordar y honrar la memoria de uno de nuestros fundadores, sino también para expresar nuestro agradecimiento a quienes han dejado sus huellas en el devenir de Avá. En primer lugar a Denis Baranger, que estuvo a cargo de la dirección en los últimos siete años brindando su acompañamiento siempre atento y su cariño al equipo y a la revista. Despedimos también con afecto y gratitud a Laura Ebenau, nuestra anterior secretaria editorial, por tantos años de trabajo impecable, por el esfuerzo titánico y su capacidad de estar atenta a cada detalle.

Asimismo, queremos darle la bienvenida a nuestra nueva directora, Brígida Renoldi, que con su espíritu libre nos empuja día a día a motorizar formas de ser y hacer en equipo, y al nuevo equipo de gestión de la Secretaría Editorial, Ana Cecilia Gerrard, Mariana Lorenzetti y Marilyn Cebolla Badie. Celebramos la incorporación de Virginia Bertotto y Myriam Perret al Comité Editor, de Martín Figueredo en la edición técnica, de Joe Nazaruka en el diseño y la diagramación y de Mara Dicenta como revisora de inglés.

Muy conmocionados por la muerte de uno de nuestros inventores, Héctor Jaquet, incluimos un pequeño y sentido homenaje de Ana Zoppi y Natalia Otero Correa, quienes junto con él dieron forma a este proyecto editorial y durante muchos años formaron parte del Comité Editorial y la Secretaría de Redacción. Además de ser un gran historiador, antropólogo y realizador audiovisual, Héctor fue un entrañable amigo, una mente brillante, un artista intelectual, un hombre lleno de infancia, de calidez, imaginación, inteligencia y generosidad. Por todo lo que fue, sigue siendo en todos nosotros y en el corazón de Avá.

¿Y si hacemos la revista del PPAS…?

Era una tarde cualquiera del año 1998. Estábamos en la Secretaría de Investigación sentados en los silloncitos al lado del salón del posgrado conversando con Héctor sobre la falta de un espacio en el cual dar a conocer las investigaciones que se venían realizando en el campo de la Antropología Social en Misiones. Además, un medio que permitiera a los egresados del PPAS seguir manteniendo el vínculo con el posgrado. Entonces él nos miró serio y nos dijo (no sabemos si fueron las palabras exactas): ¿Y… si hacemos la revista del PPAS? No lo dudamos ni un segundo, a pesar de no saber en qué nos estábamos metiendo. Héctor tenía la capacidad de hacer carne las ideas de las maneras más insospechadas, de generar espacios de creación y construcción colectiva en donde el análisis crítico y la emoción iban de la mano.

La propuesta le encantó a Leopoldo Bartolomé, director de la Maestría, quién desde el primer momento nos dio su visto bueno y brindó su apoyo. A esta odisea se sumarían, en esta primera etapa, Katy Schvorer en la parte editorial, Martín Errecaborde en la parte creativa del armado de la maqueta y Blanca Iturralde en el toque artístico. Con el tiempo, otras/os colegas y amigas/os fueron parte del equipo editorial de Avá.

Vuelven a nuestra memoria diversas imágenes de lo que fue esta hermosa y desafiante aventura con Héctor, un hombre dulce, cálido, apasionado y profundamente comprometido. Una aventura cargada de incertidumbre, de más dudas que certezas, de risas y complicidades y de una buena dosis de creatividad. Una aventura en la que aprendimos de la mano lo que implicaba no solo el trabajo editorial, sino también la difusión y venta de la revista. En relación con esto último, Héctor se resistía, le generaba urticaria tener que cargar con valijas llenas de revistas para vender en los congresos de Antropología, como fue el del Mar del Plata en el año 2000. No obstante, lo hacía con entereza, aunque no con la misma intensidad con la que revisaba, evaluaba y enviaba a los referatos los artículos que llegaban.

Desde ese día en el Posgrado empezamos a sumergirnos en el mundo editorial de las revistas científicas de ciencias sociales. Revisábamos publicaciones como Mana a la que (si no nos traiciona la memoria) Héctor se suscribió por artículos que le interesaban, pero también para que tuviéramos revistas actuales e interesantes que nos sirvieran de ejemplo. ¿Qué publicación queríamos?, ¿hasta dónde nos interesaba llegar? ¿Misiones, Argentina, la región? ¿Cómo iba a ser su estética?

Durante algunos meses, luego de los talleres de teatro, nos juntábamos con Anita en un bar tradicional en la calle Bolívar de Posadas e íbamos armando el proyecto. Llenábamos hojas enteras de agendas viejas con nombres para las secciones y órdenes posibles, nos imaginábamos las normas editoriales, nos reíamos de las pavadas que decíamos y de los chistes con un toque tragicómico que Héctor solía darle, respecto al nacimiento y manutención de la criatura. Una revista del interior de la Argentina, de una zona de frontera en donde la antropología social había resistido los embates de la dictadura militar. Sin embargo, a pesar de esto, Héctor solía decir que no nos iba a ser fácil posicionarla, sobre todo en Buenos Aires. La preocupación se vinculaba con la brecha histórica entre el “centro” Buenos Aires y las provincias del “interior” que hacía mella en los diferentes espacios de producción académica en la Argentina, y que sentimos en carne propia en varias oportunidades. Él no podía soportar las mezquindades y los prejuicios del campo intelectual porque estaba convencido de que para el desarrollo de las ciencias sociales era necesario un debate colectivo serio, crítico y constructivo, que redundara en el compromiso de éstas con los problemas de la sociedad contemporánea. Las revistas científicas eran un espacio privilegiado para ello.

Tenía muy claro, inclusive, que una vez que Avá estuviera en condiciones –con las políticas y normas editoriales, la maqueta con sus secciones, el comité editorial, el comité de referato, etc.–, había que convencer a los compañeros y docentes de la viabilidad del proyecto y de la importancia de una publicación propia. Pero no cualquier publicación, una publicación que no cayera en localismos académicos, un espacio dialógico con otras ciencias sociales en procura de un debate académico fecundo. Una revista que fuera un instrumento para el intercambio y discusión con otras academias nacionales e internacionales interesadas en participar de un foro en que la escritura científica se transformara en el principal vehículo de comunicación. Un espacio con independencia intelectual y sentido crítico.

Además, encontrar los canales para darla a conocer en los diferentes ámbitos antropológicos a nivel nacional e internacional y encontrar las estrategias de promocionarla y venderla, a sabiendas de la casi imposibilidad de sostener este tipo de proyectos editoriales solo con las ventas. En este punto él decía que prefería no meterse, al no saber “nada” del arte de las ventas. Sin embargo, al final terminaba dando su opinión e incidiendo de manera significativa en las decisiones que tomábamos.

Todo esto pasaba por nuestra cabeza y muchas veces la angustia y el temor de no poder llegar a concretar ni el primer número hacía que el desánimo se apoderara y quisiéramos abandonar el proyecto. En esos momentos Héctor podía pasar del desánimo absoluto y las ganas de dejarlo todo, a pelearla con una fortaleza admirable. En la adversidad lograba ver el camino por donde seguir, las estrategias para enfrentar y sortear los obstáculos. Tenía las palabras precisas para que todos siguiéramos halando hacia el mismo lado y nos llenáramos de entusiasmo para dar la pelea. Héctor poseía el don de la palabra y la persuasión; podía con su mirada, y con el tono de su voz, convencerte incluso que de las piedras nacen bellas flores, y sostenerlo con una seguridad increíble.

Fue así como, frente a la incertidumbre por la publicación del primer número, Héctor se puso en campaña para averiguar por fuentes de financiamiento y encontró subsidios de CONICET para Revistas Científicas. Participar en esa convocatoria aceleró todo el proceso, ya que teníamos que terminar de definir algunas cuestiones importantes de la revista, entre ellas el nombre. Presentamos el proyecto, ganamos el subsidio y sacamos los dos primeros números. Ava ya había nacido. Ava: hombre, en guaraní.

Así, poco a poco y con mucho esfuerzo, el proyecto editorial de Avá se transformó en un apostolado, en parte de nuestras vidas, en un espacio no sólo de creación colectiva sino de conocimiento profundo de quiénes éramos, de nuestra amistad y compromiso de los unos con los otros y con el proyecto editorial.

Han pasado 22 años de ese día cualquiera cuando tomamos la decisión de crear, publicar y posicionar en el ambiente local, nacional y regional a Avá, la revista del Posgrado en Antropología Social de la Universidad Nacional de Misiones. Héctor fue uno de sus impulsores y pilares. Él le entregó su corazón, sus tiempos y sus preocupaciones. La cuidó, la defendió de egoísmos, de prejuicios, y puso el cuerpo cuando había que hacerlo.

Héctor no sólo fue un excelente editor y compañero en el viaje editorial que emprendimos con Avá, sino un amigo de esos con quien podías tener momentos de discusión creativa y diálogos extensos más allá de lo académico y editorial. De esos amigos que te enseñan que las convicciones no se dejan en la puerta, y que la transgresión intelectual y reflexión crítica son necesarias para la vida académica y social. Héctor era un amigo que te abría su corazón y, con sus abrazos infinitos, te hacía olvidar las penas.

Recordar hoy esta historia nos llena de una profunda emoción y de un inconmensurable dolor. Fue tan bello todo lo que vivimos con él… Desde la solidaridad en militantes convicciones de seriedad académica, hasta la más profunda amistad, sentida desde una ingenuidad que nos rejuvenecía. Fueron experiencias que su arrolladora personalidad transformó en tránsitos entre la pasión, la frustración, la ilusión, el coraje…y las ineludibles carcajadas, necesarias para ensamblar y elaborar todo lo que pusimos en juego.

Hoy nos queda lo construido. Ante su inevitable ausencia nos cobijamos en los pequeños espacios de materialidad en que se reflejaron nuestras ideas, y que hoy llevan su grandeza colmando a todos los que lo amamos.

Seguiremos con vos, Héctor, porque estás en nosotros.

Fuiste y sos nuestro mejor profesor y un entrañable amigo.