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Avá

On-line version ISSN 1851-1694

Avá  no.35 Posadas Dec. 2019

 

ARTÍCULOS LIBRES

CAMBIOS EN EL MUNDO RURAL: ESTRATEGIAS DEFENSIVAS Y RESISTENCIA LOCALES

Magali Luciana Paz1  2  3 

1FFyL UBA

2CONICET

3CIECS-UNC

Resumen

En este artículo se analiza el reposicionamiento de los actores más vulnerables del territorio rural al norte de la provincia de Córdoba (Argentina) frente a los efectos generados por el avance del capital en el agro. Con una perspectiva diacrónica y etnográfica, se evidencian dos procesos complementarios: la construcción histórica y local de estrategias de identidad “colectiva” y la reconfiguración de las prácticas de la política “tradicional”. Ambos procesos son analizados a la luz de las experiencias del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC), que tiene sus inicios en el año 1999. De este modo, se exploran las dinámicas y tensiones vividas por los miembros de la organización en sus propuestas comunitaristas para el trabajo territorial, y se describe la trayectoria del MCC en la resistencia a los desalojos de los pobladores ancestrales.

Palabras clave Córdoba; Campesinado; Movimientos Sociales; Sociedad Civil

Abstract

This article analyses the repositioning of the most vulnerable actors in the rural territory in the north of the province of Córdoba (Argentina) in the face of the effects generated by the advance of capital in agriculture. From a diachronic and ethnographic perspective, two complementary processes are evident: the historical and local construction of “collective” identity strategies and the reconfiguration of “traditional” political practices. Both processes are analyzed in the light of the experiences of the Peasant Movement of Córdoba (Movimiento Campesino de Córdoba), wich began in 1999. In this sense, the dynamics and tensions experiences by the members of the organization in their communitarian proposals for territorial work are explored, and the trajectory of the MCC in the resistance to the evictions of ancestral settlers is described.

Keywords Córdoba; Peasant Community; Social Movement; Civil Society

INTRODUCCIÓN

En el departamento Cruz del Eje,[2] al noroeste de la provincia de Córdoba (Argentina), las Unidades Domésticas campesinas se caracterizan por ubicarse en zonas de frontera donde el desarrollo del capitalismo agrario ha sido importante en las últimas décadas, pero es un área geográfica que por sus características agroecológicas se mantuvo al margen de la expansión cerealera, comparando con la zona pampeana del sur y el este provincial. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de las Unidades Domésticas?[3] Se trata de unidades de análisis trabajadas en estudios económicos, en general, y desde la antropología económica, en particular (Chayanov, 1974; Sahlins, 1983; Meillassoux, 1977; Harris y Young, 1981; Wilk y McC. Netting, 1984; Balazote y Radovich, 1992). Estas referencias identifican como características de las U.D. campesinas en el capitalismo periférico a las explotaciones en pequeña escala, diversificadas, con bajo nivel tecnológico, uso preponderante del trabajo familiar y que cuentan con la posesión de los medios de producción. Los componentes más importantes del ingreso total derivan de la producción agro-pastoril. Estos grupos domésticos constituyen “un sistema de relaciones sociales que basado en el principio de residencia común regula y garantiza el proceso productivo” (Archetti y Stölen, 1975, p. 51). En ese sentido, utilizamos el término “campesino” para agrupar al conjunto de “pastores” y “agricultores”, en distintas zonas del noroeste de la provincia de Córdoba, tomando en consideración una característica básica y común como es la utilización de mano de obra familiar. Asimismo, es factible afirmar que estos grupos, bajo una amplia gama de figuras jurídicas (propiedad, arrendamiento, ocupación precaria, asentamiento ilegal, entre otros) disponen de acceso al recurso tierra.

Fundamentamos el estudio en esta región que, si bien es marginal para la actividad agropecuaria a gran escala, en las últimas décadas ha comenzado a sufrir las consecuencias del proceso de avance de la frontera agro-ganadera que ha modificado las bases económicas históricas del territorio. Específicamente, la imagen de la economía rural del departamento Cruz del Eje es compleja dado que no resulta ni campesina ni capitalista en su totalidad. Es decir, encontramos comunidades campesinas tradicionales (las referidas U.D.); pequeños productores (de economía tipo “farmer” o “chacarera”); y empresas capitalistas. Aquí pensamos en términos de clases sociales, por lo que debemos agregar una cuarta categoría que son los proletarios rurales.[4]

Las U.D. de Cruz del Eje, objeto de nuestra investigación, cuentan con unidades productivas que no superan las 50 hectáreas (ha) y representan los sectores más vulnerables del departamento en tanto los problemas principales de producción y reproducción tienen su causa en el déficit hídrico.[5] En relación a los pequeños productores, se puede establecer que cuentan con superficies prediales que van entre las 50 a 200 ha. En ellas realizan cultivos de hortalizas (tomates, pimientos, berenjenas, acelga, lechuga); frutales (melón, sandía); y en algunos casos, aún mantienen sus históricos olivares o siembran algodón (Paz, 2018). Por otra parte, encontramos a las empresas agropecuarias de larga trayectoria en toda la región del noroeste de la provincia como así también de nuevos actores, entre los cuales los pooles de siembra se destacan, y resultan “capitales financieros que gestionan activos de terceros (tierra, maquinarias, mano de obra) a través de la figura de un ingeniero agrónomo para producir commodities durante un determinado lapso de tiempo” (Grass y Cáceres, 2017: 176). Particularmente, en el departamento Cruz del Eje se trata de productores extra locales que siembran alfalfa, o practican la ganadería de cría, re cría, y en algunos casos, feedlots; cuentan con superficies de entre 500 y 1.000 ha y su presencia ha ido creciendo en los últimos años de manera exponencial (Paz, 2019).

En tal sentido, se constata una marcada conflictvidad por el acceso a los recursos en la región que genera un impacto socioeconómico negativo especialmente en los grupos domésticos campesinos y en las pequeñas explotaciones agropecuarias. Por un lado, los grandes productores como las asociaciones empresariales que los representan (ligadas a la Sociedad Rural Argentina) buscan concentrar la propiedad del agua desde otro modelo productivo (producción de alfalfa bajo riego) que aquel sostenido por las pequeñas unidades de la zona. El aspecto mas destacado que evidencia esta situación es que existe un alto nivel de inequidad en la distribución del recurso hídrico que afecta la dinámica socio-cultutal de todo el departamento Cruz del Eje en tanto son las pequeñas unidades las que contratan entre 15 y 20 jornaleros de manera estable a lo largo del año (en su mayoría, oriundos del departamento), y esta situación redunda en una caída de la demanda de empleo local (Paz y Fleitas, 2019). Por otro lado, la opción por el arrendamiento de los históricos productores de la zona produce un alza en el precio de la tierra y es así que los grupos domésticos campesinos comienzan a sufrir la presión sobre sus propiedades e inclusive desalojos.

Tomando como referencia estos procesos generales, nos proponemos aquí focalizar la atención en los dispositivos más específicos del acontecer cotidiano en la realidad cruzdelejeña “campo adentro”. Analizamos los procesos de resistencia y autonomía que las U.D. desarrollan a partir de su participación en el Movimiento Campesino de Córdoba (MCC)- Organización zonal Cruz del Eje, subrayando la idea de una “diferencia situada” (Appadurai, 2001), una diferencia en relación a algo local que toma cuerpo en un lugar dado y allí adquiriere significados específicos. Como veremos más adelante, tales procesos diferenciales sientan las bases para la formación y la movilización de las identidades de grupo, y el desarrollo de prácticas autonómicas y anti-hegemónicas como la lucha por el territorio y la defensa del monte nativo.

LINEAMIENTOS TEÓRICOS Y RECORRIDO METODOLÓGICO

Los aportes teóricos que retomé para analizar los procesos estudiados provienen fundamentalmente del campo de la antropología social, y la sociología política/ rural latinoamericana, en particular, la comprensión de los movimientos sociales como procesos históricos y socialmente situados, atravesados tanto por procesos de control por parte de los sectores dominantes como por prácticas de apropiación acometidas por los sectores subalternos (Madonessi, 2010). Para la idea de subalternidad, tomamos los lineamientos fundamentales de Antonio Gramsci quien la coloca como la característica esencial de las clases dominadas, considerando que la trayectoria política de los sectores subalternos atraviesa a la sociedad civil, disputa a la hegemonía y, tendencialmente, se dirige hacia el estado para quebrar definitivamente la dominación (Gramsci, 2012).

A su vez, para explicar los procesos de subjetivación política contemporáneos, Madonessi (2010) establece que es en el contexto de la intensa movilización estudiantil (Mayo del 68) y de crisis política potencial en Europa, donde tendrá lugar un nuevo pensamiento “optimista revolucionario” y antagónico a la hegemonía: “La noción de antagonismo […] se refería al rechazo a la mediación en general, el rechazo a las reglas que regían todo tipo de disciplinamiento, empezando por el trabajo”. (Madonessi, 2010: 61). En estas diatribas, el autor destaca las contribuciones del filósofo Antonio Negri:

“La asociación entre el concepto de antagonismo y la idea de apropiación que, en el pensamiento de Negri, es sinónimo de auto-valorización –retención del valor de uso y de la capacidad productiva por parte de los trabajadores– es entendida como contraparte positiva del rechazo al trabajo, la actividad antagonista por excelencia en la medida en que rompe la dominación del capital y, con ello, expresa a la autonomía obrera” (Madonessi, 2010: 72).

Ahora bien, tal como demuestra en sus escritos, Negri agrega una contraparte constructiva que llama invención, autonomía, y remite a la condición relativamente libre que hace posible la lucha (Madonessi, 2010: 88). Fue Rosa Luxemburg quien insistió en el “movimiento mismo” de la clase y en la espontaneidad como recurso. Ella fue una –sino la principal– fuente de inspiración de las corrientes marxistas que con mayor énfasis incorporó la idea de autonomía como emancipación: “no se forma para después luchar sino que se forma en la lucha” (Madonessi, 2010: 99).

Respecto a las nociones socio-históricas de los párrafos anteriores, sin dudas que desde distintos lugares del campo periférico surgen resistencias expresadas en acciones de protesta, reivindicaciones y exigencias de reconocimiento de derechos. De tal suerte que, esa heterogeneidad que brota desde los márgenes, nos exige atención sobre un proceso que parece ampliarse sin cesar. Y aunque escapa a las pretensiones de este trabajo indagar las diversas formas de resistencias dadas en América Latina en su conjunto, nos interesa aludir algunas de las formas desplegadas por modificar/frenar la penetración del capital en el agro en las últimas décadas.

Hacia fines de los años 80, Latinoamérica asistió al surgimiento de una ola de movimientos sociales caracterizados por haberse formado en el sector rural y tener una base campesina -algunos de ellos con un carácter étnico-, y una base social en las comunidades indígenas (Veltmeyer, 2008). Otros autores han caracterizado estos movimientos sociales como integrados no sólo por las bases sociales subalternas, sino que amplían su participación a lo que Bartra (2008) denomina “orilleros”, sujetos sociales de distintos estratos que participan de las mismas y aúnan esfuerzos para resistir la violencia social y ambiental que el modelo hegemónico ejerce sobre las poblaciones campesinas y los territorios (trátese de pequeños productores, maestros, estudiantes, técnicos, que se reúnen para enfrentar no solo la exclusión social sino también desafiando la incapacidad de los proyectos políticos estatales).

Dentro de los movimientos sociales al sur de río Bravo, podemos destacar al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), los Cocaleros en Bolivia, el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), en nuestro país (Giarracca, 2004; Barbetta, 2005).

Los movimientos sociales campesinos y sus acciones de protesta, plantean disputas culturales y políticas sobre el sentido de los territorios, la producción, el desarrollo, el trabajo y la cultura de la vida en el campo. Resultan movimientos contrahegemónicos dado que no sólo enfrentan y luchan contra las consecuencias económicas, sociales y políticas de la globalización hegemónica sino porque cuestionan la concepción del interés general subyacente a esta última y proponen una concepción alternativa.

Metodológicamente, adscribimos a la corriente de la antropología histórica, consistente en la realización de minuciosas etnografías que permiten analizar cómo determinados procesos se manifiestan en ámbitos concretos y particulares (Rockwell, 2009). Integrar la dimensión histórica al trabajo etnográfico nos requirió recolectar información muy fragmentaria y dispersa en diversas fuentes documentales y bibliográficas que serán oportunamente citadas. El trabajo de campo se llevó a cabo en el departamento Cruz del Eje, Córdoba: se efectuaron estadías de aproximadamente 15 días en las localidades bajo análisis entre enero de 2012 y abril de 2016. En el caso de los trabajos en los meses de verano, las mismas tuvieron una duración de 20 días, aproximadamente. La consecución del trabajo de campo se efectuó a partir de las técnicas habituales en Antropología Social, a saber: observación con participación, entrevistas abiertas, semi estructuradas y en profundidad. En ese sentido, utilizamos un tipo de diseño de investigación cualitativa que se basa en un muestreo intencional, y por bola de nieve, donde los/as sujetos entrevistados conducen a otros/as, y así sucesivamente (Vasilachis de Gialdino, 2007). Las entrevistas realizadas son propiamente antropológicas, es decir, no directivas, “este tipo de entrevista cabe plenamente en el marco interpretativo de la observación participante, pues su valor no reside en su carácter referencial sino performativo” (Guber, 2012: 69), y fueron concretadas in situ. El criterio de relevancia consistió en seleccionar a los entrevistados a medida que permitieron ampliar el rango de heterogeneidad del universo para que emergieran nuevas categorías de análisis que orientaron, a su vez, la búsqueda de nuevos casos (el uso del software atlas/ti®, agilizo el trabajo de sistematización, análisis e interpretación de datos).

Retomando estos aportes teórico-metodológicos y buscando dar cuenta de la complejidad de las experiencias socio-territoriales analizadas, reconstruiré en los próximos apartados diversos procesos que configuran la cotidianeidad en el espacio rural estudiado, poniendo de manifiesto una problemática de desigualdades sociales, conflictos por el acceso a los recursos y procesos de resistencias y autodeterminación.

LA ACCION COLECTIVA DE LOS “ORILLEROS” EN LA HISTORIA CRUZDELEJEÑA

Los procesos de dominación-resistencia encierran una diversidad de dimensiones conflictivas que hacen difícil pensar en una polaridad única o en una dimensión específica de conflicto. En forma sintética, podemos sostener que en el ámbito rural de Córdoba existieron diversas resistencias desde el período tardo colonial. Así lo explica Sonia Tell (2008) aludiendo, primero, que la población se opuso a las fuerzas tanto eclesiásticas como estatales que intentaban coaccionarlos para recaudar el monetario que se estaba perdiendo debido a la crisis económica y política de fines de siglo XIX. Segundo que, ante la demanda de trabajadores libres por parte de la explotación minera, un juez pedáneo del departamento Pocho -distrito donde se realizaba esta actividad en el norte cordobés-, percibía que las posibilidades de “conchabar” (contratar) compulsivamente trabajadores para las minas y retenerlos era menor mientras más recursos alternativos tuvieran para subsistir (Tell, 2008: 114-115). Asimismo, cuando las autoridades quisieron restringir el acceso al ganado cimarrón o alzado que antes era objeto de caza, los campesinos resistieron a partir del robo de piezas sueltas para comer y vender el cuero y la cerda. Tell explica que, aunque para muchos campesinos estas prácticas hayan significado una de las pocas alternativas de subsistencia que les quedaban, pueden considerarse formas de resistencia al cambio de las “costumbres inmemoriales” que regían la apropiación libre o tolerada de ganado (Tell, 2008: 145). A la par, cuando se quiso imponer el diezmo a productos como la yerba y el azúcar, se demuestra la imposición de los pobladores rurales mediante diversas tácticas para eludir o moderar el pago, lo que la autora denomina como una “resistencia decidida de los contribuyentes” (Tell, 2008: 273).

Luego de un siglo (segunda mitad del siglo XX), las comunidades situadas al noroeste de la provincia de Córdoba volvieron a ser protagonistas de un importante proceso de conflictividad. Así, durante la década de 1990, específicamente el pueblo de Cruz del Eje, se alzó contra la sistemática política de abandono de las economías regionales y se instaló en la ruta nacional 38 por cuatro días para modificar la realidad angustiante que se vivía en el “interior” frente las políticas privatistas y desreguladoras del neoliberalismo en Argentina. En 1991 el presidente Carlos Menem sancionó el decreto 2284 que, entre otras cuestiones, eliminaba la intervención estatal en materia de formación de precios y de costos internos: se derogaron las rebajas arancelarias y las medidas regulatorias e impositivas de los mercados regionales. En materia ferroviaria, que había sido uno de los núcleos laborales más importantes de la zona, el gobierno dictó el decreto- plan ferroviario 666/89, complementario de la Ley de Reforma del Estado, donde se propiciaba la apertura de las empresas estatales al capital privado, la racionalización de las empresas y el cierre de todas las instalaciones ferroviarias que no demostraran solvencia económica. Mientras tanto, la producción olivícola había perdido todo tipo de competitividad, pasó de ser la principal fuente de ingresos a tener una escasa participación en el producto bruto local; el mismo ritmo sufrió la actividad minera (Felder, 1994).

Ante este desenlace, en marzo del año 1994, algunos desocupados cruzdelejeños decidieron reunirse para encontrar soluciones a la crítica situación por la que atravesaban. Alrededor de 50 a 60 desocupados realizaron un acto en el centro de la ciudad y a partir de allí, conformaron la “Coordinadora de Desocupados”. Realizaron puebladas sobre rutas nacionales y se organizaron en los barrios, donde las familias comenzaron con la producción y venta de comida en forma “comunitaria” para garantizar la subsistencia cotidiana. La demanda principal que lograron instalar era muy clara: “¡derecho al trabajo y desarrollo productivo para la región!” (Natalucci, 2003). En la pueblada del 20 de septiembre de 1994 confluyeron una marcha de productores agropecuarios en la intersección de la ruta nacional 38 y la avenida Eva Perón, donde estaba dispuesto el palco para el acto. La convocatoria fue realizada por el Centro Comercial y las “Fuerzas Vivas del noroeste Cordobés”. En la asignación de responsabilidades por la crisis de la región había consenso en culpar al Estado y a la clase política como los máximos responsables. La Coordinadora de Desocupados cuestionaba los manejos clientelares, la entrega de bolsones, chapas para la construcción de viviendas precarias y colchones en tiempo pre eleccionarios; se pronunciaba en defensa de la educación pública, rechazando la aplicación de la ley Federal de Educación, entre otras (Natalucci, 2003: 57).[6] Sin embargo, lo más interesante del proceso es que las demandas se enunciaban en términos de “reparación histórica”, y con una consigna transversal: “¡Cruz del Eje no quiere ser un pueblo fantasma!”.

De este modo, es posible afirmar que, en las acciones llevadas a cabo por la comunidad de Cruz del Eje a lo largo de su historia, si bien existe una inicial asimilación de la subalternidad, es decir, la internalización de los valores propuestos por los que dominan o conducen moral e intelectualmente el devenir histórico, en momentos de crisis, resurge una contraparte dialéctica y es la tendencia a la autonomía en contra de la dominación y de su expresión hegemónica estatal. Las luchas y rebeliones que las clases populares se dan para resistir a las fuerzas más grandes que se les presentan, son movimientos espontáneos pero que siempre resultan de procesos sociales y políticos donde convergen las clases subalternas.

Respecto al presente (año 2016), los ámbitos de desposesión se multiplicaron conforme el avance del capital, y el campesinado a pasear de su visible dispersión geográfica, ha encontrado herramientas para pensar la acción colectiva y organizada que se traducen en diferentes formas cotidianas de resistencia. Entre ellas podemos destacar algunas que observamos: el no aceptar trabajos cuando la paga es mala; aprovechar los bolsones del monte nativo y las redes de reciprocidad entre vecinos; tejer alianzas con políticos y punteros para obtener beneficios; y en el mejor de los casos, participar en movimientos sociales de resistencia campesina. En efecto, y a pesar de la escasa repercusión de estas luchas históricas en los medios de comunicación masivos, o en trabajos de tipo académicos, queremos destacar el lugar central que tuvieron en la resistencia de la región del noroeste cordobés y la importancia que adquirió dicha experiencia en el surgimiento de la Organización zonal Cruz del Eje, integrante del Movimiento Campesino de Córdoba (en adelante MCC).[7]

EL MCC: LA RESISTENCIA DEL NOROESTE CORDOBES

“…por la tierra, por conocer nuestros derechos, porque los jóvenes no se tengan que ir del campo, por poder vender lo que se produce a un precio justo, la lucha por un futuro distinto, por cambiar la realidad, y para esto decíamos que el camino era organizarse…” (Delegado del MCC. 11 septiembre de 2007, en Romano, 2011: 68).

Antes de referirnos a la organización campesina objeto de este estudio, es conveniente recordar cuál es el contexto natural/social en el que surge y que resulta el soporte para su desarrollo. En su extremo noroeste, Córdoba comparte con las provincias vecinas de La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero las denominadas Salinas Grandes y Salinas de Ambargasta, que forman parte de la zona más árida y calurosa de la provincia. En ella, se encuentra el complejo hoy conocido como bosque chaqueño (también denominado “monte”) cuyas especies típicas son el Molle de beber, el coco y el quebracho serrano o cordobés, tala, mistol, chañar, algarrobo y espinillo (Pegoraro, Introcaso y Di Franco, 2013: 2). Durante las últimas tres décadas del s. XX el factor de cambios en la cobertura del norte de Córdoba estuvo dominado por la conversión de bosques en tierras agrícolas, siendo los departamentos de Ischilín, Tulumba, Río Seco, Cruz del Eje y Río Primero los de mayor superficie deforestada. De acuerdo al Mapa Forestal de la Provincia de Córdoba, la superficie ocupada por monte nativo se encuentra fragmentada formando islas de bosque que sólo superan 10.000 ha en algunas excepciones (Pegoraro et al., 2013: 5). Justamente, la que se encuentra al borde de la pérdida total de sus bosques, es la subregión semiárida límite Sur (Norte de Córdoba), denominada Árida de Traslasierra de producción Ganadera Extensiva del Noroeste de la Provincia, que está definida como una región cuya actividad principal es la ganadería, tanto de bovinos como de caprinos, dónde la cría se realiza de manera extensiva, utilizando las pasturas naturales y los recursos forrajeros del monte; siendo la agricultura secundaria, y el cultivo predominante el maíz (Ghida Daza y Sánchez, 2009). El clima es semiárido, y la provisión natural de agua es escasa; en la mayoría de los casos con intervención antropogenética.

La literatura existente coincide en señalar que la expansión del capital en la región se evidencia en la pérdida de superficies de bosques ya que, a causa de este proceso, entre los años 1969/1999 1.200.000 hectáreas de monte fueron transformados en cultivos, campos de pastoreo y bosques bajos o matorrales (Cabido y Zak, 2010). Ante el aumento del precio de la tierra en las zonas tradicionales, los productores buscaron zonas marginales para incorporarlas a la agricultura y a la ganadería extensiva desplegando nuevos procesos de territorialización. La comparación del CNA 2002 con el CNA 2008, arroja una disminución en el número de productores, especialmente en las explotaciones con menor superficie operada. De manera correlativa, las explotaciones de más de 10.000 has observan el mayor incremento porcentual tanto en número de EAPs como de superficie. A su vez, por régimen de tenencia de la tierra se destaca un 5,5 % menos de superficie exclusivamente en propiedad y se vislumbra un aumento cinco veces mayor del arrendamiento con respecto al contrato accidental (Preda, 2015).

El departamento de Cruz del Eje representa una de las localidades de referencia geográfica en la zona que acabamos de describir. De acuerdo al último censo de población de la provincia (2010), tiene 58.759 habitantes y, según nuestros cálculos, son 20.999 los pobladores en zonas rurales que, comparados con los 6.297 existentes en el vecino departamento de Ischilín y los 5.290 del departamento de Punilla, nos permiten concluir que Cruz del Eje conserva el mayor porcentaje de población rural en la región.[8] En relación al régimen de tenencia de la tierra en el departamento, de acuerdo al CNA ‘02 los establecimientos agropecuarios con superficies inferiores a 500 has corresponden al Tipo Social Agrario Familiar Minifundista (Becerra, Issaly y Ricotto, 2011). Dentro de este grupo encontramos a pequeños productores que poseen entre 100 y 200 ha, y muchos de ellos no posee títulos de tenencia saneados; y a las referidas U.D. campesinas que no superan las 50 ha productivas y en su mayoría son “poseedoras” de sus campos. Ambos grupos representan los sectores más vulnerables del agro cruzdelejeño, y se encuentran en inferioridad de condiciones para enfrentar a los actores económicos que aparecen en la zona, cuya influencia y avidez por el recurso tierra genera una disputa marcadamente desigualdad.

La reseña presentada permite aludir que existe un conflicto por el acceso a los recursos vitales en la región de estudio. Y en ese marco, surge el MCC, una organización social- territorial con claras reivindicaciones por la tierra – reforma agraria-, y la soberanía alimentaria. El MCC integra a nivel nacional el Movimiento Nacional Campesino e Indígena, y a nivel internacional articula con la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y con la Vía Campesina. De manera formal se constituye desde fines de los años ’90 como Asociación de Productores del Norte de Córdoba (APENOC), Unión Campesinos del Oeste Serrano (UCOS), Organización de Campesinos Unidos del Norte de Córdoba (OCUNC), Unión Campesina del Noreste de Córdoba (UCAN), Unión de Campesinos de Traslasierra (UCATRAS), y Organización Zonal Cruz del Eje (Romano, 2011: 52).

APENOC es la primera, y al presente, la más numerosa de estas organizaciones. Se trata de una asociación mixta, integrada por productores y técnicos, pero que se auto perciben desde la horizontalidad, es decir, no hay distinción entre técnicos y campesinos dado que ambos se consideran “trabajadores rurales comprometidos”. De esta forma, una de las creaciones que impulsó la pionera APENOC fue la Red de Comercio Justo (mediados del año 2002),[9] junto con estudiantes del Movimiento de Base de Agronomía de la Universidad Nacional de Córdoba, y estudiantes de otras carreras. A través de ella, en primera instancia, se logró romper con el monopolio de los compradores de cabritos.

La cría de caprinos constituye la actividad económica más importante de los grupos domésticos campesinos en el departamento Cruz del Eje. La importancia de esta actividad está dada en que la mayor parte de los ingresos de las U.D. se originan en la venta de los subproductos del caprino: la venta de animales en pie (a “bulto”), o bien la leche residual, el pelo y cueros. Además, es muy significativo el aporte de carne en la dieta familiar. Los principales destinos del cabrito en la zona de estudio son: la venta a los “cabriteros” (intermediarios de los frigoríficos), venta a consumidores finales, comercialización a través de la Red de Comercio Justo, autoconsumo y reposición de madres. Con el surgimiento de la Red, los campesinos comenzaron a vender directamente en la ciudad de Córdoba Capital y a la organización. Así lo explican algunos de sus miembros:

“Para lo que sirve la Red es para poder negociar el precio con los otros compradores. Ahora podemos decir: ‘yo los vendo a este precio en la Red’, entonces le pedimos al cabritero un poco más, si no, no le vendemos” (T., campesina, paraje San Antonio, Cruz del Eje, agosto de 2015).

“Yo considero que los cabriteros pagan mucho más que antes: desde que está el Movimiento hay más concientización respecto a quiénes son los intermediarios y cuál es su función en la cadena de ventas. Así que, los precios están un poquito mejor […]. Nosotros los estamos vendiendo a $45 el kg [1,85 USD]. Pero en la ciudad se vende a $60 [2,50 USD]… y eso lleva toda una discusión en torno al precio justo, a no estafar al consumidor, etc. Si la venta se produce en una feria, y hay precios comunes, y hay que venderlo a $60, lo vendemos. Pero de ese dinero se le da una parte al productor y el sobrante se pone en un fondo de la organización. Es decir, ese plus que deriva del sobre precio queda para un fondo del Movimiento…” (R., delegado de la Organización zonal Cruz del Eje, Cruz del Eje, agosto de 2015).[10]

Como se desprende de las alocuciones, al hacerse cargo de la logística de distribución, la Red mejoró notablemente los ingresos de los productores y las formas en las que se insertan en el mercado. Se comercializan a través de ella, además de los cabritos, dulce de leche de cabra, salsa de tomate, variedades de dulces, mermeladas, y otras conservas. Los productos llegan a la ciudad y allí los miembros de la Red los ubican en ferias y locales estables.

Otro de los puntos fuertes de la organización es la defensa de la tierra que en el MCC ha sido una línea constante de acción, resistencia y articulación con distintas instituciones estatales y no estatales. Dentro del Movimiento se creó un espacio denominado “Mesa de Tierra” que se encarga de los conflictos territoriales. Está integrada por delegados campesinos de cada una de las organizaciones, integrantes del equipo jurídico, agrónomos, entre otros. El espacio fue creado para debatir cómo trabajar los conflictos de tierra, tanto en los campos como con las instituciones del estado (Registro Personal de Poseedores, Ministerio de Justicia, Fiscalía General de la Provincia). El MCC ha ido construyendo relaciones y articulaciones con los medios de comunicación y organismos de Derechos Humanos - como la Defensoría del Pueblo de la Nación, FIAN Internacional, Cátedra UNESCO de la Universidad de Cataluña, Ingenieros sin Frontera (ISF), entre otros, para generar una red de denuncias y contenciones ante los conflictos violentos que se producen en los territorios por la expansión del capital y la resistencia de las familias campesinas al despojo de sus tierras. Estas relaciones también posibilitan realizar informes y generar programas de desarrollo que contemplen la problemática de la irregularidad de la tenencia y posesión de la tierra como parte de sus objetivos (Romano, 2011: 47-48).

De acuerdo a Romano (2011) existe una “criminalización de la pobreza campesina”. La autora afirma que las diferencias de clase social tienen vinculación directa con las posibilidades de acceder a la justicia en la provincia de Córdoba. Así, los sectores de escasos recursos, de los estratos sociales pobres, no se encuentran en la misma condición para contratar abogados y soportar los gastos de justicia (pago de honorarios, gastos de plano de mensura, costos judiciales en general) que los sectores de clase media, que si cuentan con el dinero para ello (Romano, 2011: 60).[11]

Hasta aquí hemos contextualizado la organización campesina con más historia en el territorio, sus resistencias en tanto movimiento social, y la importancia que reviste para las poblaciones rurales de la región debido a que gracias a ella se instalaron en la escena pública los reclamos, y la judicialización de los conflictos como estrategia de denuncia, reivindicación y defensa de sus propios derechos. Tal sinergia dio lugar al surgimiento de otras organizaciones. En adelante profundizaremos el análisis sobre la Organización zonal Cruz del Eje, cuyo principal objetivo es levantar las reivindicaciones de acceso y distribución equitativa de los recursos vitales en el territorio y afianzar la vida de los campesinos manteniendo vigente su estilo de producción respetuoso con el monte.

LA ORGANIZACIÓN ZONAL CRUZ DEL EJE: CAMPESINADO Y POLITICA DESDE ABAJO

En el año 2004 fue creada la Organización zonal Cruz del Eje. S., una de sus delegadas desde aquel momento, nos contó acerca de los orígenes:

“Al principio fue empezar a venir, instaurar en la zona el reconocimiento del ‘campesino’ como ‘campesino’, del pequeño productor como tal, poder trabajar todo eso. Salir del problema de tierras y empezar a ver qué pasaba en ‘la cadena’ de derechos sociales: salud, educación, trabajo y producción” (S., delegada del Área de Educación Popular de la organización zonal Cruz del Eje, Cruz del Eje, septiembre de 2015).

De acuerdo a lo que conversamos con esta educadora, y con otros miembros, la zonal está formada por aproximadamente 60 familias campesinas, y 6 técnicos que viven en la ciudad de Cruz del Eje (una Licenciada en Ciencias de la Educación, una Psicóloga y 4 compañeros “que no tienen títulos pero que no son campesinos”).

En relación a los tiempos y espacios de la Organización, se realizan reuniones semanales (todos los lunes, 4 hs.) en la sede que tienen en la ciudad de Cruz del Eje. Allí asisten algunos campesinos que acompañan a las comunidades y las representan, y se realizan tareas de socialización de lo que sucede en la semana, se analizan estrategias de acción y espacios de formación que, de acuerdo a nuestros entrevistados, son muy lentos, puesto que la participación real de los campesinos en la toma de decisiones implica un proceso de construcción “poco a poco”. También se llevan a cabo reuniones en las comunidades “campo adentro”, en general, se realiza una por mes, por comunidad. Algunas veces al mes, sobre todo dependiendo de conflictos o situaciones puntuales, la Organización zonal participa en una reunión regional junto con UCOS y APENOC. En esta instancia se discuten cuestiones de estrategias y articulaciones para la zona, pero siempre teniendo en cuenta las particularidades de cada lugar. En estos momentos la regional está trabajando la cuestión de los barrios humildes en Cruz del Eje. La mayoría de la gente que vive en los barrios “alejados del centro” de la ciudad son migrantes rurales que aún tienen prácticas campesinas (a saber: mantienen sus gallineros y venden huevos; realizan dulces y arropes con los frutos que les traen los parientes del campo; participan de las tradicionales “carneadas” en la época invernal”, entre otras); y vínculos familiares y de amistad con quienes se quedaron en el campo. En este sentido, se visualiza que una de las mayores preocupaciones de la Organización zonal es la articular: cuestiones referidas al hospital o a otras instituciones que funcionan a nivel regional, se discuten en forma conjunta.

Los segundos sábados del mes, la organización participa de una reunión provincial que incluye a todas las centrales de Córdoba. Brevemente, se trata de un plenario en donde interactúan quienes integran las distintas áreas (educación, salud, producción). A su vez, el MCC vincula a través de “puntos programáticos” con la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC). La CLOC brinda herramientas para la formación continua, sea en la parte técnica o social y, paralelamente, dispone los ejes que serán transversales en el plenario/ discusión anual, construidos a partir de las realidades regionales:

“Ahora estamos con la cuestión organizativa de la producción. No tanto producir (eso lo hacen los compañeros en el campo) pero si cómo armar una planilla de Excel, criterios para aumentar la productividad, distintos materiales, etc. Que los compañeros del campo puedan escribir un proyecto, hacer el relevamiento de la elaboración de la salsa de tomates, cuánto se produjo, a cuánto se vendió… en estos momentos estamos trabajando mucho eso” (S., delegada del área de Educación Popular de la Organización zonal Cruz del Eje, Cruz del Eje, septiembre de 2015).

Como se desprende del relato del S., la Organización zonal realiza actividades de producción en su sede de la ciudad de Cruz del Eje: se producen dulces, salsas de tomates, también acopian miel y productos de otras organizaciones campesinas que los llevan allí para luego venderlos. Todas las zonales producen algo y venden de diferentes formas, cada organización pude vender por su parte pero tienen, a su vez, las ventas a través de la Red de Comercio Justo que establece convenios con Ferias de Agricultores en Córdoba, Rosario, y Buenos Aires. Y también hay personas individuales que compran los productos y revenden, pero siempre con la etiqueta del Movimiento. En este sentido, la comercialización de los productos campesinos es una cuestión central de la organización. Al respecto, R., un delegado de la zonal, nos decía:

“Se intenta que el campesino venda su producto concientizando de qué se trata de un producto natural, saludable, pero sin perder de vista lo que les costó hacer ese producto, cuidar el cabrito, las horas de trabajo invertidas, que muchas veces las ‘naturalizan’. Por ejemplo, los compañeros en el campo discuten el precio, de a cuánto deben vender tal producto, y se intenta buscar un ‘precio justo’, sin estafar a los consumidores. Por eso tenemos los talleres de formación (…) cada campesino después vende como quiere, pero la idea es tener una línea ideológica que es la del MCC, no podes poner sobreprecios porque es ir en contra de la idea de equidad. Pero también debemos desmontar prácticas históricas que tienen los campesinos de devaluar el valor de su propia producción”. (R., delegado de la Organización zonal Cruz del Eje, Cruz del Eje, agosto de 2015)

Finalmente, y como resultado de circunstancias concurrentes, se evidencia que la participación campesina aumenta en aquellos parajes rurales al borde de las Salinas Grandes, dónde el paisaje se torna más árido, y los caminos para llegar atraviesan el monte nativo.[12] Pero, ¿por qué las comunas aledañas como Guanaco Muerto, que también sufren el flagelo del cercamiento de los campos, o la mala distribución del agua, no participan? Al respecto, P., otro delegado de la Organización nos brindó una respuesta contundente:

“Con Guanaco Muerto vinculamos, pero no está en la organización. […] los campesinos participan de diferentes formas, se acercan cada tanto, cuando pasa algo. Siempre hubo conflicto y disputas para poder construir ahí por una cuestión macro y es que está el jefe de Comuna. En general, para el MCC, donde están los jefes de comunas no se pueden coordinar acciones […] Por una cuestión de que la zona tiene problemas con el transporte: no hay colectivo, o solo llega hasta Santo Domingo, entonces, el jefe de comuna brinda esos favores del ‘yo te llevo’, y es muy complicado. Si bien están empezando a manifestar cierto descontento con las prácticas clientelares, a la vez, es él quién te lleva al hospital, te construye la casa, etc. […] Es como un patrón de estancia, entonces, resulta difícil. Y a la hora de organizarse en otro lado, sin que el jefe de la comuna se entere, es un problema”. (P., delegado del Área Jurídica de la organización zonal Cruz del Eje, Cruz del Eje, septiembre de 2015).

En torno a este planteo, y dadas las interacciones realizadas en la zona, se comprende que tanto el jefe comunal de Guanaco Muerto como aquellos representantes políticos o punteros partidarios de otras comunas, si bien conocen a las y los miembros de las organizaciones campesinas que mencionamos (el MCC tiene 12 años de trabajo ininterrumpido en el territorio), se muestran refractarios a las acciones directas realizadas por los técnicos/as y campesinos/as en la región. Es por ello que tanto el MCC como la Organización zonal Cruz del Eje se posicionan desde el antagonismo hacia esta representación política de tipo “tradicional”: no solo como sinónimo de conflicto sino, fundamentalmente, como característica del movimiento en lucha, y como parte de la interiorización de la experiencia del conflicto que implica insubordinarse a lo establecido.

En este sentido, uno de los conflictos más emblemáticos en nuestra zona de estudio fue el caso de L. O., en el paraje San Antonio. En pocas palabras, durante el año 2002 la justicia civil remató un inmueble de 400 hectáreas (has) que era poseído en forma común por 3 familias (familia O., familia A. y familia M.), para cría extensiva de ganado. En el juicio civil, las familias afectadas no fueron notificadas, y una persona adquirió, por medio de un remate, el campo. Cuando el adquirente intentó empezar a poseer el inmueble, las familias resistieron oponiéndose a su ingreso, por lo que el “supuesto” nuevo propietario formuló una denuncia y se inició un juicio penal contra los campesinos. Así, el caso y la actuación irregular de la Justicia fueron denunciados y difundidos por la Organización zonal Cruz el Eje en los medios de comunicación, y socializados en las distintas instancias del Gobierno provincial. De acuerdo a lo que conversamos con el abogado que llevo el caso: “Fue un proceso bastante largo. […] Hoy podría decir que el concepto de ‘conflicto’ se ha neutralizado, porque ganamos el juicio. Está en la parte penal, sobre todo por los daños y perjuicios, pero el caso tuvo sentencia firme” (R., abogado del MCC, Cruz del Eje, octubre de 2014). En el campo (de 100 has aproximadamente), quedó una de las familias que participó en el conflicto, y está conformada por L., una mujer que supera los 80 años, su compañero J., y un hermano que llegó desde la ciudad para acompañar la resistencia.

A los fines de comprender lo acontecido, debemos remitirnos a dos cuestiones fundamentales. En primera instancia, al corrimiento de la frontera ganadera en la zona que trajo como consecuencia un recrudecimiento del conflicto de tierras de todo el departamento Cruz del Eje: “están alambrando mucho los campos”, nos decía T., un campesino de Guanaco Muerto. En segundo lugar, del análisis de los juicios de usurpación en Córdoba analizados por Romano (2011), se desprende que la actuación del sistema judicial de la provincia cumple un rol funcional a los intereses hegemónicos del capital y tal situación redunda en mayores perjuicios para las familias campesinas que, en su mayoría, son poseedoras y no tienen títulos saneados. Sin embargo, y como hemos venido afirmando, el MCC opone una contraparte de movilización política de los derechos en la región, e intenta transformar los espacios de los juicios en lugares políticos de debate con los distintos sectores sociales.

Sin duda, el crecimiento cuantitativo, la extensión espacial y la ampliación de órganos de difusión y de influencia cultural del MCC, en general; y de la Organización zonal Cruz del Eje, en particular, se expresa plenamente en la consigna de la autonomía, no solamente como autonomía del movimiento social en relación con partidos políticos tradicionales, o sindicatos de la zona, sino como la manifestación de la autonomía de los sujetos organizados, su capacidad de crear espacios “liberados”, autónomos en relación con las reglas del sistema. Por cierto, el conflicto de San Antonio es un ejemplo testigo para verlo en la historia, de cómo se desarrollaba y cómo cambió desde que apareció la Organización, lo que redundó en un triunfo de las familias campesinas. De todos modos, hay líneas de acción que se deben fortalecer tales como la iniciativa de la Red de Comercio Justo de lograr un circuito de producción/comercialización autónomo, donde las familias campesinas puedan diseñar estrategias de participación en el mercado en términos de mayor igual que los actuales, y con el valor agregado que corresponde por el origen natural, y saludable de los productos.

CONCLUSIONES

El caso de estudio retomado aquí no se dirige hacia el Estado para “quebrar” definitivamente a la dominación dado que en la periferia- global que representa el norte de la provincia de Córdoba (Argentina), la autonomía aparece no tanto como la idea de contrahegemonía política propia de la visión urbana/centro capitalista, sino como un intersticio o un espacio de la no colonización del mercado sobre las prácticas concretas de los pobladores marginales. De esta forma, y siguiendo las nociones gramscianas que retoma Madonessi, establecimos que el MCC en Argentina asume una subjetividad determinada como movimiento social, y realiza su potencial transformación a través de la conciencia y la acción política de las/ los integrantes de los grupos rurales: sea manteniendo la tierra afuera de la propiedad privada o las relaciones paralelas al comercio capitalista.

Tras el análisis de las historias locales se puede concluir que, en el devenir de su lucha, históricamente, la población cruzdelejeña no supo adaptarse a la pérdida de derechos que suponía el avance del Estado moderno sobre los usos y costumbres adquiridas y, posteriormente, se posicionó luchando contra las políticas neoliberales de la década del ’90 pues no quería ser “un pueblo fantasma”. En ambos casos, y en ambos momentos, influenciados por una acepción agencial del antagonismo como sinónimo de conflicto y como interiorización de la experiencia de lucha.

Ahora bien, durante las últimas décadas hemos visto el pasaje de formas cotidianas de resistencia (como las puebladas), al surgimiento de organizaciones que, de acuerdo a los análisis practicados en este trabajo, representan diferencias cualitativas. En tal sentido, el MCC en su rol de organización “madre” (la que nuclea y coordina al resto), viene realizando un enorme trabajo jurídico y ha logrado frenar los desalojos de aquellas familias que se encuentran en situación de precariedad en la tenencia de la tierra. Hasta qué momento podrán sostener esta posición de defensa es una cuestión que genera reflexiones no solo entre ellos, sino entre funcionarios y ONGs ambientales que temen por el avance feroz de la frontera agro ganadera en el noroeste de Córdoba. Pese a la incertidumbre, es indudable que a lo largo de estos años el MCC y sus diferentes organizaciones territoriales han adquirido una mayor versatilidad para posicionarse frente al Estado y los empresarios agropecuarios.

A la par, el trabajo de la Red de Comercio Justo permite que la “juntura inequitativa” entre el mercado y los pequeños productores campesinos no esté completamente sujeta a los ritmos de la demanda de los centros urbanos, sino también a la estructura global de las estrategias de reproducción de los grupos domésticos. La Red representa un canal “alternativo” para eludir las trampas de un mercado monopolizado y poco afecto a la apertura hacia nuevos actores productivos, y permite trascender los aspectos “estrictamente económicos” fomentando entre los productores, en base a modelos participativos y comunitarios, el desarrollo de prácticas solidarias. En este sentido, debe interpretarse la “flexibilidad” para el cobro de productos entregados y la comprensión de la urgencia en el pago al productor -la Red entrega un 70% en el campo, cuando se lleva “los frutos” y el 30% restante, luego de efectuada la venta-.

Desde esta perspectiva, en la inquietud por dar cuenta de la elaboración de una idea de “lo colectivo” en procesos de resistencia local, ofrecimos nuevas reflexiones a los debates antropológicos en torno a la noción de autonomía. A nuestro modo de ver, la finalidad del proceso de auto valorización que plantea el MCC es la total utilización de la riqueza al servicio de la libertad colectiva (entiéndase por riqueza sus experiencias, instituciones y deseos), y sus dinámicas de acción colectiva tienden a que los mecanismos de reproducción del capital ya no funcionen naturalizados en la región. En efecto, la Organización zonal Cruz del Eje representa una nueva forma de concebir y practicar la política, basada en la participación directa de los campesinos, estimulando el protagonismo real de los sectores más empobrecidos del campo y buscando soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba, lejos de mecanismos burocráticos y paternalistas que refuerzan la verticalidad y la concentración del poder.

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[2]El término “departamento” hace referencia a las subdivisiones administrativas de la provincia de Córdoba.

[3]En adelante U.D.

[4]El trabajo de investigación asociado a este estudio formó parte de mi tesis doctoral en Antropología (UBA), finalizada en el año 2016. Agradezco al Dr. Alejandro Balazote Oliver por sus correcciones y sugerencias no solo en su rol de director de la tesis, sino también en su acompañamiento dedicado y afectuoso desde entonces hasta la actualidad.

[5]El sistema de riego predominante a nivel de predio es “por manto” o “surcos”, donde las pérdidas por evaporación y el mal estado de infraestructura de los canales, son muy altas.

[6]En la pueblada del 20 de septiembre de 1994 participaron alrededor de 4000 personas, entre ellos: los sindicatos de Amas de Casa, Unión Obreros Metalúrgicos (UOM), Unión de educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC), el Sindicato de Empleados Públicos (SEP), Obras Sanitarias, el Centro de Camioneros de la Provincia, trabajadores municipales, entre otros. La municipalidad había decretado asueto para que los empleados pudieran asistir a la protesta (Natalucci, 2003: 58).

[7]Otra de las experiencias históricas que co-ayudó a la formación del MCC en general, y de la Organización zonal Cruz del Eje, en particular, es el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE). Sus orígenes se remontan a 1989 “como resultado de un largo proceso en que las embrionarias organizaciones campesinas existentes en Santiago del Estero se auto- convocaron en Los Jurìes con la intención de dar impulso a la idea de compartir experiencias y coordinar acciones para conformar un movimiento de carácter provincial” (Ferrara, 2007: 387-388). Formado inicialmente por un grupo de técnicos y sacerdotes que comenzaron a denunciar los atropellos de los empresarios y a oponer resistencia a los desalojos, el MOCASE continua, hasta la actualidad, siendo un ejemplo de lucha y organización campesina a nivel nacional e internacional.

[8]Los datos son tomados de la página oficial del gobierno de la provincia de Córdoba, Ministerio de Planificación, Inversión y Financiamiento, Secretaría de Planificación. http://hojaprovincial.cba.gov.ar/ (Acceso: marzo-abril 2015).

[9]Es preciso aclarar que la “Red de Comercio Justo” emana desde el MCC, respondiendo a una necesidad propia de la organización, razón por la cual, si bien puede contener puntos en común con la noción de “Comercio Justo” que existe a nivel internacional, se trata de una categoría nativa y endógena.

[10]Resguardo aquí los nombres reales de los campesinos comprometidos en los conflictos por tierras, así como también los nombres de los miembros de la Organización zonal Cruz del Eje, y los de otras personas entrevistadas para la investigación.

[11]En un análisis del registro de sentencias de usurpación rurales durante el periodo 1988-2008 ante la Cámara Penal de Deán Funes (departamento de Ischilín), la autora revela que, de los 69 imputados penales por usurpación, 47 fueron personas de escasos recursos y 22 personas de clase media –profesionales: abogados, veterinarios, contadores, productores agropecuarios. “Lo apuntado, equivale a decir que la política criminal de la justicia del interior provincial persiguió por delitos de usurpación a personas pobres en un 68 %, y a personas de clase media en un 32 %. En estos últimos, observamos abusos de poder, mejor nivel educativo, la posibilidad de contratar abogados para la defensa de sus derechos, entre otras características.” (Romano, 2011: 61).

[12]Se trata de los parajes San Antonio, Santa Ignacia, Los Leones, Santo Domingo, Villa Luján, El Abra, Las Ollas y el Quebrachal. No podemos establecer con certeza a que responde la mayor participación campesina en las regiones más áridas. Dado nuestro trabajo de campo, y por algunas charlas informales con los campesinos del lugar, se infiere que son parajes donde el problema del abastecimiento de agua es crucial. Y debido a que este hecho no representa algo urgente para la agenda de los gobiernos municipales y de consejos, prima ante ello la autoorganización local.

Recibido: 28 de Agosto de 2019; Aprobado: 26 de Noviembre de 2019