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Ciencia, docencia y tecnología

On-line version ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.36 Concepción del Uruguay May 2008

 

HUMANIDADES - CIENCIAS SOCIALES: INVESTIGACIÓN

Prácticas políticas en las universidades argentinas de fin de siglo*

Political Practices in Late Century Argentinean Universities*

Dosbá, Ma. Silvia C. **; Benedetto, Martha**; Muñoz, Carina**; Naput, Alicia**

*) Artículo que expone resultados del PID UNER Nº 3078 desarrollado en la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos; remitido para publicación en diciembre 2006 y aceptado en diciembre 2007.
**) Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, Argentina. silviaduluc@hotmail.com

Resumen: Esta investigación versó sobre un campo de intersecciones complejas entre formas de conocimiento, modos de participación y conformación de relaciones de poder condensándose en lo que denominamos prácticas políticas. Las focalizaciones se centran en las relaciones de inclusión/exclusión en el imperativo de la productividad, demandas de profesionalización, modos de institucionalización del saber, condiciones de producción académicas, investigación incentivada. Confluentes en esta dinámica, se producen reenvíos desde formas de socialidad y efectos de fragmentación en relaciones clientelares, contractuales, competitivas, subordinantes, resistentes, en distintas instancias de la vida académica vinculadas a las políticas de ajuste, objeto de esta indagación.

Palabras Clave: Sociología educacional; Prácticas políticas; Sujetos; Discursos; Universidad

Abstract: This research concerned a field of complex intersections among forms of knowledge, manners of participation and the shaping up of power relations, condensed in what we call political practices. The focus was placed upon inclusion/exclusion relations in productivity exigencies, demands of professional improvement, modes of institutionalizing knowledge, academic practices conditions and remunerated research. Converging into this dynamics, forwarding outcomes are produced, starting from forms of sociality and fragmentation effects in cliental, contractual, competitive, subordinating, resistant relations in academic life bound to restrictive policies, which are the object of this research.

Key words: Political practices; Subjects; Speech; University; Hegemony

I. Introducción

El proyecto que en este artículo se expone se propuso abordar un campo de intersecciones complejas entre formas de conocimiento, modos de participación y conformación de relaciones de poder, extendiéndose hasta las incidencias en los modos de institucionalización del saber y en los órganos de gobierno y académicos. Estos vectores confluyen en una cultura universitaria de rasgos singulares en tiempos de gerenciamiento de las instituciones de educación superior en la Argentina.
En las circunstancias históricas de ajuste y modernización del sistema educativo, vivimos un proceso político en el que los universitarios despliegan formas inéditas de prácticas políticas. Desde las mismas, en tanto protagonistas de la dinámica de la institución, nos propusimos una mirada analítica e interpretativa de las relaciones entre los distintos sujetos que interactúan en la vida universitaria en torno a las decisiones educativas, extendiendo éstas hasta las políticas presupuestarias.
La indagación transcurrió ampliando el diálogo, que se inicia con entrevistas en profundidad a universitarios argentinos cuyas funciones diversas provienen de distintas universidades, con el corpus documental, la lectura con otros que significó el caudal bibliográfico y nuestra propia experiencia de universitarios. Estas son las vías centrales del derrotero de la investigación, cuya principal producción es haber abierto el espacio para que cada conversación arrastrara con ella la posibilidad de modificar la gramática en la que se insertaba y producir múltiples aperturas. Las que necesitamos para otro registro de visibilidad, para deslizar otra mirada, para comprendernos en ella, escapando de las reglas en las que supuestamente las inscribimos, como intención analítica o metodológica. La pretensión de verdad y la de justicia han sido componentes de esa visibilidad, es decir, de la teoría de la investigación.
En este nudo nos detenemos al abordar las prácticas, en la búsqueda de sus diagramas básicos, tratando de volverlos inteligibles desde que se marcan mediando un sistema económico justificado sobre derechos liberales y un proceso político que 'apela' a una autocomprensión democrática.
No es dificultoso registrar cómo las prácticas económicas codificadas como la ley inexorable del ajuste remiten a la disyuntiva de cómo evitar lo peor, y en esa inscripción aparecen como razonables el establecimiento de prioridades para el financiamiento, la investigación, las ofertas rentables. Pero también de diversos modos de exclusión que se dan en el ejercicio de estas prácticas políticas en la universidad, teniendo un soporte institucional que no culmina exclusivamente en las normativas que generan, sino en la socialidad interna que contribuyen a instalar por lo que es valorado, distribuido y de alguna manera atribuido. Los mecanismos proliferan en la tónica de sintonizar entre sí a los agentes funcionales, convirtiéndolos en "entornos mutuamente compatibles", produciendo las más variadas formas de subordinación. Entre ellas, las que genera la flexibilización laboral justificada por el temor a quedar afuera -par inclusión/exclusión- que se acepta como racional y en función del es lo que hay, que incluye todos los repartos y categorizaciones.

II. Las luchas de intereses, en nombre de la democracia

Este capítulo importante en nuestra contemporaneidad política no parece inaugurarse con la emergencia de la democracia como forma de gobierno, sino como una de las justificaciones legitimatorias en la pobreza de los debates. Es decir, como recurso de autoridad frente al otro que se perfila amenazante, del suelo argumentativo en el que se ha delineado la verosimilitud de las conquistas que se pretenden en nombre de un bien "querido por todos".
En ese sentido, enfrentamos diferentes dificultades para instalar el espacio lógico reflexivo de nuestra investigación, entre ellas, la fuerza de la urgencia que constriñe la decisión a los tiempos de esos intereses que, para "no perder el tren de la historia" o "actuar en consecuencia con lo imperioso de la crisis", eluden y por ello impiden el tiempo del pensamiento que necesita cobrar distancia de sí mismo viéndo-se ver, es decir, problematizando las tematizaciones, lo que aparece en su campo.
Por eso el llamado a responsabilidades inmediatas es signo de la disuasión, que produce, con ello, la interrupción de la crítica, con el consiguiente terreno ganado en el campo simbólico de lo que ha llegado para quedarse. Frente a esta urgencia, nuestras respuestas, es decir, el terreno trabajado en nuestra investigación, no serán nunca adecuadas ni suficientemente pertinentes al lugar desde son reclamadas.
Sin pretender justificarnos en este punto, arriesgamos que nuestras hipótesis al respecto señalan un cambio en el campo de lo político, una manera de itinerarlo que incluye la topografía del mismo, lo que, en adelante, se convierte en lo más problemático, puesto que no se trata de recorrer un terreno -por más diverso y quebrado que sea- sino de arribar a él como extranjero. En síntesis, la historia de las prácticas que pretende escribir la hegemonía del ajuste no escapa a sus categorizaciones y reducciones y es interpelada desde esta investigación. Sus capturas se autodenominan realistas porque parten de asimilar como objeto o problema lo que consideran que es válido para decidir sobre ella. Y, como lo que piensan decidir está cantado, por fuera de la conformación de los datos del problema, éste no tiene importancia. "La certeza es, por así decirlo, un tono en que se constata cómo son las cosas; pero del tono no se sigue que uno esté justificado"(1). Por eso los cálculos a que someten nuestra argumentación son parte de la estrategia de la urgencia para disuadir. En esas circunstancias tratan el cálculo como algo incondicionalmente digno de confianza, algo indudablemente correcto pero. . . calculan de acuerdo con una regla, la de la medida de lo que no se debe desviar, para garantizar su propia inclusión en el gran cómputo del adentro de la situación que políticamente pretenden definir.
Esto conforma las condiciones de posibilidad de este pensamiento perentorio de lo que es tal como es, con el que disimulan la falta de interrogación sobre sus propias certezas. La fiabilidad calculable con la que pretenden subordinar lo que les resulta antagónico, por incalculable y heterogéneo, en tanto les marca un afuera imposible de subordinar, está prescrito en la estructura misma de su logos que de esa manera opera dogmáticamente, con la fuerza de la fe que pretenden sustraer en quienes confían en que un reparto distinto en este mundo es posible. La confianza de estos -nosotros- proviene de una herencia emancipatoria imposible de doblegar por las razones del mercado.
Nuevas violencias se perfilan en el mundo que compartimos, nuevas guerras, nuevos bárbaros y las formas de disputa siguen presas en la legitimidad de un logos calculador que no se percata que no es imperio de lo dado -la exclusión de más del 57% de los argentinos- sino responsabilidad de sus regulaciones, proyecciones y consentimientos.
¿Cómo apelar a los crímenes de exclusión cuando han borrado las formas de antagonismo, por las de subalternidad? Por lo tanto, ni siquiera se puede apelar a una razón política para reconocerlos. Ese borrado no se trata de una reconciliación sino de una violencia infinita, que pretende ofrecer contornos tranquilizadores por ser comprendidos en formas inéditas de consenso y efectividad histórica. Ni la lucidez ni la pregunta tiene lugar frente a la desertización de la lucha que consiguen; en ese sentido, sólo restan los cuerpos dóciles. Pero no alcanza. Movilizar esta modalidad del poder implica que las acciones que dirigen a quienes no se disciplinan y marcan su afuera es dejarlos sin palabras, precisamente porque con ellas se enfrentan a sus límites; pueden hablar de principios y fuerzas que les son extranjeros porque les muestran lo que no puede ser poseído, el lugar donde se ubican los proceso éticos, un personaje que permanecerá nómade ante sus designios, fuera y corriéndose, pero al mismo tiempo señalando el lugar de lo inapropiable. La evidencia que les queda para su archivo es aquello que señala Deleuze (1989:10): "Evidentemente se puede hacer la historia de los sistemas de dominación en la que siempre se ejerce la actividad de los amos; pero ésta nada sería sin el apetito de aquéellos que, en nombre de los golpes que reciben, aspiran a darlos".
Hemos visto sus propias batallas por la inclusión. La voluntad democrática no puede traducirse en el saqueo significante que realizan, el sentido con que devuelven las palabras robadas, no pueden reinsertase en el discurso democrático como suponen. La idea de polis desde la que fueron acuñadas no es intercambiable con la de mercado; el sentido de la ley es otro. El que proyectan instituir como legítimo, en tanto, representa de manera inmediata sus necesidades. La disolución de todo espacio orientado hacia la justicia que reclama la igualdad de la que parte la tradición democrática en la Argentina es atravesado tan corporalmente, que la homogeneidad totalitaria que deviene no puede marcar las diferencias. Aquí reside la principal dificultad del análisis de la subordinación. ¿A qué se reducen las diferencias? El espacio de equidades y méritos ha reducido lo político en estas operaciones, resultando de artificio lo democrático de las relaciones de contratación, cuya demanda de 'seguridad' es inevitablemente parte de esa forma de relaciones de poder.
La pregunta que se instala pero no se pronuncia por la fuerza de su actuación es, entonces: ¿cómo sobrevivir en un espacio donde todo es considerado como medio? ¿Cómo reconocer las leyes no escritas de valores no contratables sin los cuales no es posible ninguna relación democrática? ¿Cuál es la resistencia que se puede ejercer cuando no se divisa el otro lado, porque el efecto de los procesos para la inclusión es tan fuerte que no se perciben las diferencias, sólo el afuera, o sea la negación?

III. Lo que no hace experiencia

No es una advertencia política importante la escasez argumentativa de los discursos puesta de manifiesto en el círculo virtuoso del que no pueden salir para justificar las claudicaciones ante la amenaza de la exclusión del ajuste, en todo caso una constatación casi diaria. La pregunta política es si podremos incluir en el archivo vivo de la memoria institucional -por supuesto no a la que se informa sino a la actuante en cada miembro de la comunidad universitaria con el resguardo de transmisión a sus herederos- el papel que desempeñaron en este proceso. ¿Qué se ha instalado con su ayuda y qué se perdió gracias a sus buenos oficios?, y también: ¿cuándo adoptaron esos conceptos? ¿No es acaso un desafío de transmisión cultural y de responsabilidad histórica indelegable? ¿Qué ha pasado con la formación universitaria para que, cuando intenta un discurso crítico, éste sea desplazado por las razones que la realidad impone, es decir, pobres procedimientos de gerenciamiento preso de la sujeción a la evidencia? ¿Cómo es que los procesos de institucionalización del saber han viabilizado el estatuto excluyente de la lengua del ajuste y han desplazado el campo simbólico del debate crítico hacia el monopolio de las licentia, es decir, de las autorizaciones para dar curso a las actividades académicas pertinentes? Lo que señalamos es una preocupación compartida de una u otra forma por muchos entrevistados; pero también lo es que ninguna de estas circunstancias por sí sola puede dar cuenta de la precariedad del ethos que se esboza, se recuerda, se reclama brevemente y luego se interrumpe -por las fracturas que la preeminencia de las condiciones de inclusión/ exclusión juegan- en todas las instancias sobredeterminadas por el ajuste en las universidades. Es notoria la persistencia de los elementos resistentes que a veces concibe en términos de ruptura la proyección de una universidad futura. Pero también lo es la forma en que ese ajuste hegemoniza las conceptualizaciones acerca de "lo que hay que saber", manifiestándose deudoras de los modos de interpretación y de conformación del sentido que de aquél emanan, ligado a la expansión cultural de un cientificismo anudado a las razones técnicas de la gestión como a evaluaciones expresadas a la manera de censuras correccionales(2).
La discontinuidad es un rasgo de las condiciones de posibilidad de un discurso crítico de la universidad en la universidad, permaneciendo como ocluida la posibilidad de ver-se como quienes obedecen las leyes pero también como los que las hacen. Son corrientes las palabras que nombran ese vaciamiento y esa reocupación: individualismo, subordinación, utilitarismo, competencia, pero tal vez el eje no pase tanto por el imperio de los nombres reocupados por el discurso neoliberal sino por el esfumado de un clima, por la declinación del imaginario que sostenía las intensas pasiones políticas que habitaban la tradición cultural y educativa de la Argentina que apostaba, con gran imaginación, al sueño inclusor de los saberes compartidos de intelectuales críticos y responsables por lo político que hacían de su formación universitaria un modo de vida en la polis.
Pareciera difícil concebir hoy a la universidad como aquel lugar donde las inteligencias se encuentran sin plegarse, no para protagonizar exclusiones sino distancias, diferencias, pluralidades. Son escasas las perspectivas que visualizan las luchas contra el neoliberalismo como luchas por la libertad, en aproximación muy general podemos destacar que las luchas son por condiciones de producción más justas, o por mejores condiciones de posibilidad individuales acompañadas -no siempre- por un sentido de solidaridad, proveniente de la convicción que la lucha política es por un orden compartido, garantizado para cada uno por la presencia de todos(3), que debemos distinguir de pactos, alianzas y unión transitoria de intereses.

IV. Acerca de las condiciones de posibilidad, el non plus ultra de la productividad

¿Cómo se metaboliza en las prácticas universitarias del ajuste, el sueño productivo?
Tratamos de recorrer, por su advertencia, los íconos que muestran la conformación de un mercado interno, basado en una forma de producir atenta a los cánones de la racionalización de la inversión según prioridades, en la llamada producción académica, que genera una nueva partición de aguas en la vida universitaria. En este intento, casi siempre circulamos por las expresiones de los entrevistados que dicen sostener lógicas opuestas a las de un mercado que, tácitamente, orientaría el derrotero productivo de la universidad contemporánea. Pero en ellas -las lógicas- se produce cierta permeabilidad por la que contraen algunas alianzas en los discursos y en los procesos electorales. Las polémicas sobre sus alcances e impactos informan los protocolos de investigación y extensión cada vez más parecidos a los formularios de créditos bancarios y nutren de letras economicistas los desacuerdos, que están cada vez más lejos de razones intelectuales, de ideas, de sueños de ciudadanía.
Tratamos de entender, en las prácticas que se montan alrededor de este imperativo, qué hay de productivo en la aplicación de las clasificaciones que las burocracias controladoras de esa producción han instalado en las dinámicas universitarias. Algunas adaptaciones tecnológicas de las fábricas parecen cruzar el universo simbólico del dar cuenta en materia de investigación, a la hora de decir quién es quién en el campo de la nueva ciudadanía generada más allá de los Estatutos, en otro estatuto, el del reconocimiento, expresado hoy en indicadores del tenor de: Indicadores de producción, Impacto, Utilidad efectiva o potencial de los resultados alcanzados.
Preocupados por el saber de las formas que vendrán, una inquietud por los códigos guías de esa productividad nos aleja persistentemente del sentido que cobran en relación a la formación, al pensar, a la crítica, es decir, demasiado coincidentes con la desaparición de la vida intelectual tras el modelo productivo contable que sigue produciendo sus simulacros. ¿Cómo leernos en una modalidad de trabajo administrada en base a indicadores de producción, cuando las preguntas que orientan hacia otros modos de inclusión, institución y futuro no tienen traducción en sus códigos? ¿Qué nueva partición y afuera improductivo, no rentable, generan? Cuando exploramos estas relaciones, recorremos transitivamente las formas en que la universidad clausura sus propias palabras, en razón del imperativo de la administración, ligando las regulaciones de la economía a la institucionalización jerárquica de los saberes y sus respectivas élites evaluatorias, en una ingeniería institucional que condensa el trastorno de las formas que más condiciones de posibilidad extenderían, como suelo fértil, para la investigación y la formación. No partiendo de es lo que hay para repartir sino de qué necesitamos para transformar lo dado y garantizar el derecho de la igualdad de posibilidades de formación, indagación, emancipación, la cuenta resultante y la organización de esfuerzos son distintas.
Siguiendo el hilo que atraviesa las respuestas de los entrevistados, enfocamos las condiciones de posibilidad del desarrollo científico en la universidad del ajuste, por la modalidad de prácticas políticas en que esas posibilidades se despliegan o clausuran. Sin duda que no es un recorrido demasiado lejano al trabajo epistémico del que parten para conceptuar lo que entienden por producción y su variante neo, productividad, en tanto orientarán el sentido de las estrategias en las luchas por su inclusión. A veces corren aires tecnológicos expectantes de la aplicabilidad, otras de creaciones institucionales de promoción de las vinculaciones con el medio empresario, industrial, profesional, institucional. No demasiado lejos de estas construcciones y relaciones se asocian acentos de utilidad que conceptualmente marcan relevancias y descartes. La movilidad que viene asociada a estas consagraciones y las energías que demandan han hecho perder, durante un prolongado tiempo institucional, el sentido de los temas políticos sobre la cultura y el poder, generando estados de "normalidad", sin relación efectiva con los puntos decisorios de tales regulaciones, funcionando como un modus operandi que organiza las prácticas académicas. Resituarlas en el dispositivo fue la pretensión del recorrido por las respuestas que se analizaron. Consideramos en investigaciones anteriores(4) que durante las últimas décadas el imperativo económico instaló, junto a sus razones, la centralidad de es lo que hay, veamos como gerenciarlo. En esas coordenadas se desplazó el trabajo del debate académico acerca de la política del conocimiento y la política del trabajo intelectual. Las sucesivas entrevistas nos sugieren el diagrama de las relaciones específicas de poder/ institucionalización del saber y el modo en que difieren en su articulación con otras prácticas.
En grandes líneas, vuelve a aparecer aquel optimismo pedagógico, traducido como "lo que se debería hacer" en expectativas metodológicas y procedimentales, emergentes en y por el espacio discursivo expectante de resultados que las políticas vigentes ofrecen, como interpelación, a adecuados procesos de identificación, para garantizar pertinencias. El desafío político es poder seguir estas tramas para entender cómo se produce esa razón en el modo en que enlazan estas relaciones históricas que incluyen y tejen construcciones sociales, tecnológicas e institucionales. No hay un desarrollo unificado; el dibujo de los hilos del poder que despliegan se da en múltiples formas según las prácticas en las que se posibilitan. La intencionalidad y el propósito de los proyectos que se organizan, desde estas visibilidades, son las que encontramos en las expresiones de los entrevistados, en distintos arraigos.

V. Algunos reenvíos en el recorrido por las entrevistas

Hemos ajustado nuestra mira al rasgo principal de la problemática de la inclusión/exclusión por las 'políticas de ajuste' en coordenadas neoliberales, destacando precisamente la fragmentación que comportan y que se expresa, según las entrevistas, principalmente en: el mercado académico, la particularidad de los procesos evaluatorios, las relaciones clientelares (amiguismo), los modos de institucionalización de las jerarquías disciplinarias y luego profesionales, la competencia, los modos de construcción de pertenencias -acordes a los de entender la política-; en el ámbito de la investigación: la construcción de "objetos de estudio" en detrimento de otros; también allí, la política de incentivos y jerarquización de esta actividad.
En este tramo nos detenemos en los procesos de subjetivación desplegados en y por las formas de relación que se sostienen en el discurso neoliberal -aun en aquel vergonzante y en el supuestamente inadvertido-, que es tal, porque confía en las certezas que ofrece su lógica en tanto comparte los lugares de abroche por donde este discurso circula, principalmente en los modos de conocer y en los que adelanta como puntos de observación (control) de trayectorias. Nos interesa sobre todo por los efectos que tiene en los procesos de legitimación del orden político vigente. Nos referimos explícitamente a cómo se determina o perfila quién es el Otro. Quién es el interlocutor al que refieren y con quiénes pueden entender un nosotros. En ese sentido, y en los casos que mencionamos más arriba, es notorio que lo que logra incomodar (desacomodar) a quienes se entrevista y adhieren a esas visibilidades, es el modo peculiar de organizar sus referencias y la actitud ante el trabajo de quienes no se pliegan a lo determinado por la disyuntiva de cómo evitar lo peor puesto que ésta es una de las formas en que se les perfila el otro. La paradoja consiste en que los logros o trayectorias de estos representantes de la modernización y racionalización, son concebidas como algo inaccesible al otro, y al mismo tiempo amenazada por él.
En realidad, el estado de justificación, al que apelan constantemente, proveniente de esta falsa disyuntiva que instalan -y que los instaló en los lugares desde los que hablan- es la excusa que les abre las resistencias propias y ajenas para sostenerse allí, donde quisieran permanecer incluidos -o acceder- cumpliendo con el reconocimiento que el sistema dibuja, para excluir a quienes no comparten su sistema de evidencias del "trabajo académico de calidad". En otras circunstancias se manifiesta de forma similar este mecanismo con el que cada uno resuelve o estructura la relación -traumática- con el sistema. Es el modo en que se narran a través de un guión imaginario -que disuelve u oculta o ambas cosas- el aprieto frente a lo que se cae del orden justo que no puede reducirse a relaciones de equidad y menos aún de compensación.
El campo de la ley, de los derechos y deberes, es un campo de igualación generado por los intercambios de reciprocidad equivalente. Ese lugar simbólico es con el que no pueden tramitar la disyuntiva pragmática de cómo evitar lo peor. Cuando la relación que establecen entre calidad y financiamiento remite a la de 'recursos disponibles' y 'calidad de la productividad', la racionalización que de allí se desprende siempre resulta de apropiarse del plus, del resto, es decir del valor excedente gracias a la forma de intercambio equivalente entre el capital y la fuerza de trabajo.
Con lo que no pueden lidiar, salvo a través de las construcciones retóricas que menguan su racionalidad proyectándola -así, consumida- a quienes son destinatarios de ese discurso, es con la tradición cultural y política de valoración democrática de la justicia que se opone absolutamente a la noción de equidad, puesto que la igualdad remite a la justicia que es la calificación de una política igualitaria en acto. Si esto es así, exige una acción ética que no puede ser delegada ni representada, sino asumida. Por supuesto que una preocupación exclusiva por la gestión de las tácticas corrientes nos aleja cada vez más del pensamiento y por lo tanto de una recomposición política. En esto no se puede, evidentemente y tal como lo señala un entrevistado, en sentido inverso, ahorrar coraje. Porque esta política no es del orden de la legitimación sino de las consecuencias; de allí nuestra preocupación por los efectos en, por ejemplo, los procesos de subjetivación.
Por eso notamos singularmente los rasgos de histeria social en las declaraciones justificatorias de un neoliberalismo vergonzante, en sus construcciones hipotéticas dándoles a las relaciones excluyentes, por el sesgo de la economía, una medida conveniente. Léase: los requisitos de titulación, de categorización, de rendimiento, de relación "posible", viable, sensata, de calidad, con restricción del ingreso. Es una figura lineal que se repite, como intentando obturar el espacio argumentativo vital, de quienes organizan de otro modo su relación con el derecho a la educación y los recursos necesarios para garantizarlo, en una relación de responsabilidad indelegable. Sus repetidores son, principalmente, quienes perciben esta relación sólo a través de la ficción de una medida, la idea de que el lugar social es mensurable. Es de destacar la proliferación de relaciones mercantiles en el trabajo académico, señalados en las entrevistas que se citan en este eje con una absoluta ausencia de relación al saber, a la experiencia, a la sabiduría, a la tradiciones culturales, a la confianza, a la responsabilidad, a la imaginación, a la verdad.
Por otra parte, este circunscribir la política a las relaciones mercantiles congela la movilidad del pensamiento político porque su relación de saber con lo que contribuyen a legitimar es vía sorda; sólo puede, desde ella, protagonizar intervenciones discriminantes, aunque estén llenas de buenas intenciones: los pobres, los jóvenes sin doctorado, los que ganan poco, los que no alcanzan los índices de rendimiento, etc.
Su intervención en la situación es nula, porque formulándole a una situación la pregunta que no produce en ella ningún efecto, no puede servir para calificarla. Por lo tanto, se refieren siempre a lo que se viene, siempre peor, más restrictivo y fracturante, proveniente, además, de un gran Otro que pareciera más complaciente con la actuación eficiente de las instituciones normalizadas, es decir disciplinadas. Se trata de un atolladero político en el que se cree permanecer incluido en tanto se colabora en la reproducción o sostenimiento de las condiciones de producción que excluyen a otros. Por eso el delirio normativo en que se filian, porque esa norma exime del juicio, exime de la responsabilidad de decidir, exime del compromiso de la confianza y despliega un suelo de ficción de igualdad ante la ley que sería de responsabilidad individual acreditar, ante su prescripciones. Pero lo que no alcanzan a percibir es que esa 'unión transitoria de intereses' con los que pueden recrear un efímero nosotros, se quiebra ante regulaciones de la estructura jerárquica, de las que inevitablemente permanecerán excluidos. Porque la lógica del sistema agudiza la restricción de las cúpulas y basta remitirse a las situaciones de hecho que plantean en las respuestas, para observar de qué fragmentación resultan -ellos mismos- el resto.
En esa dinámica de acreditación siempre hay alguien con mayor capacidad de acumulación, es la razón del capital al desnudo. Su sentido prospectivo en realidad es una inversión histórica porque reordena las contingencias pasadas dándoles el sentido de necesidades por venir. Y su resultado se traduce como razonable, ejemplo: advertencias sobre el futuro de nuestras universidades y las brasileras que un funcionario nos señala marcando la ventaja de éstas respecto a las nuestras y su futuro si siguen sin atender todas las prescripciones de racionalización y las políticas de productividad. Su trabajo imaginario les permite actuar como si no supieran. Para que este saber sea posible es necesario un tiempo para comprender. Lo que ocurre es que esa comprensión exige otro suelo político al que no se llega desde los cantos del gerenciamiento. Se aprecia la ausencia de reflexión sobre un punto clave de la comprensión orientada desde la ética tal como la que permitiría las sucesivas respuestas a esta pregunta: ¿qué va a contar para mí como una descripción adecuada del fin de mi vida?(5).
¿Con quiénes conforman un ethos? Los conflictos del deber son interminables si el compromiso con la palabra pública se organiza desde la confianza que esta palabra ofrece, no por lo que promete sino por los resortes de valoraciones comunes y expectantes que activa. El "es como es" del que parten cuando se refieren a la globalización, al nuevo orden del ajuste, sobre el que además sostienen que han venido para quedarse, deja como saldo la consecuencia de que la adaptabilidad (disciplinamiento) a los mismos es la máxima decisión que se pudiese tomar y que, por lo tanto, las elecciones son un epifenómeno y no comprometen una infinita responsabilidad.
En el otro extremo de la relación política que se establece, lo que se exige desde el mantenimiento del orden que el poder asegura es, por lo tanto, efectuado desde el imperativo de la gobernabilidad. Como rasgo de incitación principal de los sostenedores del orden del ajuste podemos destacar el que sitúa en los parámetros que impiden elegir porque esto es lo que es o así son las cosas. Sin embargo, por mucho que incidan los condicionantes y que las elecciones no sean tal vez absolutamente libres -pensemos en nuestra inveterada opción política entre lo menos peor- la ruptura se perfila al tener siempre presente la posibilidad de esa decisión. Una brecha estaría probablemente abierta por la actitud del pensamiento que en la universidad podría desplegarse habitando un lugar de trabajo crítico. Ésta es una actitud política fundamental hacia el pluralismo que comporta garantizar un espacio -no para la custodia de intereses particulares-, como ocurre cuando algunas cúpulas se conforman, es decir cuando éstas exhiben que la única lealtad que sostienen es la de asegurar[se], sus intereses económicos, de prestigio, de categorización, etc. Por ello la imposibilidad de mantenerse en un ethos, porque la única fidelidad y fiabilidad que se cuida en este registro es la de asegurarse ese centro, cambiando permanentemente reglas y convenciones -no porque la movilidad de la semiosis social lo generesino porque para mantenerse en ese lugar es imprescindible cambiarlas según la oportunidad, afirmando por lo tanto el único eje, es decir, el de los propios intereses en distintos contextos y circunstancias.
En las entrevistas, algo de estas mudanzas, que no es cambiar con la historia, se manifiesta, como también las actas de los Consejos Directivos o Superiores cuando los representantes de claustros olvidan su representación, para afianzarse en sus intereses particulares, y no tienen problemas con cambiar "el ahogo institucional" por la "custodia de ese orden institucional" al que se aferran porque en el mismo despliegan su única posibilidad. En este sentido, nos interesa destacar que estos sujetos políticos surgen cuando deciden, es decir que no remitimos a una existencia previa a la decisión sino a su emergencia. Por eso nos interesa la pregunta por el otro, ¿en alusión a quién se decide? y este aspecto lo tratamos en las entrevistas cuando nos preguntamos quién es el interlocutor referencial de sus respuestas.

VI. Los efectos de fragmentación y las Reformas de Segunda Generación

Por si eso no alcanzara, las prácticas políticas se rearticulan ahora en torno a lo que se denominan Reformas de Segunda Generación, provenientes de las nuevas agendas y recomendaciones de los organismos Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo, que convocan nuevamente a los voceros del primer ajuste, luego del canto de la modernización, eficacia, calidad. Consideran como ingrediente de lo dado el nivel de exclusión generado en estas políticas, y sostienen la dualidad de los incluidos y los excluidos, pero a éstos les dirigen la beneficencia de las becas, siempre y cuando asuman el disciplinamiento del orden que en sus códigos denominan mérito.
La estrategia de lectura de las entrevistas nos vuelve a poner en cauce, reinscribiendo la interpretación en el régimen discursivo más amplio del panorama universitario que trazan, pero abrimos al margen algunas cuestiones que entendemos deben permanecer abiertas. Estamos tratando con ello de utilizar los conceptos que han sido los instrumentos históricos de una captura del derecho a la educación concebido desde la idea de igualdad. Por eso, en oportunidades, nos alejamos del lenguaje de la "razón", que es el del régimen económico político del ajuste y lo asumimos desde el malestar de los sujetos universitarios interpelados por ese dispositivo a constituirse en sujetos dóciles. En los sucesivos encuentros que viabilizaron las entrevistas, la pregunta que quedó flotando es: ¿cómo se corta la palabra a este orden del discurso neoliberal? Inquietud que retomaremos al final. ¿No es acaso este lenguaje una lógica, una sintaxis, que se estigmatiza en el mismo momento en que se lo denuncia?
Nos preguntamos, entonces, cuál va a ser el estatuto de este lenguaje que, desde el registro de emisión 'debe' ser entendido por 'una razón' que, al asumirlo, se incluye en la complicidad con la administración "racional" política que mantiene cautivas sus prácticas. Nadie entre quienes lo hablan puede escapar a la responsabilidad histórica de su legitimación, y es lo que los académicos pretenden llevar a juicio cuando lo señalan. No se trata de un juicio de justicia ordinaria, obviamente, sino de dilucidación ética. Pero lo paradójico de la situación es quizás lo imposible de su ejecución, pues su instrucción y veredicto incluyen los términos en que se desenvuelve, reiterando el círculo de su reproducción. Su operatoria -perversa- es la que compromete a todos aquellos que lo incluyen en su lenguaje, aun cuando éste les proporciona además la forma de su denuncia. El problema es medirse con él en el orden que ha reglado. Un afuera de ese orden es el que pretendemos sostener en el margen. De allí nuestra circulación por sus nociones, instituciones, normativas y controles, conceptos y profecías. Pareciera que sólo fuera de éstas y contra éstas puede surgir un lenguaje que interrumpa su sintaxis de exclusión, llamando aquí contra, a la vez, el límite dibujado por ellas que se levanta como fondo y el adversario contra el que se afirma y se asegura por fuerza. La distancia para seguir hablando y viviendo. Este es un potente gesto pedagógico político, ante el torbellino neutralizador al que se desafía, pues en su vasallaje siempre retorna con lo que nos pertenece, nuestras propias palabras, vaciadas del sentido de la lucha con que fueron acuñadas.
En algunas circunstancias y, como nuestra lectura es siempre una lectura 'con otros', las recomendaciones prospectivas de los casos arquetípicos del 'modelo' nos parecen leídas por sobre el hombro de los referentes calificados -como les gusta nombrarlos- del viejo sistema americano de cuyos enclaves prominentes proviene parte importante del dogma recetado. Cuando se mencionan los importantes paquetes de becas, necesarios para desplegar la equidad que garantizarían las políticas compensatorias, recordamos a James Bryant Conant cuando en 1934, al presentar su candidatura a la Presidencia de Harvard, elabora un programa de becas nacionales supuestamente destinado a corregir las desigualdades económicas y garantizar la igualdad de oportunidades; en realidad su programa difería diametralmente del acceso generalizado a los estudios superiores, incompatible con su elitismo y su muy jerarquizada visión del mundo social. Paralelamente, intentaba tranquilizar a las autoridades de Harvard garantizando, en gran medida, la continuidad del sistema tradicional de contratación. Invoca la democracia "jeffersoniana", muy escrupulosa en cuanto a una redistribución de privilegios que haga justicia a "la aristocracia natural basada en el mérito" y se declara hostil al igualitarismo "jacksoniano". Desde 1939, la aplicación rigurosa por Conant de su política meritocrática, que se resumía en estos términos: "una promoción o afuera" (él había escrito que sólo un hombre excepcional, en una situación excepcional, podría hacer toda su carrera en Harvard), provoca una revuelta de la facultad, que, durante un tiempo, fragiliza su posición a la cabeza de Harvard. Retomando su idea central del discurso de 1934, declara entonces: "de una importancia vital para el país que sus cuadros fuesen reclutados en los rangos de los más dotados y se apuntara a ofrecer la posibilidad de desarrollar sus cualidades". Siempre reclamando una selección fundada sobre las "aptitudes reales" y no sobre las "consideraciones académicas"(6). Como los ecos de bienpensantes nacionales amplifican sus recomendaciones, nos preguntamos en qué consistiría la garantía de justicia en nuestro país al 'igualar por el mérito' cuando lleguen a la instancia de "selección de aptitudes" los excluidos por el ajuste, constituidos hoy por el 59% de la población argentina que vive por debajo de la línea de pobreza. De qué igualdad de oportunidades hablaríamos cuando concurrieran juntos, a esa selección por aptitudes, quienes no se alimentaron adecuadamente en un período crucial de su desarrollo psicofísico y quienes sí pudieron hacerlo. Pareciera que ni siquiera se pone en consideración que el mérito no es una cuestión individual sino una construcción social. En lo que nuevamente se pone en evidencia el reduccionismo pensante de quienes sostienen estas políticas. ¿En qué idea de sujeto individual autónomo se sostienen? ¿Han entablado algún diálogo cultural con los supuestos que los habitan dogmáticamente?
Por otra parte, las condiciones en las que llegan los estudiantes a la universidad se entienden como "lo dado" y allí no se inquietan por el tipo de políticas que los condujeron "eficazmente" hacia la exclusión.

VII. El círculo problemático. Algunos espacios lógicos por donde se refuerza la lógica del sistema

Conforman una geografía de zonas claras y oscuras, porque los lugares de reenvío por donde se sostienen, en mil anclajes, los puntos que contribuyen a legitimar el llamado modelo son, la más de las veces, paradójicos. ¿Qué destacamos con esto? Que la crítica al régimen y recursos del ajuste que vino de la mano de la llamada "modernización" educativa no culmina en una fractura de la misma por una acción orientada a fines, ni como reacción, ni como lucha sostenida, ni como reivindicación, sino y -específicamente en los casos que transcribiremos más abajo-, como lo señalábamos antes, presa en el lenguaje que ese mismo régimen despliega para inscribirla en sus términos y seguir funcionando. Los procesos de formación de esos juegos se esbozan en los rasgos que expresan algunas entrevistas. Intentamos extenderlos en el modo de inscripción que corresponde a nuestras búsquedas. Destacamos la presencia de distintos interlocutores en este esfuerzo, que inevitablemente soporta el recorte que la estructuración analítica dispone. Se trata de una trama de relaciones de fuerza que operan los reenvíos de un punto a otro de las prácticas políticas académicas soportadas en modos de saber, de institucionalizar ese saber, abriendo una vinculación no siempre precisa pero actuante entre conceptualizaciones, concepciones y subjetivaciones. Para retomarla debemos recorrer el suelo en que se enraízan simultáneamente diversas direcciones de esas prácticas y eso lo hemos destacado cuando tratamos los 'modos de vínculos' que caracterizan el tiempo del ajuste.
La pretensión no es una mera caracterización sino que busca por dónde podría interrumpirse la tenacidad de la evidencia de lo que funciona como "lo que es" y que subordina una y otra vez la posibilidad de interrupción del ordenamiento disciplinatorio que nos sujeta. En este punto entendemos que no se trata de construir junto a la investigación y a través de ella, una estrategia para modelar la vida política de la comunidad académica en la confianza de la "calculabilidad" de tales acciones sino, en la tarea indagante, encontrar a quienes(7) -por los análisis que llevan a cabo en su cotidianeidad universitaria- continúan o interrumpen el orden del discurso por el que se consideran subordinados o excluidos. Entendemos que con ello recorremos los rasgos principales de la construcción histórica de ciudadanía universitaria en el tiempo que abordamos más que como corte cronológico como espesor político. En este sentido, casi obviamente, destacamos que aquí hablamos de ciudadanía como 'una forma de construcción política de la socialidad académica' más allá de las definiciones estatutarias.
Por eso circulamos por sus expresiones acerca de sus resistencias o complacencias cotidianas, solidarias, competitivas o concurrentes frente al control y disciplinamiento que -aseguran- conforma preponderantemente, el modo de vida de las universidades. Los textos que seleccionamos-desde esta perspectiva- no son sólo representativos sino adecuados a la índole de aquello por lo que se definen y tenemos en consideración en este capítulo. Por ello la atención no se centra tanto en incidir en los cortes, sino en las ligaduras.
Nuestra principal pregunta es de la siguiente índole de relaciones, por ejemplo: ¿qué estatuto cobra la crítica de (X) a las prácticas políticas neoliberales en la universidad? Destacamos el valor performativo de desplegar conceptos que parecieran referir todo el tiempo a una realidad preexistente -que se pretendería transformar, democratizar, racionalizar, modernizar- pero que constituye su propio objeto, es decir que delinea el campo mismo de su aplicación. Produce el campo mismo de lo juzgado y produce en el movimiento al juez. Con esta operatoria, principalmente, se va conformando el sistema de normalización en el régimen discursivo que instala.
Este proceso es el que ha predominado en las operatorias modelizadas del tiempo neoliberal en educación; sus efectos son de poder sobre prácticas posibles, induciéndolas, activándolas o desactivándolas. No actúan como premisas sino siempre como criterios de razonabilidad y como el producto de las relaciones de fuerza que, con los movimientos descriptos, producen su campo de aplicación. Del mismo modo, las sucesivas identificaciones a las que interpela incluyen su legitimación en el registro de representaciones comunes.
La atención a las respuestas citadas ofrece un campo de múltiples recursos discursivos en orden a lo que acabamos de señalar; el efecto de sacar a la luz, explicitar, tomar el coraje de decir a cuenta y riesgo de los que se animan por cuestiones de impostergable responsabilidad ante la crisis, ante los tiempos, de forma razonable y justa; habla y obliga a hablar, separa, discrimina, evalúa, juzga, induciendo sujetos obedientes y normalizados según sus inexorables estados de situación y de corrección. Estas operaciones de visibilidad actúan, y los textos que siguen expresan los efectos de esas visibilidades respecto a la necesidad de la anticipación (anticipada por los criterios de juicio de lo que dicen criticar pero que los comprende).
En cuanto a la instalación de la disyuntiva de cómo evitar la peor, en el ámbito universitario hay quienes pretendían adelantarse a sus designios porque en el fondo compartían sus criterios y confiaban en hacerlo de entre casa para sesgar los posibles excesos, pero circulando por todos y cada uno de sus criterios. Otros que, sin demasiadas especulaciones, confiaban en timonear el proceso con ponderaciones "propias" pero que copiaban el recorrido, incorporando a su agenda de discusiones internas en los más mínimos detalles -consensuados en su lógica, en sus modos de conocer, en sus representaciones sociales- de las políticas que acaecían al ritmo que la economía marcaba, con la evidencia aparentemente postergada a sus ojos, de los inocultables costos de competitividad, precarización laboral y restricciones de toda índole(8). Se les otorgaba racionalidad para plantearlas como solución a no perder el tren, a obtener mayor presupuesto, a hacer la autocrítica necesaria; así se colaron entre otros, el deterioro y la degradación de la autonomía universitaria, las condiciones de producción académicas y las condiciones laborales, entre ellas.
Por ello mencionamos los puntos de refuerzo de aquella lógica, aun en quienes, desde otra posición, las critican destacando que el lugar de consentimiento más efectivo que tuvieron las mismas se instaló en estas actitudes, rasgos de socialidad, modos de entender el trabajo académico y la labor intelectual. No nos ocupamos aquí de los oportunismos porque no podemos señalarlos como propios de estas circunstancias, aunque los favorezcan. Lo que se señala desde distintos enfoques de la vida académica es la forma en que se presentan las ideas regulativas, mientras que la despolitización de la vida universitaria reduce su autorictas a la promoción y tutela de ese proyecto, en el interior del horizonte que él mismo delinea.
La índole de estas respuestas nos remite a la idea de decisión que, en una elemental semántica política, se puede recorrer por lo que significa en el campo: decidir, cortar, como separar cortando. Permite tal vez imaginar que se pueden enriquecer los espacios de decisión con el sostén de la multiplicidad y cualidad de los discursos públicos sobre las fracturas que aparecen en otros lugares de visibilidad. Es decir, exceder la lógica constrictora que el orden instaura, como decíamos, decidir, abrirlo a lo que no es, no ha sido y no será. Hay varios indicios de que se abre; hay que tomar acta de ello, lo que significa afirmar la brecha recordando que se ve venir lo otro de él, y lo importante es que el bando que sostiene su poder siempre cambiante, siempre disciplinando, consensuando, susbsumiendo, consintiendo, no puede ya ni siquiera relacionar con él mismo, como su otro, lo que está aconteciendo. La brecha, entonces, aparece y no puede asumirse como medida común; incluye un deber: reconocer el dogmatismo bajo nuevos rostros que tenemos que aprender a identificar. Es la tarea del por-venir; éste, como la democracia, no está dado jamás, por lo tanto, la experiencia es interminable. No está reservada a los universitarios, pero no puede lograrse sin nosotros. No puede tampoco hacerse de ello una tecnología; no se trata de ninguna centralidad programática, pero tampoco de multiplicar las fronteras; en todo caso, será cuestión de presentarse, introducirse. Mostrarse y con ello nombrarse mirando ante sí, asumiendo riesgos, mirar donde no se ve ya, preguntándose qué es ser hoy responsable. Tal vez debamos tener en cuenta, por lo que tenemos compartido, discutido, asumido y rechazado con los universitarios convocados, que esta responsabilidad tal vez comience con una aporía, la invención de lo que, desde lo dado, aparece como imposible, pero ésta puede perfilarse cada vez que se trazan los lugares de "paso" democrático y esto no deja intacto los límites, suponiendo que estos hayan sido alguna vez rigurosos. Por la movilidad de los vestigios que aparecen, se nos insinúa que no se accede a ellos desde el hay que, que siempre nos ha puesto en falta o en defecto, en definitiva en guardianes de la espera de algo que se nos presenta como "no hecho, no asumido, no logrado".
Por eso pensamos que es del orden del exceso, de lo que el 'modelo', el sistema o cualquier sinonimia que categorice la injusticia, la exclusión, no pueden apropiarse porque no goza de ninguna unicidad, no se denomina bajo el lugar seguro de "lo nuevo", cuyos rasgos sucesivos conocemos. Las cosas están lejos de ser simples, otras particiones conceptuales van a seguir delimitando los afueras. En este sentido, la importancia política de este exceso no pasa por el contenido de los discursos, sino por la consideración justa de los que hablan y de los que pueden llegar a hablar, es decir de los "con parte" -como los define Rancière (1996)-, porque la política será entonces, indisolublemente, la cuenta en que se tiene esa palabra, y se tratará entonces de saber si hay una escena común donde puedan encontrarse procesos heterogéneos, una resistencia sin dogmas al deslocalizar aquel sujeto político que se instala con la transparencia reflexiva, creyendo ser dueño de la llave de la cultura, siendo que, de la misma manera que no es un origen, tampoco es un resultado.

VIII. Investigación y después. . .

Hemos señalado las variantes de fragmentación que han sesgado las condiciones de producción académica por el Programa de los Incentivos a la Investigación y el nuevo rango de los investigadores categorizados, incentivados. El motivo por el que señalamos los contrastes es por lo que los gestos y las palabras hacen existir. No tienen valor tanto por sí mismas sino por lo que hacen nacer. Esa idea de desplazarse individualmente por las interrupciones del sistema para lograr soluciones individuales, en las que otros también confían, hacen a un modo de vivir en ellas. Y hay modos de transitar las instituciones, movimientos que producen que se distinguen tanto de las leyes como de los contratos, pero que las afectan, modifican o consolidan. Lo que aceptamos examinar, en algunas respuestas, permanece de hecho fuera de lo que literalmente enuncian; este rasgo nos lleva a preguntarnos quién es uno mismo en cada lugar de la institución. Justamente, el cambio de lugar no se da sin llamar nuestra atención sobre la conformación de sujetos divididos y aquí recordamos nuestra perspectiva teórica que asume que 'la relación está en primer lugar e infiere las posibilidades del ser'.Y la relación es, principalmente, el otro, o mejor, el entre.
No podemos soslayar el reenvío de nuestra pregunta al respecto, ya que constituye uno de los dilemas de la crisis en estas circunstancias, es decir, el dilema de los costos de la inclusión. El tipo de vínculos sociales que surgen de estos itinerarios individuales son el síntoma de la precariedad de esas relaciones y de la confianza en el otro, que no es lo mismo que la que se logra como confianza en uno mismo. Desde otro lugar, la ratificación de que se puede con el sistema ¿es antitética al cálculo de las ganancias individuales? ¿Produce nuevos reagrupamientos identitarios? ¿No está, en este despliegue valorativo de lo que pude, gestando sus propias garantías y su propia progresión? ¿Es una forma de tornar aceptables las instituciones? La búsqueda de la verdad nos pone frente a enunciados contradictorios (lo recordamos)(9). Por eso pensamos: ¿estas brechas individuales funcionan como los márgenes del sistema o son los espacios que el sistema mantiene para reducir la confrontación y asegurarse la persistencia? Nuestro esfuerzo analítico, en fin, es para que estas modalidades no se transformen en tierra de lo inconcebible. Sería suficiente que el disciplinamiento ofrezca el recurso de lo inevitable para que el sistema asegure un lugar sin demasiadas incomodidades en su adentro.
Evidentemente, el proceso de desmantelamiento tiene su propio método; incluye la pretensión, crea la ficción de la ruptura y rearticula sus fragmentos en una nueva oferta bajo el cartel ilusorio de 'lo nuevo'. Pero debemos tener cuidado con los fragmentos que todavía guardan la riqueza de antiguas fuerzas; aunadas al poder del cuidado, ofrecen el suelo plural para la fortaleza de nuevas instituciones. Instituciones que anhelan el sustento de la credibilidad, la confianza y la promesa de inclusión. Porque los hombres -como dice Hanna Arendt (1993)- tienen la facultad de interrumpirlo y comenzar algo nuevo, lo que se divisa en la escotadura de la crítica (del pensamiento) allí por donde la natalidad es la posibilidad de la acción política. Ninguna condena; esta acción produce historias que pueden contarse y volverse a contar, historias que permiten comenzar nuevos e interminables procesos, que permiten instalar un futuro como si fuera el presente, imaginar políticamente la ampliación "con otros" iguales y diferentes la propia dimensión.
No podemos olvidar la agudeza lacerante de Nietzsche (1998) cuando cita ". . .sólo permanece en la memoria lo que no deja de doler". El hombre 'libre', con la misma necesidad con que honra a sus iguales, a los fuertes, a los fiables (aquellos que pueden hacer promesas), es decir, a todo el que hace promesas de un modo soberano, con dificultad, raras veces, con lentitud, a todo el que es parco a la hora de otorgar su confianza, al que honra cuando confía, dando su palabra como algo de lo que puede uno fiarse porque se sabe lo bastante fuerte para mantenerla incluso en la adversidad y 'frente al destino', con idéntica necesidad estará dispuesto a dar una patada a los mequetrefes que prometen sin que esté en su mano hacerlo y tendrá preparada su vara para golpear al mentiroso que rompe su palabra cuando todavía la tiene en la boca. ¿Cómo llamará, si es que necesita darle un nombre, a este saber de esta extraña 'libertad'? Responsabilidad. "(10)

Notas

1) L. Wittgenstein, 1988; (30), página 6c
2) H. González, 2007, página 57
3) H. Arendt, 1993, página 263.
4) Ver Proyectos del Programa de Teoría y Currículo, Facultad de Ciencias de la Educación, UNER. (1994-2002)
5) Aristóteles, 1978, Libro VI, Página 169
6) Karabel, J. (2000), página 10 (la traducción es nuestra)
7) Cuando hablamos de quiénes, no lo hacemos desde una preocupación policíaca; nada tiene que ver con los individuos, sino con los sujetos políticos.
8) Recordamos los debates en el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Entre Ríos acerca del Sub Proyecto 06 de Fortalecimiento de la Gestión y Coordinación Universitaria del Banco Mundial; el Programa de Reforma de la Educación Superior (PRES); el Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Educativa (FOMEC), Ministerio de Cultura y educación Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) Programa Nacional de Asistencia Técnica para la Administración de los Servicios Sociales en la Argentina (PRONATASS BIRF-PNUD). Buenos Aires, 1993.
9) Aristóteles, 1978, Libro VI, Página 168
10) Aforismos 1y 2 del Segundo Tratado, página 81.

Referencias bibliográficas

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