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Ciencia, docencia y tecnología

On-line version ISSN 1851-1716

Cienc. docencia tecnol.  no.38 Concepción del Uruguay May 2009

 

HUMANIDADES - CIENCIAS SOCIALES: INVESTIGACIÓN

Trayectorias de vida y prácticas maternales en contextos de pobreza*

Life Trajectories and Maternal Practices in Contexts of Poverty*

Genolet, Alicia**; Lera, Carmen**; Schoenfeld, Zunilda**; Guerriera, Lorena**; Bolcatto, Silvina**

*) Artículo que presenta resultados del PID UNER Nº 5037, Directora: MSc. Alicia Genolet, desarrollado en la Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), Paraná (Argentina); recibido en agosto 2007, admitido en febrero de 2009.
**) Facultad de Trabajo Social, UNER, Paraná (Argentina) agenolet@arnet.com.ar

Resumen: Este artículo recupera algunos hallazgos de una investigación sobre maternidad adolescente en mujeres pobres de la ciudad de Paraná (Provincia de Entre Ríos, Argentina), en relación a sus trayectorias de vida. En el análisis se trabaja con las categorías: maternidad, prácticas maternales y trayectorias de vida desde los aportes bourdianos y las teorías de género, conceptos que son puestos a jugar en la realidad empírica. El concepto de trayectorias resulta fértil para enlazar las particularidades de las experiencias de los sujetos con las transformaciones de la sociedad en general. El proceso aportó elementos para una comprensión más profunda de la problemática de la maternidad adolescente, que otorgue solidez en las argumentaciones y posibilite intervenciones fundadas, para que puedan ser puestas a la luz en el espacio público desde el quehacer profesional de los trabajadores sociales, en orden a repensar estrategias en la política social.

Palabras clave: Trabajo Social; Maternidad; Pobreza; Adolescencia; Trayectorias de vida

Abstract: This paper presents some findings from a research on adolescent maternity among poor women in Paraná city (Entre Rios Province, Argentina), in relation to their life trajectories. The analysis deals with the categories of maternity, maternal practices and life trajectories, built from Pierre Bourdieu's theoretical approaches and from contributions made by the gender theories, which that have been confronted with empirical reality. The concept of trajectories provides a fertile ground for establishing connections between the specific characteristics of the subjects' experiences and transformations in society as a whole. The process gave us elements for better understanding the problem of adolescent maternity and presenting stronger arguments in order to allow well-founded interventions capable of emerging from the social workers professional labor into the public sphere, to give a further thought to new strategies in the area of social policies.

Key words: Maternity; Life trajectories; Adolescence; Poverty

I. Introducción

En el presente artículo, retomamos aspectos desarrollados en un proyecto de investigación llevado a cabo en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos(1), incorporando nuevas problematizaciones que surgen a partir de explorar la fertilidad del concepto trayectorias para las intervenciones de los trabajadores sociales. La mencionada investigación se inscribe en una línea de indagación en torno a la adolescencia y la experiencia de la maternidad en esta franja etárea y en contextos de pobreza. Construimos un perfil estadístico sobre la maternidad adolescente en Paraná y Entre Ríos, obrando esto como telón de fondo a la indagación cualitativa a partir de los relatos de las adolescentes.
Esa producción investigativa generó nuevos interrogantes dirigidos en esta oportunidad a mujeres que fueron madres en su adolescencia. Nuestro interés estuvo puesto en captar la experiencia de la maternidad de mujeres adultas, por lo que sus relatos están cargados de significaciones mediatizadas por el transcurso de los años. El trabajo de campo distinguió grupos de mujeres, entre aquéllas que fueron madres de un hijo o más durante la adolescencia, intentando detectar cómo el embarazo impactó en sus vidas y cuáles fueron las estrategias o recursos a los que apelaron en su crianza.
Este artículo se inicia con un abordaje al análisis de las prácticas maternales de las adolescentes madres, lo que nos conduce necesariamente al conocimiento de su vida cotidiana. Es en ésta donde se inscriben los modos de crianza, el ejercicio del maternaje, la construcción de vínculos que se tejen a partir de la irrupción de un nuevo ser. En síntesis, estamos diciendo que no es posible sostener la constitución de sujetos abstrayéndolos de su contexto social. En el recorrido teórico se abordan las categorías: maternidad, prácticas maternales -desde los aportes bourdianos y las teorías de género- desplazándonos hacia la noción de trayectorias, todas ellas en tensión con la de condiciones concretas de vida. Estos conceptos son puestos a jugar en la realidad empírica. Esto no indica que podamos hablar de una realidad única sino que es en ese juego donde emerge la dificultad para encontrar palabras que den cuenta de lo que acontece.
Las situaciones nos interpelan, nos abren a nuevos interrogantes y desafían el conocimiento en el sentido de su incompletud. No obstante, intentamos aportar desde nuestra condición de trabajadoras sociales elementos
para una comprensión más profunda de la problemática de la maternidad adolescente, que otorgue solidez en las argumentaciones, redituando en intervenciones fundadas. Ello posibilitará que las mismas puedan ser puestas a la luz del espacio público en orden a volver a pensar estrategias de política social.

II. Maternidad: universo de significaciones

Un primer aspecto a señalar es la necesidad de distinguir conceptualmente términos que suelen homologarse; tal es el caso de reproducción y maternidad. La reproducción responde a lo biológico, está ligado al orden de la especie, mientras que la maternidad está contenida en el orden de la cultura, más como una función social que como un fenómeno natural. El ejercicio de la maternidad por parte de las mujeres no es un hecho invariable y universal en todas las culturas, sino que va tomando los matices propios de cada contexto, de cada momento histórico.
Tanto la organización familiar, como el cuidado de los niños y su crianza se van modificando en respuesta a los cambios en la organización de la producción y la reproducción social.
Es a partir de esta capacidad biológica de las mujeres de parir y amamantar que se instalan una serie de normas y prescripciones en relación a la maternidad, a lo femenino, al ser mujer, que tienen como finalidad el control tanto de su sexualidad como de su fecundidad. La sexualidad es permitida bajo la idea de la reproducción, configurando prácticas que alejan a las mujeres de la posibilidad de disfrutar de su propio cuerpo(2).
Al definir la feminidad a través de la maternidad se organizan un conjunto de estrategias y prácticas que hacen desaparecer a la mujer detrás de la función de madre. Así se visualiza el deseo maternal como constitutivo de las mujeres, desconociendo que pueden existir otros deseos que desplacen el deseo del hijo(3). El deseo maternal es un hecho cultural, no natural, inscripto tanto en el cuerpo como en el aparato psíquico de las mujeres, el cual incide en la configuración de su subjetividad. La maternidad es una función social que implica una serie de complejos procesos psíquicos que realizan las mujeres a fin de satisfacer las necesidades alimenticias, de estímulos y de afecto que necesita el infante humano para devenir en sujeto. Burín diferencia la existencia de dos lógicas en el intercambio humano, aquélla que produce sujetos y la que produce objetos. La maternidad se ubicaría en este primer caso.

"La lógica de la producción de sujetos se rige por las leyes del intercambio afectivo estrecho, por la relación bipersonal íntima, exclusiva. La deuda contraída es en términos de deuda de gratitud: ésta supone que la constitución de un ser humano como sujeto psíquico entraña una deuda que sólo se puede saldar creando a la vez otro sujeto psíquico. Es una deuda personal, única e intransferible, y se mide sólo a través de la prestación de servicios afectivos. Se rige predominantemente por la lógica de los afectos, especialmente del amor." (Burín, 1987: 127)

La producción de objetos, en cambio, se rige por el intercambio de dinero o de bienes objetivos y la deuda contraída se salda con la devolución de bienes materiales, fácilmente mensurables.
La persona que realiza la labor de maternaje lleva adelante una ardua tarea que implica ser portadora y transmisora de los valores sociales, donde uno de los valores claves es la de ser productora de fuerza de trabajo. Se puede caracterizar como función materna a aquélla que debe satisfacer las siguientes capacidades: a) nutricias (de alimentación), b) de sostén emocional (contención), c) de cuidados personales (Burin, 1987). El aparato psíquico de la persona que efectúa las funciones de maternaje debe realizar una serie de tareas para ponerse a disposición del infante que se encuentran invisibilizadas. Este trabajo invisible, entre otros, consiste en una transformación de los deseos amorosos y hostiles a fin de reducir las tensiones intrapsíquicas y de mantener cierta armonía para poder satisfacer las necesidades del niño.

"En el mundo patriarcal se especializa a las mujeres en la maternidad: en la reproducción de la sociedad (los sujetos, las identidades, las relaciones, las instituciones) y de la cultura (la lengua, las concepciones del mundo y de la vida, las normas, las mentalidades, el pensamiento simbólico, los afectos y el poder)." (Lagarde, 1993:365)

Para esta especialización es necesario que se instalen una serie de entrenamientos encubiertos que llevan posteriormente a la naturalización de la función materna, justificando el aprendizaje afectivo que realizan las mujeres desde su más temprana infancia, a través del concepto de instinto materno. La idea del instinto materno es un anclaje muy importante ya que da una noción de naturalidad que pretende desplazar a la cultura. Desde este mito se supone que existe un saber-hacer instintivo propio de las mujeres, heredado genéticamente, que guiará su hacer y sentir en la relación madre-hijo. Este mito pretende reducir y naturalizar la tarea de socialización que involucra procesos psíquicos y culturales complejos a través de los cuales las mujeres van internalizando toda una serie de pautas de conductas que las preparan para ser las madres que esta sociedad espera o para ser sancionadas si no se cumplen satisfactoriamente.
Ya antes del nacimiento y durante la infancia las mujeres son estimuladas para alcanzar aquello que se considera valioso para las mismas: el rol de la maternidad, eje de su condición genérica. A través del juego la niña aprende a ser madre, primero de su muñeca pero después de todo ser viviente. Las niñas experimentan en este vínculo una serie de sentimientos, actitudes y formas de comportamiento que la cultura intenta naturalizar como propio de las mujeres negando el arduo aprendizaje que conlleva. Los juegos que se imponen a las niñas van creando en ellas un concepto de su rol social proponiendo determinados modelos de familia y de maternidad, cuyas pautas actúan sobre los individuos reglamentando la forma en que deben desenvolverse tanto varones como mujeres para ser aceptados(4).
Chodorow (1984) plantea que el ejercicio maternal es un rol de base eminentemente psicológica. Dentro de la sociedad capitalista actual, la socialización de los niños es un asunto que posee particular carga psicológica ya que debe llevar a la asimilación y organización interna de capacidades generalizadas para la participación en un mundo social jerarquizado y diferenciado. Para esta autora, el role-training, la identificación y la inducción forzada no alcanzan para incorporar a la maternidad como condición femenina, sino que la maternidad requiere de ciertas capacidades relacionales que están incorporadas a la personalidad, una autopercepción de ser uno mismo en relación.
Tanto los niños como las niñas crecen dentro de familias donde el progenitor principal, sobre quien recaen los cuidados personales de los distintos miembros de la misma, es la madre, siendo su responsabilidad central la crianza de sus hijos. Las niñas desarrollan una identificación personal con la madre a partir de la cual van incorporando una determinada modalidad de relación basada en el vínculo afectivo, en lo íntimo, aprendiendo de ella el rol familiar y maternal.
Para poder cumplir con esta función materna y ser considerada como "buena madre" es necesario que la mujer se apropie de determinadas características que Burín (1987:156) define como el "ideal maternal", que consiste en "...un dispositivo cultural que ofrece un modelo de desempeño del rol materno que actúa tempranamente en la constitución psíquica de las mujeres y que instituye valores, prescripciones y prohibiciones para quien será mujer madre: actitud de tolerancia, paciencia, abnegación, sumisión y altruismo, dejando excluida las actitudes de ira, hostilidad, miedo y cualquier rasgo de egoísmo". Para que este ideal se cumpla, es ineludible que la mujer aprenda a negar determinados aspectos de la maternidad para poder potenciar otros. Se espera que el amor de la madre sea incondicional, que la mujer madre sea toda ternura y dedicación, negando los sentimientos de ira, agresión y erotismo que se despiertan entre la madre y el niño. Se entiende a la función materna como infalible, incondicional e indisoluble.
Desde el imaginario social, la maternidad pasa a ser sacralizada en tanto es la tarea más excelsa de una mujer; su "base instintiva" supone que cualquier mujer -haya o no parido, sea niña o anciana- debe saber cómo criar a un niño, y ello como un deseo siempre presente en toda mujer, razón por la cual se espera algún tipo de anormalidad (física o psicológica) de aquélla que no tiene o no desea un hijo. Cuando esto no se da (por alguna dificultad o por decisión), la mujer es considerada como frustrada o con algún conflicto interno. Todavía no es posible desligar a la mujer de la maternidad y se sigue esperando que, finalmente, toda mujer sea madre para ser completa.

II.1. Prácticas maternales en contextos de pobreza
En la mayoría de los países occidentales, la responsabilidad de la crianza de los niños ha recaído sobre las mujeres a pesar de los cambios que ésta ha realizado en las últimas décadas. La función del padre parece reducirse, en la mayoría de los casos, a una simple presencia episódica o al sustento económico de la familia. Si bien esto está modificándose en algunos sectores sociales, sigue manteniendo un peso importante esta división sexual de funciones y trabajos.
Las mujeres responden a la responsabilidad primaria del cuidado de los niños tanto en la familia como fuera de ella. Asimismo, si bien la sociedad exige a toda mujer que sea madre, la maternidad debe darse bajo determinadas normas para ser considerada normal. Estas normas, establecidas socialmente, estipulan que la mujer debe ser madre dentro del ámbito del matrimonio, de la familia. Toda maternidad que quede fuera de este patrón es condenada, excluida y rechazada y se convierte en la víctima de la misma estructura que la impulsó a ser lo que ahora le recrimina.
Siguiendo esta idea, se puede considerar que, con el surgimiento del pensamiento higienista al que adhiere en sus inicios el Trabajo Social, la norma pasaba por la sexualidad en el interior del matrimonio, negando otro tipo de prácticas sexuales en edades y contextos no permitidos socialmente.
Por otro lado, hay un reforzamiento de la idea de que la crianza y atención de los niños deben ser desempeñado por las mujeres, escrutando cada situación familiar desde estas premisas. Todas las mujeres, más allá de su edad y de tener o no hijos biológicos, son madres. La reproducción es la impronta que ha definido hasta el momento al género femenino. Las mujeres pueden ser madres temporales o permanentes de amigos, novios, esposos, vecinos, hermanos, nueras, compañeros de trabajo, alumnos; son sus madres al relacionarse con ellos y cuidarlos maternalmente. A pesar de que las mujeres maternalizan otros vínculos de diferente manera: simbólica, económica, social, imaginaria, afectivamente, la cultura dominante sólo entiende y reconoce como maternidad al vínculo que se establece entre la mujer y su hijo. Esta dificultad para identificar estos fenómenos como maternidad se debe, en parte, a que en la sociedad las relaciones están regladas de tal manera que, si no ocurren como la norma lo establece, no son percibidas.
Dentro de estas prácticas maternales excluidas nos encontramos con la maternidad ejercida por las niñas. "Se trata de mujeres que son madres en la infancia, y son madres porque cumplen funciones y se relacionan de manera maternal con niños menores, los cuales están a su cargo, en mayor o menor medida. No lo son por haber parido como las madres genitoras. En general sus hijos son sus hermanos, sus primos o sus vecinos, o pueden ser también niños a quienes cuidan maternalmente como un trabajo (nanas pequeñas)" (Lagarde, 1993: 402). La sociedad no les confiere el título de madres a estas niñas, pero sí las funciones, quedando oculta o minimizada esta situación. Las niñas madres cuidan de sus hermanos, y es maternidad porque la niña es protagonista directa en la reproducción social, afectiva, intelectual y material del otro, y por el espacio que ocupa esta relación y sus funciones en su propia vida y en la conformación de su identidad.
Si bien el fenómeno de las niñas madres como práctica social es más evidente en los sectores pobres y con muchos hijos, también es cierto que más allá de la condición socioeconómica, todas las niñas que tienen hermanos menores viven la maternidad infantil.
Según Bourdieu, para explicar las prácticas se debe construir el campo social donde las mismas se insertan definiendo el capital específico que está en juego y los intereses puestos a jugar. La construcción del campo -en este caso la familia- requiere de una indagación sincrónica como reconstrucción de la trayectoria. "En consecuencia, para poder explicar las prácticas sociales no sólo hay que tener en cuenta la posición del agente social, sino también la trayectoria de esa posición" (Gutiérrez, 1994:66). La práctica es, a la vez, necesaria y relativamente autónoma respecto a la situación puntual, porque es el producto de una relación dialéctica entre situación y habitus. El habitus es entendido como un sistema de disposiciones duraderas y transponibles que, por integrar todas las experiencias pasadas, funciona en cada momento como una matriz de percepciones, de apreciaciones y de acciones, y vuelve posible el cumplimiento de tareas diferenciadas. Es por ello que nuestra investigación estuvo centrada en indagar sobre el contexto económico, social y educativo en el que se presenta la situación del embarazo y el despliegue de prácticas que se comienzan a construir para dar lugar a la crianza del niño.
Las catorce mujeres entrevistadas fueron madres durante la adolescencia. Ellas son: Liliana, Claudia, Mirta, Sonia, Yolanda, Mirta Inés, Agustina, Carla, Miriam, Noemí, Plácida, Silvia, Paola, Claudia. Las edades en las que quedaron embarazadas oscilaban entre 12 y 19 años y sus parejas tenían edades cercanas a las de ellas. Estos contextos no solamente se caracterizan por situaciones de pobreza sino además de vulnerabilidad social, concepto que alude a riesgo, debilidad o precariedad en la inserción laboral y fragilidad en los vínculos relacionales. La precariedad en las condiciones de trabajo a menudo puede ser compensada por redes de protección cercana como la que brindan los vecinos, las políticas sociales.

"Mi papá no trabajaba, nosotros nos manteníamos en ese tiempo que todavía estaban juntos, nosotros vivíamos en Barrio Humito, mi abuela, la mamá de mi papá, ella nos ayudaba un poco que ella trabajaba, un poco nos ayudaban los vecinos, otro poco, nosotros sabe haber basurales, nosotros íbamos a los basurales, o sea que sobrevivimos como pudimos, porque él no la dejaba trabajar tampoco a ella [se refiere a la madre], nada, nada." (Paola, 21 años)

Los procesos de deterioro, fragilización, tanto en la familia como en los lazos de sociabilidad más ampliados, se visualizan en las situaciones escolares de las mujeres, en el trabajo de sus familiares y en las condiciones de la vivienda.

"La cuestión económica está cada vez peor que cuando él trabajaba. Cuando él trabajaba yo tenía todo, me hacía todos los gustos, yo le pedía algo y él me lo daba y los gurises bien, bien calzados y todo, no tenían que ir a pedir a la calle ni nada. Mis gurises piden ahora, hasta para mis cumpleaños, el día de la madre ellos me dan cosas que piden, [empieza a llorar] entonces viste, como que te baja el alma al suelo, no mucho más, ahora se padece más porque, por ejemplo 10 años tiene César, Nelson tiene 2 y que te vengan y te den un regalo [se emociona mucho] y viste, te da no sé qué porque vos no podés. Por ejemplo yo, en los cumpleaños, yo no puedo darle nada, porque yo no tengo, no me alcanza y mi marido más todavía, mi marido es rechazado por la familia también, porque está pobre."

Es así como los propios relatos de las mujeres resultan significativos a la hora de analizar el contexto en el que ocurre el primer embarazo durante la adolescencia.
Las mujeres de nuestra investigación manifiestan que su cotidianeidad está ligada a la maternidad, a los cuidados que ello supone, a un mundo que gira alrededor de lo doméstico. La maternidad aparece unida a la posibilidad de tener algo propio, una identidad social. De ahí que no se explicite claramente un interés en buscar métodos anticonceptivos para evitar el embarazo. No se imaginaban que iban a quedar embarazadas pero tampoco hicieron nada para que no sucediera. Estas tareas intensivas de criar el hijo implican un aprendizaje previo que realizaron cuando eran niñas, transmitido por sus propias madres o por otras mujeres.
La indagación sobre las prácticas maternales que fueron construyendo -heterogéneas, plurales a pesar de que compartían rasgos similares-, nos enlaza con la noción de trayectorias.

III. Algunas apreciaciones en relación al concepto de trayectorias

Capturar las trayectorias sociales a partir de la reconstrucción que hacen los sujetos en sus relatos no es tarea fácil. Un primer aspecto a considerar es la fuerte contingencia (el azar) que se presenta en la vida cotidiana. Por otra parte, la amplitud y la complejidad que implican las trayectorias de vida hacen necesario reducir o restringir el campo de observación a algún aspecto en particular: trayectoria laboral, trayectoria escolar o trayectoria familiar -de la maternidad en particular-, reconociendo que el universo a estudiar debe ser acotado.
Si bien en las ciencias sociales siempre estuvo presente el análisis de trayectorias, ya sea a través de las historias de vida, biografías, etc., esta categoría en los últimos tiempos cobró significativa importancia. Básicamente, es a partir del fenómeno masivo y mundial de la desocupación y la exclusión que se hacen necesarias herramientas distintas a las estadísticas para dar cuenta de esta situación. Valen las palabras de Fitoussi y Rosanvallon (1997:29): "Con un número cada vez mayor de informaciones puntuales, la sociedad aparece menos legible en su conjunto. ¿Cómo explicar esta paradoja? La respuesta es simple: los instrumentos de conocimiento estadístico -las nomenclaturas que producen, las categorías que utilizan, los conceptos que organizan- fueron concebidos e introducidos en los años cincuenta para captar una sociedad de clases, compartimentada, organizada jerárquicamente, de movimientos relativamente lentos. Ya no captan sino una parte limitada de la sociedad actual." En este marco, las biografías, los itinerarios, asumen una mayor importancia en la comprensión de las transformaciones de la sociedad.
Al hablar de trayectorias, itinerarios, hacemos referencia a un "seguimiento" de los tránsitos. El intento es poder dar cuenta de aquellos trazos que se fueron dando en un recorrido que no admite "antemanos", es decir, captar los procesos que, en alguna medida, en décadas anteriores, nos permitían inferir cuáles podían ser los "caminos posibles". Por ejemplo, era previsible que la condición de trabajador asalariado pudiera darse por varias décadas, lo que daba estabilidad a la situación y, por lo tanto, acceso a los beneficios de seguridad social; era posible que el alcanzar un título profesional permitiera conseguir un trabajo calificado acorde a la titulación. "La época de la igualdad de trayectorias, que garantizaba a los individuos igualmente dotados (provenientes del mismo medio social y con los mismos resultados escolares finales) el mismo tipo de carrera salarial, ya pertenece por lo tanto al pasado." (Fitoussi y Rosanvallon, 1997: 88).
La práctica profesional nos vincula, cotidianamente, con sujetos que "ya cayeron" y con sujetos que "están por caerse". El conocimiento que la intervención profesional nos brinda de los distintos procesos constituye una fuente de riqueza necesaria de ser sistematizada a los fines de pensar los puntos de encuentro que tienen los distintos itinerarios o trayectorias. Ello nos posibilita avizorar indicios de devenires. Nos parece importante recuperar nuevamente aquí la posición de Rosanvallon, cuando plantea que: "no tiene ningún sentido tratar de aprehender a los excluidos como una categoría. Lo que hay que tomar en cuenta son los procesos de exclusión. La situación de los individuos de que se trata, en efecto, debe comprenderse a partir de las rupturas, los desfasajes y las interrupciones que sufrieron. Lo que los marcan son distancias y diferencias y no positividades descriptivas corrientes (ingreso, profesión, nivel de formación, etcétera). Así, pues, no sirve de gran cosa "contar" a los excluidos. Esto no permite constituirlos en objeto de acción social. Lo importante es, en primer lugar, analizar con claridad la naturaleza de las trayectorias que conducen a las situaciones de exclusión en tanto éstas son cada vez las resultantes de un proceso particular. De donde surge, por lo demás, la nueva importancia de las nociones de precariedad y vulnerabilidad" (Rosanvallon, 1995:194).
Acceder a las trayectorias de vida nos permite relevar las posiciones de los sujetos y los capitales disponibles, alejándonos de miradas que sólo visualizan carencias.

III.1. Trazando trayectorias, recorridos heterogéneos y complejos

La tarea de intentar comprender cómo, desde las diversas trayectorias reconstruidas discursivamente, se van poniendo de manifiesto formas de actuar, sentidos, valores, expectativas, formas de concebir a la sociedad y a "sí mismo" dentro de ésta, constituye una inquietud que animó el transcurso de la investigación. Tal hecho devino de considerar que las prácticas maternales se van construyendo a lo largo de lo que llamamos trayectorias de vida, en sus distintas dimensiones -social, laboral, política, entre otras-, y que éstas se configuran "junto con otros" como la familia, el grupo social, los vecinos, los compañeros de trabajo.
Es importante destacar, además, el papel que juega el Estado en las trayectorias de vida de estas mujeres, pues incide en éstas -directa o indirectamente- a través de sus políticas y de su modo de hacer política.
Las trayectorias consideradas en la investigación se ubican en un período de fuertes cambios estructurales, cuando se han puesto en cuestión valores fuertemente cristalizados acerca de la forma de concebir la sociedad, la representación del trabajo, las causas y condiciones de la pobreza, las políticas sociales. Estos cambios están plasmados, fundamentalmente, en el retiro del Estado de Bienestar -o Estado Social, en términos de Castel (1997)- y en los profundos cambios producidos en el mercado de trabajo: precarización y flexibilización laboral, desempleo, entre otros. Frente a esas modificaciones estructurales, incorporar la noción de trayectorias nos posibilita una mirada de las prácticas maternales en una sociedad en movimiento, dinámica, que sobredetermina procesos singulares.
Los distintos actores sociales recorren, durante sus vidas, un continuo de experiencias que van trazando itinerarios -a veces más previsibles, a veces más aleatorios (Bourdieu, 1988)- que se construyen, simultánea y pluralmente, en múltiples dimensiones: familiar, social, laboral, política, religiosa, cultural. Desde esta perspectiva, resulta conveniente recuperar el concepto de trayectoria vivida, entendida como la manera en que los individuos reconstruyen subjetivamente los acontecimientos que ellos juzgan significativos de su biografía social (Dubar, 1991:110). Se plantea, entonces, la necesidad de retomar la mirada de las protagonistas para buscar los significados que las mismas otorgan a su experiencia. En tal sentido, se ha considerado a los relatos de las mujeres que fueron madres adolescentes como la herramienta metodológica privilegiada para dar cuenta de los diversos esquemas interpretativos.
Retomando a Bourdieu (1988), este autor menciona a la trayectoria como un elemento importante que orienta las disposiciones de las personas para la acción, combinando dos efectos para explicar las prácticas y su correlación con el origen social: por una parte, el efecto de inculcación, ejercido directamente por la familia o por las condiciones de existencia originales, y por otra, el efecto de trayectoria social propiamente dicho, es decir, el que ejercen las experiencias de ascensión o de decadencia social sobre las disposiciones y las opiniones.
Ahora bien, ¿cómo se vinculan la trayectoria y las prácticas maternales que estas mujeres-madres realizan en la adolescencia?
La trayectoria es un proceso en el que se ponen de manifiesto las disposiciones y las prácticas de los diversos actores. Si bien hay, como se planteaba anteriormente, una correlación entre esas prácticas y el origen social, no se puede dejar de lado el elemento de construcción que se desarrolla a lo largo de toda la experiencia vital. En esa construcción de la trayectoria se ponen en juego un sinnúmero de factores que cada persona -madre adolescente- toma en cuenta, consciente o inconscientemente, en su accionar.
En las trayectorias, a veces, aparecen ciertos hitos o bifurcaciones, quiebres importantes que producen cambios significativos en la cotidianeidad de la vida de las personas. Sostenemos que estos hitos son puntos de especial interés en la producción y reproducción social y, por lo tanto, en las prácticas que estas mujeres realizan. Si bien nuestras entrevistadas cuentan con orígenes sociales similares, sus trayectorias son muy distintas. Bourdieu, en la obra ya citada, sostiene que todo sucede como si los condicionamientos sociales, ligados con una condición social, tendieran a inscribir la relación con el mundo social en una relación durable y generalizada con el cuerpo propio, al que le da su fisonomía social.
La importancia del Estado y sus acciones en la trayectoria y la vida cotidiana de las familias no debe verse como algo secundario, sino como una forma de construir un orden social determinado. Ese orden social "hegemónico" y las experiencias de vida particulares confluyen para generar una determinada concepción de sociedad y para posicionarse uno mismo dentro de ella. Recurrimos nuevamente a Bourdieu (1991), quien plantea que la representación que los agentes se hacen de su propia posición y de la de los demás en el espacio social, así como la representación que ofrecen de ella -consciente o inconscientemente- mediante sus prácticas, son el producto de un sistema de principios de percepción y de apreciación que es, a su vez, el producto incorporado de una condición, haciendo referencia a una posición determinada en las distribuciones de las propiedades materiales y del capital simbólico.
En ese sentido, volvemos a reiterar que los itinerarios sociales de las madres adolescentes (objeto de la investigación) son heterogéneos, pero comparten su situación de pobreza. Las expectativas ancladas en el hoy se proyectan, muchas veces, en la esperanza de que los hijos puedan vivir un poco mejor. Indudablemente los sentidos que los actores particulares otorgan a las trayectorias tienen que ver, tal como venimos planteando, con características como el género, la edad, el origen familiar, la permanencia -o no- en ciertas posiciones dentro del "espacio social jerarquizado", la profundidad de las rupturas, entre otras. Por lo expresado hasta aquí, consideramos que no corresponde apresurarse en un análisis lineal y unidimensional de los recorridos de los actores, sino que, por el contrario, la riqueza está en la comprensión de la heterogeneidad y complejidad de los relatos de quienes cotidianamente otorgan sentidos a su experiencia.

IV. La potencialidad del concepto de Trayectoria para Trabajo Social

Las trayectorias personales o familiares de los sujetos con los cuales trabajamos constituyen un dispositivo importante a ser tenido en cuenta por los trabajadores sociales a la hora de encarar las entrevistas, construir diagnósticos, pensar y diseñar intervenciones.
En la reconstrucción de las trayectorias se priorizan, a veces, aspectos vinculados a las condiciones de vida materiales actuales de las personas descuidando los aspectos simbólicos y subjetivos que resultan significativos y adquieren fundamental importancia a la hora de intervenir. Una posible explicación de la tendencia a valorar y registrar sólo aspectos materiales, lo tangible, lo observable, deviene de la tradición tecnológica que impregnó la historia profesional. Coincidimos aquí con Rosanvallon (1995) cuando plantea que es necesario recurrir, cada vez más, a la historia individual de los sujetos -a sus familias, a sus trayectorias, a los procesos que los afectaron-, considerando que, en lugar de disponer de recetas generales aplicables a todos los casos, resulta indispensable desarrollar capacidades para gestionar comportamientos singulares ante situaciones que son singulares. La actual cuestión social reclama otro tipo de conceptualizaciones.
El conocimiento de la vida cotidiana de las personas es un componente inherente a la intervención profesional. Así es como, según Bourdieu, la vida implica acontecimientos que están concebidos históricamente y suele describirse, desde el sentido común, como un recorrido, como un trayecto o itinerario orientado con un comienzo y un fin, con un sentido lineal. Las entrevistas profesionales que indagan en la dimensión histórica generalmente se realizan trazando un recorrido en forma episódica o cronológica, es decir, se construye entre entrevistador y entrevistado un relato constituido por hechos ordenados en el tiempo. En ese sentido, un primer encuentro con los relatos de las mujeres que fueron madres en su adolescencia parecería indicar que el embarazo era la consecuencia lógica de la falta de información y acceso a la anticoncepción; sin embargo, nuevas entrevistas y una mayor profundización y complejización en el análisis nos permitieron comprender que en el fenómeno están implícitas y se conjugan una serie de dimensiones objetivas y subjetivas -condiciones de vida, ideal maternal, recurrencia de la experiencia de maternidad adolescente en su propia familia, búsqueda de resolución aparente a los conflictos familiares, sentimiento de tener un proyecto propio-. Bourdieu señala: "Tratar de comprender una vida como una serie única y suficiente en sí de acontecimientos sucesivos, sin más vínculo que la asociación a un sujeto cuya constancia no es sin duda más que la de un nombre propio, es más o menos igual de absurdo que tratar de dar razón de un trayecto en el metro sin tener en cuenta la estructura de la red, es decir la matriz de las relaciones objetivas entre las diferentes estaciones". Esta idea es la que lo lleva a elaborar la noción de trayectoria como "serie de las posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en movimiento y sometido a incesantes transformaciones" (Bourdieu y Passeron, 1977:82).
El análisis diacrónico, desde esta perspectiva, nos permite reconstruir las definiciones y redefiniciones de las posiciones de los agentes en la trayectoria del campo. Así, los relatos deberían dar cuenta del recorrido, del volumen y de la composición de los capitales, esto es, según su trayectoria en el campo en tanto los desplazamientos que los agentes o grupos han ido realizando en el tiempo. Reconstruir las trayectorias de las personas a través de las historias de vida consiste en reconstruir la posición objetiva transitada y ocupada por los actores, teniendo en cuenta la estructura y el volumen de los diferentes capitales disponibles, no como enumeración de acontecimientos, sino como una suerte de dibujo que enlaza las sucesivas posiciones.
Para trabajar con las historias de vida de las mujeres pobres que fueron madres en la adolescencia debimos reconstruir sus trayectorias familiares en cuanto a sus condiciones objetivas y, a la vez, recuperar las vivencias y las representaciones que tuvieron de estas condiciones, de sus propias prácticas y de los demás sujetos que forman parte del campo familiar.
Lo que se plasma en esas historias es que esas familias, en orden a continuar reproduciéndose, movilizan a lo largo de sus itinerarios determinadas
estrategias que les permiten acumular, mantener o reforzar determinados volúmenes de capital. En ese sentido es que, entre otras prácticas, suelen realizar intercambios mediante los cuales proporcionan y reciben bienes y servicios de sus parientes, vecinos o instituciones de la comunidad. De este modo, el capital social suele ser un tipo de recurso que permite a las familias aumentar el volumen de otros tipos de capital, como el económico. Entonces la noción de trayectorias se anuda a la existencia de condiciones objetivas que obedecen a procesos de tipo estructural, entre los que se pueden mencionar el empobrecimiento general, la pérdida del trabajo o su precarización. Esas condiciones vienen sufriendo un proceso de agravamiento a las que se suma la retracción del Estado con la disminución de los servicios sociales, la caída de la calidad de los mismos modificando el carácter reparador de las desigualdades sociales, que en algún momento intentaron sostener, y reafirmando el lugar de responsabilidad individual en la situación de pobreza.
En consecuencia, debemos tener presente que las estrategias familiares, individuales o comunitarias, que movilizan y están en condiciones de movilizar, dependen de esta acumulación de capitales a lo largo de sus trayectorias, de las sucesivas posiciones por las que se han ido desplazando, y de los habitus que han ido incorporando en ese trayecto o recorrido.
La exploración empírica puso de manifiesto el componente de heterogeneidad que presenta la pobreza y, sobre todo, lo que muchos autores han trabajado, respecto a la irrupción o fractura que la línea de desarrollo ascendente tendría para aquellas familias provenientes de sectores de trabajadores asalariados, que con la crisis del estado de bienestar paulatinamente cae en picada. Esta situación también es compartida por aquellas familias provenientes de sectores denominados "pobres estructurales", quienes eran los destinatarios históricos de los recursos provenientes de las políticas públicas y, dentro de ellas, las asistenciales, pero han sido afectados en calidad y cantidad de su acceso a los mismos por la retracción del estado. No obstante, a pesar de dicha contracción, continúa siendo el estado la fuente de recursos más estable a través de los distintos programas destinados a la alimentación y la salud, cuya base de sustentación es la preservación del binomio madre-hijo.
La vivienda, el trabajo y la educación son algunos de los ejes analíticos que tomamos en la idea de poder ir dando cuenta de las condiciones de vida, reconociendo que ellos constituyen rasgos de una situación más compleja y de mayor vulnerabilidad.
Con respecto a la vivienda, sus características y la organización doméstica de la familia nos permiten comprender los modos de habitar y con quiénes, en qué espacios, con qué recursos se desarrollan las prácticas de la maternidad. Estas mujeres, al quedar embarazadas, tuvieron intenciones de independizarse de sus familias de origen, pero se vieron obligadas a co-residir con sus padres u otros familiares o allegados al no tener condiciones materiales para vivir por cuenta propia. Esto lleva que algunas de las estrategias más comunes de la pareja sea compartir la vivienda con alguna de las familias, lo cual implica no sólo atravesar situaciones de hacinamiento sino también una serie de conflictos, dificultades derivadas de una cotidianeidad que se desarrolla con ausencia de intimidad, permanente exposición a opiniones, conductas, invasión de los espacios de autoridad (por ejemplo, una decisión por parte de la madre adolescente hacia su hijo es desconocida por otros miembros de la familia). Similar situación viven quienes tuvieron que asumir solas la crianza de sus hijos y comparten la casa familiar. Los distintos relatos de las entrevistadas ilustran las limitaciones materiales y su traducción en la vida cotidiana; por ejemplo, no contar en sus casas con agua corriente o tener una sola canilla para toda la vivienda implica que la concreción de los quehaceres domésticos conlleve mayor esfuerzo y tiempo; asimismo esto trae aparejado la imposibilidad de mantener condiciones habitacionales dignas que favorezcan la salud de sus integrantes. La vivienda se constituye en un problema que ha atravesado la historia familiar que se describe en términos de "vivir de prestado", "rebotar". Así, las estrategias relacionadas con el hábitat están vinculadas a los capitales sociales disponibles. Hermanos, amigas, la dueña del comedor y parientes en general permiten su acceso aunque "de prestado" y por poco tiempo.
Con respecto a la situación laboral, estas mujeres pertenecen a familias aquejadas por la desocupación, cuyos ingresos mayormente provienen de programas sociales. Es innegable la relación entre niveles de estudios alcanzados y cualificación laboral, más allá de que hoy esta ecuación esté en crisis. En esa línea, las mujeres entrevistadas que trabajan lo hacen en servicio doméstico, en cuidado de niños o una gran mayoría realiza contraprestaciones en el barrio o instituciones en el marco del Programa Plan Jefe/Jefa de Hogar Desocupado. Manifiestan que desde niñas han trabajado en similares tareas en casas del barrio contribuyendo de esta manera a los ingresos familiares.
La situación educativa es parte de la vulnerabilidad: seis de las entrevistadas no terminaron la escuela primaria (cinco antes del embarazo y una cuando se enteró que estaba embarazada), cuatro terminaron la primaria, de las cuales, dos tienen la secundaria incompleta y dos han logrado finalizarla. En estos últimos casos, manifestaron explícitamente su interés por continuar estudiando. El resto no expresó inquietud por estudiar ni tampoco lo relacionaban con posibilidades de mejoramiento laboral.
A estas condiciones se suman las representaciones sociales acerca del rol de la mujer en el hogar, de la maternidad, del cuidado de los hijos, que la ubican como la responsable total de la gestión doméstica. Esto poco incentiva a que la mujer, una vez madre, pueda retomar los estudios; se visualiza así a la maternidad como un hecho casi definitivo en la vida de una persona y que delimita sus posibilidades futuras. La maternidad en la adolescencia opera a modo de imposibilidad de pensar, luego de esa experiencia, otros horizontes educativos. La exclusión de hoy trasciende lo económico e involucra, principalmente, lo simbólico y lo cultural: "…esto no significa saldar las cuentas con los sistemas de exclusión sino asumirlos en un nuevo contexto de explosión de las categorías unívocas, homogéneas. Los pobres, de este modo, ya no son una sola condición estructural; hoy se diferencian condiciones diversas, grados, pobrezas duras, de posición, de función, condicionales, temporales, etc. Lo expuesto provoca en una dimensión metodológica, un problema directo en cuanto a las formas de nombrar y a las posibilidades de dar cuenta de estas renovadas complejidades" (Matus Sepúlveda,1999:60).
En cada una de las historias relatadas convergen características y situaciones comunes, así como diferencias que le imprimen un carácter específico y particular a cada "haz de trayectorias" trazado por los agentes en el espacio social. Alicia Gutiérrez, a propósito, nos advierte: "Pero, al considerar el sistema de relaciones sólo en su dimensión sincrónica, sin tener en cuenta la historia del sistema en términos de su estructuración y reestructuración de posiciones, y la historia incorporada al agente social en forma de habitus, pierde la posibilidad de explicar, por ejemplo, ¿qué es lo que hace que dos agentes que ocupan iguales posiciones en el sistema de relaciones actúen, sin embargo, de manera diferente?" (Gutiérrez, 1994:55). Por eso, comprender tanto las posiciones ocupadas por los sujetos y los capitales acumulados, invertidos o perdidos en el trayecto de sus historias particulares o familiares, como los modos de incorporación de esta propia historia por parte del sujeto, constituye una clave o herramienta metodológica que Bourdieu nos proporciona entre otras, y debe ser, a nuestro modo de ver, suficientemente aprovechada por la profesión.
Se despliegan, consecuentemente, una serie de posibilidades de indagación que potencian un abanico más rico de alternativas de acciones profesionales, intervenciones que puedan captar o apropiarse de los recursos acumulados por los sujetos y los potencie. Como dice Gutiérrez: "Esta dimensión temporal del valor de los recursos de los pobres es fundamental si se pretenden analizar las situaciones de pobreza a partir de lo que los pobres 'tienen' y no sólo de 'lo que carecen'." (Gutiérrez, 2004:5).
Finalmente, otra cuestión interesante es la potencia misma del acontecimiento que supone el relato de sus trayectorias por parte de los sujetos. En este "volver a contar" se revive la historia y, de esa manera, la persona puede evaluar, revisar, criticar acontecimientos, prejuicios o mitos que posee. Por lo tanto, el sujeto no revive sino que, podríamos decir, re-hace su experiencia anterior. En ese marco, es posible que se desplace el eje de la "carencia" -que quizás es lo que motoriza su demanda al profesional- hacia la posibilidad de inventariar sus "capacidades-potencias", que seguramente estuvieron presentes como estrategias para sortear las dificultades de su vida cotidiana. Apelar a estos relatos suele ser insumo fértil en la intervención profesional, con el horizonte puesto en prevenir, anticipar o afianzar procesos singulares inscriptos en tramas sociales.

Notas

(1) "Maternidad adolescente. Estudio de las prácticas maternales en mujeres pobres de la ciudad de Paraná", Directora: Genolet, Alicia; Lera, Carmen; Schoenfeld, Zunilda; Guerriera, Lorena; Bolcatto, Silvina. Alumnas becarias: Martínez, María José; Frank, Ivón.
(2) Si bien la aparición de métodos anticonceptivos significó un avance importante en las posibilidades que las mujeres tienen para decidir, aún hoy se sigue discutiendo sobre el derecho de las mujeres pobres a lograr el control de su propio cuerpo.
(3) Mabel Burín (1987) habla del deseo de crear que resurge en las mujeres en la mediana edad, y que cuestiona la creatividad solamente asociada a la idea de maternidad. Encuentra que los deseos de crear un sujeto-objeto diferente al hijo no son sólo una transformación del deseo maternal originario, sino que en el desarrollo libidinal se han obturado, y /o reemplazado otros deseos que recién pueden ser recuperados luego de la experiencia de la maternidad.
(4) No se considera aquí que la experiencia maternal no sea un vínculo importante para el crecimiento de los seres humanos; se cuestiona, en todo caso, que las opciones sean tan limitantes para el caso de las mujeres.

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